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Universidad Adolfo Ibáñez

Facultad de Artes Liberales


Modernidad y Sentido, sec.1

ENSAYO MONOGRÁFICO
Sentido de la Vida – Sentido de la Muerte
Interpretación crítica al planteamiento de M. Heidegger y
relación el existencialismo de J.P. Sartre

Nombre: Clemente Rojas Vidal.


RUT: 19637351-9
Profesor: Elke Steckkoenig
Resulta innegable el inmenso aporte cultural que genera el ejercicio de la
filosofía y su afán por explicar los distintos fenómenos que interfieren en el consciente
del individuo. En efecto, a lo largo del curso hemos visto cómo esta área del saber se
ha visto transformada, mediante el planteamiento de figuras como Husserl o Heidegger,
para luego dar explicaciones y sentar teorías partiendo de la constitución de la filosofía
como una ciencia estricta. De estos últimos dos autores, es posible rescatar su notable
contribución a la perspectiva fenomenológica de la realidad, la cual en simples términos
ha centrado sus esfuerzos en estudiar la esencia de cualquier elemento que sea
susceptible de experimentación, pues en ella se encuentra la consciencia de cualquier
objeto existente. El carácter estricto de esta ciencia, desde luego se daría por la serie
de componentes que son propios de su descripción terminológica y los métodos de
reflexión empleados. En los siguientes párrafos trataré da atribuirle un cierto orden a
este propósito, siempre desde un planteamiento práctico sobre el supuesto de la muerte
y su relación con la existencia del individuo.
En el presente ensayo, como ha podido ser posible de prever, nos centraremos
en el razonamiento que surge en torno al entendimiento del ser y su consciencia, desde
luego, a partir de reflexiones de autores como Martin Heidegger o Jean Paul Sartre,
quienes vislumbran en sus proposiciones filosóficas esquemas mentales para
comprender el valor de la muerte en nuestras vidas y la influencia de ésta en el
existencialismo, como corriente ilustrada del pensamiento humano. En efecto, lo central
del texto se remite a responder la interrogante sobre cómo se puede afirmar, bajo
ciertos conceptos y entendimientos técnicos de la fenomenología, que la muerte es
inherente a la vida del ser y cómo incide aquello en su existencia, tanto en el presente
como en proyecciones futuras de la realidad que pretende vivir. Al respecto, mi análisis
del tema espera reconocer la racionalidad de la muerte como elemento inexorable en la
existencia del individuo consciente, lo cual permitirá efectivamente al sujeto alcanzar
genuinamente su libertad. De otra forma, tal como señala Sartre, la pretensión mental
que surge de su capacidad intelectual no podría proyectarse, pues el reconocimiento
cognitivo y la aceptación de la muerte faculta al sujeto de librarse de la angustia
emocional (necesaria, en tanto opera como medio inicial para buscarle un sentido a la

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existencia), y junto a ello proyectar sus vivencias y demás acciones que realizará en
vida.
Respecto a la presentación de ciertos aspectos teóricos preliminares -que si bien
han sido discutidos con mayor profundidad en clases, resulta necesario remitirnos a
ellos someramente-, debemos señalar que si bien el objeto tratado en el análisis
resultará ser una cosa que existe perceptiblemente, su estudio fenomenológico deviene
en una descripción directa de la experiencia. Aquello es posible de distinguir con
claridad bajo el siguiente precepto teórico: primero es lo que vivimos y luego viene la
explicación. De esto último se desprende con claridad una relación de sujeto-objeto; en
la realidad, la relación interactiva que se genera de esta premisa es que primero se está
por descubrir y no por construir, pues el escenario descrito es un medio natural,
constituido como campo de acciones y percepciones. La expresión “fenomenología”
significa primariamente una concepción metodológica. No caracteriza el qué de los
objetos de la investigación filosófica, sino el cómo de ésta 1. Ya entendiendo basalmente
este supuesto, es posible contar con los elementos necesarios como para describir la
experiencia derivada de una vivencia.
En cuanto a la calidad sujeto, éste al mismo tiempo es individuo y objeto, pues
resulta ser parte del todo y a la vez puede ser analizado y transformado en ese todo.
Esto último deviene en la generación de la autoconsciencia (el yo que existe y el yo
para el otro), pues podría concluirse que el individuo en sí resulta ser lo que
experimenta y lo que es para la experimentación de otros. Aquello ha sido establecido
por la ciencia estricta en cuestión como una de las hipótesis centrales de toda esta
explicación filosófica de la existencia, sumado a la proposición de ser entes encarnados
de la naturaleza y miembros que son parte de un contexto histórico. En definitiva, sentar
estos precedentes teóricos no solo nos acerca a un entendimiento basal de la
fenomenología como ciencia estricta de la filosofía existencialista, sino que además
establece los parámetros técnicos necesarios como para responder la interrogante
planteada al inicio del presente trabajo. Para ello, han de emplearse métodos de
reducción filosófica (sintetizar el estudio a meros componentes propios de esta área),
eidética (captación intuitiva de la esencia) y finalmente los fenomenológicos per se

1
Heidegger, pp.37.

3
(situar la esencia en el campo de la conciencia pura). En otras palabras, la
fenomenología describe la esencia de los fenómenos dados a la conciencia (existe
intencionalidad), los que se encuentran reducidos (centrados) filosófica, eidética y
fenomenológicamente.
Ustedes ven que no puede ser considerada como una filosofía del quietismo, puesto que
define al hombre por la acción; ni como una descripción pesimista de hombre: no hay
doctrina más optimista, puesto que el destino del hombre está en él mismo; ni como una
tentativa para descorazonar al hombre alejándole de la acción, puesto que le dice que
solo hay esperanza en su acción, y que la única cosa que permite vivir al hombre es el
acto2.
Convengamos en señalar que tanto el planteamiento que se extrae de la cita de
Heidegger, así como lo expuesto por Sartre, evidencian un cierto orden lógico que se
desprende del análisis fenomenológico de la realidad. Es así como para el primero de
estos filósofos el reconocimiento racional de la muerte como un suceso inexorable en
nuestras vidas, de alguna u otra forma facultará al individuo poder alcanzar un cierto
grado de libertad, toda vez que sus emociones sean también se restrinjan del control
mental que pudieran ocasionar. Mientras, para Sartre el mismo individuo solo existe en
tanto se le reconoce como una proyección de su capacidad cognitiva y desarrollo
mental, definiéndose como persona por las acciones que en vida realizare. Por
consiguiente, la relación entre ambos supuestos radica en que el primero entiende a la
discusión interna sobre la muerte (reflexiones filosóficas al respecto) como algo
necesario y que debiera acontecer para luego avanzar en los estadios de la autonomía,
siempre y cuando las emociones no dominen ni aflijan el pensamiento -un ejemplo
concreto es lo que sucede con la sensación de angustia. Es la discusión sobre la
muerte y sus consecuencias un elemento inevitable de experimentar, en tanto como
discurso y reflexión se construye en el ideario del ser. La existencia es decidida en cada
caso tan solo por el Dasein mismo, sea tomándola entre manos, sea dejándola
perderse. La cuestión de la existencia ha de ser resuelta siempre tan solo por medio del
existir mismo3. Así, de la misma manera en que se discute la existencia por el solo
hecho de existir en el espacio-tiempo, la muerte es algo inherente al intelecto reflexivo

2
Sartre, pp.13.
3
Heidegger, pp.23.

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por el solo hecho de existir, siendo la única certeza que el ser humano -principalmente
en el existencialismo sartreano- cuenta sobre su existencia.
En efecto, para Heidegger la relación que sostiene el ser-ahí con el tiempo
(secuencia de actos experimentados) induce a concebir la temporalidad de la forma en
que la conocemos. Por tanto, la relación del ser humano con el tiempo opera como
forma de límite, pues separaría a la vida de la muerte y sienta parámetros claros para la
realización material y cognitiva del individuo. Para el autor, la muerte sería dejar de vivir
en cada instante, en cada momento en el tiempo se deja llevar por la secuencia de
actos que el yo y el otro experimentan en la realidad. Ahora bien, puede ser que este
proceso de búsqueda de la libertad se prive por el dominio de las emociones en el ser.
La filosofía fenomenológica trata de conciliar estas vivencias, en el sentido que señalan
los autores en que solo en la angustia el ser humano podría librarse del uno y abrirse a
sí mismo, como lo sería un ente auténtico y genuino, generándose así la libertad
necesaria para encontrarse a sí mismo. Al respecto, es entonces la interrogante que
nos plantea la muerte un elemento que así como nutre la angustia, puede encausarla
para dominar todo tipo de emocionalidad (en virtud de una mayor capacidad de
razonamiento) y lidiar en vida con el destino que nos depara la muerte. Se dice que el
ser humano es libre, en tanto sabe concebir la muerte como un elemento inexorable, a
lo que posteriormente entre una serie de posibilidades y condiciones que prefiguran su
modo de ser, entiende su existencia como un ser proyectado y que tiene la capacidad
de hacer lo propio con su futuro, siendo la muerte el límite irrefutable de toda
proyección. Por consiguiente, la muerte se reputa como inmanente (forma parte de la
existencia), toda vez que el ser humano interactúa con su planteamiento desde el
cuestionamiento y la comprensión integral de la realidad, viviendo la angustia
-experiencia emocional- producida por la sensación de encontrarse en un lugar
inhóspito (y vaya que lo es, puesto que ningún ser vivo ha podido experimentar con la
muerte).
En esta misma línea, se llega al consenso que podemos como seres humanos
-racionales y reflexivos- comprender lo que es la muerte en la materialidad, pero jamás
experimentarla, pues no podemos como seres vivientes percibir algo que está ajeno a
nuestras capacidades materiales, como lo sería experimentar físicamente una reacción

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ante el estado de la muerte. Solo tiene algún sentido ahondar más allá en esto, cuando
se analiza el perecimiento del ser material como un efecto natural y que devuelve sus
componentes químicos a la tierra, o cuando recordamos lo que supuso la existencia del
sujeto muerto en un plano histórico determinado. De ninguna otra manera la muerte
puede proyectarse como una experiencia futura, pues posterior a su umbral deja de ser
experimentable y lo que carece del propio ser prohíbe toda lógica de proyección.

A modo de conclusión, me gustaría que siguiéramos ahondando en la relevancia


de discutir reflexivamente sobre el valor atribuible en vida a la muerte, junto con el
reconocimiento al aporte cultural que ha supuesto dicho tema para las civilizaciones
que han forjado intelectualmente nuestra historia universal. Por ejemplo, la religión ha
supuesto uno de los mecanismos que por excelencia ha tratado no solo de explicar esta
certeza que nos ofrece la existencia natural (el hecho de perecer materialmente y dejar
de vivir), sino que además hegemonizar la supuesta verdad de los hechos y decretar
por consiguiente una realidad absoluta. Esto último encuentra una crítica en el propio
existencialismo y análisis fenomenológico como tal, por cuanto esta ciencia estricta ha
esforzado en sintetizar la práctica teórica propuesta a la potencialidad del ser (los actos
que este ejecuta o podría llevar a cabo) y su relación con el ambiente (los otros sujetos,
la misma temporalidad de las acciones o la experimentación analizada desde una
transformación multilateral).
En definitiva, ser conscientes que la humanidad a lo largo de la historia ha
reflexionado constantemente sobre este tema -e incluso ha impuesto dogmas en la
sociedad para dar por cierto solo una restringida concepción de la muerte-, nos
permitirá en el presente y a posterioridad valorar los espacios de libertad que hoy como
sociedades occidentales disponemos, para efectos de nutrir con una crítica mejor
desarrollada el planteamiento aquí expuesto. En efecto, el poder que ha tenido la
liberalización de la voluntad del individuo (estimulado por el inagotable deseo de
alcanzar la autonomía del ser), nos permite en este contexto criticar y fundamentar
diversas aristas que se derivan del tema central. Es un motor de lucha incombustible,
pero que muchas veces se detiene cuando las interrogantes superan el control mental
del ser, el cual se autolimita e impone barreras que van más allá de su poder de

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decisión. El quietismo es la actitud de la gente que dice: los demás pueden hacer lo que
yo no puedo. La doctrina que yo les presento es justamente lo opuesto al quietismo 4. La
fenomenología y su búsqueda constante por dar sentido a lo anteriormente descrito, es
un arma mortal -y de doble filo- en esta guerra discursiva de la modernidad. Mortal
porque puede derribar mitos y concepciones clichés imperantes en la realidad (sobre
todo respecto a lo que rodea a la muerte); de doble filo porque así como puede ilustrar
a un sujeto en esta lucha contra la angustia y el fin último de la existencia, puede a su
vez derribar toda zona de confort y concepción dogmática, que haría de la existencia
del individuo una angustia permanente. El éxito solo dependerá de la preparación que
tenga el individuo, junto a su capacidad de conocimiento sobre sí mismo.
Ser conscientes de los paradigmas y estructuras de poder social, a su vez nos
permite desenvolvernos en ellos y comenzar a cuestionar con mayor determinación
sucesos existenciales que nos envuelven en la cotidianeidad de la realización individual
y social. Es deber de cada miembro de una sociedad -y por lo demás como futuros
profesionales-,replantear estas estructuras de convivencia y subordinación, con el fin
último que nuestras mentes puedan reflexionar cada vez más sobre la existencia en sí y
la esencia de ésta. Tal como se ha advertido durante el transcurso del semestre, si el
tiempo es un fenómeno de la consciencia y el cual se define por la vivencia de quien lo
observa y experimenta, el hecho de analizar la historia de nuestras civilizaciones y
comprender los distintos entendimientos que le han tratado de atribuir a esta discusión
filosófica, nos parece en demasía relevante de exponer y continuar reflexionando.
Como la temporalidad no es algo ajeno a la consciencia -sino que se reputa como algo
que viene dado por ella-, vislumbrar distintos escenarios históricos y sucesos
acontecidos en determinadas épocas nutrirá el entendimiento que se tiene sobre la
muerte y la existencia en sí, además de generar una evidente contribución a la
discusión colectiva.

4
Sartre, pp.11.

7
BIBLIOGRAFÍA
o Heidegger, Martin. “Ser y tiempo”, (1926).
o Sartre, Jean Paul. “El existencialismo es un humanismo”, (1946).

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