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Introducción
Las uveítis son un grupo heterogéneo de entidades clínicas, de muy diversas causas,
que tienen en común la inflamación intraocular. Pueden ser la manifestación de una
enfermedad generalizada ya establecida, ser un proceso limitado al globo ocular, o
incluso ser el primer signo clínico de una entidad que se desarrollará con el tiempo. Por
ello, el internista, con ayuda del examen oftalmológico, intentará buscar
manifestaciones extraoculares específicas, para así solicitar las pruebas
complementarias oportunas según su hipótesis diagnóstica.
La incidencia de uveítis oscila en los países desarrollados entre 15-17 casos por
100.000 habitantes según las series, constituyendo un 10-15% de nuevos casos de
ceguera (1,2). Se suele presentar en la cuarta década de la vida, aunque puede
afectar a cualquier edad.
La úvea es la capa vascular del globo ocular, ubicada entre la esclera y la retina. Ricamente
vascularizada se la puede dividir en tres zonas: grandes vasos, medianos y la coriocapilaris, que se
encuentra íntimamente relacionada con la retina. Topográficamente se la puede dividir en uvea
anterior: iris y cuerpo ciliar y uvea posterior o coroides; entre ambas existe otra zona, llamada
intermedia (pars plana) que puede ser asiento de importante patología.
Posterior (coroiditis)
Agudas
Crónicas
Recidivantes
No granulomatosas
Granulomatosas
Desde el punto de vista etiológico se pueden clasificar en uveítis endógenas o uveítis exógenas.
Las endógenas pueden ser infecciosas y no infecciosas. Las infecciosas se deben a diferentes
agentes: Virus, Bacterias, Parásitos, Hongos. Mientras que las no infecciosas se manifiestan como
procesos inflamatorios relacionados con el sistema inmunológico del organismo, alterado por
diversas enfermedades, muchas de ellas procesos autoinmunes, los que pueden ser
desencadenados por infecciones exógenas, gastrointestinales o de otra ubicación.
Las uveítis exógenas se producen siempre por una solución de continuidad del globo ocular, ya sea
un traumatismo penetrante, úlceras corneales, procesos degenerativos córneo esclerales, tumores
o por cirugía intraocular. De tal modo que hay acción directa y presencia del agente patógeno:
Bacterias, Virus u Hongos, produciéndose una panoftalmitis. Inflamación uveales sin
reconocimiento del germen causal también pueden observarse en ojos traumatizados y la
alteración se atribuye al daño mecánico de los tejidos oculares, especialmente del cristalino. Los
cuerpos extraños intraoculares causan severa inflamación uveal y es importante sospecharlos en
pacientes que presentan uveítis de curso crónico con antecedentes inciertos de traumatismo o
accidente laboral (industria del fierro, picapedreros, construcción, campesinos, etc.) o en
trabajadores que golpean fierro sobre piedras o fierro sobre fierro. Una radiografía oportuna
órbito ocular puede aclarar el diagnóstico.
Las características clínicas, tanto sintomáticas como signológicas permiten clasificar, en la mayoría
de los casos el tipo de uveítis en cuestión, orientando su estudio de laboratorio, tratamiento y
pronóstico.
danto el aspecto de iris bombé o iris en tomate, cuya complicación mayor es el glaucoma
secundario por oclusión del seno camerular (normalmente el humor acuoso filtra hacia el exterior
a través del seno camerular, trabéculo y canal de Schlemm; si esta vía está obstruida aumenta la
presión intraocular)
¿Cuándo sospechar una uveítis anterior? En presencia de un ojo con hiperemia violácea,
periquerática, doloroso y sin secreción. La visión es borrosa, puede haber visión de manchas
flotantes (entopsias), fotofobia y epifora discreta. También pueden orientar la inflamación (ojo
rojo) recurrente con visión borrosa, el examen del iris y las sinequias posteriores .
Ante esta sospecha ¿Cómo tratar?. El médico general puede iniciar un tratamiento con
analgésicos orales, colirio antibiótico (CAF-Tobramicina – Gentamicina, etc.), antinflamatorios por
vía oral y derivar al paciente a un especialista.
Etiología
Las causas de uveítis son múltiples. Nos limitaremos a las uveítis endógenas. Podemos
agruparlas en: síndromes limitados al ojo, causas infecciosas, síndromes de
enmascaramiento y enfermedades sistémicas (4).
-Causas infecciosas.
Las infecciones son causas frecuentes de uveítis y pueden producirse tanto por
bacterias, virus, hongos como por parásitos (Tabla I). El diagnóstico precoz es
importante ya que el tratamiento varía dependiendo del microorganismo. En algunas
ocasiones tienen un patrón específico como la infección por Citomegalovirus (CMV) o la
candidiasis.
Clasificación
-Clasificación anatómica.
Es la más utilizada. Se basa en la localización primaria del segmento ocular que se
considera origen del proceso inflamatorio (48,49) (Tabla III). Se distinguen así cuatro
tipos de uveítis:
•Grado 1+, cuando existen entre 6-15 CCA, con ligera presencia de proteínas.
•Grado 2+, cuando existen entre 16-25 CCA, con moderada presencia de proteínas
(exudado proteináceo claro, si bien persisten los detalles iridianos).
•Grado 3+, cuando existen entre 26-50 CCA, con marcada presencia de proteínas (no
se distinguen los detalles iridianos).
•Grado 4+, cuando existen > 50 CCA, con intensa presencia de proteínas (depósito de
fibrina).
Manifestaciones clínicas
-Uveítis anterior.
-Uveítis intermedia.
-Uveítis posterior.
Los dos síntomas de las uveítis posteriores son las miodesopsias y la disminución de la
agudeza visual. Puede cursar sin participación del segmento anterior. En el fondo de
ojo puede haber un grado variable de turbidez vítrea, exudados focales en coroides y
retina, vasculitis o desprendimiento exudativo de la retina.
Aproximación diagnóstica
Como ocurre siempre que se haga una correcta praxis médica, se debe intentar
averiguar la causa de la uveítis, puesto que de ello depende el tratamiento y el
pronóstico. La dificultad radica en el elevado número de síndromes conocidos y su
elevada variabilidad semiológica, lo que obliga en muchas ocasiones a aplicar
tratamientos empíricos. No obstante, hay que tener en cuenta que en más del 50% de
los casos no se llega al diagnóstico de ninguna entidad y es preciso etiquetar el cuadro
de uveítis idiopática. Distintos estudios han demostrado que el uso indiscriminado de
pruebas complementarias no aumenta la rentabilidad diagnóstica. Se deben utilizar
protocolos individualizados y éstos deben incluir las características en la exploración
oftalmológica (localización anatómica, comienzo, duración, curso, grado de inflamación
y complicaciones y grado de actividad) ya que orientarán a posibles enfermedades
sistémicas (Tabla IV).
A todos los pacientes se les debe realizar una historia clínica con una anamnesis por
aparatos completa, una exploración física incluyendo la exploración del esqueleto axial
y unas pruebas complementarias básicas. Posteriormente y de forma individualizada
según el tipo de uveítis, los datos de la anamnesis y los resultados de las pruebas
realizadas se puede establecer un listado de posibilidades diagnósticas en base a las
cuáles se practicarán otras pruebas más específicas (50-53).
-Tipaje HLA. Se asocia a distintas entidades estando presente el HLA B27 en cerca del
90% de los pacientes con espondilitis anquilosante, 80% en pacientes con síndrome de
Reiter, 75% con artritis psoriásica (75%) y 50% com enfermedad inflamatoria
intestinal. Existen otras frecuentes asociaciones, como son el HLA B 5/51 con la
enfermedad de Behçet, el HLA B29 con la coroidopatía de Birdshot, el HLA A 1 con la
sarcoidosis sarcoidosis, el HLA A 11 con la oftalmía simpática y el HLA B 53 con el
síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada y la crisis granulocítica.
-TC craneal y/o Resonancia Magnética si existe clínica neurológica asociada o sospecha
de lesiones ocupantes de espacio (p. ej. linfoma).
Tratamiento
CORTICOIDES
INHIBIDORES DE CALCINEURINA
ANTIMETABOLITOS
-Micofenolato de mofetilo: su uso es cada vez más frecuente con muy buena
tolerancia. Varios estudios demuestran buena respuesta y es útil como ahorrador de
glucocorticoides (71,72). Es menos efectivo en monoterapia. Se suele emplear en caso
de uveitis posteriores refractrias, tras terapia combinada y asociado a ciclosporina. La
dosis es de 0,5-2 g/12 horas.
ALQUILANTES
BIOLÓGICOS
-Anti-TNF: son fármacos capaces de inhibir la acción del TNF alfa (76). Existen dos
tipos: los receptores solubles (etanercept) y los anticuerpos anti TNF (infliximab y
adalimumab).
Glaucoma agudo: dolor intenso, edema corneal, midriasis fija, pérdida brusca e importante de la
visión. La cámara anterior estará notablemente estrecha y el ojo muy duro y sensible a la
palpación.
Midriáticos, cicloplégicos: colirio de atropina al 1% una gota 3 veces al día. En casos de sinequias
firmes que impiden una midriasis efectiva se debe recurrir, además, a otros midriáticos en dosis
repetidas, como tropicamida 1%, ciclopentolato 1% o fenilefrina 2,5%, o bien instilados en
conjunto sobre una mota de algodón en el fondo de saco conjuntival inferior (mota midriática). La
midriasis impide la seclusión y oclusión pupilar y la cicloplegia (paralisis de la acomodación) reduce
el dolor. El uso de estos fármacos debe ser controlado y bien dosificado para evitar efectos
secundarios, especialmente en niños y ancianos.
Antinflamatorios pueden ser administrados por vía general o tópicos, colirios mixtos de
antibióticos y corticoides, o antinflamatorios no corticoidales.
Antibióticos por vía general y tópicos. Su uso depende del criterio del médico tratante, basado en
las posibles causas etiológicas.
La uveítis anterior puede estar relacionada con enfermedades sistémicas que se deben considerar
en la investigación clínica y de laboratorio para determinar su etiología. Algunas de estas
enfermedades son:
Enfermedades infecciosas: queratitis por herpes simples, herpes zoster oftálmico, toxoplasmosis,
sífilis y tuberculosis. Pueden presentarse como uveítis anterior granulomatosa o no
granulomatosa.
Puede seguir un curso benigno o crónico recidivante complicándose con edema macular cistoide,
catarata, glaucoma y desprendimiento de retina. Por sus complicaciones el pronóstico debe ser
reservado. El diagnóstico diferencial se debe hacer con sarcoidosis, enfermedad de Behçet,
esclerosis múltiple, vitreitis idiopática y otras. El tratamiento tópico o sistémico depende del
compromiso uveal y retinal agudo, y de las complicaciones.
La uveítis posterior, también llamada coroiditis, corresponde a la inflamación uveal que ocurre por
detrás del cuerpo ciliar y pars plana y cuando se compromete la retina se la denomina
corioretinitis. Generalmente es de tipo granulomatoso, con escaso compromiso del polo anterior.
Cuando la inflamación compromete el polo anterior y posterior se denomina panuveitis. Los
síntomas son de comienzo insidioso con hiperemia conjuntival superficial y profunda, escaso dolor
y compromiso visual variable dependiendo del compromiso retinal y vítreo que generalmente se
produce. Su curso es crónico y el pronóstico puede ser de gravedad cuando se complica con
catarata, glaucoma, neovascularización y desprendimiento de retina. Es preciso extremar el
estudio para determinar la etiología y así hacer que el tratamiento sea lo más específico posible, lo
que no se consigue en muchos casos, debiéndose recurrir a tratamientos con corticoides o
inmunosupresores, para evitar las complicaciones.
El examen oftalmoscópico vítreo retinal permite ver la localización y extensión del proceso,
aunque no siempre puede dar una idea de etiología. Las lesiones coroídeas aparecen como placas
blanquecinas, algo solevantadas, generalmente con edema en la retina suprayacente, al lado de
las cuales se pueden ver otras lesiones de bordes pigmentados, sin edema y que son la evidencia
de procesos antiguos cicatrizados que dan la característica de enfermedad inflamatoria
recidivante. La visión estará alterada según el compromiso del área papilomacular. La vitreítis
también influye en la pérdida de visión y puede ser tan importante la opacidad de vítreo, que
impide el examen de la retina haciendo difícil la evaluación del caso, debiéndose recurrir a la
ecografía vítreo retinal.
La uveítis puede ser de causa endógena o exógena. También se debe considerar el compromiso
uveal por vecindad, es decir, enfermedades oculares que pueden generar respuesta inflamatoria
uveal, como es el caso de las uveítis producidas por el cristalino; las iridociclitis secundarias a
escleritis o a queratitis; las coroiditis producidas en el curso de una retinitis, como ocurre en la
toxoplasmosis, la candidiasis y algunas virosis.
Manifestaciones generales
Toxoplasmosis congénita. La madre a menudo está asintomática o solo tiene leves síntomas
generales. La gravedad de la afectación fetal depende de la edad gestacional en el momento de la
infección materna, y tiende a ser más grave en fases pre- coces del embarazo, cuando puede
resultar en la muerte del feto (el 10% de todas las toxoplasmosis congénitas). La afectación
neurológica y visceral puede ser muy grave, pero muchos casos
son subclínicos, sobre todo al final de la gestación. Puede producirse retinocoroiditis en más del
75% de los casos, dejando cicatrices que a menudo aparecen luego como hallazgos casuales
(fig. 11.35).
La toxoplasmosis adquirida en la infancia probablemente representa más del 50% de los casos en
esta edad; al igual que en los adultos, en los pacientes inmunocompetentes suele ser subclínica.
Las lesiones oculares probablemente son frecuentes, pero pueden no aparecer hasta años
después de la infección inicial.
Manifestaciones oculares
Síntomas. Comienzo agudo o subagudo de moscas volantes, visión borrosa y fotofobia en un ojo.
La uveítis anterior por «desbordamiento» es frecuente. Puede ser granulomatosa o asemejarse al
SUF; puede haber elevación de la PIO.
Los focos de novo no asociados a una cicatriz antigua y las lesio- nes múltiples (fig. 11.36B) son
relativamente raros en pacientes inmunocompetentes, pero se observan a menudo en aquellos
con inmunodepresión.
La vitritis puede ser intensa y dificultar la visualización del fondo de ojo. El «faro en la niebla» es la
descripción clásica de un foco blanco de inflamación retiniana visto a través de la vitritis
(fig. 11.36C).
La neurorretinitis similar a la que se ve en la enfermedad por arañazo de gato es rara, y puede ser
un marcador de infección adquirida aguda más que de reactivación.
La toxoplasmosis retiniana externa punteada es una manifes- tación atípica que se caracteriza por
agrupaciones de pequeñas lesiones blanco grisáceas (25-75 mm de diámetro).
Pérdida de visión. Las causas de deterioro visual permanente (alrededor del 25% de los ojos)
serían lesiones inflamatorias maculares (figs. 11.37A y B) y edema macular, afectación del nervio
óptico (fig. 11.37C), oclusión vascular (figs. 11.38A y B), desprendimiento de retina seroso,
regmatógeno y traccional (figs. 11.38C y D), y neovascularización coroidea secundaria tardía
(figs. 11.38E y F).
Recurrencia.
El número medio de episodios recurrentes por paciente es de 2,7; al cabo de 5 años, más de la
mitad de los pacientes habrán sufrido más de un episodio.
Pruebas complementarias
Serología.
Tratamiento
Pirimetamina: antagonista del ácido fólico que parece bas- tante eficaz. Se administra una
dosis de carga de 75-100 mg durante 1-2 días seguida de 25-50 mg diarios durante 4 semanas,
combinada con ácido folínico (no fólico) por vía oral tres veces a la semana para retrasar la
trombocitopenia, la leucopenia y el déficit de folato. Deben realizarse hemogramas
semanalmente. En pacientes con sida se evitará la pirimetamina o se usará en dosis más bajas
debido a una posible mielosupresión previa y al efecto antagonista de la zidovudina cuando se
combinan estos fármacos.
Sulfadiacina: suele administrarse 1 g cuatro veces al día durante 3-4 semanas junto con la
pirimetamina. Entre los efectos secun- darios de las sulfamidas se encuentran litiasis renal,
reacciones alérgicas y síndrome de Stevens-Johnson.
El tratamiento intravítreo con clindamicina (1 mg) y dexame- tasona (400 mg) puede ser tan
eficaz como la terapia triple en la infección reactivada; a veces se requieren dos o tres
inyecciones (a intervalos quincenales). Puede ser preferible en la infección recidivante en el
embarazo, pero generalmente no debe usarse como tratamiento único en inmunodeprimidos,
y en las infecciones adquiridas (IgM-positivas) recién adquiridas parece que el tratamiento
sistémico es más eficaz. Deben evitarse los corticoides de liberación retardada perioculares o
intravítreos como la triamcinolona, porque se han comunicado casos de progresión
incontrolada.
Clindamicina: en dosis de 300 mg cuatro veces al día puede añadirse a la terapia triple (v.
anteriormente) o usarse en vez de la pirimetamina. Un posible efecto adverso es la colitis
seudomembranosa.
Atovacuona: en teoría ataca a los bradizoítos enquistados, pero no parece prevenir las
recurrencias in vivo; se administra en dosis de 750 mg entre dos y cuatro veces al día. Pueden
darse corticoides tópicos y midriáticos en caso de uveítis anterior.