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"Oralidad-memorización-pensamiento situacional" vs "escritura-reflexión-

consciencia de sí"

José Alberto Reyna González

Por lo regular es muy aceptado que, tanto el lenguaje escrito como la


comunicación oral, se construyen bajo mecanismos autónomos. No obstante,
antes de poder abordar un aprendizaje de la materia, mi percepción no parecía
encaminarse a un criterio similar, ya que resulta sencillo el poder identificar a los
distintos modos de comunicación y formas de lenguaje en un mismo ámbito,
debido a que a pesar de ya saber que los canales físicos y culturales van
definiendo particularidades en cada código, ya sea el escrito o el oral, existe la
idea central de que pertenecen a una misma base lingüística. Por lo tanto, es
particularmente interesante el comprender como es que en la oralidad se
adquieren y desarrollan formas de comunicación muy distintas a la escritura, lo
que determina que la escritura no depende de ésta. En ese sentido, tal argumento
expone que el que existan tales distinciones entre cada uno de los códigos va a
determinar que se desarrollen funciones sociales diferentes y complementarias. Es
así como se va definiendo un carácter separatorio que constituirá un modelo de
estudio para ambos lenguajes, que a su vez va a conjeturar que el código oral no
solo tiene una dimensión social sino también histórica.

Existen características que pueden ampliar la comprensión de estas distinciones


entre cada una de las formas de comunicación. La primera y la más básica es la
percepción física que se abstrae de cada una: la vista es el sentido con el que se
percibe la escritura y se manifiesta y el habla es el mecanismo en el que se
transmite la información de manera oral. Desde ahí ya existe una particularidad en
ambos. Aunado a esto, se presenta la situación en la que el tiempo para cada uno
de dichos códigos lingüísticos transcurre de manera distinta. Eso es lo que
principalmente manifestó mi interés, puesto que es algo que se presenta ante
nuestros ojos, pero no se le brinda la atención necesaria. Con relación al tiempo
quiero decir que se desarrollan de manera distinta a través de él. La escritura se
graba en un soporte estable que le permite permanecer en el tiempo, puede ser
consultada en cada momento del tiempo y no cambia su mensaje. Por otro lado, el
habla transcurre de manera inmediata, en la que los sonidos se van emitiendo de
uno en uno, los cuales se van a percibir solo en el momento en el que duran en el
aire. Esto ha hecho mella en la comprensión de la oralidad que ya se había
forjado en mi aprendizaje, puesto que la historia oral sirve -y mucho- para
comprender, por ejemplo, un contexto distinto, muy distinto, en el que se
desarrollan sociedades ágrafas.

Es en esta parte en la que la oralidad adquiere un valor en el que se va a


enfrascar un Historiador. El dinamismo que se manifiesta al identificar como es
que la memoria colectiva de alguna sociedad en una época determinada va a ser
transmitida de generación en generación a través de la oralidad enriquece el
conocimiento y la reflexión sobre el comportamiento humano y la comunicación.
En ese margen de ideas, hablar de historia oral quiere hacerle frente a la escritura
como una forma más de encontrar testimonios de una época a estudiar que, sobre
todo, no han sido tomados en cuenta la mayor parte del tiempo en el que hemos
vivido en este planeta. Y es en ésta época que nos precede donde surge un
interés particular por el estudio de la historia Oral. Esto responde a los avances
tecnológicos en los que el registro de la oralidad permitirá que se pueda trabajar
más a detalle. La llegada de las grabadoras es un ejemplo de ello. Es tal el interés
por la historia oral que ha sido importante su anclaje a las metodologías históricas
que, es posible encontrar testimonios que están a la vuelta de la esquina. Por tal
motivo, la oralidad forma parte de la comprensión de nosotros mismos, como
comunidad o sociedad.

El testimonio oral, que parte de la memoria transmitida de generación en


generación, trae inmiscuida diversas cuestiones en las que el testigo -quien
presenció el hecho- está conectado con lo que sucedió y aportará un testimonio
que puede estar influido por varías características. Es probable que mienta por sus
intereses o no diga toda la verdad; ya de ahí se puede estudiar el comportamiento
ante la transmisión de información entre el testigo y el hecho. Además, existen
tradiciones y concepciones identidarias que lo condicionan y determinan a su vez
lo que dice el mismo testigo.

Estas simples concepciones explican cómo es que se manifiesta la autonomía de


la historia oral como disciplina que se distingue de la escritura, pilar cultural y
pedagógico de la comprensión de nuestro pasado.

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