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ESCUELA DE POSGRADO
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INTRODUCCIÓN
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CASO CHARLES GHANKAY TAYLOR, PRIMER JEFE DE ESTADO
CONDENADO POR UN TRIBUNAL INTERNACIONAL
I. ANTECEDENTES
Liberia y Sierra Leona son dos estados situados al oeste del continente africano,
bañados por las aguas del Golfo de Guinea, que comparten más de 300 kms de frontera
común. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, fueron zonas que sufrieron la acción de los
traficantes de esclavos, que capturaban hombres, mujeres y niños y los enviaban a América
para su venta. Desde finales del XVIII, y a lo largo del XIX, por el contrario, se convirtieron
en la tierra de asentamiento de esclavos libertos que deseaban regresar a sus orígenes y a los
que las asociaciones abolicionistas norteamericanas ayudaban a regresar e instalarse.
3
En diciembre de 1989, al frente de las fuerzas del Frente Patriótico Nacional de
Liberia (FPNL) Charles Taylor1 encabeza una rebelión contra el régimen de Samuel Doe, que
va a desencadenar una larga guerra civil.
SIERRA LEONA Con una superficie de 71.740 km², cuenta con una población
de 5.486.000 habitantes de los cuales, 875.000 viven en la capital Freetown. Entre
1991 y 2002, se desarrolló una sangrienta guerra civil, que produjo más de 120.000
muertos y 2.500.000 desplazados.
Esta guerra la había iniciado el Frente Revolucionario Unido (FRU), liderado por
Foday Sankoh con el apoyo de las fuerzas del FPNL de Charles Taylor, ambos viejos
conocidos de los campos de entrenamiento libios. Intervienen en Sierra Leona para intentar
derrocar al gobierno legítimo. Otras facciones que participan en esta guerra civil son las
llamadas Fuerzas de Defensa Civil (FDC) y el denominado Consejo Revolucionario de las
Fuerzas Armadas (CRFAS). La guerra atraviesa por diferentes vicisitudes3 . En ella
intervienen, bajo mandato de la ONU, las fuerzas de la Comunidad Económica de los Estados
del África Occidental (CEDEAO).
1
Liberiano “americano”, nacido en 1948, dirigente estudiantil educado en los EEUU. Colaborador de Doe y
miembro de su gobierno entre 1983-85. Luego huye a los EEUU y es acusado de haberse apropiado de un
millón de dólares de las arcas liberianas. Monrovia solicitó su extradición, siendo detenido por las autoridades
norteamericanas, en donde tras permanecer un año en prisión escapó y huyó a Libia a través de Sudamérica y
Europa. Entre 1986-89, acogido y formado militarmente en Libia y apoyado económicamente por Muammar-al
Gadafi, funda y lidera el grupo rebelde FPNL que inicialmente apenas lo formaban 200 hombres.
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Finalmente, con la ayuda de un renovado mandato de la ONU, y el apoyo aéreo de
Guinea, desembarcan tropas británicas para proteger una operación de evacuación de
residentes, involucrándose directamente en el conflicto y derrotando finalmente al
FRU/CRFAS. Gracias a ello, el presidente Kabbah declara oficialmente el fin del conflicto en
Sierra Leona, el 18 de enero de 2002.
2
El trasfondo de dicho conflicto, una guerra civil, era una lucha por el poder y obedecía a los inconfesables
intereses de las facciones rebeldes para lucrarse directamente del comercio de diamantes, que les servía para
financiar la rebelión. Hay que tener presente que su explotación y venta genera cientos de millones de dólares
anuales, en un país donde más del 70% de la población vive por debajo del umbral de pobreza.
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en cuanto a la Fiscalía, es la encargada de dirigir la instrucción del proceso y de recabar las
pruebas necesarias para la inculpación y enjuiciamiento de los acusados.
El ETE establece sus competencias para enjuiciar, por razón de la materia, crímenes
de guerra y de lesa humanidad, así como algunos de los previstos en las leyes de Sierra
Leona, cometidos en dicho país durante la guerra civil; y por razón de la persona, su
jurisdicción alcanza a los máximos responsables de los mismos, independientemente de su
estatuto o su nacionalidad. Pese a que el ETE incorporaba también como aplicables algunas
leyes nacionales, no se ha llegado a inculpar a nadie por tales delitos. Existe cierta
controversia jurídica respecto a la auténtica naturaleza del TESL, como consecuencia de su
carácter mixto. Se trata de un órgano judicial especial, como su propio nombre indica, que
proviene de un Acuerdo Internacional suscrito entre Sierra Leona y la ONU, y cuya creación
se debe a una Resolución del CdS. Tiene por ello una doble raíz o condición: se trata de un
Tribunal Especial nacional e internacional, en su composición, competencia y jurisdicción. Lo
componen magistrados y fiscales internacionales y sierraleoneses que designan
respectivamente el Secretario General de la ONU y el gobierno de Sierra Leona; su
jurisdicción alcanza a los máximos responsables, sin que exista ninguna limitación en tal
sentido. Sin embargo, por razón de su mandato, es independiente de la administración de
justicia de dicho país; y, como hemos visto, se rige por su propio Estatuto y sus Reglas.
6
Bockarie (Moskito). Estos dos últimos del FRU, antiguos camaradas de Taylor durante su
estancia en Libia, y más tarde sus cómplices en el conflicto de Sierra Leona.
El cuarto, Johnny Paul Koroma, líder del CRFAS y antiguo presidente golpista de
Sierra Leona(Mayo de 1997-febrero 1998), está en ignorado paradero.
2.1 EL PROCESO CONTRA TAYLOR Charles Ghankay Taylor fue elegido Jefe de Estado y
Presidente de Liberia. Desempeñó dichos cargos desde el 2 de agosto de 1997 al 11 de
agosto de 2003, cuando dimitió. Pero, antes de cesar en el cargo, el 4 de junio de 2003,
fue inculpado por el TESL por crímenes de guerra y de lesa humanidad, dictándose orden
de detención contra él.
El acusado, ya desde su exilio en Nigeria, recurrió ante dicho Tribunal solicitando la
anulación de su inculpación y que se dejara sin efecto su orden de detención; alegando
que, cuando se le imputó, era Jefe de Estado en ejercicio, por lo que gozaba de inmunidad
de jurisdicción reconocida por el derecho internacional. Su solicitud fue rechazada. Con el
argumento, entre otros, de que la igualdad soberana de los estados no impide que un Jefe
de Estado en ejercicio sea inculpado por una corte o un tribunal penal internacional.
III. RESOLUCIÓN DEL TESL QUE RESUELVE APELACIÓN:
La envergadura del cambio es de tal magnitud que el inicio de este proceso solo fue
posible cuando el modelo ético material y jurídico formal anterior propició la completa
destrucción del continente europeo y de importantes partes de Asia y África, y el recurso
al arma más mortífera jamás conocida en la historia: la bomba atómica. Ante esta
situación, al término de la II Guerra Mundial se hizo necesario un cambio radical en la
praxis de los miembros de la sociedad internacional y en su regulación.
Se reconoció con un alcance universal, la naturaleza singular y única del ser humano,
de la que emanan ciertos derechos inalienables que todo Estado miembro de la sociedad
internacional tiene la obligación de respetar y garantizar, simultáneamente, y a la luz de la
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grave insuficiencia mostrada por las normas que regulaban el comportamiento de las
partes en un conflicto armado, se aprobaron en 1949 las cuatro convenciones de Ginebra,
cuyo sistema de infracciones graves prevé la responsabilidad internacional penal frente al
conjunto de la sociedad internacional de quienes incurran en ellas. Igualmente, se puso en
marcha un mecanismo centralizado de declaración y realización de la responsabilidad
internacional penal frente a aquellos dirigentes que con su comportamiento habían
generado una guerra de agresión y campañas de violencia sistemática y generalizada
contra la población civil. El fracasado intento de enjuiciamiento del káiser Guillermo II de
Alemania al término de la Primera Guerra Mundial dio paso a los procesos de Núremberg
y Tokio para juzgar a los dirigentes políticos, militares y económicos de los regímenes
alemán y japonés responsables por tales comportamientos.
El mensaje era claro: “quienes desde los resortes del poder recurren a una guerra de
agresión contra terceros Estados, y utilizan la fuerza armada contra su propia población,
no solo pierden la legitimidad ética necesaria para seguir dirigiendo sus respectivas
sociedades, sino que, debido al daño que han causado a la sociedad internacional, incurren
jurídicamente frente a ella en responsabilidad penal individual”. Ha sido en este contexto
en el que se han desarrollado los deberes de los Estados de no incurrir a través de sus
agentes en graves violaciones de derechos humanos (en particular, aquellas constitutivas
de crímenes internacionales) frente a quienes se encuentren bajo su jurisdicción, así como
a adoptar todas las medidas que estén a su disposición para prevenirlos, y, en caso de que
finalmente lleguen a producirse, investigarlos, declarar y realizar la responsabilidad
internacional penal derivada de los mismos, y reparar a las víctimas. Correlativamente a
estas obligaciones estatales, se han desarrollado también los derechos de estas últimas a la
verdad, la justicia y la reparación. El proceso de “humanización” del derecho
internacional no se ha desarrollado pacíficamente, y se encuentra lejos de haberse
completado. Sin embargo, es cierto que el mismo ha permeado las estructuras de la
sociedad internacional, y los principios normativos del derecho internacional, de manera
que en la actualidad se reconoce la existencia de una dimensión comunitaria en la
sociedad internacional, y de normas imperativas o de ius cogens que protegen sus valores
esenciales, vinculando a todos sus miembros y privando de eficacia a todo acuerdo o
práctica en contrario.
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Si bien no existe un compendio oficial de normas imperativas, existe un cierto grado
de consenso en que, cuando menos tiene esta naturaleza las normas relativas a la
prohibición del uso de la fuerza, la prohibición del genocidio, la prohibición de la tortura,
la prohibición del racismo y el apartheid, el derecho de autodeterminación de los pueblos,
y las normas fundamentales del derecho internacional de los derechos humanos y del
derecho internacional humanitario.
No son pocos los indicadores que parecen mostrar que el paradigma de la dignidad
humana como finalidad ético-material de la sociedad internacional y el proceso de
humanización de su ordenamiento jurídico no solo no terminan de consolidarse sino que
puede encontrarse en un momento de crisis y franco retroceso.
10
ético-material de la sociedad internacional y el mencionado proceso de humanización de
su ordenamiento jurídico.
3
Cervell (2013) p. 136.
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pretender gozar de inmunidad en caso de acciones civiles por daños-intereses contra la
humanidad que se presenten en el territorio de un tercer Estado.
No obstante lo anterior, la CEDH reconoció en este último caso que la actual situación
no excluye la posibilidad de que en un futuro, el Derecho internacional consuetudinario se
desarrolle en otra dirección.
A nivel nacional, los tribunales franceses han adoptado la misma posición que la CIJ
afirmando la inmunidad de jurisdicción planteada por Alemania ante las reclamaciones
presentadas por particulares por daños ocasionados durante la II Guerra Mundial.
Igualmente, los tribunales de Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda y Polonia han acogido
la misma posición frente violaciones de ius cogens de terceros Estados. Solamente las
decisiones de las Cortes Supremas de Grecia e Italia en los casos Distomo (2000) y Ferrini
(2004) han negado la aplicación de la inmunidad de jurisdicción alegada por Alemania,
afirmando que si la comisión de delitos internacionales de ius cogens constituye una
excepción al principio de inmunidad en relación con la responsabilidad del individuo, lo
mismo debería ocurrir frente a la responsabilidad del Estado.
Se puede afirmar que a pesar de los atisbos de apertura generados por estas dos
últimas decisiones nacionales, lo cierto es que tras siete décadas de proceso de
humanización del derecho internacional, el tradicional escudo de protección con que el
Estado ha contado para no responder ante tribunales nacionales extranjeros por los daños
causados por sus actos de iure imperii permanece inalterado, con independencia de los
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efectos que esto pueda estar generando en el proceso de consolidación de la persona
humana como principio de unidad del ordenamiento jurídico internacional. Para los jueces
de la CIJ, Keith y Benouna, esto es resultado de su convencimiento de que es necesario
tratar de proteger en la mayor medida posible el principio de soberanía de los Estados.
El artículo 3 de la versión más reciente del texto sobre los proyectos de artículo sobre
la inmunidad de jurisdicción penal extranjera de los funcionarios del Estado aprobados
hasta el momento por la CDI (“Proyecto de Artículos”) se refiere también a estos tres
altos representantes del Estado al delimitar el grupo de beneficiarios de inmunidad
personal. Sin embargo, la propia CIJ al utilizar en el caso Yerodia la expresión
“determinados altos funcionarios como”, parece haber dejado la lista abierta, lo que ha
sido utilizado por algunos tribunales nacionales para incluir en ocasiones a los ministros
de Defensa y Comercio, cuyas actividades pueden tener que desarrollarse en buena
4
Cervell (2013) p. 534.
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medida fuera del territorio nacional. No obstante lo anterior, la CIJ en el caso sobre
Ciertas Cuestiones de Asistencia Mutua en Materia Penal (2005), ha puesto límites a esta
lista subrayando que el Fiscal General del Estado y el Jefe de la Seguridad Nacional no
forman parte de la misma. Debido a la retirada de la demanda, por parte de República del
Congo, no pudo sin embargo pronunciarse sobre si el Ministro de Interior se encontraría
dentro o fuera de esta lista.
Ante esta situación, no es de extrañar que desde la aprobación del Convenio sobre
Inmunidades Jurisdiccionales de los Estados en 2004, el principal desarrollo en materia de
inmunidad se haya producido en relación con el contenido y alcance de la inmunidad de
jurisdicción de los Jefes de Estado, los Jefes de Gobierno y los Ministros de Asuntos
Exteriores por su presunta responsabilidad en la comisión de crímenes internacionales de
ius cogens. En el ámbito civil han sido numerosos los casos, particularmente en EE.UU. a
partir del caso Filartiga v. Peña-Irala (1980), en que se han presentado demandas por
crímenes internacionales de ius cogens, sobre todo actos de tortura. Sin embargo, todas
aquellas demandas presentadas frente a Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Ministros de
Asuntos Exteriores en ejercicio han sido rechazadas, con base en su inmunidad personal
Pero sin duda que los principales desarrollos se han producido en materia de
inmunidad de jurisdicción penal tanto frente a tribunales nacionales extranjeros como
frente a tribunales internacionales penales, lo que ha ocasionado que la Comisión de
Derecho Internacional se encuentre preparando desde 2007 un comprensivo Proyecto de
Artículos sobre la inmunidad de jurisdicción penal frente a los primeros.
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Por su parte, el Instituto de Derecho Internacional (IDI) ha aprobado sendas
resoluciones en sus sesiones de Vancouver (2001) y Nápoles (2009) incluyendo también a
los tribunales internacionales penales. El desarrollo del contenido y alcance de la
inmunidad de jurisdicción penal de los Jefes de Estado, los Jefes de Gobierno y los
Ministros de Asuntos Exteriores se ha debido a tres factores principales. En primer lugar,
es un hecho constatado que los crímenes internacionales de ius cogens son normalmente
cometidos con el apoyo o consentimiento de los Estados5.
Con ello abordaremos los dos modelos existentes (directo o centralizado, e indirecto o
descentralizado) para la aplicación del derecho internacional penal, cuya eficacia es
5
El propio artículo 1 de la Convención contra la Tortura de 1984 refleja esta situación al exigir como requisito
para la constitución de un acto de tortura que “(…) dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un
funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya o con su
consentimiento o aquiescencia.(…)”. Del mismo modo, el artículo 7(2) del ECPI afirma que para la existencia de
un crimen contra la humanidad es necesario que los actos de violencia contra la población civil se desarrollen
en ejecución de la política de un Estado o de una organización.
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complementaria a la hora de proteger los bienes jurídicos tutelados por los crímenes
internacionales de ius cogens.
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exclusivamente procesal al ejercicio de la jurisdicción penal. Esto significa también que,
una vez dejado el cargo, un Jefe del Estado, un Jefe de Gobierno o un Ministro de Asuntos
Exteriores puede ser enjuiciado por un tribunal nacional extranjero por todo delito
cometido antes o durante el desempeño del mismo, siempre y cuando no se encuentre
amparado por la inmunidad funcional que protege los actos de carácter oficial. El carácter
absoluto de la inmunidad personal hace que no pueda ser objeto de excepción con base en
la seriedad del delito cometido.
Sin embargo, no existiendo controversia sobre esta regla en relación con los delitos
ordinarios, surge la pregunta sobre su aplicación con respecto a los delitos internacionales
de ius cogens. En otras palabras, ¿pueden los tribunales nacionales extranjeros entrar a
juzgar a Jefes de Estado, Jefes de Gobierno o Ministros de Relaciones Exteriores en
ejercicio, cuando se trata de aquellos delitos que afectan más gravemente a la dignidad
humana como criterio de unidad del ordenamiento jurídico internacional? Para autores
como Ambos, el mero planteamiento de esta pregunta ya resulta en sí problemático ante la
dificultad de especificar cuáles son aquellos crímenes internacionales que han sido
prohibidos por normas de ius cogens. Sin embargo, lo cierto es que existe un amplio
consenso sobre el hecho de que, al menos, el de genocidio, los delitos centrales del
fenómeno de la lesa humanidad, las infracciones graves a los cuatro Convenios de
Ginebra de 1949, y la tortura entrarían en esta categoría.
Con anterioridad al año 2002, varios tribunales nacionales en Alemania, España y
Francia habían rechazado los casos por crímenes internacionales de ius cogens contra Eric
Honecker (1984)63, Hassan II (1998)64, Fidel Castro (1999)65 y Muammar Gaddafi
(2001)66 –todos ellos Jefes de Estado en ejercicio al abrirse las actuaciones penales–
debido a su inmunidad personal.
Esta línea jurisprudencial ha sido confirmada por la sentencia de la CIJ de 14 de
febrero de 2002 en el caso Yerodia, en el que la República Democrática del Congo
demandó a Bélgica por haber violado la normativa internacional sobre inmunidad
personal al dictar un juez belga una orden de arresto contra su entonces Ministro de
Relaciones Exteriores por su presunta responsabilidad en la comisión de crímenes de lesa
humanidad y de guerra. Para la CIJ, así como la gravedad del delito no afecta al contenido
de la inmunidad personal, esta tampoco se ve afectada porque los crímenes imputados
hayan sido prohibidos por una norma de ius cogens. Con posterioridad a esta sentencia, se
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han adoptado nuevas decisiones a nivel nacional cerrando los procedimientos penales
abiertos contra los Jefes de Estado en ejercicio Paul Kagame (2006)68 y Fidel Castro
(2007) en aplicación de su inmunidad personal.
La exclusión de toda excepción por razón de la naturaleza de ius cogens de los
crímenes internacionales imputados, también parece ser la posición asumida por la CDI en
la última versión de su Proyecto de Artículos. Igualmente, el IDI, en los artículo 13 y II de
sus resoluciones de 2001 y 2009 ha acogido esta misma posición. En consecuencia, se
puede concluir que desde la finalización de la II Guerra Mundial no se ha producido ni la
más mínima grieta en la inviolabilidad proporcionada por la inmunidad personal a los
Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Ministros de Asuntos Exteriores en ejercicio. Con
ello, se prima la igualdad soberana de los Estados, la preservación del ejercicio de sus
funciones por sus más altos representantes y la conducción pacífica de las relaciones
internacionales. Al mismo tiempo, se relega a un segundo plano el interés de la sociedad
internacional en recurrir a su sistema descentralizado (a través de las jurisdicciones
nacionales) de aplicación del derecho internacional penal, para garantizar la investigación
y el enjuiciamiento de los máximos responsables de aquellos crímenes internacionales que
afecta gravemente a la persona humana como criterio de unidad del ordenamiento jurídico
internacional.
B. INMUNIDAD FUNCIONAL:
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En consecuencia, su intervención en los mismos no le genera responsabilidad
internacional penal. Sin embargo, esta posición ha sido rechazada por autores como
Ambos y Cryer, al afirmar que no solo no es necesario reconocer a la inmunidad funcional
una naturaleza sustantiva para que sea efectiva, sino que además las consecuencias de
afirmar tal naturaleza son inaceptables. Para estos autores, si el autor del delito no es
penalmente responsable porque el hecho punible no le es atribuible al ser un acto del
Estado, tampoco las terceras personas que hayan participado a título de partícipes
incurrirán en responsabilidad, puesto que la responsabilidad de partícipe es dependiente
de la responsabilidad del autor.
Por una parte, como Cassese ha señalado, existen numerosos tribunales nacionales que
han negado la aplicación de la inmunidad funcional de agentes estatales extranjeros
cuando de crímenes internacionales de ius cogens se ha tratado. Esta es la situación en los
casos Eichman en Israel, Barbie en Francia, Kappler y Priebke en Italia, Rauter, Albrecht
y Bouterse en Paises Bajos, Kesserling ante una corte militar británica en Italia, Von
Lewinski ante una corte militar británica en Hamburgo, Pinochet en España y el Reino
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Unido, Yamashita en los Estados Unidos, Buhler en Polonia y Miguel Cavallo en Mexico.
En el mismo sentido, la temprana jurisprudencia del Tribunal Internacional Penal para la
ex Yugoslavia en los casos Blaskic, Furundzija, Karadzic y Milosevic ha afirmado
también la improcedencia frente a tribunales nacionales extranjeros de la inmunidad
funcional por crímenes internacionales. Esta misma posición ha sido sostenida por el IDI
en sus resoluciones de 2001 y 2009 al afirmar que “aparte de la inmunidad personal de la
que se beneficia un individuo en virtud del Derecho internacional, ninguna inmunidad se
aplica al caso de crímenes internacionales”.
Con posterioridad, el último debate sostenido sobre esta cuestión en 2011 en el seno
de la CDI ha mostrado que las posiciones se encuentran completamente divididas entre (i)
quienes abogaban por la existencia de un norma consuetudinaria que no admite
excepciones a la inmunidad funcional, pues de lo contrario se podría “socavar el
fundamento de las relaciones internacionales, inducir a la formulación de acusaciones
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basadas en motivos políticos y plantear dudas en cuanto al respeto de las garantías
procesales” y (ii) quienes afirmaban la cristalización de una excepción consuetudinaria a
dicha norma que haría inaplicable la inmunidad funcional en caso de crímenes
internacionales de ius cogens. Ante esta situación, no es posible afirmar en este momento
que la tendencia observada en la práctica internacional hacia el establecimiento de una
excepción consuetudinaria a la inmunidad funcional con respecto a crímenes
internacionales haya cristalizado. Por el contrario, parece que nos encontremos más bien
en un punto muerto, donde lo divisiones son ostensibles.
Lo mismo acontece en relación con los varios argumentos que se han utilizado para
justificar la mencionada excepción. Así, en primer lugar, se ha afirmado que la comisión
de este tipo de crímenes no puede ser nunca parte de las funciones oficiales del cargo.
Este argumento fue acogido por los varios de los magistrados de la Cámara de los Lores,
máxima instancia judicial de Inglaterra, que dictó la sentencia de 24 de marzo de 1999 en
el caso contra el ex Jefe de Estado de Chile Augusto Pinochet. También ha sido sostenido
por los jueces Higgings, Kooijmans y Buergenthal en su voto particular a la sentencia de
la CIJ en el caso Yerodia .
Además, algunos autores como Bianchi han defendido esta posición sobre la base de
que el derecho internacional no puede considerar como actos soberanos aquellos no solo
son una violación del propio derecho internacional, sino que constituyen un ataque contra
su fundamento y valores constitutivos.
Sin embargo, este argumento plantea varios problemas. En primer lugar, tal y como
Akande y Shah señalan, el carácter oficial de un acto no puede depender de que constituya
o no un crimen internacional, ni tan siquiera de su legalidad o ilegalidad, sino del
propósito y los medios mediante los cuales los agentes estatales lo llevaron a cabo. En
segundo lugar, el argumento no se corresponde con el hecho constatado de que los
crímenes internacionales de ius cogens son normalmente cometidos con el apoyo o
consentimiento de los Estados, lo que supone la intervención por acción u omisión de sus
fuerzas policiales, militares o de inteligencia. En tercer lugar, como Cassese ha señalado,
es la capacidad que atribuye el cargo de agentes estatales, particularmente en el caso de
los Jefes de Estado, los Jefes de Gobierno y los Ministros de Relaciones Exteriores, lo que
les coloca en situación de ordenar, instigar, asistir o tolerar la comisión de crímenes
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internacionales. En consecuencia, si no abusaran de las facultades que les atribuye su
cargo oficial, no tendrían ni la capacidad ni los medios para llevarlos a cabo.
Finalmente, tal y como afirma Ambos, si se aceptara que ningún crimen internacional
pudiera ser cometido como parte de las funciones oficiales, entonces todos ellos tendrían
que ser considerados como actos privados, y no podrían ser tampoco atribuidos al Estado
en cuyo nombre actuaron los agentes estatales.
En consecuencia, tal y como señala Hazel Fox, la norma sobre inmunidad funcional no
contradice ninguna prohibición contenida en las normas de ius cogens, sino que se limita a
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remitir sus infracciones a un mecanismo distinto de resolución de controversias. Esta
posición encuentra apoyo en la sentencia de la CIJ en el caso Yerodia, que, como hemos
visto, afirma que la prohibición de ciertos crímenes por normas de ius cogens no deroga
automáticamente la regulación sobre inmunidad personal.
Según estos autores, el verdadero conflicto se plantea entre dos normas internacionales
de naturaleza procesal (ninguna de las cuales tiene rango de ius cogens): (i) la norma que
otorga jurisdicción extraterritorial a los Estados y les impone la obligación de investigar y
enjuiciar a los agentes estatales extranjeros que hayan cometido este tipo de delitos; y (ii)
la norma que atribuye a tales agentes estatales inmunidad funcional frente a los tribunales
nacionales extranjeros.
Sin embargo, autores como Ambos han subrayado que este argumento tiene el
problema de basarse en una secuencia temporal de las normas procesales de derecho
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internacional sobre la que no existe ninguna certeza. Finalmente, el propio Ambos plantea
un cuarto argumento derivado de la ponderación de los intereses en juego. A diferencia de
los tres anteriores, este argumento no afirma de manera absoluta la excepción a la norma
de inmunidad funcional en caso de delitos internacionales, sino que analiza caso por caso
cual es el interés prevalente en juego. En otras palabras, la cuestión es determinar a la luz
de los hechos del caso concreto si el interés prevalente de la sociedad internacional es la
satisfacción de las víctimas, y la prevención general y especial derivada del castigo de
quienes cometen los delitos más graves para la sociedad internacional en su conjunto; o si
por el contrario, resulta más importante en el caso concreto garantizar el principio de
igualdad soberana de los Estados, la no injerencia de tribunales nacionales extranjeros en
el ejercicio de sus competencias soberanas y la conducción pacífica de las relaciones
internacionales. Sin embargo, si bien este modelo de equilibrio de intereses nos permite
resolver alguno de los problemas presentados por los otros argumentos, lo cierto es que no
está exento de dificultades.
Así, es razonable admitir que la posición jerárquica del agente estatal extranjero ha de
ser un factor importante a la hora de decantar la balanza a favor de la aplicación de la
inmunidad funcional, puesto que a mayor rango jerárquico de aquel, mayor grado de
injerencia en los asuntos internos del Estado al que representa y mayor nivel de
desestabilización en las relaciones internacionales.
Es de observar que todas estas disposiciones parecen tener una naturaleza sustantiva
en cuanto que rechazan la configuración del cargo oficial como una causal de exoneración
de responsabilidad o de atenuación de la pena. Sin embargo, como ya hemos visto, tanto
la inmunidad personal como la inmunidad funcional son obstáculos de naturaleza procesal
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para el ejercicio de la jurisdicción penal. En consecuencia, surge la pregunta de si tales
disposiciones establecen una auténtica excepción consuetudinaria al principio de
inmunidad, o si por el contrario no hacen sino recoger una norma autónoma de carácter
sustantivo. Además, en el primer caso, surge una segunda cuestión relativa a si dicha
excepción afecta tanto a la inmunidad personal como a la funcional, o solamente a esta
última.
Con respecto a la primera cuestión, a pesar de que la redacción utilizada para definir el
principio de improcedencia del cargo oficial parece referirse a una causal de exoneración
de responsabilidad o atenuación de la pena, lo cierto es que, como Ambos ha subrayado,
existe una alto grado de consenso entre la doctrina y la jurisprudencia de los distintos
tribunales internacionales sobre su naturaleza de excepción consuetudinaria a la regla de
inmunidad funciona.
Esta excepción se fundamenta en que las actuaciones penales desarrolladas por los
tribunales internacionales en nombre de la comunidad internacional en su conjunto no
afectan al principio de igualdad soberana entre los Estados, que es el fundamento de la
inmunidad funciona. Ejemplos de la aplicación de esta excepción es el enjuiciamiento
ante el TIPR de Jean Kambanda, quien fuera primer ministro durante el genocidio en
Ruanda entre abril y junio de 1994, así como el proceso seguido ante las SECC contra
Khieu Samphan, antiguo Jefe de Estado de la República de Kampuchea durante el
régimen de los yémeres rojos a finales de los años 1970. Con respecto a la segunda
cuestión, las divisiones son más ostensibles.
Por un lado, Cryer y Akande consideran que el hecho de que las actuaciones penales
se desarrollen ante tribunales internacionales no genera ninguna excepción
consuetudinaria a la inmunidad personal. Para Cryer los tribunales internacionales son
creados por Estados y, por lo tanto, no les es posible establecer una institución que tenga
la facultad de realizar aquello que no les está permitido a los propios Estados en
aplicación de la norma consuetudinaria de inmunidad personal131.
Por su parte, Akande afirma que solo sería posible aceptar la inaplicación de la
inmunidad personal ante los tribunales internacionales penales cuando en el acto de
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creación de estos últimos se contenga una renuncia implícita o explícita del Estado cuyos
representantes van a ser investigados y enjuiciados.
Esta es también la posición defendida por Schabas al subrayar que no es posible alegar
la inmunidad personal frente a órganos jurisdiccionales creados por el Consejo de
Seguridad con base en el capítulo VII, pues existe la obligación de cooperar con los
mismos.Una segunda posición es defendida por Cassese y Gaeta, quienes afirman la
existencia de una excepción consuetudinaria que haría inaplicables tanto la inmunidad
funcional como la inmunidad personal frente a los tribunales internacionales penales134.
Esto sería así incluso en el caso del Tribunal Especial para el Líbano, en cuyo Estatuto no
se recoge ninguna mención a la improcedencia del cargo oficial. Para estos autores, el
objeto de ambos tipos de inmunidad es evitar el peligro de cualquier interferencia de
terceros Estados en el desarrollo de las funciones de los agentes estatales.
La corte penal internacional Para evitar que la división sobre el alcance del principio
de improcedencia del cargo oficial pudiera afectar al efectivo ejercicio de la jurisdicción
de la Corte Penal Internacional, el artículo del Estatuto de la CPI, aprobado en junio de
1998 y en vigor desde julio de 2002, dedica dos apartados a la cuestión.
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Además, la propia jurisprudencia de la CPI en el caso contra el actual Jefe de Estado de
Sudán, Omar al Bashir, se ha pronunciado en este mismo sentido. Esta situación tiene
importantes implicaciones en relación con el régimen de cooperación con la CPI, y en
particular con el artículo 98 (1) del Estatuto de la Corte Penal Internacional (“ECPI”), que
establece que “la Corte no dará curso a una solicitud de entrega o de asistencia en virtud
de la cual el Estado requerido deba actuar en forma incompatible con las obligaciones que
le imponga el derecho internacional con respecto a la inmunidad de un Estado o la
inmunidad diplomática de una persona o un bien de un tercer Estado, salvo que la Corte
obtenga anteriormente la cooperación de ese tercer Estado para la renuncia a la
inmunidad”. De esta manera, cuando en el marco de un caso contra un Jefe de Estado, un
Jefe de Gobierno o un Ministro de Relaciones Exteriores de un Estado Parte (con
independencia de que se encuentre en ejercicio o haya abandonado el cargo), la CPI
realice una solicitud de entrega o de asistencia judicial a un Estado que tenga la obligación
de cooperar con la misma en el caso concreto –ya se deba a que es un Estado Parte, a que
a pesar de no ser un Estado parte así se ha obligado conforme al art. 87(5) del ECPI, o a
que el Consejo de Seguridad así lo ha establecido por resolución del capítulo VII de la
Carta de las Naciones Unidas, Estado requerido no podrá rechazar el cumplimiento de
dicha solicitud de cooperación excusándose en que ello le obligaría a violar una presunta
obligación consuetudinaria de respetar la inmunidad personal del imputado. Esta es
precisamente la situación que se ha planteado en relación con el enjuiciamiento ante la
CPI del Jefe de Estado en ejercicio de la República de Kenia, Urumu Kenyatta. El
problema se presenta cuando la CPI pretende desarrollar actuaciones contra Jefes de
Estado, Jefes de Gobierno o Ministros de Relaciones Exteriores en ejercicio de Estados no
parte del Estatuto de la CPI. En estos casos, el Estado al que el imputado representa no ha
renunciado expresamente a la inmunidad personal que el mismo pudiera tener, conforme
al derecho internacional consuetudinario, ante un tribunal internacional como la CPI. En
consecuencia, se hace necesario conocer si el alcance de la excepción consuetudinaria a
dicha inmunidad: (i) se limita a la inmunidad funcional como Cryer, Akande o Schabas
afirman, en cuyo caso el Estado requerido podría rechazar invocando el artículo 98 (1) del
ECPI toda solicitud de la CPI para la entrega del imputado o la asistencia judicial153; o
(ii) se extiende también a la inmunidad personal como Cassese y Gaeta sostienen, lo que
impediría al Estado requerido invocar el artículo 98 (1) del ECPI. La CPI ha abordado
29
esta cuestión en el caso contra Omar Al Bashir, donde acogió expresamente la posición
que afirma que el derecho internacional consuetudinario establece una excepción a la
inmunidad personal de los Jefes de Estado en ejercicio, de manera que esta no puede ser
invocada ante tribunales internacionales como la CPI. Con ello, se ha seguido la línea
marcada por la jurisprudencia del TIPY y de la CESL.
Si bien estas decisiones han sido criticadas por una parte de la doctrina y en particular
por la Unión Africana, lo cierto es que las mismas refuerzan la afirmación de Cassese y
Gaeta relativa a la existencia en el derecho internacional consuetudinario de una
excepción a la aplicación de la norma de inmunidad personal cuando se trata de
actuaciones ante tribunales internacionales penales.
Además, varios autores que no coinciden con esta posición han aceptado sin embargo
la inaplicación por la CPI de la inmunidad personal de Omar Al Bashir y de Muammar
Gaddafi con base en otros argumentos. Así, Akande ha afirmado que Sudán y Libia entran
a ser considerados como análogos a Estado parte del ECPI, a los que se les aplica el
artículo 27 ECPI, debido a que ambas situaciones han sido remitidas por resoluciones del
Consejo de Seguridad en ejercicio de las competencias que le atribuye el capítulo VII de
la Carta de las Naciones Unidas. En el mismo sentido, Papillon ha señalado que todos los
Estados parte de las Naciones Unidas accedieron en el momento de ratificar su Carta a
que el Consejo de Seguridad pudiera adoptar medidas para garantizar la paz y seguridad
internacionales, incluyendo la posibilidad de que se revocara en algún momento la
inmunidad de los altos representantes de sus Estados, lo que se ha producido
implícitamente con la remisión a la Fiscalía de la CPI de las situaciones en Darfur y Libia.
Finalmente, para Ambos es más convincente acudir a un ejercicio de ponderación de los
intereses en juego: el interés de la comunidad internacional en evitar la impunidad de los
crímenes internacionales, y el interés de los Estados no parte del ECPI en no verse
afectados por la regla de no inmunidad del artículo 27 del ECPI.
30
Charles Taylor, Presidente de Liberia, fue acusado por participar en la guerra civil en
Sierra Leona sin haber estado físicamente presente en dicho territorio. Sin embargo, por
su apoyo constante al Frente Revolucionario Unido (RUF por sus siglas en inglés) y a la
coalición entre el Consejo Revolucionario de las Fuerzas Armadas (AFRC) y el RUF, la
Fiscalía lo consideró uno de los máximos responsables por los crímenes internacionales
cometidos en Sierra Leona. El TESL determinó que la inmunidad propia de los altos
funcionarios no constituía un límite para ejercer su jurisdicción (1) y condenó a Taylor
teniendo su condición de jefe de Estado como una circunstancia de agravación punitiva
(2).
a) Improcedencia de la inmunidad
Ya se sintetizó el contexto de la guerra civil en Sierra Leona, conviene ahora
precisar el rol de Taylor quien se mostraba como un mediador ante la comunidad
internacional, pero realmente apoyaba a los combatientes. Por tal razón, la Fiscalía le
imputó once crímenes internacionales en una acusación que, si bien fue objeto de
debate por la inmunidad del acusado, fue confirmada luego por el TESL.
Cuando el conflicto armado en Sierra Leona terminó y se creó el TESL, se expidió
una orden de arresto contra Taylor quien, en agosto de 2003, renunció a la Presidencia
y se exilió en Nigeria. En un inicio, el Presidente de dicho país se negó a entregarlo a
las autoridades, por lo que, hasta el 26 de marzo de 2006, luego de la solicitud de
extradición por parte de Liberia, el acusado fue capturado y transferido para ser
juzgado por el TESL269.
b) Acusación en firme
En el caso ante el TESL, la Fiscalía acusó a Charles Taylor por once crímenes que
incluían actos de terrorismo, homicidio, violencia sexual, violencia física, reclutamiento
de menores de 15 años, trabajos forzados y saqueos. Según el ente acusador, dichos
crímenes habían sido cometidos materialmente por el RUF y la coalición AFRC-RUF,
pero Taylor era responsable de acuerdo con las diferentes formas de responsabilidad
señaladas en el artículo 6 numeral 1 o, en subsidio, aquellas consagradas en el artículo 6
31
numeral 3 del Estatuto6
Entre los delitos imputados están, en primer lugar, los crímenes de lesa humanidad,
en particular el homicidio, la violación, la esclavitud, la esclavitud sexual y otros actos
inhumanos (art. 2 del Estatuto). Se trata de ataques a gran escala, dirigidos contra la
población civil y cometidos de manera sistemática o generalizada, tal como los ataques a
los distritos de Kono, Kenema y Freetown. En segundo lugar, se acusa a Taylor de
reclutar, alistar o usar menores de 15 años para participar activamente en las
hostilidades, grave violación al derecho internacional humanitario.
Aunque Taylor se declaró inocente de todos los cargos imputados, solicitó declarar la
nulidad de la acusación y de la orden de arresto, por no haberle sido reconocida la
inmunidad propia de un Presidente. Sin embargo, sus argumentos no fueron de recibo
por dos razones principales: el artículo 6 del Estatuto y el carácter internacional del
TESL.
Por un lado, Taylor alegaba la ausencia de jurisdicción del Tribunal por la inmunidad
propia de un representante del Estado. El acusado fue Presidente de Liberia desde 1997
hasta 2003, periodo que cubre la mayoría de la competencia temporal del TESL que es
desde el 30 de noviembre de 1996. No obstante, de acuerdo con el artículo 6 numeral 2
del Estatuto “el cargo oficial de un acusado, sea Jefe de Estado o de Gobierno o
6
Estatuto del TESL. Artículo 6. “1. Quien haya planificado, instigado u ordenado uno de los crímenes a que se hace
referencia en los artículos 2 a 4 del presente Estatuto o haya de otra forma sido cómplice en su planificación, preparación o
ejecución será individualmente responsable por ese crimen (…) 3. El hecho de que uno de los actos a que se hace referencia
en los artículos 2 a 4 del presente Estatuto haya sido cometido por un subordinado no exonerará de responsabilidad penal
a su superior si hubiese sabido o hubiese tenido motivo para saber que el subordinado estaba por cometer esos actos o lo
había hecho y no hubiese tomado las medidas razonables que fuesen necesarias para prevenirlos o para castigar a sus
autores”.
32
funcionario responsable del gobierno, no le eximirá de responsabilidad penal ni
constituirá motivo para reducir la pena” Por lo tanto, el TESL sí tiene jurisdicción con
independencia del cargo oficial.
Por otro lado, la Defensa alegaba que el TESL era un tribunal nacional y que la
igualdad soberana prohíbe que un Estado ejerza su autoridad en un territorio extranjero .
El 31 de mayo de 2004, el TESL desestimó la pretensión al considerar que el.
El 30 de mayo de 2012, la Sala de Primera Instancia II del TESL condenó a Taylor por
ser cómplice y por planear los once cargos que le fueron imputados por la Fiscalía (art 6.1
del Estatuto). Aunque la Fiscalía le había solicitado al Tribunal una sentencia global de 80
años de prisión o una sentencia para cada cargo, el TESL lo condenó a 50 años de prisión
teniendo en cuenta la escala de los crímenes y las circunstancias de agravación punitiva,
decisión confirmada en la apelación.
Adicionalmente, el Tribunal tuvo en cuenta factores como la gravedad del crimen y las
circunstancias personales del condenado para tasar la pena (art. 19 ibíd.). En primer lugar,
para el TESL los crímenes eran de la mayor gravedad en términos de la escala, brutalidad
33
y sufrimiento de las víctimas y de sus familias. Inclusive, los nombres de las operaciones
militares, por ejemplo, Spare No Soul y No Living Thing, eran indicativos de la naturaleza
indiscriminada de los crímenes cometidos contra la población civil.
En segundo lugar, el Tribunal sostuvo que ninguna de las condiciones personales del
acusado justificaba la disminución de la pena. Por el contrario, el TESL estableció entre
otras circunstancias agravantes la posición del acusado, su nivel en la estructura de
comando, su rol en el contexto del conflicto y el motivo pecuniario del crimen y su
duración.
En la apelación, la Defensa advirtió que dichos agravantes no habían sido alegados por
la Fiscalía y adicionalmente sostuvo que las personas deben ser “juzgadas y condenadas
con base en su conducta individual y no con base en su posición oficial” Sin embargo, el
TESL sostuvo que las circunstancias que tienen relación directa con el crimen no deben
ser necesariamente alegadas en la acusación y que la condena debe basarse en la conducta
del procesado y en su gravedad.
En conclusión, aunque Taylor nunca estuvo físicamente presente en Sierra Leona, las
circunstancias de agravación punitiva consideradas, a saber, (i) la extraterritorialidad de
los crímenes; (ii) el rol de Taylor como Presidente de Liberia; (iii) la confianza de la
opinión pública que traicionó y (iv) la explotación del conflicto en Sierra Leona para
obtener una ganancia económica, permiten concluir que la posición particular del acusado
como expresidente de Liberia fue determinante al momento de juzgarlo y condenarlo.
En efecto, la Fiscalía lo acusó por planificar; instigar; ordenar; por ser cómplice; por
participar en una empresa criminal conjunta (ECC); y por responsabilidad del superior.
Sin embargo, el procesado sólo fue declarado responsable por ser cómplice y por planear
los once delitos imputados. En un inicio se estudiará la complicidad (A) para luego
ahondar en la planeación y en la instigación (B). Sólo se hará referencia a la instigación
como modalidad desestimada ya que en el segundo capítulo de la presente monografía se
profundizó sobre la ECC y la responsabilidad del superior.
1. APROXIMACIÓN COMPARADA
En los delitos concurren como sujetos activos, los autores y los partícipes. En el
derecho penal de la mayoría de sistemas de tradición civilista, existen tres formas de
participación: el instigador, el cómplice y el proveedor. Por el contrario, en el common
law las formas de participación son el cómplice y el consejero o incitador.
35
conducta antijurídica, que por concierto previo o concomitante a la misma contribuye a su
realización o presta ayuda posterior. En cambio, el encubridor, es autor del delito de
encubrimiento y no toma parte en la ejecución de la conducta punible, sino que contribuye
por concierto posterior.
Por su parte, el TPIR utiliza las palabras aid y abet como modalidades que se
refieren a “todos los actos de asistencia que prestan estímulo o apoyo a la comisión de un
crimen”295. En los fallos Akayesu y Semanza, el TPIR estableció que aiding “significa
prestarle asistencia a alguien” para cometer un crimen, mientras que abetting “involucra
facilitar la comisión de un crimen siendo favorable a ello”, por lo que se excluye en
principio la complicidad por omisión.
Sin embargo, el TPIY en el caso Mrkšić afirmó que puede haber aiding y abetting
por omisión y en el caso Furundžija estableció que esta forma de responsabilidad “consiste
en la asistencia práctica, el estímulo o el apoyo moral que tiene un efecto sustancial en la
comisión del crimen” Así, el cómplice debe conocer que sus actos prestarán un apoyo en el
crimen, lo que se distingue de la participación en la empresa criminal conjunta que supone
la intención de participar en el plan común.
Conforme a las diferentes definiciones hasta aquí descritas, el término aiding and
abetting será traducido como complicidad, una forma de responsabilidad en la que el
partícipe de la conducta punible es accesorio al crimen cometido por el principal, con quien
no comparte la intención criminal a pesar de pretender asistir en la comisión del delito.
37
fueron probados más allá de toda duda razonable por la Fiscalía.
Una vez estudiados los requisitos objetivos, resulta pertinente referirse a los
elementos mentales de la complicidad como modalidad de participación. Por un lado, que
“el acusado haya ejecutado un acto con el conocimiento de que dicho acto ayudaría a la
comisión de un crimen subyacente, o era consciente de la probabilidad sustancial de que
sus actos asistirían la comisión del crimen subyacente”. Por otro lado, que el acusado “sea
consciente de los elementos esenciales del delito cometido por el autor, incluyendo su state
of mind”309.
Teniendo en cuenta los elementos mentales, el TESL concluyó que Taylor sabía,
gracias a su condición de Presidente de Liberia y de miembro del Comité de los Cinco la
CEDEAO, que los combatientes del RUF y la coalición AFRC-RUF estaban cometiendo
crímenes contra civiles en Sierra Leona. Además, los reportes que recibía por su cargo y la
amplia cobertura mediática de la guerra, le permitían conocer el state of mind de los autores
de los crímenes y saber que sus actos iban a contribuir a la comisión de los delitos. No
obstante, decidió prestar su asistencia.
7
Caso Taylor (2012), ob. cit., supra 9, párr. 487. Cfr. AMBOS, Kai. “Individual criminal responsibility”,
TRIFFTERER, Otto. Commentary on the Rome Statute of the International Criminal Court, Segunda Edición,
Nomos, Múnich, 2008, pág. 757
38
imputados.
1.- Planeación
Otra forma de responsabilidad señalada en el artículo 6 numeral 1, esta vez de
autoría y no de participación, es la planeación de crímenes internacionales. Esta categoría,
es definida como la “formulación de un diseño, acción, procedimiento o acuerdo, por una o
más personas, para la consecución de un crimen particular”, lo que comúnmente se conoce
como autoría intelectual316. Como todas las modalidades ya estudiadas, la planeación
contiene elementos objetivos y subjetivos que deben ser probados por la Fiscalía.
En cuanto al requisito actus reus, la Fiscalía probó que en noviembre de 1998 Sam
Bockarie, líder del RUF, y Charles Taylor se reunieron en Monrovia, capital de Liberia,
para diseñar un plan en el que los combatientes de la coalición AFRC-RUF llevarían a cabo
ataques en los distritos de Kono y Kenema con el objetivo de llegar a la ciudad de Freetown
“por cualquier medio”318. Según testigos, Taylor insistía en que la operación militar debía
ser “temeraria” para presionar la liberación de Foday Sankoh, fundador de RUF entonces
en prisión.
39
Por lo tanto, el plan diseñado entre Bockarie y Taylor contribuyó de manera
sustancial a los ataques de la coalición AFRC-RUF en Kono, Kenema y Freetown, donde
se cometieron los diferentes crímenes imputados a Taylor por los que fue condenado 320. A
pesar de que la Defensa apeló por considerar que nunca se identificaron los crímenes
concretos que hacían parte del plan, la decisión fue confirmada321.
Respecto del elemento mens rea, el TESL utilizó nuevamente el argumento del
cargo oficial del acusado. En efecto, el Tribunal sostuvo que la posición de Taylor como
Presidente de Liberia y miembro del Comité de los Cinco de la CEDEAO le permitían
recibir constantes reportes, gracias a los cuales era consciente de la alta probabilidad de que
los insurgentes cometieran crímenes en la ejecución de plan, aún más si Taylor le daba
instrucciones a Bockarie de desarrollar las operaciones “por todos los medios” y de manera
“temeraria”
En conclusión, la Fiscalía probó más allá de toda duda razonable que Taylor, como
expresidente de Liberia, diseñó una estrategia para el RUF y la coalición AFRC-RUF que
incluía la selección de áreas para atacar. En el desarrollo de los ataques, se cometieron
diversos crímenes internacionales por los cuales el acusado fue condenado324.
2.- Instigación
En definitiva, que el cargo oficial del acusado sea considerado por el TESL como
una circunstancia de agravación, y no de atenuación punitiva, resulta un avance en la
jurisprudencia penal internacional. Aún más cuando la historia del conflicto en Sierra
Leona muestra que Taylor secretamente apoyaba la continuación de la guerra por motivos
económicos, mientras que abiertamente decía buscar la paz. Así, citando al Fiscal del
41
TESL, los fallos contra los altos funcionarios permiten concluir que “ninguna persona, sin
importar lo poderosa que sea, está por encima de la ley” pues “con el liderazgo viene no
sólo el poder y la autoridad, sino también la responsabilidad y la rendición de cuentas”8.
8
TESL, Oficina del Fiscal, Prosecutor Hollis Welcomes the Historic Final Judgment in the Charles Taylor
42
CONCLUSIONES
43
estar presente en territorio sierraleonés. Es interesante observar que, del respeto a la
inmunidad propia de los jefes de Estado, el Tribunal pasó a asumir el cargo oficial
como circunstancia de agravación punitiva, teniendo en cuenta que Taylor apoyó la
continuación del conflicto cuando debía, por su cargo, proteger a las víctimas y ser
un ejemplo ante la comunidad internacional.
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BIBLIOGRAFIA.
Estatuto de Roma, artículo 25, ob. cit., supra 82. Traducción oficial.
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