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3/4/2016 Sujeto sin género. La conceptualización del sujeto-mujer en Teresa de Lauretis.

— Hiparquia

Sujeto sin género. La conceptualización del


sujeto­mujer en Teresa de Lauretis.
Ana María Bach

AIEM ­ Facultad de Filosofía y Letras, UBA­AAMEF

Entre los temas que se debaten en los foros teóricos del feminismo, el de si tiene o no sentido utilizar la
categoría de género es uno de los que generan controversias. Brevemente podemos señalar dos posiciones
extremas: quienes consideran que hablar de género es hablar de una categoría útil para el análisis y quienes
sostienen la inconveniencia de su uso ya sea por considerar que hay que desconstruirla o por pensarla como
superada. Expondremos la posición que toma Teresa de Lauretis a través de parte de sus ensayos escritos entre
los años 1984 y 1990.[1]

A manera de presentación

Una manera de caracterizar a un/a autor/a es a partir de sus datos biográficos y de cómo se autodefinen.
Teresa de Lauretis, ¿de nacionalidad italiana? y radicada en los EE.UU. se define a sí misma como teórica
feminista que ha estado constantemente involucrada con el feminismo, los estudios de la mujer, las teorías
psicoanalíticas, las estructuralistas, las semióticas, en especial, las cinematográficas. Pero además la podemos
conocer a partir del estilo que utiliza en el desarrollo de sus ensayos, el diálogo que tanta importancia tiene en
el feminismo. Frecuentemente dialoga con otras teóricas feministas y con ella misma. Lo valoriza porque el
diálogo, que caracteriza a la escritura crítica feminista “continuamente trabaja como una variación de
aumento de conciencia...” y es una forma significativa de práctica cultural feminista, aunque... “no siempre
reductible a la actividad ‘académica’”.[2]

Otra manera de intentar la caracterización de un/a autor/a es tratar de ubicarlos/as en una corriente de
pensamiento ­en este caso dentro de la teoría feminista­ si, por ejemplo, pertenece al posmodernismo, al
posestructuralismo, si es marxista, si es feminista cultural, si adhiere a un feminismo que sostenga la diferencia
o la igualdad, etc. En el caso de Teresa de Lauretis es difícil decidir en qué corriente se podría ubicar, sin
traicionar su pensamiento e intereses. Por ejemplo Linda Alcoff[3] considera como eje diferenciador la
oposición esencialismo­antiesencialismo y ubica la obra de las teóricas feministas en alguno de estos polos. Con
respecto a este tema de Lauretis considera haber “alcanzado el punto de ventaja de una posición teórica que
las contiene o las subsume...”.[4] Quizás sea prudente, entonces, y sobre todo en este caso evitar los intentos
clasificatorios. Pero sí resulta significativo conocer cuáles son las corrientes de las que se nutre.

De los filósofos contemporáneos se ha basado principalmente en Althusser, del que trabajó el concepto de
ideología y en Foucault que a través de la Historia de la sexualidad desarrolló el tema de la tecnología del sexo.
Ambas nociones son reformuladas por Teresa de Lauretis otorgándoles sentido en términos de género,
concepto que no había sido visible para los autores citados. Polemiza con Eco ─y a través del análisis de su
obra revaloriza a Peirce─ y con Lévi­Strauss entre los varios científicos que tampoco reconocieron a la mujer
como sujeto. Reconoce el aporte del psicoanálisis en cuanto al haber considerado que la subjetividad se
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construye a partir y dentro del lenguaje y el haber considerado a la subjetividad como sexuada, aunque esa
subjetividad sea la de un sujeto masculino. De Lauretis reconoce como dominantes en las teorías críticas
actuales tanto al modelo lingüístico estructural como al psicoanalítico[5], por eso los analiza y señala tanto sus
ventajas como sus limitaciones desde una óptica feminista.

Cabe preguntarse ahora si la desconstrucción ocupa un papel en la obra que examinamos, ya que parecería
ineludible su tratamiento por parte de una autora contemporánea que reconoce como significativas la obra de
autores como Althusser y Foucault así como la influencia del estructuralismo y el psicoanálisis. Pero antes de
tratar la cuestión específicamente en de Lauretis, consideramos conveniente hacer algunas precisiones acerca
de la desconstrucción en el ámbito filosófico y en especial en el feminismo. Frente a un uso “liviano” del
término desconstrucción, consideramos que conviene recordar cuál es el sentido derrideano. El concepto de
desconstrucción no debe ser tomado como un método, según la intención de Derrida. Tal como lo utiliza en sus
obras, se refiere al ámbito de la gramática. Pero esta expresión tuvo una variada y amplia repercusión en los
distintos ámbitos intelectuales tanto artísticos y científicos como filosóficos que tornaron su sentido como
desestructuración, descomposición de las estructuras conceptuales de un sistema, así como también la
desocultación de los sistemas de significación.

La desconstrucción no tiene el sentido negativo que le han adjudicado algunos críticos, ni siquiera desde el
contexto inicial de su utilización (como traducción del término heideggeriano de Destruktion). La
desconstrucción lleva implícita la reconstrucción[6].

Y retornando a si de Lauretis utiliza la desconstrucción en este sentido, consideramos que hay que hacer
algunas aclaraciones; una es que no aparece en los ensayos examinados para este trabajo la decisión explícita
de la desconstrucción por parte de la autora, aunque observamos que siempre está preocupada por la
desarticulación de los mecanismos sociales e históricos de la dominación y de la invisibilización de las mujeres.
Es evidente que el tema le interesa aunque no polemice directamente con Derrida, ya que, por ejemplo en el
capítulo I de Technologies of gender, entabla un diálogo muy interesante con Jonathan Culler quien se preocupó, a
través de la sistematización de la obra de Derrida, por analizar las implicaciones de la desconstrucción en el
psicoanálisis y en el feminismo. Y la otra aclaración es que aunque la crítica tiene para de Lauretis un sentido
constructivo y persigue el logro de una mayor autoconciencia ─en esta actitud podemos reconocer el sentido
positivo de la desconstrucción derrideana─ esto no es suficiente para afirmar que utiliza la desconstrucción
derrideana.

Pero volvamos a los modelos lingüístico estructural y psicoanalítico que de Lauretis señala como dominantes
en la crítica contemporánea y veamos el por qué del énfasis. Uno de los temas centrales para una teórica
feminista es el de la construcción de la subjetividad femenina. Los seres humanos, en tanto seres sociales, nos
construimos cotidiana y primariamente a partir de los efectos del lenguaje. Los códigos y las formaciones
sociales definen la posición del significado de los sujetos y a partir de ello reelaboramos esa posición en una
construcción subjetiva. La representación se construye al tiempo que la auto­representación. Hasta aquí parece
que se está hablando efectivamente de todos los sujetos. Pero subrepticiamente también se construye la
diferencia entre sujetos varones y sujetos mujeres y también se establece la valoración jerárquica y negativa del
sujeto­mujer.

El cine, soporte material y actividad significante, es uno de los aparatos sociales a partir de los cuales se
construye la subjetividad. Es, entonces, a partir de una crítica del cine que se puede desentrañar, entre otros
temas, la ideología que subyace en la representación de las mujeres. En Alicia ya no, de Lauretis plantea que en
el cine, lo mismo que en las teorías acerca del lenguaje, como en el psicoanálisis, se niega a la mujer su posición
de sujetos y creadoras de cultura, relegándolas al papel de objeto y fundamento de la representación. La
subjetividad de las mujeres se define, en realidad, a partir de los sujetos masculinos. Esto produce que las
mujeres se encuentren a sí mismas en un vacío de significado, “un lugar no representado, no simbolizado, y así
robado a la representación subjetiva (o a la auto­representación)”.[7] Y esto es lo que no aparece en ninguno
de los modelos mencionados anteriormente.

El análisis de los ensayos de Teresa de Lauretis me ha llevado a considerar que en los ensayos que componen
Alicia ya no ─los primeros en el tiempo─ afirma una relación entre los conceptos de género y sujeto­mujer que
abandona por la postulación de los sujetos excéntricos. Intentaré señalar primero el pasaje de la noción de
sujeto­mujer a la de sujeto excéntrico a partir de la caracterización de ambos conceptos y luego, a manera de
conclusión, señalar cuáles son los aspectos teóricos en los que podemos coincidir y cuáles no desde la teoría
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filosófica de género que llevamos a cabo en el equipo de investigación del que formo parte, teniendo en cuenta
los contextos socio­culturales en los que trabajamos.

Revisemos la historia reciente del feminismo teórico

En sus ensayos “La tecnología del género” y “Sujetos excéntricos: la teoría feminista y la conciencia histórica”,
Teresa de Lauretis establece distintas etapas por las que ha pasado el movimiento feminista. Considero de
utilidad sintetizarlos porque de alguna manera se relacionan con las nociones de sujeto­mujer y sujeto
excéntrico.

En la década que va de los sesenta a los setenta y todavía avanzados los setenta, se pensaba al género como
diferencia sexual. Pero esta equiparación tiene el defecto de concebir esta diferencia como universal y esencial ­
tanto para el varón como para la mujer­ lo que hacía dificultoso articular las diferencias entre las mujeres y la
Mujer. El movimiento del feminismo, en tanto movimiento social, descubrió que la Mujer no existe, que su
existencia es paradojal, ya que al mismo tiempo que se encuentra atrapada en el discurso, está ausente de él; es
“un ser cuya existencia y especificidad es simultáneamente declarada y rechazada, negada y controlada”.[8]

En la década de los ochenta, a partir de la influencia que tuvieron en las ciencias sociales las teorías filosóficas
de Althusser, con el concepto de ideología, de Derrida con la desconstrucción y de Foucault con la postulación
de la tecnología del sexo, las teóricas feministas, entre ellas de Lauretis, partieron de las explicaciones de la
construcción de los sujetos en tanto representaciones formadas en la actividad de experimentar la raza, la clase
y la sexualidad. Y aunque los autores mencionados no habían considerado al género en sus teorizaciones, sus
hipótesis fueron lo suficientemente significativas como para que de Lauretis propusiera que tanto la
representación como la auto­representación del género también son el producto de diferentes tecnologías
sociales ─tales como el cine─ de discursos institucionales y de las prácticas críticas además de las cotidianas.
Esta construcción continúa, quizás menos obviamente, en la comunidad académica e intelectual y también
dentro del mismo feminismo.

A partir de ese momento en el feminismo se tuvo en cuenta la necesidad de partir de la paradoja señalada
anteriormente y centrarse en ella. “Porque si la constitución del sujeto social depende del nexo que existe entre
el lenguaje, la subjetividad y la conciencia, es decir, que si, en otras palabras, lo personal es político, porque lo
político se hace personal por medio del impacto subjetivo que tienen las experiencias de los sujetos, el objeto
teórico o el campo de saberes del feminismo y de los otros modos de saber que queremos como feministas (de
metodologías, saberes o conciencias) se encuentran atrapados en la paradoja de la mujer.” En los espacios
discursivos “la mujer está al mismo tiempo ausente y cautiva: ausente en cuanto sujeto teórico, cautiva en tanto
sujeto histórico”.[9] Esta es la paradoja.

La teoría feminista, siempre siguiendo a de Lauretis, se encuentra ahora en un tercer momento de


reconceptualización del sujeto, la comprensión de la marginalidad como una ubicación del sujeto­mujer, de la
identidad en tanto des­identidad y del autodesplazarniento que supone el movimiento a la vez subjetivo y
social, interno y externo, personal y político.

De los sujetos generizados a los sujetos excéntricos

Consideramos que las etapas del feminismo señaladas se corresponden de alguna manera con las distintas
formas de concebir al género. Hay muchos sentidos en los que se puede hablar de género, tanto en las distintas
lenguas como en un mismo sistema lingüístico. Por ejemplo, de los significados que aparecen en el diccionario
inglés sobre la definición de género, de Lauretis encuentra que es primariamente un término clasificatorio. Desde
el punto de vista gramatical las palabras y formas gramaticales se clasifican por la presencia o ausencia de
género; un segundo sentido es el de clasificación de sexo: sexo, aproximación que no se encuentra en las lenguas de
origen latino, y que lleva a la conclusión que esta particularidad del idioma inglés da por tierra con cualquier
pretendida internacionalización sobre el género. Pero un tercer sentido, el de género corno representación, la
lleva a hilar más fino sobre el tipo de representación y a mostrar que esta representación no alude a un
individuo sino a una relación social, que refiere a un individuo en una clase. Afirma luego que en toda sociedad
hay un sistema sexo­género, conformado en estrecha relación con factores políticos y económicos. Entonces la
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construcción cultural de sexo en género la lleva a sostener que la construcción del género es tanto el producto como el
proceso de su representación, y de su auto­representación.

La construcción de la representación construye al mismo tiempo la auto­representación a través de los


discursos institucionales y de las diversas tecnologías sociales, como por ejemplo el cine, que tienen la
posibilidad de control del campo de significaciones sociales y la posibilidad de producir y promover
representaciones de género. Pero hay una diferencia entre las representaciones y auto­representaciones
masculinas y las femeninas. Lo femenino se construye corno el “otro” de lo masculino, más aún los sujetos
femeninos no se reconocen como representación sino que son lo que queda en los márgenes del discurso
hegemónico, en el espacio­en­off de sus representaciones, en los espacios tanto discursivos como sociales que
existen. Así se construyó y se sigue construyendo el sujeto­mujer. Destacamos en este punto la incidencia de la
óptica de género en la constitución de la subjetividad.

Ahora bien cuando hablamos de “sujeto” es importante tener en cuenta que lo podemos hacer desde distintos
planos: ontológico, gnoseológico, psicológico, lógico, gramatical. El no tener presente desde qué plano se está
hablando puede llevar a confusiones y paradojas. Cuando de Lauretis habla de sujeto y de construcción de la
subjetividad, lo hace al mismo tiempo desde los planos psicológico y ontológico. Psicológico porque, por ejemplo,
considera importante, en relación a la constitución de la subjetividad, la definición de identificación como la
operación por la cual se constituye el sujeto humano, de LaPlanche y Pontalis.[10] Pero interesándole lo
ontológico en la consideración de los sujetos en tanto sujetos sociales.

Esta es una postulación acerca del sujeto, que parece responder a un momento del movimiento teórico
feminista, a la necesidad de señalar que los sujetos se construyen también como sujetos generizados, pero
mostrando al mismo tiempo la desventajosa conformación de la subjetividad de las mujeres dentro del
patriarcado. Así comparte con Lea Melandri que “La mujer entra en la historia habiendo ya perdido su
condición concreta y singular: es la maquinaria económica que reproduce a la especie humana, y es la Madre
con mayúscula, un equivalente con más valor universal que el dinero, la medida más abstracta jamás
inventada por la ideología patriarcal.”[11] Los sujetos, por consiguiente, se constituyen en tanto son sujetos
sociales, a través de los lenguajes que operan en la sociedad en la que están insertos. “Hay ‘lenguajes’,
estrategias lingüísticas y mecanismos discursivos que producen significados; hay diferentes modos de
producción semiótica, formas distintas de invertir esfuerzos para producir signos y significados. En mi opinión,
la manera de emplear ese esfuerzo, y los modos de producción implicados, tienen una relevancia directa,
incluso material, para la constitución de los sujetos dentro de la ideología: sujetos diferenciados por la clase, la
raza, el sexo y cualquier otra categoría diferencial que pueda tener valor político en situaciones vitales
concretas y momentos históricos determinados”.[12]

Esta caracterización de los sujetos generizados como seres sociales que se construyen a partir de los efectos del
lenguaje y la representación, colocados en una posición de significación que varía históricamente, y el sentido
de que es a partir de esas significaciones que el individuo elabora su subjetividad genérica, ya está planteado
desde los ensayos que conforman Alicia ya no. Hasta acá se trató de la noción de sujeto­mujer, sujeto sexuado.
En la historia del feminismo, de una u otra manera también está planteado desde los comienzos que la
diferencia entre lo masculino y lo femenino está basada en términos de diferencia sexual y que las mujeres han
sido invisibilizadas en tanto sujetos, en virtud de esa diferencia. Pero, a pesar de que el feminismo avanzó en la
toma de conciencia de cuáles son los mecanismos sociales de opresión de las mujeres, y en considerar como
obvio que las diferencias son culturales y no naturales ─punto en el que casi hay acuerdo─, teóricas como
Monique Witting observan que en realidad todavía queda “en el medio de la cultura un núcleo de naturaleza
que se resiste a ser examinado, una relación cuya característica se encuentra inevitablemente en la cultura y en
la naturaleza, que es la relación heterosexual”.[13] Aparece así lo que da paso a la necesidad de postular el
concepto de sujeto excéntrico.

Los estudios críticos ­entre los que se cuentan los de Lauretis­ realizados a partir del énfasis puesto en la noción
de contrato heterosexual como una de las instituciones sociales opresoras que determinaron la posición
mujer/varón, muestran la incidencia en la concepción y posición de los sujetos. Se hace necesario postular un
nuevo tipo de sujeto que se encuentre fuera del sistema conceptual vigente. Ya no tiene sentido hablar de
sujeto‑mujer, porque esto implicaría continuar dentro de la vigencia del contrato heterosexual del cual las
lesbianas se encuentran al margen por no ser mujeres ni hombres, por ser algo más, algo diferente. Ya no tiene
sentido seguir indagando acerca del género, porque según de Lauretis hay que concebir al sujeto de modo que
exceda la categoría de género como modo le quebrar el contrato heterosexual. Este sujeto social sería un sujeto
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excéntrico constituido en un proceso de nueva comprensión de la historia y le la cultura. Este sujeto excéntrico es
“una posición que se logra sólo por medio de las prácticas del desplazamiento político y personal a través de
los límites de las identidades sociosexuales y de las comunidades, entre los cuerpos y los discursos...”.[14]

De esta manera, a mi entender, realiza un giro en su posición con respecto a la noción de sujeto sostenida en
caracterizaciones anteriores, en las que la categoría de género tenía sentido en la explicación de la constitución
de los sujetos.

Acuerdos y desacuerdos

Coincidimos con las tesis de Lauretis en cuanto a la historicidad del sujeto social, a la constitución de la
subjetividad dentro del entramado de las relaciones sociales situadas en un aquí y un ahora. Es importante el
respeto por las características de cada contexto cultural y la toma de conciencia de las limitaciones actuales del
conocer lo que pasa en cada uno de los diversos ámbitos geográfico­culturales, diversidad que de no tenerla en
cuenta conllevaría a un peligroso mantenimiento del etnocentrismo que caracterizó a la filosofía occidental.
Estamos de acuerdo con las formas en que plantea la constitución de las subjetividades y la de los sujetos­
mujeres en especial por la necesidad de incluir la óptica de género en todo análisis que involucre a lo social.
Pero si la crítica del patriarcado se ha podido efectuar desde dentro mismo del patriarcado, ¿por qué no pensar
que podemos operar de la misma forma con respecto a la crítica del contrato heterosexual, en lugar de
plantear la hipótesis de los sujetos excéntricos? Quizás no es el desplazamiento de los sujetos excéntricos la
única posibilidad de análisis. Quizás porque en el equipo de investigación del que formo parte sostenemos la
posibilidad de una idea utópica reguladora,[15] tema no específico de este trabajo y por eso diré solo que la
imagino como una sociedad libre de discriminaciones, en la que sus sujetos sociales no estén posicionados ni en
las diferencias de sexo ni en las de género, así como tampoco en las de clase, etnia o religión, entre las
discriminaciones más habituales. Además, situadas en la Argentina de hoy considero que todavía necesitamos
de la categoría de género, dado que para muchos/as ni siquiera existe como categoría de análisis que valga la
pena tener en cuenta, quizás debido a prejuicios o resistencias no explicitados. Lo cierto es que la toma de
conciencia acerca del cambio de óptica que aporta el feminismo es una etapa fundamental que en nuestro
medio académico aún no ha alcanzado a toda la comunidad.

[1]              De Lauretis, Teresa, Alicia ya no, Madrid, Cátedra, 1992, trad. cast. Silvia Iglesias Recuero (original
en inglés de 1984).

                              “Repensando el cine de mujeres. Teoría estética y feminista” y “La tecnología del género” en
Technologies of Gender, Indiana University Press, 1988.

                “La esencia del triángulo, o tomarse en serio el riesgo del esencialismo: teoría feminista en Italia, los
E.U.A. y Gran Bretaña” en Debate feminista, año I, vol.2, septiembre 1990, México D.F. (artículo escrito en
1989).

                “Sujetos excéntricos: la teoría feminista y la conciencia histórica”, en Cangiano, Ma. Cecilia y
DuBois, Lindsay (comp.) De mujer a género. Teoría, interpretación y práctica feminista en las ciencias sociales, Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina, 1993 (Artículo original de 1990).

 [2]              “La esencia del triángulo...” p. 86.

[3]              Alcoff, L., “Feminismo cultural versus pos­estructuralismo: la crisis de la identidad en la teoría
feminista”, Feminaria, Año II, N° 4, Bs. As., 1989.

[4]              “La esencia del triángulo...” p. 88.

[5]              Cf. Colaizzi, G., (ed.), Feminismo y teoría del discurso, p. 16.

[6]              Cf. la “Introducción” de Patricio Peñalver en Derrida, J., La desconstrucción en las fronteras de la filosofía,
Barcelona, Ediciones Paidós, 1989. Quizás la siguiente definición de Derrida, citada en la misma
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“Introducción” acerca de lo que significa desconstruir en filosofía refleje en parte la tarea de de Lauretis con
respecto al concepto de género: “’Desconstruir’ la filosofía sería así pensar la genealogía estructurada de sus conceptos de la
manera más fiel, más interior, pero al mismo tiempo desde un cierto exterior incalificable por ella, innombrable, determinar lo que
esta historia ha podido disimular o prohibir, haciéndose historia por esta representación interesada en alguna parte”. Posiciones,
trad. cast.: Valencia, Pretextos, 1976, p.12.

[7]              Cf. Alicia ya no, p. 19.

[8]              “Sujetos excéntricos...”, p.73

[9]              Idem pp. 73­74

[10]             “Repensando...”, p. 255.

[11]            Idem

[12]             Alicia ya no, p. 55.

[13]             Citado en “Sujetos excéntricos.”, p. 90.

[14]             Idem p. 106.

[15]             Cf. nuestros trabajos en Santa Cruz, M.I. et al., Mujeres y filosofía. Teoría filosófica de género, Bs. As.,
C.E.A.L., 1994.

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