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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE HONDURAS

CENTRO UNIVERSITARIO REGIONAL DEL LITORAL ATLANTICO


CARRERA DE ECONOMIA AGRICOLA
DEPARTAMENTO DE ECONOMIA
HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONOMICO
”CORRIENTES TEORICAS DEL SIGLO XX”

CAPITULO VII

LOS INSTITUCIONALITAS NORTEAMERICANOS:

EL ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO

A finales del siglo XIX, en Estados Unidos se desarrolló una corriente de


pensamiento conocida como Escuela Institucionalista Americana. No tiene
todas las características de una escuela de pensamiento propiamente dicha, ya
que no existió una conciencia entre sus miembros de pertenencia a la escuela ni
un maestro reconocido.

Sin embargo, hay un líder destacado (Thorstein Veblen) y unos miembros cuya
adscripción a la escuela es unánime (John Commons y Wesley Mitchell) fue un
filósofo, sociólogo y economista altamente controvertido. Fuertemente crítico con
el “stablishment”, fue elegido, sin embargo, por sus colegas de profesión para la
presidencia de la American Economic Association.

Los institucionalistas americanos fueron los primeros en destacar la importancia


económica de los hábitos de conducta y de pensamiento de los grupos humanos y
tratar de analizar el complejo de instituciones sociales. Estuvieron influidos por los
historicistas alemanes y utilizaron conceptos procedentes de la psicología y del
evolucionismo darwinista. Fueron fuertemente críticos con la teoría económica
dominante en su época, denunciando que “leyes económicas” son, en realidad,
fenómenos contingentes que dependen de factores históricos, sociales e
institucionales; hay pocas cosas inmutables en la economía y muchas que son
influenciables por los individuos y las instituciones.

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Sigue siendo digno de estudio su visión de la economía:

Dinámica, Pragmática, No Individualista Y No Mecanicista.

Muchas de las críticas que hicieron a los economistas de su tiempo pueden seguir
aplicándose; por otra parte, muchas de las propuestas de reforma habían sido
aplicadas por ellos. Su análisis es abiertamente interdisciplinario, reconociendo
como imprescindibles para la comprensión de los fenómenos económicos las
aportaciones de otras ciencias.

 El institucionalismo no utiliza el modelo de agente económico racional y


maximizador de utilidades y beneficios.
 Utilizan las matemáticas y la estadística como instrumentos al servicio de
la teoría, y no al revés, como ha sido habitual en la segunda mitad del siglo
XX.
 No elaboran modelos matemáticos sino que utilizan las matemáticas para
medir la realidad histórica.
 Su teoría no está basada en modelos formales abstractos sino en datos
extraídos de la realidad; consideran que la realidad económica es dinámica
y su evolución puede ser descrita frecuentemente con los términos del
evolucionismo darwinista.

En los primeros decenios del siglo XX, los institucionalistas se expandieron


ocupando departamentos de universidades americanas en abierta competencia
con los marginalistas.

Durante la Gran Depresión, fueron consultados por el gobierno USA llegando a


decirse que el presidente Roosevelt era su “padre político”. Thorstein Veblen, fue
elegido presidente American Economic Association y Wesley Mitchell destacó en
su análisis de los ciclos y fundó la National Bureau of Economic Research siendo
por ello considerado como uno de los precursores de la econometría.

La corriente más destacada y concurrida del nuevo institucionalismo es la llamada


Law and Economics o Economía del Derecho, que analiza los costos de

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transacción y los derechos de propiedad; los nombres más destacados son los
de Ronald Coase, Armen Alchian, Harold Demsetz, Richard Posner y Oliver
Williamson.

Otra fecunda corriente es la Economía Política Constitucional de James


Buchanan desgajada o superadora de la ortodoxa Public Choice o Elección Social.
La Nueva Historia Económica de Fogel y North contempla asimismo la historia
como un proceso de evolución de instituciones. Hay que incluir también la teoría
del capital humano de Schultz o el análisis económico que hace Gary Becker de
las instituciones y funciones de la familia y el matrimonio.

La metodología de la corriente ortodoxa neoclásica utiliza el modelo teórico del


mercado de libre competencia como un supuesto ideal óptimo frente al que se
compara la realidad económica. Eso conduce inevitablemente a los economistas a
proponer soluciones consistentes siempre en la modificación de la realidad para
acercarla a la abstracción del libre mercado.

El nuevo institucionalismo rechaza esa metodología y, en cambio, intenta


comparar unas instituciones con otras. Lo óptimo no es real ni es alcanzable por lo
que hay que comparar y elegir entre soluciones institucionales sub-óptimas pero
posibles.

Ante esta nueva metodología, mercado y Estado parecen competir en igualdad de


condiciones:

 Las instituciones estatales o


 Las instituciones de mercado pueden ser comparativamente más o menos
eficientes según el lugar y el momento histórico.

Para solucionar los problemas económicos concretos y para estimular el


crecimiento económico no es válido proponer medidas macroeconómicas de
validez universal. Por el contrario, habrá que fomentar el desarrollo institucional
adecuado al entorno concreto.

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Recuérdese que la clásica definición de la Economía, permite contemplar el
análisis económico como un estudio de la elección humana.

Esta elección, implica que se haga una valoración de las ventajas e


inconvenientes de cada una de ellas y supone inclinarse por aquella que resulte
más beneficiosa desde la perspectiva de la propia escala de valores.

Esta definición de bienestar implica que éste no puede reducirse tan solo a sus
aspectos materiales; habrá personas para las que el máximo bienestar se
equipare a tener mayor número de bienes, pero para otras esto será menos
importante.

Frente a la amenaza del imperialismo económico, el análisis económico de la


sociedad debe entenderse como una aportación complementaria a las de las
restantes ciencias sociales.

En principio, puede aceptarse que el acuerdo libre entre los sujetos, permite el
equilibrio óptimo en las decisiones siempre que no existan imperfecciones
importantes.

Por tanto, para que el mercado funcione es imprescindible que:

 Estén perfectamente definido de antemano los derechos y


responsabilidades de manera que podamos saber quien tiene que
pagar a quien para conseguir que se tomen las decisiones en la
dirección deseada o se penalizase a quien rompa las reglas del juego.
PRIMERA MISIÓN DEL DERECHO, DELIMITAR LOS DERECHOS DE
PROPIEDAD.
 Estén fijadas las reglas conforme a las cuales deben efectuarse las
transacciones del mercado y evitar que estos se encarezcan en
exceso previendo soluciones para las contingencias imprevistas.
SEGUNDA MISIÓN DEL DERECHO, FIJAR LAS REGLAS DEL JUEGO.

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 Deberán estar garantizadas el cumplimiento de las condiciones
básicas de seguridad que no pongan en peligro el propio
funcionamiento del mercado.
TERCERA MISIÓN DEL DERECHO, GARANTIZAR EL CUMPLIMIENTO
DE LAS REGLAS.

JOHN MAYNARD KEYNES

La Teoría General Y El Nacimiento De La Macroeconomía

La economía keynesiana se centró en el análisis de las causas y consecuencias


de las variaciones de la demanda agregada y sus relaciones con el nivel de
empleo y de ingreso.

El interés final de Keynes fue poder dotar a unas instituciones nacionales o


internacionales de poder para controlar la economía en las épocas de recesión o
crisis. Este control se ejercía mediante el gasto presupuestario del Estado, política
que se llamó política fiscal.

La justificación económica para actuar de esta manera, parte sobre todo, del
efecto multiplicador que se produce ante un incremento en la demanda agregada.

Su obra magna es La Teoría General del Empleo, El Interés y el Dinero la cual


fundó lo que pasará a constituir una nueva rama de la economía conocida como
MACROECONOMÍA.

Los Principios Fundamentales De La Economía Keynesiana

La Ruptura Con Los Clásicos

Keynes refutaba la teoría clásica de acuerdo a la cual la economía, regulada por sí


sola, tiende automáticamente al pleno uso de los factores productivos o medios de
producción (incluyendo el capital y trabajo). Keynes postuló que el equilibrio al que
teóricamente tiende el libre mercado, depende de otros factores y no conlleva

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necesariamente al pleno empleo de los medios de producción, es decir, que los
postulados básicos de Smith (formalizados en el enunciado de la Ley de Say)
dependen de una premisa que no es necesariamente correcta o “general”.

Así, Keynes postuló que la posición de Smith, Say o Ricardo, sobre el equilibrio de
la oferta y la demanda, sería correspondiente a un caso “especial” o excepcional,
en tanto que la teoría debería referirse al proceso “general” y a los factores que
determinan la tasa de empleo en la realidad, en consecuencia llamó a su
proposición “Teoría general”.

En términos no técnicos, el liberalismo económico clásico supone que cuando se


produce un bien se han producido también los medios para su compra (en la
medida en que para producirlo se ha gastado dinero, ya sea en inversiones de
capital, compra de materias primas, sueldos y otros). En esa situación, lo racional
es comprar (debido a que mantener dinero sin uso no produce beneficios; en todo
caso, el posible ahorro es equilibrado por el endeudamiento). Sigue además que
para fomentar crecimiento económico hay que fomentar la producción: a más
producción, más dinero, más compras, etc.

Así, en el largo plazo, no solo todo lo que se produce es lo mismo que todo lo que
se compra sino que todos están interesados en que el sistema funcione a máxima
capacidad (se logra un equilibrio entre la producción y la demanda agregada que
tiende al máximo uso de los recursos, incluyendo el pleno empleo).

Keynes invierte la Ley de Say;

Para él no es la producción la que determina la demanda sino la demanda la que


determina la producción.

Esto porque los empresarios -o quienes intentan serlo- invierten sobre la base de
una percepción central:

“la diferencia entre la tasa de interés y la tasa de ganancia; a la mayor


diferencia en favor de la última, lo más posible es que se invierta. Pero esa
tasa de ganancia depende de la demanda.”

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Mientras tanto los consumidores -ya sea que consuman o “ahorren” (defieran
consumo)-, su demanda no sólo se determina cuando la tasa de interés sube sino
también con relación a la percepción de la evolución futura, tanto de sus ingresos
como de los precios de bienes de consumo. Se establece así una relación
compleja.

De hecho, Keynes va tan lejos como sugerir que–debido a una serie de factores;
entre los cuales, el principal es una tasa de interés excesiva- la situación tiende a
oscilar alrededor de un punto en el cual los recursos no son utilizados efectiva o
plenamente, ya que tal tasa de interés tiende a deprimir la economía en general.

En otras palabras, Keynes postuló que, en ciertas situaciones, y contrario a lo


planteado por la visión clásica, es económicamente racional no gastar dinero. Por
ejemplo, si los precios están bajando es racional no comprar hoy porque con el
mismo dinero se comprará más la semana que viene.

Por el mismo motivo, disminuye la cantidad de gente interesada en utilizar


préstamos (los ahorros de otros):

 Si los precios bajan, no solo se comprará más la semana que viene sino
que las tasas de interés y los sueldos serán menores.
 Igualmente, una baja del empleo o de los salarios -amenazando futuros
ingresos- puede llevar a otra en la demanda, y por lo tanto a una baja en la
producción, llevando a su vez a más desempleo.

Así, sucede que la economía establece un punto de equilibrio nuevo donde


convive perfectamente en una situación lejana de la utilización óptima de los
medios de producción. Específicamente, en la década de los treinta del siglo XX,
durante la Gran Depresión, con una alta tasa de desempleo.

Así pues, debido a que la relación “ahorro igual a la inversión” no se establece


solo o automáticamente a través de la acción del mercado, parecería conveniente
encontrar alguna manera de armonizar esas variables. Keynes postula que la
única fuerza capaz de hacer eso es el Estado.

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Para tratar de entender el funcionamiento real de la economía y sus diferencias
con los esquemas formales del dogma clásico, Keynes desarrolló los conceptos de

a) Propensión a consumir,
b) Multiplicador de la inversión,
c) Eficiencia marginal del capital y
d) Preferencia por la liquidez.

CONSUMO, AHORRO E INVERSIÓN

La propensión marginal a consumir es la variación del consumo cuando el


ingreso disponible varía en una unidad, es decir, la relación entre una variación en
el ingreso y la modificación correspondiente en el gasto en consumo.
Formalizando lo anterior. Keynes postuló la ecuación del consumo: C=Co+cYd,
donde C es el consumo total, Co es el consumo autónomo (aquel consumo que no
depende del ingreso), c es la propensión marginal a consumir, e Yd (Yd=Yt- T+TR,
donde Yt es el ingreso total, T son los impuestos y TR son las transferencias) es el
ingreso disponible.

Si la propensión a consumir es débil y las oportunidades de inversión no son


atrayentes, una parte del ingreso que no se consume tampoco se invertirá y la
demanda efectiva se reducirá, por lo que la economía se contraerá y el nivel de
empleo descenderá.

De manera que como el ahorro y la inversión no siempre están en equilibrio, al


Estado le corresponde actuar para asegurar que el nivel de inversión necesario
para multiplicar la actividad económica y garantizar el pleno empleo.

En términos prácticos, y para contrarrestar la espiral negativa de los años treinta,


Keynes proponía que -en momentos de estancamiento económico- el Estado tiene
la obligación de estimular la demanda con mayores gastos económicos.
Teóricamente, hay tres maneras que el Estado puede financiar esos gastos:

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1. Aumentar los impuestos.

2. Imprimir más dinero y

3. Endeudamiento fiscal (uso de los dineros que la población está ahorrando).

Keynes basa sus sugerencias sobre un dinero con valor relativamente estable, por
lo que no es partidario del incremento indiscriminado en su “producción”. Aunque
para Keynes el incremento de impuestos era legítimo si se orientaba al aumento
de la inversión pública y de la demanda, consideraba adecuado financiar el
incremento del gasto fiscal a través del endeudamiento, en lugar de dedicar todos
los impuestos recaudados al pago de deudas.

El otro lado de esa política es que el Estado debe pagar esa deuda cuando sus
ingresos aumenten, debido al incremento por ingresos de impuestos cuando
eventualmente haya un auge; ese aumento en los ingresos se debe al auge o
expansión en la economía, no a un incremento en la tasa de impuestos. En otras
palabras, la propuesta de Keynes es que el Estado debe jugar en general un papel
contracíclico en la economía: estimulando la demanda en momentos de recesión y
restringiéndola en momentos de auge. De esta manera, los ciclos económicos se
aminoran y no se transforman en crisis.

Tasas De Interés Y Rentabilidad

Otro aspecto fundamental de la teoría keynesiana es el relativo a la necesidad de


regular las tasas de interés, de manera que sean inferiores a la eficiencia marginal
del capital. La teoría clásica suponía que las leyes del mercado harían mover las
tasas de interés al punto adecuado para garantizar el rendimiento de las
inversiones, pero también en este caso el dogma clásico apenas cubría casos
excepcionales, en tanto la realidad funciona generalmente en otra forma.

La preferencia por la liquidez, lleva a la gente a atesorar o a tratar de tener


dinero efectivo o disponible; “la tasa de interés es el premio que tiene que
ofrecerse para inducir a la gente para conservar su riqueza en cualquier otra forma
distinta al dinero atesorado”.

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Si las autoridades monetarias fallan en reducir las tasas de interés por debajo de
la eficiencia marginal del capital, la economía se contraerá irremediablemente,
aunque la causa de fondo del desánimo de la inversión no es el nivel de las tasas
de interés sino la caída de la rentabilidad. Para Keynes, una recesión “es el
resultado del cambio cíclico de la eficiencia marginal del capital”.

Keynesianismo Y Coyunturas Históricas, Económicas Y Políticas

Dentro de la coyuntura histórica, económica y política, el keynesianismo -y sus


proyectos consecuentes como el Estado de Bienestar y el desarrollismo- dio a los
dirigentes mundiales la oportunidad de salvar la democracia, cuya existencia llegó
a verse amenazada debido al auge de las dictaduras producto de la incapacidad
del liberalismo clásico de resolver la crisis. Debido a esta razón, los principios del
keynesianismo fueron aplicados de una u otra manera en gran parte de los
Estados occidentales desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta que en
los años setenta un nuevo tipo de crisis llevó a su cuestionamiento y el
resurgimiento de aproximaciones clásicas bajo el neoliberalismo.

En palabras keynesianas, “solo el Estado puede restaurar los equilibrios


fundamentales”, y la participación del Estado implica movimiento hacia el
socialismo.

El problema -por lo menos para algunos- es que Keynes, por un lado, desea que
esa transformación sea democrática y, por el otro, cree que para eso se necesita
un nivel de comprensión y control sobre la economía que, en su tiempo por lo
menos, no existía.

El cambio del sistema de propiedad de los medios de producción no basta para


resolver los problemas de la economía. Keynes dijo en 1926, como respuesta a la
proposición de que lo que se necesitaba era la “insurrección proletaria”:

“Nos hace falta, más que normalmente, un esquema coherente... Todos los
partidos políticos tienen sus orígenes en ideas del pasado, no en nuevas y
ninguno más notoriamente como los de los marxistas. No es necesario debatir las

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sutilezas de lo que justificaría a un hombre promover su evangelio por la fuerza,
porque nadie tiene ese evangelio. La próxima movida es con la cabeza, pero
primero debemos esperar”.

En la actualidad, algunos partidarios del neoliberalismo aun abogan por la vuelta al


patrón oro. Alan Greenspan, ex-presidente de la Reserva Federal, por ejemplo,
alega que “un antagonismo casi histérico hacia el patrón oro une a todos los
estatalitas. Parecen darse cuenta, tal vez con mayor claridad y sutileza que
muchos liberales, que el oro y la libertad económica son inseparables, que el
patrón oro es un instrumento del laissez-faire, y que cada uno implica y requiere el
otro”.

CRÍTICAS AL KEYNESIANISMO

Las sugerencias de Keynes han sido objeto de varias tentativas de críticas,


algunas de las cuales parecen demostrar no solo una falta de comprensión de la
posición de Keynes pero incluso de conceptos económicos o hechos históricos
básicos.

Así, por ejemplo, W. Röpke escribió: “puede creerse que hay épocas en las que
medidas vigorosas para aumentar la oferta monetaria impedirán el desastre; pero
una figura científica tan destacada como Keynes no puede impunemente extender
el manto de su autoridad sobre la propensión crónica de todos los Gobiernos hacia
la inflación. Puede creerse que en ciertas circunstancias un aumento de la deuda
pública es el mal menor; pero tal medida temporal no puede impunemente
transformarse en principio de carácter general”.

A fin, aparentemente, de terminar con esa supuesta impunidad, Röpke alega que
“se puede descubrir en el mecanismo del ahorro problemas”.

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Crecimiento Económico Y Bienestar:

La Teoría Keynesiana

A partir de la segunda posguerra, la política social se vincula a objetivos


económicos. Las políticas de posguerra se inspiraron en la necesidad de que el
Estado favoreciese el crecimiento económico y, además, en que éste se orientase
hacia la consecución del bienestar. En esos años, se generaliza la idea de que la
pobreza, además de ser un problema económico, también lo es político, porque la
paz tiene que basarse en la justicia social.

A diferencia de los economistas neoclásicos, Keynes negaba que el sistema


económico se autorregularse. Los neoclásicos habían sostenido que el paro era
consecuencia de los desequilibrios del mercado de trabajo y que el exceso en la
oferta de este factor se corregía con la disminución de los salarios. Por el
contrario, para Keynes el desempleo es consustancial al mercado y su causa es la
insuficiencia de la demanda colectiva.

El objetivo de crecimiento económico se alcanzó ampliamente. Los países


industrializados de Europa Occidental disfrutaron, a partir del decenio 1950-60, de
una etapa de prosperidad sin precedentes. Lo que no excluye que también se
produjesen fluctuaciones, aunque sus dimensiones fueron débiles.

Justificación Social Del Modelo Del Estado Del Bienestar:

El Informe

Se ha sostenido que si Keynes proporcionó la justificación económica del Estado


de Bienestar, Beveridge lo hizo desde la perspectiva social. Fue a partir de su
informe, elaborado en 1942, cuando el concepto de seguridad social adquiere
repercusiones teóricas y prácticas.

Una de las principales aportaciones del Informe Beveridge consistió en la


elaboración de un proyecto completo de seguros (enfermedad, desempleo,
incapacidad por accidentes y enfermedades laborales, viudedad, vejez, gastos de

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entierro, subvenciones a los niños y aprendizaje de nuevas ocupaciones) que
abarcaba a todos los ciudadanos. El Seguro Nacional se entendió como el mínimo
de ingresos que debía garantizarse a todas las personas. Además, ese ingreso
mínimo se entendió como un derecho que, por otra parte, sería compatible con el
seguro privado, es decir, se trataba de garantizar una renta mínima de
subsistencia. También se preveía la asistencia nacional proporcionada
directamente por el Estado, previa comprobación de rentas de aquellos individuos
necesitados que no pudiesen contribuir al sistema de la seguridad social.

El informe Beveridge incorporaba seis principios fundamentales:

1) Prestaciones uniformes, con independencia del nivel de renta del


asegurado.
2) Contribuciones únicas y uniformes, siendo irrelevante la cuantía de
los recursos del asegurado.
3) Gestión administrativa unificada, que implicaba que los asegurados
debían pagar una contribución única semanalmente, cotizando con
ella todas las prestaciones.
4) Suficiencia de las prestaciones, tanto en relación a la cuantía como a
la duración, sin necesidad de otros recursos.
5) Amplitud del ámbito de aplicación, tanto con respecto a las personas
beneficiarias como a los riesgos que tenían que protegerse.
6) Diferenciación. Este último principio supone que la seguridad social
se aplicaría teniendo en cuenta los diferentes modos de vida de los
asegurados.

Aunque es usual utilizar la categoría genérica de Estado de Bienestar, pueden


distinguirse varios modelos. Una de las clasificaciones con más vigor es la
realizada por Titmuss; en síntesis, distingue tres modelos:

 EL INSTITUCIONAL.

Se caracteriza porque el Estado goza de un importante cometido en la provisión


del bienestar, los programas son universales, es decir, se dirigen al conjunto de la

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población y no se encuentran sometidos a condiciones. Además, las prestaciones
son generosas, tanto por los riesgos que cubren como por su calidad.
Representativos de este modelo son, por ejemplo, Finlandia, Noruega o Suecia.

 EL RESIDUAL.

El Estado posee una función mínima como proveedor del bienestar. El mercado y
la familia ocupan un lugar predominante. El Estado es subsidiario, sólo interviene
cuando falla la familia y el mercado. Las prestaciones públicas características son
las asistenciales, las transferencias son selectivas, están sometidas a la
comprobación de recursos y son de baja calidad. Es el caso de EEUU y Canadá.

 EL CORPORATIVISTA O DE “LOGRO PERSONAL-RESULTADO


PROFESIONAL”.

El derecho a las prestaciones es consecuencia del contrato de trabajo y están


relacionadas con las aportaciones realizadas. A este modelo se adecuaría, por
ejemplo, Alemania.

MONETARISMO Y MILTON FRIEDMAN

El monetarismo es una escuela de pensamiento económico que sostiene que las


perturbaciones en el sector monetario de la economía son las principales causas
de la inestabilidad general en ella; el monetarismo se basa en los trabajos
desarrollados por Milton Friedman hacia finales de la década de los cincuenta y
comienzos de los sesenta del siglo XX, y puede considerarse como una crítica a la
economía keynesiana predominante durante esa época.

El monetarismo hace énfasis en las particulares propiedades de la moneda y en


los efectos que tiene la política monetaria sobre la demanda agregada,
destacando la fuerte relación que existe entre el nivel de precios y el tamaño y la
tasa de crecimiento de la masa monetaria. Otro de los aspectos analizados por los
monetaristas es el relativo a las expectativas: se hace hincapié en que los actores
económicos, luego de un cierto tiempo, son capaces de prever y anticiparse a las

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consecuencias de la política monetaria, adecuando su conducta a ella, lo que
reduce gran parte de su capacidad para modificar las variables macroeconómicas.

MUNDIALIZACIÓN Y GLOBALIZACIÓN

EL CONCEPTO DE MUNDIALIZACIÓN

El término de mundialización, o el de globalización, comienza a utilizarse a


mediados de los años ochenta del siglo XX; entre los factores que lo han
impulsado destaca la revolución técnica en el ámbito de las comunicaciones que
ha tenido como efecto una reducción de sus costos y de su velocidad. Pero, aún
siendo importante el factor tecnológico, la mundialización no puede explicarse,
exclusivamente, por esta causa. Diferentes autores sostienen la incidencia de la
ideología en el desarrollo de la globalización. En uno u otro caso, ¿qué se
entiende por este fenómeno? En líneas generales, entre los conceptos que se han
formulado de globalización cabe distinguir dos posturas:

a) los que consideran que se trata de un fenómeno de naturaleza esencialmente


económica;

b) los que le atribuyen una naturaleza polimorfa.

En el primer sentido, el término globalización se adopta para dar cuenta de la


interdependencia de las economías nacionales y la tendencia a la creación de un
único mercado de ámbito planetario. Según Dubois, la globalización sería un
concepto comprensivo y superador de los términos de internacionalización y
transnacionalización; el primero alude a la interrelación de las economías
nacionales producida por la expansión del comercio internacional; el segundo al
aumento de las empresas transnacionales, lo que implica que éstas no estén
centralizadas territorialmente, pues ningún país acumularía todas las etapas
productivas. Por lo tanto, los términos de internacionalización y
transnacionalización, referidos a la economía, se circunscriben al comercio y a la
producción; en cambio, la globalización económica abarca la difusión del
comercio, de la producción, del consumo y de la inversión.

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En el segundo sentido, se interpreta que la globalización excede del ámbito
económico, sería un proceso que abarca a las transacciones sociales de todo tipo.
Beck sostiene que este fenómeno se extiende a la información, a la ecología, a la
cultura -debido al consumo de productos idénticos en todo el planeta- y al trabajo.
Si en otras épocas, dice Beck, la actividad social estaba delimitada por las
fronteras sociales de forma que el contorno de la sociedad coincidía con el de los
Estados, en la actualidad las fronteras se han difuminado; de ahí que Beck
identifique la globalización con la sociedad mundial.

El resurgimiento de los etno-nacionalismos ha sido simultáneo a las fuerzas de la


mundialización. Los movimientos nacionalistas se han interpretado como una
respuesta reactiva a estas fuerzas y a la homogeneización que conllevan. La
globalización de la información se ha valorado como un factor que contribuye a
alimentar la conciencia de las diferencias aunque, al mismo tiempo, es improbable
que no repercuta en las culturas e identidades nacionales.

MUNDIALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

Hay autores que opinan que hoy en día puede hablarse de la existencia de un
sistema capitalista global. En opinión de Soros, la economía global se caracteriza
más por la libre circulación de capitales que por el libre comercio de bienes y
servicios. La movilidad del capital interrelaciona los tipos de intereses, los tipos de
cambio y las cotizaciones de las acciones de todos los países, lo que repercute
ampliamente sobre la situación económica.

Pero en el contexto creado por la crisis económica de los años setenta de la


centuria pasada emergió un nuevo orden financiero caracterizado por la
desregulación y, en consecuencia, por la libertad de los movimientos de capital y
por la flexibilidad de los tipos de cambio.

La desregulación se ha basado en dos argumentos:

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 La confianza en la capacidad de los mercados financieros
internacionales para mantener y fijar el precio de equilibrio de los
activos financieros de acuerdo con las condiciones de la economía.
 Se defiende que la libre circulación de capitales a escala
internacional produce una mejor asignación de recursos, ya que el
capital circulará desde los sectores y países cuya rentabilidad sea
menor hasta aquellos sectores y países donde la inversión sea más
productiva.

El concepto de soberanía se aplica, sobre todo, a la autoridad legítima de un


territorio, no se trata de una cuestión económica. De acuerdo con la teoría clásica,
el atributo característico de la soberanía es el de dar las leyes, atributo que no
ostenta ninguna otra autoridad, sino que es monopolizado por el soberano.

No obstante, debe reconocerse que el concepto de soberanía ha tenido


repercusiones para la creación de espacios económicos integrados. El Estado fue
un instrumento útil para el desarrollo del mercado, no sólo por ser garante de la ley
y el orden, sino debido a que ciertas políticas pudieron implantar barreras
aduaneras internas, la creación de sistemas comunes de pesas y medidas, el
establecimiento de una moneda común… Desde estas perspectivas, puede
admitirse con Cohen que “el mercado sería una institución procedente del poder
soberano al mismo nivel que otras instituciones”.

Sin duda, desde los años ochenta del siglo XX ha adquirido un claro predominio la
idea de que el equilibrio del libre mercado no necesita de la interferencia política
sino que depende, únicamente, de la estabilidad monetaria y fiscal. Sin embargo,
la posibilidad de que el mercado prescinda de una autoridad colectiva ha sido
rebatida desde diferentes frentes.

Aunque el Estado haya perdido autonomía respecto a la economía, sigue siendo


un actor útil. Es evidente la incidencia de las ayudas a la exportación en el
desarrollo de los sectores industriales o cómo los servicios de educación e

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investigación favorecen el desarrollo económico. La obsolescencia del Estado es
un mito: un mito tras el que subyace un cambio de las funciones estatales.

La revisión a la que se ha sometido la intervención del Estado en la economía


pareció entrar en un nuevo punto de inflexión tras los actos terroristas del 11 de
septiembre de 2001 en EEUU. A partir de esta fecha, las políticas seguidas se han
distanciado de las directrices neoliberales y se han vuelto a inspirar en el
keynesianismo. Ejemplo de ello son algunas de las medidas adoptadas por el
gobierno americano, que aprobó un elenco de medidas para contrarrestar la
incertidumbre de los agentes económicos:

 Reducción del precio del dinero,


 Aumento de los gastos de defensa,
 Concesión de ayudas directas a las compañías aéreas…

Es decir, una vez más, ante una situación de crisis, la reactivación económica
requirió la iniciativa del Estado.

Algunos autores ya han apuntado que “vamos hacia una era en la que
prevalecerá la idea de que dejarlo todo al mercado no funciona y que el Estado
debe desempeñar un papel más importante”.

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