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Los bloques de apartamentos en la antigua

Roma

Como en cualquier civilización antigua, la vida cotidiana todavía se centraba en el


hogar, y cuando las personas llegaban a la ciudad, su principal preocupación era
encontrar un lugar para vivir. El espacio era muy escaso en una metrópolis
amurallada como Roma, y desde el principio se prestó poca atención a las
necesidades de vivienda de las personas que emigraron a la ciudad; los bloques de
viviendas proporcionaron la mejor respuesta. La mayoría de los ciudadanos
romanos, no todos ellos pobres, vivían en estos edificios de apartamentos.

Ya en el 150 aC, había más de 46,000 de ellas por toda la ciudad. La mayoría de
estas viviendas destartaladas estaban abarrotadas y eran extremadamente
peligrosas, lo que provocaba que los residentes vivieran con un miedo constante a
los incendios y colapsos, y en algunas zonas también existía el peligro de las
inundaciones del río Tíber.
In
icialmente, los gobernantes no se preocuparon mucho por el diseño de calles rectas
o incluso anchas (las calles, a menudo sin pavimentar, podrían ser tan estrechas
como dos metros o tan anchas como cuatro), no permitiendo un acceso o salida
fácil de estos edificios si ocurriera un incendio. Precisamente se necesitó un gran
incendio como el que ocurrió cuando gobernaba el emperador Nerón para que se
mejorara este problema ya que las calles se ampliaron y se construyeron balcones
para brindar seguridad y acceso en momentos de emergencia. Estos “bloques”
normalmente tenían entre cinco y siete pisos de altura (más de 21 metros); sin
embargo, debido a que muchas de estas viviendas fueron consideradas inseguras,
fueron aprobadas leyes por los emperadores Augusto y Trajano para evitar que se
hicieran demasiado altas; desafortunadamente, estas leyes rara vez se cumplían.
La pobreza en toda la ciudad era evidente, y la vida en estas viviendas reflejaba
esta situación. El piso en el que una persona vivía dependía de sus ingresos. Los
apartamentos inferiores -la planta baja o el primer piso- eran mucho más cómodos
que los pisos superiores. Eran espaciosos, con habitaciones separadas para comer y
dormir, ventanas acristaladas y, a diferencia de las otras plantas, el alquiler
generalmente se pagaba anualmente. Los pisos más altos, donde el alquiler se
pagaba por día o por semana, estaban abarrotados, a menudo con una sola
habitación para una familia. Una familia vivía en constante temor al desalojo.

No tenían acceso a la luz natural, eran calurosos en verano y fríos en invierno con
poca o ninguna agua corriente, lo que incluso significaba tener o no una letrina o
baño. Si bien el primer sistema de alcantarillado de la ciudad o Cloaca
Máxima apareció en el siglo seis antes de Cristo, no benefició a los de los pisos
superiores (los pisos inferiores tenían acceso a agua corriente y baños
interiores). La basura, incluso los excrementos, se tiraba a las calles, no solo
causando un hedor terrible sino también un caldo de cultivo perfecto para las
enfermedades.
Para muchos, la única alternativa era utilizar los baños públicos. Esa combinación
de la falta de luces en la calle (no había tráfico peatonal por la noche debido a la
alta tasa de criminalidad), los edificios en descomposición y el temor al fuego,
provocaba que la vida en los pisos superiores de las viviendas no era muy
agradable para aquellas gentes.

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