Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Pero Vincho no estaba dispuesto a dejar que una niña lo llamara cobarde ni
que se burlara de él. Además, estaba convencido de que Anita desistiría del reto al
acercarse al lugar. Sin decir una palabra, levantó su vinchorayo, así llamaba a su
bicicleta, y comenzó a pedalear.
—¡No tengo miedo! —gritó el Gordo encaramándose a la bici a
regañadientes—. Pero no se quejen cuando sus papás los castiguen. Y no me
digan gordo, mi nombre es Enrique.
Los 25 minutos que solían demorar en llegar a la entrada de Cachiche se
redujeron a 18. Vincho y Anita pedaleaban casi juntos: él se adelantaba en alguna
curva y ella lo rebasaba saltando sobre el siguiente bache. Les ardían los músculos
de las piernas y el corazón parecía querer salírseles del pecho, pero no estaban
dispuestos a ceder, ambos esperaban que el otro se rindiera. El Gordo —perdón,
quise decir Enrique— iba unos palmos atrás, no tanto por la falta de físico
como por la advertencia del padre que resonaba en su cabeza.
¡Ah! Pero estos chicos nunca quieren escuchar un buen consejo.
La luna se alzaba redonda y luminosa sobre sus cabezas en el momento en
que las manos de Anita y Vincho tocaron el cartel que anunciaba la entrada al
pueblo. Las huellas de sudor sobre el letrero aún no se habían borrado cuando se
escuchó a lo lejos el aullido doliente de un perro, y la voz de Enrique
imponiéndose al alboroto que armaban los contrincantes:
— ¿No debería estar por aquí la estatua de una bruja?
é
Pá gin a |4
Era cierto. Desde finales del siglo pasado, allá por 1990, sobre el tronco de
un huarango seco se encontraba la imagen de una hermosa mujer con los brazos en
alto, como formando la V de la victoria. Tenía a sus pies una lechuza y una
calavera, en señal de su sabiduría y su poder en las artes de la hechicería. Era el
monumento que Fernando León de Vivero, un reconocido político sureño,
había mandado a construir tras la muerte de Julia Nazaria Hernández Pecho
viuda de Díaz, la bruja buena que, según dicen los viejos memoriosos, lo
había curado de la tartamudez y le había anunciado que sería presidente de
la Cámara de Diputados cuando don Fernando era apenas un chiquillo de no
más de 15 años. ¡Y vaya si se cumplió la profecía! León de Vivero asumió ese
cargo en cinco oportunidades.
desde entonces se sentía una experta cazadora. Quizá por eso, o porque no
recordaba nada de lo que contaban los mayores sobre Cachiche, preguntó con total
frescura:
— ¿Y cuál es la presa?
La estatua de Julia, que hasta ese momento les había hablado con cierta
dulzura a pesar de los regaños, pareció agigantarse, el resplandor que la
envolvía se tornó rojizo y su voz retumbó potente como si saliera de una cueva
profunda. Vincho se escabulló detrás de Enrique, y Anita los miró como
buscando una señal para salir corriendo. Mientras tanto, la bruja maldecía los
tiempos modernos y se lamentaba por aquellos incautos que ni siquiera
imaginaban lo que estaban a punto de ver... y de vivir.
A lo largo de muchos años, se había escuchado entre los habitantes de
Cachiche la historia de la noche en que las brujas pidieron ayuda al demonio para
conocer el futuro. Ellas pretendían descubrir el modo de vencer a los
poderosos hechiceros llegados de tierras altas para imponer sus leyes y la devoción
a sus dioses.
Las brujas de cada uno de los pueblos de Ica se habían enfrentado a la tiranía
de los magos, pero estos parecían invencibles. Por eso, una noche de luna
llena, las magas decidieron invocar al diablo y pagar con la sangre de una de
ellas la ayuda que el Señor de las Tinieblas pudiera darles.
La intervención del Maligno podría haber llegado a buen fin si la brujita elegida
como ofrenda no hubiera salido huyendo con toda su sangre en las venas. La
fuga desató una tenaz cacería en la que hasta el propio diablo metió la cola.
é
Pá gin a |6
Por aquella época, abundaban las brujas y en cada familia había al menos
una. Las más sabias de la región se reunían cada noche de luna llena en la
entrada principal de Cachiche, el pueblo donde crecían las palmeras más altas
é
Pá gin a |7
é
Pá gin a |8
atrapado cuando, por suerte, la bruja se detuvo, dio media vuelta y regresó al
grupo. En ese momento, el Gordo pudo huir.
Los chicos sabían que lo mejor era alejarse de las brujas y su caldero, pero
para salir de allí debían pasar delante de la fogata, por lo que caminaron
directamente hacia el aquelarre.
Como era el menor de varios hermanos, Vincho tenía experiencia en
escabullirse de manera rápida y silenciosa, por lo que en menos de un pestañeo ya
estaba fuera del pueblo. El Gordo llegó un segundo después. Sin embargo, la
euforia por la fuga exitosa desapareció en cuanto notaron que Anita no llegaba.
Ambos conocían la imprudencia de la más pequeña del grupo, por eso
sabían que si demoraba en salir era porque se había entretenido con algo.
A regañadientes, decidieron volver para buscarla. Vincho hubiera preferido
quedarse y vigilar el camino, pero un aullido llegado desde el desierto le hizo
apurar el paso y ponerse al lado del Gordo.
No se habían equivocado. A unos metros de la fogata donde hervía el
caldero, un pequeño grupo de mujeres sentadas en círculo parecía
demasiado concentrado en su tarea como para darse cuenta de que Anita,
estirando el cuello por sobre sus cabezas, seguía con atención cada uno de sus
movimientos. Vincho y el Gordo llegaron hasta ella en silencio y, agarrándola
cada uno de un brazo, la obligaron a retroceder.
— ¡Es genial, tienen que mirar eso! —susurró ella con entusiasmo y
negándose a dejar el lugar.
Aunque el temor les decía que debían alejarse, la curiosidad los hizo
obedecer. Al asomarse, notaron que en el centro del círculo había un gran
agujero lleno de agua cristalina en la cual se reflejaba el cielo cubierto de
estrellas. Las mujeres señalaban los puntos luminosos con poco entusiasmo,
parecía que buscaban algo que no estaba allí.
Al cabo de un rato, las brujas concluyeron que el cielo no les revelaría el
é
Pá gin a |9
verdaderas edades. Anita respiró aliviada confiando en que nadie podía verla.
Era evidente que ella no recordaba lo dicho por Julia Nazaria.
Como ninguna de las brujas estaba dispuesta a sacrificarse, se desató un
verdadero pandemonio. Cada una acusaba a la otra de ser más joven. De
pronto, un renovado y furioso chisporroteo de brasas puso fin al debate y les recordó
que el convocado era un sujeto impaciente y malhumorado al que no era
aconsejable dejar esperando.
En medio del alboroto, los tres amigos habían logrado reunirse y buscaban
la manera de escapar del lugar. El camino por el que habían llegado ya no era la
mejor opción, pues la fogata había crecido engullendo por completo al
caldero y convirtiéndose en una pared de fuego que les impedía el paso.
Además, en ella estaba el único que podía verlos. Intentaron salir por la calle
contraria, pero el mismo tenebroso aullido que había antecedido a la voz del
demonio llegaba ahora desde la oscuridad haciéndolos retroceder.
Mientras los chicos iban de un lado a otro intentando hallar una salida
segura, alguien con menos suerte que ellos buscaban su propia vía de escape.
Ocupados en organizar su fuga, los chicos no habían prestado demasiada
atención a lo que sucedía con las brujas. En algún momento, el grupo había
elegido a una de ellas para ser sacrificada y, al parecer, la favorecida no apreciaba
la designación, pues se esforzaba por escapar.
La pobre brujita no parecía muy hábil con sus embrujos. Solo con mirarla
se notaba que había disimulado bastante mal su edad, y que no era ni más
joven ni más hermosa que las otras. Sin embargo, había estado distraída
mientras las demás decidían qué hacer y no se había percatado cuando la
candidatearon para la hoguera.
Dispuesta a no entregar su vida con facilidad, la brujita corría de un lado
a otro lanzando hechizos y maldiciones, pero con tan mala puntería que sus
é
P á g i n a | 11
pócimas caían al suelo y sus palabras se las llevaba el viento, por lo que en poco
tiempo fueron la tierra y el aire del pueblo los que terminaron embrujados.
é
P á g i n a | 12
é
P á g i n a | 13
palmera...
—Bien sonso. ¿No sabe que no se puede pasar por allí de noche?
- Sí, pues, pero dijo que quería llegar rápido. —Ai-tá, pé. ¿Lo asustaron?
- Sí. Dice que una persona con capucha lo jaló de la casaca y aunque quería
correr no podía. —Claro, pé, es la bruja de la palmera. «La palmera de las siete
cabezas», susurró Vincho, hincando con el codo las costillas del Gordo.
Cuando dieron vuelta para salir,
Anita ya estaba al lado de la mesa de los muchachos y escuchaba atenta la
conversación. — ¿Y las piedras no la golpearon? —preguntó, inquieta.
—No, las piedras atraviesan los espíritus, no les hacen nada —comentó uno
de ellos.
—¿Y qué le pasó a tu hermano?
Estuvo como dos semanas enfermo. Vomitaba la comida y andaba como
borracho todo el tiempo. Tuvimos que traer a tres llamadores para que le hicieran
una limpia.
é
P á g i n a | 15
Los chicos quisieron saber si hubo algo de magia aquella vez, pero, al voltear
para hablarle, descubrieron que la viejita se había desvanecido. Después de eso,
no les quedó duda de que la magia liberada aquella noche de cacería, cuando
se enfrentaron brujas y hechiceros, seguía suelta en Cachiche, así que
reemprendieron el pedaleo a toda prisa y no se detuvieron hasta estar muy
cerca de sus casas.
—Después de todo fue divertido, ¿no? La próxima eliges tú, Gordito —dijo
Anita levantando el brazo en señal de despedida.
—Me llamo Enrique —murmuró entre dientes el Gordo, mientras
empujaba su bicicleta dentro de su casa.
é
P á g i n a | 16
VOCABULARIO
Acequia: canal por donde se conducen las aguas de riego.
Aletargado: que padece de modorra. Soñoliento, adormilado.
-Aquelarre: reunión nocturna de brujas y brujos en la que se invoca al demonio.
-Bradley Wiggins: ciclista inglés, ganador del Tour de Francia en 2012 y
campeón olímpico en los Juegos de Atenas, Pekín y Londres.
-Brebaje: bebida de ingredientes desagradables y mal aspecto. Suele
atribuírsele propiedades curativas o mágicas. Pócima.
Breva: primer fruto anual de la higuera, más grande que el higo.
-Emplasto: preparado medicinal de uso externo y localizado.
- Huarango: árbol espinoso nativo de América del Sur. Es de madera muy dura
y puede alcanzar los lo metros de altura.
-Ichu: pasto que crece en la puna, empleado como alimento para el ganado.
-Jariacha: demonio del incesto.
Limpia: rito realizado para la curación de males y sustos causados por brujería
o hechizos.
-Llamador: curandero, médico tradicional
-Lucifer: en la tradición cristiana, el ángel caído que por su soberbia se
transformó en Satanás. Es la imagen suprema del mal, y se le conoce también
como el diablo, el demonio, el Maligno y el Señor de las Tinieblas.
-Lúgubre: siniestro, sombrío, profundamente triste. Tétrico.
-Malero: se dice de aquellos brujos que realizan hechizos dañinos, destinados
a perjudicar a otras personas.
-Mochado: amputado, cercenado, cortado sin cuidado.
- Palmo: medida de longitud de aproximadamente 20 centímetros.
- Pandemonio: lugar en que hay mucho ruido y confusión.
- Pócima: al igual que un brebaje, bebida a la que se le atribuyen propiedades
curativas o mágicas.
-Respingón: que apunta hacia arriba.
-Socarrón: que se burla de forma disimulada, irónica.
-Supay: dios de la mitología prehispánica, cuyo nombre fue adoptado por los
españoles en Sudamérica para denominar al diablo cristiano