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Germán Umaña M.

/ Profesor Universidad Nacional


¿El retorno de los elefantes?
http://www.portafolio.com.co/hist_imp/porta_secc/porta_opin/2005-09-
01/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_PORTA-2512013.html

La política exterior comercial de Colombia ha presentado en los últimos años


una tendencia hacia la bilateralización de las relaciones con los Estados Unidos
y, en consecuencia, la pérdida de participación en lo multilateral y en la
integración continental o con otras regiones.

En el foro multilateral de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que se


desarrolla en la Ronda de Doha, mal llamada del Desarrollo, los avances no
existen y su posible culminación se encuentra en veremos. En el Acuerdo de
Libre Comercio de las Américas ‘Alca’, las diferencias entre grupos de países
por los temas básicos son irreconciliables y la crisis que se ha presentado no
parece tener solución en el corto plazo.

En la Comunidad Andina, aunque nos va bien, los progresos son pocos y cada
uno de los países juega su propia estrategia. La comunidad suramericana
progresa lentamente en sus propuestas. Las relaciones con la Unión Europea
se limitan cada vez más y las posibles negociaciones se enmarcan en una
alternativa de Acuerdo de Asociación que se desarrollaría conjuntamente con
los otros países de la CAN, como si eso fuese posible con los abismos en las
diferencias que existen en política exterior.

La única negociación que progresa realmente es la del Tratado de Libre


Comercio con los Estados Unidos y que se encuentra pronta a ser suscrita por
el Gobierno nacional. "Mucho ruido y pocas nueces", no será más que un Cafta
plus.

Los negociadores colombianos, capaces y preparados, deben estar en este


momento rumiando su frustración al ver cómo las propuestas de nuestro país
desaparecen poco a poco determinadas por factores políticos. Así no negocia
nadie.

Cuando se habla de política exterior existen varias corrientes. Desde las que
priorizan el rescate de la soberanía a ultranza hasta los que creen que este es
un tema que sólo debe ser tratado por una tecnocracia que debe decidir por
todos. Yo soy de los que pienso que todo extremo es vicioso. Los pueblos
deben conservar su capacidad de autodeterminación, aun para ceder
soberanía.

En un Estado que cree en la democracia, la cesión de soberanía debería


evolucionar precisamente hacia una mayor democracia participativa y una más
desarrollada institucionalidad.

Por ello lo realmente preocupante de la bilateralización de las relaciones con


los Estados Unidos, es que se pierden los grados de libertad para la
autodeterminación y se sustituye la democracia y la institucionalidad por la
autocracia.
El resultado conocido es la mal denominada "seguridad jurídica" para los
inversionistas en bienes, servicios, capital de portafolio y capital conocimiento
(propiedad intelectual); mientras que la apertura real de los mercados en el
sector agropecuario, los servicios personales, profesionales y empresariales,
las compras públicas, la circulación libre del trabajo, la dimensión laboral y
ambiental, la biodiversidad y los conocimientos tradicionales, no se incluyen y,
si se incluyen, no tienen "seguridad jurídica". Se hace una apertura comercial
unilateral, se fortalece el bilateralismo, y se asegura que las normas de
negociación hacia el futuro en los foros plurilaterales y multilaterales no puedan
ser distintas a las definidas por los E.U.

El Tratado de Libre Comercio es el verdadero elefante del presidente Uribe.


Entró para quedarse y lo enviaron de contrabando desde el rancho de Texas.
En él se niega el principio básico de la autodeterminación, se limita la
democracia, sobre lo que se acuerde desaparecen, literalmente, las
instituciones nacionales, se cede la soberanía a favor de unos pocos, nos
alejamos del multilateralismo y la globalización y, el país como un todo aplaza
nuevamente sus propuestas para un mejor porvenir económico y social.

Que más tarde no nos vengan a decir que nadie vio entrar el elefante. Y, como
es bien sabido que a los elefantes nos les gusta la soledad, estamos
importando otro de México.

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