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SEMINARIO

SOBRE
EL PAISAJE
;
"

Es una publicación de la

JUl1TA DE Rl1DAIUC1A
Consejería de Obras Plíbllcas y Transporte
Centro de Estudios Territoriales y Urbanos
SEMINARIO
SOBRE
EL PAISAJE
Preparación y Ordenación de textos:
Francis Fourneau
Juan Luis Suárez de Vivero

© JUNTA DE ANDALUCIA. Consejería de Obras Públicas y Transportes.


Coordina la edición: Centro de Estudios Territoriales y Urbanos.
N.O Registro: JAOP/DO-011-88.
ISBN: 84-87001-10-6.
Depósito Legal: MA 581-1989
Diseño gráfico: Antonio Gordillo.
Fotocomposición e impresión: GRAFlCAS URANlA, S. A. AvM. Juan XXIII, 35 y Mosquera, 9. Málaga.

SEMINARIO SOBRE EL PAISAJE (P 1987. Madrid).


Seminario sobre el paisaje: debate conceptual y alternativas sobre su ordenación y gestión:
Madrid, 22-23 Junio 1987/ [organizado por la] Juma de Andalucía, Consejería de Obras Públicas
y Transportes, Centro de Estudios Territoriales y Urbanos, Casa de Velázquez. - Sevilla.
Consejería de Obras Públicas y Transportes, 1989
142 p. ; 30 cm.
Texto en español y francés
ISBN: 84 - 87001 - 10 - 6

1. Andalucía. Junta. Consejería de Obras Públicas y Transportes II. Andalucía. Junta. Centro
de Estudios Territoriales y Urbanos III. Casa de Velázquez.

o
SEMINARIO
SOBRE
EL PAISAJE
Debate Conceptual y Alternativas sobre
su Ordenación y Gestión.
JUNTA DE ANDALUCIA.
CONSEJERIA DE OBRAS PUBLICAS Y TRANSPORTES.
CENTRO DE ESTUDIOS TERRITORIALES Y URBANOS.
CASA DE VELAZQUEZ.

Madrid, 22-23 Junio 1987


Sevilla, 1989
Indice

·, d . .
R elaClOn e partlCIpantes . ... .... ..... ..... .. ........... .... ......... .. . ..... .. ... . 9

Apertura del Seminario ..... .. .. .... .... .... ...... ........ ......... .. ...... .... ... . 11

Introducción Preparatoria ..... ... .. ..... ...... ... .. ... ...... .. . .. .... .. .......... . 13

SESION 1. ASPECTOS CONCEPTUALES

Presidente: Francis Fourneau


Ponente-Relator: Juan L. Suárez de Vivero

Quelques reflexions preliminaires sur la notión de paysage:


ses "production et perceptions" son amenagement...
Francis Fourneau .... ...... .. .. ... .. ..... .. .... .. ..... .. ..... ..... .. ... ..... .. ...... 21

El Concepto del Paisaje.


Juan Luis Suárez de Vivero ............... .. .. 25

COMUNICACIONES
Aspectos Metodológicos.
Domingo Gómez Orea ... .. .. .. . .... . . ........ ... ..... ..... ...... ............... .. 28

Ciencia o Poesía: La temática específica del paisaje.


Fernando González Bernáldez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30

Le Paysagiste face aux transformations du paysage rural.


Ideologies et pratiques.
Yves Luginbuhl . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . ..... ... . . . . . . . .. . .... ... . . . . . . . .. . . .... . 36

COLOQUIO ....... .............. . ... ... ..... .............. ................. .. ... ... 44

SESION 2. EL PAISAJE MEDITERRANEO

Presidente: José Garrido Malina


Ponente-Relator: Yves Luginbuhl

El Paisaje Mediterráneo.
José Garrido Malina............ ... ... .. ......... ... ............ ... .. .. .. .. .. . .. . :=;9

Rapport de la seconde sessión sur le Paysage Mediterraneen.


Yves Luginbuhl ..................... .. .... ...................... ...... .. ... .. ....... 61
COMUNICACIONES

El entendimiento del monte en la génesis de la política forestal española.


Josefina Gómez Mendoza ..... ......... ..... ...... .... .......... ........ .. ..... .. . 64

La evolución de los paisajes cinegéticos andaluces .


Antonio López Ontiveros .......... .............. . ....... ... .. .............. ...... 79

COLOQUIO .. .... ...... ......... ... ................. ... ............................ 87

SESION 3. ORDENACION DEL PAISAJE

Presidente: Juan I. Zumárraga Zunzunegui


Ponente-Relator: Franco Posocco

Planificazione del Paesaggio.


Franco Posocco .......... ... ............... ..... ... ......... .... .......... .......... 95

COMUNICACIONES

El Paisaje y la planificación del territorio.


Joaquín GonzáJez Daimiel Garda .............. .......... .............. ......... 98

Notas sobre el paisaje en el orden jurídico.


Alfonso Garda Borja....... ...................................... ........ ......... . 1 4

Paisaje y recreación en los espacios periurbanos.


Manuel Valenzuela Rubio ...... .. .......................... ....................... 114

Le Paysage dans les lois d' emenagement e[ d'urbanisme.


Lucien Chabason ... .... ... .......................................................... 122

COLOQUIO ......... ........................... .................................... 126

CONCLUSIONES
Lucien M. Chabason . ... ............. ....................................................................... 133

Paisaje y Ordenación del Terri mio.


Florencio Zoido Naranjo........ ................................................................................... 135
Relación de participantes

Arias Goytre, Félix: (Director General de Urbanismo. Comunidad A utónoma de Madrid).


Batiste, Albert: (Diputación de Barcelona. S. o de Parcs Naturals).
Benabent Fernández de Córdoba, Manuel: (Geógrafo. Jefe S. o CE. T. U.).
Chabason, L.: (Dtr. du S.R.E. T.1.E. Ministere de l'Environnement. Neuilly Sur Seine).
Challet, J.: (Chargé de missión au conservatoire de l'Espace Littoral. Rochefort).
Chicoye, c.: (CR.A.E. de Provence. Marseille).
Fourneau, Francis: (Director de Estudios de la Casa de Velázquez, Madrid).
García Borja, Alfonso: (Licenciado en Derecho. Jefe S. o Dirección General de Urbanismo.
Comunidad A utónoma de Andalucía)'
García-Pablos Ripoll, Rodolfo: (Director General de Ordenación del Territorio y Medio
Ambiente. Comunidad Autónoma de Madrid).
Garrido Molina, José: (Director General de Urbanismo. Comunidad Autónoma de
Andalucía)'
Gómez Mendoza, Josefina: (Catedrática de A~álisis Geográfico Regional. Universidad
A utónoma de Madrid).
Gómez Orea, Domingo: (profesor Titular de la Cátedra de Proyectos y Planificación Rural.
Universidad Autónoma de Madrid).
González Bernáldez, Fernando: (Catedrático de Ecología. Universidad Autónoma de
Madrid).
González-Daimiel García, Joaquín: (Biólogo. Empresa Consultora Imagen. Sevilla)'
López Ontiveros, Antonio: (Catedrático de Geografía Humana. Universidad de Córdoba)'
Luginbuhl, Y.: (Chargé de recherche au CNR.S. París).
Martínez de Pisón, Eduardo: (Catedrático de Geografía Física. Universidad Autónoma
de Madrid).
Montaner Roselló, Jaime: (Consejero de Obras Públicas y Transportes. Comunidad Autó'
noma de Andalucía)'
Morales Matos, Guillermo: (Director General de Ordenación del Territorio y Medio
Ambiente. Comunidad Autónoma de Asturias).
Posocco, Franco: (Segretario Regionale per il territorio de la Regione del Veneto. Venecia).
Riquois, A.: (Attaché agricole al'Ambassade de France en Hollande. La Haya).
Rodríguez Rueda, José: (Viceconsejero de Obras Públicas y Transportes. Comunidad
Autónoma de Andalucía).
Rubio de Grall, M. a José. (Arquitecta).
Suárez de Vivero, Juan Luis: (profesor Titular de Geografía Humana. Universidad de
Sevilla)'
Valenzuela Rubio, Manuel: (Catedrático de Geografía Humana. Universidad Autónoma
de Madrid).
Zoido Naranjo, Florencio: (Director General del Centro de Estudios Territoriales y Urbanos
(CE TU). Comunidad Autónoma de Andalucía)'
Zumárraga Zunzunegui, Juan l.: (Director General del Instituto de Territorio y UTba-
nismo. MOPU - Madrid).
APER1'URA DEL SEMINARI()
. ... . . . .. . . ...... . .... . ... .. . ... ... .. ........ .. ...... .. ........ . .... . ...

Proponer la realización de un seminario sobre el paisaje, tiene para los responsables


de este órgano de la Administración un alcance que sitúa esta temática en un nivel
cuya complejidad y densidad desbordan las apreciaciones meramente estéticas.
Nuestra responsabilidad administrativa se sitúa en un lugar desde el cual se asiste, no
sin grave preocupación, a intensos procesos de transformación territorial en los que están
implicadas actividades profundamente tradicionales como la agraria, el rápido avance
de la urbanización y la creación de las grandes infraestructuras.
El deterioro del suelo rústico, la modificación y alteración de los parajes naturales y
los entornos urbanos, los cambios radicales que se han operado en las actividades produc-
tivas, son fenómenos íntimamente conectados cuya expresión global e integrada se proyecta
en lo que convencionalmente denominamos paisaje.
La relevancia de lo paisajístico viene determinada no sólo por todas estas implicaciones
territoriales y económicas, sino también por la influencia que tiene en los comporta-
mientos colectivos. Por una parte, el paisaje tiene una función simbólica que expresa
los valores mlturales, estéticos y artísticos en los que se reconoce una colectividad y a
través de los cuales se perpetúa.
Por otra parte, el paisaje es trasfondo y objeto mismo de gran parte de las actividades
recreativas y de esparcimiento. La asignación de valores y la manifestación de preferen-
cias afectan directamente a la movilidad de los grupos sociales en la elección de los lugares
de expansión.
Estas cualidades y la notable capacidad para expresar la integración de la actividad
humana con el medio, obligan a dedicar una especial atención al paisaje, así como a
emprender un proceso que permita su ordenación y gestión.
Este propósito no está exento de dificultades de las cuales la Administración es plena-
mente consciente.

La propia conceptualización de lo paisajístico entraña una notable amplitud de crite-


rios. Su estudio científico, si bien muestra una notable riqueza de tratamientos que
pone de manifiesto el interés q~te genera en distintos campos disciplinarios, debe hacer
frente a las dificultades teóricas y metodológicas que presentan el estudio de la globa-
lidad y la conectividad entre elementos físicos y socioeconómicos que definen el paisaje,
caracterizado además por su potente dimensión sociológica.

En cuanto a los aspectos biofísicos del paisaje, el ámbito mediterráneo en el cual se inscribe
el territorio andaluz, muestra unos rasgos definitorios que obviamente deben ser consi-
derados por la acción ordenadora. Particularmente, su fragilidad y el establecimiento
de equilibrios mantenidos activamente por el hombre, dando como resultado ámbitos
naturales como las dehesas.

Se precisa pues identificar, definir y valorar los rasgos y atributos del paisaje medite-
rráneo, sus niveles de organización y funcionamiento, en un sentido tal que puedan
integrarse operativamente en los mecanismos de planificación y gestión.

Este último nivel propositivo que debe articular directamente la Administración es,
lógicamente, nuestra más inmediata preocupación.

Para avanzar en este campo contamos con las experiencias ya existentes en otros países
de nuestro entorno, lo cual permite discernir entre la bondad de las distintas aproxi-
maciones y fórmulas puestas en práctica.

Existe ya una sustanciosa tradición ordenadora que generalmente se ha centrado en


elementos aislados y que han contribuido a mejorar notablemente ciertos aspectos
paisajísticos.

Nuestro objetivo es desarrollar tales técnicas y aplicarlas convenientemente, pero igual-


mente estamos interesados en avanzar hacia la consecución de normas, instrumentos
y técnicas que permitan un tratamiento más integrado.

Este Seminario constiUtye pues un paso significativo en el proceso de exploración en


el campo teórico y en las posibilidades técnicas e instrumentales de la planificación del
paLSaje.

D e los resultados de los debates y del intercambio de información surgirán sin duda
nuevas orientaciones y propuestas aplicables a la política territorial, y consecuentemente
susceptibles de mejorar nuestra calidad de vida.

En este sentido, la cooperación con instituciones científicas y culturales se muestra suma-


mente valiosa y la realización de este Seminario es prueba de ello. El convenio con
la Casa de Velázquez ha permitido ya la elaboración de trabajos que han abordado
el estudio del paisaje en Andalucía, ya partir de los cuales puede seguir desarrollándose
una sólida línea de trabajo e investigación.

Jaime Montaner Roselló


Consejero de Obras Públicas y Transpones
INTRODUCCIO~ PREPARA1 ()RIA::' 1

., .. . . . .. . .. ... . .. . ................... . ...... .... ........... ..... .. .. .. .......... . .

Juan 1. Suárez de Vivero

Justificación
En los últimos decenios se han producido cambi os muy apreciables en los usos del
suelo, acompañados de fuert es intervencio nes territoriales provocadas por las acti-
vidades agrícolas e industriales, los inten sos ritm os de urbanización y la creación
de infraestructuras.
La transformación de actividades tradi cionales -cuando no su desaparición- y el
retroceso del suelo no urbanizable han modificado las fiso nomías de los entOrnos
urbanos y agrarios, generándose nuevas imágenes territoriales como productos de
cambio e innovaciones, todo ello acompañado de un creciente deterioro ambiental
y pérdida de calidad del espacio urbano, agrari o y natural.
Todos estos fenómenos tienen finalmente una expresión paisajística, que implica
algo más que la adición o acumulación de hechos sectoriales, exigiendo por tanto
un tratamiento diferenciado y necesariamente innovador.

Objetivos
El Seminario tiene como finalidad glo bal iniciar una aproximación a la cuestión
del paisaje, de manera que los órganos administrativos puedan desarrollar adecuados
instrumentos de ordenació n y regulación del p aisaje. Este propósito plantea una
amplia gama de problemas - conceptuales, técnicos, jurídicos ... - , en torno a los
cuales es preciso fijar unos puntos básicos que permitan plantear con precisión los
trabaj os n ecesarios para definir las formas de intervención.

Estructura
El Seminario se desarrolla en tres sesiones, con el siguiente campo temático:
Sesión 1. Aspectos conceptuales.
Sesión 2. El paisaje mediterráneo.
Sesión 3. Ordenación del paisaje.
Para cada uno de estos temas se fijan unos puntos en torno a los cuales se des-
envuelve la discusión para, posteriormente, elaborar las conclusiones.
El sistema de intervención se organiza a partir de las aportaciones prevjamente
presentadas por esc ri to y expuestas en cada sesión por un relator, con objeto de
faci litar e intensificar la discusión y el intercambio de puntos de vista.

" Previamente distribuida a los participantes del Seminario.


SES ION 1. ASPECTOS CONCEPTUALES

Objetivos
El co ncepto de paisaje es notablemente amplio, admite una extrema diversidad de
acepc iones y es inseparable de los procesos perceptivos del entorno. Los objetivos
a cubrir en esta sesión son los sigui entes:
1. Fi jar y delimitar el concepto que dentro del ámbito teórico están más conso-
lidados y aceptados por la com unidad científica.
n. Qué enfoques son los más apropiados para desarrollar la ordenación y gestión
del paisaje.
III. Procedimientos para la valoración colectiva del paisaje y aplicabilidad a la
orde nación del territorio .

ELEMENTOS DE DISCUSION
Paisaje-Naturaleza
Esta asociación aparece nítida y la propia eti mología (en inglés y alemán) así lo refleja.
Lo natural no obstante puede estar más estrechamente li gado a las permanencias
históricas o al medio ambiente (USA). Esta perspectiva descarta en la concepción
del paisaje al medio urbano, aunque gran parte de los planificadores incorporan
en alguna medida el tratamiento urbanístico.

Valores culturales, estéticos y artísticos


El componente natural es dominante en la conformación de las imágenes paisajís-
ticas, pero con una clara presencia de la intervención human a ligada tradicional-
mente al espacio cultivado y a ámb itos territoriales pertenecientes a com unidades
homogéneas. En este sentido, paisaje es la expresión de una colectividad, donde los
valores están más asociados al pasado que a la innovación. Esta apreciación excluye
igualmente lo puramente natural, la naturaleza sin constancia hum ana. Una de las
consecuencias más relevantes de esta conceptuación es que sitúa la ordenación del
paisaje en un plano más completo y complejo que la mera ordenación del medio
físico.
Los aspectos estéticos y artísticos aparecen con gran fuerza en la valoració n del paisaje
y puede afirmarse que éstos han sido cr uciales en determinadas épocas históricas,
conformando las preferencias colectivas. Generalmente, las consideraciones esté-
ticas carecen de sentido utilitario o productivo, aunqu e la sensación de belleza en
el paisaje parace estar asociada a su funcionalidad.

Respuestas humanas
La capacidad evocadora del medio resulta uno de los rasgos más significativos del
fenómeno paisaje, generando respuestas humanas muy diversas según las culturas,
niveles sociales, económicos, etc. Parece indudable que la morfología y los usos del
suelo influyen en los procesos de percepción, y en la creación de sensaciones placen-
teras o de rechazo.
Aunque la dim ensión psicológica es do minante en la determinación de lo paisajís-
tico, el estudio del paisaje desde esta perspectiva tiene co mo objeto, no el paisaje
en sí, sino las experi encias y percepciones de los individuos . El paisaje co mo
rumor.
Uno de los problem as asociados a la perspectiva psicológica en el estudio del paisaje
es el de la determin ac ión de los valores, significados, símbolos, atributos, prefere n-
cias y prejuicios; la noción de belleza y sus co mponentes biológicos. Particul armente
complejo resulta establecer patrones que tengan una validez norm ativa teniendo
en cuenta las diferencias geográficas, temp orales, educacionales, políticas y sociales.

Ecología del paisaje/ciencia del paisaje


Aunque el paisaje es materia de co nocimiento ge neral, el entendimi ento integrado
es muy débil. La co nstitu ción de una Ecología del paisaje - fund amentalmente en
Europa central y oriental- co mo disci plina científica, aspira a un trata mi ento inte-
grador, en el que se incluyen aspectos sociológicos, económicos, geográficos y cultu-
rales conectados co n el uso del suelo. Se pretende así dar satisfacción a la noción
de paisaj e como totalidad espacial y visual del espacio vivido humano, integrando
la geosfera con la biosfera y los artefactos noosféri cos elaborados por el hombre
(Nave h Z. , Lieberman, A. S., 1984).
Si bien esta aproximación recoge la co mplejidad y el más alto nivel de integración
y relación, su aplicación encuentra todavía seri as dificult ades .

SESION 2. EL PAISAJE MEDITERRANEO


Objetivos
E l nivel propositivo que actualmente afecta al tratami ento del paisaj e en España
descansa casi íntegr amente so bre la adopción de medidas cautelares, basadas en la
ausencia o restricción import ante de actu aciones sobre el medi o. Sin embargo, las
estrategias de co nservación del entorno o la recuperació n fís ica, ecológica y cultu raL
conllevan en nu mer osas ocasiones la necesidad de impulsar acciones directas so bre
determinados aspectos del mismo, dir igidas a restitu ir car acterísticas del medi o que
han sido degradadas y se encuentran amenazadas por intervenciones no acordes con
la capacidad de aqu él para absorberl as . En este sentido, los objetivos perseguidos
en esta sesión son los siguientes :
Diagnósti co y causas de alteración del paisaje mediterráneo .
Posibilidades y técnicas de tratami ent o y regener ación de los paisaj es medi-
I
terraneos.

ELEMENTOS DE DISCUSION
Atributos paisajísticos del ámbito mediterráneo
Se incluyen en este ámbito de discusión los aspectos relativos a los rasgos definito-
rios de las manifestaciones paisajísticas del ámb ito mediterr áneo . Estas vienen deter-
minadas por características del medio natural y la interacción que con ellas ha

I
establecido la acción humana a lo largo de la historia. Su resultado se ha manifes-
tado de gran importancia e interés científico y tecnol ógico en el Mediterráneo, y
ha contribuido al establecimiento de nuevos equilibrios mantenidos activamente
por el hombre, permitiendo de esta manera la evolu ción de un sistema se minatural
muy diverso. En este sentido las dehesas constituyen un magnífico ejemplo .
De cara a la planificación territorial, es preciso defin ir y valorar los rasgos y atri-
butos tanto naturales como culturales que permitan la identificación de pautas de
organización y funcionamiento de los escenarios paisajísticos mediterráneos . La
amplia diversidad de características y elementos utilizados para la definición, siste-
matización y valoración del paisaje, así como las diversas aproximaciones que su
estudio y tratamiento reciben, dificultan su plena integración en los objetivos de
la Planificación del Territorio. En base a ello se hace necesario disponer de fórmulas
concurrentes, desde un punto de vista integrador, para su estudio, tratamiento y
articulación en los esquemas pro positivos de la ordenación del territorio.

La función social del paisaje.


Aptitudes y utilización del paisaje mediterráneo
El punto de partida formulado anteriormente no se puede des ligar del contenido
utilitario del paisaje, tanto desde un punto de vista activo como pasivo. El paisaje
cumple así una función social cuya envergadura está empezando a ser considerada
en toda su magnitud. Independientemente de las connotaciones de protección del
medio ambiente, ampliamente asumidas aunque no resueltas, entra de lleno en la
esfera de las necesidades que el desarrollo social y cultural de la actividad humana
demandan. Desde este punto de vista el paisaje en su acepción más amplia juega
un papel de "equipamiento", que hoy día resulta deficitario pudiendo atribuírsele
la doble condición de utilidad y escasez. Como factores concurrentes en esta situa-
ción, hay que recurrir en último término a la independencia con que hasta ahora
se ha llevado a cabo la utilización del paisaje con respecto a su capacidad de acogida
y su aptitud para las diversas manifestaciones del desarrollo antrópico, tanto en su
condición de escenario que acoge la actividad humana, como en la intensa manipu-
lación que con diversos fines se ha venido efectuando del propio concepto.

Impactos paisajísticos. Usos impactantes y efectos sobre el paisaje


La amplia diversidad y magnitud de intervenciones derivadas de la actividad humana
se ha materializado inevitablemente en la inducción de numerosos impactos visuales
y paisajísticos, cuya expresión territorial muestra un carácter desigual. Los espacios
con mayor nivel de degradación visual corresponden a aquéllos que polarizan el
uso industrial y el desarrollo urbanístico con fines residenciales y turísticos, desta-
cando el entorno de los grandes núcleos de población y especialmente el ám bito
litoral. Sin embargo el territorio sujeto a usos y aprovechamientos tradicionales
más ligados a las características del medio natural, soportan en numerosas ocasiones
alteraciones que por su magnitud y persistencia pueden arruinar las características
tanto ecológicas como paisajísticas de los ecosistemas mediterráneos. Las exte nsas
repoblaciones forestales con especies exóticas y la consiguiente transformación del
suelo por aterrazamientos, las rozas para el pastoreo, la sobreexplotación de los
recursos hídricos, etc., constituyen a este respecto algunos de los ejemplos más signi-
ficativos en los ecosistemas mediterráneos .


La correcta identificación de los impactos de carácter paisajístico y visual, así como
la determinación de los factores o elementos implicados y la valoración de los efectos
directos o indirectos propiciados, constituyen la herramienta básica para el trata-
miento del paisaje desde la óptica de la preservación y regeneración.

SESION 3. ORDENACION DEL PAISAJE


Objetivos
La ordenación del paisaje contiene numerosos elementos que son ya en alguna forma
tratados separadamente o sectorialmente por distintos órganos administrativos. Esta
situación, sin embargo, no es satisfactoria ya que se carece de normativa, instru-
mentos y técnicas que se centren estrictamente en el paisaje como globalidad. Resolver
estas carencias requiere profundizar en punto tales como:
Principios generales de la ordenación.
Técnicas de conservación, restauración y creación del paisaje.
Ordenación integrada y ordenación sectorial.

ELEMENTOS DE DISCUSION
Conservación e innovación
La actitud hacia el paisaje suele ser estática y preservacionista; gran parte de las
intervenciones se orientan a la reconstrucción o mantenimiento de imágenes tradi-
cionales, lo cual es difícil de conciliar con la inevitable evolución de transforma-
ciones sociales y económicas.
Bajo esta perspectiva la creación de paisajes encuentra escasas posibilidades de desa-
rrollo . En este mismo plano habría que situar los objetivos de los proyectos paisa-
jísticos cuya finalidad práctica y eco nómica es escasamente perceptible.

Paisaje y experiencia
El desarrollo de la planificación paisajística ha centrado gran parte de sus objetivos
en la elaboración/ manipulación del paisaje, pero ha actuado débilmente en la crea-
ción y estimulación de vivencias paisajísticas. A este propósito parecen obedecer
numerosas iniciativas de conservación y restauración paisajística cuya finalidad
dominante es proporcionar áreas de recreo y amenidad favoreciendo la diversidad
funcional (en obras públicas y espacios productivos) .

Paisaje-Medio ambiente
La elaboración de la Directiva sobre Evaluación de Impacto Ambiental, parece un
camino con claras posibilidades para la gestión del paisaje si el E.I.A. atiende, más
que a predecir los efectos asignados por los proyectos, a determinar los impactos
so bre el paisaje o sobre el hombre como usuario del espacio exterior.

La escala del paisaje


En una primera aproximación, los objetivos de la ordenación determinan la escala
de intervención. Bajo ciertos enfoques que relacionan el concepto de paisaje con
colectividades red ucidas y con la capacidad hum ana de aprehensión del medi o, no
parece presentar mayores dificultades la selección de escala. Pero actualmente la
capacidad de intervención, la magnitud de los impactos y la propia tecnología de
reconocimiento territorial, abre n nuevas perspectivas todavía no exploradas.

Paisaje y paisajes
La práctica de la planificación del paisaje parece desarrollarse preferentemente aten-
diendo a a pectos sectoriales: paisaj e de la industri a, los embalses, parques, bosques,
obras de defensa, edificación o nuevas ciudades. En este tipo de planificación se desa-
rrollan básicamente tres líneas de trabajo:
a) Realización de diseños de calidad, innovadores y no discordantes con el medio.
b) Tecnología de ocultación. Utili zada también como alternativa a la zonificación .
e) R e rauració n. Aplicada preferentemente a las obras públicas y minería.
En 'uantO a la ordenación integrada y global, no faltan los eje mplos que avalan
ta po ibilidad y su puesta en práctica, aunque dada su novedad y complej idad la
dihl ión es todavía limitada. Su aplicación aparece asociada a la planificación de los
u o del suelo y la toma de decisiones.
Den ro de este enfoque desarrollado por la ecología del paisaj e se han form ulado
propue ras que deben ser tomadas en consideración (Política de conservación holística
dellIediterráneo ; Libro Rojo de los paisajes mediterráneos amenazados).
SESION 1. ASPECTOS CONCEPTUALES
........... . .. ....... ...... ... . . . .. . . . .. .. .. .. ... .. .... . .... ...... . . . ... ... ... ......... . .
Presidente: Francis Fourneau
Ponente-Relator: Juan L. Suárez de Vivero
FRANCIS FOURNEAU
.............. . ................... . . .. . ...... . .. . ... . ..
QUELQUES REFLEXIONS PRELIMINAlRES
SUR LA NOTION ~E PAYSAGE:
SES " PRODUCTION ET PERCEPTIONS"
SON AMENAGEMENT .. .

Ce séminaire entre dans le cadre des préoccu pations actuelles de la Junta de Anda-
lucía qui souhaite mener une reflexion sur l'Aménagement du paysage, mais il peut
aussi etre considéré comme una conclusion au programme de recherche, portant
sur "Evolution des Paysages, Transformations Socio-économiques et Aménagement
du Territoire en Andalousie Occidentale", mené conjointement de 1980 1985 par a
la Casa de Velázquez, la Junta de Andalucía et le C.E.O.T.M.A. dans le cadre de
l'Equipe Pluridisciplinaire Franco-Espagnole de la Casa de Velázquez en Andalousie.
Comme responsable de la coordination de ce programme, je vais essayer d'ouvrir
le dé bat de ces deux journées en vous faisant part de quelques reflexions tirées de
l'expérience et des conclusions de notre propre recherche comme d'autres du meme
type menées en France. Les rapporteurs seront ensuite chargés de centrer les débats
a
sur la thématique propre chacune des trois sessions, telle qu'elle a été définie dans
le texte préparatoire que vous avez rer;:u. Ils seront bien sur aidés par les textes qui
leur seront parvenus en temps utile.
Tout le monde reconnalt que le paysage c'est d'abord ce qui se voit (R. Brunet).
C'est una réalité vue par des observateurs, c'est une expérience sensorielle complexe.
Mais il est clair que nous le voyons différemment si nous sommes producteurs de
ce paysage ou simples consommateurs, si nous agissons sur l'espace pour le marquer,
le modifier, ou si nous nous contentons de le contempler.
C'est par exemple la différence de perception entre l'agriculteur et le touriste.
Mais il peut y avoir aussi contradiction ou conflict entre les propres producteurs
du paysage: ainsi entre les ruraux et les citadins, "les habitants et les résidents"
(Marie).
Les ruraux produisent leur paysage en cultivant, défrichant, plantant, en construi-
sant, en aménageant la voirie rural e et les petits équipements publics ruraux.
Les citadins (particuliers et Administrations plus ou moins technocratiques) produi-
sent un paysage rural en construisant (résidences secondaires ... ), en boisant (Pinedes,
Eucalyptus), en aménageant les grands équipements routiers, les barrages, les usines,
les complexes touristiques.

I
a
Chacun est en général satisfait par le paysage qu'il produit pour répondre ses besoins
et agressé par le paysage qui découle des besoins des autres. Le probleme est donc
complexe.
De plus, cene définition du paysage produit par des actions multiples sur l'espace
a
rural, s'oppose la conception "paséiste" d'un paysage témoin d'un age pré-industriel,
d'un paysage patrimoine cuLturel (musée) et contraire sy mb olique de la ville.
C'est vers ce type de paysage que vont tout naturellement les désirs des "consom-
mateurs" de paysage rural, visiteurs occasionnels, touristes ven us de l'extérieur.
D'ou les conflits entre un paysage vécu, vu de l'intérieur, ressenti par rapport aux
travaux, contraintes et loisirs du quotidien et un paysage vu de l'exthieur par ceux
qui vivent ailleurs.
Il semble logiq ue de considérer que le paysage vécu de l'intérieur a plus d'impor-
tance sociale et culturelle que le paysage vu de l'extérieur. Cene position est pour-
tant contestée par ceux qui ve ulent préserver la beauté des paysages au travers de
normes et de regles élaborées de l' extérieur.
Ce qui frappe donc dan s la production comme dans la perception du paysage c'est
une grande discordance entre les divers "acteurs" et "usagers" du paysage et donc
une grande complexité pour résoudre ces contradictions . Aménageurs institution-
nels ou professionnel doivent donc res ter modestes et leur role pourrait erre non
pas d'apporter aux ruraux un savoir prétendu supérieur mais de trouver avec eux
des outils pratiques et culturels utiles pour réscudre les principales contradictions .
Le paysage est en effet un "Phénomene total" un systeme, dont l'équilibre résulte
de perpétuels changements. Il ne peut donc pas s'analyser comme un état fixe de
la matiere, mais comme un mouvement (d'ou le titre de notre programme de
recherche : Evolution des paysages, transformations socio-économiques ... ).
C'est pourquoi la notion de "production" O~t transformation du paysage a tant d'impor-
tance. Elle résulte d'une multitude d'interventions humaines sur le milieu géograp-
hique et ces interventions sont finalisées : elles tendent vers des résu ltats économiques
o u des objectifs socia ux. Ces interventions sont en outre, conditionnées par des
interactions de données économiques et sociales.
Or, ce qui caractérise aujourd'hui la production du paysage, par rappon aux paysages
des sociétés rurales pré-industrielles, c'est qu'elle ne procede pas d'une logique unique
d'intervention mais d'une pluralité de logiques disjointes dont les impacts dans
l'espace local sont juxtaposés. La logique de la production agricole est dissociée de
celle de la production touristique et de l'équipement collectif, par exemple. Ces
logiques ont chacune leurs contraintes et leurs finalités, ce sont des ''filieres'' qu i
recoupent le territoire local mais dont les centres de décision sont en amont ou
en aval (Mechassagne).
Mais la pe?-ception du paysage est elle aussi hétérogene, car ceux qui regardent le
paysage Ont aussi leurs logiques, leurs structures mentales et culturelles, leurs systemes
de valeurs tres divers selon leur position par rapport au territoire pen;:u.
Ainsi aux relations anciennes entre un territoire et la société qui l'utilise, marquées
par l'unité des logiques de production du paysage et l'homogénéité des fa<;:ons de
le percevoir, s'est substituée une relation éclatée et me me un faisceau de relations
contradictoires.

I
.. ... . .. . .. .. .... . ...
Dans cette situation du e principalement aux tra nsformations rapides et profo ndes
qu'ont véc ues les sociétés rurales depuis un quart de siecle, les mots sont ambigüs,
leur sens n' est pas le meme pour tou s. Les norm es du beau et du laid, du bo n et
du mauvais, le mot " paysage" lui meme, la notio n d'intégration au paysage,
s' emploient dans des contextes différents. Un hangar agricole, par exe mpl e, est bien
intégré a une percetion agricole du paysage, ill'est moins a une perception esthetico-
to uristique. Une plantation d'Eucalyptus dans la Sierra Norte de Seville ou de Huelva
n' est pas per s: ue de la meme fas:o n par l'éleveur, le chasse ur, l'industriel de la pate
a papier, le propriétaire terrien ou le jo urnalier agricole, les vieux ou les jeunes.

La questi on qui se pose alors est celle de la légimité des acti ons sur le paysage: quel
est le droir de chaqu e acteur d'agir sur le paysage, po ur le modifier, ou le préserver,
au risqu e de choquer la pratiqu e ou la perception qu 'en ont les autres acteurs?

Si le paysage doit plutot appartenir a ceux qui le font de l'intéri eur qu 'a ce ux qui
le regardent de l'extérieur, c'est que le fa it de vivre qu otidenn ement dans un pays
et d' y travailler peut etre considéré co mm e so urce de droits. M ais en fait, la qu es-
ti o n n' est pas simple car certains lieux apparti enn ent simultanément a plusieurs
cultures et en outre, l'éclatement culturel de bien des sociétés locales ne leur permet
pas de "créer de l 'harmonie". En revanche il est difficile et vo ire me me in acceptable
que " l'har m onie" puisse etre plaquée ou imposée de l'extérieur. Ce ser ait la néga-
tion de la notion de paysage et sa transform ation en simple décoT.
Co mment résoudre ces co ntradictions?
Il faut d'ab ord espérer qu e les nouveaux po uvoirs régionaux ou auto nomiqu es, qui
so nt situés plus pres des réalités quotidiennes des sociétés local es, puissent jouer
un role interessant en ce do maine en donnant o u redo nn ant, entre autre, la parole
a ceux qui vivent le paysage de l'intérieur, sans oubli er bien sur de leur apporter
to uj ours davantage d'inform ati on et de for mati on de l'extérieur.
Il faut aussi que les sociétés locales soient a la fois pleinement co nscientes de leurs
droits sur le paysage mais aussi de leur devoirs . O r, pour ce qu e nous avo ns pu
vérifier en A nd alousie, aussi bien chez les habitants de la Sierra Norte qu e du
Vigno ble de Jerez, d'apres leurs propos comm e d'apres leurs pratiqu es, il se mbl e
bien que la légitim é de l'acti on sur le paysage puisse etre fondée a la fo is sur la cons-
cien ce qu 'o n en a (les valeurs qu'on lui attribue) et la responsabilité que l'on engage
aussi bien vis-a-vis des legs de l' histoire que des gé nérations futures (valoTiser un
a
patrimoine hérité pour le transmettre ses enfants).
Mais si l'o n résoud dans ce sens la qu esti o n de la légimité, il en surgit une autre
to ut aussi redo utable: comment inteT'veniT "correctement" sur le paysage ?
Pe ut on se co ntenter de chercher la réponse dan s la noti on de fonction ? Pour qu ' un
paysage ait to utes les chances d'etre harm o ni eux ne fa udrait t-il pas avant tout que
chacun de ses éléments ait un e fonction intelligible au sein de l' ense mble. A insi
si l'on co mprend par exe mple, la fo nctio n du chene-vert (e ncina) sur les pentes de
la Sierra Norte, si ces arbres so nt pers:us co mme nécessaires de par leur fo nction
(ce qui est le cas) ils le so nt aussi comme élément du paysage . Le probleme est en
to ut cas différe nt po ur les E ucalyptus.. .
Q uand il s'agit de batim ents, la fo nction ne suffit plus, illui fa ut ajo ut er la forme.
U n hangar o u un silo peuvent avoir un e fo nction évidente et nécessaire mais un e
forme critiquable, La notion de 'Jonne" induit la natu re du matériau et la couleur.
Alors qu e la fonction répond aux nécessités d'aujourd'hui et de dem ain, la forme
appelle a un lien de continuité avec le passé qui n'est pas évident . Elle conduit a
la notion d'intégration qui reste bien sur toujours ambi güe. Elle pose le probleme
de l'innovation, de la création. Et c'est la qu'intervi ent aussi la nqtion "d'espaces
masqués" définie par y Lacoste co mm e les espaces qui changent selon les points
d'o bservation et qui sont donc les lieux Ol! devraient "se cacher" les équipements
ou constructions les plus perturbateurs du paysage. S'il faut repérer et cartograp-
hier a cette fin les points d'o bservation privilégiés d'un paysage, pour essayer de
résoudre le probleme ambigü de l'intégration, il faur faire appel aussi a ce que certains
(Kalaora) appellent "l'esprit du lieu" voire "le génie du lieu ". Il s'agit d' un ensemble
de perceptions er de "compréhensions" de ce lieu co mme syste me co mplexe, diffici-
lement explicite en termes rati onnels mais ressenti com me une réalité indéniable
au niveau supra-rationnel ou émotionnel. Mais "l'esprit du lieu': norme synthétique
fortement intériorisée, ne peut l'etre que po ur ceux qui connaissent intimement
le lieu et encore fa ut-il etre capable d' une particuliere qualité de perception, etre
un sage du lieu en quelque sorteo
Ainsi le paysage pour résoudre ses contradictions aurait besoin de "sages", capables
d'évaluer les interventions hum aines par rapport a un tout culturel non réduit a
la somme de ses parties mais valorisé dan s son ensem ble. C'est par rapport a ce
tout que fonctions et formes pourraient s'agencer, s'ordonner, sans trop de discor-
dance. Le mouvement perpétuel du paysage ne serait plus destru cteur. (Me
Chassagne).
Cette sagesse est-elle utopique? Peut-on y tendre par la formation, la reflexion, la
recherche?
Peut-etre que notre commission de "sages" pourra apporter des éléments de réponse,
en tenant compte aussi bien de l'expérience "professionnelle" que de "l'esprit du lieu"
de chacun d'entre nous .


JU \ l\l LUIS SUAREZ DE VIVERO
..... . ....... . . ........... ...... .. . ..
EL CONCEPTO DE PAISAJE

1. Introducción
El término paisaje tiene una gran amplitud semántica y su conceptuación entraña
cierta complejidad para las disciplinas que con mayor o menor intensidad se ocupan
-bajo distintas perspectivas- de este hecho.

En los últimos años, los planificadores y las administraciones encargadas de la orde-


nación territorial y urbana muestran un marcado interés por el paisaje y lo hacen
objeto de sus determinaciones administrativas.

Pero, ¿qué es el paisaje para la administración?

¿Baj o qué perspectivas y óptica disciplinar lo contemp la? ¿Qué concepto debe
asumirse para desarrollar su normativa y median~e qué instrumentos? Algunos, mali-
ciosamente pensarán que con la incorporación de la Administración a este debate
el problema se sitúa ya en cotas irresolubles.

La acción administrativa mediante la elaboración de normas y procesos de actua-


ció n requiere necesariamente una rigurosa clarificación, al menos una simplifica-
ción tal que elimine la ambigüedad, no genere inseguridad e indefensión de los
administrados y permita una acción global y genérica exenta, en lo posible, de excep-
cionalidad .

Frente a esta necesidad de clarificación y simplificación, el panorama disciplinar


aparece con marcados rasgos conflictivos y en algunos aspectos críticos.

2. Problemas epistemológicos en el estudio del paisaje


La Geografía ha sido la disciplina científica que ha hecho del paisaje su objeto de
estudio y sobre el cual ha fundamentado en gran medida su existencia como ciencia
renovada.

Como es sabido, este proceso se lleva a cabo dentro de la corriente historicista surgida
como reacción al positivismo decimonónico .

Dentro de este marco filosófico, el paisaje es entendido como una totalidad, expre-
sión de lo singu lar e irrepetible, aprehendido mediante las cualidades perceptivas
del hombre.

I
Epistemológicamente este planteamiento implica dos problemas fundamentales rela-
cionados con:
a) La validez de la racionalidad holista-historicista tachada de utópica y de
utilidad meramente progra mática.
Totalidad/glo balidad carece de significado científico a menos que se expresen
lo crite rios de selección, de lo contrario es imposible valorar las proposi-
. .
IOnes que co ntlene.
b) la forma de conocimiento, consistente en su comprensión, en las facultades per-
cptivas requeridas para captar el sentido del paisaje y en el uso de la síntesis
frente al método analítico.
E l oeógrafo aspira a captar la esencia del paisaje mediante una relación empa-
,.
ten a.
la Geografía es así la única disciplina que alcanza un conocimiento total del paisaje,
al 'ontrario de las ciencias qu e lo hacen sistemáticamente, y la única capaz de captar
la e encia no transmisible del paisaje.
La nueva geografía que surge ligada a las corrientes neo-positivistas adopta una actitud
fuerteme nte crítica respecto a esta metodología científica, indicando la no relevancia
de l paisaje como obj eto de la geografía, la incapacidad para la explicación de la tota-
lidad y las graves dificultades epistemológicas para derivar de los elementos aislados
desordenados la conexión de la totalidad.
Las nuevas propuestas surgidas en los últimos años para el estudio del paisaje dentro
de la geografía, parecen no estar exentas de dificultades.
Por una parte se incorporan las nociones de estructura y sistema como método para
conocer la totalidad, pero se mantiene el carácter esencialista del mism o, lo que
epistemológicamente es contradictorio.
Se sigue entendiendo el paisaje como la realidad, toda la realidad, la expresión visible
de la unidad de la naturaleza.
Los enfoques más actualizados para el estudio del paisaje, conocid o co mo paisaje
integrado, han alcanzado un notable grado de operatividad, aunque la noción misma
de paisaje permanece co nfusa.
e define el paisaje como la proyección sobre un área deter minada del geosistema
( eo, bioma y subsiste ma socioeconómico), afirmándose que a través del estudio
del paisaje puede llegarse a conocer la estructura de la superficie terrestre.
la noción de paisaje bajo esta perspectiva aparece diluida tras un aparato metodo-
n' .co e instrumental que descansa básicamente en conceptos y nocio nes geológicas
y biológicas, alejados del carácter idealista y esencialista característicos de la ciencia
jj&ñográ -¡ca.
En pWje ímegrado dentro de la geografía y la ecología del paisaje aparecen co mo
11m el!1l.foques con una mayor validez científica, que tratan de ser resp uesta a la noción
dk gnisaje como total idad espacial y visual del espacio vivido, todo ello apoyado
fr1lll1l1ld.amemalmem e en aspectos físico-naturales y descargados en buena medida de
Jl(t1tií\l.1llld,,-s; idealistas y esencialistas. No obstante, las experiencias desarrolladas en
........ . . ......... . .
los últimos años por las administraciones públicas en relación con el paisaje parecen
incidir/descansar en visiones tradicionales con marcados co mponentes sociológicos
y una presencia dominánte de los valores culturales, estéticos y artísticos .

Desde la posición de la administración pública, el debate conceptual so bre el paisaje


no debe ser contemplado co mo una cuestión a remitir al ámbito académico. Su tras-
cendencia social, su vigencia y operatividad en las actitudes colectivas lo convierte n
en un fenóm eno que requiere respuestas rigurosamente pensadas y elaboradas .

... . . .... .. .. .... . ..... ...... ............ .. .. .


BIBLIOGRAFIA

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7. TURNER, T.: Landscape planning. London, Hurchi nson, 1987.


COMUNICACIONES

DOMINGO GOMEZ OREA

ASPECTOS METODOLOGICOS

1. Concepto de paisaje
Consideramos el paisaje como la percepción del medio por el individuo a través
de los sentidos, aunque la mayor parte de dicha percepción se produzca por la vista.
Representa la manifestación externa de lo que subyace, testimonio de cultura y síntesis
de su historia.

2. Enfoques para la ordenación y gestión del paisaje


Tal percepción del medio puede considerarse como un recurso más que puede ser
utilizado, pero sólo de acuerdo con su capacidad de acogida. El paisaje es un bien
útil y cualitativamente escaso, capaz de ser transformado en renta.
Su ordenación y gestión exige, como para los demás recursos naturales, inventa-
riarlo, valorarlo o lo que es lo mismo interpretarlo y evaluar su fragilidad y poten-
cialidad de uso para, a partir de ello, establecer su capacidad de acogida.

2.1. La inventariación del paisaje, como de otros elementos del medio, puede hacerse
identificando primero los parámetros concretos que lo definen y cartografiándolos
después en forma de clases o unidades homogéneas.
Los parámetros que han dado mejores resultados en mi experiencia profesional en
el campo de la planificación y ordenación territorial son tres:
Paisaje intrínseco, que se cartografía mediante unidades homogéneas de percepción.
Estas son difíciles de definir sobre todo en terrenos escasamente compartimentados
por el relieve: cuando esto no ocurre, es relativamente fácil identificar a modo de
cuencas visuales con límites en las divisorias de aguas. En zonas planas puede recu-
rrirse a la utilización de una malla superpuesta al territorio haciendo coincidir las
unidades de paisaje con las celdillas que se forman .
Potencial de vistas, se refiere a la visibilidad del territorio expresada en profundidad
y amplit ud de campo y en función de éstos se cartografía. Se valora por la calidad
del tema de las vistas, es decir por la calidad de las unidades de paisaje intrínseco.
Incidencia visual, que es la visibilidad del territorio desde los lugares más accesibles
y frecuentados. Se suele valorar en función de la distancia, la altitud, la pendiente,
la exposición y el carácter cóncavo o convexo de las superficies. Dicha valoración
se puede expresar en sencillas escalas ordinales: alta, media, baja, etc.

I
2.2. La valoración, se refiere al grado de excelencia de cada unidad de paisaj e intrín-
seco . Al ser la percepción del medio una experiencia subjetiva, necesariamente la
valoración tendrá que expresar la opinión media de los individuos o usuarios del
paisaje. Pero, como en otros casos, la opinión más válida es la de expertos, de modo
que suelen recurrir a un panel que en su conjunto represente a los diferentes grupos
sociales interesados o afectados por cualquier actuación.

En la práctica de la ordenación territorial es frecuente que el panel se reduzca a


los propios miembros del equipo de planeamiento o incluso a la opinión de un solo
experto en quien se confía. Considero que esto puede ser frecuentemente suficiente
desde el punto de vista técnico, y si no se respeta el paisaje o se producen degrada-
ciones, se debe más a los intereses de grupo de presión que a la propia técnica de
estudio.

2.3. La fragilidad del paisaje, puede considerarse como una combinación de calidad
intrínseca e incidencia visual, al menos esta consideración da buenos resultados en
la ordenación del territorio. En efecto, una unidad de paisaje de gran calidad (o
una parte de ella) si además es muy visible será muy frágil, es decir será fácilmente
degradable por elementos nuevos que se introduzcan; por el contrario una unidad
de escaso valor y poco visible será poco frágil admitiendo, por tanto, fácilmente
usos discordantes.

2.4. Potencialidad del paisaje; ésta es una característica del paisaje derivada funda-
mentalmente de la combinación del potencial de vistas y de la calidad de las unidades
accesibles a dichas vistas. En efecto, un punto del territorio con alto potencial de
vistas tiene fácil vocación como mirador, área recreativa, incluso urbanización o
desarrollo turístico . No tendrá potencialidad recreativa, en cambio, si no se hacen
actuaciones positivas de acondicionamiento, una unidad de baja calidad intrínseca
y Slll vistas.

2.5. Capacidad de acogida, por último, es una nueva cualidad derivada de la combi-
nación de fragilidad y potencialidad. La mejor capacidad de acogida para un uso,
actividad o propuesta determinada corresponderá a aquellos puntos menos frágiles
y más aptos.

3. Comentario final
Este esquema metodológico para la ordenación del paisaje ofrece resultados cohe-
rentes en la integración del paisaje a la ordenación territorial, aún a pesar de adolecer,
tal vez, de un alto rigor científico en su análisis y de no considerar otras aproxima-
ciones conceptuales al paisaje.

Por otro lado, los parámetros citados -calidad intrínseca, potencial de vistas e inci-
dencia visual- resultan adecuados como factores ambientales en la evaluación del
Impacto Ambiental de proyectos sobre el paisaje.
n · \{ \ n~ ;~ ~ \ll'Z BERNALDEZ

PE IFICA DEL PAISAJE

Resumen
La gesti ón del importante r ecurso que representa el paisaje exige la investigación
de una tem ática específica. En la definición de ésta es muy útil la aplicación del
principio de la complementariedad científica. Así:
El paisaje es una manifestación sintética o sinopsis (fenosistema) pero requiere como
complementariedad el conocimiento de los procesos subyacentes, menos conspicuos,
que explican su función y mant enimiento (criptosistema).
E l paisaje corresponde a una visión holística del territorio que co m o complemento
requiere el conocimiento de los procesos elementales que lo co nstituyen, por medio
de observaciones y experi mentos en un marco simplificado (reduccionista).
El paisaje es tema de ciencias objetivas pero como complementariedad requiere consi-
derar aspectos subjetivos, sentimientos y afectos que constituye n sus valores y cali-
dades más tÍpicos.

Introducción
La amplitud del tema paisaje es tal que la defi nición de un programa de est udios
so bre él puede ser motivo de desconcierto. No obstante el punto de vista práctico,
de la gestión del importante recurso que el paisaj e represent a, contribuye a definir
un a serie de tem as específicos y característicos.
Como ejemplos se co mentan las líneas directrices de cursos de doctorado, investi-
gaciones de tesis doctorales y proyectos llevados a cabo en el Departamento de
Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid. Como referencia se presenta una
selecció n de publicaciones surgidas de esas actividades, mencionando también algunos
precedentes de esos trabajos realizados en la Universidad de Sevilla.

1. El paisaje como sinopsis o "fenosistema": Indicadores


En algunos contextos científicos se consideran acepciones de "paisaje" prácticamente
equivalentes a otros conceptos como "ecosistema" o "geosistema". Sin em bargo,
hay en la idea de paisaje dos componentes fundamentales, uno relativo al fenómeno
de visión o percepción y otro al carácter sintético, sinóptico de tal fe nómeno. Para
evitar duplicaciones y dar al paisaje su sentido tradicional conviene tener en cuenta
esos aspectos de "manifestación sintética", "visibi lidad del conj unto" que no están
presentes en otros conceptos. Así, E. Hernández Pacheco en 1934 definió el

I
paisaje como " la manifestación sintética de las condiciones y circunstancias geoló-
gicas y fisiográficas que concurren en un país". E l paisaje es el fenosistema o parte
manifiesta de los ecosistemas, geosistemas (etc.) que se contrapone a un "criptosis-
tema" o aspectos más escondidos del conjunto (4).

En ese sentido, el estudi o del paisaje es, en gran medida, el de los indicadores, de
los signos y manifestaciones externas cuya detección, análisis y comparación faci -
lita el conocimiento del conjunto del sistema. Esta interpretación requiere que se
lleve a cabo además, en otras etapas, la exploración de los procesos de acceso más
laboriosos (criptosistema) y que suelen requerir experimentos y observaciones espe-
ciales . El conocimiento de la interdependencia de indicadores y procesos funcio-
nales, permite inducir la presencia de unos a base de otros : el paso del fenosistema
al criptosistema.

Ejemplos. Indicadores e interpretación ambiental: la trama de relaciones y concate-


naciones presentes en la biosfera permite inducir la presencia de determinados compo-
nentes una vez conocida la presencia de otros. Los "signos" o "indicios" de más
utilidad son los más accesibles a la observación y que proporcionan mayor certeza.
En esos procesos de indicación tienen interés:

Los métodos de observación remota, comprendiendo la tecnología de la teledetec-


ción (4, 1, 3, 8).

Los tratamientos informáticos de datos que permiten sistematizar y acumular las


relaciones indicadores-procesos o indicadores-objetos, haciendo resaltar la estruc-
tura de las relaciones, diferenciándola del "ruido", etc. Así por ejemplo, se pueden
definir los grupos de especies vegetales o los tipos de vegetación que denuncian carac-
terísticas del sistema: productividad, régimen hídrico, procesos edafogénicos, clima-
tología, procesos históricos: el uso del territorio, etc., estableciéndose los mejores
indicadores y la fiabilidad de la indicación (4, 5, 2).

La naturaleza de los procesos causales y mecanismos que ligan indicadores y objetos


indicados, lo que requiere profundidad en el conocimiento de procesos geoquÍmicos,
hidrológicos (2, 8) ecológicos (7) en el desarrollo histórico, características culturales
de los sistemas humanos de uso de la tierra, etc. (16, 12, 6).

Los indicadores más útiles son con frecuencia de carácter biológico, por ejemplo
la vegetación, ya sea en forma de especies aisladas (1,2) o en conjunto como super-
ficies emisoras y reflectante s de radiación (1, 3, 4, 8). Pero indicadores en potencia
son todos los rasgos perceptibles del paisaje así en la detección de los sistemas de
flujo de aguas subterráneas, zonas de recarga y descarga, junto a los grupos de plantas
indicadoras (freatofitas, juncos) destacan signos del aspecto del terreno: forma de
las depresiones, grado de humedad, presencia de eflorescencias, situación en rela-
ción con el relieve general, estructura de las bandas de freatofitas (8).

2. El paisaje como percepción: La subjetividad


El paisaje es uno de los temas que mejor pone de manifiesto la tensión entre emoción
e intelecto, entre los aspectos objetivos y subjetivos del pensamiento humano. Sche-
lling (1775-1854), Carlyle (1795-1881), Ruskin (1819-1887), Fechner (1801-1887),
Unamuno (1864-1936), etc., se rebelaron contra el empirismo y el positivismo

I
m ', 111 nos anacrónicas, denunciando así cierta mutilación de la inte-
ri a d 1 h mbr qu la iencia había emprendido. Schelling, por ejemplo, encarna
la i i ' n nl' ism entre sentimientos (Naturgefühl) y ciencia de la naturaleza.
le naturaleza realizaron su conversión al positivismo, sin ser
fe cada por esas protestas.
'a in mbargo, la consideración del paisaje como recurso y los intentos de
< nalizar . ade uar el marco de vida a las necesidades y aspiraciones humanas,

11 'vat , un nu , realismo. Se descubre la necesidad de tener en cuenta en el paisaje


nt rn importantes aspectos subjetivos, de percepción y de relaciones afec-
ti" " (15) 1 ).
} i n la consideración de esos aspectos subj etivos no debe llevar a mezclar
j tivi mo y objetivismo en una amalgama delirante como fue la Naturphilosophie
11 lling. En el tema del paisaje, los aspectos objetivos y subjetivos ofrecen opor-
i ad para considerar dos planos diferentes. Es una manifestación más del prin-
io d la complementariedad científica.
L investigación de los aspectos sentimentales y emocionales del paisaje es un aspecto
del omportamiento humano que busca las correspondencias entre características
d 1 entorno y sentimientos o afectos. La teoría de la estética del entorno incorpora
el oncepto de las "affordances" o facilitaciones, ya presente en los primeros teóricos
de la psicología de la Gestalt. El sentimiento estético producido por un entorno
está controlado, en gran parte, por las "posibilidades" o "facilidade:;" que ofrece
al espectador (15, 17, 18, 19,20); podríamos decir por la utilidad biológica que para
él representa. Pero esa utilidad implicada en los sentimientos estéticos que inspira
el paisaje no se nos manifiesta de forma consciente y se refiere a condiciones del
pasado de la especie humana más que a las vigentes en la actualidad (19).
Las correspondencias entre configuraciones visibles de los paisajes naturales y tipos
de agrado estético están influidas de forma coherente por una serie de circunstancias:
Características sociológicas. Por ejemplo: la edad y sexo de los espectadores.
Los niños más jóvenes muestran sus preferencias desplazadas hacia un polo
de "seguridad, refugio" cuando las características visuales se clasifican auto-
máticamente en un gradiente de "desafío, estÍmulo-seguridad, refugio". Las
intenciones y expectativas son también importantes. Personas cuyo modo
de vida depende mucho de la previsibilidad de los fenóme nos naturales (por
ejemplo, agricultores), muestran sus preferencias desplazadas hacia un polo
de "seguridad-orden" en comparación con otros suj etos (más atraídos por
características que evocan "misterio, reto y estÍmulo") (9, 10, 17, 18, 19).
Personalidad psicológica. Se observan relaciones de tipo empático. Ejemplo:
personas que puntúan bajo en factores de estabilidad emocional o "control"
tienden a mostrar preferencia por escenas de menor exuberancia, donde la
vegetación presenta ritmos, pautas repetitivas o distribución más regular.
Se han observado numerosas relaciones entre tipo de preferencia y las estra-
tegias individuales que llamamos "personalidad" (15).
Las características o configuraciones visuales con efectos en la valoración
estética tienen que ver con: a) aspectos formales, relacionados con la teoría
de la información y sus modelos matemáticos o b) contenidos o temas figu-
rados: papel especial del agua, de la vegetación sana, signos de refugio, etc.
(16, 18).

I
La predi cció n de los gustos por medio de modelos matemáticos se hace posible
tras un análisis de las características visuales activas (17).

La percepción del paisaje por distintas culturas pone tamb ién de m anifiesto
la influencia de co noc imientos e intenciones, e ilustra la adaptació n del sistema
cultural de uso a un ambiente dado. Así, los ganaderos tradicionales dejan
traslucir en sus preferencias por unos u otros entornos las características de
un sistema de uso del suelo basado en el amortiguamiento de las fluctuaciones
ambientales (12, 14, 16).

3. La investigación orientada a la resolución de problemas:


Conservación, gestión, paisajismo, evaluación de impacto, educación

El paisaje es uno de los recursos de mayor importancia tanto por su valor mone-
tario como por ser un compo nente esenc ial del patrimonio natural y cultural.

La "gestión" del paisaje es un tema extraordinariamente complejo que tiene que


ve r con prácticamente todas las intervenciones en el medio ambiente.

Baste con mencionar algunos ejemplos aislados de investigaciones y tipos de estu-


dios que tienen un denominador común: la orientación de la investigación en un
problema concreto, orientándola a la resolución de un problema (objetivo) . Se trata
del diseño de un proceso lógico en el que se van com binando conocimientos y nuevas
investigaciones. La amplitud de puntos de vista y la combinación de aspectos obje-
tivos (medio fís ico, biológico) y subj etivos (percepció n , modos culturales), caracte-
rizan la temática específica del paisaje (4, 13, 16). El tema del paisaje en todas sus
dimensiones está implicado en numerosas tareas de gestión y diseño ambientales.
A modo de ejemplo pueden mencionarse algun as situaciones frecuentes:

La gestión integrada de zonas marginales (montaña, etc.) a la búsqueda de


mantener una estabilidad ecológica, la máxima diversidad biológica, usos
compatibles estabili zadores (hidrología, pastoreo, silvicultura, tur ismo, etc.)
(1, 3, 4, 7, 12, 13, 16, etc.). En general, todo proyecto de ordenación del
territori o lleva un importante componente de "paisaje" .

Acondicionamiento de zonas verdes paisajísticas en áreas urbanas y subu r-


banas, reconstru cción de áreas deterioradas (19).

Predicciones y evaluaciones de impacto am biental, donde la consideración


de los valores su bjetivos suele ser un problema difícil (13, 16). El paisaje
debería ser componente constante de actuaciones de repoblación, concen-
tración parcelaria, urbanización, etc.

Las actividades de educación y sensibilización ambiental de la población,


en la medida en que el paisaje constituye un hilo conductor para la pedagogía
del ambiente y un marco para la exploración y el descubrimiento (4, 6, 20)
como método educativo.

I
R EF RE e IAS

1. -\ p, ¡saje como fenosistema


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YVES LUGINBUHL

LE PAYSAGISTE FA CE
AUX TRANSFORMATIONS DU PAYSAGE RURAL
IDEOLOGIES ET PRA TIQUES

Changer le paysage, c'est avant tout transformer l'usage du sol; changer le paysage
n' est pas, essentieIlement, penser le paysage - c'est-a-dire avoir conscience du chan-
gement effectué. Mais le regard alors porté sur ce qui a changé interpelle les images
du paysage qui a été et restent ancrées dans la mémoire, c'esr-a.-dire dans la cultu re.
Transformer le pays age c'est donc exposer la société a des conflits d'u sage, que les
différentes disciplines des sciences de l'homme et de la société, géographie, socio-
logie, ethonologie, etc., ont mis en lumiere et analysent. On le sait, ces conflits
sont la manifestation du heurt d'inté[(~ ts divergents o u de représentations différentes
du paysage. Pour connaí'tre ce qui fonde ces représentations du paysage chez l'homme
du XXe siecle, il ne suffit pas de les analyser dans la période actuelle, car elles repo-
se nt sur des concepts et des idéologies formé s loin en arriere. Le regard rétrospectif
sur des périodes Ol! se sont organisées les sciences de la nature et Ol! le se ntiment
naturaliste traverse et séduit tout le corps social franc;:ais apparaí't en effet co mme
un éclairage nouvea u des formes que prennent aujourd'hui les actions d'aménage-
ment de l' espace r ural - en particulier lorsqu' un objectif paysage r leur est fixé- ;
il perm et de comprendre plus aisé ment les di sco urs et les comportements des diffé-
rents acteurs du change ment du paysage.
En outre, les difficultés rencontrées par les paysagistes pour insérer dans des processus
d' aménage ment rural des préocc upations d'ordre esthétiqu e ou pour défendre une
sensibilité artistique ou culturelle face aux lo giques complexes des phéno menes
sociaux, éco nomiqu es et écologigues prenn ent alors un se ns différent si l'histoire
de l'époque d'é merge nce de l'homme "sensible", a la fin de XVIIIe siecle, est réin-
terrogée dans ses créations de nature les plus immédiates, c'est-a-dire dans les jardins
gui acguierent a ce mom ent lá des formes no uvell es en devenant les ja7-dins paysa·
gers. C'est également a cette époque sont projetées, sur le territoire franc;:ais, d'innom-
brables opérations d'aménagement du territoire dont l'analyse des objectifs, multiples,
met en lumiere les visées d'une nation en proie a la recherche d'un nouvel ordre social.

1. L'ideal paysagiste et le paysage idyIlique


Le passage du jardín "a la fra nc;:aise" iIlustré par l'oe uvre de Le Natre (VersaiIles,
Vaux-le-Vicomte ... ) au style paysager l déppasse tres largement le simple fait de la

1. Le passage ne s'est pas b it b rurale o ú les créateurs se so nr inspi rés de to m es so n es de mode les.
Emc nt: au sty le fra n,a is a succéde ú es sty les anglais, ch ino is, et o nr pui ne péri ode d'in cenitude des ge n res
sé dans les exe m ples de l' Anr iquité.

I
création d'un nouveau genre; dans la seco nde moitié du XVIIIe siecle en effet, les
créateurs de jardins -J. M. Morel et R. L. de Girardin esse ntiellement- ont élaboré
les fondements d'une véritable idéologie paysagiste. Leurs théories des jardins ne
a
s'appliquent pas seulement ce qu'il est communément admis d' appeler " jardin " :
c'est, d'une part, le territoire tout entier qui est co ncerné dans la form ulati on d'une
a
classification allant du jardin potager au pays (assimilable un e petite région) en
passant par la ferm e ornée (pastorale, cultivée ou mixte), et, d'autre part, cette idéo-
logie paysagiste consiste, dans ses bases, en une assimilation de l'harmonie des paysages
a a
I'har monie sociale et l'ordre moral: en multipliant les form es végétales de culture
sur les principes du genre paysager (le pittoresque surtout, en joignant " l' utile a
a
l'agréable", la société devait parvenir embellir la campagne et la rendre prospere
a
et donc permettre toutes les classes sociales d' y acquérir leur plein épanoui sse-
ment et de tendre vers le bonheur universel.
Cette idéologie n'était pas inventée de toutes pieces. Il est clair qu'el le s'i nspirait
des modeles anglais et hollandais, et qu'elle participait des courants natu ralistes,
du développement de la science botanique et agronomique, de la découverte de
nouveaux paysages par les explorateurs du monde exotique et de la recherche d'un
nouvel ordre social. A cet égard, une relecture de la littérature de cette période de
changement de la société frans:aise apporte un enseignement important dans la
compréhension de ces phénomenes: le paysage espéré, cible de cette idéologie, apparalt
co mme le paysage idy llique, tel que Milton lea décrit un siecle plus tot dans son
oeuvre "Le Paradis Perdu" et que Chateaubriand a traduit en l'insérant dans ses
oeuvres littéraires. Ce paysage idyllique, ou paradisiaque, est le lieu de l'har moni e
totale, une réduction de la nature toute entiere ou le couple originel vit un accord
parfait avec les végétaux et les animaux . Il faut d'ailleurs préciser - le fait n' est pas
négligeable- que dans cette descriptio n idéale., Adam et Eve exercent le métier de
jardinier.
a
L' harmonie de l' homme et de la nature est, la fin du XVIIIe et au début du XIXe
siecle, une visée quasi universelle chez les écrivains, Chateaubriand donc, Lamar-
tine, Senancour, Bernardin de Saint-Pierre ... et bien sur J. J. Rousseau chez lesquels,
a
avec plus ou moins de force, la nature est assimilée l'oeuvre divine, l'homme étant,
apres Dieu, le maltre incontestable, En réalité les écrivains n'ont pas inventé le
a
paysage. Ils n'ont fait qu ' utiliser des fins romanesques et transmettre un e idéo-
a
lo gie et un se ntiment que d'autres avant avaient construit travers la découverte
des sciences botaniques et agro nomiques -Buffo n en particulier. En effet, I'agro-
nomie (au sens large) s'est développée dans le co urant du XVIIIe siecle comme une
science globale intégrant toutes les dim ensions, économique, sociale, mais égale-
ment esthétique, qui éclateront plus tard pour for mer les disciplines scientifiques
spécialisées connu es aujourd' hui .
Cette vision du paysage naturel vu comme l'expression d' une vérité universelle et
éternelle a imprégné en outre - c'est sans doute l'enseignement le plus important
dans le cadre de ce séminaire- Ies milieux poli tiques pro ches de la Révoluti on fran-
s:aise. L'analyse de l'importante documentation réunie autour de cet événement histo-
rique sur les projets d'am énagement de l'espace rural, et surtout de la remise en
culture des landes, marais, garrigues et maquis, de la p rivatisatio n des co mmunaux,
éclaire effectivement la part paysagiste de l'idéologie politique révolutionnaire: les
a
opérations de plantations, d' encouragement la multiplication des végétaux, et des
arbres en particulier, qui furent lancées dans cette période ou la masse de la popula-


tion était encore rurale et misérable, participaient, dans l'esprit de la bourgeoisie,
a la mise en oeuvre d'un assainissement hygiéniqu e, économique, écologique, social
et esthétique de la France. Hygiénique, parce que replanter en bois les marais et
a
terres inondables tres étendus l' époque équivalait surtout supprimer les fievres a
qui sévissaient dans ces territoires ou les populations -les textes les décrivent ainsi-
étaient chétives et so uffrete uses . Economique, car les plantations étaient destinées
a a
produire du bois -fortement déficient l'époque- ou des fruits, et écologique,
les plantations effectuées en lignes permettant de protéger les cultures des vents froids
et d'adoucir le climat. Social, parce que ces opérations d'aménage ment requéraient
une fou le d'ouvriers qu'il était possible de puiser dans la masse des marginaux de
la société, mendiants, délinquants et miséreux, afin de les réinsérer dans l'ordre social
nouvellement établi . Esthétique enfin car planter des arbres sur tout le territoire-
national c'était également embellir la France. Les textes allant dans ce sens abo n-
dent, et c'est surto ut dans les correspondances entre les citoyens frans:ais et
l'administration de l'Agriculture que cette idéologie du végétal apparalt; un homme
s'est particulierement distingué par son action en faveur des replantations cette a
époqu e: il s'agit du Ministre de l'Intérieur, de l'Agriculture et des Arts -la réunion
des trois missions en un se ul ministere est évocatrice- Frans:ois de Neufchateau,
qui lans:a, sous le titre "Culture des arbres", les différentes campagnes de diffusion
a
des plants d'ar bres, d' encourage ment la propagation des végétaux en multipliant
notamment les pépinieres dans les provinces frans:aises. L'administration de l' agri-
culture délivrait aux citoyens méritants des primes et des médailles en or leur a
nom ou faisait graver celui-ci sur des pierres placées au meilleur endroit des prome-
nades plantées dont ils avaient été les promoteurs.
Cependant, cette idéologie globalisante, donc paysagiste pour une part, n'entralna
pas l'adhésion de la totalité de la siciété. La grande masse des petits paysans, á l'origine
sans terre ou usagers des terres collectives (communaux et sectionnaux) s'opposa
immédiatement aux opérations d'aménagement des terres incultes et de privatisa-
tion des communaux: des conflits souvent violents dresserent ces paysans contre
a
les projets de l'Etat qui ne parvint d'ailleurs jamais allotir la totalité des terres
d'usage collectif. Dans les pays de culture spécialisée en particulier, comme les vigno-
bies, les communaux om conservé la superficie qu'ils occ upaient avam la Révolu-
tion frans:a'se. Diailleurs, les nouveaux petits agriculteurs abattirem souvent les arbres
que l'Etat faisait planter le long des routes. Malgré les efforts des hommes politi-
ques émules du Comte d'Ermenonville 2 et de son architecte paysagiste, l'idéologie
de l'harmonie des paysages resta celle d'une élite bourgeoise dont s'empara la litté-
rature et dont l'effet sur l'ensemble du territoire frans;ai s, non négligeable cepen-
dant, ne fut que partiel. Elle n'envahit en tous cas jamais les couches sociales rurales
productrices pour lesquelles la voix du progres passait avant tout par la satisfaction
des besoins les plus essentiels et qui ne s'interrogeaient pas forcément sur les beautés
pittoresques et sublimes des paysages frans;ais.
Parallelement, les auteurs de jardins, tres marqués par les théories de Girardin et
Morel (les références sont encore présentes dans leurs écrits plus d'un siecle plus
a
tard) tenterent de développer las méthodes propres leur arto Or, il est clair que

2. II s'agi t de R. L. de Girardin, qui élabora le cé lebre parc avec I'aide de J. M. Morel.

I
les réflexions auxquelles ils se livrerent abo utirent, dans leur recherche d' un e spéci-
fic ité professionnelle, a la formulation d'une discipline généraliste Ol! le paysagiste
pouvait se défi nir a la fois co mme un homme de science, un philosophe, et un artiste
capable d'approch er la globalité des phénomenes par une se nsibilité particuliere-
ment aiguisée grace a l' observation des lois de la nat ure. 3
Si ces theses resterent marginales par rapport au développe ment des sciences agro-
nomiques et horti coles, il n'e n reste pas moins qu e l'idéal paysagiste imprégna les
milieux proc hes du pouvoir a la fin du XIXe siecle, et que l'on en retro uve les traces
dans les discours des membres les plus éminents des organisations touristiques comme
le Touring C lub Franr;ais o u le Club A lpin Franr;ais, tous deu x a l'origine des
premi eres lois de protection des sites et des monuments naturels (1906 puis 1913).
C'est également la meme idéologie qui contrib ua a faire naí'tre en 1901 la Société
pour la Protection des Paysages et de l'Esthétique de la France dont Sully
Prud' homme fut le premier président. Cette association existe encore, et proclame
comme profession de foi :
"Partout, dans nos campagnes, il faut intervenir pour sauver de
pittoresques paysages ou pour empecher qu 'ils ne soient dénaturés par
des constructions inopportunes.
D'innombrables ensembles urbains, des monuments d'une extreme
valeur artistique sont de plus en plus menacés, et cependant, dans
l'ordre moral comme dans l'ordre matériel, la beauté est le plus
précieux des biens". 4

2. L'amenagement paysagiste face a la realite sociale actuelle


Sans que l'on puisse prétendre a une filiation d~recte entre la définition de la pofes-
sion de paysagiste au XIXe siecle et celle qui a cours aujourd'hui, ni entre l'idéo-
logie de l'harmonie des paysages de l' home sensible et des objectifs actu elles
d'aménagement paysager, il est indéniable que le rapprochement est inévi table, dans
cette période Ol! la gestion des milieux naturels est remise en cause, Ol! la surpro-.
du ction agricole entraí'ne de multiples interrogations sur le devenir de l' espace rural,
et donc des paysages, Ol! la place grandissante des loisirs dans la société provoque
une transformation radicale des espaces littoraux, etc. On ne peut manquer d'ailleurs
d' évoqu er les prises de position de Stendahl, Balzac, Barbey d'Aurevilly, Mérimée,
Victor Hugo et bien d'autres qui s'éleverent au siecle dernier co ntre les méfaits du
libéralisme sauvage responsable a leurs yeux de la dénaturation des paysages fran -
p is. La questio n a dépassé les front ieres de la France, une simple preuve en étant
ce sémin aire organisé a Madrid entre plusieurs nati onalités.
Le premier terme du rapprochement qu'il est possible de faire de la fin du XVIlIe
siecle a l' époque actuelle consiste dans les campagnes de se nsibilisati on lancées dans
les années 1970 en France, tant au niveau national que régional ou départemental,
visant a alerter l'opinion sur le danger de la transfor matio n du paysage fran r;ais :
le fon ds Harmonie des Paysages de la Fondation de France, les divers documents
réalisés a cette époque du type "N'abí'mons pas la Savoie", "Sauvegardons l'Alsace",
en sont une des manifestations les plus claires.

a
3. Vo ir ce sujer les réfl ex io ns du Ba ron Errouf (R evue co nrempo raine, 1864).
4. Rev ue Sires de M o num enrs, n. O 11 2,ler rrimesrre 1986 , dos de couve rrure .


Le second terme de l'analogie concerne la profession meme de paysagiste. Lorsque,
a
dans les années 1970, certains techniciens ayant participé la mise en place du premier
ministere de l'E nvironnement fonderent le Centre National d'Etude et de Recherche
du Paysage, organisme ayant la charge de créer un enseignement de paysagistes
d'aménagement, leur objectif a été formul é dans le meme se ns que le firent certains
créateurs de jardins un siecle plus tot: le paysagiste d'aménagement, formé pour
intervenir dans les processus de transfor mation du paysage rural devait etre un "géné-
raliste", capable de saisir, par une approche "sensible" , la globalité des ph énomenes
observés. La constr uction de cette mét hode était notamment justifiée par un refu s
des étud es scientifiques tres fines, dites "lourdes", critiquées pour leur cou t et pour
leur caractere spécialisé, incapable d' intégrer les autres dimensions des problemes
a
posés. D'autre part, l'approche "sensi ble" se refusait etre taxée de protectionnisme
et s'inscrivait dans une dy namique de l'aménage ment . On mettait l'accent dans les
méthod es des paysagistes sur le caractere polyse nsoriel de cette approche se nsible,
a l' instar de ce que Senancour tout particulierement avait imaginé au début du XIXe
siecle (role des sons et des odeurs dans la perception du paysage par exe mple).
Le paysage était, dans cet enseignement, affirmé co mme une globalité, un tout unique
et indissociable. C'est peut-etre ce caractere d'unicité qui explique les difficultés que
a
rencontrerent les premiers paysagistes for més cet enseignement. Mais celles-ci
a a
tenaient en réalité plusieurs raisons: d'abord l' hostilité des disciplines scientifi-
ques institutionnalisées et "rodées" qui ne voyaient pas de place, dans le partage
négocié du champ de la recherche concernant l'aménagement pour un généraliste
susceptible d'intervenir dans leur domaine et dans les domaines voisins . Mais elles
avaient peut-etre également pour raison l'incapacité scientifique saisir la co mple- a
xi té des phénomenes observés, avec l'aide du co ncept paysage ou de to ute autre
notlOn .
En outre, malgré quelques tentatives qui ne rencontrerent pas d' écho chez les enseig-
nants, les nouveaux paysagistes ne reconnurent pas la réalité sociale et négligerent
le poids des représentations du paysage dans les comportements des différents acteurs
du changement spatial. La disparition de cet enseignement et so n relais pris par
l'Ecole Nationale Supérieure du P aysage de Versailles n'ont pas modifié fondamen-
talement l' attitude des paysagistes dans les études opérati onnelles d'aménage ment
rural.
L'analyse comparée d' une quinzai ne d'actions d'assistance paysagere au remembre-
ment réalisées récemment montre en effet que, peu formés aux sciences sociales,
les paysagistes sortis depuis peu de leur enseignement ont tendance considérer a
le paysage comme un produit global, certes, mais dont la part artistique appartient
a leur champ de co mp étence: les principes d'une esthétiqu e paysagiste rencontrent
bien évidemment, de la part des différents acteurs des opérati ons concernées, le plus
grand scepticism e et, le plus souvent, les paysagistes so nt obli gés d'avoir reco urs
a un argum entaire écologique (conserver une haie po ur l'o bstacle au vent qu'elle
constituc), voire économique (conserver une haie pour la production de bois) et
abando nnent ce qui pourrait relever d'une logique esthétique.
a
Or, on sait maintenant, grace l'analyse des représentations,' que le paysage est
un des fondements des identités régionales . L'identité d'un pays, ou d'une régio n,
se construit notamment en effet sur la reconnaissance, au travers des formes visi-

J. Y. LUG INBUHL, SEGESA-CNR S, "Le paysage du Boischaut, un e identité" , vo l. 1. " Le paysage du


Boischalll au serv ice du pOllvoir local" , vo l. 2. Rappo n de recherche po ur la Mi ss io n du Paysage, Mini srere
de l'Envi ronneme nr, et le Minisrere de la Recherche, París 1986-1987.

I
bles dans le paysage, de pratiques agricoles (la taille spécifique des haies par exemple),
d' un e structure paysagere particuliere ou l'agencement et les formes des arbres, des
champs, de l'habitat, le relief, les matériaux de construction, font que l'habitant
se sent "chez lui " (le paysage pourtant ne suffit pas: s'y ajoutent les formes de socia-
bilité, les particularités lin guistiques ... ). Les gro upes d'acteurs sociaux utilisent cette
identité dans leurs stratégies vis-a-vis de l'espace: le paysage est un enjeu de pouvoir
pour la conquete ou la consolidation duquel élus et responsables d'organisations
socio-professionnelles (agriculteurs en particulier) développent des stratégies diverses
se traduisant par des décisions de protection ou de transformation quelquefois radicale
du paysage. L'aménagement du paysage apparalt alors comme une recherche de négo-
ciations o u une animation de ces stratégies pour lesquelles le paysagiste semble donc
peu armé . Dans les opérations de remembrement étudiées, d'ailleurs, les paysagistes
sont réduits a intervenir sur les espaces sans objectif de production, donc sans conflit
p otentiel, se retro uvant ainsi dans la position de créate urs d'espaces verts.

3. Quels objectifs pour une politique du paysage?


S'il ne s'agit pas de fournir une réponse complete a cette question ce qui serait tout
a fait présomptueux il est possible d'avancer un certain nombre de réflexions en
préalable, a la lumiere des enseignements précédents. En outre, cette question en
appelle d'autres auxquelles le présente commu ni cation ne prétend pas répondre mais
simplement proposer comme éléments du débat.
Les problemes exposés précédemment des difficultés rencontrées par l'insertion du
concept paysage ou de son utilisation dans l' aménagement du territoire ne sont sans
doute qu'un aspect réduit de la question. L'aménagement n'a pas a priori un objectif
paysager, mais économique et social, plus rarement écologique ou patrimonial. Pour-
tant, les revendications identitaires qui Ont surgi c¡:a et lá en France et en Espagne,
le développement du localisme font appel a d'autres champs que ceux de l'économie
et du social: la cult ure dans laquelle, inévitablement, les valeurs symboliques du
paysage jouent un role. Occulter cette part de l'aménagement serait sans aucun doute
une grave erreur, s'agissant de l'Espagne et plus particulierement de l'Andalousie.
Quelle place doit-on réserver alors au paysage dans l'aménagement du territoire?
pourrait etre une premiere question préalable. Et si le paysage doit avoir une place,
de quelle nature sera-t-elle, en regard de la part économique et sociale de l'aménage-
ment? Trouver des éléments de réponse a ces questions suppose des conditions préli-
minaires que doivent permettre de délimiter le champ dans lequel ces éléments
peuvent s'inscrire ou du moins signaler les écueils a éviter. Un premier écueil est
représenté par l'idéologie de l'harmonie des paysages-qu'il serait possible d'assimiler
a l'idéologie du retour a la nature -utilisée a des fins politiques dans des circons-
tances dramatiques que l'on sait. Un second écueil réside dans le leurre de la globa-
lité imaginée de l'approche paysagiste . Cette forme de mise en garde ne signifie
cependant pas le rejet des méthodes pluri- ou interdisciplinaires qui supposent une
mise en commun des concepts utilisés ou tout au moins la délimitati on des plages
qu'ils ont en commun dans les diverses disciplines.
D'autres conditions existent certainement. Le débat permettra sans doute de 'les mettre
en lumiere. Mais c'est seulement quand elles seront posées que d'autres questions
pourront apparaltre et peut-etre celle-ci: quelle part, dan s la place du paysage dans
I'aménagement, peut-on ou doit-on accorder au sentiment artistique? C'est sans doute
a
une des questions les plus difficiles élucider car elle so uleve d'une maniere incon-
a
tournable l'importance attrib uée la recherche du "bien etre" dans ce qui pourrait
con tituer une philosophie de l'aménagement. Si l'on se réfere l'histoire du concept a
paysage, on ne peut manquer de rappeler la position de Hegel - se référant lui-
a
me me Kant- dans son analyse du sentiment du beau naturel: H egel signale les
lacunes que comporte la beauté naturelle en ce qu'elle se rapporte le plus souvent
a l'agréable. Pour lui - et donc éaglement pour Kant-l'agréable (c'est d'ailleurs/ce
terme qu'utilisent les créateurs de jardins de la fin du XVIIIe siecle pour exprimer
a
la beauté des paysages) fait appel au plaisir et donc la matérialité des sens -le
a
goút, le toucher, l'odorat- qui sont l'origine d'une approche polysensorielle des
a
paysages. Or, ce qui touche la matérialité ne peut appartenir au beau artistique.
Faut-il alors remettre en cause les fondements de cette philosophie et admettre que
l'agréable est une catégorie reconnue de la beauté des paysages? En ad hérant cette a
proposition, on ne pourrait alors qu'agréer la these des paysagistes qui, pour leur
a
prochain congres international réuni Paris en septembre prochain, ont choisi
comme theme "le plaisir du paysage". Si l'on devait au contraire en rester la théorie a
de Hegel, un véritable art du paysage reste inventer. a
a
Cependant, on pe ut rétorquer la these de Hegel que le paysage ne releve pas de
la simple beauté naturelle (ce qui semblait parfaitement admis chez les auteurs de
la fin du XVIIIe et du début du XIXe) mais qu'il est en réalité une construction
a
collective - voire individuelle si l'on descend l'échelle de la parcelle et de sa
superstructure- . Une certaine analogie avec l'architecture peut etre imaginée, tendant
a considérer la paysage comme une oeuvre impliquant alors un objectif patrimo-
a
nial ce que pourrait etre une politique du paysage . Mais en meme temps la notion
de construction collective nécessite l'insertion des représentations sociales et amene
une autre question: une politique du paysage peut-elle s'appuyer sur les différentes
composantes du corps social? S'agissant d'un probleme complexe, la réponse souleve
parallelement la question du role de l'Etat et de la recherche 6 par rapport aux
forces sociales. Le probleme du role de l'Etat entralne une nouvelle question: la
société peut-elle (ou doit-elle) se donner les moyens d'une politique du paysage?
Et quels moyens?
Cette série de questions et de réflexions en cascades n'est proposée que pour alimenter
le débat. C'est bien évidemment aux participants de ce seminaire de décider de leur
pertlllence.
L'ensemble du probleme peut etre par ailleurs envisagé dans un autre sens si l'on
renverse la question de la place du paysage dans l'aménagement: le paysage peut
en effet etre considéré comme un concept scientifique utile ou utiliser dans l'analyse a
a
des processus d'aménagement, et cette réflexion amene formuler la question d'une
autre maniere: que peuvent apporter les études et les recherches sur le paysage dans
le champ de l'aménagement? C'est d'ailleurs dans ce sens qu'ont été lancés les
programmes de la Casa de Velázquez en Andaluosie occidentale partir de 1979 a
sur les transformations du paysage.
Un développement trop long ici serait nécessaire pour apporter des éléments de
réponse que les responsables de l'aménagement en Andalousie possedent mieux que
quiconque. Mais il est certain que les différentes recherches engagées actuelleme nt

a
6. Vo ir ce suj ct la réfl ex io n de N . M A THIEU dan s I'é m iss io n de F ran ce C ulrure " La Narure et le Rural",
27 fév rier 1987, 9 h.

I
. ... ... . ... . .. .. .....
un peu partout s'orientent vers l'étude des représentations sociales du paysage, orien-
tatio n q ui fait resurgir les réflexions précédentes.

L'ensem ble de ces questions et réflexions n'élude pas le probleme de la gestion future
des milieux naturels qui n'a pas été évoquée en tant que telle, mais qui est pourtant
au coeur du débat et tout particulierement en pays méditerranée n.

a
Toute conclusion est inutile. Elle appartient au débat et la détermination des diffé-
rents intervenants qui, sans nul dome, SOnt convaincus de la nécessité de repenser
le paysage .


COLOQUIO

.\LBERT BATISTE TRIADO

L :t ' t ' ~ptu:ui z


ció n del paisaje se está haciendo por aproximación desde diversos
pI' fe i mies, la suma de las cuales nos acerca a la comprensión global.
A í, ] : tlt 'i tI gos, los ecólogos y los geógrafos, entre otros, han aportado los
el '1 nt ' , n ' eptuales para co mprender los aspectos estructurales o de funcion a-
loto el pai aj e: ecosiste ma, geosistema, paisaje integral...
'1 < t) , h Y otros aspectos en los qu e a mi entender está menos desarrollado
UI e.mal e máfisis o conceptual; so n los aspectos visuales y perceptivos en

U na, r :cima'i t n interesante a estos aspectos es la realizada por la Cátedra de Plani-


tI a 'ón b E uela de Ingenieros de Montes de Madrid, que a través de diversos
prácticos ha desarrollado un a metodología de análisis de los
." "v.,-...'.· ~,J .,' \'i uale del paisaje, a través de los co nceptos de calidad visual y fragilidad
-;r' ua/. I o o tame, este método precisa ser completado con otros enfoques si se
q . r lIe!!aJ' a una comprensión global de los aspectos preceptivos del paisaje, intro-
u j n o 10 a pectos simbólicos y sign ificat ivos a los puramente vis uales.
A li emender, de de el camp o del diseño arquitectónico y urbanístico se podría
portar en e te entido, a través del concepto de forma del paisaje.
En efe to la forma tal como la entienden los arquitectos o los diseñadores urbanos,
induye todo los aspectos perceptivos, simbólicos, significativos o de lenguaje que
habría que añ adir a los aspectos estructurales para tener una co mprensión total del
paIsaJe .
En este sentido, existe una amplia elaboración teórica sobre estos aspectos referida
a la ciudad y al paisaje urbano, al haber sido este el camp o de actuación preferente
de los arquitectos y urbanistas (Mevin Lynch, Gordon C ullen, Lawrence Halprin),
de manera que hay una metodología más o menos definida de "lectura" o análisis
de los aspectos formales de la ciudad . Sin embargo, en el caso del paisaje no urbano
la elaboració n teórica, qu e y o sepa, es mucho menor; y aun la que existe, se debe
a los diseñadores o teóricos de la ciudad, al contemplar el entorno 1 "lugar" donde
se asienta el hech o urbano o arquitectónico.
De este modo, igual co mo en el estudio de la ciudad, a los aspectos funcionales (usos,
fl ujos, estándares) se añaden los formal es (tipologías, hitos, elementos puntuales,
elementos lineales, barreras, discontinuidades, secuencias, rótulos, etc.), en el estudio
del paisaje no urbano se podrían añadir, a las categorías fun cio nales antes descritas,
otras formales similares (no idénticas) a las enumeradas .
Ello precisa de un trabajo de elaboració n que aquí sólo se apunta como un camino
a emprender.
A partir de estas teorías o instrum ent os de análisis se podría avanzar en el conoci-
miemo de los aspectos forma les de l paisaj e, tanto para introducirlos en su descrip-
ción como, y sobre todo, para tenerlos en cuenta en las actuaciones que se hacen
sobre él.
En efecto, en la labor de los que "hacen" el paisaje no urbano ( ingenieros de caminos,
presas, explotaciones mineras, montes, puentes, y, como no, arquitectos y urba-
oo.

nistas) se va abriendo camino la consideración de! impacto ecológico o ambiental


de las actuaciones que proyectan; en cambio, hay más dificultades y menos instru-
mentos para tener en cuenta las implicaciones en la forma del territorio.
En este sentido, creo qu e no se puede partir de considerar siempre que una actua-
ción humana sobre e! medio físico constituye de por sí un impacto visual negativo
que hay que esconder o disimular, sino que a veces se puede dar una solución correcta
si se consideran en el producto no sólo las cuestiones de eficiencia técnica, sino
también las formales.
Incluso no es seguro que, al plantearse una actuación artificial sobre e! medio natural,
la solución idónea desde e! punto de vista formal sea e! esconderla o el mimetismo,
sino que a veces (según las características de! sitio o los objetivos de la actuación)
una solución de contraste puede resultar mejor; siempre y cuando sea producto de
una intención explícita y de una reflexión y conocimiento de! medio en e! que se
proyecta. En este sentido se puede aprender de la teorización y práctica existente
sobre intervención arquitectónica sobre edificios o tramas urbanas antiguas.
Hasta aquí he apuntado la idea de que falta profundizar en e! conocimiento y teori-
zación de los aspectos formales del paisaje; que estos aspectos deben ser tenidos en
cuenta en los est udios y proyectos en e! paisaje no urbano, y que la arquitectura
y e! urbanismo pueden dar un instrumental teórico para acercarse a estos aspectos
de! paisaje.

FRANCISCO GONZALEZ BERNALDEZ

La intervención de un arquitecto urbanista como el Sr. Batiste es muy oportuna,


pues sirve para poner de manifiesto la reincorporación de los aspectos subjetivos
que se habían perdido en el proceso de dar un enfoque científico de! paisaje. La
necesidad de complementar con un a contrapartida subj etiva e! enfoque científico
del entorno procede de una actitud realista sentida por los prácticos de! diseño del
hábitat, de! urbanismo y de la arquitectura, respondiendo a insatisfacciones y
demandas de los usuarios. Pero es parte de un fenómeno más general como el
presente, en las reivindicaciones contraculturales y las posturas fenomeno lógicas
que observamos hoy en psicología aplicada al diseño y en arquitectura.
Desde e! punto de vista conceptual, la incorporación de los aspectos subj etivos al
concepto paisaje como "sistema", no debe hacerse mezclando sentimientos y razo-
namientos y pensamiento" objetivo", como pretendió Schelling y varios otros parti-
darios de no llevar a cabo un "cisma" entre sentimientos y ciencia, pues de ello
resulta una amalgama que nunca tuvo utilidad. Es necesario aplicar aquí el prin-

I
cipio de la com plementariedad cientÍfica, considerando dos aspectos complementa-
rios pero separados: el objetivo y el subjetivo (ver texto de la comunicación). Para
am bos aspectos existen hoy enfoques y métodos válidos con los que se han reali-
zado interesantes progresos . Los aspectos su bjetivos se insertan en el campo de la
psicología ambiental, del comportamiento humano (etología), de la percepción
am biental, etc. etc.

1. El paisaje mediterráneo
Como característica coyuntural importante del paisaje mediterráneo, me parece que
habría que evocar su creciente "marginalización' en el sentido de abandono del
uso, o relajación del uso, por fal ta de 'rentabilidad". Este proceso, acelerado por
la política agraria actual lleva a desequilibrios ecológicos. Por ejemplo: el abandono
del pastoreo, de la recogida de leña, de la frecuentación del campo por personas
conocedoras del terreno, lleva a transformaciones (desaparición de geófitas, animales
y plantas fetófilos cambios en la vegetación) de las que la más peligrosa es la acumu-
lación de biomasa inestable causante de incendios. El incendio es uno de los precesos
espectaculares resumidor de la marginalización del paisaje. Los incendios actuales
se diferencian de lo del pasado por varias características, pero especialmente por
la extensión y violencia de los exontos aislados que pueden comprender miles de
hectáreas de una sola vez.
Es necesario una política de apoyo a la gestión de e tas áreas progresivameme mar i-
nalizadas por medio de un uso inspirado en soluciones tradicionales (papel del
pa toreo con cabras, ovejas reconstrucción de la dehesa, adecuada oestión del mato-
rral ete.), pero completado por la aportació n de la ciencias ambiemale (denimia
de la vegetación). El conjunto debe ser oobernado seoún criterios de diversidad bioló-
oi a y de estabilidad (papel hidrológico, defensa de la ero ión), usando los mé odas
"dul e "o on agresivo que proporciona la recoo tm ción de la veoera ión y los
u o tradi ionale adaptado.
E td políti -a requerirá una reoriemación de la polí ica ao-raria a mal, lo que daría
lugar a un análi i muy largo.

Percepción y evaluación del paisaje dehe a


\'<100 -o -k ha realizado xperien ias mo trando a un o-ran número de peT onas de
" ul r- - imágene de lo tipo fund men ale de vege a ión e m 1iI.do:
o ical. húmedo, a ana, desierto y bo que" emplado". La mayoría de ~
r eli i - -e on en ran n la abana aisaje de ' pec o muy semejan e a la dehesa,
.a q e n] " t , al len e no iene nada que ver ni -ológi a ni -limá i m me- a emás
la hesa o ai je natural); Woodcoc - in erpre a a pn- fer n ia por el h cho
de que el nero Homo ha ,e volucionado durante mu hhmo ti lpO n con ,'le o
(> '

00 -e - leJío.

h omhi-
. . . .. . . . ... .. .... . .... .. . ... ..... .. ... ....
YVES LUGINBHUL

La co mpréhension du concept paysage et de sa glo balité est faci litée par la redécou-
a
verte des disciplines " naturalistes" qui , la fin du XVIIIe siecle ou au début du
XIX e s apparaissent comme des sciences globalisantes Ol! tout élément de la nature,
et en particulier l'arbre est comrpis dans ses différentes composantes: biologique,
éco nomique et esthétiqu e. Cet aspect totalisateur des sciences agronomiques dispa-
a
raít peu peu au cours du XIXe siecle et dans les revues horticoles ou agronomi-
a
ques, o n voit peu peu se séparer celles en nombre de plus en plus important que
les autres, qui se contornent dans le champ scientifique de la nature et abandon-
nent la part symbolique et esth étiqu e et celles qui conservent l'aspeet esthétigue
en le mettant en valeur mais en perdant l'aspeet scientifique. D 'ai lleurs on voit appa-
raJtre les concepts d'horticulture populaire et p otagere et d'hortieulture aristoera-
tiqu e qui serait celle des jardins d'agrément et d'une élite sociale. II ya done, dans
la spécialisation des sciences du milieu, perte de la globalité du coneept de la narure
et le paysage en tant que construction esthétique et volontaire a été marginalisé
et "éli tisé" .

S'agissant d'esthétique et de paysage, il faut rappeler que le paysage a été défini par
H egel co mme un état d'ame; lorsque nous regardons un paysage nous réagissons
par rapport aux émotions que nous ressentons mais également par rapport notre a
culture. La part émotionnelle qui se trouve dans notre regard sur le paysage ne peut
etre utilisée pour l'aménagement car elle ne dépend que de l'individu. Ce seraient
alors les valeurs sy mboliques et eulturelles qu 'il faudrait analyser et étudíer.

MARIA JOSE RUBIO DE GRALL

TI me semble que la notion de "masguer" les construetions "Jaides" dans le paysage


ne peut pas erre érigée en regle. De meme que les cháteaux-forts tour a faít fonc-
tionnels au départ ne gatent pas un paysage mais au contraire le soulígnent ee le
font vivre, de meme nos constructions modernes devraient avoir assez de qualjré
a
et de force pour pouvoir donner un sens un paysage donné. Je pense norammenr
a
aux centrales nucléaires . Un exemple ne pas suivre me semble Paluel sur la core
ormande dont les taux de refroidissement cachées dépassem juste au niveau du
platea u avee l'effet que l'on pense et en plus on a démoli compleremem une crique
dans la falaise! Je suis franchement pour les constructions "belles" er momrables.

I
EDC\RDO MARTINEZ DE PISON

Ya en Ritter se encuentra expresada la relación geográfica entre norma y forma,


entre sistema y paisaje. El paisaje es la formalización de un sistema territorial, la
forma que toma un geosiste ma. Mientras la Geografía del paisaje vuelve a ser recien-
temente abordada de modo riguroso en el ca mpo de la naturaleza por la Geografía
Física, es, en cambio, prácticamente descuidada en los trabajos sobre el espacio huma-
nizado; con ello, su aspecto global, prop uesto repetidamente hasta mediad os de
nuestro siglo, no ha sido últim amente atendido de modo conveniente: es necesario ,
pues, cultivar estos aspectos. Pero además, es imprescindible incorporar los aspectos
culturales del paisaj e, tanto porque éste es producido por la cultura, como po rque
es entendido a través de ella, porque posee signifi cados y símbolos culturales; ello
obliga a rebasar lo científico y a adentrarse en el más amplio campo de la cultura,
en sus conocimientos y razonamientos y también en sus aspectos artísticos; rebasar
tambi én la información para intentar la comprensión. Otra cuestión es la aplicabi-
lidad de la Geografía del paisaje, concretamente del paisaje natural como método
operativo en el análisis territorial destinado a la ordenación del espacio, del medio
o del mismo paisaje. Esta requiere distintas profundidades de análisis y distintas
escalas (regulación básica regional o regulación detallada de un área), lo que precisa
diferentes métodos; por ejemplo, fichas de paisajes para síntesis de grandes unidades;
superposición y mezcla de factores para el análisis de unidades naturales y ambien-
tales de tamaño medio; el estudi o de paisaje integrado (establecimiento de geosis-
temas y geofacies) es válido sólo en el análisis interno de unidades (estudio cualitativo,
pues el cuantitativo requiere estacio nes estables, es lento y costoso .

FRANCO POSOCCO

11 pourrait etre intéressant pour un e création du concept-notion de paysage de fa ire


a
une r apide lecture de la philosophie esthétique: synthétiquement partir de Spinoza
a
(Deus sive natura) 1'Illu minisme-Positivisme (classification sectorielle), de 1' Idea-
a
lisme (Schelli ng, C roce) l'Ex istentialisme (Sartre, Heidegger), du Structuralisme
(Ecole de Francfort) au F uturisme et en général aux mouvements modernes (concep-
ti ons perceptives, etc.).

11 est aussi important d' analyser les théories esthétiq ues de l'ensemble du systeme
et de faire l'analyse historico-iconographi que (Sereni) .
a
On demand e aux philosophes, et aux maí'tres penser de préciser les intéractions
entre les deux histoires qui concernem le paysage: l'histoire de la nature et l'histoire
de l'établisse ment ou colon isation humaine.

De cette maniere on peut co nsidérer le paysage comme la forme perceptible de


l' univers physique ou s'exerce la présence humaine.

11 n'y a pas de paysage sans l' homme; on doit considérer le territoire (intégrant
a
la ville et la nature), par rapport l'homme, le groupe, la société.

I
. .... . ..... .. ..... . ..
Le paysage-environnement est donc une accumulation économique, culturelle et
fonctionnelle, ou mieux sa forme visible.
Il est toute la culture (le palimpseste) matérielle (ou du matériel) . .
Il est le panorama (du grec pan orao) complexe.
L'intégration entre les approches fonctionnelles et formelles peut etre réalisée par
l'analyse typologico-structurelle, capable de décomposer et reconstruire le paysage
en éléments qui so nt en meme temps fonctionnels et morphologiques.
Le paysage enfin compose un langage formel (sémiologie visuelle) qui est défini par
rapport a la figurabilité de l'espace et la tradition sociale (sens d'appartenance).
S'il ya un noyau unique (visuel et conceptuel), le paysage est caractérisé par la multi-
plicité et la diversité des différentes lectures et interprétations .

LUCILN M. CHABASO .

Je trouve intéressant d'avoir organisé ce séminaire et de tenter d'y relier la ques-


tion de la connaissance et la question de l'action . Je vais relater rapidement notre
expérience dans ce domaine, une expérience qui a 20 ans, et dans laquelle l'action
préd:de la réflexion.
Des administrations dans un certain désordre ont mis en phase des dispositifs d'action
et de controle du pay sage. Cette action a été menée dan s un empirisme total, et
dans le vide épistémologieque; les déficiences qui sont apparues se sont traduites
par une mobilisation progressive du secteur scientifique et de la connaissance; au
fur et a mesure que le paysage s'effondrait comme objet 'de droit, et comme champ
d'action, il émergeait comme objet de connaissance, comme objet de compréhen-
sión; c'est un peu la situation que nous connaissons aujourd'hui. Est-ce que nous
devons regretter cette situation? Je ne suis pas certain que cette connaissance, la
production de concepts puisse éclairer et faciliter l'action sur le paysage; et je vais
m'expliquer la dessus -comme on I'a dit, et comme les papiers en témoignent- ,
le paysage ne se saisit pas aisement; il ne se définit pas facilement, il est un champ
complexe, que plusieurs disciplines essaient de saisir. Ceci est incontournable . Ne
serait-ce que parce que le paysage met en rapport un objet et un sujeto Pour reprendre
les catégories Kantiennes : Il est a la fois de l'ordre de la connaissance et de l'ordre
du jugement; de l'ordre de la connaissance et de l'ordre du sensible; de la percep-
tion. Etudier le paysage c'est par conséquent étudier l'occupation de l' espace, sa
constitution préhistorique et historique, écologique; l'histoire de cette constitution.
Mais c'est également étudier le sujet, et le sujet socialement, culturellement, histo-
riquem ent situé. On ne peut donc échapper a une confluence des disciplines qui
ne p eut que rendre complexe la saisine de la question. Si je considere le paysage,
du coté de l'objet, nous savons tous qu'i1 releve de plusieurs types de lecture . On
peut en avoir une lecture préhistorique et historique. Nous avons encouragé les
travaux dans ce domaine, qui se sont traduits par la publication d'un livre, en France,
qui s'appelle "L' environnement au temps de la préhistoire". Beaucoup de préhis-
toriens qui ont fouillé par exemple: des grottes, des abris, se sont efforcés de recollS-


tit uer a partir de tec hniqu es co mm e la polly n ologie ce qu' était le co uv ert végétal
et la structure de l'hab itat, et la perception de I' espace que pouvaient avoir les hommes
pré hi tor iques, par exemple au Pléistod:ne moyen. D'intér essants travaux ont été
faits, qui permene nt da ns notre pays, de reco nstituer, p ar séquences, un e histoire
du paysage préhistoriqu e.

No us avon fa it égalem ent de no mb re ux trava ux au fur et a mes ure, bien entendu ,


des f1 uctuat io ns cl imatiques . Nous avo ns un e idée extre mement clai re auj o urd'hui,
de ce qu'a été le paysage de la F r an ce; disons entre moins de sept cents mille ans
jusq u'a nos jours. Nous avo ns égalem ent une co nscience tres claire de ce qu'a été
I'a nthropisation du paysage; les transform ations du paysage a partir du n eolithique,
et ceci jusqu 'a nos jo urs, avec notamI11 ent I' évolution , tres importante, du co uvert
foresticr, du fa it de l'aceivieé humaine.

Cette se ule approch e préhistori que ee historique du paysage, a elle seule, indépen-
dem ment de to ute autre, n e peut que condui re a relativiser cen e qu estio n et men re
en ca use l'acti o n publi que, cal', qu el sens a-telle au regard de cene évolueio n, du
I110ins a l'échelle du gran d paysage? D u paysage a grande échelle.

n pe Ll t aussi faire une lcceu re économique, socio-économique du paysage, on peut


S a
:1I11 l!ser trad uire les effets de la politi que agricole comm une sur l'occupation de
l' spacc rural dans un pays comme la France, comme l'Angleterre d'aujourd'hui,
ou I Allemagne Ol! d autre pays . On peut avoir une lecture que seraie totalement
socia lisée qui nie la onstitution é o logique, les origines écologiques du paysage .
n peut di re: "dis-moi qu el est ton paysage et je te dirais quelle société tu vis;
0111 ment ceete société a con tirué progressivement ce paysage". On peut bien
em ndu , t cert.1ins prérendenr le fa ire avoir une lecture écologique du paysage.
l'Italie: nous allons trouver des archétypes de paysage -de la Renaissance jusqu'a
nos jours-tres forts, dans le paysage Toscan, avec des terrasses, des cypres et des
villas. Et ces archétypes de paysage sont a la fois structurés par l'espace et consti-
tués comme référence culturelle dans notre mémoire et dans notre jugement. Souvent
les législations ont repris ces notions d'archétype de paysage, et les protections qui
ont été établies reprennent, s'inspirent de cette approche.

FRANCISCO GONZALEZ BERNALDEZ

Sobre la universalidad de gustos paisajísticos

Existe naturalmente cierta coincidencia universal en preferencias y unas diferen-


cias individuales. Hasta qué punto es importante la coincidencia y las diferencias
accesorias es objeto de polémica. La factura de la coincidencia fundamental está repre-
sentada por los Kaplan (R. y S.) en los EE. UD. que insisten sobre la importancia
de características tales como la legibilidad, el misterio, etc., de valor universal. Otros
autores ponen el acento en las diferencias individuales.

Podemos admitir que existe una manera fundamental de valorar el paisaje, aunque
aparezcan diferencias importantes, cuando además de la función visual (contempla-
tiva) aparecen "intenciones", o actitudes ligadas'a lo que se va a hacer en ese espacio.
Este aspecto es decisivo cuando se consideran entornos reales sobre los que hay
espectativas.

La forma fundamental de valores está modelada por características de edad, profe-


sión, familiaridad con el medio y personalidad psicológica (con la que existen impor-
tantes correlaciones).

EDUARDO MARTINEZ DE PISON

Con intención pragmática vuelvo al conc¡~pto del paisaje como la configuración


que toman los hechos geográficos: ordenar el paisaje es ordenar esa configuración
y, por ello, intervenir en el sistema territorial. La ordenación del paisaje es indiso-
ciable de la ordenación del territorio; el paisaje tiene dueño, es mercancía, está
planeado, usado, especulado. También es un hecho cultural, pero ¿cómo se integra
esta dimensión?: mediante ciertos métodos analíticos y valorativos añadidos a los
de los demás factores; pero parece conveniente proceder según los dominantes-
naturales, sociales-del paisaje, que clarifican su caracterización .

I
DOMINGO GOMEZ OREA

1. A pesar de la subj etividad inherente al concepto de paisaje, es posible trabajar


con él y además es necesario. No obstante hay elementos objetivos en el paisaje,
como por ejemplo la determinación de una cornisa de vistas o la visibilidad de ciertos
puntos de territorio, que son estrictamente objetivos.
Considero el paisaje como un recurso natural más, por ser útil y, cualitativamente,
escaso . Co mo tal h abrá que integrarlo en los procesos de toma de decisiones, es
decir, en los planes y en los proyectos . Para ello existen procedi mientos de inter-
vención, valoración y determinación de su fragilidad y potencialidad, que si no son
totalmente sati sfactorios, permiten dar respuesta razonable a los problemas
paisajísticos.
2. No hay problemas exclusivamente paisajísticos. En cuanto a percepción externa
del medio, el paisaje es la resultante formal de los elementos y procesos subyace ntes.
Tratar el paisaje exige tratar también dichas componentes no directamente percep-
tibl es. De ahí la importancia de la ordenación territorial y de la localización, diseño
y evolución de proyectos concretos. En ambos casos - planes o proyectos- es funda-
mental internalizar el paisaje en la propia concepción del proyecto, en las soluciones
que plantee; pero dado que los equipos de proyectistas y -aunque en menor medida-
de planificadores no suelen disponer de especialistas en el tema paisaj e, cobra gran
importancia la evol ución paisajística de las soluciones, incluso como elemento de
mejora del proyecto.
3. Las soluciones a los problemas paisajísticos no deben ser solam ent e preserva-
tivas, sino que también han de atender a su potencializació n , utilización racional
y mej o ra. Es importante crear paisaje en muchos sitios.
Las solucio nes en un plan o en un proyecto han de ser de dos tipos :
a) Propuestas positivas que dan origen a inversiones.
b) Normas reguladoras orientadas a conservar actividades m entenedoras del
paisaje y a propiciar otros compatibles con su fragilidad y potencialidad .

EDUARDO MARTINEZ DE PISON

E n la integración de los valores culturales en el análisis del paisaje se basa sin duda
la posibilidad de la visión global. En general la valoración del paisaje es fundamental;
sin ella no hay posibilidad de diferenciación de unidades de protección, de regula-
ción y de acción. Tal valoración se fund amenta en criterios científicos y culturales,
pertenecientes a quienes h acen el estudio y establecen los hechos, además de las
estim ac iones de las percepciones sociales del paisaje. Pero, sobre todo, en el conoci-
miento de la realidad estudiada: es obvio que este conocimiento se refiere no sólo
a la teoría del paisaje, si no a los integrantes del mismo y que de él se deriva una
estimativa fundada en valores objetivos y demostrables .


YVES LUGINBUHI.

Pregunta a González Bernáldez, qué diferencia existe entre percepción y represen-


tación del paisaje.

fRANCISCO GONZALEZ BERl\f.\LDEZ

Una pregunta del Sr. Luginbuhl, relativa a terminologías sobre el concepto de


PERCEPCION
El uso que ha hecho del concepto de percepción se debe a que he intentado alinearme
a su abrumadora presencia en la bibliografía, tras la generalización de la exposición
environmental perception, quizás en inglés perception, en el lenguaje ordinario, tiene
su sentido añadido de evaluación "something is perceived as good, or as bad", que
no posee en español ni en francés . En ese sentido environmental perception contiene
un aspecto de "evaluación" que no corresponde en el sentido usual a percepción
en otras leyes.
Algunos especialistas del tema como Ann Whyte han discutido este término conso-
lidándolo equivalente a "cognition" (V Workshop on environmental Perception
editado por MAB Canadá). Araceli Masia ha comentado el uso del tiempo en su
tesis doctoral, considerando que no se trata de una primera fase del proceso de cogni-
ción (la percepción en sentido muy estricto o limitado). Los experimentos indican
que en el establecimiento de preferencias por distintos entornos hay un aspecto
de reacción a configuraciones espaciales (patterI}s, pautas, regularidades o irregula-
ridades, redundancia, etc.) estudiables por la teoría de la información: aspecto que
podemos llamar "formal" y otro de "contenido" (o "semántico", "figurativo",
etc.) que requiere la identificación o reificación de los objetos o elementos del paisaje
o escena.

MANUEL V ALENZC'ELI\

Mi intervención quiere abundar en los elementos no visibles del paisaje, aquéllos


que aún no han llegado a aflorar en forma visible (criptosistema, según la termino-
logía acuñada por González Bernáldez). Si algún rasgo destacaríamos de ellos, es
su heterogeneidad tan acusada como en el caso de los elementos visibles (fenosis-
tema) y con una movilidad muy superior a aquéllos, que se caracterizan por una
cierta continuidad, incluso bastantes inercias. Dicha movilidad viene dada por los
cambios experimentados en las prácticas espaciales de los agentes sociales (usuarios,
actores económicos, administraciones públicas), que actúan sobre el territorio
movidos por cargas ideológicas, intereses económicos o estrategias políticas, según
los casos, que se entrecruzan y realimentan constantemente. Todo lo cual justifi-
caría sobradamente la utilidad de conocer con la mayor precisión posible las citadas
realidades soterradas en la medida en que potencialmente pueden hacer eclosión
en forma de procesos de deterioro, alteración y, en todo caso, de configuración
paisajística .


La utilidad de esta sugerencia estribaría, entre otras co nsideraciones, en la utilidad
q ue este conocimiento report aría a las Administraciones públicas de cara a la anti-
cipación de los instr ume ntos nor mativos y de gesti ón idóneos para la prevenció n
o encauzamie nto de los efectos p aisajísticos de todo ello derivados. Solo así enten-
deremos que p odrá obviarse, parcialmente al menos, el riesgo de qu e la refl exión,
com o ha sido la práctica habitual hasta ahora, suceda inexorablemente a la acción.
Paralelamente, la Administración debería realizar una refl exión profund a so bre sus
propias prácticas de constru cción paisajística y los planteamientos ideológicos econó-
micos o de oportunid ad política que las inspiran, así co mo los obj etivos fijados a
la reflexión en torn o a ellos . Sólo así le será plenamente útil la ap ortación de cientÍ-
ficos y universitarios co mo la que se viene realizand o a lo largo de este Seminario .

ANTONIO LOPEZ ONTIVEROS

Hasta el momento de mi intervención creo haber captado dos posturas en el debate:


la de qu ienes se muestran optimistas y expeditivos en la actuación qu e se deja de
llevar a cabo resp ecto al paisaje, y la de quienes se muestran más cautelosos. Yo
comprendo la urgencia de la A dministración para resolver estos pro blem as y
comprendo el optimismo - ya proverbial- de los científicos de la naturaleza y expe-
riment ales, e incluso el optimismo más moderado de los psicólogos sociales.
P ero personalmente me alineo con los cautelosos, porque el problema de la orde-
nación de los paisajes es de mucha enjundia y porque la historia, más o menos reciente,
me recuerda ejemplos de variación de criterio en temas espaciales que creo son signi-
ficativos. A saber:
a) Los cascos históricos a lo largo de to do el siglo XIX e incl uso entrado el siglo
XX se valoraban m uy negativamente por propios y extraños - viajeros- , y si su
opinión se hubiese puesto en práctica ipso facto no habría quedado casco histórico
alguno en España.
b) La repoblación forestal española en buena parte del período franquista contó
con la de gestores, fores tales y ciudadanía en general, y es desp ués cuando se descu-
bren sus yerros ecológicos, eco nómicos e incluso de gestión .
e) La valoración y utilidad de los paisajes cinegéticos sólo en los siglos XIX y XX
ha pasado por alternativas varias : defensa y ensalzamiento, crítica y abandono, y
nueva defensa para su recuperación en tiempos actuales .
d) Buena parte de los geógrafos españoles hasta hace sólo dos años ha demostrado
e incluso superado la idea de paisaje como conformadora de su disciplina, luego
mal se puede creer ahora a estos súbitos conversos.
Luego por todo se comprenderá que me ponga de parte de los cautelosos, defen-
diendo sí la necesidad de ordenación paisajística pero acompañada de mucha refle-
xión, como se está haciendo en este coloquio, en todo caso con predominio del
prevenir y conservar sobre el alterar indiscriminado, con predominio también de
la intervención puntual sobre la actuación amplia también con la garantÍa - no por
obvia menos necesaria- del conocimiento a fondo de la realidad paisajística de que
se trate .


... .. . .... . ............ .. ................ . ......... ......
EDUARDO MARTINEZ DE PISON

Otro problema más, a la vez de orden práctico y conceptual: si es ya difícil la resti-


tución intelectual en el tráfico científico del concepto del paisaje, aún mayor lo es
en un documento técnico de ordenación, por el mismo carácter global que exige
y que obliga a dar prioridad a la relación , venciendo la yuxtapos ición de análisis
sectoriales. Se ha escrito que el paisaje necesita de especialistas del "contacto" (espe-
cialistas no especiali zados) . Ello puede plantear problemas: este personal no es
frecuente; también por establecer la relación se pueden olvidar los hechos integrantes,
los elementos. El paisaje como convergencia y relación puede plantearse económi-
camente; como entidad territorial, geográficamente; como espacio activo, por diversos
técnicos: pero todo ello requiere equipos nuevos, solventes en el establecimiento
de los hechos y capaces de integración. En la práctica, esto no es tan fácil como
pudiera pensarse.


SESION 2. EL PAISAJE MEDITERRANEO
.. . ..... . ............................. . ....... .... .............. ..... ...... ......... . ... .
Presidente: José Garrido Molina
Ponente-Relator: Yves Luginbuhl
lOSE GARRIDO MOLINA
. .......... . .............. . ........ . ...
EL PAISAJE MEDITERRANEO

La acepción de "ámbito mediterráneo" en el lenguaje general evoca la existencia


de una serie de particularidades y la permanencia de rasgos comunes desde diversos
puntos de vista, atribuibles a una serie de regiones geográficas y claramente diferen-
ciab les de otras áreas.
Si bien la región mediterránea es claramente definible desde un punto de vista climá-
tico y eco lógico, pudiendo hablarse de un clima estrictamente mediterráneo y de
ecosistemas mediterráneos asociados, es indudable que referirse al paisaje medite-
rráneo con un sentido unitario, reconocible y diferenciable es complicado.
A la diversidad funcional y estructural de los ecosistemas mediterráneos hay que
sumar la propia variabilidad que introduce la definición del paisaje que, como
concepto integrador y por lo tanto multidimensional, incluye otros aspectos y temá-
ticas no necesariamente expresivas de la condición mediterránea.
La región mediterránea ha sido cuna de civilizaciones muy antiguas y área de gran
expansión demográfica. Como consecuencia de ello ha sufrido durante milenios
intervenciones humanas de gran intensidad con claras repercusiones sobre los ecosis-
temas mediterráneos. Las repercusiones se han traducido fundamentalmente en la
reducción de extensas áreas de bosque y matorral mediterráneos, para dar paso a
cultivos agrícolas y pastos . Las prácticas inadecuadas de manejo del territorio han
inducido con frecuencia al desarrollo de graves procesos de erosión y desertización.
Sin embargo, la larga tradición de actuación humana en el Mediterráneo ha permi-
tido el desarrollo de formas y modelos de intervención equilibrados en sus ecosis-
temas. Ello, unido a sus condiciones de regenerabilidad, ha inducido al establecimiento
de nuevos equilibrios dinámicos mantenidos por el hombre. Como consecuencia
de ello, los originarios ecosistemas mediterráneos han ido evolucionando en el sentido
de configurar un mosaico de innumerables variantes de estados de regeneración y
degradación.
La expresión paisajística del ámbito mediterráneo es pues diversa y compleja, otor-
gada por una multiplicidad de procesos y sistemas resultado de la acción del hombre
en la naturaleza. En este sentido cabe hablar de "los paisajes mediterráneos" .
Junto a espacios muy alterados e incluso irreversiblemente degradados, coexisten
paisajes atribuidos de valores tanto naturales como socioculturales que es preciso
proteger y mantener.

I
La región mediterránea por sus condiciones y potencialidad naturales y su ubica-
ción geográfica, acoge múltiples funciones productivas cuyo desarrollo manifiesta
una notable incidencia sobre el estado de sus ecosistemas y paisajes. Los actuales
requerimientos de desarrollo imponen la necesidad acuciante de garantizar el encaje
armónico de éste con las características naturales del territorio.

Este reto requiere la búsqueda de fór mulas de actuación que han de estar basadas,
en primer lugar, en la investigación y conocimiento de los elementos y procesos
que intervienen y organizan los ecosistemas y paisajes mediterráneos. La investiga-
ción ha de aportar pues el soporte científico de las iniciativas de gestión, control
y ordenación del paisaje .

La acción planificadora de cara al paisaje requiere a este respecto la traducción, a


menudo complicada, de los conocimientos científicos en formulaciones orientada
a clarificar la iniciativa y actuación administrativas .

Como aspectos relativos a la ordenación y gestión del paisaje ' es preciso destacar
los siguientes:

Atributos que definen los paisajes mediterráneos. La identificación de los dis-


tintos sistemas y modelos paisajísticos, así como la valoración de los elementos
y características que los conforman constituyen la primera necesidad en la inicia-
tiva planificadora.
Valoración de impactos. El reconocimiento de los impactos paisajísticos inducidos
por los diversos procesos y elementos que configuran la actividad humana aportan
una herramienta de gran utilidad de cara a la formu lación de alternativas de uso
del territorio .
Aptitud y capacidad de acogida. Los paisajes mediterráneos poseen una gran
potencialidad para la implantación de múltiples funciones antrópicas. Sin embargo,
el desarrollo de éstas cuando se lleva a cabo sin considerar las posibilidades y
limitaciones del territorio ha conllevado en la región mediterránea a la alteración
irreversible del paisaje en numerosas áreas. Como ejemplo ilustrativo en este
sentido cabe destacar la gran apetencia recreativa que suscitan los paisajes medi-
terráneos. El turismo constituye un recurso que ha experimentado un fuerte
crecimiento en el Mediterráneo y que lleva aparejado un desarrollo urbanístico
que en numerosas ocasiones ha arruinado notables valores paisajísticos.

Así pues, el establecimiento de la aptitud y la capacidad de acogida del paisaje


para las distintas manifestaciones de la actividad humana debe permitir el
control de desarrollos y actuaciones no concordantes con sus características.

Estas temáticas constituyen el marco referencial en el que han de inscribirse las estra-
tegias de planificación del paisaje. Su desarrollo ha de completarse con la formula-
ción de líneas de actuación y criterios de intervención derivados de los aspectos
aludidos . En este sentido, es preciso desarrollar los instrumentos normativos que
articulen la plena integración del paisaje en la planificación del territorio, así como
arbitrar los medios técnicos que permitan las actuaciones destinadas a la protec-
ción, mantenimiento y recuperación de los paisajes mediterráneos.

I
) \'l' S LUGINBUHL

RAPPORT DE LA SECONDE SESSION SUR


LE P AYSAGE MEDITERRANEEN

a
Pour autant que soit priori passionnant le theme choisi pour cette seconde session,
le paysage méditerranéen, force est de reconnaí'tre que les questions posées au départ
n'ont pas recueilli toutes les réponses qu'elles méritaient de recovoir. Peut-etre le
seconde question sur les techniques d'aménagement du paysage méditerranéen était-
elle en fait en avance sur le programme choisi et se serait mieux insérée dans la
3eme session? Elle est restée en tous cas sans réponse . Peut-etre aussi était-ce la diffi-
culté d'y répondre?

A la premiere questión cependant, concernant le diagnostic du paysage méditerra-


néen et les causes de sa transformation, divers éléments ont été avancés, avec un
certain nombre de difficultés soulevées par les participants.

Faire un diagnostic du paysage méditerranéen supposait tout d'abord d'en dégager


les caracteres spécifiques, c' est-dire d' en définir l' identité.

Certains caracteres, concernant l'objet meme de la réalité physique et humaine du


milieu méditerranéen ont été proposés par differénts intervenants:
le climat et la biogéographie qui en découle;
la fragilité de ce milieu, exposé aux phénomenes d'érosion, aux incendies
a
ou d'autres phénomenes de transformation physiologiques ou anthropiques.
l'échelle et la distribution du peuplement qui conferent souvent aux paysages
méditerranéens un caractere construit et donc plus urbain.
la rareté des terres arables et le controle minutieux de la gestion et des res-
sources en eau.

a
Enfin on a insisté plusieurs reprises sur le poids des cultures et des strates de l'histoire
qui, en s'entassant les unes sur les autres, ont imprimé aux paysages méditerranéens
leur plus grande spécificité.

On peut peut-etre alors admettre que c'est le regard que portem les différemes cultures
sur ces paysages qui fonde leur spécificité, leur véritable identité :un regard sur les
lieux qu'omf fac;:onné les civilisations phénicienne, grecque, romaine, judéo-chrétienne
et arabe sur des pratiques et des techniques qui ont utilisé, modelé et remodelé des
milieux au travers de connaissances propulaires empiriques du climat et des processus
biogéographiques.
Cette diversité des cultures et donc des formes identifiab les dans le paysage est sa ns
doute une des raisons pour lesquelles to ute définition du paysage méditerranée n
-ou des paysages méditerranéens- a rencontré des difficultés. Définir le paysage, c'est
en effet en réduire la profondeur et la diversité culturelle et historique.

Connaltre les paysages méditerranéens ce n'est pas seulement les découper en autant
de parcelles qu'il y a de disciplines scientifiques. C'est aussi se pencher sur la repré-
sentation que s'en font ou que s'en ont fait ses acteurs, pasteurs, agriculteurs, pecheurs,
commen;:ants, promoteurs, touristes, etc., bref l' ensemble des catégories ou gro upes
des sociétés qui ont participé et participent encore a modeler ce paysage. L'absence
de préocc upation pour les savoirs populaires et la préé minence de la co nn aissance
scientifique ont en effet été déterminantes dans l'o ubli des systémes agro-sylvo-
pastoraux qui produisent encore un e grande part des paysages méditerranéens, comme
le a bien fait remarquer Josefina Gómez Mendoza et ont conduit a des poli tiques
autoritaires d'aménagement du paysage forestier contre des volontés populaires. Un
oubli qui était d'ailleurs impliqué par une vision unilatérale de la nature chez les
ingénieurs forestiers.

A vec le cas des forets , de la dehesa, du monte bajo et des paysages cynégétiques
évoqués par Antonio López Ontiveros, l'accent a été mis essentiellement sur des
paysages a forte dominante végétale pour lesquels il a éte reconnu que tout usage
agricole, aussi dégradant qu'il ait pu etre considéré auparavant, est finalement meilleur
que l'abandon, meme momentané, d'un entretien du sol et de sa superstructure.

Cet accent apporté plus particuliérem ent aux paysages de dehesas, de matorral, de
pastos plus ou moins utilisés, de moins en moins utilisés est justifié, comme lea indiqué
Fernando González Bernáldez par leur marginalisation dans le cadre de l'intensifi-
cation de l'agriculture promue et menée par la Poli tique Agricole Commune. Celle-ci
implique en retour, le remplacement d' ecosystemes anthropisés telle la Dehesa-
pouvant erre envisagée, au travers de l'image de parc qu'en fournit sa représenta-
tion et du cycle fermé de son fonctionnement, comme une manifestation de
l'harmonie de l'homme avec le végétal et l'animal-par des boisements d'eucalyptus
ou par des culturas céréalieres ou oléagineuses au risque de voir les soIs emportés
vers les fonds de vallées par le régime torrentiel des pluies.

Mais ce fait est peut-etre davantage applicable a l'Espagne qui est entrée depuis peu
dans le Marché Comun, alors que la Politique Agricole Commu ne a san s doute
permis a des agriculteurs franc;:ais de se maintenir et d'entretenir les paysages des
zones défavorisées .

On a rappelé par ailleurs la faible importance accordée aux paysages de terrasses


dans la discussion. Leur role dans les paysages méditerranéens est indéniable. Aussi
n'a t'on peut-etre pas suffisamment insisté sur leur place et leur fonction écologique
et culturelle . Pourtant, certains, comme J. Challet et moi-meme, ont fait re mar-
quer que la constructio n de terrasses sur les versants de la cote espagnok médite-
rranéenn est un phénomene d'actualité justifié par les fortes marges béneficiaires
de cultures spécialisées de plantes tropicales réalisées souvent a l'aide de capitaux
de sociétés multinationales dont un objectif a ter me serait peut-erre, en cas d'une
conjoncture défavorable pour les cultures, une urbanisation plus facile sur des terrains
déja préparés.

I
... . . ... ...... . .... ..
Si donc ces paysages sauvages, ces paysages de dehesas, de terrasses, du linoral parti-
cipant a la formation de "l'archétype" du paysage méditerranéen au sens de
A. Berque, et évoqué par L.Chabason, certains méritent peut-etre une protection
au titre de grands monuments de l'hum anité . Mais il faudrait alors concevoir un
"néotype" de ce meme paysage qui constituerait l' objectif de l'aménagement et qui
expri merait le projet paysagiste de la société post-moderne sur le milieu dans lequel
elle souhaite vivre.


REST AL ESPAÑOLA

saberes comunes y conocimiento científico


:fil><etIll'S1lJr reIl pone integrar en una comprensión común modos de conoci-
la naturaleza y del medio y debe constituir, pues, un ejercicio
transdisciplinariedad. Pero la naturaleza y el paisaje no son patri-
dio os. Múltiples actitudes y múltiples formas de perci bir, de apre-
<ciiaur 'l ¡¡Jire rolbnu- e han desplegado frent e a ellos y han dejado sobre ellos impresa
$llIl Jl:mlllreJJ.D..n.. Leer y omprender el paisaj e entraña, pues, intentar co mpl ejas opera-
crii«l>IllIff:$ ¡¡Jire rd ' odificación y de interpretaci ón.

JE.ll cdliisr:mso iemífico y técnico se ha alejado cada vez más de los saberes co munes,
mr.mllOOi«l>IlD;;a] y populares. Incluso el conocimiento geográfi co que podía sacar ventaja
- y JIDJ['~ on razón- de una posición privilegiada dentro de las ciencias de la
IID2IIiIDI.['.;n]lcezaq e le mantenía ampliamente abierto y dialogante con los saberes com unes,
lln2l ~o - provisionalmente- de abandonar esta situación y de mimetizar otros
(C(Q)IlDOOmie os científicos más especializados y sistemáticos. Pero precisamente el
cdIii2íll (!JI con la naturaleza no admite, creo yo, este distanciamiento. Es necesario
~ d sis ema de correspondencias entre los saberes com un es y los saberes cien-
mccm Ji técnicos de la natu raleza y el paisaje, entre los sistemas de clasificación y
«lknn.((l)m.Dn.ación que unos y otros realizan; como también es necesario buscar los enca-
~eJJlltos entre los principios generales y abstractos y los conocimientos, usos
Ji F!l'klI:ñcas concretos Y particulares entre los referentes culturales y científicos qu e
(Ol))JlDltrriilb1lIl.feIlD a ormar ciertas imágenes de la naturaleza y las acciones que se llevan
;al ~ p.;rur,;¡¡ la transformación del paisaje . El prese nte trabajo trata de establecer

~ <rllwtOgo eJJll lo referido a la doctrina forestal moderna en España.


W tqt_ <die JJllllJ(.~-O enía el discurso fores tal moderno cuando, al finalizar la primera
t1llDiim <dIeR $lgBo XIX, se crea la Escuela Especial de Ingenieros de Montes y se orga-
JlIliiZ.1\ <.eH ~ñcio
y la administración públicos de los mismos, era su convencimiento
k J1al ~il~1lllcía de equiJibrios ecológicos e interrelaciones paisajísticas y, en conse-
~m(C~ §\Ul ¿!if:cidída voluntad de supeditar la fun ción productiva maderera de los
a
montes a su función protectora unta, 1855, 10; Jordana, 1875, 414-416). Dos circuns-
tancias, sin embargo, contribuyen a la vez que a configurar los aspectos centrales
del ideario forestal, a li mitar el alcance de sus acciones de restauración del paisaje
mediterráneo . En primer lugar, la dasonomÍa española toma como modelo, si no
exclusivo si hegemónico, la dasonomÍa alemana, deslumbrada por los brillantes resul-
tados obtenidos por ésta. Ello implica, en parte, que las primeras generaciones de
forestales opten por un entendimiento restrictivo del monte en el sentido de que
el verdadero monte es el monte alto y que se produzca también, de forma comple-
mentaria, una cierta incomprensión de los nuevos equilibrios semi naturales e histó-
ricos característicos de los medios mediterráneos y un relativo descuido de los
aprovechamientos considerados, no casualmente, como secundarios, como, por
ejemplo y sobre todo, los pastos.
La segunda circunstancia determinante - que guarda muchos puntos de contacto
con la anterior- es que la doctrina forestal se va desarrollando al hilo de las vicisi-
t udes de la larguísima etapa desamortizadora (1833-1924) en un afán de evitar la
destr ucción de los montes mediante su conservación bajo titularidad pública. Esta
situación acaba conduciendo a un discurso y a una actuación, en gran parte,
bloqueados, en el sentido de que los forestales concentran sus esfuerzos en una deli-
mitación y restauración con monte alto de una hipotética región forestal de propiedad
pública, desentendiéndose del monte en manos privadas por estimar fatal o irreme-
diable su deforestación. Por una u otra razón los forestales se ganaron el antago-
nismo, cuando no la hostilidad, de las comunidades campesinas, al tiempo que no
lograban detener la actuación especulativa en los montes.
La comprensión de este proceso no me parece desprovista de interés cuando de nuevo
se discuten las alternativas de ordenación, regeneración y gestión de los paisajes medi-
terráneos dentro del marco autonómico español: Resulta, pues, que estas políticas
tienen en cierta forma una larga tradición en España, como han recordado distintos
autores (Mangas Navas, 1984,28-30 Y Sanz, 1985, 196-197), tradición cuyos aciertos
y errores deben ser conocidos y objeto de reflexión. No en vano reaparecen hoy
las mismas tensiones que han caracterizado la moderna historia de los montes: tensión,
en lo referente a la conservación entre políticas pasivas y cautelares y políticas posi-
tivas y restauradoras; tensión entre propiedad pública y propiedad privada de los
espacios de alta calidad ambiental con la permanente tentación de recurrir tan sólo
a la expropiación y la discusión sobre el grado de limitación que se puede imponer
a la libertad de aprovechamientos en virtud de la supeditación del interés privado
al público; tensión entre la acción estatal y comunitaria por un lado y la política
descentralizadora y de autonomía municipal por otro; tensión entre la administra-
ción pública y la constatación de su habituales malos resultados en conservación
y gestión de las zonas de alto interés paisajístico; tensión, en fin, entre rentabilidad
y conservación que recubre el histórico conflicto entre la administración recauda-
dora y la administración inversora y gastadora, en definitiva entre el Ministerio
de Hacienda y el de Fomento o los ministerios que a éste sucedieron y los equiva-
lentes de uno y de otros en las Comunidades Autónomas.

El entendimiento forestal del monte


Es a la ciencia de los montes, en su apasionante versión fundacional decimonónica,
a la que compete delimitar la extensión de la región forestal, proponer su distribu-
ción física y económicamente más conveniente, determinar los sistemas de cría,


cultivo y aprovechamiento más adecuados a las especies vegetales de acuerdo con
las condiciones de situación, suelo, clima y necesidades a las que sati sface n, y fijar
las relaciones de propiedad bajo el punto de vista de los intereses particulares o colec-
tivos (García Martina, 1868 a, 11). Ahora bien , la región forestal, qu e se define recu-
rrentemente como aquélla en la que no es posible el cultivo agrario permanente,
sólo puede cumplir de manera completa "su benéfica influencia en el clima y física
terrestre, en la economía y moral de los pueblos", en definitiva su múltiple misión
indispensable para la vida de las poblaciones, si está poblada de monte alto regular
(Ruiz Amado, 1869-1872, II, 774). Ya lo había dicho con rotundidad años antes
-pero sólo en la parte relativa al monte alto- otro de los grandes de la selvicultura
española del siglo XIX, Lucas de Olazábal: "El verdadero monte es aquél que se
halla tal como la Providencia misma le ha creado o sin haber perdido, al menos,
nin gun o de sus caracteres fundamentales; en este sentido, el verdadero monte es
el monte alto, o para que todo el mundo lo entienda, el monte compuesto por árboles
bravos" (Olazábal, 1857, cit. M uñ oz Goyanes, 1983, 233). Y si esto, es así lo que
de los científicos y técnicos de montes se espera es que repueblen la región forestal
co n monte alto regular de largo turno.
N o es ni mucho menos inocua e intranscendente la acepción forestal retenida del
término monte y los primeros naturalistas foresta les fueron de so bra conscientes
de ello. Remite de hecho a la introducci ón del términ o bosqu e y bosqu e bravo por
Casi miro Gómez Ortega un siglo antes en su versión castellana de los textos de
Duhamel de Monceau acordes con las Ordenanzas francesas: bosque o monte alto
es aquél en qu e los árboles pasan de 40 años y no llegan a los 120; monte o bosque
bravo es en el qu e los árboles pueden pasar de 120 años y montes tallar aq uél en
que los árboles no pasan de 40 años; así también lo acepta P o nz al establecer la
línea divisoria entre los tallares y los verdaderos bosques. (Duha mel de Monceau,
1774, II, 289-290; Ponz, 1788, XIII, Prólogo).
Un hecho de esta introducción del término bosque interesa so bre todo a los dasó-
no mos del siglo XIX: el que expresara los umbrales de aprovechamiento made-
rable del bosque y, por ello, correspondi era a la etapa de formac ión de los bosques
reales, "llevándose tan lejos la idea de progreso, cLce un siglo después AgustÍn Pascual,
qu e se cercaron con pared áreas de tanta extensión como el monte de El Pardo,
el de Viñuelas o la Casa de Campo, todo ello siguiendo el célebre edicto colber-
tiano de 1661 de cierre de los bosques reales en Francia para su restauración (Corval,
1984, 3-6). P ascual advierte que este "uso vulgar y legal de la voz bosque (contri-
buyó) a propagar por España ideas realizadas en el centro de Europa y sirvió, pues,
para expresar monte espeso, más monte alto y medio que bajo, más escorial que
hoquedal, más cazadero que dehesa, más europeo que asiático, más dirigido a fin
por medio y motivo que abandonado al azar y a la suerte" (Pascual, 1868, 73). Y
prueba de este entendimi ento del bosque en el que cabe el aprovechamiento made-
a
rable con arreglo a las reglas técnicas forestales ordana, 1900 47) es que la primera
organización del Servicio nacional de montes se hizo por decretos de 30 de abril
y 1 de mayo de 1835, mediante lo que entonces se llamó Ingenieros de bosques,
Escuela de bosques e Inspecció n de bosques.
En todo caso, en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX se asiste
a una extensión del concepto de monte hasta el punto de llegar a incluir en él a
los sotos (Ponz, 1788, XII, Prólogo; Bowles, 1789, Cavanilles) que culmina en la
definición" maderera" de las Ordenanzas de 1833: monte es todo terreno "cubierto

I
de árboles a propósito para la construcción naval o civil, carboneo, combustible
y de mercancías comunes, ya sean montes altos, bajos, bosques, sotos, plantíos o
matorrales de toda especie distinta (de las) plantaciones de especial fruto o cultivo
agrario".

Los científicos forestales combatieron esta acepción en primer lugar, como ya queda
dicho con anterior idad, por su reduccionismo productivista y su ignorancia de la
"superior" influencia benéfica de los montes sobre el suelo, las aguas corrientes
y el clima "conforme lo enseñan las ciencias naturales aplicadas y lo corrobora la
observación, la historia y la práctica de todos los tiempos" Qordana, 1875, 414) .
En segundo lugar, y sobre todo por lo que atañe a nuestro razonamiento actual,
para rechazar su amplitud . Desde luego, dice Lucas de Olazábal, que hay montes
herbáceos y montes leñosos. Pero de los primeros "la dasonomía (se ocupa) poco
más que para condenar su existencia, señalándolos como signo de un atraso deplo-
rable. Cuando estos montes se hallan situados dentro de cualquiera de las regiones
agrarias revelan claramente debilidad agrícola, y se les llama yermos. Cuando forman
parte de la región forestal, acusan impotencia selvícola, y se les denomina calveros
o calvos según su extensión (Olazábal, 1871,3). En uno y otro caso deben ser repo-
blados, e incluso, según la ley de repoblaciones de 11 de julio de 1877, los yermos
no podrán ser considerados montes hasta que no se repueblen .

Por su parte, José J ordana y Morera se quejaba en 1900 de la vaguedad aún persis-
tente en la significación encerrada por la palabra monte y recurría a los saberes
comunes para reclamar su sentido orográfico : "De la palabra monte, dígase lo que
se diga y hágase lo que se quiera, no será tarea fácil desligar el sentido orográfico
mons, montis que tiene y que el vulgo le aplica más o menos entrelazado con el
forestal. Rústicos y campesinos no llamarán jamás monte al soto, a la mejana, al
marjal, a la alameda, al erial, al campo, al yermo, al lleco, a todo lo que no sustente
vegetación leñosa de cierto porte y que no se extienda en la mayoría de los casos
por terrenos encumbrados o desiguales, así que pretender ir contra la corriente (entién-
dase en el sentido vulgar del vocablo) es, hoy por lo menos, achaque de innova-
dores más bien que labor de prudentes" Qordana, 1900, 182-183).

Lo que no contradice la opinión de Pascual que achaca a las instituciones medie-


vales y a la cultura oriental" el error y la ignorancia" que entraña" el falso concepto
de monte que establece la equivocada relación entre la humanidad y la naturaleza"
hasta el punto de quebrantar las leyes y la armonía de ésta. Para invertir esta rela-
ción la ciencia debe confiar más en las relaciones exteriores que en los hábitos y
costumbres, ya que "la masa general del pueblo, guardadora esencial de los terrenos
destinados a la producción leñosa, desconoce todavía la unidad y la interior variedad
del concepto de monte, por lo cual se ha dicho, con profundo sentido, que el mejor
sistema de guardería forestal es una buena ley de instrucción primaria" (Pascual,
1879, 464-465).

La definición forestal de monte entrañaba por parte de los naruralistas e ingenieros


una clara delimitación de los espacios de uso preferentemente pastoril aunque, llevados
de su fervor forestal, sientan mayor rechazo por los ejidos que por las deshesas .
Dehesa es el monte de pasto, esté o no acotado (a pesar de su origen etimológico)
pero no se descarta que la dehesa sea susceptible de otra clase de productos dife-
rentes del dominante de apacentamiento tales como madera, leñas, montanera y
labor Qordana, 1900, 95, Pascual, 1868, 76 Y 306 Y sigs). No merecen una valo-
ración tan benevolente los ejidos, terrenos comunes de pasto. Ejido es, para AgustÍn
Pascual , el " demoni o forestal", "el que no conoce la producción forestal y, por
consiguiente, no la ama. Destruyendo las masas de vegetación permanente trae las
sequía , aumenta los desastre de las inundaciones y sume a los pueblos en la miseria
y el hambre" (Pascual, 1868, 543). Constitu yen estas palabras uno de los testimo-
nios de la vehemencia con qu e los forestales de la primera generación abordaron
los aprovechamientos co munale de pastos, cuestión primordial sobre la que luego
volveremos.

La región forestal: del criterio de la especie arbórea dominante


a las condiciones locales
La anterior toma de po ición re pecto al concepto de monte como monte alto se
plas ma nítid<lmente en la legi lación forestal y desamortizadora.
Para delimitar la re i ' n fore tal por razones de equilibrio ecológico - "equilibrio
co m lóai - " e uele ir en los momentos iniciales- o, más exactamente, para
eparar, en aten ión a la urgenc ias del siglo XIX, los montes exceptuados de la
ent de I ,'enrubie la Junta Facultativa del Cuerpo de Ingenieros del ramo, por
atribu ión e.';:pre del artÍ ulo 2 de la ley general de Madoz de 1855, recurre al criterio
botáni o O pe-ie arbórea do minante. Se admite, en una aproximación volunta-
riamente aenéri-a r' por tanteo" compro bada por "el sistema de relaciones recí-
pr a' qu la altur de las montañas resulta ser " el criterio menos falaz para señalar
lo límit el aobierno en la producción forestal" Uunta, 1855, 62) Y que la especie
arbórea ominant tI' du e bien las características de la altura y del clima y define,
en últim in tan -i 1 r aión forestal, tanto desde el punto de vista espontáneo como
produ tivo. De e ta forma e e tab lece el carácter inalienable de los montes de
dominio públi o de la reaione superiores y altas pobladas de especies resinosas
) de hoj plana obre todo (má tarde exclusivamente, robles, hayas y p inos) y
la alienabilidad de lo pi o montano basal, salvo excepciones por razones de equi-
librio fitogenéti o pero no de producto .
Al2UllO utor ritÍ aran pronto el empirismo del criterio de la especie dominante
y lo de aiu re , inadmisible de de el pumo de vista de la geografía botánica, entre
pe ie realmente exi tente y la que podrían vegetar en condiciones de esponta-
n idad no perturbada. Para Hilarión Ruiz Amado la causa del error radicaba en
haber tomado omo principio el que la especies exceptu adas no se encontraran
ha itualmente en la reaión agrícola in tener en cuenta la tala y el de cuaje, y dejando
en definiti"a a mer ed de la e peculación individual la parte de la región que más
nece ir b del auxilio de lo medios característico del E tado (Ruiz Amado,
- , II, 9 - 9 ). La región fore tal no tiene por qué coincidir - en el momento
en que e ribe- on el área de la e pecie ex -eptuada . son las condicione locales
ebidamente ob ervad y re onocidas la que pueden permitir dictaminar sobre
la ne e idad, por razone de utilidad pública o de imeré o ial de conseryar o
re t UTar un monte l que ha en po ible en última in tan ia realizar demarca iones
orre-ta entre la región propiamente fore tal _ la agrícola debiendo quedar la
rimera en mano públi a y pa ar al individuo la eaunda para su mejor uso y
de tino (Ruiz Amado, 1 69-1 _, II, 9 5-9 - Jordana, 1 1, -H --1- 1).
Se aspiraba así a la elaboración de un documentado mapa forestal-existió durante
muchos años una Co misión del mapa forestal en paralelo con la Comisión del mapa
geológico- que lograra suplir a la que se iba reconociendo como incompleta clasi-
ficación de regio nes botánicas basada en el cuadro de zonas climáticas de Moritz
Wilkomm. "No basta, se advierte en la época, la sola distribución de las plantas;
se necesita conocer separadamente las exigencias de cada porción del territorio, como
estudio especial que h a de permitir la aplicación de las leyes fitocreadoras al cultivo
de determinadas especies" (Castel, 1880, 324-325). Por este motivo los forestales
alientan la multiplicación de las observaciones meteorológicas, mientras uno de los
mejores de entre ellos, Máximo Laguna, va suministrando la primera flora forestal
de España. Pese a lo cual la teoría de la amplia estepa central de la Península, lejos
de ser refutada a medida que se mu ltiplicaban los reconocimientos geobotánicos
fi dedignos, per maneció como u na de las referencias tópicas para los forestales espa-
ñoles en relación con la extensión de la degratbción de los bosques primitivos (Confe-
rencia de Máximo Laguna en el Ateneo de Madrid el 11.3.1884)

Todos estos elementos van determinando la evolución de la doctrina forestal de


fin de siglo y de la legislación sobre catalogación y repoblación de montes públicos
por ella inspirada. Esta se mantiene, en principio, fiel al criterio de la especie arbórea,
pero lo va complementando y matizando de acuerdo con ciertos criterios produc-
tivos (es el caso sobr esaliente de los alcornocales exceptuados por primera vez tan
sólo en 1896 en virtud de la utilidad industrial del corcho) y sobre todo físicos (cabe-
ceras de cuencas, pendientes fuertes y arenales o dunas que, aunque desarbolados
o incluso yermos, deben ser incluidos en el catálogo de montes protegidos por razones
de seguridad).

Quizá convenga seguir algo más en detalle este tránsito doctrinal y dispositivo hacia
el concepto primero de monte de utilidad pública y después de monte protector.
La ley de 11 de julio de 1877 (llamada de repoblación) incorpora a los terrenos objeto
de repoblación, fomento y mejora forestales, junto a los montes exceptuados (que
seguían siendo según la definición de 1862 y 1863 los de pino, roble o haya que
por sí mismos o unidos a otros que distaren entre sí menos de un km. constaran
de al menos 100 Ha.), los yermos, arenales y dunas aptos para crear árboles, así
como los montes de aprovechamiento común y las dehesas boyales pero, en este
caso, tan sólo para proporcionar al ganado abrigo mediante la repoblación. El decreto
de 3 de febrero de 1888, tras las devastadoras inundaciones levantinas de 1879 y
1884 Y las conclusiones del congreso contra las inundaciones celebrado en Murcia,
establece un plan sistemático para la repoblación de cabecera de las cuencas hidro-
gráficas partiendo del "hoy axioma (de) que el problema hidronómico se contiene
por entero en el dasonómico: la vida de los valles está sometida a la de las montañas
( .. .) patria de los grandes vegetales" . En su virtud se disponía (R.O . 28.7.1878) que,
sin olvidar la prosecución de los trabajos de restauración de claros y calveros dentro
de los planes de aprovechamiento que se venían realizando anualmente en los distritos,
se constituyeran comisiones especiales para atención repobladora de las vertientes
del Júcar, de la cuenca de GuadalentÍn, de la vertiente del Lozoya y de las dunas
de Cádiz y Huelva. De las dos últimas la primera ya existÍa y tenía un carácter emble-
mático aunque no había logrado ino pobres resultados. La última también confería
carácter legal a trabajos que ya estaban efectuando .


Son las disposiciones de 1896 (art. 8 de la ley de 30 de agosto sobre modificación
del impuesto; R.D . de 20 de septiembre definiendo los montes de utilidad p ública
y R.O. de 21 de noviembre para la revisión del Catálogo de montes públicos y la
formación del definitivo que sería elevado a tal en 1901) las que fijan el criterio
de utilidad pública en materia de montes en relación con la necesidad de población
o repoblación arbórea forestal para "garantir la salubridad pública, en el mejor
régimen de las aguas, la seguridad de los terrenos, ferti lidad de las tierras destinadas
a la agricultura". Cada monte incluido en el Catálogo debía llevar la nota de utilidad
pública expresada, además de por la especie arbórea -que se sigue entendiendo que
resume esta utilidad- por "otros signos de orden dasográfico, orográfico, topográ-
fico, geológico y botánico que hagan más notoria la razón de dicha exclusión
partiendo del estudio de la zona forestal". Salvaguardando de esta forma el criterio
primigenio se conseguía formar la región forestal distinguiendo tanto u na subzona
de montaña como otra de llanura. En la primera se da cabida, ahora, a pastizales,
yermos impropios del cultivo agrario, espartizales y montes poblados de especies
anteriormente no protegidas que por razones orográficas reclamen ser repoblados
o restaurados. En la segunda, la de las llanuras, se incluyen las landas continentales
y las dunas marítimas que en virtud de los peligros que entrañen para los cultivos
agrarios adyacentes necesiten ser repoblada. Pero se incluyen también genéricamente
los terrenos esteparios, "de tan vasta extensión en nuestro país", aunque sólo puede
pensarse en repoblar las porciones que más poderosamente requieran la creación
de monte por razones de extrema necesidad maderera y leñosa de las zonas
comarcanas.
El proceso prosigue con el R.D. de 7 de junio de 1901, que al crear las Divisiones
Hidrológico-Forestales por grandes cuencas y encomendarles el servicio nacional
de repoblaciones va precisando las prioridades y urgencias en las cuencas hidroló-
gicas y los terrenos inestables, y culmina con la ley 24 de junio de 1908 en que
se incorporan a la consideración de utilidad pública, además de los montes catalo-
gados como tales, los que merecieren la condición de protectores por alguno de
los conceptos antedichos (cabeceras, regulación avenidas, sujeción terrenos, sanea-
miento terrenos pantanosos y razones higiénicas y económicas para pueblos comar-
canos) cualesquiera que fueren sus dueños.
En la definición y delimitación de la región forestal el camino había sido largo no
se renuncia al monte alto pero se incluye no sólo ya lo que es sino lo que debería
ser. Pero además con el tiempo se había dado un paso fundamental: supeditar en
parte la propiedad privada y la libre disposición del monte en la zona de protec-
ción a la utilidad pública.

La propiedad de los montes y su administración


Estamos viendo hasta qué punto la historia desamortizadora confirió gran parte
de su razón de ser a la articulación del ideario forestal. También se podrían multi-
plicar los ejemplos sobre lo que algún cronista de la época llamó "la funesta manía
de buscar en los montes públicos uno de los puntos de apoyo para el asiento elec-
toral" (R.M.P., 1886, 289-291).

Uno y otro hecho determinaron un cierto bloqueo del ideario forestal forzado a
afirmar -y a pretender demostrar- hasta la saciedad la necesidad ineludible de la
propiedad pública de los montes en virtud de la incompatibilidad del interés

I
privado con la conservación del monte alto debido a que su producción maderera
se mide en períodos seculares. El monte alto o maderable no podría ser convenien-
temente poseído en propiedad particular -se aducía en un momento en que no
se pensaba en la demanda de maderas de especies de crecimiento rápido- porque
los productos que necesitan para su formación períodos larguísimos sólo pueden
ser confiados a intereses constantes y perpetuos. En efecto, la acción privada tendría
siempre, en principio, que sacrificar a ganancias presentes y seguras las probabili-
dades de estos productos.
Pero no procede recoger aquí la muy prolija y fecunda polémica sobre la incapa-
cidad privada de poseer monte alto en virtud del carácter distinto de la propiedad
forestal debido al origen espontáneo de los montes y de sus productos al no tener
trabajo acum ulado. Ya lo he hecho en algún otro lugar (Gómez Mendoza, 1987).
Tan sólo quiero señalar que algunos de los autores más lúcidos apuntaron, con mucha
antelac ión, a la última disposición legal comentada de 1908, la necesidad de coartar
la libertad de aprovechamientos, reconocida por la ley de montes de 1863, del propie-
tario particular de terrenos incluidos en la zona forestal de utilidad pública (Ruiz
Amado, II, 777) . Se propone, por ejemplo, impedir a los propietarios cualquier tala
o descuaje sin previo aviso a la administración para que ésta estudie la conveniencia
de adquirir los terrenos y, en caso de no existir acuerdo, de expropiarlos.
Me importa más, en la línea argumental actual, poner de manifiesto las reservas
que los forestales siempre mantuvieron respecto de la propiedad de los pueblos. "Los
pueblos y las provincias o sus representantes, los ayuntamientos y diputaciones,
tienen condiciones intermedias entre las señaladas al particular y al Estado como
propietarios forestales", dice de partida Ruiz Amado. Deben y pueden ser propie-
tarios forestales, no sólo porque tienen existencia permanente y más medios que
los particulares sino también y sobre todo porque son los que poseen la mayor parte
de los montes, "aunque su interés y los recursos de los que disponen no les permitan
de hecho beneficiarlos en monte alto de turno tan elevado como corresponde a
los nacionales" (Ruiz Amado, 1869-1872, II, 875).
Pero si los pueblos son aptos en cierto modo para poseer montes no lo son para
administrarlos. La acción concejil en los montes da permanentes muestras de abusos
y de absoluta incapacidad de gestión. Los que llevan a cabo los aprovechamientos
más abusivos son precisamente alcaldes, concejales y vecinos, con la mayor impu-
nidad tanto por el caciquismo imperante como por la propia dinámica de electores
y elegibles, abusos que los ingenieros no se cansan de denunciar en sus distritos
y ante la opinión pública en su órganos de prensa. Por lo que se refiere a la propiedad
comunal, afirma sin rodeos Francisco García Martina, es más que pública colec-
tiva, que es el peor de los estados posibles y Olazábal habla de "las letales conse-
cuencias" del aprovechamiento común. No son sino falaces, a decir de los forestales,
las distinciones extendidas por las leyes entre los tipos de propiedad de los pueblos,
y los argumentos de que el aprovechamiento común redunda en beneficio de la
clase menesterosa cuando en realidad lo hace a favor de los escasos patriciados locales.
No es casual, en este sentido, que los ingenieros de montes participen en proyectos
tendentes a la abolición en los montes de todos los usos y prácticas colectivas
(Olazábal, 1871, 45), como tampoco lo es que su prioridad en materia de ordena-
ción de montes públicos sean los deslindes y la redención de servidumbres, cues-
tión sobre la que luego volveré. En definitiva, como resume Ruiz Amado, "la
administración municipal y provincial es peor que la del individuo, porque a

I
éste alguna vez el interés le guía a no destruir completamente los montes que son
suyos y serán de sus herederos" (Ruiz Amado, 1869-1872, ll, 878) . Por ello se requiere
la tutela del Estado o, más exactamente, la de los propios ingenieros a través del
Servicio Nacional de Montes.
Esa desconfianza, cuando no abierta hostilidad, se explica por el reparto de respon-
sabilidades que los forestales hacen, desesperados por la inutilidad de sus esfuerzos
para detener - ya que no invertir- la decadencia de los montes. Son, desde luego,
"el hacha del matutetro y la tea de incendiario" las que destruyen los montes, pero
más responsable aún es "el diente asolador de los ganados" . Al madereo furtivo
se unen las talas efectuadas por los rematantes de montes enajenados a bajo precio
y con complicidad local casi siempre, talas que normalmente se llevan a cabo antes
de terminar de pagar los plazos de la compra. Los incendios tienen que ver con
las roturaciones y con el pastoreo abusivos, forzando las leyes de la naturaleza e
imposibilitando toda reconstitución espontánea del bosque. Por no hablar de otros
aprovechamientos vecinales perjudiciales para cualquier intento de repoblado por
diseminación natural como la recogida con palas y rastrillos de leña y hojarasca
en el monte comunal destruyendo el humus.
A todas luces, los proyectos restauradores del monte alto protector por parte de
los ingenieros forestales aparecían difícilmente compatibles con los aprovechamientos
plurales del monte y con unos usos y prácticas de carácter colectivo.

Los aprovechamientos de los montes:


de la dasonomÍa alemana a la dasonomÍa mediterránea
A lo que los forestales aspiraron, pues, es a cubrir la región forestal de monte alto
regular y, para ello, confiaron en el control que ejercían de la administraci ón central
de montes. Los más lúcidos y los más avezados en el trabajo forestal de entre ellos
dudaron desde el principio de que un plan tan amplio - y sobre todo tan decidida-
mente unilateral desde el punto de vista de los usos- fuera viable si no se concer-
taba el interés de las corporaciones para conferir a los trabajos la autoridad y la
multitud de apoyos que habían de menester Qordana, 1875, 417 Y 432).
Monte regular significaba introducir orden dasonómico: frente al monte virgen o
primitivo en el que el desorden de especies y de edades reduce la producción, las
técnicas forestales introducen la ventaja de la regularidad en la cría, cultivo y apro-
vechamiento. Y son precisamente los montes de Alemania del Norte, dice Ruiz
Amado en sus Estudios Forestales recurriendo a la autoridad de Le Play en su Réforme
50ciale (Ruiz Amado, 1869-1872, ll, 848) los que más se aproximan al estado regular,
resultado de la aplicación de los principios dasonómicos. La misma referencia se
repite a menudo admirativamente en la literatura forestal. Los verdaderos h ombres
de ciencia, dice en algún momento una de las publicaciones especializadas (R.M.P.,
V, 1888, 17-19) deben "visitar la vasta superficie del Imperio alemán, emporio de
la dasonomía, para ver cómo se encuentran perfectamente definidas y separadas las
dos zonas, forestal y agrícola, y estudiar sus mutuas relaciones". Así podrán en España
ayudar a la Naturaleza en el desarrollo regular de la vegetación forestal yen la conse-
cución del verdadero equilibrio .


La ciencia de los montes es, pues, en su primer desarrollo en España, una ciencia
alemana (García Martina, 1868 b, 616-61 8) Y la voz forestal debe reconocerse sin
reparos co mo un germanismo útil (Pascual, 1868,631-638). De hecho la voluntad
política al crear en 1848 la Escuela de Ingenieros de Montes había sido explícita-
mente la de buscar esta inspiración alemana y, para ello, fueron enviados entre 1842
y 1845 Agustín Pascual y Esteban Boutelou a la Academia Forestal de Tharand en
Sajonia, la más prestigiosa, aquélla donde desde 1811 había ejercido el magisterio
Heinrich Cotta, el fundador de la moderna dasonomía, cuyo tratado de cultivo
forestal aplicando el sistema Hartig fue durante mucho tiempo, en versión fran-
cesa, libro de texto de la asignatura de Selvicultura en la Escuela de Villaviciosa
de Odón. Las revistas especializadas van presentando los contenidos básicos de la
técnica dasonómica alem ana destacando la traducción que Ramón Jordana hace de
la obra del propio Hartig para la Revista Forestal, Económica y Agrícola. Los tratados
españoles tardan en aparecer y cuando la hacen (Landerer, 1878; Artigas, 1890) son
saludados como el despertar científico del letargo español y una loable emancipa-
ción de la tutela extranjera. Pero, sobre todo, se reconoce la imprescindible aplica-
ción de los conocimientos generales de la ciencia a las necesidades de nuestros montes.
"Los lib ros que han de servir de texto en la Escuela (de montes), dice un cronista
de la época (R. P. M., VIII, 1891,34-35), la fuente en que han de adquirir los cono-
cimientos nuestros ingenieros, como estos conocimientos han de tener aplicación
en nuestros montes, es necesario que sean genuinamente españoles (... ). La ciencia
ha de ser cosmopolita en abstracto y nacional o más bien local en concreto. Tanto
más en el caso de los montes ... ". Más allá del discutible acierto en la forma de expre-
sarse, la intención estaba clara. La realidad, tozuda, de los montes mediterráneos
y de sus aprovechamientos múltiples iba desarbolando lo que algún autor de la etapa
más pragmática posterior denominó el inicial "romanticismo dasocrático" (Mackay,
1929, 139). Cada tipo de medio ambiente necesita su propia selvicultura y "muy
poco de lo que haya enseñado el tratamiento de los robledales de la cuenca del Sena
es utilizable en los pinares o robledales de la del Tajo, como no sea meramente
confirmativo de amplísimos principios. Nuestra técnica es menos universal y, por
lo mismo, más variadamente matizada; en suma, más difícil de adquirir y de concretar,
más rebelde al encaje en leyes y fórmulas ... " (Mackay, 1929, 138).

De ahí que el campo de referencias se vaya ampliando aunque lenta y perezosa-


mente. La referencia más constante es la del Pinar de Balsaín del Real Patrimonio
que se entiende debe ser ejemplo para toda la administración pública de montes
y cuyos productos atestiguarían de la abundancia que podría llegar a tener nuestra
riqueza forestal (en 1890 se afirmaba por la administración competente que el Patri-
monio Real gastaba 22 pts./Ha. en Balsaín y recogía 50 pts./Ha. de producto bruto,
mientras el Estado gastaba 28 cmos. por Ha. de sus montes para recoger 2,41 pts.)
(R. M. P., Il, 1885, 66-67;VIl 56-58 y 65-68). También la explotación "concienzuda
e inteligente" del Paular por la Sociedad Civil Belga es a menudo traída a colación
como ejemplo: probablemente su caso contribuya a explicar las escasas dificultades
que una administración tan dada a poner trabas a la iniciativa privada planteó a
la concesión a particulares de ordenaciones de montes y lo relativamente deprisa
que se confirió a estas ordenaciones el carácter de obra pública .


En el último tercio de siglo menudean las referencias admirativas a la repoblación
de las landas de Burdeos y, en menor m edida, de los arenales de las costa portu-
guesa (los dos bosques, se llega a decir, más produ ctivos y frondosos de la Europa
m eridional) y " la manifestación, se añade, tan hiperbólicamente al menos como
en e! caso anterior, del po der de! hombre para transformar el aspecto de la natura-
leza" (R. D . de 7 de junio de 1901. Exposición). Ejemplos que se invocan para la
labor en los arenales interiores y en las dunas litorales de Cádiz, Hue!va y Gerona.
E l universo de referencias es, sin embargo, matizado por la prudencia que impone
la práctica y la co nsideración de las condiciones locales. No es lo mismo repoblar
en Sajonia q ue en España, recuerda Olazábal: "Que una cosa es obrar sobre el fresco
suelo y brumoso cielo de Sajonia y so bre los arenales situados bajo un clima marí-
timo y br um osamente suave como e! de las landas de Burdeos y otra, muy otra,
habérselas con interminables áreas del agostado junio, cual so n es su mayor parte
las abarcada p or nue tros desdichados calveros" (cir. por Muñoz, 1891 , 90-93).
Y, en efecto, ardua tarea es la de la repo blación sistemática iniciada en 1877 por
la R estaura ió n tan vol untariosa y prolij a en disposici o n es legales y comisiones
ad hoc como pobre n resultados. Las razones de tan notable desajuste se buscaron
en la épo 'a en la insufi iencia del servicio de montes, en la falta de viveros y de
otra infrac tructun técnicas, en la lentitud burocrática y en la penuria presupues-
taria. 19o o mu ho hay de ello. Pero no puede o lv idarse, por todo lo que llevo
dicho la ontribución que a tan largo fracaso - y a tan duradera frustración p ara
lo fore tales- prestó la desconsideración en que éstos mantuvieron a los usos múlti-
ples de! monte y, muy en especial, a las necesidades de p astos.
La dispos iciones legales se muestran tibias en su intentos de co n ciliar e! fomento
del monte (recuérdese qu e se quiere m onte alto) con los intereses de la ganadería.
Apenas si e! R. D. de 1865 aprobando las instrucciones para la elaboración de planes
de aprovechamientos en los montes públicos o e! R eglam ento de 18 de enero de
1 7 para ejec ució n de la ley de repoblación de 1877 co nti enen reco m endaciones
de carácter genérico en e! sentido de que grandes masas de arbolado no deben dismi-
nuir la superficie destinada a p astos y otras algo más precisas para qu e las dehesas
boyales sólo se arbolen para abrigo de los ganados.
Tan convencido estaba el forestal -y e! legislador al que inspira- de la alta misión
de la aforestación, que trata de conciliar esta ti bieza con la detracció n del 10 % de
todos los aprovechamientos qu e se efectú en en los m o ntes públicos con destino
a repob lación y mejora de los mismos, teniendo q ue certificar los pueblos el valor
exacto de sus ingresos por este concepto (artíc ulos 25 y 26 de la R. O. de 18 de
enero de 1878) y quedando tan sólo exe ntos los ap rovechamie ntos gratuitos de pasto
y bellota en las dehesas boyales. Es presumible que e! fracaso en e! reempleo previsto
de estas cantidades no sólo estribara en los anacrónicos ritmos de la administración
reca udadora y pagadora (el dinero nunca estaba disponible, según testimonios, en
la estación propia para las plantaciones), sin o también en la aversión de los pueblos
a contribui r con unas cantidades cuya util idad o beneficios directos se les escapaban.
Tan cierta es esta dualidad entre e! uso forestal exclusivo de! monte y su uso múltiple
tradicional y entre la administración central y la municipal, que los ingenieros de
montes más conocedores de l trabajo de campo preconizaron como trabajo previo
y condición indispensable a toda la labor de repoblación, los deslindes, los amojo-
namientos, la refundición de dominios y, sobre todo, la redención de servi-
dumbres, en parti cular de pastos y leñas, en los montes públicos (Olazábal, 1877,
321; M uñoz, 1881, 130-131) . Una vez m ás se estaba tratando por encima de todo
de deslindar la propiedad y de eliminar - o de delimitar- los derechos y usos colec-
tivos, aunque para mayor ironía, se pretendiera hacer todo ell o a cargo del 10 %
del produ cto de los aprovechamientos percibido por los pueblos.
"Locura sería, dice con clarividencia Juan José Muñoz, ingeniero y profesor de selvi-
cultura de la Escuela, al estudiar las co ndiciones necesari as para el buen éxito de
las repoblac iones, emp render repoblaciones en ciertos rob ledales de Extremadura
cuyo suelo es de propiedad particular, cuyos pastos se aprovechan sin limitación
alguna y cuya tierra se labra para el cultivo de cereales; (sólo) por ligereza se tendería
a hacerlo en aque llos otros montes de roble cuyo fruto se aprovecha en mont anera
por el ganado de los pueblos (oo.)". P ara concluir con esta palabras: "En la regulari-
zación del disfrute de los pastos est á la clave de todo proyecto de repoblación (oo.)
localícense los aprovechamientos (oo.) respétense en absoluto las superficies sembradas
o plantadas, así co mo los acotamientos que se hagan para procurar repoblado nartural;
y si esto no se consigue, si no hay fuerza bastante ni medios suficientes de acción
para conseguirlo, no se piense en repoblaciones (oo .)" (Muñoz, 1881, 130-132).
Si se pretendió hacerlo, no se tuvo fuerza para conseguirlo . Muchos años después
se repetÍan, en efecto, en otra revista forestal, palabras parecidas: "Se legisla y se
r eglamenta dando de lado al problema pecuario y el ganadero es quien nos pospone
a nosotros en la realidad, y así son nuestros montes behetrÍas (Cañedo, 1916,78-79).
De manera que los métodos de ordenación no son si no "bellas utopías, fantasías
matemáticas"; basta que un pastor se sienta perjudicado para que incendie el monte
impunemente anulando la labor del ingeniero .
Por muchas razones, algunas de las cuales se han expuesto brevemente aquí, la primera
dirección de la política forestal moderna, una de las genuinamente inspiradas por
el pensamiento naturalista emergente y más comprometida co n la observación y
con el pensamiento científico, ignoró - o prentendió ignorar, sobrevalorando sus
propias fuerzas- que los montes mediterráneos son antes que nada dehesas y qu e,
en medio mediterráneo, la demarcación entre la región forestal y la región agrícola
ni es ni puede ser nítida. Su fracaso, imputable a razones plurales, y no sólo a las
estudi adas en estas páginas, dejó las manos libres a los que en los momentos poste-
riores se acogieron a proyectos más pragmáticos y produ ctivistas que se llevarán
a cabo al amparo de la organización autoritaria del Estado.

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I
I f) 10 LOPEZ ( ]'1 qVERü~

LA EVOLUCION DE LOS PAISAJES CINEGETICOS


ANDALUCES

Introducción

No quisiéramos reducir esta comunicación a un análisis aislado -regional y sectorial-


que le hurtase significación dentro del contexto más general de los "paisajes medi-
terráneos", que son el objeto de esta p arte del Coloqui o. Para ello creemos contar
con el inequívoco apoyo de tres hec hos : la considerable extensión y carácter sufi-
cientemente contrastado de Andalucía; el indiscutible carácter mediterráneo de toda
ella respecto a rasgos climáticos y fitogeográficos; y la gran importancia absoluta
y relativa que hoy ostenta en esa actividad de ocio que es la cinegética.
Por otra parte, no es frecuente abordar los paisajes mediterráneos en su vertiente
natural zoogeográfica - casi olvidada por lo demás en la Geografía hispanofrancesa-
y en su vertiente humana y agraria cinegética. Pero la realidad siempre puede más
que las mismas tendencias epistemológicas y ello reclama esta óptica por varias
razones: económica, dada la importancia que la caza tiene actualmente en buena
parte de la montaña media española y andaluza; de comportamiento colectivo pues
a nuestros políticos, empresarios, profesionales, campesinos y emigrantes les ha dado
por esta recreación r ural, aventajando absoluta y comparativamente este deporte
a todos los demás; de estrategia turística, pues el turismo así llamado - cinegético-
irrumpe con pujanza y pretende incorporar el postpaís montañoso de España a la
oferta esencial del litoral; por necesidad de ordenación territorial, pues todo ello induce
unos cambios y trastornos que es suicida - creemos- dejar al laissezfaire.
y por último, nuestra aproximación a los paisajes cinegéticos andaluces conlleva
un tratamiento histórico mediante un análisis diacrónico de carácter secular refe-
rido a tres momentos: siglo XIV, siglo XIX y momento actual. Esta óptica, creemos,
que puede conferir más solidez a nuestras conclusiones, pues la inercia de los paisajes
es grande y sólo el tiempo puede alterarlos notablemente o al menos crear en ellos
una gruesa pátina que los desvirtúa sobremanera.

Los paisajes cinegéticos andaluces en el siglo XIV


Estructura y significado geográfico de la fuente: el Libro de la Montería.

Entre 1340 y 1350, Alfonso XI compone el Libro de la Montería (en adelante L. M.),
que parece no lo escribe de su puño y letra, pero que con toda probabilidad lo amplía,
corrige y pone al día, debiéndose tener éste por el texto cinegético más valioso de
toda la Edad Media y probablemente de toda la historia española .


El libro tercero del mismo es un riquísimo arsenal de geografía cinegética, que se
deduce no sólo de la árida pero completÍsima relación de cazadores que presenta,
sino también de toda la toponimia y observaciones espaciales que lo ilustran. Casa-
riego ha hecho notar co n justeza esta riqueza geográfica del L. M.: "Y lo más impor-
tante ... es que estudia a fon do la gegrafía de la caza hasta llegar a los más alejados
rincones y las últimas posibilidades en la fauna mayor. El país es conocido, cinegé-
ticamente, por el C uerp o de los monteros reales como la palma de la mano. Se sabe
, 1es y cuantos
cua ' so n " montes de oso " y cua'1es y cuantos
' 1os " montes de puerco "
o los de ambas especies a la vez, y cuáles son de " de verano" y cuáles de "invierno".
Y por dónde se va a ellos, con ca minos, sendas y veredas, ciudades, villas, aldeas
y caseríos, en verdaderos itinerarios . Y se conoce su co nt orno, su topografía con
cuestas, cuerdas, sopiés, hocinos, ríos, arroyos y lagunas, y hasta las querencias de
las reses y las mejores paranzas, o sea puestos de armadas. Nunca hasta nuestros
días y con todos los instrum entos de nuestra civilización técnica, se había hecho
un est udio tan co mpleto y riguroso de la geografía venatoria, como ese de la baja
Edad Media, qu e se recoge en el Libro de Alfonso· XI" .
Hay que insistir en que el Libro sólo se ocupa de la caza del oso y jabalí, la propia
de reyes, caballeros y su compleja organización para tal fin, explicable en un contexto
como el medieval en que social, técnica, deportiva y jurídicamente las diferencias
entre caza mayor y menor eran mucho más profundas que hoy .
La cartografía meticulosa de los cazadores andaluces relacionados en el L. M. (se
han conseguid o localizar el 66 % de aquéllos) y el estudi o de la toponimia permiten
diseñar los principales paisajes cinegéticos del siglo XIV, que se caracterizan a
continuación.

Paisajes cinegéticos andaluces


- Sierra Morena: Por el número de sus cazadores es una importante zona de caza
pero no la mejor de Andalucía, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad. Lo
primero sin duda por su propicia ecología al respecto y por su vacío de poblamiento.
Lo segundo sin duda por su gran exte nsión , que dificultaba su total conocimiento
y explotación venatoria y sobre todo por la concentración de la actividad en otros
sectores - Subbéticas y Sierras de Cádiz- a causa de razones bélicas. No obstante,
en toda Sierra Morena los cazadores bajaban hasta el mismo borde de la Depresión
Bética, enco ntrándose " buen monte de puerco en todo tiemp o ..., ce rca Córdoba
la Vieja" .
D e la toponimia se deduce que, pese a zonas impenetrables de vegetación, en general
ello no ocurría en Sierra Morena a causa de la existencia de complejos aprovecha-
mientos agrarios y puntuales sectores de poblamiento.
- Las Subbéticas cordobesas y jiennenses, agrupan otro gran conj unto de cazadores
más denso que el anterior. Pese a que la zo na hoy presenta una aceptable ocupa-
ción agrícola - monocultivo olivarero-, es también muy propicia ecológica mente
para la caza mayor, que en el siglo XIV sin duda se vió estimu lada por los peligros
constantes de la frontera granadina y por la concentración de caballeros para guerrear.
Hipótesis que se confirman por el estudio toponímico que revela la invasión de
cotos y huertas por excelentes jabalíes y en general un antiguo paisaje agrario
abandonado.
- Las Sierras gaditanas y zona del Estrecho constituyen el auténtico paraíso cinegé-
tico de Andalucía en el siglo XIV, y no sólo por las condiciones excelentes de su

I
medio, sino, como en las Subbéticas, por razones geoestratégicas - el largo asedio
del Estrecho- , con concentración de tropas y caballeros, interesados en la práctica
militar de este" deporte", el abandono de los aprovechamientos agrarios e incluso
-probablemente- el uso de muchas piezas cobradas para el abastecimiento del ejér-
cito. Por todo ello resalta la profusión en la vegetación, según la toponimia: de alca-
rrias en las cumbres; de "breñas" y "matas" con masas tupidas y cerradas; de árboles
de ribera y sotos de cañaverales y carrizos en zonas encharcadizas y gargantas y hoces.
- La parcial atención prestada en el L. M. a las sierras orientales de Jaén no permite
sacar concl usiones so bre su importancia cinegética, pero está clara en la Sierra de
Segura, sólido marco de buenos cazaderos que se prolongan hacia el Reino de Murcia,
y que con toda seguridad se fundamentan en el escaso poblamiento y las favorables
condiciones naturales.
- y por último, conviene exagerar (como frecuentemente se hace usando citas
puntuales y ad hoc para otros argumentos) la importancia cinegética de la Depre-
sión del Guadalquivir en el siglo XIV. Porque salvo sectores de Sevilla -Alj arafe,
proximidades de la capital y de Utrera, ... - los cazaderos se concentran en terrenos
marginales de aquélla (Marismas del Guadalquivir, esteros en torno a Gibraleón,
terrenos quebrados alrededor de Arcos, periferia meridional de la campiña cordo-
besa), la caza se desenvuelve, por lo general, más en "montes" de matorral sub-
serial que en bosque, y la especie exclusivamente cazada es el jabalí, menos selectiva
que el oso. Por lo que, excepto en las Marismas del Guadalquivir, todo parece indicar
que los terrenos de la Depresión del Gualdalquivir dedicados a caza obedecen a aban-
dono circunstancial, más o menos prolongado, por razones bélicas y de depresión
demográfica o quizás a reservas señoriales para tal fin.

Los mapas de las especies cazadas


En el siglo XIV el jabalí aparece absolutamente en toda Andalucía de acuerdo con
su ubicuidad, que le hace adaptarse a todos los biotipos y climas, y de acuerdo con
su polifagia no necesitando sino quietud y tranquilidad, que no le faltaría en los
extensos despoblados de bosque y matorral de la Andalucía de entonces. Así, se
cazaba tanto en invierno como en verano en Sierra Morena, Subbéticas y Sierras
de Cádiz; en las zonas más cálidas de Andalucía -Depresión Bética, periferia meri-
dional campiñesa y partes más llanas de Cádiz- sólo en invierno; y a la inversa,
en la Sierra de Segura, más elevada y fría, sus cazaderos, por estas razones, son prefe-
rentemente de verano.

La distribución del oso en el siglo XIV en principio plantea problemas, porque sus
actuales hábitats en España se restringen a exiguos reductos de la Cordillera Cantá-
brica y Pirineos. Por contra entonces aparecía en Sierra Morena, Subbéticas, Sierra
de Segura y Sierras de Cádiz, pero faltaba en la Depresión del Guadalquivir y era
escaso -sólo se cazaba "a veces" - en los piedemontes mariánicos y gaditanos. De
forma que era más habitual allí donde el monte era más cerrado "porque comunal-
mente -dice el L. M.- fallarán siempre el oso en más bravo monte", donde éste
podía encontrar aparte tranquilidad, humedad ambiental, que son exigencias para
sus biotipos, y era inexistente donde la vegetación era más rala y menos tupida,
los cultivos más abundantes y la humedad menor.

I
Reflexiones paisajísticas
a propósito del mapa cinegético andaluz del siglo XIV
El L. M. es un testimonio excepcional para recomponer los paisajes vegetales y cine-
géticos andaluces - y españoles- del siglo XIV, en una coyuntura en que por razones
de depresión demográfica y bélicas se perfilan los paisajes mediterráneos naturales
con casi toda su ex uberancia y virtualidad. Por ello su posterior raquitis mo, mono-
tonía y vulnerabilidad hay que atribuirlos más a actuaciones antrópicas que a cons-
tricciones naturales. La ge nerali zada existencia del oso, el maquis de la D epresión,
los breñales de las Sierras de Cádiz, o la impenetrabilidad de las formaciones mariá-
nicas no son sino ilustraciones puntuales de lo que ve nimos diciendo.
El vacío de población y poblamiento en extensos sectores, en buena medida origi-
nados por razones bélicas, acabaron con paisajes agrarios, más o menos ralos, antes
existentes, y propiciaron la invasión de la vegetación natural y la fauna cinegética
en todo su esplendor. Exactamente igual que hoy está ocurriendo en co marcas aban-
donadas por la emigración .
La profusión de paisajes cinegéticos en el siglo XIV guarda también relación con
reservas señoriales para tal fin, de forma que con toda probabilidad en tierras comunes
no ocurría ello. De forma similar también a lo que hoy está ocurriendo con el extenso
latifundismo de la montaña media española.

Los paisajes cinegéticos andaluces a finales del siglo XIX


Cinco siglos más tarde, la situación descrita para Andalucía ha cambiado, pero no
radicalmente, pues aún quedan reductos cinegéticos importantes. Afortunadamente
para conocer éstos contamos con las obras también excepcionales de Chapman y
Buck - Wild Spain de 1893 y Unexplored Spain de 1910- que nos presentan una
excelente instantánea de los paisajes naturales y cinegéticos de entonces . Sus autores,
con medios abundantes materiales y personales, recorren buena parte de España
y sobre todo A nd alucía, y componen una obra anómala por su contenido dentro
de la abundantísima literatura andalu za de viajes de extranjeros del siglo XIX. En
efecto, ésta se centra en una visión urbana, artística, histórica y folklórica de Anda-
lucía - es cuando se forja la imagen tópica-turística de la región- pero Chapman
y Buck evitan "sistemáticamente los cam inos trillados y tratan de describir algunas
de las regiones más apartadas y desconocidas de España", "sin entrar a tratar la
historia, antigüedades, etc. del país".
De acuerdo, pues, con esta visión cinegética e informaciones complementarias, Anda-
lucía era entonces un paraíso cinegético, en primer lugar, por razones permanentes
y de medio físico:
1) Su gran extensión, su gran variedad de biotipos, la profusión de sus sierras, porque
no hay ningún sitio en Europa "con tales grados extremos de clima y paisaje" y
donde el "ártico y trópico están tan cercanos".
2) Su excelente "renta de situación" que la configura como confluencia de las
regiones mediterráneas y atlántica y último gran eslabón europeo en las rutas migra-
torias de las aves Eurasia-Africa, siendo además una de las más importantes áreas
de invernada y cría de acuáticas de Europa, lo que conviene especialmente a las
Marismas del Guadalquivir.

I
Pero la gran riqueza cinegética de la Andalucía decimonónica obedece también a
razones de tipo human o, también perm anentes y estructurales unas y cambiantes
y hoy periclitadas otras. Y el hecho fundamental respecto a ello qu e tanto maravi-
llaba a Chapman y Buck era que se trataba de una tierra de "paisaje casi impoluto",
ya porque en las llanuras se practicaba una agricultura " primitiva", compatible con
la faun a cinegética, ya porque sus sierras y marismas eran so bre manera "agrestes".
He aquí unos textos, entre muchos, que prueban estas aserciones. Respecto a la agri-
cultura: " ... la vida moderna de esta Andalucía agrícola del siglo XIX es relativa-
mente desconocida ..." y en ella "el cultivo primitivo deja imperturbable al gigante
de las aves de caza europeas, a la avutarda, expulsada del septentrión por los modernos
métodos de cultivo", haciéndose caso omiso "en la agricultura, cría de ganado y
otras actividades campestres de los rudimentos de los modernos sistemas, riego, dese-
camiento de tierras, etc.".
Lo qu e traduciéndolo a un lenguaje más geográfico, y de acuerdo co n los conoci-
mientos que hoy tenemos, quiere decir: a) Que en las extensas campiñas, y sobre
todo en la Depresión del Guadalquivir, se practicaba ge neralizadamente un sistema
de cultivo muy extensivo, cultivo al tercio, con siem bra de cereal cada tres años
y descanso cada dos con barbecho y erial, con ausencia por supuesto de imputs
químicos y mecanización. Lo que facultaba perfectamente el desarrollo de la caza
menor: liebre, conejo, perdiz, codorniz, avutarda. b) Que las zonas húmedas de
marismas, de riberas fluviales y de lagunas endorreicas béticas conservaban en buena
medida su vegetación higráfila o de ribera y que por tanto albergaban abundante
avifauna. Las Marismas del Guadalquivir constituían un ejemplo antológico de ellas.
e) Que ello, no obstante, no era imcompatible con puntuales refugios montañosos
superpoblados y superexplorados -hecho normal en el mundo mediterráneo- como
acaecía con las Alpujarras, que Chapman y Buck encuentran cultivadas hasta el último
palmo de terreno, abancaladas sus laderas pedregosas e inclinadas hasta donde "una
piedra rodaría" , superpobladas a base de viviendas trogloditas - "asquerosos
aguj eros" - , diezmadas por las epidemias .
Pero, por otra parte, est e último hecho era excepcional porque la montaña anda-
luza en general estaba despoblada y baldía y sólo era transitada, aparte la guardia
civil, por carboneros, pastores, arrieros, pajariteros y serranos furtivos, contraban-
distas y bandoleros, de lo que "surge su encanto perenne que descu bre el viajero,
un soplo refrescante de laissez-faire y la ojeada a una época remota de la que no
se puede disponer en ninguna otra parte de Europa". Lo que evidentemente no
sólo propiciaba una abundancia de caza sino también de lobos, de enormes hordas
de buitres, que a causa de su voracidad, atestiguan "la existencia de condiciones
de atraso y de indiferencia en las tierras que habitan", de especies hoy extintas, si
bien para algunos casos ya se avecinaba una drástica reducción "a causa del veneno
que los pastores esparcen en el monte contra los lobos".
Este despoblamiento, que en general no sólo afecta a las zonas montuosas sino
también a las llanuras, tiene unas causas concretas, entre las que destacan:
1) Estructura del poblamiento muy concentrado y distante y en grandes pueblos
- es el tema tan sugerente de las "agrovillas" o "grandes aldeas agrícolas" - que
en general en toda la España del Sur han engendrado tal "odio a la vida rural
inherente en el alma hispana", que "nadie excepto los más pobres viven fuera de
los límites de su ciudad y pueblo", existiendo "enormes extensiones de campo ...
abandonadas a la naturaleza, a los animales salvajes y a las aves". 2) Inseguridad

I
end émica de este campo durante todo el siglo XIX a causa del bandolerismo, agita-
ciones campesinas anarquistas y contrabando (so bre todo en las cercanías de
Gibraltar) . 3) E insuficiente y mala infraestructu ra viaria. Sorprendentemente estas
causas son muy similares a las que Carrión y Bernaldo de Quirós darán poco después
y más ordenadam ente para explicar respectivamente el latifundismo y el bandole-
rismo andaluces.
Pero este aislamiento y soledad de los espacios andaluces alcanzaba su cé nit en las
Marismas del G uadalquivir, enor me espacio "desprovisto de pueblos", "vacío en
el mapa", que por su riqueza biogeográfica de todo tipo era un auténtico paraíso
para el cazador natu ralista, y por ello buena parte de los libros de C hapman y Buck
están dedicados a describir sus excursiones y peripecias por este espacio privilegiado,
cuyo control venatorio además ejercieron de 1872 a 1912 co mo "escriturarios" del
Coto de Doñana.

En conclusió n, pues, a finales del siglo XIX cinegéticamente en Andalucía no se


había producido una exurbanización similar a la centro europea, y en sus montañas,
marismas e incluso campiñas la caza era abundante no sólo por razones favorables
de tipo físico y de situ ación, sino también por sus sistemas y estructuras agraria,
tipo de poblamiento, inseguridad rural y sistema viario.

Evolución reciente de los paisajes cinegéticos andaluces


Los condicionamientos analizados durante el siglo XIX han cambiado unos y perma-
necen otros, lo que pasamos a analizar si bien distinguiendo entre campiñas, zonas
húmedas y montañosas.

a) La evol ución en las campiñas cerealistas. Todas las transformaciones experimen-


tadas en estos espacios han coadyuvado a su empobrecimiento cinegético, a saber:
consumación casi absoluta de las roturaciones, expansión vigo rosa del regadío, confi-
guración de monocultivos comarcales e incluso subregio nales de olivar, viñedo y
cereal, sustitución en éste último del cultivo al tercio por el año y vez de barbecho
semillado qu e en realidad es cultivo sin intermisión, generalización de la mecaniza-
ción y los "inputs" químicos. Quizás los rasgos sintéticos a nuestros efectos de esta
evolución sean los de la tendencia a la uniformidad y a un cierto intensivismo, incom-
patibles con el fomento de la fauna cinegética, por lo que los espacios cult ivados
sólo ofrecen al venador escasas especies de caza menor y d c~d e luego dichos espa-
cios cultivados suponen poco en relación con la importancia cinegética que sigue
ostentando Andalucía en el contexto español.

b) La poblemática de las zonas húmedas. Sin entrar en el tema de su definición,


baste constatar su importancia y que aun teniendo en cuenta su regresión, éstas
siguen siendo numerosas y extensas, a causa principalmente de la gran superficie
de las Marismas del Guadalquivir, y por la ab undancia de lagunas endorreicas en
la Depresión Bética, que contrasta con la escasez de las de origen dunar y alimen-
tadas por la capa freática, como las de Huelva, y las de carácter tectónico o de origen
glaciar de las Béticas.

I
Sin duda alguna estas zonas húm edas se han reducido mucho en el siglo XX, con
la excepción de los embalses, en gran medida de este período. Y esta evolución regre-
siva encaja perfectamente con la tendencia general de "bonificación" agrícola de
las llanuras mediterráneas en este período, que en nuestro caso ha sido instrumen-
tada por una legislación sobre zonas húmedas preconizadora de su ' privatización,
saneamiento - por la amenaza de propagación en ellas del paludismo- y coloniza-
ción agraria.
Por tanto, y a tenor de esta evolución, pese al gran número de zonas húmedas de
Andalucía, no existe ya nada que se parezca a aquel paraíso cinegético que Chapman
y Buck encontraron en las Marismas del Guadalquivir y en general en todas las
zonas húmedas. Desaparecidas algunas, atenazadas todas por el medio agrícola circun-
dante, contaminadas por los desechos industriales y urbanos y por los productos
químicos agrícolas, se debaten entre la aniquilación y el proteccionismo estricto
-cada vez más pujante- que por supuesto también prohibe la caza. De aquí, que
pese a que Andalucía siga siendo la primera región española en capturas de "otra
caza volátil", eso sólo demuestra el raquitismo del resto, y desde luego la impor-
tancia cinegética de Andalucía hoy tampoco se debe a la avifauna de sus zonas
húmedas.
e) El significado de la caza en la montaña andaluza. Inequívocamente dicha impor-
tancia le proviene a nuestra región de sus montañas y serranías y especialmente
de Sierra Morena. Aunque ni siquiera de toda ella sino especialmente del sector
mariánico cordobés y jiennense. ¿Y qué ha pasado y cómo son estos medios montanos
y sobre todo mariánicos para que ello sea así?
Vaya por delante que Sierra Morena ecológicamente - y como también se ha
aludido- es excelente espacio para la caza, en especial la mayor, que su poblamiento
muy ralo la ha preservado de cualquier fenómeno exurbanizador pronunciado y
que su estructura agraria es muy idónea para los cotos de caza mayor, no sólo por
sus eriales generalizados, sino también por las características dimensionales de las
parcelas y por la estructura de propiedad.
Pero no se hubiera expandido tanto la caza en estos espacios si no hubiesen inci-
dido los efectos de la profunda crisis agraria. En efecto, en los años subsiguientes
a la guerra civil, al amparo de mano de obra abundante y barata y escasez de productos
alimenticios, las sierras conocen un cierto esplendor e incluso presión de actividades
recolectoras (carboneo, leña, rozas de monte), forestales (entresacas de bosques y
repoblaciones), agrícolas (cerealicultura muy extensiva e incluso expansión del olivar)
y ganaderas (sobre todo de caprino y porcino). Pero a partir de los años sesenta
esta economía va a quebrar ruidosamente por las razones generales de emigración
de mano de obra y subida de los salarios, y por las particulares de imposibilidades
de mecanizar la agricultura, peste porcina y poca demanda de caprino en ganadería,
erosión prematura de suelos en la explotación forestal, marginalidad de las activi-
dades recolectoras. Luego por todo ello, como dice Valle Buenestado, no sólo se
produce una profunda crisis sino una auténtica quiebra de explotaciones y activi-
dades serranas.
y este es precisamente el momento en que la alternativa va a venir de mano de
la explotación cinegética, que no sólo optimiza los favorables condicionamientos
físicos y estructurales existentes para la caza, sino que responde a una demanda urbana
generalizada, que está dispuesta a pagar dicha caza, a organizarla comercialmente,
a comprar fincas con tal finalidad e incluso a obtener plusvalías por revalorización
en este tráfico jurídico.

I
En concl usión , y por todas estas razones sintéticamente expuestas, la importancia
actual de la caza andaluza se apoya fu ndamentalmente en sus sierras y especialmente
en Sierra Morena, que en su sector centro-oriental es la úni ca qu e se sigue pare-
ciendo algo a las soledades y excelentes cazaderos que generalizada mente existÍan
a finales del siglo XIX en casi todo el solar andalu z.

Conclusiones
- La importancia y permanencia sec ular de excelentes paisajes cinegéticos espe-
cialmente en los espacios de montaña media (por ejemplo Sierra Morena) y zo nas
húmedas (por ejemplo Marismas del Guadalquivir), sin duda o bedecen a razo nes
ecológicas permanentes que creemos son extrapolables a amplios sectores
peninsulares.
- Las llanuras, no obstante (Campiñas y Valle estricto del Guadalquivir), históri-
camente - y salvo situ aciones coyunturales transitorias- no han podido resistir ni
la concentración de población y poblamiento ni el dinamismo arrollador de una
reciente agricultura productivista y más o menos intensiva. En Andalucía, como
en España y en todo el Mediterráneo han sucumbido en el siglo XIX y sobre todo
en el siglo XX ante el saneamiento, la roturación y la colonizació n agraria.
- La actual importancia de la caza en España y de los paisajes cinegéticos qu e la
abastecen de piezas se fund amentan sin duda en una demanda venatoria interna de
consideración, desmesurada y anómala dentro de la economía internacional del ocio,
lo que hay que explicar por complejas razones de psicología social que o bedecen
a un ruralismo persistente, a una emigración galopante que añora el deporte rural,
a un medio físico propicio para la caza, a mimetismo complejos, etc.
- Pero recientemente esta demanda también la está engrosando un turismo cige-
nético internacional, cuya evolución aún se desconoce, que hay que encarar con
cautela e incluso con prevención porque quizás ni sea tan rentable como se dice
ni tan halagüeño como se desea. Y que en todo caso ecológicamente quizás entrañe
el riesgo d.e trastornar desconsiderada e irracionalmente los paisajes cinegéticos de
nuestras sIerras .
- Por todo ello, atentos a la evolución de nuestros paisajes cinegéticos, hay que
optar por una ordenación del territorio en este aspecto, pues ellaissez ¡aire de seguro
que implica más riesgos que aquella opción.

I
COLOQUIO

ANTONIO LOPEZ ONTIVEROS

Contesto a dos preguntas de Juan Luis Suárez de Vivero.


1. ¿Están constituidos los paisajes mediterráneos por elementos zonales
o constituyen una amalgama de hechos azonales?
Climáticamente las tierras en torno al Mediterráneo creo que constituyen una unidad
y en este se ntido creo que su unidad zo nal es clara, pese a los matices particulares
que pueden existir. P ero por otra parte, el clima mediterráneo es la franja límite,
meridional, de! clima templado, por que las variaciones paleoclimáticas han sido
la norma, y de aquí que en la zona se produzca una convergencia de fenómenos
climáticos y biográficos que en cierta medida haya que considerar este espacio como
amalgama de elementos zonales; de aquí también que por este carácter de transición,
la vulnerabilidad de su espacio natural sea grande y precario su equilibrio.
Pero la diversidad que todo ello conlleva se agiganta también por otros hechos,
el contraste radical de su morfología, sob re todo por la oposición entre montaña y
llanura, que tanto extraña a los procedentes de. otras latitudes, y la antigüedad de
su historia y poblamiento. Hechos por lo demás que inducen a su vez esa llamativa
oposición y variedad de los paisajes agrarios.

2. ¿Hay un paisaje cinegético? ¿Cuáles serían sus componentes?


Si los paisajes se clasifican por su funcionalidad, no me cabe duda que existen paisajes
cinegéticos en España porque buena parte de su montaña media y respectivos pies
de montes están dedicados exclusivamente a la caza, como el espacio minero a la
extracción mineral y e! industrial a la manufactura.
Sus componentes, por otra parte, son en primer lugar las especies cinegéticas a veces
abundantes y bien visibles, pero también la respectiva formación vegetal que no
obstante se modifica notablemente para facilitar la caza (o a claros de! monte para
instalar los puertos; con espacios abiertos para facilitar las reuniones de ciervos;
con e! acondicionamiento de bañiles; con intervalaciones de sembraduras para ayudar
la alimetación de las especies cazables, etc.). La monofunción cinegética de estos
espacios, no obstante, no es exclusiva, porque también pueden dedicarse a agricul-
tura, ganadería, explotación forestal, carboneo ... , pero subordinadas éstas a la caza,
que es aprovechamiento principal.
y por último, estos paisajes cinegéticos han experimentado un cambio visual extraor-
dinario, e! de los cercamientos de sus fincas, muy generalizados, y de consecuencias
imprevisibles pero considerables desde e! punto de vista ecológico, biología de las
especies, formas de montear, respoblaciones de piezas de caza, etc.

I
rR \;\lCI~CO (,O;\;Z \Ll:Z BLRNALDL7

Como característica coyuntural importante del paisaje mediterráneo me parece que


habría que evocar su creciente "marginalización" en el sentido de abandono del
uso, o relajación del uso, por falta de "rentabilidad". Este proceso, acelerado por
la política agraria actual, lleva a desequilibrios ecológicos. Por ejemplo: el abandono
del pastoreo, de la recogida de leña, de la frecuentación del campo por personas
merecedoras del terreno, lleva a transformaciones (desaparición de geófitas, animales
y plantas fotófilas, cambios en la vegetación) de las que lo más peligroso es la acumu-
lación de friomasa inestable causante de incendios. El incendio es uno de los procesos
espectac ulares resumidos de la marginalización del paisaje.
Los incendios actuales se diferencian de los del pasado por varias características,
pero especialmente por la extensión y violencia de los exentos aislados, que pueden
comprender miles de hectáreas de una sola vez.
Es necesario una política de apoyo a la gestión de estas ~reas progresivamente margi-
nalizadas por medio de un uso inspirado en soluciones tradicionales (papel del pastoreo
con cabras, ovejas, reconstrucción de la dehesa, adecuada gestión del matorral, etc.),
pero completado por la aportación de las ciencias am bientales (dinámica de la vege-
taci ó n). El conjunto debe ser gobernado según criterios de diversidad biológica y
de estabilidad (papel hidrológico, defensa de la erosión), usando los métodos "dulces"
o no agresivos que proporciona la reconstrucción de la vegetación y los usos tradi-
cionales adaptados. Esta política requeriría una reorientación de la política agraria
actual, lo que daría lugar a un análisis muy largo.

MA;\lCLL V A.LL;\lZUELA RUBIO

Me pregunto si no sería más ajustado a la realidad de las regiones mediterráneas


hablar de paisaj es en plural, dado que, si algo caracteriza al medio geográfico medi-
terráneo, es la heterogeneidad de las configuraciones paisajísticas y las tensiones que
pugnan por introducir alteraciones en ellas. Todo lo cual provoca tensiones y retos,
tanto para la interpretación co mo para la ac uñación de formas de interve nción.
Voy a centrar mi intervención de entre los paisajes mediterráneos en las caracterís-
ticas del litoral, que es donde el dinamismo es máximo y éste engendra grandes
dosis de conflictividad. Tal dinamismo sería fruto de un antiguo y controvertido
esfuer zo de antropización, que se ha hecho sentir sobre las regiones mediterráneas
desde la instalación de las primeras culturas. Este esfuerzo voluntarista por adaptar
el medio natural a objetivos económicos ha dado lugar a resultados paisajísticos que
merecen una valoración muy desigual. Así, las agricu lturas de regadío y la arbori-
cultura en terrazas abancaladas han dado lugar a configuraciones paisajísticas de gran
calidad, dignas por ello de conservación. Frente a ellos, la práctica ganadera de sobre-
pastoreo o la ingeniería civil han provocado resultados paisajísticos muy negativos
o, cuando menos, de dudosa calidad; el turismo, por su parte, tendría con el paisaje
una relación ambigua, ya que, si en buena lógica toda forma de turismo necesita
su soporte paisajístico de calidad, en la práctica se han dado demasiadas variantes
turísticas dotadas de efectos negativos (turismo litoral congestivo).

,
1
o o
Cerramos esta intervención sugiriendo una aproximación al paisaje mediterráneo
desde el conflicto que provocan (en áreas y situaciones co ncretas) agentes y prác-
ticas sociales cargadas de capacidad configuradora del paisaje. Localizar tal es situa-
ciones (visibles o soterradas), conocer su funcionamiento y arbitrar los instrumentos
para preverlos, co ntrolarlos, conducirlos o anularlos puede ser, a nuestro modo de
ver una fórmu la eficaz a medio o largo plazo para ordenar el territorio desde presu-
puestos paisajíst icos.

M.a JOSE RUBIO DI: GRALI.

En tant que paysagiste je ne pusi que regretter qu'on ait presque escamoté la ques-
tion des "terrasses" de plantation méditerranée nnes. Sans co mpter qu'i s'agit d'un
témoi gnage millénaire de nos ancetres il est trap facile aujourd'hui avec nos moyens
modernes de détruire d'un coup de bulldozer ce lent travaial pour rendre les pentes
bien plus fragile s a l'érosion démolir la couche de terre arable ... Dans nos aménage-
ments il faudrait ne pas en faire fi.

YVES LUGINBCHL

Je ne crois pas a des dispositions végétales qui soient universelles . L'idéologie des
paysages a magnifié les paysages végétalisés arborés et dévalorisé les paysages de landes,
des maquis et des friches. Or, il est maintenant connu que ces paysages ont repré-
senté et représe ntent encore pour certaines communautés paysannes un esemble
de symb oles qui ont contribué a former une certaine esthétique du sauvage. C' est
notamment le cas des territoires col1ectifs des communaux (qui équivalent en Espagne
aux terres de propios, baldíos et communales) qui étaient considérés par ces commu-
nautés com me des paysages de liberté c'est-a-dire d'utilisati on spo ntanée et libre
des ressources naturelles. Ces pratiques d'usage de la nature ont entrIné la forma-
tion de paysages de friches, de landes ou de maquis (le monte bajo en Espagne) qui
n'ont rien a voir avec ce que l'on appelle habitu ellement des paysages harmo-
meux .

.Ir, '\i CHAl I 1.'1'

Aspects caracteristiques des paysages mediterraneens

Il convient, sur ce sujet, de souligner trais facteurs de fragilité et de vulnérabili té


de ces paysages:

I
1) Les contrastes climatiques saisonniers marqués et des précipitations brutales favo-
risent une érosion importante des soIs en pente, la disparition progressive des terres
de surface et une destabilisation des couverts végétaux. Ces phénomenes accom-
pagnent généralement le recul ou la disparition d'activités et d'usages agricoles et
a a a
pastoraux caractere extensif, traditionnellement liés la gestion et l'équilibre
des milieux naturels.

2) Une mobilisation généralisée de ressources en eau souvent limitées, stockées


et transportées pour satisfaire les demandes prioritaires et croissant es des agglomé-
a
rations, des aires industrielles et des espaces agricoles production intensive .

a
Ces deux facteurs conjugués contribuent accentuer toujours d'avantage les contrastes
a
entre les paysages des vallées et plaines "utiles" et ceux des plateaux et reliefs facies
aride ou parfois semi-désertiques.

3) La puissante attractivité des rives méditerranéennes-lieux de naissance et d'échange


de cultures et de civilisations prestigieuses, et cadre mythique d'une douceur de vie
vantée par une intense publicité marchandea entraí'né, depuis une trentaine d'annés,
le développement d'un tourisme de masse international qui paraí't encore sans limites,
transformant profondément des territoires de plus en plus éte ndus.

L'urbanisation récente d'une grande partie des espaces littoraux en est la marque
irréversible dans la plupart des pays méditerranéens.

FRANCISCO GONZALEZ BERNALDEZ

Percepción y evaluación del paisaje "dehesa",

Woodcook ha realizado experimentos motivando a un gran número de personas


de diferentes culturas, imágenes de los tipos fundamentales de vegetación del mundo:
bosque tropical húmedo, sabana, desierto y bosque "templado". La mayoría de las
preferencias se concentra en la sabana (paisaje de aspecto muy semejante a la dehesa,
aunque naturalmente no tiene nada que ver ni ecológica ni climáticamente; además
la dehesa no es paisaje natural). Woodcook interpreta esa preferencia por el hecho
de que el género Homo ha evolucionado durante muchísimo tiempo en contacto
con este tipo de medio.

Pero la preferencia por el paisaje tipo "parque", dehesa, etc. responde a la combina-
ción equilibrada de elementos para los que los experimentos muestran aprecio . Por
ej. alta legibilidad, capacidad de visión a lo lejos (entre los árboles), cierto ritmo
y estructuración (árboles separados) y al mismo tiempo presencia de vegetación
arbórea, frondosa, biomasa vegetal sana (que tiene efectos positivos). Estos hechos
se observan en experimentos realizados por nosotros repetidas veces.

I
YVES LUGINBHUL

Le paysage de la dehesa est une forme de paysage qui, dans son fonetionnement,
peut etre assimilé au paysage idyllique paree qu'il représente la manifestation d'une
harmonie totale entre l' homme, le végétal et l' animal. D'ailleurs, ces paysages sont
souvent mis dans l'imaginaire paysan, comme des paysages de pare, en raison de
leur forme de foret claire, de la végétation herbaeée basse qui reeouvre le sol eomme
une pelouse et malgré les nombreuses clotures qui enserrent les dehesas, terrains
privés, les habitants les eonsiderent comme un paysage libre et faeile d'aeees.
On ne peut pas dire que les paysages de friehes se développent, en Franee tout au
moins. Une analyse réeente que j'ai réalisée pour la Datar montre en effet le eontraire.

I
SESION 3. ORDENACION DEL PAISAJI
Presidente: Juan 1. Zumárraga Zunzunegui
Ponente-Relator: Franco Posocco
FRANCO POSOCCO
PIANIFICAZIONE DEL PAESAGGIO

Il paesaggio in quanto "universo visibile" e la sommatoria dell'azione di tutti gli


operatori che intervengono settorialmente sulle strutture e sugli spazi fisico-materiali.

C hi intenda pianificare la gestione del paesaggio in quanto immagine complessiva


deve quindi coordinare gli operatori specifici e deve intenderne i modi di intervento.
Conviene innanzitutto rilevare che in tutta Europa e sopratutto attorno al mare
Mediterraneo l'ambiente e stato pressoché integralmente antropizzato e quindi
l'oggetto della pianificazione e un "paesaggio volontario" construito dall'uomo.
La densira dell'azione antropica varia da un massimo nella citra ad un minimo in
aleune recondite zone di riserva, ma tale disegno sociale e sempre presente. TI paesaggio
e quindi innanzitutto un "sistema culturale"
Conviene anche osservare che del paesaggio globale la parte piu minacciata e oggi
quella riguardante il "paesaggio aperto", poiche la citra ed il suo centro storico son o
solitamente oggetto di avanzate pianificazioni urbanistiche.
Il territorio aperto nelle zone peri- urbane e nei siti naturali e ritenuto semplice-
mente quale "area di riserva" per future utilizzazioni insediative e quindi e area
di preda e di rapina, no essendo vilutato come una " risorsa", ma come la sede delle
funzioni che la citra espelle.
Le grandi modificazioni del paesaggio iniziano con la rivoluzione industriale, cioe
nel Mediterraneo nella seconda metá dell'800 e son o dovute a tre ordini di motivi:
1) L 'urbanesimo e l'espansione edilizia a "macchia d'olio" della citra nella campagna;
le citra si aprono ed invadono il paesaggio creando periferie a bassa densitá e fila-
menti insediativi.
2) L 'industrializzazione dei processi di produzione e l'adozione delle macchine.
3) L 'introduzione di nuove culture agro- alimentario
A tali ragioni storiche si debbono aggiungere recente mente altri motivi di modifi-
cazione dell' ambiente e conseguentemente del paesaggio:
1) L 'approvvigionamento energetico ed il conseguente sfruttamente delle risorse natu-
rali suscettibili di utilizzazione (acqua, carbone, geotermia, etc.).

I
2) L 'uso dei fertilizzanti ed in genere di prodotti di accrescimento della produtti-
vitá agricola.
3) La seLezione di specie innovative e la loro protezione con sostanze organiche (anti-
crittogamici, erbicidi, pesticidi , etc.).
4) L 'avvio di imponenti fenomeni turistici che crean o nu ove fantomatiche citra nei
pressi dei connotati naturali.
Cio significa che ad un primo periodo di fone incremento delle superfici coltivate,
che corrisponde all'incremento di popolazione avvenuto in Europa fino aUa lla guerra
mondiale ed alla conseguente "fame di terra" per colture estensive, segue un periodo,
appena iniziato, di riduzione della superficie agraria, poi che le colture protette hann o
minori bisogni di terre no.
La riduzione del territorio coltivato e il risultato della politica CEE di contenimenti
dei surplus produttivi in agricoltura.
1 nuovi terreni ottenuti con la bonifica delle paludi e con l'irrigazione delle colline
delle montagne e delle terre aride sono eccedenti qu antitativamente.
La politica agrico la della CEE privilegia le culture settentrionali, a scapito di qu elle
mediterranee.
Sono in pericolo: il paesaggio dell ' ulivo;
il paesaggio della vite;
il paesaggio onicolo misto della piccola propriera contadina.
L' uso di trattori a scasso tende ad annullare il " paesaggio antico" ed a cancellare
i resti archeologici sepolti.
In alcune zone si realizza il " deserto verde" del mais e della soia e la especializza-
zione colturale attribuisce un volto uniform e a vasti territori un tempo ricchi di
segni ed anicolati morfologicamente.
Le esigenze della meccanizzazione spianano fossi e canalette, tagliano siepi ed alberi:
la campagna diventa un piano geo metrico, piatto ed uniforme, spesso assai vulnera-
bile idraulicamente.
Nelle zone abbandonate la montagna e la coUina ritornano ad imboschirsi, ma in
modo selvatico.
Nell'ambiente viene riversato di tutto: discariche, paraboloidi, antenne, autostrade,
ce ntri co mmerciali, industrie pericolose e depositi di prodotti tossic i e nocivi.
L'aspetto piti distruttivo del paesaggio, inteso come unira estetica e formale, e deter-
minato dall ' accostame nto di progetti settoriali rispondenti a tecniche e culture,
oltre che obiettivi, diversi e co ntradditori.
La cultura idraulica, quella agraria, quella forestale, quella urbanistica, quella infras-
trutturale, etc., so no culture tecniche diverse e cos1 quelle della depurazione e
dell'impiantistica ecologica, etc.
Anche la cultura dei parchi e delle riserve e nata come cult ura "separata" .
Ai paesaggi agrari in pericolo dianzi accennati si deve aggiungere il numero dei
paesaggi aggrediti dal turismo con insediamenti costieri, impianti di risalita e piste
per lo sci, albergh i sommitali ed altre str utture tipiche dell' "effimero turistico" .

I
Quali le soluzioni?
Esse possono essere di quattro ordini:
a) Politico-wlturale e cioe l'assunzione della qualid. estetica dell'ambiente come
misura dell'equilibrio e quindi come "diritto del cittadino aLfa beLfezza ambientale".
b) Di progammazione economica e territoriale nel senso che il piano generale e di
settore, integrado nel complesso delle sue sezioni e coordinato ad un quadro gene-
rale deve esere considerato come precondizione per ogni progetto singolo.
e) I.a progettazione come momento interdisciplinare e formale di sintesi dell'inno-
vazione possibile e della conservazione necessaria; esso deve utilizzare metodi avanzati
di bio- ingegneria e occultamento, di restauro e valorizzazione; deve essere un disegno
di qualid., migliore e pili efficente di quello in atto.
d) La valutazione preventiva degli impatti ed il bilancio di verifica, intesi come
momenti di sintesi multidisciplinare e di partecipazione collettiva alle scelte; essa
deve basarsi su un yero osservatorio territoriale: cartografico e informatico.
Le trasformazioni in atto, sesibili sopratutto nel territorio aperto, pili che nella citd.,
tendono ad aumentare la parte di suolo destinata all'ambiente, ai parchi, al verde
collettivo ed alla difesa dell' equilibrio idro- geologico .
Bisogna quindi integrare i progammi di settore (idraulico, forestale, di difesa delle
coste, di bonifica, agro-zootecnico, dei parchi e riserve, etc.) in modo da arrivare
a paesaggi "tipici", dei quali e governata la "conservazioneltrasformazione".
Diversamente l'Europa mediterranea perderá questo suo volto antico e meraviglioso,
dove e conservata fisicamente tanta parte della su,a storia e della sua cultura, tanta
parte della fatica di generazioni sapienti e della tradizione vedutistica e morfologica.
COMUNICACIONES

]OAQUIN GONZALEZ-DAIMIEL GARCIA


. ......... .. ................ ........ ........ .... ............... . . . . ...
EL PAISAJE Y LA PLANIFICACION DEL TERRITORIO

Consideraciones previas

El marco conceptual en el que se desarrolla la planificación territorial pretende cons-


tituir en esencia una aproximación integrada a la valoració n del territorio, desde
una óptica de optimización de sus aptitudes al desarrollo de la activi dad humana
y minimización de impactos y desajustes ambientales y sociales. En este esquema
encajan tradicionalmente aspectos sectoriales relativos a las características del medio,
con una clara trascendencia co mo condicionantes del desarrollo y que entran a formar
parte en la toma de decisiones so bre las alternativas al mismo.

Las distintas metodologías y aproximaciones desarrolladas para los estudi os sobre


el medio permiten encajar en las distintas fases y esquemas de planificación temá-
ticas como la gestión, control y recuperación de buena p arte de los elementos que
integran el medio natural. La definición de tales elementos no encuentra hoy día
problemas conceptuales que dificulten su consideración en las distintas estrategias
de planificación

El paisaje entra a formar parte asimismo de los aspectos valorables y sujetos a orde-
nación. Si bien la valoració n del paisaje está ampliamente desarrollada desde diversos
puntos de vista, existiendo al respecto una abundante bibliografía, su encaje en el
marco ordenador encuentra serios obstáculos . Los distintos enfoques que recibe el
paisaje no encuentran hoy día pautas concurrentes en cuanto a su concepción, valores
y significados. Tal heterogeneidad se traduce en un a asim ilación simplista en las
formulaciones propositivas para su ordenación, contribuyendo en otros casos a diluir
sus contenidos entre los distintos elementos sectoriales implicados en la planifica-
ción del territorio .

La inquietud científica ante el paisaje refleja una paradoja entre el alcance del propio
concepto y su estudio. Mientras el paisaje incluye o afecta a todo el sistema interac-
tivo que rodea al hombre, las distintas disciplinas escolásticas afrontan su estudio
en diferentes visiones parciales, siendo débil del conocimiento del paisaje como una
totalidad.

La perspectiva del paisaje descansa en un sistema de relaciones de gran complejidad


y requiere un intenso nivel de integración entre los aspectos naturales, sociales y
culturales .

I
La concepción del paisaje es indisociable de la interrelación hombre-entorno, que
se pone de manifiesto por el desarrollo de respuestas adaptativas al medio a través
de una multiplicidad de formas de intervención sobre éste, que al mismo tiempo
ha dese ncadenado una diversidad de actitudes y preferencias hacia los distintos
modelos paisajísticos.
Como resultado de ello, el paisaje constituye la expresión de una globalidad que
aglutina diversos componentes de carácter general:
Naturales, referidos a la persistencia de elementos y valores naturalísticos en
los espacios en los que el hombre ha intervenido.
Constructivos, es decir, el equilibrio de los elementos construidos con la
naturaleza y entre sÍ.
Sociales y culturales, el paisaje como tópico visual reconocido por la sociedad.
Por todo ello el paisaje representa un valor y una característica más del territorio,
defendible y aprovechable social y económicamente, y que puede ser tratado como
parámetro ambiental expresivo de diferentes equilibrios generales, susceptible de
acoger intervenciones en relación con él.

Componentes sociales del paisaje


El significado social del paisaje se puede atribuir a una serie de valores Íntimamente
relacionados : la evocación social del paisaje en cuanto que factor cultural y de reco-
nocimiento de los valores históricos de la intera.c ción hombre-entorno, la función
recreativa y educativa del paisaje y, finalmente, la adopción de respuestas adapta-
tivas por el usuario.
La concurrencia de estos factores, unidos a otros que encuentran su asiento en el
campo de la psicología y sociología, han propiciado la generación de imágenes simbó-
licas expresivas de la adaptación del hombre a su entorno .
Tal simbolismo refuerza el significado del paisaje como tópico visual en el que
la sociedad reconoce valores formales que atribuye a veces a la naturaleza, a la
tradición y, a veces, a la modernidad . Así pues, el paisaje entra a formar parte
del entorno cultural del hombre, cumpliendo una función social cuyos valores
pueden expresarse a través de las preferencias y actitudes que suscita por parte
de la sociedad.
En este sentido, el papel que juegan y han jugado los distintos estereotipos visuales
en la generación de actitudes hacia el paisaje es innegable. Su expresión ha variado
a lo largo de la historia, reflejo de las transformaciones sociales y culturales en función
de los condicionamientos de cada época. Es bien conocida en este sentido la aporta-
ción de las manifestaciones artÍsticas, tanto en la formación de arquetipos visuales
distintivos de determinados períodos, como en el reflejo de la sucesión de simbo-
lismos visuales subyacentes a lo largo de la historia. Los tiempos actuales no son
ajenos a esta trayectoria y la incorporación de nuevos elementos culturales y
tecnológicos juegan un indudable papel en las preferencias y actitudes hacia
el paisaje .


La incorporación del paisaje a la ordenación del territorio
El encaje del paisaje en los esquemas y estrategias tanto analíticas como proposi-
tivas de la planificación del territorio plantea una serie de problemáticas derivadas
de la diversidad de enfoques y aproximaciones que recibe, de la subjetividad de su
valoración, del carácter difuso de sus contenidos y de la variabilidad y amplitud
de las manifestaciones antrópicas que inciden en su estado .
La concurrencia de tales circunstancias determina el planteamiento de problemas
derivados de la falta de ajuste del paisaje con los demás aspectos sectoriales que se
toman en consideración para la evaluación del medio. A esta falta de acoplamiento
contribuye la indeterminación subyacente en la definición y delimitación concep-
tuales del paisaje. La cuestión de dónde acaba el paisaje y dónde entran en conside-
ración los distintos aspectos sectoriales no está aún plenamente resuelta desde la
óptica de la evaluación de alternativas, gestión y toma de decisiones.
El paisaje, por su significado y repercusiones, requiere a este respecto el estableci-
miento de visiones unificadoras que posibiliten la integración de los distintos enfo-
ques y contribuyan a configurar una aproximación sistemática al mismo.
El papel que juega o ha de jugar el paisaje en los esquemas de planificación se extiende
a todas sus fases. Si bien el paisaje está hoy día plenamente incorporado a los estu-
dios del medio y forma parte de los instrumentos de planificación en sus fases analí-
ticas y de diagnóstico, su acoplamiento es débil en la evaluación de alternativas y
toma de decisiones sobre las mismas.
Los actuales requerimientos de industrialización, tecnificación y, en general, de desa-
rrollo en todas las esferas de la actuación humana, llevan implícitos la incorpora-
ción de fuertes intervenciones sobre el medio que acentúan las contradicciones entre
las necesidades y espectativas de desarrollo y su falta de adecuación al entorno . Sus
efectos desarticuladores sobre el territorio y su incidencia ambiental son bien cono-
cidos. El paisaje se encuentra plenamente afectado por esta falta de acoplamiento,
siendo receptor de notables tensiones.
A esta situación contribuye en nuestro país, sin duda, la ausencia de instrumentos
elaborados de ordenación y gestión del paisaje. En este ámbito se inscribe con mayor
claridad la iniciativa administrativa, que actualmente no cuenta con los medios
adecuados para una gestión racional del paisaje.
El paisaje no cuenta en España con un tratamiento específico. Su consideración
adolece de la falta de un consistente tratamiento de su gestión, así como de su protec-
ción frente a usos y actuaciones no concordantes con sus características. En este
sentido, el mandato que para la protección del paisaje impone la Ley del Régimen
del Suelo y Ordenación Urbana en su artículo 73.b queda disminuido o enmasca-
rado en su realidad operativa por el carácter genérico que éste tiene y por la falta
de instrumentación de las medidas normativas adecuadas para su encaje en las figuras
de planeamiento. Esta carencia es extensible asimismo a la consideración del paisaje
como objeto de planeamiento especial de cara a su protección, que le otorga la Ley
del Suelo y el Reglamento de Planea miento que lo desarrolla.
Por otra parte, la protección y tratamiento del paisaje se encuentran parcialmente
recogidos en una serie de leyes sectoriales en las que el tratamiento que se efectúa
del mismo está circunscrito a los ámbitos sectoriales en los que se inscriben dichas
leyes. E ntre éstas cabe destacar la Ley de Minas, Ley de Costas, la reciente Ley de
Patrimonio Histórico, Ley de Espacios Naturales ...

I
Así pues, el panorama normativo que afecta al paisaje es escaso y carece de plantea-
mientos unitarios y globalizadores sobre su papel en el marco del desarrollo de la
actividad antrópica. Esta situación es extensible tanto al tratamiento general del medio
ambiente como a los di stintos elementos qu e lo integran.
La elaboración de los Planes Especiales de Protección del Medio Físico provinciales
en la Comunidad Autónoma andaluza constituyen sin duda una valiosa aportación
al tratamiento globalizador del medio ambiente en el territorio andalu z. Si bien
éste es abordado íntegramente por primera vez con unos criterios claros de protec-
ción de los valores naturales, regeneración de espacios degradados y compatibili za-
ción de usos y actuaciones con unos objetivos de minimización de los riesgos de
impactos, el alcance de sus formul aciones descansa fundamentalmente en la adop-
ción de medidas cautelares, tendentes a suprimir o evitar actuaciones no deseables.
También aquí el paisaje se encuentra so metido a esta limitación, quedando sus deter-
minaciones restringidas a las orientaciones generales que se asumen en la legisla-
ción general y sectorial aludidas anteriormente.

La administración y el papel del paisaje en los esquemas de planificación,


necesidades y opciones
La actuación planificadora ha puesto en evidencia la débil consistencia que en España
tiene hoy día la asimilació n del paisaje entre sus objetivos de ordenación .
La reciente incorporación de las Evaluaciones de Impacto Ambiental como instru-
mentos administrativos de control y gestión del medio y las intervenciones humanas,
si bien sumamente útil en otros aspectos, de cara al paisaje plantea más interro-
gantes que soluciones eficaces.
Del resultado de estas prácticas se evidencian co mo cuestiones sin resolver las inhe-
rentes al protagonismo que se debe otorgar a las características paisajísticas en los
instrumentos de planificación y gestión al uso . Si bien se constata la creciente nece-
sidad de asignar al paisaje un papel transcendente en todos los aspectos de la orde-
nación de los usos y actuaciones sobre el territorio, la realidad es que su consideración
está prácticamente ausente del planeamiento municipal, que integra los instrumentos
de planificación más usuales.
Estas deficiencias constituyen un reflejo de los conflictos normativos y de gestión
administrativa que introducen el intento de asimilación de temáticas que, como el
paisaje, están dotadas de un fuerte contenido integrador y de una indiscutible reper-
cusión, tanto económica como social.
La problemática y la polém ica que afectan al paisaje como objeto de ordenación
transcienden el marco puramente conceptual así como el grado de operatividad de
las distintas aproximaciones, al resucitar la confrontación entre planteamientos de
planificación sectoriales y globalizadores.
Esta dualidad se ha manifestado de forma acusada en España debido a las intensas
repercusiones que sobre el medio ha tenido la política desarrollista iniciada en los
años 60. Las causas de los desequilibrios y desajustes territoriales y ambientales hay
que buscarlas en el protagonismo y en la iniciativa del desarrollo y modernización,
de las que obviamente no se puede renun ciar, por parte de esferas de la Admi-

I
ni tra l ' n tr, di i nahn ' nte de vinculadas de los objetivos generales de preserva-
1 " r v hamiento equilibrado del mismo.
1 d sfa. d a tualización del marco jurídico y normativo relativo
ifi < 'l ' n r rdena i ' 11 de usos, aprovechamientos e intervenciones, ha permi-
iÍ< ti r in llls ub ordina aquél a espectativas de desarrollo intensas.
ui r a lIÍ la ondi ión de valor en numerosas ocasiones sacrificado.
m d miza ión n numerosas esferas y la evolución paulatina de los
des,rrollo imponen a la Administración la necesidad de
la protección, gestión, recuperación y ordenación del

r u significado y valores que representa, adquiere una


ial. 1 paisaje constituye hoy día, de una manera directa
ate olectivo. Este hecho se manifiesta visiblemente en
el mentos tradicionales, arquitectónicos y monumentales como
hist ' ri 'os la creciente demanda de reforzamiento y recupe-
intera tivos hombre-entorno-paisaje ...
n mu ha de las polémicas sociales y enfrentamientos con las inicia-
• li a amo privadas en las temáticas referentes a desequilibrios terri-
1 i males ubyacen aspectos de valoración y percepción paisajísticas
una memoria cultural que se ha ido nutriendo, entre otros muchos
e la interacción constante hombre-entorno.
mini tra ión debe pues, de cara al paisaje, asumir el compromiso social que
re ema y dar respuesta a la creciente demanda de adecuación y equilibrio
rollo de la actividad antrópica al entorno.
L 01"ena ión del paisaje requiere la elaboración de instrumentos específicos de
U'a[ ·ento a nivel normativo y el desarrollo de técnicas de intervención sobre el
-
J o.

o pe to técnicos o tecnológicos adquieren una especial relevancia ya que posi-


b- - an la intervención activa so bre el paisaje. Desde este punto de vista se pueden
o !!tirar distintas opciones y estrategias claramente definidas:

- Conse1~ación.
Constituye sin duda la aproximación más frecuente y utilizada
ara el tratamiento y asimilación del paisaje entre los objetivos y criterios de la
anificación del territorio. Sin embargo, las medidas conservacionistas, basadas funda-
mentalmente en restricción de intervenciones y formulación de determinaciones
meramente cautelares, resultan insuficientes para el tratamiento del paisaje en su
amplia dimensión. Habitualmente las estrategias de conservación mantienen su validez
y eficacia en áreas con valores ecológicos o paisajísticos notables y atribuidas de
unas condiciones de naturalidad y equilibrios que las hacen difícilmente concilia-
bles en buena parte de los casos, con las necesidades derivadas del crecimiento y
tecnificación de la actividad humana.

- Regeneración. En numerosas ocasiones resulta evidente qu e la preservación y


mantenimiento del medio requieren la intervenció n activa.
En esta óptica se inscriben las técnicas de regeneración de ecosistemas y caracterís-
ticas paisajísticas desarrolladas en distintos países.

I
Estas técnicas constituyen valiosos instrumentos de tratamiento del paisaje que pueden
ser asumidas con diversos fines. La creación y adecuación de áreas recreativas y educa-
tivas centran la atención dominante de tales estrategias. Sin embargo, la interven-
ción "tecnológica" sobre el medio plantea posibilidades de clara incidencia en la
reconstitución de características paisajísticas. Las características del manejo tradi-
cional de algunos de los ecosistemas del ámbito mediterráneo, tanto terrestres como
acuáticos, aportan valiosas experiencias en este sentido.
- Técnicas de ocultamiento y camuflaje. Constituyen éstas, técnicas de tratamiento
válidas para la integración y adecuación de estructuras edificatorias. Están basadas
fundamentalmente en la armonización de las líneas, formas, volúmenes y materiales
con las características de la topografía y organización de la superficie visual circun-
dante, así como en la utilización y manipulación de elementos visualmente discordes
o para distraer el protagonismo visual de éstos. Su aplicabilidad resulta sin embargo
limitada, existiendo numerosas situaciones en que tales técnicas resultan ineficaces.
- Generación de nuevos modelos paisajísticos. Su aportación viene determinada por
la manipulación y creación de paisajes mediante la innovación de diseños armó-
nicos con el medio, que afectan a las estructuras y usos que se pretenden desarro-
llar. Esta estrategia de tratamiento completa las anteriores al permitir actuar en áreas
o situaciones en las que las espectativas de uso o desarrollo pueden establecer conflictos
con los valores paisajísticos.
Las estrategias aludidas anteriormente constituyen líneas de tratamiento comple-
mentario. Su encaje dependerá de los criterios y finalidades globales con que se aborde
el paisaje en cada caso.
Su planteamiento y definición deben ser asumidos desde unos planteamientos espe-
cíficos y globalizadores sobre la ordenación del paisaje. Así pues, resulta prioritaria
la formulación de instrumentos normativos específicos del paisaje, debiéndose posi-
bilitar al mismo tiempo su articulación en las distintas escalas de planificación y
gestión con las figuras e instrumentos de planeamiento existentes.

I
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NOTAS SOBRE EL PAISAJE EN EL ORDEN JURIDICO

1. Acercamiento al concepto: La vía de protección


El intento de contemplar el uso del término paisaje en la esfera jurídica obliga al
acercamiento a las mismas fuentes del Derecho y, dentro de ellas, a la producción
legislativa más próxima.
La Ley de 12 de m ayo de 1956, sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana
(Ley del Suelo del 56) ya contemplaba al paisaje bajo el punto de vista de su protec-
ción, al referirse a él como objeto de plan eamiento especial (vid en este sentido el
apartado segundo de la exposición de motivos de la Ley del 56). En el marco norma-
tivo daría lu gar al arto 15 de la Ley, señalando :
"La protección del p aisaj e, para conservar determinados lugares o pers-
pectivas del territorio nacional en cuanto constituyan objeto de planea-
miento especial se referirá, entre otros, a estos aspectos :
a) Bellezas naturales en su complejo panorámico o en p erspectivas que
convinieren al fomento del turismo .
b) Predios rústicos de pintoresca situación, amenidad, singularidad topo-
gráfic a o recuerd o hi st órico.
e) Edificios aislados que se distinguen p or su emplazamiento o belleza
arquitectónica y parques y jardines destacados p or la h erm osura, dispo-
sición artística, trascendencia histórica o importan cia de las especies
botánicas que en ellos existan.
d) P erímetros edificados que formen un conjunto de valores tradicionales
l ' ,)
o estetlCos .

Pero la Ley, además de esta en um eración, evidentemente no exhaustiva, sí expre-


saba la necesidad de la inclusión del elemento a proteger en " ... catálogos apro bados
por la Comisión Central o Provincial de Urbanismo, de oficio o a propuesta de
otros órganos o particulares" (Art. 20 de la Ley del 56).

La Ley 19/75, de 2 de mayo, de Reforma de la Ley so bre Régimen del Suelo y Orde-
nación Urbana respeta el contenido y configuración de los precitados artículos de
la Ley del 56 Y recoge nuevamente el artículo 60 so bre Normas de Aplicación Directa
(denominación consagrada en el capítulo IV del Título II del Reglamento de P lanea-
miento Urbanístico) que los convierte en el nuevo arto 73, precepto éste de cita
obligatoria dado el carácter formal del mismo (Ley) que hace que no necesite de
instrumento alguno que lo desarrolle para su aplicación.

I
Así, el arto 73, en su párrafo b) viene a señalar:
"En los lugares de paisaje abierto y natural, sea rural o marítimo, o en
las p erspectivas que ofrezcan los conjuntos urbanos de características
histórico-artísticas, típicas o tradicionales y en las inmediaciones de las
carreteras y caminos de trayecto pintoresco, no se permitirá que la situa-
ción, masa, altura de los edificios, muros y cierres, o la instalación de
otros elementos, limite el campo visual para contemplar las bellezas
naturales, romper la armonía del paisaje o desfigurar la perspectiva
propia del mismo".
Tras esta breve introducción cabría form ularse la siguiente pregunta: ¿Sólo las citadas
normas contemplan al paisaje como objeto de regulación?
La respuesta ha de ser negativa. En efecto, si alguna nota ha de caracterizar al trata-
miento que el legislador ha efectuado en el tiempo al tema que nos ocupa, es preci-
samente la de dispersión normativa y carácter asistemático.
No obstante, el indicar expresamente este texto normativo obedece a una simple
razón: considerar a la legislación urbanística en su carácter horizontal y capaz de
servir, en ocasiones, de común denominador de las normativas sectoriales.
E l paisaje, como objeto de protección en la legislación urbanística, abre dos claros
campos : el paisaje en su concepción más naturalista o ligado más a lo rural y, por
contraposición, el paisaje como hecho más urbano . En la primera de las concep-
ciones se encuadrarían las normas de carácter sectorial, a cuya cabeza habría que
citar a la Ley 15/1975, de 2 de mayo, Ley de Espacios Naturales Protegidos, y en
la concepción más urbana habría que citar a la Ley de 13 de mayo de 1933, de Protec-
ción del Patrimonio Artístico Nacional (derogada por la nueva Ley 13/ 1985, de
25 de junio, del Patrimonio Histórico Español) 'y legislación complementaria.
Antes hemos caracterizado a la incidencia del Derecho en el paisaje con la nota
de dispersión y asistematicidad en su tratamiento, pero ello obedece fundamental-
mente a la vía de protección de valores que lo determina, basado en la preservación
del paisaje ante su posible transformación por la acción del hombre.
N os encontramos pues ante medidas de policía articuladas en normas de protec-
ción. Pero ¿existe para el legislador un concepto unívoco del término paisaje?
Entendemos que no. La revisión que se hace en la norma a elementos tales como
bellezas, pintoresco, her mosura, disposición artística, estética, evidencian amplia-
mente que no encontramos ante un concepto jurídico indeterminado, que ha de
ser especificado caso a caso y por la vía de la interpretación.
Queda igualmente claro que el legislador utilizó la técnica de la identificació n a
través del juego del Plan Especial/Catálogo. Paisaje al final será lo susceptible, lo
que haya alcanzado el grado de catalogable y haya sido catalogado. El legislador
ha dejado al perito la vía de la concreción especial y de contenido. Nunca da un
concepto único sino que sólo establece mecanismos de intervención para la conser-
vación del paisaje, sin entrar a definirlo ni a conceptuarlo .
La misión del juez, ante un instrumento protector del paisaje, se circunscribe más
al examen de sujeción a legalidad o no del documento que dé cobertura al "hecho"
catalogado, quedando el enjuiciamiento primario reservado al órgano administra-
tivo con competencia directa. Es decir, la función jurisdiccional parte de la

I
I ~umplimiento o incumplimiento de los mecanismos previstos
aro In n r a ión o preservación de un paisaje identificado, definido
IlinistLl -i In acruante. Ahora bien, cuando se trata de la aplicación del
,) T l\.1: R fundido de la Ley del Suelo o su correlativo 98 del Reglamento
,,1 ¡ nt , in que exista instrumento de reglamento previo que enjuiciar,
el ju z· nmarca plenamente en el análisis y valoración tanto del elemento
limitad r d 1 campo visual, co mo, fundamentalmente, de la defini-
i • n d ,1 elemento perturbado: paisaje ya sea rural o urbano. Aquí,
di er i na! es mayor. El tribunal, sin perjuicio del apoyo pericial
rano en la apreciación del valor a defender.
ntendemos que es importantÍsimo acudir a la escasa jurispru-
, m trina del Tribunal Supremo, nos sirve de guía para entender
1 au e interpretativo de estas normas.

le' r que todos los Planes y autorid ades administrativas y corporativas


on 1 claras y terminantes, que sancionan el respeto debido a los
rin ipios más elementales. De este modo, poco importa que se aprueben
uno planos consecuentes o no con aqu ella finalidad; poco importa que
autoridad local conceda una licencia al cacique o a la persona influ-
yente, Pues existe una norma con jerarquía de Ley, que se impondrá
or encima de cualquier acción administrativa o corporativa y permitirá
al iudadano acudir a un juez en demanda de que se respete el Derecho.
Pre eptos tan claros y determinantes como el contenido en este art o 73
harían innecesarios gran número de planes y de controles".'
Discrepamo cariñosamente del profesor González Pérez, pues si bien es cierto que
Aa sen en ia enjuiciada (Tribunal Supremo 27 de febrero de 1976) llega a ponderar
po i \"amente la existe ncia de una norma que en su párrafo e) " ... establece una
in etenninada limitación para evitar excesivas obstaculaciones en la contemplación
de las bellezas naturales o desarmonías paisajísticas... ", y cabe enmarcarlas entre
lIas más progresistas del momento, no es menos cierto que del examen de otras juris-
plfllllden ¡as de otra posición de nuestro Tribunal Supremo, cabe extraer algunas
conclusiones no tan positivas .
Así, la posición jurisprudencial se va a caracterizar por :
ll.(\)) Deseo de que sea el Plan y la catalogación el mecanismo básico protector,
m[:aJ.l[u!o interpretación sobre el concepto del paisaje. En este sentido la sentencia
den Tribunal Supremo de 3 de mayo de 1971 que llega a señalar: " ... pues en el caso
de <q¡llDe como realmente aquí ocurre, existe un Plan de ordenación, es necesaria la
<t-;:JUt;;nn .;nción previa que haga los conjuntos protegibles sin dejar a una resolución
~ñlOlmlalla determinación administrativa de protección". (En igual sentido vid a
m de 16 de diciembre de 1977).

11.. (("",•.al¡. ZAlLlEZ. PEREZ: Comentarios a la Ley del Suelo. Madrid, 1981, 1, pág. 623.
2. ° Reconocimiento expreso del carácter de concepto jurídico indeterminado. En
este sentido se expresa la STS de 15 de noviembre de 1974 cuando dice: " ... es lo
cierto que se trata con toda evidencia de una norma -art. 73- completada en su
form ulación por conceptos indeterminados (" bellezas naturales", "armonía del
paisaje") ... " . También (vid STS 26 de septiembre de 1975). .
3.° Uso restrictivo de esta norma de aplicación directa y conflictos de intereses.
La STS de 26 de septiembre de 1975, tras establecer como premisa" ... la gran impor-
tancia que tiene la protección y defensa del paisaje -tema de atención internacional
inmerso en el más amplio de la protección de la naturaleza o del medio ambiente- "
y afirmar que corresponde a los planes de ordenación "la determinación de las normas
a que debe sujetarse el destino y uso de los solares a fin de que el paisaje no se vea
lesionado, lográndose así el objetivo de llevar claridad a una materia en la que sin
esa precisión normativa, pueden involucrarse peligrosos subjetivismos ... ", expresa
la triple garantÍa del mecanismo frente a la Administración" ... que sabrá hasta donde
puede llegar en su función interventora ... ", frente a los administrados" que acomo-
darán los planteamientos del suelo a los límites que dicho paisaje imponga ... " y
frente al control jurisdiccional que facilitará la labor interpretativa.

Pero la exégesis de nuestros tribunales - siempre fundada en las reglas de interpre-


tación de las normas jurídicas que se consagraron en el art. 3.1. del Título Preli-
minar del Código Civil- no es sumamente favorable ni proclive a inclinar la balanza,
ante conflictos de intereses, en favor de la preservación del paisaje. En este sentido
es importante la STS de 3 de marzo de 1980 cuando señala:

" ... verdad es que sería deseable siempre el máximo respeto a las condi-
ciones naturales del lugar en que se edifica, pero no puede llevarse el
rigor hasta extremos que impidan uná razonable industrialización de
la zona, y ello porque junto a aquellos valores de indiscutible impor-
tancia han de tenerse presentes otros de índole económica, asimismo
muy estimables, que no deben ser innecesariamente postergados". Creemos
que sobran comentarios.

Bien, entendemos que es importante resumir algunas cuestiones ya planteadas:

No existe en el ordenamiento jurídico un concepto unívoco del paisaje.


El término paisaje, como tal, aparece dentro de la categoría de los conceptos
jurídicos indeterminados.
Su análisis se hace exclusivamente en términos proteccionistas.
Se apuesta más por los mecanismos consagrados en la Ley del Suelo que por
la aplicación de las normas directas (art. 73 de la L. S. y 98 de la R. P .).
Visión más naturalista (confusión paisaje/medio ambiente, paisaje/bellezas
naturales, etc.) que interesada por la búsqueda de tipologías.
Bien de valor secundario ante posibles conflictos.

La vía de protección se plasma en medidas de policía articuladas tÍmidamente en


normas que se van a caracterizar por dos notas:
Dispersión y consecuente tratamiento sistemático.
- Carácter especial o indirecto.

I
Aunque ambas entende mos son inseparables y se condicionan la una a la otra, la
primera de ellas indica la existencia de una pluralidad de procedimientos li gados
a la prolífica normativa que, regulando diversas mater ias, incide parcialm ente esta-
bleciendo medidas en torno a la protección del paisaje. Nos encontramos con amplia
producción legislativa sectorial, ya sea sobre aguas, caza, montes, minas, etc ., que
como señala en la segunda nota, tiene un carácter esp ecial o de intervención indi-
recta. Es decir, nos encontramos con actuaci o nes parciales, se tiende en cualquier
caso a proteger elementos del paisaje, p ero no existe un concepto unitario del mismo
que implique su valoración y por tanto su tratamiento normativo sistemático.
Fruto de ello es que el régimen competencial de intervención 2 quedará igualmente
multiplicado y descoordin ado, puesto que estará en función de la norma aplicable
y del órgano titular o de la Administr ación competente, así como de la naturaleza
de las medidas a adoptar.
En punto aparte y dentro de esta vía de protección, n o podemos pasar p or alto
dedicar un corto espacio y comentario a los instrumentos de ordenación previstos
en la legislación urbanística, fundamentalmente a los planes esp eciales de los arts.
17, 18 Y 19 de la Ley del Suelo.
La conclusión del programa de Planes Especiales de Protección del Medio Físico
y Catálogo de Espacios y Bienes Protegidos en la Comunid ad Autónoma de Anda-
lucía, cubriendo sus ocho ámbitos provinciales, h a supuesto, sin lugar a dudas, una
de las más importantes acciones en aras de la protección del paisaje, aunque sea por
la vía indirecta de la protección del medio en sí.
Estos instrumentos que sin ser , estricto sensu , planes esp eciales de exclusiva protec-
ción del paisaje, establecen, a nuestro juicio, importantes normas que tienden a su
preservación, tanto con la implant ación del estudio paisajÍstic0 3 como por la
extensa regulación de act ividades que inciden en el mismo (norma 21.3; 22; 23; etc.)
llegando a la identificación de espacios o zonas e incluyendo en Catálogo los espa-
cios naturales o paisajes que por sus singulares características h ayan de ser objeto
de una especial protección.
Sin perjuicio de la problemática que este tipo de planeamiento conlleva de cara a
su virtualidad y fundamentalmente por el mecanismo de la catalogación - protección
en áreas concretas- que se apunta en el interesante documento sobre Tipología
del Paisaje Litoral,4 discrepamos, no obstante, en cuanto a la opinión sobre la nece-
saria vinculación a planeamiento superior sin el cual éste no tendría sentido. La
doctrina es pacífica en cuanto a la jerarquía de planeamiento, si existiese, pero el
Plan Especial autónomo es ya totalmente ad mitido. Basta citar la STS de 17 de
dici embre de 1985 qu e en su fundamento de derecho tercero establece : "Los Planes
Especiales, como instrumento de ordenación urbanística autónomo, o sea, no subor-
dinado a la previa existencia de otros Directores Territoriales o Generales, aquéllos
referidos en el arto 17 de la vigente Ley del Suelo, ha quedado admitido expresa-
mente en el arto 76, desarrollándolo, del Reglamento de Planeamiento Urbanístico,
donde también se señala el ámbito de su contenido y específicamente la prohibi-
ción de establecer clasificación de suelo; figurando regulados, entre otros, los que

2. Excepción hecha del derivado de la legislac ió n urbaníst ica que se arti cu lará a t ravés del juego de autorización
y licenc ia, y del régimen disc iplin ari o que le correspo nd e.
3. A unque no ll ega a definirse por el pro pi o Pl an, se co ntempla su neces idad en la Norma 18,4.
4. T ipo logía del paisaje li toral: propuesta co nservació n y regeneración. CETU; Co nsejería de Obras Públicas
y Transportes. Octubre 1986, pág. 6.
tienen por finalidad la protección de espacios naturales o paisaje: cuya defensa, es
de resaltar, constit uye uno de los objetivos básicos de todas las administraciones ... "
Posiciones jurisprudenciales tan claras no necesitan comentario.

Antes de concluir este apartado dedicado a la protección co mo vía de intervención


administrativa y recogida, entre otros, en los textos co mentad os, no quisiéramos
pasar por alto un principio que, aunque de carácter formal, merece un as líneas.

El precitado art. 19 del Texto Refundido de la Ley del Suelo establece en su apar-
tado a) como aspecto digno de ser contemplado en un Plan Especial: "Bellezas natu-
rales en su complejo panorámico o en perspectivas que conviniere n al fomento del
turismo" .

Es con ocido que la Ley de Reforma (Ley de 2 de mayo de 1975) acusaba algunos
tics productos de un momento desarrollista en el que el turismo aparecía como acti-
vidad mesiánica de cara a la economía nacional, y por tanto sin atreverse, desde
la propia Ley, a establecer la amplia adecuación que la Ley 197/ 1963, de 28 de
diciembre, so bre Centros y Zonas de Interés Turístico, debería sufrir en cumpli-
miento de lo dispuesto en la propia Ley de Reforma. s

Fruto de ello fue reproducir en el art. 43.3. del Texto Refundido de la Ley del Suelo,
la tramitación abreviada que contenía el arto 34 de la Ley del Suelo del 56 y que
se desarrollaría reglamentariamente en el arto 147.4. del Reglamento de Planeamiento.

Esta tramitación abreviada de los planes especiales "cuya finalidad fuese mejorar
las condiciones urbanísticas y especialmente las estéticas de los pueblos de una comarca
o ruta turística ... ", que reduce no sólo los trámités de información al público sino
la misma interven ción de los Entes Locales,6 entendemos que debe ser rehusada
por los órganos urbanísticos competentes cuando se encuentren ante la tramita-
ción de un plan especial de protección del paisaje. Y ello por cuanto las especiales
vincul aciones que los mismos puedan establecer - limitaciones de uso- merecen
de las mayores garantías de participación de cuantos puedan estar interesados: admi-
nistrados en general y los propios Ayuntamientos afectados que evidentemente han
de ser oídos con las mismas garantías que el procedimiento normal establece, so
perjuicio de minusvalorar estos instrumentos y por ende el objeto de los mismos:
el paisaje.

2. Vía de intervención directa


Hasta ah ora nos hemos centrado en la actividad de la Administración - en especial
la urbanística- en el campo de la protección; cabe hablar ahora de otra vía de carácter
m ás positivo que se enmarca en la actividad de fomento de la Administración.

S. La disposic ió n final 3. a de la Ley 19/ 1975, de 2 de mayo, autori zaba al Gobierno para que adaptase las Nor mas
de co nten ido urba nísti co de la Ley 197/ 1963 a lo dispuesto en la Ley 19/ 1975. Pese al tiempo transcurrido,
el Real D ecreto que debe ría aprobar este Texto Refundido de la Ley de Cent ro y Zonas nunca vio la lu z.
6. La tram itación norma l (an . 129 por emisió n del art o 147. 3 del RPU) contempla un pe ríodo de audie ncia para
que las corporac iones locales afectadas fo rmulen alegac io nes. Aqu í el órga no co mpete nte, Co nsejero o Co mi·
sió n Prov in cial de U rbanismo, limitará su activid ad a po ner en conocimi ento de los Ayuntamientos la redac·
ción del Pl an.

I
Esta act itud, no ya de sujeción a prohibición , sino de estímulo al respeto de un
bien colectivo que llamamos paisaje, pasa evidentemente por la toma de conciencia
colectiva del valor que se trata de preservar, para la adopción de medidas que fomenten
la regenerac ión o resta uración .
Sin perjuicio de las importantes normas que en el ám bito de la Comunid ad Autó-
noma de Andalucía se contemplan en los Planes Especiales de Protección del Medio
Físico y Catálogo en relación con las distintas actividades (infraestructuras, extrac-
tivas, etc.), merece la pena citar al importantísimo Real Decreto 2994/82, de 15
de octubre, so bre restauración de espacios naturales afectados por actividades
extractJvas.
El arto 1. o del citado Real Decreto, en su apartado segundo, establece claramente
la procedencia de la restauración de! medio tanto en explotaciones a cielo abierto
como en los casos de minas de interior, respecto a las alteraciones que se produzcan
por las instalaciones o trabajos en e! exterior. La obligación se extiende a cualquier
titular de aprovechamiento, tal como reza el apartado primero de! arto 1. 0
No obstante la continua alusión que e! Real Decreto establece respecto a "espacios
naturales" , ha planteado duda sobre la interpretación de! término . Entendemos que
no ha de seguirse a quienes, con carácter restrictivo, determinan que sólo es de apli-
cación e! presente Real Decreto a los ámbitos espaciales sometidos a la Ley 15/ 1975,
de 2 de mayo, de Espacios Naturales Protegidos.
Frente a ello hay que decir:
a) La específica determinación de " protegidos", no aparece ni en la letra, ni en
e! espíritu de! Real Decreto.
b) o es raro encontrarse en la literatura jurídica e! uso indistinto de las expre-
siones medio natural, medio fís ico, espacio n atural, etc., comprensiva, en última
instancia, de una misma realidad.
e) Es definitivo entender que e! régimen de beneficios qu e plantea e! arto 10 de
este Real Decreto se extiende a " los trabajos relacionados con la protección de! medio
ambiente" / por lo que e! concepto no ha de ser empleado con e! carácter restric-
tivo que estimamos; no ha sido querido por e! propio Real Decreto 2994/82 .
El mecanismo de regeneración que plantea el Real Decreto, basado en e! Plan de
Restauración,8 se hace coincidir con autorización de aprovechamiento o concesión
7. Art. 18.1 f) de la Ley de Fomento a la Minería, Ley 6/1977, de 4 de enero.
8. El co nten ido del Pl an de restau ració n se especifica en el art o 3 del Rea l D ecreto 2994/82:
"1) Información detall ada sobre el lugar prev isto para las labores mineras y su entorno, incluyendo, como
mínimo, las siguientes especificaciones:
a) Descripción del medio físico, con referencia a la geología, hidrología, hidrogeología, climatología, super-
ficie vegetal, paisaje y demás elementos que permitan definir la configurac ión del medio.
b) Definición del medio socioeco nómico, que incluya la relación de usos y aprovechamientos preex is-
tentes, propiedades, obra de infraestructura, instalaciones y regímenes jurídicos especia les, en su caso,
ap licab les a la zona.
c) Descripción de las características del aprovechamiento minero previsto, así como de sus serv icios e
in stalaciones.
d) Planes y documentación relativos a los aspectos contemp lados en los párrafos anteriores .
2) Med idas previstas para la restauración del espacio natural afectado por el aprovecham iento o exp lotac ió n,
conte ni endo, como mínimo, las siguientes especificaciones:
a) Acond icionam iento de la su perficie del terreno, ya sea vegeta l o de otro tipo.
b) Medidas para evi tar la posib le erosión.
c) Protección del paisaje.
d) Estudio del impacto ambiental de la explotación sobre los recursos naturales de la zona y medidas
previstas para su protecc ión.
e) Proyecto de almacenamiento de los residuos mineros que generen y sistemas previstos para pali ar el
deterioro ambienta l por este concepto.
3) El Plan de Restauración contendrá as imismo el calendario de ejecución y coste estimado de los trabajos
de restauración".

I
de explotación, de tal manera que, como expresa el apartado 2 del art. 4: " ... no
podrán otorgarse éstos si a través del Plan de Restauración no queda debidamente
asegurada la restauración del espacio natural".
Este aseguramiento encuentra su virtualidad en la exigencia por la Administración
de la gar antía o fianza necesaria para el cumplimiento del Plan (vid art. 5.1.). La
sujeción y cu mp lim iento de este Plan de Restauración aparece como condición a
la que queda sujeta la autorización o concesión principal; de tal suerte que, como
expresa la STS de 11 de mayo de 1984, proceda la ejecución subsidiaria de la Admi-
nistración con cargo a fianza, ante el cumplimiento de la condición de restauración
impuesta en la autorización de explotación.
Este ejemplo de regeneración planificada que se hace recaer sobre una determinada
actividad e incide sobre el paisaje y que queda ligada fundamentalmente al sector
privado, encuentra la necesaria actuación de fomento por parte de la Administración.
Así, si bien existe un inevitable coste económico, éste es absorbido con los benefi-
cios que, como se ap untó con anterioridad, se contemplan en la Ley de Fomento
de la Minería y que se traducen en la posibilidad de obtener subvenciones de capital
y créditos oficiales así como un mejor trato fiscal.
Pero si el señalamiento de la regulación de una actividad económica determinada
que, como hemos dicho, afecta principalmente al sector privado o, en su caso, a
empresas de carácter público o semipúblico, estimamos necesario, por su carácter
de modelo o pauta a seguir, dedicar un último apartado a la actuación directa de
la Administración sobre el medio y por tanto centrarnos en el análisis de la Obra
Pública como intervención directa, así como de las medidas a adoptar por el orga-
nismo público inversor frente a la actual situación de discrecionalidad.
Además de las específicas normas que el planeamiento pueda determinar de cara
a la ejecución de infraestructuras, dentro de la esfera de las medidas más de carácter
propositivo y que sirven o se orientan al respeto y regeneración o restauración del
paisaje, nos encontramos con la dedicación de una partida del presupuesto de las
obras públicas al cumplimiento de fines estrictamente de disminución del impacto.
La legislación de Contratos del Estado, contempla en el Reglamento General de
Contratación del Estado (Decreto 3410/1975, de 25 de noviembre) en su art. 64,
al referirse a los datos que contendrá la memoria de todo proyecto, la necesidad
de que se consideren, en cualquier caso, los factores económicos, sociales, adminis-
trativos y estéticos.
En desarrollo de este principio se dictó el Real Decreto 2832/1978, de 27 de octubre,
sobre dedicación de un porcentaje del presupuesto de las obras públicas afines de
carácter artÍstico o cultural, que en su exposición de motivos indicaba que con ello
"se persigue también la integración de la obra pública en su entorno a fin de evitar
que la realización de los trabajos suponga un deterioro de éste".
Así, el art. 1.1. del Real Decreto determinaba que el presupuesto de toda obra pública
financiada por el Estado fijaría una partida de 1 % con destino, entre otras, a tareas
de integración de la obra pública en su entorno natural, a través de los trabajos
que tengan por objeto, como expresa el art. 2.2, "la restitución del entorno, el acon-
dicionamiento de espacios, así como el embellecimiento de los mismos y de los parajes
y núcleos de población que puedan resultar afectados por su construcción, mante-
niendo al efectuarlo un punto de vista estrictamente artístico".

I
De la lectura del Real Decreto 2832/1978 creemos que se extraen algunas conside-
raclOneS Importantes:
1. o E l objeto final de esta aplicació n del 1% (qui zás por el origen de las normas:
Ministerio de C ultura) tiende m ás a servir de campo de financiación de obras artís-
ticas (con lo qu e el Estado puede ap arecer en una renovada fun ción de mecenazgo)
que a la finalidad de regeneraci ón que aquí nos interesa.

2. 0 Las excepciones a la norm a general de 1% se mueven en el peligroso campo


de la discrecionalidad. Así, el propio Real Decreto, en su art. 5.o, ya exceptúa del
ám bito de aplicación de esta norma las siguientes obras públicas:

Aquéllas cuyo presupuesto total no exceda de 5 millones de p esetas.


Las que afecten a la seguridad y defensa del Estado.
Las de conducción de energía.
Las de abastecimiento y saneamiento de aguas.
Las de concentración parcelaria.
Las que por su propia naturaleza cumplan fines artísticos o culturales.

Pero la disposición final primera prevé tal m ecanism o de excepció n qu e deja en


m anos, fundamentalmente de los titulares de los D epartamentos, esti mar si una obra
ha de contemplar la partida del 1% destinada a uso cultural, o por el contrario debe
qu edar fuera del ámbito de este Decreto.

Ello nos hace p ensar que la excepción se convierte en regla general.


3. o El porcentaj e del 1% del pres upuesto de la o bra aparece como t ipo totalmente
aleatorio y por tanto no se puede conocer si es suficiente o n o p ara cubrir el costo
de regeneración o r estitución del entorn o .

4. o En cualquier caso, el denominado proyecto de trabaj os artísticos no es defi-


nido por el propio Decreto, ni tampoco se establece el contenido mínimo del mismo.

5.o Las facultades del Director de la obra hacen, en cu alquier caso, que la discre-
cionalidad en este punto sea aú n m ás significativa. No existe un a conciencia colec-
tiva en orden a valorar los trabaj os de regeneración. Un monolito, una máquina
pesada, puede sustituir en la práctica al deseado trabajo de restauración .

A nte estas consideraciones y a modo de concl usión, entendemos que es importante


apuntar algun as fórmulas de intervención, al hilo de lo expuesto y desde el punto
de vista normativo.

1. o No es desdeñable la existencia de una partida en el presupuesto de la obra pública


dedicada a las labores de restauración, pero esta partida ha de ser variable en funció n
del costo estimado por el P lan de Restauración.

2. o El Plan de Restauración, como desarrollo de la memoria del proyecto, deberá


h acerse extensivo, con las especificidades propias de cada caso, a toda obra pública
que incida sobre un paisaje.

3. o Se evitará toda tendencia a la discrecionalidad y excepción en la aplicación de


estas medidas.

11
4. o Por último, el régimen de intervención por este concepto podrá efectuarse por
los órganos competentes de la Administración. En el caso de la Comunidad Autó-
noma de Andalucía, estimamos que por el carácter de norma de desarrollo que la
articulación de estas medidas llevaría consigo, es competente plenamente para el
correspondiente desarrollo reglamentario (vid art o15.1. del Estatuto de Autonomía
para Andalucía).
Medidas como las propuestas, adoptadas por la propia Administración como agente
interventor y de autovinculación, tendrían un claro valor añadido: servir de pauta
para la toma de conciencia sobre el paisaje como bien colectivo y frágil.

11
MANUEL VALENZUELA RUBIO
PAISAJE Y RECREACION
EN LOS ESPACIOS PERIURBANOS

1. Los espacios abiertos periurbanos,


un ámbito preferido por las prácticas recreativas al aire libre
De entre las funciones asignadas por el Planea miento a los espacios no destinados
a er ocupados directamente por los elementos físicos de la ciudad, las actividades
de ocio presentan un ascendente protagonismo (M. Falque, 1975). Ello es en gran
medida debido a las insuficientes oportunidades recreativas que el espacio interno
urbano brinda, particularmente las que exigen mayor calidad ecológica, ambiental
o paisajística al entorno territorial que las aloja. Se deberían incluir aquí todas aquellas
prácticas recreativas que buscan en los espacios libres (privados o públicos) las condi-
ciones objetivas apropiadas para la realización de ciertos deportes muy condicio-
nados por el medio (esquí, caza, pesca o equitación) o simplemente para disfrutar
del denominado "ocio pasivo" (picnic, senderismo o contemplación del paisaje).
Matizacion es aparte, impropias de una comunicación como ésta, las citadas activi-
dades se acostumbran a englobar en un término de carácter integrador, "ocio al
aire libre" (1. H. Seely, 1973). Compiten, bien es verdad en los ámbitos periurbanos,
con otra variante mucho más dura y formalizada de actividades lúdico-deportivas,
necesitadas de instalaciones adecuadas, las cuales buscan en su localización periur-
bana, por encima de cualquier otra consideración, la baratura de suelo (clubs de
campo, instalaciones deportivas, campings, etc.).
En todo caso, tanto unas como otras comparten una si milar predilección por loca-
lizaciones situadas dentro o en la proximidad de un paisaje atractivo, pintoresco,
natural o cualesquiera otros calificativos, tras los cuales existe toda una maraña de
interpretaciones perceptibles y suj etivas de compleja identificación. Como es bien
sabido, el concepto paisaje se nutre de componentes objetivos (topografía, vegeta-
ción, presencia de agua, elementos de la estructura rural, etc.) que el individuo inter-
preta e interioriza con la ayuda de claves efectivas, simbólicas, culturales e , incluso,
ideológicas (M. Gaviria, 1971). En consecuencia, el atractivo ejercido por ciertas
combinaciones paisajísticas, además de dinámico y mudable, puede ser manipulado,
pero también educado. En este contexto se incardinan las investigaciones que, desde
distintos campos disciplinares (psicólogos, ecólogos, geógrafos, etc.), se vienen
emprendiendo para desentrañar las complejas implicaciones que subyacen tras el
yocable paisaje, las preferencias en torno a sus riquísimas variantes y las deci-
siones que en función de ellas adoptan los individuos y los grupos (S. Rimbert, 1973;
F. González Bernáldez et alí., 1973).
No es intención de este texto entrar en profundidades sobre el reto científico plan-
teado en torno al concepto y contenidos del paisaje. Nos vamos a reducir en él
a poner sobre la mesa algunas observaciones extraídas de un ámbito geográfico parti-
cularmente complejo y conflictivo como son los espacios periurbanos, para, a partir
de ellas, suscitar algunas reflexiones que puedieran aportar cierta utilidad para inter-
venir en su ulterior ordenación (M.Valenzuela, 1985).

2. Las prácticas recreativas en los espacios periurbanos.


El atractivo paisajístico como condicionante y estímulo
Dada la peculiar forma en que se han configurado los espacios periurbanos y el
entrecruce en ellos de dinámicas muy dispares, presentan a menudo una amplia gama
de variantes paisajísticas, donde mejor que en ninguna otra situación queda demos-
trada la complejidad consustancial con el concepto de paisaje, situado a caballo entre
grandes categorías metafísicas como son lo natural y lo cultural, lo espacial y lo
social, lo objetivo y lo subjetivo, etc. (G . Bertrand, 1978).
Quizá en el caso que nos ocupa los componentes paisajísticos de raíz ecológica se
hallen más subordinados, si cabe, a las sucesivas coyunturas económicas, a esquemas
culturales del pasado y a los sistemas sociales que, desde el organismo urbano domi-
nante, han irradiado sobre ellos prácticas espaciales concretas. Si algún rasgo cabe
extraer de todo ello es la versatilidad, o cuando menos la persistencia de unas tensiones
latentes o explícitas, que pugnan por alterar las configuraciones paisajísticas here-
dadas. En definitiva, existe una crisis permanente en los paisajes periurbanos que
fundamenta la urgencia de su conocimiento muy minucioso como paso previo para
el diseño de instrumentos y técnicas de intervención y ordenación.
De entre todas las prácticas espaciales de ascendencia urbana implantadas en los
espacios periurbanos, son las recreativas las más atraídas por calidad paisajística,
que en muy desiguales dosis se halla condicionada por las estructuras territoriales
naturales (geología y geomorfología, red hidrográfica, cobertera vegetal, etc.) y por
los usos socio-económicos que han ido dejando sobre ellos una huella cada vez más
profunda y visible (asentamientos, infraestructuras, diseños parcelarios, puesta en
valor económico, etc.). Fruto de estos últimos ha sido un proceso cada vez más
acelerado y eficaz de deterioro de los elementos naturales de los paisajes peri-
urbanos. Muchas son las modalidades que dicho proceso ha adoptado en función
de las dinámicas urbanas transferidas a los espacios periurbanos; por citar algunas
de las más relevantes habría que destacar por su trascendencia paisajística: las defo-
restaciones, las relaciones de los cursos superficiales, las contaminaciones atmosfé-
ricas, la desarticulación de estructuras agrarias tradicionales (ganadería extensiva o
agricultura de montaña, por ejemplo), la intensificación de procesos erosivos puestos
en marcha por redes viarias, extracción de materiales de construcción, etc.
Ocasionalmente, la proximidad de una gran ciudad ha actuado de forma más posi-
tiva sobre los elementos naturales del paisaje. En tal sentido, habría que valorar
positivamente, al menos desde una perspectiva puramente paisajística, la protección
de formaciones naturales amenazadas por procesos roturadores, como sería el caso
del monte de El Pardo; similar valoración merecerían la creación "ex novo" de
zonas verdes mediante técnicas repobladoras o de jardinería. Igualmente han

I
mejorado el paisaje operacion es de regulación fluvial con destino al abastecimiento
urbano o al ri ego, profusamente implantadas en los ríos próximos a las grand es
ciudades. Hay también, con grados distintos de solidez económica, variantes agr a-
rias periurbana de gran atractivo paisajístico. Bien es verdad que estas y otras mejoras
paisajísticas no han respondid , por lo co mún, a razones de equilibrio territorial,
ni fueron motivadas por convicciones ecológicas ni ambientales. Al contrario, su
explicación ha qu buscarla en la satisfacción de demandas urbanas, que debían
ser resueltas en l entorno próxi mo o en la provisión de espacios acondicionados
para la prácti a d 1 ocio aristocrático o el prestigio de las clases dominantes.
Por muy precaria falseadas que se hallen las reminiscencias naturales en los paisajes
periurbanos no ha descendido la presión ejercida con intensidad creciente por nuevas
demandas territoriales desde las residenciales (sobre todo las variantes unifamiliar
e undaria) a las productivas (industria de alta tecnología o centros comerciales),
pa ando por infraestructuras de transporte muy consumidoras en suelo (autopista).
Frente a ellas, las demandas recreativas de espacios libres de alta calidad paisajística
han sido muy a menudo minusvaloradas por considerarlas carentes de utilidad econó-
mica similar a las anteriormente mencionadas . D e aquí la marginación implacable
a que h an sido sometidas históricamente a medida que lo imponía una dinámica
urbana más controlada por los intereses económicos dominantes que subordinada
al bien común. Además, las demandas r ecreativas han tenido que someterse, aquí
como en el espacio urbano consolidado, a la ley implacable de la solvencia econó-
mica. Por ello, la parte del león en el periurbano le ha correspondido a aquellas
actividades más "duras" y privatizadoras del espacio: las residencias secundarias,
los equipamientos deportivos especializados o los clubs de campo. El caso de Madrid
es ejemplar de lo que decimos (M. Valenzuela, 1976).
De lo dicho en este epígrafe se desprende que la demanda recreativa de p aisaje peri-
urbano de calidad tiene que superar un doble escollo:
a) El empobrecimiento y reducción operado en él por una presión .u rbana cre-
ciente de signo con gestivo .
b) Una demanda r ecreativa ampliamente difundida por toda la sociedad urbana
y muy deficientemente satisfech a.

3. El atractivo paisajístico en la configuración del "hinterland"


recreativo de Madrid
3.1. Los antecedentes de la situación actual
Madrid cuenta con una dotación de espacios libres generosa pero desequilibrada.
La localización geográfica de Madrid en el contacto entre dos grandes unidades físicas
(Sistema Central y Depresión del Tajo) crea unas condiciones naturales muy idóneas
para poder disponer de un entorno muy rico en variantes paisajísticas (sierra, lomas,
vegas, páramos, etc.). Sin embargo, los procesos de deterioro paisajístico y conta-
minación ambiental, ampliamente difundidos por todo el territorio español, quedaron
intensificados en el entorno madrileño por la celeridad con qu e se produjo su creci-
miento reciente y por la ausencia de políticas protectoras dignas de tal nombre.
Como excepciones al secular empobrecimiento paisajístico del entorno madrileño
cabría citar la creación por los reyes para su disfrute y el de su corte de parques
reales de grandes dimensiones (Casa de Campo y Buen Retiro) o la conservación
de importantes masas forestales que monopolizaron para la práctica cinegética (El
Pardo) (M. Valenzuela, 1975).

I
A causa de los citados procesos de protección o creación, Madrid cuenta con una
dotación de espacios libres importantes en términos cuantitativos, pero fuertemente
desequilibrada en su distribución espacial, presentando una notable concentración
en la periferia NW de la aglomeración. Bien es verdad que, a partir de los años
30, todos los planes urbanísticos han prestado gran atención a la dotación de espa-
cios libres para uso recreativo. Siguiendo la moda racionalista, en los planes metro-
politanos de 1946 y 1963 se definen sendos "anillos verdes", que no llegan a
concretarse en la práctica y, lo que es peor, quedan desnaturalizados por la mecá-
nica de crecimiento de la etapa del desarrollismo .
A partir de los años 60 la presión recreativa sobre el entorno madrileño se ha acele-
rado por el efecto combinado del crecimiento demográfico y el aumento del nivel
de vida. D estino preferente de tal presión ha sido la vertiente madrileña del Sistema
Central, donde se concentra la mayor parte tanto de la oferta como de la demanda
de lugares de esparcimiento al aire libre, configurando un auténtico "hinterland
recreativo". De él forma parte una riquísima gama de ofertas recreativas al aire libre,
desde las estaciones de esquí de Navacerrada, Cotos y Valdesquí, que, aunque
modestas, captan una clientela madrileña muy fiel, a los acondicionamientos recrea-
tivos en Montes de Utilidad Pública. Igualmente heterogéneas son las posibilidades
recreativas necesitadas de instalaciones especializadas (golf, clubs deportivos, clubs
de campo, etc. ). La privatización, el clasismo y las grandes exigencias en suelo las
caractenzan.
A pesar de todas las hipótesis que ya gravan los espacios periurbanos, aún cuenta
la estructura territorial de Madrid de elementos sobrados con los que articular un
sistema integrado de espacios libres de uso recreativo apoyados en elementos paisa-
jísticos aceptables. No es sencillo, sin embargo, el empeño . Si se utiliza para tal fin
el abanico de ejes fluviales que recorren de norte a sur el territorio regional, un
primer factor favorable lo encontramos en su papel de enlace entre las distintas
unidades naturales, además del hecho de servir de apoyo a elementos naturalísticos
relevantes (sotos de ribera) o su condición de suelo de dominio público. Por contra,
la presencia en ellos de importantes recursos económicos (agricultura de regadío),
antiguos y persistentes procesos contaminadores y prácticas anárquicas de consumo
de suelo (graveras, asentamientos ilegales, etc.) dificulta la aplicación de propuestas
de adecuación recreativa tan originales y sugerentes como las ideadas por el grupo
GATEPAC para el ]arama medio en los años 30 (F. Terán, 1972).

3.2. La integración recreativa urbano-regional, un objetivo aún inalcanzado a pesar


de los avances recientes
Durante décadas la política de espacios libres para el ocio se caracterizó, en el caso
de Madrid, por la más completa ausencia de imaginación . A lo sumo, se limitó a
proteger frente a la ocupación por otros usos del suelo de titularidad pública y a
implantar sobre él algún modesto acondicionamiento recreativo. Y por supuesto
estuvo ausente todo deseo expreso de articular un sistema de espacios libres, funda-
mentado sobre justificaciones de equilibrio territorial, ecológico y urbanístico. Y
sin embargo, está demostrado en bastantes casos similares al madrileño que esta
figura urbano-territorial, al mismo tiempo que representa un sólido freno para las
tensiones especulativas, garantiza una equilibrada respuesta en calidad y cantidad
a la creciente demanda de oportunidades recreativas al aire libre en escalas territo-
riales metropolitanas. Por otra parte, la propia idea de sistema de espacios libres
el ~ 'ha la "i 'jJ te ría prot ctora para ciertos espacios de relevante atractivo paisa-
ji ti' ~ aun u eH up nga sacrificar otros que lo tengan en grado excelso. Frente
;). l,. :u· - imp nerse la combinac ión de usos y formas de protección más fina
n ,tiz., a m.1 a rd on la nueva visión integrada de los espacios libres para el ocio.
~n 1, d ,ti '<1, i, 19 hubo hasta bien recientemente, fue una cierta voluntad expresa
oc L ' mur un p riferia recreativa aprovechando para ello los espacios de máxima
':dI 1 ai 'í ti a del N Y NW. En tal sentido apuntan las propuestas contenidas
J lan ami nto metropolitano. Aun así, puede calificarse de retórica la preten-
crear 'anillo erdes", que se quedaron en pura entelequia fuera de las citadas
úni d t da de cualidades paisajísticas relevantes con anterioridad. Más serio
11m nt por constituir un sistema de espacios abiertos contemplado en el Plan
'al d Prote ción del Medio Físico de la Provincia de Madrid (1975). En efecto,
él nt mplaba la redacción de un Plan Especial de Esparcimiento en que
- oían n lobados los elementos territoriales más valiosos de la provincia por su
'e ológica agrícola y forestal, paisajística, geológica, hidrológica o paleon-
J' i a '(D. Gómez Orea, 1979).
1 et pa democrática y la constitución autonómica han creado una buena coyun-
para dar pasos positivos hacia la plasmación de una auténtica "periferia recrea-
uv 'aprovechando la aceptable dotación de paisajes de calidad en torno a Madrid.
y la nue a Directrices Metropolitanas (1981) supusieron una interesante infle-
xión ontinuada a partir de 1983 por obra de la Comunidad Autónoma de Madrid,
uy a ti\ idad legislativa en sus dos primeros años de vida se orientó con una ejem-
plar preferencia a dar cobertura jurídica a una política territorial de signo equili-
brador. sí las sucesivas leyes aprobadas a lo largo de los años 84 y 85 van a suponer
una deci iva inflexión correctora del proceso de deterioro paisajístico y de privati-
za ión experimentado en años anteriores por los espacios libres idóneos para la prác-
i a recreativa. Enriqueció, igualmente, la nueva óptica integradora entre paisaje
y uso recreativo el Plan General de Madrid de 1985, puesta de manifiesto en el deno-
minado "Parque Lineal de Manzanares", que englobaría todo el tramo del valle
in luido en el municipio de Madrid desde las puertas del Monte de El Pardo hasta
la Yegas del ]arama (Ayuntamiento de Madrid,1982) . Sería difícil de en unciar en
e [a comunicación las numerosas acciones y programas emprendidos desde distintas
dependencias autómicas en la línea de mejora y protección paisajística para poten-
ciar el uso recreativo del territorio. Nos vamos a limitar a realizar un esfuerza de
isrematización, que será seguido de algunas consideraciones y valoraciones. La citada
acción legislativa y de gobierno podría incluir los siguientes grandes bloques:
a) Creación del marco jurídico para la ordenación del territorio, en que se contienen
preyisiones capaces de proteger y potenciar los usos recreativos del espacio de calidad.
Tal puede ser la virtualidad, entre otras, de la Ley de Ordenación del Territorio
de 1984, si bien las previsiones legislativas en ella contenidas no han sido aún culmi-
nadas (D irectrices T erritoriales).
b) Aprobación de un conjunto de normas disciplinarias para evitar el deterioro
paisajístico y ambiental; a ello responden las leyes autonómicas sobre Medidas de
Disciplina Urbanística (1984) y sobre Actuaciones Urbanísticas Ilegales (1985) .
c} Protección legal de espacios paisajísticos muy relevantes reservándolos para el
ceswdio, la enseñanza o el recreo . Aquí se incardina la aprobación de la Ley del
]Pdllt"queRegíonal de la Cuenca alta del Manzanares (1985) y su Plan de Usos (1986) .
De ara al futu ro se prevé la redacción de sendos Planes Especiales de Ordenación
tdkll Medio Físico del valle medio del ]arama, el Alberche y el Lozaya, actualmente
~'JIll JI%.->ri'odo de redacción.
d) Potenciación del uso recreativo del espacio mejorando para ello el paisaje e,
incluso, recuperándolo o recreándolo. Se trata de medidas muy heterogéneas, empren-
didas por diversas dependencias autonómicas. A tÍtulo de ejemplo citaremos algunos
de los programas en curso:
Programas de recuperación paisajística para su destino preferente a espacios de
ocio. Tal es la finalidad de la recuperación de márgenes de embalses y de cauces,
emprendida por el Canal de Isabel II, o la creación de parques fluviales que tiene
en marcha la Consejería de Ordenación del Territorio, Medio Ambiente y
Vivienda, también responsable de un programa de huertos familiares, apoyados
con preferencia en los ejes fluviales igualmente.
Creación de un sistema de parques metropitanos, que abarcará 7 millones de
metros cuadrados, distribuido por los municipios de la periferia metropolitana
de Madrid.
Programas de aprovechamiento lúdico y educativo de ciertos elementos paisa-
jísticos de gran calidad paisajística y de áreas naturales de la Comunidad de Madrid.
La Consejería de Educación y Juventud tiene una oferta muy amplia, aunque
insuficiente para la demanda madrileña.

3.3. Reflexiones críticas sobre la protección y uso recreativo del paisaje


en la Comunidad de Madrid
Siguiendo el mismo orden en que los hemos descrito más arriba, salta a la vista
que en la actividad legislativa autonómica ha prevalecido una finalidad coercitiva,
que puede estar justificada, en una etapa inicial, por décadas previas de abandono
culpable o permisividad frente a las agresiones al medio; la normativa protectora
se ha seguido dirigiendo de forma exclusiva hacia los paisajes excepcionales (caso
de La Pedriza de Manzanares) . Igual tónica de primar elementos paisajísticos rele-
vantes se ha seguido a la hora de emprender programas de puesta en valor recreativo.
En cuanto a la creación de nuevas zonas verdes a nivel urbano y, sobre todo, metro-
politano, dejando a salvo la validez de los planteamientos inspiradores (creación
de tramas verdes, buena accesibilidad para toda la población, respeto a los ritmos
naturales, etc.), a la hora de ponerlos en práctica, tanto en su diseño como en su
ejecución ha prevalecido la idea de equipamiento sobre la de restauración de medios
naturales deteriorados o relictos, dejando a salvo alguna notable excepción (Parque
de Polvoranca en Leganés). Otras veces las sugerentes previsiones del proyecto
original quedan durante años inéditas con riesgo de acabar reducidas a una bella
utopía (Parque Lineal del Manzanares) o a medidas más efectistas y fotogénicas que
realmente innovadoras.
En cuanto a la potenciación y ordenación de los usos recreativos del paisaje, hay
que convenir en que hay vicios y aberraciones colectivas que no se pueden corregir
de la noche a la mañana. Ahí está para demostrarlo la pertinaz y masiva afluencia
motorizada dominical a las masas forestales serranas; poco las han alterado las limi-
taciones de acceso a ciertas zonas (La Pedriza, por ejemplo) o algunos programas
educativos para el uso cuidadoso del medio. Persisten, empero, prácticas recreativas
fuertemente deteriorantes (motocross) y muchas amenazas ambientales para los
paisajes de mayor pontencialidad recreativa, desde vertidos de aguas residuales a
publicidad exterior. Por lo demás, procede mencionar elogiosamente las campañas
educativas emprendidas desde hace algunos años por ayuntamientos y Comunidad
(aulas de ecología, campamentos, albergues, etc.). Son igualmente positivos los

I
programas autonómicos de aprovechamiento lúdico de ciertos elementos paisajÍs-
ticos hasta ahora bastante subutilizados, como son los ríos o cañadas . Pero aun así,
todavía no se ha enco ntrado la fórmula ni los instrumentos adecuados para tras-
vasar hacia los paisajes de cuenca sedimentaria del SE (riberas fluviales o páramos
alcarreños) o al sector serrano del SW una parte sustancial de la presión recreativa
que sigue gravitando so bre la denominada "sierra turística".

4. Algunas ideas para una asignación de los usos recreativos


en los espacios periurbanos madrileños

Quizá el mensaje central de esta comunicación podría ser la convocatoria a una


revisión crítica de la hasta ahora no discutida correlación entre espacio de alta calidad
paisajística y uso recreativo. No es necesario invocar para ello el transfondo ideoló-
gico antiurbano que la nutre ni la manipulación qu e de la misma hacen intereses
económicos vinculados a la "venta de vida natural", que son muchos y potentes .
Bastaría con remitirse al riesgo que para su supervivencia entraña una presión exce-
siva de usuarios so bre los espacios protegidos, que no por casualidad son también
los más sensibles (T. Coppock, 1981) .
Remitiéndonos al caso de Madrid, si algún territorio del mismo sufre los negativos
efectos del citado cliché es su "hinterland recreativo" y, en particular, algunos parajes
de particular atractivo paisajístico, como el hayedo de Montejo, el valle de Lozaya
o lo montes de Cercedilla, por citar algunos (E. Benito y otros, 1974). De aquí la
utilidad de emprender estudios para conocer la respectiva "capacidad de carga" y
elaborar medidas disuasorias y de control, pero también otras para la diversifica-
ción de la oferta. Aun siendo válidas las hasta ahora emprendidas en Madrid, su
eficacia práctica es aún muy cuestionable.
Por tanto, es urgente que, a partir de las experiencias ya emprendidas, se articule
una auténtica política integrada de espacios libres de uso recreativo, a cuyo diseño
querríamos de alguna manera colaborar desde la modestia de esta comunicación.
En tal sentido se propone:
a) Trascender los planteamientos reguladores y normativos de signo coercitivo
mediante la aplicación de una gestión integrada del territorio en función y al servicio
de objetivos de incremento de calidad de vida para el conjunto del cuerpo social,
inspirados en el papel creciente que en ella tienen el ocio y la recreación.
b) No minusvalorar la disfuncionalidad que para alcanzar este objetivo puede
entrañar la dispersión de competencias entre distintos organismos y dependencias.
La coordinación seria y responsable puede obviar este problema.
e) Poner en uso recreativo el máximo posible de espacio periurbano, por lo que
es aconsejable asegurar el control público sobre el mismo o, al menos, garantizar
el libre acceso.
d) Canalizar selectivamente, según criterios de maximación del beneficio social y
minimización del riesgo, las distintas formas de demanda hacia espacios y áreas
concretas. Ello supondría una dispersión de la presión y la consiguiente reducción
de los impactos.
e) A tal fin, asignar trascendencia máxima a la educación de los usuarios para que
sepan "ver y utilizar lúdica mente el territorio", de forma que se creen nuevos hábitos
en la relación entre la Sociedad y el Espacio.

I
Co n las anteriores ideas hemos pretendido ayudar a abrir un nuevo marco de rela-
cio nes más rico, libre y panicipativo entre los " urb anistas" y su entorno peri-
ur bano, encaminado a intensificar la satisfacción perso nal y colectiva sin caer en
la trampa pri vatizadora o en las rutinas de "ocio neurótico".

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\XI ALL, F. & \XfRIGHT, c.:


The envi?-onmental impact of Outdoor rea·eation. \XIaterloo University,
DepL of Geography, 1976.

I
1 LCIEN CHABASON

LE PAYSAGE DANS LES LOIS D'AMENAGEMENT


ET D'URBANISME

Introduction
La notion de paysage a émergé tardivement comme concept juridique
Cette ém ergence a accomp agn é le désordre paysager des annés 1960-1980 et les muta-
tions rapides du paysage. Cependant l' insuffisante reflexion préalable sur la nature
du p aysage et sur la pertinence d'une problématique du paysage rend le disp ositif
juridique fragile et inadapté. Il résulte une crise de droit du paysage .

1. Constitution du paysage comme objet de droit


L'origine est d'abord architecturale . D éveloppement d'une architecture médiocre,
banalisée n otamment dan s l' espace rural jusque lá préservé d'urbanisation rapide.

Premiere réponse:
Etablir des zon es particulieres, spécifiques, en raison de la beauté du paysage, dans
lesquelles on établira des regles d'architecture au nom de l'intégration (zones d'archi-
a
tecture imposée de 1957, zones sensi bles de 1960, zo nes caractere pittoresque de
1971, zones d'environnement protégées de 1976)

D euxieme reponse:
Etendre largement le ch amp d'application de la loi du 2 Mai 1930 sur les sites en
a a
passant de la notion de monument n aturel celle de paysage grande echelle.

Tro isieme réponse:


Ne pas se satisfaire de délimitation de zo nes sur un espace exceptionnel et restreint
mais s'assurer de la prise en compte du paysage en toutes circonstances:

lors de la délivrance du permis de construire dans les communes sans docu-


ments d'urbanisme (Artide R III-21 du Code de l'Urbanisme) .

lors de l'elaboration des documents d'urbanisme.

a l'occasion de projets d'aménagement, par le biais des études d'impact qui


citent dairement la préservation des paysages.

I
Quatrieme réponse:
Etablir pour les espaces tres convoités aforts enjeux d'aménagemenr (littoral,
montagne), des regles spécifiques renfon;:ant la protection des paysages. Ce sont la
directive sur la montagne en 1977 remplacée por la loi sur la montagne en 1985
et la directive sur le littoral de 1979 remplacée por la toi sur le littoral en 1986.

On voit qu'en 20 ans une abondance de textes a succédé aune absence quasi totale
(a l'exception de la loi sur les sites de 1930 et la loi sur l'affichage publicitaire
de 1943).

Les différents texts sont mis en oeuvre par quatre ministeres différents: Culture,
Environnement, Urbanisme, Agriculture, qui vont entrer en compétition, en
désordre, pour la production de textes répondant aux préoccupations de paysage
en créant ou développant parallelement des services ou des structures de conseil ou
de controle: Architectes des Batiments de France, Architectes conseils, Architectes
consultans, C.A.D.E., Batiments agricoles et paysages, C.N.E.R.P ...

L'incohérence administrative qui en résulte est sanctionnée en 1978 par la décision


du Gouvernement de rassembler les structures concernées au sein d'un seul mini-
tere, le Ministere de l'Environnement et du Cadre de Vie et d'y créer une Direction
de l'Urbanisme et des Paysages le mot apparaí't au coeur meme de l'Administration
Supérieure de l'Etat.
Cette Direction va s'efforcer de rationnaliser et d'articuler les différents textes et
les services qui sont chargés de leur application. Elle va développer une intense réfle-
xion sur la problématique du paysage et explorer des voies nouvelles non juridi-
ques d'action sur le paysage. Apres la décentralisation intervenue en 1982- 1983,
cette Direction sera supprimée en 1985.
Cette profusion de textes accompagne la profonde transformation des paysages et
les réactions qui en résultent, sous l'influence des facteurs et processus suivants:
transformation et modernisation de l'agriculture avec changemenrs culturaux,
remembrements, batiments d'exploitation modernes.
pratiques sylvicoles créatrices de paysages monotones ou en timbre-postes.
urbanisation désordonnée depuis la périphérie des villes jusqu'aux campag-
nesles plus reculées.
colonisation touristique du littoral et de la haute monragne.
développement d'infrastructures de transport a fort impact (autoroutes, voies
express, etc ... ).
développement du paysage de l'énergie électrique.
développement massif des carrieres.
développement de l'affichage publicitaire (16% du marché de la publicité en
France) .

Malgré des progres notables marqués par quelques victoire spectaculaires et la progres-
sion des zones de paysages protégées dans le POS, le dispositif juridique ne suffira
a a
pas endiguer ces processus meme si l'on peut penser bon droit que la trasforma-
tion des paysages de la France eut été plus radicale encore sans cet appareil de droit.

I
11. Un dispositif juridique peu efficace
Pourquoi?
1) Une insuffisante rejlexion épistémologique sur la nature du paysage et son histoire
a amené l'Administration a une impasse conceptuelle.
Les défenseurs du paysage ont longtemps vecu dans l'idée d'un paysage abouti, achevé,
équilibré qu'on pouvait conserver en méconnaissant que le paysage avait évolué
profondément et qu'aucune force au monde ne peut le figer le volontarisme a peu
a
de place dans l'aménagement du paysage grande échelle.

2) Un concept juridiquement insaisissable


La logique du droit suppose des définitions précises de l'objet que l'on veut saisir,
désigner, identifier.

Trois hypothéses sont possibles:


ou bien l'objet s'impose par lui-meme dans la réalité.
ou bien l' objet fait l' objet d' une définition par inscription sur une liste.
Par exemple dans la loi montagne on identifie les gorges et les grottes comme paysages
protégés .
Ou bien les paysages supposés devant etre protégés doivent faire l'objet d'une déli-
mitation cartographique qui s'impose ensuite aux responsables des décisions.
Autrement dit il est impossible de passer directement d' une disposition juridique
a
imposant de protéger, ou conserver les paysages remarquables une application directe.
11 faut opérer une identification préalable qui elle-me me s'impose aux décideurs.
C'est d'autant plus important que les tribunaux administratifs qui sont appelés a
a
juger les actes de l' Adminisrration se refusent substituer leur qualificatio n cellea
de l'Administration. Si la loi impose de protéger dans le POS les paysages de qualité
ou de refuser le permis de construire si la construction ri sque de porter atteinte
au paysage, le jugenecensure la decision administrative lexiste qu' en cas " d'erreur
manifesre d'appreciation", c'esr-a-dire en cas d'évidence aveuglante, condition tres
rarement remplie .
a
Les lois sur le paysage laissent donc l'Administration et aujourd'hui aux élus, une
marge d'appréciation extremement large .
On rencontre les memes pro blemes a l'échelon mondial au sein de l'UNESCO.
3) Des objectifs de conservation mal définis
Les lois n 'o nt jamais exprimé clairement ce qu'étaient les objectifs en matiere de
paysage -que voulait- on exacrement o btenir par le droit? S'agit-il de co nserva-
tion totale, partielle. De "tenir co mpte", de "prendre en compte" les caractéristi-
qu es des paysages.
Lorsque l'aménagement est possible, que cherche le droit: a intégrer, á " insérer?
a
Une certaine confusion liée l'insuffisante reflexion épistémologique signalée plus
haur est apparue qui n'a pas facilité l'application des lois.

11
4) Sur le plan socio-politique, on a enregistré un faible soutlen de l'opinion
publique .
L'abondance de textes sur le paysage ne doit pas faire illusion, les pouvoirs publics
ont relativement peu soutenu l'idée d'une politique de paysage. Plus faible encore
est le mouvement associatif pratiquement pas mobilisé sur cet enjeu de l'environ-
nement.
Les problemes de l'énergie nucléaire ou la chasse aux oiseaux ont infiniment plus
intéressé l' opinion que la conservation des paysages.
a
Confronté des forces économiques et politiques puissantes, le droit du paysage
mal défini, peu porté par la société s'est donc révélé médiocrement opérant.
La décentralisation qui transfere de nombreux pouvoirs aux communes sans que
a
soit créé un controle ou un encadrement un niveau intermédiaire (départements,
régions) va précipiter cette évolution car si des lois prescrivant la prise en compte
du paysage ont été votées pour limiter ou orienter les décisions des communes,
a
leur application confiée des représentants de l'Etat dépréciés et soucieux de leurs
a
bonnes relations locales s'appuyant sur des services techniques travaillant temps
partiel pour les communes, est inexistante.
Abandonnant progressivement l'action réglementaire, les services investís du paysage
développent des actions de communication, d'expérimentation et de démonstra-
rÍon. Dans ce domaine comme dans beaucoup d'autres (alcoolisme, tabagisme, sécurité
routiere), le droit d'avere de plus en plus formel. Des formes nouvelles, l'interven-
tion de l'Etat se développant, seront-elles plus opérantes? On peut en douter. L'ere
de l'action paysagére s'achéve; commence celle du discours sur le paysage.

I
COLOQUIO

fRANCO Pl )~OCCO

Le paysage et en paniculier le paysage méditerranéen est un paysage volontaire,


c'est-a-dire qu 'il est un proj et progressif et collectif.
Il est une sédimentation-accumulation de travail et de culture morpho-technique.
Il est un bien d'intéret public; son équilibre ou déséquilibre sa cohérence/incohé-
rence sont le miro ir des valeurs et de l'intégration sociale.
Il a besoin de soins et de suivi dans le cadre de projets cohérents.
La désenification produite par les incendies, par l'abandon des cultures et par les
cultures extensives (désen-ven) est un danger comme l'introduction des infrastruc-
tures massives, des nouvelles stations touristiques et des installations énergétiques.
Les poli tiques communautaires et nationales tendent a favoriser anificiellement
cenaines cultures et par conséquent des paysages qui font abstraction des vocations
et des traditions régionales et locales.
Les banlieux, l'invasion des infrastructures, des établissements/services indésirables
pour la ville, dénoncent une conception du paysage et de la campagne comme espace
de réserve pour l'expansi on urbaine.
Il y a aussi le danger de l'endo mmagement et de la destruction des ressources archéo-
logiques, des agricultures anciennes et historiques, de valeurs paysagéres de l'envi-
ronnement des sites historiques et des monuments isolés.
Il y a le me me danger pour les ressources naturelles comme les zones humides, les
fo rets, le maquis méditerranéen, les rochers, les paysages de l'olivier, du vignoble,
du jardin cultivé a produits hono-fruticoles.
On a encore des points fon s dans le paysage:c'est le cas des chateaux, villes foni-
fiées, complexes abbatiaux, entourés par des jardins a la fran<;aise, a l'italienne ou
a l'espagnole. Des jardins qui sont le prolongement et la consecration de l'architecture.
Enfin le territoire n'est pas seulement fragile, il est aussi vulnérable et peu sur pour
la société: innondations, incendies, glissements de terrain, inestabilités diverses, etc ...
La volonté de conservationltransformation du territoire et de l'espace vital (lebens-
raum) est le theme complexe de la planification physique:
1. Parce qu'il est un devoir culturel, ethico-spirituel et social.
2. Parce qu'il concerne la ressource territoriale, la plus importante que nous ayons.

3. Parce qu'il est le point de rencontre entre la quantité et la qualité, entre la fonction
et la forme.
Quelle est l'échelle correcte? Pour faire une provocation, je dirai que c'est l'échelle
régionale pour la recherche, les directives générales et l'aménagement d'ensemble;
l' éc helle locale pour le projet.

I
L' échelle régionale est aussi capitale parce qu'elle prend en compte la communauté
sociale et son identité culturelle.
La méthodologie relative a ce probléme de planification est trés complexe.
En partant de mon expérience je p roposerai a votre réflexion dix poi~1tS de travail
qui sont aussi dix conditions:
1. Etablir un observatoire du territoire chargé de faire la description et le relevé des
éléments co mposants le paysage/ espace naturel et humanisé sur une base cartograp-
hiqu e informatisée.
2. Individualisation des tipologies et des archétypes localisés pour la campagne, la
montagne, le linoral et particulierement pour les zones periurbaines et pour les
environs des monuments historiques ou les régions agricoles . Etablir pour ces
systemes typiques les invariants et les vaáables qui doivent etre expliqués dans les
plans d' enviro nnement ou dans la partie "environnement" de chaque plan.
3. Etablir les degrés de protection des différents objets naturels et batis et le mélange
entre la sauvegarde et la transformation, considérant les micro ou macro-systemes
comme indissociables (par exe mple le chateau et so n espace enviro nnant, la zone
humide et le ruisseau que la forme, etc.).
4. Donner un budget pour conserver activement certaines caractéristiques des zo nes
, es d
p aysager ansies" green b e1ts "1
, es " areas
, monumenta1es " , etc.
5. Assurer la coordination entre les plans sectoriels et leur cohérence avec le plan
général; c'est-a-dire résoudre la lune pour les compétences sectorielles. Les plans
de bassins- versants, les plans des zones bonifiées, de la reforestation et touS les
autres plans de secteurs doivent etre établis et suivis par un groupe intersectoriel.
6. Introduire dans les instrum ents de planification comm unale des régles formelles
et aussi des directives de réserve fonciere, de réutilisation de l' existant, de protec-
tion écologique, etc.
7. Appliquer des indicateurs de qualité; non seulement du cout bénéfice mais aussi
l'évalu ati on de l' impact enviro nnemental par la sim ulation des conséquences d' un
systeme a introduire.
La ligne a suivre devrait se fonder sur le tri angle d'or suivant:
philologique - historique
sientifique - tech nique
morphologique - prospective
Elle devrait permenre a l'opinion publique de connaítre et de juger.
8. Former les opérateun pour cene vision complexe en leur donnant une culture
visuelle et une capacité de participer au dialogue interdisciplinaire: l'Université peut
avoir un role important.
9. Exiger une meilleure qualité aux projets urbains et r uraux d'un point de vue tech-
niqu e et forme!.
10. Opérer avec des agences publiques ou privées dotées de capacité de "menage-
ment", de finalité de développement: il faut créer des emplois. Par exemple un parc
doit etre une entreprise écono mique.

I
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d) Se ha producido un cumplimiento poco riguroso de las Normas, apareciendo
la práctica de la picaresca para transgredirlas. Se ha disparado la petición de casetas
de aperos y naves agrícolas que sólo se explica por su conversión fraudulenta para
la administración en viviendas secundarias allí donde éstas están prohibidas.
e) Además de las trampas anteriores, la indisciplina ha sido muy intensa, siendo
poco perseguida o controlada por la Administración Local.
f) Las áreas más frágiles han sido los espacios de ocio activo tales como las playas
y los lugares estratégicos para la contemplación del paisaje, de modo que los adve-
nedizos, una vez que lo fagocitan, lo agotan como lugar de contemplación y van
en busca de otros más vírgenes, desplazando así la presión edificatoria sucesivamente.
g} Se están desnaturalizando los núcleos rurales tradicionales por una renovación
y transformación mal entendidas como: 1) sustitución de viviendas unifamili ,lITs
por bloques, 2) la adopción de modelos urbanos impropios del medio rural, 3) 1.1
irrupción de la segunda residencia, 4) el impacto de las actividades no primar ia:.,
5) cambio en la estructura económica de la población, 6) escasa sensibilidad y educa-
ció n de los propios habitantes, 7) la sofisticación de las costumbres, y desatención
a sus valores etnográficos .
En suma, hasta hace unos años, el medio rural y natural habían tenido una "orde-
nación pasiva" que ha preservado el paisaje. H a sido el crecimiento de la onda expan-
siva ur bana el qu e nos ha obligado a pasar a una ordenación activa, que en sus
primeros pasos, como ha sido la promulgación de las Normas Urbanísticas del Medio
Rural, se ha mostrado un tanto inco mpleta o deficiente, lo qu e nos debería de
conducir a una seria reflexión acerca de sus consecuencias, para así buscar los meca-
nismos correctores que consigan reconducir el objetivo primigen io de aquéllas, es
decir, la protección del paisaje no urbano.
En otro orden de cosas, creo que en esta reunión ha habido un acuerdo básico en
el concepto "paisaje", pero so bre todo lo ha habido en los o bj etivo que debemos
marcarnos para preservarlo. Sin embargo, se hace urgente el poner en práctica meca-
nismos para compensar el fuerte ritmo de transformación del paisaje, sobre todo
porque es una formalización de las estr ucturas territoriales qu e ha tardado siglos
en construirse y años en poder descoyuntarse.

EDUARDO M \RTINTZ DI' PISO T

Se podrían difer enciar etapas o act itud es en la pI' tección del paisaje natural, tras
un asalto generalizado, co mo imple rcc urs : una protección ini cial interesada, para
evitar la dilapidació n del rec urso; un a prote ció n qu e intenta ser más gl bal, más
sistemática, más en re lació n con la ordenaci I n territorial, per aún pasiva. D ebemos
pasar a un a protecc ió n act iva, p rqu e I s dcmá ct r " J1 el11prend edore y la
pasividad del proteccio nism no es ti na o pcí 11 definida. Per e la acti vid ad n debe
I

signi ficar otro modo de asa lto, de cquipamiem , '1. r o está, sin de acció n cultural;
en pri nci pi , de in[ rmac i 'n de los raer r's y el 'mem os o bjeti v s del paisaje, pero
no sólo esto; la información no es suficiente; es necesario un uso activo ed ucador
del paisaje, que permita "comprender", no sólo " instruir", y para ello un estado
y un a utilización que permitan la vivencia. Pero, en todo paisaje y aún más en los
urbanos y rurales, la ordenación sólo es posible si se inserta en lo territorial: hay
que tener en cuenta la "opinión pública", pero, sobre todo, los modos de vida totales
de los que resultan los paisajes, lo que exigen conocim iento de la realidad porque
se interviene en esa compleja realidad. Pero también esta intervención necesita de
voluntad política; en la ordenación del paisaje es imprescindible una ideología des-
interesada y una capacidad de acción política: de nada valen estudi os si esa capa-
cidad de acción no existe.
La escala del trabajo depende de la escala del problema, depende de la magnitud
espacial del encargo. En la investigación la escala 1/50.000 viene impuesta por la
información cartográfica existente y la 1/25.000 conviene para la fotointerpreta-
ción y el trabajo de campo. Escalas de mayor detalle proceden en problemas
puntuales. Escalas a 1/100.000 ó 1/200.000 son usadas en gabinete para sintetizar
y estructurar la información selectiva. En la Exposición del trabajo la escala óptima
(analítica, sintética a la vez) es 1/25.000, pero procede agruparla a 150.000 en ocasiones
y hasta 1/100.000 y 1/200.000 para mostrar el cuadro y las relaciones externas. Para
la acción probablemente también el óptimo -por su detalle, por no perder la estruc-
tura general- sea 1/25.000, para no atomizar el paisaje ni el problema en proyectos
o casos puntuales, a los que puede hacerse un acercamiento desde esa escala, como
una aproximación al problema individual desde la estructura que lo alberga.

LUCIEN CHABASON

Si je relis le document "documento preparatorio" je note que nous avons été invités
a a
discuter, délimiter des concepts qui nous paraissent solides. Mais, je me demande,
si de tels concepts existent. Prenons l'intervention de Y. Luginbuhl, qui a parlé
des questions de perception et de représentation, et pour ma part, je crois que ces
perceptions qui seraient de l'ordre du visuel et du physique, et ces représentations
qui seraient de l'ordre culturel, et de la mémoire, sont intimement liées et ne sont
pas séparables; et personne ne pourra identifier clairement si I'un a pu produire
I'autre . Je voudrais pendre l'exemple d'un archétype de paysage bien connu dans
le monde, reconnu, et comme tel accepté; sur lequel, il y a un consensus: c'est la
a
montagne, la haute montagne émergeant partir d'une plaine qui la met en valeur,
qui en constitue le glacis. J'ai repéré une dizaine de sites de ce type: le Fouji Yama,
le Kilimanjaro, par exe mple. En France j'en prends trois -vous m'excuserez de
ce chauvinisme- le Mont Ventoux, la Sainte Victoire, Le Canigou; et puis en Espagne
la Sierra Nevada au sud de Grenade, et pui aussi en Espagne, Gredos vu du nord.
Alors, dans chacun de ces sites, nous avons un effet de glacis constitué par la plaine,
qui le met en valeur, et lui donne le caractere de ce que Kant el Barthe auraient
appelé le sublime, par rapport au beau. Les paysagistes présents parmi nous,
pourraient expliquer que ce qui fait la grandeur de ces si tes et leur reconnaissance

I
collective, est constit ué par le caractere tres identifié et tres fort de la montagne
par contraste avec l'effet de présentation du glacis. Et la montagne apparait san s
que le regard ne soit perturbé. Qu'est-ce qui dans la constitution de ces sites est
de l'ordre de la structure interne du site? Qu'est-ce qui participe de la structure
du site? Q u'est-ce qui participe de la structure de notre perception? Et, qu'est-ce
qui releve de l'ordre des représentations qui se sont progressivement imposées a
nous par la littérature ou l'histoire? C'est quelque chose sur laquelle, il me semble,
nous ne disposons pas pour le moment, d'une approche scientifique. Et nous devrions
travailler encore ces questions. Et c'est faute de disposer d'évidences dans ce domaine,
que pour ce qui concerne les Franc;:ais, nous avons été amenés a tant de demi-échecs
dans le domaine de l'action paysagere. Je vais donner un seul exemple, qui est celui
de l' urbanisation dispersée. Lorsque l'urbanisation des campagnes a démarré en
France, il y a 25 ans, face a ce processus, il y a eu plusieurs séquences de réponse.
La premiere réponse a éte celle du camouflage. D'ailleurs, cela figure dans ce docu-
ment. C'est-a-dire, on autorisait les constructions paree que le droit ne permettait
pas de le refuser, mais on les comouflait par des rideaux d'arbres: des cyprés, des
peupliers . Vous voyez aujourd'hui, dans la campagne fran<;:aise, des b<ltiments
d'élevage avec des rangs de peupliers, que les paysagistes ou les architectes des bati-
ments de France, ont imposé dans des commissions. On s'est bien rendu compte
que <;:a n'avait qu'un sens tres limité, et no est arrivé a un c6ncept plus élaboré qui
était celui de l'intégration; l'intégration au site . Par conséquent, il fallait construire
quelque chose qui au mieux, s'inspire ou au pire se fonde dans le paysage. Pendant
10 ans on a vu l'administration a la fois créer des zones auxquelles il fallait s'inté-
grer, des zones sensibles protégées, des zonas d'architecture imposées. Nous en avons
fabriqué comme cela des dizaines et des dizaines, et dans ces zones, il fallait s'inté-
grer. A lors, pour s'intégrer, l'administration, recommandait, produisait des cahiers
de recommandations, sur les couleurs, sur les matériaux, les ouvertures, sur la posi-
tion au sol, sur le travail du sol, sur la végétation, qui ont produit des résultats tout
a fait pervers, dans la mesure oú les producteurs de maisons industrialisés on déve-
loppé de modeles de constructions adaptés a la région, qui ont permis de dégrader
la plupart des paysages fran<;:ais dans le respect absolu du caractére local. Et e' est
la maison proven<;:ale, bien connue, qui répond a toutes les caractéristiques pres-
crites par l'administration. Il n'y a plus rien a dire alors. La troisieme séquence de
réponse a été le zonage, dont a parlé notre collégue du Veneto. Le zonage de l'uraba-
nisme, c'est-a-dire la planificatíon par zones. Faute de maltriser cette question de
la gestion du paysage, et de la gestion de l'évolution du paysage, on a décidé qu'il
fallait mettre de l'ordre dans l'organisation du sol, qu'il y aurait une place pour
l'agriculture, une place pour la foret, une place pour la construction. Et que les
eh oses ne devaient pas se mélanger, et que l'ordre regne. Et, a cela, une grande partie
de la population a répondu: mais cette attitude est totalement contraire a la tradi-
tion de notre paysL Au pays basque, au Bearn, on a toujours construit dans la nature,
dans l'espace rural; sur le meme territoire de la France on a eu des phases d'habitat
groupé, des phases d'habitat dispersé. Si vous lisez le dernier numéro de la revue
"Annales du midi", vous verez un article sur les villages oubliés de l'Aude, Ol! on
montre trés bien comment cette région de l'Aude a connu des phases successives
depuis le Moyen Age jusqu'aujourd'hui, d'habitat groupé, d'habitat dispersé. Cecí
la population le sait, elle l'exprime par ses "élus locaux"; <;:a se traduit dans la bouche
des maires par des pro pos parfois simplificateurs, mais quí correspondent a quelque
eh ose d'important et qui délégitime et déstabilise l'action publique, paree qu'elle
n'a pas été suffisamment pensée. Nous ne pouvons pas nous contenter d'empirismes
et de sensible . Je prendrai un dernier exemple. Il y a l'archétype du paysage qui
est celui du village perché sur une colline en Provence, en Bourgogne o u en Gascogne.
Toute notre sensibilité paysagere exige que les pentes de la colline soient protégées
de toute urbanisation. P o urtant lorsque nous regardons la peinture italienne de la
Renaissance, lorsque nous regardons les collines qui sont en toile de fond des oeuvres
de Lorenzetti, Fra Angelico, Vinci et Rafael , partout, nous voyons des collines urba-
nisées de far;:on dispersée, qui représe ntent un archétype de paysage pittoresque et
trés souvent on nous oppose ce ty pe de référence pour déstabiliser cette espece de
désir d'ordre social et un désir d'ordre qui peut se comoufler sous le theme du paysage.
a
Il faur faire attention ce que le paysage ne soit pas, si vous me permettez ce mauvais
jeu de mots " une auberge espagnole", Ol! certains recouvrent par cette expression
un désir d'ordre social et un désir de maltrise du territoire. Et il fa ut bien identifier
la vocation propre du paysage et le concept qu'elle recouvre, et éviter qu'elle serve
a
d'alibi des objectifs latents.

FERNANDO GONZALEZ BERNALDEZ

Tras la intervención de L. Chabason relativa a la dificultad de usar el concepto de


PAISAJE EN LA PRACTICA:
Se ha comentando la dificultad de utilización práctica del concepto de paisaje, funda-
mentalmente basándose en dos tipos de argumentos:
- La multiplicidad de influencias, de componentes, de factores, de variables, de
elementos, de puntos de vista.
- La dificultad que presenta la existencia de un aspecto objetivo y otro subjetivo.

El primer aspecto (multiplicidad de variables) es común a todas las empresas cientÍ-


ficas. El modelo científico es una simplificación (no arbitraria) de la realidad. Hay
factores que tienen un efecto del 50 %, otros del 10 %, otros del 0,001 %. El modelo
científico incorpora sólo los factores más relevantes, no es un reflejo idéntico de
la complejidad de la naturaleza, ni un mapa escala 1:1 (para eso tenemos la natura-
leza, la realidad) sin una simplificación, las ecuaciones o fórmulas físicas usan sólo
¡,ma parte de las variables.
La existencia de 2 aspectos (subjetivo y objetivo) se resuelve como dos puntos de
vista para los que como dije antes tenemos hoy métodos adecuados. Si debemos
asegurar el impacto paisajístico de una intervención, por ejemplo pozos de extrac-
ción del agua subterránea, resolveremos por partes:
1. Predicción hidrogeológica y ecológica de los efectos de la extracción proyec-
tada sobre la vegetación, la fauna, el ecosistema.
2. Predicción de la evaluación que los habitantes, visitantes -usuarios- van a hacer
de ese cambio. La predicción tendrá en cuenta distintos tipos de personas, recono-
cidas como válidas en estudios anteriores.

I
CONCLUSIONES

LUCIEN M. CHABASON

J'essaierai d'intervenir en quelques minutes sur les principales questions qui ont
intéressé les principaux thémes et qui ont suscité le débat et l' intéressé les pricipaux
thémes et qui ont suscité le débat et l'intéret. Tout d'abord dire que les 10 points
qui ont été mis en lumiere ce matin par notre collegue du Ve neto m'ont paru parti-
culiere ment pertinents et pourraient servir de guide . J'espere que la Casa de Veláz-
quez en a pris note et qu'ils pourront servir de guide a une bonne problématique
active du paysage. Notre collegue nous a d'abord parlé avec force de la question
de l' échelle a laquelle on doit traiter la question de paysage et la région apparalt
comm e le lieu central de cette préoccupation. J'ai expliqu é en France, le fait de ne
pas avoir pu appuyer une politique du paysage sur la Région a été un handicap,
et continue de représenter un handicap important. Et le fait que, en ltalie, en Espagne,
en Suisse, en A llemagne, en Autriche, en Y ougoslavie; dans les pays fédéraux ou
dan s les pays qui ont des régions fortes, on a une réflexion a l'échelle régionale
est certainement positif. Il me semble qu'il faut y encourager. No us avons eu aussi
un débat intéressant hier sur la dialectique entre la connaissance et l'action. Sur
cette question, un débat typiquement fran<;:ais; c'est-a-dire un faux débat, que est
de savoir si la connaissance doit précéder l'action ou le contraire. Ce sont typique-
ment des approches théoriques car dans la réalité tout le monde sait bien qu'on
agit et qu'on refléchit en meme temps; on refléchit théoriquement et on refléchit
sur la pratique, mais je voudrais quand meme appeler votre attention sur le fait
que si on est trop empirique, si on n'approfondit pas assez les questions, les risques
d'échec sont toujours relativement importants. Le travail scientifique, le travail
méthodologique, le travail technique également on en a parlé aujourd'h ui avec les
problemes de cartographie, de représentation, de qualité des projets, des dessins ou
des photos, et d'autres techniques sont des questions extremement importantes. Nous
avons eu également un débat important grace a notre collégue de Madrid . Je crois
sur la dialectique de l'objet et du sujet, la question des perceptions et des représen-
tations . Je crois que tout le monde est d'accord pour considérer que le paysage est
a la fois un objet, et une série de représentations et de perceptions. Il faut étudier
la structure, la composition du paysage, mais aussi la sociologie de la perception
et des représentations et nous ne devons pas accepter que le concept de paysage
soit écarté, refusé parce qu'il serait de l'ordre du subjectif. Cette subjectivité se prete
également a une objetivation, si vous me permettez de m'exprimer ainsi et apres
tout, le sujet socialement constitué est un objet de science, cette science s'appelle
la sociologie par exemple, et par conséquent les représentations du paysage sont
un terrain de science comme est un terrain de science la constitution physique du
paysage dans l'espace. Nous devrions également aborder le probleme du droit. Je
crois qu'il existe un certain accord sur cette question du droit; et il me paralt évident

I
qu'il faut s'inspirer de difficultés juridiques qui ont pu exister dans certains pays
pour structurer le pay age comme objet de droit, de fa¡¡:on a ce que lorsque l'on
passe a l'étape de la loi des directives, on donne au gestionnaire un o util juridique-
ment solide et pas trop flou. Ce tune question importante. Puisque l'on parle de
gestionnaires, la question de leur formation se pose, il est certain qu'on ne peut
pas mettre en place des service , ou développer le discours et l' action sur le paysage,
dans les services qui existent, sans donner une formation solide, dans ce dom aine,
car ils vont avoir affaire a des parten aires qui vont leur opposer des compétences
extremement solides en écono mie, technologie, politique meme. Il faut argumenter
avec des outils conceptuels et techniques, aussi forts que ceux des autres partenaires;
ceux qui s'occupent d'agriculture, ceux qui s'occupent d'économie, d'industrie,
d'énergie. Je vous assure, que lorsqu'on parle en France avec "l'Electricité de France",
qui veut passer des li gnes électriques dans des sites de grande beauté, et qui est la
plus puissante entreprise d'Europe, il faut parler du paysage avec des services qui
ont été formés et qui sont capables de comprendre la logique technique, la logique
des ingénieurs. Cest un défi trés important. Il ne faut pas pratiquer trop d'empi-
risme et d'appoximation. Dans ce domaine on a parlé aussi, je crois beauco up, de
typologie et d'archétypes . Peut etre pourrait-on d'ailleurs donner une suite á ce
séminaire international, en travaillant a l'échelle de l'Europe, la question des
archétypes ou de la typologie. Et je voudrais la dessus, en profiter pour élargir un
peu le débat. Vous savez que l'Unesco a une convention qui s'appelle la Conven-
tion du Patrimoine Mondial, et dan s cette convention du patrimoine mondial, nos
trois pays en font partie. Ils ont établi une liste de biens d'intérer mondial: il y
a maintenant prés de 200 biens. Mais il y a deux catégories de biens et pas trois,
qu 'on a p u identifier: il y a des biens culturels c'est-a-dire des monuments histori-
ques ou des villes historiques; il y a des biens naturels, c'est-a-dire des parcs natio-
naux protégés au Kenya ou en Uganda, ou des zones de grande nature sauvage.
Et il n'y a pas de paysage, et s'il n'y a pas de paysage protégé, c'est parce qu'il y
a des raisons a cela. Voila maintenant trois ans qu'avec les Anglais et le Secrétariat
de l'Unesco, nous essayons de qualifier ce que pourraient etre des paysages protégés
dans le monde pour les inscrire au Patrimoine Mondial. Mais il y a un probléme.
Nous sentons ce que pourrait etre en Europa ou en Asie, des paysages protégés
de valeur universelle, par exemple, les rizieres en terrasse des Philippines ou d'Indo-
nésie, les paysages de Toscane, le vignoble du Bordelais, les grands paysages d'Alméria
ou de l'Estremadoure. Mais jusqu'a présent, la Convention du Patrimoine Mondial
a considéré que nos propositions étaient floues, étaient insuffisamment structurées
et n'étaient pas acceptables au Comite du Patrimoine Mondial. Donc vo us voyez
que ces problemes que nous rencontrons a l'échelle nationale nous les rencontrons
également a l'échelle universelle. Alors, avec les Anglais nous allons présenter deux
échelles de paysage et nous allons essayer de voir si le Comite du Patrimoine Mondial
pourra les accepter. Il me semble que sur cette question la, des échantillons de paysages
représentatifs du patrimoine paysager européen, nous pourrions avoir un travail
entre l'Espagne, l'Italie et la France pour progresser. Voila mes conclusions .

I
Fl ORENCIO ZOIDO NARANJO
PAISAJE Y ORDENACION DEL TERRITORIO

Las siguientes consideraciones conclusivas provienen, en parte, de las intervenciones


y debates habidos estos días y de mis propias reflexiones, ya que el paisaje es una
cuestión que me interesa desde hace años.
¿Qué razones hay para prestar atención al paisaje desde propósitos científicos y de
administración pública? ¿Cómo se pueden relacionar paisaje y ordenación del terri-
torio? Estas preguntas resultan obligadas dadas las preferentes connotaciones esté-
ticas algo banales del término paisaje y su escasa relación con la ordenación
física.
El paisaje atrae la atención de muchos estudiosos en ramas o disciplinas científicas
diversas desde hace años, pero a mi juicio todavía no hay suficiente consenso cien-
tÍfico respecto a este concepto. Más esporádica y superficial en su consideración
admi nistrativa.
En España al menos estamos aún lejos de una relación suficiente entre el concepto
y apreciación del paisaje y la ordenación física, urbanística o territorial. Desde este
enfoque no existe una preocupación suficiente por el paisaje, ni tampoco hay una
teoría, un conj unto articulado de proposiciones, que establezca en términos cientÍ-
ficos o técnicos esa relación. Pero esa insuficiente vinculación no es justo atribuirla
sólo a las dificultades que pueda presentar el concepto de paisaje; tampoco la orde-
nación del territorio tiene su campo teórico completamente acotado y establecido.
Mi primera afirmación conclusiva es que la toma en consideración del paisaje conviene
o tiene utilidad para la ordenación del territorio. Aunque el Diccionario de la Real
Academia Española de la Lengua sigue definiendo el paisaje como "porción de terreno
considerada en su aspecto artístico", en la actualidad el paisaje es una cualidad o
apreciación referida a la totalidad del espacio. Aunque socialmente prevalezca en
esa apreciación la componente estética, creo que se puede afirmar, sin temor alguno
a errar, que el uso del término paisaje no se aplica actualmente sólo a lo que pudié-
ramos llamar "bellezas naturales" , expresión que como la de "capricho de la natu-
raleza" referida a formas naturales perfectamente explicables, resulta hoy
completamente descontextualizada.

I
A la escasa consideración científica y administrativa dada por ahora al paisaje quiero
contraponer, al efecto de su relació n con la ordenación del territorio, la co nstata-
ción de que en los últimos años la totalidad del espacio terrestre se ve alterada por
procesos que lo degradan fuertemente, en sus aspectos biológicos básicos y en los
de ordenación física, quedando afectados finalmente los aspectos más integradores,
ecológicos o ambientales. Y aunque la respuesta a los problemas de la contamina-
ción y la degradación ecológica o am biental ha sido mu y importante, tanto en
términos científicos como sociales e incluso políticos, no puede decirse lo mismo
en lo que se refiere a ordenación física.
En este campo, básicamente se mantienen los paradigmas y metodolo gías desarro-
llados desde principios de siglo para la intervención en la ciudad, en suelo urbano
o urbanizable; y si para esta parte del territorio se han conseguido aproximaciones
científicas y técnicas de gran interés, no ocurre lo mismo cuando el espacio de refe-
rencia incluye grandes porciones de suelo rústico. En este ámbito se encuadra propia-
mente la ordenación del territorio, pero en la práctica actual, ésta se debate en una
visión excesivamente eco nomicista de un territorio que no es el real, sino un
espacio plano compuesto de superficies, redes y nud os, según la termin ología de
P. Haggett, l oen intentos de extender los métodos y procedimientos del urba-
nismo al resto del territorio.
Si, como ya sucede en otros países, incluim os el paisaje entre las cuestiones que
son objeto habitual de la ordenación del territorio, tanto en su aspecto disciplinar
como de actuación o gestión, probablemente enriqueceremos su campo teórico y
estaremos en mejor disposición para atajar procesos muchas veces difusos de degra-
dación de la totalidad del territorio, como son en gran medida los que actualmente
afectan a los suelos rústicos.
Es importante reconocer, pues, como punto de partida, que si nos ocupamos del
paisaje se debe a la existencia de una serie de procesos poco controlados que nos
preocupan y que comportan la aceleración del deterioro de la totalidad del terri-
torio. Buscamos en un concepto como el de paisaje, aunqu e no únicamente en él,
la posibilidad de que la Administración recupere una capacidad perdida de actua-
ción integradora en el territorio. Como ha señalado Franco Posocco en su artículo
"L' am ministrazione del paesaggio" / con la gestión sectorializada de los asuntos
públicos, que se afianza en Europa desde la época napoleónica, se reducen valores
generales ambientales a la condición de "bellezas naturales" o, en su exposición
literal, de "lugares ilustres". Recuperar una capacidad más integradora de gestión
de los asuntos públicos es uno de los objetivos principales de las administraciones
actuales, y ello se manifiesta en hechos muy diversos, de naturaleza jurídica, insti-
tucional o política; pero quizás los mayores logros en este sentido corresponden
al planeamiento físico, especialmente en el ámbito local o municipal.

Sobre el concepto de paisaje


El paisaje es una consideración general de las cualidades forma les o fisonóm icas del
territorio apreciado en un golpe de vista. Este término sobre el que no existe sufi-

1. P. H AGGETT: Análisis locacional en la GeogTafía Humana, Barce lo na. Ed ito ri al G ustavo G ili , 1976.

2. F. POSOCCO : " L'a mmi nist raz io ne del paesaggio",en Paesaggio Veneta, un Regio nal e de l Ve neto, Amilcare
Pi zz i Edito re. Milán, 1984.

I
ciente consenso científico tiene sin embargo un frecuente uso co mún, y de ello deriva
su actual ambigüedad. Pero esta característica puede ser tomada en sus aspectos posi-
tivos; no se trata de un tecnicismo ininteligible por los ciudadanos sino de una palabra
de uso com ún , de un hecho valorado y sentido por much as perso nas, respecto al
cual es posible la com unicación directa entre la sociedad y los cientÍficos o técnicos
que tratan de darle un sentido más preciso y aplicab le.
En este Seminario se ha dicho, por el profesor Martínez de Pisón, si recuerdo bien,
que el paisaje es la cultura territorial de una sociedad. La cultura de un determi-
nado pueblo se materializa en diversas manifestaciones ge nerales y el paisaje puede
ser considerado una de ellas . La pérdida de los paisajes prop ios, en el exilio por
ejemplo, es valorada generalmente como un duro desarraigo; Mario Benedetti ha
expresado con maestría y profundidad este sentimiento en su relato "Geografías" .3
Pero si queremos hacer uso cientÍfico, técnico o administrativo de este término,
tenemos que expresar esta imprecisa relación que existe entre territorio y sentimiento
en términos seguros, que procedan del análisis y puedan ser contrastados, medidos,
fáci lmente comunicados y compartidos.
R esulta imprescindible atribuir al concepto de paisaje unos significados concretos
y precisos . En este Seminario se ha hecho quizás un uso demasiado abierto del
término . Considero poco útil, o incluso contrario al propósito de fijar un sentido
preciso del paisaj e, cargarlo con significados tan diversos. Resulta imprescindible
encontrar un sign ificado con posibilidades reales de utilizació n práctica.
La fijaci ón te órica del concepto debe hacerse, a mi juicio, a partir de su valoración
más común y concreta, la que lo entiende en términos for males visuales. La armonía
de las formas del territorio, que es reconocida comunmente como belleza del paisaje,
y que sin duda es la forma socialmente más extendida de valorarlo, toma en cuenta
esencialmente ese aspecto formal o visual. Lo mismo sucede con la aproximación
que al paisaje se ha hecho desde la pintura, y no se olvide de qu e es quizás el acerca-
miento con propósitos comprensivos más duradero y frecuente. También el "paisa-
jismo", como disciplina o especialización de la Arquitectura, parte de esta apreciación
ese ncialmente formal-visual.
P aralelamente a esta manera de entender el paisaje está su consideración estructura-
lista o funcionalista. En ella las formas del territorio no se consideran en sí mismas,
sino co mo expresión de un a estructura subyacente de hechos o procesos no necesa-
riamente formales. Esta vía de comprensión del paisaje no debe ser descartada respecto
al fin expresado de vincular este concepto a la práctica de la ordenación territorial.
Este punto de vista puede tener un gran valor informativo, que si es olvidado podría
co ndu cir el tema del paisaje a su instrumentación tecnocrática y, términos literales,
puramente formalista.
Además, es preciso reco nocer que lo que generalmente se entiende como armonía
o belleza forma l del paisaje expresa frec uentemente buenas relaciones funcionales
entre los distintos usos dados al territorio y con la base natural del mismo.
Insistiendo en este punto de vista, el paisaje representa la materialización formal
de multitud de factores actuantes en el pasado o vigentes. En la formación de un

3. M. BENEDETTI: Geografías. Madrid, Editorial A lfaguara, 1984.

I
paisaje determinado han intervenido causas de muy distinta condición , naturales
o antrópicas, de larga duración o efímeras; algunos fenómenos breves e intensos
dejan su huella en el territorio durante siglos, otros son menos notorios pero tienen
una gran vigencia o perdurabilidad.
Todos esos procesos y fenómenos tienen importancia propia y las actuaciones que
supongan cambios en las formas del territorio deben tomarlos en consideración;
de ahí la importancia causal de tener en cuenta el p aisaje.
Un tercer aspecto que, junto a la caracterización formal o funcional del paisaje consi-
dero imprescindible abordar, es el de su consideración global o parcial. Con frecuencia
se emplean expresiones tales como paisaje natural, paisaje agrario o paisaje urbano.
Estas adjetivaciones no deben suponer una parcialización del valor global del
concepto, pero pueden ser aceptadas como simplificaciones que partiendo del enten-
dimiento funcionalista del paisaje tratan de explicarlo. Cuando hablamos del paisaje
agrario no señalamos un solo aspecto de lo que nuestra vista aprecia en un terri-
torio cultivado, sino que hacemos una referencia casual al hecho de que la mayoría
de las formas de ese espacio responden a una lógica relacionada co n la producción
y los usos agrarios. Pero es preciso insistir en que conceptualmente el tratamiento
del paisaje debe ser unitario; la adjetivación del paisaje ha dado lugar a importantes
confusiones teóricas; para comprobarlo basta recordar las resonancias, elementos
y componentes tan distintos que tienen dos expresiones en apariencia tan próximas
teóricamente como paisaje rural y paisaje urbano.
Por último, y sobre la relación naturaleza-artificio con respecto al paisaje, se ha
insistido en el Seminario en su carácter esencialmente construido, especialmente
en nuestro contexto europeo, en el que la expresión paisaje natural carece casi comple-
tamente de virtualidad. Los espacios en los que la huella del hombre resulta inapre-
ciable son ya remotos, incluso se ha podido comprobar que la mayor valoración
o aceptación social de los paisajes corresponde a los que presentan rasgos netos de
ordenación, aunque con la pervivencia de componentes naturales.4
Partiendo de las anteriores consideraciones, proponemos recuperar el entendimiento
esencialmente formal del paisaje como expresión general de un equilibrio que se
refleja visualmente . En ese orden, el paisaje es la manifestación formal o fisonó-
mica en el territorio de una globalidad de hechos y procesos que se aglutinan en
tres componentes principales:
Naturales: generalmente referidos a la persistencia de fenómenos y valores de
tipo biológico, naturalístico o ambiental en espacios en los que el hombre
ha intervenido.
Constructivos: que expresan el equilibrio de edificios y construcCIOnes con
la naturaleza y entre sí.
Sociales y culturales: puesto que el paisaje es muchas veces un tópico espacial
visualizado en el que la sociedad reconoce valores formales que indistintamente
atribuye a la naturaleza, a la tradición o al progreso.

4. F. SANCHO ROYO: Actitudes ante el paisaje. Estudio experimental. Sevi ll a, Publi cacio nes de la U niversidad
de Sevill a, 1975.
La escala y los elementos del paisaje
En el debate recién concluido he suscitado la cuestión de la escala del paisaje porque
me parece importante si se quiere precisar el concepto de paisaje, hasta el punto
de convertirlo en un instrumento útil para la profundización cientÍfica y el desa-
rro llo efectivo de la práctica político-administrativa que debe ser la ordenación del
terntono.
Ha quedado claro en este Seminario que los participantes, cuando se expresaban
de manera general o en relación a ejemplos concretos, se referían a hechos físicos
de dimensiones o tamaños muy diferentes. El paisaje de un arquitecto paisajista es
un acercamiento al espacio real expresable a escala 1.100; por el contrario el paisaje-
estructural de un geógrafo admite su representación a escala 1:200.000, según se acaba
de insistir en ello.
Esas maneras de entender el paisaje tienen sin duda un sentido propio y sin duda
seguirán siendo operativas; pero si se quiere relacionar paisaje con ordenación del
territorio será preciso referirlo a escalas intermedias a las señaladas . La ordenación
del territorio es un tipo de proposición o actuación que se encuentra en un punto
medio entre el proyecto técnico y el reconocimiento de la organización general
del espacio geográfico.

Para conseguir el fin que pretendemos es preciso situar la comprensión del paisaje
a medio camino de las dos escalas mencionadas. Tomar en cosideración el paisaje
para la ordenación territorial debe posibilitar un entendimiento del territorio con
fines más generales que el de armonizar las relaciones que establecen un macizo
de flores o un seto con un edificio; por otra parte, debe concretar más las relaciones
formales entre los distintos elementos del territorio que las que generalmente se
establecen en los estudios que consideran los fa.ctores o procesos que contribuyen
a su comprensión causal.

Si partimos de un entendimiento formal del paisaje, su composición tiene que estar


a la escala de lo directamente perceptible, pero en una distancia que permita la pers-
pectiva. Para la mayoría de las personas, percibir o valorar un paisaje es abarcar
con la vista cierta extensión de un terreno, desde el mismo o en sus proximidades;
se goza de un paisaje desde un otero, desde un lugar visualmente dominante con
amplia panorámica. Expresar planimétrica o cartográficamente esta manera de apre-
ciar el terreno no corresponde a la escala 1:100 del proyecto técnico, ni la 1:200.000
que sirve, por ejemplo, para presentar el Mapa Militar Itinerario.
Las escalas intermedias que proponemos deben permitir simultáneamente la repre-
sentación de los hechos de menos tamaño a los que concedamos una importancia
visual o formal y a la vez la de los elementos territoriales de mayor rango cuyo
sentido unitario ha de ser percibido . Obviamente los distintos espacios geográficos
tienen características formales diferentes que precisarán un tratamiento más o menos
detallado en su representación, pero la vista humana tiene uno límites netos.

Abundando más en esta cuestión es preciso señalar, además, que no todos los hechos
visibles tienen la misma significación paisajística, ni la misma capacidad de indicar
la estructuración del territorio.
Si el paisaje, en su sentido más común, es la apreciación visual del territorio, se
puede inicialmente concluir que sus elementos más significativos son los que más
se ven. Es preciso partir de esta observación si se quiere llegar a utilizar el paisaje

I
en la ordenación física, pero también es necesario acotarla en relación a ese mismo
uso . Se ha se ñalado en repetidas ocasiones que la capacidad de ordenar un territorio
depende de la capacidad de " leerlo", es decir, de entenderlo , y un a forma particu-
larmente útil para su ordenación fís ica es poder "representarlo"; pero esa represen-
tación expresa siempre un comprom iso, una selección de las formas más repre-
sentativas y más constitutivas del hec ho representado.

La contribución del paisaje a la ordenación física tiene posibilidades propias, es decir,


ordenar el paisaje no es toda la ordenación del territorio, ni una mera consecuencia
de ella; debe ser un acto deliberado, una intención expresa que contribuya a la orde-
nación física general. En la conceptuación del paisaje deben estar presentes los aspectos
de mayor relevancia formal por sí y en función de su repercusión so bre la integra-
ción de los hechos que se pretenden ordenar glo balmente.
Esta afirmación generalista y algo abstracta tiene sin embargo reflejo real en multitud
de hechos co nocidos en los que no es preciso insistir sino con algunos ejemplos.
Sobre el terreno los elementos sobresalientes, el geo metrismo de ciertas distribu-
ciones, la presencia aislada de un color infrecuente, tienen con frecuencia gran rele-
vancia paisajística, requieren en consecuencia un tratamiento paisajístico más
cuidadoso .
Pero ese tratam iento debe ser acorde con su función, o de lo contrario se dará lugar
a una disfunción territorial. U na construcción que marca una horizontal que rompe
la ondulación de un relieve alomado, con seguridad estará cambiando la escorrentía,
la eliminación de una regul aridad o geometrismo natural o largamente preexistente
implicará cambios de relaciones o funcionale s. Eliminar o enmascarar una peculia-
ridad formal del terreno puede representar una alteración orgánica o, al menos, la
pérdida de una singularidad .
Es imprescindible profundizar en la conceptuación y análisis del paisaje en general
y de los paisajes reales o concretos. Sin embargo, llegar a la definición de los elementos
que so n significativos para la ordenación del paisaje no es una cuestión que admita
un planteamiento meramente escolástico. Se pueden establecer grandes tipos "univer-
sales" de paisajes, pero tendrán poca utilidad salvo en el plano meram ente docente.
Las tipologías paisajísticas tienen que partir de territorios acotados a los que corres-
ponde capacidad cierta de gestión y que merecen tratamiento para la ordenación.
Es en estos tipos en los que es preciso identificar los elementos del paisaje a tratar
normativamente, o sobre los que deban versar las actuaciones que, en todo caso,
deberán ser definidas po los est udios y planes relativos a áreas concretas .

La efectiva ordenación del paisaje


En la cuestión que estamos debatiendo es preciso también actuar ahora. No es
pensable que las acciones deban postergarse hasta que los conceptos sean compar-
tidos científicamente o que los métodos de análisis se hayan desarrollado; la prác-
tica efectiva de la ordenación puede ser un camino apto para conseguir estos otros
objetivos imprescindibles.
La instrumentación que actualmente se hace del paisaje es insuficiente y superficial,
al menos en España. La Ley del Suelo y la Ley del Patrimonio Histórico, entre
otros instrumentos jurídicos, recogen la necesidad de actuar respecto al paisaje o

I
al entorno, respectivamente, pero lo hacen en un sentido meramente proteccionista
y excepcionalista; co ntinúan considerando exclusivamente los conjuntos monumen-
tales y los parajes de excepcional belleza natural.
Es preciso un giro radical en la adm inistración del paisaje, según la expresión de
Franco Posocco; partiendo de que el paisaje es un hecho general, es necL·~.lrio selec-
cionar las oportunidades de actuación por la posibilidad y la necesidad general de
hacerlo y no por un criterio meramente esteticista que, con seguridad, responde
a cáno nes pasajeros o muy co nfusos conceptualm ente.
En un territorio como el europeo, tan antropizado y organizado física y funcional-
mente, cabe reconocer siempre pautas forma les a conservar, potenciar o corregir.
Pero no todos los lugares de ese territorio requieren de la misma manera la actua-
ción ordenadora; en unos casos bastará el cumplimiento de una normativa, en otras
será imprescindible la realización de estudios y planes que propongan las actuaciones
necesarias y las formas de gestionarlas y ejecutarlas .
Es posible que en algunos lugares haya que intervenir exclusivamente en la ordena-
ción del paisaje, pero en la mayoría de los casos este punto de vista habrá de tomarse
simultáneamente a otras actuaciones o propuestas. El modo más provechoso de actuar
sería, en definitiva, aprovechar las ocasiones existentes y especialmente aquéllas que
tengan mayor incidencia en el paisaje.
Entre estas oportunidades destaca, a mi juicio, el planteamiento urbanístico general
o especial, que obligadamente supone un ejercicio importante de revisión de la situa-
ción de todo el territorio o de parte de él y que representa una ocasión que tardará
varios años en volver a presentarse. En el planeamiento la ordenación del paisaje
tiene un soporte legal inicial que puede desarrollarse normativamente por nuevos
instrumentos legales o por los propios planes. El único acto nuevo sería incluir en
los guiones de trabajo, o en los pliegos de condiciones que regulan la redacción de
los planes, la necesidad de tomar en cuenta el paisaje como un aspecto más de todo
el territorio considerado.

Aunque el planteamiento es la oportunidad o posibilidad más importante, sin duda


hay otras muchas tanto en lo que se refiere al conocimiento de los hechos como
a la ordenación efectiva. En el debate se han mencionado algunas, el laboratorio
de litoral francés, las actuaciones vo luntarias de jóvenes o el empleo del trabajo subsi-
diado en el medio rural, etc. Cualquier proyecto de actuación importante tiene un
costo tan alto o requiere tanto esfuerzo que la inclusión del punto de vista paisajís-
tico no representaría una carga especialmente pesada, principalmente en interven-
ciones tales como el trazado de una nueva carretera o autopista, la aplicación o
construcción de un puerto o un embalse, los proyectos de reforestación, etc. En
todos ellos lo importante sería que sistemáticamente se valorara el paisaje como
un recurso más del territorio, útil, social y económicamente.

En todo caso resulta obvio que este punto de vista ha de ser tenido en cuenta por
la Administración que tenga las competencias de ordenación física y que pueda exigir
el cumplimiento de la norma a todos los agentes privados o públicos que trans-
forman el territorio con sus actuaciones. Esto equivale en nuestro caso a entender
que el trabajo a realizar recae fundamentalmente sobre los organismos públicos locales
y regionales.

I
Aprovechar lo existente, las oportunidades de actuación, no debe sin embargo signi-
ficar que se abandone la necesidad de profundizar en lo que el paisaj e puede repre-
sentar en la ordenación del territorio. Es imprescindible ser conscientes de la
ambigüedad actual del concepto y de que ello puede servir para hacer un falso uso
del paisaje, aplicándolo a la mera ocultación de hechos que no deberían producirse;
o a la fabricac ión meramente esce nográfica de una apariencia formal que nada tiene
que ver con la realidad física y funciona l de territorio.

La salvaguarda respecto de esa utilización engañosa del paisaje está en el rigor de


los trabajos de planeamiento y de los proyectos que lo incluyan, pero sobre todo
en la participación pública. Un asunto como el que tratamos, con sus importantes
connotaciones esteticistas, se presta a formulaciones elitistas o interesadamente
confusas. Si recordamos el sentido cultural del paisaje, su carácter de tópico visual,
aparece muy neta la necesidad de dar un tratamiento socialmente abierto a las
propuestas de intervención.

Puesto que el paisaje es un aspecto de la realidad territorial que muchos grupos sociales
estiman, es importante apreciar la oportunidad de que sea punto de encuentro entre
la sociedad y la formulación técnica o la propuesta de actuación necesariamente
ardua y compleja. Se ha dicho en este Seminario que, aunque valoremos como super-
ficiales las connotaciones esteticistas del paisaje, su ordenación entronca con el derecho
de los ciudadanos a la belleza del entorno en el que viven. En el fondo hay en el
paisaje una cuestión de belleza, tan importante en todas las manifestaciones de nuestra
cultura, pero de una belleza entendida como armonía, como integración, como equi-
librio o simetría en el originario sentido griego de esta palabra. En otras ocasiones,
y también en otras culturas, se ha dicho que sólo la admiración que la belleza
promueve es fuente de conocimiento verdadero; la apreciación del paisaje es sin
duda la valoración intuitiva o expresa del conocimiento que cada sociedad o cada
pueblo tiene de su territorio.

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