Parroquia Nuestra Señora de Fátima
IV Domingo de Pascua – Jesús es el buen Pastor
La comunidad que lee el evangelio de Juan,
llamadas así comunidades Joánicas, pues conocen a
Jesús a través del Evangelio de Juan, era una
comunidad de inquebrantable fe cristiana, un poco
tardías, pues el evangelio se escribió hacia finales
del primer siglo y por ello todo su lenguaje acerca
de Jesús se basa en los llamados discursos
simbólicos, que son elaboraciones más amplias
acerca de la identidad de Jesús.
Una de las imágenes que desarrolla el evangelio y
con la que la comunidad identifica a Jesús el Cristo,
es la de “El Pastor”.
La imagen del Pastor, está profundamente
enraizada en la conciencia del pueblo de Israel; de
hecho en el Antiguo testamento, Dios mismo
aparece como el pastor de Israel; en tiempos de
calamidades Israel se refugiaba en esta imagen que
se convertía en un mensaje de consuelo y confianza.
Esta confianza encuentra quizás su expresión más
bella en el salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada
me falta…aunque camine por cañadas oscuras nada
temo, porque tu vas conmigo…”; en el Profeta
Ezequiel tenemos un desarrollo de la imagen de
Dios pastor, especialmente en los capítulos 34 – 37,
que tiene que ver mucho con las parábolas de los
evangelios sobre el Pastor y el discurso de Juan
sobre el buen pastor, pues se ubican como profecía
de la actuación de Jesús.
En Ezequiel encontramos a los pastores egoístas a
los que el profeta recrimina sus malas acciones y
anuncia la promesa de que Dios mismo buscará a
sus ovejas y cuidará de ellas. “las sacaré de entre los
pueblos, las congregaré de los países, las traeré a la
tierra.. yo mismo apacentaré a mis ovejas, yo
mismo las haré sestear… Buscaré las ovejas
perdidas, haré volver a las descarriadas, vendaré a
las heridas, cuidaré a las enfermas; a las gordas y
fuertes la guardaré…” ( Ezequiel 34, 13, 15 – 16).
Es desde este texto del profeta Ezequiel desde
donde podemos entender el discurso simbólico de
Jesús acerca de su identidad de pastor.
Jesús siendo “Dios – con –nosotros” es “Dios –
Pastor” que ha venido a apacentar el rebaño el
mismo, frente a la negligencia de los pastores de
Israel, especialmente de los fariseos, que son falsos
pastores que han echado fuera a los hijos de Israel,
especialmente al ciego de nacimiento curado por
Jesús; además son extraños al rebaño, son ladrones
y salteadores, no conocen ni guían las ovejas, son
gente que roba y destruye, son asalariados
irresponsables. Por el contrario Jesús, el buen
pastor, busca a la oveja perdida, la encuentra y la
abraza.
El discurso simbólico del Pastor, pone de manifiesto
que las ovejas estarán seguras gracias a su
pertenencia a Jesús (el redil) y su acceso seguro a la
salud (la puerta). Jesús no explota a sus ovejas, está
a su servicio, da su vida por ellas, las conoce
personalmente con un conocimiento amoroso.
Con Jesús, como “el pastor por excelencia” se
pretende afirmar la promesa que Dios anunció por
medio del profeta Ezequiel. Toda esa promesa se
cumple en Jesús. El Buen Pastor es Dios encarnado:
“Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré,
como expresa Ezequiel 34, 11; es él quien da la vida
por sus ovejas para que están tengan plenitud de
vida (Jn 10, 10). Dar la vida, no es entregar la vida a
la muerte, sino poner la vida en la obra de pastoreo,
exponerla, arriesgarla, tomar el riesgo de hacer algo
por el rebaño, defender a aquellos que están
sometidos al peligro mortal; es jugarse la vida para
liberar de la muerte a aquellos amenazados por ella.
Esta es la gran promesa de Jesús: dar vida en
abundancia. Todo hombre desea la vida en
abundancia
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IV Domingo de Pascua – Jesús es el buen Pastor
El es “El Pastor por excelencia” y el “rebaño” le
pertenece a Él. En el capítulo 21 de Juan se le confía
a Pedro la tarea de pastor que le pertenece a Jesús.
Tres veces le dice el Señor: “Apacienta mis
corderos… mis ovejas”. Pedro es claramente
investido como pastor de las ovejas de Jesús, pero
para poder ser pastor al estilo de Jesús debe entrar
por la puerta, que no es otra que la del amor, por
eso el Señor le pregunta a Pedro: Simón ¿Me amas
más que estos? Es el amor lo que le hace ser una
sola cosa con Jesús, por eso las ovejas no son de
Pedro, son de Jesús, las ovejas al escuchar a Pedro,
no escuchan a Pedro, sino a Jesús, no siguen a
Pedro, sino a Jesús, de forma que el pastoreo
delegado de Pedro, es pastoreo de Jesús a través de
Pedro.
Jesús conoce su rebaño y el rebaño conoce a Jesús;
entre pastor y rebaño hay un conocimiento mutuo;
conocer significa, en este sentido, pertenencia, le
pertenecemos al Pastor, somos suyos. El verdadero
pastor no “posee” las ovejas como un objeto
cualquiera, sino que ellas le pertenecen y ellas se
sienten de él, es esta pertenencia mutua una
aceptación interior. Aceptación y pertenencia
interior es mucho más profunda que la posesión de
las cosas.
En la vida humana ninguna persona “pertenece” a
otra a modo de un simple objeto. Los hijos no son
propiedad de los padres; los esposos no son
propiedad uno del otro; pero se pertenecen de un
modo más profundo de lo que pueda pertenecer a
uno cualquier cosa llamada propiedad. No nos
pertenecemos “como posesión”, sino en
responsabilidad.
Somos responsables de aquellos que nos han sido
confiados y esa responsabilidad se realiza en
libertad y en comunión. Tampoco las “ovejas”,
nosotros, que somos justamente personas creadas
por Dios, en el amor y en su absoluta libertad,
imágenes de Dios, pertenecemos al pastor como
objetos; cómo objetos pertenecemos a los ladrones
y salteadores.
Esa es precisamente la diferencia entre el
propietario, el verdadero pastor y el ladrón: para el
ladrón, para el ideólogo, para los dictadores, las
personas son sólo cosas que se poseen. Pero para el
verdadero pastor, por el contrario, son seres libres
en vistas de alcanzar la verdad y el amor; el pastor
se muestra como su propietario precisamente por el
hecho de que las conoce y las ama, quiere que vivan
en la libertad de la verdad y la comunión de la
verdad es el mismo Jesús. Precisamente por eso no
se aprovecha de ellas, sino que entrega su vida por
ella.
Todos somos ovejas y pastores. Todos en comunión
debemos introducirnos en la interioridad de Dios y
dirigirnos hacia él. Cuando nos pastoreamos los
unos a los otros, cuando nos dejamos conducir,
cuando nos encontramos en la comunión en la
verdad, entonces nos encontramos con el
conocimiento y el amor de Dios – Pastor. Por eso, el
pastor al servicio de Jesús debe llevar siempre más
allá de sí mismo para que el otro encuentre toda su
libertad en Dios; por eso él mismo debe ir también
más allá de sí mismo hacia la unión con Jesús y con
el Dios comunidad de amor, con el Unitrino.
Nuestra tarea como seguidores del Pastor por
excelencia es la de “responsabilizarnos” por los
hermanos que están alejados del redil, son también
nuestros en la comunión y el amor… no podemos
olvidarlos. Cuando nos responsabilizamos, los
llevamos al Pastor, no nos anunciamos a nosotros
mismos, sino a Jesucristo, que da la vida y la da en
abundancia. ¿Nos atrevemos como comunidad a ser
pastores los unos de los otros, para ser ovejas del
supremo pastor?
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