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l'erspectlvas del pensamIento contemporáneo 11

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La teoría del conocimiento o epistemología (aunque no todo el mundo
Schajowicz, L. (1962): Mito y existencia, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, estaría dispuesto a conceder sin. discusión la sinonimia de estos dos términos)
Río Piedras. ocupa un amplio territorio filosófico. Un tratado sistemático de la disciplina
- (1979): Los nuevos sofistas. La subversión cultural de Nietzsche a Beckett, Id. típico contará con capítulos dedicados a afrontar el reto escéptico, a dar una
Simmel, G. (1977): Filosofta del dinero, Instituto de Estudios Políticos, Madrid. caracterización general del conocimiento, al problema de la verdad, de la jus-
Todorov, T. (1972): Introducción a la literaturafantdstica, Tiempo Contemporáneo, tificación, de la percepción, la inducción, la memoria, el conocimiento a-prio-
Buenos Aires. ri, el autoconocimiento, el conocimiento de otras mentes ...
Unesco (1978/1982): Corrientes de la investigación en las ciencias sociales, 4 vols., Tec- En los límites difusos de este vasto espacio se sitúan las más variadas dis-
nos, Madrid. ciplinas filosóficas, algunas de ellas incluso de más reciente reconocimiento
Vélez, M. C. (1999) : Los hijos de la Gran Diosa. Psicología analítica, mito y violencia, académico que la propia teoría del conocimiento.
Universidad de Antioquia, Medellín. En efecto, el término "teoría del conocimiento" sólo se forja en la prime-
Vigouroux, R. (1996): La fábrica de lo bello, Prensa Ibérica, Barcelona.
ra mitad del siglo XIX y en el contexto de círculq¡ neokantianos. Antes las refle-
Wasserziehr, G. (2001 ): El biculturalismo. Una investigación empírica y teórica sobre la
xiones epistemológicas aparecen fundamentalmente bajo los rótulos de "meta-
posibilidad de vivir en dos culturas y con dos sistemas de valores, Tesis doctoral iné-
dita: Universidad Autónoma de Madrid. física" y "lógica". A sus tradicionales y antiguas relaciones con estas venerables
Wellek, A. (1963): Musikpsychologie und Musikiisthetik. Grundriss der systematischen Musik- disciplinas se han ido sumando sus relaciones con otras mucho más recientes
wissenschajt, Akademische Verlagsgesellschaft, Fráncfort del Meno. como especialidades reconocidas: la filosofía del lenguaje, de la ciencia, de la
Wind, E. (1972): Los misterios paganos del Renacimiento, Barral, Barcelona. mente (o de la psicología), la antropología, etc.
- (1993): La elocuencia de los símbolos, Alianza Editorial, Madrid. Siendo un territorio tan vasto, no es de extrañar que por él transiten cara-
vanas filosóficas de las más diversas procedencias. Basta una ojeada a algunos
de los manuales sobre la disciplina que en los últimos años han proliferado en
nuestro país para percatarse de que por él deambulan filósofos analíticos, feno-
menólogos, teóricos críticos ... según algunos incluso hermeneutas, y habría
que añadir: pragmatistas de los más diversos apellidos, postestructuralistas,
posmodernos, etc.

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Perspectivas del pensamiento contemporáneo JI Teoría del conocimiento

La extensión del territorio y las marcadas diferencias de las etnias filosófi- otra teoría, la del flogisto, pongamos por caso. No puede haber teoría del cono-
cas que lo pueblan ya supone una primera y grave dificultad para levantar una cimiento como no puede haber teoría del flogisto. Porque, como no
breve cartografía -como sin duda debe ser ésta- del mismo. Y con todo, las flogisto, no existe tampoco el conocimiento: no hay justificación, ni verdad,
dificultades más inmediatas no proceden del aspecto físico o humano de su ni siquiera, por sorprendente que esto pueda parecer, creencias. No cabe la
geografía, sino, digámoslo así, del político. teoría allí donde, sencillamente, no existe lo que debiera ser su objeto propio.
Que la epistemología está en crisis se ha convertido casi en un tópico en Empezamos a ver que el metaescepticismo -el escepticismo respecto a la
las dos últimas décadas. Lo que se cuestiona -por seguir con nuestra metáfo- viabilidad de una teoría del conocimiento- no está, después de todo, desliga-
ra- es que haya o pueda constituirse una disciplina legítima que gobierne sobre do del escepticismo a secas. Ahora bien, dado que el escepticismo a secas lo
aquel territorio. puede ser de muchos tipos y diferentes alcances tampoco podemos concluir
Este desafío a la teoría del conocimiento, al que a veces se alude con el que el escepticismo siempre implica el metaescepticismo. Hume, por ejemplo,
rótulo de meta-escepticismo, no es sin embargo novedoso. Convendría recor- era escéptico, pero muchos de los que están por liquidar la teoría del conoci-
dar que, por ejemplo, filósofos de talante tan reputadamente "epistemológi- miento lo tacharían, al menos en buena medida, como un autor epistemoló-
co" como fueron algunos positivistas lógicos, consideraban los problemas de gico. Es preciso, pues, matizar un poco más la relación entre escepticismo y
la teoría del conocimiento no menos insensatos que los de la metafísica. Yalgu- metaescepticismo si es que queremos aclarar lo que se menta cuando se habla
nos diltheyanos, antes de que la crisis de la epistemología se pusiera de moda, de crisis de la teoría del conocimiento.
ya hablaban de la necesidad de sustituir la teoría del conocimiento por una Volvamos sobre la comparación con el flogisto. De acuerdo, no existe esta
filosofía del conocimiento. Lo que, junto con la contraposición sistemática hipotética sustancia. Pero quienes negaron la existencia del flogisto, no nega-
entre epistemología y hermenéutica que realizó quien probablemente más con- ron por ello la pertinencia de la problemática, del programa de investigación,
tribuyó a aquella moda -nos referimos a Richard Rorty-, puede explicar el digámoslo así, en el que la postulación del flogisto se insertaba. Siguieron
porqué, a pesar de que se puedan publicar teorías del conocimiento en las que pensando que había necesidad de explicar el fenómeno de la combustión, por
se dedique un capítulo a las aportaciones de la hermenéutica, muchos hoy ven eso en lugar de al flogisto apelaron al oxígeno. El episodio del flogisto no es
a ésta como una alternativa a la teoría del conocimiento. como el de la ruina de la alquimia. En este caso, lo que se impugnó fue el
Ahora bien, un efecto pernicioso de los tópicos es que, a fuerza de repe- marco en su conjunto: no es que las teorías dentro del mismo fueran erróneas,
tirse, se termina por no comprender exactamente lo que significan. Nuestro es que no tenía sentido ninguno la búsqueda de la piedra filosofal. Podría-
caso no es una excepción. Hoy dista de estar claro lo que quiere decir que la mos servirnos de una ya vieja distinción de Carnap: la negación del flogisto
epistemología está en crisis. Desde luego, si nos atuviéramos a parámetros es una negación interna, la de la alquimia externa. La primera no cuestiona
bibliométricos la afirmación quedaría rotundamente desacreditada: compen- el marco de cuestiones, de métodos de investilación, de objetivos ... que vie-
dios, tratados generales, antologías, historias de la disciplina, estudios parcia- nen a definir una disciplina, la química en este caso. Pero esto es precisamente
les y específicos, y una plétora de artículos .especializados, muchos de ellos lo que se niega en el segundo ejemplo: la pertinencia de toda una disciplina,
publicados en revistas no menos especializadas, parecen desmentir la tan lle- la alquimia.
vada y traída crisis. El escepticismo -el de Hume, por ejemplo- puede ser una negación inter-
Pero evidentemente quienes hablan del descrédito o de la superación de la na a la propia epistemología. No cuestiona los presupuestos últimos de la dis-
teoría del conocimiento no están haciendo un diagnóstico sobre su salud aca- ciplina, ni .su interés, ya sea teorético, ya práctico. Quizá, después de todo, este
démica. Están intentado, por contra, apuntar algo mucho más sustantivo, una escepticismo no hace sino proponernos una nueva comprensión, alternativa a
cuestión estrictamente filosófica. ¿Cuál? la vigente en el momento en que se propone, de la justificación, de la verdad,
Hay una manera bastante obvia de entender lo que puede querer decirse de la creencia... (mutatis mutandis, algo parecido podría decirse de la metafí-
cuando se afirma la inviabilidad de la teoría del conocimiento, a saber: algo sica: ¿niega Hume la causalidad o simplemente propuso una comprensión
análogo a lo que se viene a afirmar cuando se niega la viabilidad de cualquier alternativa de la misma?).

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Perspectivas del pensamiento contemporáneo II Teoría del cono f imiento
,

El metaescepticismo, aun cuando se apoye en el escepticismo, debe aspi- Para empezar no parece que todo lo que llamamos saber pueda caracte-
rar a una negación más radical, externa. Lo que quiere cuestionar son los pre- rizarse en estos términos. No parece, por ejemplo, que el repertorio de habi-
supuestos últimos de la epistemología, el significado de sus preguntas, la per- lidades prácticas a las que también denominamos saber -nadar, por ejem-
tinencia de sus objetivos ... El problema es que atendiendo a los metaescépticos plo- puedan analizarse fácilmente en términos de creencias, verdad y
no queda nada claro cuáles son aquellos presupuestos, esas preguntas o estos justificación.
objetivos. De hecho, una protesta habitual de los epistemólogos contra los Pero incluso si nos restringimos al ámbito del saber más teórico -el saber
metaescépticos es que lo que éstos denuncian como un presupuesto básico de que ... - sigue sin estar claro que el mismo pueda encajar bajo aquella defini-
la teoría del conocimiento (la concepción fundamentalista del mismo, por ción. Podría objetarse, platónicamente, que el conocimiento -la episteme- es
ejemplo) no es de ningún modo una asunción esencial a la misma. algo más que, y por lo tanto diferente de, la creencia -la doxa-. Al fin y al
A pesar de lo razonable de las protestas de los defensores de la teoría del cabo, la expresión "no lo creo, lo sé" parece absoluramente legítima.
conocimiento, y a pesar también de la deficiente explicitación que de los pre- No obstante, si se repara en que ese algo más que diferenciaría al conoci-
supuestos de ésta hacen, por lo general, los metaescépticos, quizá no fuera impo- miento de la mera creencia la tradición filosófica occidental ha solido concre-
sible, después de todo, aislar un conjunto más o menos amplio -en cualquier tarlo en una especie de certeza inconclusa, pueden empezar a vislumbrarse
caso, interrelacionados- de tales presupuestos: el objetivismo, el teoreticismo, buenos argumentos para neutralizar esta objeción. En primer lugar, porque
el cientificismo, el criticismo ... caracterizan un talante epistemológico. no son extraños los casos de quienes saben sin estar seguros de que saben, y
Concebir la realidad como objetiva, algo que nuestras representaciones de para estos, llamémosles así, "tímidos epistémicos" con los que todo profesor
la misma no crean sino a lo que ellas pretenden ajustarse; considerar que tales termina por estar familiarizado, el análisis de su saber en términos de atribu-
representaciones pueden estar libres de cualquier interés, o en cualquier caso ción de creencias verdaderas y justificadas parece lo más oportuno. Y en segun-
no responder sino a intereses teoréticos, puramente cognoscitivos; pensar que do lugar, y esto puede resultar mucho más significativo, porque a los platóni-
las ciencias, y sobre todo las ciencias naturales, son la mejor concreción de tal cos se puede responder wittgensteinianamente que justo allí donde la certeza
actitud; asumir que cabe distinguir entre lo que es conocimiento y lo que no que aquellos exigen está presente es donde no cabe hablar de conocimiento:
lo es, y que establecer una crisis semejante es de relevancia para el proceso de en condiciones normales, no tiene sentido decir que uno sabe que tiene dos
ilustración ... son lo que los partidarios de la teoría del conocimiento suelen, manos, o que conoce su propio nombre. Es como si la vindicación de cono-
de manera más o menos consciente, hacer. Y lo que los metaescépticos suelen, de cimiento - "sé que ... "- exigiera dejar la puerta abierta a la posibilidad de rec-
manera igualmente más o menos consciente, cuestionar. tificación -"creía saber... "-, como si la sombra de la posibilidad de errar hubie-
Como se ve, pues, no es de poco calado lo que está en juego en la legitimi- ra de acompañar inevitablemente al conocer.
dad de la empresa epistemológica. Mucho más que la salvaguarda de intereses En cualquier caso, la objeción al análisis conocimiento en términos
académicos, o una cuestión arquitectónica sobre las partes de la filosofía y el de creencias, verdad y justificación que más tinta ha hecho correr no es la recién
orden que deben guardar, lo que está en juego es una parte de la autocompren- apuntada sino la que se ampara en los conocidos -en la jerga de la disciplina-
sión que la cultura occidental ha tenido de sí misma a partir de la modernidad. como casos Gettier. Un ejemplo de los mismos podría ser el del fanático afi-
cionado que cree que el equipo de sus amores ha derrotado al eterno rival, lo
que es verdad, porque (¡atención a este "porque"!) ha visto el partido por tele-
7.2. Problemas de definición visión, aunque en realidad lo que ha visto ha sido la reposición del encuentro
de la primera vuelta, que terminó con el mismo resultado favorable a su equi-
Ya que hablamos de presupuestos digamos que en el apartado anterior po, y que el canal autonómico, corto de presupuesto, ha emitido en lugar de
hemos estado dando por buena, de una manera tácita, una caracterización muy dar en directo el choque.
clásica del conocimiento como creencia verdadera justificada. Ahora bien, hay Hay varias estrategias posibles ante este tipo de casos. La primera, negar
razones más que sobradas para dudar de la adecuación de la misma. que realmente desafíen la caracterización del conocimiento que venimos bara-

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.,
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(
jando. Se podría negar, por ejemplo, que nuestro esté realmente Varias respuestas se han dado a esta pregunta. Las dos más clásicas han sido
justificado en su creencia. Claro que también -y ésta sería la segunda opción- la fundamentalista y la coherentista. Más recientemente se ha bautizado un
se podría pensar que los mismos son genuinos contraejemplos de la definición híbrido de ambas: el fudherentismo. Cada una de ellas cristaliza la estructura
del conocimiento en términos de creencias verdaderas justificadas y, en conse- del conocimiento en una metáfora: la pirámide, la balsa, el crucigrama... Ana-
cuencia, buscar modificar ésta. O -tercera opción- aceptando que son genui- lizémoslas sucintamente.
nos contraejemplos, defender que no es necesario introducir modificación nin- Quizá el fundamentalismo sea la posición epistémica más antigua. Su razón
guna en esa caracterización, que vale para los casos normales, y no tiene por de ser está clara. Todos tenemos la experiencia de la inferencia (no siempre ni
qué preocuparse de los contraejemplos diseñados ad hoc para cuestionarla. necesariamente deductiva); de ese proceso por el que pasamos de unas creen-
Detrás de esta última opción late muchas veces el hastío provocado por cias a otras. Ahora bien, la inferencia es un proceso epistémico relevante cuan-
una discusión excesivamente "escolástica" -en el peor sentido de la palabra, do unas premisas evidentes permiten concluir tesis que, en principio, no lo
aquel que nos hace pensar en el problema del sexo de los ángeles- de este tópi- eran (de hecho, que no cumplía esta condición era el principal reproche de
co. y también una teoría bastante sensata del significado según la cual la mayo- Descartes a la lógica de su tiempo, de ahí su apelación a la intuición), cuando
ría de las palabras que utilizamos en el lenguaje ordinario -y "conocimiento" la propia inferencia se convierte en transmisora de verdad y de evidencia, en
sería una de ellas- no tienen un significado absolutamente preciso, por lo que suma: de justificación.
en vano buscaríamos una caracterización del mismo capaz de afrontar todo Lo que el fundamentalista hace es, a partir de aquí, una generalización.
posible contraejemplo. Del mismo modo en que la inferencia tiene una estructura unidireccional-de
Pero por muy comprensibles que sean los motivos que llevan a esta acti- las premisas a la conclusión- la justificación también: siempre irá de unas
tud, y por muy sensata que sea la teoría del significado que la respalda, es posi- creencias más evidentes a otras que en principio lo eran menos o no lo eran
ble que de los casos Gettier haya algo que aprender sobre la naturaleza del en absoluto ... y si nos embarcamos en un regreso de premisas y, por ello mis-
conocimiento, pues aún concediendo que los mismos se apoyan en circuns- mo, de justificaciones, la única manera de ponerle fin es remontándonos a
tancias anómalas -la inmensa mayoría diseñadas ad hoc por la imaginación de unas creencias -las creencias básicas- que ya no se justifican en ninguna otra
los filósofos- que no tienen por qué cuestionar nuestra usual comprensión del yen las que, en última instancia, se apoya todo el resto de creencias justifica-
conocimiento, aclarar qué es lo que falla en aquellas circunstancias nos puede bles -derivadas.
ayudar a comprender mejor qué es lo que presuponemos cuando en condi- En resumen, que el fundamentalista se caracteriza por asumir que la jus-
ciones normales hablamos del conocer, de modo parecido a como para enten- tificación es una relación unidireccional y que en el conjunto de nuestro cono-
der de qué depende la salud es conveniente estudiar las enfermedades, inclu- cimiento cabe la distinción tajante, excluyente, entre dos tipos diferentes de
so si éstas han sido artificialmente inducidas. creencias: las básic;as, no justificadas ni justificat5les por ninguna otra creencia,
y las derivadas, justificadas o justificables a partir de aquéllas. Las primeras
constituyen el suelo, el fundamento, del edificio del conocimiento, cuya estruc-
7 -3- De pirámides, balsas y crucigramas tura podría compararse a una especie de pirámide, con las creencias básicas en
su base -valga la redundancia- y las derivadas en las líneas de fuga que con-
En la primera sección de este trabajo se hizo una enumeración, rápida e ducen hacia el vértice.
incompleta, de algunos de los tópicos que figuran en el mapa de la epistemo- Esta caracterización del fundamentalismo puede parecer puramente formal;
logía. No todos tienen el mismo relieve. Sin duda, el más relevante, el que más neutral por tanto con respecto a sus diferentes concreciones, pero no lo es.
ha concitado la atención de los epistemólogos, aparte del de la verdad, con el En efecto, al sugerir que las proposiciones básicas son múltiples cuadra
que está estrechamente relacionado, es el de la justificación. ¿Cómo se justifi- mejor con la versión empirista que con la racionalista del fundamentalismo.
can aquellas de nuestras creencias que reivindican para sí el honorífico título Para los empiristas sería el conjunto abierto de nuestras plurales creencias empí-
de conocimiento? ricas -aquellas que tienen por contenido nuestra experiencia sensorial-las que

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no se justificarían por ninguna otra y justificarían, vez, al resto. Por con- nerse copernicano y defender que, dadas las limitaciones de los instrumentos
tra, los fundamentalistas de talante racionalista tenderían a restringir drásti- de observación y la inmensa lejanía de las estrellas, lo lógico era que tal para-
camente el número de proposiciones básicas. El ideal, sería que tal reducción laje no pudiera constatarse?).
no dejara sino una: el principio anhipotético -la idea de bien- del que habla- y hay todavía más. Nuestras creencias, al menos las de mayor relevancia
ba Platón en la República o el cogito cartesiano, por ejemplo. En este caso, epistémica, tienen un contenido proposicional. Ahora bien, hay argumentos
quizá el modelo de la pirámide siguiera siendo válido pero habría que inver- poderosos a favor del holismo semántico, esto es: a favor de la tesis de que el
tirlo. La fuerza justificatoria, que seguiría concibiéndose como unidireccional, significado de un término viene determinado por el conjunto de proposicio-
iría desde el vértice hacia la base, desde un único principio intelectual hacia la nes en las que puede figurar. De modo que no se podría tener una creencia
pluralidad del conjunto de nuestras creencias empíricas. aislada. Cualquier creencia (en la verdad de una proposición) implica un con-
Racionalista o empirista no son las únicas clasificaciones que caben del junto más o menos amplio de creencias (en la verdad de otras proposiciones) .
fundamentalismo. Se podrían distinguir otros tipos de fundamentalismo aten- ¿Se podría creer, por ejemplo, que Marte es un planeta o que los tomates madu-
diendo a cosas tales como la concepción de la relación justificatúria (¿deduc- ros son rojos si no se tuviera ninguna otra creencia astronómica o cromática?
tiva, inductiva, abductiva, intuitiva, reductiva ... ?) o al estatuto epistémico que y aún hay más. La justificación, puede argumentarse, es una relación lógi-
se concede a las propias creencias básicas (¿incorregibles, autojustificadas, caren- ca que sólo puede darse entre proposiciones. Por lo tanto, no cabe hablar de
tes de justificación ... ? Nótese que en este último caso el fundamentalismo sería justificación que apele a un ámbito extraproposicional: la experiencia, por
compatible con cierto tipo de escepticismo, pues se admitiría que a la base de ejemplo. De modo que si queremos evitar el escepticismo (en la base de nues-
nuestras creencias justificadas se encuentran nuestras creencias injustificadas, -tras creencias justificadas yacen las creencias injustificadas) o el dogmatismo
afirmación que es casi una paráfrasis de una observación que en su Sobre la (las creencias básicas se autojustifican) la única opción es la del apoyo mutuo
certeza hace el último Wittgenstein). No se va a entrar aquí en detalles. Retén- entre nuestras creencias.
gase que lo definitorio del fundamentalismo es el ya aludido doble compro- Los coherentistas rechazan, por consiguiente, el modelo piramidal con el
miso con el carácter unidireccional de la fuerza justificatoria y la consiguien- que los fundamentalistas conciben el conocimiento. En su lugar apelan a una
te distinción tajante entre creencias básicas y derivadas. metáfora alternativa que acuñó Neurath, según la cual habría que concebir el
Justamente las dos tesis que cuestiona el coherentismo. Para esta posición -sistema del conocimiento como un barco o una balsa que no podemos sacar
la fuerza justificatoria estriba en la coherencia que nuestras creencias puedan a dique seco para reparar. Siempre navegando, nunca anclada ni varada, sus
guardar entre sí. Y como la coherencia es una relación simétrica ("a" es cohe- elementos deteriorados deben ser sustituidos por otros desde su mismo inte-
rente con "b" exactamente en la misma medida en que "b" es coherente con rior. De la cohesión de estos elementos, de su coherencia, depende el que la
"a"), ello significa que aquélla no tiene una dirección privilegiada ni, consi- balsa pueda mantenerse a flote. -.j
guientemente, se puede distinguir entre creencias básicas y derivadas. Podría, no obstante, apurarse esta metáfora coherentista contra el mismo
Las razones que llevan al coherentismo son complejas poderosas. coherentismo. Sin algo externo a la propia nave: mar, lago, río ... ésta tampo-
Hablábamos antes, a propósito del fundamentalismo, de nuestra familiaridad co podría flotar ni tener rumbo ninguno. En términos no metafóricos: si nues-
con la inferencia. Pero no menos familiar resulta la experiencia de que la tras creencias no tuvieran que ver con algo diferente de sí mismas parece difí-
creencia que en ciertas circunstancias se utiliza para justificar otras, puede, cil que pudiera evitarse el escepticismo más radical. Todo el sistema parecería
cuando las circunstancias cambian, pasar a ser justificada por éstas. flotar, sí, pero en el vacío de la gratuidad más absoluta. Quizá podría alegarse
y hay más. Como algunos historiadores de la ciencia han señalado, en que una creencia particular está justificada por su relación con otras, pero ¿qué
muchas circunstancias no está claro qué debe preferirse: si cambiar de teoría justificaría al conjunto? ¿Por qué, entre dos sistemas de creencias igualmente
porque las constrastaciones empíricas previstas no se cumplen, o si mantener coherentes pero incompatibles entre sí, elegir uno en lugar de otro?
la teoría y modificar la predicción (¿debió Galileo retractarse de su copernica- _ J Estas objeciones al coherentismo son antiguas pero no por ello menos
\
nismo porque no constataba ninguna paralaje estelar, o hizo bien en mante- poderosas. Tan poderosas que parecen forzar el abandono del coherentismo.

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Pero ¿en qué teoría de la justificación refugiarse cu;-;do, como hemos visto, al menos nuestro conocimiento deberá constar de creencias coherentes entre
el fundamentalismo parece no menos seriamente tocado? sí y, además, adecuadas a la evidencia de la que disponemos.
Sobre tesis -fundamentalismo- y antítesis -coherentismo- se trataría de
construir una síntesis que a la vez conservara lo que de verdad tienen cada una
de estas dos alternativas y superara sus respectivas deficiencias. A esta alterna- 7.4. La tentación naturalista
tiva es a la que se conoce con el nombre de fundherentismo.
A pesar de su radical oposición, bien mirado fundamentalismo y cohe- El fundherentismo nos proporciona, sin duda, un modelo mucho más
rentismo comparten una premisa: el carácter unívoco de la fuerza justificato- plausible del conocimiento que el fundamentalismo o el coherentismo. Lo que
ria. La relación unidireccional que va de las creencias evidentes a las necesita- no quiere decir, no obstante, que no ofrezca un flanco importante al escepti-
das de justificación, en el caso del fundamentalismo, la relación pluridireccional cismo, o incluso al metaescepticismo.
de las creencias entre sí, en el del coherentismo. Hemos visto que la clave del fundherentismo estriba en admitir el carác-
Pues bien, es justamente esa premisa común a fundamentalismo y a cohe- ter biunívoco de la justificación, función tanto de una fuerza unidireccional
rentismo lo que el fundherentismo niega. Para el fundherentista la justifica- -la que fluye de las creencias justificatorias a las justificadas- cuanto de una
ción no es una relación unívoca sino biunívoca. Por una parte -y esto se con- fuerza multidireccional-la que fluye entre las distintas creencias justificadas-o
cede al fundamentalista-la justificación fluirá asimétricamente, de modo que Pero la biunivocidad de la justificación en el paradigma fundherentista no es
cabe distinguir entre creencias justificatorias -por ejemplo, las creencias empí- cuestión sólo de direccionalidad.
ricas- y creencias justificadas -creencias que no cuentan con el apoyo directo Una pregunta clave que el fundherentista debe afrontar es la siguiente: ¿de
de la experiencia, pero en cuyo favor se puede aducir una determinada rela- qué depende la aceptabilidad de las creencias justificatorias? Si su respuesta es:
ción inferencial con las creencias empíricas-o Pero también admitirá el de la coherencia que guardan con otras creencias, entonces el fundherentismo
fundherentista -y esto es lo que se concede al coherentista- que para deter- no es, en realidad, sino una mal disimulada del coherentismo, y tan
minar el grado de justificación de una creencia es pertinente considerar su vulnerable como éste al ataque escéptico. Porque ¿qué justificaría a nuestras
compatibilidad o incompatibilidad con otras creencias justificadas. creencias tomadas como un todo?
De esta forma, es por negar el presupuesto común a fundamentalismo y Quizá para evitar esta consecuencia escéptica el fundherentista no necesi-
coherentismo -el carácter unívoco de la fuerza justificatoria- por lo que el te negar que parte de lo que hace aceptables a las creencias justificatorias es su
fundherentismo puede conservar las tesis sustanciales de ambos -se puede dis- relación con otras creencias (ya sean justificatorias, ya justificadas, aunque en
tinguir entre creencias jutificatorias y creencias justificadas pero también la este último caso, para evitar el peligro de la circularidad, debiera proscribirse
relación que las creencias justificadas guardan entre sí forma parte de la justi- la posibilidad de que la creencia justificatoria r(ciba apoyo de aquella creen-
ficación . cia o creencias que ella justifica directamente); pero sí es seguro que necesita-
El grado de justificación del que goza una creencia, podríamos decir, es rá afirmar que esa relación no es todo lo que las hace aceptables. Constatación
el vector resultante de la integración de dos fuerzas de naturaleza diferentes: tras la cual se le abre una doble opción: o bien negarse a admitir una instan-
la de fundamentación, que le proporcionan las creencias justificatorias, y la de la cia extradoxástica, confiriendo a esas creencias el estatuto de autoevidentes; o
coherencia, que le da su relación con otras creencias justificadas. bien involucrar en la aceptabilidad de las creencias justificatorias un elemen-
Ni la metáfora de la pirámide, ni la de la balsa captan bien la naturaleza to extradoxástico. Ambas opciones tienen sus problemas.
del conocimiento. Mejor que ambas es la del crucigrama. Nuestras creencias Por una parte las creencias lógica o conceptualmente evidentes -como lle-
pueden ser comparadas con las diferentes entradas del mismo. Si la solución gó a admitir incluso un racionalista tan estricto como Descartes al postular la
que propongamos del crucigrama debe satisfacer el doble criterio del ajuste de necesidad que llegado cierto punto el progreso del sistema tenía de la expe-
las entradas entre sí, por una parte, y de la adecuación de cada una de ellas con riencia y del experimento- parecen un fundamento demasiado escuálido para
la definición que el autor del crucigrama nos proporciona, por otra, idealmente poder sostener por sí mismas el vasto edificio de lo que creemos y aspiramos

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Teoría del conocimiento

a conocer. Y completar el repertorio de creencias dotando de p es el caso, porque p, de hecho, no es causalmente responsable de su creen-
este estatuto a algunas que no lo son lógica o conceptualmente parece inevi- cia de que p (en nuestro ejemplo, el fanático no sabe que su equipo ha gana-
tablemente volvernos a conducir hacia aquel escepticismo de justificación cuya do el partido de la segunda vuelta contra el eterno rival porque, a pesar de
posibilidad ya fue avistada al hablar del fundamentalismo, ya que sería reco- que lo cree verdaderamente, y tiene justificación para creerlo, su creencia no
nocer que buena parte de las creencias justificatorias son evidentes simple- es causalmente producida por el partido de la segunda vuelta que su equipo,
mente porque son tomadas como tales, es decir, que realmente ellas mismas efectivamente, ha ganado, sino por el que ganó en la primera vuelta).
carecen de justificación. Un escepticismo, obvia decirlo, que tiene como coro- Estamos en disposición de completar el análisis clásico del conocimiento.
lario inmediato el relativismo y el contextualismo, pues nada impediría tomar Éste no sólo implicaría creencia verdadera justificada sino, he aquí la nueva
como evidentes creencias justificatorias mutuamente incompatibles y que, por condición, que al menos en el caso del conocimiento básico esa creencia fue-
consiguiente, sólo se pudiera hablar de justificación por relación a un deter- ra (causal mente) producida por el hecho sabido. No está claro, sin embargo,
minado contexto de elección de creencias justificatorias. que este nuevo análisis permita ajustarse a los ideales regulativos de la episte-
Queda como alternativa, pues, involucrar en la aceptabilidad de las creencias mología. Veamos por qué.
justificatorias un elemento extradoxástico. La experiencia sensorial es, evi- Se dijo más arriba, por ejemplo, que el propósito de establecer una crisis,
dentemente, la candidata más idónea para desempeñar este papel. una separación, entre lo conocido (o cognoscible) y lo desconocido (o incog-
Ello significa, para empezar, negar el argumento, reiteradamente aducido noscible) era una tarea de primera importancia pru=-a la teoría del conocimien-
por los coherentistas contra el fundamentalismo de corte empirista, y al que to y su autocomprensión ilustrada. Pues bien, la agregación de la condición
ya hicimos alusión, según el cual la justificación es una relación puramente causal recién aludida ¿contribuye o dificulta este propósito?
lógica que, como tal, sólo puede darse entre proposiciones. El fundherentista, Tal y como se ha formulado esta condición -según lo que es usual- la
por contra, admitiría ahora que aquellas de nuestras creencias justificatorias misma da un cariz externista al conocimiento. Estamos ahora en la antípo-
que no sean lógicamente evidentes, están justificadas, al menos parcialmente, da de la concepción cartesiana (o también lockeana) del mismo. El criterio
por su relación con un elemento extradoxástico: la experiencia. ¿Qué tipo de interno de conocimiento (la certeza con que se intuye la idea, o la relación
relación es ésta? Dado que no es una relación lógica, deberá ser una relación entre las ideas), deja ahora su lugar a un criterio puramente externo: la fác-
causal. Así las creencias justificatorias que no son lógicamente evidentes esta- tica vinculación causal entre un hecho del mundo y una creencia del sujeto
rán justificadas, al menos parcialmente, por estar causadas por la experiencia. acerca del mismo.
Se puede apreciar ahora que, tal y como se adelantaba, la biunivocidad de Pero mientras el sujeto es consciente de la certeza o de la evidencia de sus
la fuerza justificatoria en el fundherentismo no es sólo cuestión de dirección ideas (y de este modo, este criterio podía hacerse valer en favor del proyecto
sino también, vamos a decirlo así, de naturaleza. No es sólo que el fundhe- de ilustración), no tiene por qué serlo de la efedfva relación causal que media
rentista admita que la fuerza justificatoria puede ser unidireccional-como la entre el mundo y sus contenidos doxásticos.
que va de las creencias justificatorias a las creencias por ellas justificadas- o Yes que, por todo lo dicho, nada impide que el sujeto tenga una creencia
multidireccional-la que fluye entre las creencias justificadas- sino que ade- verdadera justificada y producida por el hecho sobre el que aquella creencia
más admite que esa relación tanto puede ser de naturaleza lógica (o en cual- versa... ¡sin que él sepa que este último es el caso! Lo que viene a ser tanto como
quier caso evaluativa) -la que se da entre creencias- cuanto causal-como la decir que en los enfoques externistas del conocimiento nada impide que el
que se da entre la experiencia y ciertas creencias. sujeto sepa sin saber que sabe. Y la pregunta obvia, entonces, es: desde una
Que la causalidad cuente como parte de la relación justificatoria no es, en perspectiva crítica ¿de qué le serviría al sujeto un tal saber?
principio, implausible. De hecho, ahora podemos volver a la consideración de En cualquier caso, la consideración de que nuestras creencias cognosciti-
los casos Gettier y de aquel "porque" sobre el que llamábamos la atención para vas están en una relación causal -o, más ampliamente, nomológica- con su
concluir que un elemento causal está involucrado en el proceso de conoci- entorno, no sólo presiona en favor del externismo; también se encuentra en la
miento. A no sabe que p, a pesar de que él cree justificadamente que p y que base del proyecto de naturalización de la epistemología.

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rerspectlVas ael pensamtento contemporaneo 11
Teoría del conocimiento

En efecto, si tal es el caso, ¿por qué no conocimiento, en su nes existenciales. No nos preocupemos, o al menos no nos preocupemos para
conjunto, como un fenómeno empírico más? Y si así lo consideramos ¿por qué empezar, de la dimensión normativa del conocimiento; viene a ser su reco-
no habría que conceder a la teoría del conocimiento el mismo estatuto que al mendación. No nos preocupemos de si está justificado o no lo que se tiene por
resto de las disciplinas que estudian fenómenos empíricos? conocimiento. Tomémoslo simplemente como un dato, como un fenómeno ,
La naturalización de la epistemología impone, pues, una cierta considera- e indaguemos en sus relaciones causales y nomológicas con el mundo. Lo que
ción del conocimiento -como un fenómeno empírico-; pero también una tesis se pretende no es justificar nuestras teorías sino explicar la relación fáctica que
metafilosófica según la cual no debe considerarse a la teoría del conocimien- existe entre ellas yel mundo. Por eso no hay circularidad, porque aunque este-
to como una filosofía primera sino como una teoría empírica más. O para ser mos dando por válidas nuestras teorías acerca del mundo, no estamos inten-
más exactos, como un capítulo de alguna teoría empírica. ¿De qué teoría? tando servirnos de ellas para justificar su propia validez.
No hay una única respuesta a esta pregunta. La teoría del conocimiento Por otra parte, la consideración del conocimiento que esta reducción natu-
puede verse como un capítulo de la biología, de la psicología, de la neuro- ralista impone permite afrontar también la carga de dogmatismo. Si el conoci-
ciencia, de las teorías de la información o, inclusive, de la sociología. miento se tiene por un fenómeno empírico más y lo único que se pretende es
Obviamente no podemos entrar aquí a exponer detalladamente todas estas establecer sus antecedentes causales o el marco de conexiones nómicas en el que
variedades -quizá más complementarias que incompatibles- de la epistemología se inscribe, ¿por qué habría de ser más dogmático ,8 pretender hacer todo esto de
naturalizada. Sólo podemos hacer una valoración global de la misma preguntán- una manera científica de lo que resulta serlo el afrontar científicamente la inves-
donos, para empezar, por su virtualidad para afrontar el desafío escéptico. tigación causal o nómica de otros fenómenos: físicos, químicos, biológicos, etc.?
La pregunta parece pertinente desde el momento mismo en el que las con- Formalmente, pues, parece que el partidario de la naturalización de la epis-
cepciones naturalistas parecen pasto adecuado de uno de los tropos escépticos temología está en disposición de afrontar las acusaciones escépticas de circu-
más clásicos: el de la circularidad; o ¿acaso no suena a circular la apelación a laridad y dogmatismo. Lo que no está nada claro es que su enfoque pueda
la ciencia para explicar un fenómeno , el del conocimiento, del que aquélla no impedir las más radicales consecuencias escépticas e, incluso, que no conduz-
es sino una presunta parte? ca al metaescepticismo, pues es sumamente discutible que la epistemología
y esta presunción, necesaria para que el proyecto de naturalización sea asu- naturalizada pueda ponerse en una relación de continuidad, y no de ruptura,
mible (pues, evidentemente, si no confiáramos en la ciencia como auténtico con el proyecto epistemológico tradicional. Veamos.
conocimiento no nos embarcaríamos en la tarea de dar una explicación cien- Las consecuencias escépticas de la reducción naturalizadora se hacen evi-
tífica del conocimiento) , ¿no viene a mostrar que la epistemología naturalista dentes desde el momento en que nos percatamos de su incapacidad para sos-
no puede evitar tampoco la carga de dogmatismo? layar el más radical de los relativismos. Frente a dos creencias incompatibles,
Hay una respuesta naturalista a estas objeciones que resulta interesante. ambas con pretensiones de conocimiento, todo 10 que podría hacer el episte-
La carga de circularidad -empieza por decirnos- sólo parece convincente si no mólogo naturalista es explicarnos cómo han llegado a producirse ... pero habien-
se tiene en cuenta que la naturalización del conocimiento, al implicar su con- do hecho epoché de toda dimensión normativa, nada tendría que decirnos a
sideración como un mero fenómeno empírico, cancela su dimensión norma- propósito de cuál de ellas tiene más verosimilitud.
tiva. Habría circularidad y dogmatismo, ciertamente, si teniendo a la ciencia Por otra parte, si realmente quiere soslayar la carga de dogmatismo el epis-
por un conocimiento válido, se la intentara utilizar para dar cuenta de la vali- temólogo habrá de aplicar reflexivamente a sus propias conclusiones la pers-
dez del conocimiento. Pero justo es esto último lo que no se supone. pectiva naturalista que preconiza para toda pretensión cognitiva, de modo que
El partidario de la epistemología naturalizada, podría decirse, opera una todo lo más que podrá decir de ellas es no que están justificadas sino, simple-
especie de reducción inversa a la fenomenológica. Si ésta consiste en poner mente, que son el producto obtenido a partir de ciertas condiciones y proce-
entre paréntesis la existencia de los fenómenos para conservar su sentido, la dimientos. En principio, nada justificaría la superioridad de las mismas sobre
reducción naturalista, vamos a decirlo así, exige desatender al sentido de ese otras conclusiones obtenidas a partir de condiciones distintas o siguiendo pro-
fenómeno que es el conocimiento para atender, únicamente, a sus condicio- cedimientos diferentes.

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Yerspectlvas del pensamIento contemporáneo 11
Teoría d.el conocimiento

A quien esté familiarizado con la historia de la·-;;pistemología esta última metro por el que evaluar diferencialmente las novedades biológicas, a saber:
objeción puede que le recuerde las críticas al historicismo (y al psicologismo) su relativo valor de supervivencia. ¿Por qué no aplicar este "valor" darwiniano
con las que se inauguró el siglo xx. Si todo conocimiento está condicionado a las creencias y las teorías? ¿Por qué no decir que están justificadas aquellas
históricamente (o psicológicamente) , la tesis que postula tal condicionamien- creencias y teorías que justamente más contribuyen a la supervivencia? Este
to ¿no está a su vez históricamente (o psicológicamente) condicionada? ¿No valor, por otra parte, permitiría la justificación de todos aquellos principios
debe, por tanto, renunciar a la pretensión de una validez incondicionada y heurísticos ---especialmente encarnados en el proceder científico- que más con-
aceptar, por contra, que sólo puede tenerse por verdadera en determinadas tribuyeran a la obtención de las' creencias y teorías dotadas de mayor valor
épocas históricas (o bajo ciertas condiciones psicológicas)? diferencial de cara a la supervivencia.
Algunos epistemólogos naturalizados -especialmente algunos de los que La pregunta es ¿puede reducirse la dimensión normativa del conocimien-
se han movido en la perspectiva sociológica- no han retrocedido ante estas to a este valor darwiniano? Y la respuesta parece ser que difícilmente. Pues fijé-
consecuencias. Han aceptado por igual tanto el relativismo, cuanto la aplica- monos que si la justificación epistémica se reduce al valor de supervivencia,
ción reflexiva del enfoque naturalizador -sociológico en este caso- a sus pro- estamos condenados a no admitir otra validación del conocimiento que la
pias conclusiones. puramente tecnológica e instrumental, ahora bien, que no todo lo
Alternativamente, otros -especialmente de entre los que se mueven en la que sabemos tiene esta finalidad.
perspectiva de la neurociencia- han terminado por adoptar una posición, que Por otra parte, incluso si se reduce la racionalidad a su dimensión más
bien podría llamarse eliminacionismo, que reconoce que su enfoque poco tie- estrictamente instrumental y el conocimiento a conocimiento tecnológico,
ne que ver con el proyecto epistemológico tradicional-y no debiera extrañar- dista de estar claro que este mismo conocimiento no pudiera terminar por trai-
nos ahora que muchos de los más reputados metaescépticos hayan salido de cionar el valor que supuestamente lo inspira. ¿O acaso no sabemos hoy que
las filas del naturalismo más radical-, y que la epistemología naturalizada nada muy probablemente el mayor riesgo para la supervivencia del género huma-
tiene que decir ni de la justificación, ni frente al escepticismo. Sencillamente, no estribe precisamente en el conocimiento técnico que él mismo ha produ-
éstos no serían problemas que les concernieran. cido? ¿Estaría obligado por su lógica a decir el epistemólogo naturalista que
Sin embargo, hay que decir que el escepticismo yel metaescepticismo están ante la eventual desaparición del género humano por una conflagración nuclear
muy alejados de las intenciones de muchos de los partidarios de la naturaliza- éste no llegó a conocer los principios de la fisión del átomo? Al fin y al cabo,
ción de la epistemología (y, desde luego, no era la de pioneros de este enfoque en una eventualidad semejante este pretendido conocimiento se mostraría des-
como Quine, quien pensaba en la epistemología naturalizada como la here- pués de todo como el más contrario al valor de supervivencia,
dera natural de la epistemología clásica) . Ello significa que para ellos, como ya En definitiva, pues, lo que vemos es que la epistemología naturalizada es
se advertía antes, si bien se puede empezar por prescindir de la dimensión nor- incapaz de hacerse ¡:argo satisfactoriamente de rts tareas propias de la episte-
mativa del conocimiento, ésta debe ser posteriormente recuperada, y que por mología clásica, Incapaz de cerrar el paso al escepticismo, abre las puertas tam-
lo tanto es posible afrontar desde coordenadas estrictamente naturalistas el bién al metaescepticismo.
problema de la justificación -o como lo denominaba el propio Quine: el pro- El motivo último de su fracaso posiblemente no sea otro sino la imposi-
blema doctrinal. bilidad de reducir las razones a causas. De ahí que, dado que son aquéllas, y
Pero ¿dónde encontrar en un marco estrictamente naturalista un valor que no éstas, las que están involucradas en la justificación, el epistemólogo natu-
pueda desempeñar una función normativa y al que, consecuentemente, se pue- ralizado no pueda superar el obstáculo que la dimensión normativa de los con-
da apelar como justificación? Es justo en este punto donde los partidarios de ceptos epistémicos supone para su enfoque. Aunque el fenómeno cognitivo
la naturalización de la epistemología se vuelven hacia Darwin. tenga causas -y esto está fuera de toda duda-, la explicación de las mismas -y
Algo filosóficamente importante que éste nos enseñó es que, aun prescin- éste es el terreno en el que las epistemologías naturalizadas tienen mucho que
diendo de la teleología que la revolución científica había desterrado del ámbi- decir- nunca podrá equivaler a una clarificación de su dimensión normativa.
to de la realidad física a principios del siglo XVII, se podía encontrar un pará-

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r f<f Uf<¡ "urUf<mpuraneu 11
Teoría del conocimiento

7.5. Conocimiento y justificación cionar huyendo cuando no hay motivo objetivo para ello. En uno y otro caso
podemos hablar de error. Su acción es inadecuada a la situación.
Volvamos al fundherentismo. Como vimos éste, en su versión más pro- Para hablar de normatividad en un sentido pleno lo que se requiere es que
metedora, aun reconociendo el peso de la coherencia, reintroducía la apela- aquella acción se convierta en praxis, que el concepto adquiera una naturale-
ción a la experiencia como fuerza justificatoria, y señalaba que ello significa- za lingüística y sea el producto, más que de condicionamientos genéticos, del
ba que la justificación tiene también una dimensión causal. aprendizaje social. Percibir la realidad quiere decir entonces reconocerla como
La conclusión es legítima. Al fin y al cabo, la experiencia sensorial incor- ejemplificando aquellos conceptos con los que nuestro lenguaje nos ha per-
pora un elemento causal que ineluctablemente sale a relucir en el análisis de trechado, de modo que cuando apelamos a nuestra experiencia para justificar
los predicados perceptivos. Si decimos que vemos que p, implicamos que p es nuestras creencias, cuando apelamos a ella como evidencia, ya no hay sólo una
causalmente responsable de nuestra experiencia sensorial. Pero lo que es impor- referencia a una relación causal de nuestra experiencia con el mundo sino tam-
tante notar, si queremos precisar un poco más la relación entre razones y cau- bién al conjunto de normas sociales, lingüísticamente vehiculadas, que per-
sas en la justificación, es que el componente causal por sí solo no convierte miten discriminar entre descripciones correctas o incorrectas de la situación
todavía a la experiencia de p en evidencia de que p. causalmente responsable de nuestra experiencia.
Un ejemplo extraído de la historia de la ciencia puede aclarar este punto. Causalidad y normatividad vienen, pues, inextricablemente ligadas inclu-
Cuando en el valle del Neander se encontraron los primeros restos del hom- so en el terreno de las creencias empíricas a las que puede competer, en un
bre de Neanderthal, aquella experiencia todavía no era evidencia de la exis- determinado contexto, el papel justificatorio más básico. Estamos ineludible-
tencia de una especie de homínido antecesora del Homo sapiens sapiens. Aun- mente encerrados en el conjunto de líneas horizontales y verticales que cons-
que la experiencia sensorial de sus descubidrores estaba causalmente producida tituyen el crucigrama de nuestro sistema conceptual. No tenemos un acceso
por un fósil de Neanderthal, ellos lo veían como los restos de un ser humano independiente a las definiciones de los términos -una experiencia incontami-
aquejado de imbecilidad, y no como un fósil neanderthalensis. nada de conceptos-o Mucho menos al solucionario -a cómo es la realidad inde-
Se puede sacar una enseñanza general de este ejemplo particular. Para que pendientemente de nuestra relación empírica con ella.
la experiencia sensorial de x justifique su creencia de que p, no basta con que Depurado el fundherentismo de cualquier interpretación ingenuamente
p esté causalmente involucrado en la experiencia de x. Es además necesario empirista la pregunta que subsiste es si puede afrontar el reto escéptico y meta-
que x vea a p como p. Lo que no es sino otra manera de reafirmar una tesis de escéptico. Si permite mantener la presunción de objetividad de nuestro cono-
ascendencia kantiana, a saber: que la experiencia ha de venir conceptualmen- cimiento y hacerse cargo de la dimensión crítica que alentó el original pro-
te articulada para ser epistémicamente relevante. yecto epistemológico.
No debiéramos hacer una interpretación especialmente intelectualista de En principio, al subrayar el carácter práxico de í uestra experiencia y, con ello,
la noción de concepto o de creencia involucradas en la experiencia sensorial. su permeabilidad conceptual, puede pensarse que el fundherentismo empuja a
Para los animales -y aquí la teoría ecológica de la percepción elaborada por una conclusión, por antirrealista, escéptica. Sin embargo, bien pensado lo que
J. Gibson resulta extremadamente clarificadora- bastaría con una concepción puede apreciarse es que todo lo que se descarta es esa peculiar forma de realismo
pragmática que, a la manera de Peirte, nos permitiera comprender la creen- que, ingenua y dogmáticamente, considera que nuestros conceptos, nuestro len-
cia, y los conceptos que la articulan, como indisolublemente ligada a la acción. guaje o nuestra comprensión del mundo deben concebirse como un reflejo de la
Que un animal huya es lo que hace que resulte verosímil decir que percibe un realidad. Nada lo hace incompatible con esa otra forma de realismo que nos
determinado olor o un sonido o una forma como evidencia de la presencia en recuerda que nuestros conceptos, nuestro lenguaje o nuestra comprensión, aun-
los alrededores de un depredador. que nuestros, lo son del mundo. Si se tiene la tentación de pensar que, por estar
En esta referencia a la acción ya hay involucrada una primera forma de necesariamente mediada conceptualmente, la realidad a la que tenemos acceso
normatividad, una protonormatividad, si se quiere. Pues el animal puede no es subjetiva (en todo caso, para ser más estrictos, intersubjetiva); piénsese, en com-
percibir el peligro que le acecha en una determinada situación o puede reac- pensación, que por tratar de la realidad nuestros conceptos son objetivos.

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Perspectivas del pensamiento contemporáneo 11
Teoría del conocimiento

Quizá, después de todo, haya una manera bast;nte intuitiva y simple de los ptolomeicos O las paleontológicas de los cuverianos estaban car d
. . ga as d e teona
'
ilustrar el realismo con el que el fundherentismo práxico -vamos a llamarlo geocentnsta o catastrofista, del tlllsmo modo en que las observacl'on d 1
. . . . es e os coper-
así, pues la posición a la que nos estamos refiriendo es más amplia que lo que filcanos o de los darwmlanos lo estaban de hehocentrismo o de evo1UClOfilsmo. . .
se conoce por pragmatismo- resulta coherente. Es claro, pongamos por caso, Pero ello no impidió que en un proceso -que bien considerado no fue excesiva-
que el metro es una creación humana condicionada por intereses humanos -su mente largo-la comunidad científica decidiera a favor de una de esas teorías y en
manejabilidad, por ejemplo-. Pero no es menos claro que la longitud que medi- detrimento de las otras, precisamente porque veía a aquellas en favor de las cuales
mos aplicando el metro no es una creación humana. decidía como satisfaciendo mejor los intereses que yalse tenían cuando se abraza-
Por cierto que esta alusión a los intereses, aquí introducida como de pasa- ba la vieja teoría: simplicidad explicativa, fuerza predictiva, etc.
da pero esencial para una comprensión cabal de lo que es la praxis, probable- Si la práctica científica permitiera con mayor eficacia la satisfacción de
mente permita afrontar otro grave peligro escéptico: el relativismo. intereses cognitivos comunes a todos los seres humanos -inclusive a aquellos
Según se ha visto, no hay justificación que no sea interna a un sistema con- que viven en culturas donde la ciencia no existe como institución- nada impe-
ceptual u otro. Ahora bien, dado que la historia -y también la antropología, diría al fundherentista práxico reivindicar la superioridad epistémica de aqué-
aunque quizá cada vez menos dada la creciente homogeneidad de nuestro mun- lla sobre otras instituciones que también aspiran a una dimensión cognitiva
do- nos informa de la existencia de una pluralidad de los mismos, ¿no se sigue -la astrología, por ejemplo- y, de esta manera, reapropiarse el proyecto críti-
de aquí que en diferentes sistemas pueden estar justificadas diferentes creen- co e ilustrado discriminando entre creencias mejor o peor fundadas o, en el
cias, incluso creencias incompatibles entre sí? extremo, absolutamente infundadas.
Sin duda el fundherentista práxico deberá conceder que hay mucho de ver- Ahora bien, la conciencia de que la evaluación es relativa, necesariamen-
dad en esta argumentación. A pesar de lo que los teóricos de la caridad inter- te, a unos intereses, podría conducir al epistemólogo hacia una ilustración, por
pretativa puedan alegar, la existencia de cierto grado de pluralidad conceptual, así decirlo, menos ingenua. Después de todo, es discutible que incluso en el
que en algunos casos puede ser extraordinariamente significativa, resulta un ámbito de la ciencia sólo deba perseguirse la satisfacción de unos únicos inte-
dato difícilmente controvertible. De modo que cabe la posibilidad -que a veces reses cognitivos; y mucho más evidente todavía que los seres humanos abri-
se ha hecho efectiva- de la existencia de creencias incompatibles justificadas gan creencias que no responden fundamentalmente a los intereses cognitivos
en el seno de diferentes sistemas conceptuales. que la ciencia indiscutiblemente satisface de una manera privilegiada.
Ahora bien, de la pluralidad conceptual, incluso de la concesión de que toda O dicho de otra manera, el análisis del conocimiento, la clarificación del
observación está conceptual o teoréticamente cargada -lo que, por decirlo en tér- carácter práxico de la justificación, podría permitir al epistemólogo reconocer
minos kuhnianos, puede significar admitir que cada teoría conlleva su propio la superioridad de la ciencia en la satisfacción de ciertos intereses cognitivos y,
mundo y que, por lo tanto, aquéllas resultan inconmensurables- no se sigue nece- a la vez, combatir su degradación ideológica en la forma de cientificismo.
sariamente -como, contra lo que suele ignorarse, bien sabía el propio Kuhn- la
indecidibilidad entre sistemas conceptuales y teóricos alternativos; una decidibi-
lidad que depende, en última instancia, de que se compartan ciertos intereses. Bibliografía
Por volver a nuestro ejemplo. Si lo que nos interesa es medir las cosas, des-
de luego podemos servirnos de patrones diferentes (a lo mejor inconmensu- La bibliografía sobre la teoría del conocimiento es inmensa y expansiva. Sin
rables, en el sentido más literal del término, es decir: no reductibles a una medi- ningún afán de exhaustividad nos limitamos aquí a recomen?ar de los
da común) . Pero ello no significa que no se pueda llegar a una decisión razonable tratados de autores españoles o iberoamericanos que han apareCido recientemente:
de, para cierto propósito, utilizar uno en detrimento de otro -por ejemplo,
debido, como se apuntaba, a su mayor manejabilidad. Arce, J. L. (1999): Teoría del conocimiento, Síntesis, Madrid. .
Si nos volviéramos hacia la historia de la ciencia no sería difícil encontrar casos Blasco,]. L. Y Grimaltos, T. (1997): Teoria del coneixement, Universitat de ValenCIa,
de lo que aquí se está apuntando. Ciertamente las observaciones astronómicas de Valencia.

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l'erspectivas del pensamiento contemporáneo JI

Blasco, J. L. Y Torrevejano, M. (eds.)(2000) : Trascende:;;alidad y racionalidad, Pre-


textos, Valencia.
García, E. y Muñoz, J. (eds.)(1999): La teoría evolucionista del conocimiento, Edito-
rial Complutense, Madrid.
Marrades, J. y Sánchez, N . (eds.)(1994): Mirar con cuidado. Filosofla y escepticismo,
Pre-textos, Valencia.
Muñoz, J. y Velarde,]. (eds.) (2000): Compendio de epistemología, Trotta, Madrid.
Olivé, L. (ed.)(1995): Racionalidad epistémica, EIAF, vol. 9, Trotta, Madrid.
Rábade, S. (1995): Teoría del conocimiento, Akal, Madrid.
Sánchez, D . (2001) : Teoría del conocimiento, Dykinson, Madrid.
Terricabres, J. M . (ed.)(2000): Teoría del coneixement, Edicions de la Universitat Ober-
ta de Catalunya, Barcelona.
Villoro, L. (ed.)(1999): El conocimiento, EIAF, vol. 20, Trotta, Madrid.

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