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Ficha de Cátedra Nº 12 José BARRIONUEVO

CONSIDERACIONES PSICOANALÍTICAS SOBRE LA LOCURA.

En este espacio, la propuesta es revisar el concepto de “locura” que propone


Lacan, establecer las diferencias existentes con el de psicosis y considerar la
posibilidad de su existencia tanto en neurosis como en psicosis.

Durante mucho tiempo ambos términos, locura y psicosis, fueron tomados como
sinónimos o equivalentes, refiriéndose con ellos, desde el saber popular, como
“enfermedad mental”. Sin embargo, a comienzos de siglo XX se empezaron a
diferenciar las expresiones locura (folie) y psicosis (psychoses) aunque sin fundamentar
sus peculiaridades, circulando la idea de menor a mayor gravedad o patología en lo
referido a lo distintivo entre una y otra.

Lacan se ocupa de la especificidad de la locura recurriendo al pensamiento de Hegel y


sobre la base de conceptos freudianos, y toma como figura de la misma al personaje de
Alcestes de “El Misántropo” de Moliere. En su escrito “Acerca de la causalidad psíquica”
Lacan, J. (1946) hace referencias a normalidad y patología proponiendo a la locura
identificada con el “comportamiento humano normal”, y esta idea la conserva más allá del
escrito al que hacemos referencia, si bien la identifica en momentos posteriores de su
obra con psicosis. Y es en estos términos cómo en el Seminario 3, “Las psicosis”, marca
la amplitud de este concepto:

“Este término no data de ayer, ni siquiera del nacimiento de la psiquiatría. Sin


entregarme aquí a un despliegue demasiado fácil de erudición, solamente les recordaré
que la referencia a la locura forma parte desde siempre del lenguaje de la sabiduría, o
del que se pretende tal. Al respecto, el famoso “Elogio de la locura” conserva todo su
valor, por identificarla al comportamiento humano normal…”

En esta referencia define que locura sería esencial a todos, propia del ser hablante, y
termina la frase citada agregando que sería “locura de otro estilo no tener la locura de
todos”, haciendo alusión entonces a psicosis propiamente dicha, en el terreno de lo
patológico, no ya como algo relativo al ser “normal”, profundizando años después en su
estudio sobre psicosis al enlazarla con el concepto de forclusión del Significante del
Nombre del Padre como característica diferencial, mientras que locura, como veremos,
quedaría relacionada con el “modo imaginario”. Dice textualmente Lacan en “Acerca de la
causalidad psíquica” respecto de la locura, al definirla como manifestación u observable
clínico:
“...podemos verla aplicarse particularmente a cualquiera de esas fases a través de las
cuales se cumple más o menos en cada destino el desarrollo dialéctico del ser
humano”.

Es importante recalcar que no es pues peculiar a determinada edad del sujeto, la


cuestión no es cronológica sino estructural, si bien se pone en juego, podríamos
agregar, especialmente en ciertas fases o momentos de la vida.

Veamos el concepto de locura propuesto por Lacan que remite a las definiciones
hegelianas en tres puntos: desorden del mundo, ley del corazón y alma bella.
Observando asimismo que son evidentes sus referencias a conceptos freudianos como
narcisismo, principio de placer - principio de realidad y desmentida (aunque no se refiere
a este mecanismo de defensa explícitamente). Tengamos en cuenta que el concepto de
narcisismo de Lacan plantea la imposibilidad de la identidad "yo = yo", que es justamente
lo que intenta realizar o en lo que cree el loco. En ese sentido, el yo, en tanto que tal, es
esencialmente paranoico. Como dice Lacan:

"…las primeras elecciones identificatorias del niño, elecciones "inocentes", no determinan


otra cosa, en efecto, aparte de las patéticas "fixaciones" de la neurosis, que esta locura
por la cual el hombre se cree un hombre".

Entonces, define Lacan:

Ante “el desorden del mundo” es que el loco querría imponer “la ley de su corazón”, y
en tal empresa el sujeto caería prisionero del propio narcisismo. La “ley del corazón” en
Hegel refiere a una ley sólo para sí, individual o personal, no reconociendo lo otro que
supone la ley de “la realidad”.

Al leer estas expresiones desde el psicoanálisis podría pensarse en los conceptos


freudianos de principio de placer, en su relación con el de narcisismo, por un lado,
opuestos al principio de realidad.

Enfrentado al “desorden del mundo”, reflejo de desorden del propio mundo del sujeto
proyectado al exterior, el loco procura vérselas ante ello apelando a la “ley de su corazón”.
En otro espacio proponía pensar (Barrionuevo, J. 2010) que la referencia a ese “desorden
del mundo”, aquello que conmueve, que conmociona y enfrenta a lo enigmático y a la
angustia, podríamos enlazarlo a lo que años más tarde Lacan definirá como “lo real”,
como expresión de lo inmanejable, de lo que escapa a la comprensión, considerando
formulaciones posteriores referidas a los tres registros de la experiencia y al nudo
borromeo en el cual se enlazan lo real, lo imaginario y lo simbólico, y define a lo real como
aquello que escapa a las posibilidades de ser pensado, de ser puesto en palabras, que
irrumpe de pronto y resiste a los esfuerzos del sujeto de otorgarle significación. Frente a lo
real, desde lo imaginario y desde lo simbólico se intenta dar cuenta de lo irreductible de lo
real propone Lacan al considerar el nudo borromeo de tres.

Considera Lacan que pretender imponer la ley de su corazón es una “empresa insensata”
en tanto el sujeto no reconoce que el “desorden del mundo” es manifestación misma de
su ser y que lo que experimenta como ley de su corazón es la imagen invertida “tanto
como virtual de ese mismo ser”. Es decir que el desorden del mundo sería proyección del
desorden sentido en sí mismo tal como enunciáramos en párrafo anterior. Observemos
que Lacan emplea una expresión que estaba popularmente referida a la locura:
insensatez, o sinrazón, que caracterizaba acciones y expresiones de los locos. Dice al
respecto Rabinovich, D. (1993) que la ley del corazón “es solidaria de ese revestimiento
libidinal sobre el yo, de ese borramiento del orden del mundo, que constituye ese polo de
la libido narcisista que Freud caracterizó como megalomanía”

Lacan sigue con su desarrollo en el citado escrito considerando que en tanto el yo sería
formación del narcisismo, en el “modo imaginario” (aun no habla de registro imaginario),
la función esencial de la locura sería de desconocimiento. En tanto desconocimiento
doble, de la actualidad y de la virtualidad del ser, el fenómeno de la locura es propio de
lo imaginario, en tanto se produce en el yo que no reconoce que aquello que lo abruma o
perturba es reflejo de su ideal. En este punto en el cual relaciona locura con ideal del yo,
Lacan remite también a Hegel quien plantea que el problema del revolucionario es que
“no reconoce sus ideales en los resultados de sus actos”. Desconocimiento supone el
intento de oponerse a aquello que sin embargo es reconocido. El sujeto quiere imponer
allí, ante el loco desorden, “la ley de su corazón”. Así pues, podríamos decir,
considerando posteriores desarrollos lacanianos, que en el lazo que se plantea entre “lo
real” y el narcisismo, tiene sus bases la locura, recalcando nuevamente que no se está
hablando aquí sólo de psicosis sino de constitución subjetiva, en la psicosis será otra
locura, diferente a la que se puede encontrar en los no psicóticos.

En esta línea de pensamiento, respecto de desmentida, como mecanismo defensivo, en


“La escisión del yo en el proceso defensivo” Freud, S. (1938) analiza un historial clínico de
un niño de entre tres y cuatro años, quien tuviera conocimiento de los genitales femeninos
por efecto de la seducción de una niña mayor que él. La amenaza de castración a raíz de
ser sorprendido en entusiasta masturbación con la que intentaba calmar su excitación
acciona el mecanismo de la desmentida, por el cual se desautoriza y se reconoce un
juicio traumático para el sujeto (la falta de pene en la niña) y crea luego como
consecuencia un sustituto del pene echado de menos: un fetiche. “Con ello había
desmentido, es cierto, la realidad objetiva, pero había salvado su propio pene”, dice
Freud, y en tanto no estaba así obligado a reconocer la pérdida del pene en la mujer no
debía ya preocuparse por su propio pene y podía seguir con su actividad masturbatoria.
Considera Freud que la maniobra de su paciente no habilita suponer la existencia de
psicosis en él porque no ha alucinado un pene allí donde no veía ninguno. En realidad se
produce un desplazamiento o descentramiento de valor, “...ha transferido el significado del
pene a otra parte del cuerpo...”, vía regresión. Ese desplazamiento afectó al cuerpo de la
mujer, mientras que en lo referido a su propio pene nada se modificó, por lo cual es
posible pensar que este recurso defensivo descrito tan claramente por Freud estaría en la
dimensión de la locura que años más tarde Lacan plantearía.

A esta secuencia enunciada por Freud aludiría Lacan cuando enlaza desorden del mundo
- ley de su corazón - narcisismo, y, agregamos ahora, creencia delirante, según lo
planteado por Lacan en el citado artículo. En términos freudianos esto sería: juicio
traumatizante - desmentida de dicho juicio (como desautorización y reconocimiento,
simultáneos) - construcción de fetiche, fantasía o juicio o producción discursiva que
consolida el esfuerzo desmentidor. “Creérsela es de loco”, dice Lacan en el escrito
mencionado, y en la locura es esencial el lugar de la creencia delirante. Lacan da un
conocido ejemplo: estaría loco un hombre si se cree rey, así como también loco está el
rey que se cree rey, o dicho de otra manera: si “se la cree”. Podríamos pensar, para
seguir pensando en las diferencias con las psicosis, que en la expresión “creencia
delirante” el acento debería estar puesto en el término “creencia”.

En la locura se produciría en el sujeto con contundencia, masivamente, creer ser: “esto


soy yo”, la inmediatez de las identificaciones ideales, sin operación del Otro en su función
de mediación, sin la dialéctica que define la existencia de Otro lugar, simbólico,
funcionando sólo lo imaginario del Yo Ideal. Lacan hace referencia a la fase del espejo en
este punto, pues habría desconocimiento de la función de la palabra, quedando sólo la
dimensión de lo imaginario operando y otorgando al ser la ilusión de la libertad, de ser lo
que es sin el Otro, que equivaldría a decir que se produciría una identificación al Ideal sin
referencia al Otro que hace al sujeto un sujeto dividido. No querer saber de la falta sería
pues la intención en la locura a través de la identificación al Ideal.

En cuanto a la pretensión de desconocimiento de la falta Lacan reflexiona que la libertad


es un engaño, porque implicaría por lo contrario la esclavitud. El loco se cree libre, sin
relación al Otro, pero en realidad está esclavizado al Ideal demandando reconocimiento,
en la dialéctica del narcisismo. Remarquemos la relación “desorden del mundo” - “ley de
su corazón” propuesta de Lacan acerca de la locura, y que en otros términos podríamos
enunciar, como lo proponía en párrafo anterior, en un nexo: “desorden del mundo” –
narcisismo, la locura se dispararía en el encuentro del sujeto con “lo real”, como expresión
del desorden del mundo. Lo real como aquello que escapa a las posibilidades de
simbolización, de ser puesto en palabras, que no puede ser pensado. Por supuesto no
hay orden posible de poner para el desorden que provendría de lo real, por lo cual frente a
ello, a lo innombrable, a lo que no se puede representar, el sujeto intenta imponer la ley
de su corazón y en tal esfuerzo caería prisionero de su narcisismo, subrayándose el lazo
que se establecería entre lo real y el narcisismo:

- loco es aquel que “queda capturado” en y por su propio “narcisismo”.

Dice Lacan:
“La locura es la permanente virtualidad de una grieta abierta en la esencia del sujeto...”, y
más adelante: “no sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su
libertad”, en tanto al ser del hombre no se lo podría entender sin la locura.

Y es posible plantear entonces, sintetizando:

- Ante el “desorden del mundo” (ante lo real, frente a lo inmanejable, a los


enigmas para los cuales no existe LA respuesta) el “desconocimiento” como
función desde el “modo imaginario” (aun no habla de registro imaginario) sería
“loca” posible respuesta.

Este concepto, decíamos, remite al concepto de desmentida de Freud, aunque Lacan


no lo explicite, como mecanismo defensivo que condensa: oposición a aceptar un juicio
(traumático) que se refiere a la pérdida del objeto o algo que haga sus veces, y
reconocimiento de dicho juicio, coexistiendo la renuencia a aceptar lo enunciado en el
juicio que proviene de la realidad y el reconocimiento del mismo. Ejemplifica el accionar
del mecanismo de la desmentida Freud refiriéndose a la reacción de dos jóvenes frente
a la muerte del padre y afirma en su escrito: “Fetichismo”:

“Sólo una corriente de su vida psíquica no había reconocido la muerte del padre, pero
existía también otra que se percataba plenamente de ese hecho; una y otra actitud, la
consistente con la realidad y la conformada al deseo, subsistían paralelamente”.

Como resultado de ese interjuego entre lógicas de yo placer y de yo realidad en la


desmentida el sujeto construye fantasía o una producción discursiva en la neurosis o elige
un fetiche en el fetichismo como modalidad presente en perversiones, en la escena
descrita por Freud se expresaría en un juicio por el cual se plantea renuencia u oposición
a reconocer la muerte del padre a pesar de saber de ella.

Por su parte Lacan ubica la creencia delirante como producto de la locura, y desde este
punto afirma que el fenómeno de la locura no es separable del problema de la
significación para el sujeto, es decir del problema del lenguaje.

En el mejor de los casos se puede responder con el fantasma ante la angustia: porque
la puesta en palabras del “modo imaginario” nos da el fantasma siempre y cuando haya
algo que funcione como complejo de Edipo, esto es, en términos de la dialéctica falo-
castración. Desde el narcisismo, como producto del “modo imaginario” sería el fantasma
el que puede responder ante lo irreductible de lo real que nos golpea permanentemente
en la vida. Pero si algo del orden de lo simbólico falla, se pueden dificultar los pasos que
conducen a la producción imaginario-discursiva que se denomina “fantasma”. Es así
como, pensando en esto, se nos hace clara otra formulación de Lacan acerca de la
locura en su relación con el suicidio, y que podría resumirse así:

- en los cimientos mismos de las identificaciones que hacen al ser del sujeto
se halla el efecto de alienación y su relación con la “tendencia suicida”
expresada en el mito de Narciso.

También toma Lacan de Hegel otra figura de la locura: la idea de la “infatuación del
sujeto”, que es la posición en la cual toda mediación es virtual, es lo dado inmediata y
naturalmente. Se es loco en tanto se desconocería su participación en lo que él mismo
denuncia, afirma Lacan, a lo que califica de insensato. La identificación infatuada es falta
de mediación por prescindir del reconocimiento, no se mediatiza a través del deseo como
deseo de reconocimiento. Es pura captura en lo imaginario del Yo Ideal. El camino hacia
la locura estaría marcado por “la mediación o la inmediatez de la identificación” y “la
infatuación del sujeto”, dice Lacan. La figura del “alma bella” correspondería a un
movimiento de superación de la razón, en un punto en que el ámbito de la
intersubjetividad se encuentra presente, pero negado, desconocido. Desconoce el loco de
esta manera tener que ver con lo que él mismo provoca. Ya Freud, en el caso Dora,
propone este concepto de “alma bella” o “bella indiferencia” para entender la posición de
la histérica que se sorprende ante aquello que habría proyectado y provocado, no
implicándose, reaccionando ante una propuesta o un hacer del otro que no reconoce que
eso fuera producto de su accionar o de su deseo, indignándose al desconocer que ella
tendría que ver con lo que considera es interpretación equivocada sobre su decir o
actuar.

Pensar en la existencia de locura en neurosis y psicosis se plantearía en virtud de que


el concepto de narcisismo freudiano, que Lacan considera al referirse a la ley del
corazón, se encuentra en el estudio de ambas estructuras clínicas, como rasgo
compartido. Sostiene Rabinovich, D. (1993), retomando en esta frase los conceptos
lacanianos que hemos considerado:

“El narcisismo puede generar la locura del alma bella, la de la ley del corazón en
ambas estructuras clínicas. Los Ideales en torno de los que gira, en cualquiera de
ellas, pueden enloquecer al sujeto al abrir esa falla virtual que todo ser hablante lleva
en sí por acción de lo simbólico, y llevarlo a la acción por la puesta en marcha de esa
agresión suicida del narcisismo”

Es posible afirmar entonces que la locura es el resultado de las maniobras del sujeto
por no querer saber nada de la falta, de la castración, de la barradura de su división,
como fenómeno yoico por la vía de la identificación al Ideal sin mediación, como
identificación plena o masiva, por fuera de la dialéctica que introduce el Otro. Supone
así el loco ser libre, si bien es esclavo del Ideal, de su propio narcisismo.
Veamos, en una viñeta clínica, manifestaciones de la propuesta de Lacan acerca de la
locura:

En entrevistas iniciales los padres de un adolescente expresaban su preocupación por el


hecho de que, sistemáticamente, el hijo se exponía a situaciones de riesgo, saliendo en
bicicleta a alta velocidad luego de fumar porro, y recordaban la respuesta de éste ante los
pedidos de que se cuidara: “No te preocupes, no me va a pasar nada porque soy un...” y
citaba allí su doble apellido para terminar la frase. Eso es, sin dudas, creérsela, y
creérsela es de loco, aunque en esta viñeta la locura puede parecer algo menor y habitual
en la adolescencia pero supondría enfrentar desde una ilusión omnipotente un peligro
posible desconociendo el límite creyéndose que a él no puede pasarle nada.

Charly García, músico argentino, enunciaba similar seguridad a los periodistas luego de
arrojarse a una pileta de natación desde una altura correspondiente a siete u ocho pisos
en un hotel de Mendoza: sabía que a él no le iba a pasar nada, expresó después del loco
salto. Le salió bien, reforzando su locura al oponerse a reconocer que algo podía pasarle,
desconociendo la posibilidad de morir si los cálculos fallaban. O Pity Álvarez, un cantante
de rock, comiendo hongos que habían crecido en alimentos en descomposición en su
cocina, afirmando que a él no le iba a pasar nada, no importándole las medidas de
higiene y seguridad en la conservación de alimentos o negándose a reconocer las
mismas.

Aclaremos que ejemplos podemos encontrar en diversos ámbitos y no sólo en el de la


música o en el arte por cierto, porque el término locura no sólo puede enlazarse con
genialidad o creatividad sino que también puede aplicarse a manifestaciones de la pulsión
de muerte que se pone en juego en la locura de la violencia, de la destrucción o la
delincuencia. Si bien en el arte el sujeto puede vérselas con su sufrimiento, con lo real, no
haciéndolo desaparecer pero al menos transformándolo o debilitándolo, también la
creación puede estar al servicio del mal y el término loco puede aplicarse tanto a un
artista creador como a un genocida. Pichon Rivière decía que había locos buenos y locos
“hijos de puta”: los buenos interrogan al mundo, inventan, descubren y crean, pero están
los otros en los que prima la destrucción de sí mismos y del mundo. Los locos hijos de
puta genocidas de la dictadura militar llamaban “locas de Plaza de Mayo” a las madres de
los desaparecidos y muertos en los sangrientos años del terrorismo de estado,
“…ejemplo de salud mental porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la
amnesia obligatoria", vislumbró el fallecido escritor Eduardo Galeano, o a las “Abuelas” de
quienes los militares de la dictadura dijeran: "¡Déjenlas a esas lloronas viejas locas!, ya se
van a cansar...", madres “por partida doble” tal como lo afirmara Adolfo Perez Esquivel,
Premio Nobel de la Paz, al referirse a .quienes se dedicaran a recuperar niños
secuestrados junto con sus padres y a las jóvenes que, secuestradas estando
embarazadas, habrían dado a luz en prisión.
Y recordemos que la locura, como lo afirmara Lacan, sería esencial a todos, propia del
ser hablante, presente en todos en diferente medida. Se refería a esto Julio Cortázar en
entrevista concedida, con la sencillez que lo caracterizaba, al decir:

“Cuando uno juega, fantasea, se ilusiona, imagina… con fuerza, está loco, por mucho
tiempo o por instantes. Si el adulto se permite la libertad implícita en el juego del niño, en
el fantasear del adolescente… rompe la rigidez que la cultura exige a quien tiene
obligaciones que cumplir y obedece totalmente a ello. Aburrido debe ser no tener
momentos de locura, no poder reírse de sí mismo y compartir con alegría sus
ocurrencias…”

BIBLIOGRAFÍA:

Barrionuevo, J. (2011). Adolescencia y juventud. Consideraciones desde el psicoanálisis.


Bs. As.: EUDEBA.

Bousquet, J. P. (1983). Las Locas de la Plaza de Mayo. Bs. As.: El Cid Editor.

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Maleval, M.: Lectura y comentario de Acerca de la causalidad psíquica, de Jaques Lacan.


www.sauval.com/articulos/causalidadpsiquica.htm.

Rabinovich, D. (1993). La angustia y el deseo del Otro. Bs. As.: Editorial Manantial.

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