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La lucha de clases bajo el imperialismo.

Parte I
1. Introducción
2. Impe rialis mo y sus orígenes
3. Superexplotación y redistribución internacional de la riqueza
4. Reformismo y revisionis mo en Occidente
5. El racismo en los centros imperialistas: el Estado español
6. Conclusiones

1. Introducción

La publicación que hemos elaborado trata de exponer y analizar las relaciones


capitalistas entre los países imperialistas y los países imperializados, y explicar las
implicaciones que estas relaciones tienen en la clase obrera occidental. Es ta exposición
se divide en dos partes; de un lado, el presente texto que abarca la conexión entre
imperialismo, racismo y reformismo, y de otro, la futura publicación sobre el papel de
las mujeres en las relaciones imperialistas. Ambas partes oscilan entor no al mismo eje:
la influencia del imperialismo en la lucha de clases y su impacto en el Estado español.

Por primera vez en la historia la expansión del capital a lo ancho y largo del mundo ha
convertido a la clase obrera en la clase predominante. Pero las contradicciones de clase
no se presentan de la misma forma en todos los puntos del planeta. En las antiguas
colonias, el imperialismo basado en la explotación brutal, agudiza cada vez más la el
antagonismo entre burguesía y proletariado. Pero, ¿y en los países occidentales? ¿Cómo
se presenta este antagonismo? ¿Qué posición e intereses tiene nuestra clase en
occidente? La clase obrera en los centros imperialistas no responde a una masa
homogénea con intereses homogéneos, sino que una proporción importante de nuestra
clase ocupa posiciones contradictorias dentro de las relaciones de explotación. En la
actualidad, la contradicción entre capital-trabajo hay que analizarla de forma concreta
para ver cómo se presenta en los países occidentales. Dentro de la clase obrera nos
topamos con capas acomodadas como la llamada aristocracia obrera cuyos intereses
inmediatos no son organizar una revolución. Es cierto que el interés objetivo histórico
del proletariado es destruir el trabajo asalariado del que se sirve la burguesía, pero decir
simplemente esto es una abstracción tal, que no nos permite comprender por qué ciertas
capas de la clase obrera desarrollan prácticas y estrategias que van en contra de tal
interés revolucionario. Veremos que estas capas acomodadas se terminan alineando con
la defensa de los valores nacionales, la raza blanca o la nacionalidad en perjuicio de la
clase obrera migrante y racializada. Por ello, las comunistas debemos hacer un esfuerzo
político para entender las contradicciones que operan en el seno de nuestra clase y que
avivan la desunión del pueblo.

Los objetivos de este texto son: explicar por qué surgen sectores privilegiados dentro de
la clase trabajadora en occidente, exponer su ideología, sus posturas políticas y su
conexión con las relaciones económicas imperialistas, señalar las dificultades que
enfrentamos las comunistas occidentales a la hora de transformar radicalmente el modo
de producción capitalista y entender el dominio del reformismo en el mundo occidental.
Pero para enterrar el capitalismo imperialista no basta con explicarlo, ni con teorizarlo,
tampoco basta un cambio de voluntad o de discurso político. Debemos señalar la
necesidad urgente que tiene el movimiento comunista de construir una herramienta
revolucionaria capaz de liderar la superación del sistema capitalista, la necesidad
urgente de construir un Partido Comunista que dirija la acción consciente de la clase
obrera, que oriente la lucha de clases conectando con las masas y que despeje el camino
de posiciones reformistas, racistas y reaccionarias. Nuestra tarea como militantes no ha
hecho más que empezar.

2. Impe rialis mo, orígenes y presente

El auge industrial del mundo occidental sólo ha podido efectuarse a expensas del mundo
llamado subdesarrollado, condenándolo al estancamiento y al retroceso. La actual
división del mundo en naciones industrializadas y naciones subdesarrolladas no es una
cuestión de azar, sino que es el resultado de la historia del propio capitalismo y de su
forma de expansión violenta y explotadora med iante la apropiación del sobretrabajo de
los asalariados y de los valores robados, saqueados, apropiados por medio del engaño,
la fuerza o la violencia contra los pueblos de ultramar.

Como apunta E. Mandel, desde la invasión de México y Perú por el Estado español,
hasta el saqueo de Indonesia por Portugal y Holanda y la feroz explotación de la India
por los ingleses, la historia del capitalismo es una ininterrumpida cadena de actos
violencia y genocidio[1], pero también de concentración de valores internacionales en
Europa (sobre todo materias primas, oro y piedras preciosas, esclavos) cuyo
enriquecimiento sólo se entiende por el empobrecimiento de las regiones saqueadas.

Los nexos históricos entre el flujo de capitales en Europa y las condiciones favorables
para la revolución industrial son nexos directos. Al excedente de capitales que produjo
la revolución industrial había que darle salida convirtiendo a los países de la periferia en
dependencias económicas, y sin embargo, la revolución industrial occidental sólo pudo
darse mediante el saqueo de las riquezas de los países del sur global. Esta etapa
imperialista se caracteriza por el dominio de monopolios que controlan la producción y
distribución de mercancías y que eliminan la competencia entre capitales para asegurar
unas determinadas ganancias. Este funcionamiento del capital en el imperialismo ya fue
asentado por V.I. Lenin y su vigencia es hoy incuestionable.

La fase imperialista en la que nos encontramos ya no es una fase de competencia libre


de capitales, la burguesía busca sobreganancias en una nueva etapa de desarrollo
capitalista: la fase monopolista y de exportación de capitales. La exportación de
capitales es la reacción de los monopolios contra el descenso de la tasa de ganancia[2]
en los países metropolitanos altamente industrializados. En este sentido, la exportación
de capitales no es otra cosa que la expresión, en un momento históricos dado, de una
característica general del modo de producción capitalista de su crecimiento y
propagación: los capitales se orientan hacia las esferas donde la tasa de ganancia
previsible es superior a la media obtenida en los países occidentales. La sobreganancia
perseguida y obtenida por el capital imperialista se consigue por la superexplotación de
mano de obra desregularizada del Sur global, que es más vulnerable, barata y rentable.
La sobreganancia o superbeneficio tiene entonces su base en la diferencia de salarios
ofrecidos en los países imperialistas y en las semicolonias.
Y por ello, en esta búsqueda de beneficios, el capital imperialista lleva configurando
desde mediados de los setenta, una nueva división internacional del trabajo, que es
principalmente una reestructuración internacional de la producción y distribución de
mercancías y plusvalía. Han promovido la deslocalización de los centros de producción
y plantas industriales, fábricas textiles e industria electrónica. Y lo han conseguido a
través del desmantelamiento del modo de producción interno de las semicolonias
(países y regiones formalmente independientes pero controladas económicamente por
sus anteriores metrópolis), a través de guerras e invasiones militares y a través de su
conversión en zonas de libre comercio. Estas zonas ya destruidas, se han convertido en
trampolines para la migración hacia estados imperialistas, que obtienen mano de obra
más barata que la suya propia.

Este nuevo orden de producción y distribución internacional de la riqueza y plusvalía


también se garantiza mediante la acción de organismos como el Fondo Monetario
Internacional (FMI) o Banco Mundial. Estos organismos, integrados por los estados
capitalistas más avanzados, promueven políticas de endeudamiento de países
imperializados, el asentamiento constante de bases militares para el control físico de las
fronteras de estos pueblos. Este control económico y militar asegura el orden de
producción capitalista y se postula además como método preventivo en caso de
sublevaciones y revoluciones internas contra la dominación y barbarie imperialistas.

3. Superexplotación y redistribución internacional de la riqueza

En este contexto internacional que caracteriza el imperialismo, ¿dónde, quién y cómo se


producen las mercancías y riquezas? ¿Qué implicaciones tiene esto para las potencias
imperialistas y semicoloniales?

La venta final de la mercancía se realiza en los países imperialistas, pero la riqueza se


produce en los países del Sur Global en donde se han creado las condiciones para
exprimir a los trabajadores por salarios muy bajos, salarios que no podrían ofrecerse en
las metrópolis. La economía de los países occidentales se mueve fundamentalmente
dentro de la esfera de circulación de mercancías, no en la producción de éstas. La
empresa H&M, por ejemplo, paga al fabricante de Bangladesh el 28% del precio de
venta final de cada camiseta, y el porcentaje restante contribuye al PIB del país
occidental donde se vende la mercancía, mientras que la trabajadora cobra al día 1,36
dólares al día, el 0,1% del precio de venta lo que produce. Resulta paradójico que la
camiseta vendida contribuya más al PIB del país en el que se vende que en el país donde
se produce, cuando la economía liberal pretende vender la idea de que el PIB mide el
valor producido internamente. Está clara la balanza, para que unos vivan en gama alta,
otros países han de estar sometidos y esquilmados para compensar el desequilibrio
económico, alguien ha de crear valor y apropiarse de beneficios para que el capital
siga su curso, un curso cada vez más sangriento[3].

Pero el capital imperialista no sólo busca la reducción de los costes de producción


reduciendo al máximo salarios de los trabajadores del Sur global, sino que persigue
también dar salida a las mercancías que producen, incentivando a clase obrera
occidental a consumir lo producido por las semicolonias. Y es que estas dinámicas
imperialistas de producción y distribución de mercancías hacen posible la importación
de artículos baratos de consumo y accesibles para gran parte de los trabajadores
occidentales. Es claro que a los obreros se les ofrecen oportunidades para mejorar su
estándar de vida sin suscitar necesariamente hostilidad hacia sus patronos.

Las implicaciones que tiene todo esto en la clase obrera occidental son muy relevantes.
Los superbeneficios coloniales facilitan el aburguesamiento de los trabajadores en
occidente y este aburguesamiento se ha mostrado políticamente útil para el capitalismo,
en cuanto que disminuye la amplitud y radicalismo de la lucha de clases en los centros
imperialistas. Los trabajadores de las naciones avanzadas participan del
semicolonialismo y se convierten en aliados temporales de la burguesía. Por ello al
capital no le importa sacrificar parte de sus beneficios en forma de protección a los
trabajadores blancos porque se asegura su colaboración contra los trabajadores de la
periferia, africanos, latinos o asiáticos, y se asegura el mantenimiento de la barrera de
color que cimenta el sistema de explotación del trabajo a bajo coste.

En este sentido, argumenta F. Sternberg, dado que el proletariado tenía buen tiempo en
los Estados activamente imperialistas, en lugar del simple antagonismo proletario-
burgués se impuso un doble antagonismo: el proletariado de las potencias imperialistas
y el de los países dominados. El proletariado en cada uno de aquellos estados se colocó
detrás de su capitalismo patrio; se trataba empero de defender su propio buen
tiempo[4].

4. El impacto del impe rialis mo en Occidente: reformismo y revisionis mo

En la actualidad, debido al carácter totalizador y expansionista del capital en su fase


imperialista, la clase social mayoritaria es la obrera, pero esta es heterogénea en su
composición. No todos los obreros del mundo tienen el mismo nivel de vida, ni los
mismos ingresos, ni la misma protección social, pudiéndose distinguir distintas capas
dentro de esta clase social.

El dominio industrial de la potencia británica ya marcaba diferencias en la clase obrera


local y fue advertido inicialmente por Engels en 1858 en una carta a Marx en la que
dice: El proletariado inglés se está aburguesando, de hecho, cada día más, aspira
aparentemente a llegar a tener, al lado de la burguesía, una aristocracia burguesa y un
proletariado burgués. Naturalmente, por una parte de una nación que explota al mundo
entero, esto es, hasta cierto punto lógico.

Sin embargo fue V.I Lenin quien desarrolló el concepto de aristocracia obrera y
descubrió su estrecha relación con el contexto imperialista de principios del siglo XX.
La aristocracia obrera está compuesta por las capas más privilegiadas del proletariado,
capas que están sobornadas por la burguesía, quien emplea las superganancias
económicas del imperialismo para neutralizar los intereses de ruptura con el capital y su
trabajo asalariado. ¿Por qué? Porque, como ya argumentaba Lenin[5], estas capas
privilegiadas viven en parte, a expensas de cientos de millones de proletarios de centros
imperializados.

La posición económica y social de la aristocracia obrera engendra posturas políticas


peligrosas en la lucha de clases como el revisionismo de izquierda o revisionismo de
derecha. En 1913, V.I Lenin desarrolló el ejemplo más abundante de revisionismo de
derechas: el reformismo. Lo definió como aquella forma que la burguesía tiene de
engañar a los obreros para que continúen siendo esclavos asalariados [6]. El reformismo
es la corriente liquidadora del marxismo más conocida y la que domina la acción de la
lucha de clases en los centros imperialistas. Uno de sus mayores exponentes teóricos fue
Eduard Bernstein, quien propuso revisar las tesis revolucionarias del marxismo
invocando la vía pacífica e institucional para alcanzar el socialismo. Según las líneas, en
lo filosófico “el materialismo ha sido refutado” y se sustituye el materialismo dialéctico,
por el concepto de “evolución” de las reformas hasta alcanzar el socialismo. En lo
político consideran que el sistema parlamentario burgués se presenta como un espacio
donde resolver las tensiones de la lucha de clases y consideran obsoletas las tesis
revolucionarias sobre la toma del poder.

Por su parte el revisionismo de izquierdas, existente en la mayoría de centros


imperialistas aunque con menos frecuencia, nace como respuesta a situaciones
históricas de decadencia del marxismo o de estancamiento práctico y teórico del
movimiento comunista. Algunos sectores del movimiento comunista desechan cualquier
tipo de aportación o lucha que no nazca como lucha conscientemente revolucionaria.
Afirman por ejemplo, que el feminismo como movimiento teórico y práctico tiene poco
que aportar, o que la “única opresión” es la de clase, o que el racismo es tan sólo una
expresión de clase y nada más. Las posiciones izquierdistas y su palabrería
revolucionaria hueca evitan tomar posición en la realidad y en cualquier batalla histórica
de trascendencia. Al fin y al cabo, la férrea defensa de una “teoría perfecta” no basta
siquiera para comenzar un proceso revolucionario. La impotencia, la frustración y la
depresión política no deben protagonizar nuestra actividad militante, más bien debemos
analizar nuestras posiciones, nuestras tareas como comunistas en centros imperialistas y
trabajar duramente evitando posturas fáciles y derrotistas.

En tanto en cuanto las comunistas occidentales caigamos en estas posturas, dejamos en


manos de las mayores víctimas del imperialismo la tarea de la revolución
internacionalista, cuando nuestro deber es organizar la revolución en los propios centros
imperialistas.

Para derrotar el reformismo y el revisionismo es necesario construir la unidad política


entendiendo y analizando nuestro papel en un marco global de luchas de clases. Pero
pretender la unidad de la clase obrera no puede implicar el abandono de las vías
revolucionarias. Para que haya unidad de la clase obrera debemos hacer el esfuerzo de
construir claridad ideológica y nuestra independencia política. Las victorias reformistas
conseguidas por la vía pacífica pueden ser suficientes para contentar a cierto grupo
nuestra clase, pero los comunistas conscientes entienden que estas reformas hay que
aprovecharlas para desarrollar y ampliar la lucha de clases y no para separarse de ella y
fragmentarse.

5. El racismo en los centros imperialistas: el Estado español

Hemos visto cómo el modelo de creación y reparto de riqueza basado en la


superexplotación de los trabajadores de los países de la periferia fundamenta el estado
material- ideológico de la clase obrera en los centros imperialistas. Sin embargo, las
diferencias que existen entre trabajadores occidentales y del Sur Global no sólo se
limitan al grado y lugar de explotación, o si en términos generales son productivos o
improductivos. Vamos a ver que dentro de los centros imperialistas, las condiciones
socio-económicas no son las mismas para los trabajadores domésticos y para los
trabajadores migrantes (salario, la estabilidad del empleo y los sectores económicos).
Por ejemplificarlo con una serie de parámetros, el salario medio de los trabajadores
extranjeros a jornada completa es un 26% menor que el de los trabajadores
nacionales[7]. Los sectores económicos en que más contratan a trabajadores extranjeros
son los más precarios: servicio doméstico (tasa de extranjería del 53%), construcción,
servicios de restauración, agricultura y ganadería (tasa de extranjería del 41%)[8],
hostelería. Coincidiendo con un descenso de la actividad económica de los sectores que
más migrantes emplean, se observa un descenso muy acusado de las autorizaciones de
trabajo, en torno a un 25% menos que en el año 2016[9]. Según datos del INE, uno de
cada dos trabajadores migrantes ocupados en el Estado español realiza algún tipo de
trabajo de carácter manual de baja cualificación. En contrapartida, sólo el 14% de la
población migrante está conformado por directivos y profesionales de alta cualificación,
todos ellos procedentes de países “desarrollados”. La inestabilidad en el empleo de los
trabajadores migrantes es un elemento consustancial al trabajo que desempeñan: durante
el año 2015, el 89,5% de los trabajadores migrantes en nuestro país firmaron contratos
temporales y sólo un 10,45% de contratos indefinidos, porcentajes que se han
mantenido inalterados desde el año 2005.

Pero la realidad de las personas migrantes y racializadas no se entiende sólo con estos
datos económicos; más allá de ellos existe la cárcel, los CIEs, las fronteras o la negación
de atención sanitaria. La cárcel es una realidad cotidiana para las migrantes. En el año
2016, el 22% de las personas condenadas a prisión eran migrantes, y el 30% por delitos
de robo y hurto cuando el porcentaje de personas migrantes en el Estado Español apenas
llega al 10% (en el 2017 es del 9,59%).

Es paradójico por otro lado que la política de extranjería tenga como regla general que
los migrantes que delinquen no puedan permanecer en el país gracias a leyes como la
última reforma del Código Penal o la Ley de Extranjería. Esta normativa prohíbe la
entrada a los migrantes con causas penales, la no autorización de residencia temporal o
de trabajo a los migrantes con antecedentes penales, o directamente la expulsión del país
a migrantes castigados por delitos con pena superior a un año de cárcel. Pero las
instituciones penitenciarias no sólo juegan un papel repres ivo y de control de la
población, sino que también juegan un papel económico, y es que tras los muros de
estas prisiones además, cada año crece el número de presos que desarrollan trabajo
asalariado apenas remunerado y del que se lucran empresas como Telefónica, ACS,
Banco Santander o El Corte Inglés, que además vende sus propios productos a los
presos.

La criminalización de la clase obrera migrante también pasa por todo tipo de controles,
como redadas racistas por la policía: el propio Gobierno español reconoció que desde el
20 de mayo de 2012 hasta enero de 2013 habían sido identificadas 27.107 personas en
el Estado Español, el 53,5% de origen extranjero.

Y en esta misma línea no podemos ignorar la realidad de los internamientos de


migrantes “sin papeles” en CIEs sin haber cometido ningún delito. En total son 7 CIEs
los que siguen funcionando en todo el estado con 3.400 personas migrantes
encarceladas. En estos centros de internamiento, no permiten visitas ni asistencia
sanitaria con garantías (pues no es continuada) y los abusos policiales, enfermedades,
torturas y asesinatos por funcionarios españoles están a la orden del día.
El control de la población migrante también se ejerce mediante la creación de fronteras
defendidas militarmente, con concertinas y asesinatos de la Guardia Civil a migrantes
en las costas españolas. Quienes sortean las balas de los cuerpos represivos tienen
sellada una deportación exprés o “devolución en caliente”, que consiste en la expulsión
de los migrantes que llegan a las costas españolas en cuestión de pocas horas, y todo
ello sin asegurar asistencia sanitaria o procedencia nacional, por lo que son enviados
con grilletes a cualquier país que le parezca “razonable” a las autoridades españolas.
Incluso si logran asentarse en el Estado, se les niega la asistencia sanitaria más básica y
tratamientos médicos en los centros públicos porque no tienen autorización para residir
en el Estado español.

Y decimos que es paradójica esta situación porque la criminalización de la población


migrante y la política de expulsión y veto en el acceso son las dos caras de la misma
moneda: el racismo institucional que favorece la fuerza de trabajo precaria y
superexplotada. De hecho no es para nada casual que el número de migrantes que logran
acceder al Estado español haya disminuido muy considerablemente desde el año 2009.
Y es que el control de fronteras se hace más intenso cuando al estado occidental ya no le
interesa la misma mano de obra barata que en los años de auge económico.

Esta situación de desigualdad, desprotección y superexplotación favorece y


retroalimenta la ideología racista entre la clase obrera doméstica. Esta relación
dialéctica entre racismo e imperialismo no puede perderse de vista, de lo contrario,
caemos en posiciones erróneas y parciales. Justo en esta línea argumenta la comunista
india Himani Bannerji: o bien entendemos el racismo como una cuestión meramente
cultural y despojado del papel económico que supone, o bien entendemos el racismo
como producto inmediato de las relaciones capitalistas, sin entender el peso de la
ideología racista en los centros imperialistas[10]. De ahí que desde posturas
comunistas digamos con igual desatino, que “nativa o extranjera, la misma clase
obrera”. Estas posiciones traen una serie de problemas para alcanzar puntos de
encuentro en la lucha de clases, pues no existe comprensión del origen del racismo ni de
sus implicaciones políticas en el movimiento comunista. Como resalta Bannerji, los
principales movimientos obreros occidentales a menudo rechazan las problemáticas de
la raza como simples políticas del discurso o identidad étnica/cultural. Por el
contrario, los activistas antirracistas a su vez rechazan la política de clase o
antiimperialista por considerarla exclusiva de grupos blancos[11]. Por ello relacionar
automáticamente la base económica capitalista con el racismo, o más bien, reducir éste
a un plano estrictamente economicista, disipa precisamente, estos puntos de encuentro.
Ello de ninguna manera quiere decir que el racismo no tenga ni haya tenido base
económica, es más, tiene una estrecha relación con esta configuración económica que
beneficia a los centros imperialistas.

Expuesto todo esto no podemos aislar la violencia racista ejercida contra la clase obrera
extranjera así como tampoco podemos tomarla de forma aislada sin conexión con las
necesidades de producción del capitalismo en su fase imperialista. Hemos visto que la
violencia contra la población de los países colonizados sigue vigente tanto en el Norte
como en el Sur Global. En este mismo sentido, dice el comunista chino J. Sakai que
pensar que la problemática de raza y clase son realidades separadas y opuestas o
independientes es una aberración liberal, y por ello se pregunta ¿por qué es tan difícil de
entender que al capitalismo, que prácticamente quiere ponernos códigos de barras en
el culo, siempre le ha sido conveniente ponerle colores a sus clases? [12] Y es que el
racismo ha sido y sigue siendo un instrumento del capital para devaluar a población
colonizada y trabajadores migrantes. El racismo, como apunta el militante comunista
sudafricano Hosea Jaffe, es la ideología dominante del colonialismo capitalista en su
lucha por esclavizar y explotar a los trabajadores coloniales, que sirve para legitimar
la explotación sobre los pueblos no occidentales y separar a los trabajadores de los
países metropolitanos de los de las colonias[13].

Sin embargo, aunque haya sido la burguesía colonial o la burguesía imperialista en la


actualidad, la principal beneficiaria del racismo, nunca ha sido exclusivo de ella.
Ejemplos históricos dan una muestra de ello: en 1899 durante una convención de la
NAWSA en EEUU (National American Woman Suffrage Association), se leyó un
manifiesto que se titulaba El deber hacia las mujeres de nuestras nuevas posesiones
(colonias). El conflicto racial por tanto, no emergió espontáneamente, sino que estuvo
diseñado por la clase económica capitalista que necesitaba allanar el terreno para una
explotación feroz para la comunidad negra esclavizada y la población colonial. Los
linchamientos y las turbas racistas aseguraban la brutal explotación de la fuerza de
trabajo negra, turbas que, desde las instituciones estadounidenses, fueron justificadas
como una medida preventiva para disuadir a las masas negras de sublevarse. En 1922, la
barrera de color industrial fue exigida por el trabajo blanco europeo. Combatieron el
empleo de los mineros africanos en los trabajos especializados con el slogan del partido
comunista y laborista, por un Sudáfrica Socialista Blanco. En Italia, tras la caída de
Mussolini, los partidos socialista y comunista pidieron la restitución de los territorios
coloniales de Libia, Eritrea y Somalia, y éste último declaró abiertamente que “debía
haber una diferencia entre las pagas de los trabajadores blancos y negros”. La historia
ha demostrado que las organizaciones europeas de izquierdas han participado y
promovido la explotación de los pueblos del Sur Global. El racismo sin duda alguna se
ha nutrido de estas aventuras imperialistas.

Esta actitud de desprecio por parte de sectores comunistas y socialistas a los proletarios
de las colonias y semicolonias se asoció con la idea totalmente racista de que el
socialismo es algo exclusivamente europeo. Para estos socialistas, sostiene Jaffe, la
consigna “trabajadores del mundo uníos” quería decir darse la mano a través de la
Mancha y el Océano Atlántico, pero no a través del Pacífico, el Mediterráneo y el
Ecuador[14].

Las organizaciones políticas de los estados imperialistas han reflejado directamente las
influencias materiales e ideológicas del imperialismo entre los trabajadores y han
actuado como los mayores transmisores de las ideas colaboracionistas de la clase
dominante. Por ello, en la política de alianzas, como comunistas es necesario analizar
qué sectores de clase son más proclives a sostener posturas racistas. Las llamadas clases
medias o aristocracia obrera, son particularmente inestables y se adhieren fácilmente a
ideales de grandeza nacional o superioridad racial, siendo que la nación o la raza se
convierten en el sustituto de la solidaridad de clase. Precisamente el resultado
ideológico del imperialismo es el de ligar más estrechamente las clases medias al gran
capital y hacer más ancho el foso que separa a las clases medias de la clase obrera más
precaria.

El control de occidente sobre los países del Sur Global, la cuestión de la distribución
mundial de la plusvalía en la fase imperialista y el consecuente racismo de occidente,
son elementos de importancia fundamental para lograr una comprensión más profunda
de las dificultades y problemas de la revolución en los países imperialistas. La clase
obrera cuenta actualmente con elementos muy proletarizados, muchos de ellos
migrantes, que han reconfigurado la correlación de fuerzas en su seno. Es necesario
asumir que para eliminar el racismo y contribuir a la liberación de la población negra y
colonial es necesaria la acción solidaria y revolucionaria contra el imperialismo de los
trabajadores de los países imperialistas, ya que en la medida en que la expropiación de
los países del Sur Global sea apoyada y sostenida por los trabajadores de los países
imperialistas, Europa occidental y Norteamérica seguirán siendo el tapón del
mundo[15]. Como bien afirma Samir Amin, la única manera de superar las limitaciones
de las luchas populares en el Sur y en el Norte es la unión (revolucionaria) de
ambas[16].

6. Conclusiones

Una vez expuesto todo lo anterior, hay que incidir en algunos puntos clave que
determinan la lucha de clases en los centros imperialistas. La primera de ellas es que no
es posible desarrollar una línea revolucionaria sin estudiar las relaciones económicas
imperialistas que asientan y alimentan el racismo, las superganancias de las potencias
occidentales y el reformismo que trae consigo. Tampoco es posible desarrollar una línea
política revolucionaria sin entender la raza, y cómo se origina y mantiene el racismo o
sin comprender como dice Samir Amin[17], que en los países del Sur la mayoría de la
población es víctima del sistema, mientras que en el Norte la mayoría es su beneficiaria
y las luchas de clases en el Norte se han centrado en demandas económicas que
generalmente no cuestionan el orden mundial imperialista.

Toda postura reaccionaria y racista es un verdadero obstáculo en el camino


revolucionario y nos aleja de ese interés objetivo común que tenemos. Sin embargo no
debemos perder nunca de vista que es la burguesía la verdadera y última beneficiaria de
estas divisiones que ella misma provoca y alimenta. Pero para desarrollar esta lucha
política no basta con ser conscientes de las contradicciones en el seno de nuestra clase,
ni llevar a cabo actitudes que sólo tienen eco en el plano más personal; para el éxito de
nuestra revolución necesitamos construir un Partido Comunista para encauzar y dirigir
el proceso revolucionario. Y es que nuestro papel como comunistas ha sido
históricamente clave, y seguirá siéndolo pues, como escribe Marx, los comunistas son la
parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del
mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas el proletariado su clara
visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar
el movimiento proletario[18].

BIBLIOGRAFÍA

El Capital, Karl Marx

Teoría del desarrollo capitalista, Paul Sweezy

El imperialismo hoy, Hossea Jaffe

El imperialismo y la escisión del socialismo, V.I Lenin


Tratado de economía marxista, E. Mandel

Marxismo y revisionismo, V.I Lenin

Las clases sociales y alianzas por el poder, N. Poulantzas

La bancarrota de la II Internacional, V.I Lenin

Libro rojo, Mao Tse Tung

Carta a Bebel (1873), Friedrich Engels

Carta circular a Bebel (1879), Karl Marx y Friedrich Engels

La situación de la clase obrera en Inglaterra, Friedrich Engels

Building from Marx, Reflections on Class and Race, Himani Bannerji

Línea Roja IV, Iniciativa Comunista

El concepto de revisionismo, Iniciativa Comunista

La ilusión del PIB, John Smith

Manifiesto Comunista, K.Marx y F. Engels

Democracia de la abolición, prisiones, racismo y violencia, Angela Davis

When Race burns Class, Settlers Revisited. A Critical Assessment of the U.S. White
Working Class, J. Sakai, Kuwasi Balagoon

Revolución de Norte a Sur, Samir Amin (traducción por Iniciativa Comunista)

Línea Roja V, Iniciativa Comunista

Die Grosse Initiative, V.I Lenin

El marxismo, su historia en documentos: economía, Iring Fetscher

Clases, Erik Olin Wright

Apuntes sobre la cuestión de raza en la lucha de clases, Iniciativa Comunista

[1] Tratado de Economía Marxista, E. Mandel


[2] La tasa de ganancia es la relación de la plusvalía producida respecto a los costes de
producción. Debido a la competencia entre capitales, hay una tendencia a aumentar la
composición orgánica del capital (capital constante y capital variable) y por tanto, una
tendencia a disminuir la tasa de ganancia.

[3] La ilusión del PIB, John Smith.

[4] Das Imperialismus, Fritz Sternberg.

[5] El imperialismo y la escisión del socialismo, V.I. Lenin

[6] Marxismo y revisionismo, V.I Lenin

[7] Hay que tener en cuenta que el salario bruto medio no es el salario más frecuente,
pues el salario bruto incluye el salario de los asalariados en puestos directivos, que no
son clase obrera.

[8]http://www.sepe.es/contenidos/que_es_el_sepe/publicaciones/pdf/pdf_mercado_trab
ajo/imt2016_datos2015_estatal_extranjeros.pdf

[9]http://www.sepe.es/contenidos/que_es_el_sepe/publicaciones/pdf/pdf_mercado_trab
ajo/imt2016_datos2015_estatal_extranjeros.pdf

[10] Building from Marx, Reflections on Class and Race, Himani Bannerji

[11] Ibid

[12] When Race burns Class, J. Sakai

[13] El imperialismo hoy, Hossea Jaffe.

[14] Ibid.

[15] Ibid

[16] Revolución de Norte a Sur, Samir Amin.

[17] Ibid.

[18] El manifiesto comunista, Karl Marx.

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