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Protocolo de investigación

La violencia

Materia: Talle de la investigación


Alumno: Luis Angel Contreras Morales 18480957
Catedrática: Juana Margarita Mireles Olivares

1
Indice

1- Portada…………………..…………………………..1
2- Indice…………………………………………………..2
3- Introducción………………………………………..3
4- Resumen……………………………………………..4
5- Planteamiento del problema o justificación..5
6- Marco teorico………………………………………21
7- Cronograma…………………………………………26
8- Conclusión…………………………………………………..27
9- Fuente…………………………………………………………28
10- Agradecimiento…………………………………………..29

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Introducción

¿Qué se entiende por violencia?


La violencia generalmente es definida como el comportamiento deliberado,
que provoca, o puede provocar, daños físicos o psicológicos a otros seres, y
se asocia, aunque no necesariamente, con la agresión física, ya que también
puede ser psicológica o emocional, a través de amenazas u ofensas.
Según Jesús Rodríguez.,“la violencia es cualquier tipo de agresión física y/o
mental que dañe a una persona”. Cuando una persona se ve implicada en
una situación que ponga en riesgo su integridad o seguridad como ser
humano, se entiende que sufre de violencia. Por lo tanto, un daño físico no es
la única expresión de la violencia sino un daño de cualquier tipo que afecte o
lastime de cualquier manera a alguien se dice que es violencia.

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Resumen
En 2019 se contabilizaron 25 mil 316 carpetas de investigación por homicidio
doloso y con ello se registró la tasa más alta desde 1997. Pero ¿Son las
mismas zonas que en 2011? ¿Qué tipos de homicidios se investigaron?
¿Cuántas víctimas cobró? Y, sobre todo, ¿Qué nos espera en 2018?.
Durante el 2019 el número de carpetas de investigación abiertas por
homicidios se acumuló de manera tan vertiginosa que incluso antes de que el
año acabara distintos analistas ya afirmaban que México había regresado e
incluso superado sus peores niveles de violencia. Pronosticaban, no sin
fundamentos, que habíamos vuelto a los niveles que habíamos
experimentado en 2011 y 2012: los 2 años más violentos hasta ese momento.

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Planteamiento del problema o justificación.
En el año 2019, y contando con el último registro publicado por el SESNSP,
podemos confirmar aquellas suposiciones. Con 25 mil 316 averiguaciones
previas por homicidios dolorosos y una tasa de 20.5 averiguaciones por cada
100 mil habitantes, el 2019 es el año más violento de los últimos veinte con
base en los datos del SESNSP, superando al 2011.
Pero confirmar el lugar del 2019 como el año más violento en dos décadas es
solo la primera parte de cualquier análisis que pretenda estudiar la evolución
de la violencia en México. Este nuevo pico de violencia nos exige desarrollar
un estudio más detallado de sus características que permita entender cómo
la violencia ha mutado durante los últimos años. Por ello, en esta
investigación buscamos cumplir con ese objetivo presentando 10 preguntas
que buscan ayudar a comprender de mejor manera la evolución de la
violencia en México.

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¿Creció la violencia?
Esta pregunta es casi redundante, pues como ya hemos dicho, la violencia en
nuestro país ha crecido a niveles nunca vistos en los últimos 20 años. Pero
vale la pena señalar qué tan grande fue el crecimiento de la violencia en 2019
respecto a años anteriores. Para empezar, con 20.5 averiguaciones por
homicidio por cada 100 mil habitantes, en 2019 México tuvo una tasa
nacional de averiguaciones 22% más grande que en 2019. Asimismo, también
fue 20% más grande que en 2012. Por último, la tasa en 2017 también superó
por un 14% a la tasa del año 2011, el cual hasta hace unos meses seguía
catalogado como el año más violento desde 1997.

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¿La violencia siempre ocurre en los mismos lugares?
No. Y para comprobarlo basta con ver la evolución de los niveles de violencia
a nivel municipal desde 2011 hasta 2019 por medio de los registros del
SESNSP. Dichos registros muestran que no hubo una única trayectoria para
los 357 municipios más violentos del 2011 (aquellos con tasas de
averiguaciones locales por arriba de la tasa nacional en aquel año). Esto se
refleja en el hecho de que aun cuando durante el año pasado 180 de ellos
volvieron a tener una tasa mayor a la nacional, los otros 177 de hecho
lograron registrar una tasa de averiguaciones menor a la nacional o incluso
igual a cero – pero recordemos que cuando se trata de averiguaciones, tener
cero averiguaciones no necesariamente implica tener cero homicidios -.

Además, la mayoría de los municipios más violentos del 2019 son municipios
que en 2011 eran considerados municipios seguros y mantenían tasas de
violencia bajas. Para ser exactos, el 70% de los 664 municipios más violentos
del 2019 solían tener tasas de averiguaciones muy bajas en 2011. Esto no tan
solo quiere decir que la violencia no ocurrió en los mismos, sino que también
nos muestra que en 6 años la situación de violencia puede cambiar en
cualquier municipio; incluso en aquellos donde la seguridad parecía estar
garantizada.

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¿Qué municipios son focos de violencia activos desde el
2011?
Por medio de los registros del SESNSP del 2011 y el 2019, podemos catalogar
a los municipios de México en 4 categorías: aquellos que tanto en 2019 como
en 2019 fueron municipios violentos, los que no fueron violentos en 2011
pero sí en 2019, los que solo lo fueron en 2019 y aquellos que se
mantuvieron seguros tanto en 2011 como en 2019.

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Los municipios que desde el 2011 son focos de violencia recurrentes en el
país, ya sea con mayor o menor intensidad, son los que se encuentran
adscritos en la primera categoría compuesta por un total de 180 municipios.
Entre ellos podemos mencionar casos como Tijuana en Baja California, que
tuvo una tasa de 26 averiguaciones por cada 100 mil habitantes en 2011 y de
92 averiguaciones por cada 100 mil habitantes en 2019. Otro caso es el
municipio de Zacatecas, donde la tasa de averiguaciones del 2011 creció al
triple en 2019, pasando de 19.19 averiguaciones a 57.16 averiguaciones por
cada 100 mil habitantes. Por último, también podemos mencionar al
municipio de Chihuahua, en donde a pesar de que la tasa de averiguaciones
del 2011 se redujo a la mitad, el año pasado reportó una tasa de 39
averiguaciones por cada 100 mil habitantes

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¿Qué municipios se volvieron focos de violencia?
Dentro de la segunda categoría se encuentran los 484 municipios que en
2019 se encontraron entre los más violentos a pesar de que hace 7 años
vivían con niveles de violencia bajos o moderados. Estos municipios pueden
ser considerados como los nuevos focos de violencia en el país. Ejemplo de
estos nuevos focos rojos son los casos de múltiples municipios en
Guanajuato; Coatzacoalcos en Veracruz, Reynosa en Tamaulipas,
Huimanguillo en Tabasco y Ensenada en Baja California. Los anteriores son
municipios que en 2011 reportaban tasas de 10 averiguaciones o menos por
cada 100 mil habitantes, pero que en 2019 reportaron tasas de entre 30 y 34
homicidios por cada 100 mil habitantes. Por su parte, municipios como La Paz
y Los Cabos en Baja California Sur no registraron ni una sola averiguación por
homicidio doloso en 2011, pero en 2019 reportaron respectivamente tasas
de 96 y 70 averiguaciones por cada 100 mil habitantes.

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¿Qué municipios han resuelto su situación de violencia?
A diferencia de las últimas dos, la tercera categoría incluye a aquellos
municipios que fueron focos de violencia en el 2011 pero que en 2019
lograron revertir su situación. Ejemplos representativos de esta categoría son
los municipios de Apodaca, Guadalupe y Monterrey en Nuevo León, los
cuales redujeron sus tasas de averiguaciones del 2011 a la mitad o más
durante el año pasado reportando menos de 13 averiguaciones por cada 100
mil habitantes. Nuevo Laredo en Tamaulipas también logró reducir a la mitad
su tasa de averiguaciones del 2011, registrando una tasa de 14
averiguaciones por cada 100 mil habitantes en 2019. Finalmente, en el
municipio de Oaxaca la tasa de averiguaciones pasó de 43.33 averiguaciones
por cada 100 mil habitantes en 2011 a 12.86 averiguaciones por cada 100 mil
habitantes en 2019.

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¿En qué municipios la seguridad ha sido una constante?
En esta última categoría encontramos a los municipios que desde el 2011 han
mostrado niveles de violencia bajos, o por lo menos por debajo de las tasas
nacionales. Es decir, los municipios en donde la seguridad ha prevalecido
durante los últimos 7 años. Entre ellos se cuentan los municipios de Tuxtla
Gutiérrez en Chiapas, Puebla, Campeche y Aguascalientes. En ninguno de
estos municipios se han registrado tasas mayores a 9 averiguaciones por cada
100 mil habitantes, ni en 2011 ni en 2019. También vale la pena mencionar al
municipio de Querétaro, el cual -a pesar de haber tenido un incremento en
sus niveles de violencia- reportó una tasa de tan solo 10 averiguaciones por
cada 100 mil habitantes en 2019.

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¿Cómo se cometieron esos homicidios?
De las 25 mil 316 averiguaciones previas por homicidio abiertas en 2019, 16
mil 898 de ellas se abrieron para investigar homicidios con arma de fuego.
Esto quiere decir que del 100% de los homicidios investigados durante el año
pasado, el 66.7% de ellos se relacionó con homicidios realizados con armas
de fuego. Esta fue una proporción mayor a la que este tipo de homicidio
habían ocupado en 2011, año en donde los homicidios realizados con arma
de fuego solo representaron el 57.5% de todos los homicidios investigados
por el SESNP. Con este incremento de casi 10 puntos porcentuales, el 2019 se
convirtió en el año con más homicidios con arma de fuego desde 1997.

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¿Cuál es el número real de homicidios?
En México contamos con 2 fuentes distintas de datos y cifras sobre
homicidios: el Sistema Nacional de Información sobre Salud (SINAIS) y el
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
La primera fuente consiste en una base de datos procesada por el INEGI y
basada en reportes de médicos legistas (es decir, en autopsias). Por su parte,
el SESNSP – que es la fuente que hemos utilizado en las secciones anteriores
genera un registro de todas las averiguaciones previas por homicidios que
son abiertas mes con mes por las procuradurías generales de justicia y las
fiscalías generales.
Cada fuente genera cifras distintas respecto al total de homicidios, pues cada
uno mide cosas distintas: el SINAIS contabiliza el número de cuerpos de las
personas presuntamente asesinadas, mientras que el SESNSP contabiliza el
número de averiguaciones previas abiertas por casos de homicidio. Debido a
que una misma averiguación puede contener más de una víctima, el número
de averiguaciones que el SESNSP reporta normalmente es menor al número
de cuerpos que el SINAIS registra. En otras palabras, por lo general el SESNSP
suele subestimar el número de homicidios real que suceden en México.
Desde 2014 el SESNSP reporta víctimas dentro de averiguaciones previas, lo
cuál nos da una idea más cercana del número total de homicidios, pero sigue
siendo una fuente que subestima el número de víctimas.

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Por ello, si queremos saber el número real de homicidios que sucedieron en
2019, lo más apropiado es utilizar la base de homicidios del SINAIS. ¿El
problema? La edición del SINAIS para el 2019 será publicada hasta finales de
este año. Sin embargo, esto tiene solución, pues aún si los datos del SINAIS
todavía no se encuentran disponibles, estos pueden ser aproximados con
base en el número de averiguaciones previas abiertas por homicidio con
armas de fuego y homicidios con arma blanca utilizando un modelo
econométrico.
El modelo utilizado estima que por cada punto de la tasa de averiguaciones
previas del SESNSP, el SINAIS reporta una tasa 20% superior, es decir, si la
tasa de averiguaciones aumenta en un punto, la tasa de homicidios del
SINAIS será aproximadamente 1.2 puntos mayor. Es así que aproximamos
que si la tasa de averiguaciones previas, la tasa de homicidios que el SINAIS
reportará para 2019 estará cerca de los 25.2 (entre 22.9 y 28.5) homicidios
por cada 100 mil habitantes. Esta tasa sería más alta que la que calculamos a
partir de los datos reportados hasta ahora por el SESNSP, ya que implicaría
aproximadamente 5 mil 800 homicidios más de los que las investigaciones
previas señalan.

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¿Las víctimas del 2011 y el 2019 son similares?
Además de reportar el número de averiguaciones que son abiertas por casos
de homicidio, desde el 2014 el SESNSP también reporta el número de
víctimas registradas en dichas averiguaciones. Sin embargo, si bien este
registro se acerca más a las cifras del SINAIS, aún es superado por 2 grandes
problemas. El primero es que este registro sigue subestimando el número de
personas asesinadas ya que no necesariamente todas las víctimas de un
homicidio quedan registradas en una investigación. El segundo problema es
que a diferencia del SINAIS, este registro identifica el perfil de las víctimas
reportadas sólo a partir de 2015. Mientras tanto, el SINAIS reporta
características como edad, sexo, escolaridad y ocupación desde 1990. Por
esta razón, si queremos saber cómo ha cambiado el perfil de las víctimas de
2011 a 2019, tendremos que esperar la edición del SINAIS para 2019.
Sin embargo, podemos aproximar el cambio comparando los perfiles del
2011 con los del 2016. Al hacer esto, podemos notar que la proporción entre
hombres y mujeres asesinados se mantuvo constante entre 2011 y 2016: casi
el 90% de los asesinados son hombres y solo el 10% restante son mujeres.
Además, también en ambos años la mayoría de los asesinados (el 35%) son
hombres de entre 26 y 40 años. Pero a pesar de estas similitudes, una
característica en el perfil de las víctimas que sí cambió entre 2011 y 2016 fue
el nivel de escolaridad. Decimos esto porque mientras que en 2011 las
víctimas más frecuentes fueron aquellas sin escolaridad, en 2016 fueron las
personas con educación primaria.

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¿Qué nos espera en 2020?
Hasta el momento, el único registro sobre homicidios en 2020 con el que
contamos es la base mensual que SESNSP publicó en enero de este año en
donde se reportó un total de 2 mil 220 averiguaciones abiertas por
homicidio. Y si bien a estas alturas cualquier pronóstico podría considerarse
prematuro, los datos muestran que la violencia que se observa en enero es
un buen aproximador del nivel de violencia que se observa durante todo el
año.
Lo anterior se debe a que existe una correlación casi perfecta entre la tasa
anualizada de enero y la tasa nacional observada para cada año. Y es por ello
que 2020 probablemente no traiga buenas noticias ni tampoco menos
violencia, pues con base en los datos de enero se estima una tasa anualizada
de 21.35 averiguaciones por cada 100 mil habitantes para este año. Superior
incluso a la observada en 2019 con 20.7… pero esta es una mera estimación.
Lo cierto es que el inicio de 2019 fue incluso más violento que el inicio del
2011, el año más violento de México en términos de carpetas de
investigación.
Esa ha sido la evolución de la violencia en México durante los últimos 7 años,
y si bien quedan por definir detalles con la publicación del SINAIS 2019 a
finales de este año, el nuevo ciclo de violencia mexicano es innegable. La
violencia ha logrado a expandirse a más lugares, ha tomado vigor incluso en
aquellos que antes eran un ejemplo de seguridad y ha cobrado más víctimas
que nunca. Por otro lado, 2020 no augura ninguna mejoría y probablemente
solo agudice la situación a la que ya nos enfrentamos. Siendo un año
electoral, es momento de que la violencia ocupe el lugar protagónico en las
agendas de los candidatos. El país merece paz.

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Objetivos finales y aplicabilidad de los resultados.

¿Cómo reducir la violencia?


México tiene el reto colosal de contener y reducir la violencia y combatir
además eficazmente al crimen organizado. Esto significa no sólo reducir las
tasas de homicidios vinculados al crimen organizado, sino reducir también las
de secuestro y la extorsión, los delitos del crimen organizado que más duelen
a la sociedad.

Las preguntas fundamentales a responder son:


¿Qué decisiones debe tomar el gobierno mexicano para que el mercado de
las drogas y las organizaciones criminales establecidas en nuestro país causen
el menor daño posible a la sociedad? ¿Qué acciones debe tomar el gobierno
mexicano para que tales organizaciones modifiquen su comportamiento?
En varias ciudades del mundo se han puesto en práctica programas para
reducir la violencia con resultados alentadores. Los revisaremos adelante,
pero antes conviene preguntarse qué nos enseña hasta ahora la experiencia
mexicana.
El gobierno actual ha tenido dos grandes aciertos en su estrategia de
seguridad:
Primero, colocar el tema del combate al crimen organizado como un asunto
central de la agenda de seguridad nacional. No siempre los gobiernos tienen
la claridad y la sensibilidad para ponderar debidamente la gran amenaza que
representa el crimen organizado para una sociedad. Y no siempre tienen la
valentía y el arrojo necesarios para enfrentar al crimen organizado.
Segundo, el gobierno federal también ha acertado en impulsar una agenda
de fortalecimiento institucional del sector seguridad que, aun cuando no
ofrece resultados en el corto plazo, servirá de plataforma a futuros gobiernos
para instrumentar programas más eficaces para combatir el crimen
organizado y otras amenazas a la seguridad nacional. Aquí el gobierno tomó

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la ruta correcta, larga pero ineludible: colocar los cimientos de una más
sólida seguridad futura.
Sin embargo, el gobierno federal falló en dos temas cruciales: el diagnóstico
del mal y el método para combatirlo. El gobierno supuso, equivocadamente,
que las organizaciones criminales no tendrían capacidad para reaccionar ante
el asedio gubernamental. Peor aún: el gobierno creyó que él mismo estaba
en condiciones de iniciar la guerra en enero de 2007. Este error de cálculo ha
implicado enormes costos para el país en términos de vidas humanas y
bienestar. El incontrolable aumento de la violencia en varios puntos del país
ha propiciado que la estrategia oficial se revierta en contra del gobierno
mismo. Junto con la violencia crecen el secuestro y la extorsión, el consumo
de drogas y la percepción pública de que la guerra se perdió.

Un diagnóstico defectuoso condujo a métodos inadecuados como los


siguientes:
Echar a andar, simultáneamente, operativos militares y policiales en varios
puntos del país, con la esperanza de que la sola presencia de soldados y
policías actuaría como herramienta disuasiva.
Arrestar o eliminar en combate a unos cuantos capos con la idea de que ello
bastaría para diluir la presencia de los cárteles.
Arrestar aleatoriamente a miles de presuntos delincuentes o decomisar
cientos de cargamentos de drogas con la creencia de que eso minaría
sensiblemente las capacidades criminales.
Todas estas decisiones han sido ineficaces y, en algunos casos,
contraproducentes.
A mi juicio, faltó claridad en la definición del problema, realismo en el
establecimiento de objetivos y capacidad para corregir la estrategia en el
camino. La falta de colaboración de las autoridades estatales con la autoridad
federal restó vigor y eficacia a la estrategia. Pero la construcción de un marco
de colaboración y cooperación requería de un esquema de incentivos que el
gobierno federal debió diseñar antes de romper las hostilidades.

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La escalada de violencia que se cierne sobre varias ciudades del país es, en
parte, un efecto de la estrategia de combate gubernamental; en parte, una
consecuencia de la propia dinámica interna del crimen organizado; y, en
parte, el resultado de la impunidad con que actúan los homicidas. Urge
detener la expansión de la violencia, para lo cual conviene partir de algunos
supuestos, algunos principios, algunas acciones y algunas experiencias
internacionales.

Los tres supuestos


Supuesto 1: El gobierno tiene capacidades y recursos limitados, por lo que
debe actuar en base a prioridades. El gobierno debe calcular con realismo
qué puede lograr en los próximos años y qué no. Y debe tener también un
ordenamiento claro de los problemas que debe resolver de acuerdo con su
importancia y urgencia. Una de las grandes prioridades del gobierno debe
ser, hoy, la disminución de la violencia.
Supuesto 2: La prioridad de la estrategia de seguridad debe ser la reducción
de las ejecuciones. El indicador central para saber si la estrategia de
seguridad va bien o va mal debe ser la frecuencia de ejecuciones. El criterio
para calificar a una agencia policial o militar exitosa no será su capacidad
para realizar un gran número de arrestos o decomisos, sino su capacidad
para reducir las ejecuciones y, con ello, pacificar una zona.
Supuesto 3: La violencia debe reducirse en el corto, no en el largo plazo.
Debe delinearse e implementarse una estrategia que busque la pronta y
rápida reducción de la violencia. La autoridad no debe permanecer pasiva
ante el escalamiento de la violencia bajo la falsa idea de que se trata de un
fenómeno “inevitable”.

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Marco Teórico
Los tres principios
Para disminuir la violencia, la actuación de las agencias gubernamentales
debe regirse por los siguientes principios de actuación:
Primer principio: Concentración dinámica de esfuerzos. Para que tengan
efecto, los esfuerzos disuasivos deben concentrarse en un objetivo
específico. La dispersión de esfuerzos impide modificar el comportamiento
criminal (homicida, en este caso). Para disminuir la violencia, los esfuerzos de
la autoridad deben concentrarse en acciones que eleven considerablemente
el costo de asesinar. Si los criminales perciben que el costo de asesinar es
cero o cercano a cero, las tasas de violencia tenderán a aumentar, lo que
agravará a su vez el problema de la impunidad. Una vez dentro del círculo
vicioso de la violencia, el reto es aumentar las capacidades de aplicación de la
ley para que sea posible amenazar creíblemente a los delincuentes.10 El reto
está en adquirir, aunque sea momentáneamente, capacidades adicionales
suficientes para reducir la violencia.

La propuesta de Kleiman para adquirir tales capacidades y recursos es la


“concentración dinámica”. Consiste en seleccionar una zona específica de
alta violencia, tomar temporalmente capacidades y recursos invertidos en
otras áreas de gobierno y concentrarlos en el área específica. Con ello se
envía el mensaje a las organizaciones, pandillas o delincuentes violentos de
esa zona o a una organización en especial que su comportamiento no será
tolerado, lo que tenderá a reducir sus acciones violentas. Una vez que los
niveles de violencia disminuyan, el aumento temporal de las capacidades de
aplicación de la ley cesa en el área o en la organización en la que ya se
aplicaron, para dirigirse y aplicarse en otra zona u organización altamente
violenta, y así sucesivamente.
Si la aplicación de la ley estuviera enfocada en las organizaciones criminales
más violentas, en lugar de las más grandes, más visibles o más vulnerables,
una organización criminal revaloraría los beneficios de la violencia como una
herramienta útil de negocios frente a la desventaja de convertirse en un

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objetivo de las agencias policiales y militares. El trabajo concentrado y
persistente de la autoridad por un periodo determinado contra las
organizaciones o individuos más violentos acabaría por excluirlos del
mercado de drogas con mayor frecuencia que sus competidores menos
violentos, lo que terminaría por favorecer la prevalencia de un mercado
pacífico de drogas. Como dice Kleiman, para desestimular el uso de la
violencia debe crearse una “desventaja competitiva” para aquellas
organizaciones más violentas comparadas con sus competidoras que utilizan
menos violencia, pues algunas empresas criminales “son más proclives que
otras a disparar en el arreglo de disputas, para eliminar la competencia o
para defenderse de las agencias de seguridad”.
Las estrategias para reducir la violencia difieren drásticamente de las
estrategias diseñadas para elevar los precios o bajar los volúmenes de
drogas. En lugar de capturar a los traficantes que mueven mayores
volúmenes de droga o que son más fáciles de arrestar, las agencias de
seguridad deben recabar información que les indique cuáles son las
organizaciones o quiénes son los individuos más inclinados a utilizar la
violencia para concentrar sus esfuerzos en la supresión de estas
organizaciones e interrumpir, con ello, la dinámica de la violencia en una
zona o localidad.
Segundo principio: Castigos certeros y rápidos en lugar de severos. Los
delincuentes tienden a ser individuos que valoran más la gratificación
presente que el castigo futuro. Por tanto, mientras más tiempo medie entre
la violación de la ley y la aplicación de sanciones, menor será la capacidad
disuasiva de la pena. Asimismo, si hay incertidumbre en el vínculo entre
crimen y castigo (i.e., si los criminales piensan que una sanción es producto
de la mala suerte y no el resultado de su conducta) los efectos disuasivos de
la pena se debilitan. Por ello, es necesario diseñar un paquete de sanciones
rápidas y certeras, aunque sean leves, pero que se detonen de manera
simultánea y que puedan intensificarse en caso de reincidencia.

Para Kleiman, aumentar la capacidad disuasiva de un castigo implica que éste


sea rápido y cierto en lugar de severo. La severidad implica utilizar una gran

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cantidad de recursos en un reducido número de delincuentes, y entre más
severa sea la sentencia es menos probable que ésta sea impuesta, además de
que el proceso requerirá más tiempo. En cambio, la lógica básica de la
disuasión para un actor racional, dice Kleiman, consiste en suponer que un
sujeto nunca violará la ley si tiene certeza de que será castigado y de que la
multa por violar la ley será superior a las ganancias que genera tal violación.
Los arrestos podrían constituir en sí mismos una forma de castigo y ser un
disuasivo importante, siempre y cuando tuvieran consecuencias. Tercer
principio: Comunicación con los delincuentes y la comunidad. El costo de
pasar de un “equilibrio negativo” de alta violencia a otro “positivo” de baja
violencia depende de qué tan rápido responden las organizaciones o los
delincuentes a los nuevos niveles de disuasión. Los costos de esta transición
pueden reducirse si se advierte a organizaciones o delincuentes de forma
anticipada. De aquí que a Kleiman le parezca especialmente importante que
la autoridad comunique directamente las amenazas disuasivas a las
organizaciones criminales. Ahí donde existan grupos que realizan actividades
violentas, como pandillas, la policía deberá identificar a los participantes,
hacer una lista de delitos con “cero tolerancia” (como el homicidio), y
prevenir a los participantes de las bandas, como grupo, que cualquier
infracción de la regla de “cero tolerancia” producirá una reacción policial
agresiva contra cada uno de ellos por toda la lista de delitos. Debe tenerse
presente cualquier amenaza que resulte en un bluf devaluará la capacidad
disuasiva de amenazas futuras.15

Dos programas exitosos


Los tres principios que acabo de enumerar se han aplicado con éxito en
varios programas antiviolencia de Estados Unidos. Entre ellos, el Operation
Ceasefire de Boston y el Tri-Agency Resource Gang Enforcement Team
(TARGET) del Condado de Orange, en California.
La Operation Ceasefire (Operación Cese al Fuego) fue una exitosa iniciativa
policial orientada expresamente a disminuir los homicidios entre los jóvenes
en Boston. El programa tuvo dos componentes estratégicos. El primero fue
establecer un conjunto de medidas disuasivas contra la violencia de pandillas

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(en especial la violencia armada). El programa se concentró en el seguimiento
de pandillas especializadas. Los operadores del programa tuvieron contacto
directo con los miembros de las bandas y dieron el mensaje, explícito y claro,
de que la violencia no sería tolerada. El segundo componente estratégico fue
dar seguimiento al tráfico de armas de fuego. La aplicación de la ley se
concentró en los traficantes de armas de las marcas y calibres más utilizados
por los miembros de pandillas.

Los homicidios de jóvenes en Boston disminuyeron drásticamente desde


mayo de 1996, cuando se puso en marcha la Operación Cese al Fuego y se
mantienen a la baja hasta hoy. Una rigurosa evaluación determinó que la
aplicación del programa estuvo asociada con la disminución mensual del 63%
de los homicidios de jóvenes, una reducción del 32% de reportes de tiros de
arma de fuego, un 25% de disminución de asaltos a mano armada y una
reducción del 44% de las agresiones con arma de fuego en el distrito de
mayor riesgo (Roxbury).
El objetivo del Tri-Agency Resource Gang Enforcement Team16 fue reducir la
violencia pandilleril mediante el encarcelamiento selectivo de los miembros
más violentos y reincidentes (basados en sus antecedentes penales) de las
pandillas del Condado de Orange, en California. TARGET estableció una
colaboración estrecha entre el personal de las agencias de seguridad, las
agencias penitenciarias y la procuración de justicia al reunir a funcionarios de
las tres dependencias en las mismas oficinas.
Cada equipo de TARGET está formado por agentes de policía que se
desempeñan como investigadores de pandillas, un funcionario de la oficina
del ministerio público y un investigador del fiscal de distrito. Los
investigadores de pandillas están entrenados para tratar a testigos hostiles, y
los fiscales adjuntos y los investigadores del fiscal de distrito tienen
experiencia en el procesamiento vertical17 de casos en el sistema judicial —
lo que al parecer es un elemento clave en el éxito del programa—.
Inaugurado en 1992, TARGET ha sido replicado en seis áreas adicionales al
interior del Condado de Orange.

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Una evaluación del programa mostró un gran aumento en el encarcelamiento
de miembros de pandillas y una disminución acumulada de 47% de la
violencia relacionada con las pandillas en un periodo de siete años. En un
caso, el equipo TARGET de Costa Mesa desmanteló una banda al lograr la
condena y el encarcelamiento de sus líderes y poner en libertad condicional
restrictiva a los miembros de pandillas que fueron sentenciados a prisión.

Tres errores frecuentes


No concentrarse en los individuos más violentos o en los que se encuentran
en situaciones de alto riesgo, sino en los más jóvenes y necesitados de ayuda.
Esto tiene efecto en la disminución de la violencia a largo plazo pero no de
manera inmediata.
No irrumpir en las estructuras de las pandillas que generan violencia. Los
miembros fueron responsabilizados por sus acciones de modo individual y no
grupal, que es lo recomendado.
No promover la comunicación entre las autoridades y las pandillas para
informarles a estas últimas sobre los riesgos asociados a sus acciones
violentas, con lo que se debilita el elemento disuasivo del programa.

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Cronograma

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Conclusión
La violencia es principalmente ocasionada por la falta de educación o por la
falta de valores inculcados en el ser humano.
Por lo tanto, como conclusión sabemos que la violencia es un fenómeno
social muy presente hoy en día y peligroso, así que el saber que muchas
personas mueren a causa de tiros y golpes, es saber que debemos cuidarnos.
Hay que tener en cuenta que es necesario tratar de reducir la violencia.
Para reducir esta violencia debemos saber cómo controlarnos, saber manejar
nuestros impulsos negativos que tanto daño nos hacen. Así nuestra sociedad
irá en un incremento de paz y no de violencia,
La formación que se le dé al individuo es fundamental para decidir el tipo de
persona que será y como actuara dentro de la sociedad que lo rodea.
La educación tiene como fin el desarrollo integral de la persona, por eso debe
proporcionar, conocimientos, valores, creencias y actitudes frente a distintas
situaciones.

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FUENTES

BIBLIOGRAFIA
La violencia en Mexico. Orlando Ortiz
La violencia en la ciudad de Mexico. Luis
Rodriguez Manzanera.
La violencia en la sociedad actual. Marino
Barbero Santos.

FICHA CIBERNETICA
http://cedoc.gob.mx/
http://roshkithegu.blogspot.com/

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Agradecimiento
En honor y agradecimiento .a :
La organización de SINAIS por sus estadísticas,
Orlando Ortiz, Luis Rodríguez Manzanera y Marino
Barbero Santos por sus artículos e investaciones sobre
la violencia a nivel nacional.

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