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La Vida Como Narracion-Leonor Arfuch
La Vida Como Narracion-Leonor Arfuch
'M. Angenot (1989) distingue dos grandes modalidad s cl 1 d iH u rno1 l l! ltlll lilll itl y l11 l li lf"
mentativa, distinción operativa que supone obviamente in flni.clnd d 111 '"• 1111 11 h" y t ll li i hh h i l ll l li •~
entre sí.
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88 EL ESPA CIO BI OGRÁ FICO DI LEM AS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEM PORÁ NEA LA V IDA COMO NARRACIÓN 89
aquello que constituiría primariamente el registro de la acción humana, con tui tuido como cómpu to, con un "pun to cero" , axial, simbólico - l naci miento
sus lógicas, personajes, tensiones y alternativas, sino a la forma por excelenc'ía de C risto, de Buda , de algún soberano-, se articu la a su v z a tr ti mp , el
de estructuración de la vida y por ende, de la identidad, a la hipótesis de que · lingüístico, que no es reductible a ninguno de los otros, sino qu S d splic¡:¡A n
existe, entre la actividad de contar una historia y el carácter temporal de la el acto de la enunciación , no ya como una manifestació n ind ivid unl sin
experiencia humana, una correlación que no es puramente accidental, sino intersubjetiva, en tanto pon e en correlación presente, actual, un yo y un L(t: nli
que presenta una forma de necesidad "transcultural". "hoy" es tu "hoy". Esta comunidad temporal es la posibilidad misma del r ·inLl
Esa cualidad transcultural de los relatos ya había sido percibida con agude- biográfico.
za por Roland Barthes, en un texto clásico que resta insoslayable para toda Pero la reflex ión de Ben ve ni ste va incluso más allá de la instan c ia
indagación al respecto: "no h ay ni h a habido jamás en parte alguna un pueblo comunicativa: "Podría creerse que la temporalidad es un marco innato del
sin relatos[ ...] el relato se burla de la buena y de la mala literatura: internacio- pensamiento. Es p roducida en realidad en la enunciación y por ella. De la enun-
nal, transhistórico, transcultural, el relato está allí, como la vida" (Barthes, ciación procede la in stau ración de la categoría del presente [.. .] [que] es pro-
[1966] 1974: 9) . Pero si este carácter universal llevaba, en el marco estructura- piamente la fuente del tiempo. Es esta ·presencia en el mundo que sólo el acto de
lista, a la búsqueda de un modelo semiótico común 2 que hiciera posibl e el aná- enunciación hace posible, pues -piénsese bien- el h ombre no dispone de nin ~
lisis de cualquiera de sus formas, no perdía de vista sin embargo los sutiles lazos gún otro medio de vivir el 'ah ora' y de hacerlo actual" (Benven iste, 1977: 86;
entre el lenguaje y la vida, la mutua implicación entre narración y experien- 1 los destacados son míos ).
cia. Así, la inquietud de la temporalidad prefigura en el texto de Barthes los Siguiendo estas h uellas, la relación entre d iscurso y temporalidad asu me,
desarrollos ulteriores de Ricoeur: "¡Hay de trás del tiempo del relato una lógi- para Ricoeur, una modalidad aún más específica: "La temporalidad no se dej a
ca intemporal?[.. .] la tarea consiste en llegar a dar una descripción estructu-
ral de la ilusión cronológica; corresponde a la lógica narrativa dar cuenta del
tiempo narrativo. Se podría decir, de otra manera, que la temporalidad no es
t
1
decir en el discurso directo de una fenomen ología sino que requiere la media-
ción del discurso indirecto de la n arración" (Ricoeur, 1985 : 435 ). En efecto,
en tanto "el tiempo" siempre se alude en singular, es irrepresentable; es justa-
sino una clase estructural del relaw (del d iscurso )" (Barthes, 1970: 24; el des- 1 mente la trama del relato la que opera un rol de mediación en el proceso mi-
tacado es mío). 1 mético. 3 Este tie mpo - "tercer tiempo"-, configurado en el relato, en virtud de
la cualidad mediadora de la rrama, 4 que opera a partir de una precomprensión
3 Mímesis, en ten dida aqu í en e l sent ido en que este autor vuelve sobre el con e •p to >~ riscocélico:
1. Narrativa y temporalidad 1 "La mímesis ar istoté lica ha po dido ser con fu ndida con la im itac ión en el sentid d p i!• p r un
t: grave contrasentido . S i la m ímesis co mporta un a refe renc ia inicial a lo r , 1, tll r · ~ l n In no
"Nunca recobramos nuestra infancia, ni el ayer tan próximo, ni el instante designa otra cosa que el reinado m ismo de la n atu raleza sobre t:oda prodtoC l611. 1 l O t•NI lllnv l
huido al instante", afirmaba Benveniste ([1974] 1980: 73 ), resumiendo casi en miento de refe rencia es in separa ble de la dimen sión c readora. La m(m csi S J>tll 111, Y rt• fp10 11
mente. [.. .] En nuestro an álisis, el con cepto de mimes is sirve como ín 11 p 111 1 • lto 11 h 11 d1l
un aforismo la razón de ser de nuestro espacio biográfico. Su refl exión se orien- discurso. Recuerda que nin gún d iscu rso puede abolir nuestra pertc11cn · iu 11 Ull llll ll ido. \.. . \l tt
taba a deslindar las nocion es comunes del tiempo físico del mundo, como con- 1 verdad de lo imaginario, la poten c ia de detecci<'i11 onto lógicn 1 l\1 ¡'l('l·~f , 111 • 1'111 11 11 1•••11 , ¡.,
tinuo uniforme, y el tiempo psíquico de los individuos , variable según sus emo- que veo en la mímes is de A ri stótel es. 1... ] Ln fu nción rcf 1' nc ln l\ 11 llUttt hd 11 l11 1 V ltult' ll d1
11
ciones y su mundo interior. A p-artir de aquí, distinguía el tiempo crónico, que
engloba la vida humana en tanto "sucesión de acontece res", tiempo de nues-
l lo real como ac to. !... ] Presentar a los hombres "como iw i •ndu" y 1 10d1t8 liN II NII N "111111111'11111 !ll 1
tal podría ser bien la función ontológica
del tliscurso lll ' lnfórl 1" (!U 1 1 1
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111'1 11 , 11 1'/ 1'// / 1
' En su an a lítica de la tempo ra lidad, q ue, nn v ics~ nu llll" y p ••~1' t lvn~ , 1•ll il1' '¡(o 1 1111111 111
tra existencia, de la experiencia común, continuidad donde se disponen, como 1 ta diversas con cepc iones (aporías), clesd 1" m islntéli ·n del l lt· m¡ll\ l1 111t ir o, l l\ illll lllh l ~, 11 ht d
"bloques", los acontecimientos. Este tiempo, socializado en el calendario, ins- ! Agustín en las Confesiones (tiempo psicológico, in l rlnr, d 1 nlu~n ) ; s d ··rl ~~~ · nl u u n ptllllll li
1
Este modelo, presentado en el n úmero em ble má tico de Communica tions . Análisis estructural
! ción kantian a y hegelian a y discute con la fenome nn logí, d H uss ·rl y H cld t!H •t, sohr to;ln '01\
la disti n ción , p lanteada por este últ imo , entre e l con c pto wac!ntico y vu lgal' clc rl •mpo. En .'''' '
del relato -cuya expansión a la man era d e una "receta" tenn ina rfa en agotam iento-- in ten taba recorrido, q ue trata de franquear el obstáculo de In "otultació n mu tua" e n u c las pcrs¡ ecu vas
deslindar, a la mane ra saussurean a, un orden posible en e l desorden ~za roso del na rrar, pos tul ar 1 cosmológica y fenomenológ ica , Ricoeur incorpora , en tre orras , b d istinció n de BenventSte. sobre
reglas de func ionamien to all í donde sólo parecía desplegarse un caos p rimo rdi a l, una variación al el tie mpo crónico y la pecu liar inscripc ión del tiempo lingüíst ico, para llegar a la_formulac tón de
in(ini ro. un teTcer tiempo, el que es configurado en el relato (Ricoeur, 1985 , voL 3: 435).
LA VIDA COMO NARRACIÓN 91
90 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA
::!el mundo de la vida y de la acción, confiere a su vez inte ligibilidad a ese comparten los mismos procedimientos de ficciona lización 6 pero que se distin-
mundo, entablando una relación dialéctica entre presuposición y transforma- guen, ya sea por-la n aturaleza de los hech os involucrados -en tanto "verdade-
:i6n, entre la prefiguración de los aspec tos te mporales en el campo práctico y ramente ocurridos" o productos de inven ción- 7 ya por el tratamtento de las
a refiguración de nuestra experiencia por e l tie mpo construido en el relato. fu entes y e l archivo. 8
Este "tercer tiempo", producto del entrecruzamiento de la historia y la fic- Esta conclusión, que para la crítica literaria no era ciertamente innnovadora,
:ión, de esa mutua imbricación de los rela tos, encuentra en el concepto ya produjo sin embargo gran impac to en la historiografía tradicional, por cuan-to
tludido de identidad narrativa, asignable tanto a un individuo como a una co- desplazó el centro de a tención de los "hechos" históricos, y la concepcLOn
nunidad, un punto de articulación. "Identidad" tiene para Ricoeur el sentido
le una categoría de la práctica, supone la respuesta a la pregunta "¿Quién ha
techo ta l acción~ qu ién fue el autor ?"; respuesta que no puede ser sino narra-
1 referencial de la verdad, a la esoitura de la historia, es decir, a otro régimen -discur-
sivo- de veridicción. En cuanto a lo biográfico, en tanto los "hechos" de la vida
iva, en el sentido fuerte que le otorgara Hannah Arendt: responder quién f de alguien reclaman igualmente una historicidad de lo "sucedido" ¿en qué direc-
ción se inclinará la balanza? Parecería que los géneros canónicos -biografías,
upone "contar la historia de una vida" .S El filósofo se propone así deslindarse autobiografías, memorias, correspondencias- jugaran un juego doble, a la vez
e la "ilusión sustancialista" de un suj eto "idéntico a sí mismo". Ilusión que historia y ficción -entendida esta últi ma menos como "invención" que como
parece justamente, como vimos en el capítulo primero, como un problema de obra literaria-, integrándose así, con este estatus, al conjunto de una obra de
1scripción de la temporalidad en el espacio autobiográfico: ¿quién habla en la autor -en el caso de escritores- y operando al mismo tiempo como testimonio,
1stancia actual del relato? ¿Qué voces .de otros tiempos -¿de la misma voz?-
! inscriben en el decurso de la memoria? ¡quién es el suj eto de esa historia?
ara Ricoeur, el dilema se resuelve, como anticipamos, con la sustitución de
lt archivo, documento, tanto para una historia individual como de época
6 Es Barthes el que abrió camino a esta concepción con s_
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:s a conceptos de Lejeune, sí bien su propio campo de aplicación es mucho 1 raría en cuanto al estatuto de los "hechos" narrados pero también en cuan ro al "pacto de lectur~"
propuesto, que tiene que ver con los signos para textuales de la obra, es decir, su presentación baJO
is amplio, ya que incluye también los re latos ficciona les y la narrativa histó-
:a. Pero si entre el espacio biográfico y e l que es reconocido lisa y llan amente
1
~
el rótulo de "novela", "historia", "autobiografía" etc. (White, l 992a).
R En su indagación sobre e l relato histórico, Ricoeur, que no se identifica totalmente con_ la
¡ pos ición "narrativista" (Danto, White), define a ese rercer tiempo, modelado por la narrac1on,
mo de fi cción hay diferencias, según hemos tratado de establecer, ¿cuál será ¡ como capaz de dar cuenta de una conciencia h istórica de la 1denndad narrativa. Una mre.~l~enCI~
relación de lo biográfico con la narrativa h istórica/ Antes de postular hipó- ~ narrativa creará entonces una c ierta un icidad del tiempo histórico, a partir de c1ertos uules
~
;is al respecto, cabría efectuar un primer des linde entre historia y ficción. En ep istemológicos: el tiempo calendario, según Benveniste, la sucesión de las generaciones, según
horizonte epistémico en el que nos situamos (Barthes, [1 967] 1984; White, ! Schurz, la re inscr ipción onto-lógica de la traza que realiza el prop1o R1coeur, valon zando el mate-
73, [1987] 1992; Ri coeur, 1985 ) hay relativo consenso en señalar que ambas ¡ rial de archivo como indicio, vestigio histórico simbólicamente inter¡yretado en un contexto, que per-
mite al hombre situarse a nivel de su propia experiencia, en un 'antes" y un ~'después".
1
La percepción del carácter configura tivo de las narrativas , en especial las Volviendo a la noc ión de identidad na rrativa, ella ava nzn e davfa lln paso
autobiográficas y vivenciales, se a rticula, casi de modo implícito, al carácter más, por cuanto, al perm itir -ana lizar ajustadamente el va iv n ntr l tiempo
narrativo de la experiencia . En la reflex iÓn de Ri coeur, la relación entre tempo- de la n arración , el tiempo de la vida y la (propia) experienci<1, p scu ln ta mbién
ra lidad y exp~ ri e nc i a , crucial para la h istoria, remite tanto a un pasado que la compatibilidad de una lógica de las acciones con e l traza l d
impone su hue lla como a una anticipación h acia lo impredecible. Doble movi - moral. Reaparecen aqu í los acen tos éticos q ue desde antigu a nt pañan el
miento que es tambi én, recordemos, el que acompaña el trabajo -el intervalo- trabaj o de la n arración, sobre todo en el anclaje singular de la "vida buena"
de la identidad narrativa. aristotélica -"con y por otro dentro de instituc iones justas"- , 11 es carácter
Si bien el filósofo no se detiene en particular en el análisis del término expe- valorativo intrínseco que hace que n inguna peripecia sea gratuita, es deci r,
riencia, la recurrencia con que aparece en nuestro trabajo y la validez que ad-
quiere en el contexto autobiográfico, hace pertinente consignar aquí al menos
1 transcurra en un universo n eutral y atempora l, sin relaci ón con la experiencia
humana. Es esa orientación ética, que no necesita de ninguna explicitación
algunas acepciones. Joan Scott aborda justamente esta cuestión en su artículo 1 n ormativa , que va más allá de una intencionalidad, la que insiste, qui zá con
"The evidence of experience" (1 996: 378-406), apuntando a una redefinición 1 mayor énfas is, en las n arrativas de n uestro espacio biográfi co, indisociable de
desde la óptica feminista. Parte así del análisis que Raymond Williams realizara
sobre su empleo en la tradición angloamericm;1a. El autor distinguía allí entre,
por un lado, el conocimiento obtenido de acontecimientos pasados y, por el l la pos ición enunci ativa parti cular, de esa señ a lización espacio-tempora l y
afectiva que da sentido al acontecimiento de una historia .
Pero en tanto esa posición involucra siempre un "tú", la cuestión n os con-
otro, una clase particular de conciencia pudiendo implicar tanto "razón" como
- "conocimiento" -que señala también la estrecha relación que persistía, aun a
comienzos del siglo XVIII, entre "experiencia" y "experimento"-. En nuestro si-
I
f
duce finalmente a la instancia de la lectura, a la recepción. Volviendo a Ricoeur,
es la mirada hermenéutica -ree labo rada en el crisol de la formalización semió-
tica-12 la que propondrá la articulación del "mundo del texto" y el "mundo del
glo, esa clase de conciencia pasa a significar una "plena y activa 'información' lector", a partir de cierto hori zonte de expectativa -con la salvedad de una
(awareness) que incluye tanto sentimiento como pensamiento". Así, la noción mayor tensión hacia e l mundo que h acia el texto-. La model ización que opera
de "experiencia" aparece· como testimonio subjetivo, como la más auténtica cla- entonces en el relato sólo cobrará f6rma 13 en el acto de la lectura, como con -
se de verdad, como "fundamento de todo (subsecuente) razonamiento y análi-
sis" (Williams, 1985: 126-128), pero además, en una forma externa, como reac-
r operan como una verdadera m atriz semi<'i tica, no por ello es impos ible un "cambio de hábito", un
proceso de autoconciencia que logre desartic ular la reacción "natural" por un cambio sustancial
1
ción a influencias o percepciones del medio en discordancia. ¡ de posición. Su apuesta, que visualiza la posibilidad de acción pol ítica de la mujer para revertir la
impron ta "dada" de su desigualdad, es pensable en general para toda idea de identidad como
Scott rem<~ r ca que, tanto en su vert iente "interna" como "externa", esta
consideración establece prioritariamente y da por h echo la existencia de indi-
l "herencia" y fijación. En -el marco del paradigma bajtiniano, por otra parte, la experiencia es
1' eminentemente soc ial, dialógica, y podríamos asociar la posib ilidad de su transformación a la
viduos, en lugar de pregunta rse cómo so~ producidas socialmente las concep- capacidad de autocreación y de cambio q ue con llevan siempre los géneros discursivos, cuyos
ciones de sí y las iden tidades. Este pun to de part ida "naturaliza catego;ías tales diversos estilos pueden aportar elementos revulsivos a la cultura de una época.
como hombre, muj er, negro, bl anco, h eterosexual, homosexual, tratándo las 11 En su obra ya citada, Soi meme comme un autre (1990), Ricoeur continúa es te recorrido
como características de esos individuos" (Sco tt, ob. c it. : 387). En este punto, realizan do una rev isión teórica sobre el rema de la identidad , para desplegar luego su concepto de
les y en la larga duración , históricas, y cuyo efecto es la constitución de sujetos desde el momento fu ndacional en la obra de Vlad imir Propp ([1 928]1977), Morfología del cuento al
mítico núm. 8 de Communications ( 1966), Análisis esr:ructural del relato (cuya introducción , a cargo
'j
como entidades autónomas y fu en tes confiables del conocimiento que provie- de Roland Barthes hemos citado más arri ba ) siguiendo con Gérard Genette, A J-Greimas y otros.
ne del acceso a lo real (De Lauretis, [1 984]1992: 251-294) w Este campo conceptual, de gran expansión, incl uye asimismo las diversas acentuaciones que la
problemática de la narrativa adquiere en otros escenarios, sobre todo el alemán y el anglófono, y
individu31 y la constitución de la ident idad nacional o regional. As í, la autobiografía es historia bajo otros par<Jdigmas: la llamada "Estética de la recepción", de H. jauss y W. !ser, las posiciones de
apoyada en la memoria, mien tras que la biografía se apoya en documentos ([1 99 1]1 996: 190). · 1 los crít icos literarios como E Kennode, W. Booth, N. Frye, H. Bloom, ). Culler, etcétera.
10
Yendo al texto de esta teórica feminista, Alicia ya no, en part icular a ~ u cap ítul o "Semiótica tJ Cabe aquí acla rar que la reiterada mención a una pues ta en forma, CQm o es tructur(lc ión de
y experienc ia", pese a que la "experienc ia'' es amasada en esta trama de de term inaciones, que la trama que hace inteligible lo que de otro modo sería torbell ino, imagen , sensación, no supone
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94 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIV IDAD CONTEMPORÁNEA LA VIDA COMO NARRACIÓN 95
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96 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMI}S DE LA SU BJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA
LA VIDA ' M NARRACIÓN 97
vante para la teoría del discurso, el psicoanálisis y otras disciplinas. Ella apor-
Desde la óptica de Ricoeur, la permanencia -en el tiempo- resulta indis-
taba a l desplazami ento de la idea de un sujeto esencial, investido de ciertos
pensable para pensar la cuestión de la identidad pers nal, como uno de los
atributos, a una posición relacional en una configuración lingüística, cuya "re-
momentos definitorios en la construcción de una teoría na rrativa. Permanen--
ferencia" se ac tualizaba justamente en la instancia de la enunciación. Ubica-
cia capaz de conjurar la ipseidad, la deses tabilización que los constantes cam-
ción que no dejaba de lado sin embargo la dimensión ontológica -"la emer-
bios imponen a la propia vivencia, y que se traduciría en dos registros funda-
gencia en el ser de la propiedad del lenguaje"-, y por lo tanto, iba más allá de
mentales: el carál:ter y la palabra dada. Por carácter entiende aquí el filósofo no
una ·mera formalización estructural. ,_
ya la "ciega marca" 18 con la que advenimos en nuestro nacimiento, sino "el
Es seguramente esa percepción afinada de ambos registros lo que hace que
conjunto de las disposiciones durabl es por las cuales se reconoce a una perso-
Benvenist,e continúe siendo ·un referente insoslayable - más allá de los obliga-
na". Estabilidad relativa, pero que permite cierta adherencia del "qué" (soy) al
des territorios lingüísticos- para la reflexión contemporánea en tomo de la
"quién" (Ricoeur, 1990: 143) . En la palabra dada también está presente la idea
identidad -filosófica, antropológica, histórica-, y, en este caso, para la indaga-
de mantenimiento de una "mismidad" a través del cambio temporal y de la
ción sobre la inscripción narrativa del yo en las formas biográficas. A este
circunstancia, y simultáneamente una pre-visión, una tensión hacia lo que se
respecto, cabe señalar la lucidez con que advierte esa unificación imaginaria
llegará a ser. La promesa abre así un intervalo de sentido que será ocupado por
de la multiplicidad vivencia! que opera el yo, como un momento de deten-
ción, un efecto de (auto)reconocimiento, de "permanencia de la conciencia" l la noción de identidad narrativa, recordemos, no como "justo medio", sino
así como el carácter esencialmente narrativo y h~sta testimonial de la identidad:
como una oscilación irreductible, con acentuación en un sentido u otro, según
la contingencia, entre los polos de la "mismidad" y el de la "ipseidad".
"visión de sí" que sólo el sujeto puede dar sobre sí mismo -independientemen-
¿Podríamos pensar las formas autobiográficas, por lo menos las canónicas,
te, podríamos agregar, de su "verdad" referencial-. Características que definen
1 como una especie de "palabra dada", pero no ya como garantía de mismidad
precisamente la especificidad, aun relativa, de lo autobiográfico, su insistencia
sino de cierta permanencia en un trayecto, que estamos invitados a acompañar,
Y h asta su necesidad: al asumir el yo como forma de anclaje en la realidad, se
de un posible reencuentro con ese "yo", después de atravesar la peripecia y el
convoca ' y despliega el juego de la responsividadY
trabajo de la temporalidad? Esta hipótesis de un desplazamiento espacial-que
lengua en discurso", "El locutor se apropia del aparato formal de la lengua y enuncia su posición
reenvía al cronotopo del "camino de la vida"- nos parece complementar ade-
de locutor mediante indicios específicos", etc. (Cf. "El aparato fo rmal de la enunciación", en cuadamente tanto el "momento" de la unificación enunciativa en Benveniste
1977:83 Y84; los destacados son m íos). Fue Michel Pecheux, desde el horizonte epistémico del como el despliegue de la temporalidad en Ricoeur.
anáhs1s del d1scurso (Escuela Francesa), y en la búsqueda de "una teoría no subjet iva de lo que Pero además, creemos, introduce un nuevo matiz en el "vaivén" de la identi -
hoy se ll ama enunciación" quien planteó la postu ra más crítica respecto de esa "ilusión formalis-
dad narrativa, en tanto, más allá de los "polos" en juego -que no dejan de involu-
ta" en la cua l englobaba tanto a Benveniste como a Bally y Jakobson: "Todo ocurre como si la
lengua aportara ella misma los elementos prop ios para crear la 'ilúsión necesaria' constitutiva del crar una dualidad-, habilita a considerar el devenir de la identidad como un tra-
sujeto". Ilusión del sujeto de estar "en el origen del sentido", a la cual se comraponía la idea de yecto siempre abierto a la diferencia, que resignifica constantemente las instancias del
"posic ión de suj eto" en una formación discursiva dada -compartida por Althusser y Foucaulr- autorreconocimienw. La idea de una "palabra dada" ofrece además otra articulación
marcada por fu ertes determinaciones sociales que acotan en gran medida lo que puede y/o debe
feliz -e insospechada- para nuestro tema, entre teoría y lengua cotidiana: (dar)
ser d1cho, y por lo tanto, relegan a la dimensión de lo no dicho todo un registro de lo significante.
Cf. Denise Maldid ier, "(Re) Jire Michel Pecheux aujourd-hui", en Michel Pecheux (textos) Oenise "mi palabra" constituye, a la vez que una promesa, una afirmación autorial en el
Maldidier (presentación y selección ), 1990: 34. El texto de Pecheux citado es "Formation sociale paradigma bajtiniano, es decir, la asunción de la palabra como "propia" -a diferen-
langue, discours" (1975) , incluido en el volumen, pp. 157-173 . Al respecto, Teresa Carbó (1995) cia de la "neutra" o la "ajena"- 19 por las tonalidades, siempre peculiares, de la
señala q ue esta crítica no invalidaba su relación admirativa con quien fuera sin duda uno de los
afectividad. Esa asunción de la palabra "propia", como instauración afectiva del yo
grandes maestros del grupo estructuralisra .
.
17
Esta pa labra es propia del léx ico de Bajrín, para quien el enu nc iado se adelanw a las expec· y simultáneamente, como don, como promesa de una (relativa) permanencia, me
tatlvas Y ob¡ec1ones del otro, de modo tal que responde por ant icipado a ese otro. Pero este res· parece otra hipótesis sugerente para nuestro espacio biográfico.
ponder no es sólo "dar respuesta" en el sentido de contestar, llenar un blanco o un vacío sino
también en el de hacerse cargo, responder por el otro: así, -responsividad y responsabilidad {~o en
16 La expresión, que toma de Philip Larkin, es utilizada por Richard Rorty para aludir al
vano tienen la misma raíz) es tarán ambas comprendidas. El dial og ismo es entonces también un a carácter en cierta medida azaroso de la constitución del yo, a partir del cual es posible sin embar-
ética (Bajtín, 1982). go un margen de autocreación o redescripción (Rorty, [1 989] 1991: 62).
19
Remitimos a la distinción entre pa labra neutra, ajena y propia planteada en el capítulo L
EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEM AS DE LA SUBJETIVIDAD CONT EM PORÁNEA LA VIDA COMO NARRACIÓN 99
(
tud de la historia contada -que no supone necesariamente veracidad-, otras .el que ha contribuído a la construcción del mito del yo, según Lejeune, "uno de
variantes del espacio biográfico pueden producir un efecto altamente desesta- los más fascinantes de la civilización occidental moderna". Mito en buena
bilizador, quizá como "desquite" ante tanto exceso de referencialidad "testi- medida creado y realimentado sin cesar en el espacio biográfico, e indisociable,
monial": las que, sin renuncia a la identificación de autor, se plantean jugar como vimos, de una aspiración ético/moral. 23
otro juego, el de trastocar, disolver la propia idea de autobiografía, desdibujar Recapitulando entonces nuestro itinerario, aun el "retrato" del yo aparece,
sus umbrales, apostar al equívoco, a la confusión identitaria e indicia! -un en sus diversas acen.t uaciones, como una posición enunciativa dialógica, en
autor que da su nombre a un personaje, o se narra en segunda o tercera perso- constante despliegue hacia la otredad del sí mismo. No habría "una" historia
na, hace un relato ficticio con datos verdaderos o a la inversa, se inventa una del sujeto, tampoco una posición esencial, originaria o más "verdadera". Es la
historia-otra, escribe con otros nombres, etc. etc.-. Deslizamientos sin fin, que multiplicidad de los relatos, susceptibles de enunciación diferente, en diversos
pueden asumir el nombre de "autoficción" en la medida en que postulan explí- registros y coautorías -la conversación, la historia de vida, la entrevista, la
citamente un relato de sí consciente de su carácter fi ccion al y desligado por lo relación psicoanalítica-la que va construyendo una urdimbre reconocible como
tanto del "pacto" de referencialidad biográfica.21 "propia", pero definible sÓlo en términos relacionales: soy tal aquí, respecto de
20
Analizando las paradojas de la identidad personal, respecto de interrogantes sobre su loca- ciertos otros diferentes y exteriores a mí. Doble "otredad", entonces, más allá
lización, Ricoeur alude a la obra Reasons and ppsons de Derek Parfit, y analiza diversos puzzling del sí mismo, que compromete la relación con lo social, los ideales a compartir,
cases (duplicación de cerebros, telerranspo nación, amnesia, etc.), que ponen en evidencia una en términos de solidaridad, justicia, responsabilidad. Pero ese tránsito, marca-
inquietud teórica y científica, más allá de la larga rradición literaria sobre las "perturbaciones de do fuertemente por la temporalidad, ¿ofrecería alguna detención posible sobre
la identidad" (Ricoeur, 1991 : 15). ·
11 El análisis de la distinción enrre factual y ficcional, que emprende Gérard Genette a partir
de los respectivosprocedimientos utilizados - considerando como "factuales" los re latos de la narrado sea un sujeto ficticio en tamo narrado. [... ]El problema es más el de encontrarse un lugar
historia, la biografía, el diario íntimo, el relato de prensa, el informe de policía , la narratio judi-
cial, la jerga cotidian a, etc.-, concluye finalmente en indecidibilidad: nada hay, según el autor,
que nos permita afirmarla con certeza, fuera de ciertos signos exteriores, paratextuales. Véase
1
j
de sujeto que el lugar del sujeto, el de constituirse en la escritura un 'efecto-sujeto"'. Véase R .
Robín, "Cautofiction. Le sujet toujours en défaut" (1994: 74).
2l Ta mbién C harles Taylor, en su indagación histórica sobre la constitución de la identidad
"R Ir (i i nnel. récit factuel " (Genette, 1991). moderna (l as "fuentes del yo"), reconoce el rol protagÓnico que asumieran las narrativas
11 1~ 11111 Robin hace un trazado conc~ptua l de la "autoficc ión", a partir de definiciones de
autobiográficas en este proceso, desde la novela inglesa en adelante, señalando, además, el gesto
dl ~l l nl o lllllllr , como un relato que alguien decide hacer de sí mismo con plena conciencia de su
1111 t lt t 111 l'lnnal, sin obligación de "fidelidad" referencial ni búsqueda del "sentido de la vida" o
j1111 flt ¡u 1 11 xistencial: "La autoficciónes ficc ión, ser de •lenguaje, lo que hace que el sujeto
1 fund ante de Montaigne, más de un siglo antes, en lo que hace a la idea de que cada individuo
conlleva "una diferenc ia irrepetible", un "propio y original modo de ser", que vale la pena iden -
tificar, idea que se. h a as im il~do totalmente a nuestra comprensión del yo (Taylor, !1989] 1996).
1
j
100 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVIDAD CONTEMPORÁNEA LA VIDA COMO NARRACIÓN
el polo de la mismidad? ¿Habría algo, en ese yo, absolutamente singular, priva- se que el relato de sí es uno de esos ardides, siempre renovados, a la manera de
do, irreductible? Scheherazade, que intentan día a día el anclaje con el otro -y la otredad-, una
Contrariamente a la idea moderna de la singularidad como lo irrepetible "salida" del aislamiento que es también, una pelea contra la muerte?
de cada ser en su diferencia, Emanuel Lévinas, en una perspectiva ontológica, Pese a la imposibilidad de comunicar la existencia, cada yo tiene sin em-
coloca el punto de lo irreductible en aquello que es común a cada uno de los bargo algo que comunicar de sí mismo, como afirmaba Benveniste, un lugar de
seres humanos, la soledad del existir, lo más privado, lo que no se puede compar- enunciación único, donde "da testimonio" de su identidad. Testimonio de sí
tir con nadie, pese a estar rodeados de seres y cosas: "Uno puede intercambiar que es también un lugar de absoluta so ledad: un testimonio, para ser tal, no
todo entre los seres, excepto el existir. En ese sentido, ser es aislarse por el puede ser "confirmado, seguro, y cierto en el orden del conocimiento", afirma
existir. Soy mónada en tanto soy.· Es por el existir que soy sin puertas ni ventanas, Derrida; no corresponde al estatuto de la prueba sino que remite a una mirada
y no por un contenido cualquiera que sería en mí incomunicable" (Lévinas, -a una verdad- irreductible: "no hay testigo para el testigo".26 El acto mismo de
[1979]1996: 21; el destacado es mío). la enunciación del yo postula así una presencia, que puede devenir corporeidad,
En la perspectiva de Lévinas, si bien el tiempo mismo es una apertura sobre oralidad, "directo", ofrecerse como una referencia viva e inequívoca -en este
el otro (autrui) y sobre lo Otro (l' Autre) , el aislamiento del existir marca el acon- sentido, y pese a su ev-anescencia, hasta se transformaría en referencia "empí-
tecimiento mismo del ser -"lo social está más allá de la ontología"-. La cuestión rica"-. En el prólogo a la edición de Echique ec infini dirá Philippe Nema: "[esta
no es entonces "salir" de la soledad -tema clásico del existencialismo,· con sus palabra] formulada por el autor mismo [... ] es fiel de esta fidelidad que asegura
tonos de angustia y de desesperanza- sino de ese aislamiento. Tal el propósito a un discurso la presencia v iva de su autor". En la situación dialógica, "el decir
confesado por Lévinas para su libro,Z4 pero a sabiendas de que esta salida es del autor vivo autentifica lo dicho de la obra depositada, porque sólo él puede
ilusori a, que el suj eto siempre intenta "engañar" su soledad, tanto en la relación desdecir lo dicho, y así realzar su verdad" (Lévinas/Nema, ob. cit.: 5 ).
con el mundo a través del conocimiento como en la experimentación de los La cuestión de la presencia se juega entonces con su particular efecto de ver-
placeres. Salida del sí mismo hacia el/lo otro que encuentra en el erotismo - la dad, no importa la distancia que al respecto plantee la teoría. Distancia de una
relación con lo femenino como diferencia total- y en la paternidad -la relación voz narrativa "que permite a la narratología hacer un lugar a la subjetividad, sin
con una mismidad otra-, dos vías de acceso a un más allá. La existencia será que ésta sea confundida con la del·autor real" (Ricoeur, 1984, vol. 2: 162). Pero
entonces algo que se puede n arrar pero no comunicar, compartir. · ese autor "real", que habla (testimonia) o deja su marca en la escritura tampoco
N os interesa aquí esta distinción entre comunicar y narrar, en tanto deja quiere resignar su primacía: el espacio mediático contemporáneo, sobre todo a
entrever una diferencia cualitativa: comunicar aparece utilizada en la acepción través de la entrevista -voz y cuerpo "en directo"- ofrece una prueba irrefutable
latina de "estar en relación -comunión- con", "compartir", como un paso más de su existencia y su insistencia. Y es en esa tensión entre la ilusión de la pleni-
allá del narrar -"contar un hecho", "dar a conocer"-, que denotaría una cierta tud de la presencia y el deslizamiento narrativo de la identidad, que se dirime,
exterioridad. Ese paso, entre lo decible y lo comunicable , señala, por otra parte, la quizá paradójicamente, el quién del espacio biográfico.
imposibilidad de "adecuación" de todo acto comunicativo, esa infelicidad consti-
tutiva de todo "mensaje" 25 Pero si el sujeto sólo puede narrar su existencia,
"engañar" su soledad tendiendo lazos diversos con el mundo, ¿no podría pensar- 5 . Distinciones en el espacio biográfico
21 En una larga entrevista que le hiciera Philippe Nema en 198 1, para France-Culture, editada
luego en forma de libro, Lévinas retoma las conferencias de Le temps et l' aurre, junto a otros ~e mas Yendo a la delimitación del espacio biográfico, como coexistencia intertextual
fundamentales de su obra, para comentarlos con el entrevistador con algunos acentos btograftcos de diversos géneros d iscursivos en torno de posiciones de sujeto autentificadas
y aceptando "simplificar !'expresión de sus argumentos". Lévinas, Er.hique et infini, (Dialogues avec por una existencia "real", podría afirmarse que, más allá de sus diferenci as
Philippe Nemo), 1982: 50. formales, semánticas y de funcionamiento, esos géneros -que hemos enumera-
2$ Remitimos a la concepc ión de Derrida de la imposibilidad de un "contexto ideal" de la
comunicac ión, en tanto roda palabra es iterable, susceptible de ser citada, recontextua lizada,
interpretada diferentemente, malinterpretada. La "infelicidtul," en este sentido (la amb igüedad, el 16
A ludimos aquí a la conferencia de Jacques Derrida en Buenos Aires en noviembre de 1995 ,
desvío, el malentendido, etc.), coextensiva a la iterabilidad, es la condición misma de posibilidad "Parler pour l'étranger" , donde ana lizara la figura del testigo a partir de Pau l Célan y que se
de la comunicación, no su "problema". Véase Jacques Derr ida (1 982 ). publicó en Diario de Poesía , núm. 39, Buenos Aires, 1996, pp. 18- 19.
EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SU BJ ETIVI DAD CONTEMPORÁNEA
LAVIl)A • Mt NAil i\A :1 N 111 1
11 V 111 J¡nqll ' 1 ~:~r rl lo (11987'11989 ), "F irma , acontecim iento, contexto".
104 EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SUBJETIVI DAD CONTEMI ORÁNEA LA VIDA COMO NARRACIÓN
sión -el hacerse aceptable a la mirada divina- a la auwafirmación, como acep- La puesta en orden. que la au tob iografía -como en general, los géneros que
tabilidad del propio yo en la trama comunal de los otros, y entonces, como componen e l espacio biográfico- aporta, según Bajtín, a la conciencia de la
apertura a la libertad de creación individua l, gesto que se desplegaría, carro- propia vida -del escritor, del lector- no supone sin embargo univocidad. Si
gráficamente, en todas las formas ulteriores, de las más canónicas a las más hay cierto "revisionismo" de la vid a en la escritura, ésta podrá ser retomada
innovadoras. más de una vez: varias versiones de la autobiografía, o bien, las actualizaciones
Si la autobiografía propone un espacio figurativo para la aprehensión de un periódicas que los géneros mediáticos, como la entrevista, permiten desplegar
yo siempre ambiguo -el héroe autobiográfico como un "alter ego"-, este espa- en una tempora lidad azarosa y en la comodidad del diálogo, que d ispensa ge-
cio se construye tradicionalmente -y más allá de la diversidad estilística- en la nerosamente de la inspiración.
oscilación entre mímesis y memoria (De Mijolla, 1994) entre una lógica repre- Contemporáneamente, en la herencia irreverente de las vanguardias, en la
sentativa de los hechos y el flujo de la recordación, aun reconocidameme arbi - renuncia a la representación , el gesto autobiográfico -sin perjuicio de la supervi-
trario y distorsivo. Esta oscilación -a la cual no escapan incluso autobiógrafos vencia de las formas tradicionales- enfrenta una transformación radical. El ejer-
fuertemente· imbuidos de los preceptos psicoanalíticos- aparece así como una cicio del Roland Barthes por Roland Barthes - la desarticulación de las cronolo-
especie de forma constitutiva del género. Pero este devenir metafórico de la gías, la mezcla de las voces narrativas, el desplazamiento del yo a la tercera
vida en la escritura es, más que un rasgo "imitativo", un proceso constructivo, person a, la deconstrucción del "efecto de realidad"- deja sin duda un preceden -
en el sentido en que Ricoeur entiende la mímesis aristotélica, que crea, pre- te en cuanto a la mostración de ficcionalidad, de la duplicidad enunciativa, de la
senta algo que, como tal, no tiene existencia previa. Sin embargo, la fluctua- imposibilidad de narración de sí mismo, para retomar la expresión de Régine
ción individual en cuanto a esta creación, la irreductibilidad de cada expe- Robin. Un texto fragmentario, que se rehúsa a la narración, que se abre con la
riencia -aun en sus acentos comunales, compartidos- no impide un fuerte advertencia - manuscrita- de que "todo esto debe ser considerado como dicho
efecto convencional, repetitivo, que aleja a la autobiografía de la novela en por un personaje de novela", que, mientras juega con las propias fotografías de
cuanto a la multiplicidad de las formHs de narrar. Pese al carácter histórica- infancia y juventud, teoriza, polemiza, dialoga con otros libros, pone en escena
mente situado de la mímesis vivencia!, pese a sus transformaciones seculares, en definitiva más que un recuerdo del tiempo vivido, el mecanismo fascinador
pese a la tensión entre tradición y transgresión, hay, en la escritura autobio- de la escritura, la producc ión incansable de intertextualidad.30
gráfica, una notable persistencia de un modelo figurativo de la vida que emerge Es la concien c ia del carác ter paradójico de la autobiografía -sobre rodo,
aun cuando el propósito de tal escritura sea más inquisitivo y cuestionador que de los escritores-, la asunción de la divergenda constitutiva entre vida y
tendiente a la autojustificación. 29 escritura, entre el yo y e l "otro yo", la renunc ia al canónico despliegue de
Dicho modelo narrativo opera también en cuanto a la materia autobiográfica acontecimientos, temporalidades y vivencias, así como la desacralización de la
y más allá de las diferencias entre los sujetos: tabúes, umbrales de la interiori- propia fig ura del autor, que n o se considera ya en el "altar" de las vidas con-
dad que difícilmente se franquean, rasgos de carácter y de comportamiento en sagradas, lo que permite traspasar -cada vez con mayor frecuenc ia en nues-
sintonía con los ideales de la época , adecuación, aun re lativa, a pautas y cáno- ~ra ac tua lidad- e l umbral de la "au tenticidad" h acia las va riadas form as de la
nes establecidos. Como si la traza ontológica de la emergencia del género - la au toficció n. Autoficción como relato de sí que tiende trampas, juega con las
trascendencia de las vidas ilustres, la recuperación del tiempo pasado, el deseo huellas referencia les, difumina los límites -con la nove la, por ejemp lo- , y
de crearse a sí mismo, la búsqueda de sentidos, el trazado de una forma perdu- que, a d iferen cia de la identidad narrativa de Ricoeur, puede incluir ta mbi n
rable que disipe la bruma de la memoria- fuera en cierto modo indeleble -a la el trabajo del análisis, cuya función es justamente la de perturbar esa iden ti -
manera en que la marca de agua en el papel no impide sin embargo la lectura dad, a ltera r la historia que el sujeto se cuenta a sí mismo y la serena confo r-
contrastiva y plena de la letra-. midad de· ese autorreconocimiento. Al respecto, afirma Serge Doubrovsky,
c itado por Robin: "La auroficción es la fi cción que en tanto escritor .dec idí
29
Para De Mijolla, es la nostalgia y la pesadilla del tiemJXl pasado, la belleza y el terror, lo que
retrorrae a la infancia, como lugar imaginario de un poder siempre irrealizado, y es la pérdida de ese
10
¡x>der - y esa pasión- lo que está en el origen de la autobiografía. Pérdida que tratará de compensar El texto de Ba rthes ([197 5] 1995), que elude toda marca reconocible de autob iografía
la escrirura dorando de una forma a lo que es en verdad efímero, incomunicable, y que alienta tanto canón ic3, trabaja también sobre la idea - sustentada asimismo por Paul de Man- de que toda
en los autobiógrafos co'T'o en el cu 1to contemporáneo que el género ha despertado en la crítica. escri tura es autobiográfica.
EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEMAS DE LA SU BJET IVIDAD CONTEMPO RÁNEA
LA Vlf)A M NAI~I~A .1 N 17
auge de narraciones noveladas en torno de personaj es históricos bien conoci- Esta cualidad es .particularmente notoria e n el á mbito argentino e hispano-
dos,36 sin pretensión de veracidad. americano de los siglos XIX y comienzos del XX, donde la escritura autobiográfi a
Quizá, de modo unánime, pueda acordarse que, más allá de sus especialida- -cuya autoría remite en muchos casos a figuras públicas po líticas y/o intelec-
des, estas formas genéricas confluyen a delinear una topografía de la interiori- tuales protagónicas- presenta una trama a menudo indiscernible entre lo indi-
dad que no nos es "dada", que es justamente a través del proceso narrativo por vidual y lo colectivo, y la identidad personal se dibuj a casi obligadamente en
que los s~res humanos se imaginan a sí mismos -también en cuanto lectores/ el horizonte de construcción de la identidad nacional, sus conflictos, cambios
receptores- como. sujetos de una biografía, cultivada amorosamente a través de valo res y transfo rmaciones, y acusa fuen e mente las marcas de esa
de ciertas "artes de la memoria". Pero esta biografía nunca será "unipersonal", conflictividad (Prieto, Molloy, Ludmer ). ·11 36 39
aunque pueda adoptar tonos narcisísticos, sino que involucrará necesariamen- 1
te la relación del sujeto con su contexto inmediato, aquel que le permite si- ¡.
1
tuarse en el (auto) reconocimiento: la familia, el linaje, la cultura, la naciona- 1
cultural", afirma Bajtín, analizando los valores que conllevan los géneros ras públicas relevantes en el proceso de afirmación de una identidad nacional, políticos, estadis-
tas, escritores (Belgrano, Saavedra, Agrelo, Posadas, Alberdi, Sarmiento, Wilde, Cané, Mansill a,
biográficos, más allá del "sí mismo" del narrador en cuestión (Bajtín, 1982: etc.), es inseparable de la construcción de esa identidad: "Más que características individual es,
135). A tal punto es constitutiva esta relación, que todo relato biográfico rasgos de temperamento, exper iencias subjetivas, el conjunto de los textos autobiográficos
sólo logrará establecerse, según el autor, a partir de ese contexto: ¿cómo consultados trasunta los efectos del enorme peso con que lo social agobia los destinos individua-
acceder a la propia biografía en sus momentos tempranos -el nacimiento, el les, y la preponderancia que los hechos de la vida colectiva adquieren sobre la vida interior de los
autores" (Prieto, 1982: 218).
origen, la primera infancia-, si no es "por palabras ajenas de mis prójimos", JB Para Silvia Molloy, es justamente la definición del yo a través del linaje, la familia, la
por una trama de recuerdos de otros que hacen a una unidad biográfica relación con la naciente identidad nacional, lo que caracteriza a la autobiografía hispanoameri-
valorable? A su vez, y en esa misma trama de genealogías y generaciones, la cana de los siglos XIX y comienzos del XX -especialmente de escritores-, que sintomáticamente
contemplación de la vida de uno será tan sólo "una antic ipación del recuer- rehuye el recuerdo de la primera infancia y la nostalgia de los tiempos idos por temor a la identi-
ficación con el "antiguo régimen" colonial, y presenta la peripecia personal en el marco mayor
do de otros" acerca de esa vida, recuerdo de descendientes, parientes y alle-
del engranaje histórico -defraudando a menudo la expectativa del lector en cuanto a la intimi-
gados. Ampliando la mira al espacio de la colectividad, los valores en juego dad del "verdadero yo"-, o bien, como miradas-testigo de un mundo a punto de desaparecer, o ya
serán indisociables de la peculiar inscripción del sujeto en su contexto so- desaparecido. También la autobiografía, como en el caso de Victoria Ocampo, será afirm ación d •
ciohistórico y cultural -que incluso puede asumir el carácter de una épica un linaje coincidente con el surgimiento de la nación misma -como territorialidad y Jlrof¡iedad- y
al mismo tiempo reacción contra las nuevas identidades emergentes, los "arribismos" produ to
colectiva-, tanto el actual, del momento enunciativo, como el que es objeto
de la inmigración . Molloy reflexiona así sobre la historicidad de las formas de la memori a, l ~s
de rememoración. posiciones cambiantes del recordar, y consecuentemente, las móviles estrategias del yo, omo
asimimo sobre la operación por la cual se asigna retrospectivamente sentido al acontcc imi •r)tO
Jó NoéJirrik (1995), señalando la diferencia enue la construcción del personaje en la novela (histór ico, biográfico) y se lo revaloriza desde el momento actual de la enunciación. "Se rec reo 1
histórica europea -Walter Scott, Víctor Hugo, Michel de Zévaco-, donde los héroes no tienen un pasado pma satisfa cer las exigencias del presente: las ex igencias de mi propia imagen, de la imn -
referente histórico preciso y son constituidos siguiendo "modelos humanos corr ientes" y la lati- gen que supongo otros esperan de mí, del gru po al cual pertenezco " (Molloy, [1991] 1996: 199 ).
noamericana, destaca la "tendencia o tentación", en esta última, de preferir como protagonistas · 19
josefina Ludmer también se refiere a la escritura autob iográfica argentina de 1880 como el
a "sujetos principales del devenir histórico [... ]de acuerdo con la teoría del 'hombre representa - espacio de dos "fábulas" si~ultáneas de identidad, la de la nación y la personal, ejemplificado en
tivo' , insp irada en el pensamiento sainrsimoniano, que tiene en Facundo, de Sarmiento, una lo que llama "cuentos autobiográficos de educación ", como]uvenília, de Cané (1882- 1884) y La
formulación brillante" (p. 46). En esta clave, se hace inteligible el auge de la producc ión actual gran aldea, de Mansilla (1884 }, donde el espacio del colegio y sus nombres de autoridad son
de ficción en la Argentina, no siempre identificable con la novela histórica, pero cuyos protago- determinantes en la prefiguración de un destino -la pri mera, una "autob iografía real en forma de
nistas son sin embargo próceres o -personajes ligados a ellos. Tal por ejemplo, La revolución es un "recuerdos" , la segu nda, una "au tob iografía ficcional en forma novelada"-. El ejemplo lo es as i-
suc11o eterno, de A. Rivera, El general, el pintor y la dama y La amante del restaurador, de María mismo, para nosotros, de las formas desplazadas, no canón icas, que puede asumir la inscripción
·s1·her de Miguel, y muchos ouos. biográfica (Ludmer, 1999: 27 y ss.).
EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEM AS DE LA SU BJETIV IDAD NTEMPORÁNEA 1.1\ V Il A , MO NA I\ItA C:I N 111
repetición perniciosa que obliga a encon trar < lg paw r •1str 1r.
escritor o escritora -cita a Virgin ia W oolf: "Lo curios n mi ns u nP
5.2. Diarios íntimos, correspondencias tengo el sentim iento de vivir cuando mi diario n o re og 1 s •d!m nt "
(Blanchot, 1996: 50)- que, más que expresar un exceso de individua lidad, una
Si la autobiografía puede desplegarse dilatadamente desde la estirpe fam iliar a obses ión de la traza, viene a salvar por e l contrario del peligro de alienarse en
la naci ón, el diario íntimo promete en cambio la mayor cercanía a la profundi - la ficción : en ese "diario de habladurías donde el yo se expande y se consuela",
dad del yo. Una escritura desprovista de ataduras genéricas, abierta a la impro- se retoma a la futilidad del día "perdido" en la escritura -perdido pa ra el "yo"
visación, a innúmeros registros del lengua¡e y del coleccionismo - todo puede que ha tenido que desaparecer- y se "rescata" una vida propia, atestiguable,
en contrar lugar en sus páginas: cuentas, boletas, fotografías, recortes, vesti- con visos de sólida unidad. Pero este empeño -múltiple, diverso, híbrido en
gios, un universo entero de anclajes fetichísticos-, sujeta apenas al ritmo de la tonos y temáticas- será el de cubrir una pérdida con otra: aquello registrado
cronología, sin límite de tiempo ni lugar. El diario cubre el imaginario de liber- como hito, la frase sintomática, cifrada, la escena, el gesto anotados para la
tad absoluta, cobija cualquier te ma, desde la insignificancia cotidiana a la ilu- recordación, se irán disolviendo también, como el tiempo mismo, dej ando una
minación filosófica, de la reflexión sentimental a la pasión desatada. A dife- armad ura fa ntas mal, semi vacía. Difícil-inhabitual- es desandar el camino para
rencia de o tras formas biográficas, escapa incluso a la comprobación empírica, volver a leer las propias huellas.
puede decir, velar o no decir, atenerse al acontecimiento o a la invención , De nuevo, la comparación entre los diarios existentes marca el punto de
cerrarse sobre sí mismo o prefigurar otros textos. Si se piensa la intimidad fuga: los habrá teóricos, polémicos - Julien Green- otros, vecinos del reportaj e
e mo sustracción a lo privado y lo público, el diario podría ser su libro de o la entrevista -no en vano está la homofonía diario/diario- que recogen ras-
ceremonial, la escena reservada de la confesión _:_tal como la fijara su ancestro tros de conversaciones, los habrá cifrados, introspectivos y prospectivos, a lgu-
pro testante (Pepys, Wesley, Swift, Boswell)-, el ritual del secreto celosamente nos, como series de aforismos, otros, como embriones de relatos -Kafka-, ob-
guardado -el cajón escondido, el anaquel, la llave-- Pero si bien h ay diarios sesivos cuadernos de notas y notaciones del vivir, sin olvidar los diarios de
que acompañan silen ciosamente la vida de su autor, que tal vez ni se sabe de etnógrafos y viajeros - Malinowski, Leiris- donde la abrumadora repetición
1
e llos, acallada su voz, hay otros que se escriben con la intuición de su publica- cotidiana se mezcla con la aventura de tierras exóticas y con el descubrimien-
ción -Constant, Stendhal, Byron, Scott, Carlyle, Tolstoi- o incluso con la to inquietante del otro. Como lugar de memoria, su mayor proximidad es qui -
intención explícita de h acerlo -Ka therine Mansfield, Virginia Woolf, Ana!s zá el álbum de fo tografías -el o tro arte biográfico por excelencia-, cuya resti-
Nin, Simone de Beauvoir, André Gide, \XIitold G ombrowicz... - y entonces, tución del recuerdo, quizá más inmediata y fulgurante, solicita igualmente un
contrario sensu, más que expresiones prístinas de la subjetividad, serái1 objeto trabajo a la narración. Pero también hay diarios que son como tablas de super-
de ajuste, borradura, reescritura total o parcial, en definitiva, y una vez más, se vivencia, donde el "encierro" es , más que una situación física de escritura, una
tratará de lo íntimo en lo público, del espectáculo de la interioridad. pesadilla existencial: el diario de Víctor Klemperer, escrito bajo el nazismo,
Es así que, en esa senda donde la tentación biográfica se hace irresistible por fuera del "campo" pero enraizado en él, es un reciente ejemplo de ello. 40
para el escritor, e l diario podrá reemplazar con ve ntaja a la autobiografía, con- S i los lectores -críticos- de diarios pueden ver asómar allí, junto a esas
signar los hechos me morables y avanza r todavía un paso más, hacia. lo íntimo "h abladurías" del yo, los grandes temas, la inquietud existencial o las tenden-
quizá menos "biográfico" -la angustia, el miedo, el erotismo-. A simismo, y ci~s del pensamiento, prefigurados a veces en breves líneas, ¿qué busca en
fuera de la intención del autor, podrá ser exhumado, arqueológicamente, como ellos el lector corriente ? Probablemente la respuesta no varíe mucho en rela-
hue lla vívida, fragmento, revelación. De los géneros biográficos acuñados en c ión con otras fo rmas biográficas: la proximidad, la profundidad, el son ido de
la modernidad, quizá sea éste el precursor de la . intim idad mediática, el que la voz, el atisbo de lo íntimo, la marca de lo auténtico, la huella de lo cot idia-
¡ r fundi zó la br cha para el asalto de la cámara, el que aportó en mayor medi-
dn , UJ1 :'l inv rsi J. a rgumental: antes, lo íntimo podía decirse, n o mostrarse, - •o Los Diarios ímimos (193 3- 1945) de Víctor Klempcrcr, p ro fesor de Le nguas romances de la
11 lH 1' 1, Jnll •. t rn m s el ' lo que se dice. Universidad de Dresden, fueron publicados en 1995, en el marco de b imcnsn discusión a lemana
sobre el n azismo y el holocausto- Klempe rer, judío, casado con umJ mujer "nrln pun l" , logró sobre-
1\ 1111 111 nl11 1 ~ u ' l int r s de l diario reside precisamente en su insig- vivir, grac ias a esa cond ic ión, en un pequeño pue blo, a lejado de su habitual S n nrlo n c~dém i co
11 fl1 1111 h1 y ¡u ' 11 R\1]1\1 ' Ca lib ' rt el termina en la trampa de los días, esa y cotid iano, y su test imonio de la vida cot idian a bajo el nazismo es h oy un d ·u m n to ltwalorable.
11 2 EL ESPACIO BIOGRÁFlCO. DILEMAS DE LA SUBJETIV IDAD CONTEMPORÁNEA LA VIDA COMO NARR ACIÓN 113
no, lo "verdadero", en definitiva, el "limo" donde nacen y crecen las obras que los corresponsales, que uno ignora", pero que de todas maneras puede devenir
se admiran en otras artes, prácticas o escrituras - lo cua l tampoco escapa al en ej ~rc icio apasionante. Bioy Casares (1 999 ) aventura su lista de los escritores
interés del crítico-. El diario cobija sin duda un excedente, aquello que no que alcanzan en las cartas su mejor nivel: Madame de Sevigné, Walpole, Voltaire,
termina de ser dich o en ningún otro lugar, o que, apen as dich o, solic ita una Stendhal, Byron , Balzac, George Sand, Musset, Flaubert, Proust, N abokov...
forma de salvación . De a lguna man era, contien e e l sobrepeso de la cua lidad En un sim ple o rden amiento cron o lógico o en compilaciones más estructu-
reflexiva del vivir. Pe ro también realiza, vica riamente, aque llo que no ha teni- radas, con no tas y presentaciones que traducen una cierta remembranza de la
do ni tendrá lugar, ocupa un espacio intersticial, señala la falta . Más que un novela episto lar o de la autobiografía, 44 las cartas van sin duda más allá de la
género es una situación (un encie1TO) de escritura .41 ¿Es eso lo que impulsa asi- información precisa -biográfi ca, histórica, científica- que puedan proveer, para
mismo al escritor corriente de un diario íntimo, aquel o aquella que e jerc ita su delinear, a través de las modalidades de su enun ciación, un perfil diferente del
práctica, más allá de llamarse escritor/a, más allá de tener cierta cercanía vo- reconocible en o tras escrituras y quizá más "auténtico", en tanto no responde-
cacional o profesional? ¿Es la posibilidad de estar a solas con la fantas ía, de ría inic ialmente a una vo luntad de publicación 45 -aunque en muchos casos,
llevar vidas sustitutas , de atrapar tanto el exceso como la pérdida, de no dejar ésta sea tan previsible como la de un diario ín timo-. Transformadas en pro-
el tiempo simplemente pasar? La pregun ta no deja de tener interés, por cuanto ducto editorial su apuesta es fuerte: permitir la intromisión en un diálogo pri-
el diario es quizá la única form a autobiográfica de uso común y compartidoH vado en la a lternancia de las voces con la textura de la afectividad y del
En cuanto a las correspondenc ias, desde el auge del género epistolar en e l cará~ter -a veces, de las dos voces- en el tono menor de la domesticidad 46 o en
siglo xvm -y su asimilación formal a la estructura de la novela-, ese di álogo el de la polémica, asistir al desarro llo de una relación amorosa o de un pensa-
entre voces próximas y distantes, alimentado por el saber, la afinidad, la pa- miento , acompañar la vibración existencial de alguien a quien se "conoce" en
sión o los intereses políticos, nunca ha dejado de atraer la atención de lectores lejanía. Apuesta que quizá quede trunca, según la observación de Borges, ante
y críticos. 43 Sería innumerable la lista de las correspondencias célebres publi- un juego enigmátic o, un excesivo ajuste a las reglas de la cortesía o el pudor, o
cadas, en un abanico de temáticas y to nalidades, que, habilitando en buen a simp lemente, a las fórmulas del gén ero.
medida el gesto voyeurístico, perm iten asomarse a una intimidad a men udo
póstuma, pero investida de una casi inmediata actualidad por las ma rcas del 41 Véase por ejemplo Jane A usten, 1997, Mi querida Cassarulra, (comp .. Penélope Hughes-
género. Marcas que toman la lectura a veces desesperante, según Borges, cita- Hallet); Virginia Woolf, 1994, Dardos de papel, (selección Frances Spalding) , esta última, inte-
do por Bioy Casares, "por las innumerables referencias a cosas conocidas por grante de la serie "C artas ilustradas" de Collins and Brown (Londres) en traducción española de
Odín Ed itora.
,; U na correspondencia valorada justamente por esa iluminación sobre la vida de su (princi-
41
Al referirse a la "posición femenina" que supone el diario fntimo, Nora Ca tell i re interpreta pal) autor es la de Lou is Althusser con Franca Madonia, publicada después de la muerte de ambos
la operación simbólica a que alude La can como feme nina - "colocarse del lado del no-rodo"- en (Lettres ii Franca Í961- 1973 , 1998); quinientas cartas que trazan la historia de un amor loco.
términos de síntoma, de fata lidad y no de elección. "Quizá quienes se encierran -hombres o Según Élisabeth Roud inesco, el libro, que "aporta un esclarecimiento original sobre la forma en
mujeres- a escribir diarios fntimos", dice la autora, "como los ángeles del hogar en su empfreo que trató de renovar el marxismo apoyándose en todas las d isciplinas de las cienc ias human as ...
doméstico y con sus demonios interiorizados, lo hagan desde una pos ic ión feme n ina: la del 'no- es también la historia de un h ombre que ama locamente a una mujer y no vac ila en presentar, en
todo '" (Catelli, 1996: 98). cartas floridas una suerte de locura del amor loco, más cerca de la pasión mística que del arrebato
" La curiosidad por saber si la práctica del diario personal" era tan común en nuestros d ías profano" (Ro~dinesco, Clarín , suplemento "C ultura y Nac ión", 3/1/99, p. 4) .
como en "su época" inspiró a Lejeune un a investigación ·:empírica" donde solicitó a estudiantes <6 Es interesante al respecto la correspondencia que Charles S. Peirce mantuviera con Lady
secundarios responder a un cuestionario sobre el tema -en mi op inión , demasiado inducti vo-, Victoria Wel by a lo largo de los años, donde fuera desarrollando buena parte de sus conceptos
cues tionario que luego publicó para los lectores del Magazine Littéraire. Las respuestas rec ibidas, más conocidos en tom o de la teoría semiót ica. En la se lección de diez cartas de Peirce, escritas
en particular sobre las "fu nciones" del diario, trazan una verdadera cartografía del imaginario entre 1904 y 19 11, que integra su Obra lógico semiótica publ icada en español (1 987: 109- 156) ,
esperable: fija r el presente, dejar huella, guiar la vida, expresarse, clarificarse, leerlo a los h ijos, pasamos de la lectura de los conceptos filosóficos más abstractos, en su típica argumenración , que
soportar la soledad, calmar la ans iedad ... En cuanto a los temas prioritarios, el mítico recinto de se adelanta con variados ejemplos a las objeciones, a ciertos detalles sobre la vida doméstica, el
la "vida inter io r" se lleva las palmas. Estas respuestas de lectores dieron lugar a una publ icación campo, las peculiares cualidades del ama de casa -"conservadora"-, tr ibulaciones en torno de la
en forma de libro (Lejeu ne, 1989). sa lud, elog ios de su esposa y de la decorac ión de su casa, decepciones, apremios económicos... A
" Foucault ([1988]1 990) encuentra en las ca rtas de Séneca o Marco A urelio a sus maestros, pesar de la brevedad de los párrafos que van trazando esta narración paralela, las marcas dialógicas
cas i una forma de diario íntimo que registra la vida de l esp íritu y el devenir de la m inucia cotidia- del gé ne ro, su d in ámica conversaciona l, su bsisten aun e n el plantea miento teórico más estricto ,
na, una ant igua "tecnología del yo" tendiente al "cu idado de sí", que , con el advenimiento de 1• aportando un a tonalidad pec uliar en cua nw a la "voz" de la persona.
confesión cristiana, se tornaría cada vez tnás hacia el "conocimiento de sí".
EL ESPACIO BIOGRÁFICO. DILEM AS DE LA SUnjE"rJVIDAD CONTEMPORÁNEA LA VIDACOMONARRA IÓN 1J S
Pero ese diálogo devenido públi co entr orr sponsa les, que exhibe -aun de auwbiográficos en la red·, anotaba que, más a llá de una abierta fantasía de
modo indirecto- la marca de una dobl utorfa, plantea a menudo una cuestión autocreación, que pone en escena todas las "perturbaciones" posibles de la
ríspida sobre los territorios de la intimidad: ¿quién es el "dueño" de esas escritu-. identidad -personajes fi cticios, cambios de sexo, máscaras, juegos identita rios,
ras, el firmante, el destinatari o? ¿Puede haber decisión unilatera l de pu-bl ica- duplicidades-, los relatos de sí estimulan en verdad, más allá de las tecnolo-
ción? Una cuestión que el auge contemporáneo de lo biográfico, que encuentra gías, una reviviscencia de lo escrito, una revalorización de formas canónicas
en las cartas uno de sus más preciados objeto de deseo, pone a veces al borde de quizá un tanto o lvidadas -diarios, cartas y relatos personales- y también, y
la querella judicial: correspondencia hecha pública en vida del autor, o contra- pese a una participación predominantemente juvenil, un reforzamiento de sen-
riando su expreso deseo, o respondiendo a una especie de "traición". Esa "trai- tidos comunes e ideologemas, más que una radical apertura ética, temática o
ción" de hacer públicas unilateralmente zonas íntimas de una relacjón -amoro- estilística.
sa, familiar, profesional-, se trate de cartas, memorias o diarios íntimos, parece Internet ha logrado así popularizar nuevas modalidades de las (viejas) prác-
haber adquirido, en la apoteosis del mercado, otro matiz, igualmente inquietan- ticas autobiográficas de la gente común, que, sin necesidad de mediación pe-
te: el de la "venta" pública de esos retazos de intimidad. 47 riodística o científica puede ah ora expresar libremente -y públicamente- los
Al tiempo que se incrementa el interés por este tipo de huellas del pasado, tonos cambiantes de la subjetividad contemporánea.
el e-mail ha cambiado radicalmente las relaciones entre las personas y el senti-
do mismo de las "correspondencias", que han perdido así "la instancia de la
letra", y no podrán ya ser ate~oradas con el fetichismo del "original" y de la firma.
Nueva temporalidad del directo absoluto, borradura de la distancia y la local i-
zación, secreto en mayor medida resguardado -aunque quizá, como en una
distópía, ojos controladores y desconocidos se posen, a la manera de hackers ,
en alguna instancia del espacio virtual-, el e-mail a lienta la ilusión de la pre-
sencia, de la conversación, de la voz en directo, cancela la espera angustiosa
de la carta -amorosa u oficiosa-, abre la posibilidad de huevos léxicos, colo-
quiales, informales, poéticos, dejando la marca de la instantaneidad -y hasta
de lo convivía!- aun en los intercambios académicos o laborales.
Pero no es solamente el universo de las correspondencias el que acusa el
impacto de Internet, sino la totalidad del espacio biográfico, que se abre a la
existencia virtual: sites, páginas web personales, diarios íntimos, autobiogra-
fías, relatos cotidianos, cámaras perpetuas que m iran -y hacen mirar-, vivir,
experiencias on Une en constante movimiento, invenciones de sí, juegos
identitarios, nada parece vedado a la imaginación del cuerpo y del espíritu.
Sin embargo, esa libertad sin necesidad de legitimación y sin censura, esa po-
sibilidad de desplegar al infinito redes inusitadas de interlocución y de sociabi-
lidad -a la vez anónimas y personalizadas, investidas de afectividad y descor-
poreizadas-, no altera en gran medida lo esperable -y sin duda estereotípico-
de los viejos géneros. Régine Robín (1997 ), ana lizando cantidad de sitios
" Un reciente y sonado caso es el de las cartas de J. D. Salinger, escritas en los setenta a su
amante , mucho más joven, Joyce Maynard, que ésta decidió rematar en Sorheby's po rque neces i-
taba dinero. Si bien la ley americana prohíbe la publicac ión de una carta sin permiso de su autor
o aurora , no hay obstáculo para su venta.