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AREA 3.

CUADERNOS DE TEMAS GRUPALES E INSTITUCIONALES


Nº 8 - Verano 2001

Crítica bibliográfica

Sobre El antiedipo

Gilles Deleuze y Félix Guattari

Michel Foucault

La mejor manera, creo, de leer El Antiedipo consiste en abordarlo como un "arte", en el sentido en
que se habla de "arte erótica", por ejemplo.
Apoyándose sobre las nociones, en apariencia abstractas, de multiplicidades, flujos,
dispositivos y conexiones, el análisis de la relación del deseo con la realidad y con la
"máquina" capitalista aporta respuestas a preguntas concretas. Preguntas que se
preocupan menos del porqué de las cosas que de su cómo. ¿Cómo se inserta el deseo en
el pensamiento, en el discurso, en la acción? ¿Cómo el deseo puede y debe desplegar sus
fuerzas en la esfera de lo político e intensificarse en el proceso de inversión del orden establecido?
De ahí los tres adversarios a los que El antiedipo se enfrenta:
1. Los ascetas políticos, los militantes mohínos, los terroristas de la teoría, aquellos que querrían
preservar el orden puro de la política y del discurso político. Los burócratas de la revolución y los
funcionarios de la Verdad.
2. Los lastimosos técnicos del deseo -psicoanalistas y semiólogos que inspeccionan cada signo
y cada síntoma- que querrían subyugar la organización múltiple del deseo a la ley
binaria de la estructura y de la carencia.
3. En fin, el enemigo mayor, el adversario estratégico (en tanto que la oposición de El antiedipo a
sus otros enemigos constituye más bien un compromiso táctico): el fascismo. Y no únicamente el
fascismo histórico de Hitler y de Mussolini -que tan eficazmente ha sabido movilizar y utilizar el
deseo de las masas- sino además el fascismo que está en todos nosotros, en nuestras
cabezas y en nuestros comportamientos cotidianos, el fascismo que nos hace amar el
poder, amar incluso aquello que nos somete y nos explota.
¿Cómo hacer para no volverse fascista incluso cuando (sobre todo cuando) uno se cree
un militante revolucionario? ¿Cómo eliminar el fascismo de nuestros discursos y de nuestros
actos, de nuestros corazones y de nuestros placeres? ¿Cómo desalojar el fascismo que se ha
incrustado en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las huellas de la carne
que se habían alojado en los repliegues del alma. Deleuze y Guattari, por su parte, acechan
las huellas más sutiles del fascismo en el cuerpo.
Este arte de vivir contrario a todas las formas de fascismo, ya presentes o inminentes,
acarrea un cierto número de principios esenciales, que resumiría como sigue si debiera hacer de
este gran libro un manual o una guía de la vida cotidiana:
- Liberad la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante.
- Haced crecer la acción, el pensamiento y los deseos por proliferación, yuxtaposición y
disyunción, y no por subdivisión y jerarquización piramidal.
- Abandonad la obediencia a las viejas categorías de lo Negativo (ley, límite, castración,
necesidad, carencia), que, durante tanto tiempo, el pensamiento occidental ha venerado en
cuanto forma de poder y modo de acceso a la realidad. Preferid lo que es positivo y múltiple,
la diferencia a la uniformidad, los flujos a las unidades, los dispositivos móviles a los
sistemas. Considerad que lo productivo no es sedentario sino nómada.
- No creáis que es necesario estar triste para ser militante, incluso si la cosa que se combate es
abominable. El vínculo del deseo con la realidad (y no su retirada en las formas de la
representación) posee una fuerza revolucionaria.
-No utilicéis el pensamiento para conferir un valor de verdad a una práctica política; ni la acción
política para desacreditar una línea de pensamiento, como si no fuera ya sino mera especulación.
Utilizad la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el análisis como un
multiplicador de las formas y de los dominios de intervención de la acción política.
- No exijáis de la política que restablezca los "derechos" del individuo tal como la filosofía los ha
definido. El individuo es el producto del poder. Lo que se necesita es "desindividualizar"
por medio de la multiplicación y el desplazamiento, la disposición de combinaciones
diferentes. El grupo no debe ser el vínculo orgánico que una individuos jerarquizados,
sino un generador constante de "desindividualización".
- No os enamoréis del poder.

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