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7º palabra: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46)

Hermanos ha llegado el momento, nuestro Señor Jesucristo ha muerto y junto a él


no solamente están las mujeres, algunos discípulos y los soldados romanos, sino
también está toda la corte celestial postrada alrededor del madero de la vid,
contemplando ese momento, pues el plan salvífico de la humanidad se ha
completado, todo lo que habían anunciado los profetas y lo que decían las
Sagradas Escrituras se ha cumplido.
Parece ser la hora de las tinieblas, parecer ser que Satán ha triunfado, pues cree
que ha apartado de su camino a Dios hecho hombre y que ya no tiene a nadie
para que se interponga en los planes de él, mas no sabe que todo ese dolor, todo
ese sufrimiento por el que pasó Jesucristo era precisamente para vencerlo, pues
Jesús al dar cumplimiento a la voluntad del Padre perdona todas nuestras culpas.
Nos podríamos llegar a preguntar ¿Jesús siendo el hijo de Dios tuvo la necesidad
de encomendarse a su Padre? Recordemos que en ese momento él estaba
rezando con los salmos y precisamente grita el verso del Salmo 31,6. Al gritarlo
nos recuerda a todos nosotros que por más dura que haya sido la prueba siempre
vamos a contar con las manos paternales de Dios acogiéndonos en todo
momento, pues Dios en su infinito amor nunca nos abandona.
En este día no podemos quedarnos en mirar la cruz, debemos adentrarnos y ver el
mensaje que nos dejo Jesucristo a toda la humanidad, no solamente quedarnos
con el dolor y el sufrimiento, sino llegar a entender el acto de amor que tuvo
Nuestro Señor con nosotros. Pues Jesucristo crucificado es el acto de amor más
grande. Es el SÍ más definitivo de Dios al hombre y el NO más terminante al
pecado. La cruz es la respuesta de Dios al pecado del hombre, pues cuando peco
Adán en el Edén, desobedeció a Dios; Jesús nos redime de este pecado original
al obedecer en todo al Padre hasta el último momento.
Jesús al morir en la cruz demuestra a la humanidad entera su fidelidad al Padre
dándonos una comunión plena y gloriosa, quedando constituido COMO EL ÚNICO
CAMINO, COMO LA ÚNICA VERDAD, COMO LA ÚNICA VIDA; para poder llegar
al Padre sin temores, pues la mayor prueba ya la ha pasado Él.
Hermanos nuestras culpas y pecados han sido perdonados con Jesús, pues con
su muerte se evidencia el amor tan grande que nos tiene y se demuestra su
omnipotencia, ya que en su misericordia envía a su amado Hijo para realizar la
misión de no solamente de reconciliamos con el Sumo Bien, sino también la de
anunciar el reino del Padre y proclamar el amor que nos debemos de tener cada
uno de nosotros por ser creaturas de Dios; por eso cuando en su lecho de muerte
grita estas palabras da anuncio de su victoria. La redención de la humanidad se ha
cumplido.
Cuando Jesús entrega su espíritu al padre, nos entrega a todos nosotros para que
confiados nos acerquemos cada vez más a las manos misericordiosas del Padre.
Solo por medio de Jesús podremos llegar a entender el amor tan grande que nos
tiene Dios.
Cuando llego el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como
todos los mortales; mas no eras tú el hombre derribado, sino el Hijo que muerto
nos contempla. Señor Jesucristo sabemos que poco o nada somos, seres
mortales que se equivocan, más tú te rebajaste a ser carne para que tuviéramos
una relación filial con el Padre, nos enseñaste las escrituras de tal forma que
entendiéramos que nuestro prójimo, nuestro vecino, nuestros amigos son
personas igual que nosotros, que son creación de tu amado Padre por tanto
debemos amarlos; amarlos hasta llegar a la cruz pues solamente en ti está el
sentido de vida verdadero.
Hermanos el viernes santo tiene su lógica, su sentido y su continuidad en la Vigilia
Pascual, pues es esta la fiesta más grande y más importante en todo el año
litúrgico de la Iglesia, ya que el crucificado está vivo, Dios lo ha resucitado. Esta
última palabra de Jesucristo ya anuncia, ya muestra el inicio del glorioso aleluya
que anunciara toda la Iglesia en la Vigilia Pascual.
Jesús pronuncia por última vez Padre dándonos a entender que tanto en la cruz
como en la Pascua nos debemos sentir hijos de Dios, hermanos el corazón se nos
debe ensanchar, se nos debe de llenar de alegría, pues nunca debemos pensar
que vamos a estar solos, por más oscuro que sea el momento de la vida; pues
somos hijos de Dios mas no esclavos de este mundo.
Que nuestra vida, como la de Cristo sea coherente por el cumplimiento de la
voluntad del Padre. Que la búsqueda  de la voluntad de Dios sea nuestra
preocupación principal. Tengamos sentido de la Pascua y celebrémosla
participando en la Vigilia Pascual. Procuremos morir cada día al pecado y vivir en
la gracia de Dios. Sintámonos hijos de Dios, que viven  a la altura de su vocación.
Digámosle, con decisión y a pesar de los desfallecimientos: Padre, en tus manos
encomendamos nuestro espíritu, ya hemos cumplido con tu encargo, nos
descansamos en tus manos, para que siempre se cumpla tu voluntad. Amen

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