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MT 19,6
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GAUDIUM ET SPES nº 48
relación de Dios con su pueblo y viceversa”3 (nº 70). La vocación al ma-
trimonio: “la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de
un discernimiento vocacional” (nº 72). Se dan situaciones imperfectas:
“frente a situaciones difíciles y a familias heridas, siempre es necesario
recordar un principio general: los pastores, por amor a la verdad, están
obligados a discernir bien las situaciones”4. Por lo que, hay que evitar los
juicios que no toman en cuanto la complejidad de las diversas situaciones
(nº 79). La Iglesia doméstica: “aquí se aprende la paciencia y el gozo del
trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre-
todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida”5
(nº 86). La Iglesia es familia de familias, la Iglesia es un bien para la fa-
milia y la familia es un bien para la Iglesia (nº 87).
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DEUS CARITAS EST nº 11
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FAMILIARIS CONSORTIO nº 84
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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA nº 1657 3
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1 COR 13,2-3
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SUMMA THEOLOGIAE II-II, q. 27, a. 1, ad 2.
valorar lo bello y sagrado de su ser personal, que existe más allá de sus
necesidades” (nº 127). Hay tres palabras clave en el crecimiento del amor:
“permiso, gracias y perdón” (nº 133). Valorar al otro: “desarrollar el há-
bito de dar importancia real al otro. Se trata de valorar su persona, de re-
conocer que tiene derecho a existir, a pensar de manera autónoma y a ser
feliz” (º 138). Mientras la virginidad es un signo escatológico de Cristo
resucitado, el matrimonio es un signo histórico para los que caminamos
en la tierra, un signo de Cristo terreno que aceptó unirse a nosotros y se
entregó hasta darnos su sangre. La virginidad y el matrimonio son, y deben
ser formas diferentes de amar, porque el hombre no puede vivir sin amor
(nº 164).
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Decr. Apostolicam actuositatem, sobre el apostolado de los laicos, 4.
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Dietrich Bonhoeffer
desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la
plenitud del amor y de comunión que se nos ha prometido” (nº 325).
Conclusión
La Amoris Laetitia es un documento solemne del magisterio ordinario,
escrito con un lenguaje pastoral, suficientemente claro, que debe ser reci-
bido con todo respeto y en su totalidad. Fijarse solo en aquellos pocos
párrafos que se refieren a situaciones particulares, que exigen un discerni-
miento caso por caso (como siempre se ha hecho en la Iglesia) es no hacer
justicia al documento y olvidar sus muchas riquezas. El escrito del Papa
habla fundamentalmente de los aspectos más positivos, alentadores y lu-
minosos del amor conyugal; y cuando es oportuno proyecta la luz de la
misericordia sobre las situaciones más dolorosas, que requieren un trata-
miento personal y diferenciado.