Está en la página 1de 2

EL TIEMPO DE LA PALABRA

Desde tiempos inmemorables ha existido una profunda necesidad por saber cuál es
la verdad absoluta de todas las cosas en el universo.
El ser humano en su afán de lograr este cometido se ha dado a esta carrera con todo
su ímpetu y dedicación.
La ciencia ha sido el medio más efectivo por el cual, como humanidad hemos
podido a través de su método, demostrar y comprobar lo que es real
diferenciándolo de lo que no lo es. Además de descifrar e interpretar los
conocimientos de todo asunto relacionado con la materia y sus múltiples
posibilidades de cambio en el universo conocido.
El evidenciar cada día más y más avances tecnológicos y nuevos hallazgos, no
debería ser una sorpresa, ya que ésta una noticia de vieja data.
Si en la historia del mundo hay algo que realmente ha trascendido al tiempo, al
espacio y a la misma materia, es la bendita, poderosa, creativa y eterna palabra de
Dios.
La Palabra de Dios es más que un simple libro de historias vividas por humanos en
diversas circunstancias y experiencias de su cotidianidad en la tarea de por
realizarse y adquirir un lugar en el mundo.
Es la verdad absoluta de lo que fue, de lo que es y de lo que será la vida universal,
dictada por el máximo arquitecto de lo existente. Nuestro soberano Dios.
Hace algunos siglos, cuando la ciencia moderna aún se encontraba en su infancia y
antes de que algunos de sus celosos defensores le declararan la guerra a la Biblia,
muchos hombres sensatos reconocieron el valor de ambas.
En ese tiempo “los defensores de la investigación científica con
frecuencia aseguraban que Dios se había revelado a sí mismo en dos
libros: el libro de sus palabras (la Biblia) y el libro de sus obras (la
naturaleza). Como uno tenía la obligación de estudiar el primero, así también
tenía la obligación de estudiar el segundo”
Salomón, rey de Israel, fue un hombre muy sabio. La Biblia habla de él como un
hombre que tenía gran interés y entendimiento en las disciplinas científicas.
Salomón entendía el movimiento de los vientos alrededor de la tierra y el ciclo
hidrológico que causa la lluvia (Eclesiastés 1:6-7). Fue horticultor y plantó grandes
viñas, huertos, jardines y árboles frutales de todo tipo (Eclesiastés 2:4-5). También
conocía la botánica y la zoología, y entendía acerca de plantas, animales, aves,
insectos y peces (1 Reyes 4:33). Era conocedor de la sicología, la sociología y las
relaciones humanas, como lo demuestra el libro de los Proverbios.
“El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá
toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o
sea mala” (Eclesiastés 12:13-14).
Eclesiastés 1:16 Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he
engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron
antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría
y ciencia. 1:17 Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también
a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era
aflicción de espíritu. 1:18 Porque en la mucha sabiduría hay mucha
molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.
Daniel 12:3 Los entendidos resplandecerán como el resplandor del
firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las
estrellas a perpetua eternidad. 12:4 Pero tú, Daniel, cierra las
palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de
aquí para allá, y la ciencia se aumentará.
Hebreos 3:4 | NVI Porque toda casa tiene su constructor, pero el
constructor de todo es Dios.
Romanos 11:36 | NVI |
Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él.
¡A él sea la gloria por siempre! Amén.
Juan 1:3 | NVI |
Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo
creado llegó a existir.

También podría gustarte