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ABUSO DEL DERECHO - Borda, Guillermo A.

Abeledo-Perrot - TRATADO DE
DERECHO CIVIL - PARTE GENERAL 1999

E.- TEORÍA DEL ABUSO DEL DERECHO (ver nota 1).


29. CONCEPTO.- Sentada la necesidad de afirmar enérgicamente la existencia de los
derecho subjetivos, es necesario cuidarse de los excesos en que se suele incurrir en el
ejercicio de ellos. Porque si bien la ley los reconoce con un fin útil y justo, suele ocurrir
que las circunstancias los tornan injustos en algunas de sus consecuencias, no previstas
por el legislador. Y si es legítimo usar de los derechos que la ley concede, no lo es
abusar de ellos.
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30.- La doctrina del abuso del derecho se ha abierto camino en el pensamiento
contemporáneo, no sin vencer serias resistencias. Los juristas liberales la han mirado
con indisimulada desconfianza. Para ellos, las libertades humanas fincan en el respeto
incondicional de los textos legales. Sólo la ley puede y debe marcar el límite de las
actividades del hombres; mientras las personas actúen dentro de aquellos límites, no hay
por qué investigar su intención o preocuparse por el perjuicio sufrido por terceros. De lo
contrario, no habría derecho; todos estaríamos sometidos a la arbitrariedad de los
poderes públicos, la libertad y la seguridad quedarían perdidas, el espíritu de iniciativa
ahogado. Es necesario que los hombres tengan algo seguro como base para desenvolver
sus actividades; que sepan, de una manera clara y definida, qué es lo que pueden y lo
que no pueden hacer. Y la única manera de fijar de un modo cierto ese campo de acción
es la ley. Esta es una defensa, algo así como una barrera, dentro de la cual el individuo
puede desenvolver sus actividades sin recatos y sin temores. Si de ello resulta un
perjuicio para terceros, tanto peor para ellos: dura sed lex. Estos perjuicios ocasionales
deben reputarse un sacrificio en aras del bien social que resulta de la afirmación
absoluta de los derechos individuales. Inclusive se ha sostenido, con la altísima
autoridad de PLANIOL, que la expresión "abuso del derecho" implica una logomaquía:
de un derecho se puede usar, pero no abusar; el derecho cesa donde el abuso comienza,
porque abuso e ilicitud deben considerarse sinónimos; en realidad, la expresión "abuso
del derecho" no hace sino cubrir la condenación de actos cometidos más allá de los
límites de un derecho (ver nota 2).
No obstante la fuerza lógica de estos argumentos, la teoría del abuso del derecho se ha
abierto paso con pie firme. Podrá discutirse el acierto lógico y gramatical de la
expresión abuso del derecho (que a pesar de los defectos puestos de relieve por
PLANIOL, tiene fuerza expresiva y ha sido incorporada definitivamente al léxico
jurídico) pero lo que no cabe discutir ya, es que no se puede permitir el ejercicio de los
derechos más allá de los límites de la buena fe. Los derechos no pueden ser puestos al
servicio de la malicia, de la voluntad de dañar al prójimo, de la mala fe; tienen un
espíritu, que es la razón por la cual la ley los ha concedido; "tienen una misión que
cumplir, contra la cual no pueden rebelarse; no se bastan a sí mismos, no llevan en sí
mismos su finalidad, sino que ésta los desborda al mismo tiempo que los justifica" (ver
nota 3); es evidentemente ilegítimo ejercerlos en contra de los fines que inspiraron la
ley. El Derecho no puede amparar ese proceder inmoral.
No creemos justificados los temores de quienes piensan que esta facultad, en manos de
los jueces pueda convertirse en un instrumento de inseguridad jurídica y en una manera
de negar a los hombres los derechos que las leyes les reconocen (ver nota 4). Aquéllos,
por su formación en el culto del derecho, son naturalmente respetuosos de la ley; su
sistema de designación y su carácter vitalicio, que los aleja de la política, los aparta
también de la tentación demagógica que más de una vez impulsa al legislador a dictar
leyes lesivas de los derechos individuales para halagar a su clientela política. Además,
los jueces no pueden proceder arbitrariamente; están unidos por la disciplina del cuerpo
y por la jerarquía de su organización. Y cuando los tribunales superiores niegan licitud a
la conducta de una persona que ha ejercido un derecho reconocido por la ley,
declarando que ha habido abuso, será porque su dignidad de magistrados y su sentido
moral les imponen necesariamente esa solución. Es muy elocuente la prudencia con que
los jueces del mundo entero han usado de este poder; es preciso dejar sentado que la
experiencia práctica ha demostrado la inconsistencia de los temores manifestados por
los adversarios de esta teoría, que hoy se baten en franca retirada.
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31. CUÁNDO DEBE REPUTARSE QUE UN DERECHO HA SIDO EJERCIDO
ABUSIVAMENTE.- La aplicación de la teoría del abuso del derecho supone el
ejercicio de un derecho dentro de los límites fijados por la ley que lo otorgó; porque si
la ley hubiera fijado los límites y éstos se hubieran excedido, no habría abuso del
derecho, simplemente porque no hay tampoco derecho. Si, por ejemplo, la ley
estableciera un límite del 10% al interés en el mutuo y un usurero pretendiera cobrar el
30% los tribunales no lo protegerían, porque no tiene derecho; la hipótesis del abuso del
derecho se plantea si, como ocurre en nuestra legislación, no existe límite legal alguno a
los intereses; en este caso los jueces niegan su amparo a quienes pretenden cobrar más
allá de cierto prudente límite porque consideran que existe abuso del derecho.
Cabe preguntarse, por consiguiente, cuál es el criterio que ha de permitir a los jueces
resolver que un derecho ha sido ejercido abusivamente, y cómo debe fijarse el límite
entre lo que es lícito y lo que es abusivo, puesto que la ley no lo establece.
a) De acuerdo con un primer criterio, habría abuso del derecho cuando ha sido ejercido
sin interés alguno y con el solo propósito de perjudicar a terceros. Este fue el punto de
partida desde el cual la teoría se abrió paso, tímidamente, en la jurisprudencia francesa.
Se resolvió así que era ilegítimo el acto realizado por un propietario que, para perjudicar
al vecino, perforó un pozo para cortar una corriente subterránea y la echó con bombas a
un arroyo cercano, impidiendo que pasara al terreno lindero (ver nota 5).
Bien pronto se vio claro que este criterio resultaba insuficiente. Los actos realizados sin
interés alguno son muy excepcionales; aun en los más repudiables, hay generalmente un
interés que está guiando al autor, pero no por ello el acto es más lícito. El usurero no
practica su usura por perjudicar a la víctima, sino por beneficiarse él; y, sin embargo, es
indiscutible que existe abuso del derecho.
Bien elocuente de la insuficiencia de este modo de caracterizar el abuso del derecho es
un curioso caso ocurrido en Inglaterra. Un vecino por cuyo fundo atravesaba una
corriente que abastecía a la localidad de Bradford, desvió sus aguas con el propósito de
obligar a la municipalidad a que lo adquiriera a buen precio. Planteada la cuestión ante
la Cámara de los Lores, ésta resolvió que, puesto que la intención del propietario no
había sido dañar a los vecinos de Bradford, sino simplemente especular con la venta de
su propiedad, su conducta era lícita (ver nota 6). Muy distinta fue la solución dada por
los tribunales franceses a un caso similar. El vecino del dueño de un hangar y campo de
aterrizaje levantó dos armazones de madera de 14 a 15 metros de altura, para perturbar
el descenso de los dirigibles y sin ninguna otra utilidad. Llevado el caso ante la justicia,
el vecino sostuvo, como en el caso Bradford, que lo había hecho para obligar al
propietario del hangar a que le comprara su propiedad. Con muy buen criterio, los
tribunales se pronunciaron de acuerdo en las tres instancias, condenándolo a demoler las
construcciones sobreelevadas (ver nota 7).
b) Se ha sostenido, asimismo, que el abuso del derecho consistiría en la culpa grave del
titular, de cuya conducta al ejercer el derecho han derivado perjuicios para terceros que
podrían haberse evitado. Este criterio es asimismo insuficiente y sólo da solución a un
aspecto parcial del problema, que no es ni con mucho, el más importante. En base a él
no hubiera podido limitarse la tasa del interés, ni declararse abusivo el pacto comisorio
en ciertos casos a que nos hemos de referir más adelante (núm. 34). La teoría del abuso
del derecho queda refundida en la de la culpa y en buena medida esterilizada (ver nota
8).
c) De acuerdo a un criterio más comprensivo y de técnica jurídica, más depurada, habría
abuso del derecho cuando éste se ha ejercido en contra de los fines económicos y
sociales que inspiraron la ley en la cual se lo otorgó. Así, por ejemplo, el derecho de
huelga se ha reconocido con el propósito de dar a los trabajadores un medio de lucha
por su bienestar; será, por lo tanto, legítima la huelga que se declare con el objeto de
conseguir un aumento de sueldos, un mejoramiento de las condiciones de trabajo,
etcétera, pero si se declara con fines políticos, para desorganizar la producción o la
economía del país, el derecho habrá sido ejercido abusivamente. Este enfoque, llamado
finalista o funcional, es sostenido por prestigiosos tratadistas y ha sido incorporado a la
legislación positiva de varios países (ver nota 9).
El Código soviético expresa en su artículo 1º que "los derechos civiles son protegidos
por la ley, salvo en los casos en que sean ejercidos en contradicción con sus fines
económicos o sociales". Lo mismo establecen los códigos polaco (art. 135) y libanés
(art. 134), si bien aceptando también el criterio moral. En igual sentido, el Proyecto
franco-italiano de las obligaciones (art. 74, inc. 2º).
d) Finalmente, habría abuso del derecho cuando se ha ejercido en contra de la moral y la
buena fe. Sin negar la utilidad práctica del criterio finalista para orientar en numerosos
casos la decisión justa de la cuestión, creemos que el punto de vista moral es el más
decisivo y fecundo en la dilucidación de este problema. Porque si la teoría del abuso del
derecho se ha abierto camino, es por una razón de orden moral. Todos los argumentos
de prestigiosos maestros del derecho en contra de su admisión, se han estrellado contra
ese sentimiento de lo justo que anida en el corazón humano y que no podía admitir la
justificación de lo arbitrario, inmoral, dañino, a nombre del Derecho. Si, pues, la moral
ha sido el fundamento de esta institución, es evidente que ella debe dar la norma rectora
que permita distinguir el uso del abuso en el ejercicio de un derecho (ver nota 10).
Ya veremos que la reforma introducida por la ley 17711 <>prescribe, con indudable
acierto, tener en cuenta los dos últimos criterios para apreciar si existe ejercicio abusivo
del derecho.

32. LA CUESTIÓN EN NUESTRO DERECHO.- En consonancia con el espíritu


individualista que VÉLEZ imprimió a toda su obra legislativa, el artículo 1071 disponía:
El ejercicio de un derecho propio, o el cumplimiento de una obligación legal, no puede
constituir como ilícito ningún acto.
No obstante los términos categóricos en que esta norma estaba concebida y que
implicaba un enérgico repudio de la teoría del abuso del derecho, ésta se fue abriendo
paso en la jurisprudencia, bien que con suma lentitud y timidez. A pesar de dicho texto,
no faltaba base legal para ello. Por lo pronto, el artículo 953 establece que los contratos
no pueden tener un objeto que sea contrario a las buenas costumbres. Esta norma dio
lugar a interesantes pronunciamientos, sobre todo en lo atinente al pacto comisorio, al
cual se lo declaró inmoral y por lo tanto, nulo, si se lo pretendía hacer valer después que
el comprador hubiera pagado una cantidad sustancial del precio del inmueble, lo que
implica una aplicación típica del concepto del abuso del derecho. Hay, además, en el
Código Civil, diversas normas que indican que VÉLEZ no aceptaba siempre el carácter
absoluto de los derechos y que intuyó que el ejercicio de ellos debía esta limitado por
razones de conveniencia social y de moral: en este sentido, tienen interés los artículos
1739 , 1978 y las disposiciones sobre restricciones y límites al dominio.
Apoyada en estos textos, la idea del abuso del derecho fue abriéndose paso poco a poco.
El criterio de nuestros tribunales fue al principio sumamente restrictivo y se exigía el
propósito de causar daño o malicia y la inexistencia de motivos legítimos (ver nota 11);
más tarde, ese criterio se hizo más amplio: algunos fallos hablaban solamente del
ejercicio, anormal, excesivo, abusivo. La Cámara Federal de Rosario, en un fallo
importante, llegó a enfrentar directamente el principio del artículo 1071, afirmando que
todos los derechos tienen una misión social que cumplir, un destino del que no pueden
ser desvirtuados y, por ese motivo, no pueden ser ejercidos arbitraria o
discrecionalmente (ver nota 12).
Se ha considerado que existe abuso del derecho si se quiere hacer demoler ornamentos
existentes a cierta altura del edificio que invadían en pocos centímetros el jardín de la
actora (ver nota 13); si se pretende reivindicar una angosta franja de terreno, sobre la
cual el vecino había edificado (ver nota 14); si se interrumpe, mediante el interdicto de
obra nueva, la construcción de una obra y se ha entablado la acción con mala fe o error
grosero e indisculpable (ver nota 15); si se ha instalado una "casa de trato" con evidente
lesión de los vecinos (ver nota 16); el embargo preventivo que se traba con intención de
perjudicar o con negligencia, constituye abuso del derecho con obligación de reparar el
daño (ver nota 17). Si el derecho de patria potestad se ejerce con evidente perjuicio de
quien se pretende proteger, se incurre en ejercicio abusivo (ver nota 18). Si una
compañía concesionaria de teléfonos autoriza a un usuario a tener el servicio telefónico
de la hora, no puede negarlo arbitrariamente a otro (ver nota 19). Del mismo modo, es
aplicación de esa teoría la limitación por los tribunales de la tasa de interés (ver nota
20), y la notable jurisprudencia ya aludida sobre el pacto comisorio.
Pero, no obstante estos pronunciamientos, que marcaban una interesante tendencia hacia
la recepción del abuso del derecho, lo cierto es que el artículo 1071 fue siempre un
obstáculo para que nuestros jueces formularan una jurisprudencia fecunda y orgánica.
Este obstáculo fue removido en 1949, al reformarse la Constitución Nacional, pues el
artículo 35 del nuevo texto declaró ilícito el abuso del derecho. Desde entonces se
advirtió una aplicación más frecuente y menos tímida de esta institución. Y aunque
dicha reforma fue ulteriormente derogada, la Corte Suprema declaró que el abuso del
derecho tiene adecuado reconocimiento y vigencia en nuestro ordenamiento jurídico, sin
necesidad de precepto alguno de jerarquía constitucional (ver nota 21).
Entre los fallos más destacados de esta nueva etapa de nuestra jurisprudencia, podemos
citar los siguientes: es antifuncional y abusiva la conducta del acreedor, que sin interés
serio y legítimo, solicita y obtiene medidas precautorias, eligiendo inútilmente la vía
más gravosa para el ejecutado (ver nota 22); es abusiva la conducta del acreedor que
apremia a la deudora por vías legales particularmente onerosas (iniciación conjunta de
la sucesión del deudor y ejecución contra sus herederos, no obstante la voluntad
explícitamente manifestada por ellos de pagarles) (ver nota 23); es abusiva la conducta
del marido que luego de treinta años de separación, intima a su esposa el reintegro al
hogar, para liberarse de la prestación de alimentos, tanto más cuanto que anteriormente
se había rechazado una demanda de divorcio instaurada por él (ver nota 24); incurre en
abuso el acreedor que elige para ser subastada la propiedad del deudor donde residen su
mujer y sus hijos, si existe en trámite el juicio de divorcio y separación de bienes y
aquélla indicó oportunamente otros bienes del deudor con cuya ejecución podía
satisfacerse sobradamente la deuda, porque la venta de la propiedad embargada supone
un perjuicio irreparable para la esposa y los menores, sin beneficio alguno para el
acreedor (ver nota 25). Constituye abuso del derecho la pretensión de la esposa inocente
del divorcio, que sólo convivió con su marido culpable veinte o treinta días y que estuvo
separada de él treinta años que se presenta a su sucesión reclamando la mitad de los
bienes adquiridos después de la separación, sin aporte suyo de ninguna clase (ver nota
26); es abusivo ampararse en el artículo 2628 si se prueba que el árbol plantado a menos
de tres metros del linde, no ocasiona ninguna molestia al vecino (ver nota 27). La
Cámara Civil de la Capital declaró, a nuestro juicio con razón, que incurre en abuso del
derecho el inquilino condómino cuya copropiedad es menor que el décimo del total y
pide la venta de la propiedad pretendiendo no sólo ejercer este derecho, sino también
ampararse en la prórroga de las locaciones, puesto que al venderse aquélla ocupada por
él es obvio que podrá adquirirla en condiciones muy desfavorables para sus
condóminos; y que, por tanto, debe venderse libre de ocupantes (ver nota 28). La Corte
Suprema, empero, juzgó que en el caso no había abuso (ver nota 29).
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33.- Esta jurisprudencia ha recibido plena consagración en la ley 17711 <>que ha
modificado la redacción del artículo 1071 de la siguiente manera: El ejercicio regular de
un derecho propio o el cumplimiento de una obligación legal no puede constituir como
ilícito ningún acto.
La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considerará tal al que
contraríe los fines que aquélla tuvo en mira al reconocerlos o al que exceda los límites
impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres.
Obsérvese que el primer párrafo reproduce el primitivo artículo 1071 , con un
importante agregado, que es la palabra regular. Esto modifica sustancialmente el sentido
de la norma: no siempre el ejercicio de un derecho está protegido por la ley; debe
tratarse de un ejercicio regular, es decir, justo, legítimo, normal. La idea queda
explicitada claramente en los dos últimos párrafos. Particular importancia tiene el
tercero, en el que se sientan las pautas en base a las cuales debe apreciarse si un derecho
ha sido ejercicio de modo abusivo. Se considera que hay abuso cuando el ejercicio
contraríe los fines tenidos en cuenta por la ley al reconocer el derecho o cuando dicho
ejercicio contraríe la buena fe, la moral y las buenas costumbres. Se adoptan, como
puede apreciarse, los criterios a que nos referimos en el número 31, apartados c y d.
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34.- Sin embargo, es necesario dejar sentado que no siempre el ejercicio, repudiable
desde el punto de vista moral, de un derecho, debe considerarse abusivo. Puede ocurrir
que un acreedor, al vencerse el plazo de la obligación, exija su pago sin dilación alguna,
aunque no tenga ventaja en el cobro inmediato y con ello ocasiona al deudor graves
perjuicios. O que un hermano provoque la división del condominio familiar en un
momento en que esa medida resulte sensiblemente desventajosa para sus hermanos.
Estas conductas podrán reprobarse moralmente, pero no hay abuso,porque el derecho se
ha ejercido regularmente, conforme a las previsiones legales. El perjuicio de terceros no
basta para admitir el abuso, porque casi siempre el ejercicio de un derecho, sobre todo
en materia patrimonial, supone un perjuicio de la contraparte. Para que haya abuso debe
existir un ejercicio anormal, intrínsecamente injusto del derecho. Es necesario que
medie una injusticia notoria, una consecuencia no prevista por la ley y repugnante al
sentimiento moral del juez, para que éste pueda negar su apoyo a quien esgrime en su
favor una disposición legal. Es una noción elástica, de la que los jueces deben servirse
con suma discreción, pero con firmeza.
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35.- En su resolución, el magistrado debe tener en cuenta si existe: 1) intención de
dañar; 2) ausencia de interés; 3) si se ha elegido, entre varias maneras de ejercer el
derecho, aquella que es dañosa para otros (ver nota 30); 4) si el perjuicio ocasionado es
anormal y excesivo (ver nota 31); 5) la conducta o manera de actuar es contraria a las
buenas costumbres; 6) si se ha actuado de manera no razonable, repugnante a la lealtad
y a la confianza recíproca (ver nota 32).

36. DERECHOS QUE PUEDEN EJERCERSE DISCRECIONALMENTE (ver


nota 33).- Hay empero, algunos derechos que pueden ejercerse arbitrariamente, sin que
el sujeto deba rendir cuenta de su conducta o de los móviles justos o injustos que lo han
guiado. Se trata de un pequeño número de derechos que escapan al concepto de abuso;
como ejemplos, en los que hay acuerdo prácticamente general, podemos citar el de pedir
la división del condominio o partición de la herencia, el de disponer por testamento de
la porción que no corresponde a los herederos forzosos, el de desheredar a quien ha
incurrido en alguna de las causas legales, etcétera. Se los ha llamado derechos
incausados, abstractos, absolutos, soberanos, discrecionales.
¿Cómo se justifica que tales derechos, por excepcionales que sean, escapen al principio
de que nadie puede ejercer abusivamente una facultad legal? Se ha intentado algunas
justificaciones de carácter general; así por ejemplo, RIPERT sostiene que se trata de
derechos en que el solo juez posible del deber que le incumbe al titular es éste mismo;
para apreciar el abuso, es indispensable que el juez pueda juzgar el valor de los
sentimientos que impulsan a una persona; pero hay motivos tan personales, que ninguna
apreciación judicial sería posible (ver nota 34). A lo que se ha objetado que tal criterio
no resuelve el problema, pues habría que definir el principio de discriminación que
permitiera distinguir los móviles que no pueden ser apreciados por los jueces de
aquellos que pueden serlo; de lo contrario, sería dable sostener que, en cualquier caso, el
titular de un derecho es siempre el único juez de su deber, con lo cual se pone en
cuestión el fundamento mismo de la teoría del abuso del derecho (ver nota 35).
Lo que ocurre es que en ocasiones y por motivos que varían según los casos, los jueces
sienten la necesidad de acordar a ciertos derechos algo así como un privilegio de
inmunidad, que permita su ejercicio con razón o sin ella; pues puede ocurrir que haya un
interés superior, socialmente hablando, en asegurar la aplicación automática del derecho
sin entrar a juzgar los móviles que inspiran a los hombres.

36 bis. SANCIÓN DEL EJERCICIO ABUSIVO.- El abuso del derecho es un acto


ilícito (ver nota 36) y produce las consecuencias propias de tales actos:
a) En primer término el juez negará protección a quien pretende ejercer abusivamente su
derecho y rechazará su demanda (ver nota 37); se ha declarado que en materia
contractual, el abuso del derecho calificado por el ánimo de perjudicar, debe tener como
sanción la invalidez del acto; en cambio si no se da aquella torpe finalidad, pero se da
una situación abusiva, la sanción debe concretarse de ser posible a limitar o morigerar el
acto, sin destruirlo (ver nota 38).
¿Puede aplicarse de oficio, es decir, sin pedido de la parte agraviada, el principio que
veda el ejercicio abusivo de los derechos? La cuestión ha dado lugar a
pronunciamientos contradictorios (ver nota 39). Por nuestra parte nos inclinamos a
considerar que como principio, es necesario el pedido de parte, a menos que el abuso
sea tan grosero que repugne a la conciencia del juez convalidarlo.
Desde luego, el abuso puede oponerse tanto por vía de acción como de excepción (ver
nota 40).
b) Si la conducta abusiva hace sentir sus efectos extrajudicialmente, el juez debe intimar
al culpable para que cese en ella (ver nota 41).
c) El culpable será responsable de los daños y perjuicios de la misma manera que el
autor de cualquier hecho ilícito (ver nota 42); se responde por todos los daños, inclusive
el moral (art. 1078 ) y si los culpables son varios la responsabilidad es solidaria (art.
1109 ). Y desde luego, la acción prescribe a los dos años (art. 4037 , ref. por ley 17711
<>).
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37. LEGISLACIÓN COMPARADA.- El principio del abuso del derecho ha quedado
incorporado al derecho positivo de Alemania (Cód. Civ., art. 1º), Suiza (Cód.
Obligaciones, art. 2º), Rusia (Cód. Civ., art. 1º), Polonia (Cód. Civ., art. 160), Perú
(Cód. Civ., art. II, Tít. Prel.), Paraguay (Cód. Civ., art. 372), Venezuela (Cód. Civ., art.
1185), Líbano (Cód. Civ., art. 124), Turquía (Cód. Civ., art. 2º).
En otros países, la legislación ha callado, pero la jurisprudencia ha incorporado el
principio al derecho nacional, como en Francia, Bélgica, Chile, España. En este último
país, los tribunales fueron muy reacios para aceptar la teoría hasta un importante fallo
del Tribunal Supremo (ver nota 43). Inclusive los tribunales ingleses y estadounidenses,
tan apegados a su individualismo, han empezado a hacer importantes concesiones a la
idea del abuso (ver nota 44).
Como antecedente, es interesante reproducir el concepto del abuso del derecho del
Proyecto de Código Popular alemán, formulado en los últimos tiempos del régimen
nacional-socialista. "El abuso del derecho no tiene amparo jurídico alguno. Obran en
especial, de manera abusiva: quien se aferra al cumplimiento literal de una obligación
que ha perdido su significado y su finalidad; quien reclama tan tardíamente que con ello
se pone en contradicción inconciliable con su propia conducta anterior y quien procede
con tal dureza en la ejecución, que contradice gravemente el sano sentimiento popular"
(Regla 17).

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