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Raúl G.J PDF
Raúl G.J PDF
2014, nº 4
ARTÍCULOS
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Resumen: Raúl Gómez Jattin (1945-1997) fue uno de los últimos representantes del
malditismo hispanoamericano de la estirpe de Baudelaire. Dentro del panorama de la
poesía de Colombia, la obra de Gómez Jattin, heredera del surrealismo y del
existencialismo europeo, se sitúa, por voluntad de Jaime Jaramillo Escobar, en las
estribaciones del “nadaísmo”, aquel movimiento de contestación estética y sociocultural
que vino a constituir la versión colombiana de la beat generation y de los movimientos
libertarios en torno al 68. Sexo, drogas y locura son los ejes de una poesía atravesada de
un panerotismo trágico, vital y conmovedor.
Palabras clave: Raúl Gómez Jattin, malditismo, poesía colombiana del siglo XX,
Nadaísmo, Misticismo panerótico, revolución sexual.
Abstract: Raúl Gómez Jattin (1945-1997) was one of the last “poètes maudits” of the
Hispano-American tradition. Within the Colombian lyrical scene, Jaime Jaramillo
Escobar appointed Gómez Jattin as the best heir of “Nadaísmo”, which was an
underground movement similar to the Beat Generation at the 60´s. The poetry of Gómez
Jattin deals about sex, drugs and madness, though we have to consider the moving quest
of Love in which he is so vitally and tragically involved.
Key words: Raúl Gómez Jattin, Hispano-American poetry of the XXth. Century, the
“poètes maudits” tradition, Colombian “Nadaísmo”, Beat Generation, Erotic Mysticism,
sexual revolution.
*****
Tras una vida azarosa, que lo sitúa en la cúspide del malditismo poético
colombiano, Raúl Gómez Jattin dejó algunos de los poemas más bellos, profundos y
verdaderos escritos jamás en español. Nació en Cartagena de Indias en 1945 y en esa
ciudad moriría en 1997. Pero se crió en Cereté de Córdoba, un pueblo de río que
inmortaliza en sus versos. Su familia, donde se mezcla el orgullo de estirpe que
entronca con los Gómez Manrique castellanos y el refinamiento oriental heredado de su
abuela siria, era de respetable clase media, lo que en aquellos años en Colombia suponía
pertenecer a una élite. En cualquier caso, este doble origen de la sangre le llevaría a
considerarse un poeta doblemente andaluz. La puerta de las Indias, como se le llamaba a
Cartagena durante el virreinato, se unía directamente con Andalucía por ruta marítima;
el efecto que se produce al divisar sus murallas es que nos estamos acercando a la
salada claridad de Cádiz. Exotismo y familiaridad confluyen en el Caribe, mar en el que
Gómez Jattin ve otro mediterráneo. En ambos confluye la proyección de un fecundo
mestizaje cultural, que remite históricamente a Roma en el viejo mundo y a España en
América.
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GRACIAS SEÑOR
por hacerme débil
loco
infantil
Gracias por estas cárceles
que me liberan
Por el dolor que conmigo empezó
y no cesa
Gracias por toda mi fragilidad tan flexible
Como tu arco
Señor Amor 1
No hace falta decir que esa vulnerabilidad de Raúl lo es sobre todo del alma, ya
que el autor era hombre robusto y bien parecido. Su ánimo padecía un dolor congénito,
la innata melancolía de los poetas agravada hasta la locura, la desazón del ángel caído,
un albatros baudelaireano que todavía esperaba volar. El concepto de fragilidad flexible,
vinculado al arco de Cupido, manifiesta la mezcla de fuerzas contradictorias que
agitaban el corazón de Raúl. Aunque el comienzo parece el de una acción de gracias
cristiana convencional, el final constituye una provocación, pues el dios al que se dirige
es naturalmente carnal.
1
Raúl Gómez Jattin, Poemas, Cartagena de Indias, Ed. Juan Manuel Ponce, 1980, p. 7.
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A los viajeros les recomiendo llevar tus poemas como la única cosa vital, grande,
oxigenada, robusta, libre, natural y bella que tenemos aquí; lo único con fuerza joven,
originalidad, audacia, libertad y novedad que se encuentra hoy en el bazar de la poesía
2
Ibídem, p. 3.
3
Raúl Gómez Jattin, Tríptico cereteano, Bogotá, Fundación Simón y Lola Guberek, 1988, p. 59.
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colombiana; lo único que se desborda, que brama, que tiene impulso y pasión, el único
vendaval que nos refresca, primitivo, animal y selvático como un desodorante de
T.V., lo único apasionado y novedoso, ¡Lo único! 4
4
Jaime Jaramillo Escobar, “Fragmento de una carta”, en Raúl Gómez Jattin, Tríptico Cereteano, Ed. cit.,
p. 155. En lo sucesivo citamos esta obra abreviando el título (TC) y añadiendo las páginas.
5
TC, p. 156.
6
TC, pp. 15-16.
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de las palabras. Además está escrito con la conciencia de quien tiene plena certeza del
alcance de su experiencia poética y del valor del poema, que le sobrevivirá. El carácter
sagrado de la poesía se le revela a Raúl Gómez Jattin para que el poeta, más allá de
oficiar como sumo sacerdote, sea su dios. Se trata de un apuesta —vital—
extraordinaria por el espíritu, en un entorno de materialismo hostil, y de un riesgo más
extraordinario aún: el de creer en la divinidad humana —que tal vez no sea otra cosa
que la libertad— y fundamentar la existencia en esa visión; en dos palabras, ser poeta.
Retratos reúne una serie de textos centrados en personas del entorno de Raúl,
amigos de infancia o familiares, pero también del mundo de la cultura —Serrat o la
actriz Tania Mendoza—. A través de ellos, el poeta reclama la autenticidad originaria de
la infancia frente a la habitual hipocresía de los adultos. Y aunque se muestra
descarnado en lo más íntimo: “Madre yo te perdono el haberme traído al mundo /
Aunque el mundo no me reconcilie contigo”7; entre las variopintas figuras que pueblan
el poemario, la de su progenitor se perfila intacta: “Joaquín Pablo mi viejo viejo niño y
amable”. El padre ejerció una gran influencia en la formación intelectual del autor,
quien lo define así, en el poema “Memoria”8: “Eras el último hombre honrado que
sobrevivía alegre”. En “Desencuentros”9 se lamenta por el dolor producido a sus viejos:
“Cuánto desengaño trajo a su noble vejez / el hijo menor / el más inteligente / En vez de
abogado respetable / marihuano conocido”; y reconoce la importancia de su padre a la
hora de afrontar la aventura de riesgo de la literatura: “Lo cierto es que el padre le habló
en su niñez de libertad / De que Honoré de Balzac era un hombre notable / De la
Canción de la vida profunda / Sin darse cuenta de lo que estaba cometiendo”. La alusión
al gran nómada colombiano Porfirio Barba Jacob (Santa Rosa de Osos, 1883 - Ciudad
de México, 1942), no es casual, sino que lo sitúa en una tradición de malditismo poético
que inició en Colombia el suicida José Asunción Silva (Bogotá, 1865 - 1896), se
extiende hasta la muerte del propio Jattin y sigue influyendo en la actualidad. Aunque
pertenecientes a épocas y estéticas distintas, Jacob y Jattin comparten una actitud ante la
poesía y la vida que les llevó a reconocer abiertamente el uso de las drogas y la
homosexualidad.
No faltan diatribas contra los falsos poetas e incluso una amarga sátira ante la
oscura ambición de los políticos, que resulta de patética actualidad: “Bajo la piel del
7
Retratos, TC, p. 17.
8
Retratos, TC, p. 18.
9
Retratos, TC, p. 41.
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Pero Retratos tiene una segunda parte fechada en 1986. Poemas dedicados a los
amigos, vertebrados por “Ellos y mi ser anónimo”13, que cierra y da sentido al conjunto:
“Así vive en ellos Raúl Gómez / Llorando riendo y en veces sonriendo / Siendo ellos y
siendo a veces también yo”.
El segundo libro del Tríptico cereteano recoge poemas fechados entre 1983 y
1986 bajo el título de Amanecer en el valle del Sinú. El río Sinú es uno de lo tres
principales ríos colombianos que desembocan en el Caribe y recorre el departamento de
Córdoba, donde se encuentra Cereté. Su nombre es un misterio y remite al mito
indígena del cacique Zenú. La nostalgia del infinito sobrevuela versos dedicados a
Cereté de Córdoba —“Laberinto correteado por mi niñez de siempre˝14 —, pero
también a Jaime Jaramillo Escobar —“Ese poeta admirado y lejano (…) pero amigo y
hermano”15—, a Álvaro Mutis o a Octavio Paz. Entre textos referidos al suicidio, la
oropéndola y metafísicas inquietantes, el poeta se contempla ante un espejo oscuro y
aún es un hombre joven.
El placer habita en este poemario, desde las masturbaciones gozosas de los años
colegiales a las secuelas de insensibilidad moral en “La herencia del placer”17. Junto a
éste, el dolor como la otra cara de la moneda. Con su alma acostumbrada a la desgracia,
el poeta no olvida su valle y su río. Trabajos, elegías, defensas, colores y conjuros
10
Retratos, TC, p. 47.
11
Retratos, TC, p. 44.
12
Retratos, TC, p. 48.
13
Retratos, TC, p. 59.
14
Amanecer en el valle del Sinú, TC, p. 64.
15
Amanecer en el valle del Sinú, TC, p. 68.
16
Amanecer en el valle del Sinú, TC, pp. 77-78.
17
Amanecer en el valle del Sinú, TC, p. 80.
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La tercera y última parte del Tríptico cereteano la ocupan poemas fechados entre
1982 y 1987 que conforman Del amor, libro que va precedido por una cita de Rimbaud:
“Es la hora del querido/ cuerpo y el querido corazón”19. Habría que matizar mucho al
referirnos a la homosexualidad de Jattin, pues, como él mismo indica, “Soy de la mujer
y del hombre (…) / Aunque siempre he amado más al amigo”20. Hablaríamos mejor de
bisexualidad o incluso de pansexualidad. Del amor hace Jattin una gran metafísica, que
descubrió cuando, según cuenta, iba a culear burras con otros niños: “Es hermosísimo
ver a un amigo culear / Verlo tan viril meterle su órgano niño / en la hendidura estrecha
del noble animal”21. Para Jattin, “la gran religión es la metafísica del sexo”22, lo que,
asegura, no le preparó para someter a la mujer, sino para andar con un amigo. La
gallina, la paloma, la pata, la perra, la cerda, la carnera, la chiva, los pavos maricas, la
mula, la yegua, la cocinera, el burro, todos son objeto de penetración y llevan al autor a
designarse como “Gran culeador del universo todo culeado / Recordando a Walt
Whitman”23.
18
Amanecer en el valle del Sinú, TC, pp. 92-93.
19
Del amor, TC, p. 101.
20
Del amor, TC, p. 103.
21
Del amor, TC, p. 105.
22
Del amor, TC, p. 105.
23
Del amor, TC, p. 106-108.
24
Del amor, TC, p. 117.
25
Del amor, TC, p. 118.
26
Del amor, TC, pp. 120-121.
27
Del amor, TC, p. 127.
28
Del amor, TC, p. 128.
29
Del amor, TC, p. 133.
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Con la última parte del Tríptico ya está más que forjada la leyenda y Gómez
Jattin no podrá escapar de ella. El poeta loco, drogadicto y homosexual que escribe
aquello que otros pueden sentir o experimentar, pero que nadie se había atrevido a
escribir hasta ahora; que habla con desparpajo aristocrático y espontánea ternura de su
familia, de sus amigos y amores, de su pueblo; que se da en su intimidad más honda y
desprecia la vulgaridad farisea de los mediocres y mezquinos, dejándose llevar por las
fuerzas del amor, del sexo, de la vida. En palabras de Jotamario Arbeláez, “con un
lenguaje carnal desusado en nuestro elemento y una riqueza conceptual y memoriosa,
este poeta representa lo mejor de nuestra desmesura”38. Del Amor es en efecto un libro
capital que, más allá del erotismo y la transgresión, se adentra en las turbulencias
pasionales y en la desazón sentimental del propio Jattin, cerrando el ciclo dedicado a
Cereté, que de esta manera ha entrado a formar parte de la historia universal de la
literatura, conforme había soñado el poeta: “Soñé llevarme a Cereté de Córdoba a otros
lugares (…) / A que gentes de otros ámbitos conocieran sus noches estrelladas”39.
30
Del amor, TC, p. 137.
31
Del amor, TC, p. 140.
32
Del amor, TC, p. 141.
33
Del amor, TC, p. 143.
34
Del amor, TC, p. 146.
35
Del amor, TC, p. 149.
36
Del amor, TC, p. 153.
37
Del amor, TC, pp. 150-151. La copia que utilizo me fue entregada por el propio Raúl y lleva apuntado
de su puño y letra el siguiente subtítulo, entre paréntesis: “Última visita a Charleville”. La referencia a la
localidad donde nació Arthur Rimbaud es sustancial para la adecuada contextualización del poema.
38
Fernando Guinard, Jotamario & Álvaro Chaves M., El espíritu erótico. Bogotá, Taller De-Mente
Colombiano, 1990, p. 19.
39
Del amor, TC, pp. 65-66.
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Micerino fluyendo en un río de ibis y nenúfares que es en verdad el Nilo del Tiempo y
de la Muerte; Li-Po, su muerte líquida, lunar; Sherezada sobreviviendo en el delicado
hechizo de la palabra… Baraja engañosa en que el tallador reparte siempre la misma
carta: La Muerte. El Ángel Oscuro —sus Anunciaciones, sus certeros golpes, sus
Iluminaciones— recorre estas galerías en cuyo fondo estás Raúl —¿en qué grada o
color de la Arqueología?—, desmesurado y frágil, nimbado de aniquilaciones, Átropos
susurrándote cínica, terriblemente al oído: “así es Raúl, sólo mi guadaña”, pero tú
prefieres no entenderla y sigues soñando con Micerino en una barca de oro que fluye
lentamente en el Nilo del Cielo41.
El lector se percata en este punto de que quien estaba narrando era Homero.
Jattin es Homero. Homero ha encarnado en él. Jattin es muy griego. Lo ha sido antes, en
su paganismo religioso y su libertad sexual, en el tono lúcido, incluso en algunas
referencias, no sólo a Cavafis, sino al banquete de Tiestes en aquel “Elogio de los
alucinógenos”44, o a Cupido o a Príapo, pero sobre todo por la elegancia con que cuenta
lo terrible. Una elegancia que acrecienta su trágico efectismo en Hijos del tiempo, al
40
Raúl Gómez Jattin, Hijos del tiempo, Cartagena de Indias, Ediciones el Catalejo, 1989. Lo citamos
abreviadamente en lo sucesivo por esta edición, con la abreviatura HT.
41
HT, p. 9.
42
HT, p. 39.
43
HT, p. 19.
44
CT, p. 92.
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describir escenas de sangrienta crueldad. ¡Pero cuánto hay además de las mujeres que le
aterrorizaron su infancia en “Medea”45 o “Clitemnestra”46!
Mas también es Li-Po o Scherezada, y “está enamorada del asesino que la obliga
/ noche tras noche a exprimir su memoria”, porque “el artista tiene siempre un mortal
enemigo / que lo extenúa en su trabajo interminable / y que cada noche lo perdona y lo
ama: él mismo”47. O Andrea Mantegna, cuando sólo puede “terminar el cuadro / y
llevarlo al ventero de la esquina cercana / a cambiarlo por frutas panes y jamones” 48. Y
se siente el Rey Moro, pues “todo se esfumó como un espejismo en medio del
Sahara”49. Y Godofredo de Bouillon al descubrir la ausencia del Cristo amado, pero
también Monctezuma o el Cacique Zenú, que serán arrasados en nombre de “ese Cristo
muerto y amenazante e incomprensible”50.
El poema que clausura esta galería de sombras, que han ido pareciendo en
sucesión cronológica desde la cultura de ultratumba del antiguo Egipto hasta el horror
exterminador del siglo XX, pasando por oriente, occidente y la América indígena, es
“Lola Jattin”52, dedicado a la madre del poeta, que de este modo se universaliza como
mito, al mismo tiempo que familiariza los otros mitos del libro. Como hemos visto en
anteriores poemarios, la composición final vertebra y da pleno sentido al libro. Se trata
de un poema impresionantemente conmovedor, que se abisma en el tiempo inabarcable,
más allá del principio y final de la existencia del autor, quien vuelve a ser sujeto
literario, primero, oculto en el vientre de la madre, luego, en el fluir del tiempo, como
hijo que es también suyo, para fundirse finalmente con su progenitora, siendo ya ambos
un mismo recuerdo. No falta una alusión a la figura del padre, cuya muerte dejó un
vacío insondable y un dolor perdurable que se manifiesta en otros textos de Raúl. La
escena es contemplada desde distintos puntos de vista, desde dentro y desde fuera,
objetivada pero formando a la vez parte de ella. En conjunto, un texto poseído de amor
filial, donde se cifra el misterio de la existencia, que nos trae y nos lleva a través de lo
que fue, de lo que es y de lo que será; con su pellizco final, induce a pensar en lo
sobrenatural y en una visión profética que definitivamente se ha cumplido. Antes del
principio. Más allá del final. En el punto exacto del poema, de su último verso:
¿Se puede añadir algo más después de este poema? En el libro figura
precedido de una dedicatoria, “para Alejandro Obregón”, uno de los más
grandes pintores colombianos (Barcelona, 1920 - Cartagena de Indias, 1992).
Amigo de Raúl, le conocí personalmente cuando llegué a Cartagena de Indias en
marzo de 1991, pero fue el maestro titerero Alberto Llerena quien me guió por
el barrio de Getsemaní y me dejó en el hotel donde se alojaba Raúl, según me
había indicado la investigadora suiza Christine Buendía —a quien había
conocido poco antes en Bogotá y vuelto a ver en Medellín—, en la calle de la
Media Luna. En otros artículos y en un poema he referido la imborrable
impresión que me causó el poeta, que disfrutaba de su plenitud intelectual. ¡Qué
sublime cortesía! ¡Cuánta aristocracia de espíritu! Simpatizamos desde un
primer momento. Al saber que me encontraba solo y lejos de los míos, Jattin me
ofreció su protección. La verdad es que yo era entonces casi un sardino —como
dicen en Colombia—, pero me movía con seguridad por esas calles de mala
reputación, a las que, si preguntaba a algún viandante, me aconsejaban no pasar.
Raúl me dijo que no tenía nada que temer, que en Colombia no les hacían daño a
los poetas. Así, prácticamente todos los días de las tres semanas largas que
estuve en Cartagena, me acercaba a platicar con él. Mucha cosas me dijo —“Yo
soy tres”, refiriéndose a sus amigos el poeta Iván Barboza y el narrador Fran
Arroyo, que cuidaban de él—, de una lucidez enorme —sobre Colombia, la
poesía, la política, los intelectuales, los poetas, el teatro, la libertad, las drogas, la
pobreza y la riqueza, su interés por España, su amor a la música de Albéniz y a
las canciones de Serrat, que sonaban de fondo en el casete: “Golpe a Golpe…
Verso a verso…”—, pero lo que viene al caso es que Raúl Gómez Jattin
consideraba que ya había escrito cuanto tenía que escribir. Daba su obra por
concluida y podía dedicarse a lo que decía que más le gustaba: no hacer nada.
Me firmó un ejemplar de Hijos del Tiempo y me facilitó fotocopias de sus
poemarios anteriores —con anotaciones y tachaduras de su puño y letra—, ya
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que estaban agotados. “No sé para qué te entrego esto˝, apostilló. También me
dio ocho poemas inéditos. Me ofreció su yerba y me regaló su hamaca.
53
Raúl Gómez Jattin, Esplendor de la mariposa, Bogotá, Magisterio, 1995, p. 13.
54
Ibíd, p. 33.
55
Raúl Gómez Jattin, El libro de la locura, Medellín (Colombia), Laelón, 2000, contracubierta. La cita
está tomada del cortometraje documental Raúl, Sol y Luna, dirigido por Haroldo Rodríguez Osorio en
1999. María Mercedes Carranza falleció, el 10 de julio de 2003, tras ingerir una dosis letal de
antidepresivos.
56
Ibíd., p. 7.
57
Ibíd., p. 26.
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58
Raúl Gómez Jattin, Amanecer en el Valle del Sinú: Antología poética, selección y prólogo de Carlos
Monsiváis, Valencia, Pre-Textos, 2006, p. 23.
59
TC, p. 133.
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BIBLIOGRAFÍA