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Rinconete y Cortadillo
Rinconete y Cortadillo
LUIS CANO
Josefa la mujer,
Y tenían un hijito
Que se llamaba…
PERSONAJES
RINCÓN
CORTADO
Luz lívida. Uno se acomoda el cinturón y los zapatos mientras el otro mira con los ojos sin
expresión. Después, juntan unas colillas del piso y las fuman.
CORTADO: Philip Morris.
RINCÓN: ¿Y ahora?
CORTADO: ¿Ahora? Cielo, calle. La puerta de los coches que se cierra. Los ladridos
ocupan la vereda.
RINCÓN: Ay, no. No tiene nada que ver con eso. Rincón es mi nombre.
CORTADO: Vamos.
Rincón, el pelele de un hombre, camina con esguinces y vaivenes. Canta una canción que
acompaña la caminata.
RINCÓN: ¿Qué dice el póster allá, lo ves?
RINCÓN: (Hace una seña para detener toda conversación.) –No dice nada de Carola. No
dice nada de Carola. No avanzamos. No avanzamos.
RINCÓN: No. No.
RINCÓN: Cortado.
CORTADO: ¿Qué?
CORTADO: No.
RINCÓN: Es lo mismo.
RINCÓN: Está bueno.
RINCÓN: ¡Ricota y bizcochuelo!
RINCÓN: Medialunas con jamón. Completo de café con leche, con manteca y pan.
CORTADO: Queso y membrillo.
RINCÓN: BIENVENIDOS AL LUGAR.
RINCÓN: Está bueno.
CORTADO: Está bueno.
RINCÓN: Taxiboy.
CORTADO: Va a alcanzar para comer. Es mejor que no comer.
VAPOR (UNA SOMBRA): Oigan, estoy en este lugar hace mucho. Ahora les hablo
amablemente pero en pocos minutos voy a obligarlos a venir conmigo.
VAPOR (UNA SOMBRA): ¿No entienden? Digo que si ustedes son chorizos. (Cierra los
dedos como si estuviera tocando un arpa.)
VAPOR (UNA SOMBRA): El que paga cuida su garganta. ¿Eh? ¿Qué dicen, llegamos a
un acuerdo? Vamos. Mi encargo es llevar y traer empleados al Jefe, por eso me dicen
Vapor (estoy en el ambiente).
RINCÓN: Supongo que seremos guiados por usted para conocer a tan amable caballero.
VAPOR (UNA SOMBRA): Sí. Le dicen «el Diente». Le dicen «el Diente» porque uno de
los dientes le creció largongo, largo como un dedo. En la cárcel se lo alisó.
Pausa.
Vuelven a contrariarse. Ahora practican la tradicional pulseada china para llevarse bien.
Pausa.
Rincón canta una canción para acompañar la espera. Una canción de ladrones.
RINCÓN: ¿Y las chicas del barrio, siguen lindas como siempre? Una tal Carola.
KAFKÉ (UNA SOMBRA): Ah, son ustedes. Pasen, los están esperando. Tengan la
seguridad de que algo va a pasarles.
RINCÓN: Permiso.
RINCÓN: Está buena.
CORTADO: Ahí. Aparece la cabeza, el alma sucia. Buen día, buen día Jefe. Profundas
reverencias.
RINCÓN: El Jefe. El diente asoma de la boca.
CORTADO: Hablá vos.
Sacan al mismo tiempo la mano de la espalda. Cortado hace un papel y Rincón una piedra.
Rincón hace una tijera y Cortado un papel. Cortado hace una piedra y Rincón una tijera.
EL JEFE (UNA SOMBRA): Está bien. Está bien. Cerrando paréntesis, ¿qué buscan?
EL JEFE (UNA SOMBRA): Bien, ahora viene mi famosa cachetada que representa cómo
castigamos las faltas.
Pausa.
CORTADO: El Jefe entra fastidioso como la concha de la lora y dice que la policía está en
la puerta. Le dan unos billetes y el Jefe sale.
RINCÓN: Briqueta se afloja el corpiño que sostiene las tetas, se pone aceite para limpiar la
mugre y amamanta al hijo. Al hijo le dicen «Silbato» por cómo llora. Briqueta le da la teta
hace dos años. Me dejan a Silbato en brazos. Silbato se duerme. Lo dejo en alguna parte.
Pausa.
CORTADO: Rincón, cantanos esa canción que cantabas antes. Me pongo a pensar y no
quiero pensar. Cantanos.
CORTADO: Gracias.
Pausa.
JULIANA (UNA SOMBRA): Soy Juliana. Dije algo que no le gustó, dije quién era, qué
haguía sido Caferata, un guiguidor. Me tiró al suelo y agregó una hilera de trompadas en mi
goca. A Caferata le hizo gracia decir que higa a romperme los dientes, perdiendo así mi
goca, ¿no guen cómo haglo? Yo tragajé dos años antes de casarme. Caferata puso el
negocio pero yo tragajaga. Cuando unimos las manos saguíamos cómo es el mundo. Le di
los mejores años, ¿así me paga? Yo lo tapaga con la manta para dormir. Me degue más que
a la madre que lo parió. «¡Tu madre es una puta, puta como yo negro de mierda, que comés
de la concha de tu esposa!». Cuando le dije eso me agarró del grazo y entonces se me hizo
todo nuglado. Cuando agrí los ojos, gui que tenía los dedos guioletas y guine. Oigan, ¿por
qué no le quiegran una rodilla a Caferata?
CORTADO: Arrastran a Juliana hacia una pieza. El Jefe vuelve. El diente del Jefe asoma
de la boca.
EL JEFE (UNA SOMBRA): Escuchen. Acá hay que empezar desde abajo. Pero el
esfuerzo vale la pena.
CORTADO: (Aparte.) –El Jefe pone las manos en las nalgas y avanza el estómago hacia
nosotros como un cowboy. El Jefe dice.
EL JEFE (UNA SOMBRA): Me siento incómodo con ustedes. Están inquietos. ¿Qué
hacen? ¿Conspiran? ¿Qué están pensando todo el tiempo? Contesten. ¿Qué piensan?
EL JEFE (UNA SOMBRA): ¿No hay algo que me quieran decir? Puede ser que tengan
alguna confesión. Sería mejor escupirla en este momento.
EL JEFE (UNA SOMBRA): El hambre pone todo en venta. Acá, el dinero viene a parar
conmigo, taca taca. Los que no contribuyen, se van al tacho. Mueren como pescado. ¿Saben
qué significa irse al tacho? Acá, en Miserere, hay una caldera que usan para hacer aceite
industrial. Meten huesos de vaca (de lo que viene) y los hacen hervir. Al que no funciona,
lo mandamos al tacho. Lo arruinamos en el hervidor.
EL JEFE (UNA SOMBRA): Ustedes van a ser los ratones que alimento en mi cocina.
Después de un mes van a comer de mi mano.
Escuchan campanadas.
CORTADO: (Aparte.) –Caferata va a la pieza.
RINCÓN: (Se sostiene la cara entre las manos. Tiene a bordo la copa que se tomó.) –
Guau, veo a Carola en este instante, qué alegría, te puedo ver como si estuvieras acá. Carola
baila girando como pollo al espiedo.
CORTADO: (Aparte.) –En el otro lado de la pared hay una historia. Me toca estar de este
lado y escuchar lo que pasa.
RINCÓN: (A Carola.) –Hola Carola, ¿estás bien? Soy yo. ¿Qué pasa, qué estás haciendo,
Carola? Vení, vamos. ¿Sabés quién soy? Soy Pedro Rincón. Decime quién soy, decime que
soy Pedro, al que abandonaste dejando una carta de despedida. Decime que soy Pedro. ¿Te
acordás, te acordás quién soy? Carola, viajé kilómetros para venir. No hagas esto, no me lo
hagas. ¿Qué te pasa, Carola? ¿Estás drogada mal, no me reconocés? Carola, te quiero.
Nosotros estábamos en algo, éramos algo. ¿Qué estás haciendo? ¿No escuchás? No bailes
más, no bailes. Carola, ¿sabés lo que nos van a hacer? ¿Sabés lo que van a hacernos a
Cortado y a mí? Nos van a matar, ¿eso querés? ¿Vos querés que nos maten? Yo te quiero,
te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero,
te quiero, te quiero, te quiero, te quiero. No bailes más, por favor. Vamos, por favor, vamos
a casa, solamente vamos a casa. No hables si no querés pero vamos a casa. Carola, ¿qué te
hiciste en los brazos? Tenés manchadas las venas. Carola canta: «Caballito blanco llevame
de aquí / llevame a mi pueblo donde yo nací. Caballito blanco llevame de aquí / llevame a
mi pueblo donde yo nací». Carola, ¿te acordás cómo éramos nosotros? ¿Te acordás cómo
estábamos juntos? ¿Vos te acordás? Entonces Carola me mira como si finalmente me
reconociera. Y dice: «Antes de coger gratis me cose la concha una enfermera».
CORTADO: (A Rincón.) –En el otro lado de la pared hay una historia. Me toca estar de
este lado y escuchar lo que pasa. En el otro lado de la pared había un par de fulanos iguales
a nosotros y el Jefe los mató. Sí, el Jefe abrió la boca, le salió la palabra pum y los
mató. (Hace una seña para detener el silencio de Rincón. Aparte.) –El Jefe vuelve a entrar
como si la puerta lo hubiera vomitado. Reúne a todos y nos mira.
EL JEFE (UNA SOMBRA): En el otro lado de la pared había un par, igualitos a ustedes.
¿Saben qué les hice? Les hice pum.
Se abren unos huecos en el pecho de Rincón, pero enseguida parece haberlo olvidado.
Se abren unos huecos en el pecho de Rincón, pero enseguida parece haberlo olvidado.
RINCÓN: (Al séquito del Jefe.) –Ahora van a tener que disculparnos, andamos un poco
apurados y tenemos que irnos.
RINCÓN: Esperá. Jefe, nos dijeron que es difícil comer porque hay que llevar comida a la
boca, y después vienen los molares y caninos que son como soldados descuartizando
alimentos. Nos dijeron todo eso, aunque nosotros solamente comimos aire.
CORTADO: Pedro, tu comentario fue muy oportuno.
RINCÓN: Jefe, ¿usted nunca vio un dentista? ¿No le duele ese colmillo? Porque si duele,
hay que sacarlo. Por mí, se lo arranco sin pinza, de favor.
Rincón corre hacia el Jefe, hace el gesto de arrebatar algo y gira con mirada astuta.
RINCÓN: (Aparte.) –Nos persiguen.
RINCÓN: Al principio la pifian y da risa, pero al final sangramos como bife a la plancha.
CORTADO: (Al ejército que los persigue.) –Paren. Acá, entre la oreja y la clavícula, con
una piedra de la calle. ¿No ven que la cabeza se rompe como una cáscara?
RINCÓN: Diego, me traje un souvenir. El diente del Jefe. Creo que lo quería más que un
hijo.
Se abren unos huecos en el pecho de Rincón y Cortado, que miran con atención. Los ojos
abiertos de par en par, en el esfuerzo por comprender el significado.