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Acerca de la Memoria

Por: Lic. Mauro Horacio Figueredo

“Cuando nos vimos por primera vez no hicimos sino


recordarnos” (Antonio Machado)

Quizá como lo ha señalado la serie que produce el canal Encuentro acerca de los
Savants y sus asombrosas facultades, entre ellas, las de memorizar -pero no procesar la
información-: únicamente somos «sumas de nuestros recuerdos», un quantum de momentos
vividos con los que contamos y con los que, como individuos, construimos nuestra
identidad. Lo que vemos día a día sólo sería la ecuación de nuestras evocaciones,
reminiscencias, resonancias, por eso mismo podemos ver diferentes cosas aunque estemos
parados en el mismo sitio. Múltiples memorias1 que transforman el medio y nos
transforman conjuntamente. Ese extenso telar dialógico con el que hacemos mundo.
Podríamos decir, entonces, que los procesos de memoria son constitutivos de toda la
sociedad/humanidad. Las diversas formas de manifestación de la misma, así como los
recursos del recuerdo y su facultad de artefacto cultural de recrear, reelaborar,
problematizar el presente dan cuenta de que la potencialidad de «transmitir» y «almacenar»
es inherente a la condición de hombre (cfr. García, 2004:129).
Por otra parte, nos “recuerdan” a la oralidad, a la transmisión cultural que se efectúa en la
ruidosa actualidad o de generación en generación –más allá, desde luego, de los procesos
culturales anteriores a la invención de la escritura o de los recursos mnemotécnicos
utilizados por civilizaciones ágrafas-; En efecto, en el reino de lo humano “no hay un solo
rincón en el que no hubiese dejado sus huellas quien lo habita” (Benjamin); el hombre es
el único que conserva huellas de su abuelo, y puede ser modificado por ellas” (García,
2004:128).
Esa transmisión entraña, necesariamente, la posibilidad de releer el pasado y, en
consecuencia, ser alterado por el mismo, en tanto y en cuanto La memoria dramatiza un
papel protagónico, en la “eterna transformación” (del sentido) del pasado (del hombre)
(García, 2004:111) y esa dramatización nos constituye de manera completamente diferente
a cada uno de nosotros, pues regenera plurales formas de sociabilidad, de encuentro
consigo mismo, de redes simbólicas, de imaginarios, etc., que nos preceden y nos
atraviesan como un río heraclíteo.

1
Efectivamente, el carácter de la memoria es plural. Así como la memoria del Gran Tiempo, que el poder
hegemónico reproduce en rituales diversos, también la trama social está compuesta por la memoria
compartida por una comunidad y por la que un individuo arrastra consigo mismo, las huellas de sus actos,
devenires, improvisaciones. No existe la sociedad y el hombre por separado, ambos están indisolublemente
unidos en un denso entretejido. Hay un libro que se suele dar mucho en la escuela secundaria dada su claridad
en la lectura, la temática (el sida), y las relaciones familiares: “Ojos de perro siberiano” de Antonio Santa
Ana. No daremos una aproximación a la estética del texto, simplemente, señalaremos que en uno de los
pasajes el narrador efectúa una división entre recuerdos propios y recuerdos implantados. Los recuerdos
propios son los que uno cree haber vivido y el cómo los recuerda (hay un impresionante cuento de Sylvia
Molloy al respecto) y los implantados son aquellos que nos han contado (de nuestra familia, de nosotros
mismos cuando éramos niños). Esos son los recuerdos en los que un narrador otro nos ha “implantado” pero
los contamos como si fuesen nuestros. Si bien esta dicotomía es muy precaria sería útil para empezar a
repensar la ‘multiplicidad’ en el recuerdo.
Por tanto, podríamos pensar en la memoria como la forma en la que una comunidad
in/determinada se configura, como esa especie de ligación cultural por la cual se desarrolla
el sentido compartido de pertenencia y se nos posibilita pensar en contigüidad, en sucesión,
en una dinámica de operaciones simbólicas, en el desarrollo ontológico del ser y de
determinadas prácticas sociales (las tradiciones, por ejemplo).
De manera que también sería el espacio de disputa en donde se dirimen las luchas –a veces
desiguales, por cierto- por las representaciones sociales, y por el tejido de lo por-venir. En
el sentido de que una lectura histórica otra implica un desplazamiento ideológico de las
capas sedimentarias de la semiosis, puesto que reactualiza, reenvía, y reescribe retóricas de
«lo sido» (Ricoeur, 184:1999) y esto, evidentemente, tiene densidad sobre los fenómenos
sociales emergentes2.
Hete aquí lo infinito del ejercicio de la misma: la memoria es relectura, reinterpretación3,
ya que posee una potencialidad inherente de leer el presente a través del pasado, lo cual nos
ubica dentro de un rizoma inconmensurable de posibilidades, en una constelación de
mundos posibles (Uspenski, 1993:52)4.
Sin embargo, su polivalencia semántica posee un anclaje y ese anclaje –en términos de
Bourdieu- son las estructuras-estructurantes, la cosmovisión condicionada por la dinámica
de los campos y las relaciones de poder que se establecen en él (metabolismos en pugna
estratégica, como decía Foucault), es decir, en términos de Gramsci, su orden hegemónico.
Asimismo, los circuitos de poder, los paradigmas imperantes, condicionan y configuran
cierta apreciación de la historicidad, de lo acontecido5.
…organiza[n] en cierta forma la propia información, al condicionar la
selección de hechos importantes y el establecimiento de una determinada
relación entre ellos; lo que no se describe en esta ‘lengua’ es como si no se
percibiera por el destinatario social, desaparece de su campo de visión.
(Uspenski, 1993:49)

Justamente, esa especie de cemento que liga unos hechos con otros es la red de relaciones
que nos muestra un estado de la cuestión y no otro y que trazan ciertas líneas de lectura
(Uspenski lo clarificó con la imagen del sueño). Ahora bien, si decíamos anteriormente que
la memoria es la arena de luchas en la cual los sentidos se constituyen, no podríamos

2
Un ejemplo clásico es el de los Estado-Nación modernos, que determinan los lugares de la conmemoración,
de ritualidad, y cuyos artefactos ideológicos provocan la cristalización de los imaginarios sociales y su
sobrecodificación (Deleuze-Guattari, 2002:11). Justamente, Bendedict Anderson, con el concepto de
«Comunidades Imaginadas», estableció nuevas coordenadas de lectura acerca de la creación imaginaria de los
estados-nación. De hecho, la tesis de Anderson dice lo siguiente: «Trataré de demostrar que la creación de
estos artefactos, a fines del siglo XVIII, fue la destilación espontánea de un “cruce” complejo de fuerzas
históricas discretas; pero que, una vez creados, se volvieron “modulares”, capaces de ser transplantados, con
grados variables de autoconciencia, a una gran diversidad de terrenos sociales, de mezclarse con una
diversidad correspondientemente amplia de constelaciones políticas e ideológicas. También trataré de explicar
por qué estos artefactos culturales particulares han generado apegos tan profundos.» (Anderson, 1998:21)
3
Herencia Nietzsche desde luego, pero sobre todo Foucault en una lectura otra del orden de lo genealógico en
Microfísica del poder.
4
«El mundo es cristalización de la memoria. La apertura de las “arcas” de la memoria es la apertura de los
“mundos posibles”. El espesor de la memoria es la sedimentación inconmensurable, de insondables capas
entretejidas de recuerdos y olvidos, de una profundidad temporal y una vastedad espacial tales, que cualquier
intento de aprehensión resultará fatalmente en fracaso…(García, 119:2004)
5
Precisamente, Foucault, en El orden del discurso, sintetiza la problemática de este modo: «Mendel “decía”
la verdad, pero no “estaba” en la verdad».
obviar la impronta del «archivo» en la sociedad contemporánea. Más bien la profusión de
éste que nos remite a la «era eufórica del archivo» (Huyssen, 2007:13)6, al pathos
postmoderno de digitalización y acumulación de información7
… como práctica de almacenamiento, acumulación, preservación, como
principio de autoridad que sanciona el valor, esto es la significación, de lo
que así se guarda; como institución cuyas funciones e incumbencias
consisten en la impresión, re-impresión, supresión, des-comprensión,
represión de las marcas, las huellas, los engramas de la memoria (García,
2004:116).

Este mapa teórico es el que sustenta nuestros posibles recorridos, que, a propósito, podrían
leerse en las publicidades teniendo en cuenta otras pautas y otras dimensiones de análisis.

6
«Uno de los fenómenos culturales y políticos más sorprendentes de los últimos años es el surgimiento de la
memoria como una preocupación central de la cultura y de la política de las sociedades occidentales…»
(Huysen, 2007:13).
7
Habría que pensar en los pen-drive como marcas de generaciones en los cuales un cúmulo de artefactos
culturales y de información es transportada permanentemente. Esto es, los mecanismos de selección, de
distribución y de reproducción.

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