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Novela IV

Actividad del 24 de abril 2020


Gloria Belem Jiménez Guillén

ENTREVISTA IMAGINARIA A JULIO CORTÁZAR

En esta ocasión tenemos el honor de entrevistar a un grande de la literatura a quien yo


personalmente admiro y respeto. Julio Cortázar, quien nació en Bruselas, Bélgica el 26 de
agosto de 1914. Es escritor, profesor y guionista. Hijo de padres argentinos. Su padre fue
destinado a la Embajada de Argentina en Bélgica. Su familia se refugió en Suiza durante la
Primera Guerra Mundial hasta 1918, que regresan a Buenos Aires (Argentina). Obtiene el
título de maestro en 1932. Se identifica con el Surrealismo a través del estudio de autores
franceses. Sus obras se reconocen por su alto nivel intelectual y por su forma de tratar los
sentimientos y las emociones. Gran seguidor de Jorge Luis Borges1.

E: Maestro es un honor tenerlo con nosotros esta noche. ¿Cómo está?

JC: Afortunadamente bien, agradezco la invitación.

E: Al contrario maestro nos honra con su presencia. Lamentablemente tenemos el tiempo


encima, si me lo permite comencemos la entrevista.

E: ¿Si pudiera definir el cuento con una palabra cuál sería?

JC: Alguna vez he comparado el cuento con la noción de la esfera, la forma geométrica más
perfecta en el sentido de que está totalmente cerrada en sí misma y cada uno de los infinitos
puntos de su superficie son equidistantes del invisible punto central. Esa maravilla de
perfección que es la esfera como figura geométrica es una imagen que me viene también
cuando pienso en un cuento que me parece perfectamente logrado. El cuento tiende por
autodefinición a la esfericidad, a cerrarse,

E: ¿Qué significado tiene para usted lo fantástico?

1
Instituto Cervantes, Julio Cortázar. Biografía, Bibliotecas y documentación, agosto 2015, recuperado de
https://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/cortazar_julio.htm.
JC: Desde muy niño lo fantástico no era para mí lo que la gente considera fantástico; para
mí era una forma de la realidad que en determinadas circunstancias se podía manifestar, a
mí o a otros, a través de un libro o un suceso, pero no era un escándalo dentro de una
realidad establecida. Me di cuenta de que yo vivía sin haberlo sabido en una familiaridad
total con lo fantástico porque me parecía tan aceptable, posible y real como el hecho de
tomar una sopa a las ocho de la noche; con lo cual (y esto se lo pude decir a un crítico que
se negaba a entender cosas evidentes) creo que yo era ya en esa época profundamente
realista, más realista que los realistas puesto que los realistas como mi amigo aceptaban la
realidad hasta un cierto punto y después todo lo demás era fantástico. Yo aceptaba una
realidad más grande, más elástica, más expandida, donde entraba todo.

E: ¿Por qué considera problemático el tiempo dentro de la narración?

JC: El tiempo es un problema que va más allá de la literatura y envuelve la esencia misma
del hombre. Ya desde los primeros balbuceos de la filosofía, las nociones del tiempo y del
espacio constituyeron dos de los problemas capitales. El hombre no filosófico, no
problemático, da por supuesta la aceptación del tiempo, algo que una mente filosófica no
puede aceptar así nomás porque en realidad nadie sabe lo que es el tiempo. Ustedes ven que
el tiempo es un elemento poroso, elástico, que se presta admirablemente para cierto tipo de
manifestaciones que han sido recogidas imaginariamente en la mayoría de los casos por la
literatura.

E: ¿Podría dar una explicación sobre las tres etapas por las que ha pasado a lo largo de su
camino de escritor?

JC: Me acuerdo de mí mismo y de mis amigos, jóvenes argentinos profundamente


estetizantes, concentrados en la literatura por sus valores de tipo estético, poético, y por sus
resonancias espirituales de todo tipo. No usábamos esas palabras y no sabíamos lo que eran,
pero ahora me doy perfecta cuenta de calificar de «estética», donde lo literario era
fundamentalmente leer los mejores donde lo literario era fundamentalmente leer los
mejores libros a los cuales tuviéramos acceso y escribir con los ojos fijos en algunos casos
en modelos ilustres y en otros en un ideal de perfección estilística profundamente refinada.

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La etapa metafísica es una auto indagación lenta, difícil y muy primaria sobre el hombre,
no como simple ser viviente y actuante sino como ser humano, como ser en el sentido
filosófico, como destino, como camino dentro de un itinerario misterioso. No quedarme
solamente en la psicología exterior de la gente y de los personajes de los libros sino ir a una
indagación más profunda, del hombre como ser humano, como ente, como destino.

En la etapa histórica suponía romper el individualismo y el egoísmo que hay siempre en las
investigaciones del tipo que hace Oliveira, ya que él se preocupa de pensar cuál es su
propio destino en tanto destino del hombre pero todo se concentra en su propia persona, en
su felicidad y su infelicidad. Había un paso que franquear: el de ver al prójimo no sólo
como el individuo o los individuos que uno conoce sino verlo como sociedades enteras,
pueblos, civilizaciones, conjuntos humanos. Me había revelado y demostrado que no
solamente yo era un latinoamericano que estaba viviendo eso de cerca sino que además me
mostraba una obligación, un deber. Me di cuenta de que ser un escritor latinoamericano
significaba fundamentalmente que había que ser un latinoamericano escritor: había que
invertir los términos y la condición de latinoamericano, con todo lo que comportaba de
responsabilidad y deber, había que ponerla también en el trabajo literario.

Verán cómo se pasa del culto de la literatura por la literatura misma al culto de la literatura
como indagación del destino humano y luego a la literatura como una de las muchas formas
de participar en los procesos históricos que a cada uno de nosotros nos concierne en su país.

E: ¿En qué se inspiró cuando escribió “Casa tomada”?

JC: Los cuentos fantásticos han nacido muchas veces de sueños, especialmente de
pesadillas. “Casa tomada”, el primer cuento de mi primer libro de cuentos, resultado de una
pesadilla que soñé una mañana de verano. Me acuerdo perfectamente de las circunstancias
y la pesadilla era exactamente lo que luego fue el cuento, sólo que en la pesadilla yo estaba
solo y en el cuento me desdoblé en una pareja de hermanos que viven en una casa en donde
se produce un hecho de tipo fantástico. Recuerdo perfectamente el desarrollo de la pesadilla
que sigue exactamente el cuento; viceversa: el cuento sigue exactamente la pesadilla. Me
desperté bajo la sensación angustiosa del último minuto de la pesadilla y recuerdo que tal

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como estaba, en piyama, salté de la cama a la máquina de escribir y esa misma mañana
escribí el cuento, inmediatamente.

El cuento contiene todavía la pesadilla, sus elementos directos; hay simplemente el


desdoblamiento de los personajes y los aportes de tipo intelectual, referencias de tipo culto,
de literatura, la historia del momento, la descripción de la casa. Todo eso fue incorporado
mientras escribía pero la pesadilla seguía ahí presente. Los sueños han sido pues uno de los
motores de mis cuentos fantásticos, y lo siguen siendo.

E: ¿ Y ¨La noche boca arriba” también fue un sueño?

JC: Es casi un sueño y es quizá todavía más complejo. Tuve un accidente de motocicleta en
París en el año 53, un accidente muy tonto del que estoy bastante orgulloso porque para no
matar a una viejita traté de frenar y desviarme y me tiré la motocicleta encima y un mes y
medio de hospital. En ese mes y medio con una pierna malamente rota, con una infección,
una casi fractura de cráneo y una temperatura espantosa, viví muchos días en un estado de
semi-delirio en el que todo lo que me rodeaba asumía contornos de pesadilla. Algunas
cosas eran muy hermosas, por ejemplo la botella con el agua la veía como una burbuja.
Estaba cómodo y tranquilo y de golpe me vi de nuevo en la cama; en ese momento, después
del accidente, todo estuvo ahí, de golpe vi todo lo que venía, la mecánica del cuento
perfectamente realizada, y no tuve más que escribirlo.

E: ¿Nos puede platicar acerca de su experiencia en Cuba?

JC: Entre el año 59 y el 61, me interesó toda esa extraña gesta de un grupo de gente metida
en las colinas de la isla de Cuba que estaban luchando para echar abajo un régimen
dictatorial. No tenía aún nombres precisos: a esa gente se los llamaba “los barbudos” y
Batista era un nombre de dictador en un continente que ha tenido y tiene tantos. Poco a
poco, eso tomó para mí un sentido especial. Testimonios que recibí y textos que leí me
llevaron a interesarme profundamente por ese proceso, y cuando la Revolución cubana
triunfó a fines de 1959, sentí el deseo de ir. Fui a Cuba por primera vez en 1961 como
miembro del jurado de la Casa de las Américas que se acababa de fundar. Fui a aportar la
contribución del único tipo que podía dar, de tipo intelectual, y estuve allí dos meses
viendo, viviendo, escuchando, aprobando y desaprobando según las circunstancias.

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E: ¿Qué despertó en usted visitar Cuba?

JC: Cuando volví a Francia traía conmigo una experiencia que me había sido totalmente
ajena: durante casi dos meses no estuve metido con grupos de amigos o con cenáculos
literarios; estuve mezclándome cotidianamente con un pueblo que en ese momento se
debatía frente a las peores dificultades, al que le faltaba todo, que se veía preso en un
bloqueo despiadado y sin embargo luchaba por llevar adelante esa autodefinición que se
había dado a sí mismo por la vía de la revolución. Cuando volví a París eso hizo un lento
pero seguro camino. Habían sido invitaciones de pasaporte para mí y nada más, señas de
identidad y nada más. En ese momento, por una especie de brusca revelación, sentí que no
sólo era argentino: era latinoamericano, y ese fenómeno de tentativa de liberación y de
conquista de una soberanía a la que acababa de asistir era el catalizador, lo que me había
revelado y demostrado que no solamente yo era un latinoamericano que estaba viviendo eso
de cerca sino que además me mostraba una obligación, un deber. Me di cuenta de que ser
un escritor latinoamericano significaba fundamentalmente que había que ser un
latinoamericano escritor: había que invertir los términos y la condición de latinoamericano,
con todo lo que comportaba de responsabilidad y deber, había que ponerla también en el
trabajo literario.

Finalmente no nos queda más que agradecer infinitamente el conocimiento que nos ha
aportado el día de hoy y esperamos poder encontrarnos en otra ocasión. Hasta la próxima,
larga vida maestro.

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Referencias

Cortázar, Julio. (1980), Clases de literatura. Berkeley, California: Alfaguara.

Instituto Cervantes. (2015). Julio Cortázar. Biografía, Bibliotecas y documentación.


Recuperado de
https://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/cortazar_julio.htm
el 23 de abril de 2020.

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