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parto
de
Adriana Tanese Nogueira
A mi hija, Beatriz
y a mi madre, Maria
que mi hicieron madre y más mujer
y cuyo amor es una bendición infinita.
Agradecimientos
Muchas gracias, en fin, a la vida, por ser mujer y así pasar por la
impresionante experiencia de parto, que "es la vida cuando llega
sangrando abierta en pétalos de amor".*
*Moraes, Vinicius, Toquinho y Bacalov, en "El viejo y la flor", citado por Patricia,
poco después del nacimiento de su hija Lara.
Traducido por Mayra De Santis.
Contenidos
Esa misión del libro sigue viva en esta segunda edición, cuyo
objetivo es estimular al tema parto a salir de las oficinas médicas y
patios de damas de honor y matronas, para convertirse en un
asunto de interés de nuestra vida humana colectiva, algo serio,
penetrante y fascinante. Una experiencia que transforma a las
mujeres y a los hombres, haciéndolos mejores personas.
Espero que este libro actúe como un río, regando las fuentes secas
de la confianza de las mujeres en sí mismas, y de los hombres en
los procesos del cuerpo humano y de la vida.
El gran mérito de este estudio fue traer a la luz del debate la voz de
las mujeres. No la nuestra, la de las mujeres militantes y por ello
estigmatizadas bajo un emblema rebelde. Sino la palabra de
mujeres insertas en los más diversos tipos de vida cotidiana
femenina. Aún así, fue esta palabra ha sido traducida por los
investigadores.
Este libro, rico en emociones, percepciones, actitudes y significados
particulares, nos brinda los testimonios de mujeres que
generosamente nos ofrecen sus experiencias de parto en su
conexión con la asistencia.
Adriana
Un parto domiciliario semilla del futuro.
En esta última visita, ella me había dado una solicitud para una
ecografía, mi primera vez. Tenía muchas ganas de hacerla, tenía 22
semanas de embarazo. La noche anterior hablé con mi hija, le pedí
que mostrase a todos que ella era una niña, no me creían cuando
decía que lo era. Durante el examen, Beatriz apareció nalgas para
arriba y las piernas abiertas... imagen inolvidable. Su padre lloró de
emoción y me sentí feliz y satisfecha. Desde el vientre, ella y
yo siempre tuvimos una gran relación.
Con la confirmación de que realmente estaba esperando la niña que
hacía tanto tiempo que yo quería, tomé algunas actitudes. La
primera fue buscar los libros adecuados. Yo nunca había leído nada
sobre el embarazo, sino que estaba siguiendo mi
intuición. Descarté los libros escritos por doctores, tenían un
aire pomposo o paternalista. Seleccioné algunos interesantes
y terminé comprando dos: un hermoso calendario de embarazo que
me acompañaría durante meses y un libro de una autora
desconocida para mí, pero que me dio una buena impresión.
Yo no sabía cómo lidiar con ese pequeño ser que parecía tan frágil y
delicada. Temía chocar con los muebles y las puertas de la
casa mientras la llevaba, me sentía un poco torpe. Hacer
Shantalla desde su primer mes de vida ayudó a familiarizarme
con el pequeño cuerpo de mi hija. A ella y a mí nos gustaba. Dos
veces por día, un masaje nos acercaba gradualmente.
Cica.
Una cesárea humanizada
y otra traumática.
Todos ellas, sin embargo, deben tener algo en común con las dos
mías: una marca visible y sensible del hecho de que hay algo acerca
de los embarazos y los partos de mis niños que no viví -
lamentablemente y para siempre.”
Referencias Bibliográficas:
Para que yo pudiera seguir con los masajes a lo largo del período
expulsivo, masajeaba con la mano derecha por el lado en que me
encontraba, colocando el brazo izquierdo por encima, envolviéndole
el vientre para llegar al otro lado de la región lumbar, en el lugar de
los dolores. Así, mi posición era la de estar literalmente abrazada al
vientre de Ana Rita.
“Mi experiencia es que al practicar algo sin una idea de cómo las
cosas deben ser, lentamente descubrimos nuestro estado de vigilia
y nuestra confianza. Sin ninguna exigencia, excepto la de que
seamos honestos y afectuosos, asumimos la responsabilidad por
estar aquí en este mundo imprevisible, en este momento único, en
este precioso cuerpo humano.”
Es lo que ocurre de especial en cada parto que auxiliamos.
Las configuraciones surgen de manera intuitiva-instintiva, apenas
tenemos que dejarnos fluir en ellas. Esa es nuestra labor.
Hice mi plan de parto simple, pero con todos mis deseos básicos,
siempre basándome en aquello que aprendí durante mi embarazo a
inspirándome en las indicaciones de la Organización Mundial de la
Salud.
Hoy, soy una mujer muy completa, y tengo que agradecer de todo
corazón al Dr. Paulo, que fue realmente un ángel que cayó del cielo
y me ayudó a traer un angelito para formar mi familia. El parto
natural también fue fundamental para Clara, pues ella nació en
buena hora, participó activamente de todo el proceso y su llegada al
mundo fue calmada, suave, sin violencia. Ella realmente nació
sonriendo… y nos dejó sonriendo hasta ahora…”
4
Anna.
Una cesárea necesaria y humanizada y
un parto normal humanizado.
Creía y creo en los partos sin dolor, o con un dolor soportable, pero
los míos no fueron así, y hoy entiendo por qué. A pesar de saber de
la dinámica del primer parto, Lílian propuso intentar un parto normal.
Para eso necesité de una ligera peridural para aliviar los dolores, a
fin de que pudiese relajarme y participar mejor. ¡Llegué también a
pedir cesárea para terminar con aquel sufrimiento!
Fue entonces cuando ella dijo: `Vamos a intentar una vez más´.
Esas palabras mágicas hasta hoy resuenan como cruciales y por
ese momento le estaré eternamente agradecida. Palabras que me
devolvieron la responsabilidad y el poder que le había entregado a
Lílian por ser una figura médica. Palabras mágicas, porque abrieron
en mí un horizonte nuevo, un espacio preciso, una necesidad de
encarar el presente con una iniciativa decisiva. Realmente supe que
era ‘ahora o nunca´. Entendí que quería abrirme, quería abrir el
paso, esa puerta misteriosa entre la vida externa y las
profundidades de mi interior – como un velo entre dos mundos-,
quería ayudar a ese bebé a salir, participar de esa experiencia, estar
juntas a la hora de la separación. Me acuerdo aún de los músculos
de la ingle y de los huesos relajándose en un segundo y
milimétricamente, y oí a Lílian decir con entusiasmo: `¡Así, Anna!´
Anna Basevi,
38 años, es profesora de italiano
Y vive Río de Janeiro (RJ).
6
Bruce.
El Alambique alquímico de la paternidad.
Fue una década de luchas para tener una vida simple, donde la
familia fuera priorizada. Los videos de parto que hice no han sido
mostrados y requieren ser editados. Siento que me encuentro en el
alambique de transformación, en aquel estadio llamado “ser padre”.
En relación con los cambios, debo decir que el mayor efecto ha sido,
en general, volverme una persona más responsable. Conforme con
los años de paternidad que pasaban, yo me di cuenta de que el
mejor abordaje como padre es ser el modelo de aquello en que lo yo
quisiera que mis hijos se convirtieran.
Cecilia.
En cuatro hijos, el tránsito de un parto
normal hospitalario a uno domiciliario.
***
***
***
Así conviví con los límites de cada elección. Era preciso para mi
recuperación emocional que el nacimiento transcurriera de una
forma sagrada, tranquila, con el apoyo de personas queridas. No
daba ya para aceptar un retorno a un modelo que no servía para mi
integridad física y psicológica. Creo que esas convicciones
sensibilizaron a mi amiga, que se solidarizó procurando apoyarme
en la elección...
Puedo decir que me sentí una mujer valerosa, con fuerza para
soportar cualquier cosa, y una alegría incomparable por formar
parte de este instante. Tuve una hemorragia que necesitó de un
masaje para expeler un coágulo, la médica me dijo que dolería, le
respondí: - Nada se compara al dolor del parto.
Estoy muy feliz con mi parto, principalmente con nuestro hijo Juan
Pedro, nació con 3.765 kg y 52 cm.”
Cris.
Carta a mi esposo, después del
nacimiento de nuestro hijo.
São Paulo 29 de junio de 2006
“Gil,
iTe amo!
Cris”
*Cristiane (31 años) y Gilberto (43 años) son profesores y viven en San Pablo
(SP/Brasil).
12
Fernanda.
Una cesárea y un
parto natural en un hospital.
¡La alegría de saber del embarazo fue inmensa! Tuve anemia, que
me acompañó hasta el final del embarazo, también tuve una gran
cantidad de acidez estomacal y náuseas y vomitaba casi todo lo que
comía, sólo subí seis kilos en total. Mis piernas se hincharon mucho
porque trabajaba sentada el día entero. Tuve problemas con mi
marido, que no entendía por qué me ponía enferma cada vez que se
acercaba. Yo no 'soportaba' su olor... (¡Y siempre me ha gustado su
olor!) La gente se vive perfumando. En fin, no aconteció nada fuera
de lo común en el embarazo. El obstetra pedía ecografías todos los
meses. Con siete meses, se llegó a ver el sexo. Yo pensé que era
un niño y no estaba equivocada. Resolvemos juntar nuestros
nombres, y de Luiz Gustavo y Fernanda, salió Luiz Fernando.
Antes de completar las 38 semanas, me desperté por la mañana
sintiendo una ligera puntada en la panza, me sentí húmeda y
constaté un sangrado.
El susto fue enorme, aunque el sangrado no era grande. Desperté a
Guga y fuimos directo al Hospital de la Divina Providencia de Porto
Alegre (RS, Brasil). Mi obstetra fue llamada, pero "decidió"
atenderme por teléfono. Fui medicada y me quedé algunas horas en
observación. ¡El diagnóstico fue de desprendimiento de la placenta!
En ningún momento desconfiamos de que pudiese ser sometida a
una cesárea. No sabíamos que el desprendimiento de la placenta es
un caso de cirugía urgente. Controlada la hemorragia, fui liberada.
Mi cesárea quedó programada para las 9 hs. de la mañana
siguiente. Me volví a casa sintiéndome derrotada, no pudiendo
darme a mí y a mi bebé el parto que tanto deseara. Lloré mucho,
hasta caer dormida. El apoyo de Guga fue total y fundamental ...
Nos levantamos temprano, era sábado, estaba lloviendo, una lluvia
finita, el cielo estaba gris, tal como me estaba sintiendo ... Fui
llorando al matadero.
Guga fue quien dijo que era una niña, y yo ahí miré y supe que era
la Eduardinha. Quien eligió el nombre fue Nando. Luego el Dr.
Claudio dijo que estaba todo bien con ella. Entonces pude abrazar y
besar a nuestra hijita, quien dio un llantito y después una mamadita
y se quedó súper tranquila. Una curiosidad: yo pensé que el paso
del bebé a través del canal del parto era doloroso, supongo que
porque nunca he oído o leído a ninguna mujer hablando de eso y
nunca se me ocurrió preguntar ... ¡Pues no dolió nada! Lo que sentí
fue un leve, incluso muy leve ardor. Acabé llevando dos puntos. Sin
duda, fue la experiencia mejor y más grande de mi vida, me realicé
como mujer.
Fernanda Zimmermann,
32 años, es artista plástica y
vive en Puerto Alegre (RS).
Los días siguientes tuve dolor en el área del corte, pero en el vientre
como un todo, y caminé curvada algunos días, aunque las personas
que me visitaban decían que mi recuperación era relativamente
veloz.
Fue un parto humanizado sin saber que lo era. iNací de uno y jamás
lo supe! Mi hijo nació sin que yo lo supiera. Lo que me cabía hacer
por delante, era envolverme en este trabajo, en esta experiencia por
un mejor parto para madres e hijos.
Cuando empecé a adentrarme en la psicología pre-natal y en la
humanización del dar a luz, descubrí relatos idénticos (en libros, en
artículos, en documentales) a los que toda mi vida oí: bebés
interactivos desde el momento en que nacen, experiencias positivas
de parto para la mujer, mujeres que amaban parir y lo hacían
sonriendo.
Llegó al final la 42ª semana y nada. ¡Ni una señal de Doña Ruby!
Ahí yo realmente comencé a tener miedo de que ella tuviera algún
problema a causa de mi obstinación y, finalmente, cedí a la presión
del médico. No se imaginan (o tal vez sí) el sentimiento de
frustración que me invadió en aquel momento. Cesárea fijada,
ninguna señal de parto. ¡Recé tanto para que aquella noche mi hija
resolviera ‘aparecer’! Pero ella no tenía ninguna prisa.
Fui al hospital como vaca al matadero (oí eso en algún lugar). Me
sentí impotente, incapaz y terriblemente triste. Antes de la anestesia
llegué a sugerirle al médico una inducción de parto normal. Él
estuvo en desacuerdo y me dijo que si yo quería eso, buscara otro
médico, pues él no asumiría los riesgos. Me acosté en aquella cama
sintiéndome la última de las criaturas.
“Tengo dos hijas, Clara Sofía, que tiene diez años y Leticia Aimée,
de cuatro años. Las dos nacieron a través de cesáreas. Ninguna de
ellas de acuerdo a mi voluntad, pero como resultado de momentos
personales distintos y del contexto obstétrico actual. Con el pasar
del tiempo, muchas cosas ocurrieron, entre las cuales, sin duda, una
serie de reflexiones más profundas sobre cómo estos nacimientos
ocurrieron.
Entre toda esa carrera, constaté que mi hija era color de rosa y que
tenía los cabellos claros. Al contrario de lo que yo esperaba: un
bebé moreno como yo y como su padre. Ya no podía ver bien, las
imágenes era dobles y turbias, probablemente por el efecto de las
drogas que recibía a través de suero o de la anestesia. Fuimos
separadas. Ella fue conducida a la sala cuna; quedaría en
observación. Yo pasé por los procedimientos finales de la cirugía,
muy somnolienta. Me dejaron por un tiempo sola en un corredor.
Sentí deseos de vomitar y no lograba moverme. Tuve miedo de
vomitar y ahogarme. Después, me dejaron en el cuarto, durmiendo
profundamente (por lo que me dijeron después,Clara Sofía nació
alrededor de las once horas y treinta minutos, con 3,349 kg. y 52
cm. Apgar 8 y 9. Ninguna vuelta de cordón al cuello.)
Dejar a esa doctora fue el primer paso concreto que di para resolver
aquel malestar. Muchas peguntas surgieron y precisaban ser
respondidas. Comencé a buscar un cambio de postura en relación a
la vida, al cuidado de la salud, que liberara de aquella sensación de
amenaza constante. Comencé a prepararme, desde el inicio,
concientemente, para tener un parto diferente en una próxima
gestación.
Hoy pienso que existía una tristeza en mí, que tal vez fuese
perceptible para las personas cercanas. Mi familia (mi madre y mi
marido), a pesar de que de cierta forma tenía una visión positiva del
parto domiciliario, no trabajaron junto conmigo para que ocurriera.
Aquel parto era solamente algo que yo deseaba. La búsqueda era
sólo mía y de nadie más. Así como el parto, yo deseaba que aquel
embarazo, que ocurría de forma imprevista y en un momento tan
inapropiado, también fuera aceptado. No faltaron personas,
incluyendo a las más próximas, que notaban lo “inadecuado” de
aquella situación…
Vacío y cuestionamiento
Soy muy feliz con mis hijas. Cada una de ellas fue amamantada por
más de dos años, en cuanto a nuestra relación de amamantamiento,
fue agradable en nuestra relación madre-hija. Clara Sofía tiene diez
años, una linda y sensible preadolescente, muy divertida, creativa y
reflexiva. Leticia Aimée tiene cuatro años, y es una Alegría Querida,
como su nombre lo dice. Es al mismo tiempo una fuerza de la
naturaleza y la ternura en persona. Estoy muy agradecida de la Vida
y de Dios por haberme dado esos dos regalos maravillosos. Estoy
agradecida de mi útero por haber sido tan acogedor con mis dos
bebés. Como parte integrante de mi ser, me mostró que la
naturaleza es perfecta y que tiene sus propios tiempos, los que,
infelizmente, nos son los mismos de la obstetricia moderna.”
Liliana Silveira,
36 años, Bióloga y Doula.
Una de las fundadoras de la Ong Amigas do Parto.
Liliana cuenta.
Cada mujer con su ritmo.
Conocí a Tamara una semana antes del parto, cuando fui junto a la
partera en una de sus visitas domiciliarias a la gestante. Tamara
vivía antes en San Pablo y había llegado con un embarazo
avanzado a Salvador; la partera la estaba acompañando solamente
hacía aproximadamente un mes. Tamara se quejaba de cólicos,
parecía ser la inminencia del trabajo de parto. La partera creía que
el trabajo de parto iba transcurrir rápidamente y con poco dolor,
pues Tamara había contado que en su primer embarazo ella sintió
poco dolor y cuando llegó al hospital ya tenía 8 cm. de dilatación. En
esta primera visita nos quedamos una hora en su casa, me
presentaron al marido y a la hijita. La partera auscultó los latidos
cardíacos del bebé y las contracciones, que eran indoloras y poco
intensas. Concluimos que eran los pródromos y que era mejor
volvernos a nuestras casas.
El marido parecía estar con la misma impresión que yo, sólo que
respecto de él mismo. A ratos, nos quedamos los dos al lado de
afuera, esperando. En algún momento decidí hacer una sopa para
que Tamara se la tomara después del parto. Esa actividad también
me distraería un poco y tal vez pudiese servir de estímulo para que
ella sintiera el olor de la comida, pues la cocina quedaba bien cerca
de la habitación.
Hasta las 13:00 hrs. nos alternamos todos para dar apoyo a Tamara,
quien continuaba insistiendo en hacer fuerza durante las
contracciones. Pero el discurso de ella, que antes era autocrítico,
pasó a ser pesimista. Ella decía que no lo conseguiría, que estaba
cansada y que pensaba en ir al hospital.
Eran cerca de las 14:00 hrs., había llovido y corría una brisa fresca.
Nos acomodamos en el cuarto. Tamara pedía comida, estaba con
hambre. Tomó un café con leche, que sería más conveniente en
caso de que ella fuera al hospital. La partera le instaló un suero
fisiológico “para rehidratar”, tal vez hiciera efecto placebo. Después,
acostada de lado en el colchón, se quedó mirando a Tamara. Yo
estaba arrodillada a la orilla del colchón, cerca de ella, y el marido,
inquieto, de pie. Tamara se volvió a quejar de dolor, pero ya no de
incomodidad. Se quedó de “cuatro patas”. Me levanté y fui a la
cocina, cuando volví, me encontré con esa mirada salvaje,
intolerante. Decía que “estaba llegando”. El marido, atontado, de
pie. Yo pasé por detrás de ella y la vi. ¡El bebé había coronado!
Tamara gritó: “Mary, ya está naciendo!”.
Después del nacimiento, Yana mamó por una hora con acople
perfecto, de libro didáctico. Una hora después, sujetando a Tamara
en cuclillas la ayudamos a eliminar la placenta, que salió íntegra.
Pesamos y medimos a Yana: 3, 400 kg, 51 cm. Una sorpresa más:
la altura uterina sugería un bebé menor, aunque la madre decía que
a ella le parecía que no se acomodaba bien en el vientre… ahí
estaba el motivo. Acompañé la curación del ombligo, hecha por la
matrona, que les entregó el cordón umbilical. Ayudé al padre a dar
su primer baño a Yana, en un balde. Después él fue a ayudar a la
partera a cuidar de Tamara. Yo me quedé cuidando a esa personita
tan despierta. ¡Ella se chupó el dedo! ¡Toda perfecta, linda!
Organizamos todo el cuarto, la cama ya estaba hecha y perfumada
cuando Tamara volvió del baño para tomarse la sopa, con jugo de
uva y pan. Yana volvió a mamar cuando la madre terminó de comer.
Ya era casi de noche y luego llegaron los padres de Tamara, con la
amiga y otra hijita de ella. ¡Una fiesta! Yo y la partera fuimos
saliendo discretamente. El momento pertenecía a la familia. Estaba
todo muy bien.
¿Por qué el parto fue así? Tal vez el cuerpo estaba cansado del
control mental y actuó por cuenta propia a través de las
contracciones tan “poderosas” que vinieron. Tal vez el suero haya
causado algún efecto psicológico, finalmente, por más
concientizadas que estemos, somos todas mujeres medicalizadas,
en mayor o menos intensidad, y un recurso tecnológico, por más
inocuo que sea, puede traer alguna seguridad. Tal vez la madre
haya resuelto pujar “antes de tiempo”. Lo que tampoco tiene nada
de errado, pues a veces la incomodidad provocada por el descenso
del bebé estimula a la madre a pujar para liberarlo.
Dar tiempo para mí. Y dar tiempo, para mí, es dejar que mi ansiedad
se vaya. Es ir a la cocina a hacer una comida. Es brincar como una
niña en cuanto alguien se siente cómodo con mi presencia. A veces,
salir discretamente cuando mi presencia está inhibiendo,
entorpeciendo. Dar tiempo para los otros. Para permitirme ser, y
permitir que las personas también sean.
Relato de Artur
Pre parto
Parto
Tamara pasó a ser muy importante a la hora del parto, y sentí que
tenía que ayudarla, que ella necesitaba oír mi voz y entender que yo
estaba al lado de ella, que la amaba y que la protegería.
Vino entonces, después de 12 horas, el nacimiento de Yana. Me
emocioné de una manera nunca antes experimentada, el tiempo se
detuvo en aquel momento. La imagen no era como yo la había
pensado, la niña llegó linda y limpia, no tenía sangre, y la madre
tenía un rostro sin dolor, todo estaba detenido.
Posparto
18
Marina.
Por qué escogí un parto sin asistencia.
El médico me fue a ver solamente una vez par romper mi bolsa con
una aguja. La enfermera pasaba por el corredor algunas veces
preguntando: “¿Ya está naciendo? ¡Vaya haciendo fuerza!” ¡Hice
mucha fuerza sin necesidad! ¡Hoy lo sé!
¡Yo nunca imaginé que sería tan realizador no aparecernos más por
allá! Santa Cándida, que actuó justamente a favor de mis instintos y
de mi conciencia, incomodándome al extremo para que yo tomase
las riendas por completo y la decisión que yo quería a tiempo. Lo
que deseaba era volver a casa y quedarme allá tranquila, esperando
a que mi hija naciera y despidiéndome de todos los miedos y juicios
que no nos pertenecían. Y así fue que, sintiéndome muy bien de no
tener que salir de mi hogar obligadamente, ¡en dos semanas la
candidiasis ya no me incomodaba ni un poco! ¡Y yo me sentía
COMPLETAMENTE BIEN!
Davi, que ya tenía dos años, aparecía a intervalos cortos para espiar
y decirme que hiciera fuerza. Filipe pudo vivir por completo, sin
restricciones, la experiencia de ser padre, ¡y la vivió en colores, con
todo y en directo! Y mi hija tuvo un el derecho de nacer digna y
respetuosamente, sintiendo mucho más la fuerza del amor y de la
unión, muy lejos de la experiencia que yo, Filipe y Davi tuvimos en el
hospital.
Ella nació muy bien, linda como todos los bebés, y súper activa y
saludable en los brazos del papá. Luego quiso mamar y después se
recogió en un sueño tranquilo y revigorizante. Yo estaba súper
dispuesta, después de dormir un poco, mi cuerpo se recuperó
sorprendentemente rápido.
Fe
Decidí iniciar este nuevo testimonio con esta palabra, pequeñita más
muy profunda, pues fue la fe que me movió durante toda mi tercera
gestación.
19
Octavio.
Padre, acompañante y partero.
“Fue por allá, por el sexto mes de la gestación de María, que
Natureza y yo oímos por primera vez mencionar el nombre de
Leboyer. Sonia, amiga nuestra de San Pablo y respetada
neuropediatra, madre de dos hijas nacidas de partos domiciliarios,
tuvo la gentileza de enviarnos por correo el libro de Leboyer, Nacer
sonriendo. La lectura, breve y deliciosa, funcionó para nosotros
como una verdadera bofetada en la cara.
Más o menos allá por las 20:30 hrs., Stella pidió que yo me
agachara para ver la cabecita de María, todavía envuelta por la
bolsa, pero perfectamente visible. Mis ojos se llenaron de lágrimas
cuando vi por primerísima vez todo el cabello de María, bien oscuro.
Una o dos contracciones más y Stella me secreteó: `Si la bolsa no
se rompe en la próxima, yo creo que voy a pincharla...´ haciendo un
gesto como de quien usa un alfiler. Fue decir eso y la bolsa se
rompió. Incentivamos a Natureza a hacer fuerza, al mismo tiempo
que yo llamaba a María, dulcemente, diciéndole que la estábamos
esperando, que ella podía venir tranquila.
María nació exactamente a las 21:10 hrs. Más o menos una hora
después de terminada la primera mamada, ella nos presentó su
primera sonrisa. Nació, como habíamos pedido, bajo el signo de
Piscis. Su ascendente: Escorpión.
NOTAS:
***
En el papel de partero
Simone.
Un parto natural en el piso de la sala de
maternidad.
En ese momento, Angela descubrió que ella estaba con cáncer. Fue
una tristeza. Un día, ya con 14 semanas, desperté con un sangrado
abundante, aterrador, igual que el que tuve cuando perdí al bebé. Mi
médica me dijo que hiciera reposo absoluto en la cama, que no
saliera excepto para el ultrasonido. Nada. Discutí con ella sobre lo
que yo había leído, y que a mí me parecía que la pérdida anterior
podía deberse a una infección.
Artur y yo –ambos somos médicos- investigamos y, en nuestras
cabezas, ante aquel pavor, decidimos tratarlo como una infección.
Escogimos un antibiótico que pensamos era el más apropiado y
comencé a tomarlo diariamente, por 10 días. Al tercer día de
tratamiento, el sangrado paró. Al quinto, no había más mucosidad,
la que me acompañaba desde el inicio del embarazo. Pedí una
consulta con un especialista en pérdida fetal, quien confirmó la
indicación de los antibióticos y pidió un estudio completo de
infección, que dio positivo para un bicho sensible al antibiótico que
escogimos y que se asocia a abortos (ureaplasma). Me traté
nuevamente por 14 días más. Como tuve una pérdida en el segundo
trimestre y un diagnóstico de incontinencia istmo-cervical, nuestros
amigos médicos se preguntaban si ya me había hecho un cerclaje,
una costura del cuello, consejo dado suponiendo que ese era el
problema. Para descartar un aborto o un parto prematuro por causa
del cuello, me hice varias ecografía para medirlo, todas muy bien,
hasta que desistí de aquello. ¡Qué parto prematuro ni qué nada!
Simona Diniz,
41 años, es médica sanitarista
Y vive en San Pablo (SP).
Socorro.
Una cesárea supuestamente de
urgencia.
“Tengo un hijo lindo, pero no fue por eso que me hice mujer… Ya
tenía 41 semanas y el obstetra decidió fijar la fecha para cesárea
porque el bebé no estaba encajado y yo no había entrado en trabajo
de parto. Eso, a pesar de que la ecografía hecha el día anterior,
indicaba una buena cantidad de líquido amniótico, buena
maduración de la placenta, mostrando, en fin, que yo podía esperar
algún tiempo.
Lloré desde las 17 horas del día 25 hasta las 8 de la mañana del día
26. Incluso llamé al médico pidiendo postergarla. Quería entrar por
lo menos en trabajo de parto. La respuesta: NO.
Me fui al hospital, calmada como vaca al matadero. Todo anduvo
bien. Viendo las fotos parece que estaba feliz, pero me sentía
totalmente impotente…
Soraya.
Una cesárea inesperada.
El "trauma" era tan fuerte que sólo podía llorar de tristeza. En las
horas siguientes al parto, antes de que me llevaran a la sala, Miguel
estaba muy 'distante' de mí. Hoy, después de cuatro meses, percibo
nuevas lecciones de vida: en primer lugar, debería haber creído en
mi intuición de que todo estaba bien conmigo y con el bebé,
aplazando la rotura de la bolsa –¿por qué el bebé no podría nacer
en su interior?; y segundo, después de la perforación de la bolsa,
quién sabe, si hubiera sido capaz de tranquilizar a la doctora, y
posponer un poco más el impulso de realizar una cesárea.
Probablemente, la sangre debe haber sido consecuencia de la
perforación de algunos vasos. El resultado de la biopsia placentaria
mostró que no se había producido ningún problema.
Una vez más, no supe 'escucharme' y creer en mis sensaciones y
en la vida. Yo realmente quedé muy bloqueada en ese momento de
frustración del parto. Por supuesto, aunque conocía la posibilidad de
realizar una cesárea en caso de emergencia, no estaba lista para
vivirla. Confieso que aún hoy permanezco “presa” de ese
momento, vivenciando la tristeza sentida.
Tacyana.
Dos partos normales humanizados.
La primera cita con el Dr. Paulo me valió por todas las demás que
tuve antes con el otro médico. Me trató con cariño y me apoyó tanto,
que tuve la certeza absoluta de que sería un parto maravilloso.
Recuerdo sus palabras, decía que el nacimiento de un niño era
como un amanecer. Hay su momento exacto y dispensa la
interferencia de alguien. Sobre el dolor del parto, lo comparó al dolor
de un maratonista después de correr muchos kilómetros: al vencer
la prueba, después de recibir la condecoración, el atleta todo lo
olvida. Quedamos en que yo iría una vez a la semana a verlo hasta
el día del parto.
El periodo pos-parto fue tranquilo, creo que debe ser muy diferente
con el vientre cortado. Los puntos de la episiotomía duelen un poco,
una se sienta un poquito de lado y tiene que tener mucho cuidado
para no adquirir una infección, pero pasa en breve. La sensación de
haber dado a luz a nuestra pequeña es muy sabrosa. Una se siente
más humana, más viva, más mujer. Alguna cosa dentro de una y no
sé lo que es, cambia. Quizá una sobrecarga de endorfina en el
momento del parto – estoy apenas suponiéndolo, una hipótesis.
Algo cambia.
Volver a tener vida sexual no fue muy fácil para mí. La primera vez,
después del parto, fue como si fuera yo virgen nuevamente. іMe
dolió! Al inicio, la vagina parece más apretada que antes, después
regresa a su normal. Lo peor es que, cuando amamantamos, la
lubricación vaginal disminuye, entonces la penetración es más difícil.
Lo mejor es emplear un lubrificante.
іDios mío! іHablo mucho! O mejor dicho: escribo mucho… Lo que
deseo es dejar claro que mis partos normales no cambiaron para
nada mi vida sexual, sigo apreciando mucho al sexo, sintiendo
mucho placer y sintiéndome aun más mujer. Creo incluso que mis
partos me dejaron más desinhibida en la cama, más mujer, además
de ser una mamá apasionada.”
Estaba todo perfecto, cerrado a llave de oro: un niño, una niña, con
la hermana mayor por parte de papá, no hacía falta nadie. Todos
con salud, no había ningún motivo particular para que yo viniera.
Pero como muchas cosas en esta vida no poseen explicación,
aparecí, y desde el principio, muy decidida.
Mamá jamás esperó que yo naciera un día de lluvia, porque mis dos
hermanos – іArg! іDetesto las comparaciones!- nacieron en día de
cielo azul muy claro. Y todos los días así amanecían, cielo claro,
azul radiante, y mi genitora creía así sería en mi día.
iAh! iPor fin papá llamó al médico, tuvo tiempo! Vino ver a mamá.
Estaba todo muy bien con ella. El pediatra también vino a verme.
Todo normal conmigo.
Dicen que al tercer hijo poco caso le hacen las mamás… Mentira,
ella tiene más paciencia ahora, porque está más madura, se
divierte con el repertorio de canciones infantiles antiguas y consiguió
sacar del baúl incluso canciones de Roberto Carlos. Se ríe de sí
misma y recuerda cuando con mis hermanos sentía vergüenza en
ser romántica y apenas cantaba Titãs, a lo máximo Caetano. Ahora
se soltó, canta lo que le da la gana, haciendo lo que manda el
corazón… Soy amada, muy amada y lo merecí, conquisté a todos.
Ahora, que me conquisten.
El nacimiento de Zaya
Santarém (PA/Brasil), 25 de octubre de 2008.
Pre Parto.
Parto
Como a las 11, un nuevo tacto: aún los 6 cm. A las 14:00, después
de una pequeña siesta, las contracciones no regresan. Llega la
noche y nada de ellas. Durante la madrugada, apenas algunas
esporádicas, irregulares. Por la mañana, 36 horas después de que
todo empezó, no presento más contracciones. Un nuevo tacto revela
a los mismos 6 cm. Y ninguna evolución acerca de que el bebé haya
bajado. La secreción que creía yo ser sangre empieza a preocupar
por sospechar que era meconio. Los latidos cardíacos de la nena
permanecen estables, aunque ella se mueva menos. La
combinación de estos factores hace que S. Cestaro nos recomiende
ir al hospital. Un momento de frustración. No podíamos contrariar la
opinión de nuestro termómetro de confianza.
Creo que más o menos a las 23:00, cuando resolvieron que era mi
hora para pasar a la sala de parto, anexa a la del pre-parto y la
primera en la que yo había entrado cuando me efectuaron el tacto
inicial. El mismo calzón estaba por allí, pero conseguí energías para
negociar (io casi implorar!) que me consiguiesen un paño limpio
para sentarme en él al alumbrar a mi nena. Hecho.
Estaba ansiosa por su llegada cuando la vi, por fin, en una silla de
ruedas con su bebé, pasaban de las 8:00. Ella estaba desfigurada,
con el rostro hinchado, los cabellos erizados y su bebé, un niño,
parecía visiblemente maltratado por el largo proceso de nacer, con
un hundimiento en la frente, muy notorio. La recibí tan pronto la vi.
Ella sentía dolores por todo el cuerpo, estaba intocable. Le arreglé
los cabellos, la ayude a acostarse, sentía sed y le di un poco de
agua con un floral; estaba muy traumatizada.
Dar a luz a Zaya fue como dar a luz a un nuevo yo, una limpieza de
cuerpo y alma, en la que renové el templo que soy yo misma, para
recibir la pureza de un nuevo ser.”
Yanna Seabra, 36 años completados 20 días después de dar a luz a Zaya, nacida
el 25 de octubre de 2008, con 51cm. 3,550 kg. De parto natural en
Satantém/PA/Brasil. 25 de enero de 2009.
Meconio: Son las heces del bebé, eliminadas aún dentro del útero.
Vernix: Sustancia blanca que cubre la piel del bebé como una capa
de grasa. Los bebés en edad normal nacen con mucho o poco
“vernix caseoso”.
Realizaron la revisión técnica del Pequeño Glosario del Parto para Mujeres: Dr.
Gabriel A. B. Ventura, pediatra y neonatólogo del Hospital Universitario de San
Pablo (SP), y el Dr. Marcos Roberto Ymayo, médico obstetra y ginecólogo, doctor
en Medicina por la UNIFESP, Jefe del Servicio de Obstetricia y Ginecología del
Hospital Santa Marcelina (SP).
NOTA:
Es llamativo que, en la primera de las Recomendaciones de la OMS acerca del
parto humanizado, se sugiera la realización de un "Plan individual para determinar
dónde y por quién será realizado el parto, hecho en conjunto con la mujer
durante el embarazo y notificado a su marido/pareja y, si procede, a su familia." (el
resaltado es nuestro). Atención: El facultativo a cargo, sea obstetra o partera, no
realiza el parto, sino que lo asiste. Es importante destacarlo, porque si no, se
resta el verdadero protagonismo a la mujer y a su bebé (sabido es que el trabajo
de parto y parto son una labor conjunta de ambos). Y esto es más grave si
proviene de un organismo como la OMS, ente internacional mundialmente
reconocido como autoridad a la hora de dictar Recomendaciones. Por eso, y
porque sus textos son difundidos y respetados en todas las latitudes, es mayor su
responsabilidad en la redacción de sus comunicados, para que vaya en
consonancia con los esfuerzos realizados por tanta y tanta gente para contribuir a
revalidar, defender y hacer valer los derechos humanos.
Traducido por Mayra De Santis.
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