Está en la página 1de 1

En la fila de la carnicería una señora me cuenta que, a la vuelta, va a abrir un bar.

Me gustan los
bares. Hoy es domingo, me levanté temprano, tengo hambre, voy al bar.

El Bar que se llama “El Bar de Manolo” no es ni cool, ni moderno, por eso me decido a entrar. Abro
una puerta roja, dentro hay 6 mesas, me siento en una esquina le pido a Manolo un café en vaso
que es más rico que un café en taza y que me traiga por favor una tosta con tomate.

Me como y bebo todo más lento que de costumbre, entraron unos técnicos y trabajaron en la
puerta roja, no parecía rota, pero lo que me gusta de los bares es ver el movimiento, los haceres,
las conversaciones , los mundos ajenos.

Salgo por la puerta roja, me encuentro en medio de una celebración callejera. Ese mismo día en el
2323 inauguraban la primer puerta al pasado, que evidentemente funcionaba mal porque también
era una puerta al futuro (los técnicos se mandaron una macana me parece). Hasta en el futuro
utópico hay errores porque sin errores todo sería un horror.

Me encuentro con un mundo ajeno, es bellísimo, hay muchos colores, muchas plantas, muchas
mariposas…. La carnicería donde la señora me contó del nuevo bar no está, en el en el 2100 el
consumo de animales cayó y se cerraron de este tipo de comercios.

Hay mujeres en pantalones cortos sin depilar, hay cabras, gallinas sueltas y hasta una llama
comiendo una hoja, un pájaro se me posa en la cabeza, no me tiene miedo. El pájaro se queda en
mi cabeza un buen rato y yo sigo caminando.

hay parques en lugar de supermercados y huertas en lugar de aparcamientos. Un anciano me


cuenta que la palabra soledad ya no es una condena, que las palabras éxito y fracaso se usaban
tan poco que muchos no sabían que significaba, las personas mayores escuchan los jóvenes y los
jóvenes escucha a las personas mayores.

Hay muchos pájaros cantando, el que tengo arriba de mi cabeza se va volando y me encuentro con
una chica, me dice que el dinero y los objetos no están de moda, que ahora lo último que se lleva
es la empatía.

Sigo caminando, un niño corre, cae y llora, el padre que viene detrás le dice que está bien llorar.
No existe el miedo a los insectos, hay pocos coches y muchas bicicletas, se camina sin prisa, hay
olor a vainilla.

Cansada de tanto andar volví al “Bar de Manolo, le pido a Manolo un café en vaso que es más rico
que un café en taza y que me traiga por favor una tosta con tomate, cuando salí ya estaba en casa
con el extraño optimismo de saber de que todo iba a ir bien.

También podría gustarte