Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Javier de Lorenzo
1. Hasta el momento en el que surge la Ciencia en los entornos del s. XVI, del XVII y
en el mundo occidental, la especie humana se ha constituido como tal especie
elaborando artefactos para transformar el entorno en el que se sitúa y sobrevivir y
transformarse en él. Elaboración de artefactos con desarrollo de unas prácticas
productivas que, desde su origen, muestran dos caras: la praxis en sí y el diseño y
producción o fabricación de los artefactos o utensilios diseñados para llevar a efecto
dichas prácticas con un rendimiento mayor. Dos caras de una misma praxis y plena
interrelación o retroalimentación entre ellas porque dependen una de la otra.
La plasmación de la especie como especie humana ha supuesto que junto a la
producción natural se alce la producción humana. La primera supone fenómenos,
objetos que aparecen de modo “natural”, aunque en ocasiones se beneficien por la
intervención de algún agente extraño para un fenómeno concreto en sí. La segunda, la
producción humana, supone la aparición de un efecto –objeto, relación, fenómeno- a
partir de alguna realidad existente y de tal modo que no se encuentre necesariamente en
dicha realidad aunque desde su producción o realización se incorpore a la misma.
Ejemplo del primer caso es una tormenta, el arco iris, las manzanas, el arroz o el maíz
natural… Del segundo, artefactos “materiales” como casas, lanzas y flechas, vestidos,
vasijas, cuchillos, y artefactos “culturales” como las relaciones de paralelismo o
perpendicularidad que surgen en la edificación de una casa o de un cercado, los
diagramas en las vasijas, las estatuas, los elementos funerarios…, pero también el
diseño de estrategias para el cultivo de ese arroz o de ese maíz naturales o las que se
requieren para la domesticación de animales que se van a transformar desde la
plasmación de este diseño y su cultivo que encierra, a la vez, su consecuente elemento
de prospectiva incorporado al ser humano...
En la producción humana hay manipulación y transformación de una materia
que está ahí –el mármol se transforma en estatua; el árbol en leña, viga, mesa, puerta; la
piedra en cercado o proyectil para la honda-, pero también se da el paso a relación
3
saber teórico al que se incorporan unas valoraciones por las cuales se le dota de un nivel
superior al productivo, al que llevan a cabo los miembros de la polis que no son, no
alcanzan a ser ciudadanos aunque tampoco tengan la categoría de esclavos. Desde este
saber se distinguirá una techné o arte en sentido amplio y que cubre la praxis productiva
y una Techné o Arte con mayúscula que cubre teóricamente la primera.
Planos interrelacionados porque la techné o arte productivo, la técnica, exige del
Arte teórico ya que cualquier obra para ser obra bien hecha requiere de unas normas que
a su vez se encuentren bien fundamentadas: recta ratio aliquorum faciendorum operum,
escribirá Tomás de Aquino y se hará tópico en las obras al uso. Sin olvidar la recíproca:
el Arte con mayúscula –el conocimiento- será nada si no se tiene una práctica adecuada.
Lo que se tiene es una separación de praxis, normas y justificaciones con sus
valoraciones y consecuencias sociales asociadas. Con su posterior desgajamiento en
Artes liberales como más teóricas y Mecánicas o serviles, a la vez que intentos de
creación de saberes epistémicos propios. Igualmente la aparición de pugnas de algunos
para alcanzar el nivel y estatuto social que poseen quienes practican los saberes liberales
y los epistémicos o humanistas.
imaginación del artista. Imaginación que permite producir lo que todavía no existe en la
physis. Así, la idea de una polis con su urbanismo, sus edificios y calles, su teatro,
anfiteatro, mercado, ágora…, idea de polis que el arquitecto ha ido formando y que
plasma en diseño. Idea de polis que, de materializarse, lo hará atendiendo a un lugar o
topos y a unos materiales preexistentes y con un trabajo y esfuerzo asociados.
Lo mismo ocurre en el plano o cara de los artefactos –el de los escultores,
pintores, poetas, oradores…-, donde el técnico, el artista imita o produce. Y lo hace con
reglas o normas y con unas pre-condiciones: es artista quien ha nacido en un estamento
social determinado y quien posee aptitudes para ello. Aptitudes que no bastan, sin
embargo, en el caso de ciertos oficios aunque en todos ellos haya que dedicar
aprendizaje y esfuerzo, trabajo. Con esfuerzo y trabajo, todo individuo puede alcanzar
su rango apropiado aunque quizá no se manifieste como un artista pleno.
Citaría el diálogo Fedro como modelo de discusión, y de ironía, en torno a una
techné o arte específica y propia del ciudadano ateniense, la retórica, básica para la
política democrática de la polis helena: establecimiento de las partes del discurso,
manera de pronunciarlo según el público al que va dirigido, necesidad de poseer la idea
previa de lo que se va a decir, pero también la imposibilidad de dar recetas para el
contenido de la pieza oratoria...
En ningún caso hay creación en el sentido de hacer algo a partir de la nada y si
lo producido no está en la physis, como no lo está el discurso del que se trata en Fedro,
sí lo está la idea o forma que compone, produce o genera el orador; porque esa idea se
conforma, en este caso, en su imaginación apoyada en la memoria, con una finalidad, un
público y un momento dados.
La Imaginación, desde lo epistémico justificativo, se adopta como una de las
potencias de la parte sensitiva de todo individuo. Desde el plano justificativo, ya en la
corriente aristotélico-escolástica, se quiere que las potencias sensitivas sean cuatro:
sentido común, memoria, potencia cogitativa y fantasía o imaginación. Unidas,
especialmente la memoria y la fantasía, son las claves para elaborar la idea o forma que
el artista pretenderá plasmar, posteriormente, en objeto a través de su técnica o arte, en
un proceso que no es creador sino productivo.
Y una precisión: si el término poíesis se traduce tradicionalmente como obra o
producción debo indicar que va a tomar un sesgo muy específico desde el s. XVIII y
especialmente desde el s. XIX en el que su significado se centrará básicamente en lo
económico, con su dual “consumo” y sus asociados “trabajo productivo” y “trabajo
6
improductivo”. Cae, igualmente, bajo las categorías marxianas desde las que se resalta
que es la especie humana la que ha producido sus medios de subsistencia frente a otras
especies. El término “producción” queda excesivamente sesgado bajo un tamiz
económico. Aquí lo mantengo, sin embargo, en una acepción lo más amplia posible.
permiten, por ello, su unificación. Son los principios de conservación –de masa, de
inercia-, de mínima acción… con sus constantes universales asociadas.
Se pasa así a un mundo compuesto de cuerpos materiales en movimiento
estructurados en artefactos y donde lo artificial pasa a primer plano. Como escribe
Descartes, lo natural para el reloj es dar las horas lo mismo que lo natural para el árbol
es dar sus frutos; el reloj o mecano y el árbol, identificados. Un mundo donde lo
artificial se convierte en natural.
El hombre, en este mundo, máquina mecánica; después, termodinámica; hoy,
intento de robocop. Máquina-ordenador neuronal, máquina biológica, máquina físico-
química con sus emergencias correspondientes, con sus genes más o menos egoístas...
4. Lo que importa destacar es que este marco establece lo que el filósofo natural, el
científico, ha de observar: las cualidades primarias y sólo ellas. Tiene que observar
materia y movimiento y sus atributos, extensión, cantidad de materia o masa, forma,
velocidad, cambio de velocidad o aceleración, posición y cambio de posición… La
metáfora mecanicista obliga a que el científico, en su praxis, tenga que ver lo que no ve
y no ver lo que ve.
En el mundo de la praxis científica se tiene que tener mucha imaginación para
entrar e inventar en él. Imaginación muy compleja, de muchos tipos. Así se tiene la
imaginación visual con la cual se aprende a ver lo que no se ve. Un ver condicionado
por cada época, por cada saber y su disciplina correspondiente. Un ver que no consiste
en la captación perceptiva, figural. Y basta mencionar el problema de una visualización
del electrón, por ejemplo, y de si una pregunta que se pueda hacer sobre su aspecto tiene
sentido… También hay una imaginación analógica, imaginación con la cual manejar la
herramienta básica que he mencionado de la metáfora que es la semejanza, la analogía.
Desde ellas, por ejemplo, se consideran análogos el fluido y el aire, o la vibración
sonora y el fluido luminoso…
Hay que tener la imaginación de un matemático excepcional como Blas Pascal
para diseñar un experimento –hoy elemental- como el que se realizará en el Puy de
Dôme para mostrar que el aire es un fluido, una materia y no una sustancia en el sentir
aristotélico-escolástico; por serlo, pesa y, además, su peso varía con la altura sobre la
superficie terrestre. Recuerdo que los diccionarios definen Aire como “fluido inodoro,
transparente, incoloro, insípido”, es decir, materia que no se ve, ni se huele, ni se toca,
10
ni se saborea, pero de la cual Pascal afirma que pesa y que su peso varía con la altura, y
que es una materia compuesta de otras materias…
Es en el interior de esta Metáfora mecanicista donde se obtiene conocimiento y
el filósofo natural requiere del instrumento y de su técnica asociada, como lo requirió
Pascal con la creación del barómetro, como se va a exigir de la balanza, el termómetro,
el microscopio, el telescopio, la pila de Volta, el galvanómetro, el oftalmoscopio… Una
praxis que combina lo conceptual y el artefacto con lo experimental en unión propiciada
por una imaginación excepcional porque, y cito a Feynman,
Concebir una idea nueva es muy difícil. Hace falta una imaginación fantástica. (El
carácter de la ley científica, 189)
Las cualidades secundarias, lo que se ve, toca, huele, saborea…, sólo podrán
estudiarse “científicamente” cuando se conviertan en primarias. Desde esta conversión,
un color, el rojo, será una longitud de onda de una radiación electromagnética.
Las cualidades secundarias en sí, color, textura, sabor, olor… quedan en el plano
fenomenológico. Que no es menos importante que lo epistémico-científico porque para
el individuo, para la especie, son cualidades esenciales: un dolor, un cierto olor
advierten del posible peligro para la existencia del individuo, por ejemplo.
Se tienen, desde el origen y constitución de la praxis científica, dos dominios
escindidos de manera radical en el interior de un mismo marco, el mecanicista. Escisión
natural que supone dos enfoques complementarios de la physis, de su conocimiento y
manipulación: por un lado, el conocimiento científico; por otro, el Fenomenológico. Lo
epistémico-científico va a ser el oficio, la profesión del filósofo natural, del científico.
Su dominio, que exigirá aprendizaje, esfuerzo y trabajo, constituye la praxis científica.
Se crearán Politécnicas, Facultades, Institutos de Investigación, Laboratorios, donde se
faculte para ejercer esa praxis mediante la cual se irá produciendo el conocimiento. Por
su lado, el marco de lo Fenomenológico lo van a ocupar, desde los primeros años del s.
XIX especialmente, meta-físicos, artistas, y todos aquellos que se pondrán la etiqueta de
oficiantes de las Ciencias Sociales y Humanas o Ciencias del Espíritu.
5. A esta escisión Ciencia-Fenomenología se agrega la que se produce en el interior de
la praxis productiva. En esta se habían ido separando las Artes liberales más teóricas de
las mecánicas o serviles, y ya hay una valoración implícita. Desde el Renacimiento una
técnica o arte como la Pintura se trata de elevar al mismo rango que las Artes liberales,
con todo lo que suponía para el artista pintor en el ascenso de la escala social con su
reconocimiento económico y de fama. Pugna desde la cual se enaltece el papel del
11
individuo artesano hasta entonces realmente inexistente, del artista como individuo que
se desgaja del colectivo al que pertenece.
Se va llegando a una escisión de las artes en técnicas o artesanales y “bellas”.
Intentos de fundamentar estas últimas artes, lo realizan artistas como Alberti, Leonardo,
Durero… que se tratan de apoyar en el mismo principio que el saber científico: la
matemática con su llamada al demiurgo, a su creación-disposición del Cosmos a partir
del peso, número y medida.
Es en el interior de la praxis productiva donde se realiza la escisión que se solapa
con la que provoca la praxis científica. Y de tal manera que se produce una escisión
múltiple: Ciencia-Fenomenología-Bellas Artes-Artes y Oficios.
Desde esta escisión múltiple, el artista reclama para sí un papel análogo al que
atribuye a Dios, la de artista como creador. En el Barroco, y por primera vez, a un pintor
y escultor, a Miguel Ángel, se le da el calificativo de “divino”. Creación, insisto, con un
sentido analógico porque es claro que no hay creación a partir de la nada y la creación
se atribuye a que lo obtenido no lo produce, en sí y necesariamente, la physis.
A esta ruptura se liga una imagen con sus valoraciones desde la cual el técnico o
artesano produce; el artista de las “bellas artes”, crea. En ella se asigna al científico un
papel en el cual ni produce ni crea los fenómenos de la physis: los describe. Apoyado en
el experimento, obtiene conocimiento calificable de verdadero por adecuado a los
fenómenos.
Desde estas escisiones, desde su imagen asociada, se introducen los términos creación,
creatividad, y ya de modo definitivo en la literatura al uso. Y cabe cuestionar si los
procesos constructivos o creativos de las distintas caras que esa escisión muestra son tan
diferentes como lo valora la imagen tópica; los procesos en sí, no los productos
obtenidos en los mismos que, claramente, son distintos.
Para ello acudo a tres figuras: un artista, un filósofo, un matemático. Los tres
muestran un rasgo común: la necesidad de tener disposición natural para la creatividad
artística, para la científica. Lo cual es una perogrullada: para ser boxeador hay que tener
una disposición natural mínima, lo mismo que para ser corredor de fondo. Lo difícil es
dar algún rasgo específico de esa creatividad.
12
Hay una segunda dimensión o cara porque no basta la sola invención; se requiere
el dominio de la mano “porque hay una gran diferencia entre hablar de una cosa y
ejecutar esa cosa” (D 173). Hay que dominar el oficio, la técnica de la pintura
De manera que la mano pueda hacer lo que en el entendimiento la voluntad quiere
producir (D 200)
Dos caras unidas “porque la una sin la otra nada vale” (D 200): no hay arte
racional o conocimiento del arte sin práctica diaria, ni percepción teórica sin dominio de
la técnica, ni buena razón sin dominio de la mano. El poder creador del artista tiene que
ir ligado a la posesión del “arte” en sentido práctico:
Pero si tú has aprendido a medir bien y adquirido la comprensión y el uso de manera que
puedas dibujar libremente una figura con toda seguridad y que sepas dar a cada cosa su
justa medida, entonces no será necesario medir todo, porque el arte que has adquirido
14
El artista ha de saber extraer, elegir las notas que importan y así, en un retrato, tiene que
fijar los rasgos más pertinentes del retratado al igual que en un tema simbólico o
alegórico, como él mismo hará en los “cuatro” apóstoles o “cuatro” temperamentos…
Esa selección adopta el carácter de un poder “creador” con la convicción de que nadie
puede hacer una imagen bella sacándola de su imaginación sola; únicamente puede
hacerlo después de que haya abastecido, nutrido a esa imaginación o fantasía pintando
mucho del natural, aprendiendo de la naturaleza. Y aunque se resista a definir la belleza
y escriba “juzgar la belleza es adivinar” porque “lo que es la belleza lo ignoro” (D 172)
también afirmará con rotundidad
La armonía entre dos términos, he aquí lo que es bello. (D 174, 194)
Armonía como proporción entre el todo y las partes, por supuesto.
dadas, para un lugar determinado, con unas imprimaciones dadas, una escena en la cual
hay trece personas en unas posiciones, en el plano pero dando la sensación de estar en el
espacio. De las trece figuras no todas tienen el mismo rango: hay que destacar una, la
principal. Además, la mesa no ha de ocupar el lugar volumétrico básico ni parece
correcto que todas las figuras se representen de espaldas al espectador… Problema
compositivo que no se resuelve amontonando figuras y enseres de comida al azar como
no se construía una casa amontonando laderillos. Un problema –la Última Cena- con
relativamente pocas soluciones diferentes a lo largo de la historia de la pintura.
El pintor, en busca de solución, ha de hacer bocetos de la escena global pero
también de todos y cada uno de los personajes. Y no sólo en cuanto a los rostros, los
gestos –distintos para cada figura pero también distintos según el momento de la Cena
que se elija-, sino del color adecuado, los tonos y sombras, los contrastes, la textura
aplicada a cada vestimenta.
Problema que no solo es de composición, sino que exige del dominio de la mano
y de las técnicas o recursos pictóricos materiales y estructurales. Dominio de técnicas
porque no es lo mismo la imprimación sobre lienzo que sobre madera y no digamos si
es al fresco y las soluciones pueden ser distintas.
Cuando hablo de recursos estructurales es porque en ciertos temas hay formas
que se incardinan, incluso, en el inconsciente colectivo como arquetipos en el sentir de
Jung. Y me remito a la forma en la que se sitúa a la Virgen, en alguno de sus temas.
El intento de dar solución al problema es lo que da cuenta de la capacidad
creativa del artista. Esa solución entraña un proceso que pasa por una fase de bocetos,
de ensayos, tanteos. A veces, requiere de inspiración para situar las figuras, para
entrever la composición… Luego viene una fase que conlleva la materialidad de su
ejecución, en la cual se tiene un trabajo largo y duro, con técnicas como la de veladuras
que llevan su tiempo y que hoy prácticamente ha desaparecido. A veces, cuando la obra
se está terminando de ejecutar, se transforma y cambia una figura, uno de sus
elementos, porque se ve que no encaja, que no es proporcional y no produce la
sensación de armonía y, con ella, la de belleza que se pretende.
Proceso creativo o inventivo que encierra unas fases y con el que se logra la
solución del problema, en este caso pictórico. Solución o cuadro que, desde lo retórico,
se pretende que sea bello. No entro a discutir si el objetivo es la belleza en sí o mostrar
una Virgen, una Ultima Cena en un lugar y marco determinado en el que alcanza
auténticamente su objetivo: lugar donde se pretende provocar la piedad, el sentimiento
16
religioso de quien acude al mismo. En otras ocasiones, mostrar el papel o poder del
mecenas que ha hecho el encargo. Aunque, evidentemente, siempre se quiera obtener un
resultado armonioso, por proporcionado, y por eso bello.
Podría plantearse la misma cuestión en terrenos distintos al de la pintura: en
música, escultura, arquitectura… En Música el encargo puede ser una Misa, una cantata,
una sinfonía, un quinteto… Y al músico se le plantea, como al pintor, un problema
compositivo. Y lo tiene que resolver en un proceso, con sus fases asociadas, en el que
tiene que contar con unas estructuras, un material sonoro…
En cualquier caso el artista no debe mostrar señal alguna de que ha tenido reglas
ante los ojos porque supondría aceptar cadenas para las facultades de su espíritu. El arte
bello es el arte del genio artístico que tiene
talento para producir aquello para lo cual no pueden darse reglas definidas (id. 46)
La función del arte verdadero es proporcionar un sentimiento de placer y se le debe
exigir imaginación, entendimiento, espíritu, gusto. Es lo que hace el artista, el genio que
es innato, no enseñable porque el genio nace. Por innato pertenece a la naturaleza y el
genio es quien da las reglas al arte. De aquí
el proceso creativo resulta inefable incluso para el artista (CJ, 47, 49)
El principio creador innato al genio del artista es el espíritu (Geist) o “facultad de
presentar ideas estéticas”, ideas que son el contenido de las obras de arte.
La creatividad del genio se muestra en las Bellas artes y no en la ciencia ya que
el conocimiento ha de someterse a reglas claramente establecidas y conocidas. Kant, al
elaborar las formas a priori tanto del entendimiento como de la sensibilidad, mantiene
que todo está sometido a reglas, hasta el entendimiento; reglas que se manifiestan en la
Lógica. Pero el conocimiento, al seguir el seguro camino de la ciencia, el camino de la
Matemática y lo experimental, lo hace según reglas claramente formuladas que
determinan el procedimiento en el hacer científico.
17
Es claro que las reglas sobran si la creación es un don divino pero… por muy
divino que se conciba, el artista usa una materia en su creación y esa materia, lo quiera o
no, le impone sus condiciones. Al igual que el momento histórico en el que nace y que
le dicta los temas y formas de sus genialidades…
Es lo que se puede observar en una consecuencia, precisamente, de la escisión
Ciencia-Fenomenología. En el s. XIX, desde la Química, se consiguen fabricar colores
18
Una concepción que tiene en La muerte de Sardanápalo de Delacroix, un ejemplo modélico que
va más allá del paisaje: las tres reglas sacrosantas del academicismo, los tres asnos en expresión
del pintor, vulnerados: la perspectiva con confusión del primer plano, falta de precisión del
espacio, imprudencia del dibujo. Entornos de 1827-1828 en los cuales, a la vez, aparece la
Sinfonía fantástica de Berilos, Hernani de Victor Hugo… por citar únicamente tres campos en
los que se produce una ruptura con la concepción que en cada uno de ellos se tenía, una ruptura
contra el clasicismo o academicismo…
Y en la misma línea que Durero afirma que las combinaciones útiles son “precisamente
las más bellas” (CM, 49). Los hechos matemáticos –científicos- dignos de ser
estudiados son los que por analogía con otros permiten el conocimiento de una ley
matemática, de un canon general; son los que revelan parecidos insospechados entre
algunos ya conocidos que “se creían equivocadamente extraños entre sí”. Los más
fecundos se toman de dominios muy alejados pero no por el afán de enlazarlos porque
esto sería estéril sino porque esos enlaces muestran la armonía que subyace en ellos. Esa
armonía muestra la belleza de los mismos a la vez que su utilidad. Y Poincaré mantiene
Se concibe que ese sentimiento, esa intuición del orden matemático, que nos hace
adivinar las armonías y las relaciones ocultas, no pueda pertenecer a todo el mundo.
(CM, 42)
En otro lugar indica que el matemático nace, no se hace. Pero nace en una época y un
país determinado, con unos problemas y temas perfilados y requiere de aprendizaje y
esfuerzo, de disciplina para que el matemático que hay en él llegue a cristalizar. Lo cual
supone que, a partir de un cierto estadio, como el pintor en el caso de Durero, el
matemático pase a inventar, a crear apoyado en la intuición y la analogía que le
proporcionarán, además, un sentimiento de belleza específico. Creatividad que pone en
juego el papel de la intuición, la estética, el experimento mental… pero también el
trabajo previo de lo que ha ido estudiando, aprendiendo.
21
Las leyes que maneja el matemático son tan finas y delicadas que es casi imposible
enunciarlas en un lenguaje preciso: “más bien se sienten que se formulan” (id).
A MODO DE CONCLUSION
Llegados a este punto se puede mantener que los procesos de creatividad o invención
del artista –a lo Durero- y del matemático o científico –a lo Poincaré o Wiley, a lo
Einstein- no se encuentran tan lejanos. Los productos sí, porque claramente no es lo
mismo un teorema que un cuadro, un quinteto, un edificio. Sin embargo, los procesos
creativos o inventivos que llevan a ese teorema, cuadro, quinteto o edificio, no están tan
alejados entre ellos. Poincaré ha mostrado con nitidez las fases de la invención, de la
creación. Fases -trabajo consciente, formación inconsciente de la idea, iluminación del
camino a seguir, trabajo consciente verificador- que tienen su paralelo en las fases de
creación del artista. Fases que se encuentran en la obra de Durero, en la de todo artista
23
“creador” pero también, en la de todo aquel que ha tenido, en su hacer, no ya una sino
media o, al menos, un cuarto de idea.
Incluso en la pintura, a pesar de la aparición de la pintura de caballete. Como
Miller ha mostrado en su estudio sobre la creatividad en Einstein y Picasso, son fases
que se encuentran en la obra de este último, para lo que se centra especialmente en el
cuadro Las señoritas de Aviñon. Un Picasso del cual Miller cita la expresión
El estudio del pintor debe ser un laboratorio. Allí no se hace arte a la manera de un mono,
se inventa. Pintar es un juego mental. (Miller, 209)