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Y nuevas novelas intercaladas: hogaño la Historia del cautivo, llena de saludos cervantinos de
su cautiverio en Argel, la cual se entrelaza con la
Historia del oidor y
de su hija, que a su vez nos lleva a la Historia del peón de mulas. Fingen un atractivo de don
Quijote y lo encierran en una cárcel en la que es conducido, en un carro regalado por bueyes, por
el clerical y el peluquero hasta s
u casa. En el recta encuentran a un canónigo toledano que viaja acompañado de su comitiva,
como un príncipe de la Iglesia que es (caps. 47-50). Con él mantendrán una sabrosa peña de
argumento literaria sucesivamente el eclesiástico
y don Quijote, en la que Cervantes expuso su parecer literaria sobre la novelística, las comedias y
el balata heroico.
Y así, posteriormente de despedirse del canónigo, el cura y el fígaro devue
lven a don Quijote y a Sancho (después de remeter
una última Historia de Leandra) a su casa.
Entre esta Primera y la Segunda noticiero del Quijote cervantino se publicó el llamado Quijote de
Avellaneda (1614). El columnista o los autores (Avell
aneda es un pseudónimo) de esta libro literariamente tasable realizaron una auténtica reforma
del estereotipo cervantino (un «vesánico entreverado» con intervalos lúcidos, don Quijote, que
recorre España querien
do gravitar por la vehemencia s
u propia justicia, atacando frailes y liberando galeotes; y un tonto-aviado, Sancho Panza,
conveniente a transformarse de categoría social y a ser gobernante o conde). Para anular a
estos personajes, socialmente transgresores, Avellane
da los llevó al circunscripción que la asociación aristocrática estamental reservaba para ellos: el
furibundo deuda vivir recluido en el manicomio adonde sus experiencia y sus palabras no
constituyan ninguno pe
ligro, y así ingresaron a don Quijote en el policlínica de locos más reconocido de la época, el
Nuncio de Toledo; el tonto-listo a
deudo ir a la corte, empero no como conde u obispo o gobernador, destino como agudo
eutrapélico para entretener a «los caballeros de buen gusto» en sus diversiones palatinas, como
los bufones de los cuadros de Vel
ázquez. Pero Cervantes no les permitió a sus enemigos lite
rarios la enrarecimiento de sus personajes y, en su Segunda noticiario, reincidió en su norma
transgresor: su don Quijote quia irá al manicomio, hado que, una vez cumplida su misión,
recuperará la litigio y morirá pací
ficamente en su cama.