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Militancia de la ternura

 Publicado: 16 Junio 2016

Por Alfredo Grande


(APe) No perdamos la ternura jamás, enseñó nuestro Che. Y nuestro Morla
(*) nos enseñó que con ternura venceremos. La ternura por lo tanto no es
solamente un devenir afectivo. Es una política deseante. Y cuando digo
política, me refiero al movimiento real de la lucha de clases.
Para el psicoanálisis implicado, marco teórico y político desde el cual escribo
(mi primer libro editado por APe “Crónicas de Trapo” lo explicita en la tapa) la
subjetividad es el decantado identificatorio de la lucha de clases. O sea:
nuestra mente se forma como fotos y videos que registran nuestras
experiencias incluso antes del nacimiento. Y si tuviéramos que organizar ese
álbum de fotos y videos que construyen nuestra mente, podemos hacer una
divisoria de aguas muy contundente: las imágenes y audios que nos hablan de
deseos y las imágenes y audios que nos gritan de mandatos.
Es lo que denomino el
paradigma de la
simplicidad. Lo simple no
se opone a lo complejo,
pero enfrenta a lo
complicado. La
complicación siempre es
una estrategia del poder
para que nadie entienda
nada, o para que nadie
entienda lo mismo.
Estrategia de la cultura represora de revolver todos los ríos para aumentar las
ganancias de los pescadores corruptores. Si la fe es otro de los nombres del
deseo, la cruzada es otro de los nombres del mandato. Cualquier política que
tolera o auspicie el pasaje del deseo –causa a la cruzada-mandato-,
abandonará más temprano que tarde sus más nobles intenciones y se hundirá
en los pantanos pestilentes de la historia.
Si los designios de Dios son siempre inescrutables, los designios del Diablo
son transparentes. Subordinación sin valor para defender a la patria de los
patrones. La subordinación es incompatible con cualquier forma de ternura. La
subordinación anticipa formas larvadas y amplificadas de crueldad. La ternura
militante exige abandonar todas las jerarquías y sostener las creativas
asimetrías. Exige abandonar la arrasadora autoridad y sostener el despliegue
instituyente del ascendiente. O sea: de sostener el trípode de la implicación:
coherencia, consistencia y credibilidad. Las personas, organizaciones,
colectivos políticos y sociales en las cuales creemos, tienen en nosotros
ascendiente.
En la cultura represora cuanto menos ascendiente se intenta construir más
autoridad. El ascendiente es la magia que nos permite sentirnos “en buenas
manos”. Y dar y recibir ternura sin fantasías persecutorias que siempre impiden
los procesos de pensamiento y sentimiento. Organizaciones como: En Red de
Mar del Plata, La Comunidad Homosexual Argentina (CHA) el Seminario de
Formación Teológica, la Fundación Pelota de Trapo, tienen ascendiente sobre
mí. Pero no autoridad. En la lógica patriarcal, se privilegia la autoridad sobre el
ascendiente. Por eso los interminables debates sobre si el padre puede ser
amigo del hijo.
La ternura no tiene buena prensa en la cultura represora. Es sinónimo de
blandura, de timidez, de femineidad, incluso de cobardía. Lo que se opone a la
ternura es la crueldad, no laviolencia. En lo que denomino “crueldad de
género”, el victimario usa la ternura
como una estrategia de
sometimiento. Hay una falsa ternura
tan peligrosa como la verdadera
crueldad. Por que nos ablanda, nos
anestesias, nos atonta. No todos
somos astutos como Ulises para
resistir los cantos de tantas sirenas.
Un atajo suicida es construir una
ternura por mandato. El mandato de la ternura no es tierno. El mandato
revolucionario es reaccionario.
Todo mandato, especialmente aquellos por los que tenemos simpatía, son
peligrosos. Pienso en: “¡Sean como el CHE!”. Imperativo que exige un logro
imposible. Me atrevo a pensar que el CHE no estaría demasiado de acuerdo.
La idealización es enemiga del ideal. Y la ternura, la militancia en la ternura, es
para mí un ideal. Pero no la idealizo. Podemos ahorcarnos con una chalina de
seda. A los ideales podemos pensarlos. Las idealizaciones piensan por
nosotros. Hay una ternura primaria, fundante, que la denomino “muerte de
meta inhibida”.
En los animales hay un mecanismo que se denomina: “inhibición de la agresión
intra específica”. Nada de eso sucede en el culturalizado animal que somos. La
cultura represora arrasó con ese mecanismo. El ataque al inerme, al débil, al
herido, al desafiliado, al triste, al pobre, al enfermo, es endémico. Recibe
diferentes denominaciones seudo científicas que no vienen al caso ni al ocaso.
Pero hay una ternura que es resultante de inhibir esa muerte tempranísima. Y
sobre esta ternura primaria se desarrolla la ternura secundaria: amor de meta
inhibida. Amor sexuado de meta inhibida. Ternura secundaria que el pedófilo
arrasa. Militancia en la ternura porque las ternuras se transitan. Y forman parte
de nuestra subjetividad deseante.
Única palanca que moverá el mundo imposible en el que vivimos para
construir el mundo posible que nos merecemos.
(*) Alberto Morlachetti

Fuente: https://www.pelotadetrapo.org.ar/2013-09-05-12-30-19/2016/3140-militancia-de-la-
ternura-2.html?fbclid=IwAR1iNkJ1ZvT_SUJcD9D2sFc_AOCXQtrXeZYOkZVjERqUf5gh-hrtTsoUc1s

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