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Y DIGNIDAD
DILEMAS ÉTICOS
DE LA MEDICINA ACTUAL-19
SER HUMANO,
PERSONA Y DIGNIDAD
Juan Masiá Clavel
(editor)
2005
© 2005, UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS
ISBN: 84-8468-170-X
ISBN: 84-330-2007-2
Depósito Legal: BI-2267/05
Impresión: RGM, S.A. - Bilbao
Reservados todos los derechos. Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de este
libro por cualquier procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magné-
tica o cualquier sistema de almacenamiento o recuperación de información, sin permiso escrito de
los editores.
Índice
PRÓLOGO
Juan Masiá Clavel..................................................................................... 9
INTRODUCCIÓN
Santiago Madrigal Terrazas.................................................................... 13
DEPENDENCIA Y DIGNIDAD
Francisco Javier Rivas Flores................................................................. 133
COMUNICACIONES:
I. MANEJAR BLASTOCISTOS, CUIDAR EMBRIONES
Y RESPETAR FETOS
Juan Masiá Clavel..................................................................................... 323
gar la virtud y las letras (II, 824). Qué duda cabe, por lo demás, que la lec-
tura del Quijote provoca en nosotros los mejores y más nobles sentimientos
–incluso religiosos– hacia el género humano, sus posibilidades y sus límites,
como son la pasión por la verdad, la libertad y la justicia, así como la defen-
sa de los oprimidos de todo tipo. El mismo Quijote es portador y exhibe a
ratos rasgos “cristológicos” que dejan traslucir además una imagen de Dios
que predispone para hablar del ser humano y de su dignidad: “porque aun-
que los atributos de Dios son todos iguales, más resplandece y campea a
nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia” (II, cap. XLII, 1061).
No me queda sino desearles un trabajo ameno, fecundo, profundo.
Ser humano-persona:
planteamiento del problema
¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué es el
hombre? A estas cuatro preguntas se reduce la filosofía en sentido cósmico
para Kant y la respuesta a las tres primeras dependerá de la contestación
que demos a la cuarta.
¿Qué es el hombre? ¿qué somos? Aquí está la clave, son preguntas a las
que ha intentado contestar la filosofía a lo largo de su historia, siendo de
gran trascendencia su respuesta para la ética filosófica. De hecho, la con-
cepción antropológica se encuentra siempre en la base de cualquier teoría
ética. El criterio que mantengamos sobre lo que es ser hombre, el criterio
sobre lo humano, es necesario a la hora de desarrollar la fundamentación
de la ética. En los cimientos de cualquier teoría de ética filosófica, bien fun-
damentada, se hallarán unos presupuestos razonables entre los que nece-
sariamente se encontrará lo que denominamos antropología filosófica.
Pero con esto los problemas no han terminado. En el último medio siglo
la ciencia y la tecnología han avanzado más que en el resto de la historia de
la humanidad; con nuestras acciones hemos transformado la realidad y
hemos traído al ser nuevas realidades que antes eran inimaginables. Nos
encontramos con hechos tales como los sujetos en situación de muerte ence-
fálica, los estados vegetativos permanentes, los embriones congelados, los
embriones partenogenéticos, los anencefálicos etc. ¿Cómo referirnos a esas
nuevas realidades? ¿Cómo acotar conceptualmente las nuevas situaciones?
En mi opinión sólo tenemos tres posibilidades: o bien intentamos apli-
car los antiguos significantes a las nuevas realidades manteniendo sus sig-
nificados, los viejos conceptos, las antiguas categorías; o bien mantenemos
los significantes, las palabras, pero les dotamos de nuevos contenidos
semánticos, nuevos significados; o, por último, creamos nuevas palabras,
acuñamos nuevos conceptos a la medida de las nuevas realidades.
Por otro lado, la dificultad aumenta cuando analizamos los diferentes sig-
nificados de las palabras. En ciencia los términos son monosémicos, es decir,
tienen un único significado, concreto, preciso y compartido por todo el
mundo, al menos por todas aquellas personas que utilizan el lenguaje técni-
camente. Pero en filosofía las palabras tienen múltiples significados depen-
diendo del filósofo que las utilice o de la teoría filosófica desde la que se esté
hablando, son polisémicas; lo cual lleva continuamente a malentendidos y a
la imposibilidad de dialogar, deliberar, si antes no hemos tenido la precau-
ción de precisar la significación de los términos que utilizaremos, para que
todos los usemos con el mismo significado y podamos entendernos.
Además muchas de esas palabras, que tienen uno o varios usos filosóficos
(técnicos), tienen también un extendido uso vulgar mucho más confuso, difu-
so y mal delimitado, que se utiliza de modo intuitivo pero sin saber exacta-
mente los límites de su significado. Pensemos en palabras como “ser”, “tras-
cendente”, “conocimiento”, “motivo”, “moral”, etc., y también “persona”.
Los viejos conceptos se muestran insuficientes, incapaces de ayudarnos a
resolver los problemas a los que nos enfrentan las nuevas realidades. Para
20 Juan Carlos Álvarez
3. EL PROBLEMA
Persona
Ser humano
Persona
II Persona
Ser humano Ser humano
4. PERSONA
1
M. SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Historia, teoría y método de la medicina: introducción al
pensamiento médico, Barcelona, Masson, 1998, 313.
22 Juan Carlos Álvarez
4.2. En el cristianismo
Parece ser que los griegos no tuvieron una idea de la persona en cuanto
a la “personalidad humana”. Dicha concepción se inicia en el cristianismo,
elaborándose en un primer momento en términos teológicos. Fueron los
teólogos que elaboraron los dogmas del Primer Concilio de Nicea, en 325,
los que inicialmente dan forma a este concepto. La cuestión nuclear del
debate fue la relación entre “naturaleza” y “persona” en Cristo. El Concilio
se manifestó tanto contra los que atribuían a Cristo una sola “naturaleza”,
como contra los que le negaban una “naturaleza” humana2. Se estableció
que Cristo tiene una doble naturaleza, la divina y la humana, pero tiene sólo
una persona, la cual es única e indivisible. La idea de “persona” religaba en
Cristo lo humano y lo divino, a la vez que permitía distinguir entre ellos:
Creemos en un solo Dios Padre omnipotente, creador de todas las
cosas, de las visibles y de las invisibles; y en un solo Señor Jesucristo
Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del
Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las
cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra,
que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se
encarnó, se hizo hombre,...
Mas a los que afirman: Hubo un tiempo en que no fue y que antes
de ser engendrado no fue, y que fue hecho de la nada, o los que dicen
que es de otra hipóstasis o de otra sustancia o que el Hijo de Dios es
cambiable o mudable, los anatematiza la Iglesia Católica3.
En el Concilio de Éfeso, el año 431, se afirmó la “unión hipostá-
tica”:
Pues no decimos que la naturaleza del Verbo, transformada, se hizo
carne; pero tampoco que se transmutó en el hombre entero, compues-
to de alma y cuerpo; sino, más bien, que habiendo unido consigo el
Verbo, según hipóstasis o persona, la carne animada de alma racional,
se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado hijo
del hombre.
Si alguno no confiesa que el Verbo de Dios Padre se unió a la carne
según hipóstasis y que Cristo es uno con su propia carne, a saber, que
el mismo es Dios al mismo tiempo que hombre, sea anatema4.
2
Nestorio afirmaba que en Cristo había dos personas; el arrianismo aseguraba que
tenía una sola naturaleza y era humana y el monofisismo le adjudicaba una naturaleza pero
divina.
3
E. DENZINGER, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Herder, 1963, 23-24.
4
Íbidem, 46-47.
Ser humano-persona: planteamiento del problema 23
5
Remitimos al lector a los términos correspondientes del Diccionario de Filosofía de
José Ferrater Mora, en sus diferentes ediciones tanto del Circulo de Lectores como de Alianza
Editorial.
6
J. FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, Barcelona, Círculo de Lectores, 1991,
2.469-2.471.
24 Juan Carlos Álvarez
7
D. GRACIA, Fundamentos de Bioética, Madrid, Eudema, 1989, 123.
Ser humano-persona: planteamiento del problema 25
8
TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, I, q. XXIX, a.1.
9
STh I, q. XXIX, a.2.
26 Juan Carlos Álvarez
10
D. GRACIA, op. cit., 124.
11
M. SÁNCHEZ GONZÁLEZ, op. cit., 315.
Ser humano-persona: planteamiento del problema 27
12
LEIBNIZ, Nouveaux Essais, II, xxvii, 9.
13
I. KANT, Crítica de la razón práctica, Madrid, Alianza, 2000, 182 (Ak V, 87).
28 Juan Carlos Álvarez
14
I. KANT, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, Madrid, Alianza,
2002, 114-115 (Ak IV, 428).
15
Íbidem, 123-125 (Ak IV, 434-435).
16
FERRATER, Diccionario de Filosofía, Barcelona, Círculo de lectores, 1991, 2.553.
Ser humano-persona: planteamiento del problema 29
17
M. SCHELER, Ética. Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético,
Buenos Aires, Revista de Occidente Argentina, 1948, tomo II, 173.
18
M. SCHELER, El puesto del hombre en el cosmos, Buenos Aires, Losada, 1971, 55.
30 Juan Carlos Álvarez
19
F. TORRALBA, Antropología del cuidar, Barcelona, Instituto Borja de Bioética/Funda-
ción Mapfre Medicina, 1998, 88-89.
20
Cf. J. GARCÍA FÉREZ, La Bioética teológica ante la enfermedad de Alzheimer (Tesis doc-
toral), 220-225.
Ser humano-persona: planteamiento del problema 31
21
Citado por: C. DIAZ, Persona, en: A. CORTINA, 10 palabras clave en Ética, Estella,
Verbo Divino, 1998, 304.
22
F. TORRALBA, Antropología del cuidar, Barcelona, Instituto Borja de Bioética/
Fundación Mapfre Medicina, 1998, 94-95.
32 Juan Carlos Álvarez
23
M. BUBER, ¿Qué es el hombre?, México, FCE, 1960, 148-149.
24
Cf. C. DIAZ, Persona, en: A. CORTINA, 10 palabras clave en Ética, Estella, Verbo
Divino, 1998, 289-326.
25
P. LAÍN ENTRALGO, Antropología médica, Barcelona, Salvat, 1984, 9-14.
26
F. TORRALBA, Antropología del cuidar, Barcelona, Instituto Borja de Bioética/
Fundación Mapfre Medicina, 1998, 109-118.
Ser humano-persona: planteamiento del problema 33
27
T. ENGELHARDT, Los fundamentos de la bioética, Barcelona, Paidos, 1995, 151.
28
Íbidem, 152-155.
34 Juan Carlos Álvarez
Singer afirma que hemos de preguntarnos qué queremos decir con tér-
minos como “vida humana” y “ser humano”. El término ser humano tiene
dos significados distintos. Podemos usarlo como equivalente de la expre-
sión “miembro de la especie Homo sapiens” y dependerá de la naturaleza
de sus cromosomas. Sin embargo, existe otro uso del término “ser huma-
no”. Este segundo sentido del término lo encontramos en un ensayo escri-
to por el teólogo Joseph Fletcher en 197229. Fletcher compuso una lista de
“indicadores de humanidad” que luego veremos. Singer usa el término
“miembro de la especie Homo sapiens” para referirse al primer sentido del
término “ser humano”, el sentido estrictamente biológico, y reserva el tér-
mino “persona” para el segundo significado30.
Si por persona entendemos un ser racional y autoconsciente, podría
haber personas que no son miembros de nuestra especie y miembros de
nuestra especie que no son personas. Se apoya en la famosa definición de
Locke: “Un ser pensante inteligente, que tiene razón y capacidad de refle-
xión, y que puede considerarse a sí mismo como sí mismo, el mismo ser
pensante, en diferentes tiempos y lugares”31. La incorrección moral de cau-
sar dolor o quitar la vida no puede depender de la especie biológica a la
que pertenece un determinado ser. Los datos biológicos que establecen los
límites de una especie carecen de significado moral. Pero seguimos confi-
riendo un estatuto privilegiado a la sola pertenencia a la especie Homo
sapiens, incurriendo injustificadamente en el especieísmo. La mera perte-
nencia a la especie humana no confiere ningún privilegio especial a la
hora de aplicar el principio de igual consideración de intereses que pro-
pone Singer.
Este autor afirma que se pueden aducir cuatro argumentos para soste-
ner que la vida de un ser personal tiene un valor superior a la de otros seres
sensibles. A saber:
a) El argumento del utilitarismo clásico
b) El argumento del utilitarismo de preferencias
c) El argumento del derecho a la vida
d) El respeto por la autonomía personal32.
29
J. FLETCHER, Indicators of Humanhood: A Tentative Profile of Man: Hastings Center
Report 2, Núm. 5 (1972) 1-4.
30
P. SINGER, Ética práctica, Cambridge, Cambridge University Press, 1995, 107-109.
31
La definición se encuentra en el Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke.
32
No podemos exponer aquí por razones de extensión los cuatro argumentos, al lector
interesado le remitimos a las páginas 112-126 del libro citado de P. Singer o a la exposición
que se hace de la teoría de este autor en: J. FERRER y J.C. ÁLVAREZ, Para fundamentar la
bioética, Bilbao, Desclée De Brouwer, 2003, 297-341 y para los argumentos especialmente
318-321.
Ser humano-persona: planteamiento del problema 35
5. EL SER HUMANO
33
J. FLETCHER, Indicators of Humanhood: A Tentative Profile of Man: Hastings Center
Report 2, Núm. 5 (1972) 1-4.
Ser humano-persona: planteamiento del problema 37
Nos diferencia sólo un uno o dos por ciento de los genes de chimpan-
cés y gorilas y no mucho más de los orangutanes y demás primates. Nos
separamos de los chimpancés en el camino de la evolución hace tan sólo
6 millones de años, mientras que compartimos con ellos 3800 millones de
años.
Es un criterio de clasificación útil en las ciencias biológicas pero que, a
nuestro entender, no nos sirve para resolver los problemas que nosotros
nos planteamos en la actualidad. Sería interesante poder responder a la
pregunta de cuándo el homínido, en la evolución, comienza a cumplir con
criterios de moralidad, es decir, cuándo comienza a tener comportamientos
morales, y si podemos considerar la aparición de características morales en
los homínidos como el punto de inflexión que transforma al homínido en
“humano”. Pero para responder a estas preguntas además de apoyarnos en
los datos que nos proporcione la paleoantropología deberemos haber esta-
blecido cuáles son los criterios, primero de la moralidad y segundo de lo
propiamente “humano”.
El problema no es cómo definir biológicamente la especie, sino estable-
cer el criterio de lo humano. Lo humano es más que la mera pertenencia a
la especie homo sapiens sapiens. Para ser ser humano hace falta pertenecer
a la especie homo sapiens sapiens, pero no basta, es una condición necesa-
ria pero no suficiente. Lo que entendamos como propiamente “humano”
habrá de ser explicitado, definido, acotado, caracterizado. El movernos con
criterios exclusivamente genéticos, evolutivos, zoológicos, no nos ayuda en
la resolución de los problemas con los estados vegetativos, los sujetos en
muerte encefálica o los embriones preimplantatorios, los embriones con-
gelados, etc.
7. REFLEXIÓN FINAL
34
T. KITWOOD, La preocupación por los demás, Bilbao, Desclée De Brouwer, 1996, 54-55.
Ser humano-persona: planteamiento del problema 39
Persona
Ser
humano Homo
sapiens
35
M. SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Historia, teoría y método de la medicina: introducción al
pensamiento médico, Barcelona, Masson, 1998, 317-318.
40 Juan Carlos Álvarez
Juan-Ramón Lacadena
Departamento de Genética, Facultad de Biología
Universidad Complutense de Madrid.
Miembro del Consejo Asesor de la Cátedra de Bioética de la UPCO.
1
El presente trabajo está basado en la Memoria realizada por el autor para la obten-
ción del título de Master en Bioética por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid (2003-
2004).
44 Juan-Ramón Lacadena
unificado los términos utilizando uno solo, el mismo, en todos ellos? ¿la
utilización de términos diferentes implica que existen matices distintos en
cuanto a su significado?
En un contexto bioético de Biología y Humanidad en el que deben abor-
darse cuestiones relativas a la dignidad humana, puede ser conveniente, en
primer lugar, hacer unas reflexiones sobre qué es la especie humana desde
el punto de vista biológico y en qué se diferencia de otras especies anima-
les y, en segundo lugar, qué es en términos biológicos un ser humano y
cuándo se alcanza tal condición en el proceso de desarrollo. Se trata, en
definitiva, de poner sobre la mesa de la reflexión y de la discusión bioética
términos de contenido biológico como especie humana, humanidad, género
humano en sentido evolutivo y poblacional y organismo humano, individuo
humano, ser humano, persona humana en sentido ontológico e individual.
En mi opinión, dos aspectos fundamentales de la Biología tienen que
ver con la Evolución y con el Desarrollo: es decir, por un lado, el estudio de
cuáles son los mecanismos genéticos que subyacen en el proceso evolutivo
(Evolución como proceso) que han dado lugar a la diversidad de seres vivos
en la Biosfera a lo largo del tiempo y que hoy pueblan el planeta Tierra
(Evolución como resultado) y, por otro lado, el conocimiento de cuáles son
los mecanismos genéticos por los que se origina un organismo adulto com-
pleto a partir de una célula inicial única –el cigoto– producido por la fecun-
dación de los gametos (Genética del desarrollo).
En el contexto humano ambos planteamientos nos llevan a la conside-
ración de dos problemas biológicos: ¿cuándo aparece en la evolución la
especie humana tal como hoy la conocemos, Homo sapiens? ¿cómo se pro-
duce el proceso ontológico que, empezando en el cigoto, concluye en el
individuo adulto humano? Se trata de los procesos de Hominización y de
Humanización, respectivamente.
En el presente trabajo se refunden, recapitulan y actualizan diversas
publicaciones previas del autor2.
2
J.R. LACADENA, Problemas genéticos con dimensión ético-religiosa; Anales de Moral
Social y Económica 53 (1981) 75-120.
J.R. LACADENA, La Genética. Una narrativa histórico-conceptual, Madrid 1986.
J.R. LACADENA, Consideraciones genético-biológicas sobre el desarrollo embrionario
humano, en C.M. ROMEO CASABONA (ed.), Genética humana, Bilbao 1995, 77-103.
J.R. LACADENA, Fe y Biología, Madrid 2001.
J.R. LACADENA, Genética y Bioética (Col. Cátedra de Bioética, vol. 6, Univ. Pontificia
Comillas), Madrid – Bilbao 2002.
J.R. LACADENA, Individualización y mismidad genética en el desarrollo humano. en F.
MAYOR ZARAGOZA Y C. ALONSO BEDATE (coords.), Gen-Ética, Barcelona 2003, 113-122.
Biología y humanidad: hominización y humanización 45
3
S.W. HAWKING, Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros, 1988.
4
F. GONZÁLEZ DE POSADA, El principio de los primeros Principios: el Principio
Antrópico: Anal. R. Acad. Nac. Medicina CXXI (2004) 21-51.
46 Juan-Ramón Lacadena
cula y partícula sería cada vez más grande. Si la densidad fuera mayor, en
sus primeras etapas el Universo hubiera convertido a toda la materia en
metales pesados, quedando sin fuentes de energía para las estrellas. Por
otro lado, si el Universo no fuera homogéneo (isotrópico), como antes se ha
mencionado, las galaxias no se hubieran formado como lo han hecho.
Otro concepto importante y asombrosamente preciso es el de la pro-
porción entre lo que se llama densidad crítica del Universo y densidad real.
A partir del momento inicial, el radio del Universo, como función del tiem-
po, podría tomar tres alternativas: crecer indefinidamente, crecer asintóti-
camente hacia un tamaño máximo manteniéndose en él o bien crecer hasta
un valor máximo para luego contraerse. La densidad que produce la expan-
sión asintótica es la densidad crítica. Pues bien, la relación entre la densi-
dad crítica y la densidad real en los primeros momentos del Universo tuvo
que ser igual a 1, con un error inferior a 10-50, para dar cuenta de la situa-
ción actual en la que ese valor es del orden de 10, porque en cada instante
mínimo de tiempo se duplica el margen de error o margen de diferencia
entre las dos variables.
La Física y la Astronomía predicen que el Universo, en sus estructuras
materiales, camina hacia la destrucción bien sea porque se condense y
caiga en un agujero negro, desapareciendo todas sus estructuras, o bien no
se contrae y las estrellas dejarán de brillar en algún tiempo indefinidamen-
te largo, acabándose la energía y entrando en un estado de vacío, oscuridad
y un frío cada vez mayor. Si el destino es la destrucción y desaparición
final, no hay más remedio que preguntarse qué sentido tiene la creación de
un Universo maravilloso (incluida la vida inteligente) con tal precisión
cuantitativa de fuerzas e interacciones para destinarlo a su simple destruc-
ción. Una tercera alternativa, la del universo pulsante –es decir, expansio-
nes y contracciones cíclicas indefinidas– tendría todavía menos lógica. Por
eso, el profesor Carreira plantea como única solución la de aceptar que en
la vida inteligente se da una nueva realidad que no es de orden material y,
por lo tanto, la destrucción de las estructuras materiales no conlleva la
desaparición de esa realidad inmaterial. No cabe duda que esa realidad no
material sería lo que llamamos espíritu.
En este contexto es interesante hacer referencia al llamado principio
antrópico5. Según Pagels, “el principio antrópico es lo más a que se atreven
a llegar algunos científicos ateos que no quieren mencionar la palabra
Dios”, diciendo que el principio antrópico determina las propiedades del
5
El desarrollo del Principio antrópico incluido en este texto está basado en: M.M.
CARREIRA, 1995. Instituto Fe y Secularidad (sesión del 30 de Noviembre de 1995): Memoria
Académica 1995-96 (1995) 18-27.
F. GONZÁLEZ DE POSADA, El principio de los primeros Principios: el Principio
Antrópico, Anal. R. Acad. Nac. Medicina tomo CXXI (2004) 21-51.
50 Juan-Ramón Lacadena
6
B. CARTER, 1974. Large number coincidences and the Anthropic Principle in Cosmo-
logy, en M.S. LONGAIR (ed.), Confrontation of cosmological theories and the observational
data, Proceedings of the Second Copernicus Symposium, Dordrech: Reidle (1974) 291-298.
Biología y humanidad: hominización y humanización 51
7
A. FERNÁNDEZ-RAÑADA, Los científicos y Dios, Oviedo 1994.
8
L.E. ORGEL, Evolution of the genetic apparatus: A review, en Evolution of catalytic
function: Cold Spring Harbor Symp. Quant. Biol. 52 (1987) 9-16.
54 Juan-Ramón Lacadena
9
G.F. JOYCE, RNA evolution and the origins of life: Nature 338 (1989) 217-224.
Biología y humanidad: hominización y humanización 55
10
E. MAYR, Populations, species, and evolution, Cambridge, Ma.1970.
56 Juan-Ramón Lacadena
11
F. SERRATOSA, Meditaciones meta-químicas sobre el ADN de Adán, Atlántida vol. 12,
núm. 22 (1966) 420-442.
58 Juan-Ramón Lacadena
12
Revisiones sobre la evolución de los homínidos pueden encontrarse en: B. WOOD,
Origin and evolution of the genus Homo: Nature 355 (1992) 783-790. M. LEAKEY, A.
WALKER, Early hominid fossils from Africa: Scientific American 276 (1997) 60-65. I.
TATTERSALL, De África ¿una... y otra vez?: Investigación y Ciencia 249 (1997) 20-28. I.
TATTERSALL, Homínidos contemporáneo: Investigación y Ciencia, (marzo 2000) 14-20.
Biología y humanidad: hominización y humanización 59
• Homo ergaster: 1,9-1,8 Ma, Este del Lago Turkana, Kenia. También
llamado Homo erectus africano. Primer homínido de aspecto cor-
poral semejante al hombre moderno actual. Cráneo alto y redon-
deado. Consumía carne. El mejor ejemplar corresponde a un
esqueleto de adolescente conocido como el “chico de Turkana”,
Kenia, datado en 1,6 millones de años. Primer éxodo de homínidos,
llegando a China y Java.
• Hace 1,8 millones de años cohabitaron en las proximidades del Lago
Turkana los cuatro tipos de homínidos antes mencionados:
Paranthropus boisei, Homo rudolfensis, Homo habilis y Homo ergaster:
• Homo erectus: 1 Ma, Java y China. En Java había una segunda
especie de homínido más robusta. Aquí habría que mencionar tam-
bién los restos de Homo floresiensis de entre 95.000 y 12.000 años
de antigüedad descubiertos recientemente por Brown y colabora-
dores (2004) en la Isla Flores, Indonesia, con una talla enana (1 m)
y un tamaño cerebral muy reducido (380 cm3, frente a los 1.100-
1.400 cm3 de Homo sapiens)13 cuya relación con el Homo erectus
original está por descubrir.
• Homo antecessor: 800.000 años, Atapuerca, España.
• Homo heidelbergensis: 500.000-200.000 años, Europa y ¿China?
¿Más de una especie? En la Sima de los Huesos de Atapuerca,
España, se han encontrado restos fósiles correspondientes a 32
individuos diferentes con una antigüedad de unos 300.000 años
que podrían clasificarse como preneandertales o anteneandertales.
• Homo neanderthalensis: 200.000-30.000 años, Europa y Asia
Occidental.
• Homo sapiens: 200.000-100.000, hasta hoy. Originario de África,
extendido mundialmente.
H. rudolfensis
A. africanus H. erectus (Asia Oriental) — ? → H. floresiensis
H. habilis — ? → H. ergaster — ? —
H. antecessor → H. heidelbergensis → H. neanderthalensis
? H. sapiens
13
P. BROWN, T. SUTIKNA, M.J. MORWOOD, R.P. SOEJONO, JATMIKO, E. WAYHU
SAPTOMO, ROKUS AWE DUE, A new small-bodied hominin from the Late Pleistocene of
Flores, Indonesia: Nature 431(2004) 1.055-1.061.
60 Juan-Ramón Lacadena
14
Ver revisiones en: J. CERVERA, J.L. ARSUAGA, J.M. BERMÚDEZ DE CASTRO, E.
CARBONELL, Atapuerca. Un millón de años de historia, Madrid 1998; E. AGUIRRE (ed.),
Atapuerca y la evolución humana. Madrid 1998; K. WONG, ¿Quiénes fueron los neandertales?:
Investigación y Ciencia (junio 2000) 74-83.
15
J.M. BERMÚDEZ DE CASTRO, J.L. ARSUAGA, E. CARBONELL, A. ROSAS, I. MAR-
TÍNEZ, M. MOSQUERA, A Hominid from the Lower Pleistocene of Atapuerca, Spain: Possible
ancestor to neandertals and modern humans: Science 276 (1997) 1.392-1.395.
Biología y humanidad: hominización y humanización 61
16
A.G. THORNE, M.H. WOLPOFF, Evolución multirregional de los humano: Investiga-
ción y Ciencia (junio 1992) 14-20.
62 Juan-Ramón Lacadena
17
R.L. CANN, M. STONEKING, A.C. WILSON, Mitochondrial DNA and human evolu-
tion: Nature 325 (1987) 31-36; A.C. WILSON, R.L. CANN, Origen africano reciente de los
humanos: Investigación y Ciencia, (junio 1992) 8-13.
18
M.F. HAMMER, A recent common ancestry for human Y chromosome: Nature 378
(1995) 376-378.
19
L.S. WHITFIELD, J.E. SULSTON, P.N. GOODFELLOW, Sequence variation of the
human Y chromosome: Nature 378 (1995) 379-380.
20
L.L. CAVALLI-SFORZA, A. PIAZZA, P. MENOZZI, J. MOUNTAIN, Reconstruction of
human evolution: Bringing together genetic, archaelogical, and linguistic data: Proc. Nat. Acad.
Sci. 85 (1988) 6002-6006; L.L. CAVALLI-SFORZA, Genes, pueblos y lenguas: Investigación y
Ciencia, (enero 1992) 4-11; R.L. CANN, 1993. Human dispersal and divergente: Trends in Eco-
logy and Evolution 8 (1993) 27-31.
Biología y humanidad: hominización y humanización 63
21
F. SANGER, A.R. COULSON, A rapid method for determining sequences in DNA by pri-
med synthesis with DNA polymerase: J. Mol. Biol. 94 (1975) 441-448; F. SANGER, S.
NICKLEN, A.R. COULSON, DNA sequencing with chain-terminating inhibitors: Proc. Nat.
Acad. Sci. 74 (1977) 5.463-5.467.
22
A.M. MAXAM, W. GILBERT, A new method for sequencing DNA: Proc. Nat. Acad. Sci.
74 (1977) 560-564.
23
R.D. FLEISCHMANN, J.C. VENTER, Whole-genome random sequencing and assembly
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24
E.S. LANDER, R.A. WEINBERG, Genomics: Journey to the center of Biology: Science
287 (2000) 1.777-1.782.
64 Juan-Ramón Lacadena
25
J.C. VENTER ET AL, The sequence of the human genome: Science 291 (2001) 1304-1351.
26
INTERNATIONAL HUMAN GENOME SEQUENCING CONSORTIUM. Initial sequen-
cing and analysis of the human genome: Nature 409 (2001) 860-921.
27
INTERNATIONAL HUMAN GENOME SEQUENCING CONSORTIUM. Finishing the
euchromatic sequence of the human genome: Nature 431 (2004) 931-945.
Biología y humanidad: hominización y humanización 65
28
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SZYMANSKI ET AL. Noncoding regulatory RNAs database: Nucleic Acids Res. 31 (2003) 429-
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mosome 20: Nature 414 (2001) 865-871. R. HEILIG ET AL, The DNA sequence and analysis of
human chromosome 14: Nature 421 (2003) 601-607. H. SKALETSKY ET AL. The male-specific
regions of the human Y chromosome is a mosaic of discrete sequence classes: Nature 423 (2003)
825-837. L.W. HILLIER ET AL, The DNA sequence of human chromosome 7: Nature 424 (2003)
157-164. A.J. MUNGALL ET AL, The DNA sequence and análisis of human chromosome 6:
Nature 425 (2003) 805-811. A. DUNHAM ET AL, The DNA sequence and analysis of human
chromosome 13: Nature 428 (2004) 522-528. J. GRIMWOOD ET AL, The DNA sequence and bio-
66 Juan-Ramón Lacadena
logy of human chromosome 19: Nature 428 (2004) 529-535. S.J. HUMPHRAY ET AL, The DNA
sequence and analysis of human chromosome 9: Nature 429 (2004) 369-374. P. DELOUKAS ET
AL, The DNA sequence and comparative analysis of human chromosome 10: Nature 429 (2004)
375-381. J. SCHMUTZ ET AL, The DNA sequence and comparative análisis of human chromo-
some 5: Nature 431 (2004) 268-274. M.T. ROSS ET AL, The DNA sequence of the human X
chromosome: Nature 434 (2005) 325-337.
Biología y humanidad: hominización y humanización 67
30
THE INTERNATIONAL CHIMPANZEE CHROMOSOME 22 CONSORTIUM. 2004.
DNA sequence and comparative analysis of chimpanzee chromosome 22: Nature 429 (2004)
382-388.
J. WEISSENBACH, Differences with the relatives: Nature 429 (2004) 353-355 (comen-
ta el artículo anterior).
31
F. SERRATOSA, Meditaciones meta-químicas sobre el ADN de Adán: Atlántida vol. 12,
núm. 22 (1966) 420-442.
Biología y humanidad: hominización y humanización 69
obstante, hoy por hoy parece difícil llegar a identificar, aislar y caracterizar
dentro del genoma humano la información genética que nos confiere la
categoría de seres humanos, que nos da “humanidad”. Puede ser intere-
sante mencionar aquí que, en un debate en torno al Proyecto Genoma
Humano que tuvo lugar en Bilbao en 199332, el Dr. J. Craig Venter, uno de
los pioneros de la Genómica y del Proyecto Genoma Humano, aludió al
interés que podía tener la realización paralela de un Proyecto Genoma
Chimpancé que permitiera comparar las secuencias del genoma humano y
el del chimpancé y, quizá, descubrir alguna diferencia relevante en los res-
pectivos ADNs. Diez años más tarde, este deseo está siendo ya materializa-
do porque desde finales del 2003 se dispone de un primer borrador del
genoma del chimpancé obtenido por la empresa privada Celera Genomics.
Así, Cargill y colaboradores33 compararon 7.645 secuencias génicas (inclu-
yendo unas 200.000 secuencias exónicas) de chimpancé con sus corres-
pondientes ortólogos humanos y de ratón. De los resultados obtenidos salió
una primera lista parcial de genes (o, mejor dicho, de mutaciones) que, de
alguna manera, podrían calificarse como de “singularidad humana”. Como
era de esperar, algunas de las mutaciones afectan al desarrollo del cerebro
o de determinados sentidos como el olfato y el oído. Otros investigadores,
como Svante Pääbo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de
Leipzig, están dedicando sus esfuerzos a investigar las diferencias de expre-
sión génica en los cerebros de chimpancé y humano, centrándose en seis
regiones cerebrales que incluyen el cortex cerebral, el cerebelo y el núcleo
caudal. El futuro puede ser apasionante.
32
“El Derecho ante el Proyecto Genoma Humano”, organizado por el Dr. SANTIAGO
GRISOLÍA.
33
A.G. CLARK ET AL, 2003. Inferring nonneutral evolution from human-chimp-mouse ort-
hologous gene trios, Science 302 (2003) 1960-1963.
70 Juan-Ramón Lacadena
ya como un mero estímulo, sino como una realidad producto de una refle-
xión. Cuando esta capacidad de reflexión se vierte hacia el propio individuo
nace la consciencia de sí mismo; el homínido ha alcanzado el punto crítico
de su hominización que lo ha elevado a la categoría de hombre, de perso-
na: es Adán.
¿Cuándo se produjo la hominización; es decir, el paso de la simple ani-
malidad a la racionalidad (humanidad)? Si, como consecuencia de su
poder de reflexión, se considera como característica distintiva del ser
humano su capacidad de anticipar acontecimientos y obrar en consecuen-
cia y, por tanto, a nivel de registro fósil sería la de construir instrumentos
para atender necesidades futuras, habría que decir que la hominización
ocurrió en los australopitecinos o, a lo más tardar, en Homo habilis; es decir,
hace unos tres millones de años. Homo erectus, que emigró a Asia y vivió
entre hace un millón y doscientos mil años, usaba el fuego y probablemen-
te practicaba ya ritos religiosos. Los neandertales (Homo neanderthalensis),
que vivieron entre hace 200.000 y 30.000 años, eran inteligentes, conocían
también el fuego y llegaron a desarrollar una industria lítica compleja.
¿Hasta qué punto aceptaríamos la equiparación de la dignidad de un nean-
dertal y nuestra dignidad humana de Homo sapiens?
¿Cómo se produjo la evolución del grupo humano? Existen varias expli-
caciones posibles: por un lado, que los humanos actuales procedamos de
uno o varios troncos evolutivos (monofiletismo vs. polifiletismo) y, por otro
lado, que la línea de los homínidos pasara en el momento crítico de la
hominización por una sola pareja, los Adán y Eva bíblicos (monogenismo)
o, por el contrario, la hominización fuera un proceso que afectara a un
grupo de individuos prehumanos (poligenismo). Los conocimientos cientí-
ficos actuales parecen apoyar un modelo monofilético y poligenista:
• Monofilético, porque es difícil que ocurra que dos especies evolu-
cionen en forma paralela cuando la presión de selección es distin-
ta según los ambientes y cuando la deriva genética que suele acom-
pañar a la diferenciación de especies es más probable que produz-
ca divergencias que convergencias,
• Poligenista, porque la unidad de evolución no es el individuo, sino
el grupo o población. Normalmente, el proceso de especiación
implica un cambio gradual. Es evidente que cada hijo o generación
filial pertenece a la misma especie que la generación parental; sin
embargo, la acumulación durante muchas generaciones de peque-
ños cambios genéticos insensibles puede llegar a producir la suce-
sión de las especies. Como el proceso es gradual, es difícil o impo-
sible decir en qué momento se han diferenciado nuevas especies.
Por supuesto, este razonamiento es también aplicable a la especie
Biología y humanidad: hominización y humanización 71
34
Recordemos que, según el relato bíblico (Gn 2,16-17), el mandato divino transgredido
por Adán fue: “... No comerás el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal”. La serpien-
te le había dicho a Eva: “... seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”. La conse-
cuencia inmediata fue que “... entonces se abrieron sus ojos y se dieron cuenta de que esta-
ban desnudos” (Gn 3). Los animales no ponen malicia a su desnudez.
35
W. KASPER, Jesús, el Cristo, Salamanca2, 1978.
Biología y humanidad: hominización y humanización 73
36
M. BUNGE, Materialismo y ciencia, Barcelona, 1981.
74 Juan-Ramón Lacadena
37
J.L. RUIZ DE LA PEÑA, Teología de la creación, Santander4 1988.
38
Los componentes del desarrollo son la proliferación celular, la diferenciación celular
o citodiferenciación, la histogénesis, la organogénesis, la morfogénesis y el comportamiento
(J.R. LACADENA, Genética, Madrid4, 1988).
Biología y humanidad: hominización y humanización 75
40
F.J. AYALA, Aspectos filosóficos, en T. DOBZHANSKY, F.J. AYALA, G.L. STEBBINS,
J.W. VALENTINE, Evolución, Barcelona, 1980, 472-513.
Biología y humanidad: hominización y humanización 77
41
J. MONOD, Le hasard et la nécessité, París, 1970.
42
J.L. RUIZ DE LA PEÑA, Teología de la creación, Santander, 1988.
78 Juan-Ramón Lacadena
3. HUMANIZACIÓN
43
C. ALONSO BEDATE, Reflexiones sobre cuestiones de vida o muerte: Hacia un nuevo para-
digma de comprensión del valor ético de la entidad biológica humana en desarrollo, en F. ABEL, E.
BONÉ, J. C. HARVEY (eds.), La vida humana: Origen y desarrollo. Reflexiones bioéticas de cientí-
ficos y moralistas Federación Internacional de Universidades Católicas, Madrid, 1989, 57-81.
82 Juan-Ramón Lacadena
44
J. DAUSSET, Iso-leuco-anticorps:. Acta Haematol., 20 (1958) 156-166; J. DAUSSET ET
AL, Le deuxième sub-locus du système HL-A: Nouv. Rev. Franc. Haematol.. 8 (1968) 861.
Biología y humanidad: hominización y humanización 87
so por el cual las células T adquieren durante su paso por el timo la pro-
piedad de reconocer los antígenos solamente en presencia de las proteínas
MHC del propio individuo se conoce con el nombre de educación o madu-
ración tímica.
De lo dicho en los párrafos anteriores se desprende que el concepto de
identidad o mismidad genética de un individuo está íntimamente relaciona-
do con su capacidad genética de distinguir lo propio de lo extraño y que ello
depende de las moléculas de clase I y II codificadas por los respectivos
genes del sistema principal de histocompatibilidad (MHC). En otras pala-
bras, el “documento o señas de identidad” de un individuo está escrito en
los genes de su sistema HLA: el “documento de identidad genético” es el
haplotipo HLA de cada individuo.
Así como en el apartado anterior se hacía hincapié en que hacia el día
14 después de la fecundación se podría decir que quedaba establecida la
individualidad del nuevo ser humano al quedar fijadas las propiedades de
unicidad y de unidad, podemos ahora plantearnos la cuestión de cuándo en
el desarrollo del individuo se actualiza su identidad o mismidad genética. Es
decir, aunque el genotipo del cigoto incluye ya, obviamente, el sistema HLA
(haplotipo), su actualización no se hace efectiva hasta que los genes que
contiene se expresen (transcripción) y se sinteticen (traducción) las proteí-
nas correspondientes. En ese momento podría decirse que quedan fijadas
las señas de identidad del individuo.
¿Cuándo ocurre este fenómeno? Desgraciadamente, todavía los datos
científicos de que se dispone son muy imprecisos y por tanto hay que
tomarlos con precaución. Los datos hasta ahora disponibles (Prof. Agustín
Zapata, comunicación personal) parecen indicar que las proteínas MHC de
la clase II se expresan a las 7 semanas de desarrollo embrionario, mientras
que las proteínas MHC de la clase I lo hacen a las 8 semanas. Según el Prof.
Egozcue (1999), entre las 6 y las 8 semanas se produce la expresión anti-
génica del sistema MHC. El embrión es reconocido inmunológicamente
como no-propio. Los genes de la clase I del MHC se expresan desde el día
1, pero de forma no antigénica (cadena pesada de clase I + βm). Durante la
implantación dejan de expresarse los genes de clase I y II y aumenta la
expresión de los genes de clase Ib para evitar la agresión por células T o por
células NK. El feto es semi-alogénico para la madre (genes paternos).
Algunos autores explican la inactivación preferencial del cromosoma X
paterno en el citotrofoblasto y los fenómenos de impronta (imprinting)
como relacionados con la placentación.
La cuestión fundamental que ahora se plantea es si el establecimiento
de la identidad o mismidad genética puede tener un significado especial a
la hora de hacer valoraciones éticas o jurídicas como lo puede tener la indi-
vidualización establecida por las propiedades de unicidad y unidad. Lo sor-
88 Juan-Ramón Lacadena
45
C. ALONSO BEDATE, 1989. Reflexiones sobre cuestiones de vida y muerte: Hacia un
nuevo paradigma de comprensión del valor ético de la entidad biológica humana en desarrollo,
en F.ABEL, E.BONÉ, J.C.HARVEY (eds.), La vida humana: Origen y desarrollo. Reflexiones
bioéticas de científicos y moralistas. Madrid 1989, 57-81.
46
C. ALONSO BEDATE, El estatuto ético del embrión humano: una reflexión ante pro-
puestas alternativas, en F. MAYOR ZARAGOZA y C. ALONSO BEDATE (coords.), Gen-Ética,
Barcelona 2003, 19-66.
Biología y humanidad: hominización y humanización 89
4. EPÍLOGO
47
D. GRACIA, Problemas filosóficos en Genética y en Embriología, en F. ABEL y C.
CAÑÓN (eds.), La mediación de la Filosofía en la construcción de la Bioética, Madrid 1993,
215-254.
48
D. GRACIA, El estatuto de las células embrionarias, en F. MAYOR ZARAGOZA y C.
ALONSO BEDATE (coords.), Gen-Ética, Barcelona 2003, 67-93.
Cerebro y persona:
reflexiones sobre la suficiencia
constitucional
Juan L. Trueba
Doctor en Medicina. Máster en Bioética. Jefe de Sección de la Unidad de
Neurología y ExPresidente del Comité de Ética Asistencial del Hospital
Universitario Doce de Octubre (Madrid). Miembro del Consejo Asesor
de la Cátedra de Bioética de la UPCO.
1. INTRODUCCIÓN
1
P. LAÍN ENTRALGO, Qué es el hombre, Nobel, Oviedo, 1999, 7 y 8.
92 Juan Luis Trueba
va, según la cual el hombre es persona y hace lo que como persona hace
en tanto que estructura hoy por hoy suprema en la evolución del dinami-
cismo cósmico”2.
Es la convicción de que “nuevos enfoques son necesarios tanto desde la
visión de la ciencia como de la filosofía de la realidad del hombre para
poder plantear una antropogénesis aceptable para todas las mentes, cua-
lesquiera que sean sus creencias últimas –religiosas, agnósticas o ateas–
acerca de esa realidad” 3, ya que “ni el monismo materialista al uso, ni el
dualismo antropológico, sea cartesiana o hilemórfica su orientación, otor-
gan a la mente actual una base científica y filosóficamente satisfactoria
para entender razonablemente la ineludible realidad de criatura cósmica
que posee el ser humano” 4.
La necesidad de los cambios radicales en el concepto clásico de natura-
leza que los griegos propusieron ha sido uno de los puntos de partida de la
nueva metafísica que Zubiri nos ha propuesto desde sus primeras publica-
ciones5. Desde entonces y gracias al descomunal esfuerzo que ha supuesto
la publicación póstuma de la ingente y riquísima obra manuscrita que
Zubiri nos dejó6, hoy conocemos muy bien el conjunto de su pensamiento,
su fundamentación fenomenológica, su cosmología dinamicista de la rea-
lidad y su teoría del conocimiento. Sobre cimientos tan sólidos varios de
sus seguidores han aportado valiosas sugerencias sobre la realidad del
hombre, especialmente en los campos de la antropología, la filosofía pri-
mera, la filosofía moral, la teología y la bioética.
Esta última constituye el centro de mi atención para plantear desde sus
propios interrogantes la necesidad de un nuevo enfoque de las ciencias
neurobiológicas. Un enfoque que permita describir los hechos biológicos y
la realidad del hombre sobre una antropogénesis aceptable para otras men-
tes, cualesquiera que sean sus creencias últimas o su escala de valores acer-
ca de lo que es el hombre, la persona o la dignidad que merecen.
2
P. LAÍN ENTRALGO, Qué es el hombre, cit., 235.
3
P. LAÍN ENTRALGO, ibíd., cit., 7.
4
P. LAÍN ENTRALGO, ibíd., cit., 50.
5
X. ZUBIRI, Naturaleza, historia y Dios (NHD), Alianza, Madrid, 10ed., 1994, 315.
Decía Zubiri en su original de 1934: “La nueva física ha tocado a un punto que pone en vibra-
ción, a un tiempo, el cuerpo entero de la filosofía... El concepto antiguo de naturaleza y su
visión tan mecanicista no se compadece con los hechos, y que frente a esos conceptos de
naturaleza (Phycis), substancia (ousía) y causa (aitía) hay que proponer otros alternativos
como los de “fuerza”, “campo” y “función”.
6
La Fundación Zubiri de Madrid ha publicado en el momento actual un total de más
de 19 volúmenes de escritos de Zubiri, publicados y recogidos en Alianza Editorial que cons-
tituyen un impresionante corpus filosófico del autor. Es necesario reconocer el esfuerzo rea-
lizado por los seguidores de su pensamiento entre los que cabría destacar a Laín, Ellacuría,
Gracia, A. González, etc.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 93
7
DIEGO GRACIA, “Como arqueros al blanco. Estudios de bioética” Edición de José
Lázaro. Tricastela. Madrid, 2004, 12.
8
X. ZUBIRI, Sobre la esencia (SE), Alianza, Madrid, 1985, 151-158.
X. ZUBIRI, Estructura dinámica de la realidad (EDR), Alianza, Madrid, 1995, 2ª
edic., 34.
9
X. ZUBIRI, Sobre el hombre (SH), Alianza, Madrid, 1986, 46.
10
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y embriología, 95-150. En Ética y
vida. Estudios de bioética, Nº 3, De los confines de la vida, El Búho, Bogotá, 1998.
DIEGO GRACIA, El estatuto del embrión, 151-180. En Ética y vida. Estudios de bioéti-
ca, Nº 3, De los confines de la vida, El Búho, Bogotá, 1998.
DIEGO GRACIA, El estatuto de las células embrionarias, 369-394. En: Como arqueros
al blanco, Tricastela, Madrid, 2004.
DIEGO GRACIA, Salir de la vida, 395-432. En Como arqueros al blanco, Tricastela,
Madrid, 2004.
DIEGO GRACIA, Trasplante de órganos: medio siglo de reflexión ética, 433-462. En:
Como arqueros al blanco, Tricastella, Madrid, 2004.
11
DIEGO GRACIA, El estatuto de las células embrionarias, cit., 372.
12
X. ZUBIRI, Espacio, tiempo y materia (ETM), Alianza, Madrid, 1996, 637.
94 Juan Luis Trueba
13
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y embriología, cit., 101.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 95
14
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y embriología, cit., 95-107.
96 Juan Luis Trueba
caso deberá contar con ellos sean las que fueren sus explicaciones, teorías
o creencias sobre la cuestión de “qué es el hombre”.
No parece oportuno extendernos aquí sobre los datos concretos que las
ciencias positivas consideran como absolutamente probados, pero bueno
será al menos nominar aquellos que me parecen más primordiales.
Todos estos datos nos explican razonablemente “cómo es” y “cómo fun-
ciona” el sistema nervioso de los animales y del hombre, y nos dan una idea
suficiente de la constitución orgánica, pero no nos aportan casi nada sobre
lo específicamente humano y mucho menos sobre lo personal de cada
hombre concreto.
Las ciencias de la conducta han tratado durante más de cien años de
cubrir este hueco. Son ciencias que tradicionalmente han realizado sus
experiencias sobre los datos que la conducta humana y animal les permitía
observar, sin recurrir a mirar dentro de la “caja” intracraneal, y apenas sin
considerar los órganos corporales como objeto de sus investigaciones; sólo
los comportamientos, las actitudes y las respuestas ante determinados estí-
mulos o situaciones nos daban razones teóricas sobre la dimensión psíqui-
ca del animal entero.
El resultado de este tipo de estudios también ha sido importante y han
aportado, al igual que las ciencias positivas organicistas, contenidos irre-
nunciables para que cualquier teoría en antropología fuera aceptable por el
resto de las ciencias biológicas.
Las ciencias de la conducta han puesto su énfasis principal en la cons-
titución psíquica del hombre y los animales, pero habitualmente han res-
balado, al igual que lo han hecho también las ciencias positivas, sobre las
razones formales que permiten definir y diferenciar lo que “realmente” es
un viviente, un animal o un hombre.
Se han hecho esfuerzos importantes por aliviar estos reduccionismos y
hablar de encéfalo como un todo15, y también de sistema nervioso como un
todo16, pero sin llegar a perder el enfoque organicista que las ciencias neu-
rológicas nos han venido imponiendo.
15
P. LAÍN ENTRALGO, Patografía y vida, En: La historia clínica, Tricastella, Madrid, 3ª
ed., 1998, 490-724.
16
L. BARRAQUER BORDAS, El sistema nervioso como un todo, En: Neurología funcio-
nal, Toray, Barcelona, 1968, 2ª ed.
98 Juan Luis Trueba
17
X. ZUBIRI, SE, cit., 453.
18
X. ZUBIRI, SE, cit., 454.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 99
19
L. BARRAQUER BORDAS, El sistema nervioso como un todo, cit.,.424.
20
X. ZUBIRI, EDR, 180 ss.
21
L. BARRAQUER BORDAS, ibíd., cit., 405.
22
L. BARRAQUER BORDAS, ibíd., cit., 406.
23
L. BARRAQUER BORDAS, ibíd., cit., 407 “Mientras que por interacción se entiende
la relación directa de causa efecto entre estimulo y la respuesta. En las relaciones transac-
cionales, una serie de factores o de estructuras estarían influyendo sobre otras, las cuales,
simultáneamente, actuarían sobre las primeras”.
24
L. BARRAQUER BORDAS, ibíd., cit., 408. “El sistema nervioso central se dispone
según sistemas elaborados verticalmente. Según esta concepción existen en el neuroeje unos
componentes centrales más antiguos y de funciones más generales e inespecíficas, los cuales
aparecen primero en la embriogénesis cerca del tubo neural primitivo, y en torno a los cua-
les se agrupan estructuras más especializadas y diferenciadas, que se van añadiendo lateral-
mente durante el proceso madurativo.” (véase Fig. 122 en p 409 según Magoun y galambos)
25
L. BARRAQUER BORDAS, ibíd., cit., 410.
100 Juan Luis Trueba
26
L. BARRAQUER BORDAS, ibíd., cit., 411.
27
L. BARRAQUER BORDAS, ibíd., cit., 429.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 101
28
DIEGO GRACIA, Dilemas éticos en los confines de la vida: suicidio asistido y eutanasia
activa y pasiva. En Ética y vida. Estudios de bioética, Nº 3, De los confines de la vida, El Búho,
Bogotá, 1998, 287-312.
29
X. ZUBIRI, SE, cit., 562.
30
X. ZUBIRI, SH, cit., Constitución de la realidad humana, 477-544.
31
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y embriología. En Ética y vida. Estu-
dios de bioética, Nº 3, De los confines de la vida, El Búho, Bogotá, 1998, 95-150.
X. ZUBIRI, NHD, cit., 315.
102 Juan Luis Trueba
Esto le lleva a creer que “En realidad no hay sustancias, sino “campos”
y las cosas que forman parte del campo establecen entre sí relaciones que
no son de tipo causal, sino “funcional”. A estos campos que no son sustan-
cias, pero sí realidades (estructurales), es a lo que Zubiri ha llamado “sus-
tantividades”. Y lo que forma parte del campo, eso que antes hemos deno-
minado cosa, es lo que Zubiri llama “nota” o “momento”.
Los términos sustantividad, suficiencia constitucional, estructura clau-
surada y unidad coherencial primaria son categorías que Zubiri incorpora
y fundamenta en sus obras más puramente metafísicas: “Sobre la esencia”33
y “Estructura dinámica de la realidad”34.
En estas obras nos describe el “sistema constitucional de notas que
denomina sustantividad35, y el “sistema básico y constitutivo”, que es lo que
entiende por “la esencia”36.
32
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y embriología, cit.,95-106.
33
X. ZUBIRI, SE, cit., 170-171 “Sustantividad es la estructura campal con suficiencia
constitucional; o también, la estructura clausurada de notas o momentos, en unidad cohe-
rencial primaria”.
34
X. ZUBIRI; EDR, cit., 33-35.
35
“Estas notas, en tanto que forman sistemas, se hallan caracterizadas por algunos
momentos característicos: 1. Las notas se van codeterminando mutuamente entre sí. Una
codeterminación en virtud de la cual cada nota no es plenamente lo que es sino en conexión
con otras; 2. El sistema tiene necesariamente un momento de clausura; 3. Un sistema tiene
estructura cíclica; y 4. el sistema de notas es constitucional, entendiendo por constitucional
que pertenece a la realidad “de suyo”. La suficiencia de un sistema de notas en tanto que sis-
tema con los caracteres que he enunciado, es justamente lo que he llamado sustantividad. Es
una suficiencia en el orden de la constitución. Estos sistemas tienen sustantividad. Los que
no tienen tal suficiencia, carecen de sustantividad” (X. ZUBIRI; EDR, cit., 33-34).
36
X. ZUBIRI; EDR, cit., 35-36. “Toda sustantividad está montada sobre un sistema bási-
co primario, que se aquel que ya no simplemente sería constitucional, sino que sería consti-
tutivo. Pues bien el sistema básico y constitutivo de todas las notas necesarias y suficientes
para que una realidad sustantiva sea lo que es, es justamente lo que he llamado esencia. Es
la unidad coherencial primaria”.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 103
Así, pues, decir que “El cerebro es el producto más perfecto de la natu-
raleza humana” es entenderlo como algo producido en un proceso bioló-
gico, y que es un momento o nota estructural en un campo con estructu-
ra clausurada en unidad coherencial primaria. Es la estructura del orga-
nismo entero la que tiene sustantividad y por tanto suficiencia constitu-
cional. El cerebro por ser un subsistema estructural orgánico del sistema
total forma parte de esa sustantividad, pero no posee por sí sólo una sus-
tantividad propia.
Ser “producto” significa que la sustantividad se logra en un proceso
constitucional y constituyente en el que se generan nuevas estructuras a
partir de estructuras anteriores. Por lo tanto, el proceso biológico es evolu-
tivamente dinámico, y ocurre temporalmente ligado a lo que es la vida del
viviente, animal, o humano, en nuestro caso.
“Producto más perfecto” significa que en ese proceso evolutivo consti-
tucional, los distintos momentos que lo constituyen son generados o pro-
ducidos a lo largo del proceso vital, y que en dicho proceso existen niveles
distintos de perfección evolutiva hacia el logro de la sustantividad o sufi-
ciencia constitucional. De todos ellos es precisamente el cerebro el pro-
ducto más perfecto. Perfecto en un doble sentido evolutivo y organogenéti-
co; en primer lugar, como referencia a la evolución de las especies (filogé-
nesis) y en segundo lugar, como referencia al proceso organogenético del
animal concreto (ontogénesis).
“Las notas del sistema se codeterminan mutuamente entre sí de una manera actual.
Esto quiere decir que si tomo una nota cualquiera “en” el sistema en cuestión (no fuera de
él, esto es otra cosa; que yo pueda sacar una nota de un sistema, y llevarla a otro es cosa dife-
rente), mientras la tomo “in actu”, tal como está en un sistema determinado, esa nota no
empieza por ser nota que luego esté en relación con otra nota. No; sino que toda su razón de
ser nota, es ser “nota de” justamente “de las demás”; viene condicionando a las otras. En su
carácter de nota está intrínsecamente ese momento del “de”, ese momento de la genitividad,
en virtud del cual está `por sí misma, y en sí misma en referencia a las demás notas que com-
ponen la esencia, que son constitutivas de ella”.
104 Juan Luis Trueba
Ser viviente es tener una cierta independencia del medio y control espe-
cífico sobre él.
La vida consiste en un estado de actividad: En una actividad en que las
acciones se hallan orientadas hacia la unidad primaria de las actividades
estructurales. La vida no es ni acción ni pasión. La vida es estar en acción37.
Pero sea cual fuera la índole del animal de la que es órgano, lo esencial
es, que es cerebro de un viviente-animal concreto y que se define por el
carácter principal y unitario de su propia vida.
La vida como carácter unitario se expresa en tres aspectos fundamenta-
les del viviente: su aspecto total, diferencial y gradual.
1. Totalidad: el organismo funcionando como un todo38.
2. Diferenciación: riqueza y complejidad del todo orgánico.
3. Graduación: la vida como proceso39. La vida, por su orientación, se
manifiesta en el carácter gradual, progresivo o regresivo, de sus procesos40.
B. La formalización41
Con el término formalización Zubiri se refiere al hecho basado en la
experiencia empírica descrita por Katz, entre otros42, de que “la estructura
39
Ver sobre “los tres momentos estructurales de la gradualidad de niveles: subtensión
dinámica, liberación y incorporación”: X. ZUBIRI, SH, cit., 506-509.”Hay pues en este des-
pliegue de actividad una estructura dinámica esencial. Es una unidad de actividad que llamo
subtensión dinámica de unos niveles por otros. Esta subtensión tiene distintos momentos:
primero, la función primera produce exigitivamente desde ella misma la entrada en acción de
la segunda...segundo, la función primera se mantiene estrictamente en el seno de la segunda;
con lo cual la primera sostiene intrínseca y formalmente la segunda...tercero, la función pri-
mera no sólo produce exigitivamente la segunda, y la sostiene formalmente en sí misma, sino
que además modula intrínseca y formalmente, en medida desde luego variable, las cualida-
des que va a poner en juego la segunda función... Pero esta subtensión dinámica no es sino
el primer momento de la gradualidad de niveles. Porque en el nuevo nivel se constituyen fun-
ciones que no funcionan ni pueden funcionar en el primero... funciona en un ámbito con una
constelación de caracteres propios del nuevo nivel... le ha liberado para actividades de nivel
superior... La segunda función refluye sobre la primera incorporándose a ella. A la subten-
sión dinámica y a la constelación liberada, pertenece como tercer momento de gradualidad
la incorporación entera de estas constelaciones a la actividad psicoorgánica. La incorpora-
ción puede ser fugaz o permanente. Lo profundo de lo psicoorgánico se va constituyendo y
se va adquiriendo progresivamente una estructura propia en cada hombre individual”.
40
X. ZUBIRI, ETM, cit., 671-673.
41
X. ZUBIRI, ETM, cit., 560-561: “Se ha discutido mucho cuál sea la función de la corte-
za. Sherrintogton creía que era sistema de integración, Brikmann que es un sistema de signifi-
cación. Zubiri cree que no es ni una cosa ni la otra y estima que la función esencial de la corte-
za cerebral y del cerebro en general es justo crear este enorme sistema de formalización, por el
cual un estímulo elemental que se recibe del medio externo, en virtud de las formalizaciones, pre-
senta situaciones cada vez más ricas cuanto más rica sea su formalización interna”.
42
X. ZUBIRI, ETM, cit., 561.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 105
43
X ZUBIRI, SE, cit., 28.
44
Hay que diferenciar bien en Zubiri lo que es formalidad de lo que es formalización.
La formalidad es el modo de quedar como algo otro; es momento estructural propio de la alte-
ridad; modo de quedar en impresión; momento sentiente (descriptivo) referente a la forma
propia de autonomía de un contenido que se aprehende; modo de estar presente como autó-
nomo en la impresión. Tienen un carácter estructural de lo esencial y radical del animal
viviente. Lo que la impresión es en su estructura formal propia (X. ZUBIRI, IR, cit., 281).
45
El término formalización tiene en Zubiri dos significados distintos, ambos estructu-
rales y procesuales: 1. Como estructura de la alteridad; modulación de la formalidad propia
de cada animal. 2. Como estructura orgánica cerebral; proceso de corticalización propio de
cada animal, que será según dos niveles: uno de especie (filogenético) y otro como individuo
(ontogénico).
106 Juan Luis Trueba
no solamente un eje central, sino que ese eje central termina en un telen-
céfalo y el telencéfalo culmina en una corteza.
La formalización es en el animal46:
1. Lo que abre toda la riqueza de la vida animal.
2. Riqueza de impresión de estimulidad en el animal.
3. Gran variedad de signos objetivos.
4. Variedad de elenco de respuestas adecuadas.
5. Necesidad de selección de respuesta.
6. Conforme a unos límites filogenéticos.
7. Origen de la serie zoológica.
8. Origen de estímulos como nota-signo cada vez más independientes
según la índole del animal.
C. La hiperformalización47
La formalización de cada animal depende, pues, de su evolución filoge-
nética y ello establece el grado de diferenciación estructural necesario para
cada índole. Existen fronteras filogenéticas y estructurales en el sistema
nervioso de cada animal que permiten responder a los estímulos según su
identidad de especie y la formalización es cada vez más compleja a medi-
da que ascendemos en la escala filogenética. Ello permite a los estímulos ir
quedando como signos cada vez más desgajados e independientes.
Los límites filogenéticos son también la frontera entre animal humano
y los demás animales, debido a que la formalización progresiva del animal
llega a un punto en el que el estímulo del animal acaba por “quedar” total-
mente despegado de él. Este punto es el que denomina Zubiri hiperforma-
lización. La formalización se ha trocado en hiperformalización.
En este punto de la evolución la estimulidad que era la propia del ani-
mal se quiebra y queda abierta a una nueva formalidad, propiamente
humana, que es la “formalidad de realidad”. Esta hiperformalidad trae con-
sigo el hecho de que para dar las respuestas adecuadas el animal humano
tiene que “elegirlas”. Así, el hombre elige intelectivamente la respuesta.
La hiperformalización no es un fenómeno de conducta adaptativa, sino
un principio estructural que pertenece formalmente al animal humano en
cuestión.
La hiperformalización es lo que intrínsecamente y formalmente abre el
ámbito de la impresión de realidad y a la actividad intelectiva posterior en
el desarrollo humano 48.
48
Por ello en las fases iniciales del desarrollo fetal, no existiendo todavía la aprehensión
primordial de realidad, Zubiri prefiere hablar entonces de “reidad” en lugar de “realidad”.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 107
49
X. ZUBIRI, SH, 510: “El cerebro no es el órgano productor de la psique, sino el órgano
que, desde la actividad psico-orgánica sensitiva, abre la entrada en acción a lo “superior” de
una psique. La actividad psico-orgánica en que el hombre consiste produce “a una” desde sí
misma la conformación orgánica de un cerebro y la entrada en acción, o cuando menos la
posibilidad de la entrada en acción, de lo superior de la psique, de la mente. Es la génesis
humana última. La actividad animal constituye desde sí misma el “nivel” psico-orgánico supe-
rior. De tal suerte que si el hombre tuviera su cerebro y careciera de lo superior de la psique,
no podría subsistir ni orgánicamente. El cerebro no es el órgano que intelige, tiene sentimien-
tos y toma decisiones voluntarias, pero es el órgano que nos coloca en la situación de tener que
inteligir, de tener que sentir afectos, y de tener que tomar decisiones para poder vivir incluso
orgánicamente. Es entonces el órgano que permite ajustar voluntariamente nuestras respues-
tas. El sistema entero de actividad psico-orgánica ha entrado en un nuevo nivel. La estructura
que lleva a este nivel psico-orgánico nuevo es lo que he solido llamar hiperformalización”.
50
Es un hecho absolutamente comprobado que la riqueza de conexiones sinápticas de
la corteza cerebral humana se incrementa en los primeros meses después del nacimiento.
51
X. ZUBIRI, SE, cit., 340.
52
X. ZUBIRI, EDR, cit., 160-161.
108 Juan Luis Trueba
53
X. ZUBIRI, EDR, cit., 63-64.
54
X. ZUBIRI, EDR, cit., 166-167.
55
X. ZUBIRI, EDR, cit., 301.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 109
nesis tiene a su vez dos fases evolutivas muy claras: una primera denomi-
nada organogénesis primaria en la que ocurren las primeras diferenciacio-
nes celulares propiamente embrionarias, y una segunda fase o momento de
la organogénesis secundaria en la que aparecen los órganos propiamente
dichos, como el corazón, sistema nervioso, etc., lo que nos permite subdi-
vidir el estudio descriptivo, de manera artificial, atendiendo al proceso car-
diogenético, neurogenético, etc.
Los científicos nos han descrito la cronología de las fases iniciales de la
vida humana. Juan Ramón Lacadena las ha resumido muy bien tanto en el
proceso de la fecundación y de las primeras horas de la expresión genética,
como en los procesos experimentales de la fecundación in vitro (desde la
obtención del ovocito y fecundación a su desarrollo in vitro durante los
cinco primeros días); o la fecundación in vivo hasta el paso de embrión a
feto entre la 8ª -9ª semana después de que la fecundación ocurra en las
trompas de Fallopio56. Merece la pena que recojamos este último esquema
cronológico ya que nos servirá después para comprender mejor las cues-
tiones que plantearemos sobre la suficiencia constitucional.
56
J.R. LACADENA, Genética y bioética. Desclée De Brouwer, Bilbao, 2002, 54-57.
110 Juan Luis Trueba
Embrión preimplantatotorio
Fecundación y formación
Células totipotentes
Fallopio.
36 horas Embrión de 2 células (blastómeros) que
inician el camino hacia el útero.
60 horas Embrión de 4 células.
3 días Embrión de 6-8 células.
4 días Mórula: 16 células (todavía totipotentes) que
forman un grupo compacto. Llega al útero y
comienza la implantación o anidación.
6-7 días Blastocisto: las células continúan dividiéndose
Células pluripotentes
A partir de los datos que estas cronologías nos ofrecen suelen plantear-
se las preguntas éticas sobre el estatuto del embrión y las técnicas de repro-
ducción asistida57. Así, por ejemplo, parece inevitable plantear ya aquí la
posible valoración diferencial del embrión a lo largo del desarrollo y en
especial con aquellas fases del proceso anteriores a la anidación o implan-
tación del blastocisto en la pared del útero, que corresponden a los prime-
ros catorce días a partir del momento en que se produjo la fecundación (lo
que algunos denominan preembrión y otros embrión preimplantatorio).
F. La indeterminación del “cuándo” en los procesos biológicos
Conviene precisar que una referencia cronológica, o puramente tempo-
ral del proceso biológico es sólo una aproximación parcial a la realidad de
los hechos, pues el tiempo en sí mismo carece de toda realidad sustantiva;
es sólo un momento estructural del dinamismo genético, lo que nos con-
duce a importantes interrogantes sobre “la realidad del tiempo”. Zubiri lo
ha expuesto así.58
“El tiempo no es algo independiente de las cosas... El tiempo es, por así
decirlo, resultado de los tiempos propios de cada decurso. El tiempo no es
una envolvente del Cosmos y de las cosas que hay en él, no es algo absolu-
to en ningún sentido; carece de toda realidad sustantiva.
Entonces el problema de la realidad del tiempo queda reducido al pro-
blema de en qué consiste el tiempo propio de cada transcurso. Para verlo,
observemos que todo transcurso es un proceso. Las realidades cósmicas
todas, sin excepción, tienen un carácter procesual. Y todo proceso transcu-
rre en fases diversas.
Cada fase ocupa una posición determinada entre las demás. La mera
posición fásica de cada una de las fases respecto a las demás del proceso es
justo el tiempo como línea. El tiempo absoluto como algo independiente de
las cosas no tiene existencia... no existe el tiempo como absoluto, sino tan
sólo el tiempo relativo, esto es el tiempo como respectividad. Las cosas no
transcurren en el tiempo, sino que transcurren temporalmente.
Ahora comprendemos lo que es la unidad síncrona del tiempo cósmico.
Todos los transcursos del Cosmos son procesuales, o si se quiere, todos
ellos son co-procesuales... por lo que concierne a su carácter procesual
mismo, es co-temporalidad. Cada proceso en cuanto multiplicidad fásica
tiene, en efecto, su tiempo. Y la unidad co-procesual de todos los procesos,
esto es, por razón de su mera multiplicidad fásica, es entonces co-tempo-
ralidad, unidad de sus tiempos o sincronía pura... No es la mera unidad
extrínseca de un “cuándo” sino la temporalidad de los dos procesos por el
mero hecho de ser procesos.
57
J.R. LACADENA, Genética y bioética, cit., 58.
58
X. ZUBIRI, ETM, cit., 250-255.
112 Juan Luis Trueba
Son las cosas las que por ser procesualmente transcurrentes dan lugar
a la línea del tiempo... El tiempo es siempre, y sólo, tiempo-de algo, de algo
procesual. No es sino mera respectividad pòsicional fásica de todo proceso
transcurrente. Y la sincronía de estas respectividades es el tiempo univer-
sal cósmico”.
El tiempo es la forma general del dinamismo. El tiempo, como forma
general del dinamismo, es lo que responde a la pregunta “cuándo”59.
Es el problema del “cuándo” en los procesos biológicos. Sus ricas ideas
nos ayudan a comprender mejor qué es lo que podemos y no podemos
esperar de lo procesual. Así, entre otras muchas cosas, podemos resumir
algunas de sus ideas, especialmente útiles, para la concreción de nuestras
preguntas éticas a cerca del “cuándo”.
El tiempo, como forma general del dinamismo, es el referente crono-
lógico con respecto a la pregunta “cuándo”. Toda realidad emerge y es
emergente en un cuando, que aparece aquí con respecto al tiempo en
forma de continuidad, pues el tiempo tiene como propiedad la continui-
dad. No es la suma de instantes, sino que tiene una duración: una especie
de línea que dura. Además el análisis del tiempo permite referirse a tres
momentos en el curso temporal de la duración: un antes, un ahora y un
después. Estos momentos o partes están vinculados entre sí formando la
continuidad propiamente dicha: Los tres momentos –prefiero hablar de
momentos más que de partes, pues la parte parece que quisiera indicar
una discontinuidad o límite estructural, mientras que el momento puede
entenderse como momento de una fuerza, y sin límites espaciales o estruc-
turales en su acción– están en continuidad, sin solución de continuidad.
Pero, además, el tiempo es un continuo ordenado: el antes, el ahora y el
después tienen un cierto orden. Y entonces el antes y el después no signi-
fican el antes y después en el tiempo, sino antes y después en la ordena-
ción. Por ello, que los momentos se sucedan en el tiempo es un concepto
meramente ordinal. Esto nos lleva a la experiencia de que en los procesos
biológicos, como en cualquier continuo, no es posible predecir el límite
entre un elemento y el siguiente. Hay una especie de indeterminación en el
“cuándo” que sólo podemos abordar en respectividad.
59
X. ZUBIRI, EDR, cit., 281. (Ver todo el cap. XI: El dinamismo como modo de estar en
el mundo, pp. 279 –310, en donde se aborda una pormenorizada descripción y análisis del
tiempo. “El tiempo es el ser del dinamismo; un momento estructural del dinamismo. Es la
actualidad de todas las cosas de su dar de sí en el mundo; por tanto es algo que concierne al
ser, es un modo del ser. El tiempo no es el ser fluente, es el ser gerundial: es estar dando de
sí; es estar fluyendo. No es una unidad procesual de los tres momentos de pasado, presente
y futuro, sino que la esencia del tiempo es el siempre. El siempre no es que siempre hay tiem-
po; esto es falso; sino que mientras la realidad está dando de sí, esta siempre pasando, siem-
pre viniendo (futuro), y siempre moviéndose en el presente”.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 113
60
J.L. TRUEBA, Ocho preguntas fundamentales sobre el diagnóstico de muerte clínica. En
Bioética: un diálogo plural. Homenaje a Javier Gafo, J.J. FERRER y J.L. MARTÍNEZ, Univ.
Comillas, Madrid, 2002, 201-220.
61
X.ZUBIRI, EDR, cit., 282-287.
62
X. ZUBIRI, Dimensión histórica del ser humano, Realitas I, (1972-73), 5.
63
X. ZUBIRI, ETM, cit., 579-610.
64
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 116.
114 Juan Luis Trueba
Lo llama “psique” para evitar que se considere ese conjunto de notas como una sus-
66
tancia o, al menos, como principio sustancial, es decir, para evitar lo que vulgarmente lla-
mamos alma. La psique no es alma, esto es, una sustancia interior al cuerpo que sería tam-
bién sustancia.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 115
67
X. ZUBIRI, ETM, cit., 590.
68
X. ZUBIRI, ETM, cit., 591 “Primeramente, porque el concepto de materia que aquí
expongo (X. ZUBIRI, ETM, cit., La materia como principio 347-374) es distinto del concepto
de materia que ha dado lugar a lo que se ha llamado materialismo. Y, en segundo lugar, por-
que el materialismo consiste en decir que no hay más realidad que lo material. Ahora bien,
decir que toda realidad mundanal sea sólo material, incluso si se adopta el concepto de mate-
ria que aquí he expuesto, es algo absolutamente falso. Por esto, mejor que materialismo, lla-
maría yo a esta conceptuación materismo”.
116 Juan Luis Trueba
por ejemplo, el calor puede ser aprehendido como algo que tan sólo me
calienta, o bien como algo que es “de suyo” calentante. Toda otra forma de
realidad se funda en esta realidad primera y consiste en un de suyo cada vez
más rico y problemático. La aprehensión de algo como real, esto es, como de
suyo, es lo que formalmente constituye la intelección. En el hombre su sentir
es en gran parte sentir lo que de suyo es lo sentido. La inteligencia humana
es constitutivamente y formalmente inteligencia sentiente. Esta intelección
sentiente es lo que constituye el carácter estructural de todo lo psíquico69.
En el caso de la sustantividad humana, el cuerpo es “cuerpo de” la psi-
que, y la psique es “psique-de” el cuerpo. Este “de” no es un mero artificio
lingüístico sino que tiene una estructura constitutiva muy precisa: es ani-
mación del cuerpo. Lo propio sucede con el cuerpo. El cuerpo es “cuerpo-
de”, donde el “de” tiene una precisa estructura: es corporización de la psi-
que. Decir que la psique es corpórea y que el cuerpo es psíquico no es sino
exponer la estructura formal e intrínsecamente unitaria de la realidad del
hombre: el hombre es una unidad psico-somática o somato-psíquica. No
hay psique sino después de la acción de los progenitores, porque no hay
cuerpo sino después de esta acción. La psique por tanto no es término de
transmisión sino resultado de la sistematización de los elementos germi-
nales en el proceso embriogenético.
I. La actividad del cerebro y actividad de la mente70
Los neurofisiólogos suelen plantear las cuestiones de la actividad psico-
orgánica en términos de mente y de cerebro, lo cual es de entrada un reduc-
cionismo al plano meramente de órgano y una renuncia a la consideración
de organismo entero.
“Zubiri sostiene que el cerebro no es el órgano productor del psi-
quismo, sino que es el órgano que desde la actividad psico-orgánica
sensitiva, abre la entrada en acción a lo superior de un psiquismo, ya
preexistente desde el plasma germinal”71.
La actividad psico-orgánica en que el hombre consiste, produce “a una”
desde sí misma la conformación orgánica de un cerebro, y la posibilidad de
entrada en acción de la mente. En el orden de la actividad se da siempre sólo
una única actividad psico-orgánica, y esto desde lo que él denomina plasma
germinal. Como ya he dicho, estas afirmaciones han sido puestas en duda
por algunos y desde luego se contradicen con el análisis de hechos en ciertos
71
Zubiri utiliza la expresión “ya preexistente desde el plasma germinal” de manera cons-
tante y repetida en numerosas ocasiones a lo largo de su obra y desde los primeros escritos.
Esta afirmación reiteradamente mantenida por Zubiri a lo largo de toda su vida ha sido pues-
ta en cuestión hoy en día por varios seguidores del pensamiento y la fundamentación antro-
pológica zubiriana.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 117
72
X. ZUBIRI, SH, cit., 445-476.
73
Zubiri siempre dice célula germinal, pero me pregunto si no sería más adecuado a los
hechos biológicos hablar de célula generante o diferenciable. Por ello trataré de ajustar en lo
sucesivo la descripción zubiriana a este término de “célula generante o diferenciable”. Esta
forma estaría más de acuerdo con la nota aclaratoria de los editores que dice “Zubiri anota
al margen: ‘Pero, ¿cuándo?’ ”. Diego Gracia se ha referido a esta postura del último Zubiri
(DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 130 y 164-167) y
también I. ELLACURIA, En el prólogo de X. ZUBIRI, SH, cit., Pág. xviii.
118 Juan Luis Trueba
74
X. ZUBIRI, SH, cit., 464-465.
75
Aquí se plantea Zubiri la cuestión de ¿qué es esto que la lleva a hacer desde sí misma
lo que por sí misma no podría hacer? Y recurre a su explicación de que el Cosmos es unidad
primaria formalmente dinámica, que las cosas no son estrictamente sustantivas, sino rudi-
mentos de sustantividad, y que sustantividad estricta sólo la tiene el Cosmos. Además resu-
cita los conceptos medievales de natura naturans, naturaleza naturante y natura naturata,
naturaleza naturada. X. ZUBIRI, SH, cit., 466.
76
X. ZUBIRI, SH, cit., 468.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 119
77
X. ZUBIRI, SH, cit., 469.
78
X. ZUBIRI, SH, cit., 474.
79
X. ZUBIRI, SH, cit., 474-476.
120 Juan Luis Trueba
L. Constitución de la mismidad80
El fin fundamental del proceso morfogenético del hombre, es llegar a
constituir su propia “mismidad”, que no es identidad, sino autoposesión81.
“La mismidad de un ser vivo no consiste en mera identidad... mis-
midad no es una mera persistencia, sino que es el acto reduplicativo
y formal en que un ser vivo ejecuta unas mismas acciones precisa-
mente para ser aquello que estructuralmente ya era... no consiste en
otra cosa sino en dar de sí, en ser cada vez más viviente... La mismi-
dad es esencial y formalmente un acto de poseerse”.
“La marcha de la vida, a lo largo de la escala biológica, y en el
desarrollo de la vida del individuo viviente es una marcha en con-
junto progresiva hacia una vida relativamente (nada más que relati-
vamente) “misma”, y relativamente autoposesiva. A medida que una
sube por esa escala hay más autoposesión... A lo largo de su mayor
dinamismo de mismidad, y de su mayor “mismidad”, tiene mayor
sustantividad y mayor autoposesión”82.
mismidad y la persona puede verse desde dos puntos de vista: desde sí mismo o desde fuera de
sí mismo, es decir desde los demás. El problema visto desde uno u otro punto de vista no es el
mismo, en especial cuando se refiere al momento en el que aparece en el proceso vital huma-
no. Esto abre un importante matiz a la hora de considerar los “cuándos”, así como en la consi-
deración que merecen en los actos transitivos e intersubjetivos. Es el tema de los valores y de la
dignidad del hombre como personalidad, como individuo humano completo, como feto, como
embrión, como célula totipotencial, multipotencial, etc. Es evidente que cuando se ve desde uno
mismo la consideración para uno mismo requiere la realización de un acto intransitivo de inte-
lección sentiente, mientras que la consideración desde los demás supone el reconocimiento de
unos valores en el “momento viviente” que no tiene por qué exigir actos intelectivos en el ser
reconocido como digno de respeto para el que lo estima desde fuera.
82
X. ZUBIRI, EDR, cit., 184-186.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 121
83
C. GROBSTEIN, Science and the Unborn, New York, Basic Books, 1988. (bibliografía
de este autor en DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 118)
84
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 118.
85
J.R. LACADENA, “Status” del embrión previo a su implantación. En J. Gafo (ed.) dile-
mas éticos de la medicina actual, UPCO, Madrid, 1986, 169-229.
122 Juan Luis Trueba
86
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 119.
87
X. ZUBIRI, SH, cit., 477-494.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 123
88
X. ZUBIRI, SH, cit., 477-494.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 125
89
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 121.
90
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 121.
El término nota adventicia en Zubiri (véase SE, 136-137) se contrapone al de nota de
tipo constitucional. “A todas estas notas que forman parte de lo que vulgarmente se llama la
índole de una cosa, llamé notas de tipo constitucional, a diferencia de las otras que son notas
de tipo adventicio”; Diego Gracia resume este complejo análisis de las notas zubirianas en El
estatuto del embrión, cit., 161
91
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 122.
126 Juan Luis Trueba
92
X. ZUBIRI, cit., EDR, 153.
93
X. ZUBIRI, cit., SE, 212-213.
94
X. ZUBIRI, cit., SE, 166-167.
95
J.R. LACADENA, Genética y bioética, cit.
96
X. ZUBIRI, cit., EDR, 86-87.
97
X. ZUBIRI, cit., EDR, 190.
98
X. ZUBIRI, cit., EDR, 191.
99
J.R. LACADENA, Genética y bioética, cit.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 127
100
X. ZUBIRI, cit., EDR, 167.
101
X. ZUBIRI, cit., EDR, 163-166.
102
X. ZUBIRI, cit., EDR, 163.
103
X. ZUBIRI, cit., EDR, 193.
104
X. ZUBIRI, cit., SE, 213.
105
X. ZUBIRI, cit., EDR, 86-8.
106
X. ZUBIRI, cit., EDR, 163.
128 Juan Luis Trueba
109
M. BYME, The animation tradition in the light of contemporary philosophy. En: The sta-
tus of human embryo: perspectives from moral tradition, G.R. Dunstan y M. J. Seller, Oxford
University Press, London, 1988.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 129
110
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 131.
111
DIEGO GRACIA, ibíd., cit., 130.
130 Juan Luis Trueba
114
X. ZUBIRI, Dos momentos constitutivos de lo que es un proceso. Dimensión histórica
del ser humano Realitas I (1972-73), 5.
DIEGO GRACIA, Problemas filosóficos en genética y en embriología, cit., 123-134.
DIEGO GRACIA, El estatuto del embrión, cit., 173-174.
DIEGO GRACIA, Dilemas éticos en los confines de la vida, cit., 287-291.
Cerebro y persona: reflexiones sobre la suficiencia constitucional 131
1. INTRODUCCIÓN
1
El juramento lo expresa así: “pero me abstendré de cuanto lleve consigo perjuicio o
afán de dañar”.
2
En el juramento aparece como: “me serviré según mi capacidad y mi criterio del régi-
men que tienda al beneficio de los enfermos”. Igualmente: “cada vez que entre en una casa
lo haré para el bien de los enfermos”.
134 Francisco Javier Rivas Flores
2. CONCEPTOS DE DIGNIDAD
Son muchos los textos que recogen la palabra dignidad al hacer refe-
rencia al enfermo y su relación con el sistema sanitario. Así aparece en
todos los códigos deontológicos y en muchos de los textos legales y jurídi-
cos, tanto de ámbito nacional, de las comunidades autónomas como, últi-
mamente, supranacional3, pero no se ha definido el término dignidad.
3
A este respecto baste señalar la Ley 41/2002 Básica reguladora de la autonomía del
paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica.
BOE: 274 de 15 de noviembre de 2002.
Dependencia y dignidad 135
3
En este punto sigo el esquema de F. TORRALBA, Morir dignamente. Bioética & Debat.
12 (1998)1-6.
4
R. GUARDINI, Persona y mundo. Citado por F. TORRALBA, Antropología del Cuidar.
Ed. Fundación Mapfre e Instituto Borja de Bioética. Madrid 1998, 106.
136 Francisco Javier Rivas Flores
5
Artículo 2.1. de la LAP
6
Estatutos Generales de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios. Nº 43.
Dependencia y dignidad 137
7
V. ARNASON, Gadamerian dialogue in the patient-professional interaction. Medicine,
health care and philosophy 3 (2000) 17-23.
138 Francisco Javier Rivas Flores
8
H. TEN HAVE, The hyperreality of clinical ethics: a unitary theory and hermeneutics.
Theoretical Medicine 15: 113-131; 1994.
Dependencia y dignidad 139
Paciente
Es la voz principal9 que se convierte en el narrador de su propia viven-
cia porque aporta los datos para elaborar la historia clínica, es su historia
la que se narra y por tanto debe dar los matices que ayuden a entender
tanto su vivencia de la enfermedad como su proyección. Siguiendo a Trías:
‘en ese ser sujeto de narración y relato se cifra nuestra propia dignidad’10 y el
propio proceso de personificación se realiza mediante la voz que resuena a
través de la ‘máscara’ (en el sentido etimológico de la palabra persona), de
ahí la importancia ética que tiene el que esta voz que se abre no se desper-
sonifique mediante la revelación de su intimidad a más personas de las que
él mismo quiere. Importancia, por tanto, de mantener la confidencialidad
como instrumento para preservar esta voz y, por ende, evitar la desperso-
nalización. Debe buscarse la objetividad, pero con las precauciones enun-
ciadas anteriormente. Es el elemento sobre el que se van a tomar las deci-
siones clínicas por lo que su voz debe quedar bien expresada en la historia
clínica. Los documentos en los que se exprese la voluntad y decisión del
paciente deben quedar como parte integrante de la historia clínica y tener
la misma consideración que otros documentos de la misma11. Tanta impor-
tancia se da al tema que viene recogido en las legislaciones nacionales y
9
S. POIRIER, D.J. BRAUNER. The voices of the medical record. Theoretical Medicine.
11 (1990) 28-39.
10
E. TRIAS, ‘Persona y comunidad’, El Mundo 13-11-1998.
11
D. GRACIA, Procedimientos de decisión en ética clínica. Madrid 1991.
140 Francisco Javier Rivas Flores
12
Viene recogido en la Ley Básica de Autonomía del Paciente 41/2002. Casi todas las
legislaciones autonómicas lo recogen, siendo la primera el país Vasco: Decreto 45/1998, de
17 de marzo, por el que se establece el contenido y se regula su valoración, conservación y
expurgo de los documentos del Registro de Actividades Clínicas de los Servicios de Urgencias
de los Hospitales y de las Historias Clínicas Hospitalarias del Gobierno Vasco.
Dependencia y dignidad 141
13
En esta búsqueda de ayuda no se puede olvidar que una de las premisas de esta rela-
ción está en que se trata de una relación fiduciaria (como expone Beauchamp en su libro
“Ética médica”), es decir basada en la fe y en la verdad.
142 Francisco Javier Rivas Flores
Sanitario
Toma decisiones tras examinar todos los datos, tanto clínicos como de
los valores que están presentes en cada caso. Actúa fundamentalmente
desde la beneficencia. Como se vio anteriormente, el sanitario debe cono-
cer de dónde parte, cuáles son los condicionantes que están detrás de cada
decisión médica. Sus propios valores también están en juego. Estas cir-
cunstancias van a influir en la lectura que haga del paciente puesto que
tiene un papel interpretativo o hermenéutico de la narración del pacien-
te14. Además, en nuestro momento histórico, en el que la asistencia sani-
taria es multiprofesional, hay que considerar a cada uno de los profesio-
nales que intervienen porque cada uno constituye una voz, además cada
voz puede afectar a otros profesionales de manera que hay una interrela-
ción entre las distintas voces que forman un flujo de influencias mutuas.
Aportan su saber técnico y profesional. A través de la narración debe
demostrar las cualidades que constituyen parte del acto médico: Episteme,
o conocimiento práctico, con sus condicionantes de concreción, tempora-
lidad y probabilidad, tekné, demostración de la destreza clínica y del cono-
cimiento y phronesis, la prudencia como virtud a la hora de aplicar los ele-
mentos anteriores, lo que podemos conocer como sabiduría práctica. En
cuanto a las actitudes a desarrollar por el sanitario hay que buscar un
punto medio entre la aséptica y aislante bata blanca y la cercanía excesi-
14
R. MORDACCI, What can hermeneutics contribute to bioethics? Bull Med Eth 123
(1996) 13-15.
Dependencia y dignidad 143
Ambiente
Caracteriza el estilo narrativo en el que se desarrolla la acción. Viene
marcado por el cosmos en el que se desarrolla la acción. Adquieren
importancia los protocolos, guías clínicas, modelo de asistencia, etc. que
determinará el curso a seguir, el marco contextual15 en el que tiene lugar
la relación. Es evidente que la relación que tiene lugar en un consultorio
no es la misma que en una cama de un hospital (y más cuando la habita-
ción es compartida por otros pacientes); igual que no es lo mismo una
relación en el ámbito de la medicina estrictamente privada, más libre en
cuanto a que los límites los pone el código de conducta, que en la pública
o socializada que está más constreñida por condicionantes normativos.
Este marco contextual puede ser de importancia crucial para la compre-
sión y resolución del caso. El mismo contexto puede ser afectado por las
decisiones hechas por o acerca del paciente, decisiones que pueden ser
psicológicas, emocionales, financieras, legales, científicas, educativas, de
impacto religioso y otros.
15
A.R. JONSEN, M. SIEGLER, W.J. WINSLADE, Clinical Ethics (4º ed). McGraw-Hill.
New York, 1998, 8.
146 Francisco Javier Rivas Flores
mente comprensible que esta confianza tenga como base y santo y seña el
secreto. Este precepto ya es bien conocido desde los albores de la Medicina
y expresado por Hipócrates en su célebre Juramento. De alguna manera, el
compromiso que se adquiere entre ambos es: ‘lo que yo sé de ti, o llegue a
saber sólo a ti te lo digo’. La relación afectiva puede llegar al grado más
excelso cuando por parte del paciente y del médico se pone amor, pero un
amor matizado por las circunstancias del encuentro: es lo que se ha deno-
minado ‘eros psicoterapéutico’. Esto supone lo que Laín denomina amistad
médica. El compromiso de actuar desde la beneficencia hacia el paciente
pero con los criterios del paciente, es decir permitir la realización del
paciente como ser desde la enfermedad o la necesidad.
4. Momento ético: desde la perspectiva de que todos los actos humanos
son sustancialmente morales, según han demostrado Zubiri y Aranguren.
El hombre se ve obligado a ajustar su comportamiento a su situación
mediante el ejercicio de la libertad y de su inteligencia, ajustamiento que se
vuelve justificación para cada acto que se realiza. En la base de esta justi-
ficación está la capacidad de dar razón de los diferentes actos. Esta justifi-
cación y su razón es lo que supone la base de la Responsabilidad, como
principio ético de la actuación humana. Para el paciente el carácter ético
viene dado por el para qué de la salud que busca: aunque presente un
carácter utilitarista, este para qué supone un empeño en hacer lo posible
para el desarrollo de la persona desde una perspectiva de salud; se preten-
de estar sano para vivir y obrar y no viceversa. Para el médico la medida de
su ética debe ser el bien del paciente, el máximo bien del paciente, lo que
supone un respeto ilimitado por el ser humano. Supone una apuesta firme
por la libertad del hombre. Para hacer efectivo el bien del paciente debe
atenerse a tres principios, que han definido tradicionalmente la ética médi-
ca y han quedado consagrados como principios de la Bioética:
• Principio de beneficencia que supone seguir la estela marcada por
Aristóteles en su Retórica: querer el bien para el otro en cuanto que
otro, porque toda persona por su categoría ontológica es merece-
dora de amor y respeto independientemente de sus circunstancias
particulares. Exige el ejercicio de la prudencia para su aplicación
en los casos particulares. Desde esta perspectiva el principio de
beneficencia se renueva al aplicar la philia que debe presidir la rela-
ción médico-paciente.
• Principio de autonomía, en el sentido de que para que el bien del
enfermo sea auténtico debe atenerse a lo que según las creencias
íntimas del paciente sean el bien y la perfección del hombre.
Recoge la libertad personal en su sentido de autoconducirse hacia
la plenitud como persona. Supone que el ejercicio de esta libertad
es ineludible, independientemente de que se use bien o mal.
152 Francisco Javier Rivas Flores
6. PROBLEMAS
A la luz de lo visto hasta ahora se puede intuir que los problemas que
plantea la lectura hermenéutica son variados y que en la medida que se
busque el acercamiento hermenéutico se irán clarificando:
• Naturaleza de la expresión moral: La expresión moral o la morali-
dad puede tener distinta naturaleza sobre todo en una sociedad
plural como la actual. Las diferencias morales deben llevar a pun-
tos de acuerdo éticos que permitan un lenguaje inicial común. En
la línea de lo que Adela Cortina califica como mínimos morales16,
uno de cuyos paradigmas está en el nacimiento de los Principios
Fundamentales de la Bioética formulados en el conocido Informe
Belmont.
16
A. CORTINA, La ética de la sociedad civil, Anaya/ Alauda, Madrid 1995.
Dependencia y dignidad 153
17
Joseph Luft y Harry Ingham describieron un modelo de interacción humana en el que
dividen en cuatro ventanas la posible disponibilidad de la persona: abierto, ciego, oculto y
desconocido.
156 Francisco Javier Rivas Flores
7. ÉTICA Y ANCIANIDAD
Aunque parece que se aporta una visión bastante negativa del proceso
de envejecer y de los cambios que conlleva, la realidad no es tal. En esta
etapa se desarrollan mecanismos de compensación, que habitualmente se
apoyan en un sistema de valores que sobrepasa lo meramente físico y que
no siempre son bien entendidos por la sociedad. Estos mecanismos de
compensación son una mayor experiencia ante la vida, el grado de cariño
o comprensión que haya podido generar en la familia, amigos y sociedad
en general. El problema es que estos mecanismos de compensación son,
por su naturaleza, débiles lo que posibilita la marginación y discrimina-
ción. Estas situaciones demasiado cotidianas no se pueden pasar por alto
por lo que se han convertido en protagonistas de bastantes de los proble-
mas que tiene planteada la bioética.
18
R. BUGIDOS, Cuidados paliativos en Geriatría. En A. COUCEIRO, Ética en cuidados
paliativos. Madrid 2004, 245-262.
162 Francisco Javier Rivas Flores
8. CONCLUSIONES
19
Declaración de Almería. 1995.
Dependencia y dignidad 165
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
1. INTRODUCCIÓN
1
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MEDICINE AND BIOMEDICAL AND BEHAVIORAL RESEARCH, Deciding to Forego Life-
Sustaining Treatment, Washington, DC: US Govt Printing Office, 1983.
168 Koldo Martínez Urionabarrenetxea
2. LOS CONCEPTOS
2
MINISTERIO DE SANIDAD Y CONSUMO, CONSEJO GENERAL DEL PODER
JUDICIAL, Decisiones al final de la vida, Madrid: Secretaría General Técnica del Ministerio
de Sanidad y Consumo y del Consejo General del Poder Judicial, 1998.
3
También se consensuaron otros términos como “enfermedad avanzada”, “situación de
agonía”, “minusvalía grave crónica” y “estado vegetativo persistente” (concepto que a su vez
ha sido posteriormente analizado en una conferencia de consenso en Barcelona los días 27 y
28 de Septiembre de 2002 organizada por la Sociedad Española de Medicina Intensiva Crítica
y Unidades Coronarias. [Ver: De La Cal MA, Latour J, De los Reyes M, Palencia M. Recomen-
daciones de la Sexta Conferencia de Consenso de la SEMICYUC. Estado vegetativo persis-
tente post-anoxia en el adulto. Med Intens 2003; 27: 544-555]. Del mismo modo se analizaron
y definieron prácticas sanitarias tales como la sedación terminal, la eutanasia, el suicidio
asistido, etc.
La dignidad del enfermo terminal 169
4
El entrecomillado es aquí necesario en este momento, dado que la reflexión sobre el
tema de la ponencia me ha generado infinitas dudas sobre qué entiendo por dignidad yo,
como médico intensivista cuando trato con mis pacientes y sus seres queridos, y sobre qué
entienden ellos. Y estoy convencido de que realmente podemos estar hablando de cosas dis-
tintas, de tantas cosas como participantes hay en cada relación clínica: paciente, seres que-
ridos, médicos, enfermeros, auxiliares, trabajadores sociales, asistentes espirituales, celado-
res, etc.
5
R. COHEN-ALMAGOR, Language and reality at the end of life: J Law Med Ethics 28
(2000) 267-278...
6
Utilizo el término “sacralidad” y no el más habitual de “santidad” por considerar que
la vida, si algo, puede ser “sagrada” pero no “santa” por definición. Santos, de serlo, lo serán
los individuos y/o sus actos, pero la vida no lo es necesariamente.
7
Varios autores sugieren que con la dignidad sucede algo parecido a lo que ocurre con
la pornografía: No sabemos definirla pero sí la identificamos en cuanto la vemos. Hay tam-
bién quien afirma que la pornografía está solamente en la mirada de quien observa. Estoy
personalmente convencido de que al menos la dignidad no está únicamente en los ojos del
observador, tal y como espero se entenderá del texto.
170 Koldo Martínez Urionabarrenetxea
8
M. MCDONALD, Dignity at the end of our days: Personal, familial, and cultural loca-
tion. J Palliat Care 20 (2004) 163-170.
9
Esta aseveración tiene interés en estos momentos en que el debate sobre la eutanasia
ha sido reabierto gracias, entre otros factores, a la película “Mar adentro” de Amenábar que
retrata el caso de Ramón Sampedro. Éste pedía bien morir a través de un acto de eutanasia.
Al no conseguirlo, dada su ilegalidad en España, el enfermo falleció, al parecer, a través de
un acto de suicidio asistido no por médico, con una muerte que, por lo que se deduce de la
visión de la grabación que recoge sus últimos momentos, difícilmente puede ser etiquetada
como de buena.
10
P.R.S. JOHNSON, An analysis of dignity. Theoretical Med Bioeth 19 (1998) 337-352.
11
Tema éste que se repite también con las personas designadas como representantes de
uno de cara a la toma de decisiones para el final de la vida, y que pone en evidencia ya de
entrada los documentos de voluntades anticipadas en tanto que fruto de la autonomía per-
sonal. Para más información al respecto, se recomienda recurrir a los artículos de Tonelli y
de Drought y Koenig citados en las notas 97 y 103.
La dignidad del enfermo terminal 171
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30
Susan Sherwin y una gran parte de la corriente de pensamiento feminista han contri-
buido de manera muy importante, en mi opinión, a un nuevo reconocimiento de la autonomía
no del individuo abstracto aislado sino del ser humano contextualizado, cuestión que va a resul-
tar fundamental en el análisis de la dignidad y de las decisiones para el final de la vida. Esta
conclusión tiene especial relevancia en la ética del cuidado. [Ver: Gilligan C. La moral y la teo-
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Death and Dying: Challenge and Change, Reading, Mass: Addison-Wesley, 1978.
184 Koldo Martínez Urionabarrenetxea
necesitar ayuda para vencer los miedos, 40% para encontrar sentido a la
vida, 43% para conseguir paz de espíritu, y 39% para encontrar recursos
espirituales72.
El Institute of Medicine identificó varios campos relacionados con la
calidad en el cuidado al final de la vida: (1) la calidad global de vida; (2) el
funcionamiento y el bienestar físico; (3) el logro de un sentido de paz espi-
ritual; (4) el bienestar espiritual; (5) la percepción de cuidado por parte del
paciente; y (6) el funcionamiento y el bienestar familiar73.
Singer et al. concluyeron en su estudio con pacientes de cáncer que
desde las perspectivas de éstos eran importantes: (1) recibir un manejo ade-
cuado del dolor y de otros síntomas; (2) evitar la prolongación inadecuada
del morir; (3) alcanzar un sentido de paz espiritual; (4) aligerar las cargas;
y (5) reforzar las relaciones con los seres queridos74.
Steinhauser y sus colaboradores invitaron a los pacientes y a sus cuida-
dores a nombrar los factores que consideraran importantes para el final de
la vida. Citaron, entre otros, el manejo del dolor y de otros síntomas, la pre-
paración para la muerte, las decisiones sobre preferencias de tratamiento,
y ser tratados como “una persona completa”75.
Por su parte Chochinov et al. han encontrado en una población de
pacientes terminales de cáncer que el 54% no tenía ningún sentido de pér-
dida de dignidad y que sólo un 7,5% afirmaba que la pérdida de dignidad
era para ellos una preocupación significativa76. Estos últimos pacientes
tenían más probabilidades de sufrir dolor, tener una menor calidad de vida,
dificultad con el funcionamiento intestinal, mayores necesidades de depen-
dencia de otros, pérdida del deseo de vivir, deseo aumentado de morir,
depresión, desesperanza y ansiedad77.
72
A. MOADEL, C. MORGAN, A. FATONE, J. GRENNAN, J. CARTER, G. LARUFFA, ET
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diverse cancer patient population, Psychooncology 8 (1999) 1428-1431.
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patient feel valued, JAMA 287 (2002) 2253-2260.
188 Koldo Martínez Urionabarrenetxea
• El grado de carga para los demás (el distress generado por tener
que depender de los demás para diversos aspectos del cuidado per-
sonal), y
• Las preocupaciones sobre el futuro (la preocupación o los miedos
en anticipación de la carga o los retos que la muerte de uno impon-
drán a los demás)
92
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and empirical research, Hastings Cent Rep Nov-Dec (1994) S32-S36.
96
Ambos programas llevan tiempo trabajando y consiguiendo muy buenos resultados en
cuanto a la formalización de documentos de instrucciones previas, bien elaborados. Los
miembros de dichos programas han publicado una gran cantidad de artículos dando cuenta
de sus experiencias y resultados. [Ver: Schwartz CE, Merriman MP, Reed GW, Hammes BJ.
Measuring patient treatment preferences in end-of-life care planning interventions and res-
ponse shift research. J Palliat Med 2004;7(2):233-245; Schwartz CE, Wheeler HB, Hammes B,
Basque N, Edmunds J, Reed G, et al. Early intervention in planning end-of-life care with
ambulatory geriatric patients: results of a pilot trial. Arch Intern Med 2002;162(14):1611-
1618; Hammes BJ, Rooney BL. Death and end-of-life planning in one Midwestern commu-
nity. Arch Intern Med 1998;158(4):383-390; Molloy DW, Guyatt GH, Russo R, Goeree R,
O’Brien BJ, Bedard M, et al. Systematic implementation of an advance directive program in
nursing homes: a randomized controlled trial. JAMA 2000;283(11):1437-1444].
192 Koldo Martínez Urionabarrenetxea
se les ofrecen, son pacientes abandonados. Elaborar un DIP sin una deli-
beración entre médico y paciente difícilmente es mejor que no tener un
DIP. Y desde luego, si lo que se pretende con ellos es proteger la autonomía
del paciente, no me cabe la menor duda que esto se consigue mejor en la
consulta de un médico comprometido que en el despacho de un notario o
en la oficina de un funcionario municipal.
Hay quienes defienden que el objetivo de la elección informada y la
toma de decisiones autónoma de cara a los problemas del final de la vida,
aunque llamativo intelectualmente, es imposible de realizar, no sólo por
cuestiones prácticas relacionadas con el día a día de la atención sanitaria
sino fundamentalmente porque es irreal, dado que olvida la ambivalencia
de todos y cada uno de los seres humanos ante el irresuelto problema de la
mortalidad en general y de la muerte de cada uno en concreto97-103. Según
Burt104, vivimos hoy en una cultura que pretende eliminar la alteradora pre-
misa de que la muerte disuelve la identidad personal. Y el nuevo ars
moriendi del control racional del morir refleja la ambición de querer con-
vertir la muerte en algo que tú haces y no en algo que te sucede, es decir
que en la sociedad contemporánea la buena muerte es la muerte elegida.
Pero como la muerte no puede ser controlada, deberíamos, utilizando un
vocabulario muy contemporáneo, “sacarla del armario” y aceptar la persis-
tencia de miedos y aversiones irracionales hacia ella más que intentar con-
quistar, eliminar, estos miedos –un objetivo vano que sólo puede tener éxito
apartándolos aún más profundamente de la conciencia y por tanto enma-
rañándonos más profundamente en ellos. Admitir la existencia y el poder
de estas fuerzas irracionales no quiere decir que debiéramos volver a las
prácticas pasadas de la muerte oculta. Estas prácticas eran sencillamente
otra versión de los esfuerzos sociales por controlar la muerte –esfuerzos tan
dirigidos al fracaso como la actual campaña para ejercer el control racio-
97
T.S. DROUGHT, B.A. KOENIG, “Choice” in end-of-life decision making: Researching
fact or fiction?, Gerontologist 42 (2002) 114-128.
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Process preferences, values, and goals in end-of-life medical decision making, Gerontologist 45
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La dignidad del enfermo terminal 193
Kass107 en su libro “Life, Liberty and the Defense of Dignity” afirma que
“no hay nada digno en el proceso del morir, sólo en la forma en que nos
enfrentamos a él” y defiende que “ser paciente más que agente es indigno”.
Por tanto, Kass cree que la persona verdaderamente digna se encarga de su
propia muerte. Curiosamente, hay cierta relación entre la fuerte postura
anti-eutanasia de Kass y la de quienes ven la eutanasia como una muerte
con dignidad. Ambos hacen del auto-control y de la capacidad de decidir y
de obrar cuestiones centrales para sus conceptos rivales de dignidad.
Por otro lado, desde su experiencia personal de enfermo de esclerosis
múltiple diagnosticada hace 15 años, Toombs108 afirma que una de las
barreras más poderosas para mantener el sentido de dignidad en la enfer-
medad es la perspectiva cultural prevalente sobre la autonomía: Depender
105
D. CALLAHAN, The Troubled Dream of Life: Living with Mortality, New Cork: Simon &
Schuster, 1993.
106
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107
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Francisco: Encounter Books, 2002.
108
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Care 20 (2004) 193-200.
194 Koldo Martínez Urionabarrenetxea
de los demás es considerado hoy una debilidad. Dada esta visión de la auto-
nomía, la sociedad pone un valor desordenado en la independencia y la
auto-determinación. Al subrayar que los individuos tienen derecho a vivir
su vida, a hacer elecciones personales que sean mínimamente limitadas por
los valores o los deseos de los demás, esta actitud puede, por un lado,
influir en la decisión de uno para acabar su vida a resultas de un sentido de
obligación de evitar cargas a los demás, o por otro lado, sólo como un acto
de auto-determinación sin relación con los deseos de los demás109.
El apoyo al suicidio asistido o a la eutanasia muchas veces está anclado
en preocupaciones por la dignidad de los pacientes, siendo la pérdida de
dignidad una de las razones más habituales que los médicos citan para estar
de acuerdo con estas peticiones por parte de los pacientes110-113. De hecho, el
85% de los 208 pacientes (177 personas) que han cometido suicido asistido
en Oregón desde la aprobación en Noviembre de 1997 de la Ley “Muerte
con Dignidad” menciona la pérdida de autonomía, el 83% (172 personas) la
menor capacidad de realizar actividades que hacen la vida placentera o dis-
frutable, y el 30% (60 enfermos sólo, ya que dicha cuestión se analiza úni-
camente desde el año 2003) la pérdida de dignidad como una preocupación
importante para ellos114. Múltiples estudios han subrayado también la gran
relación existente entre la depresión y el deseo de morir115-118 y cómo la gente
muchas veces considera que vivir con una alteración cognitiva grave es peor
109
G.J. AGICH, Chronic illness and freedom, en S. K. Toombs – D. Barnard D – R. A. Carson
(ed.), Chronic Illness: From Experience to Policy, Indiana: Indiana University Press, 1995.
110
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111
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Oregon –the second year, N Engl J Med 342 (2000) 598-604.
112
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World Health Forum 14 (1993) 172-173.
113
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115
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118
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patients with amyotrophic lateral sclerosis and their caregivers towards assisted suicide, N Engl
J Med 339 (1998) 967-973.
La dignidad del enfermo terminal 195
que la muerte119-121. Quizás por ello, dato importante donde los haya de cara
a políticas públicas, independientemente de lo que digan las leyes, la gente
acepta la práctica de la eutanasia en un porcentaje más elevado para cuan-
do el paciente está cognitivamente disminuido122,123, es decir, insisto, cuando
ni siquiera puede pedirla, que en otro tipo de situaciones.
119
T.R. FRIED, E.H. BRADLEY, V.R. TOWLE, H. ALLORE, Understanding the treatment
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120
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disutilities for the adverse outcomes of cardiopulmonary resuscitation, Resuscitation 48 (2001)
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123
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124
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196 Koldo Martínez Urionabarrenetxea
125
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126
K. MARTÍNEZ URIONABARRENETXEA, Eutanasia y cuidados paliativos: ¿amistades
peligrosas?, Med Clin 116 (2001) 142-145.
127
P. ALLMARK, Death with dignity, J Med Ethics 28 (2002) 255-257.
La dignidad del enfermo terminal 197
de acabar con la vida de alguien que desea seguir viviendo. Entre ambas se
abre un sinfín de posibilidades de indignidades más o menos necesarias
que son las que deberíamos analizar éticamente en profundidad con cada
paciente de cara a minimizar su impacto.
Persona y dignidad
desde el Derecho
1. INTRODUCCIÓN
2. ¿QUÉ ES PERSONA?
1
M. PORRAS DEL CORRAL, Bioética y Bioderecho, en J.J. FERRER y J.L. MARTÍNEZ
(eds.), Bioética: Un diálogo plural, UPCO. Madrid 2002, 801-822.
2
J. MARÍAS considera que “el tema de la persona es de los más difíciles y elusivos de
toda la historia de la filosofía”, en Antropología metafísica, Alianza, Madrid 1983, 40. N.
MARTÍNEZ MORÁN, escribe en “¿Qué es o quién es persona?: “No es nada fácil definirla pues
no podemos delimitar su realidad en una simple definición omnicomprensiva de la totalidad
de sus notas esenciales (...) por lo que es muy difícil delimitar en una breve proposición una
realidad tan abierta y rica en contenido como la persona”. Persona, dignidad humana e inves-
tigaciones médicas, en N. Martínez Morán (Coord.), Biotecnología, Derecho y dignidad huma-
na, Albolote, Granada (2003), 15.
Persona y dignidad desde el Derecho 201
ada. Por tanto, prescindimos del significado que en otras disciplinas tiene
la noción de persona, y nos reservamos para más adelante abordar, con
más extensión, el concepto de persona en sentido jurídico.
3
J. FERRATER MORA: Persona, en Diccionario de Filosofía Vol. 3, Alianza Editorial,
Madrid 1979. Por otro lado, según R. BARCIA: Persona: procede “del latín persona, voz com-
puesta del prefijo per, en su connotación superlativa, y sonus, son, sonido. Personus, a, um,
significó lo que suena mucho ó retumba. Facies persona, ó persona sólo, sustantivo, significó
máscara ó cara que mete mucho ruido; enseguida significó el individuo que llevaba la más-
cara; y, por último, se extendió a significar todo individuo, en general, llevase o no máscara,
que es la significación única en que la toman los idiomas neolatinos” Primer Diccionario
General Etimológico de la Lengua Española, T. IV Barcelona, 207.
4
En el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (en lo sucesivo
DRAE) puede leerse: “Persona. (Del lat. persona, máscara de actor, personaje teatral, éste del
etrusco phersu, y éste del griego pro&swpon. f. Individuo de la especie humana”. 2001.
5
L. CABRERA, Autonomía y dignidad: la titularidad de los derechos, Anuario de
Derechos Humanos 3 (2002) 37.
6
J. CASTÁN TOBEÑAS, Derecho Civil Español, Común y Foral, T. I, Vol. II Instituto
Editorial Reus, S.A., Madrid11ª 1971, 94.
202 Manuel Porras del Corral
7
L. RECASENS SICHES, Tratado General de Filosofía del Derecho, Editorial Porrua,
S.A., México3 1975, 244-245.
8
M. REALE, Filosofía del Derecho, Ediciones Pirámide, S.A., Madrid 1979, 178-181.
9
R. ANDORNO, Bioética y dignidad de la persona, Tecnos, Madrid 1998, 53.
10
Ibíd, 63. El propio R. ANDORNO, más adelante afirma: “Está claro que la noción de
“persona” que se adopte como punto de partida condiciona nuestra conducta respecto a la
vida humana. O la persona se identifica sin más con todo ser humano vivo, o se exige de éste
Persona y dignidad desde el Derecho 203
3. ¿QUÉ ES DERECHO?
algo más (por ejemplo, la autoconciencia, la autonomía moral, la capacidad de dolor, etc.).
La primera posición conduce a adoptar una actitud de respeto hacia todo individuo huma-
no, cualquiera que sea su edad o su estado de salud, y por consiguiente, a juzgar que ciertas
prácticas, tales como el aborto, el infanticidio, la experimentación con embriones o la euta-
nasia son éticamente inaceptables. En cambio, la segunda posición conduce a una actitud de
indiferencia hacia los seres humanos más débiles, que pueden ser expuestos a tratamientos
degradantes o directamente suprimidos sin ningún remordimiento”. Ibíd, 69-70.
11
I. KANT, Crítica de la razón pura. Tomo II. Traducción, noticia preliminar y notas de
Juan B. Bergua. Clásicos Bergua. Madrid. 1970, nota 283.
204 Manuel Porras del Corral
12
HERBERT L.A. HART, El concepto de Derecho. Título original: The Concept of Law.
Traducción de Genaro R. Carrio. Editora Nacional, S.A. México2ª 1980, 1.
13
PLATÓN, La República, Edición bilingüe, traducción, notas y estudio preliminar por
José Mauel Pabón y Manuel Fernández Galiano. Tomo I. Instituto de Estudios Políticos.
Madrid 1969, 338 b.
14
Ibíd, 343 c.
15
PLATÓN, Georgias, en Obras Completas, traducción del griego, preámbulo y notas por
María Araujo y otros, Aguilar. Madrid2ª 1979, 482b/483e.
16
Ibíd, 483 e/ 485 c.
Persona y dignidad desde el Derecho 205
17
PLATÓN, La República, op. cit., 433 a.
18
ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, L. V 6,7 Instituto de Estudios Políticos, Madrid
1970. 1134b 1135a.
19
Un desarrollo más amplio de dichas nociones, puede verse en ARIAS RAMOS: Derecho
Romano, Madrid 1951, 24-28, de donde he tomado las mismas.
20
TOMAS DE AQUINO, Suma Teológica, 2-2, 97, 1. (Cito por la edición de la Bibliotca
de Autores Cristianos, tomo VIII, Madrid MCMLVI).
21
Ibíd, 1-2, 93, 1.
22
Ibíd, 1-2, 91, 2.
23
Ibíd, 1-2,90, 4.
206 Manuel Porras del Corral
24
FRANCISCO SUÁREZ, Tratado de Las Leyes y de Dios Legislador, Vol. I, Libro I, Cap.
II. Instituto de Estudios Políticos. Madrid 1967.
25
I. KANT, Introducción a la teoría del Derecho. Versión del alemán e Introducción por
Felipe González Vicen. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid 1978, pp. 78-80.
Persona y dignidad desde el Derecho 207
26
JEREMY. BENTHAM, An Introduction to the Principles of Morals and Legislation (cito
por la edición de J.H. Burns y H.L.A. Hart, publicado por The Athlone Press, University of
London 1970, 11).
27
JEREMY BENTHAM, A Fragment on Government (cito por el libro editado por J.H.
Burns y H.L. Hart, bajo el título A Comment on the Commentaries and A Fragment on
Government, publicado por The Athlone Press. University of London 1977, 393).
28
La Codificación. Una controversia programática basada en obras de Thibaut: Sobre la
necesidad de un Derecho Civil General para Alemania, y de Savigny: De la vocación de nuestra
época para la Legislación y la Ciencia del Derecho. Introducción y selección de textos de Jacques
Stern. Traducción del alemán de José Díaz García. Aguilar, S.A. de Ediciones. Madrid 1970, 54.
29
Ibíd, 56.
30
Ibíd, 58.
208 Manuel Porras del Corral
31
EDGAR. BODENHEIMER., Teoría del Derecho, Fondo de Cultura Económica, México.
1974, 250-253.
32
HANS KELSEN, La Teoría Pura del Derecho, Editora Nacional, México2ª 1979, 17.
33
Ibíd, 25
34
HANS KELSEN, Teoría General del Estado, Traducción por Luis Legaz Lacambra.
Editora Nacional, México15 1979,. 325.
Persona y dignidad desde el Derecho 209
famosa obra The Path of the Law (La senda del Derecho) manifiesta: “The
prophecies of what the courts will do in fact, and nothing more pretentious, are
what I mean by the law”35 (“Las profecías de lo que los tribunales de justicia
harán de hecho, y nada más pretencioso, es lo que entiendo por derecho”),
testimoniando de este modo su pragmatísmo, característica por otro lado
propia del sistema jurídico anglosajón, donde el juez cobra una importancia
relevante, tan distinto del nuestro, el sistema romanístico germánico.
También, merecen ser destacados dos filósofos anglosajones, cuyo pen-
samiento ha influido notablemente a partir de la segunda mitad del siglo
XX: John Rawls, autor de la famosa obra A Theory of Justice36, en la que
plantea unos principios de justicia, que han causado un notable impacto y
en donde afirma que “no importa que las leyes e instituciones estén bien
ordenadas y sean eficientes: si son injustas han de ser reformadas o aboli-
das”37; y Ronald Dworkin, autor, entre su numerosa obra, de Taking Rights
Seriously38, donde una de sus aportaciones más notables en relación con el
Derecho, es su noción de dignidad, de derechos humanos y su concreción
en lo que el denomina el derecho a una igual consideración y respeto. De
dicha obra me ocupé en mi libro Derecho, Igualdad y Dignidad. En torno al
pensamiento de R. Dworkin39.
En España, en la pasada centuria, son numerosos, lógicamente, los ius-
filósofos y juristas que reflexionan sobre el Derecho. Como paradigma de
todos ellos, pienso que se puede citar a Legaz Lacambra, quien considera
“que el Derecho es un concepto analógico, si bien cúal sea el analogatum
princeps depende de las distintas concepciones filosófico-jurídicas, pues
para las concepciones subjetivas o personalistas el Derecho será, funda-
mentalmente, facultas, para las normativistas lex y, para las eticistas, id
quod iustum est”40, y define el Derecho como “una forma de vida social en
la cual se realiza un punto de vista sobre la justicia, que delimita las res-
pectivas esferas de licitud y deber, mediante un sistema de legalidad, dota-
do de valor autárquico”41.
35
O.W. HOLMES Jr., The Path of the Law, original en inglés en el Proyecto Gutenberg
(www.gutenberg.org/etext/2373).
36
Hay traducción al castellano, de María Dolores González, con el título Teoría de la
Justicia. Fondo de Cultura Económica. México-Madrid-Buenos Aires 1979. John Rawls, falle-
ció en el año 2002, pero su herencia como filósofo moral y político perdura.
37
Ibíd, 19.
38
Hay traducción al castellano, de Marta Guastavino, con el título Los derechos en serio,
Editorial Ariel, S.A. Barcelona 1984.
39
M. PORRAS DEL CORRAL, Derecho, Igualdad y Dignidad. En torno al pensamiento de
R. Dworkin. Servicio Publicaciones Universidad de Córdoba, Córdoba 1989.
40
L. LEGAZ LACAMBRA, Filosofía del Derecho, Bosch, Casa Editorial. Barcelona3ª
1972, 259.
41
Ibíd, 295.
210 Manuel Porras del Corral
42
M. REALE, Situación actual de la teoría tridimensional del derecho, Anales de la
Cátedra Francisco Suárez, 25 (1985) 203.
43
M. REALE Teoría tridimensional del Derecho, Edeval, Valparaiso (Chile) 1978, 100-105.
44
En España dicha concepción tridimensional del Derecho es seguida, entre otros, por
Rodríguez Molinero, Brufau Prats, y Lorca Navarrete. Pérez Luño, transita del tridimensio-
nalismo al tetradimensionalismo jurídico, al considerar que “las tres dimensiones básicas
de la experiencia jurídica pudieran ser completadas por una cuarta dimensión (...) es decir,
una experiencia jurídica integrada por tres (sociedad, norma, valor) más una (historia)
dimensiones. Esta dimensión permite “temporalizar” a las otras tres, contextualizándolas
históricamente. Desde una perspectiva puramente teórica o metodológica es posible una con-
cepción “sincrónica” del tridimensionalismo jurídico, pero la imagen real y concreta de la
experiencia jurídica es necesariamente “diacrónica” y, por ello, tetradimensional”. Teoría del
Derecho. Una concepción de la experiencia jurídica, Tecnos, Madrid 1997, 40.
Persona y dignidad desde el Derecho 211
45
M. PORRAS DEL CORRAL, Biotecnología, Derecho y Derechos Humanos. Publica-
ciones Caja Sur. Córdoba 1996, 29.
212 Manuel Porras del Corral
acometer dicha tarea. Por otro lado, es indudable la importancia que para
la vida de convivencia tiene el concretar qué o quién es persona jurídica-
mente hablando, que, al propio tiempo que nos ayude a su comprensión,
nos prescriba cómo debemos obrar en consecuencia.
Ciertamente, en el mundo jurídico, y específicamente en nuestro orde-
namiento jurídico vigente, persona equivale a sujeto de derecho y de obli-
gaciones, a sujeto activo y pasivo de relaciones jurídicas, pues “sólo el
hombre (...) es sujeto del Derecho, titular de derechos y deberes jurídicos;
todos los demás seres son únicamente objetos del Derecho”46. La persona,
por tanto, es sujeto, no objeto o cosa.
Ahora bien en Derecho, ya adelantamos aquí, existen dos clases de per-
sonas, las personas físicas, individuales, o naturales, y las personas llama-
das jurídicas, colectivas o morales.
Por ello, antes de continuar, quizás convenga plantear cuatro cuestiones
que pueden evitar la confusión que a veces se produce a la hora de la inte-
lección del concepto de personalidad y que, siguiendo a Recasens Siches47,
podemos resumir así: 1º qué es ser persona en Derecho, que se aplica tanto
a las personas individuales como a las colectivas (tema de Teoría General del
Derecho); 2º a quiénes concede el Derecho personalidad (esto lo contesta
cada ordenamiento jurídico); 3º en qué consiste el ser de estos entes (indivi-
duales y colectivos) a los que el Derecho concede la personalidad; es decir,
en qué consiste la esencia de lo humano –tema de Antropología Filosófica–,
en qué consiste el ser de un ser colectivo -tema de Sociología–; y 4º a quién
debe el Derecho conceder personalidad –tema de Estimativa Jurídica o de
Filosofía Política–.
Son cuatro cuestiones nucleares, que han tenido su influencia en el
ámbito de la iusfilosofía, y que hemos extractado, por cuanto ayudan a deli-
mitar problemas y a eliminar la confusión que a veces se produce en rela-
ción con los conceptos de persona y pesonalidad. Prueba de ello es la favo-
rable acogida que esta problemática tiene en nuestro pensamiento jurídi-
co, como lo testimonia la referencia y los sustanciosos comentarios que le
dedica Legaz Lacambra48. Es más, manifiesta que “hay un derecho absolu-
tamente fundamental para el hombre, base y condición de todos los demás:
el derecho de ser reconocido siempre como persona humana”49. Derecho,
que a nuestro juicio es axial, para la debida comprensión de lo que es la
persona humana.
46
H. HENKEL, Introducción a la Filosofía del Derecho. Fundamentos del Derecho,
Taurus, Madrid 1968, 319.
47
J. RECASENS SICHES, op. cit., 260
48
L. LEGAZ LACAMBRA, op. cit., 720-748.
49
L. LEGAZ LACAMBRA, La noción jurídica de la persona humana y los derechos del
hombre: Revista de Estudios Políticos XXXV (1951) 44.
Persona y dignidad desde el Derecho 213
50
Es curioso hacer notar como en el Código Penal anterior al actual de 1995 existía, den-
tro del Libro II, bajo la rúbrica: Delitos y las penas, un título el VIII, con la denominación
Delitos contra las personas, en el que se incluía entre otros delitos el de aborto; de esa forma,
en cierto modo, venía a reconocer la condición de persona al concebido no nacido. Pues bien,
en la actualidad, ya no existe en nuestro ordenamiento punitivo dicho título.
51
J. ARIAS RAMOS, Derecho Romano, op. cit., 77-78.
214 Manuel Porras del Corral
les, sino a otras entidades”, las que suelen hoy –dice– denominarse perso-
nas jurídicas, y a las que define “como asociaciones o instituciones que per-
siguen fines de utilidad colectiva y a las cuales la ley reconoce capacidad
jurídica”. Personas jurídicas eran, continúa diciendo, “1º las corporaciones
o asociaciones que esencialmente están constituidas por una colectividad
de individuos, y 2º las fundaciones, cuyo elemento básico es una masa de
bienes destinados a un determinado fin”. Y añade: “Muchos romanistas
designan respectivamente estos dos tipos con las expresiones de “universi-
tas personarum y universitas rerum”. Expresiones suficientemente denota-
tivas de los conceptos que trataban de desarrollar.
Pues bien, nuestro ordenamiento jurídico sigue prácticamente la estela
romana, de modo que, como señala De Castro, “La personalidad es consi-
derada hoy atributo normal del hombre; analógica traslativamente, lo es
también de las organizaciones que tienen la consideración de personas
jurídicas”52. Son definidas éstas, por Díez-Picazo y Gullón, como “las reali-
dades sociales a las que el ordenamiento jurídico reconoce o atribuye indi-
vidualidad propia, distinta de sus miembros componentes, y a las que trata
como sujetos de derechos y deberes, con una capacidad de obrar en el trá-
fico por medio de sus órganos o representantes”.53
En concreto, el Código Civil dice, en el art. 35: “Son personas jurídicas:
1.º Las corporaciones, asociaciones y fundaciones de interés público reco-
nocidas por la ley. Su personalidad empieza desde el instante mismo en que
con arreglo a derecho, hubiesen quedado válidamente constituidas. 2.º Las
asociaciones de interés particular, sean civiles, mercantiles o industriales, a
las que la ley conceda personalidad propia, independiente de la de cada
uno de los asociados”54.
52
F. DE CASTRO, Derecho Civil de España. Derecho de la persona, T.II, Civitas, Madrid
1984, 30.
53
A. DÍEZ PICAZO y A. GULLÓN, Sistema de Derecho Civil. Introducción. Derecho de la
persona. Autonomía privada. Persona jurídica, V. I, Tecnos. Madrid11ª 2004, 585.
54
“Dicha normativa –a juicio de M. REALE– presupone la respuesta a una cuestión
fundamental: ¿cómo puede explicarse doctrinalmente el ser de una persona jurídica? Y, tras
un análisis de distintas concepciones, se muestra partidario de la teoría de la institución,
entendida ésta como una “unidad de fin, en la que la unidad existe porque sus partes, múlti-
ples y diferenciadas, se componen y se relacionan entre sí en orden a obtener un objetivo
común”;de ahí que la mejor teoría para él es aquella “que ve en la persona jurídica una uni-
dad de fines y que, por tanto, no la reduce al plano existencial biológico, sino al existencial
teleológico”. Introducción al Derecho, Pirámide, Madrid 1979, 187-189.
Por otro lado, según la Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, reguladora del Derecho de
Asociación (BOE núm. 73, de 26 de marzo de 2002): “Las asociaciones se constituyen
mediante acuerdo de tres o más personas físicas o jurídicas legalmente constituidas, que se
comprometen a poner en común conocimientos, medios y actividades para conseguir unas
finalidades lícitas, comunes, de interés general o particular, y se dotan de unos Estatutos que
rigen el funcionamiento de la asociación”. Las fundaciones, a su vez, son definidas por la Ley
Persona y dignidad desde el Derecho 215
59
J. CASTÁN, op. cit., 98.
60
L. DÍEZ-PICAZO y A. GULLÓN, op. cit., 213.
61
Ibíd, 214.
62
Ibíd.
Persona y dignidad desde el Derecho 217
63
J. CASTÁN, op. cit.,102-103. Según O.C. CÁRDENAS y C.H. SIERRA-TORRES “Teniendo
en cuenta las variadas posiciones que tienen los diferentes ordenamientos jurídicos mundiales
sobre la calidad que ostenta el nasciturus y el momento en que comienza la existencia de la per-
sona, el tipo de protección que le otorgan a éste, y a los derechos de que sería titular a nivel legal,
podríamos distinguir tres tipos de definición legal de persona, a saber: 1. Ordenamientos jurí-
dicos en los cuales se considera que la persona existe desde la concepción. 2. Ordenamientos
jurídicos en los cuales se es persona a partir del nacimiento con vida. 3. Ordenamientos jurídi-
cos mixtos en los cuales es persona todo ser humano que nace vivo pero se le otorgan al nasci-
turus algunos derechos que garantizan su protección y el respeto de sus derechos fundamenta-
les”. Y, a continuación, cita como ejemplo del primer grupo el ordenamiento jurídico argenti-
no, en el segundo grupo el español y el estadounidense, y en el tercer grupo a la mayoría de los
ordenamientos jurídicos a nivel mundial. El concepto legal de persona en Colombia: ¿razones bio-
lógicas para modificarlo? En: Revista de Derecho y Genoma Humano 20 (2004) 66-69. Y poco
después, los mismos autores, afirman: “existen seis definiciones biológicas principales de lo que
debe entenderse como persona: a. Se es persona desde la concepción. b. Se es persona a partir
de la singamia. c. Se es persona a partir de la anidación. d. Se es persona en el momento que
empieza la diferenciación celular y se da paso a la formación del sistema nervioso central. e. Se
es persona a partir de la sexta semana de gestación. f. Se es persona al momento del nacimien-
to con vida”. Op. cit., 72-73.
218 Manuel Porras del Corral
Y el art. 30 dice: “Para los efectos civiles, sólo se reputará nacido el feto
que tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas enteramente des-
prendido del seno materno”.
Dos son los requisitos, por tanto, que nuestro legislador exige para repu-
tar nacido el feto. En primer lugar, que “tuviere figura humana”; y, en
segundo lugar, que “viviere veinticuatro horas enteramente desprendido del
seno materno”.
Analicemos seguidamente, aunque sea de forma breve, dichos requisitos.
El primer requisito, que “tuviere figura humana”, ha dado lugar, como
es lógico a ser interpretado de diversas maneras.
Es verdad, como se ha escrito, que “el tener “figura humana” ha sido
siempre exigido por la tradición jurídica, que ha excluido de la condición
de persona al nacido que, en la concepción común, no se puede conceptuar
como tal. Es un requisito que supone una concesión, todo lo débil que se
quiera, al criterio de que el nacido ha de ser viable, ha de tener aptitud para
sobrevivir. Ha sido muy criticado, básicamente por su irrealidad”64.
En efecto, “la exigencia de este requisito, ha sido repetidamente criti-
cada como absurda e inútil, olvidándose que es una fórmula popular y
expresiva para excluir de la condición de nacido a seres que, aunque naz-
can vivos, el sentir popular no permite se les considere como personas: a),
los fetos acéfalos, bicéfalos, hemicéfalos, cíclopes, etc., con deformaciones
groseras y visibles, que pueden subsistir incluso algunos días, cuya falta de
figura humana evidencia la imposibilidad de vivir; b), la inmadurez fetal,
en los casos en que, sin producirse la muerte biológica inmediata, la
misma falta de forma humana manifiesta su ineptitud para vivir; c), los
nacidos de mujer que no sean de raza humana, en el caso de que esto sea
posíble”65.
Por su parte, Albadalejo entiende que el requisito “que tuviere figura
humana” es “criticado por considerar que responde a la creencia inexacta
de que la mujer puede dar vida a seres no humanos. Mas, en todo caso,
impide que sean personas para el Derecho los seres humanos que, aun pen-
sando –si es que es pensable– que pueden vivir natural o artificialmente
hasta algunos días después del nacimiento, tienen tal tipo de irregularidad
que, según la opinión común, su figura no es humana (p.ej. acéfalos, bicé-
falos, etc.; en los que, además, su defecto pone de relieve la imposibilidad
para seguir viviendo)”66.
66
M. ALBADALEJO, Derecho Civil I. Introducción y parte general, Bosch, Barcelona 15ª
2002, 216.
Persona y dignidad desde el Derecho 219
Hoy día pensamos que, con las nuevas técnicas genéticas, podría plan-
tearse un nuevo escenario donde podríamos preguntarnos ¿Merecería la
consideración de persona el ser nacido de la fecundación del semen de un
hombre y del óvulo de una chimpancé?
El segundo requisito, que “viviere veinticuatro horas enteramente des-
prendido del seno materno”, a juicio de Díez-Picazo y Gullón, se refiere a
“la vida extrauterina durante veinticuatro horas “enteramente desprendi-
do” del seno materno, por lo que ha de contarse desde la ruptura del cor-
dón umbilical. Nada se dice acerca de que esa vida la tenga por sus órga-
nos propios, o al nacido haya que ayudarle con los remedios de la ciencia,
por lo que no hay base legal para entender el requisito que se examina en
el primer sentido”67.
Asimismo en relación con lo anteriormente dicho “se ha suscitado el
tema de si la viabilidad es un requisito exigible al nacido (...) El parecer, con
contadísimas excepciones, de nuestra doctrina es favorable a la llamada
viabilidad legal, es decir, que el feto ha de vivir en las condiciones del artí-
culo 30. Por tanto, no adquirirá personalidad si muere por accidente antes,
aunque orgánicamente fuese viable, y la adquiere si llega a cumplirlas, aun-
que sea por los auxilios de la ciencia médica”68.
Sin embargo, Albadalejo infiere últimamente que es falso “que la perso-
nalidad sólo se adquiere pasadas las tan repetidas veinticuatro horas”, dado
que a su juicio “el ser humano es persona desde el mismo momento que
nace”, por lo que a favor de la tesis que sostiene ofrece cuatro argumentos:
el primero referido a “nuestro Derecho histórico”; el segundo a “la Ley del
Registro civil de 1870, con la que convivió el C.C. hasta la Ley del Registro
Civil de 1957” por la que “se podía inscribir el niño desde que nacía”; el ter-
cero, referido a la Ley del Registro Civil de 1957, con similar razonamien-
to al anterior; y el cuarto en el que afirma de modo concluyente que “aun-
que lo expuesto hasta aquí no fuese verdad, sino por completo inexacto, no
obstante, hoy todo niño es persona desde que nace, sin necesidad de que
pasen, no ya veinticuatro horas, sino ni siquiera un minuto. Es persona
desde que nace e inscribible en el Registro a partir de entonces”. Y prosi-
gue diciendo “porque aun dando por bueno que cuando entró en vigor la
Ley del Registro de 1957 no se pudiesen inscribir los niños sino pasadas
veinticuatro horas, semejante precepto estaría derogado hoy, tanto por el
Pacto Internacional de derechos civiles y políticos de 19 de diciembre de
1966, como por la Convención sobre Derechos del Niño, hecha por la
Asamblea General de la ONU el 20 de noviembre de 1989, ambos vigentes
actualmente en España (...) en donde se recoge que “el niño será inscrito
67
L. DIEZ-PICAZO y A. GULLÓN, op. cit., 216.
68
Ibíd.
220 Manuel Porras del Corral
Una exposición más amplia, puede verse en J. ARIAS RAMOS, op. cit., 47-48.
70
71
F. FERNÁNDEZ DE BUJÁN, La vida. Principio rector del Derecho, Dykinson, Madrid
1999, 130.
72
Según JULIÁN MARIAS: “en la persona hay mismidad, pero no identidad: soy el
mismo pero nunca lo mismo”. Antropología metafísica, op. cit, 43. Ciertamente no es lo
mismo el embrión de unos días que el ser humano adulto “pero que no sea lo mismo, no quie-
re decir que no sea el mismo, es la distinción como Ballesteros recuerda que Zubiri estable-
ce entre el que se es y lo que se es (...) “personeidad” o persona simplemente que es lo que
corresponde a la estructura permanente del ser humano desde el momento de la fecundación
y personalidad, que es la figura real y efectiva que una persona ha ido cobrando a lo largo de
su vida ”. BALLESTEROS: La vida del embrión, en Nueva Revista, nov.-dic. 2000, 99.
Persona y dignidad desde el Derecho 221
nes hechas a los concebidos y no nacidos podrán ser aceptadas por las per-
sonas que legítimamente los representarían, si se hubiera verificado ya su
nacimiento”. Y en lo referente a la herencia se ocupan de ello los arts. 959
a 967 del Código Civil, enmarcados bajo la rúbrica “De las precauciones
que deben adoptarse cuando la viuda quede encinta”.
Ciertamente el nasciturus no tiene “verdadera personalidad o capacidad
jurídica, porque, según el art. 29, es el nacimiento el que determina la per-
sonalidad”; por ello, prosigue Castán, “el Código, para atribuirle esos bene-
ficios, se vale del mecanismo de una antigua ficción jurídica, aludida antes,
la de suponerle nacido”73.
En relación con la cuestión del nasciturus, y si tiene o no derecho a la
vida, el Tribunal Constitucional en Sentencia 53/1985, de 11 de abril, estimó
que la vida del nasciturus es un bien jurídico protegido por la Constitución
en su artículo 15. Asimismo son de interés las Sentencias del Tribunal
Constitucional de 19 de diciembre de 199674, y de 17 de junio de 199975. En
la STC de 19 de diciembre de 1996, donde reitera la doctrina de la Sentencia
53/1985, de 11 de abril, añade entre otros particulares que la “protección
que la Constitución dispensa al nasciturus implica para el Estado con carác-
ter general dos obligaciones: La de abstenerse de interrumpir o de obstacu-
lizar el proceso natural de gestación, y la de establecer un sistema legal de
defensa de la vida que suponga una protección efectiva de la misma y que,
dado el carácter fundamental de la vida, incluya también como última
garantía, las normas penales. En conclusión, del art. 15 C. E. se deriva lo que
se ha calificado como un deber de protección por parte del Estado, incluido
por tanto el legislador, deber que en este caso se proyecta sobre los nascitu-
ri”. Asimismo la Sentencia 116/1999, de 17 de junio de 1999, insiste en que
“los no nacidos no pueden considerarse en nuestro ordenamiento constitu-
cional como titulares del derecho fundamental a la vida que garantiza el art.
15 de la Constitución, lo que, sin embargo, no significa que resulten priva-
dos de toda protección constitucional”. Doctrina del Constitucional que deja
abierta a la controversia una cuestión fundamental, como es el derecho a ser
respetada la vida de todo ser humano desde su inicio.
73
J. CASTAN, op. cit., 108.
74
Pleno. Sentencia 212/1996, de 19 de diciembre de 1996. Recurso de inconstitucionalidad
596/1989. Promovido por 79 Diputados del Grupo Parlamentario Popular contra la Ley
42/1988, de 28 de diciembre, de donación y utilización de embriones y fetos humanos o de sus
células, tejidos u órganos, en su totalidad y subsidiariamente contra diversos preceptos de la
citada Ley por contradecir los arts. 9, 10, 15, 25, 53 y 81 de la C. E. Voto particular. (B.O.E. núm
19 Suplemento 22 enero 1997).
75
Pleno. Sentencia 116/1999, de 17 de junio de 1999. Recurso de inconstitucionalidad
376/1989. Promovido por Diputados del Grupo Parlamentario Popular contra la Ley 35/1988, de
22 de noviembre, de Técnicas de Reproducción Asistida, en su totalidad y, subsidiariamente, con-
tra distintos apartados de la misma. Voto particular. (B.O.E. núm. 162 Suplemento 8 julio 1999).
222 Manuel Porras del Corral
78
M. PORRAS DEL CORRAL, Trasplantes, Ética y Derecho, en I Congreso Mundial de
Bioética. Ponencias. M.Palacios (Ed.), Sociedad Internacional de Bioética (SIBI), Gijón 2001,
415-417. La cuestión de la muerte, también fue abordada por mí en La eutanasia: un debate
abierto, en Problemas de la Eutanasia, F.J. ANSUÁTEGUI (Coord.) Universidad Carlos III.
Dykinson. Madrid 1999, 153-182.
79
R. ANDORNO dice que “Sin duda existe un uso inflacionario de la noción de digni-
dad, que resulta necesario evitar, puesto que ello podría conducir a devaluar esta idea. Pero
de allí no cabe concluir que el concepto en sí carece de razón (...) la idea de dignidad no es
fácilmente definible. Pero lo mismo ocurre con todas las nociones básicas del derecho y la
ética. Más aún el problema de la ambigüedad conceptual es uno de los más corrientes en el
ámbito jurídico. La ley habitualmente no define los términos que emplea, que se prestan para
diversas interpretaciones y que en última instancia queda a cargo de los jueces”, en La dig-
nidad humana como clave en la Declaración de la Unesco sobre el Genoma Humano: Revista
de Derecho y Genoma Humano 14 (2001) 51. L. GONZÁLEZ MORÁN, manifiesta: “Al con-
cretar qué sea exactamente la dignidad, cual sea su fundamento y las consecuencias a la hora
de las aplicaciones prácticas, es inabarcable la dispersión de conceptos y efectos, (...) En el
momento de racionalizar y argumentar los beneficios y los riesgos de las aplicaciones y avan-
ces en relación con el hombre en el campo de las biotecnologías, constantemente, quizá hasta
excesivamente, se invoca este principio fundamental”, en Problemas jurídicos de las pruebas
genéticas, en Juan Masiá Clavel (Ed.), Pruebas genéticas. Genética, Derecho y Ética. Bilbao
(2004), 71. J.L. VELÁZQUEZ reconoce que “La palabra “dignidad” no tiene un significado
claro y está aún por aclarar cuál es el contenido que encierran expresiones como “dignidad
humana” o “dignidad de la persona”. Este problema tiene especial relevancia para el esta-
224 Manuel Porras del Corral
van de ella o qué deberes nos genera. Lo cierto es que se trata de un con-
cepto, como observa Jürgen Simon “de gran actualidad”80, “abierto y no
determinado”81, y por tanto sujeto a distintas formulaciones e interpreta-
ciones82.
Por ejemplo, para Ronald Dworkin tomarse los derechos en serio, res-
petarlos, significa aceptar “la idea vaga pero poderosa de la dignidad huma-
na. Esta idea asociada con Kant, pero que defienden filósofos de diferentes
escuelas, supone que hay maneras de tratar a un hombre que son incon-
gruentes con el hecho de reconocerlo cabalmente como miembro de la
comunidad humana, y sostiene que un tratamiento tal es profundamente
injusto”83.
Tampoco es sencillo, como la praxis viene testimoniando, encontrar un
único fundamento a la dignidad humana84. Si bien Andorno precisa que
85
R. ANDORNO, La dignidad humana como clave en la Declaración de la Unesco sobre el
Genoma Humano, en: Revista de Derecho y Genoma Humano 14 (2001) 47.
86
J.R. MONCHO I PASCUAL, se pregunta “¿Cuál valor es el más englobante entre todos
los valores, de manera que el hombre pueda reconocerse, que la sociedad pueda vivir en con-
vivencia pacífica, y que él pueda ordenar sus deberes y valores si se aplica de manera lógica
y coherente? Y contesta: pensamos que el único valor indudable que puede reunir tales
características es la dignidad humana o, equivalentemente, el respeto de la dignidad huma-
na”. Ética de los Derechos Humanos. Tecnos, Madrid 2000, 27-28. Por otro lado, J.A. MARI-
NA y Mª DE LA VÁLGOMA manifiestan que “la Humanidad por distintos y convergentes
caminos, ha descubierto que el modo más seguro y eficaz de conseguir la felicidad y la justi-
cia es afirmando el valor intrínseco de cada ser humano. Tanteó primero otros caminos, que
aún son preferidos por algunas sociedades. Por ejemplo, la afirmación de la preeminencia del
grupo, de la nación, de la raza o de Dios sobre el individuo. Pero el estudio de la historia nos
enseña que la evolución moral de la Humanidad lleva –no sabemos si de una manera defini-
tiva– a la defensa del valor intrínseco de cada ser humano, como supremo valor a proteger,
como fundamento de toda convivencia noble y pacífica. En los últimos siglos, este valor ha
sido designado con el término “dignidad”, que en la actualidad figura en muchas
Constituciones políticas (...) Ese valor supremo ha encontrado su mejor definición operativa
en el concepto de derechos prelegales (...) que a su vez se han concretado en los llamados
derechos humanos”. La lucha por la dignidad: Teoría de la felicidad política, Anagrama,
Barcelona 2000, 27.
226 Manuel Porras del Corral
87
De este modo, se manifiestan, entre otros: BERDIAEV al entender que “el cristianismo
fue el primero en plantear conscientemente el problema de la persona humana, porque sólo él
planteó la cuestión de su destino eterno (...). Y continúa: El cristianismo establece una vincula-
ción directa entre la persona humana y la naturaleza divina (en la que tiene su origen) (...)
–Premisas que le llevan a afirmar–. Esto hace posible por vez primera una toma de conciencia
de la persona humana y de su dignidad superior”. El sentido de la Historia. Experiencia de la filo-
sofía del destino humano. Encuentro, Madrid 1979, 113. FELICE BATTAGLIA cuando sostiene
que: “Para que fuese el individuo reconocido como sujeto, con anterioridad e independencia del
ente político, y con propia dignidad y propio valor, para que fuese estimado como principio,
tanto en el orden jurídico como en el moral, para que se le pudiesen atribuir inherencias y facul-
tades que no le vinieran de fuera sino de dentro (...) fue precisa la incomparable y única revo-
lución del Cristianismo. –Y líneas más tarde matiza–. El Cristianismo a través de sus diversas
etapas –patrística y escolástica– plantea de esta forma un problema absolutamente desconoci-
do al mundo clásico, que no llama de la individualidad (ya que bien o mal el principium indivi-
duationis está presente en Aristóteles), sino de la subjetividad moral o de la dignidad moral del
hombre en cuanto persona. –Y más adelante el ex-rector de la Universidad de Bolonia, insiste–.
De la intuición cristiana del hombre, hijo de su Hacedor (...) deriva y nace toda conquista que
reivindique su autonomía ética, todo derecho que se le pueda atribuir (...) poseyendo esencia-
les y fundamentales derechos que ningún poder público pretenderá ignorar, sino que, por el
contrario, el ente político, en cuanto legítimo, deberá reconocer y tutelar” (Los derechos funda-
mentales del hombre, del ciudadano y del trabajador: esencia, evolución, perspectivas futuras, en
Estudios de Teoría del Estado, Real Colegio de España, Bolonia 1966, 158-159. En la misma línea
se manifiesta HERNÁNDEZ-GIL, al reconocer que: “el cristianismo anticipándose en muchos
siglos a lo que luego irrumpiría como una conquista de la Revolución francesa, de la nortea-
mericana y de las Declaraciones de derechos y del Constitucionalismo, universalizó la condi-
ción de persona sin discriminaciones e hizo con ello una contribución cultural que sobrepasa
el ámbito de la fe”. Contestación al discurso de recepción como Académico de número en la Real
Academia de Jurisprudencia y Legislación, de González Pérez. “La dignidad humana”. Madrid,
1986, 192. MARTIN KRIELE, corrobora esta doctrina al escribir, que “la idea de la dignidad
humana deriva (...) del derecho natural estoico y de la doctrina cristiana, según la cual todos los
hombres son imagen de Dios”: Libertad y dignidad de la persona humana, en: Persona y Derecho.
9 (1982), 44. VON MÜNCH, redunda en esta conviccción, cuando manifiesta que “en lo que con-
cierne a la idea de la dignidad de la persona humana, pienso que sería falso desvincular total-
mente el concepto de sus raíces cristianas y iusnaturalistas” La dignidad del hombre en el
Derecho Constitucional. Revista Española de Derecho Constitucional. Año 2, num. 5,
mayo-agosto 1982, 13. Por su parte, de CASTRO-CID considera que es “razonable atribuir al
cristianismo un papel decisivo en la formulación de la idea de los derechos humanos, ya que la
doctrina ética cristiana, entre cuyos principios de base, procedentes del estoicismo antiguo,
figuran la unidad del género humano y la igual dignidad de todos los hombres, hechos a “ima-
gen y semejanza de Dios”, fue uno de los mas eficaces agentes del progresivo reconocimiento
de la suprema dignidad de la persona humana”: El reconocimiento de los derechos humanos,
Tecnos, Madrid 1982, 18.
Persona y dignidad desde el Derecho 227
88
Carta a los Gálatas, 3, 28, en Biblia del Peregrino. Luis Alonso Schökel. Ediciones Ega-
Mensajero. Bilbao 1995.
89
“Pero entre el hombre y los demás animales hay esta gran diferencia, que éstos se
mueven solamente en cuanto los estimula su sentido, y se acomodan tan sólo a lo que tienen
delante de sí con muy poco sentimiento de lo pasado y de lo futuro. El hombre en cambio,
estando dotado de razón por la que distingue los efectos, ve las causas de las cosas, prevé sus
procesos y sus antecedentes, compara sus semejanzas, enlaza íntimamente a lo presente lo
futuro, ve todo el curso de la vida y prepara todo lo necesario para ella”. M.T. CICERÓN,
Sobre los deberes, Alianza, Madrid 2001, I,11.
90
J. CONILL, La dignidad humana como concepto, en Eidón 11 (2002), 50-51.
228 Manuel Porras del Corral
nidad, de la que los otros seres de la naturaleza carecen, como infiere del
propio valor del término latino persona y proclama explícitamente en su
famoso texto –recogido en la Summa Theologiae I, q. 29, a. 3, “Persona sig-
nificat id quod est perfectissimum in tota natura” (“Persona significa lo más
perfecto que hay en toda la naturaleza”), tendremos, a través de estos gran-
des trazos de la doctrina tomista, espigados entre los numerosos pasajes
que dedica a este asunto, un breve, aunque sustancioso, esbozo para apro-
ximarnos al sentido de la dignidad humana. Lo cuál prudencialmente nos
podrá servir de orto y telos orientadores para profundizar en la cuestión
planteada y mantener una concepción de la persona superadora tanto de la
formulación puramente autónoma kantiana como de la visión hegeliana91.
Poco más tarde, en el Renacimiento, florecieron grandes humanistas
que se ocuparon de destacar la dignidad en el hombre. Baste recordar a
Pico della Mirandola, en su Discurso sobre la dignidad del hombre92, o al cor-
dobés Fernán Pérez de Oliva, en su Diálogo de la dignidad del hombre93.
Efectivamente, el humanismo alcanzó importantes cotas en aquel período
histórico; buena prueba de ello fue el elevado número de humanistas que
integraron su nómina. Ejemplo de ello lo tenemos en mi tierra, Córdoba,
donde además del mencionado Pérez de Oliva, podemos añadir, entre
otros, a Ginés de Sepúlveda, Francisco de Argote, Ambrosio de Morales,
Cardenal Toledo, Francisco del Rosal, Díaz de Rivas, Alonso Guajardo y
Fernando de Córdoba.
91
M. PORRAS DEL CORRAL, Sobre la dignidad humana y los derechos humanos, en
Estudios Jurídicos (En conmemoración del X aniversario de la Facultad de Derecho), T.II
Servicio Publicaciones Universidad de Córdoba. Córdoba 1991, 355-356.
92
“Finalmente, el supremo Hacedor (...) tomó al hombre, obra de aspecto indefinido y,
colocándolo en la zona intermedia del mundo, le habló de esta forma: “No te hemos dado
una ubicación fija, ni un aspecto propio, ni peculio alguno, ¡oh Adán!, para que así puedas
tener y poseer el lugar, el aspecto y los bienes que, según tu voluntad y pensamiento, tú
mismo elijas. La naturaleza asignada a los demás seres se encuentra ceñida por las leyes que
nosotros hemos dictado. Tú, al no estar constreñido a un reducido espacio, definirás los
límites de tu naturaleza, según tu propio albedrío, en cuyas manos te he colocado. Te he
situado en la parte media del mundo para que desde ahí puedas ver, más cómodamente, lo
que hay en él. Y no te hemos concebido como criatura celeste, ni terrena, ni mortal ni inmor-
tal, para que como arbitrario y honorario escultor y modelador de ti mismo te esculpas de
la forma que prefieras. Podrás degenerar en los seres inferiores, que son los animales irra-
cionales, o podrás regenerarte en los seres superiores, que son los divinos, según la volun-
tad de tu espíritu”. G. PICO DELLA MIRANDOLA, Discurso sobre la dignidad del hombre,
PPU, Barcelona 1988, 50-51.
93
Ve al hombre: como “la más admirable obra de quantas Dios ha hecho (...) –reconoce
que– Dios fue el artífice del hombre (...) pues ninguna cosa ay que tan bien represente a otra,
como a Dios representa el hombre (...) –y subraya la importancia de la libertad, pues– el hom-
bre (...) tiene libertad, de ser lo que quisiere”. F. PÉREZ DE OLIVA, Diálogo de la dignidad del
hombre. Editora Nacional, Madrid 1982, 93-96.
Persona y dignidad desde el Derecho 229
94
Se trata de un documento en el que Pablo III al tener conocimiento de los abusos que
se venían cometiendo sobre los indios, les considera “como verdaderos hombres que son”, y,
por tanto, determina y declara que “pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su
libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que
todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor”. El texto de la citada Bula lo
he consultado en: (usuarios.advance.com.ar/pfernando/DocsIglLA/Paulo3 sublimis.htm).
95
I. KANT, Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid 7ª 1981, 85.
96
Ibíd, 91.
97
Ibíd, 92.
98
M. UNAMUNO, “La dignidad humana”, en La dignidad humana. Espasa Calpe, S.A.
Madrid7ª 1976, 9-18.
230 Manuel Porras del Corral
99
La obra reciente sobre Max Scheler, de MARTA ALBERT MÁRQUEZ, titulada Derecho
y valor. Una filosofía fenomenológica, contiene un estudio profundo y riguroso del pensa-
miento del filósofo alemán. Dicho libro ha sido coeditado por la Universidad de Córdoba,
Servicio de Publicaciones, Córdoba y Ediciones Encuentro, Madrid 2004.
100
M. PORRAS DEL CORRAL: Sobre la dignidad humana.., op. cit., 356. En dicho sentido
comparto la opinión, entre otros, de J. BALLESTEROS, cuando refiriéndose a la formulación
kantiana, observa que “tal principio sólo puede ser aceptado sin reservas apelando al carácter
misterioso y trascendente del hombre, ya que si quiere ser justificado en términos puramente
inmanentes, esto es, en razón del carácter autoconsciente y libre del hombre, se corre el riesgo
de excluir de la aplicación del mismo a aquellas personas que no tengan tales caracteres”.
Derechos humanos: Ontología versus reduccionismos. En: Persona y Derecho 9 (1982) 239.
101
J. MARITAIN, Los derechos del hombre y la ley natural, Buenos Aires 1972, 12-13.
Persona y dignidad desde el Derecho 231
propia naturaleza, y que le hace sobresalir sobre los demás seres. Pues, cier-
tamente, si el hombre posee ontológicamente dignidad, o lo que es igual,
que todo hombre por el simple hecho de ser hombre, está dotado de este
rango, ello comporta dos consecuencias lógicas; una, que al pertenecerle por
naturaleza, es propia de todos los hombres y sólo de ellos, con lo que se pro-
clama su igualdad esencial y se demanda un igual respeto y consideración;
y en segundo lugar, que al ser privativa del hombre, no la detentan otros
seres, animales o no, ni las cosas, de modo que se manifiesta de un lado su
superioridad y dominio sobre los demás seres, y de otro, la necesidad de no
ser tratado como animal o cosa. Es una dignidad, por tanto, que depende de
su condición, no de su conducta o comportamiento” 102. “Ideas que de un
modo u otro, han sido expuestas a lo largo de los siglos y que en la actuali-
dad han encontrado eco en buen número de pensadores, españoles o no, de
los que nos sentimos, en cierta forma, tributarios”103.
Buen ejemplo de ello, pueden ser, entre otros, Recasens Siches, quien
afirma, que “el pensamiento de la dignidad consiste en reconocer que el
hombre es un ser que tiene fines propios suyos que cumplir por sí mismo,
o, lo que es igual, diciéndolo en una expresión negativa, la cual tal vez resul-
ta más clara, el hombre no debe ser un mero medio para fines extraños o
ajenos a los suyos propios”104; Millán Puelles, quien dice: “ser persona es un
rango, una categoría, que no tienen los seres irracionales. Esta prestancia
o superioridad del ser humano sobre los que carecen de razón es lo que se
llama ‘dignidad de la persona humana’”105. Y en otro lugar reitera que: “la
dignidad es una preeminencia o excelencia (excellere significa destacar) por
la que algo resalta entre otros seres por razón del valor que le es exclusivo
o propio. La expresión ‘dignidad de la persona’ viene a ser, de esta suerte,
un pleonasmo, una redundancia intencionada, cuyo fin estriba en subrayar
la especial importancia de un cierto tipo de entes” 106. En igual línea,
Sánchez Agesta, considera que “la dignidad es tanto como la excelencia o
mérito de un ser y el decoro o respeto que se le debe por esta excelencia. Y
continúa: “Dignidad de la persona significa, pues, lo que se debe a la per-
sona por su calidad de tal y, si se quiere darle un sentido jurídico más idó-
neo, lo que es “adecuado” a la naturaleza misma del hombre como ser per-
sonal” 107. Y en similares términos se pronuncia González Pérez: “La digni-
102
M. PORRAS DEL CORRAL, Derecho, igualdad y dignidad. En torno al pensamiento de
R. Dworkin, op. cit., 126-127.
103
M. PORRAS DEL CORRAL, Sobre la dignidad humana..., op. cit., 358.
104
L. RECASENS SICHES, op. cit., 548.
105
A. MILLÁN PUELLES, Persona humana y justicia social. Rialp, Madrid 1978, 15.
106
A. MILLÁN PUELLES, Léxico filosófico, Rialp, Madrid 1984, 457.
107
SÁNCHEZ AGESTA, Sistema político de la Constitución Española de 1978. Editora
Nacional, Madrid3ª 1984, 90-91.
232 Manuel Porras del Corral
Consideraciones generales
Pensamos que la dignidad del hombre es la piedra miliar, el árco de
bóveda, el concepto moral central sobre el que se legitima el Derecho y se
asientan los derechos humanos, como derechos que brotan de las propias
exigencias o inclinaciones de la naturaleza humana, y se actualizan en un
momento histórico determinado.
Si, como venimos razonando, “la dignidad humana es la categoría
moral o seña de identidad del ser humano, de tal modo que la considera-
mos como presupuesto o supuesto previo de los derechos humanos; si
dicha premisa es confirmada por un notable grupo de pensadores, que han
visto en la dignidad humana y en su específica naturaleza racional y libre,
la raíz última, fundamentadora y legitimadora de los derechos del hombre
(...), no resultará difícil inferir que los derechos humanos en sus múltiples
manifestaciones no hacen sino expresar y dar contenido a las tendencias
ínsitas en la propia naturaleza humana, de modo que se actualicen en el
plano ético las potencialidades ontológicas. Así, el ser humano, en su incli-
nación natural a ser va desarrollándose y escalando cotas, que le permitan
alcanzar su plenitud, cumpliendo con las exigencias que derivan de su sin-
gular naturaleza, bajo el principio de respeto y consideración que deman-
da. Si bien, para su mejor desarrollo, requerirá el reconocimiento y pro-
clamación, primero por parte del Estado o de los Estados, por vía consti-
tucional o de aceptación de los textos o convenios internacionales sobre la
materia, y más tarde la garantía o salvaguardia de los mismos, a través de
los cauces jurídicos necesarios que permitan de un modo efectivo y eficaz
el desarrollo integral del hombre, de todo hombre”114.
En resumen, si la dignidad humana es la categoría moral sobre la que
se cimenta el ser del hombre, es lógico concluir que el Derecho y los
Derechos Humanos, han de partir en su construcción y desarrollo del con-
cepto de dignidad, dado que el Derecho debe estar al servicio del hombre,
que éste ontológicamente posee dignidad y que los Derechos Humanos han
de fundamentarse en la dignidad humana.
113
M PORRAS DEL CORRAL, Sobre la dignidad humana, 360.
114
M. PORRAS DEL CORRAL, Sobre la dignidad humana, ibíd., 375-376.
234 Manuel Porras del Corral
K. LARENZ Derecho justo. Fundamentos de ética jurídica. Civitas, Madrid1ª 1985, 57.
115
125
J.A. CARRILLO SALCEDO: Dignidad frente a barbarie. La Declaración Universal de
Derechos Humanos, cincuenta años después. Trotta, Madrid 1999, 16.
126
M. PORRAS DEL CORRAL, La dignidad alfa y omega de la libertad. A propósito del
genoma humano, en: Derecho y Opinión 1 (1993) 380.
236 Manuel Porras del Corral
127
J. ORÁA ORÁA y F. GÓMEZ ISA, La Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Un breve comentario en su 50 aniversario, Universidad de Deusto, Bilbao 1998, 11.
128
J.A. CARRILLO SALCEDO, op. cit., 26.
Persona y dignidad desde el Derecho 237
129
Así, entre otras: Declaración sobre el Progreso y el Desarrollo en lo social, de 11 de
diciembre de 1969; Declaración Universal sobre la erradicación del hambre y la malnutrición,
de 16 de noviembre de 1974; Declaración sobre la eliminación de todas las formas de discrimi-
nación racial, de 20 de noviembre de 1963; Declaración sobre eliminación de todas las formas
de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones, de 25 de noviembre
de 1981; Declaración de los derechos de los impedidos, de 9 de diciembre de 1975; Declaración
sobre el derecho al desarrollo, de 4 de diciembre de 1986; y Declaración Universal sobre el
Genoma Humano y los Derechos Humanos, de 11 de noviembre de 1997.
130
Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (1948); Convención
sobre el Estatuto de los Refugiados (1951); Convención Internacional sobre la eliminación de
todas las formas de Discriminación Racial (1965); Convención sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación contra la mujer (1979); Convención contra la Tortura y Otros Tratos
o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (1984); Convención sobre los Derechos del Niño, de
20 de noviembre de 1989; y Convención Internacional sobre la protección de los derechos de
todos los trabajadores migratorios y de sus familiares (1990).
131
M. PORRAS DEL CORRAL, El reciente marco internacional en relación con los avan-
ces en biología, genética y medicina,en: Bioética y Ciencias de la Salud, 3 (1999) 3.
238 Manuel Porras del Corral
132
R. ANDORNO, entiende que “La idea de dignidad humana es empleada como noción
clave por la Declaración (...). Sin embargo, la tarea principal está aún pendiente. Primero,
porque la noción de dignidad requiere una mejor caracterización con respecto a los nuevos
problemas bioéticos. Segundo, porque los principios enunciados a nivel internacional deben
ser concretados localmente a través de legislaciones nacionales adecuadas”. La dignidad
humana como clave en la Declaración de la Unesco sobre el Genoma Humano en: Revista de
Derecho y Genoma Humano 14 (2001) 53.
133
M. PORRAS DEL CORRAL, El reciente marco jurídico internacional..., op. cit., 63.
Persona y dignidad desde el Derecho 239
134
En relación con la clonación humana, pueden verse, entre otros trabajos: M. PORRAS
DEL CORRAL, Un nuevo derecho en los albores del siglo XXI: El derecho al patrimonio genéti-
co no manipulado, en J. RODRÍGUEZ ALCÁZAR, R.Mª MEDINA DOMÉNECH, J. SÁNCHEZ
CAZORLA (Eds.) Ciencia, tecnología y sociedad Universidad de Granada. Granada 1997, 349-
367; y M. PORRAS DEL CORRAL La clonación humana ante el Derecho y los Derechos
Humanos, en: Bioética y Ciencias de la Salud 4 (1997) 22-35.
240 Manuel Porras del Corral
135
M. PORRAS DEL CORRAL, El reciente marco internacional en relación con los avan-
ces en Biología, Genética y Medicina, op. cit., 58.
136
Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (2000/C 364/01). Diario
Oficial de las Comunidades Europeas, 18.12.2000.
Persona y dignidad desde el Derecho 241
En el ámbito árabe
La Carta Árabe de Derechos Humanos, de 15 de septiembre de 1994, en
su Preámbulo, comienza diciendo: “Dado que las naciones árabes creen en
la dignidad humana desde que Dios las honró haciendo del mundo árabe
la cuna de las religiones y el lugar del nacimiento de civilizaciones que con-
firman su derecho a una vida digna basada en libertad, la justicia y la
paz...”. Y en su parte dispositiva, concretamente en el art. 1 (b) dice: “El
racismo, el sionismo, la ocupación y la dominación extranjera suponen un
desafío a la dignidad humana y constituyen un obstáculo para la realiza-
ción de los derechos fundamentales de las personas”.
Persona y dignidad desde el Derecho 243
137
R. INAGAKI, El concepto de derechos humanos en Japón, en Los fundamentos filosófi-
cos de los derechos humanos, A. Diemer y otros. Serbal-Unesco 1985, 201.
244 Manuel Porras del Corral
Por último, sólo nos resta añadir, a modo de síntesis de cuanto hemos
venido exponiendo, las siguientes consideraciones.
1. Que el mejor modo de aproximarnos a la noción de persona es desde
la Filosofía, dado que los dos pilares interrelacionados sobre los que se
alza dicho concepto, son el ontológico (el ser) y el ético (el deber ser).
2. Que la dignidad humana es un valor, un referente ético esencial que
nace del respeto que todo ser humano merece por su mera y simple
condición –por ser “persona” y no “cosa” y exigir ser tratado como
quien es y no utilizado como si fuera objeto– y se manifiesta en el res-
peto a los derechos humanos.
3. Que el Derecho, si bien tiene un concepto propio de persona, como
sujeto de derecho, como titular de derechos y obligaciones, no cum-
ple siempre con los dos fines fundamentales del mismo, la seguridad
(garantizar el orden en la convivencia, nivel político) y la justicia
(garantizar dicho orden según un criterio de justicia, nivel ético).
Basta recordar, a título de ejemplo, la indefinición jurídica sobre el
devenir de la vida humana en sus inicios y su protección, que se
patentiza aún más en nuestros días, como consecuencia de los cons-
tantes avances científicos y tecnológicos que tienen lugar en el campo
de las ciencias de la vida. Una muestra puede estar en el art. 15 de
nuestra Constitución, que dice: “Todos tienen derecho a la vida..”.
Cabe preguntar ¿el “todos” a quienes se refiere? La dispar e impreci-
sa terminología que se utiliza en los textos jurídicos, a los que hemos
hecho referencia más arriba, cuando se refieren a palabras como indi-
viduo, ser humano, hombre, persona, todos, nadie, etc., en nada favo-
rece la comprensión de qué entiende el legislador por persona; de ahí
surgen más preguntas que respuestas y más dudas que certezas.
4. Que el Derecho ha de ser un instrumento al servicio del ser humano,
dada la primacía de éste sobre aquél. Por tanto, desde un punto de
vista ético su legitimación vendrá dada en tanto en cuanto sea res-
petuoso con la citada primacía y con los derechos humanos que le
son inherentes.
La raíz de la dignidad humana.
Apostillas filosóficas
a Francis Fukuyama
1
Cf. F. TORRALBA, ¿Qué es la dignidad humana? En torno a Peter Singer, Hugo Tristram
Engelhardt y John Harris, Herder, Barcelona, 2005; F. TORRALBA, Jürgen Habermas versus
Peter Sloterdijk, en Nexus 33 (2004) 50-56; J. MARTÍNEZ, C. PERROTIN, F. TORRALBA,
Repensar la dignidad humana, Milenio, Lérida, 2005. Tambíén existe edición en catalán: Repensar
la dignitat humana, Lleida, 2005.
246 Francesc Torralba i Roselló
2
Cf. F. FUKUYAMA, El fin del hombre, Ediciones B, Barcelona, 2004.
3
El fin del hombre, p. 242.
La raíz de la dignidad humana. Apostillas filosóficas a Francis Fukuyama 247
4
Ibíd, p. 253.
248 Francesc Torralba i Roselló
5
Ibíd, p. 243.
La raíz de la dignidad humana. Apostillas filosóficas a Francis Fukuyama 249
6
Lo he desarrollado en el libro citado: ¿Qué es la dignidad humana? Ensayo crítico sobre
Peter Singer, Hugo Tristram Engelhardt y John Harris, Herder, Barcelona, 2005.
7
El fin del hombre, p. 244.
8
Ibíd, p. 244.
La raíz de la dignidad humana. Apostillas filosóficas a Francis Fukuyama 251
–dice Fukuyama– por un fin muy peligroso (...) Nietzsche nos orienta
mucho mejor respecto a lo que aguarda al final de dicho sendero que las
legiones de bioéticos y darvinistas académicos ocasionales que en la actua-
lidad se muestran prestos a darnos consejo moral sobre la cuestión”9.
Antes de formular su propuesta intelectual, Fukuyama analiza la com-
prensión del Factor X en el pensamiento cristiano y en el kantiano. Aunque
él no se ubica ni en una, ni en otra tradición, muestra cómo, desde ellas, el
Factor X existe y cuál es el itinerario de fundamentación. Con todo,
Fukuyama considera que ambos planteamientos exigen la asunción de unos
presupuestos teóricos que están ya muy lejos del imaginario colectivo actual.
9
Ibíd, pp. 259-260.
10
Sobre esta cuestión, ver: J. MARTÍNEZ, C. PERROTIN, F. TORRALBA, Repensar la
dignidad humana, Milenio, Lérida, 2005.
11
El fin del hombre, p. 245.
252 Francesc Torralba i Roselló
12
Ibíd.
13
Ibíd.
La raíz de la dignidad humana. Apostillas filosóficas a Francis Fukuyama 253
14
El fin del hombre, p. 246.
254 Francesc Torralba i Roselló
15
Ibíd, p. 280.
16
Ibíd, p. 276.
La raíz de la dignidad humana. Apostillas filosóficas a Francis Fukuyama 255
servarás según tus deseos (...). La naturaleza limitada de los demás está
contenida en las leyes escritas por mí. Pero tú determinarás tu propia natu-
raleza sin ninguna barrera, según tu arbitrio, y al parecer de tu arbitrio la
entrego (...) No te he hecho celeste, ni terrestre, ni mortal ni inmortal, para
que por ti mismo, como libre y soberano artífice, te formes y te esculpas en
la forma que hayas escogido”.
En el siglo XVII, John Locke sostenía que todo conocimiento procede
de la experiencia. También, en este sentido, niega una naturaleza humana
predeterminada con antelación a la experiencia del vivir. Resumiendo el
primer libro de su conocido Ensayo sobre el conocimiento humano, escribe:
“En las meditaciones que llevé a cabo acerca del entendimiento, me esfor-
cé en probar que la mente es, al comienzo, una tabula rasa”. Al principio
del segundo libro, leemos: “Supongamos, pues, según lo dicho, que la
mente es como una hoja de papel en blanco, vacía de cualesquiera letras y
sin idea alguna. ¿Cómo llega a estar dotada? (...) ¿De dónde le vienen los
materiales de la razón y del conocimiento? A esto contesto en una palabra:
de la experiencia”. Hablando de la educación, insiste en que el niño “es sólo
papel en blanco o cera, que habrá de ser configurado y moldeado como se
desee”. De ahí se deduce que según este conocido empirista inglés, no hay
naturaleza humana dada de antelación, sino que somos gracias a la expe-
riencia y sólo la experiencia nos convierte en lo que somos.
En el siglo XVIII, Étienne de Condillac y Claude Helvetius creían que
todos los seres humanos nacemos con exactamente las mismas capacida-
des, tendencias y talentos, y que los distintos influjos ambientales y educa-
cionales bastan para explicar las diferencias observables de la conducta.
Condillac utilizó la imagen de la estatua de mármol para describir el pro-
ceso cognitivo. Helvetius pensaba que no sólo no hay ideas innatas, sino
tampoco capacidades innatas. Todo depende del ambiente, de la educa-
ción: l’éducation peut tout.
Según el filósofo idealista alemán Fichte, el yo (Ich) se pone a sí mismo
en un acto de libertad absoluta, independiente de toda determinación natu-
ral. Según Karl Marx, el estado de las fuerzas productivas y las relaciones
de producción determinan lo que llamamos naturaleza humana. Esta suma
de fuerzas de producción, capitales y formas de intercambio social con que
cada individuo y cada generación se encuentran como con algo dado, es el
fundamento real de lo que los filósofos se representan como la ‘sustancia’
y la esencia del hombre.
Karl Marx pensaba que la naturaleza humana es simplemente el resul-
tado de las relaciones de producción, de tal modo que, alterando las rela-
ciones de producción, podríamos transformar la naturaleza humana
misma. Los marxistas creían que, cambiando las relaciones económicas,
cambiaría la naturaleza.
La raíz de la dignidad humana. Apostillas filosóficas a Francis Fukuyama 257
También nuestro Ortega y Gasset afirmó que “es falso hablar de natu-
raleza humana, que el hombre no tiene naturaleza (...). En suma, el hom-
bre no tiene naturaleza, sino que tiene (...) historia. O, lo que es igual: lo que
la naturaleza es a las cosas, es la historia –como res gestae– al hombre”. Los
existencialistas pensaban que el hombre carece de naturaleza, que en él la
existencia y la libertad preceden a la esencia y a la determinación, y que es
a partir de esa existencia y libertad no naturales como construimos libre-
mente nuestra propia esencia. Según Jean Paul Sartre, en los hombres la
existencia como libertad precede a la esencia como naturaleza: los seres
humanos son libres de elegir su propia naturaleza.
John Watson, el fundador del conductismo, pretendía ser capaz de con-
vertir a cualquier ser humano, a través de una educación adecuada, en
cualquier tipo de ser humano o de profesional, con independencia de su
idiosincrasia genética. “Dadme una docena de niños sanos (...) y garantizo
que puedo escoger uno cualquiera de ellos al azar y entrenarlo para con-
vertirlo en cualquier tipo de especialista que desee: médico, abogado, artis-
ta, gran empresario y también mendigo o ladrón, con independencia de sus
talentos, inclinaciones, tendencias, habilidades, vocaciones y de la raza de
sus ancestros”.
En la actualidad, sabemos que esto no es posible. Los conductistas igno-
raban que nuestras reacciones dependen de nuestro cerebro, que a su vez
depende de nuestro genoma. Pretendían que el infante viene al mundo
como una hoja en blanco o tabula rasa y que su posterior comportamien-
to depende exclusivamente de la educación que haya recibido. El antropó-
logo Ashley Montagu llegó a escribir que “el humano carece completamen-
te de instintos (...) El hombre es hombre porque carece de instintos, por-
que todo lo que es y lo que ha llegado a ser lo ha aprendido y adquirido a
través de su cultura”.
Los avances de la genética, de la etología, de la psicología evolutiva y la
lingüística han echado por tierra esta tesis. El avance imparable en la
exploración del genoma humano hace insostenible cualquier negación de
nuestra naturaleza. Noam Chomsky ya había mostrado la incapacidad del
conductismo para dar cuenta del desarrollo del lenguaje infantil. Steven
Pinker ha extendido el razonamiento chomskiano a todas nuestras capaci-
dades en su libro La tabla rasa (The blank slate) (2002). Este texto constitu-
ye una crítica devastadora contra la negación moderna de la naturaleza
humana, de la tabla rasa y el buen salvaje. Este libro representa una con-
tribución muy sólida al actual debate en torno a la naturaleza humana.
Desde el pensamiento evolucionista actual, cada especie es única, singu-
lar e irrepetible y, desde luego, la especie humana también. Desde este plan-
teamiento, no existe el denominado Factor X. Sí que existe una naturaleza
humana, distinta del animal en algunos aspectos, pero esta diferencia no legi-
258 Francesc Torralba i Roselló
17
Cf. D, MIETH, La dictadura dei geni, Querinian, Brescia, 2003. Especialmente en el
capítulo 9, titulado: Come concepiamo la dignità umana? La prospettiva cristiana di una mora-
le autonoma (pp. 146-170).
18
Así se expresa en J.P. WILLS, Anthropologie, in J.P. WILLS, D. MIETH (Editores),
Grundbegriffe der christlichen Ethik, Padeborn, 1992.
260 Francesc Torralba i Roselló
No deseo poner punto final a esta reflexión sin una apostilla filosófica
al discurso a la Asamblea general de la Academia Pontificia para la vida que
pronunció Juan Pablo II el día 27 de febrero del 2002. En él se pone de
relieve la postura oficial de la Iglesia respecto al debate en torno a la natu-
raleza humana y se articula una incipiente recepción de las corrientes filo-
sóficas contemporáneas.
“Para muchos pensadores contemporáneos –dice Juan Pablo II– los
conceptos de ‘naturaleza’ y de ‘ley natural’ sólo se pueden aplicar al mundo
físico y biológico o, en cuanto expresión del orden del cosmos, a la investi-
gación científica y a la ecología. Por desgracia, desde esa perspectiva resul-
ta difícil captar el significado de la naturaleza humana en sentido metafí-
sico, así como el de ley natural en el orden moral”.
El santo Padre reconoce las observaciones críticas de muchos filósofos
contemporáneos a la tesis de que existe, además de la naturaleza empírica,
una naturaleza espiritual en el ser humano que es la fuente de su vida moral.
“Se trata –dice– de demostrar si es posible, y cómo, ‘reconocer’ los ras-
gos propios de todo ser humano, en términos de naturaleza y dignidad,
como fundamento del derecho a la vida, en sus múltiples formulaciones
históricas. Sólo sobre esta base es posible un verdadero diálogo y una
auténtica colaboración entre creyentes y no creyentes”.
Según el santo Padre, “la experiencia diaria muestra la existencia de una
realidad de fondo común a todos los seres humanos, gracias a la cual pue-
den reconocerse como tales. Es necesario hacer referencia siempre a ‘la
naturaleza propia y originaria del hombre, a la naturaleza de la persona
humana, que es la persona misma en la unidad de alma y cuerpo; en la uni-
dad de sus inclinaciones de orden espiritual y biológico, así como de todas
las demás características específicas, necesarias para alcanzar su fin’”
(Veritatis splendor, 50; también Gaudium et spes, 14).
Y añade: “Esta naturaleza peculiar funda los derechos de todo individuo
humano, que tiene dignidad de persona desde el momento de su concepción.
Esta dignidad objetiva, que tiene su origen en Dios creador, se basa en la espi-
ritualidad que es propia del alma, pero se extiende también a su corporeidad,
que es uno de sus componentes esenciales. Nadie puede quitarla, más aún,
La raíz de la dignidad humana. Apostillas filosóficas a Francis Fukuyama 261
Javier de la Torre
Doctor en Derecho. Miembro del Consejo de la Cátedra de Bioética
de la U. P. Comillas
1
R. PANIKKAR, Sobre el diálogo intercultural, San Esteban, Salamanca, 1990.
264 Javier de la Torre
Por otro lado, partimos de que la razón y la religión no son dos caminos
paralelos. A lo largo de la historia se han ido mutuamente fecundando.
Mito y logos son compañeros de camino. El mito recrea la razón, está en la
base del logos, denuncia su unilateralidad, la abre a diferentes formas de
razonar y la hace consciente de sus recortados vínculos con la realidad, con
el cosmos, con los dioses, con la naturaleza.
Desde aquí podemos comprender lo que dijo Minucio Felix, cerca del
año 200, cuando comprendió que “no se puede conocer la esencia del hom-
bre si antes no se ha investigado cuidadosamente la esencia de la divini-
dad”. O la intuición profunda de Emil Brunner ya en el siglo XX: “Dime
qué Dios tienes y te diré qué aspecto tiene tu humanidad”2.
2
E. BRUNNER, Der Mensch im Widerspruch, Zurich-Stuttgart 1965, 4ª ed.,38.
3
J. DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, Sal Terrae, Santander,
2000, 385.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 265
4
J. DUPUIS, op.cit., 389.
5
R. PANIKKAR, El Cristo desconocido del hinduísmo, Grupo Unido de Proyectos y
Operaciones, Madrid, 1994.
6
R. CORLESS y P.F. KNITTER, Buddist Emptiness and Christian Trinity. Essays and
Explorations, Paulist Press, New York, 1990.
7
B. GRIFFITHS (ed.), Universal Wisdom. A Journey through the Sacred Wisdom of the
World, HarperCollins, London, 1994, 41-42.
8
F. HEILER, Erscheinungsformen und Wesen der Religionen, Stuttgart 1961.
266 Javier de la Torre
giones del mundo. Dios está super omnes (fuente), per omnia (para quien y
para quienes todo fue hecho) e in omnibus (inmanencia y dinamismo).
Dios es el yo último, el y los tú últimos y el nosotros. Dios “está sobre todos
y por todos y en todos” (Ef 4,6)9.
a) Dios es la fuente, la nada, el silencio, lo totalmente Otro, el no ser, el
no pensamiento, el no camino, es negación, es no objeto, no se le
puede concebir ni aprender. Es el Dios Padre, es el dios de las reli-
giones apofáticas, el dios oculto.
b) Dios es el que sale y habla al hombre, el que se comunica, el que
entra en relación con el hombre, el que da vida al hombre, el que nos
instruye, nos salva, nos promete. Es el Dios del teísmo con el que se
puede establecer una relación personal.
c) Dios es la interioridad de todo el ser, la totalidad más profunda en la
que Dios y el cosmos son uno, es el corazón más profundo de todo
ser, el punto en el que las diferencias son superadas, es la conciencia
de estar sumergido en el mar absoluto, de estar presente en él, es la
meta final, el océano sin riberas. Es la unificación sin relaciones.
Sólo se puede orar en él y desde él.
Por lo tanto, podemos afirmar que las religiones-culturas transmiten
diferentes intuiciones de la realidad última de forma incompleta y atesti-
guan una manifestación múltiple de Dios a los hombres en diversas comu-
nidades de fe en las que parece subyacer la presencia escondida de ciertos
elementos del misterio trinitario y personal cristiano.
9
R. PANIKKAR, La Trinidad. Una experiencia humana primordial, Siruela, Madrid,
1989.
10
G. GRESHAKE, Creer en el Dios uno y trino. Una clave para entenderlo, Sal Terrae,
Santander, 2002, 98.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 267
11
K. RAHNER, Schriften V, 142.
268 Javier de la Torre
12
H. KÜNG, Proyecto de una ética mundial, Trotta, Madrid, 1991; L. BOFF, Ética plane-
taria desde el Gran Sur, Trotta, Madrid, 2001.
13
Una reflexión muy sugerente es la realizada por N. BILBENY, Ética intercultural,
Ariel, Barcelona, 2004. También puede verse: R. M. KIDDER, Shared Values for a Troubled
World, The Institute for Global Ethics, San Francisco, 1994.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 269
14
G. GRESHAKE, Creer en el Dios uno y trino. Una clave para entenderlo, Sal Terrae,
Santander, 2002, 44.
15
Mª.J. FARIÑAS DULCE, Globalización, Ciudadanía y Derechos Humanos, Dykinson,
Madrid, 2000.
270 Javier de la Torre
16
H. SAKAMOTO, The Foundations of a Possible Asian Bioethics, en Ren-Zong Qiu (ed.),
Bioethics: Asian Perspectives. A Quest for Moral Diversity, Kluwer Academic Publishers,
Dordrecht, 2004, 45-46.
17
J. TAO LAI PO-WAH, Confucian and Western Notions of Human Need and Agency:
Health Care and Biomedical Ethics in the Twenty-First Century, en Ren-Zong Qiu (ed.),
Bioethics: Asian Perspectives. A Quest for Moral Diversity, Kluwer Academic Publishers,
Dordrecht, 2004, 13.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 271
18
Ibíd.
19
Ibíd, 14.
20
Cfr. A. HORTAL, Ética general de las profesiones, Desclée De Brouwer, Bilbao, 2002, 135.
21
R. FAN, Rights or Virtues? Toward a Reconstructionist Confucian Bioethics, en Ren-
Zong Qiu (ed.), Bioethics: Asian Perspectives. A Quest for Moral Diversity, Kluwer Academic
Publishers, Dordrecht, 2004, 58
272 Javier de la Torre
22
J. TAO LAI PO-WAH, Confucian and Western Notions of Human Need and Agency:
Health Care and Biomedical Ethics in the Twenty-First Century, en Ren-Zong Qiu (ed.),
Bioethics: Asian Perspectives. A Quest for Moral Diversity, Kluwer Academic Publishers,
Dordrecht, 2004, 14
23
H. SAKAMOTO, The Foundations of a Possible Asian Bioethics, en Ren-Zong Qiu (ed.),
Bioethics: Asian Perspectives. A Quest for Moral Diversity, Kluwer Academic Publishers,
Dordrecht, 2004, 46.
24
Es muy sugerente la tesis doctoral realizada por J. H. KWANG, Un paralelismo entre
la ilustración y el confucianismo práctico en el s. XVIII, Universidad Complutense de Madrid,
Facultad de Filosofía, 2001.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 273
25
J. TAO, art.cit., 14-15. También se puede consultar: R. FAN, art.cit, 58-59.
26
C. GILLIGAN, In a Different Voice, Harvard University Press, Cambridge (Mass.), 1982.
27
S. RUDRICK, Reproductive ethics, en: Q. RENZONG, J. YIHONG y W. YANGUANG
(eds.), Chinese Women and Feminist Thought, China Social Science Publishing House,
Beijing, 1998.
28
H. SAKAMOTO, art.cit, 15.
274 Javier de la Torre
29
Ibíd., 15.
30
Ibíd, 15-16. Se puede consultar también R. FAN, art.cit., 59.
31
R. FAN, art.cit., 58
32
R. FAN, art.cit., 59.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 275
33
J. TAO, art.cit., 29; R. FAN, art.cit., 59.
34
J. TAO, art.cit., 29-30.
276 Javier de la Torre
35
J. TAO, art.cit., 16.
36
Ibíd., 16-17.
37
Ibíd., 17.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 277
38
Ibíd., 17-18.
39
Ibíd., 18.
278 Javier de la Torre
40
E. HUI, Personhood and Bioethics: Chinese Perspective, en Ren-Zong Qiu (ed.),
Bioethics: Asian Perspectives. A Quest for Moral Diversity, Kluwer Academic Publishers,
Dordrecht, 2004, 30-31.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 279
41
Ibíd., 31-32; También puede verse: E. HUI, Jen and Perijoresis: The Confucian and
Christian Bases of the Relational Person, en G.K. BECKER (ed.), The Moral Status of Persons.
Perspectives on Bioethics, Editions Rodopi, Amsterdam, 2000, 95-97.
42
R. PANIKKAR, Ecosofía, San Pablo, Madrid, 1994, 139-154.
43
L. BOFF, La Trinidad, la sociedad y la liberación, Paulinas, Madrid, 1987, 68-69.
280 Javier de la Torre
44
E. HUI, art.cit., 99-100.
45
E. HUI, art.cit., 100.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 281
46
L. BOFF, op.cit, 78-79; L. LADARIA, El Dios vivo y verdadero: el misterio de la Trinidad,
Secretario Trinitario, Salamanca, 1998; G. GRESHAKE, El Dios uno y trino. Una teología de
la Trinidad, Herder, Barcelona, 2001; A. GONZÁLEZ, Trinidad y liberación, UCA editores, San
Salvador, 1994.
282 Javier de la Torre
47
L. BOFF, op.cit, 82-84. Ver también las obras de LADARIA, GRESHAKE Y
GONZÁLEZ.
48
E. HUI, art.cit., 102-103.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 283
las otras, mostrando que es a través de sus recíprocas relaciones con las
otras y en virtud de sus incomunicables características como las tres per-
sonas constituyen la profunda comunión divina. La unidad de las personas
es por sus cualidades diferenciadas. No son sólo diferentes, sino también
irreductibles unas a otras. Cada una es única e intercambiable. Se enfatiza
así que la distinción de las personas no es nunca sacrificada a la unidad de
la vida divina. Esas tres personas diferentes y distintas, particulares e irre-
ductibles, no separadas pero en comunión, están vinculadas de tal modo
que una no es sin las otras dos. Las personas trinitarias forman su propia
unidad en la circulación de la vida divina, en las relaciones de unas con
otras49.
Ya desde la teología actual, desde el siglo XX, tenemos que afirmar que
si en Dios existe perijoresis en su dinámica vinculación de Padre, Hijo y
Espíritu, el concepto de perijoresis nos permite considerar el mundo como
un orden de cosas dinámicamente referido a los otros. El mundo es perijo-
rético. Todas las cosas del mundo contribuyen al ser de todo permitiendo
que todo sea lo que es distintivamente. La base de este dinamismo de
mutua constitución está enraizado en la creencia de que el mundo, como
un orden dinámico, es creado sólo por la libre creatividad del Padre, Hijo,
Espíritu. Y si el hombre es creado a la imagen de Dios, entonces no sólo el
mundo y Dios serían perijoréticos sino el ser humano también lo sería50.
Dios existe como una pluralidad distinta de personas unidas en comu-
nión y si las relaciones entre las personas divinas son ontorelaciones,
entonces la esencia de Dios es relacional. Persona es el modo del ser divi-
no de existir. La persona es entonces constitutiva de ser más que una adi-
ción del ser. Esta ontología de la relación es más fiel a la revelación bíblica
de Dios como Dios personal que crea, redime, santifica y consuma. El mis-
terio de Dios existe como el misterio de personas en comunión. Sólo en
comunión puede Dios ser Dios51 y sólo en comunión puede el hombre
hacerse persona.
La teología del siglo XX nos ha aportado una nueva manera de com-
prender la Trinidad que une con lo más genuino de la tradición52. Lo que
Dios es (Trinidad y personas, unidad y pluralidad) y nos comunica está
relacionado-ligado con nuestra salvación. Dios nos comunica y revela lo
49
E. HUI, art.cit., 103-104.
50
E. HUI, art.cit., 104.
51
E. HUI, art.cit., 101-102.
52
Son muchos los autores que en este siglo han contribuido ha desarrollar una sana teo-
logía trinitaria. Entre ellos tenemos que destacar las aportaciones de L. F. Ladaria, G.
Greshake, B. Forte, X. Pikaza, W. Pannenberg, J. Moltmann, J.M. Rovira Belloso, García
Murga, etc.
284 Javier de la Torre
53
R. ALVARADO, Hablar hoy de la Trinidad. La comunión como principio, Sal Terrae
3(2003)203-214.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 285
54
H. SAKAMOTO, art.cit., 48.
55
J. TAO, art.cit., 20.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 287
56
J. TAO, art.cit., 20-21.
57
J. TAO, art.cit., 21
58
MENCIO, El libro de Mencio, Libro IV, A:2.
288 Javier de la Torre
59
J. TAO, art.cit., 21-22.
60
J. TAO, art.cit., 22.
61
J. TAO, art.cit., 22.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 289
62
J. TAO, art.cit., 23-24.
63
J. TAO, art.cit., 24.
290 Javier de la Torre
66
E. HUI, Jen and Perijoresis: The Confucian and Christian Bases of the Relational Person,
en G.K. BECKER (ed.), The Moral Status of Persons. Perspectives on Bioethics, Editions
Rodopi, Amsterdam, 2000, 104-105.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 291
hombres no son tan fuertes como los bueyes, ni corren tan rápido como los
caballos, pero ¿cómo es que los bueyes y caballos son dominados por el
hombre?”. En la tradición confuciana el hombre no es visto nunca como
un individuo aislado, sino como una parte de una red de relaciones. Incluso
aunque pueda parecer que el núcleo de las enseñanzas éticas confucianas
tiene que ver con el autocultivo de una persona para llegar a ser sabio, no
hay que perder de vista que el proceso entero es llevado en y a través del
contexto social y con el propósito de adquirir la plenitud de la responsabi-
lidad social. El cultivo de la subjetividad está situado siempre dentro de
una subjetividad social colectiva. La conciencia subjetiva, fruto del auto-
cultivo, es más una reflexión de la subjetividad social de la colectividad que
de su propia subjetividad. El autocultivo chino no es nunca la independen-
cia o individuación del sujeto, sino la promoción y mantenimiento de la
armonía colectiva de la comunidad67.
En la tradición confuciana, actualizar la naturaleza del hombre es
plenificar los vínculos humanos. Una persona es siempre una persona en
relaciones. Mencio decía: “Insignificante es la diferencia entre el hombre
y los animales irracionales. El hombre vulgar renuncia a esta diferencia,
los hombres superiores la conservan. Shun entendió la realidad y obser-
vó las relaciones humanas”68. La habilidad para tener relaciones huma-
nas es lo que diferencia a las personas humanas de los animales. Lo
esencial es ser un yo consciente de la penetrante fuerza de las relaciones
humanas y así seguir el camino de la moralidad. Mencio fue consciente
del peligro de los seres humanos de perder esta conciencia de la socia-
bilidad y las relaciones y por lo tanto de la posibilidad de degenerar en
comportamientos no muy diferentes de los animales. De ahí la impor-
tancia para Mencio de la educación y el cultivo moral. Las relaciones tie-
nen una categoría ontológica en la antropología confuciana. Constituyen
la persona completa69.
Lo interesante es que este sistema de pensamiento se ha desarrollado
independientemente de la influencia cristiana y que habla del papel de la
relacionabilidad en su comprensión de la persona y de la realidad. La
noción confuciana de ren es la metáfora para esta dimensión en la tradi-
ción china. Si la realidad es perijorética, como dice la ortodoxia cristiana,
es plausible descubrir en ren un serio intento de la tradición china de des-
cribir la dimensión relacional de la naturaleza humana como una mani-
festación de la naturaleza perijorética de la realidad.
67
E. HUI, Personhood and Bioethics: Chinese Perspective, en Ren-Zong Qiu (ed.),
Bioethics: Asian Perspectives. A Quest for Moral Diversity, Kluwer Academic Publishers,
Dordrecht, 2004, 34.
68
MENCIO, El libro de Mencio, Libro IV, B:19.
69
E. HUI, art.cit., 34.
292 Javier de la Torre
70
E. HUI, art.cit., 35.
71
E. HUI, art.cit., 35.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 293
tema ritual del cual se enorgullecía; pero la gloria estaba declinando en este
tiempo. Los señores ricos y poderosos querían ganar más poder político.
Los Estados comenzaron a luchar en guerras unos contra otros, los sujetos
asesinaron a sus príncipes y los hijos mataron a sus padres. El sistema
ritual estaba desintegrándose y la moralidad de la sociedad estaba degene-
rando. Confucio miró la naturaleza humana y diseñó una estrategia com-
prensiva para reformar la sociedad. Él no era el único en reconocer que los
hombres deben tener unos patrones de comportamiento apropiados y
seguir sus propias reglas en orden a vivir juntos en paz. Pero lo que com-
prendió Confucio es que los rituales tradicionales chinos expresaban esas
reglas y que tales rituales debían ser restaurados y mantenidos en orden a
poner a la sociedad en el correcto camino. No había que dejar intactas las
reglas establecidas, sino reconstruir el ritual chino en términos de una vir-
tud humana fundamental. Los hombres para Confucio no son átomos que
construyen la sociedad a través de contratos. Los hombres están sobre todo
identificados con los roles familiares que asumen: marido, esposa, hijo,
padre, madre, hermana. Cada hombre debe nacer y crecer en la familia.
Este camino familiar de la existencia humana no es elegido, sino es algo
dado. La relación de padres e hijos no sólo llega a ser la más importante
relación humana sino que también ilustra uno de los aspectos más nobles
y significativos de la naturaleza humana: la habilidad de los hombres para
simpatizar unos con otros. Esta natural simpatía constituye la disposición
humana del amor72. Por eso, para Confucio el amor entre padres e hijos es
la raíz de la virtud fundamental humana, ren (Analectas 1,2) y debe ser cul-
tivada y promovida en orden a construir una buena sociedad.
72
R. FAN, art.cit., 60-61.
73
PO-KEUNG IP, Confucian Personhood and Bioethics: A Critical Appraisal, en Ren-Zong
Qiu (ed.), Bioethics: Asian Perspectives. A Quest for Moral Diversity, Kluwer Academic
Publishers, Dordrecht, 2004, 51
294 Javier de la Torre
74
E. HUI, art.cit., 35-36.
75
E. HUI, art.cit., 36.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 295
76
R. FAN, art.cit., 61.
296 Javier de la Torre
77
J. TAO, art.cit., 23.
78
E. HUI, art.cit., 37.
79
E. HUI, art.cit., 37-38; R. FAN, art.cit. 60.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 297
80
E. HUI, art.cit., 38.
81
E. HUI, art.cit., 38.
298 Javier de la Torre
82
PO-KEUNG IP, art.cit, 52-53.
83
T. van DOAN, V. SHEN y G.F. McLEAN (eds.), Chinese Foundations for Moral
Education and Carácter Development, The Council for Research in Values and Philosophy,
Washington, 1991. Sobre todo los tres artículos de la primera parte.
300 Javier de la Torre
86
E. HUI, Jen and Perijoresis: The Confucian and Christian Bases of the Relational Person,
en G.K. BECKER (ed.), The Moral Status of Persons. Perspectives on Bioethics, Editions
Rodopi, Amsterdam, 2000, 111.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 301
87
E. HUI, art.cit., 112.
88
P. KUN-YU WOO, Metaphysical Foundations of Traditional Chinese Moral Education,
en T. van DOAN, V. SHEN y G.F.McLEAN, op.cit, 15-16.
89
E. HUI, art.cit., 113-114.
302 Javier de la Torre
La Gran Enseñanza del rey Shoo que describe el cielo como una deidad per-
sonal que siempre intenta mantener una armoniosa relación con el hombre.
Muchos de los nueve pensamientos de Confucio derivan de La Gran
Enseñanza, específicamente los cinco negocios y las tres virtudes. Para
Confucio “hay nueve cosas en las que piensa el hombre superior: al ver pien-
sa en la luz; al oír, en la claridad del sonido, piensa en que su cara tenga una
actitud benigna, que su actitud sea cortés, que sus palabras sean leales, que
su servicio sea respetuoso, que si tiene dudas debe preguntar, que la furia
podría poner en dificultades y, además, piensa en la justicia cada vez que se
encuentra ante una posibilidad de beneficio” (16,10).
Para Confucio, ren está unido a un Cielo trascendente. El ren de
Confucio es el corazón y la manifestación de su humanismo. El Cielo de
Confucio es personal y existe en cercana proximidad a la humanidad. Por
otro lado, en la práctica de ren, en la actualización del amor en las relacio-
nes interpersonales la humanidad se relaciona con el Cielo. En este con-
texto, ren como el proceso de hacerse persona puede llevar a los seres
humanos a ser personas en la presencia personal del Cielo. Confucio no se
distancia de un Dios trascendente a la conciencia moral interna de los seres
humanos, sino que afirma la existencia y el significado de un Cielo tras-
cendente a la vez que considera el Cielo como inmanente, como relaciona-
do directamente con la humanidad. En ese sentido, para Confucio, es tras-
cendente e inmanente. Por la indirecta vinculación de Cielo-li-ren,
Confucio fue capaz de construir ren como un concepto holístico y cohe-
rente, interconectando dimensiones antropológicas, sociales y transcen-
dentes. En suma, Confucio y después Mencio, nos dicen que cuando la
gente ordinaria practica ren a través de guardar li (camino de humanidad),
están simultáneamente realizando el camino del Cielo. La persona china
comprendida en el contexto del ren confuciano implica relacionalidad con
los seres humanos tanto como las deidades del Cielo como con las normas
del li. El camino del Cielo, el camino de las normas y los ritos y el camino
de la benevolencia están profundamente unidos. En este sentido, ren es un
concepto relacional y trascendental y proporciona una fundación ontológi-
ca para una concepción relacional de la persona en la cultura china90.
90
E. HUI, art.cit., 115.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 303
91
E. HUI, art.cit., 39.
304 Javier de la Torre
92
E. HUI, art.cit., 39-40.
93
E. HUI, art.cit., 40.
Significancia intercultural e interreligiosa del concepto relacional de persona 305
94
E. HUI, art.cit., 41.
95
E. HUI, art.cit., 41.
96
SHIN OHARA, We-Consciousness and Terminal Patients: Some Biomedical Reflections
on Japanese Civil Religion, en G.K. BECKER (ed.), The Moral Status of Persons. Perspectives
on Bioethics, Editions Rodopi, Amsterdam, 2000, 119.
306 Javier de la Torre
CONCLUSIÓN
Cfr. A. HORTAL, Ética general de las profesiones, Desclée De Brouwer, Bilbao, 2002,
98
1
Vol. 15 del Abhidharma, y vol. 66 del Sutra de Agon, citados por S. MORI, Para descu-
brir el pensamiento budista, 1990.
Dignidad humana y epifanía de la vida 313
Sobre este tema de la persona y su dignidad, hay que hacer una relectura
de la tradición teológica, para no quedarse en la parcialidad de la primera de
estas dos lecturas que acabo de mencionar. De hecho, el tema es amplísimo
y si recorremos la tradición patrística hallamos una variedad de lecturas y
desarrollos del tema de la imago Dei, que no es éste el lugar de desarrollar.
Para hacer dicha revisión, convendría comenzar remontándose a lo que
tiene de original el texto de la Biblia hebrea por comparación con textos
parecidos de tradiciones antiguas en culturas adyacentes. Por ejemplo,
como vimos, en Egipto se usaba la expresión “imagen de Dios”, pero era
para referirse al rey solamente. En el texto bíblico son imagen de Dios
todos y cada uno de los seres humanos, creados por Él a su imagen y seme-
janza, amados por Él desde antes de nacer.
La manera de hablar del Espíritu divino en la Biblia cristiana profundi-
za esta comprensión, acentuando que estamos llamados a desarrollar esa
imagen divina, que es presencia misma de lo divino en nosotros, puesta en
la creación por el soplo divino.
Esta manera de comprender al ser humano como imago Dei, en lo que
se basa su dignidad, se ha desarrollado en iglesias y teologías orientales,
más vinculada a la segunda de las lecturas que mencioné antes. Conecta
también con elementos de otras religiones orientales, que captan al ser
humano como un cuerpo animado, “pneumatizado” (vivificado por el
Espíritu divino) y divinizable.
Esta antropología se expresa popular y gráficamente mediante la ima-
gen del barro en el que Dios infunde un soplo. El tacto y la corporalidad del
barro se conjuga con la interioridad y vitalidad del soplo. No se trata de un
recipiente de barro para introducir en él algo así como un alma venida de
fuera (eso sería más helénico). Es el barro y la corporalidad misma los que
son animados, vivificados por un soplo interior que hace que en ellos el
enigma de la Vida con mayúscula emerja, convirtiendo al barro y al cuer-
po en persona, en un tú amable y amado.
En 2 Co 1,22 leemos que Dios nos marcó con su sello y nos dio el
Espíritu, que habita en nuestro interior, como garantía de lo divino en
nosotros. La razón de que la esperanza no pueda fallar, según escribe Pablo
en la carta a la iglesia de Roma (5,5), es que tenemos todos en nuestro inte-
rior esa garantía, “porque, dice, el amor que Dios nos tiene inunda nuestros
corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”.
Esto no se dice solamente de unas personas, exceptuando a otras. Esto
vale para todo ser humano, con más o menos salud, con una edad u otra,
de un rango social u otro, de una cultura u otra, con una determinada dis-
capacidad o sin ella, se dice de cualquier persona, nacida o nascitura,
amada por Él ya desde antes de nacer. Como leemos en los Hechos de los
Apóstoles, “Dios no hace discriminación de personas” (10, 34).
Dignidad humana y epifanía de la vida 317
Es algo, por otra parte, muy de agradecer, ya que sabemos las limitaciones
de esos esfuerzos de fundamentación y el atolladero en que suelen atascar-
se. Prefiero, por eso, en vez enredarme en el círculo sin salida de la funda-
mentación, acentuar dos experiencias:
a) La experiencia ética: la experiencia de admiración ante el valor de la
persona (por ejemplo, ante quien da la vida por otro) y de indigna-
ción ante el anti-valor que ignora la exigencia de respeto a la perso-
na (por ejemplo, la violación y muerte de una niña de diez años o su
mutilación por una mina personal).
b) La experiencia religiosa: experiencia de ser incondicionalmente aco-
gida y aceptada la persona sin discriminación y amada ya desde
antes de nacer por quien la crea por amor. De ahí surge el funda-
mento, tanto del trato igual para todas las personas como de la
reconciliación y el perdón. (Con la ética aristotélica llegamos hasta
la amistad y la justicia; las éticas en perspectiva religiosa invitan a un
paso más de ética de máximos: la aceptación del extranjero, del mar-
ginado o del enemigo, de la persona con cualquier clase de depen-
dencia o fragilidad, etc.).
Hasta ahí hay que llegar y desde ahí hay que partir para hablar de dig-
nidad de la vida humana personal desde su comienzo a su final. De lo con-
trario se cae en dos unilateralidades opuestas. Por un lado, limitarse a tra-
zar artificialmente líneas, buscando forzadamente apoyos biológicos para
justificarlas. Por otra parte, la dicotomía entre una biología que hable sólo
de cuerpos y una teología helenizada que se limite a hablar de infusión de
un alma, de manera extrínseca, puntual y estática.
Esta clase de reflexiones forma parte de los presupuestos antropoló-
gicos y teológicos del debate ético en torno a las nuevas posibilidades tec-
nológicas de diagnóstico prenatal y pre-implantacional. Permítaseme con-
cluir kantianamente: Si es cierto que, si no descendemos al debate ético,
estas reflexiones resultan vacías, también lo es que, sin pasar por estas
reflexiones, dicho debate resulta ciego.
4. EPÍLOGO LITÚRGICO
que citaba a Aristóteles para justificar que había seres humanos por natura-
leza esclavos e inferiores, la teología cristiana y la postura defendida por el
Papa mantuvo la igualdad en dignidad, fundamentándola en dos puntos: la
Creación y la Encarnación. Todos han sido creados a imagen y semejanza
divina. Por todos ha asumido Cristo la humanidad y por todos ha muerto.
En estos dos puntos se resume la tradición cristiana sobre la dignidad,
lo mismo en el siglo XVI que en la enseñanza del Magisterio eclesiástico
desde León XIII en el siglo XIX, pasando por Juan XXIII, en el siglo XX,
hasta llegar a las incontables repeticiones de este tema en palabras de Juan
Pablo II.
Un segundo texto que me gustaría recordar es una oración de la litur-
gia, que resume precisamente estas dos fundamentaciones tradicionales de
la dignidad humana en la teología cristiana, a las que me acabo de referir:
a) la creación, b) la asunción de lo humano por Cristo. Cuando el cele-
brante mezcla una gota de agua con el vino que se va a ofrecer y consagrar
(algo que comenzó siendo simplemente una costumbre de suavizar el vino
y luego se convirtió en un símbolo de la unión entre nuestra precariedad
humana con la riqueza divina al ser asumidos por Cristo), se decía la
siguiente oración en latín:
Deus, qui humanae substantiae dignitatem: Oh Dios, Tú (has creado y
reformado) la dignidad sustancial o constitutiva de lo humano.
Mirabiliter condidisti: has asentado sus cimientos o fundamentos de un
modo maravilloso.
Mirabiliter: admirablemente, enigmáticamente, rica y abundantemente.
Et mirabilius: y todavía de un modo más admirable.
Reformasti: la reconstruiste, la rehabilitaste, la renovaste y reformaste.
Da nobis, per huius aquae et vini mysterium: concédemos, que a través
del sentido hondo expresado (mysterium) por el simbolismo de mezclar la
gota de agua con el vino.
Eius divinitatis esse consortes: que nos identifiquemos y nos unamos con
la divinidad.
Qui humanitatis nostrae fieri dignatus est particeps: de quien se dignó
hacerse partícipe de nuestra humanidad.
Hay, además, un juego de palabras en la construcción latina, retórica-
mente aguda y elegante: se “dignó otorgarnos dignidad” gratuitamente el
que es fundamento de la dignidad humana y de su restauración.
Esta oración ha quedado abreviada en la liturgia actual, pero a los que
vamos siendo ya mayores y nos apetece conjugar nova et vetera, lo añejo y
lo actual, nos gusta repetirla en latín tal como la memorizamos en la pri-
mera misa. Así que me apetecía proponerla como párrafo final de mi inter-
vención.
COMUNICACIONES
Manejar blastocitos,
cuidar embriones
y respetar fetos
que toda célula embrionaria era indiferenciada y que una célula dife-
renciada no podría, por así decirlo, retornar a un funcionamiento
propio del estado de indiferenciación. Ambos supuestos están siendo
cuestionados hoy (véase, por ejemplo, D. Gracia, Cómo arqueros al
blanco, p). Con mayor razón, cada vez resulta más inconcebible
confundir una célula embrionaria con un pre-embrión o un pre-
embrión con un ser humano completamente constituido. Ni el biólo-
go puede afirmar que baste la información genética para determinar
lo que será el futuro ser humano; ni el filósofo puede usar el discurso
valorativo para reconocer como persona al pre-embrión; ni el teólogo
puede considerarlo como mínimo requisito biológico presupuesto
para la recepción de un soplo de vida divina que lo convierta en mani-
festación personal de la Vida con mayúscula y, por tanto, dotado de
una dignidad única e inviolable.
11. Convendría estudiar las ventajas e inconvenientes de las respecti-
vas denominaciones como “pre-embrión”, “pro-embrión” y “para-
embrión”, que se han dado al blastocisto o embrión en su fase pre-
implantatoria.
12. En relación con estos temas hay mucho sensacionalismo mediático,
que provoca la doble reacción extrema de asustarse o entusiasmarse.
Evitando exagerar, tanto en temores como en expectativas, conviene
conjugar: a) buenos datos, b) correcta interpretación, y c) prudente
aplicación. Es un hecho que tenemos más datos científicos y más
posibilidades técnicas de manipulación. Hará falta un gran esfuerzo
de comprensión y de prudencia para decidir en áreas de incertidum-
bre. Hará falta un mínimo de controles jurídicos, pero la responsabi-
lidad ética no se reducirá solamente a ellos. Para ello será necesario
que, a nivel de educación, se replantee seriamente la necesidad de la
doble divulgación científica y ética, como parte de los mínimos reque-
ridos en educación básica y en formación permanente.
Embriones y dignidad humana:
malentendidos y exageraciones
1
F. MAYOR ZARAGOZA-C. ALONSO BEDATE (coords.), Gen-Ética, Ariel, Barcelona,
2003, p. 85.
Embriones y dignidad humana: malentendidos y exageraciones 329
3. ¿PRE-EMBRIÓN O EMBRIÓN?
2
Ibíd., p. 83.
330 Juan Masiá Clavel
Está, por desgracia, muy extendida la imagen que confunde los genes
con la chistera del prestidigitador, de la que salen pañuelos, cartas, etc.,
porque estaban “precontenidos en ella”. A veces, en charlas de divulgación,
se pueden escuchar, entre las preguntas del público, expresiones que deno-
tan lo extendido de esta concepción. Por ejemplo, preguntaba alguien “si
hay un gen de la locura, o de la inteligencia o de la habilidad musical”.
Una cosa es tener instrucciones y planos para construir un aparato con
los materiales que se encuentran en un determinado medio y otra cosa es
tener ya dentro de una caja el aparato plegable y no necesitar más que des-
plegarlo. ¿Cuál de estos dos símiles nos serviría para referirnos a los genes?
Gracia los situaría a mitad de camino entre ambas comparaciones: “La
interpretación por el embrión en desarrollo de los mensajes contenidos en
su ADN cae en alguna medida entre esas dos situaciones. Individuos de
similares genotipos utilizarán básicamente las mismas materias primas,
pero pueden incorporarlas en diversas proporciones, o, tomando señales de
su medio, pueden resaltar más o menos distintos rasgos corporales. Los
fenotipos resultantes pueden, por tanto, diferir considerablemente, a pesar
de proceder de genotipos similares”3.
Por otra parte, el ejemplo más fácil de entender por todo el mundo sería
el de los gemelos monocigóticos, con semejante identidad genética, pero
fenotípicamente distintos.
5. ¿ELIMINAR O SELECCIONAR?
3
Ibíd., p. 82.
332 Juan Masiá Clavel
6. ¿SACRIFICAR O DONAR?
4
Cf. TH. SHANNON, Ethical Issues in Genetics, Theological Studies 60. 1999, 111-123;
Human embryonic stem cell therapy, id., 62, 2001, 811-824.
334 Juan Masiá Clavel
5
Evangelium vitae, n. 13.
6
Lo he tratado con más detalle en el epílogo de Bioética y Antropología, Universidad
Pontificia Comillas, Madrid, 2004, segunda edición, y en el capítulo 11 de La gratitud res-
ponsable, Bilbao, 2004.
7
Me remito a la página web del profesor Lacadena para precisar muchos detalles que
aquí no me es posible tratar en pocas páginas: cerezo.pntic.mec.es/~jlacaden/.
336 Juan Masiá Clavel
8
Soi même comme un autre, Seuil, París, 1995, p. 317-18.
Persona: un concepto
bio-filosófico
por hablar, es sólo una palabra que, si lo único que produce es confusión,
más valiera que desapareciera de nuestro idioma, además de que con ella
corremos el riesgo de sumergirnos en nebulosas humanistas poco operati-
vas y prácticas. Pero frente a unos, que lo tienen muy claro, y frente a otros,
que estarían dispuestos a prescindir de semejante idea, es decir, que tam-
bién lo tienen muy claro, aunque por motivos diferentes, querría hacer ver
su carácter de cuestión o problema, su carácter abierto y difícil, es decir, que
es una cuestión no tan clara que exige que nos pongamos a pensar, y a
actuar, con los mayores niveles de exigencia.1
1. DIFICULTADES INELUDIBLES
1
Para el análisis de la cuestión de la dignidad desde un punto de vista bioético puede con-
sultarse provechosamente el libro de F. TORRALBA, ¿Qué es la dignidad humana?, Herder,
Barcelona, 2005, sobre todo la primera parte “El laberinto de la dignidad”, pp. 11-95. También
L. FEITO (ed.), Bioética: la cuestión de la dignidad, UPCo, Madrid, 2004; L. FEITO, “Los derechos
humanos y la ingeniería genética: la dignidad como clave”, Isegoría, nº 27, 2002, pp. 151-165.
Difícil dignidad. Cuestiones abiertas 343
2
F. NIETZSCHE, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1990,
pp. 23-24.
Difícil dignidad. Cuestiones abiertas 345
2. EL RECONOCIMIENTO DE LA DIGNIDAD
3
P. RICOEUR, Parcours de la reconnaissance, Stock, París, 2004.
346 Tomás Domingo Moratalla
4
Ricoeur vincula la dignidad con la estima de sí, con el amor propio. La “estima de sí” es
algo propio y personal, pero posee una demanda y exigencia dirigida a los otros. Los demás han
de reconocerla, reconocérmela. La estima de sí, ese valor propio que podemos llamar “dignidad”,
es a la vez reflexiva y relacional. La denegación de dignidad es una denegación de reconoci-
miento. Así llega a decir: “En la estima de sí la persona humana acepta ella misma existir y expre-
sa la necesidad de saberse reconocida en su aceptación de existencia por los otros. La estima de
sí pone un toque de amor propio, de orgullo personal en la relación consigo mismo: es el fondo
ético de lo que se llama comúnmente dignidad”, Le juste 2, Esprit, París, 2001, p. 232.
5
Cfr. Sí mismo como otro, Siglo XXI, Madrid, 1996. En esta obra Ricoeur presenta lo que
él llama su “pequeña ética” (estudios séptimo, octavo y noveno) y dentro del estudio noveno nos
encontramos lo que yo llamaría la “pequeña bioética” de Ricoeur.
348 Tomás Domingo Moratalla
lización. Para Ricoeur son insuficientes, por tanto, las posiciones sustancia-
listas que olvidan lo gradual o procesual, así como la dicotomía kantiana
entre persona y cosa. Que el embrión no sea considerado persona, y sea una
realidad intermedia, no es óbice para que no se le trate con respeto y con dig-
nidad. El reconocimiento de dignidad es tarea, no es algo dado automática-
mente, es fruto de la deliberación. La dignidad es relativa a las cuestiones
humanas, al trato humano, y no tiene por qué implicar relativismo. Dice
Ricoeur: “es este vaivén entre descripción de los umbrales y apreciación de
los derechos y deberes, en la zona intermedia entre cosa y persona, el que
justifica que clasifiquemos la bioética en la zona del juicio prudencial” 6.
Reconocer dignidad no quiere decir que la dignidad sea arbitraria, sólo
que es humana y como tal abierta, incierta, exigiéndonos constantemente
responsabilidad.
6
Ibíd., p. 298.
Difícil dignidad. Cuestiones abiertas 349
7
Siguiendo y prolongando las sugerencias que encuentro en la obra de Ricoeur anterior-
mente comentada.
8
J. MASIÁ, La gratitud responsable. Vida, sabiduría y ética. UPCO/Desclée de Brouwer,
Madrid, 2004, p. 210.
350 Tomás Domingo Moratalla
4. EL FUNDAMENTO DE LA DIGNIDAD
9
Cfr. En este sentido L. Feito, “La imposible posibilidad de los acuerdos en bioética”, pp.
39-67, en L. FEITO (ed), Bioética: la cuestión de la dignidad, UPCO, Madrid, 2004.
Difícil dignidad. Cuestiones abiertas 351
fundamento, que podemos dar razón del respeto de aquellos seres que con-
sideramos dignos, pero, ¿por qué los consideramos dignos? ¿cuál es el fun-
damento de la dignidad? En definitiva, ¿cuál es el fundamento de la expe-
riencia moral en clave “dignidad”?
Por una parte, tenemos la necesidad de fundamentar para evitar el emo-
tivismo y la arbitrariedad, pues no hacemos las cosas simplemente porque
lo sintamos así, nos parezca o nos convenga; pero por otra parte, no pode-
mos caer en el fundamentalismo que no reconoce dificultades y adopta
posiciones intransigentes y poco útiles para los debates bioéticos.
Pero, ¿se puede fundamentar la moral? Quizás la moral sólo se puede
analizar, exponer, “mostrar” y no fundamentar en el sentido de encontrar un
principio de razón suficiente. Así Diego Gracia señala que los juicios mora-
les no se pueden fundamentar sino que sólo se explican, damos cuenta y
razón, exponemos, presentamos, pero no hay ninguna fuerza concluyente
en el orden de las razones. El fundamento último sigue siendo un misterio.
“No fundamentamos, nos dice, sólo explicamos o, mejor, intentamos expli-
car, y ello muy imperfectamente” 10.
Utilizando la distinción del propio Diego Gracia se podría decir que hay
dos modos de fundamentar la moral que corresponderían a las actitudes
problemáticas y dilemáticas en los temas de bioética11. Por un lado nos
encontramos con el modo o actitud dilemática, por otro con la problemáti-
ca, que se corresponden con los enfoques sofístico y socrático, respectiva-
mente. El método dilemático es el método de la decisión racional. El caso
se presenta bajo la forma de un dilema; hay dos opciones y hay que elegir
una, la mejor o la menos mala. El método problemático, o socrático, se fija
más en el procedimiento mismo que en la conclusión. Lo importante no es
tanto la decisión a la que se llega, sino lo que se muestra, lo que se pone de
relieve, es decir, lo que se explica. De igual manera, y prolongando esta dis-
tinción, se puede afirmar que hay una fundamentación dilemática y una
fundamentación problemática de la dignidad.
10
D. GRACIA, Prólogo a J.J. Ferrer, J.C. Álvarez, Para fundamentar la bioética. Teorías y para-
digmas teóricos en la bioética contemporánea, UPCO/Desclée de Brouwer, Madrid, 2003, p. 10.
11
D. GRACIA: “La deliberación moral. El papel de las metodologías en ética clínica”, pp.
21-41, en VV. AA., Comités de ética asistencial, Asociación de Bioética fundamental y clínica,
Madrid, 2000.
352 Tomás Domingo Moratalla
12
J. ORTEGA Y GASSET, La idea de principio en Leibniz, Alianza, Madrid, p. 183 y ss.
13
Ibíd., p. 187.
Difícil dignidad. Cuestiones abiertas 353
14
Crítica de la razón práctica, Espasa-Calpe, Madrid, 1981, p. 17.
15
Muy brillantes y sugerentes para esta nueva forma de fundamentación son las reflexio-
nes de J. Grondin en prolongación de la tradición hermenéutica. Cfr. J. GRONDIN, Del sentido
de la vida, Herder, Barcelona, 2005. Especialmente relevante es el capítulo 9: “¿Es necesario
fundamentar la moral?”.
354 Tomás Domingo Moratalla
16
En este sentido me parece mucho más fructífera la tradición de pensamiento de la feno-
menología hermenéutica en concreto la filosofía de Ricoeur, Gadamer o de Ortega y Gasset.
Difícil dignidad. Cuestiones abiertas 355
5. APRENDIZAJE DE LA DIGNIDAD