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ENSAYO MONOGRÁFICO
Sentido de la Vida – Sentido de la Muerte
Interpretación crítica al planteamiento de M. Heidegger y
relación el existencialismo de J.P. Sartre
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existencia), y junto a ello proyectar sus vivencias y demás acciones que realizará en
vida.
Respecto a la presentación de ciertos aspectos teóricos preliminares -que si bien
han sido discutidos con mayor profundidad en clases, resulta necesario remitirnos a
ellos someramente-, debemos señalar que si bien el objeto tratado en el análisis
resultará ser una cosa que existe perceptiblemente, su estudio fenomenológico deviene
en una descripción directa de la experiencia. Aquello es posible de distinguir con
claridad bajo el siguiente precepto teórico: primero es lo que vivimos y luego viene la
explicación. De esto último se desprende con claridad una relación de sujeto-objeto; en
la realidad, la relación interactiva que se genera de esta premisa es que primero se está
por descubrir y no por construir, pues el escenario descrito es un medio natural,
constituido como campo de acciones y percepciones. La expresión “fenomenología”
significa primariamente una concepción metodológica. No caracteriza el qué de los
objetos de la investigación filosófica, sino el cómo de ésta 1. Ya entendiendo basalmente
este supuesto, es posible contar con los elementos necesarios como para describir la
experiencia derivada de una vivencia.
En cuanto a la calidad sujeto, éste al mismo tiempo es individuo y objeto, pues
resulta ser parte del todo y a la vez puede ser analizado y transformado en ese todo.
Esto último deviene en la generación de la autoconsciencia (el yo que existe y el yo
para el otro), pues podría concluirse que el individuo en sí resulta ser lo que
experimenta y lo que es para la experimentación de otros. Aquello ha sido establecido
por la ciencia estricta en cuestión como una de las hipótesis centrales de toda esta
explicación filosófica de la existencia, sumado a la proposición de ser entes encarnados
de la naturaleza y miembros que son parte de un contexto histórico. En definitiva, sentar
estos precedentes teóricos no solo nos acerca a un entendimiento basal de la
fenomenología como ciencia estricta de la filosofía existencialista, sino que además
establece los parámetros técnicos necesarios como para responder la interrogante
planteada al inicio del presente trabajo. Para ello, han de emplearse métodos de
reducción filosófica (sintetizar el estudio a meros componentes propios de esta área),
eidética (captación intuitiva de la esencia) y finalmente los fenomenológicos per se
1
Heidegger, pp.37.
3
(situar la esencia en el campo de la conciencia pura). En otras palabras, la
fenomenología describe la esencia de los fenómenos dados a la conciencia (existe
intencionalidad), los que se encuentran reducidos (centrados) filosófica, eidética y
fenomenológicamente.
Ustedes ven que no puede ser considerada como una filosofía del quietismo, puesto que
define al hombre por la acción; ni como una descripción pesimista de hombre: no hay
doctrina más optimista, puesto que el destino del hombre está en él mismo; ni como una
tentativa para descorazonar al hombre alejándole de la acción, puesto que le dice que
solo hay esperanza en su acción, y que la única cosa que permite vivir al hombre es el
acto2.
Convengamos en señalar que tanto el planteamiento que se extrae de la cita de
Heidegger, así como lo expuesto por Sartre, evidencian un cierto orden lógico que se
desprende del análisis fenomenológico de la realidad. Es así como para el primero de
estos filósofos el reconocimiento racional de la muerte como un suceso inexorable en
nuestras vidas, de alguna u otra forma facultará al individuo poder alcanzar un cierto
grado de libertad, toda vez que sus emociones sean también se restrinjan del control
mental que pudieran ocasionar. Mientras, para Sartre el mismo individuo solo existe en
tanto se le reconoce como una proyección de su capacidad cognitiva y desarrollo
mental, definiéndose como persona por las acciones que en vida realizare. Por
consiguiente, la relación entre ambos supuestos radica en que el primero entiende a la
discusión interna sobre la muerte (reflexiones filosóficas al respecto) como algo
necesario y que debiera acontecer para luego avanzar en los estadios de la autonomía,
siempre y cuando las emociones no dominen ni aflijan el pensamiento -un ejemplo
concreto es lo que sucede con la sensación de angustia. Es la discusión sobre la
muerte y sus consecuencias un elemento inevitable de experimentar, en tanto como
discurso y reflexión se construye en el ideario del ser. La existencia es decidida en cada
caso tan solo por el Dasein mismo, sea tomándola entre manos, sea dejándola
perderse. La cuestión de la existencia ha de ser resuelta siempre tan solo por medio del
existir mismo3. Así, de la misma manera en que se discute la existencia por el solo
hecho de existir en el espacio-tiempo, la muerte es algo inherente al intelecto reflexivo
2
Sartre, pp.13.
3
Heidegger, pp.23.
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por el solo hecho de existir, siendo la única certeza que el ser humano -principalmente
en el existencialismo sartreano- cuenta sobre su existencia.
En efecto, para Heidegger la relación que sostiene el ser-ahí con el tiempo
(secuencia de actos experimentados) induce a concebir la temporalidad de la forma en
que la conocemos. Por tanto, la relación del ser humano con el tiempo opera como
forma de límite, pues separaría a la vida de la muerte y sienta parámetros claros para la
realización material y cognitiva del individuo. Para el autor, la muerte sería dejar de vivir
en cada instante, en cada momento en el tiempo se deja llevar por la secuencia de
actos que el yo y el otro experimentan en la realidad. Ahora bien, puede ser que este
proceso de búsqueda de la libertad se prive por el dominio de las emociones en el ser.
La filosofía fenomenológica trata de conciliar estas vivencias, en el sentido que señalan
los autores en que solo en la angustia el ser humano podría librarse del uno y abrirse a
sí mismo, como lo sería un ente auténtico y genuino, generándose así la libertad
necesaria para encontrarse a sí mismo. Al respecto, es entonces la interrogante que
nos plantea la muerte un elemento que así como nutre la angustia, puede encausarla
para dominar todo tipo de emocionalidad (en virtud de una mayor capacidad de
razonamiento) y lidiar en vida con el destino que nos depara la muerte. Se dice que el
ser humano es libre, en tanto sabe concebir la muerte como un elemento inexorable, a
lo que posteriormente entre una serie de posibilidades y condiciones que prefiguran su
modo de ser, entiende su existencia como un ser proyectado y que tiene la capacidad
de hacer lo propio con su futuro, siendo la muerte el límite irrefutable de toda
proyección. Por consiguiente, la muerte se reputa como inmanente (forma parte de la
existencia), toda vez que el ser humano interactúa con su planteamiento desde el
cuestionamiento y la comprensión integral de la realidad, viviendo la angustia
-experiencia emocional- producida por la sensación de encontrarse en un lugar
inhóspito (y vaya que lo es, puesto que ningún ser vivo ha podido experimentar con la
muerte).
En esta misma línea, se llega al consenso que podemos como seres humanos
-racionales y reflexivos- comprender lo que es la muerte en la materialidad, pero jamás
experimentarla, pues no podemos como seres vivientes percibir algo que está ajeno a
nuestras capacidades materiales, como lo sería experimentar físicamente una reacción
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ante el estado de la muerte. Solo tiene algún sentido ahondar más allá en esto, cuando
se analiza el perecimiento del ser material como un efecto natural y que devuelve sus
componentes químicos a la tierra, o cuando recordamos lo que supuso la existencia del
sujeto muerto en un plano histórico determinado. De ninguna otra manera la muerte
puede proyectarse como una experiencia futura, pues posterior a su umbral deja de ser
experimentable y lo que carece del propio ser prohíbe toda lógica de proyección.
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decisión. El quietismo es la actitud de la gente que dice: los demás pueden hacer lo que
yo no puedo. La doctrina que yo les presento es justamente lo opuesto al quietismo 4. La
fenomenología y su búsqueda constante por dar sentido a lo anteriormente descrito, es
un arma mortal -y de doble filo- en esta guerra discursiva de la modernidad. Mortal
porque puede derribar mitos y concepciones clichés imperantes en la realidad (sobre
todo respecto a lo que rodea a la muerte); de doble filo porque así como puede ilustrar
a un sujeto en esta lucha contra la angustia y el fin último de la existencia, puede a su
vez derribar toda zona de confort y concepción dogmática, que haría de la existencia
del individuo una angustia permanente. El éxito solo dependerá de la preparación que
tenga el individuo, junto a su capacidad de conocimiento sobre sí mismo.
Ser conscientes de los paradigmas y estructuras de poder social, a su vez nos
permite desenvolvernos en ellos y comenzar a cuestionar con mayor determinación
sucesos existenciales que nos envuelven en la cotidianeidad de la realización individual
y social. Es deber de cada miembro de una sociedad -y por lo demás como futuros
profesionales-,replantear estas estructuras de convivencia y subordinación, con el fin
último que nuestras mentes puedan reflexionar cada vez más sobre la existencia en sí y
la esencia de ésta. Tal como se ha advertido durante el transcurso del semestre, si el
tiempo es un fenómeno de la consciencia y el cual se define por la vivencia de quien lo
observa y experimenta, el hecho de analizar la historia de nuestras civilizaciones y
comprender los distintos entendimientos que le han tratado de atribuir a esta discusión
filosófica, nos parece en demasía relevante de exponer y continuar reflexionando.
Como la temporalidad no es algo ajeno a la consciencia -sino que se reputa como algo
que viene dado por ella-, vislumbrar distintos escenarios históricos y sucesos
acontecidos en determinadas épocas nutrirá el entendimiento que se tiene sobre la
muerte y la existencia en sí, además de generar una evidente contribución a la
discusión colectiva.
4
Sartre, pp.11.
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BIBLIOGRAFÍA
o Heidegger, Martin. “Ser y tiempo”, (1926).
o Sartre, Jean Paul. “El existencialismo es un humanismo”, (1946).