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Interbolsa
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Economía
8 Nov 2012 - 4:52 PM
David Mayorga
Un abrir y cerrar de ojos. Eso fue lo que le tomó a Interbolsa, la principal corredora
de bolsa del mercado bursátil colombiano, pasar de ser una compañía ejemplo a un
descalabro de grandes proporciones. La flamante firma, que a agosto pasado tenía
$1,5 billones de activos y era el principal jugador del mercado de valores
colombiano esta hoy en el ojo del huracán y es mirada con recelo por sus antiguos
colegas, muchos a quienes hoy los puede haber dejado en problemas.
Creada en 1990, Interbolsa fue el vehículo por el cual el ingeniero químico Rodrigo
Jaramillo entró al mundo bursátil en la ya desaparecida Bolsa de Valores de
Medellín. Sus primeros años fueron los típicos de una firma de su talante: hacer
estudios sobre el rumbo del mercado, conseguir clientes que quieran invertir en
instrumentos, cobrar una comisión, crear productos propios para volver a invertir.
Hasta que a mediados de los años 90 apareció un personaje que terminaría siendo
clave en toda su historia: Juan Carlos Ortiz, un comisionista de bolsa expulsado en
1997 de la Bolsa de Valores de Bogotá por prácticas que, entonces, se consideraron
poco transparentes.
Su amistad con Tomás Jaramillo, hijo del fundador de Interbolsa, lo llevó a invertir
una fuerte suma de dinero en la firma comisionista, a instalarse en Medellín e
implantar como sello corporativo la llamada posición propia: con los recursos de
caja, se invierte en el mercado accionario aprovechando los momentos de baja
cotización, en los que el precio baja, y se vende en el pico, cuando sube. Es una
estrategia de último minuto, en donde se aprovecha cada instante y se reacciona
ante cualquier variación. Una ruleta rusa que deja enormes ganancias, pero que
también puede cosechar pérdidas profundas.
Hoy corre todo tipo de rumores sobre la causa del desplome, pero todos apuntan a
que el detonante pudo ser el deterioro de la otra fructífera relación de negocios entre
las familias Jaramillo y Ortiz. Una fuente consultada señala que el Grupo Nule
prendió la mecha. A comienzos de la década pasada, este era uno de los principales
conglomerados económicos de Colombia y un jugador clave en el sector de la
infraestructura, que escogió a la comisionista Proyectar Valores (donde Ortiz tenía
una participación aproximada del 6%) como su vehículo de inversión.
Pero los grandes problemas vinieron cuando los Nule se quebraron. Un informe del
CTI estableció que el conglomerado utilizó a Proyectar para hacerse un autogiro de
$10.000 millones para financiar a Gas Kpital, en Cúcuta, fondos que habrían sido
aportados para la construcción de la fase III de Transmilenio, en Bogotá. Esta
situación, que desencadenó la desaparición de la comisionista, habría sido un
motivo crucial para que la relación entre los Jaramillo y Ortiz se deteriorara.
Otra versión señala que el descontento giró en torno a la compra de un avión
privado por parte de Interbolsa, hecho que no le gustó a Ortiz. Lo cierto fue que se
desencadenó una pelea entre los accionistas, que terminó con Tomás Jaramillo
pidiéndole a su amigo que le entregara la oficina desde la que despachaba en el
edificio de la comisionista. Esta mañana, en entrevista con La W Radio, Ortiz
matizó esta versión: “Con Tomás tuvimos una relación de amistad de 15 años, en la
que era lógico que se presentara un desgaste”.
Según su versión, aunque tenía el 2,8% de la firma (en su mejor momento, esa
participación llegó a vale alrededor de US$10 millones), se marginó de sus
operaciones para centrarse en sus propios negocios, como la constitución de
Millonarios FC, la empresa que compró y recapitalizó al club bogotano de fútbol.
Sólo volvió a enterarse de la comisionista la semana pasada, cuando sus antiguos
socios reconocieron estar enfrentando por un problema de iliquidez. Esto llevó no
solo a que la firma se liquidara, sino a que la participación de Ortiz quedara
reducida a poco más de US$100.000.
Con ese precedente, y sin que el conglomerado lo supiera (versión que sostiene la
junta en el documento de su renuncia), la comisionista siguió adelante con este plan
en 2012, justo cuando los inversionistas comenzaron a perder la fe en su producto,
porque veían que el valor de la acción estaba más ‘inflado’ por la estrategia de
negocio de los papeles, que por el resultado mismo de la estrategia de Fabricato
como empresa.
Para agosto pasado, los repos con acciones de Fabricato habían inundado el
mercado: componían el 20% de las operaciones diarias de este producto y tenían en
circulación, según datos de la BVC, $322.726 millones. El cupo que la Junta había
autorizado fue sobrepasado con creces. Un rumor apunta a que Alessandro
Corridori, familiar político de los Jaramillo, se valió de este instrumento para
convertirse en el máximo accionista de la corredora.
Otra fuente, en cambio, argumenta que todo está en los excesos. “Sus corredores
perdieron el norte. ¿Y cómo no, si por cada cliente que conseguían para invertir en
los repos de Fabricato recibían una comisión de más o menos el 40%? Ahí se le
desdibuja a cualquiera el horizonte de riesgo”, dice una persona conocedora del
mercado bursátil que prefirió la reserva de su nombre. Lo cierto es que estas
versiones deberán ser probadas por la Superintendencia Financiera, órgano de
control que anunció que evaluará cada aspecto del proceder de Interbolsa.
Los siguientes días serán cruciales para establecer qué otros daños pueda causar el
caso de Interbolsa en el hasta ahora blindado mercado de valores colombiano.