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Capítulo 3

Dios tiene un plan


Es inconcebible que el Dios de infinita sabiduría y poder creara un mundo sin un plan definido
para su mundo. Y siendo que Dios es infinito, su plan debe abarcar cada detalle de la existencia
del mundo. Si pudiéramos contemplar al mundo en todas sus relaciones, pasadas, presentes y
futuras, veríamos que sigue con absoluta precisión un curso ya predeterminado. Entre las cosas
creadas podemos buscar en todo lugar, hasta donde el microscopio y el telescopio nos permitan,
y encontraremos organización por doquier. Grandes estructuras se descomponen en sus partes
constituyentes, y éstas a su vez están compuestas de otras pares que se descomponen de igual
forma, de manera casi interminable.
Aun el hombre, quien es sólo una criatura de corta vida y propenso a cometer toda clase
de errores, desarrolla un plan antes de actuar; y se considera necio al que actúa sin propósito o
diseño. Antes de emprender un viaje o algún trabajo, todos fijamos nuestras metas y luego nos
esforzamos por alcanzarlas hasta donde nos sea posible. La verdad del caso es que a pesar de que
muchos se oponen a la predestinación teóricamente, todos la practicamos en la vida diaria. E. W.
Smith dice que un hombre sabio "primero determina el fin que desea lograr, y luego determina
los mejores medios para lograrlo. El arquitecto, antes de comenzar la construcción de un edificio,
hace sus dibujos y traza sus planes, hasta los más minuciosos detalles; en su mente el edificio se
halla terminado antes de colocarse la primera piedra. Así también sucede con el comerciante, con
el abogado, con el agricultor, y con todo ser racional e inteligente".
Mientras mayores son nuestros proyectos, más imprescindible se hace que tengamos un
plan; de otro modo todo nuestro trabajo terminará en fracaso. De hecho, soto un necio intentaría
construir un barco o una vía de ferrocarril o gobernar una nación, sin un plan. Se cuenta que
antes de la invasión a Rusia, Napoleón había trazado un plan detallado, señalando el curso que
cada división de su ejército había de seguir, donde había de estar en cierto día, qué provisiones
había que tener, etc. Cualquier detalle que faltaba en dicho plan era debido a las limitaciones del
poder y de la sabiduría humana. Si la previsión de Napoleón hubiera sido perfecta y su control de
los eventos absoluto, su plan (podemos decir, su preordinación) hubiera abarcado cada acto de
cada soldado que iba en dicha marcha.
Si ésta es la realidad respecto al hombre mismo, cuánto más no lo será respecto a Dios.
"Un universo sin decretos", dice A. J. Cordón, "sería tan irracional y espantoso como una
locomotora que avanza en la oscuridad sin su faro delantero o sin maquinista, sin saber si el
próximo momento la ha de llevar al abismo". No podemos concebir que Dios haya creado el
universo sin antes haber tenido un plan que incluyera todo lo que habría de acontecer en dicho
universo. Las Escrituras, sin embargo, enseñan que la providencia de Dios se extiende a todos los
eventos, aun los más pequeños, lo que significa que su plan abarca todos los eventos. El que El
tenga el mejor de todos los planes posibles y el que dirija el curso de la historia hacia su señalado
fin, es una de sus perfecciones. El admitir que El tiene un plan que está llevando a cabo es
admitir la predestinación. Dice Dabney, "El plan de Dios demuestra en su realización que es una
unidad; causa está unida a efecto, y lo que era efecto se convierte en causa; las influencias de
unos eventos sobre otros se entrelazan, y descienden en una sucesión cada vez más amplia a
eventos subsiguientes; de tal manera que todo el complejo está entrelazado a través de todas sus
partes. Así como los astrónomos suponen que la remoción de un planeta de nuestro sistema solar
modificaría más o menos el balance y las órbitas de todos los demás, de igual manera la omisión
de un solo evento en este plan alteraría todo el conjunto, de forma directa o indirecta"."

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Si Dios no hubiera preordinado el curso de los acontecimientos, sino que hubiera esperado a que
una condición indeterminada se cumpliera o no, entonces sus decretos no podrían ser ni eternos
ni inmutables. Pero sabemos que El no puede cometer errores, y que tampoco puede ser
sorprendido por inconveniencia imprevista alguna. Su reino está en los cielos y El domina sobre
todo. Por consiguiente, su plan debe incluir todos y cada uno de los eventos de todo el recorrido
de la historia.
Que aun los eventos más pequeños tienen también su parte en este plan, y que son tales
como deben ser, es cosa fácil de ver. Todos podemos recordar ciertos "acontecimientos fortuitos"
que han cambiado el curso de nuestras vidas. Los efectos de éstos se extienden a lo largo de toda
la historia subsiguiente, ampliándose sus influencias cada vez más hasta llegar a producir otros
"acontecimientos fortuitos" similares. Se cuenta que los graznidos de unos gansos en cierta
ocasión salvaron a Roma. Cuan verídica sea esta historia, no lo sabemos, pero, no obstante, sirve
de ilustración. Pensemos, si esos gansos no hubiesen despertado a los guardas que dieron la voz
de alarma, despertando éstos a su vez al ejército de defensa, Roma hubiese caído, y el curso de la
historia desde ese momento en adelante hubiese sido otro. Si esos gansos hubieran permanecido
silenciosos, ¿quién puede imaginar los imperios que hubiesen de estar en existencia hoy, o dónde
hubieran de encontrarse los centros de cultura? De igual manera, durante una batalla una bala
pasa en su trayectoria a pocos centímetros del general del ejército. Este continúa con vida,
dirigiendo sus tropas, y gana una victoria decisiva, y es proclamado jefe de su nación por muchos
años—así como sucedió con Jorge Washington. Sin embargo, ¡cuan diferente hubiese sido el
curso de la historia si el soldado del ejército contrario hubiese apuntado su fusil sólo un poco
más hacia arriba o hacia abajo! Pensemos también en el gran fuego de Chicago en el año 1871,
que destruyó más de la mitad de la ciudad. Se dice que dicho fuego comenzó cuando una vaca
tumbó una linterna, de una patada. ¡Cuan distinta hubiese sido la historia de Chicago si el
movimiento de la vaca hubiese sido solamente un poco diferente! "El control de lo mayor debe
incluir el control de lo menor, ya que las cosas grandes no sólo están integradas por cosas
pequeñas, sino que la misma historia enseña cómo las circunstancias más insignificantes de
continuo demuestran ser los ejes sobre los cuales giran eventos de gran consecuencia. La
persistencia de una araña motivó a un hombre desesperado a ejercer nuevas fuerzas que
determinaron el futuro de una nación. El Dios que predestinó el curso que había de seguir la
historia de Escocia es el mismo que planeó y dirigió los movimientos de aquel pequeño insecto
que salvó a Roberto Bruce de la desesperación".¡ Ejemplos de esta índole pudieran multiplicarse
de manera indefinida.
El pelagiano niega que Dios tenga un plan; el arminiano dice que Dios tiene un plan
general, pero no uno detallado; el calvinista, en cambio, afirma que Dios tiene un plan detallado
que abarca todos los eventos a través de todas las edades. El que el calvinista reconozca que el
Dios eterno tiene un plan eterno mediante el cual ha predeterminado todo lo que acontece, no es
sino reconocer que Dios es Dios, y que, por tanto, está libre de toda limitación humana. Las
Escrituras presentan a Dios como una persona, ya que sus actos, así como los nuestros, tienen
propósito; pero a desemejanza de nosotros, Dios es infinitamente sabio en la formulación de sus
planes y omnipotente en su ejecución. Además, las Escrituras presentan al universo como
producto de su poder creador, y como el teatro en el cual se exhiben sus gloriosas perfecciones, y
que en toda su forma y en toda su historia y en sus más pequeños detalles debe corresponder con
su propósito al haberlo creado.
El Dr. Benjamín B. Warfield, quien, en la opinión decía, (después de Juan Calvino) el
más sobresaliente teólogo, nos dice en un artículo iluminador sobre "La Predestinación", que los

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escritores de la Biblia contemplaron el plan divino como uno "suficientemente amplio como para
abarcar todas las cosas del universo, y suficientemente pequeño como para incluir los más
mínimos detalles, realizándose con inevitable certeza en cada evento que acontece.... En la
infinita sabiduría del Señor de toda la tierra, cada evento acontece precisamente en el lugar que
le corresponde en el desarrollo del plan eterno; ninguna cosa, no importa cuan pequeña, o cuan
extraña sea, ocurre sin su orden, o sin su adaptación particular al lugar que le corresponde en el
desenvolvimiento de sus propósitos; y el fin de todo será la manifestación de su gloria. Esta es la
filosofía del universo que presenta no sólo el Antiguo sino también el Nuevo Testamento—una
perspectiva universal que logra unidad concreta en un absoluto decreto, o propósito, o plan, del
cual todo lo que acontece no es sino su desarrollo en el tiempo".
La esencia misma de un teísmo consistente es que Dios tenga un plan preciso para el
mundo, que conozca de antemano los actos de todas las criaturas que se propuso crear, y que a
través de su providencia gobierne todo el sistema. Si Dios sólo hubiese preordinado algunos
eventos aislados, entonces se introduciría confusión en el sistema, tanto en el mundo natural
como en los asuntos humanos, y El se vería obligado a desarrollar constantemente nuevos planes
para lograr sus propósitos. Su gobierno del mundo en tal caso sería sólo una caprichosa
mezcolanza de nuevos expedientes; y a lo mejor, gobernaría muy superficialmente, e ignoraría
gran parte del futuro. Pero nadie con una idea correcta de la persona de Dios creerá que El tenga
que cambiar de opinión cada vez en cuando para acomodar acontecimientos inesperados que no
estaban incluidos en su plan original. Si se niega la perfección del plan divino, no se podrá hallar
una posición consistente fuera de un ateísmo craso.
Es menester entender que Dios no estaba obligado a crear. El actuó con perfecta libertad
cuando creó al mundo. Cuando Dios decidió crear, había delante de El un número infinito de
planes posibles. Sin embargo, vemos que escogió este plan en particular, del cual somos parte. Y
como El conocía a perfección cada evento de este sistema en particular, es obvio entonces que
predeterminó cada evento cuando eligió este plan. Su selección del plan, o más bien, la
certidumbre de que la creación seguiría el orden de dicho plan, la llamamos su preordinación o
su predestinación.
Aun las obras pecaminosas de los hombres son parte previstas, permitidas, y tienen su
lugar preciso, y son controladas y dirigidas de modo que redunden en la gloria de Dios. La
crucifixión de Cristo, que sin lugar a duda es el crimen más vil de toda la historia humana, tuvo,
como declara la Biblia, su lugar preciso y necesario en el plan (Hch. 2:23; 4:28). Esta manera
particular de redención no es un expediente al que Dios tuvo que recurrir al ser derrotado y
frustrado por la caída del hombre, sino más bien "conforme al propósito eterno que hizo en
Cristo Jesús nuestro Señor" (Ef. 3:11). Pedro nos dice que Cristo fue "destinado desde antes de la
fundación del mundo" como sacrificio por el pecado (1 P. 1:20). Los creyentes fueron "escogidos
en él antes de la fundación del mundo" (o sea, desde la eternidad) (Ef. 1:4). Somos salvos no por
nuestras propias obras, "sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús
antes de los tiempos de los siglos" (2 Ti. 1:9). Y si la crucifixión de Cristo, es decir, su
ofrecimiento personal como sacrificio por el pecado, es parte del plan, entonces evidentemente la
caída de Adán y todos los demás pecados que hicieron que dicho sacrificio fuese necesario
también son parte del plan, no importa cuan indeseables sean.
La historia en todos sus detalles, aun los más pequeños, no es sino el despliegue de los
propósitos eternos de Dios. Los decretos divinos no son concebidos de manera sucesiva según
las emergencias van surgiendo, sino que todos son parte de un plan abarcador y jamás
debiéramos pensar que Dios súbitamente desarrolla un plan o lleva a cabo algo que no había

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