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THE IMPACT OF PARTY IDENTIFICATION

Lewis et beck

NEGRO: Lectura obligatoria

VERDE: Parte de lectura recomendada

ROJO: Ni una ni otra, pero pude ser útil

La identificación partidista juega un papel central en la explicación del comportamiento


electoral y político en las sociedades democráticas. Se trata de un lazo psicológico que
une a los votantes con un determinado partido político, a través del cual interpretan y
simplifican el universo político. Dada la complejidad y la cantidad de elementos que lo
conforman, los votantes emplean esta identificación como atajo para orientar sus
actitudes y comportamientos. Esto explica que, mientras que se van produciendo
cambios en los candidatos y los temas entre las sucesivas elecciones, los porcentajes
obtenidos por cada partido se mantienen relativamente estables. Es un elemento, por
tanto, que dota de estabilidad al sistema de partidos. Técnicamente, el parecido de la
distribución partidista a lo largo de los años no prueba necesariamente que la
identificación partidista individualmente sea estable, pero es poco probable que se
produzcan tales cambios compensatorios a nivel agregado.

El concepto no implica la militancia activa en un determinado partido, ni tampoco el


voto sistemático a ese mismo partido, a pesar de la probada influencia sobre él. En
realidad tiene que ver con la orientación afectiva de los votantes hacia un determinado
partido y guarda relación con las teorías de los grupos de referencia y con la de la
identidad social. La primera tiene que ver con la idea de que las personas emplean las
normas, costumbres y perspectivas de un determinado grupo como punto de partida
para su propia actuación y la segunda con aquellos vínculos afectivos que desarrollan
estas hacia el grupo, creando una clara diferenciación entre el “in-group” y el “out-
group” (las personas pueden construir fácilmente una asociación con el in-group). Por
otro lado, la corriente racionalista (Fiorina, Franklin, Achen) entiende la i.p. como un
“running tally” de las reacciones de los electores a los partidos. Esto es, en la infancia
se generan vínculos con determinados partidos, pero la gente puede cambiarlos en
función de la nueva información que obtenga de ellos (p.ej. un caso de corrupción
puede mermar haría que un votante se sintiese menos de un partido).

Los votantes pueden identificarse de forma fuerte o débil con el partido o, también,
declararse independientes. Sin embargo, muchos de los independientes que afirman
no sentirse atraídos por ningún partido acaban siendo “closet partisans” (partidistas en
el armario o como sea) o leaners que, aunque prefieren definirse así en un principio,
tienden hacia un determinado partido, presentando una fidelidad de voto hacia ese
partido sorprendentemente alta. El American Voter encontró que los independientes de
los 50 eran votantes poco informados e involucrados, en lugar de aquellos ciudadanos
ideales que la teoría democrática proponía. Posteriormente, las encuestas de finales
de los 60 y principios de los 70 descubrieron un repunte de la independencia política
relacionada con una mayor información e implicación en política. El número se ha
estabilizado desde entonces, pero son muchos los que encajan en el modelo descrito
por la escuela de Michigan, mientras que de los que sí están informados una mayoría
son leaners.

La identificación partidista puede servir para que los votantes construyan una serie de
actitudes hacia determinados aspectos de la política que les ayudan a interpretarlos.
Estas actitudes pueden ser hacia los candidatos, hacia asuntos de política nacional,
hacia los partidos en sí, hacia determinados grupos y hacia asuntos de política
exterior. Aquellos que se identifiquen con un determinado partido tenderán a mostrar
actitudes más favorables hacia las de su partido que hacia las del resto. (La evidencia
muestra cómo, en EEUU, las actitudes sobre política exterior son las que se ven
menos afectadas por los efectos de la identificación partidista). No obstante, la i.p. no
determina completamente las actitudes políticas, al igual que en ciertos casos las
actitudes hacia algunos factores pueden ser más favorables a un partido más alla de la
i.p. (p. ej. asuntos sociales y partido demócrata).

La identificación partidista actúa también como una “pantalla perceptiva” que


proporciona una consistencia de las actitudes, además de a un nivel agregado, a un
nivel interno e individual. Los votantes con unas actitudes más consistentes son
aquellos con una i.p. fuerte, a pesar de que los independientes también presentan
actitudes más consistentes de lo esperado. Cabría esperar que la relación causal entre
i.p. y actitudes políticas sea bidireccional, incluso en una campaña electoral. La gente
cuyas actitudes son consistentes con su identificación conseguirá que esta última se
vea reforzada. De hecho, esas actitudes ayudarán a mantener esos lazos mientras
discuten con otros durante la campaña. Sin embargo, la gente que posee actitudes
inconsistentes con el partido con el que se identifica podrá cambiar sus actitudes o
cambiar su i.p (o al menos debilitarla). Si estos cambios se produjeran a gran escala
podría producirse un realineamiento partidista. El estudio realizado por los autores
sostiene que la influencia principal se produce de la i.p. a las actitudes.
En función de la consistencia, dirección y la fuerza de las actitudes (que según los
autores son las que determinan el voto y otros comportamientos), los votantes elegirán
una papeleta u otra. Generalmente, el impacto de la identificación partidista es mayor
en los individuos menos politizados y con unas actitudes menos desarrolladas. Si una
persona se identifica con los demócratas, pero tiene actitudes consistentes y
favorables al partido republicano desertará hacia este. No obstante, el conflicto entre
identificación y actitudes es raro, aunque los datos apoyan la hipótesis de que las
actitudes partidistas predominan sobre la i.p. inicial en estas circunstancias. Asimismo,
cuanto más fuerte sean los lazos partidistas, más informada e involucrada estará la
persona en política. Los datos que proporciona su estudio describen a los
independientes como menos interesados en los outcomes electorales.

La i.p. predice el voto normal. Converse desarrolló este concepto para ajustar las
cifras de diferencias en la participación y los porcentajes de deserción entre los
diferentes partidos. Muchos investigadores han empleado este concepto para estimar
los efectos de temas particulares durante una elección. Toman la distribución partidista
acerca de un tema y el voto esperado para cada uno. Luego lo comparan con el voto
real para calibrar su efecto. No obstante, presenta bastantes problemas ya que se
argumenta que la ecuación predictiva no está completamente especificada. Aun así,
es un concepto realmente útil para explicar los balances partidistas a nivel nacional.

Se le ha achacado a la i.p. ser un concepto exógeno, es decir, que no es influido por


las variables que explica. Sin embargo, esto significa malinterpretarlo, ya que se
asume que la i.p. puede ser modificada como consecuencia de determinadas fuerzas
políticas. La i.p. sería más bien como un “unmoved mover”, que cambia las variables
mientras que permanece intacto

A pesar de la ya mencionada estabilidad en el tiempo de la identificación partidista,


históricamente se han producido fluctuaciones que han modificado el equilibrio de
fuerzas. Los autores del American Voter () encuentran dos tipos de factores que
causan este fenómeno, los personales y los sociales. Aquellos referidos al individuo
están relacionados, sobre todo, con los cambios producidos en el entorno más
cercano del mismo. Sin embargo, es difícil que cambios a escala individual provoquen
un realineamiento partidista. Los sociales, en cambio, generan cambios acumulativos
con consecuencias profundas, aun sin romper necesariamente con el equilibrio de
fuerzas. Cuando se producen estímulos que afectan de manera diferente (en términos
de implicaciones políticas) a distintos segmentos de la población será probable que se
traduzca en una fuerte polarización, especialmente cuando estos estímulos están
relacionados con los cambios económicos. En este sentido, las grandes crisis
nacionales, ya sean económicas, políticas y militares, pueden hacer que se
tambalee la estructura partidista y las identificaciones surgidas de esta (A.V.).

Algunos académicos han encontrado que en las últimas décadas la identificación ha


entrado en declive. Entre ellos destaca Dalton (), cuya tesis radica en la existencia de
una tendencia declinante de la identificación partidista provocada por una combinación
de factores individuales y sistemáticos que están transformando las democracias
industriales avanzadas. No es un proceso nacional ni temporal, argumenta Dalton,
sino que se trata de un fenómeno global y en curso que no tiene que ver con una
insatisfacción puntual de los ciudadanos con los partidos políticos.

Esencialmente, es una consecuencia de la modernización política experimentada en


las sociedades post-industriales. Esta modernización ha estado caracterizada por un
aumento del nivel educativo que, a su vez, supone un descenso del coste de la
participación política. En principio la identificación partidista cumplía esta función de
atajo informativo, pero el acceso generalizado a niveles de educación superiores
convierte a una gran parte de votantes en “autosuficientes”. De igual forma, se han
abierto nuevos canales de participación política que han mermado el papel central de
los partidos políticos en las democracias contemporáneas, como los diferentes
instrumentos de democracia directa, la apertura de determinados procesos
administrativos a los ciudadanos y el uso frecuente de los tribunales por parte de
grupos y asociaciones de ciudadanos. Los mass media también han sido decisivos en
este fenómeno al sustituir a los partidos políticos como instrumentos principales de
politización y articulación de intereses de la ciudadanía. La función informativa que
poseían los partidos durante la época de los partidos de masas, les fue igualmente
arrebatada.

Sin embargo, la tesis del declive partidista ha generado gran controversia en el ámbito
académico. Bartolini y Mair han argumentado que la evidencia en torno a estos
cambios es engañosa y que los lazos e identidades partidistas en las democracias
occidentales se han mostrado resilentes (citado en…). Thomas Poguntke afirma que
sus investigaciones no le permiten concluir que existe un declive generalizado (citado
en…). Bartels continúa en esta línea y, aunque sitúa un declive de la identificación en
la década de los sesenta y setenta en el contexto estadounidense, señala un gran
repunte de esta en los noventa, superando en hasta veinte puntos porcentuales la
identificación de los sesenta.

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