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301-330
Annelicsc Meis W.
Profesora de la Facultad de Teología
Pontificia Universidad Católica de Chile
El presente estudio se origina en la urgencia del diálogo ecuménico hoy: la herida, que
desgarra a la Iglesia hace cuatro siglos, sigue abierta en medio nuestro. Voces disonantes se
entrecruzan sin acierto, a la vez que gestos heroicos de reconciliación sacuden la conviven-
cia cotidiana sin ocultar que el corazón continúa desangrándose. Si a trasluz de tales hechos
la investigación se detiene en las obras de dos figuras sobresalientes por su peculiar
relevancia ecuménica, Hans Urs van Balthasar y Karl Barth, ella no busca recetas ni esque-
mas para avanzar por un camino cada vez más escabroso. Intenta, más bien, seguir los
principales pasos dados por ambos autores, hacia su encuentro profundo, tanto como una
lectura aproximativa lo permita.
La presente Lecfura comparativa asimétrica capta tal encuentro en hondura, en la
medida en que comienza a cristalizarse hacia fracciones nítidas e inauditas, cuando
parte desde las líneas trazadas por Hans Urs van Balthasar -en su estudio Karl Barth
( 1)-, con cierta semejanza como aquel solía encaminarse a la casa de su amigo en
Basi lea, con los discos de Mozart debajo del brazo para descubrir al mismo Barth en
sus propios escritos. Es así que la manera barthiana de pensar adquiere aquella "forma
bella", quc la ascmeja tanto a como Hans Urs van Balthasar hace Teología (2). Y surge
11I H. URS VD." BALTIIASAR.Ki/r/ Bi/rlh. D"r.l'/e!!ullí< Ulld DeUIUIlí< seillcr Tlleo!ot;ie, 2" ed .. Kbln, J 95 J:
(¡/orill.Ulli/ C.flélim /clllríí<im, Madrid 1985ss: v. l La percepción de la forma: v. 2: Estilos ecle-
siásticos: v. 7: Teología/Nuevo TeslamenlO. Thcodmmatik JI/I: J1!2, JIT, EinsiedeJn 197355 (= TD);
CI: El camino de acceso a la realidad de J)ios, en MS TTlI, Madrid, 1977, 29-52; El Misterio
pascual, MS lll, ó6ó-XI4: CI: Intento de resumir mi pensamiento, Communio (esp.) 10 (1988) 284-
XX: Epi/og .. Einsiedcln, 19X7: Mein Wcrk. Durchblicke, Einsiede1n, /990: Ensayos Teológicos, I
Verhulll Caro, Madrid. 1964: Rechenschaf!, 1905, ed. B. WIDMERCf. K. LEHMANN/ W. KASPER
leds.). Hans Urs van Balthasar. Gestalt und Werk (Communio) Kbln, 1989: Cf. E. Gl'ERRIERO,Hans
Urs von Balthasar. Eine Monographie, Einsiedeln, 1993.
(2) K. BARTH, Fides quaen:ns intellectulll. Anselllls Beweis der Existenz Gottes ¡m Zusalllmenhang
seill~s theologischen Progranlllls, 1931. Herallsgegeben von Eberhard Jüngel und Ingolf U. Dalferth,
2.a ~d .. Zürich, 19R6: The word of God and Ihe Word of Man, translated with a new Foreword by
[)oui'las Horton, Das WortGottes lInd die Theologie I92R, New York, 1957: Doglllatik im
Grulldriss. 6.a ed. (1947l. Zürich. In3: Ensayos teológicos, Barcelona, 1978. Die Kirchliche
.lOc ANNELlESE MEIS
también la pregunta: ¿.qué es lo que separa a estos dos teólogos. en definitiva, aparte de
ser protestante o católico? Además -he ahí la gran paradoja-, Karl Barth -aunque a
duras fuerzas. pero con aquella genialidad y el humor que le caracterizan- se ve
desplazándose sin cesar hacia aquel lugar, donde Balthasar desde siempre ya
se encuentra.
Sin duda, un diálogo ecuménico de tal índole compromete las dimensiones más
variadas del quehacer teológico, a partir del hecho de que ambos autores no sólo son
teólogos eminentes, también pastores solícitos y hombres espirituales; ellos nutren su
Teología de las profundas experiencias místicas, que traslucen con fuerza en sus escri-
tos, lo cual, en lo que se refiere a los barthianos. no deja de ser un desafío inusitado
para la mente católica, como lo advierte el mismo Balthasar. ¿Será, tal vez que a causa
de estas experiencias sus teologías se hacen tan permeables una para la otra? Lo que no
puede negarse es que estos escritos brotan de un "celo devorador" sincero, celo que
hace estallar a ambos contra una Teología liberal, cuyo punto de partida "desde el
hombre" requiere ser sustituido por una inversión metodológica fragante: se parte "des-
de Dios". Paradójicamente, sin embargo, este "punto de partida" lleva a privilegiar 10
concreto con desmedro de lo abstracto, porque, para los dos, Dios es concreto.
Con ello emergen los primeros contornos de aquella manera de pensar que ambos
teólogos tienen en común. Pero esto no basta: la unión no es producto uniforme de
consensos baratos, requiere adentrarse en la alteridad, en la manera peculiar de ser y
pensar del otro, su Denkfor111. Balthasar parece nunca concluir de sentirse interpelado
por los "puntos de vista", tal como el pensar barthiano se le articula (3). Lo mismo vale
de Barth. quien se deja contrarrestar y completar en sus afirmaciones por Balthasar y
sus "contrapuntos", acogiendo al amigo como aquel entre los teólogos católicos que se
atreve a exponerse a los riesgos profundos de la búsqueda de la verdad (4). Lo cual
lleva a que Balthasar nunca se pierda en generalidades en su respuesta a Barth, sino le
plantee aquellas preguntas centrales precisas, que abren la totalidad de la obra
barthiana.
Una lectura atenta de la obra barthiana, a partir de tales preguntas, descubre las
peculiaridades más nítidas de la Denkfor111 del otro como otra y que como tal entra en
unísono con la propia. Por lo mismo, ambos modos de pensar nunca son definitivos;
por el contrario. siempre se encuentran oscilando entre su "punto de partida", que
tienen en común, los "puntos" y "contrapuntos" y el "punto de llegada", que nunca
Dogmatik 111/1: 111/2: lVII: IV/2. Zürich. 1957ss. Se indican los conceptos correspondientes a las
p;íginas de estas obras, sobre todo de la KD. CL TH. FRFYER, Der Mensch "unter dem Himmel auf
der Erde". Zur "Ontologie des Menschen" hei Karl Barth. Cath 45 (1991), 193-213.
( ..1) Balthasar se pregunta si lo católico posee tales /,unlO.\· de ,·ista. CL ¡dem. Kml Barth. 4.
(4) Según A. 13RIICKNER.Vorlesungen üher Harrnonielehre und Kontrapunkt an der Universitiit Wien,
Hersg v. Ernst Schwanzara. Wien, 195ü. S. 2~4: "Bajo contrapunto se entiende en la música tonal el
arte de conducir conjuntamente varias voces que se complementan armónicamente de modo melódi-
co y rítmico como independientes". citado por E. SCHADEL, Musik als Trinitlitssymbol (Schriften zur
Triadik und Ontodynamik, 8) FrankfuI1 am Main-Berlin-Bern-New York-Paris-Wien, 1995,381 n.
175. Para la importancia de este elemento musical constitutivo en la Denktimll balthasariana cL C.
DlIMONT. SJ .. Ein musikalisches Genie. en K. LEIIMANNI W. KASPER (eds.), Hans Urs von Ballhasar.
Geslali und Werk (Communio) Kiiln, In9. 223-236, en especial. p. 228.
HANS URS VON BALTHASAR y KARL BARTH: PUNTOS Y CONTRAPUNTOS 303
alcanzan, pues ambos vuelven a aquel Misterio del cual parten. En esta recirculación
oscilante llama la atenci6n la frecuencia estadística del término "punto" en la obra
barthiana: tal hecho invitaría a un estudio exhaustivo por hacer. Se trata, por cierto, de
vestigios de una mente capacitada para la dialéctica, pero más allá de esta faceta
formal, tales "puntos" ponen en evidencia la preferencia de Barth por lo concreto, lo
categorial e individual en cuanto plenitud concentrada, indivisa y delimitada. Por tanto,
no se trata de un hecho tangencial, cuando Balthasar tiende a completar estos "puntos"
barthianos por "contrapuntos" que él piensa desde los trascendentales; ellos no sólo se
compenetran, ellos poseen en sí la plenitud del ser sin agotar el ser en su totalidad (5).
En la obra de Barth cabe observar un paso más: los diferentes"puntos", diseminados
por doquier en cuanto momentos precisos, que, de modo vertical, permiten la entrada a una
extensa argumentación, con frecuencia son elaborados por el autor como "conceptos" deter-
minados, que pem1iten llenar y delimitar extraordinariamente el argumento de fondo, consti-
tuyéndose en hilo conductor para desentrañar algo semejante a un armazón de la extensa
obra bal1hiana. La polaridad, resaltada por Balthasar, a su vez permite apreciar que lo
concreto, lo individualizablc, no se agota en sí, sino se encuentra compenetrado por lo otro,
hacia lo cual se tensa, y sin lo cual es impensable, pero que gracias al nexo misterioso de lo
individual con respecto a lo genérico no se deja conceptual izar, porque articula la diferencia
real entre el ser y los entes, más allá de lo vertical de modo horizontal.
Cabe invocar aquí el punto por antonomasia de la Denkform de ambos autores:
para Barth lo es, sin duda, la predestinación (6), este designio amoroso que se concreta
en la elección del Hijo de Dios y permite desentrañar, como "tremenda iluminación", el
movimiento uni lateral descendente de toda la obra dogmática barthiana (7). El pensa-
miento de Balthasar, por su parte, se despliega con un ritmo espiral desde la misma
persona del Hijo de Dios hecho carne, pero quien en cuanto amor es el trascendental
por excelencia (8). Los restantes puntos desde la predestinación y el trascendental por
excelencia van explicándose, precisan e hilan una lógica a-lógica de conceptos, que de-
sarrollan los momentos claves de la argumentación ampliamente. El hilamiento de estos
conceptos revela el modo de pensar, propio de cada uno de los autores. Los conceptos
barthianos son acogidos por Balthasar de tal modo que su compenetración produce
aquella armonía, a modo de sinfonía, que para Balthasar es de totalidad trinitaria.
A continuación se da a conocer de modo aproximativo el tejido gestado por los
puntos más relevantes, que una lectura asidua de la obra de Barth permitió descubrir
bajo la hábil guía de Balthasar, quien a su vez no se cansa en ofrecer sus contrapuntos
respectivos, aunque sin llegar a una polifonía perfecta: las rupturas persisten entre
ambos modos de quehacer teológico, y no se las puede ignorar (9).
(:'1) La filosofía de Halthasar requiere, sin duda, mayor investigación. CL J. DISSE, Metaphysik der
SingulariUit. Eine Hinführung am Leitfaden der Philosophie Hans Urs von Balthasars
(Philosophisehe Theologie, 7), Wien, 1996.
(6) KD I\I/l, 383, cl'. :'108. Cf 111/2. 16:'1:se trata del MittellJllllkt. CL 1I112, 161ss.
(7) Cl'. H. URS VON HALTHASAR, Universalismo, VC 316.
(8) Cl'. Epilog, Einsiedeln, 1987.
(91 Se pone a disposición los resultados de un seminario a nivel de postgrado, que se realizó durante el
primer semestre de 1996 en la Facultad de Teología, PUCCh. Santiago.
1()-l ANNELlESE MEIS
Karl Barth encamina su interpretación hacia un primer punto clave, cuando parte
con la aclaraci<Ín del concepto "probare", concepto que tan s<Ílo aparece allí donde
Anselmo se refiere a un determinado efecto de su quehacer teológico: el intclligere, es
decir, no quiere prohar, sino entender (17). Pero en la medida en que se realiza e/
intelfigerc llega al prohare ( l K). Cuando Barth se pregunta por la necesidad, con que el
illtelfigere en Anselmo llega a ser tarea, insiste en la interrelación de este concepto con
el deleite, que le es propio a la razón, que husca y encuentra: no sólo la ¡¡tilitas, sino
( 10) Estc "grito l){Jr Dios". que sacudc el quehaccr tcológico en sus fundamentos frente a la modernidad
y. sIn emhargo. termina sicndo un grito del hOlJlhre.
( 11) F/lles 'I//I/Clells /lIrelleCl/lIJI, AllsellJls Bell'eis dCl Ex/slell: ejorres /11/ Zusill/lll1ellllllllg .Ieilles
Iheologischell f'mgralllllls: el trahaio menos rcccpcionado por la crítica. pcro realizado por el autor
con mayor gozo. según sus propias palabras.
(12) Fides. (,: "Vnhaltnismassig Wenigc. ZlI dencn z. B. Hans Urs van Balthasar gehürt. haben hemcrkt, dass
.icnc Beschiiftigung mit Ansclm für mieh alles Andcre als ein Parergon war, wieviel ich mil' dabei
Vlelmehr. .. angecignet oder, IIlcincn cigenen Stern folgend, zum Bewusstsein gebracht habe ... ".
I I~) Ih/d. 4: .. "Theologie dcr Gegenwart (und 7,war wiederum del' protestantisehcn und del'
katholischen) ....
(14) Una síntcsis huena de la teología harthiana representa. sin duda. su Chrisll/che Doglllllrk /111
1,'11 ill'U 1'/. 1')22-2.'. aunque hacia fuera conserva fielmente los esqucmas de su propia tradición
protestante. el'. l'vl. BEINTKrR. Krisis und Gnade. Zur theologisehen Deutung del' Dia1ektik heim
Frühen Barth. Ev Th 46 ( 19X6 l. 442-456. P. Sr(JlIERo. Ritornare a Karl Barth" Teologia 9 ( 1984). 3-
19.
( 15) Barth ha rechazado vehementemcnte este pensar de todos modos "des-medido" científicamente
"desde ahaJO". (/!/(/-Iog/(/. a causa de su objeto. sohre todo. en lo que él crce la forma católica de la
(/IliIlogi(/ mlls. pero lo legitima tan pronto que logra vislumhrar su profunda razón de ser medida
"desde arriha" -OV(0-: comienza a desentraJ1ar su plausibilidad a partir del el/lre arriba y abajo y
lo que acontece en él.
(16) Ct Glona 11.20X-25~.
(17) Banh. quien nunca trata de ocultar su "amor por Anselmo". deelara la prueba de la existencia de
Dios dc Anselmo en interrelación con su programa teológico eomo una parte de "teología ejemplar,
huena. evidcnte y ordenada". pero admite que no tiene otros ojos que los propios del siglo XX para
leer estc autor del siglo XI.
1I Xl F/des. lO.
HANS URS VON BALTHASAR y KARL BARTH: PUNTOS Y CONTRAPUNTOS 305
tamhién la IJltlchritlldo. E insiste: Anselmo no husca en primer lugar estos dos efectos,
sí lo que preocupa a la Teología, el illtel/ectus fidei. Sólo el intel/igere que la fe busca,
estiÍ en cuestión ( 19 l.
Tal Credo Ilt intel/igam se pone de manifiesto en cuatro líneas del pensar: el Dios
en que coinciden inteligencia y veritas no puede ser creído sin llegar a ser causa de una
vera cogit(/fio; creer significa un querer lihre que se basa en distinguir, lo cual es acto
fundamental de lo que es llamado entender; la fe se realiza en el hombre gracias a algo
nuevo que le llega desde fuera como Palahra de Dios, y que a su vez se encuentra en
nosotros con una ¡Jotestas, que nos capacita y se actualiza en la fe, según la imagen
trinitaria en el homhre como memoria, conocimiento y amor; finalmente, el intel/igere
se encuentra en el medio entre la fe y la visión. Este concepto de la ratio hay que
interrelacionarlo con el concepto de necessitas, que se encuentra bastante cerca e
interrelacionado por et y vel. Necessitas designa la características de la imposibilidad
de no poder ser o de ser-otro, de lo cual Anselmo ofrece diferentes definiciones, en lo
que se refiere a la relación de necessitas y ratio con respecto del objeto de la fe.
(19) Dc tal modo. la ncccsidad con quc el autor llega al imelli¡.:ere y luego a los efectos del probl/re y
Il/cril/mrc cs sólo cste anhelo de la fe. Se trata. más allá del lel/der de la voluntad humana hacia
Dios. de un penetrar dc la voluntad en Dios. Por eso no se pretende conducir a los hombres a la fe.
ni dc confirmarlos en ella. ni de liberarse dc dudas. el'. M. A. MclNTosl1. Humanily in God: On
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Balthasar acoge el punto del Credo, expuesto por Barth (20), pero se distancia
expresamcnte dc él y lo invicrtc. a la vez que amplía los dos momentos insisticndo en
que el momento filosófico. la mayor dissilllilitur10 de Dios (21), está ligado a la dimen-
sión teológica en el sentido de la caída de la criatura desde Dios. La fórmula, tan
característica para Anselmo de la analogía Dios-criatura (videt se non plus videre
propter tenebras suas ) abarca ambos elementos para una unidad, no sólo en el sentido
de la tinie!lla luminosa, sino también en cuanto a discernir la pérdida de un poder
intuitivo a causa del pecado original. Por tanto, el punto de partida de la fe lleva a la
razón. no s(llo hasta verse en la experiencia de la realidad por el ser cada vez más
grande de Dios. sino hasta percibir en el encuentro personal la desarmonía en que se
halla por el pecado en relaci<Ín con el Todo Puro y Todo Amor -una verdad teológica,
elaborada por Barth no en el estudio de Anselmo, pero sí en la totalidad de su obra (22).
En la medida en que Balthasar completa la postura barthiana, subraya el esfuerzo
conceptual como rasgo característico de la exigencia cristiana del intel/igere jidel1l, es-
fuerzo que Barth considera una deuda al reconocimiento de la Palabra de la revelación.
Si el Logos se hizo realmente hombre, el sentido pleno del ser y comprender al menos a
grandes rasgos esta realidad. puede manifestarse sólo en esta manifestación suprema
como lo propio de la dignidad cristiana. Pero si el carácter peculiar de la razón
anselmiana -que no se parece al inte/lectus patrístico, ni a la ratio escolástica-, es la
facultad visual de la mente. según Balthasar, entonces pensar significa hacer espiritual-
mente visible una cosa. Vide re es el término fundamental para entender, y es regular-
mente el resultado de una indicaci<Ín, que por su claridad y su simplicidad tiene algo de
irrefutable. dc evidcnte: da al videtur mihi un matiz eidético peculiarísimo (23). Por
consiguiente. de la visibilidad -y no sólo de la escucha barthiana- deriva la certeza.
El procedimiento racional de Anselmo, en cuanto ilustración espiritual, es pensar
auténtico que protesta constantemente contra la "dialéctica moderna", cuyo juego con
conccptos oscuros queda atrapado en la esfera de la representación sensible, incapaz de
Reading Karl Banh in rciation to Illystical thcology. HeyJ 34 (19'13). 22-40. el' H. URS VON
H ·\I.TIIASAR. Karl Hanh. 6'iss.
(20) Se trata. sin duda. de lo insondahle e inagotable de la I"lItio l'eritl/tis para el mortal. de la incompren-
sihilidad de la sahiduría divina. y quien la escudrilla debe admitir verdades en Dios, que su inteli-
gencia no puede penetrar' dehe tener claro que si ha encontrado razones sobre una misma cosa hay
ra/ones IllÚS profundas y ocultas.
(21) el'. H. URS vos BALTIIASAR.Glona 11. 229: "La diferencia de nuestra interpretación respecto de la de K.
Hal1h. Fides quaerens intelleelum. Anselms Heweis der Existenz Goltes. Münich. 1931. es patente".
(22) KD lVII. 4'i1 Balthasar se refiere con frecuencia a dicha verdad. cuando explica la sustitución
\/Cl/I"/(/.
12.') De este l!lodo. el l'idul' puede reemplazar cualquier verbo activo con significado visual -afloran
constantemente los tÚIll1l10S l/l'erire- en cuanto apertura de la verdad y de sus razones hace apare-
cer la verdad irrefutablemente. con una claridad irresistible a la visión espiritual. por lo cual con-
quista el asentimiento. Esta apertura esplendorosa de la verdad es lo que le confiere una fuerza
persuasiva de convicción. graeias a la cual se revela corno lo lleceSllrio. aquello que tiene que ser
como es: necesario resulta evidente a la mirada espiritual, lo realizahle e inevitablemente percepti-
hle CO!l\l) verdad.
HANS URS VON BALTHASAR y KARL BARTH: PUNTOS Y CONTRAPUNTOS 307
elevarse a la razón estética. Es válido, respecto del material figurativo, que si las
imágenes no se basan en algo sólido puede resultar insuficiente para nosotros, creyen-
tes. El que quiere pintar una imagen busca ante todo algo sólido sobre qué pintar, de
suerte quc el cuadro tenga consistencia. "Las cosas que habíamos vislumbrado con la
ayuda de Dios están sentadas sobre fundamento estable y sólida verdad", afirma
Anselmo cuando, al término de su procedimiento demostrativo, retorna a las imágenes
iniciales de "convivencia", una vez demostradas la rectitud y la conformidad.
Pensar no es propiamente jugar con conceptos, ni mirar imágenes: tiene sus
grados, que apuntan inequívocamente a la evidencia en cuanto intuición inmediata, al
carácter presenciablc de la cosa, y el esfuerzo de hacerla presente comprueba si es real-
mente presenciahle y por ende si es o no verdadera. La exigencia suprema impuesta al
pensamiento es la visión de conjunto, la capacidad de retomar y conjugar, según el
sentido primitivo de legcre-Iogos. La capacidad de elevarse desde cada visión particular
a una visión de conjunto, que todo lo capta como bajo una sola mirada, es el juicio. A
este juicio unitivo recurre precisamente Anselmo en su demostración de Dios: nullus
intc//igcns id qllod f)ells cst, potcst cogitarc quo Deus non esto
La mirada unitiva, como speculatio, meditatio y sobre todo consideratio, juzga lo
que pertenecc al mismo género, lo que se relaciona de modo justo. Son los grados de
eficacia con que una cosa se presenta y se impone al intuitus; pero estos
grados, referidos a la obra salvífica divina. no miran a la cosa, sino a su mayor o menor
acogida por el sujeto. El Dios que se deja ver. aunque veladamente, se revela como una
lógica ahsolutamente insuperable. Comprender, sin embargo, la estructura total de la
lógica divina es superior a las fuerzas de la razón humana, incluida la creyente, y lo que
la ralón humana puede en un caso considerar necesario sigue siendo sectorial y parcial,
aunque incluye con evidencia la garantía del significado total. Nos encontramos así por
segunda vez con la forma anselmiana de la analogía entis, por la que evidentissime
cO/llpre!Jcndit po test que el modo de conocer y crear de Dios la humana scientia
cO/llprendi no possc.
Adelantándose un paso más hacia el misterio que la rellexión comprende de
modo racional, Dios es incomprensible, Anselmo se detiene ante la paradoja cuando
escudriña una cosa incomprensible. y se contenta con el razonamiento llegando a reco-
nocer con suma certeza la realidad, aunque no sea capaz de penetrar con la inteligencia
su modo de ser: el concepto de Dios es en general una frase contradictoria, Dios es el
inconcehible por escncia: cOl1lprehendit incol1lprensibile esse. El id quo majus cogitari
ne(jlli equivale, por tanto, cabalmente a quiddaml1lajus qualll cogitari possit.
Aquí no se trata. según Balthasar. de una idea estática, sino extática en cuanto
movimiento dinámico del pensamiento. y. por ende, de un horizonte mental no circuns-
crito que todos los demás pensamientos y la fórmula (quiddalll maius) presentan explí-
citamente como trascendente. Es decir. esta afirmación de esencia es función de una
afirmación de la existencia. Es importante para el pensamiento estético intuitivo de
Anselmo, que esta visión suprema, lograda después de muchos rodeos presuponga, por
un lado. la presencia o aparición de lo sumamente real a través de la comparación bien
equilibrada de los grados del ser. cada vez más reales; por otro, en el mismo movimien-
to, la experiencia filosófica especulativa apoyada en la existencia.
ANNELlESE MElS
De tal estructura de la razón estética dimana el tercer punto, a partir del cual
Balthasar complementa la interpretación de Anselmo: el deleite, f?audium, delectatio.
Se trata del gozo ante la altísima Belleza de Dios, que ciertamente se identifica en
primer término con la c1<Ísica contemplación del esplendor del orden mundano, pero
que resulta todavía m<Ís evidente en la belleza sobrenatural del orden salvífica, la cual
propta mtionis lJlllchritudinem amahilis est y permite una valde pulcl1m contemplatio.
Tal deleite destella siempre al término de las fatigas de un itinerario racional, brota
realmente en el instante de la lI1teligencia lograda, al borde de la desesperación ante la
cada vez m<Ís grande incomprensibilidad.
Concluye Balthasar: según Anselmo, el gozo de Dios no entrar<Í en el corazón, los
corazones bienaventurados entrar<Ín en el gozo siempre mayor de Dios. Pero el gozo de
la raz<)n estética, que medita en la armonía de las obras salvíficas de Dios se funda en el
sufrimiento del Hijo de Dios, lo cual arroja una sombra sobre la estética teológica, por
lo mcnos mientras es la estética de la fe, de la vida mortal. Ante esta inversión, que
rompe toda la proporción calculable y proyecta definitivamente al contemplativo con
todo su gozo fucra de sí hacia la grandeza cada vez más grande del amor de Dios, se
alza el aspecto arrobador y sublime del gozo cristiano, que en absoluto puede ser
resultado del hombre y que, brindado contra toda razón, es otorgado universalmente por
gracia como don pascual de Cristo.
En síntesis, se aprecia de qué modo la aproximación barthiana es contrarrestada por la
comprensión balthasariana de la razón estética. que permite presenciar el desvelamiento de
la realidad de Dios, a partir de la dimensión óntica creada, donde lo duradero adquiere peso
más allü de lo puntual del acontecimiento del creer. Sin embargo, la interpretación
balthasariana de Anselmo se mueve en el mismo espacio analógico de Barth, hacia el cual él
se abre acceso a duras fuerzas, pero que de tal modo marcar<Í todo su quehacer teológico en
adelante. Así, Balthasar se contrapone al planteamiento barthiano de algunos puntos b<Ísieos
--entre otros- referentes al problema del hombre en su DOf?lIIática(24).
Desde siempre la realidad del hombre recibe acercamientos diversos, debido a la compleji-
dad de la pregunta por su ser que es el mismo en cuanto se constituye problema, el problema del
ser humano propiamente tal. Tanto Bm'th como Balthasm' son teólogos sistemáticos y su plantea-
miento antropológico se lleva a cabo desde una perspectiva dogmática; es decir, estructuran la
comprensión del hom bre desde las fuentes bíblicas y una sólida base ontológica del ser.
especial del Creador a la criatura: apunta al sentido y la intención de su actuar, ya que en esta
se manifiesta su voluntad y su ser más íntimo. El mismo Creador se responsabiliza en la
creatura y se automanifiesta en ella al crearla. Pero la doctrina teológica de la criatura es
prácticamente antropológica: la doctrina del hombre dentro del cosmos es "debajo del Cielo
en la tierra", cuya realidad le es diferente e igual a la vez. Lo que el hombre es lo es dentro
de esta doble detenninación, "bajo el cielo", "en la tierra" y a la inversa.
Recién a la luz de la Palabra de Dios sabemos cómo "están las cosas entre Dios y
el hombre". Lo primero que se ve aquí es que el hombre se ha hecho pecador, pero
permanece criatura: no puede existir ante Dios, lo que no significa destrucción de su
ser. Dios habla con él como criatura. Por eso tiene sentido la pregunta por el ser
creatural, su modo de ser en su no-ser: la corrupción que afecta a todo el ser como
corrupción total. Esta autocontradicción del hombre no es la última palabra del hombre
sobre sí mismo; la última es la de la gracia, lo que no significa caer en una abstracción,
sino afirmar que el hombre concreto, el pecador, llega a ser partícipe de la gracia de
Dios, que es lo primero, mientras el pecado del hombre es lo segundo. De tal modo, la
Palabra de Dios nos revela un comportamiento determinado de Dios para con el Hombre.
Aquí alcanzamos el "punto clave": el Hombre-Jesús, por ser la Palabra reveladora
de Dios, es la fuente y el origen de nuestro conocimiento del ser humano creado por
Dios. El comportamiento de Dios con el hombre es su comportamiento para con el
Hombre-Jesús. La elección de este hombre, el unirse y permanecer en El y por El; su
amor. que reciben aquellos que creen en El y la creación entera, es libertad y reinado,
que en este hombre tienen su lugar especial, su figura creatural, su portador y represen-
tante creado. Dios eligió primero a este hombre, eligiendo a los demás mirándolos
como a El. He aquí lo que Balthasar llama la "genial superación de Calvino": si ama a
ellos esa causa de El. Este hombre es el hombre-primero: él solo y por él; en él, a otros.
Por tanto, la pregunta por la naturaleza humana se replantea de la siguientf' manera:
¡.cuál es el ser creatural del hombre -en vista a la gracia de Dios que se revela y
concreta en Jesucristo- en que debemos reconocer el ser, que persiste también frente
al pecado y queda incambiado e incambiable?
Cuando la Antropología Teológica pregunta por el ser del hombre no pregunta
por la naturaleza del hombre en la línea del conocimiento creatural; más bien pone la
razón pensante de la criatura al servicio de la autocomunicación de Dios de la criatura
por el Credo. Por esto queda excluido todo Anklliip{ullgspullkt (punto de contacto) para
una "Teología Natural" (26), y pregunta por la gracia de Dios que aquí se revela a
través de Jesucristo y en los tesoros encerrados en El. Esto es el punto de partida para
toda Antropología, aunque deba aclararse previamente lo que se pretende (27). La
fijación de este punto de partida significa la fundamentación de la Antropología en la
Cristología. Con ello se produce una inversión: preguntamos por el hombre particular,
un hombre y luego por el hombre en general -Jn 19,5 (28)-. Hombre es aquel con el
cual Jesús se identifica, siempre en vista a su kénosis y elevación, Jesús es el Hijo del
hombre (29).
La innovación. por la cual BaI1h se decide aquí. consiste sencillamente en que se dehe
dar espacio a la siguiente exigencia: "debemos observar primero punto por punto al ser del
hombre tal como se da en la persona de Jesús, y luego mirar desde aquí -desde 'este punto
luminoso'. 'semejante a un rayo de sol que despunta' -, no como la aurora que ilumina todo
el paisaje", agrega Barth (30). Esta fundamentación de la Antropología en la Cristología hay
que desarrollarla no como una identificación directa del ser humano con aquella de Jesús.
Ella comporta un deletrear directo de la Antropología a partir de la Cristología.
Del ser del hombre en Jesús se puede afirmar que en El se da una protesta
eficiente contra nuestras contradicciones y autoengaños ocultos: el privilegio de Jesús
no es suyo, sino llega a ser nuestro. Pero hay un privilegio de Jesús: El es otro a causa
de su relación con Dios: es Hijo de Dios. Nuestra naturaleza humana descansa en su
gracia. En El estú nuestra naturaleza a modo de prototipo (31), mientras que en noso-
tros y sólo en cuanto imagen, Jesús es el hombre como Dios lo quiso y 10 creó (32),
Que la naturaleza humana es otra, como la suya, significa que como naturaleza humana
de Jesús no es una naturaleza oculta en su realidad, persiste conservada en su forma
original. Necesitamos a Jesús para conocer: sabemos por El quiénes somos, o no sabe-
mos nada. Pero nuestro autoconocimiento sólo puede ser un acto de seguimiento. que
como tal llega a ser conocimiento real. fundado y cierto.
El ser del hombre es entonces la historia en la cual una de las criaturas de Dios
fue elegida y llamada, comprendida su propia responsabilidad ante El y se revela como
capacitado para este "acontecer" (33), Jesús el hombre para Dios. ¡,Quién y qué es el
hombre en medio del cosmos'), dice la primera pregunta, La hemos planteado en vista
al Hombre-Jesús. Supongamos que podemos constatar quién y qué es el hombre sólo en
vista a este hombre. ¿Qué resulta de allí. como lo peculiar del hombre entre todas las
criaturas') El hombre es, entre todas las criaturas, aquella en cuya identidad consigo
mismo debe incluirse de inmediato también la identidad de Dios consigo. El Dios del
hombre Jesús se abre en una determinada dirección, activa y actuante: quiere actuar en
el hombre, en este hombre, en favor de todos los hombres (34). La dignificación de esta
criatura consiste en el hecho de que existe "para Dios",
(2<)) KD 111/2. ).:1 F.o'e /1111110: si él concepto del hombre en su aplicación a Jesús tiene su cumplimiento y
dirección. si aquÍ está en relación directa con el concepto de Dios. entonces. esto significa que el
concepto d,' la verdad del hombre emerge de esta aplicación y se trata del verdadero concepto del
homhre.
1.'0) 11111.272.
(., 1) Lo que no es lo mismo que /)(fl/IO arquel¡'/,ico: Barth considera este último de intluencia platónica.
(32) Para Barth el hecho de que nuestro ser creado por Dios queda oculto después de la inversión
pecaminosa. es un misterio menor, comparado con el mayor. que se oculta en Jesús.
(.'.') K D 11/2. I BB-241 : desarrolla el concepto de la historia
(.,4) Su presencia consiste en el hecho de que la historia de su salvación llega a ser acontecimiento, y su
revelación se Ja a conocer en esta historia.
HANS URS VON BALTHASAR y KARL BARTH PUNTOS Y CONTRAPUNTOS 311
De esta manera, según Barth, la reciprocidad del hombre "para con Dios" y los
demás se constituye en su privilegio característico. BaIthasar acoge y comenta positiva-
mente la afirmación en Gloria 1: la creación tiene su fundamento interno en la alianza,
que se expresa en esta verdad maravillosa: "yo soy porque tú eres" (35). Y esto, sobre
todo a partir de la concreción gratuita, amorosa y gozosa de ser varón y mujer. Nótese
la atención a la concreción, que amhos teólogos prestan, cuando está en juego la
constitución óntica del ser humano. Con este punto, Balthasar complementa a Barth
(36): la mujer no sólo es Antlitz, también la mirada que intercambia con el varón o vice-
versa; es un momento humano constituyente -Augenblick (37)-. Con lo cual Barth
no sólo se conecta a la importancia balthasariana respecto de la visión, sino también a
la duración por muy fugitivo que sea el Au¡.:enblick.
Lo señalado no logra poner de manifiesto, según Barth, un análisis de los fenómenos
de lo humano (38). Esta apreciación no es compartida por Balthasar (39). De hecho, este
"contrapunto" expresa una parte muy propia del modo de pensar balthasariano católico. Si
hien Barth afimla que "no podemos comprender al hombre como un círculo cerrado de la
realidad", tampoco como cierta apertura y referencia hacia fuera diferente de Dios, insiste en
la necesidad de haber visto al homhre verdadero para comprender los síntomas e interpreta-
ciones del ser humano. Pero esto no significa, según Balthasar, que "los fenómenos como
tales sean neutrales, relativos y amhiguos en su existencia", tal como lo piensa Barth.
Se trata de la pregunta por la existencia, que abre el círculo cerrado. Quien
pregunta por la existencia del homhre y del sujeto, pregunta por aquel punto que se en-
cuentra como presupuesto fuera de aquella imagen del hombre y fuera de toda eviden-
cia, visión de conjunto, penetración o disposición. No pregunta por el objeto, sino por
el slljeto homhre. Pregunta por aquel punto, a partir del cual se proyecta toda imagen
del homhre -la imagen de su lihertad como de su naturaleza-o Resulta impresionante
la insistencia barthiana en la lihertad, que como tal es acogida por BaIthasar (40);
pregunta, pues, por el fenómeno original humano. Como única respuesta surge: el
homhre es en esta pregunta en cuanto no definible, siempre en húsqueda. Se encamina
hacia el límite, de tal modo quc existe en tensión subordinada, dehido a la historicidad,
pero ahierto a lo trascendente en cuanto hombre verdadero, real (41).
Con esto se contesta positivamente la pregunta por el ser del homhre en cuanto
determinación ontoló¡.:ica del homhre hasada en el hecho, de que en medio de todos los
demús hombres uno es el Hombre-Jesús. Lo cual explicita esta verdad: la alianza es el
filllllalllento interno de la creación (42). Si se llega a otra cosa en la Antropología es
c. Lo lIletoontropo!oglo de Ba!thasar
Mientras Barth comprende el ser del hombre "en la tierra bajo el cielo", Balthasar
trata de entender la realidad humana desde la "relación originaria del hombre con el
ser" como IIlct{/{lntropo!ogla (49). Ello significa que podemos preguntar al hombre por
su ser solamentc en la realización de su ser. lo cual, más allá del actualismo bar-
thiano, involucra la extensión-diastema (50). De acuerdo con Hans Urs van Balthasar,
no hay otra antropología que la dramática. Es notorio, sin embargo, que ambos autores
del inean su pensar en torno al hombre a través de las fuentes tanto culturales como
bíblicas, en cuanto aquel es incomprobable.
Para Balthasar sólo la realización del drama permite preguntar si en todos los
actos o estados del ser humano se conserva algo esenciaL y relativamente incambiable,
y ¡.qué puede ser esto'! Teológicamente visto, surge aquí el problema que sólo a partir
del "tercer acto" del drama se puede concluir algo respecto del primer acto -status
natllrac ct infegra-, el segundo -status naturae lapsae- y el último -status
naturae glorificatae-. Pero, a diferencia de Barth, para Balthasar el teorema "el hom-
bre, que se encuentra en la situación del hoy, sabe de su estado de caído en un origen",
no es sólo bíhlico, por supuesto que pertenece al saber humano universal desde los
orígenes de la Humanidad -de Platón hasta los estudios más recientes. En la Antropo-
logía cristiana permanece una pregunta abierta: ¿qué y cuánto se conserva del ser
original del hombre en la existencia actual?
Es cierto que hay una tensión entre Bien y Mal, que se revela en la finitud del ser
humano con rasgos dramáticos múltiples. En la existencia concreta del ser humano: l.
Nuestra libertad personal actúa sólo dentro de una naturaleza espiritual universal con
sus normas, valores, etc. (normas en las que otros participan, aunque personalmente no
participan en la libertad de los demás). 2. Nuestra libertad se basa en un sistema
orgánico y mecánico muy diferenciado, que depende del mundo exterior y no se la
puede separar de este sistema. 3. Experimentamos que esta libertad está ligada de modo
extraño a los impulsos, tensiones y sobrepotencias (51).
Con lo cual se torna evidente que el estado -en que el hombre se encuentra- es
tan sólo una escena en la realización del drama, que apunta a un "desde dónde" y un
"hacia dónde", aunque ambas cosas quedan ocultas y no son construibles con categorías
teológicas suficientes para demostrar esta ruptura en el ser humano. La situación seña-
lada, en que el hombre se encuentra arraigado en el cosmos con toda su corporeidad y
sensibilidad y trasciende a este por su espíritu, es de una índole tanto teórica como
práctica. Lo trascendente no resulta simplemente de la continuidad de lo sensible,
emocionaL sino como oposición, que puede crecer hasta la constatación de una mutua
destrucción. En el hombre existe una dualidad extraña entre estructuras buenas y malas,
a nivel personal y social: el bien, lo hueno es lo ideaL lo que atrae, pero resulta lo más
débil, que lleva al fracaso. Lo malo es lo fuerte, pero detestable, y lleva al éxito.
En muchos ejemplos concretos se da esta paradoja, desde Sócrates hasta hoy. Lo
negativo biológicamente, la no-adaptación, contradicción e indigencia del hombre es
expresión necesaria de lo positivo. El hombre tiene que tomar sobre sí "el peligro de su
ser". La misma paradoja se da con el axioma de la "obligación para la libertad", que no
es una libertad de posibilidad, sino de la necesidad. Tal libertad se halla ante el proble-
ma hoy excepcionalmente difícil ¿de dónde sacar las normas de la autorrealización
(50) Descubierto y desarrollado por balthasar, sobre todo en sus primeros estudios de la historia-
Gregorio.
(5 1) Rm '7.15: "No entiendo lo que hago".
314 ANNELlESE MEIS
humana? Cabe apuntar a una libel1ad infinita, si no se quiere quedar para siempre con un
enigma insoluble. Pero no puede decirse que esta doble relación mundolDios apuntaría a un
cruce de ambas líneas, que ofrece el programa de la autorrealización humana como hecha:
¿ambas líneas se cruzan?
El hombre no es comprobable por un "'extra sí", sólo se determina a partir de sí
mismo. Sin embargo, no puede tomar distancia para pensar lo que quiere hacer: siempre ya
se encuentra actuando. El hombre vive desde el primer acto hasta el último. Se intuye una
totalidad, que será la divina, pero que no puede representarse. Las tensiones no se dejan
a1111Onizar, manifiestan una tendencia a trascender ambos polos en el sentido de que una vez
parece ser lo más urgente la integración de la persona, y luego la de la Humanidad, que sólo
se puede alcanzar por la integración de la salvación de todos los individuos. Algo semejante
hay respecto de la tensión entre mundanidad y trascendencia.
Sólo la Antropología cristiana es capaz de realizar la tarea irrealizable. La solu-
ción de esta se integra en el diálogo con Dios y posibilita desde Dios su destino último.
De ningún modo significa que no se debe autorrealizar, que no experimente cómo y
hacia dónde debe proyectarse. Hay que desarrollar simultáneamente dos momentos de
la revelación dogmática: l. Dios es Creador del mundo y del hombre en él y está
encima de él como Señor de todo. 2. Dios es para el hombre (y para el mundo ligado a
él) el dador de gracia, en la medida en que quiere que el hombre (y por ende el mundo)
habite de modo libre donde El -Dios-, para que el hombre llegue a ser en Dios
aquello que a partir de sí mismo nunca podrá ser.
Este doble sistema de coordinadas hace distinto lo cristiano de todo lo demás.
Hay que agregar la tercera coordinada: pecado, cruz, reconciliación, que para Balthasar
adquiere mucho peso. Por tanto, el espacio vital del hombre es tridimensional. Sin
relación al misterio de Cristo, el enigma del hombre es insoluble. La negatividad apunta
al cada vez más de Dios, positivamente inalcanzable. De tal manera que en el ser
"imagen y semejanza", en lugar del "'no-saber-qué-hacer", de no poder comprobar,
aparece el momento de compartir. El hombre es más que un enunciado conceptual
unívoco. El intento de tales enunciados no son falsos -tampoco, como dice Barth,
meros fenómenos-, sino piedras válidas para construir una integración nunca acabada.
Sintetizando: Balthasar propicia una fundamentación filosófica adecuada en dos
pUlltos cuando señala en Gloria 1: "'por una parte se echa de menos la inserción de lo
social en la naturaleza común, que, sin duda, es algo más que mera 'reciprocidad'; y,
por otra, tampoco se inserta lo religioso en lo 'englobante' del ser, de tal manera que
tanto el prójimo como Dios sólo puede aparecer bajo el signo del 'otro'" (52). Lo
anterior, sin embargo, es la Teo-dramática, la obra de Dios, no la del hombre.
Tanto para Barth como para Ballhasar el punto central es la Cristología. Por lo
mismo, el punto de partida de la reflexión cristológica constituye el problema del hom-
ore reconciliado y el del Dios reconciliador fundado en la Cristología (53). Sólo a partir
de esta fundamentación se pueden plantear preguntas y responderlas. La identidad del
Hijo de Dios con el Hijo del homore, Jesús de Nazaret, tiene su raíz en lo que este
homore como tal era, hizo y lo que le sucedió. En y con su humillación (como Hijo de
Dios) acontece su elevación (como Hijo del hombre). En su elevación subyace prefigu-
rado, ejemplarmente, lo que acontecerá en la reconciliación del hombre con Dios como
elevación del hombre. Jesús Cristo el Señor como Siervo, movimiento desde arriba
hacia abajo (54) y del siervo como Señor. Pero mientras el pensar desde abajo hacia
arriba, desde el homore hacia Dios, para Barth constituye una tarea peligrosa, para
Balthasar es tarea posiole, incluso tiene su preparación precristiana.
Según Barth, el hecho de que el Verbo se hizo carne -Jn 1, 14- tiene dos com-
ponentes: l. Dios, sin dejar de ser Dios verdadero, en la plenitud del ser divino en su
segunda persona; y 2. el modo de "ser camino al extranjero" -extranjero en un
sentido doble: la creaturalidad humana y la perversión humana-o El hombre sin dejar
de ser homore, volvió a casa asumiendo en su creaturalidad y perversión: la comunión
con Dios. Reconciliación es el intercambio de la exinanitio de Dios con la exaltatio del
hombre. Dios pasó al extranjero, el hombre volvió a casa. En el único Jesucristo
acontecen ambas cosas. No se trata de dos acciones, sino de una sola -Ef 4, 9- pues
el mismo que bajó, suhió.
El "suhir" suyo es la entrada que acontece en él, la vuelta del Hijo del hombre.
Toda la Teología puso siempre el peso sobre el vere homo como el vere Deus. ¿Qué
significa vere 1I0mo') La naturaleza humana significa simplemente: 1) La manera que
hace al homhre hombre, diferente de Dios y del ángel, sus humanitas; 2) La carne, mar-
cada por el pecado. En este doble sentido, Jesucristo es verdadero hombre. Esta natura-
leza no puede afirmarse de una antropología general, sino se manifiesta en El. Es
hombre como nosotros, con rostro y figura, pero su verdadero ser hombre no se agota
en la igualdad, también implica desigualdad que se refiere a la particularidad de su
historia: acontece cuando el Hijo del hombre se hace hombre, su desigualdad con
respecto a nosotros consiste en que él es el Hijo de Dios en la desigualdad de su
humanidad y de la nuestra. El es, al ser lo mismo que nosotros, totalmente diferente a
nosolros, porque es Hijo de Dios.
No se trata sólo ue la particularidau suya como individuo, que es este hombre de
modo irrepetible e incomparable. En este sentido, cada hombre es diferente de otro en
cuanto individuo, lo cual pertenece a su igualdad. Es totalmente desigual a nosotros, de
modo decisivamente uiferente, por el hecho de que en su ser hombre en la historia, al
hacerse hombre y ser hombre, sufre y actúa como hombre, acontece una elevación de
esta humanidad, que como la suya es la misma igual a la nuestra. Elevación no signifi-
(55) KD IV/2.:m
(56) KD IV/2 . .12.
(57) KD IV /2 . .14; .18. El concepto de la humanidad verdadera de Jesucristo es un concepto necesario, no
en su sentido menor, sino igual como su divinidad verdadera, originaria y fundante, concepto
comprendido en su contexto predeslinatario.
(58) La encarnación es el centro decisivo de la fundamentación cristoIógica. El acto de la majestad de
Dios es la mtio. el sentido, la verdad de este aeontecimiento: es la ratio essendi y la ratio
CO!ilioSCClidi del ser humano de Jesucristo en el tiempo.
(59) No se puede dejar de lado el describir la encarnación como misterio: el Hijo de Dios se hace Hijo
del hombre.
HANS URS VON BALTHASAR y KARL BARTH: PUNTOS Y CONTRAPUNTOS 317
circundante; el margen circundante no puede ser centro. Sin embargo, en este orden y
esta distinción son uno, un todo. De tal modo, Cristo es inseparable de los suyos y ellos
de El.
Se podría entender mal este ser y acontecer en el espacio eristológieo, si se
entendiera como algo pasajero y exclusiva y no inclusivamente, sólo como particular y
no en su particularidad inmediata también universal. Todo constituye su diferencia y
magnitud, pero todo en la comunión producida por El, en la comunión confirmado por
El y realidad recibida de Dios. En toda consumación verdadera del ser singular y actual
particularidad de Cristo ya contenido, sólo para descartarlo de nuevo. El mismo no está
únicamente allí en su lugar: también se encuentra aquí, en nuestro lugar. El es aquel
que desde allí está en uno por allá.
(f,f,) H. URS VON BALTHASAR. Gloria v. 7. Palabra-Carne. Gloria 97-133; El corazón del mundo (edición
alemana. 1944).
(671 Gloria 7. R.'i. 133.
HANS URS VON BALTHASAR y KARL BARTH PUNTOS Y CONTRAPUNTOS 319
Barth está consciente de que en esta materia hay muchos "'puntos de vista". Sin
embargo, no se siente impedido a invitar que "'con toda seriedad, intentéis acercaros a
este punto de vista" (69). Pero en ningún momento admite que esto signifique poder
justificar la existencia de la "pluralidad de Iglesias" (70). Balthasar subraya esto cuando
afirma: "En este aspecto jamás se meditarán bastante las frases de Karl Barth, que yo
coloqué al comienzo de mi monografía sobre él, y que califican de desobediencia el
deducir del Nuevo Testamento una pluralidad de Iglesias". De hecho, "'esta pluralidad
de Iglesias no puede ser tratada de otro modo que como culpable, y ello, en primer
lugar, con respecto a cada uno: como culpa propia". Pero, insiste Balthasar, "en Karl
Barth hemos conocido un protestantismo que, en contraposición al dogmatismo de
muchos de sus seguidores, tiene en sí la energía suficiente para superar la zona de la
teología de la oposición y alcanzar la zona de un auténtico universalismo cristiano"
(71 ).
Hijo la altura suprema de Este. Aunque la Iglesia conoce también alIado de la Escritura
la Tradición como fuente de fe, esta no ocurre para sustraerse a la autoridad de la
Escritura: la palahra atestiguante atestigua que la Palabra atestiguada, la palabra de la
revelación, tiene infinitamente más riqueza que lo que puede ser conseguido en el
testimonio de la Escritura.
La Tradición no puede deducirse del carácter orgánico de toda la historia, debe
ser explicada de manera primaria por la irrepetibilidad de la persona humana divina de
Cristo y su relación con el cuerpo místico de Cristo: sin tradición, el NT quedaría en
AT. El carácter escatológico del protestantismo estricto es lo mismo que su negación de
la misa y de la transubstanciación: la Escritura es ella misma tradición, es decir, la
forma de autoentrega de Cristo a la Iglesia es imposible sin eucaristía. La palabra de la
Escritura, en cuanto Palabra de Dios que se atestigua a sí misma: l. Es palabra acerca
de Dios: claridad, sencillez, precisión: trinidad, Encarnación: Cristo expresión total:
medio no detrás: sentido espiritual. literal: Espíritu Santo. 2. Es palabra sobre el mun-
do: Hijo sentido del mundo y de la naturaleza. 3. Es palabra de Dios al hombre:
presencia; no hay contraposición: palabra y mística. La mística cristiana es mística de
la Escritura. eclesial.
la predestinación su fascinante fuerza iluminadora (el mismo Barth habla de una "tre-
menda iluminación"), en virtud de este presupuesto inexpreso.
Las ohjeciones contra Karl Barth, acusándole de que su optimista universalismo
es inconciliahle con la seriedad que ambos Testamentos otorgan al pecado y al juicio,
no son carentes de fundamento: desde ya, puede que Karl Barth no conceda suficiente
importancia a ciertos contrapesos bíblicos (77). Dentro del carácter irreal de nuestro
mundo, la Palabra sigue hablando antes y después como una realidad inviolable, total-
mente otra. Nuestro mundo husca fórmulas. La Palabra jamás es fórmula; no se la
puede manejar, no se puede hacer nada con ella, y por eso a la mayoría le parece poco
interesante, mientras la fórmula es lo que se ha tornado decible. Pero la Palabra perma-
nece solitaria e indecible.
En síntesis. puede apreciarse un fuerte énfasis predominante sobre la soberanía y
capacidad de escuchar la Palabra, que interpela al catolicismo con especial fuerza. Pero
cuando Balthasar explica la índole sacramental eucarística, acogiendo los aportes de
Orígenes, que a su vez se encuentra cercano a Barth, lo señalado por este, sus "puntos
de vista" se plenifican connatural mente, sin que se niegue la contingencia eterna en el
tiempo. Con ello, la búsqueda puede desembocar en el punto de mayor proximidad
entre amhos autores y su encuentro unísono, aunque tampoco perfecto.
5. LA BELLEZA DE DIOS
Cuando Balthasar reconoce "los méritos de Karl Barth" (78), cuya "dogmática
persiste en el actualismo y energismo pero está pensada y expuesta en tanto que forma
auténtica del acto objetivo de la revelación de Dios", insiste en que "esto es precisa-
mente lo que autoriza e incluso obliga a Barth, al final de su exposición sobre las
perfecciones divinas, a reconocer nuevamente a Dios, por primera vez en la historia de
la teología protestante, el atributo de la belleza: Dios tiene y es la gloria. La Doxa: 1)
Es el ser de Dios que sobresale; 2) Nada queda oculto, que no sea también revelado; 3)
Alcanzar y penetrar "lo otro" de parte de Dios es su fuerza ante su rostro: la gloria de
Dios es la de Su rostro: Dios in persona (79).
Si decimos, según Barth, Dios es bello. entonces afirmamos cómo El ilumina, se-
duce y convence. Designamos la revelación suya y su poder como tal, también laforma
y figura en que está hecho poder y tiene poder. Dios posee esta fuerza superior, atra-
yente en sí porque es bello divinamente; en su belleza original despierta placer, deseo y
(77) Y si bien Orígenes acentúa -más enérgicamente que Karl Barth- el elemento agonal de la existen-
cia cristiana. el estar incluido el hombre espiritual en la lucha entre luz y tinieblas entre Cristo y las
potencias oscuras. conoce sin embargo. al mismo tiempo. la incomparabilidad de estos adversarios.
(78) Gloria I. :;()ss.
(79) KD ll/l. n3ss
HANS URS VON BALTHASAR y KARL BARTH: PUNTOS Y CONTRAPUNTOS 325
gozo. Dios es amable -digno de ser amado: liehenswürdig- (80). El concepto de be-
lleza parece ser especialmente profano a causa de su interrelación con el goce y placer
griegos, demasiado peligroso para ser introducido en el lenguaje teológico. Hay razones
para quedar perplejos, sin embargo, ¿nos quedamos aquí?, o ¿la verdad bíblica misma
permitirá afirmar que Dios es bello?, pregunta Barth.
Cabe fijarse en el contexto. No se trata de relativizar la superioridad de la
autocomunicación de Dios, tal si el concepto de lo bello fuera la llave que abre acceso
al ser de todas las cosas. Dicho concepto no existe. Ni se trata de considerar el concepto
de la belleza de Dios un concepto principal. No es un concepto capital -Haupthegriff-,
como sucede en Dionisio. La belleza sólo sirve como explicitación de la gloria de Dios:
es un concepto auxiliar. La gloria de Dios es el gozo desbordante y comunicante: el
sentido objetivo es su gracia eficiente y como tal Dios es digno de ser amado: ¡rui y
.ti·llirio es el fin último de Dios. ¿.Por qué Dios alegra, produce gozo?
En efecto, la revelación produce humor, alegría. Lo que es hermoso produce
placer, pero no porque produce placer es bello. Insiste Barth: tenemos que preguntar
por Dios mismo, desde El mismo hay que descubrir lo que es belleza. También la
Teología es bella, es la más hermosa entre todas las ciencias. Está en la naturaleza de la
cosa la fundamentación de nuestra afirmación: Dios es bello. Ello no se expresa en
muchas sino en pocas palabras: se da por medio de la misma belleza. Esta despliega en
todas sus propiedades perfectas, que Dios es de modo originario identidad y no identi-
dad, movimiento y paz es la forma propia de Dios. ¿Esta forma es bella? En esta forma
Dios mismo resplandece. No hay distinción entre el contenido y la forma: la belleza
divina posee sólo la forma del ser de Dios. Pero como la forma del ser divino tiene y es
ella misma belleza divina, es experimentada belleza en cuanto tal.
El ser perfecto de Dios es el único del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es la
forma trinitaria, no en sí, sino su concreción que a la vez es similitud y pluralidad: un
solo ser en tres modos de ser entre sí; perijoresis es la perfección interna y expresión
perfecta externa. La Trinidad es misterio de belleza. La Encamación es el centro de la
Trinidad, el milagro del milagro. Dios verdadero en Jesucristo llegó a ser verdadero
hombre: rostro de Cristo. Aquí lo tenemos que ver con el centro y la meta, también y
con el origen oculto de todas las cosas en Dios. Presuponemos que este lugar inminente
de la obra divina no queda sin correspondencia en el ser de Dios mismo, que el Hijo
constituye el centro de la Trinidad y que en su obra como tal, en el nombre y la persona
de Jesucristo, el ser divino tiene su lugar y lo revela. Esta obra del Hijo revela de modo
especial y potencia la belleza de Dios. El Hijo es imagen perfecta del Padre (81).
¿De qué manera podríamos saber de la belleza del ser y de la Trinidad, del ser de
Dios? ¿De dónde sacaremos el concepto de identidad y no-identidad, de simplitud y
pluralidad, de movimiento y paz en Dios? ¿Cómo nos podríamos entusiasmar con esta
forma peculiar de la autorrepresentación de Dios, que consiste en que uno se hizo
verdadero hombre en Jesucristo, sin desmedro de la divinidad? ¿Desborda su divinidad
(80) Esto decimos cuando afirmamos quc Dios es bello (Agustín. Dionisia, Scheeben).
(81) CL Tomas Sth 1 q 39 a. 8: Jesucristo es la revelación de la gloria de Dios (2 Ca 4,6: Hb 1,3).
.i26 ANNELlESE MEIS
en su gloria en el milagro del milagro? ¿El verdadero Dios se hizo hombre verdadero en
Jesucristo? ¡.Puede haber mayor libertad, mayor amor?
sólo obra del Padre y del Hijo, también lo es del Espíritu Santo en cuanto unión,
vínculo ad illtra y ad extra: el hombre responde, tiene parte en la Xápts y la eucaristía:
agradece, sirve, libera. Que la criatura puede alabar y glorificar a Dios es gracia en el
sentido que le es dado, además, en el sentido que se verifica totalmente en El en cuanto
gracia y con El: imitación de Dios en la obediencia, en la Iglesia. La forma de esta
glorificación acontece en el espacio de la Iglesia: podemos ser Iglesia.
Para Balthasar, la belleza se desprende del hecho de que "todo ser es epifanía".
La forma, según Sto. Tomás. "lo bello" se sitúa objetivamente en el preciso cruce entre
species y 11I111ell,la forma y el esplendor. La forma no es ningún signo, símbolo, ima-
gen. es un acontecimiento en marcha, un todo ordenado que se estructura en una
primera dimensión, a partir de una relación recíproca entre "lo afuera" y "lo adentro".
Se podría hahlar de estructura, pero Balthasar prefiere "constelación", "figura".
Desde la epifanía trascendental de todo ser en el mundo se puede echar una
mirada sohre la estructura de la revelación del ser absoluto, en cuyo centro reside la
figura de Cristo. La diferencia dc las imágenes (desde el mismo Evangelio de Juan) es
comparahle a las diferentes visiones que resultan cuando se camina en torno a una
misma estatura, de tal manera que estas diferencias tan sólo cohran sentido cuando se
integran todas las dimensiones, que exige la autoexplicación de la cosa en sí, de Jesu-
cristo.
Estos aspectos aludidos de la figura interpretada son indispensables, si se quiere
interpretar lo representado en su real unidad. No es necesario acentuar de nuevo que la
sin-forma de la muerte de cruz y el abandono de Dios ocupa un lugar central en esta
forma total. incluso recién aquí se hace descifrable. Pero como Cristo (como hombre y
manifestación) se presenta al mismo tiempo como interpretación del ser absoluto
(supramundo). El es perfectamente único, de tal manera que las estructuras mundanas
de forma y luz (belleza) sirven para la epifanía de la estructura de lo absoluto. Ello
explica un doble aspecto: 1) La necesidad de la ascensión (la manifestación debe
desaparecer) para ser comprendida, ya que ella realmente es revelación de lo absoluto;
2) Pero también el Espíritu de Dios tiene que interpretar esta forma como la única
manifestación definitiva de lo absoluto, del Hijo, quien como Encarnado permanece
invisible en la Iglesia y el mundo.
Si además se interpreta la muerte vicaria del Hijo como el amor perfecto del
Padre al mundo, entonces se torna visible en lo absoluto la diferencia trascendental ya
señalada, analogía en la identidad de Dios y con esto la posibilidad, que una persona
divina diferente (identidad en el ser) ocupe el lugar, donde todo ser personal humano se
hasa en la realidad abarcadora y mundana, y desde allí personifica el ser singular único
de Jesús. Para que se reconozca y afirme este ser único, sin embargo, no puede
procederse desde la base de un ser común (el esse non subsistens): el Ser Absoluto pre-
sente en la persona de Jesús tiene que regalarse libremente, y precisamente, tal donativo
es gracia que permite ver la forma de Jesús como revelación de Dios. Lo cual no
excluye quc se comprometa también la estructura humana racional. Y esta será tanto
ANNELlESE MEIS
más eficiente cuanto más puedan los sencillos acercarse al fenómeno de Cristo de modo
más directo.
Sólo en la divinidad de Cristo, en relación con sus dos naturalezas y su relación
con el Padre en el Espíritu Santo se manifiesta la forma propia e íntima de la revelación
cristiana (Hb 1, 1-3). Esta revelación ha de superar tres dimensiones: a) La tensión
intramundana entre la condición manifiesta del cuerpo y la oculta del espíritu; 2) La
tensión en la creación entre el cosmos como imagen y expresión de un Dios libre, no
necesitado de ninguna creación y Dios mismo; 3) La tensión en el orden de la gracia y
salvación, el "entre" el pecador que ha de ser apartado de Dios y el Dios que se revela
redimiendo a través de la ocultación de la cruz. Todo esto lo pone a descubierto
Balthasar en la revelación del ser, la revelación de la Palabra y la revelación del
hombre, y demuestra que en Cristo se consume la revelación de Dios en el
ocultamiento.
Cristo es el centro de la forma de la revelación, lo que no significa en modo
alguno un fragmento, por central que sea (83). Centro se refiere más bien a aquello por
lo cual la forma en su totalidad adquiere coherencia y deviene comprensible; es decir,
la razón por la cual han de ser referidos todos los aspectos particulares para ser com-
prendidos. Que Cristo sea este centro tiene su raíz en la peculiaridad, en lo que es
cristiano y Jo distingue. La precomprensión no es algo así como la contribución que el
sujeto aporta al conocimiento de Cristo, sino algo dado necesariamente en el hecho
simple y objetivo: Dios se hace hombre, y por tanto deviene conforme a las exigencias
de las formas esenciales de la existencia y del pensamiento humano.
Si Balthasar remonta los trascendentales al interior de la Trinidad, entonces el
Hijo, en el testimonio del Padre, aparece como el eidos, la forma de Dios y, por consi-
guiente, como modelo estético de toda belleza. El rechazo de una doctrina trinitaria,
formulada en los Concilios, coloca a menudo al protestantismo ante la dificultad de
escoger entre un discurso prácticamente diteísta y una reflexión modalista. Unidad de
esencia y distinción de personas, son fórmulas que intentan evitar dos peligros y nos
recuerda, ante todo, que en Cristo se revela y se pone de manifiesto en el mundo la
esencia divina única y concreta. Cristo se manifiesta, precisamente, cuando esta revela-
ción se anuncia como: 1) Un enviar y un descender y ascender de nuevo. La esencia de
Dios sc muestra en esta duplicidad, que remite a su vez en la misma línea de distinción
a un tercero, que establece un nexo vital entre el que envía y el enviado.
Entonces, Dios uno, esencialmente invisible, se manifiesta de tal manera que esta
polaridad se nos revela como una relación personal, existente dentro de la esencia
divina. Justamente en esta revelación de Dios: 1) Es para nosotros un misterio absoluto,
y 2) No es misterio absoluto, pues se nos revela de un modo análogo a como se nos
revela el ser mundano, no porque conserve su libertad (también la hacen personas
humanas), sino porque esta autorrevelación del ser y de la esencia es en sí misma una
relación (tri- )personal. Acontecimiento absolutamente impensable para nosotros: Dios
es relación consigo mismo y relación con el otro; Su eterna quietud y eterno amor y
(83) GloriaI.415.
HANS URS VON flALTHASAR y KARL BARTH PUNTOS Y CONTRAPUNTOS .129
A MODO DE CONCLUSION
entre los cristianos no es mera obra humana, sino propia de Dios y de Su Espíritu,
Quien como conductor a la Verdad plena va moldeando según el prototipo trinitario de
unidad en la diversidad un todo abierto, en momentos dolorosos en otros llenos de
gozo, cuyo final todavía desconocemos, pero que sabemos cierto, tan cierto como la
misma verdad, ya que el Espíritu de la Verdad conduce los contrapuntos hacia la ver-
dad plena, hacia una polifonía unísona que nunca acabará.
RESUMEN
ABSTRACT
This study compares the contributions made by two eminent figures in ecumenism, Karl
Barth and Hans Urs van Balthasar. This comparison is carried out through the following tapies:
the interpretation of Ansiem, the theological dimension of antropology, the centrality of the figure
of Christ, the relationship of the Word of God with the Church and the Beauty of God.