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Lenguas Choco
Lenguas Choco
(COLOMBIA)
CONTENIDO
5. Bibliografía
LA LENGUA DE LOS EMBERA DEL GRUPO CHOCÓ
(COLOMBIA)
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Por supuesto, ésta es una tímida muestra del número mucho mayor de etnias presentes en el
occidente colombiano a la llegada de los europeos, entre cuyos nombres podemos recordar:
idabáez, ingarás, birus, surrucos, poromeas y los actuales kunas, waunanas, katíos o
emberas. Algunas de las denominaciones con las que se nombraba a los indígenas
conocidos en general entonces como ‘Chocó’ fueron: andáguedas, baudó, chamís, dabeibas,
darienes, katíos, noanamás y saijas. Hoy por hoy se sabe que estos nombres obedecen al
nombre de las regiones donde se ubicaban estos grupos, que por lo regular tomaban al
nombre del río mayor que las atravesaba y, en el caso del nombre ‘katío’, al hecho de que
los indígenas embera acabaron ocupando la región de los indígenas katíos, tribu brava y
guerrera que sucumbió ante los españoles, por lo cual fueron nombrados así los nuevos
habitantes de la región, los embera.
Los indígenas embera ocupan hoy una extensión muchísimo mayor que la que ocupaban a
la llegada de los europeos, pero con una cobertura muy atomizada, es decir, sólo en
diferentes y específicos puntos de poca extensión, a donde han sido relegados por los
colonos americano-europeos descendientes, en los llamados Resguardos o Cabildos, figura
que en la Colonia fue muy efectiva para evitar la extinción de estos pueblos, al impedir su
ocupación por parte de ‘extraños’, pero teniendo que sacrificar los extensos territorios en
los que transitaban a sus anchas.
En los siguientes apartes veremos los diferentes dialectos en los que se divide actualmente
el habla de los embera, producto de las diferentes regiones en las que se han establecido
desde la llegada de los españoles, de diferente latitud en el subcontinente, pero siempre
constreñidos a una franja que va desde el litoral occidental –las costas del pacífico
colombiano, trascendiendo sus fronteras- hasta el río Cauca, el cual separa las cordilleras
occidental y central, que atraviesan el país junto con la cordillera oriental de sur a norte, y
cuyas últimas ramificaciones se pierden poco antes de comenzar la región Caribe
colombiana. De esta manera, el escenario que ocupan los indígenas Chocó está conformado
por: el litoral pacífico colombiano con sus llanuras selváticas, la provincia del Darién en
Panamá, las estribaciones de la cordillera occidental y sus ramales terminales al oeste del
río Cauca.
La inclusión dentro de una misma familia lingüística del habla de los diferentes grupos
‘Chocó’ (la lengua waunana y los diferentes dialectos embera) que sobrevivieron a la Colonia
es un hecho reciente. Su clasificación dentro de la gran variedad de familias lingüísticas
americanas es todavía motivo de discusión.
En la literatura sobre indígenas del país existe bastante documentación sobre población y
migraciones de los Chocó, desde los cronistas como Fray Pedro Simón, Bartolomé de Las
Casas, Jorge Robledo, Juan de Castellanos, Pedro Cieza de León, hasta investigadores
recientes como Henry Wassen, Katleen Romoli, Reina Torres de Arauz, Sven Isacsson,
Mauricio Pardo y Patricia Vargas. Estos dos últimos autores colombianos han avanzado la
investigación sobre los embera retomando todos los estudios anteriores. En su artículo
“Bibliografía sobre indígenas Chocó” (1981), por ejemplo, Pardo hace un excelente
recuento de la literatura etnohistórica disponible hasta el momento y en “Regionalización
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de indígenas Chocó” (1987), actualiza la discusión sobre el panorama etnohistórico. Vargas
(1986) encuentra, por su lado, que la avanzada de los embera sobre los territorios de los
indígenas ‘Katíos’ no significó la desaparición total de éstos, sino que se mezclaron unos
con otros, por lo que los actuales embera de la región presentan características particulares
que se podrían asignar a los katíos.
Con el término ‘Chocó’ se designa ya en el siglo XVII a los embera de los altos ríos San
Juan y Atrato y a los waunana del bajo río San Juan. El reporte más antiguo que se conoce
sobre los embera se encuentra en el diario del padre misionero Joseph Palacios de la Vega,
hacia 1787, en San Cipriano, sobre el río San Jorge. Este material lingüístico consta de 37
frases y 107 morfemas, y corresponde en lo fundamental al habla de los actuales embera del
nororiente. (citado por Gerardo Reichel-Dolmatoff, 1955).
Con posterioridad se tiene una serie de vocabularios recogidos por viajeros, en su mayoría
extranjeros, en diferentes localidades de indígenas chocó. Se pueden nombrar los
vocabularios de: Mollien, 1824; Cullen, 1851; Seeman, 1851; Bastian, 1876; Greiffenstein,
1878; Collins, 1879; White, 1884; Peláez, 1885; Etiene, 1887; Simmons, 1887; Pinart,
1887-1898; Velásquez, 1916; Robledo, 1922. Estos materiales son los que
fundamentalmente sirvieron de base para análisis y clasificaciones hasta mediados del siglo
XX.
Pero los estudios comparativos también estuvieron presentes desde el siglo XIX: Bollaert,
en 1860 propone afinidades entre los chocó y Mesoamérica; Adam, en 1888 compara
vocabularios obtenidos por Cullen, Seeman y Uribe; Brinton, en 1891 observa la extensión
territorial del habla de los chocó; Chamberlain, en 1907 determina límites geográficos de
los chocó, entre los 8 y 4 grados de latitud norte, entre el Golfo de Urabá y el Golfo de San
Miguel, y propone el ‘Chocó’ como un grupo lingüístico independiente; Lehmann (1910-
1920) sugiere un parentesco con los dialectos chibcha del grupo Barbacoas y del grupo
Talamanca; Loukotka (1942) reafirma la separación de estas lenguas como Familia
Lingüística independiente y reconoce 9 lenguas ‘actuales’ y 5 extintas; Rivet (1912, 1924,
1943) compara elementos del vocabulario chocó con 56 dialectos caribe, 34 chibchas y 29
arawak, concluyendo una fuerte ascendencia caribe y, en mucho menor medida, chibcha y
arawak; Ortiz (1937, 1940, 1954, 1965), Mason (1950), Meillet (1952) y Tovar (1961) se
atienen a la regionalización de Loukotka y a la afiliación de Rivet.
Los primeros intentos de clasificación de las lenguas nativas de América se dan en la segunda
mitad del siglo XIX. A comienzos del siglo XX se habla de diecinueve familias independientes
para el litoral Pacífico, entre las cuales se encontraba la familia Chocó. -Véanse, por ejemplo, las
clasificaciones de Alexander Chamberlain (1913) sobre las familias lingüísticas de
Suramérica-. Posteriormente, investigadores como Paul Rivet (1944) reducen este número
y proponen la inclusión de la familia Chocó en otras macrofamilias, como la Chibcha o la
Karib. En la actualidad, a la luz de prospecciones lingüísticas recientes, la tesis de la
independencia de esta familia se muestra como la más contundente, dándole razón a sus
defensores, entre quienes, además de Chamberlain, podemos nombrar a Nordenskiold (1928),
Loukotka (1968), Tovar-Larrucea (1984) y Pardo-Aguirre (1988).
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La unidad cultural y el origen común de los Chocó estuvieron durante mucho tiempo en
controversia. La clasificación de Masón en 1950 (ampliada con la de Greenberg en 1960),
por ejemplo, dividía el habla de los Chocó en: empera (con tres variantes); catío (con catorce
variantes); y noanamá (con una variante). Ya Loukotka, en 1942, hablaba de nueve lenguas
Chocó vigentes y cinco extintas y, luego en 1952, con Rivet, proponen diez variantes
vigentes para el grupo Chocó (que llaman división empera) y dos extintas. (Véase Ortiz,
1965, pp. 197-200).
Entre las principales compilaciones bibliográficas sobre los chocó se pueden nombrar las
de: Adam en 1888, con 7 referencias; Lehmann en 1920, con 30 referencias; Reichel-
Dolmatoff en 1945, con 38 referencias; Ortiz en 1954, con 60 referencias; Loewen en 1963,
con 191 referencias, pero no solo lingüísticas sino también históricas; Ortega en 1978, con
67 referencias; y Pardo en 1980, con 72 referencias, y en 1986 una recolección de todo lo
escrito hasta el momento, con 135 referencias donde se incluyen desde trabajos académicos
hasta simples listas de palabras.
Trabajos gramaticales sobre la lengua de los embera se tienen desde 1881, cuando José
Vicente Uribe publica un artículo breve en el que se muestran de manera general los
diferentes tipos de palabras del idioma embera. En 1936, el padre Fray Pablo del Santísimo
Sacramento publicó un ensayo gramatical sobre el habla de los embera-catío de la
Prefectura Apostólica de Urabá, también una clasificación de las palabras embera, donde
dedica una parte pequeña a la sintaxis de la lengua; en 1918 aparece un catecismo Catío-
Español para misioneras de Antioquia; de María Betania hay una gramática Catía, sin fecha
(citada por Pinto, 1974; el padre claretiano Constancio Pinto, publica en 1950 un
diccionario Catío-Español y en 1974 otro extenso diccionario con gramática.
Estudios de corte científico basados en trabajo de campo, se inician con las investigaciones
de Jacob Loewen, misionero menonita norteamericano quien desarrolló un trabajo de
Maestría en 1954, entre los indígenas waunana del bajo río San Juan, y una tesis doctoral en
1958, sobre el habla de los embera del río Sambú, provincia de Darién en Panamá, ambos
trabajos elaborados para la Universidad de Washington. Loewen también escribió
numerosos artículos en lingüística embera sobre fonología, dialectología, comentarios sobre
relatos tradicionales, préstamos del castellano, problemas de alfabetización bilingüe y
cartillas en lengua indígena.
Jean Caudmont, basado en notas de campo tomadas por Reichel-Dolmatoff diez años antes
entre un grupo embera de Riofrío, departamento del Valle, emigrado de la región del
chamí, elaboró en 1955 unas notas sobre generalidades fonológicas y gramaticales. El
misionero claretiano Constancio Pinto, quien vivió con los embera de la región del Chamí
(cabeceras del río San Juan) por más de 40 años, publicó un diccionario sobre la lengua
embera en 1950, y un libro con un vocabulario mucho más extenso y con una parte
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gramatical en 1974. No obstante basarse en trabajos de campo metódicos, estos trabajos
tienen el problema de estar transcritos según la fonética de la lengua castellana y presentar,
especialmente el trabajo de Pinto, indistintamente palabras de zonas como el Chamí, el
Andágueda, el Sinú y el Atrato, sin tomar en cuenta la variación dialectal. Con un poco más
de rigurosidad lingüística, el investigador sueco Nils Holmer, en una de las publicaciones
del Museo Etnográfico de Gutemburgo de 1963, se ocupa extensamente de aspectos
fonológicos y morfológicos del waunana.
El Instituto Lingüístico de Verano -ILV, que llegó al país en el año 1962, llevó a cabo
diferentes trabajos lingüísticos en distintas zonas de indígenas embera. Francés Gralow
elaboró para la zona del Chamí una descripción fonológica, publicada en 1976; Mareike
Schöttelndreyer y Eileen Rex recorrieron los municipios de Dabeiba, Frontino y Chigorodó,
en el departamento de Antioquia, y el alto Sinú, en el departamento de Córdoba, en la
década de los 70 del siglo pasado. Publicaron una fonología del habla de los embera del
alto Sinú y del noroccidente de Antioquia en 1973. De Schöttelndreyer hay una cartilla
alfabética para la zona de Chigorodó de 1973 y un análisis de la estructura de los relatos de
1977. De Eileen Rex hay una tesis de maestría sobre gramática ‘Catía’ para la Universidad
de Texas de 1975. Phillip Harms elaboró cartillas básicas de la lengua y de relatos y
cuentos embera en compañía de indígenas, de 1981 a 1985, para los embera del río Saija en
el litoral caucano (departamento del Cauca), al sur del departamento del Chocó; y con Judy
Powel en 1984 llevó a cabo una descripción fonológica y en 1987 un estudio gramatical
sobre el habla de estos embera. También reprodujo en mimeógrafo algunos relatos embera
y pasajes bíblicos. David Stansell permaneció más de 10 años entre los embera del río
Bojayá en el departamento del Chocó. Escribió sobre los emberá, en “Aspectos de la
cultura material de grupos étnicos de Colombia.” Vol. I, publicación del I.L.V. Michael y
Nellis hicieron cartillas en chamí para los embera del valle de Garrapatas, en el
departamento del Valle del Cauca.
Gordon Horton trabajó con los embera del alto Sinú, entre las décadas del 60 y 70 del siglo
pasado, principalmente sobre morfología de la lengua, además elaboró una serie de cartillas
y otros materiales didácticos. Miguel Loboguerrero efectuó una investigación lingüística en
1976 sobre el dialecto de la región del Chamí, en la que se incluye una descripción
fonológica, una descripción gramatical y un léxico correspondiente. Nelly Mercedes Prado
llevó a cabo un análisis sobre la variante ‘epera’ (‘embera’ de acuerdo con la fonología de
este dialecto) del río Saija en 1982, como su tesis de grado para la Universidad del Valle,
cuya presentación trae fonología, morfología, una cartilla anexa como “Un estudio inicial”
y un léxico de 845 ítems, cada uno con su respectiva trascripción fonética. Colabora con
materiales didácticos en 1985. Profundiza posteriormente en aspectos de la lengua, como la
nasalidad (1991). Posteriormente trabaja en conflictos etnolingüísticos entre negros e indios
(1992), dentro del más amplio proyecto denominado: “Cada río tiene su decir”.
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Para el waunana, además de los estudios de Holmer, se tiene un estudio fonológico y
gramatical, elaborado por las misioneras del Sagrado Corazón, Sánchez y Castro (1977), bajo
la asesoría de Reinaldo Binder del I.L.V. y una monografía de Luz Lotero (1972)
Los primeros indígenas denominados ‘Chocó’ por los españoles fueron los embera del alto
río San Juan, conocidos entonces como ‘Sima’ o ‘Tatamá’, indígenas que hoy se
autodenominan ‘Chamí’. Posteriormente dicha denominación se extendería a los indígenas
del alto río Atrato, en el departamento del Chocó, conocidos entonces como ‘Citará’ o
‘Citarambirá’ -región que junto con la anterior conformaban el llamado ‘Alto Chocó’- y
para los indígenas del medio y bajo San Juan, llamados ya en el siglo XVII,
respectivamente, ‘Poya’ y ‘Noanamá’. A partir de estos puntos, registrados en los papeles
coloniales, y cotejando los datos lingüísticos de los asentamientos actuales, se puede
intentar reconstruir la dispersión de los Chocó. (Véanse mapas: DISPERSIÓN CHOCÓ y
DIALECTOLOGÍA CHOCÓ ACTUAL, elaborados por Mauricio Pardo).
La mayoría de los Chamí, se encuentran aún en el alto San Juan, en los municipios de Mistrató
y Pueblorico, en el departamento de Risaralda, en los límites con Chocó. Se han desplazado
por la cordillera hacia el norte y el sur, a sitios como el alto río Andágueda, en el suroriente del
Chocó, al suroccidente del departamento de Antioquia, municipios de Jardín, Valparaíso y
Bolívar, al norte del departamento del Valle del Cauca, ríos Garrapatas y Sanguininí.
Pequeños grupos se ubican también en otros lugares de Antioquia y Valle y han descendido
incluso hasta los departamentos de Caquetá y Putumayo.
Los llamados en la Colonia Citará o Citarambirá, localizados entonces en el alto río Atrato, en
el río Capá, en Lloró, bajo río Andágueda, se han desplazado hacia el norte por el curso de
este río al alto río Baudó, a los afluentes de la costa al norte de Cabo Corrientes y al Darién
panameño. Estos indígenas ribereños son conocidos en el litoral Pacífico como “Cholos”.
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Por conformar otra zona dialectal y por considerarse más bien indígenas de montaña, creen
los últimos investigadores, con base en los datos analizados y prospecciones en terreno, que
los indígenas que ocupan actualmente territorios en el noroccidente de Antioquia, en
Dabeiba, Frontino, Ituango, Murrí, entre otros, y en el departamento de Córdoba, en el alto
Sinú, río San Jorge, Rioverde, etc. serían provenientes de emberas asentados en los afluentes
orientales del curso medio del río Atrato, un grupo diferente del anterior, ya desde la
Conquista. Estos indígenas se conocen erróneamente como ‘Katíos’, pero de acuerdo con los
documentos coloniales, los verdaderos katíos sucumbieron a finales del siglo XVII, después de
librar una lucha tenaz contra los españoles. Vargas (1990) postula, sobre documentos de
archivo, que muchos katíos se unieron en alianza y guerra con los embera.
Los indígenas que se encontraban en el medio San Juan, llamados Poya por los españoles, cree
Pardo son los ascendientes de los actuales habitantes del medio río Baudó, en los afluentes Catrú,
Dubasa y aledaños, quienes presentan una diferencia dialectal con los del alto Baudó.
Comúnmente se autodenominan ‘Emberas’ para diferenciarse de los de montaña que llaman
‘Katíos’.
Los indígenas asentados en el bajo río San Juan y sus afluentes, en los ríos Juradó,
Jampavadó, Docampadó y Siguirisúa al sur del Chocó, en el río San Juan de Micay en el Cauca,
fueron llamados ‘Nonamá’ o ‘Noanamá’ desde los tiempos de la invasión, pero se
denominan a sí mismos ‘Waunana’ o ‘Waunán’. Se han desplazado a la provincia del Darién
en Panamá, donde se encuentran unos dos mil indígenas, producto de una migración
centenaria, y al río Chintadó, en el bajo Atrato, donde hay unos centenares, emigrados hará
unos veinte años. Los hablantes del Waunana en Colombia se calculan en unos cuatro mil. Al
igual que a los embera, se les conoce como ‘Cholos’. Los waunana y los embera, son las dos
únicas etnias claramente atestiguadas que conforman actualmente la ‘Familia Chocó’.
En 1988, el autor de este artículo presentó junto con el investigador antropólogo Mauricio
Pardo una nueva propuesta de regionalización de los indígenas Chocó -que replantea la
regionalización de J. Loewen- a partir de los diferentes dialectos encontrados en recorridos
por las diferentes zonas con presencia de indígenas Chocó en Colombia. Se presenta a
continuación un extracto copiado directamente del texto donde fue publicada dicha
propuesta por el Instituto Caro y Cuervo, y que aparece en las Memorias del Seminario-
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Taller “Estado Actual de la Clasificación de las Lenguas Indígenas de Colombia”, realizado
en febrero de 1988, bajo el nombre “Dialectología Chocó.”
En la siguiente página podemos ver con detalle las zonas y lugares establecidos por estos
investigadores, así como un cuadro global de las zonas propuestas. En seguida viene el mapa
DIALECTOLOGÍA CHOCÓ, con las isoglosas establecidas.
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4. Estado actual de los estudios sobre la lengua de los embera.
Colombia, al igual que otros países latinoamericanos, con toda la riqueza que le representa su
multiculturalidad y plurilingüismo, solo hasta época reciente ha prestado atención a sus lenguas
aborígenes. No existe aún una política oficial para la defensa de estas lenguas y de sus
hablantes, los cuales no se han extinguido gracias a su lucha propia y al apoyo de un sector de
la sociedad civil. Solo hasta los últimos 20 años del siglo pasado las lenguas indígenas y
afrocolombianas, aún presentes en el panorama nacional, han sido tomadas en cuenta por la
academia.
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la Universidad de Córdoba, donde actualmente trabaja. Elaboró, junto con su padre Rito
Llerena y los embera del Alto Sinú, en el año 2003, un “Diccionario Etnolingüístico de la
lengua embera”, para la Normal Superior de Montería (capital del departamento de
Córdoba).
Sobre el waunana se tienen los trabajos de Gustavo Mejía (1987), egresado también del
postgrado en Etnolingüística de la Universidad de los Andes en su primera promoción.
Elaboró un trabajo gramatical (1987) como Tesis de Grado; una descripción fonológica y
morfosintáctica de esta lengua, para el Instituto Caro y Cuervo (2000b): así como una
presentación de las lenguas aborígenes de la costa pacífica colombiana, para este mismo
instituto. (2000a).
Sobre el habla de los embera del área de Panamá se conocen también un estudio sobre
fonología (1986) y uno gramatical (1985) de Edel Rasmussen, quien trabaja con la
Universidad Nacional de Panamá.
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