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Mezcla homogénea

Una mezcla homogénea es una unión de dos o más sustancias que forman un material conjunto,
en el cual son indiferenciables los dos elementos originales, aun cuando no se hallan
químicamente unidos. Dicho más fácilmente: los elementos que componen la mezcla homogénea
no pueden diferenciarse a simple vista, pero son separables físicamente, pues entre ellos no tiene
lugar una reacción química.

Las mezclas son materiales de uso muy común en la rutina de la humanidad, en aspectos tan
diversos como la cocina, la construcción y un gigantesco etcétera. Para lograr una, basta con unir
mecánicamente dos o más sustancias distintas, hasta que formen una materia conjunta: los
ingredientes se juntan pero conservan sus propiedades químicas y, generalmente, pueden ser
separados de nuevo, a través de procedimientos como el tamizado, la filtración, la separación
magnética, la decantación o la centrifugación, entre otros.

Una mezcla puede consistir en elementos tanto en estado líquido, sólido o gaseoso, y por lo
general forman aleaciones (cuando se involucra metales), soluciones (cuando el ingrediente
predominante es líquido), suspensiones (cuando se encuentra un sólido mezclado en un líquido o
gas) o coloides (sólidos muy finos en una fase líquida).

Debido a las razones arriba explicadas, las mezclas no forman nuevos compuestos, sino que
constituyen una juntura de sus ingredientes.

Tipos de mezcla homogénea

Las mezclas pueden ser de dos tipos:

Homogéneas. Aquellas en las que no puede diferenciarse a simple vista cada uno de los
ingredientes involucrados en la mezcla. También se las conoce como disoluciones.

Heterogéneas. Aquellas, por el contrario, en que puede apreciarse a simple vista los ingredientes
que la constituyen, dado que suelen estar distribuidas de modo desigual. De acuerdo al tamaño de
las sustancias, puede tratarse de mezclas gruesas (las partículas son de tamaño apreciable) o
suspensiones (las partículas son de tamaño pequeño).

En nuestra cotidianidad abundan las mezclas homogéneas. Algunos ejemplos son:

El aire. La masa de gases que conocemos como aire, atraída a la superficie terrestre por la
gravedad, está compuesta por diversos gases: nitrógeno, argón, oxígeno y dióxido de carbono,
entre otros, pero no podemos distinguirlos a simple vista.

Café con azúcar. Al disolver una cucharada de azúcar en el café, dejamos de apreciar el color
blanco de este ingrediente, a pesar de que podamos sentir su sabor al tomar un sorbo. Sin
embargo, no ha dejado de ser lo que es: una mezcla de azúcar y café.
Agua con sal. El agua del mar está repleta de sales y otros componentes disueltos en su
inmensidad, y aunque podamos sentir lo salado en los labios o la piel luego de darnos un baño, y
podamos incluso recuperar la sal si dejamos secar un poco de agua marina, no podemos distinguir
el uno del otro a simple vista.

Leche chocolatada. Esta bebida tan típica de la infancia consiste en la mezcla homogénea de un
vaso de leche y un puñado de chocolate en polvo. El resultado es leche color chocolate,
inseparables a simple vista.

El acero. La formación del acero implica una aleación de hierro, su metal base, con otros
componentes metálicos o no metálicos como carbono, níquel o cobre, dependiendo del tipo de
acero que se busque. El resultado es un metal conjunto en el que no se pueden distinguir los
integrantes, y que combina sus propiedades físicas. Ocurre lo mismo con otras aleaciones
metálicas como el bronce o el oro blanco.

Agua y alcohol. La preparación de muchos tragos o cócteles pasa por mezclar agua y algún alcohol
destilado, obteniendo una mezcla líquida homogénea en la cual no puede apreciarse cuánto hay
de cada cosa a simple vista. Si se lo prueba, no obstante, se podrá sentir el sabor de ambos, y
dependiendo de la concentración de alcohol, tendremos un trago más o menos fuerte.

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