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Rivano Juan Contra Sofistas PDF
Rivano Juan Contra Sofistas PDF
Sofistas
Juan Rivano
Profesor de Filosofía de la
Universidad de Chile
Santiago, 1966
©Juan Rivano, 2012,
Contra Sofistas, 2ª. Ed.
Trabajaron en esta Segunda Edición
María Francisca Cornejo y Emilio Rivano.
Primera Edición:
©Juan Rivano, 1966, Santiago de Chile.
Inscripción N° 31489
Talleres Gráficos
Encuadernadora Hispano-Suiza, Ltda.,
Santa Isabel 0174 – Santiago.
Y respondiendo Jesús, les dijo:
“Yo también os preguntaré una
palabra la cual si me dijereis,
también yo os diré con qué
autoridad hago esto: El bautismo
de Juan ¿de dónde era? ¿del cielo
o de los hombres?”
Ellos entonces pensaron entre
sí, diciendo “Si dijéramos, del
cielo, nos dirá: ¿Por qué pues no
le creísteis? Y si dijéramos, de los
hombres, tememos al pueblo:
porque todos tienen a Juan por
profeta”.
Y respondiendo a Jesús
dijeron: “No sabemos”
(MATEO; cap. 21; 24-27)
PREFACIO
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Porque yo anduve largos años enredado en la sofistería de gente
irresponsable y torcida; muy tarde en mi vida encontré la ciencia de los
buenos maestros y mucho tuve que desenredar por mi cuenta. No
puedo, entonces, renunciar al intento de evitarte tanto trabajo y que
andes descubriendo la pólvora y la rueda; y quiero que tengas
despejado el camino en tus años de vigor y optimismo, para que andes
seguro donde andaba yo a tientas y alcances lo que nunca alcanzaré.
Aprende pues conmigo y compara tu experiencia con mis palabras; así
podrás juzgar.
No pienses, sin embargo, encontrar alguna novedad en mi
tratado; el material es obvio y los principios en juego son viejos como el
mundo. Lo que sí importa es que tengas a mano la mayoría de las
figuras que emplea el sofista y que des un vistazo a la fachada que
exhiben en la actualidad. No esperes, tampoco, que baste la lectura de
estas páginas para estar en condiciones de enfrentar al sofista. Muy por
el contrario, debes meditar cuanto puedas en cada figura, comparar con
tu experiencia y conocimientos, observar atentamente allí donde se
producen y buscarles por tu cuenta variedad y aplicación.
Si me haces caso en esto, entrarás en la ruta de la destreza
dialéctica y – si tienes corazón – te harás odioso y temido para el sofista,
que huirá delante de ti dando voces de auxilio.
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PRELIMINARES
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igual: averiguando si existe aquello de que se habla y si lo que se dice
de ello se acuerda con tu experiencia.
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5.- Y cuando te hagan argumentos con ideas que son fijas y como
independientes del cambio diciéndote “Ellas son reales, y sus atributos y
relaciones son verdades eternas”, considera el punto con el mínimo de
atención. Ante todo pedirás la manera y grado en que hay identidad
entre realidades como este lápiz y la realidad que disfrutan las ideas; y
no aceptarás que te den razones para postular la existencia de éstas,
sino que pedirás y sólo pedirás (hazme caso en esto) que te digan la
manera y grado de aquella identidad. Harás preguntas sobre si están las
ideas en algún lugar, en alguna mente, y pronto tendrás el resultado de
esto. Y si te dicen que las ideas son mera posibilidad, que son la
condición de posibilidad de un mundo o una experiencia, tú pedirás que
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te den una figuración de estas cosas: si son posibilidades las ideas en
una mente demiúrgica al modo de la casa en la mente del arquitecto o
si mera posibilidad sin relación a sujeto ninguno. Y cuando te respondan
sobre esto, sabrás mucho del que habla de estas cosas: si es un teólogo
o un ingeniero metido a lógico. En el primer caso, te será fácil
defenderte; en el segundo, podrás estar de acuerdo con quien piensa
así, con la sola diferencia que, mientras él dice estas cosas de cuanto
puebla el mundo, tú las dices tan sólo de la realidad que es inerte y sin
movimiento propio, ni riqueza interior. Porque no es posible aplicar ni
atributos ni relaciones fijas e inmutables al hombre, p. ej., porque en él
las determinaciones oscilan entre cosas contrarias y ora está furioso ora
gozoso, ora percibe al otro de verdad ora cierra el acceso a todo vínculo.
Y fíjate también en que el hombre progresa y se hace cada vez más
serio y maduro.
De modo que aquel que hace ruido con las condiciones de
posibilidad del hombre sólo ve al hombre de hoy día, no el de mañana; y
ni siquiera como hombre de hoy día lo ve bien.
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fingiré que estás frente a un adversario, porque ésta será
frecuentemente tu condición. También, a las figuras de los argumentos
sumaré las figuras de quienes los hacen; y así conjugarás unos signos
con otros y acertarás más pronta y fácilmente.
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CAPITULO I
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trabajo de muchos – de modo que otros hechos son posibles – el
despilfarro de pocos – y que tales relaciones pueden y deben
removerse. De modo que no concederás que el capitalismo sea un
hecho y no pasará entonces que sea inamovible.
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10.- Argumenta de modo parecido el que dice “Los chilenos son flojos y
borrachos” porque da a su aserto el tenor de este otro “Las manzanas
son redondas y jugosas”. Y así pudieras inclinarte a suponer que, del
modo como no hay manzanas si se quitan las condiciones del predicado,
así tampoco hay chilenos que no sean flojos y borrachos. Pero no es así,
porque tú remueves la miseria y pones la esperanza por delante y ya no
tienes flojos ni tienes borrachos.
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11.- Con esta última figura aprendes a distinguir entre los adjetivos que
están como soldados en un sujeto y los que no lo están, y nunca
aceptarás que a una persona se le cuelguen adjetivos del modo como se
hace con las manzanas. Y si sientes curiosidad de saber por qué Hamlet
no es irresoluto del modo como son redondas las manzanas, nada te
costará verificar que, mientras la forma de un cuerpo no es molestada
por el ambiente en que está, las cualidades morales de un hombre
dependen de las personas que lo enfrentan y del mundo humano en
torno, y suelen variar notablemente bajo tal relación.
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12.- Por esto, también, mucho cuidado pondrás allí donde se hacen
analogías con el cuerpo y el alma diciendo por ejemplo que “El médico
es al cuerpo como el sacerdote al alma”. Para que veas sobre esto trata
de contestarme: ¿Dirías que divergen sobre el cuerpo los médicos como
sobre el alma divergen los sacerdotes? ¿Dirías que curan los sacerdotes
como lo hacen los médicos, que así como extirpan éstos el apéndice
eliminen aquellos algún vicio del alma? ¿Te parece que un sacerdote
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diagnostica en tal caso con la prontitud y certeza que logra el médico?
Tienes que considerar cuidadosamente las analogías que te ofrezcan y
abstraer en primer lugar ese primoroso matiz que suelen ofrecer. Las
hay, ciertamente, legítimas y muy instructivas, pero no son infrecuentes
las de naturaleza espuria. Más adelante te hablaré de esto.
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bastará dar un vistazo hacia fuera del libro para darte cuenta de la
ninguna verdad de tal afirmación.
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17.- El adversario que te pido fingir como uno que te acosa con razones
estará siempre atento a encantarte con ellas. Cuídate mucho de sus
juegos implicacionales. Pudiera, por ejemplo, decirte: “Si debemos ser
individualistas entonces debemos ser individualistas”. Repara en lo
habilidoso que es: Pone ante tus ojos una tautología incuestionable,
tanto como si dijera “Si debemos ser criminales entonces debemos ser
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criminales”, porque esto último es asimismo incuestionable. Pero, ¿qué
busca él? Nada menos que tu asentimiento a una proposición que nada
tiene que ver con la que él formula: porque él espera que vuelvas a casa
repitiendo “Debemos ser individualistas”.
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18.- Y así como puede cogerte con el barato expediente de repetir una
proposición dentro de una forma implicacional, así también puede
emplear una implicación para suscitar tu entusiasmo por el
consecuente, cuando la verdad es que no tiene antecedente. Fíjate, p.
ej., en este lugar común: “Tout comprende c’est tout pardonner”. Ante
todo, figúrate que lo dices al diablo, sujeto penetrante, y ya lo tienes
revolcándose de risa. Pero, dejando esto, supongamos que es verdadero
que si lo comprendemos todo, lo perdonamos todo. Entonces tú
preguntas: “Bueno, ¿y qué? De aquí sólo puede resultar la misericordia
de Dios, siempre y cuando este último existiera”. Y con tal examen
vienes rápidamente a coger la figura que consiste en argumentar con el
todo para de aquí pasar al bulto de la indeterminación y obtener de ti
simplemente que “comprender es perdonar”; y por consecuencia que
perdones las cosas que comprendes, o crees comprender, e incluso las
que no comprendes, por celo de ser justo o cuidado de no pasar por
tonto. Y de esta manera cogerán los facinerosos el pan de tus hijos y tú
perdonarás, ‘porque comprendes’.
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pero nadie acepta que un gato tenga cinco patas. En este ejemplo, la
operación de la figura es ostensible y nadie querría suponer que se tiene
en manos algún asunto serio; pero las hay de igual tenor donde la
quinta pata del gato nos parece menos cuestionable, sin dejar por eso
de ser cosa imposible. Considera que te dicen: “Si Dios hubiera
comenzado a trabajar el Domingo, sería fiesta el Sábado” y tendrás un
ejemplo que ilustra lo que quiero significar. Finalmente, es habitual que
el sofista emplee implicaciones que sean genuinas y cuyas cláusulas
pueden ser verdaderas y que no descienda, empero, del plano
implicacional. Es un caso gravísimo por el daño que puede ocasionarte;
porque cundirá en tu espíritu la pereza y vivirás flotando entre
aparatosas nadidades sin jamás descender al único lugar donde los
hombres prueban y deciden. Es así como escuchas muchas veces hablar
del “Cristianismo en Perico de los Palotes” a un señor que ni cree en el
cristianismo ni en Perico de los Palotes y, después de oírle decir por aquí
y por allá “Si tales cosas son así tales otras son asá” sin afirmar las
primeras ni negar las segundas, terminas creyendo que la especulación
consiste en componer implicaciones a granel y andar en este laberinto
de naderías saltando de implicación en implicación.
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brillo de las generalidades no te deja ver la ostensible falsedad de las
especificaciones. Pero si, cuando se especifica y puedes verificar,
aguzas la mirada y comparas lo que oyes con lo que sabes, nunca o muy
raramente te embaucarán con esta figura.
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tienes más que examinar el complejo “A y no-B” y si te parece
incompatible debes aceptar aquella implicación; pero mucho debes
cuidarte antes de dar el veredicto de incompatibilidad. Considera que te
dicen: “Un mundo no-creado es una noción absurda”; si tú aceptas,
estás reconociendo que si existe un mundo entonces existe Dios y como
estás dispuesto a reconocer lo primero, aceptarás lo segundo. Pero,
¿anduviste claro contigo mismo cuando concediste que un mundo
increado es una noción absurda? ¿Por qué eres veleidoso y mientras
dices que puedes concebir un centauro te llenas de gritos si te hablan
de un mundo no creado?
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c) Luego, debe aceptarse que A es B.
No se conoce otra manera de probar la proposición “A es B”.
Luego, allí donde escuchas las fórmulas antedichas de “he probado” o
“he demostrado” y no atinas bien con las premisas de las cuales
depende la prueba, pídelas con toda ingenuidad y no andes
presumiendo que nada escapa a tu perspicacia. Y cuando esto exijas
resultará muchas veces que tu adversario se sentirá embarazado. Y si
no es así y exhibe sus premisas, examínalas aplicando los criterios que
te son familiares para que averigües si se ha probado algo en verdad.
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26.- Suelen decir los naturalistas que han probado algo – por ejemplo
que la abeja se orienta por la luz solar – cuando han verificado de
manera razonable una proposición. Y sobre esto no hagas cuestión,
porque el naturalista es consciente de las restricciones lógicas de su
prueba y porque nunca va a insistir en una proposición que no resista la
prueba de la experiencia.
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27.- Pero los hombres especulativos sienten mucha inclinación por las
pruebas absolutas y siempre suponen que las cosas que sostienen son
probadas así. Pero, observa como juegan contigo: Te dicen que la nada
se hace patente en la angustia, y no tienen más razón para ello – si en
efecto tienen lo que alegan – que su experiencia y peculiaridad;
emplean, eso sí, una figura que te enseñé más atrás y hacen de su
pellejo un metro universal; pero tú no experimentas angustia ninguna o,
acaso, no tienes otra que la suscitada por un mundo hambriento y
miserable; y como tales son tus condiciones, la prueba sería que “La
nada se hace patente en la angustia”: o sea:
a) Se concede que si la nada se hace patente en la angustia,
entonces la nada se hace patente en la angustia.
b) Alguien dice: la nada se hace patente en la angustia.
c) Luego, ‘debe’ aceptarse que la nada se hace patente en la
angustia.
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28.- Claro está, quien dice “la nada se hace patente en la angustia”,
puede indignarse contigo y endilgarte un discurso así: “Nada
necesitamos demostrar aquí. Todo demostrar es siempre sólo un intento
ulterior sobre la base de pre-supuestos; según como sean puestos, todo
puede demostrarse”. Y tú en tal caso no cejarás y le pedirás que te
muestre la fábrica donde hace una proposición tan extraordinaria,
verdadera para él e inverificable para ti; y le preguntarás también si
pretende que lo comprendan los hombres que no saben angustiarse
como él.
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29.- Es probable entonces que escuches una frase como ésta: “No es
posible demostrarlo todo”. Cuando así ocurra debes atender
cuidadosamente a varias cosas: Primero, cuáles son los otros modos de
conocimiento que admite el adversario. Segundo, cuál es la relación
entre los conocimientos no demostrativos – si los hay – y la
demostración. Tercero, qué es lo propio o diferencial de la
demostración. Cuarto, cuáles son los conocimientos no demostrativos
que el adversario emplea en la demostración. Quinto, qué valor y
función atribuye el adversario a la demostración en el conocimiento. En
todo esto debes ser meticuloso y exigente, porque entra aquí a probarse
tu capacidad especulativa.
Sobre lo primero, el adversario puede mostrarse a tus ojos como
persona extraña y paradojal. Porque puede responder: “No es posible
demostrarlo todo, pero no hay más conocimiento que el demostrativo”.
Y cuando tú le preguntes sobre la naturaleza de las premisas que
emplea en el punto de partida, te dirá que son postulados y en modo
alguno conocimiento. En tal caso, si quieres adquirir alguna información
de esta persona, le preguntarás cómo llega a construir sus postulados.
Si te responde que en modo arbitrario, déjalo y no preguntes más. Si te
responde que en modo convencional, pídele la razón de sus
convenciones; y no podrá desconocer que hay otro conocimiento que el
demostrativo.
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La persona que reconozca otro conocimiento además del
demostrativo puede reducir la nueva especie a la percepción.
Pregúntale entonces si puedes hacer proposiciones universales con la
sola percepción y no podrá responderte. Si con la sola percepción se
pudieran hacer proposiciones, serían estas singulares; pero con
proposiciones meramente singulares no puedes levantar una
demostración. De este modo, obligas a la persona a conceder que hay
otro conocimiento no demostrativo, además del perceptual.
Si quien está en este caso concede que hay el conocimiento
inductivo puede entender de éste en dos maneras. O dice que le basta
un caso para ver el principio universal o dice que llega a un principio
universal por su verificación reiterada.
Formular un principio universal partiendo de un caso solamente es
arriesgado cuando se trata de una relación o un comportamiento. Por
ejemplo, que una bola al chocar con otra le comunica movimiento, es un
principio que resulta de la experiencia repetida. Así también, que un
hombre colérico tiende a agredir es algo que enseña la repetición.
Cuando, en cambio, se trata de una cualidad te basta muchas veces un
caso para generalizar. Si ponen ante tus ojos a una persona hundida en
la miseria te basta ello para saber con seguridad que la miseria es
repudiable, odiosa y vergonzante. Fuera de tener presente esta
distinción, no debes hacer escándalos teóricos ante una proposición
formada con tales operaciones; porque ten por seguro que no eres
teórico por ello, sino un presumido y un hipócrita.
También encontrarás adversarios que te den noticias de una
fuente diferente de conocimiento no demostrativo. Son los que hablan
de una intuición intelectual. Son gentes de naturaleza refinada y altiva,
lo que verificarás cuando repliques que no encuentras en ti tan
extraordinaria facultad; porque te dirán que eres ciego para ver las
ideas que ellos ven. Pero tú no te resientas por esto y pídeles noticias y
las que recojas tráemelas a mí también; porque yo al parecer soy tan
ciego como tú y no veo más ideas que las que percibo juzgando.
Esfuérzate conmigo y veamos manera de intuir la idea de libertad. ¿No
te parece que no hay manera de sujetarla en nuestro pensamiento como
no sea juzgando que los hombres quisieran ser libres, que nunca han
sido libres hasta aquí, que la libertad individual es una quimera, y cosas
por el estilo de éstas? ¿Dirías tú que tuviste una intuición de algo ideal
porque tendido en el lecho caíste en el mero decurso consciente y en
una modorra de la cenestesia? Y si consideras el aserto famoso “Pienso,
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luego, existo”, ¿dirías que intuyes esto y no más bien que juzgas
contradictoria la noción de “pensar y no existir”? Y yo no pretendo que
rechaces la intuición intelectual; sólo digo que me parece imposible
separarla del juicio; como me parece imposible separar el juicio del
discurso y el discurso de la existencia. Pero de esto te hablaré más
adelante.
Así pues sobre el punto primero, a saber, cuáles son los otros
modos de conocimiento que admite quien dice “no es posible
demostrarlo todo” ya tienes lo principal.
Sobre el segundo – de la relación entre el conocimiento
demostrativo y el no demostrativo – el adversario acaso te diga que el
conocimiento no demostrativo suministra las premisas primeras de la
demostración. En tal situación, tú objetarás o aceptarás según sea el
caso: Que tal inducción es legítima tal otra no, que no aceptas los aires
absolutos de la intuición intelectual. Y, como te dije al comienzo, no te
pares en la cáscara del discurso. Si te dicen “Somos para la muerte”
traduce tú: “Todos los hombres son mortales” y no salgas ni aceptes
salir de esta última proposición. Pero, el adversario puede decirte que
no hay relación entre el conocimiento demostrativo y el no-
demostrativo, que demostrativo es tan sólo el conocimiento matemático
y que en matemáticas nunca sabemos de qué estamos hablando ni si
las cosas que decimos son verdaderas. En tal caso, si una porción del
conocimiento no demostrativo se trata en forma demostrativa (porque
se procede así de hecho), tú preguntarás cómo se produjo esa relación;
y si aguzas la mirada descubrirás que el contrincante es una mezcla de
hipócrita y máquina de calcular.
Sobre lo propio de la demostración puedes juzgar por tu cuenta:
Consiste ésta en afirmar algo distinto de otras cosas que son afirmadas
y por la sola raz6n de que ya han sido afirmadas estas otras cosas. Pero,
cuídate del adversario: El te dirá que no afirmas en la conclusión algo
distinto de las premisas sino que está allí, en ellas comprendido, y que
por lo tanto no era necesario demostrar la conclusión. En esto el
adversario tiene razón a veces, no siempre. Porque si tú incluyes en la
noción de político la noción de virtuoso, estás diciendo que todos los
chilenos son virtuosos cuando dices que todos son políticos; de modo
que haces flaco negocio probando que Pedro es virtuoso a partir de que
es político. Hasta aquí el adversario tiene razón. Pero si tú formaste la
proposición universal no por definición sino por inducción, entonces
pruebas que Pedro es virtuoso a partir de que es político. Y no vas a
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negar que la proposición universal inducida puede mostrarse falsa; sino,
por el contrario, que es el riesgo que asumes cuando la empleas en la
prueba. En una palabra, tú dices también “he probado”, pero como lo
hace el naturalista, consciente de las limitaciones de la prueba. Y al que
clame con escándalo “¿Es esto una prueba?” dile que solamente las hay
asentadas en inducciones o en definiciones; y que no quiera eliminar las
primeras cuando hace mofa de las segundas.
Si quieres ver mejor sobre esto no pierdas el tiempo con el
aspecto didáctico y dirigido a otro de la prueba y considérala allí donde
exhibe de modo más dramático su función y su valor. Porque mira toda
la diferencia que hay en lo siguiente: Que uno entre los hombres,
atendiendo a la progresión geométrica de la multiplicación de los seres
vivos y considerando que el número de los tales se mantiene no
obstante en estabilidad relativa, concluye que debe haber un principio
de selección natural; y pasa de aquí al terreno del problema y verifica
los cambios hereditarios, el resultado de tales cambios en relación con
el ambiente y finalmente la sobrevivencia del más apto. Ahora llega otro
y hace una composición silogística con todo esto para que sea accesible
en conexión ordenada y por vía de consecuencia. ¿Y tendrías tú el
descaro de manejar objeciones ociosas acerca de ello? ¿Dirías que lo
que estaba puesto en la conclusión lo estaba ya en las premisas? Voy a
darte un ejemplo, para que midas y respetes: “El nuestro es un país
colonizado, aherrojado, explotado y miserable”; ahora te propongo un
problema: “¿Cuál debe ser la tarea de nuestros novelistas?” Esfuérzate
en resolverlo con aquel principio y aprenderás muchas cosas; entre ellas
a no andar embotando tu talento con sutilezas inútiles como ‘los
grandes problemas de la demostración’.
Sobre la cuarta cuestión – cuáles son los conocimientos no
demostrativos que el adversario emplea en la demostración – debes ser
minucioso y pedir el mayor número de principios aceptados. Mucho
aprenderás en esto. Unas veces, que tu adversario no tiene principios y
dispara al buen tuntún como persona irresponsable; otras, que es
persona vacilante y confusa; otras, que no hay consistencia entre las
cosas que afirma. Cuando el adversario sustenta principios que formula
claramente, tómalos tú con firmeza y no los pierdas de vista que ello te
servirá de ventaja y tendrás una fuente inagotable de enseñanza.
Sobre el quinto punto – la función y valor que atribuye el
adversario a la demostración – ya puse una cita más atrás según la cual
se demuestra a partir de pre-supuestos, los cuales puedo elegir en
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orden a demostrar lo que quiera. Esta doctrina se atiene solamente al
aspecto didáctico de la demostración, pero olvida el aspecto discursivo.
Si yo quiero demostrar que de noche todos los gatos son rosados, me
basta pre-suponer que todo es color de rosa por las noches. Este
ejemplo te sirve para percibir toda la equivocidad que hay en aquella
doctrina de la demostración. Es razonando como han progresado los
hombres; y la demostración no es otra cosa que el orden didáctico de su
razonamiento. Si el adversario te dice que todo depende del punto de
partida, tú le responderás que sí; pero le preguntarás si podría ver en el
punto de partida, “El nuestro es un país colonizado, aherrojado,
explotado y miserable”, la actitud con él consistente de nuestros
novelistas. Y así le mostrarás el valor y función del razonamiento, y
también de la demostración, que no es otra cosa que el razonamiento
en forma apta a su transmisión.
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insensiblemente a los protozoarios y rematará en el núcleo que ejerce
violencia sobre los electrones. Y terminarás edificado con principios
cósmicos que transformarán el abuso de la fuerza en un pelo de la cola.
Para no caer en esto, cede los supuestos cuanto sea legítimo, pero sin
perder de vista el punto; porque, mídelo bien, tú rechazas el abuso de la
fuerza; y si el mundo – como lo presenta tu contrincante – es
inconsistente con tu rechazo, no vaciles en rechazar el mundo.
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34.- Guárdate del hipócrita que dice: “César hoy, César mañana, César
toda la semana”. Aquí la figura consiste en amarrarte en el cepo de la
mismedad abstracta y obligarte, a ti también, a incurrir en sutilezas
sofísticas para justificarte. Porque se te hacen exigencias de mantenerte
idéntico a ti mismo como si en un punto del pasado hubieras alcanzado
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un modo de ser fijo y definitivo. Pero no es así, sino que progresa tu
mente y cambian tus opiniones. ¿No pensabas ayer que la política era
un negocio de rufianes? Pero, mira cómo hoy proyectas volcar tu acción
en la política; y tienes buenas razones para lo de hoy y ninguna para lo
de ayer. Y no vaciles en aceptar, incluso en un mismo tiempo, la
inconsistencia de tus opiniones; porque debes amar cuanto puedas,
aunque sabes que en un mundo enajenado y mentiroso es imposible
amar; y debes sentir curiosidad y respeto ante una doctrina filosófica,
aunque sabes que la filosofía es el espíritu con las patas arriba. No
hagas escándalo de cosas incompatibles si en ellas igualmente sientes
comprometido tu corazón.
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39.- Y también, para que palpes en lo vivo hasta dónde puede ceder el
hombre con tales expedientes, mira cómo entrechocan su copa de
champán el jefe de policía y el senador del pueblo; porque se
encuentran en la fiesta ‘en cuanto autoridades de la República’, es
decir, en el término común de sus distingos; y ríen y chancean y se
aman con todo el corazón, todo ello dentro de la celdilla ardiente y
común de sus distingos.
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42.- Así también abulta el sofista frecuentemente la enumeración con un
“etcétera, etcétera,...” para convencerte que puede amontonar
antecedentes y así reforzar la conclusión. Pero tú, de ser posible,
destruirás los casos A, B, C, que el sofista enumera, y agregarás:
“¿Podría ahora detallar sus etcéteras?”.
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43.- Cuando se hace una división – por ejemplo, que hay obreros,
empleados, profesionales, rentistas y capitalistas – no alborotes
alegando que el recuento es empírico y sin principio. Porque el mundo
no lo hizo el adversario y no es censurable en modo alguno que reúna
los términos de una diversidad por simple recolección. Pero examina con
cuidado, no sea que los grupos no se excluyan rigurosamente y haya
profesionales rentistas o rentistas capitalistas. Porque manejando en
manera aislada y excluyente cada uno de los grupos el adversario
puede pasar uno bajo la capa del otro; y sabrás que así entró el zorro en
el gallinero, alegando que él era también vertebrado. Y cuida asimismo
que la división no sea tan imperfecta que deje cosas fuera; porque, por
ejemplo, si te quedas tranquilo después de examinar cada uno de los
casos que puse más arriba, los bandoleros te enviarán una nota de
adhesión.
* * *
44.- Es claro que al dividir, mejor será que exijas un principio; pero cuida
que tenga relación con lo que haces y sea firme e inequívoco. Porque si
te dicen que hay buenos comerciantes y malos comerciantes, tú
entenderás que los primeros son quienes recargan las mercancías en
proporción razonable; pero, los ‘malos’ comerciantes te dirán que ellos
son los mejores, porque ganan todo lo que pueden.
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45.- Cuídate del fenomenólogo que hace ostentación con sus
‘condiciones de posibilidad’. Te dirá que el andar no es posible sin un
sujeto (el andante), un desde (la partida), un hacia (la orientación), un
en (la ruta) y un con (los pies); y desde luego, que es también ‘condición
de posibilidad’ la ‘andación o andamiento’, que el fenomenólogo
considera cosa muy apreciable y delicada. A este sofisticado personaje
pregúntale si es la libertad una condición de posibilidad del hombre: O
te responderá sí, a lo que replicarás: ¿no hay, pues, muchos hombres?;
o te responderá no y podrás echarle lazo. Lo más probable, empero, es
que se embarque como ‘cuestión previa’ en la fenomenología de la
libertad. Y piensa, tú, piensa en esto, para que ensayes tus facultades:
No hay libertad, pero fenomenología de la libertad sí la hay. Por eso dijo
uno que los fenomenólogos son charlatanes irresponsables.
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47.- Hasta el sublime Sócrates tiene sus pelos de sofista. Te dice: “Todos
los hombres quieren el bien”. Piensa en Herodes y la matanza de los
inocentes. Me dirás acaso, pajarillo enredoso, que había una ‘razón de
estado’. Sea. Pero los pequeños y sus madres padecieron el mal.
¿Alegarás que Herodes no quería el mal de los inocentes y sus madres?
Pero, ¿cómo no iba a quererlo si quería el bien del ‘Estado’? Porque el
bien de unos es inconsistente con el bien de otros. Y si el agente actúa
con sabiduría, conoce entonces esta inconsistencia y nunca dirá: “Todos
los hombres quieren el bien y sólo ejercen el mal por ignorancia”;
porque precisamente los menos ignorantes conocen la aporía de tales
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términos abstractos y sentencian: “Los hombres quieren el bien y el
mal”. Tú no tienes más que percibir dónde está el bien, dónde el mal,
hacer tu cálculo y actuar en consecuencia.
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sólo hallarás divergencia entre existencia e idea cuando te separes de la
verdad.
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53.- Repara en el énfasis reiterante, figura socorrida y de mucho efecto.
Y observa que hay distinción en él; porque no es igual cuando pregunta
Jesús tres veces: “¿Me amas, Simón?” que cuando repite el sofista su
aserción, golpeando incluso sobre la mesa. El énfasis interrogativo es
figura que tú aplicarás dónde puedas, repitiendo la pregunta y mirando
sobre todo en los ojos de tu interlocutor; considera que, conociendo
Jesús a los hombres y siendo simple Simón, tres veces preguntó no
obstante el primero: “¿Me amas, Simón?” El énfasis asertivo, cuando
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llega a tus oídos, tómalo como el eco de un eco; cuando sale de tus
labios, como empecinamiento o estulticia.
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55.- A veces el sofista aplica con más audacia la figura anterior diciendo:
“Hasta donde alcanza mi entendimiento, no percibo los argumentos del
señor A”. Esto equivale a echarte encima todo el cuerpo de su prestigio
con vanidosa violencia. Salta tú presto a un lado, y verás a nuestro
sofista caer ridícula y estrepitosamente.
* * *
56.- Nunca dejes de medir los discursos con la realidad, porque pocas
cosas encantan más al sofista que deslizarse por el tobogán de las
especulaciones. Así, por ejemplo, encuentras que trae uno toda una
montaña de razones para demostrar que sólo puede pensarse en
alemán. Pero tú miras en torno, y encuentras que todos piensan, incluso
quienes nada saben de alemán. Porque no es el pensamiento un señor
ni las lenguas habitaciones entre las que elige para hacer su vida; las
lenguas son otras tantas apariciones del pensamiento. Si desprecias la
que hablas, desprecias el pensamiento de que eres capaz.
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CAPÍTULO II
57.- Ahora voy a tratar de los recursos retóricos que emplea el sofista.
Con ellos busca suscitar tu disposición mediante la solemnidad y
grandeza de la frase; se trata del empleo de lugares comunes que
buscan el movimiento de una maquinaria de prejuicios que, quiéraslo o
no, hay en ti y que se pone a funcionar sin relación con el juicio; en tal
disposición estás a punto para tragar lo que sea y crees haber visto de
verdad todo un mundo interior diáfano y benevolente. Más de una
lagrimilla sorbes en estos casos y vuelves a tu casa edificado y pides
pluma y papel y escribes un poema. Entre tanto, el sofista toca el timbre
y ordena: “Que pase el siguiente”.
* * *
58.- Fíjate lo que pone en un libro su autor: “Si uno tan sólo de mis
lectores se convenciera de la verdad que sostengo, este libro estaría
justificado”. Y tú entonces, impresionado, te dispones a ser ese único
lector; y otro tanto hace cada uno de los lectores. Y la humildad solemne
de nuestro escritor recibe sus frutos; porque muchos van repitiendo con
él que “siempre ha habido guerras”, que “siempre se han quejado los
hombres de los tiempos que corren”, que “debemos adoptar el punto de
vista del Absoluto y perdonar".
* * *
59.- Dicen también estos fraseólogos incurables: “Yo estoy por la Verdad
y la gritaré aunque sea en el desierto”. Pero lo dicen allí donde son
escuchados; y ¡ay de ti si los refutas, porque entonces probarás los
rigores de la Verdad!
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* * *
* * *
* * *
62.- Más allá te encuentras a uno que dice: “Soy discípulo de Sócrates”.
Y mil imágenes de abnegación, sabiduría y sacrificio llenan tu cabeza. El
discípulo de Sócrates, entre tanto, bebe whisky con soda y agarra firme
la billetera debajo de la túnica. Pero dice que su maestro es Sócrates; y
tú, que no sales de las frases para mirar las cosas con los ojos que te dio
tu madre, no te detienes a considerar esta sencilla evidencia: Que él
dice que es discípulo de Sócrates, no Sócrates.
* * *
63.- Ten por seguro que quien niega por propia iniciativa que tales o
cuales motivos den razón de una actitud suya, ha tenido los motivos que
niega. Si comienza diciendo: “No es por vanidad” pon sí donde dice no;
si dice:, “No es por dinero”, has de suponer que anda el dinero en el
asunto. Porque nadie preguntó si fue por vanidad, si fue por dinero. ¿Por
qué, pues, se adelanta a decirlo? ¿Tiene acaso derecho a suponer que tú
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piensas: “Fue por vanidad, fue por dinero”? Pero si tú pensaste así, o
tenías razón para ello y no es necesario que yo te advierta, o no la
tenías y entonces eres tú quien está en juicio.
* * *
* * *
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67.- Se puede decir sin mucho riesgo que los hombres son vanidosos. El
sofista conoce esta verdad y la emplea con mucha frecuencia. Mira que
te dice, comenzando: “Un hombre inteligente como tú...” o también:
“Me extraña que una persona de tu cultura…”. Y tú encuentras que por
fin reconocen tu valor y asientes a todo lo que él dice porque está en
juego un hermoso cuadro que finges de tus talentos. Y cuando tienes
que decidir sobre el adulador, alegas lo que sea en su defensa y le
entregas cuanto pide, porque te ha mostrado que sería contradictorio no
hacerlo un hombre inteligente como tú. Y ten por seguro que son
muchas las ‘contradicciones’ expulsadas de tu cabeza porque implican
que no eres ‘inteligente’.
* * *
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70.- Hay proposiciones que se refieren a quien las formula y que sólo él
puede verificar. Esto lo sabe muy bien el sofista y las emplea para
depositar en ellas su infaltable dosis de falsedad. Es así que dice: “En mi
fuero interno soy tan bueno que si usted mirara allí le entrarían ataques
de llanto” o también “Aunque murieron muchos obreros en la refriega,
pongo a Dios por testigo de mi buena fe”. Y tú, que andas flojo de
pensamiento y crees en un interior inaccesible donde se fragua lo mejor
del hombre, tienes para ti que no hay más que discutir al respecto. Pero
considera el procedimiento de los primitivos: decían a los sofistas del
fuero interno: “Toma este hierro candente, que no te quemarás si hablas
sin falsía”. Me concederás que los primitivos conocían la manera de
espantar mentirosos.
* * *
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73.- Hay también el sofista que hace aspavientos-cósmicos con una
mano mientras agarra con la otra todo lo que puede. Te habla, por
ejemplo, de la galaxia, el racimo de galaxias y el racimo de racimos de
galaxias; hace que vague un rayo de luz millones de años por el espacio;
te dice que el sistema solar es una mota de polvo invisible en la
‘tormenta cósmica del universo insondable’. Y tú, ante tamaña
grandeza, miras con desdén las pequeñeces del hombre; y los
miserables mueren en los lodazales, y los ricos explotan a los pobres.
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* * *
77.- Muchas veces te sentirás aplastado por un señor que dice: “Quienes
hemos tenido una experiencia filosófica…” y recogerás sus palabras
como oro de veinticuatro quilates; y andarás vagando por las nubes en
espera de una experiencia filosófica; y cuando tengas alumnos llenarás
su cabeza con la frase “experiencia filosófica”; y dirás que muchos son
los llamados y pocos los elegidos; y poblarás la fantasía de los niños
que te escuchan como a un Dios, con la esfera de Parménides o la
conciencia histórica. Y yo te digo: “Ven a mi casa para que tenga yo, por
mera inspección del esperpento en que te has transformado, una
experiencia filosófica”.
* * *
78.- Fíjate en esta frase solemne que nadie discute y que se muestra así
perfectamente ajustada para auspiciar un discurso: “Por sobre todo la
verdad…”. Si es un filósofo quien lo dice pregúntale directa e
inmediatamente: “¿Qué es la verdad?”. Y verás que en ese punto
termina el discurso. O te dirá que hay muchas doctrinas sobre la verdad
y que sobre esto nunca se pondrán de acuerdo sus colegas. Entonces, tú
le preguntas: “¿Cómo pones primero lo que no sabes qué es?” Si no es
filósofo, averigua menos abstractamente preguntando con decisión si
engaña a su mujer, si miente a sus amigos, si tiene vicios. Le
preguntarás también si piensa por sobre todo en su bolsillo, porque en
este caso en su bolsillo estaría la verdad. Si responde a esto y a
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preguntas semejantes y no te golpea, ten por seguro que vale la pena
atender a lo que diga.
* * *
79.- Viene uno y muy suelto de cuerpo te dice: “Yo pienso como Marx”.
Tu responderás: “No te demores en repetirlo y sigue adelante con su
pensamiento”. Porque aquel que dice pensar como Marx no pasa de
alumno que repite una lección y no puede decir que piensa sino, a lo
más, que Marx piensa por él. Porque tú piensas, nadie lo discute; pero
no andarías con frases pedantes si pensaras como Marx.
* * *
* * *
81.- Para la oreja allí donde te hablan del justo medio; porque muchas
veces es justo situarse allí, pero otras tantas no hay medio que valga el
nombre. A tu derecha están los que defienden la explotación del hombre
por el hombre, a la izquierda los enemigos de toda explotación. ¿Me
dirás quienes están en el medio? Dicen algunos que debemos odiar al
enemigo y Jesús que debernos amarlo. Pregúntale a un cristiano si hay
entre tales extremos un justo medio. Mira, pues, atentamente cuando te
dicen: “Situémonos en el justo medio”, porque suele no ser más que
compromiso, inconsistencia y claudicación.
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82.- Suele emplear el sofista la frase aparentemente profunda del Bien
Común. Es un caso donde la existencia se establece con el expediente
del ruido solemne. Pero, coge un obrero del barrio Vivaceta y llévalo a
sentarse en una plaza del barrio alto; y verás cómo gritan las criadas y
recogen a los niños y proclaman que hay un roto desparramando piojos
sobre el Bien Común. Y llega un carabinero, y lo arresta; y lo ponen
entre rejas por vago e insolente. O puedes pedir al alcalde del barrio
Vivaceta que administre la parte correspondiente de Bien Común para
que sus habitantes conozcan la belleza de las flores y jueguen los niños
en un parque infantil. Me dirás que soy ingenuo; y yo te digo que es la
parte que me corresponde de ‘Bien Común’.
* * *
83.- Cuando escuches palabras sonoras y difíciles ten por seguro que se
emplean por razones de eufonía. Hay algunas que exige la moda. Por
ejemplo, te dicen: “Considerando el punto dialécticamente...”. Tú
preguntas: “¿Qué es dialéctica?” y vas a encontrar en la mayoría de los
casos que el sujeto en cuestión no sabe responder. Entonces tú
preguntas: “¿ Cómo puede usted considerar nada dialécticamente si no
sabe qué es dialéctica?”. Y te vas a transformar en un sujeto odioso con
tales actitudes; y esto, que has llegado a ser odioso, debes considerarlo
dialécticamente. Porque no eras odioso y ahora lo eres; y lo eres porque
reventaste con la frasecita: “Considerando el punto dialécticamente”.
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85.- Fíjate que cuando dice alguno: “A mí me gusta ser franco” lo que
ocurre casi siempre es que en esa situación nada costaba serlo. Porque
ya tú y el mundo entero estaban al tanto de sus intenciones o porque
era innecesario o imprudente seguir ocultando el juego, por eso vino
aquel y te dijo: “A mí me gusta ser franco”. Podemos decir de sujetos
como éste que “compran la virtud a huevo”.
* * *
86.- Repara en lo dañoso que puede ser quien dice a sus alumnos:
“Todos saben que según Kant…”. Porque frecuentemente tú no sabes; y
él – que por la mañana tampoco sabía – sabe que tú no sabes; y quiere
agrandarse respecto de ti con una frase. Y tú dices en tu fuero interno:
“¡Todos saben lo que yo no sé! ¿Qué hago, pues, aquí?”. Y te vas
avergonzando de no saber lo que nadie sabe, creyendo que lo saben
todos; ¡y tú eras el que esperábamos para que hubiera más verdad!
* * *
87.- Escucha el discurso del político que anuncia el alza del pan y que en
un punto de su discurso dice: “No olvidamos los millares de seres que
padecen hambre”. Y tú crees lo que dice; y como dice “no olvidamos”
piensas tú que de alguna manera padece hambre también el político de
nuestro discurso. Pero el político tampoco olvida que es hora de ir a
tomarse un trago. Y en los millones de hogares, donde no quitan los
niños el ojo de la cacerola y los ademanes de la madre, hay una
atmósfera nueva con matices de cuento de navidad; y todo ello porque
hay uno que dice – y además le creen – que él no olvida.
* * *
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88.- A veces, arrinconado, el sofista se quita la máscara de racionalidad,
y entonces aparece el cínico que siempre ha sido. Te dice: “Tengo
derecho a equivocarme”. Porque sabe que puede aplastarte con esa
frase; porque sabe que hay en ti un prejuicio sobre la intangibilidad
absoluta del ‘derecho’. Y tú no insistes más, porque tienes para ti que se
amparó en lugar inviolable. Pero mira: ¿Tiene nadie derecho a
equivocarse? A ese, pues, le respondes viva y prontamente: “Te
equivocas por naturaleza o desidia, no por derecho. Soy yo quien tiene
derecho a recriminarte y avergonzarte porque no pienses que puedes
equivocarte impunemente”.
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también ocurrió con Dios, que primero dijo: “¡Luz!” y como seguía tan
oscuro como antes optó por decir: “¡Luz!” y esta vez la luz fue hecha.
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* * *
93.- A veces te cierran la boca con esta frase contundente: “Nada hay
que justifique derramar la sangre de un hombre”. Y tú te llenas de
discursos y dices: “Sería revolucionario si no fuera que me parece
injustificable derramar sangre humana”. Y vas corriendo de un lado a
otro con la noticia del valor del hombre y su sangre inapreciable. Pero
yo te pregunto: “¿Qué vale más, la sangre de un hombre o la de miles?”
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Porque no se trata de derramar la sangre de un hombre en el vacío y
como si hubiéramos de hacer prietas con ella sino tomarla a precio de
libertad y justicia; de derramarla porque no viven los niños de escarbar
en los basurales, porque nunca más aplasten la vida de millones para
las cosquillas de uno, porque no tengan que abrir las piernas las mujeres
por oficio y para el pan de su madre. Pero tú te empecinas en el valor de
uno como cifra infinita. Y yo te digo: Eres un cobarde, un hipócrita o un
superficial.
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* * *
97.- Las figuras con los sentimientos son muchas y sutiles. Considera
que así como poniendo tú un profundo dolor en tus palabras llegan éstas
no obstante vacías al oído del otro, así también prestas de tu corazón a
las frases mentirosas que salieron vacías de su boca. Esto, sábelo muy
bien el sofista, y copiando de tu estilo afectivo abre con seguridad las
puertas de tu alma. ¡Y anda tú a entender qué extraño mundo! Porque
estás llorando dolores que no existen, encerrado en el círculo de tu
afectividad y transformado en la trampa de ti mismo.
* * *
98.- Toma por principio aguzar la atención cuando la frase está muy
bien compuesta. No olvides que cuando más bien compuestas están las
tumbas es cuando están más descompuestas. Esto lo digo pensando en
esos señores que declaman: “La democracia asegura el máximo de
libertad con el mínimo de coacción” o “Nuestro agasajado ganó el
máximo de dinero con el mínimo de trabajo”. Porque tales asuntos como
aquel sobre la democracia te parecen primorosamente presentados, y
así los dejas pasar en globo. Pero tú debes meterte dentro de la
sentencia y esforzarte por hacerte ojos con sus términos: Toma a un
obrero del carbón y encontrarás que la coacción es máxima y la libertad
mínima; toma a un señorito del Barrio Alto y encontrarás que la
proporción se invierte. Prueba también variando la sentencia, y pon:
“Ganó el máximo de dinero con el máximo de trabajo”. Y así
aprenderás; porque si es deseable y loable obtener con el mínimo de
esfuerzo el máximo de rendimiento, no vas por ello a entender que
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valga esto de uno en contraste con otros, ni que el rendimiento sea
dinero. Con el mismo esfuerzo no puedes aumentar el dinero que
obtienes a no ser que éste disminuya para el mismo esfuerzo de otro.
* * *
* * *
100.- Cuando estás en campaña por lo que sabes justo y grande, nunca
faltará alguno que te diga con extrañeza: “No logro percibir la necesidad
de lo que haces”. Porque, para él, estás cavando tu tumba y porque le
resulta odiosa tu entereza. Así, pues, hay hombres – y son muchos – que
consideran gratuitos tus actos más veraces. Descuéntalo de tus
ilusiones; pero no por eso dejes de ‘cavar tu tumba’.
* * *
* * *
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102.- Un antiguo amigo, a quien quiero bien por bueno y simple, tenía a
mucho orgullo tomar su taza de café todos los días, en el mismo lugar, a
la misma hora. Cuídate de caer en esta identidad forzada y frívola;
porque el sofista la conocerá y el día en que debas probar la fuerza de
tu brazo te quitará la espada argumentando: “¡Apúrate, tu café se
enfría!”. De igual especie es el argumento que el sofista adulón pone en
tu oído, diciendo: “Dirán de ti que eres un…”; y tú sientes horrores de
infidelidad, porque eras famoso hasta ahora precisamente porque “no
eras un…”.
* * *
* * *
* * *
105.- ¿Has visto esos brujos primitivos que echan sobre su cuerpo la piel
de animales feroces? Sostienen algunos que piensan procurarse con
este expediente un ánimo corajudo y terrible. Yo creo que más se
proponen asustar adoptando la apariencia de lo que no son. Cuando
escuches que te dicen la frase: “Sólo sé que nada sé” o “Debemos
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ofrecer la otra mejilla” recuerda al brujo de mi historia. Porque los
sofistas despellejaron a Jesús y a Sócrates; y se dividieron la piel sobre
sus cadáveres.
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CAPÍTULO III
* * *
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108.- Escucha qué frase más hermosa: “La sinrazón es también una
razón”. Así, también, te dicen que Alejandro desató el nudo gordiano a
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su manera; pero no lo desató, porque con golpe de espada no se
desatan nudos. El que afirma que la sinrazón es también una razón está
jugando con las palabras para remover las distinciones que tú debes
hacer si has de permanecer fiel a tu naturaleza. Y no debes pasar,
encantado por la lindeza del envoltorio, una siniestra contradicción.
Considéralo bien, comienzas en un certamen literario y terminas
colgando de la horca por razones… que eran sinrazones.
* * *
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absurdo debe ir al cesto de los papeles y en el caso de no quererlo así
no queda más facultad que la creencia para conservarlo en tu
convicción. Y tu procedes así; porque, aunque ello es absurdo, tienes
miedo o quieres vida fácil. Nada sé de este negocio; pero sí estoy seguro
de que haces una prostituta de tu creencia.
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ventaja que te sea favorable, para tener así gozo y satisfacción. Todo
esto es estúpido y no hace más que darte la ilusión que te mueves
vertiginosamente cuando a la verdad te pudres en la inacción. Ten una
caricatura del modo como inventas tu grandeza: A los catorce años
Alejandro no sabía extraer raíz cuadrada, y tú sí sabes; a los veinte años
César no había escrito sonetos, y tú cuentas una docena; a los
veinticinco años Shakespeare no había leído a Aristóteles, y tú ya
pusiste en escena dos tragedias aristotélicas y una comedia platónica.
Pero es claro que no por ello te transformas en un Alejandro, un César o
un Shakespeare. Y como corre el tiempo y ningún milagro se produce,
he aquí que aparece la operación contraria, y andas descontando diez
años perdidos por culpa de ‘la estúpida de tu mujer’ y otros diez en que
trataste de cuadrar el círculo.
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120.- Fíjate en la seriedad con que emplea las distinciones el sofista
delicado. Porque si tú le hablas de la esencia y la existencia
inmediatamente busca una esencia que no tenga existencia o una
existencia que no tenga esencia. Así se descubrieron la clase que no
tiene elementos, la proposición que no expresa ningún pensamiento, la
vivencia de la muerte, la opción de no optar, la percepción de la nada; y
también, por vía de implicación, la máscara de la máscara, la duda de la
duda, el disimulo del disimulo; y además un sinnúmero de cosas ‘puras’,
como el pensamiento puro, el derecho puro, la lógica pura y la ética
pura.
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126.- Considera también las veces en que suscribes una falsedad por el
simple hecho de que pone lo usual patas arriba. Tú estás aburrido de lo
usual, y si viene uno y te dice que si Caín no matara a Abel, matara éste
a Caín, te sientes encantado porque ahora todo es diferente y vas a
divertirte en forma. Reflexiona asimismo en la idea que pusieron sin
más trámites en tu cabeza: que en el fondo deseas poseer a tu madre y
deshacerte de tu padre. Pero, piensa con sinceridad: ¿Quieres poseer a
tu madre? ¿Quieres asesinar a tu padre? ¿Hubiera matado Abel a Caín?
* * *
* * *
128.- Escuchas que los poetas son los guardas del Ser; y corres donde
ellos en busca de la verdad. En casa de uno te dicen que salió a
conseguirse el Nóbel; en la de otro que abandonó a su mujer; al tercero
lo encuentras haciendo gárgaras con whisky porque debe cantar la
internacional; el cuarto disputa en un bar con el quinto los favores del
sexto. Los restantes andan de juerga porque uno de ellos ganó el premio
de una pandilla de exportadores. No hagas escándalo con ello, ponlo a
cuenta del Ser.
* * *
129.- Cuídate mucho de quienes dicen tener una solución para “el caso
del hombre”. Ciertamente, son charlatanes de marca; pero con ello no
se remueve el riesgo. Si afinas el ojo verás que siempre parten de una
Historia Universal, un Renacimiento, una Síntesis Medieval o un Mundo
Griego. Ninguno hay que se preocupe de eliminar el colonialismo y la
miseria. Todos, sin excepción, manejan enormes abstracciones y
barajan combinaciones entre ellas. Te hablan de Tecnicismo, de la
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Cosificación del Hombre, de la Nueva Síntesis, del Encuentro entre
Oriente y Occidente. Pero, atiende: corre el whisky en sus reuniones y
viajan de un punto a otro con su cámara fotográfica y su elegante
señora. Porque nadie tiene brazos que abarquen el mundo; y el hombre
responsable mide la acción con el alcance de sus brazos. Por eso, si
encuentras a uno que se preocupa de tu formación y de que crezcas y
trabajes sin presumir para eliminar la miseria en torno tuyo, hazte su
discípulo y no alborotes.
* * *
* * *
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* * *
132.- Hay el delicado indigente que imita como puede a sus mayores.
Toma un ejemplo: Te dice que “esto” se indica con dedo vertical; “eso”,
con dedo oblicuo; “aquello”, con dedo horizontal. Y de aquí saca
argumentos sobre las relaciones entre la mostración y el ángulo recto.
¿Te da pena? Y yo te digo que no te pongas de listo, porque puedes caer
en sus redes y decir a tus alumnos que las ‘categorías’ del ‘porque’ y
‘con’ forman el ‘porque-con’, y que acerca de ello proyectas escribir un
ensayo.
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CAPÍTULO IV
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tratara de una torta. Porque debes hacer una distinción inteligente, no lo
niego; sólo que si es inteligente la distinción verás la relación de lo
político y lo gremial, cómo pasa una cosa a la otra y conversamente; y
así verás que el todo no es un edificio de departamentos, sino que tal
representación es la que el sofista quiere que construyas y fijes en tu
cabeza, para cerrarte la puerta alegando que se trata del departamento
político y echarte a la calle argumentando qué allí está lo gremial.
* * *
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iniciará la disputa en términos teóricos. Por ejemplo, que tal es la
esencia y significado del insulto, tal de la agresión. Pero tú no quitarás el
ojo de las cosas y así vencerás al teórico. Mira, ahora, cómo se hincha y
dice: “Dejemos la teoría y vengamos a los hechos”. Y entonces, lo atajas
tú, diciendo: “Insultaron a mi padre, golpearon a mi amigo”.
* * *
* * *
141.- Calcula muy bien el sofista omniabarcante la ruta por donde puede
salir sin compromiso; y viendo que en el auditorio está un colega de la
academia sabe que no puede declarar en cuanto académico; ni en
cuanto liberal, porque está presente el secretario del partido; ni en
cuanto ministro porque el presidente está escuchando; ni en cuanto
marido porque están su mujer y su amante. Pero, helo aquí
transformado en apicultor, lo que le permite declarar que admira la
neutralidad sexual de las abejas.
* * *
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muestran, que hay daños objetivos, y que los circunstantes pueden
comprobar objetivamente todo lo dicho. Por la noche, el sofista
celebrará su triunfo con sus cofrades, que beberán a su salud por haber
logrado su objetivo.
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representaciones que te haces con estas grandes frases. ¿Lo hiciste ya?
Dime ahora: ¿No sientes vergüenza de estar a la altura de los tiempos
en que creías en el viejito pascuero? ¿Y cómo no buscará el sofista – que
conoce el estado lamentable de tus ideas mejor que tú mismo –
encantarte con empastes al modo de “La ética y la técnica”, “El
humanismo del futuro”, “Yoga y trabajo asalariado” y otros alfajores
como éstos? Ten por descontado que, habiendo el sofista colgado el
título: “América y la Cultura de los Brujos” y encontrando llena la sala de
conferencias, procederá como si todos allí creyeran en el viejito
pascuero. Y, desde luego, no se engaña.
* * *
* * *
147.- Nota que se atribuye suma honestidad a aquel que dice “haced
como digo, no como hago”. Porque él mismo reconoce la divergencia
entre sus palabras y sus hechos y te recomienda las primeras. Pero yo
te digo que más te vale no hacer como éste dice; porque nada impide a
un hipócrita mentir; ni puede tener mucha importancia lo que diga este
rufián confeso.
* * *
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cabezas; y aplica este conocimiento para matar muchos pájaros de un
tiro y jugar al fútbol con aquél en contra del seleccionado de los
arcángeles y arrullarse con éste en el eco infinito de su yo.
* * *
149.- Pon atención cuando uno suscribe las distinciones y las mantiene
firmes como si tuviera en sus manos los primeros principios. Porque,
dime tú: ¿por qué sería clara la distinción en los comienzos? ¿Y por qué
no sería lo que llamas distinción un cierto modo de presentarse por
primera vez la confusión misma? Porque dices tú: “O determinismo o
libertad”. Y te parece clara la disyunción, y estás dispuesto a disparar
bombas desde una disyuntiva sobre la otra. Pero, dime: ¿Conoces los
principios de la libertad, conoces los principios del determinismo? No los
conoces pero dices: “determinismo o libertad”; y no te mueven de allí
ni los rayos de Júpiter. Pero, si el mundo te decepcionara sobre el modo
como lo piensas, ¿vas tú a levantar a la vida los millones que cayeron
porque tú decías determinismo, porque tú decías libertad?
* * *
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temprano; y le encargas no-A para la tarde. Al día siguiente te tiene la
prueba de ambas: que según Tomás, A; y según el sublime Jesús, no-A.
* * *
152.- Cuando, sin que importe su cara, está ante ti un señor que hace
enormes sentencias con los derechos, ten por seguro que estás ante un
facineroso o ante un corderillo que no vale la pena tomar en cuenta. El
primero es persona que identificarás pronto y fácilmente, porque tiene
la manía de emplear adjetivos como ‘sagrado’, ‘inexpugnable’,
‘incólume’, ‘inalienable’ y muchos otros cuyo ruido sonoroso te será
inconfundible. Es sumamente insinuoso y nocivo como el mercurio. Por
ejemplo, puede decirte: “No estoy de acuerdo contigo, pero gustoso
daría mi sangre por tu derecho a defender tu doctrina”. Esto, que te
llena el alma de llanto, te lo dice cuando tienes puesta ya la cabeza bajo
la guillotina. Y desde luego que otro tanto le dijo ya al verdugo.
* * *
153.- Aprende del sofista, y cuando uno te venga con el distingo entre
comportamiento e intención, simula sorpresa y dile así: “¡Cómo! ¿No
hubo, pues, intención? Entonces, ¿qué haremos con estos hechos que
existen sin propósito ni inteligencia? ¿Y te figuras qué cantidad de ellos
habrá que pasan por historia? Acaso César no tenía intención de cruzar
el Rubicón, acaso Pilatos no tenía intención de crucificar a Jesús… ¡Dios
mío, Dios mío, me parece que ha salido de manos del hombre un mundo
sin sentido si no admites en todo la intención!” No te lo aseguro, pero
creo que muchos sofistas arrancarán ante este discurso como si se
tratara de las garras de un colega.
* * *
154.- Uno te dice: “No solamente soy dueño de mis intenciones sino
también de sus resultados”. Y tú responderás que está muy bien y que
ha sumado un metro a su estatura. Pero que no haga aspavientos y que
se felicite del precio que ha exigido la experiencia en su caso: porque de
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los pocos que conocen esta lección la mayoría pagó con la vida de su
hermano o el corazón de un amigo.
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los cobardes, inventada en principio para sujetar a los fuertes!” Sólo
habría que agregar: “y para consolar a los débiles y divulgada por los
astutos”.
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humanismo. Así, pues, nunca encontrarás razón firme para oponer tu
interés particular al interés de muchos. Todo esto es verdad; pero
cuídate de la figura mimetizada del sofista cuando deja caer sobre tu
cabeza el interés general. Porque, viendo tú venir bajo el estandarte
“Interés general” una muchedumbre de banqueros, financistas,
industriales, comerciantes, rentistas y parásitos aledaños, te olvidas de
mirar a tus espaldas donde están casi todos los hombres, hundidos en el
hambre y el abandono.
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CAPÍTULO V
161.- Finalmente, te hablaré del sofista que te encanta tratando sin más
del mundo. Es el más poderoso de cuantos te he presentado y
sumamente influyente en espíritus jóvenes. Porque, siendo joven, es
casi natural que quieras conocer el número y configuración de las
ruedas del mundo; y también natural que al respecto te satisfagas con
poco. Te puedes representar a estos personajes como una serie de
sepultureros en que cada uno entierra al anterior. O, también, viene uno
y hace una fotografía del mundo; y el que sigue hace una fotografía del
mundo con el primer fotógrafo operando; pero, he aquí a un tercero
fotografiando al mundo, al fotógrafo del mundo y al fotógrafo del
fotógrafo del mundo. La serie termina cuando uno dice que el mundo no
puede fotografiarse, que hay que cinematografiarlo. Y allí comienza una
nueva serie…
A veces te ocurre oírles preguntar con asombro: “¿Es posible que
dudes de que dudas?” o “¿Sabes que no sabes que yo sé que tú sabes?”
o “¿Crees que debes desear lo que quieres?” o “¿Cuál es la posibilidad
que hace imposible toda posibilidad?” o “¿Es necesariamente
necesariamente necesario?” Y de preguntas como éstas hacen ocasión
de las más extraordinarias reflexiones sobre la naturaleza del diablo,
sobre las tentaciones de San Antonio, sobre si Dios hizo el mundo a
patadas o por la mera fuerza de su voluntad, sobre la guerra como
sustancia de todas las cosas, sobre el instinto de muerte y la decadencia
del mundo.
El lugar donde se hacen polvo de nada estas especulaciones está
formado por las situaciones vitales donde tienes tú ocasión de probarte
y probar a los otros. Porque entonces percibes cabalmente que los
hombres tienen hábitos literarios y gustan de fingir enormes cosas en el
elemento dúctil y variadísimo de las palabras; porque no hacen más
resistencia las palabras a quien las emplea que aquella que les viene
por vía gramatical; de modo que tú puedes decir “Yo soy el centro del
universo” y ni toda una academia de gramáticos encontraría objeción
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que hacerte. Pero, anda tú, centro del universo, y actúa como tal; y
sentirás que te llueven palos desde la periferia. Así, también, puedes
decir con el beneplácito de la sintaxis que “la comunicación no es
posible”; pero he aquí que enferma de muerte tu madre y, si no eres
mal nacido, enfermas tú también de muerte.
Pero tú eres joven, y no te exige el mundo. De modo que no tienes
otra manera de escapar a las grandes frases del sofista que aplicando tu
imaginación y esforzándote en variedad y profundidad, y creando
situaciones y midiendo con ellas las doctrinas grandiosas que te han
sido propuestas. Busca pues en ti el instinto de muerte, busca en ti la
voluntad de poder. Y como no encuentras en ti tales cosas, busca sus
señas fuera y esfuérzate por averiguar si está hecho el mundo con ellas.
Y donde las encuentres, dirígete a las fuerzas que le son opuestas y
juzga del todo por sus partes, y de la evolución deseable y probable de
la pugna. Y trata de precisar sobre la lucha; si es a muerte, si una parte
es contraria a la muerte, si es espiritual y busca la convivencia, si está
enraizada en la naturaleza humana misma o busca la libre expresión de
esta naturaleza.
Y, puesto que no pones manos en ello todavía, contempla tu modo
de ser y reaccionar cuando ves los niños miserables que amontonan
basura a orillas del río para su fuego y calor; y deduce de aquí sobre
quién eres y qué esperas de ti; y compara la acción tuya que así
imaginas con las doctrinas que te enseñan. Decide si amas y puedes
amar en la forma absoluta como te hablan de amor; o si puedes y debes
actuar como exige la voluntad de poder. Y nunca quedes fijo en
generalidades sino que mira a esa mujer sentada junto a ese cesto de
verduras y trata de leer en sus ojos y mira cómo son grises sus cabellos
y como cuelgan sus mejillas; y piensa en los niños que aguardan su
regreso para tener un pan. Y entonces esfuérzate por ver en esta escena
y en miles como ésta qué dice el mundo de tus generalidades sobre el
amor, el instinto de muerte o la voluntad de poder. Porque te aguarda
vida por delante; y si no vives con seriedad, no vives. Así, pues,
especifica siempre: mientras tratas con el portero, cuando no cediste
donde debiste ceder, cuando fuiste engañado o engañaste. Y observa
también al que dice grandes cosas: cómo reacciona cuando se trata de
su tiempo, de su placer o su bolsillo. Porque – como te conté más atrás –
te dirán: “Haz como digo, no como hago”; pero tú no olvides que un
hombre no tiene más autoridad que la que dan sus acciones. Si quieres
dar muerte a uno, aconséjate con un asesino; pero no te dirijas a él si tu
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propósito es otro. Veamos ahora algunas figuras del sofista
grandilocuente.
* * *
162.- Te dicen, por ejemplo: “Si Dios no existe, todo está permitido”.
Imagina que recorres la historia y que preguntas sobre los actos más
horribles. ¿No mataron a Jesús que era bueno? ¿No asesinaron a
Sócrates que era sabio? ¿No saquearon Constantinopla con el
argumento del Santo Sepulcro? ¿No explotaron y explotan los
poderosos, continentes enteros? ¿No mueren por miles los vietnamitas
porque lo quiere así el ‘mundo libre’? ¿Y el tendero que lo necesita para
aplazar sus deudas, no prostituye a su hija? ¿No despedazaron vírgenes,
madres, ancianos y niños por millones? ¿No fueron hechos esclavos los
negros? Todo ello fue así. ¿Y me vas a decir que hay un ‘Código Moral’ o
alguna otra estupidez te sale de la cabeza para probarme que no está
permitido? Así, pues, a quien formula aquella implicación se le pedirá
que ponga un hecho, uno sólo, que no esté permitido; y no le quedará
más que alegar que “de un modo absoluto nada hay que no sea
permitido; pero que de un modo relativo hay muchas cosas que el
hombre repudia”. Pero tú contestas: “Entonces, cualquier acto está
permitido, todo es cuestión de inventarle condiciones”. Y cuando tú
digas esto, el sofista se sentirá tocado en el tuétano profesional.
* * *
163.- Pero, mira que se levanta otro y dice: “Está bien, Dios ha muerto,
luego, todo está permitido”. Entonces tú replicas: “Te equivocas, porque
es nuestra la responsabilidad de dar lugar a cuanto pugna en el hombre
por ser; y puesto que son los tuyos que han enloquecido sin Dios, poco o
nada les será permitido; y para poner freno a sus locuras no vacilaremos
en llegar a la violencia. Y cuando los hombres realicen esta latente
verdad: que son iguales, entonces, bajo la ley inamovible y ya real de
esta igualdad, todo les será permitido”.
* * *
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164.- Escucha al que te habla de fuerzas irracionales; pero, observa que
compone sus discursos con antecedentes y consiguientes, todo en
perfecta racionalidad. Y con lo irracional – así ocurre siempre – pretende
formar la parte más sustancial del hombre. Haz una prueba, si te
atreves: Adelántate, coge la botella de agua, infaltable en la mesa del
conferenciante, y vuélcala sobre su cabeza. Tú puedes alegar que fue un
acto irracional y, así, verificatorio de la doctrina sostenida. Pero el
conferenciante gritará: “¡Saquen este loco!” Y por irracional te echarán
de la sala a puntapiés.
* * *
165.- También está el que propone “una nueva síntesis”. En estos casos
los términos socorridos son de las especies “tecnocracia” y
“cosificación”. El que propone la nueva síntesis abomina de estos
monstruos. Pero, observa cómo pregunta si están bien instalados los
micrófonos y cómo se ha maquillado y sonríe a las cámaras de la
televisión. En cuanto a la cosificación, no tienes más que averiguar
cómo trata en su casa a la servidumbre. A estos enemigos de la técnica
los liquidas preguntándoles: ¿No cree usted que la técnica facilita el
trabajo y que no cosifica, sino que el régimen de la propiedad
explotando a muchos los transforma en partes de la máquina durante el
tiempo que exige la plusvalía? La ‘nueva síntesis’ consiste casi siempre
en buscar el acuerdo entre técnica y humanismo. Todo se reduce a la
apelación vehemente y moralizante hecha al capitalista para que sea
más humano. Y el capitalista, entonces, responde poniendo parlantes en
el taller; porque con música apropiada descubrió que el obrero rinde
más.
* * *
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de la persona, cultura, conciencia de los ‘orígenes’ – y propiciar una
gran campaña espiritual. Yo te voy a contar una historia: los burros,
desde los tiempos en que fueron reducidos por y para el hombre, se
reúnen y nunca faltan dos o tres que les hablan sobre el ‘en y para sí’ y
sobre el ‘ingrediente’ asnal en el desarrollo libre de la Idea.
* * *
* * *
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indeleble, además del sofista que cobra los dividendos de toda esta
patraña.
* * *
* * *
170.- Hombres hay que han tenido y tienen “grandes intuiciones”, pero
no cuenta tanto esto como el trabajo que han hecho con su intuición;
porque puedes concluir por tu cuenta sobre qué es libertad y cómo la
libertad no existe; pero no por eso eres ya un Lenin o un Mao y en tu
tumba puede no caber otra frase que “Fulano; nació aquí, murió allí”.
Ocurre, pues, que tú abres el diario y te das de narices con la gran
intuición de Jorgito y quien la comenta es otro Jorgito. Y así va la gran
intuición de mano en mano; pero nadie se atreve a hacer algo con ella y
así darle nombre verdadero de gran intuición.
* * *
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el corazón con un detalle criminal cualquiera – por ejemplo, de las vidas
que aplastaron la violencia sexual y la envidia de aquel cuyo busto está
en la plaza – y tú convienes con él que un día nos harán justicia; y lloras
un poco y duermes más tranquilo. Y yo te digo: “Dejaste que pasara la
mayor; porque si Dios existe y ha de poner juicio el día postrero ¿qué
más puedes pedir?” Pero, considera: si Dios no existe, te transformarás
en un león y equilibrarás la injusticia del pasado con la justicia del
futuro.
* * *
* * *
* * *
174.- Cuando escuches decir que hay una concepción del mundo en el
modo como cogen su taza de té las señoritas o en la manera de gritar
¡manzanas! el frutero, ten por seguro que tropezaste con un aprendiz de
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brujo. Se trata de uno que te llenará la cabeza de frases sobre la
resonancia del todo en la mónada, sobre la fenomenología de las
correspondencias, sobre el ser en el otro y otro en el ser y cosas
maravillosas como éstas. Al tal obsérvalo y a la primera suéltale sin
piedad la frase: “Yo veo una concepción del mundo en el modo como
saca usted la billetera”.
* * *
175.- Entre los sofistas grandilocuentes, abundan los que “abren nuevas
canteras para que en ellas trabajen los hombres”. Para atinar en esto
afinas el ojo y miras derecho hacia “las canteras”; porque a veces se
trata del descubrimiento de la rueda – como cuando te dicen “debemos
crear la ciencia política” – otras de la cuadratura del círculo – como
cuando proponen “la totalización de todas las totalizaciones”. Otro
modo de identificarlos consiste en recolectar los nombres de las ciencias
nuevas que proponen. Por ejemplo, si uno habla de “angustiología”,
“cabalgomática”, “tolerometría” o “filosonomía”, ten por seguro que se
trata de un señor con canteras.
* * *
* * *
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177.- Si te hablan del avance incontenible de la historia y que nada
puede detenerlo, fíjate en lo que ponen después. Porque tú, ante
tamaña avalancha, puedes conceder que es para ti incontenible; pero,
claro está, muy bien pudiera ser que el contenido que se atribuye a la
historia no fuera el verdadero contenido; y tú, aplastado por la mayor,
dejas pasar la menor por entre los resquicios de un ánimo espantado.
Porque, mira los alegatos olímpicos del fascismo sobre el avance
incontenible de la historia; pero tú ves ahora que no era el fascismo el
que avanzaba inconteniblemente. Esta figura presenta multitud de
variaciones como “La realización plena del hombre”, “El destino
histórico de América”, “La explosión de los pueblos subdesarrollados”,
“El momento histórico trascendental por que cruzamos”; y tú no debes
dejarte aplastar por este ruido sino atender al contenido y orientación
subordinado a tan enormes frases.
* * *
* * *
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esto lección y represéntate la libertad sólo como una condición de la
vida que haces, es decir, del compromiso o el amor. Así, no harás
escándalo con tu libertad y verás que vale más tu vida cuando aceptas y
reconoces la mediación de otros. Y no veas en éstos unas cosas o
máquinas que niegan tu libertad; porque ellos están a la espera del
encuentro siendo tus iguales y anhelando crear contigo el elemento
universal y existente de la igualdad. Y así ves en perspectiva diferente
que el hombre como especie, está destinado a expresar la realidad en el
modo de la libertad; y ves también que hay factores contrarios en esta
forma más alta; porque una cosa es el amor, otra el compromiso. Y no
quieras tú, pedazo de nonada, realizar lo divino absorbiendo el
compromiso en el amor; porque eso no es más que un argumento para
echarte a dormir.
* * *
180.- Sobre el afán que todos los hombres sienten de escribir siquiera
sus iniciales en el firmamento nunca dejes de pensar que es así, y hasta
el punto de no reparar en perjuicios enormes. No tienes más que
recordar las pirámides de Egipto o si prefieres la historia de un hombre
cuyo entierro se efectuará un día de estos: Queriendo dejar posteridad y
no saliéndole idea ninguna de su cabeza, comenzó a destruirlo todo en
torno; porque verificaran los hombres por mera inspección que la tierra
no es redonda.
* * *
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Rodríguez o si andando el tiempo pasarán los nazistas o los socialistas.
¡Ingenuo! ¿Tratarías de sacar un sentimiento de una ecuación? Claro
está, no por eso vas a arrancar a las antípodas y tener el sentimiento
por cosa divina.
* * *
182.- Hay frases llenas de arcaico prestigio que emplea el sofista como
cartas marcadas. Así, por ejemplo, te habla de la “armonía
preestablecida” para significar que en un mundo lleno de Caperucitas
son necesarios los lobos. “Porque – te dice – Dios, pletórico de bien, no
podía dejar de hacer tantas Caperucitas como pudiera; pero ¡ay, dolor!
no era posible hacerlas sin este malhadado subproducto que se nombra
lobo. Y Dios, geómetra habilidoso, hizo el máximo de Caperucitas con el
mínimo de lobos”. El que esto dice, cobra su cheque todos los sábados
en casa del lobo. Anda pues despierto; porque no es difícil desarmarlo.
No dejes pasar los lobos aunque debas gastar en ello todas las
Caperucitas, no dejes pasar las Caperucitas y los lobos se morirán de
hambre.
* * *
* * *
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tales cosas son distintas y cada una real por sí parece imposible la unión
firme y consumatoria de ellas; porque, segundo, tal unidad queda
flotando sin razón y sin agente; y porque, tercero, no lograrás entender
qué relación sea ésta que une cosas distintas y separadas. Así, por
ejemplo, no creas que andan tan separados el pensamiento y la realidad
o, como puede también decirse, el curso y unión de las ideas en tu
cabeza y el curso y unión de las cosas fuera de tu cabeza. Es cierto que
abundan las personas que actúan suponiendo esta división y que así,
desconfían unos y engañan otros; los tales, cuando tienen inclinaciones
especulativas, levantan problemas sobre la verdad, sobre el profundo
enigma del conocimiento que pone en relación los hemisferios
separados de la existencia y el pensamiento. Si no llegas a percibir que
el pensamiento no es cosa distinta de la realidad así como aparece y
vive en tu experiencia y que, entonces, eres todo verdadero y todo real
a tu manera y medida, y si por el contrario crees en un interior
monádico donde estás como enquistado y ajeno al entorno, entonces,
jugarás un papel de sonámbulo, la verdad será tu joroba y servirás de
camello al sofista.
* * *
185.- Si con todo piensas que el curso del pensamiento de una parte y el
de las cosas de otra son hemisferios separados y sólo exteriormente
acordados, siéntalo como dogma o suscríbelo como misterio; porque no
tendrás éxito tratando de resolver este enigma y no te será de provecho
sino para embotamiento y cobardía. Acuérdate de mí: un buen día
violarán a tu hermana o burlarán a tu madre y tú ni cuenta te darás de
ello porque habrás perdido el sentido de las cosas y andarás flotando en
el escepticismo y la inacción.
* * *
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negarlo. Un ser vivió contigo dentro de su cuerpo y por aquel largo
entonces casi todos sus movimientos fueron por ti, y sus pensamientos
para ti. Piensa en esto y si no sientes amor por tu madre y
responsabilidad por la vida que te dio, puedes entonces decir que fuiste
arrojado al mundo sin quererlo. Yo diría otra cosa.
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FINAL
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Y dedícate a extirpar la vanidad que parece condición general. Lo
lograrás rehuyendo el aplauso y repasando tus actos bajos, que son más
de lo que crees. Y también considerando los hombres que están por
sobre ti, que son más de lo que crees. Porque a la vuelta de la esquina
vive la viuda de uno que dio su vida por la justicia, y ni tú ni yo la hemos
dado.
Y cuídate de caer en el reducto de las palabras; porque si sólo
atiendes a las palabras es seguro que el hombre no lo verás. Mira pues
en sus ojos y su rostro: si ríe cuando dice esto, si llora cuando aquello. Y
compara siempre los gestos que hace quien te habla con lo que dice.
Esfuérzate por saber del hombre sin que te hable, es decir, por su
manera y comportamiento. Recuerda que Jesús juntó a sus discípulos
por mera inspección; y no se equivocó con once de los doce.
Si el sofista, ante tu refutación, se torna plañidero, haz como si
oyeras llover, que no busca más resultado que embaucarte.
Si la multitud se vuelve contra ti en defensa del sofista, no alegues
más allí que pierdes el tiempo.
Si el sofista te deja caer encima muchos libros respóndele que
argumente con razones no con ladrillos.
Si el sofista te sorprende en contradicción por lo que dices al
refutarlo y lo que haces, tómalo para edificación tuya, reconociendo que
estás en falta; pero pídele que responda y que no confunda la verdad
con tu vergüenza.
Si alguno habla de cosas que son nuevas para ti, calla y escucha;
no andes deseoso de aparentar que puedes tratar de todo. Y dale
vueltas al asunto informándote y buscando la experiencia. Porque a uno
le hablaron de la soledad del hombre y salió a escribir un ensayo que
mostraba orgulloso a sus amigos: y el entusiasmo y la admiración de
éstos eran prueba de la falsedad del ensayo.
Y repara que los hombres buscan la confianza y afirmación de sí
mismos negando lo que otros sostienen. Pero no niegues al buen tuntún,
porque esto es mala conciencia o estupidez; niega al sofista, que así te
afirmarás sobre tus pies con provecho público.
Y cuando niegues, esfuérzate por encontrar las razones de tu
negación; porque si lo haces así, creces a la vista de los ojos; y si no,
estás a un paso de la sofistería. Negar es fácil, pero no lo es saber
distintamente por qué se niega. Si tú llegas a verificar en manera
determinada y viva que niegas esto o aquello porque amas, andas cerca
de la sabiduría.
Cuando niegas a un sofista con otro sofista no has hecho más que
verificar las inconsistencias de la sofistería; esto es veleidad que puede
corromperte.
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* * *
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Toma, finalmente, otro ejemplo: Te es propuesta una sentencia,
por ejemplo, “El trabajo asalariado es una forma más de esclavitud”, y
tú aceptas. Si procediste seriamente es que consideraste las razones en
pro y en contra y comparaste unas con otras y pusiste en ambos
extremos de la balanza tus convicciones y sentimientos, tus deseos y
experiencias. Y encontraste conflictos de unas cosas con otras; por
ejemplo, que quieres vivir con veracidad, de un lado, que no puede
haber veracidad en un clima de injusticia, del otro. Y tú deseas relegar la
esclavitud al pasado; pero los hechos presentes molestan tus deseos. Y
si tú procedes como si la proposición propuesta fuera falsa, observas
que te arrastran los hechos y te transformas en un pobre diablo. Y así,
molesto de compulsión y desidia, te enderezas con lo que llevas dentro,
porque eres hombre; y opones a los hechos tu humanidad. Y tu
humanidad, de una parte, los hechos, de la otra, entran en conflicto; y la
solución del conflicto es la proposición que haces sobre la esclavitud del
hombre asalariado; y, repito, si la hiciste seriamente te dispones a la
acción. Porque una proposición como ésta, que tú afirmas, y que no te
empuja a actuar es como un huevo sin yema; y tú que la haces eres
menos que nada.
Ahora, fíjate: el sofista conoce las condiciones de los actos y, sea
para inhibirlos, sea para desprestigiarlos, pone la atención en una de sus
condiciones con exclusión de las otras. Y te dice que la conmiseración es
egoísmo, porque hace al decirlo abstracción de la menesterosidad. O
dice que tu repudio de la esclavitud es resentimiento, porque hace al
decirlo abstracción de los hechos que repudias. Y siempre procede así:
Separa tu anhelo y gozo de vivir para poder aplastarte con la muerte y
sus partes aledañas; separa la culpa y enfatiza sobre ella sin considerar
que te toca una culpa por cada cien actos limpios; si saliste a la calle y
arriesgaste la vida protestando, te dice que fue por afán de destacarte;
si no saliste, que eres un cobarde. El sofista conoce la índole dialéctica
de todas las cosas y conoce también los procedimientos abstractos con
que ordinariamente nos aproximamos a ellas. Y combinando una
manera con otra campea allí donde la gente no reflexiona por falta de
tiempo y urgencias del estómago.
Pero tú, joven amigo, estás llamado a atajarlo. Ármate hasta los
dientes para ello y no tengas piedad. Y le dirás: “Tú, descastado, hiciste
las preparatorias de la escuela dialéctica; y encontraste que bastaba lo
aprendido para llenarte el bolsillo. Pero conmigo no pasarás, porque te
conozco por dentro y te pondré pleito sin tregua; y lucharé porque se
levanten los hombres hasta la verdad que traicionaste; y cuando ocurra
así quedarás a la vista de todos y no servirás entonces ni para el museo
de los adefesios”.
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