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Razones para el Sí y para el No

Las Farc no merecen nuestro perdón, pero nosotros nos merecemos perdonarlos
para poder vivir en paz.
 12:19 a.m. | 7 de agosto de 2016
Es lamentable que no se hubieran tendido puentes efectivos entre Gobierno y
uribismo durante el proceso de negociaciones con las Farc. Eso hubiera evitado
que el plebiscito se convierta en una confrontación entre el Centro Democrático y
los demás partidos.

Los ciudadanos tenemos el derecho a votar como producto de una reflexión


tranquila, sin la estridencia de eslóganes emotivos, pero vacíos o mentirosos. Por
eso debemos exigir a uno y otro bando sustituir su propaganda política por
razonamientos y explicaciones serenas de por qué votar por el Sí o por el No. Se
trata de una decisión crucial para el futuro de nuestros hijos, y nadie debería votar
en esta ocasión por simpatía o fidelidad con Santos o con Uribe. Aplaudo por ello
la posición de la izquierda legal, que promueve el Sí, porque cree que a los
colombianos les conviene vivir en paz, pero mantiene su oposición al Gobierno.

Ahora bien, advirtiendo que votaré por el Sí por las razones que he venido
exponiendo desde esta columna, es mi deber como columnista reconocer que
también existen razones válidas para considerar votar por el No. La más
importante es la de que los dirigentes de las Farc responsables de crímenes de
lesa humanidad deberían pagar cárcel y no poder ser elegidos hasta que paguen
su condena.

Comparto esa opinión, pero tragarse ese sapo no es un precio excesivamente alto
para garantizar que las Farc no sigan cometiendo crímenes en buena parte de
nuestro territorio.

Además, que no haya cárcel para quienes confiesen haber cometido ese tipo de
delitos no significa que habrá impunidad, como lo sigue afirmando Uribe, sin
sonrojarse siquiera al soltar tamaña mentira. Lo ya acordado prevé que tendrán
hasta ocho años de ‘restricciones efectivas a la libertad’. Y que tendrán cárcel
quienes sean condenados por estos crímenes sin haberlos confesado. Hay que
asegurarse, por supuesto, de que esas ‘restricciones’ sean de verdad efectivas.

Desmond Tutu, el arzobispo de Sudáfrica, planteó a la inmensa mayoría que había


padecido por décadas el ‘apartheid’ impuesto por una minoría blanca en su país:
“Ellos no merecen nuestro perdón. Pero nosotros merecemos perdonarlos”. Esta
idea es directamente aplicable a nuestro caso. Los dirigentes de las Farc que
promovieron, dirigieron o toleraron durante décadas crímenes de lesa humanidad
no merecen nuestro perdón. Deberían pagar cárcel. Pero nosotros y nuestros hijos
merecemos vivir en un país sin ese flagelo. Y por tanto nos merecemos
perdonarlos para que dejen de delinquir.

Y unas preguntas para quienes critican injustificadamente a nuestros abnegados


negociadores. ¿Sí creen que Uribe podría haber convencido a los miembros del
secretariado de firmar un acuerdo que los enviara a casi todos ellos a la cárcel y
les impidiera hacer política? ¿Acaso no se trata precisamente de que nadie vuelva
a hacer política con armas, sino a través de los canales democráticos?

Hay otra razón válida para que algunos consideren votar por el No. Está vinculada
con la incorporación directa del eventual acuerdo de La Habana en nuestra Carta
constitucional, al otorgarle el tratamiento de un ‘acuerdo especial humanitario’.
Esta interpretación definitivamente no cabe con respecto a los temas sobre política
de desarrollo rural y acceso a la tierra. Aun quienes pensamos que lo allí
convenido sería más conveniente para el desarrollo del campo que nuestra actual
política agropecuaria consideramos absurdo y peligroso que a una política como
esta se le otorgue rango constitucional. Volveré sobre este tema en columna
próxima.

P. S.: la acertada redefinición del umbral (como el mínimo de votos por un Sí


mayoritario y No como la suma total de votos) obligó al uribismo a tratar de ganar
con el No y no simplemente con la abstención.

GUILLERMO PERRY

Durante su intervención, Navarro trajo a colación las últimas cifras publicadas por
el observatorio de violencia y conflicto armado, Cerac, en las que se evidencia la
reducción de homicidios relacionados con la guerra: “En el último año  hubo un
descenso del 98 % en las acciones ofensivas de las Farc, los combates con la
Fuerza Pública bajaron en 91 % y las muertes de civiles en 98 %”.

En el encuentro también participó Carlos Fernando Galán, senador de


Cambio Radical,  quien dijo que “los sacrificios que hay que hacer después
de firmada la paz son importantes y habrá que empezar con la política del
posconflicto”.
Y aunque el Directorio Nacional Conservador sigue estudiando  la orientación de
su postura frente al plebiscito, el senador Hernán Andrade resaltó que en 1998
hizo campaña por la paz de la mano de Andrés Pastrana, quien logró la
Presidencia en ese año; después apoyó a Álvaro Uribe con la Seguridad
Democrática, y ahora estará con el presidente Juan Manuel Santos en la
terminación del conflicto porque “ las cifras de disminución de la violencia son
contundentes”.

Congresista precisa que es primera vez que en un proceso de paz en


Colombia se consulta al pueblo sobre los acuerdos.
El senador colombiano, Roy Barreras, instó este miércoles a la ciudadanía a
participar en el venidero plebiscito y votar afirmativamente para refrendar los
pactos entre el Gobierno de este país y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC-EP).

El vocero por parte del Estado en los diálogos reiteró que el triunfo de la opción Sí


permitirá acabar con el largo conflicto que data de hace más de 50 años. 

Durante su intervención en el encuentro "La creatividad para construir paz", del


proyecto periodístico 2020 de El Espectador, Barreras explicó que es primera vez
que en un proceso de paz en Colombia se le consulta al pueblo sobre los
acuerdos. 

>> Pasos para el plebiscito por la paz en Colombia


"Nadie tiene memoria del proceso con los paramilitares, a la gente no le
preguntaron", sostuvo, para luego asegurar que una vez firmado el acuerdo final y
refrendado por los colombianos, la construcción de la paz en el país implicará
cambios fundamentales en las instituciones, en lo electoral y en otros ámbitos. 

"Seguramente habrá que crear una nueva casa constitucional y las condiciones de
una nueva Asamblea Nacional Constituyente en 2018. Para 2020 habría una
nueva Constitución", dijo.

Sobre ese punto, Barreras explicó que no se tratará de una constituyente derivada
de los acuerdos de La Habana (Cuba), sino de una surgida de la necesidad de
construir unas nuevas normas constitucionales.

>> Corte Constitucional de Colombia aprueba plebiscito por la paz


Precisó que "hay un país tremendamente polarizado entre los del No y los del
Sí. Los que dicen No tienen temor y un susto que es normal, porque todos somos
hijos de la guerra y hemos vivido en un conflicto. (...) Esa incertidumbre del futuro
hay que combatirla, generando esperanza". 

En contexto 
Desde 2012 representantes gubernamentales y de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) dialogan en Cuba
con el propósito de hallar una solución concertada al conflicto entre las partes y
que ha generado muertes, desplazamientos y desapariciones. 

Tras la firma del Acuerdo Final entre el Ejecutivo y la organización insurgente, el


presidente Juan Manuel Santos convocará a un plebiscito para que sea el pueblo
quien diga la última palabra sobre lo consensuado en La Habana.

Junto a la campaña presidencial por el Sí, liderada por el exgobernante César


Gaviria y acompañada por líderes de partidos políticos; sectores de la izquierda
encabezados por la defensora de derechos humanos, Piedad Córdoba, buscan
también la legitimación en las urnas del conjunto de convenios para dar paso a la
construcción de la paz.

En entrevista con Noticias Caracol, César Gaviria se refirió a las declaraciones


del expresidente Uribe en las que aseguró: “solo nos queda decir sí a la paz,
votando no al plebiscito”.

“Eso es un juego de palabras, es obvio que si Colombia vota no al plebiscito,


va a seguir la guerra con las Farc”, afirmó Gaviria.

Sobre su liderazgo en la campaña por la refrendación de los acuerdos alcanzados


en La Habana, el político colombiano aseguró que lo hace porque fue un
tema inconcluso de la constitución de 1991.

“Para defender la paz no puedo tener cansancio, me siento con una obligación
suprema de contribuir a esta causa”, dijo el expresidente.

A pesar de encabezar el apoyo a los acuerdos alcanzados por las Fuerzas


Armadas Revolucionarias de Colombia y el Gobierno, también hizo una reflexión
crítica sobre el proceso.

 “Todos quisiéramos ver a los guerrilleros de las Farc en cárcel de barras,


pero este es un acuerdo imperfecto, como todas las cosas que son negociadas
en una mesa”, comentó.

Por su parte, Álvaro Uribe inició la campaña por el no hablando sobre


impunidad y criticando presencia de observadores cubanos en las zonas
veredales.

“No estamos de acuerdo porque las guerrillas en Colombia nacieron


patrocinadas en parte por Cuba”, dijo el senador del partido Centro
Democrático.

Su discurso fue escuchado por estudiantes y empresarios en Bucaramanga. 


250.000 muertos, 50.000 desaparecidos y 7 millones de víctimas deberían ser
razones suficientes para votar ‘Sí’ a la paz, y porque esta se justifica en la vida
misma.

La polarización que vive hoy Colombia nos obliga a ser muy precisos en nuestros
argumentos.

El plebiscito por la paz es la oportunidad que tenemos todos los colombianos para
decidir, a través de nuestro voto, si queremos continuar la guerra o finalizarla.

Esta vez no vamos a delegar nuestro poder en una persona elegida como
Presidente, gobernador o alcalde para que haga nuestra voluntad. Hoy, gracias a
este mecanismo, lo vamos a hacer nosotros de manera directa y personal, y para
siempre.

El voto por el ‘Sí’ en el plebiscito va a cambiar nuestras vidas. Tendremos un país


en paz, un país con mejores oportunidades, un país más próspero.

Colombia lleva más de 50 años entre el dilema de la guerra y la paz, y tratar de


resolver esto ha gastado las mejores energías de nuestros líderes, centenares de
vidas y billones de pesos.

Prueba de lo anterior es que elegimos como Presidente de la República a Andrés


Pastrana (1998-2002) por su anhelo de paz; todos recordamos el reloj de
campaña de Andrés Pastrana en la muñeca del entonces máximo jefe de la Farc,
‘Manuel Marulanda Vélez’, con los resultados que el país conoce.

A Álvaro Uribe lo elegimos Presidente (2002-2010) por su política de seguridad.

Y al presidente Santos, nuevamente, por su apuesta de paz.

Es decir, Colombia en los últimos años ha girado directa o indirectamente


alrededor de las Farc y esto debe acabar.

Si queremos tener un país mejor que el que tenemos hoy, debemos dejar de
gravitar alrededor del conflicto interno colombiano, las prioridades deben ser otras
y más ambiciosas. Por eso votar ‘Sí’ al plebiscito es decirle adiós a las Farc.

Lo acordado en La Habana es un gran logro para Colombia. No se negoció


nuestro sistema de gobierno, ni nuestro modelo económico ni las bases
fundadoras de nuestra sociedad, como la democracia, la libre empresa y los
derechos sociales que como colombianos tenemos.
El proceso se hizo fuera de Colombia, sin despejes, con acuerdos razonables que
permitirán alcanzar los sueños de todos los colombianos: que las Farc entreguen
las armas, que las víctimas tengan verdad, justicia y reparación y que el campo
tenga un nuevo amanecer.

Este acuerdo va a permitir que las Farc puedan participar en política cumpliendo,
por supuesto, los compromisos de la justicia transicional.

Este será un acuerdo de paz que nos pone más cerca del primer mundo y más
lejos del castrochavismo.

Extraña mucho los argumentos en contra de la paz y, sobre todo, el sofisma de


decirles a los colombianos que querer la paz es votar ‘No’ en el plebiscito.

Este es un argumento engañoso que desconoce la sentencia de la Corte


Constitucional, que obliga al Presidente de la República a acatar la decisión que el
pueblo colombiano tome en el plebiscito.

Es decir: votar ‘Sí’ en el plebiscito es decirle no a la guerra, y votar ‘No’ en el


plebiscito es decirle sí a la paz.

Extraña también la poca claridad de quienes defienden el ‘No’, de no aceptar los


resultados del pueblo colombiano, deslegitimando, por un lado, el plebiscito y, por
el otro, participando en él.

No acatar los resultados es una vez más una estrategia para deslegitimar las
instituciones, donde prima el lema de que “solo son buenas las decisiones cuando
favorecen mis intereses”.

Hace algunas semanas Gran Bretaña se dejó engañar por los cantos de sirena del
‘brexit’, y hoy sus ciudadanos lamentan en su conciencia y en sus bolsillos una
decisión absurda y manipulada por mentiras.

Los argumentos falsos en favor del ‘brexit’ se hicieron evidentes al día siguiente de
la votación.

Siempre será más sabia la unión que la separación, la cooperación que la


pugnacidad, la esperanza que el miedo.

Tenemos la oportunidad de aprender esa lección de los británicos y tomar la


decisión correcta, votando ‘Sí’ a la paz.
Hoy, gracias al proceso de paz con las Farc, ya sentimos algunos de los
dividendos de vivir en un país en paz: 1.234 días sin tomas de poblaciones por
parte de las Farc; 580 días sin retenes ilegales; 373 días sin emboscadas a la
Fuerza Pública; 364 días sin ataques a la infraestructura petrolera; 236 días sin
secuestros atribuidos a las Farc; 228 días sin incidentes atribuibles a esa guerrilla.

Yo soy víctima de las Farc: mi padre estuvo secuestrado 9 años. También mi


hermano. Conocí de primera mano los rigores de la guerra, por eso soy fiel
testimonio del valor de la paz.

A mis 39 años tengo el honor de ser el Presidente del Congreso más joven al que
Colombia le haya dado la oportunidad de ejercer como tal.

Por eso, me he atrevido a decir que, si bien nuestros padres no ganaron la guerra,
nos corresponde a las nuevas generaciones ganar la paz.

Acompáñenme a decirle ‘Sí’ a la paz, ‘Sí’ a la esperanza, ‘Sí’ a un nuevo país. A


un mejor país.

Al final de esta lectura, usted, amable lector, decidirá si apoya el actual proceso de
paz o si lo rechaza y considera que debemos perseverar en el conflicto armado
con las Farc, hasta derrotarlas por la vía militar y dar de baja o meter a la cárcel a
todos sus dirigentes. Y usted tiene derecho a decidirlo porque, al igual que su
familia, y que todos los lectores que leen estas páginas, nació y creció en un país
marcado y afectado por la violencia.

Después de 60 años continuos de esta “guerra de baja intensidad”, como la llaman


los expertos, que ha dejado más de 220.000 muertos, seis millones de
desplazados, miles de soldados muertos y heridos, de mujeres vejadas y
abusadas y millones de dólares en pérdidas materiales, atraso y pobreza, hoy los
colombianos esperamos con una mezcla de ilusión e incertidumbre el desenlace
del proceso de paz que se adelanta en La Habana. Y ese desenlace dependerá de
usted. Será su voto el que pare la guerra. Será su voto el que desarme a las Farc.
Por primera vez en la historia de Colombia, los colombianos seremos consultados
sobre un proceso de paz. Y su decisión –como acaba de señalar la Corte
Constitucional– será obligatoria.

La justificación tomista, en el sentido de que la decisión de ir a la guerra era


potestad de “el príncipe” y por tanto sobre él pesaba toda la responsabilidad, hace
siglos dejó de ser suficiente disculpa para nosotros.

En los Estados democráticos, el soberano es el pueblo y las decisiones


fundamentales deben ser consultadas y tomadas por los ciudadanos. Y
probablemente nada es más fundamental que la decisión de parar la guerra a
través de la vía del diálogo, y además decidir si este acuerdo de paz es adecuado,
si es bueno para Colombia. O, por el contrario, si debe echarse atrás negándolo
en el plebiscito para insistir en la derrota militar, la rendición, la cárcel o la
aniquilación del “enemigo”. Modelo, dicho sea de paso, en el que hemos
perseverado a lo largo de 60 años y, sin embargo, para usar el eufemismo del
expresidente Álvaro Uribe, “la culebra sigue ahí”.

Porque además no hay una culebra sino varias, de distintas especies, de distintos
orígenes: guerrilla, paramilitares, narcotráfico, exclusión, corrupción, lo que al decir
de Johan Galtung es una “violencia estructural” que desborda el conflicto social en
conflicto armado.

El narcotráfico, hijo del prohibicionismo y variable perversa que cruza y estimula


todas nuestras violencias, es un fenómeno global que exige soluciones también
globales, que pasan por revaluar todo el paradigma de lucha contra las drogas.
Asunto que no depende de la exclusiva decisión de los colombianos.

En cambio, sí estamos ‘ad portas’ de tomar una decisión que permitirá acabar con
el fenómeno guerrillero. El solo hecho de proponer una solución dialogada para
poner fin a este conflicto, la más vieja herida aún abierta en el territorio de América
Latina, justificaría en esta introducción una primera defensa del proceso de paz
que se adelanta en La Habana. Pero hay una motivación mayor. Este documento
está dirigido no solo a los colombianos que creemos que, al decir de Gandhi, “no
hay un camino hacia la paz, la paz es el camino”. Está dirigido, sobre todo, a miles
de colombianos que tienen dudas razonables, preguntas, inquietudes y temores
naturales frente a este proceso.

También, a los compatriotas que desde la indignación o el dolor de las víctimas


consideran inconcebible que los guerrilleros “no paguen un solo día de cárcel” y,
en lugar del castigo, “reciban curules en el Congreso”. Y a quienes piensan que
este proceso de paz es un “mal ejemplo”. A todos ellos me dirijo.

Pero también escribo pensando en aquellos colombianos cuyas dudas han sido
exacerbadas, cuando no generadas, por la desinformación y muchas veces la
descarada mentira, que, como veremos en las siguientes páginas, ha sembrado
de falsedades y sofismas el camino del proceso de paz, haciendo creer a los
colombianos que sucederá lo imposible, que el país “será entregado a las Farc”,
que desaparecerán los derechos de todas las personas, y con ellos la seguridad
para sus familias, y que el modelo castrochavista está a la vuelta de la esquina, y
que por tanto hay que oponerse a este proceso de paz para evitar una catástrofe.

Esas falsas alarmas, construidas con cuidadosa estrategia y difundidas


eficazmente a través de la repetición de las falacias, han hecho mella en muchos
colombianos de buena fe, que podrán confrontar esas voces de Casandra con la
realidad de los acuerdos y de esa manera tomar la mejor decisión para Colombia.

Así como no tengo duda de la legitimidad de las dudas y preguntas de muchos


ciudadanos, hay que decir que muchas voces contra la paz han pasado sobre la
verdad de manera metódica y sistemática, con el propósito político de estimular el
miedo y el odio que, como bien describe Martha Nussbaum, han facilitado siempre
a los movimientos caudillistas el dominio de los pueblos. Y si bien resulta deseable
el más amplio acuerdo nacional en favor de la paz, también afirmo que es cierto
que sí hay enemigos de la paz. Traficantes de armas, grupos de delincuencia
común organizada, a quienes conviene distraer los esfuerzos de la Fuerza Pública
con el fenómeno guerrillero y, por supuesto, los que viven del discurso político de
la guerra para conducir más fácilmente un pueblo sometido por el miedo a las
manos de un caudillo salvador y fuerte que los proteja del mal aterrador, del
enemigo, de la amenaza terrorista, del demonio.

Desbrozaremos en las siguientes páginas los argumentos con que se ataca este
proceso. Despejaremos las principales dudas de los colombianos de buena fe,
que, como la inmensa mayoría, solo aspiran a vivir y trabajar en paz con sus
familias, y que estoy seguro de que, finalmente, el día del plebiscito se levantarán
en la mañana sabiendo que su voto salvará vidas de la guerra.

Un grupo de gobernadores y sus representantes se reunieron con elexpresidente


César Gaviria Trujillo para articular la campaña por el Sí en el plebiscito que
servirá para refrendar el Acuerdo Final de Paz.
 
Varios mandatarios indicaron que están listos para asumir la campaña por el Sí
para ponerle fin al conflicto que se mantiene con las Farc hace 50 años.
"Nosotros seremos los soldados de la paz, seremos los gestores de una Paz
que nos traiga desarrollo y mejor presente y futuro", aseguró el gobernador del
Atlántico, Eduardo Verano de la Rosa.
A su turno, el director de la Federación de Gobernadores, Amilkar Acosta, dijo que
tras tanto sufrimiento del país por el conflicto, es necesario que “busquemos
mediante todas las fórmulas acompañar al presidente Juan Manuel Santos, al
expresidente César Gaviria y a los colombianos para que logremos firmar la paz lo
que sin duda nos traerá una Colombia que deje atrás la inequidad y otorgue
grandes oportunidades de desarrollo”.
Al encuentro asistieron además los gobernadores de Bolívar, Dumek Turbay Paz;
y de San Andrés, Ronald Housni; quienes sostuvieron que sus departamentos
entran de lleno a la campaña por el Sí a la paz.
"Pondremos todo nuestro empeño para que el Sí a la paz nos abra las
puertas a igualdad de oportunidades, San Andrés quiere paz", subrayó
Housni.

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