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Supervivencia del peronismo:
la resistencia en las félbricas
“IA Comlslon lntema se presenté al Capitén
Tropea. el lnterventor, y nos dijo que estos
compafieros deflnltlvamente no iban a volver a
trabajar en el frigorifico. Esto fue a las nueve
menos diez. A las nueve la fébrlca se paro,
100%. Y el paro duré seis dias. Y al final tuvie-
ron que traer a los compafieros dc Villa Devoto
en autos oficlales y reinstalarlos en sus puestos."
Sebastizin Borro
“No sabian qué responder. Eran hijos de un
gobiemo patemal y el padre se habia ido."
Alberto Belloni
“NI VENCEDORES NI VENCIDOS”: EL INTERREGNO DE IDNARDI
El colapso del compromiso: Lonardi y la jefatura
sindical peronista
El primer gobiemo dc la Revolucion Llbertadora. el del
general Eduardo Lonardi, represento un interregno en la rc-
lacion entre el movimlcnto sindical peronista y las autoridades
no peronistas. Tras adoptar una hostfl actitud inicial que llevé
al secretario general dc la CGT, Hugo Di Pietro, a proclamar
que “cada trabajador lucharé con las armas en la mano y con
aquellos medics que estén a su alcance“, la CGT no efcctuo
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70 Resistencia e integracién
en la practica tentaiiva alguna por movilizar a los trabajadores
en apoyo del regimen de Peron. Al dia siguiente de su belicosa
declaracion. Di Pietro exhorté a los trabajadores a permanecer
en calma y denuncié a “algunos grupos provocadores que
pretenden alterar el orden"? La actitud de la CGT concorglo
con la reaccifm fatalista del propio Peron ante el golpe y. ante
la virtual abdicacion del ala politica del movirniento, la CGT no
demostro por cierto inclinacién alguna a quedarse sola y
iadoptar una postura agresiva con las nuevas autoridades. Al
prestar jurarnento Donardi como presidente provisional el 23
de setiembre. y pronunciar un discurso inaugural de tono
conciliatorio donde aiirrno que no habia “vencedores ni ven-
cidos“, quédo preparado el escenario para una tentativa, de
siete semanas de duracién. por lograr un acercarniento entre
el movimiento sindical peronista y el primer gobierno no
peronista.‘
El 24 de setiembre la CGT respondié el discurso de
Lonardi subrayando “la necesidad de mantener la mas'abso-
luta calrna [...] cada trabajador en su puesto por el camino de
la armonia”.“ 4
M Alydia siguiente Lonardrrecibio a una cielegacion gremial,
a la‘ que as'eguré’1]ue* su gobierno respetaria las rned'idas_ de
justicia social logradas. asi corno la integridad de la CGT y las
organizaciones que la formaban. La atmésfera general de
benevolencia limitada se consolidé al ser designado rninistro
de Trabajo Luis B. Cermtti Costa. quien hasta entonces habia
sido el principal asesor legal de la Union Obrera Metalfirgica.
Uno de sus primeros actos consistié en disponer que la
Direccién Nacional de Segurldad reabriera los locales gre-
miales clausurados u ocupados por antiperonistas. En esto
residia por cierto el principal escollo para el fragil modus
vivendi establecido. _
“para ilneskde s,etierribr€_._lQ,S,l§)§:5-316$ de loswsindicatos de
graficos. kfefifoviariosl, bancarios, petroleros '37 irabalacipres: de la
came y del ‘vestido 'liabia'ri sido “aba.ndon'ad(>s por los pero-
nistas frente a los'"ataques~de 'gn‘,ipos_ant,iperonistas armad_os.
‘Esos grupos, conocidos corno “comandos civiles", consistian
principalmente en activistas socialistas y radicales. Habian
desempefiado un papel importante en la rebeliéh contra l’eron
y se consideraban como milicia civil que S€l'ViI1a_ 51¢
garantia contra cualquier resurgimiento peronista. En ese
caracter tendieron a recl‘bir'a'poyo"de sectores del las fuerzas
armadas para los ataques a los locales sindicales. Con el fin
de contrapesar la creciente presién que ejercian sobre Lonardi
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72 Resistencia e integracflfin
sicién fundamental a toda la politica del gobierno de Lonardi
con los sindicatos peronistas. A su vez, esa oposicion arrai-
gaba en una actitud fundamental frente al peronismo y en
determinado concepto, que analizaremos en otro lugar dc este
capitulo, acerca de esa corrlente. Desde un punto de vista in-
mediato, en octubre dc 1955 se oponian a la inauguraclon de
un proceso electoral sindical que casi seguramente confir-
maria el dorninio de los gremios. y por lo tanto de la CGT, por
los peronistas. También los alarmaba el hecho de que no
obstante las muchas renuncias de dirigentes peronistas y_la
iniciacion del proceso electoral; los comicios terminaran por
quedar bajo el control general de los peronistas. Esos ternores
fueron acentuados por la decision gubernamental de instalar
interventores designados por la CGT en sindicatos donde
habia un conllicto abierto entre peronistas y no peronistas.
Los sindicatos mas afcctados por esta politica eran precisa-
mente aquellos donde las fuerzas antiperonistas tenian mayor
podcr.
Durante todo el mes de octubre, los socialistas, radicales
y algunos sindicalistas alzaron cada vez mas la voz contra el
hecho de que el Ministerio de Trabajo no intensificara la
accion de la Revolucion Libertadora en la esfera grernial.“ Por
afiadidura, el creciente espiritu de conciliacion parecio ser
subrayado por la exhortacion que la CGT lanzo a los traba-
jadores en cl sentido de que consideraran el 17 de octubre
—la fecha decisiva en el calendario peronista— como un dia de
trabajo normal.
Sin embargo, el gobierno_ y Cerrutti Costa en particular.
tenian clara conciencia dc los recelos que rnovian a los sin-
dicalistas antiperonistas, asi como de la consiguiente presion
ejercida por aquellos sectores del gobierno sobre los cuales
éstos influian para que se abandonara la politica de concilia-
cion.9 En respuesta a esa presion, el 20 de octubre el gobierno
advirtio a muchos gremios peronistas, que por iniciativa propia
habian puesto en marcha su proceso electoral. que antes era
necesaria la aprobacion de sus estatutos por el Ministerio de
Trabajo. Ademas se produjeron varios otros ataques, siempre
organizados por los comandos civiles. En los sindicatos donde
el conflicto entre peronistas y antiperonistas era particular-
mente aspero. muchos de los inteiventores nombrados por la
CGT no pudieron desalojar del poder a los grupos antipero-
nistas que se habian hecho cargo del sindicato. Todo lo cual
llevo a una creciente pérdida de confianza por parte de la
dirigencia peronista. El 26 de octubre. en una reunion a la que
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La resistencia peronista: 1955-58 73
concurrieron mas dc 300 jefes sindicales peronistas para
tratar la critica situacion. Framini pidio que Cerrutti Costa
rcctificara esas violaciones del pacto del 6 de octubre.
Cerrutti Costa respondio con un decreto que regulaba el
proceso electoral. Esencialmente, el decreto‘ ‘despojaba de su
autoridad a todos los dirigentes gremialesj désignaba 'a tri-is
interventores por sindicato mientras se desarrollara el proceso
electoral‘ y nombraba un adrninistrador de todos los bienes de
la CGT. Esta contesto declarando una huelga general de
protesta que debia iniciarse el 2 de noviembre a medianoche.
Llegadas las cosas a ese punto, el gobiemo parecio inclinarse
inexorablemente por los partidarios de la Iinea dura. El propio
Lonardi. cuya salud declinaba rapidamente. no estaba en el
control efectivo del gobiemo. Solo Cerrutti Costa y el general
Bengoa estaban en favor de evitar el conflicto a cualquier
precio. E1 caso fue que el ala conciliadora obtuvo una victoria
temporaria en negociaciones de iiltimo minuto con la CGT y
se evito la huelga.
Ese acuerdo represento una considerable concesion por
parte del gobiemo y demostro la importancia que el ala con-
ciliadora asignaba al fragil modus vivendi establecido entre el
gobierno y los gremios. Esencialmente, permitia a Natalini y
Framini permanecer a la cabeza de la CGT. Ademas estipulaba
que los sindic-atos donde no hubiera conflicto interno podian
seguir a cargo de los dirigentes _que tenian, que serian ayu—
dados por dos‘ supeivisores. designados por el Ministerio de
Trabajo, hasta las elecciones intemas. En aquellos gremios
donde habia conflicto se designaria un interventor hasta los
comicioS:_n0mbrado por el lvlinisterio de Trabajo, ese funcio-
nario seria asesorado por una comision conjunta representa-
tiva de las tendencias rivales. Esta crisis convencio al ala
tradicional y liberal del gobierno"de ‘que 'sol'o £31 algjamientgfié
Lonardi. 'y‘ junta‘ con él dé ‘la i1fgIluencia' ejercida po’r‘“los
nacionalistas catolicos. partid'arios' de la conciliacion, ,as"egu'-
raria una“ aplicacion cabalmente antiperonista de los princi-
pios de la revolucion realizada contra Peron. ' '
» Si bien no hubo nlngun‘ problema especificamente sin-
dical en los hechos conducentes al distanciamiento de Lo-
nardi, a quien se lo obligo a renunciar el 13 de noviembre. el
punto decisivo del atac1iie"Ianzado“'];for' l‘a‘s"‘f1re‘maas antilonar-
distas siguio siendo la politica sindical del gobierno. La prensa
radical y socialista abundo en llamamientos apenas velados a
las fuerzas armadas para que salvaguardaran la democracia y
la libertad ganadas al caer Peron. Una campana desatada por
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74 Resistencia e integracién
itsa prensa y culdadosamente orquestada insistio en subrayar
a €6pI'CSl0Il sufrida ba_]o Peron por los sindicalistas no pero-
nis as‘ y en destacar las opmiones de éstos sobre la conti-
nuacion del llderazgo peronista en la CGT y las proyectadas
elecciones gremiales. E1 tema basico era coherente. La CGT
debia ser mtezvenida y los delitos dc los peronistas investi-
gados. Diego Martmcz, dirigente del gremio de la came antes
de 1945. sostuvoz
_ “Hay que destruir una Inarafia. hay que desmontar la maquina
Pl°71i‘P0T P1618. hay que esclarecer conciencias. senalar delitos,
negociados, defraudacion de fondos sociales en los sindicatos antes
de hablar de elecciones."
La solucion inmediata que preconizé fue
“la entrcga de todas las organizaciones a los gremlalistas libres".1°
IA la luz de esta actitud, el compromise alcanzado 'el 2 de
goviembre entre los d1ri_g_entes gremlales peronistas y el go-
lerno confirmo la opinion de radlcales y socialistas en el
sentido dc que se necesitaba un cambio de gobierno. Ya no
vierfm espefarlza alguna de que fuese posible convencer al
gobierno de que era insensato seguir un camino que inevita-
Ilgllenilgngf COX1f:I‘IIlaI'la el dornlnlo peronista do los sindlcatos.
b I 1 e nov ernlore asumlo la presidenciayelp gen¢r?1_Afam-
“m- 3 P€I'Sl.laSl0Il se tox-no innecesaria. la prlmera tentativa
por lntegrar los sindicatos peronlstas a un Estado no pero-
nista habla fYa¢35ad0- I§8_s¢_renovados ataques de los antipe-
‘fgiistfis ,°,°T1iI8 II}_u_chos locales sindicales; y al“ no responder
etnburu "11 Pfidldq dc ‘curnplimiento del pacto"del Zmde
noviembre, la CGT declaro el 14 de noviembre ‘una h'1"1'€l§a
general por tiempo lndetermlnado. Ese mismo dia el‘ go”b’ii-Effie
declaro ilegal la huelga y dos dias despuésulntervirfo la C€}T
y todos los sindicatos. ' ‘ '
Factores deterrninantes en el trasfondo de la ruptura:
el surgimiento de las bases
_ Para comprender el desarrollo de las siete semanas sl-
gmentes a la calda de Peron debemos poner la mirada mas alla
del primer plano donde se destacan los acuerdos, los com-
promisos y los conflictos. E1 factor que guié la politica de
Lonardi parece ser bastante claro. Lonardi estaba dispuesto a
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La resistencia peronista: 1955-58 75
conslderar posible. en el nivel politico general. una victoria
peronista en elecclones convocadas en el lapso de un afio.“ La
finica reserva que formulaba era la exigencla. dc
“un peronlsmo depurado de los vicios que lo llevaron a la derrota.
Para él. no habia mas vencidos que los dirigentes venales y corruptos"."
El sector de Lonardl admitia que el peronisrno conservara
el dominlo dc la clase trabajadora y sus instltuclones con la
condicion dc que. tras una breve depuraclén de los mas
implicados en la corrupcion del réglrnen. los sindlcatos se
avinieran a respetar como esferas claramente dcmarcadas la
accién clel gobierno, por un lado, y la representacién de los
trabajadores, por otro. y restrlngleran su activldad a esta
filtima.
El Wala nacionallsta del antlperonlsmo concordaba con
buer1a““pafte‘ do ‘Io-reallzado por Peron. Veia en su movlmiento
un baluarte contra el comunismo, A1 poner el énfasls en la
j‘us"tic1a so“c1al‘dentro de una estructura de capital humani-
zado. al abrazar los intereses nacionales y comunitarlos como
opuestos a los de clase. el peronismo apelaba al idealyde
armonia y orden soclales} de irispii‘aci6'n“prIncipaltnente ca-
iolica. que postulaba esé grupo. El problerna era esencial-
rnente de lirnites y excesos. Si los slndicatos admitian la
necesidad de mantenerse en "pr0"p1a“"e‘s'fera'. y\si-wpodia
eliminarse la corrupta aemagogla ‘ge,I1o§ l;lersnn\z\jpes.'1rg2ji5_';és-
trech3Il&fi_@/-Q9L.nD1'_<;Lletldos ‘con Peron, los sindlcatos__cpn-
d6E1@§ por peronistas/t‘efiiar1~‘nT1~-irnpoflanfé‘"p'apel-"giie de-
s€mperj;2ff§’rIJ:aj_§”éflh1a’fi>§te?lbr’aTPel‘5rT/c'<E1§:1§r an@__;_le
76 Resistencia e integracion
ejemplo. la publicacion a fines dc octubre del Plan Prebisch,
cuyas proposiciones parecian de orientacion contraria a toda
la filosofia economica dc los sindicatos, no provoco ninguna
declaracion pfiblica de la CGT.
En principio. no parece haber existido razon alguna por
la cual no pudiera arribarse a un modus vivencli practicable
entre el gobierno y los sindicatos. No fue una intransigente
lealtad a su depuesto lider el obstaculo que surgio en el
camino hacia tal acuerdo. Se ha sugerido que los dirigentes
gremiales se excedieron en sus pretensiones, sin comprender
el delicado hilo tenso sobre el cual Lonardi y sus seguidores
carninaban haciendo equilibrio. Bengoa, ministro de Guerra y
destacada figura entre los partidarios dc la conciliacion, envio
a bonardi el 8 de noviembre una carta de renuncia donde se
referia a “la falta dc comprension de algunos grupos. que eran
el mayor obstaculo para la realizacion de la consigna basica
de Lonardi de ‘ni vencedores ni vencidos"“3. Pero, gfue una
“falta de comprension”?
,g,Sobreestimaron los dirigentes sindicales su propia fuerza
y la solidez de su posicion para negociar y terminaron por
perder todo? g,Por que, una vez hechas las concesiones que se
mcncionaron, no cedieron mas para robustecer la posicion de
Lonardi‘?
A1 evaluar este problema es preciso tomar en cuenta dos
factores. Primero. el hecho de que la CGT llego a dudar cada
vez mas si no de las intenciones, al menos de la capacidad que
Lonardi y su grupo tenian para cumplirlas. En la crisis del 26
de octubre. durante su entrevista con Cerrutti Costa, Framini
se refirio precisamente a esa cuestion. No obstante los bellos
discursos de Cerrutti, las ocupaciones de locales sindicales
por eomandos civiles continuaban. El problema residia en que
en muchos campos Cen-utti no tenia poder para actuar. En la
practica. el sector nacionalista del gobierno carecia de auto-
ridad suficiente, dentro de las fuerzas armadas 0 de la policia.
para impedir esos ataques. El creciente nflmero de detencio-
nes dc dirigentes sindicales de segunda o tercera fila plan-
teaba un problema similar; los sectores de las fuerzas armadas
0 de la policia que las efectuaban tenian autonomia de accion.
Esto puso a la jefatura sindical en una posicion muy
dificil, pues existian concesiones que no podian hacer sin
debilitar incluso la base minima de su poder y advertian que
la falta de control, por el gobiemo, de esa actividad antipe-
ronista conduciria inevitablernente a una creciente anarquia
en el movirniento y a una erosion dc sus propias posiciones
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La resistencia peronislaz 1955-58 77
hasta el punto de tornarlas simplemente insostenibles. En
algfin punto del camino de los compromises era necesario
detenerse para no acabar autorizando su propia eliminacion.
Se trataba, entonces, dc algo similar a un circulo vicioso.
puesto que Cerrutti Costa y el sector nacionalista eran militar
y politicamente demasiado débiles como para dar las seguri-
dades practicas que los dirigentes sindicales necesitaban para
convencerse de que efectuando una concesion tras otra no
desgastaban sus posiciones de liderazgo. Y. al rnismo tiempo.
sin esas concesiones dc los sindicatos Lonarcli y sus parti-
darios se debilitaban mas afin en lo militar y lo politico.
Sin embargo, un segundo factor, mas decisivo afin, que se
debe tomar en cuenta se refiere a la actividad de las bases
peronistas. Cualquier tentativa por comprender las acciones
de la jefatura peronista y el colapso del interregno de Lonardi
debe tener en consideracion ese factor. Durante esos meses;
la jefatura sindical peronista de ningfm modo tuvo las rnanos
libres para obrar como mejor le pareciera. La amplitud de la
resistencia ofrecida por la militancia peronista de base al golpe
contra Peron. y la dureza de la respuesta a esa resistencia.
contribuyeron en rnedida importante a determinar los acon-
tecimientos de esos meses. No obstante la disposicion a transar
rnostrada por Di Pietro, la reaccion inicial de incredulidad
estupefacta ante la renuncia de Peron pronto cedio su sitio a
una serie de manifestaciones espontaneas en los distritos
obreros de las principalesvciudades. En Buenos Aires, por
ejemplo, el ejército hizo fuego contra una numerosa mani-
festacion que ‘procuraba llegar al' sector céntrico de la Capital
Federal y muchos de sus integrantes resultaron lieridos.
También se informo sobre nutridos disparos de armas pe-
quefias en la zona de Avellaneda.“ Fue preciso enviar a
Ensenada y Berisso fuertes contingentes de refuerzos para
ocupar todas las posiciones estratégicas y puntos de acceso a
las ciudades.‘5
‘_Rosario, llamada "la capital del peronismo", presento las
mas serias dificultades a las fuerzas armadas. Ya el 24 de
setiembre The New York Tirhes informo sobre vehiculos blin-
dados que abrieron fuego contra las manifestaciones obreras,
y la agencia Renter hablo de varios muertos en esos hechos.
Estas versiones fueron sin duda exageradas, puesto que dias
después se informo sobre un nomero de bajas mucho menor,
pero no hay duda de que en Rosario, en medio de una fuertc
tension. hubo considerable resistencia a las‘ nnevasp autori_-
dades. En efecto. desde el 18 do'se'tiembre,’o'"sea"desiie“dos
78 Resistencia e integracién
dias después de estallada la revolucion antiperonista. la cin-
dad estaba paralizada. Desde entonces hasta el 23 de se-
tiembre hubo incesantes manifestaciones en el sector céntrico,
adonde llegaban trabajadores del clnturon industrial, sobre
todo desde los grandes frlgorificos de la zona Sur. Por la noche
se oian constantes disparos de armas de fuego y detonaciones
de bombas. Todas las fabricas estaban paralizadas.“
Las dificultades enfrentadas alli por las fuerzas rebeldes
seacrecentaban por la firme lealtad a Peron del regimiento de
infanteria que, bajo las érdenes del general lniguez, tenia su
acantonamiento en Rosario y se mantuvo en su cuartel. Solo
cuando las unidades rebeldes de Santa Fe y Cornentes pu-
dieron ser enviadas alli el 24 y el 25 de setlernbre las nuevas
autoridades iniciaron la tarea de recobrar el control de la
ciudad. Esto exigié varlos dias mas. El 24 y el 25 hubo serios
combates callejeros en que se utlllzaron tranvias y automo-
"viles como barricadas." Los trabajadores de los talleres fe-
rroviarios declararon una huelga general a la que se sumaron
los obreros dc los frigorificos y otras plantas industrlales. El
27 quedaron suspendidos todos los servicios de trenes y
omnibus entre Rosario y Buenos Aires. Solo cuando el ejército
ocupo fisicamente todo el sector céntrico de la ciudad y
dispuso el toque de queda —las tropas hafian fuego contra
cualquier persona que estuviera en las calles después de la
20- fue restaurado el orden.
E1 restablecimiento cle la autoridad formal por las fuerzas
revolucionarias no puso fin a la resistencia de las bases
peronistas. Durante todo octubre, al intensificarse la batalla
por la posesion de los sindicatos. hubo huelgas, no dispuestas
por los dirigentes gremiales, en protesta contra los ataques dc
los comandos civiles y el creciente numero de detenciones. El
relato que ofrece un activista de la atmosfera vlvida en Rosario
a rnediados de octubre constituye un elocuente testimonio de
la lucha subyacente que se desarrollabaz
“Los trabajadores en camblo rugian de indignaclon y se halla-
ban pxéctlcamente en pie de guerra dlspuestos a lanzarse a la lucha
en cualquier momento [...] Rosario daba la sensacion dc una ciudad
ocupada por el enemigo. en medio de una atrnosfera cle sorda
rebellon proxima a estallarf“
Ya para fines de octubre aparecieron los embriones de lo
que llegaria a ser conocido como la Resistencia Peronista. En
Santa ,Fe, por ejemplo, se creo un Frente Emancipador que
ernpezo a coordinar la oposicion sindical peronista.” El rencor
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La resistencia peronista: 1955-58 79
subyacente y el sentimiento de rebelion ya descriptos encon-
traron un canal de expresion en el llamamiento no oficial a
una huelga general que lanzaron varios sectores peronistas
para la simbolica fecha del l7 de octubre. A despecho de la
orden dada por la cupula de la CGT en el sentido de que debia
ser un dia laboral normal, grandes numeros de tfabajadores
peronistas ignoraron esa exhortacion. The New York Times
calculi) que el ausentismo fue ese dia del 33 por ciento.”
Todos los puertos quedaron paralizados y tropas de marineria
patrullaron infructuosamente las zonas portuarlas en busca
de trabajadores ociosos para obligarlos a retomar sus tareas,“
Analogamente, la huelga proclamada por la CGT para cl
3 de noviembre y cancelada después fue convertida por los
milltantes de base en otro masivo acto antigubemamental.
Plantas industriales rnuy lmportantes cerraron sus puertas en
el pais entero.“ hos “perturbadores" fueron slsteméticamente
capturaclos. Si bien la afirmacion de la CGT en el sentido de
que resultaron detenidos alrededor de 25.000 delegados gre-
miales parece exagerada, no hay duda de que el numero dc
arrestos fue tal que exacerbo conslderablernente el resenti-
miento y la hostilidad de los peronlstas de base contra las
nuevas autoridades.
/_ Es gportuno acl/arar la indole de _esa_ oposicion de las
liase§.‘“Fué" "Tu'xTda‘iflent'alhle’n'té‘Espontanea. instintiva. confusa
~"”‘y_'a;;€;fala. 'Un‘parti‘cipante‘“en esos hechos ha narrado corno él
otros trabajadores peronistas fueron a preguntar a los di-
rigentes sindicales del frigorifico La Blanca, en Avellaneda, qué
medidas se adoptarian para hacer frente al golpe contra Peron:
“lnstintlvamente tratabamos de defender algo que sentiamos
que perdiamos: no pudirnos hacer otra cosa que lr a nueslros
dlrigentes para ver lo que podiamos hacer en nuestra fabrlca. Pero
la respuesta fue definiflva: A Peron lo tiran al tacho de basura. y a
nosotros tarnblen.“"°
Este episodic se reiteré regularmente durante esos dos
meses. El rnisi-no aetivistapgque glescripio/el “cll,rnaWde rebeli_on"
vivido en Rosario dagregoz '
_ “pero §iQ_se veia en qué forrna podria llevarse a cabo la insurreccién
'/“pines no Bahia‘ ni"sombra de organlzacién. nl 'se vlslumbraba la
éxistencia de un grupo que tuviese clerta autoridad".“ .
Ya entonces aparecian formas embrlonarlas de resistencia
organlzada, pero en general los canales mas frecuentes de
BO Resistencia e Entegracién
reaccién consistieron en iniciativas espontaneas y atomizadas.
que con frecuencla asumian la for-ma de huelgas no oficiales.
Cuando se presentaba un motivo mas general. como el 17 de
octubre o la huelga proclamada por la CGT para el 3 de
noviembre. las bases lo aprovechaban como medio de rnostrar
su rechazo de todo el proceso que se operaba en la Argentina.
Pero en ausencia de una jefatura coherente y nacional esas
acciones no podian pasar de la protesta defensiva.
Este fenomeno de la resistencia ofrecida por las bases.
que duro subyacente durante todo ese periodo. agrego una
dimension vital al proceso entero de negociacion y compromise
entre el gobierno y los lideres sindicales. A la luz de esta
oposiclon se torna claro que los dirigentes greiniales. alrededor
de 300. que negociaban en Buenos Alres el futuro del mo-
vimiento no tenian de ningfin modo las manos libres para
obrar como mejor les pareciera. La peligrosa ola de fondo de
oposicion creada por los afiliados de base amenazaba con
hacerlos a un lado si concedian dernasiado. En la reunion del
26 de octubre Framini dijo claramente al gobierno q1,;gf‘la
masa obrera estaba dispuesta a demostrar fuerza", pero hasta
el momento habian obedecido a sus lideres; en otras palabras.
esa obediencia dependia de que éstos lograran poner fin
a los ataques contra los sindicatos.” I
Los jefes sindicales peronistas tenian muy clara con-
ciencia de la amenaza que esto planteaba a su credibilidad"-y
del peligro de ser contorneados y superados que corrian si no
obtenian de Cerrutti Costa concesiones concretas suficientes
para convencer a los trabajadores peronistas de' quej"los~
“sindicalistas libres", 0 sea los antiperonistas, no se quedarian
con los grernios. En ausencia de tales concesiones era preciso
que se los viera ejercer de alguna manera la conduccion. asi
consistiera solo en ponerles un sello de goma a movimientos
ya emprendidos por las bases. El corolario logico de esta
situacion era el siguiente: por mas que personalmente favo-
recieran el compromise, los jefes sindicales no podian, en la
prdztica, garantizar su cumplimiento. Tal como lo dernostra-
ban los episodios del 17 cle oetubre y el 3 de noviembre, el
control que ejercian sobre sus afiliados era llmitado. Esto a su
vez alarmaba a los elementos mas antiperonistas de las fuerzas
armadas y robustecia sus posiciones, lo que dificultaba mas
afin a Lonardi efectuar conceslones como las que hubieran
aplacado a las bases peronistas.
La cfipula gremial peronista paso por un periodo de
extremada confusion; muy vacilante su confianza en si misma,
I-V-W 4 -—-—<»-»M_--=—-'-=--F---»—---~=-5--@=-=¢q;
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La, resistencia peronista: 1955-58 31
estuvo lejos de pretender demasiado en sus conversaciones
con el primer gobierno de‘la Revolucion Libertadora y se
limito_ en realidad, a reaccionar a una serie dc presiones que
no estaba a su alcance controlar. Asi lo demostro ampliamente
el acto final. la huelga general del 14 de noviembre. Aunque
ofipialrnente solo debia comenzar ell 14, muchos obreros habian
,'_'si1.is‘pe'ndido el trabajo ya el 13. dia en que también se pro-
dujeron en Rosario. segfin se informé. choques con saldo de
muertos.“ Pero en tanto que los trabajadores peronistas uti-
lizaron el llamarniento a la huelga para ex-presar su descen-
tento. la ciipula sindical nacional hlzo poco por organizar el
rn0vimiento,y su declaracién de huelga tuvo los contornos de
un iiltlmo acto de desesperacion. En sus recuerdos de ese
periodo. Juan M. Vigo describe asi la situacion:
“se dio la orden desde Buenos Aires pero no se adopto ninguna
medlda anticipada para asegurar su cumpllmlento. Burocratas sin
nocion de lo que es cl poder de la organizacion, acostumbrados
siempre al apoyo o neutralidad benévola del goblerno. qulms creian
que las cosas se iban a desanollar igual que a.ntes".”’
,La respuesta que el obrero peronista rnedio dio al lla-
mamiento de huelga fue rotunda. El 15 de noviembre," el
gobiemo admitio oficialmente que el ausentismo habia sido del
75 por ciento en Buenos Aires y del 95 por ciento en las
principales industrias.“ Pero la falta de direccién en el plano
nacional y la fuerza de la represion condenaron laliuelga, a la
derrota. El nuevo presidente, general Aramburu, arrienazo a
los “agitadores huelguistas" con tres meses a tres anos de
carcel. The New York Times informo sobre la detencion de mas
de 100 delegados en Buenos Aires y el castigo fisico de
muchos otros activistas que desde el exterior de las fabricas
exhortaban a los obreros a parar.“ Hacia el fin del primer dia
habian sido arrestados mas de mil huelguistas. "El 16 de
“nqviembre el gobierno intervino"l'a'CGT y' todos los sindigatos
"que’1a‘integraban, a muchos de cuyos dirigentes encarcelo.
Ese rnismo dia la huelga fue levantada, aunque ya muchos
trabajadores habian empezado, en vista de la represién, a
concurn'r al _tiabajo.
WA§i,_f!%§_99F_n.9,l?. ,in§§1Tl‘11PCi<5n. del interregno,» devLonardi
jleig una clase trabajadora peronista derrotada. confundida,
_p§ro que también habialdemostrado su disposicién a defender
Mespontaneamente “algo que instintivamente sentian que es-
talian perdiendo".
' Para los dirigentes sindicales esos dos meses represen-
82 Resistencia e integracién
taron una divisoria de aguas. el paso dc una era. Desde el
principio habian demostrado incapacidad para actuar con
Ztlecision. una suerte de paralisis de la voluntad de obrar.
Citada al comienzo de este capitulo. la descripcion que de ellos
deja Alberto Belloni refleja el juicio de los activistas de base
acerca de sus lideres. La condena que formula Miguel Gazzera
es mas definitiva, aunque asi sea tan solo por dictarla alguien
que fue dirigente sindical en ese momento:
"Estébamos satisfechos con lo que ya habiamos vlvido y gozado.
Estabarnos inexorablemente terrninados, agotados totalmente."3°
ARAMBURU Y LA CLASE OBRERA: PRIMEROS ELEMENTOS
DE UNA POLlTICA
Hemos visto que desde el comienzo de la rebelion militar
contra Peron surgio en las bases peronistas una fuerte re-
sistencia a las nuevas autoridades. Esa oposicion se centré
primero en la toma de los sindicatos por los dlrigentes gre-
miales libres y en los arrestos que ya se efectuaban tanto de
lideres como dc activistas. Principalrnente aquella actitud reflejé
una sensacion general d_e miedo. incertidumbre y confusion y
se cristalizo en torno dc temas como la ofensiva antiperonista
para obtener el control de la estructura sindical. En general.
durante el breve periodo del gobierno de Lonardi esa ofensiva
antiperonista no llego hasta el nivel del sitio de trabajo mismo,
en el taller o en la planta.
Esto habia de cambiar inmediata y radicalmente con el
//finuevo gobierno provisional del general Pedro Eiigenio Aram-
buru y el alrnirante Isaac Ro]as,K‘_I,,a_ p_g_litica' del nuevovgobierno
se lqasomeny el supiiyestoy de que el perofi'isirT)' constitgia una
aberracion que debia ser borrada de la sociedad 'argentina_ un
f" ‘ mal suefio que debia ser exorcizado de las mentes que habia
,_;o4\4
subyugado_._ Concretamente, la politica del nuevo gobierno con
~1a"cIa'se”t‘ra'bajadora siguio tres lineas principales. Anté"'fod0.“
se intento proscrlbir legalmente un estrato entero de"diri- -
gentes sindlcales peronistas para apartarlos de toda futura
actividad. Esto concordé con la nueva intervencion de la CGT
y la designacion de supervisores militares en" todos sus sin-
dicatos. lo que habria de preparar el camino para la creacion
de “bases democraticas en los sindicatos. y la eleccién de
dirlgentes con autoridad moral".‘“
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La resistencia peronista: 1955-58 83
Enwsegundo térrnino, se llevo a cabo gnappeflrsistentye
politica gie represion "e lntirnidacion del sindicalismo y sus
en cl piano mas, popplar ygbasico. v_Finalm'ente. hubo
“/on esfuerzo concertado entre el gobiernoy 1osiem;s1'e;ia<;rje’§ efi
torno” del tema de la productividad y la racionalizacion del
trabajo, procesoyyque marché de la rnano con un intento de
;ffenar"lo's salarios y reestructurar el funcionamiento del sis-
tema de negociaciones colectivas.
' t La primera linea de esa politica fue la de cumplimiento
mas facil. Aclemas de loscentenares de dirigentes gremiales de
-~niv'el'nacionalarrestados por ell gobiemo dc all
"declararse ilegal la huelga de noviembre, miles de activistas
' sindicales dc nivel intermedio fueron destituidos. La prepon-
iieranté actitud de inercla y confusion en que estaban sumidos
y que ya hemos descripto no habia de serlesmuy fitil para
enfrentar los rigores del periodo en que ahora entraban. El
gobiemo fundo una comision especial para investigar los
delitos e irregularidades cornetidos por los dirigentes sindi-
cales peronistas. Las nuevas autoridades también aprobaron
el decreto 7107, de abril de 1956, que excluia de cualquier
actividad gremial a todos los que hubiesen tenido entre febrero
de 1952 y setiernbre de 1955 una posicion dc liderazgo en la
CGT o sus sindicatos. Esta proscripcion se amplio a todos los
que habian tomado parte en el congreso celebrado por la CGT
en 1949. donde se aprobaron nuevos estatutos que procla-
maban a la central obrera como “fiel depositario de la doctflna
peronista". La prohibicién caia también sobre todos los dlri-
gentes del ahora proscripto Partidd Justicialista. asi come
sobre todos los investigados por la comisién especial. Este
decreto se modifier’) meses después, pero gran nfimero de
antiguos dirigentes sindicales siguieron proscriptos.”
Un problema mucho mas decisivo y eomplejo fue el de la
organizacion sindical en el nivel deltaller o la planta. donde
tarnbién prevalecian los peronistas. Inmediatamente despues
tie‘ intervenida la CGT. el Ministerio de Trabajo declaré di-
sueltas 'y carentes' de’ autoridad ‘a"todas las eomisiones in-
temas de los sitios de, t,rab,a]_0. Ya a _mecl'iadvos,c1Le noviembre de
1955”, eh rnuchas fabricas los delegados eran designados por
dicierhbre cle i'9§5“por la Junta Asesora Gremial creada para
aconsejar al inteiventor de la CGT, capitén Patron Laplacette.
Se convino en que la solucion, arbitrada por el Minister-lo, de
nombrar delegados a los trabajadores mas antiguos, no pe-
ronistas, resultaba insatisfactoria porque en general se con-
'e_l ll/linisterio de" T rabaj o :"E§te' ‘ “problema *fne~debatido~a~firles- de-
34 Resistencia e integraciim
sideraba que esos obreros eran los menos militantes y, en
consecuencia. no contaban con el respeto de sus representa-
dos.“ Einalrnente, Patron Laplacette dispuso que los delegados
gremialeswfiieran ‘designados por los interventores de Cadfl
sindicato. En la practica, empero. en muchas empresas. los
empleadores tomaron la cosa en sus propias rnanos. En L8
Bernalesa. por ejemplo, importante planta textil situada en el
Gran Buenos Airesh los 120 delegados gremiales, principal-
mente peronistas, fueron despedidos.” lncluso la Comision
Gremial del Partido Socialista considero su deber enviar a
Aramburu una nota donde le advirtio sobre los peligros de
tales acciones e insistio en que ningiin trabajador fuera des-
pedido sin que su caso fuese visto por cl tribunal dc arbitraje
de emergencia instituido por el gobierno.“
IMPACTO DEL PERONISMO EN EL NIVEL DQ TALLER Y PLANT./\
DURANTE LA ERA DE PERON
Esta actitud dc controlar y debilitar las comisiones in-
ternas estuvo intimarnente ligada a una de las principales
preocupacioncs de la politica economica preparada por cl
nuevo gobierno: aumenmr la productividad cle la industrla
argentina. No se trataba dc una novedad para cl gobierno y los
empleadores "argentinos. Esa inquietud subyacia en gran parte
de las crecicntes tensiones surgidas entre empresarlos y sin-
dicatos durantc los filiimos afios del gobiemo peronista, Para
eomprender la importancia de este punto en la formacion de
la resistcncia obrera a las condiciones imperantes después dc
1955, debemos primero examinar las tentativas realizadas en
el lapso 1945-1955 para reestructurar el equilibrio del poder
en el nivel del taller y la planta y echar asi las bases de una
racionalizacion eficaz. El mayor peso social alcanzado por la
clase trabajadora y sus instituciones en la sociedad durante
el régimen peronista se reflejo inevitablernente en el lugar de
trabajo. En términos generales, esto significo una transfe-
rencia de poder. dentro del sitio dc trabajo. de la empresa a
los empleados. Esa transferencia proporciono la lente a través
de la cual se filtro gran paxte de la retorica dc la ideologia
peronista. Consignas formales relativas a la “dignidad del
trabajo", “la humanizacion del capital", “la responsabilidad
social del empleador", fueron concretamente interpretadas por
el obrero en funcion de la capacidad que él tenia. bajo Peron,
para controlar en mayor o menor grado su vida en el taller o
la planta, 0 al menos para limitar las prerrogativas de la parte
4.4. W...-=_
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La resistencia peronista: 1955-58 85
patronal en esa esfera, Después de la crisis economica dc
1951-52, toda esa esfera de las relaciones en el sitio dc trabajo
llegaria a ser cl punto donde se centrarian las preocupaciones
de las empresas y el Estado, pues alli se conectaba el terna del
ulterior desarrollo economico argentino con el de la mayor
productividad. ~
_ términos economicos. so estimaba que aumentar la§
<’p.r4oductividad'del trabajo era vital para alcanzar la acumula-
~c1on dc capital necesarla con cl fin de que la Argentina
"avanzara hacia una nueva etapa dc erecimiento econémico,
’basada enlla procluccion dc maquinaria pesada y bienes de
'consumo duraderos dc tipo intermedio, fase estipulada en el
-’Segundo Plan Quinquenal forjado por el régimenyperonista.
Desde cl punto dc vista técnico, en las condiciones dc recesion
economica que prevalecian a principios dc la década 1950-60
ese aumento de produccion no podia ser logrado principal-
mente mcdiante la adopcion de maquinana nueva. Se entan-
dia. en cambio, que al menos en cl corto plazo la mayor
productividad del trabajo deberia originarse en un aumento
__del prozlpcto por trabajado“f’a"pa“Etir "dé"1a' maqninana existen-
Tfi?L;E1i1p@fo;:.u.esae -‘El-'-‘imfiio i‘dét;visia <1¢1,i,,¢miz1qadvf yo del
Estado _el problema no era deynaturaleza primorolialrnente
‘economica 0 técnica. sino social. Residia precisamente en el
insatisfactorio equilibrlo de ‘fuerzas generado en el plano del
faTléf'o“la'plantampor una‘clase'traba]adora conflada en si 'mi‘sT'
ma y por un poderoso movirniento sindical que contaba can el
’apoyo del ‘Estado; '
Concretamente. los empleadores elaboraron una estrate—
gia basada en tres puntos con el fin dc contrarrestar los
efectos del mayor poder de los obreros en los sitios dc trabajo.
P"m@r°- desds P51-QQ1l2L°.§i.dQtlQ$ §i>§t.\1.259-6_Qt_i9s erzlialwdvrss.
§<a=m_P2L’1§rT§!1 éaaia rYszg11é§t_sn revisar 1°§V.~P'.1§X1!?§.<Q.e‘1¥1€¢I1t4iYQ$
—'6{£i_$S‘:§1L'_l~t__§_S,~CS_ta,blCC1§I1dO nue_ya§"ta's’as‘délgonjjicagon con ayu—
da de estuilios del trabajo confiniréntes a disminuir los tiempos
dc ejecucion; en otras palabras. a acelera.r__la prgdnecion. Alli
donde csos planes aim no existian los ernpleadores procuraron
activamente introducirlos en sus fabricas. Este interés por
recurrir a incentives para intensiilcar la pr6g1u¢ei§n__era”ins-
pirado por una inquietud basiea comiin a los émpleadoresy
al Estado acerca de los habitos lalgorales “anti_'s_ociales'f.,
condiciones dc“ ple'i'Ia‘o‘cupacio'n,‘ ‘con un mqvimlento,gremi_al__
'"en"e>ipan’sion y respaldado por el Estado. y oon un alto graclo
dc confianza en si mlsmos, los trabajadores. no poco natu-
ralmente. tendieron a adoptar una definicién de legitima in-
86 Resislencia e integracién
tensidad del trabajo mas flexible que la vlgente en la era
anterior a Peron. Salaries basicos relativamente altos. junto
con los beneficios marginales incorporados a los nuevos
contratos, redujeron considerablemente la tradicional com-
pulsion de los obreros a lntensificar el esfuerzo y ajustarse a
hébitos laborales “saludables“. Si bien los empleadores habian
aceptado esa actitud durante la expansion econemica inme-
diatamente consecutiva a la guerra, a comienzos de la década
1950-60 estaban resueltos a reajustar les hébitos de trabajo
y su intensidad.
’I§l segundo motif/o de preocupacién de los empleadores
era la existencia, en rnuchos de los contratos firmados"e‘n"'el
periedo 1946-4_8, de pléusulas que regulaban las condlciones
de trabaje. Tales clausulas, obtenidas por un rnovimlento
laboral lnsurgente en la ola de huelgas de aquellos anos,
limitaba los dereches de la empresa en lo relative a 1_riovil/lglad
de la mane de obra y especificacien de la tarea y garantigalga
beneficios sociales tales come la licencia per enfermedad gin
pérdlda de haberes.‘ El simbele del nuevo equllibrio delpeder
en el nivel del taller y la planta. y el principal motive de _queja
de los empleadores. censistia en la comision intema de de-
legados gremiales. Les contrates concluidos en los afios ini‘-‘
ciales del primer gobierne de Peron centenian clausulas que
garantizaban el reconocimiente de_ esas comisiones per la
parte Ipatrenal/yv“asegurabg1;_La~~rp3:r;nan,engizLg__e,lese delegados
en sus emplees tant‘ci iiurarite su gestion en ese carécter come
desiiuéshdevconcluida. Aunque sus funciones basicas con-
sistian en supewisar el cumplimiento de las previsiones del
centrato. a comlenzos de les afios 1950-60 llegaren a asurnir
un papel mas amplio en la censolidacion cle la confianza de la
clase obrera en si misma y en la limitacien de las prerrogativas
de las empresas en la esfera dc la preduccion. Los emplea-
dores vieron en los delegados un lmpertante obstaculo contra
la racionalizacién eficaz y la imposicion de disciplina laboral.
Jose Gelbard,~* lider de les ernpresarlos. habia por cierto de-
plorado vigorosamente en el Congreso de la Productividad.
celebrade en rnaizo de 1955. la pesicien que
“asumen en muchas empresas las comlsiones lnternas slndlcales
que alteran el concepto de que es mlslén del obrero dar un dia de
trabaje honesto per una paga justa [...l tampoco es aceptable que per
ningun motive el delegado’ ebrero toque el sllbate en una fabrica y
la paralice".“
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La resistencia perontsta: 1955-58 87
Los empleadores argentinos tropezaren con una resis-
tencia considerable cuando lntentaren poner en practica su
estrategla. Sin duda alguna fue esa resistencia. que rara vez
~$e menciona en los documentes oficiales. lo que determine a
los empleadores a solicitar el apeyo tante del Estado come de
’Ia cfipula sindical en una campafia oficial per la productividad
lanzada en 1955. En este sentido, el Congreso de la Produc-
tividad. donde culrnino esa campafia, constltuyo una tentatlva
"per apllcar oficialmente. con ayuda ‘del prestlgio personal de
‘Peron y el peso del Estado y del aparato sindical, una politlca
‘que los empleadores no habian side capaces de lmponer en los
anos anterlores sobre una base préctica en cl plane de cada
empresa. La resistencia de la clase trabajadora se cumplié en
dos niveles. Uno consistio en una respuesta a los efectos
concretos de la ofenslva patronal: oposlcién al aumento de la
carga de trabajo. a la disminucion del tiempo de ejecucion de
las tareas. a la aceleracién del trabaje en linea o a la toma de
medidas disciplinarias contra los delegados gremiales. En
general. esta oposiclon adepté la fOI‘l'I1fl de una negativa a
coeperar. antes que la de una abierta accion de huelga.”
Con mayor fundamento. sin embargo. los proyectos em-
presariales sobre productividad y racionallzacion chocaron
con algunos supuestos decisivos. dc orden cultural y social.
nacidos en el sene de la clase trabajadera per efecto de la
experiencia peronista. Los trabajadores cuestionaban, en un
sentido directamente basico, la legitimidad de muchas de las
vpremlsas de que partian los empleaderes. Resulta claro, per
¢l¢mP1°- que B1'aI1<1€$ $¢¢t0l'€,§_¢de lahclase, obrera negaban Ia
l3:gitimidad de cualquier tipo deyincentivo basade en c1_ pago-
"P§?F‘T¢$l41iad0s. La inslsteneia cast olbses/iva ‘con’ que 16;’
empleadores, tanto en el Congrese de Confindustrla, de 1953.
como en el Congreso de la Productividad, 1955, habian pre-
conizado la elemental necesldad de aceptar esos esquemas
indicaba su interes en afirmar, antes que la validez de les
rnecanismes especifices involucrades en la racionalizaclon, la
legitimidad de la idea de los planes de incentivacien come
base para establecer la relacion entre paga y trabajo. Aunque
es verdad que dichos planes resultaban cada vez mas atrac-
t1vo_s cemo medio para- ganar aumentos de salarlo en un
penodo de inflacien y control salarial per el gobierno, la
:Q§!1‘l'I1al‘l6I1tC insistencia de los empleadores en la aceptacion_
‘del page-per-resultados indica que ese conceptotedavia efa
lnaceptable para muchos trabajadores. '
Esa resistencia generalizada al cencepte de planes de
38 Resistencia e integracién
incentivacion y de racionalizacion arraigaba en el desarrollo.
durante la era peronista, de una cultura de taller y de planta
que traducia la nueva posicion social y politica de la clase
trabajadora en la sociedad argentina a una serie de supuestos
y afirmaciones. a menudo informales. acerca de lo que los
empleadores tenian 0 no derecho de exigir a sus trabajadores
en el marco del proceso de produccion. En ese contexto.
resulta claro que para los trabajadores argentinos langanera
legitima de mejorar los niveles de vida consistia en actualizar
los salarios basicos estipulados por los contratos y congelados
muchos de ellos desde 1950.4“ Salarios basados en pagas altas
por hora. junto, con beneficlos marginales como los aumentos
por antigiiedad, las asignaciones farniliares. etcétera. intro-
ducidos en los contratos del periodoy 1946-48, eran conside-
rados una conquista decisiva, por la clase trabajadora. Re-
presentaban una expresion concreta de lo que significaba la
justicia social para los obreros: la capacidad para ganar un
buen salarlo sinestar sometidos a presiones inhumanas dentro
del procesc de produccion.
Analogamente, el clamor de los empleadores por la revi-
sion de las clausulas contractuales que regulaban las condi-
ciones de trabajo encontro una oposicion general dc los asa-
lariados. En tanto que para la parte patronal esas clausulas
constituian un gran obstaculo para la racionalizacion eficaz,
las practicas laborales y las restantes provisiones consagradas
por ellas eran para los obreros una garantia esencial de la
calidad dc vida en los sitios de trabajo. Simbolizaban un
aspecto crucial de lo que la experiencia peronista significaba
para ellos. Expresaban en forma muy concreta el cambio
operado en la posicion sociopolitica de los trabajadores en el
marco social general, en cuanto esa transformacion era ex-
perimentada en un nivel sumamente basico de la relacion
entre las clases: en la relacion entre empleador y empleado
dentro del lugar de trabajo. Representaban. por asi decirlo, la
letra impresa de la realidad cotidiana que existia mas alla de
las abstracciones de la retorlca peronista. Encamaban lo que
los obreros habian llegado a considerar como la regulacion
valedera y esencial de la parte que les correspondia en el
proceso laboral. por lo que tendian a entender que no estaban
sujetas a negociacion entre las empresas y los sindicatos.
A Esa resistencia ideologica generalizada de los obreros a la
estrateéla’dE"sl1§“éi'r1pleadores era de indole a la vez limitada
y ambigua. Nunca involucro una critica de los Cfl_tf3}:lQ_S__SUb-
yacentes en” las relaciones de produccion capitalistas. La
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->¢,.“,._ as-T-?_.mm_-aw-.-. ....a..,_..‘._,.“.»..w...._._._.
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La resistencia peronista: 1955-58 89
oposicion a la racionalizacion nunca fue extendida al caracter
de negacion 0 duda del derecho de los empresarios a manejar
sus plantas. Existen escasos indicios, por ejemplo, de que los
trabajadores. en medio de la batalla contra el taylorismo.
hayan podido intervenir ellos en ese manejo. Sin duda alguna,
layaceptacion general de la legitimidad de las relaciones Vde
firoduccion, capitalistas y las relaciones lde auiyorldaudl fconte-,
..-nidas en ellas constituia un rellejo deiciertos principios ba-
'sicos de la ideologia peronista.
‘ Pero debemos cuidarnos. por otra parte, de adjudicar las
limitaciones del desafio lanzado por los trabajadores a la
autoridad capitalista exclusivamente al peso de la manipula-
cion ideologica practicada por el Estado peronista. Tal como lo
hemos sugerldo ya en el capitulo anterior. asi como la con-
veniencia de armonia social general predicada por Peron
encontraba eco importante en la clase trabajadora. asi tam-
bién puede pensarse que el reconocimiento de los intereses
respectivos del capital y el trabajo en colaborar mutuamente
en el proceso de produccion formaba parte en aquel momenta
de la cultura de la clase obrera. Esto suponia el reconoci-
miento general del derecho de los empresarios a ejercer el
control y la autoridad. asi como la aceptacion general de un
ideal etico segim el cual la relacion entre empleadores y
empleados debia ser consensual. Esto parece haber sido re-
foxzado por una genuina intemalizacion. por parte de los
trabajadores, del orgullo en el desempefio industrial argentino,
que simbolizaba la recuperacion de la estima propia bajo
Peron.
Lo que torno este problema tan complejo y cargado de
dificultades tanto para el sector empresarial como para el
Estado fue la circunstancia de que si bien pudo haber un
acuerdo genuine y abstracto sobre la conveniencia ética de
armonia y consenso. la traduccion de ese acuerdo a la realidad
concreta de las relaciones en el lugar de trabajo supuso
versiones distintas de lo que esa situacion ideal debia incluir.
Desde el punto de vista de la clase obrera. sus nociones de
cual debia ser la fuente de inspiracion de los parametros
legitimos de la autoridad gerencial eran profundamente in-
fluidas por la cultura del taller a que nos hemos referido y. en
forma mas general, por el nuevo status de los obreros en la
sociedad. Esto significa que no obstante la aceptacion general
cle la aH6rrata"<:1"del empleador. en la practica cotidiana de las,
"‘“‘fabficas la resistencia ofrecida ‘por los trabajadores en torno de
“estos puntos represento en efecto un técito desafio a los
90 Resistencia e inlegraciim
conceptos fundamentales de la organizacién capitalista de la
produccion. Aunque no se lanzé ningfm desafio manifiesto a_l
control gerencial, el resultado concreto de la insistencia de los
trabajadores en su definicion del esfuerzo y las préctieals"
laborales aceptables en el sitio de trabajo consistio en pong;
sobre eltapete la autoridad de los empleadores dentro dc sus
fabricas.
Hacia fines del primer regimen peronista, los empleadores
habian obtenido pocos resultados positivos en lo relativo a
acuerdos laborales de alcance nacional y de curnplimiento
obligatolio por la clase obrera. La cfipula sindical. consciente
de la hostilidad de sus miernbros. firmo el Acuerdo Nacional
de Productividad estipulado por el Congreso de la Producti-
vidad. pero ese documento consistia en gran rnedida en una
declaracion de propositos simbolica‘ lo menos que los din-
gentes grerniales podian hacer en vista del considerable capital
politico personal lnvertido por Peron en la campafia. Una dc
las razones de este fracaso resiclié simplemente en la resis-
tericla ofrecida en el taller y la planta. Frente a la desmtegraeiojrr
de _la_ coaliciénperonista inicial, la ‘creclente depenjejiela en
que"'se encontro Peron respecto de la clase trabajadora y_los
sindicatos puso 'un lirnite a la presion queel Estado podi/a
ejercer en nombre de los empleadores. Este fracaso siguio
obsediendo a los empleadores argentinos. En abril dc 1956. la
Camara de Industrias Metalflrgicas se hizo eco de la misrna
queja proferida por José Gelbard en el Congreso de la Pro-
ductivldad un ano antes:
“Es urgente reestablecer la sana disciplina en las industrias
que son hoy algo asi come un ejército en cl cual manclan los sol-
dados y no sus jefes."‘“
RACIONALIZAQICN Y REPRESION EN EL TALLER Y IA PLANTA:
LA REVOLUCION LIBERFADORA LLEGA AL LUGAR DE TRABAJO
Una vez resuelto el problema del poder de los delegados
grerniales. el gobierno de Arambum dirigio su atencion al tema
de la productiviclad. Lo abordé mediante el decreto 2739. de
febrero de 1956, que autorizo un aumento salarial de emer-
gencia del 10 por ciento mientras se negociaban acuerdos dc
mas largo plazo. E1 articulo 8 autorizaba la moviliclad laboral
dentro de una fabrica si se la consideraba necesaria para
acrecentar la productividad. E1 parrafo (d) de ese articulo
permitia a los empleadores coneluir acuerdos especiales con
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La resistencia peronista: 195568 91
sus trabajadores en lo relativo a nuevos sistemas de pro-
duccién, por encima y al margen de las condiciones estipu-
ladas en los contratos existentes. Las cléusulas vigentes re-
lativas a las condiciones de trabajo y a las elasificaciones de
las tareas serian prolongadas,
“con excepcion de aquellas condleiones, elasiflcaciones y clausulas
que directa o indirectarnente atenten contra la necesldad nacional de
incrementar productividad, las que quedan eliminadas".“
Por lo tanto. quedaba bien claro que nuevos acuerdos
sobre salaries estarian sujetos a circunstancias relacionadas
con la productividad. Pocos dias después del decreto, Patron
Laplacette cornento que
“El goblemo depuesto no hizo sino ordenar al Congreso dc la
Productividad que llegara a conclusiones conocidas y se limito a
anunclarlas sin tomar ninguna medida concreta al respect0."“°
Como reaccion contra esas politicas y contra lo que
significaban concretamente en términos de peores condiciones
de trabajo y debilitamiento de la organizacion gremial en la
fabrica y en el nivel nacional, importantes sectores de la clase
trabajadora se embarcaron en la larga lucha defensiva que
llegaria a ser conocicla. en la" cultura de la clase obrera
peronista. corno (‘la Resisten<;1a"..‘En parte constltuyo una
pgspuesta defensiva“a la franca represion y al hostlgamiento de
"’Jos_\tg;a)1a]aoorg_s en el sitib d,e_tra];1ajo.‘ Casi todo operario que
pudiera "ser conceptuado un “perturbador" era vulnerable y
estaba expuesto a represalias 'al capricho del sector patronal.
Pa“f'tic'1.i1arme'nte’\(ulnerables resultaron ser los delegados gre-
miales. situacion fue por cierto tan mala. que el Partido
Socialista se sintio obligado a enviar a Aramburu, en junio de
1956, un memonal donde deploraba la contraproducente politica
del gobierno. A su juicio,
“en el arnbito obrero se considem que esta en marcha un desqulte
patronal contra ellos que se ve alentado por la politica del gobiemo
que no actiia para que se haga efectiva su promesa de garantizar la
estabilidad pues en muchas partes se han hecho despidos en masa
y se deja cesantes a los delegados en las fabricas“.“
En la aplicacion dc esa linea la policia colaboro amplia-
mente con los empleadores. Un panfleto emitido por obreros
metahirgicos de base se refirio asi a una de las estratagemas
mas cornimmente practicadas por los ernpleadores:
lit
1;? "
92 Resistencia e integracién
“El empresario que quiere desprenderse de operarios capaces
de hacerse respetar en sus derechos y cle exigir el curnplimiento fiel
de las leyes 0 convenios moviliza a la policia y ésta, por interme-
dio de la Seccion Orden Gremial de la Policia Federal. arnasa un
parte en el que siempre de una manera hibrida y con buen artificio
atribuye al obrero el proposito de sabotear la produccion. Simul-
Laneamente lo detiene y lo incornunica remitiéndolo a la Seecién que
conesponde de acuerdo al lugar donde se habria cometido el su-
puesto delito [...] no interesa ya. para los fines perseguidos. que el
procesado sea puesto en libertad [...] la medida intimidatoria se
cumplié y el despido al que se atribuye justa causa legal por el
patron se hizo sin indemnizaci6n."‘5
También era frecuente el hostigamiento dentro de-los
sindicatos. Los interventores eran con frecuencia socialistas.
radicales 0 sindicalistas que, activos en la era anterior a 1946,
ahora aprovechaban las nuevas circunstancias para ajustar
viejas cuentas. También clentro de las fabricas, en el plano de
los jefes y capataces, hubo mucho margen para la persecucién
por rnotivos personales. En los astilleros dc Rosario, por
ejemplo, el nuevo gobierno reemplazo a todos los ingenieros y
jefes de taller. Segfzn las palabras de un activista que tra-
bajaba en los astilleros de ese tiempo, el nuevo jefe de inge-
nieros era
“un social democrata rnuy gofila que habia sido castigado por el
peronismo. Entonces este hombre venia con mucho espirltu de
revancha y él, y el téenico que fue nombrado jefe de talleres se
rodearon de toda gente revanchista".“6
Esta nueva relacion de fuerzas en el plano del taller y la
planta fue una condicién vital de cumplimiento indispensable
para la aplicacion de la politica de productividad icleada por
el gobiemo. El decreto 2739 se convirtio en la Biblia de los
empleadoresy que, segfin lo autorizaloa‘ el amculo 8. procu-
raban elirninar‘ los” “obsta'cu‘los a _1a‘productividad". Conside-
rados individuahnente. esos “obstacii10s" erancuestiones de
poca monta, pero acumulados representaban mucho mas. En
el animo de los trabajadores constituyeron la decisiva piedra
de toque mediante la cual podian evaluar el cambio de cir-
cunstancias operado desde la caida de Peron y medir las
consecuencias concretas que la nueva conduecion politica del
pais significaba para su vida de trabajo. En este sentido tal
ye; hayan sido de mas importancia. para confinnar la lealtad\
peronista de la mayoria dc 1os'trabajadore's,"fque la cuestiori
lisa y llana de los salarios. ~ ~ " ' ' '
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94 Resistencia e integracién
industria. E110 se debio en parte a la actitud ambigua del
gobiemo cuando hubo que interpretar la ley frente 3 C3808
rea/les. En este sentido los tribunales de arbitraje y los fun-
cionarios del Ministerio dc Trabajo no fueron uniformemente
favorables a los empleadores y parecieron vacilar ante la
incorporacion en masa, en los contratos existentes. de nuevas
clausulas sobre acuerdos en materia de productividad. Esta
ambigfiedad por parte del gobierno se explica en cierto modo
por la resistencia que provocaba en la clase obrera la ofensiva
en favor de la productividad, cuya eficacia se redujo. Pero cua-
lesquiera que hayan sido las limitaciones de la implantaclon
general de nuevos planes dc trabajo, el efecto total de la
supresion de clausulas que regulaban las COI1dlC10l'l€S.dC
trabajo y el ataque contra la organizacion laboral en el nivel
de taller y planta fue tal que los obreros consideraron este
periodo como uno de abuso empresarial sin restricciones. Un
pertodico sinclical lo expresé asi:
“En particular los empresarios intentaron ignorar y debilltiir 8
las comisiones intemas [...] todos estos casos nos dan la pauta de
que estamos frente a un revanchismo desmedido e injustificado dc
los industriales.“5°
ORGANIZACION 13$ LA RESISTENCIA EN ms FABRIcAs
Z)
Fue precisamente para defenderse contra ese "revanchismo"
apoyaclo por el gobierno que los trabajadores emprendieron en
las fabricas un proceso de reorganizacion que apuntaba a
mantener las conquistas logradas bajo Peron. Se trato dc un
proceso fundamentalmente espontaneo y localizado. Un acti-
vista de base 10 describié en los siguientes térrninos:
“En realidad todo se da en un proceso larvado, embrionario y
gradual que surge de las bases rnismas del movimiento obrero y que
no es domlnado por los viejos burécratas pero tampoco eonsigue
consolldar en la direccifm ni siquiera local en Rosario ni siquiera
nacional [...]. en realidad es un poco como son islotes. Porque yo
recuerdo que nosotros. los hombres de ATE en Rosario empezamos
a formar una agmpacion semiclandestina. la mayoria eran joyenes
que no habian tenido participaeion antes del 55 y aparte teniarnos
muy poca vinculaclon con otros gremios. Recuerdo que aparte de
reuniones en casas parttculares la finica comunicacién con_ otra
gente gremial que teniamos era con vitivinicolas, UTA, ATE de Puerto
Borghi y madera."5‘
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La resistencia peronista: 1955-58 95
Esas agrupacionesVsemiclandestinas, que a menudo se
reurfian en casas pnvadas, basaron su actividad en cuestiones
*n'ruy“c‘oncretas. En el caso del grupo que se acaba de men-
'z§ionar, una de las primeras medidas adversas contra las
cuales se organizaron fue la supresién de la jornada de 6
horas para el trabajo insalubre y la no provision de ropa
protectora. Mas comiin como motivo de encuentro y de orga-
nizacion fue la defensa de los delegados gremiales. En CATITA,
gran planta metaliirgica cle la provincia de Buenos Aires, se
efectué en diciembre de 1955 una huelga exitosa contra el
despido de varios delegadossz En el Ifiigorifico Lisandro de la
Torre, cle la Capital Federal, se realizaron en abril de 1956 una
movilizacion y una huelga contra el'arresto dc tres delegados
por el interventor rnilitar. Dirigio la huelga un comité inte-
grado por militantes de base y al eabo de 6 dias los delegados
fueron puestos en libertad.“
g No todas las luchas tuvieron el mismo éxito, pero hacia
mayo y junio de 1956 habia cada vez' mas signos de la
"creciente,confianza obrera y la mayor organizacion de comites
T 'se"rniclandestinos. Tanto en el frlgorifico Swift de Rosario como
'*énc“"el'd‘e Berfsso comités no oficiales organizaron huelgas
también exitosas con motivo de los mismos problemas.“ El
comité no oficial que habia organizado la huelga en la planta
"Lisandr0 de la Torre fue reconocido oficialmente por el inter-
rventor, en el mes de junio. como refiresentativo dc los tra-
bajadores. Por supuesto, no se trato de un proceso uniforrne:
mucho clependio del estado de organizacion sindical que se
hubiera alcanzado en cada fabrica antes de la revolucién de
setiembre. Bajo Peron. los trabajadores de la carne habian sido
uno de los gremios mejor organizados y mas militantes. También
representaban un sector decisivo de la economia. Era obvio
que a trabajadores de sectores menos importantes y con
menor tradicion de organizacion militante les resultaria mas
dificil abordar la tarea de reorganizarse en gran proporcion
clandestinamente. Incluso en los frigorificos la organizacién de
esos cornités fue en gran medida un proceso que se cumplio
planta por planta. El caso fue que para mediados de 1956 esa
corrlente adquirié mayor impulse y que las autoridades mili-
tares designadas en la intervencién de varios otros sindicatos
les otorgaron un reconocirniento dc hecho.“
_I:,3se_ mcanocimientog ;;le__ los \cornités_no.of,iciales significo,
por parte de los inilita’res.‘“'1a‘admision de que’ no habian‘
acertado, en vista de la respuesta dada porlas bases obreras,
a eliminar efectivamente las comisiones internas 0 erradicar de
96 Resistencia e integracién
ellas la influencia peronista. Una conclusion similar se derivo
de las elecciones de delegados ante las comisiones qge,1le-
gociaban salarios. Esas elécciones empezardn en rn_a_r;_Q _ 51;;
1956, y a despecho cle las maniobras efectuadas po,r__ los
interventores con el fin dc asegurar la presencia de mayoria§
antiperonistas, en la mayor parte de los sindicatos fuerori
elegidos delegados peronistas. En Alpargatas, la mayor planta‘
textil del pais, mas de 12.000 obreros votaron por la lista
peronista, en tanto que la lista socialista solo recibio 400
sufragios.“ Alli donde las maniobras de los lnterventores
imposibilitaron la realizacion de comicios llbres, los cornités
no oficiales organizaron abstenciones en gran escala y cam-
pafias de “voto en blanco". t
La tendencia demostrada por las elecclones para las
comisiones salariales fue confirmada por las que se realizaron
en agosto, setiembre y octubre para designar comisiones in-
ternas. La convocatoria misma a esos comiclos fue por si sola
una admision. por las autoridades, dc que no habian podido,
en vista del creciente nfimero de comisiones no oficiales,
irnponer a representantes obreros designados por los milltaresl
En octubre, la Cémara de Industrias del Calzaclo denuncié
ante el Ministerlo de Trabajo que
“en la mayoria de las fébrlcas los dirlgentes obreros vuelven a ser los
mismos que en épocas que conslderabamos superadas entorpecieron
con sus actitudes el normal desenvolvimiento de las tareas. Todos los
cargos caen en manos de indudables adlctos del regimen depues-
to".57
Esta confirmacién del dominio de la clase trabajadora por
los peronistas en el nivel de planta arraigaba en la lucha por
defender conquistas inmediatas. En un importante sentido
nunca se habia dudado de esto. nunca se habia registrado una
oscilacion de las opiniones por la cual hubiese podido pen-
sarse que la lealtad al peronismo era jaqueada con éxito. Al
describir la respuesta inicial de la clase trabajadora al golpe
de setiembre de 1955, un obrero peronista, al que citamos en
el capitulo anterlor, habia dlcho que “clefendimos instintiva-
mente algo que sentiamos estar perdiendo".v_El golgierno cle
Aramburu-Rojas inmediatamente dio un contenidorconcreto a
ese “algo”. Los ataques a las cornisiones intemas, el “rev_ag-
chismo" general en los lugares dc trabajo. la ofensiva contra
las condiciones laborales, todo ello explico muy clara e in-I
mediatamente qué era lo que se perdia y sefialo el contraste
con la era peronista. La politica del nuevo gobierno yo de los
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La resistencia peronista: 1955-58 97
empleaqores_rg;fq1zQ cjirectarnente la identificacién de Peron y
//g1iB61:OI1iS:iI1§)kVCOn esas ezrperienciaa concretas y cotidianas de
_;__los trabajadores. Lo cual tamoién fuelisulbrayaclo por la actitud
dc otrossectores que bregaban por conquistar la opinion de
"m1Aa\ clase oprera.‘ ‘ ‘ "
SOCIALISTAS Y COMUNISTAS EN LA EPOCA DE ARAMBURU
La posicién de los socialistas era particularmente ambi-
gua. Consideraban que la Revoluclon Libertadora tenia por fin
restablecer la democracla y poner fin a la tirania de Peron. En
cuanto tal no era la revolucién de una clase, sino que mas
bien representaba las aspiraciones unidas de todas las fuerzas
democraticas. La prensa socialista recordaba con frecuencia a
los empleadores y al gobierno que la rcvoluclon no se proponia
enfrentar a la clase obrera y que los ataques contra los
salanos y las condiciones de trabajo constituian una traicién
a sus propios ideales. Sin embargo. a la vez advertian que
librada a s1 mlsma la clase trabajadora continuaria. en su
mayona, siendo lea] al peronismo. En vista de ello, era preciso
reconocer la necesidad dc limitar la actividad peronista. tanto
pollticamente como en los sindlcatos. Esto condujo a los
soclalistas a adoptar una actitud amblvalente ante las medi-
das gubernamentales que afectaban a la clase obrera y los
gremios. Por un lado. crlticaron ablertamente a los mllitares
por coligarse con los empleadores en el ataque a las condi-
clones y derechos basicos de los trabajadores. Por otro, tam-
bien condenaban al gobierno cuando reconocia las comisiones
de tralaajadores de base. domlnadas por los peronistas. que
defenclian aquellas condiciones y derechos. Tal como muchos
otros demécratas declarados de aquel tlempo, los soclalistas
6Stabfl1_1M§ga]Qc_lg_sA__en>nnwcirculo vlciosoi en vista de que los
frtgabgjfadonegg £I9l1tI'3fl8Il;lénté a l’o1_es;pei'ado"’de_‘ellos. nollcom;
flprendlgilqL!€,__§t}"habian equivocado alapoyar a Peron. ‘ahora
‘ resultaba claro _qne_ la aplicacion de los' prlnciplos democra-
YU_C0S <;0l1fl_n1flaria Ila lealtad de la clase trabajadora a]_pC_I'Qf
niernozwantitesis rnisma. segfln los socialistas. dc la libertad y
la @i@m°£¥a2£=1- ' ‘A “ " e " A
U Mas ‘at’\r'1,';'los sociallstas y otros militantes no peronistas
no se avenian af aceptar las‘imp1icac_iones_vgle Lina, elipetlfincia
de diez afios de sindicalismo y de niejoraifiiento de los salaries
y condicionés de trabajo con el respaldo del Estado. A juicio
de todos ellos esto habia-significado una desviacion del de-
93 Resistencia e integracién
sarrollo saludable del movimiento obrero, proceso doncle tra-
bajaclores de insuficiente nivel intelectual habian sido desca-
rriados por un demagogo corrupto. Las ventajas obtenidas, por
lo tanto, estaban manchadas en un sentido moral por su nexo
con un gobierno paternalista y democratic0._<1a p{%§§tiCa.
esto condujo a que se asociara a los Sociallstas con la pglitica
’ del gobierxio y los empleadores, circunstancia claramente
simbolizada por las figuras de erninentes socialistas en la
jefatura de sindicatos intervenidos.“ A
Sin duda alguna, esto fue un problerna particular de los
dirigentes socialistas anteriores a 1946. Sin embargo, incluso
los militantes de base se encontraban desconcertados cuando
intentaban identlficarse con las luchas obreras. elementales y
en gran medida espontaneas. que tenian lugar en ese mo-
mento. Esos socialistas representaban una tradicion diferente
y otro concepto de actlvidad organizada dc la clase trabaja-
dora. Acerca de una huelga espontaneamente declarada por
los conductores de omnibus de Buenos Aires, un militante
socialista deploré:
“Una huelga gremlal se prepara y se decide: gencralmentfi S6
anuncia con actos y declaraclones prellminares tendiendo a lograr
con esa primera manlfestacién coactiva la finalidad que se persi-
gue.“59
Esta actitud lcs dejaba escaso terreno comun con los
.peronistas que integraban las comisiones no oficiales.
5 Durante todo ese pcriodo cl Partido Socialista observo
Q13 ‘ —oficiflrrlejitewfina“actitud'de"‘sup'erioridacl\ moralfde queja y dc
“‘~ad;fionic16fr_eonfif1_ua at la clase obrera por su incapacid‘§ad_i'para
‘”’ ‘ cornprender que sus '\ie"rclad"e’ros intereses se eneontraban al
1 margen(fd'el>_fpefonismo. Su politlca oscilé entre refrcndar en la
practica las medidas del gobierno militar y proclamar la necesidad
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W“ '\\ de una regeneracion moral y~una reeducacion de los traba-
\
jadores peronisfas. Un editorial de La Vanguardia se lamen-
p \taba asi:
“La auténtlca masa obrera [...] no ha podldo ser asistida mo-
ralmente por quienes tuvieron la virtud cle mantenerse lejos de la
contarninacién demagogica y del bajo electoralismo. Aunque resulte
dlficil explicarlo esta masa obrera no ha podido todavia ser liberada
de influencias tan regreslvas como perniclosas."“‘°
Stblen los comunistas comparnan muchas de las mismas
actitudes ‘basicas frente al peronismo y su iniluencia sobre los
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La. resistencia peronista: 195558 99
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trabajadores, en general adoptaron un enfoque mas realista.
’Ai1nquc tomaron parte en algunos de los ataques iniciales
lanzados contra los sindicatos peronistas en setiembre. pronto 4
adoptaron en las fabricas una linea de trabajo junto a los
<Lbl§I95<,.I2¢}'Q_Qi§L%§, > §;1t.,c1c13=nus,a, t dq 1as.:1;f:ni1iclonéLs*
slabpralfis yd
/la permanencla de los’ delegados_g;'e_rnja_les. Esto signified para
‘los comunistas el problema de que luchar junto con los
‘4—»‘
peronistas esencialmente en el mismo terreno lcs dejaba
practicamente muy poco que les permitiera diferenclarse dc
ellos 0 que pudieran ofrecerles para atraerlos a sus propias
filas. Si bien en ese tiempo trabajaron con los peronistas en
muchos sindicatos y fueron aceptados por los peronistas dc
base como aliados en una forma en que muy pocos socialistas
lo fueron, nunca hicieron peligrar el poder del peronismo
sobre la mayoria de los obreros. Fuera del terreno de la lucha
“por” un"'<>1aj¢£i<;6 inmediato, el ‘Partldo Comunista como tal
inspiraba fuertcs recelos. En parte esto reflejé recuerdos del
anterior antiperonismo del PC, y en parte sospechas sobre la
eétrategia general de ese partido en ese momento, en que
parecio apuntar a lograr la aceptacion del PC como fuerza
esencial del campo “democratico”. Muchos obreros peronlstas
sospecharon que la linea dura adoptada por los comunistas
en el campo gremial era negociable por una apertura que diera
entrada al PC en el escenario politico.“
Hasiafinqs dc 1956 ‘=1 g<>12icm<>v,habia 11!=s=1dfi> a a°¢Ptal:.
con renuencia. q»;1'e‘era irnposlble borrar tranquilamente el
‘p‘ero‘rifsi'rio de los sindicatos porfnedio de decretos 0 simple
'represi6riffTamb'ién se convencié de la falta de 'viabilidad de
otros candidates al liderazgo de la clase trabajadora. La po-
litlca que emergio de esta vision consistié, en general, en
mantener la linea dura y en una tentativa por clisminuir el
continuo domlnio absoluto del peronismo en los gremios. Se
adoptaron medidas para debilitar todo futuro movimiento
sindicalz garantlzar la representacion de la minoria, permitir
"que los trabajadores de cada lndustrla fueran representadoswi
por mas cle un solosindicato, otorgar a los organlsmos locales
de la CGT autonomia respecto de la central obrera. Ante todo
el gobierno de Aramburu intenté. en las eleccidnes sindicales
que~—empezaron"a efectmarse de’ ocfiibre ’de l9'56"en adélaifté.
porter en manos de los antiperonistasauna porcion significa-
tiva, aunque minorltaria, del. movimlento gremial. Se estimo
title con un gradoysuficiente de lntervencién del gobierno y
manipulacién por paxte dc los interventores militares en ese
proceso electoral, el avance peronista en el mbvimiento obrero
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La resistencia peronista: 195558 103
Raimundo Vill3fl°T- Iniembro clel cornité de metalfirgicos de
Avellaneda, describié asi. afios después la forma en que los
29 integrantes dc ese comité fueron arrestados finalrnente por
la policia:
_ “Eramos veintinueve miembros del plenario cuando llegb la
bngafia con _camiones. toda la patota [...] los estaban Subiendo 31
f:5::;’]1;SP°113:éal- I-adglente se amontonaba y la policia dijo que eran
_ b ..‘q gran e. una banda dc 29 ladrones. Entonces ellos
grita an. [No somos ladrones, somos obrerosl' Pero lgual los llevaronf‘6"
Bajo Peron los trabajadores habian padecido los efectos
de la inflacxon y soportado tiempos dificiles. pero rara vez
habian sido cazados y tratados como ladrones.
NOTAS
‘Critica. 19 de setiembre de 1955.
’Critica. 21 de setiembre de 1955.
3 - - .
_ _ sanuago 5¢r16I_1 Gonzalez y Juan Carlos Torre: Ejércilo y
sindicatos. Buenos Aires. 1969. pég. l2.
‘;Ibld_. pag. 33. K
S El gbrero Ferrovznrzo, octubre de 1955. Un fenomeno similar
e presen 0 en los smdlcatos de obreros del petréleo. de la Came y
del vestido.
SCGT. 7 de octubre de 1955. '
"lbi'd.
B » . _ ‘
octubreI:aun:air;1gfk:r1rdw:' el diam) Sromahém’ puphco hacia fines dc
atacé enér mam HEBCIIOH sobre la sltuaclon _slnd1cal en Rosario doncle
la Sade dé‘; hi £181? alacutud de las autoriclades locales de devolver
tomada par una Cgmgiégerlgiggtas. <_i¢l§Pues_d€_ qtie hubiera sido
Vanguardia del 27 de octubre dc lS5\§lé3lSta/Sl!'1dlCallS[a. Vease La
9Véase Senén Gonzalez y Torre" Eercit ' ’ '
90_ . . - Jv _ 0 H Svfdicatos. pags. 87-
miugir 81:‘ relatlvo a chferentes respaldos civiles de distmtas tendeneias
i‘; ‘(Iii-izica,1 Zddlel noviembre de 1955_
'ease a _e araciim fommlada al respecto por Cerrutti Costa
Zlgerizngghgonzalez y Torre: Ejército y slnriicatos, pégs. 137-43_
Luis Ernesto ¥,0?isag}?elg9s y ages dc Lenard‘ cl? esc period‘) véansc
L0nardi' Mi ad at L1 los es Just“ B“°"°$ AIRS» 1958- y Marta
12 éfinénpcorzzyl a rerllioluclon .riel_ 55, Bnenos Aires. 1980.
:1bsd., pélg. 37? y Orm Ejemm y smdmt°s' mg‘ 139'
La Nacibn. 24 de setiembre de 1955 menci tirot
Se produjeron en Avellaneda con intervencién OI}; “eI?;1Se;:1t::
ll; 3
106 Resistencia e integracion
“R. Mallon y Juan Sourrouille: Economic Policy 'Making in a
Conflict Society, Cambridge, Massachusetts, 1975, pag. IQ. Hay
version castellana. Un autor calcula que la Parte correspondiente a
los salarios en la renta nacional bruta declino del 49.5 por ciento fin
1,955 al 47.3 por ciento en 1957. Véase Clarence Zuvekas _(h.2:
“Economic growth and income distribution in post-War_Argeni1na.
Inter-Arrwrican Economic A_[fairs, vol. '20, ng 3. 1966_. pagS- 19'39‘
“Entrevista con Ernesto Gonzalez. Buenos Alres. febrero de
1974.
66V0la.nte en poder del autor, sin fecha. pero puplicado por
grupos de base a principios de enero de 1957. Una informaelon
publicada por La Vanguardia el 3 de enero de 1957 confirmo la
noticia del incidente. _
67 Rodolfo Walsh: ¢Quién maté a Rosendo?, Buenos Aires. 1969.
pég. 19.
3
Comandos y sindicatos: surgimiento del nuevo
liderazgo sindical peronista
“No teniamos armas. no podiamos hablar, ni
vokar. ni hacer nada. No teniamos explosives: el
sabotaje era la (mica manera que teniamos de
enfrentar esta banda que nos explotaba. No
teniamos liberlad de prensa, nada. Todo lo que
teniamos era el Decreto 4161 que decretaba que
con solo mencionar a Peron podiamos ir en
cana. No ]JOdi8.\TlOS tener nl siquiera una foto de
Peron en nuestras casas. Asi que recurrimos a
los cafios."
Juan Carlos Brld
vnwos Y NUEVOS LTDERES SINDICALES
Quiencs dirigieron las huelgas dc 1956, y quienes re-
Msiiltaron elegid‘o‘s‘ en'los""sindi"catos donI1l‘c"se peiinmé la nor-
Wfiializacion, eran en gran ‘medida figuras n1leVas"surgidas en
_“'é11f¢1‘1_rso_,fii'e' las 1_uc_l1as suscitadas yen las fabricas yr, talleres
i§é_sde lacaida dt; Heron“ En’ cl vacio créado por el decreto
7107, que proscribio a muchos dc los que eran hasta entonces
dirigentes gremiales, adquirieron naturalmentc prominencia
los activistas que se habian distinguido en la accion diana en
los sitios de Uabajo. La actitud do éstos frente a los anteriores
lideres gremiales es bien ilustrada por la despectiva descali-
ficacion que Sebastian Borro pronuncio de los antiguos diri-
gcntes dc su gremio, el de la came, quienes
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108 Resistencia e integracion
“gritaban mucho ‘Viva Peron‘ pero no hacian nada [.n].Eran hombres
que esperaban todo desde arrlba, nada de lucha de abajo. Y se ve
eso cuando cae Peron. Alli empieza nuestra lucha en el frigorifico
Lisandro de la Torre; comenzamos con un pequefio grupo, casl toda
gente nueva, habia tal vez 2 0 3 viejos dirlgentes que no habian
desaparecido".‘
No todos los antiguos dirigentes se eclipsaron del esce-
nario o fueron victimas de semejante desprecio. Algunos habian
adoptado desde el principio una posicion de intransigencia y
mantenido un relieve propio entre los militantes de base. Au-
gusto Vandor, rnetalurgico, Miguel Gazzera, de los ficleeros. y
Amado Olrnos. del personal no médico de hospitales, constituye-
ron ejernplos de jovenes lideres surgidos como importantes fi-
guras en sus sindicatos en las etapas postreras del regimen
peronista y que ahora, desde la carcel. continuaban influyendo
sobre sus gremios. Cuando un dirigente anterior habia man-
tenido su actitud de lucha, los nuevos lideres elegidos en 1956
y 1957 con frecuencia se consideraron a si mismos como
reemplamantes provisionales hasta que aquél pudiera volver a
ocupar su posicion.
\ hos antiguos dirigentes que optaron por seguir iniluyendo
en los grernios y en’ el moviniiento peronista en gengiral
empeiaron. Wen V1956, a organizarse entre _si. En 1957 ya
existian cuatro grupos principales: la CGT Unica e lntransi-
gente, el Comando Sindical, la CGT Negra y una entidad
llamada simplemente CGT. La rnayoria de esos grupos tenia,
en el mejor de los casos, una iniluencia muy limitada sobre
los militantes de base. Su influjo aumento algo cuando so
unieron, en julio de 1957, para formar la CGT Auténtica,,_c,o,n
Alndrés Framini en el cargo de secretario general. Frarnini era
realmente un caso tipico de la especie de influencia residual
que ejercia la CGT Auténtica. Dirlgente de los textiles desde
comienzos de_los afios 1950-60, su actitud intransigente Tlesde
noviembre de 1955 y su encarcelafniento habian devuelto
algfin lustre a su decaida reputacion entre los trabajadores
peronistas.
v Entre esos grupos y la nueva dirigencia emergente hubo
fricciones. Reflejaron en parte distintos temperamentos. (life-
rentes clases de personas y distintas préeticas sindicales. Los
nuevos lideres. que en gran mevdida habian surgido de una
lucha derpocrética espontanea y de facbo en las plantas y
talleres, tendieron a llevar esa experiencias a las practicas de
‘los sindicatos renormalizados. Muy pocos de ellos habian
tenido alguna experiencia della jerarquia sindical peronista,y
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Efti "‘
La resistencia peronista: 1955-58 199
en general debian sus posiciones actuales principalmente a su
actividad en la resistencia diaria a las politicas de los em-
presarios y del gobierno. Existia por lo tanto una estrecha
identificacion entre los rnilitantes de base y los nuevos lideres.
jffesto reflejo en una mayor democratizacion de‘ la practice?
‘sindical. Sebastian Borro, lider obrero enlel Frigorifico Lisandro
de"la Torre, recordo:
“Una vez un general me dice. ‘Listed permite que hablen los
comunisias'. Yo le dije:
‘En mi gremio yo practico la democracia sindical. Todos los
afiliados tienen derechos y responsabilidades. Yo respeto los derechos.
ellos tienen que cumplir con las obligaciones.“‘2
También Alberto Belloni recuerda que su sindicato. en
Rosario. celebraba regularmente reuniones a las que asistian
mas de 300 trabajadores aun antes de que la entidad gremial
hubiera sido formalrnente normalizacla? Esta mayor inter-
vencion en los asuntos sindicales no solo reflejo una actitud
distinta por parte de los nuevos lideres sino también el deseo,
por parte de los trabajaclores mismos. dc asumir un papel mas
activo. Tal posicion fue robustecida por la indole cle la lucha
rque se libraba en aquel mornento. Frente a un Estado hostfl
y condenada gran parte dc la actividad gremial basica a una
-legalidayd a medias. que solo dejaba muy poca estructura
burocrética formal en condiciones ‘dc ser utilizada, se opero un
inevitable aumento de la participacion del militante cornun.
Ademas de sentirse amenazados por ese nuevo espiritu, los
antiguos dirigentes se resintieron al verse obligados a quedar
al margen y observar como sus sindicatos se ponian cada vez
mas fuera do su alcance. Ese sentimiento se intensifico a
meclida que. durante todo 1957. fueron surgienclo mas es-
tructuras formalizadas que contribuyeron a definir el perfil
del movimiento. en gran medida espontaneo. de 1956.
LA INTERSINDICAL Y LAS 62 ORGANIZACIONES
A comienzos de 1957, algunos de los gremios normali-
zados crearon una Comision Intersindicalcon el fin dc pro-
mover el restablecimiento complete de todos los sindicatos
mediante elecciones libres, la reapancion de la CGT, la sus-
pension cle todas las restricciones legales que trababan la
intervencion en cuestiones sindicales y la liberacion dc todos
los encarcelados por sus actividades gremiales. La fuerza
1
,
ii
i
La resistencia peronista: 1955-58 111
Solo cl surgimiento de la lntersindical posibilito alcanzar
cierta coherencia en la organizacion de las fuerzas peronistas
en el ambito gremial. En 1956 la lucha habia sido local,
atornizada: los activistas de un sindicato apenas sabian lo qu‘e
“s'ficedia"fiiera de’su gremio y. con frecuencia, fuera dc su lugar
/dE1T'ab‘ajoL El espacio fconcedido por Aramburu al pasar de una
‘polmca de francarcpresion 'a una solution mas realista del
“problema de la clase trabajaclora" fue ocupado y usado por los
nuevos dirigentes para consolidar y organizar las posiciones
ganadas durante 1956. Esto confifio mayor coherencia iam-
bién al movimientoy peronista clandestine. al proporcionarle
una estructura institucional de la que carecia desde la pros-
cripcion del Partido Justicialista y la CGT en noviembre dc
l955.»l?or,__ ejemplo, solo gracias 'a la aparicion de la Intersin-
digal empezaron a llegar regularmente las ordenes de Peron
“a lofs lidéres gremiales y p01’_éSt0S a las bases. Analogamente,
:Qo§__int_ennedio de los sindicatos se organizo en gran medida
la campanaiavorable al voto en blanco en las elecciones
ffiiacionales cc/lebradas en julio dc 1957 para designar a la
"convencion constituyente.
’ l Este progreso en el plano de la estruciura fue confinnado
y acrecentado al funclarse las 62 Organizaciones,~entidad que
emclfgio del congreso realizado en setiembre de 1957 para
“norrnalizar la CGT. El interventor militar de‘ la CGT, capitén de
-*n‘a§ri0 Patron Laplacette, habia intentado. mediante la purga
‘delas lisias comiciales internas en algunos sindicatos dondé
’los'antiperonistas ienian influjo. asegurar una considerable
-presenoia de éstos en dicho congreso. En setiembre, los so-
cialistas y'otros_ant1pe'ronistas dominaban en los sindlcatos de
lernpleaclos de comercio, bancarios y empleados pfiblicos, ademas
de controlar los sindlcatos donde habian ganado las elecciones
fen 1956, los mas importantes de los cuales eran los graficos.
"los rnunicipales y los trabajadores del vestido. Por afiadidura.
dominaban muchas seccionales de la Union Ferroviaria, principal
sindicato del rlel, Patron Laplacette calculo que si iriilalga
consideralqlemente, las fcifra‘s"'E'le"ai'1"li‘ad‘os‘ 'de Qescis 'sindieal9§
»logralj§'aségiirarles la mayoria qe ‘los/delegadoslante al“e6i§gi¢;
"s,o.7f’ _raE:asar este fprQ,éedirniento",y,;enoonirar§él lo§‘antipe-
“ronisfas ‘en fninorja en la cornisioh defi13%E‘s/?j“\i”'e"i7erificaba
las’ 5re\cléfile’smd‘é"l0s clelegados. algandonaxropny el congreso.
Los sindicatos que se quedaron, p'firIcip“alrrie(nte peronistas,
“auhqiie'tarnbién"algunos doi’1de'habia ”infl1i‘e'ncia comunista,
surnaron un total de 62 organizaciones, que se constituyeron
oomo agrupacion bajo ese tifulo. Los eomunistas no tardaron
F3
-»/
5;;
‘ Q
112 Resistencia e integraciim
en apartarse, para formar un cuerpo de l9_gr_er,nlos_ contro-
lados, por el:lo§ZAl;6§”sifid‘iEa\t’6s arifi’p*e‘r’o‘rT§t\a‘s,“que se habian
alejadoldel congreso. constituyeron una rama distinta conc-
cida como las 32 Organjzaciones llemgcréticas.
El‘ surgirniento‘ de was 6’2“’Or'g"anizaciones fue un aconte-
cimiento importante. pues no solo confirmo la dominante
posicién de los peronistas en los gremios, sino que adlengfas les
proporcioho una entidad totalrnente peronista mediante rla
cual podrlarlfactuar y presionar sobre cl gobierno en una vast;/1'
esfera sindical y politica. También confirrné algo que, en la
practica. dos’ afios de lucha desde la caida de Peron habian
demostrado: los sindicatos constituian la principal fuerza
organizadora‘ y la ‘expresion institucional/_g'l_elv pe_ronisn19_e:n_l\a_
era posterior a 1955. Las 62 _ Qrg/gn}gQC,l0I1A§s..v\r_§fl§j?,1"li19__>18
creciente confianza dfe los>;fZi1:E§§1ii)QQlf§_SWQ§,baS6,.,aK1QI-11l§IDQ.l4ga
politica muy niflitan‘te.l qué-se.~traduj,91_e'n,1as huelga§,generé.1!@S
del 27 defsetiembre y del 22_“,y 23 de ootubre, declaradas en
protesta contra‘ las po1iticas_‘e_con?>*r11iEa yT,fg'f§rI}ia_1 dd gQb.?_§.m°'
Este respondio con una'nueva’o14a de intervenciones y arrestfos
de dirigentes sindicales. En dlciembre do 1957, ur1a,r'cul3i_(>n
publica preparada por las 82“fQrganizac{0nes fue, disper_sa_da
por la policia.-que detuvo a los, oradores. y adernas fueron
nuevamente intervénid'os'lo§""§indicatos.‘ Estas medidas caye-
ron sobre gremios industriales muy importantes, como los
metalurgicos. los textiles y los de la carne, pero el gobiemo no
logro quebrar la capacidad de los sindicatos peronistas para
actuar como fuerza organizadora de la totalidad del peronismo.
Lo cual quedé claramente demostrado por el papel que las 62
Organizaciones desernpefiaron en la orientacion del voto de la
clase trabajadora en las elecciones presiclenciales que llevaron
a Arturo Frondizi al poder en febrero dc 1958.
SABOTAJE Y GRUPOS CLANDESTINOS
El repudio popular del gobiemo militar y sus politicas
recurxio a canales de expresion que estaban al margen de la
esfera especificamente sindical. El término “la Resistencia".
que llego a constituir un punto de referencia decisivo en la
cultura politiea peronista, tenia connotaciones rnasarnplias
que las correspondientes al proceso de defender las condi-
ciones de trabajo y la organizacion en las fabricas. En cl
folklore del movimiento -folklore que integré la ideologia de la
clase obrera después de 1955-. la resistencia en las fabricas
La resistencia peronista: 1955-58 113
estuvo indisolublernente ligada a la resistencia en otros te-
rrenos. Esto involucro una heterogénea mezcla de actividades
dc distintos tipos. En la conciencia popular peronista. la
Resistencia incluyé un variado conjunto de respuestas que
iban de la protesta individual en el plano publico hasta el
sabotaje individualmente efectuado y la actividad clandestina.
sin exclulr la tentativa de sublevacién militar. Todas esas
respuestas tendieron a mezclarse en una serie muy confusa de
imagenes que tiempo después serian encapsuladas por una
nueva generacién de peronistas en frases tales como “guerrilla
popular" o “resistencia popular naci0nal" y que connotaban
toda una mitologia de heroismo, abnegacién, sufrimiento,
camaraderia compartida y lealtad a un ideal, mitos que habian
de constituir un elemento decislvo en la evolucién del pero-
nismo en afios venideros.
VLa primera y mas inmediata respuesta a los actos del
nuevo gobiemo provisional adoptaron la forma de lo que
'podfi'a denominarse un terrorismo espontaneo. En la prirnera
mitad de 1956 cundio una ola de tentativas de sabotaje. Una
--infonnacién periodistica. tipica de las publicadas sobre los
hechos de esa indole, referia por ejemplo cémo en Parana,
provincia de Entre Rios, habia sido arrestado un grupo por
perpetrar una serie de acciones tales como pintar consignas,
tratar de incendiar un depésito de granos de una importante
firma cerealera, quemar vagones ferroviarios e intentar el
incendio de un local dc la Union Civica Radical. Los detenidos
fueron un conductor de carniones. un empleado ferroviario y
otras dos personas, todos ellos de “condicion humilde".8 La
prensa publicaba a diario muchas informaciones de este tipo.
Un blanco particularmente vulnerable fue el sistema ferro-
viario. En Tacuari, provincia de Buenos Aires, a principios de
febrero de l956,“de un convoy de 27 vagones saltaron de los
rieles la locomotora y los primeros siete vagones". por lo que
fueron detenidos dos empleados del ferrocarril.9 Hechos como
éste fueron poco menos que cotidianos, junto con los come-
tidos contra otro blanco predilecto. las plantas de electricidad.
Al mismo tiernpo se‘desarrg_lAlaba\dent1-o de las fabricas
una creciente Kactividald de sabotaje. La ‘situacion fue ejern-
plificada por una fabrica de vidrio de Berazategui, cuyo pro-
pietario denuncio los dafios constantemente causados a la
maquinaria y los bajos niveles de producci6n.‘° Tan solo en el
mes de febrero, en el Frigoxifico Wilson. de Avellaneda. se
realizaron tres actos de sabotaje, uno de los cuales determiné
el cierre de la planta por varios dias.“ La situacion Ilego a ser
g4-
- 1
l
\
l
114 1, Resistencia e integracién
lo bastante grave como para que la Direccion Nacional de
Segurldad se sintiera llamada a advertir a la poblaciénz
“IA ley callfica como sabotaje y reprime hasta con prision
perpetua al que destruyere, desorganlmre, deterlorare 0 inutilizare
en todo 0 en parte documentns, objetos, materiales, lnstalaclones.
servicios o industrlas de cualquier naturaleza [...] hace saber a la
poblaclon que las fuerzas policiales y de segurldad han recibldo
instrucclones precisas para hacer use de sus armas cada vez que
sea necesarlo impedlr la comislén de actos cle saboL'1je."12
La amplitud de la advertencia constituyo una indicacion
de la escala de las acclones que se producian. Resulta dificil
saber con exactitud que grade de organizacion estructurada
alcanzaban éstas. Parece probable que en las fabricas cl
sabotaje haya sido en gran medida obra de la iniciativa in-
dividual. manifestada poco menos que literalmente en actos
tales corno arrojar una llave inglesa en el mecanismo de una
maquina en funcionamiento, 0 un cigarrillo encenclido en el
taller de plntura de la planta. Un caso tiplco de los llevados
a los tribunales en esos dias fue el de un obrero textil acusado
dc destzuir kilometres del hilado de algodon y paralizar asi el
turno de noche en su fabrica.“ En un caso similar, se acusé
a dos obreros metalurgicos de destruir maquinaria vital para
todo el proceso de produccion de su fabrica.“ Tal vez mas
comunes fueran otras formas de sabotaje lndirecto dc la
produccién consumado por los trabajadores como rnedio cle
‘gelevar su protesta. E1 propietario dc una fabrica de zapatos del
lpartido de Matanza, muy cerca dc la Capital Federal, se quejo
ante la policia dc que la calidad de sus productos habia
geclinado espectaculannente.“ En la industria procesaclora de
alimentos, un método de sabotaje bastante comun consistié
jen poner vidrio molido en las latas de conservas: hubo aun
’otras maneras dc arruinar los alimentos envasados.
‘ Por otro lado. también resulta claro que desde prlncipios
de 1956 existian los gérmenes de una organizaclon muy
caética y basada en grupos locales. En muchas zonas grupos
de trabajaclores. a menudo de la misma fabrica. empezaron a
reunirse regularmente y planificar acciones. Esto fue parti-
cularmente asi en el caso de los ferrocarriles. En marzo de ese
afio un grupo de diez ferroviai-los.fue acusado dc planear
y ejecutar actos de sabotaje en el Ferrocarril Belgrano, en el
Gran Buenos Aires.“ Juan Vigo. figura importante en el
rnovimiento de resistencia de ese tiempo, estimo que en abril
de 1956 existian en el Gran Buenos Aires mas cle doscientos
La resistencia peronista: 1955-58 115
“comandos", de los que formaban parte alrededor de 10.000
hombres. si bien “el control que habia sobre esos 10.000
hombres era muy relativo".” En esa etapa. muchas de esos
“comandos" estaban formados Exclusivamente por obreros y
“fbasados en una fébrica 0 grupo cle fébricas particular. Vigo
‘describe 1111 grupo tipico de esa clase centrado en el suburbia
de Ramos Mejia. Su jefe era un prominente lider del sindicato
de obreros del cuero y sus mllitantes pertenecian a este
grernio, a los textiles y metalurgicos y al personal dc la usina
eléctrica local.“
_ De cualquier rnanera. es evidente que también existian
incontables células clandestinas consistentes sobre todo en
» amigos que vivian en el mismo barrio y cuya inlluencia y
-accpiones estaban mucho mas circunscriptas. En el maximo de
. los ‘casos. toda coordinacion entre esos grupos, incluso en el
mismo vecindario. no paso dc ser muy débil. Esas células se
~'c0nsagraron principalmente a la pintura de consignas y la
distribucion de volantes; puesto que se trataba cle una acti-
vidad ilegal si se rnencionaba el nombre cle Peron 0 se re-
producian consignas peronlstas, desarrollarla suponia riesgos
y constituia una legitima forma de protesta. También se cllo el
caso de que muchas de esas células no estuviesen consti-
tuidas especifica y ni siquiera prlncipalmente por trabajadores
agremiaclos. Muchas contenian una suerte de muestra repre-
sentatlva dc clases sociales. Una. célula descubierta en Per-
gamino, provincia de Buenos Aires, incluia a un médico, un
subinspector de la policia local, un contratista de construc-
c1_on y un ex dirigente de la CGT local.” En Junin actuo una
celula formada por el ex intendente local, un aviador y el
capataz del taller ferroviario de la ciudad.’°
WEI1 _l_9,5§_también se intensifico el empleo de bombas
contra objetivos militares y edificios publicos. Esta forma de
qacc1'on'_exigio una ejecucion planificada y cierta experiencia en
laflfabncacion de' artefactos explosives. Actos como la coloca-
‘“cion‘de"una bomba en la fabrica militar de Villa Martelli y el
atentado contra el deposito de armas del Colegio Militar debieron
ser minuciosamente planeados y contar con un minimo de
°Tgan_1Zacion de apoyo.“ Esto se acentuo particularmente debido
a_la mdole del proceso dc fabricacion de las bombas, En esos
anos se utilizaba muy poca dinamita. por ser ésta sumamente
"“d1fic'1l'(:le obtener en Buenos Aires; la mayoria de las bombas
“vqnsistian en rudimentarios artefactos hechos de sustancias
“‘qulm1cas basicas alojadas en cascos improvlsados. Se las
'€onoc1a cdmo “canes” y llegaron a formar pane de la mitologia
\
/j
115 Resistencia e integracion
de la Resistencia. Su lugar entre los mitos se origino, en parte,
en su proceso mismo de produccion_ obra cle aficionados que
compartian las mismas ideas. Contaban con muy pocos es-
pecialistas con conocimientos de bombas y armamentos en
general, y los artefactos eran confeccionados. en 1956, Ine-
diante el rnétodo de pnieba y error, con riesgo considerable dc
quienes intervenian. La obtencion de los materlales exigia una
organizacion de personas dispuestas a robarlos, generalmente
de farmacias, droguerias 0 fabricas. Una operacion de annado
de bomba exigia por lo menos la participacion de seis personas
para curnplirse eficazmente. En consecuencia todo ese proceso
llego a ser simbolico de la resistencia en general, pues sin-
tetizo una serle de vlrtudes asociadas, en el folklore peronista.
con el periodo de la resistencia: no profesionalisrno, espiritu
de sacrificio, participacion activa de gente comun y carencia
de una elite burocratica que centrara la organizacion. ‘
Sin duda alguna. la motivacion general que impulsaba
estas diferentes formas de resistencia al regimen militar puede
ser entendida como un rechazo del nuevo régirnen politico y
lo que iinplicaba en materia social y politica. Sin embargo.
acciones como la colocacion de bombas y el sabotaje eran
inspiradas tamblén por un abrumador sentimiento de deses-
peracion. El sabotajc. fuera perpetrado en una fabrlca 0 contra
un edificio piiblico. representaba précticamente la finica salida
que se ofrecia a la mayoria de los peronistas para expresar su
rechazo del statu quo. Aquellos peronistas que experimen-
taron la necesidad dc luchar apelaron a alguna fonna de
sabotaje Como rnedio de expresar su ira y su sentimiento de
extravio, asi como de afirmar su capacidad para hacer algo al
respecto. En el comentario que se cita a comienzos de este
capitulo, Juan Carlos Brid, veterano de los “coniandos" de la
Resistencia, describe ese sentimiento de frustracion.
La perspectiva en la que estas acciones se situaban era.
corno no podia menos que ser, la de un catac,lis,rno.' Los
militantes esperaban que el nuevo regimen se desplornara d_e
una semana para la siguiente. Ahundaban rurnores sobre el
inminente retorno de Peron; circulo ampliarnente la leyenda_
del “avion negro" en que Peron volveria para dirigir a sigguehlo
en la lucha contra la tirania. Circulaban incontables volantes
donde se aconsejaba que debia hacerse para acelerar el re-
torno del lider. Uno aconsejaba a todos los peronistas retirar
su dinero de los bancos. no comprar mas bienes de consumo
y almacenar alirnentos, sacrlficio que conduciria al retorno de
Peron.“ Los volantes siempre concluian con la afinnacion de
' -=~'§, ;, l‘ 1 ‘
i E
l ‘Ia
»
L41 resistencia peronista: 1955-58 117
que “la hora se acerca" y “Peron vuelve". Un factor decisivo de
esa perspectiva era la creencia de que grandes sectores de las
fuexzas armadas seguian siendo leales a Peron y esperaban su
orden para rebelarse. Suponiase que esa sublevacion seria
coordinada con una huelga general y la paralizacion del pais.
1 Si bien esta vision sc correspondia plenamente con una
necesidad emocional. tuvo dos efectos inmediatos sobre cl
‘ movimiento de resistencia en la primera mitad de 1956. En
Y primer término, agravo la ya cronica falta de seguridad que
experimentaban la mayoria de los grupos. En efecto, si la
1 revolucion era para la semana proxima dificihnente podian
‘ necesitarse perspectivas seguras en el largo plazo. En segunclo
; lugar. muchos grupos resistentcs centraron su actividad y sus
: aspiraciones en encontrar a figuras militares que simpatizaran
§ con esa actitud, lo que también tendio a obviar la necesidad
‘ cle organizacion en el largo plazo. En efecto. no faltaban
militares que sirnpatizaran con la causa, y Juan Vigo deplora
V que siempre hubiera habido algfln “oficial retirado deseoso de
l promoter la revolucion para la semana que viene 0 incluso
1 para manana".” Todo lo cual promovio el caos en todo intento
por coordinar Lantos grupos dispares. En marzo de 1956. La
Razén describio el caso, de ningfm rnodo atipico, de un grupo
de resistencia desbaratado en Cordoba, en que
‘ “todos los que habian caido presos eran obreros que se dejaron
. sugestionar por consejos dc otros y por rumores que sefialaban a los
'1 generales Bengoa y Uranga en actitud subversiva“.”‘
V Solo al serkderrotado el levantarniento que en junio de ese
an6"‘encabezo el general Valle disrninriyo enalguna medida la
»~bfrs‘qii'e'da"de"nn1ifca;res‘"V'salvadores y ]1:l_I1_t9 con é_sta la pers-
’:15“€CT’1Va',de"cataclisipo: a co1'1toi7plazo.’5 Asimismo, ’para"'rnedia-
dos de 1956 se habia operado un proceso de seleccion: solo
~ -sobrevivian los grupos mejor organizados, que habian apren-
dido bien las lecciones sobre tactica y_ seguridad.
DIVERGENCIAS EN LA RESISTENCIA
De mediados de 1956 en adelante, los activistas pero-
nistas de clase trabajadora consagraron la mayor parte de sus
I energias a la recuperacion dc las comisiones intemas y
1 después de los sindicatos. Inevitablemente, el sector decisivo
de la resistencia peronista tenia que ser el que se relacionara
‘ en forma mas directa con la vida de los peronistas peric-
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118 Resistencia e inlegracion
riecientes a dicha clase. Pero- las restantes formas de actividad
centradas en torno dc los comandos por cierto continuaron, y
la linea que separo a una de las otras fue con frecuencia dificil
de trazar. Mas afin, el propio Peron habia conternplado desde
el principio la adopcién de una estrategia general que inclu-
yera los distintos niveles de actividad, conjunto al que dio el
nombre de “resistencia civil". Esbozo sus ideas al respecto en
las “Instrucciones Generales para los dirigentes", elaboradas
en diciernbrc de 1955, pero que probablemente hayan llegado
a esos jefes en maizo o abril de 1956. De acuerdo con Peron,
la estrategia general que el movimiento debia seguir era la de
una “guerra de guerrillas". donde la resistencia civil debia
desempefiar un papel importante. Se debian evitar tddas las
tentativas por hacer frente al régimen militar alli donde era
mas fuerte. es decir, en el nivel puramente rnilitar. Mucho mas
eficaces, sostuvo Peron, serian rnillares de pequefias acciones
que desgastarian gradualmente al regimen y socavarian su
voluntad de mantenerse en el poder. En el terreno social, la
resistencia debia mantener a los trabajadores en perrnanente
estado de conmocion, mediante huelgas, trabajo a desgano,
baja productividad. En un plano mas individual, se debian
ernprender millares de acciones tanto pasivas como activas. La
resistencia activa podia inclutr el sabotaje, y la resistencia
pasiva podria consistir en difusion de rurnores, distribucion de
volantes y pintada de consignas. Toda esa miriada de actos dc
resistencia finalmente tornarian ingobemable el pais y pre-
pararian el terreno para la huelga general revolucionaria que.
a juicio de Peron. daria la senal para la insurrecclon en escala
nacional. En esa fase resultaria decisiva la accion de los
comandos que. junto con sectores leales de las fueizas ar-
rnadas, garantizarian el éxito dc la insurreccién. Para este fin
los comandos debian entrenarse mediante acciones tales como
ataques contra instalaciones militares y gubernamentalcs.“
, La estrategia bosquejada en esas instrucciones generales
era reallsta; si ‘se deja de lado el concepto, siempre ‘profile-
rnatico. dc huelga general revolucionarla y subsiguiente""ih-
surreccién. La nocion basica dc resistencia civil tomaba""e'n
cuenta los distintos niv_eles de compromiso y actividad. Mas
afin, esas instrucciones tuvieron para el movimiento el posi-
tivo efecto de poner el sabotaje y la accion clandestina en una
perspectiva menos cataclismica. de verlos como una forma /dye
actividad paralela a la sindical y dc objetivo similar: el des-
gaste del régimen.
En la practica, sin embargo. a partir de mediados de 1956
La resistencia peronista; 1955-58 119
hubo una creciente dlferenciacionyentre los comandos empe-
" fiados en el sabotaje y otras actividades clandesttnas y el
movimiento de resistencia en los sindicatos. Esto so reflejo en
--una tension subyacente. que fue en aurnento, en lo que se
referia a las funciones de los sindicatos recién reconquistados.
Inlcialmente, en la primera parte del afio, a personas como Vi-
go les fue dificil convencer a otras de la necesidad dc organizarse
en las fabricas y en los gremios.” Esta actitud extrema no
persistio. pero si quedo una diferencia de énfasis. En agosto
de 1956. un periodico semiclandestino conectado con los
activistas que combatian en los sindlcatos consideré necesafio
debatir los meritos relativos del terrorismo y el trabajo sinclical
y tomar parte por este:
d 1 “No hay manera de enfrentar con exito a esta fuerza organizada
e os enemigos slno rnediante la organizacion de los propios tra-
ba]adQr°S- R°°!'g3mZaT5¢ BS, plies. la tarea fundamental. La orga-
nizacion fabril debe ser reconstruida."*“‘
En_teor1a, desde luego, no habia desacuerdo. Aquellos que
se habian comprometido principalmente con los comandos
reconocian la nccesidad de recuperar los grernios. Pero este
reconocimiento estaba tefxido de sospechas. Todavia quedaban
recuerdos do la inercia demostrada por cl movimiento sindical
al caer lferon. Un activista dc ese ticmpo describié tal actitud,
Egllfilzgftlda enwnces P01‘ III1 numero no dcsdefiable de mili-
1 T0d;% pensabamos que los gremios tenian que ser recuperados
fgls a me 1 a _en_ que esos dirigentes que fueran a la conduccién de
gremlos slrvieran a los intereses de la revolucion. Pensabamos
<3lu¢_ IQS gremios se tenian que jugar integramente a favor del
movlrmento revolucionarlo porque sl no no tenia ningfin sentido
gcuparnos de los grernjos que ‘querian integrarse al sistema [...].
ecuperar los grernios tema algun sentido para defender los dere-
ghos _de los t.l'8b8_|8d0!'€$ pero tenia fundamentalmcnte valor para
abajar en favor dc la revolution, porque tener un gremio por
tenerlo no mas carecia de senUdo."2”
En gran medida esa tension fue tacita, sobre todo en
1956. Cuando la idea de integrar los sindicatos al sistema
gubernamental resultaba absurda en vista de los persistentes
ataques lanzados por el_ gobiemo. Es necesario subrayar que
gunca hubo. en ese penodo. una division manifiesta en torno
e este problema. Mas bien hubo a menudo no poca super-
posicion de actividades en lo personal, y en muchas ocasioncs
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l24 Resistencia e integracion
un voto positivo. Los inquietaba, empero, la posibilidacl de que
la “capa blanda“ fuese fortalecida por la perspectiva electoral.
Otra vez mas, sin embargo. éste no era el verdadero problerna.
Los pOliUCOs neoperonistas que habrian podido intentar be-
neficiarse gracias a una apertura electoral disfrutaban de poco
predicmnento en la clase trabajadora. y si Peron hubiese
ordenado de nuevo votar en blanco hubiera sido obedecido por
la mayoria de los obreros peronistas.
El problema radicaba. mas bien, en las alternativas creibles
que podian ofrecerse en vez del voto por un candidato no
peronista. Cooke parece haber nutrido la vaga esperanza de
que una insurreccion resolviera el problema antes de febrero
de 1958; en particular, confio en la posibilidad de capitalizar
las huelgas dirigidas por las 62 Organizaciones a fines de
1957. Sin embargo se vio obligado a reconocer que en las
mentes de la mayoria de los peronistas la sublevacion solo
representaba un camino muy vago. Las huelgas sirvieron de
poco para convencer a los gremialistas dc la viabilidad de la
msurreccion. Mas aun. después de la represion policial contra
la reunion efectuada por las 62 Organizaciones a fines de
diciembre fueron intervenidos los principales gremios indus-
trlales dirigidos por peronistas y las 62 Organizaciones se
vieron obligadas a negar cualquier contenido politico a sus
actividadm-:s,,‘Las negociaciones secretas iniciadas en ese Inomento
con representantes de, Frondizi fueron el reconocimiento ta-
cito, por parte de Peron y Cooke. del fracaso ydey la opcion
revolucionaria.” A
\ El grlto de batalla de los comandos y grupos clandestinos
fue entonces elmantenimiento de la intransigencia 'y‘1a’ne-
cesidad 'cle votar en'blanco. 'Er1‘a'us'encia‘ii‘e t‘o‘d‘"a’po”s'ibilidia“d,
ni siquiéra dc mediano plazo, de organizar una rebelion armada.
aquella actitud no podia ser mas que un gesto dc fe. una
refirmacion de valores y un rechazo del statu quo antipe-
ronista. Objetivamente, esa posicion tenia poco que ofrecer a
los militantes sindicales. En cambio, del voto por Frondizi
podian derivarse ventajas concretas. Una victoria del candi-
dato “no continuista" ayudaria a consolidar las posiciones
arrancadas por los gremios al regimen militar.“ Las inter-
venciones siguientes a la reunion de diciembre habian hecho
comprender la fragilidad dc las posiciones recién recobradas.
Por afiadidura. existia la posibilidad de consolidar mas
aun el poder grernial mediante la reconstitucion de la CGT. En
su propaganda electoral Frondizi insistio particularrnente en
ese tema. Existia también el problema de la legislacion im-
>
La resistencia peronista: 1955-58 125
plantada por los militares para debilitar la central sindical. El
decreto 9270- P01‘ Bjflmplo, permitia la representaeion mino-
ritaria en los organismos dirlgentes sindicales y el estable-
cimiento de varios sindicatos en una industria, todos con
iguales derechos a la representacion obrera. Este mismo decreto
prohxbia ademas toda actividad politica a los sindicatos. En la
practica gran parte de esa legislacion habia resultado muy
dificfl dc aP11'331”- PCFO Seguia siendo un recordatorlo de las
arbittrinedades del regimen militar y de su antipafia funda.
meg a por un movimiento gremial fuerte y centralizado. Sin
du a alguna un candidato corno Frondizi. quien prometia
realizar elecciones libres en todos los gremios donde no se
hubieran efectuado, restablecer la CGT y reconstituir un poderoso
sisterna de negociaciones colectivas similar al existente bajo
Peron. no podia menos que ejercer fuerte atraceion sobre el
sector smdical del peronisrno.“
A muchos militantes sindicales. empero. les costaba aceptar
el argurnento de que debian votar por Frondizi, de largo
pasado antiperonista antes de 1955. Sebastian Borro recuerda
cuan dificil era para el peronista comun irnaginarse 3 Peron gn
el acto de clar esa orden y que esfuerzos debieron desarrollar
los dirigentes sindicales para convencer a los militantes de
base. En Rosario. las 62 Organizaciones necesitaron celebrar
diez sesiones antes de avenirse a respaldar esa orden.“° Sin
efnbargo. en general la nueva jefatura peronista acepto la
1ogica_de la orden. es decir. la necesidad de prevenir la
consohdacion del antiperonismo mas virulento. Esa jefatura y
su iniluencia fueron decisivas en la obtencion de los votos
peronistas para Frondizi. Aun asi. mas de 800.000 peronistas
desobedecieron la orden y refirmaron su intransigencia abste-
niéndose o votando en blanco.
NOTAS
‘Entrevista con Sebastian Borro. Buenos Aires, enero de 1974.
zlbid.
1g743I%1tl1ievl_sta con alberto Belloni, Buenos Aires. enero/febrero de
afiliaaose om compare esta cifra con la de aproximadamente 30
4 que asisuan a las reuniones antes de 1956.
Que, 16 de abril de 1957. publico el programa de la lntersindical.
5Ml1y0ria. 17 de julio de 1957.
151 “Peron-Cooke correspondencia, vol. l. Buenos Aires, 1972, pag.
4
Ideologia y conciencia en la
resistencia peronista
"Para nosotros la vuelta de Peron era la vuelta
de la decencia y la dignidad para_los que tra-
bajabamos. sacarnos la pata del patron de encima.
em la vuelta de la felicidad, era el flnal de tanta
tristeza y tanta amargura que habia en los
millones de hombres del pueblo, era el fin cle la
persecuclon..."
Obrero anénimo.
Durante la década 1960-70 y la siguiente, lalizquierda
peronista y otros observadores consideraron que el tiernpo del
gobierno de Ararnburu y la resistencia que 10$ P6T0I11$taS_l_6
ofrecieron constituyeron un periodo culrninante de la mili-
tancia, digno de quedar como ejemplo dc combatividad de_ la
clasetrabajadora. E1 término mismo dc “Resistencia llego a
incluir el extremismo. a significar un movimiento de izquierda.
un concepto en cierto modo revolucionario. Las bases de esa
evaluacion han sido bosquejadas en los dos capitulos in-
mediatamente anterlores. En términos de estadisticas de huelgas,
los anos 1956 y 1957 no tuvieron hasta entonces punto cle
comparacion en la historia argentina. En 1956, tan solo_ en la
Capital Federal se perdieron mas de 5 millones de dias de
trabajo, y mas de 3.300.000 en 1957.‘ Estas cifras reflejaron
no una simple batalla por los salaries: ademas simbolizaron la
lucha que se libraba a diario en los lugares de _trabajo para
defender condiciones laborales y de organizacion, conquis-
tadas durante la era de Peron, contra un ataque concertado
del Estado y los empleadores. Revltalizado durante esas lu-
1
1
»
I
lilfir
1,11 resistencia peronista: 1955-58 129
chas. el movimiento sindical peronlsta ahora era dirlgldo en
gran rnedida por una nueva‘ generacion dc lideres emergidos
de las bases y cuya posicién denotaba un grado mucho mayor
de dernocracia y partlcipacién sindicales. ¢,C6mo podriamos
intentar un bosquejo de la ldeologia que resulto de ese con-
texto general entre los militantes peronistas de base?
REFIRMACIGN DE IDS PRINCIPIOS TRADICIONALES
El analisis de los periédicos y panfletos sindicales clan-
destinos y de las rnemorias dc los militantes penhite discemir
cierto nfimero de lineas representativas de la influencia que.
seguian ejerclendo los principios ideologicos tradicionales propios
'del discurso formal del peronismo en el podcr. Ante todo se
Yiescubre un estentéreo nacionalismo econémicogkque defiende
el patrimonio nacional. Ya vimos que fue 1111 terna constan-
Térnente rélterado ‘desde el principio mismo del perioclo post-
peronista. Una de las primeras hojas mimeografiadas que los
obreros del Puerto General San Martin hicieron circular en la
zona de Rosario advertia que
“en el rnomento quieren hacernos retroceder a un esiado pastoril, a
una situacion en la cual la imica riqueza viene de la agricultura y
la ganaderia"?
Uno de los principales blancos del ataque lanzado por ese
nacionalismo economico fue la politica seguida en esa esfera
por el gobierno militar. E1 acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional, la liquidacién del control del cornercio exterior
por el Estaclo, el descontrol de las importaciones y la relaja—
cion de los controles de precios, especialmente en el caso de
los productos agricolas. confirmaron por igual la imagen de un
“regimen proirnperialista aplicado a llevar _a, la Argentina Vde,
Viielta a la edad de oro /de la economia exportadora de ganado.
"K""éllo clbntribuyo elltraslado del reciirsos a la 'agricultura en
general. efectuado mediante la devaluacion del peso.
Los libros y panfletos de Peron insistieron sin cesar en el
mismo tema. ta] como los érganos de la Resistencia. Un diario
clandestine de Rosario, El Cuarenta. explicé su titulo afir-
mando:
"$0m0s anfloligarflfls y antflmperlallstas, y para nosotros 40 es
el nfirnero del articulo de la constitucion del 49 que garantiza el
derecho de nuestro pueblo a las riquezas naturales del subsuelo.
prohibiendo su entrega al imperiallsmof“
V
\
130 Resistencia e integracibn
Jose Rucci, en aquel tiempo delegado en el gremio me-
talorgico. escribio en Palabra Argentina un articulo donde
expreso lo que sin duda era el juicio general de la clase
trabajadora peronista sobre este puritoz
“la Argentina parece ignorar que vivimos actualmente dentro de una
civilization rnetaliirgica, bien lejos ya, por cierto, de la economia
pastoril y semicolonial que conocieron nuestros inmediatos antepa-
sados y que todavia, anacronicamente se ernpefian en imponernos
unas decenas de famllias oligarquicas que quieren parar con la
defensa de sus mezqulnos intereses, las fuerms historlcas del pais,
el desarrollo técnico argentino y la marcha dc la nacion hacia una
civilizacion industrlal".‘
Los peronistas de la clase trabajadora asociaban la era
anterior a 1955 con un tiempo de desarrollo nacional que
habia rnarchado de la mano con una politica de justicia social.
En consecuencia coqsiqeraban funrlarnentalniente antinacional.
anmnqgstnal y "antiobrera la politica del Eobierno niilitar.
Veian eonerciones reeiprooas enuie esos'_as'pec‘tqs: ‘Asi“lo"'té's'-
tirnonia una declaracion emitida por una conferencia dc de-
legados durante la huelga rnetalfirgica de 1956:
“Estamos presenciando la creacion de un frente antinacional y
antiobrero: los representantes del estado y capital extranjero unidos
con una meta comfin de aniqullar a la industrla argentina y destruir
la organization sinclical dc la clase obrera [...] una semlcolonia como
la Argentina solo podré librar la batalla de su liberacion economica
sobre la base de una clase obrera respetada y organizada que se
gobieme a si misma sin interfereneias y que sostenga al pals frente
a los grandes monopolios lntemacionales."5
Innecesario es agregar que otro componente de la ideo-
logia de la Resistencia era la defensa de las ventajas econo-
micas obtenidas bajo Peron y de la organizacion obrera. Este
punto era entendido en los términos del tradicional concepto
peronista de “justicia social", que con el de “soberania na-
cional“ formaba dos de las piedras angulares de la retorica
ideologica estatal bajo Peron. El nacionalisrno economico y el
antiirnperialismo tenian por corolario la afirmacion de con-
ceptos tradicionales corno los del cornfln interes del empleador
y el trabaj-aclor“‘de »».p1fpteg€!‘ la industrla nacional. Similar-
rnerite, la" “justicia social‘\era acompafiada por, el poncepto ck-:
un capital humanizado. imbuido de conciencia social, opuesto
al capital especulativo y explotador. En el mencionaclo ar-
ticulo. Jose Rucci advertia a los empleadores que
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La resistencia peronista: 1955-58 131
“sabemos dlstinguir también cntre industria nacional y capitalismo
espefiulaflvo. opresor y explotador de las masas trabajadorasifi
£.\ ello se conectaba estrechamente la nocion del cquitativo
beneficio que ese capital humanizado tenia derecho a ganar.
El principal reproche de Rucci a los empleadores dc la in-
'7“/(§lr_11iStI’i21 metalfirglca sostenia. precisamente. que sus ganancias
eran excesivas y por lo tanto explotadoras.
‘ En una lmea ‘similar, un dirlgente textfl, Juan Carlos
Loholaberzy, expreso una idea comon a todos cuando se le
pregunto su juicio sobre el concepto socialista de la abolicion
de clases. Contesto que para los peronistas no se trataba de
oponerse a la empresa privada sino mas bien de asegurar que
contribuyera al bien pflblico:
“En lo que respecta a las clases sociales ellas existen para
n0SOU'0S sin lugar a dudas y creemos que su existencia no es
Creacién artififiial de Ilfldie. sino més bien que ello obedece a un
orden natural imposible de anular. En este aspeeto lo que propug-
?§§nos_>es no que desaparezean las clases en cuanto tales, sino que
Wos concunan‘a un solo mteres que a_ gu<fg1j9,j\!i_91° 49358 $¢I' 61
blenestar social. '7 ' '* ' '
I?e esto formaba parte un concepto implicito sobre el
especial papel del Estado corno garantia oltima de la aplicacion
efectiva cle aquellas ideas: el Estado ‘aseguraba la arrnonia
_soc»1al.Vr_noderaVb_a los excesivos intereses de clases. protegia la
soberania nacional. A veces habia tafi1bié‘n"'én"‘€sta afirniacion
una fuerte flora "fiatemalista. Por momentos implicitamente, si
bien con frecuencia explicitamente, se identificaba a Peron con
el Estado. “La vuelta de Peron" llego a ser una garantia de que
el Estado seguina comprometido con el desempefio de ese
papel de guia en la sociedad.
ELEMENTOS DE UN CONTRADISCURSO
Pero aunque esos elementos tradicionales de la retorica
peronista formal pesaban con su presencia en 51 discurso dc
la clase trabajadora. en este se encontraban presentes otros
;;11:;:ntoS.“t:s decir, fragrnesntos de lo que ha sido descripto
un contradiscurso. Muchos de esos elementos se
ericontraban simbolizados en_ la lucha misma librada por la
fase trabajadora. La situacion de enfrentamiento directo con
os empleadores y con las fueizas del Estado. asi como la
$11;
134 Resmtencia e inlegracion
utmzara. En mayo dc 1956 una coalicion de militantes gre-
miales que simplemente se llamaron Agrupamiento Sindicai
Argentino hizo circular en las fabricas del Gran Buenos Aires
un volantc entre cuyas principaies afirmaciones se leia:
“Las conquistas que hemos ganado deben ser mantenidas y
extendidas por la accién consecuente de los Lrabajadores sin pro-
tectores oficiales que compitcn para redimir lo que suponen es
nuesira incapacidad o nuestra ignorancia. Nadie hara por nosotros
lo que somos incapaces de hacer por nuestra propia cueni.a."“‘
Para remediar esta situacion los trabajadores dcbian
convencerse dc su propio valor. de su presencia como la clase
fundamental de la sociedad. Los rnflitantes que publicaban
Crisol del Litoral, por ejemplo, volvian a menudo a ese tema,
muchas veces en tono de imploracion:
“La dinamica social esta en nosotros, en nuestros pechos.
nuesiros musculos, nuestras manos."“
En muchos otros materiales publicados en ese mornento
por los militantes de base pueden hallarse idénticas afirma-
ciones del propio valor y de la importancia de los trabajadores
en la sociedad. Un documento de una organizacion titulada
sirnplemente Agrupacion Obrera. de Lomas de Zamora. em-
pezaba por afirmar que:
“La Revolucion realizada por la oligarquia que siempre domi-
naba nuestra sociedad [...] esta subestimando el poder y el valor de
los trabajadores [...] pero, g,han pensado para qué siwe su dinero?
El dinero solo tiene valor para comprar bienes para uso 0 consumo.
g,Quién hace con su energia todos, absolutamente todos. los bienes?
|||OBREROSm Ni marineros, ni soldados ni empleados ni comerciantes
hacen bienes [...] ellos solo consumen [...] mientras que los que
producen, los obreros. nunca ganan suficiente para poder disfrumr
las mercancias que hacen [...].Peron entendia esta verdad innegable
[...] sabia y sabe que ustedes son la base de todo: las casas. los
rascacielos. las maquinas. los caminos. los puertos. todo. todo esta
hecho por ustedes. E1 capital esta muerto. no tiene valor sin trabajo
que lo transforme en un producto. g,De que sirve el dinero en los
bancos si éste no es usado para crear mereancias que representan
riqueza? iNingun usoi 1_,Para qué tener millones en billetes si no hay
eomida para comprar? El capital sin ustedes es un cadaver que
se esta pudriendo."‘5
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La, resistencia peronista: 1955-58 137
1-onismo puede ser hallada en el programa que las 62 Orga_
nizaciones adoptaron en la reunion que celebraron en La Falda
en noviembre de_ml_j9v§’7. _El documento incluia proposici0i%s=en
favor del control de la produccion por los trabajadores y la
destmccion de la oligarquia.
_P-F-be¥B2S $l%EY?Yar de nuevo la amblgiiedad. el carécter
contradiME_t§>n'o"y'<lfi irréguiaijidaa ’<1=1";‘sr<>éés<> qqe estamos des-
:§,§§.b1éfid°~ ‘vézwfiieronwlisa 3»
llanamerite afiahdonadgsl En cambio perdnraron a veces en
m°d1f1,¢%1d8, V'f1_uizéi I con implicaciones y significados
modificados, en otros casos con nuevosy alternatives ele-
"i"iie’ntos sobreirnpuestos a ellos, y también a veces en mam.
“fiesta contradiccion con otros ‘elernentos del disciifso ideolo-
“§‘°° dc la C1356 trabajfldflra. Los ejemplds de "esto filtimo
“abundan en los materiales impresos del pefiodo de la Resis-
tencia._Ya hemos visto que la afirmacion de la autonomia de
la clase trabajadoraiba ode 1a“ni;mz>‘i¢an la afinnacion de la
njflstlc? P91’Q111$ta~ El C9I3S2€Pt_0 <1? que habia un interes comim
flgllfglqgjapdpres y patrones en la proteccion de la indflstria
nacional persistio inéluso en mementos en que el conflicto dc
'“'61Z€é§ eoinrméi_asi"como"pers1str6 la idea del capital 'h'urna-
*niza§Io. Con frecuencia la identificacion _g;V_ ___]_1_p_ ,_g;1_;g11gq Vggi
g§1§:§9.,_,fP.°, ¥}9..E‘FZF4Q§e?L17l!%‘-35,-,,,i})clus0 Para trabajadores que‘
padecian los efectos tanto de las listas negras de los em-
pleadores como de la represion estatal. En ocasiones, la burguesia
nacional Vera incluidayentije los eneniigos Vde la clase trabaja-
dora, virtualmenie sola en cl espectro social. En este caso, el
luefte sentido de identidad corporativa de la clase trabajadora
implicaba una nitida identificacion de un enemigo de clase., En
otras ‘oeasiones, se consideraba que la burguesia nacional era
Sill?1:_]l6II’l‘€nt€' in"capa‘z"' de" e_gnipren“der'
”I6ST’“iT‘if€f€S‘€S‘“C'6ifilii1€S'
(1116 tema con los‘ trabajadores “' " ' ~~------
~____,_ E .. _ ,.‘....,.,.m... ¢__“l_ ' __ _ 7 W‘
n parte. la razon dc esta ambiguedad reside en la mdole
misma del contexto politico general en que los obreros pero-
nistas actuaron en ese tiempo. La division del pais entre
peronistas y antiperonistas tuvo por efecto que un intenso
K) conflicto de clases fuera absorbido por una polarizacion po-
. lltlfa que, en definitiva. no se basaba en las clases. “Peronista"
yy_ antiperonista" no eran necesariamente sinonimos de posi-
_1Cl0I.l€S de clase. Lo que fue acentuado por la concienzuda
%%titud,;del g_obierno antiperonista. El decreto 4161. dado en
56. prohibia y castigaba con carcel la posesion dc una foto
<16 Peron en una casa particular y el hecho de cantar una
cancion peronista 0 de pasar un disco que la contenia, lo que
\
138 Resistencia e integracifm
llevo la dicotomia politica de la Argentina al nivel mas ele-
mental de la vida dlaria. Si un obrero podia ser detenido por
ir al trabajo en‘ una bicicleta que tenia pegada una foto de
Evita, mal podia sorprender que la figura de Peron y su retomo
al poder sirvieran dc centro a esa rebelion. Esto implicaba
atravesar las lineas divisorias entre clases. No obstante su
amargura y su aislamiento. la clase obrera compren'§§of__cla-
ramente que la Resistencia se presentaba como una lu_g:ha_';_al“
rnargen de las claseszv
“para el peronismo de la resistencla no habia duda de queel enemigo
principal era el antiperonismo eualquiera sea su aspecto; y a"l2T
inversa el amigo fundamental era otro peronism. Delegando en Peron
la suma de lo que era bueno y justo, la resistencia no precisaba de
riinguna diferenciacion interna. De este modo el neonazi podria
luchar hombro a hombro con el protocomunism“.“’
El enemigo fundamental era el gorila, que teoricamente
podia ser desde un compafiero de trabajo hasta un oligarca.
Por afiadidura, se diria que algunos de los valores y
supuestos que integraban la cultura de la clase trabajadora en
ese tiempo eran asimilados y reflejados por los principios
formales de la ideologia peronista mas facilrnente que otros.
hos supuestos relativos a la plena integracién cle los traba-
jadores. en cuanto ciudaclanos, a la vida politica. asi como los
relativos al papel politico de los obreros en la sociedad civil,
planteaban pocos problemas cuando se trataba de articularlos
a la ideologia peronista oficial. Ernesto Laclau considera que
esos eran elementos “democraticos populares" dentro dc un
discurso ideologico. relacionados con un piano de antago-
nismo social y politico que no coincide con el conflicto de
clases por lo economico. sino con lo que ese autor llama el
“antagonismo entre el pueblo y cl bloque en el poder".‘9
A esta categoria pertenecian también las nociones sobre
el papel de la clase obrera en el desarrollo economieo y la
defensa del Estado nacional y popular.
Por otro lado, los supuestos y principios derivados de la
experiencia del conflicto dc clases no eran tan faciles de
expresar. Ese fue particularmente el caso de los conflictos
surgidos en el proceso laboral. Uno de los legados mas im-
portantes del peronismo habia sido una cultura de planta y
taller que afinnaba los derechos de los trabajadores en el
proceso del trabajo mismo. Estos conceptos rara vez eran
articulados explicitamente en ténninos ideologicos mas espe-
cificos. En la rnedicla en que eran formalmente expresados y
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La resistencia peronista: 1955-58 139
fustificados. lo eran en térrninos de las tradicionales méximas
peronistas sobre justicia social y bienestar social. Con la
mayor frecuencia se mantenian implicitos, presentes en la
conciencia practica en el lugar de trabajo, explicitos en con-
flictos concretos en el plano del taller. El peronismo oficial
tenia poco que decir sobre esas areas dc experiencia de la
clase trabajadora, de modo que la tension causada por ese
vacio entre los conceptos formales peronistas de armonia
social y capital humanizado no explotador y, por otro lado. la
experiencia vivida en la planta y el taller se expresaba en gran
medida —para usar dc nuevo la frase de Williams— como “un
malestar. una presion, una latencia". Lo cierto es que no se
puede ignorar la presencia de esos factores de clase latentes,
surnergidos a medias. En cl curso de la década siguiente
habian de representar un obstaculo con el que tropezarian
tanto los ernpleadores como el Estado.
NOSTALGIA Y OBRERISMO EN LA CONCIENCIA
DE LA CLASE TRABAJADORA
Baymond Williams ha desarrollado el concepto de “es-
tructiiras _de sentimiento" para referirse a esas tensiones y
/clelsplazamientos que‘ se rehiiyen a'una eirpresion ideologica
lofnnal y sin embargo “clefinen pna cualidad particular de
ezrperiencia y relacion sociailesl’. Distintas de la ideologia for-
conciernen a significados y valores tal como se los vive
yfllse ‘los? ‘siente_ actiyarnente”.1° En la Resistencia peronista
‘encontramos un penodo dc historia de la clase trabajadora
cuyas estructuras de sentimierito" estaban profundamente
penetradas por resonancias de clase y cuyos elementos ca-
ractensticos contribuyeron a establecer el tono de las rela-
ciones pohticas y sociales no solo en el tiempo inmediata-
mente posterior a 1955, sino también para toda una genera-
cion de peronistas dc la clase obrera.
H Uno de los elementos caracteristicos que definieron esa
estructura cle sentimiento“ fue sin duda un obrerisrno de
l:l0l’ld0 arraigo. una exaltacion dc lo que podriamos llamar el
populismo obrezista". El analisis formal no pennite perfilarlo
del todo. pero sus resonancias son cle cualquier manera dis-
cemibles. Se las advierte en el lenguaje. El peronismo de la
elase trabajiadora se exaltaba identificandose con “la chusma",
los grasas . los descamisados". “los cabecitas negras". Al
rnismo tiempo. habia animosiclad y desprecio hacia el no
obrero. Creo que muchas hojas de barrio, escritas en ténninos
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TERCERA PARTE
Frondizi y la integracién
tentacién y desencanto,
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Resistencia y derrota: impacto
sobre los dirigentes, los activistas y las bases
“Y no ceden por traidores, ni porque estén
vendidos a Frigerlo n1 a Vitolo; ceden porque
han entrado por la variante de que los obreros
son los responsables dc todo. La tremenda presién
del gobierno y de la propia patronal y lo ‘na-
cional y popular‘ puede més que cl clamor dc los
obreros dc las fébricas, dc las que estén ale]a-
dos. En otras palabras. ccden porquc cllos son
la direcclén de una etapa; la de la msistencia a
los gorilas donde no cambian tratativas. Pero
han dejado de reflejar en su conjunto a los
combativos delegados dc los plenarios."
Delegado anénimo ante la reunién de las
62 Organizaciones. noviembre dc 1958.
DESARROLLISMO: SU ATRACCION Y SU RECHAZO
EN LOS NUEVE PRIMEROS MESES DE FRONDIZI
A fines de octubre dc 1958. cinco meses después de
asumir Arturo Fronclizi la presldcncia, estallé una huelga en
los yacimientos petroliferos dc Mendoza. La huelga era dirigida
por una coalicién dc milltantes comunistas y radicales y tenia
por fin protestar contra los contratos que Frondizi habia
firmado con cmpresas petroleras extranjeras. El sindicato que
tenia jurisdiccién en los yacimicntos, controlados por el Es-
tado. era cl Sindicato Unido dc Petroleros del Estado [SUPE].
E1 sector peronista del sindicato afirmaba contar con el apoyo
de la mayoria dc los obreros, pero no habia podido demostrarlo
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Fmndizi y la inlegracion: 1958-62 155
logia peronista formal, y la atraccion ejercida por esto cons-
tituyo uno de los puntales constantes de la actividad sindical
bajo el gobierno de Frondizi y sus sucesores. La busqueda de
una version u otra de esa estrategia desarrollista habia de
obrar como una razon fundamental coherente que irnpulso la
actividad social y politica dc los sindicatos peronistas en la
década siguiente. Sin embargo. las afinidades ideologicas
formales no pudieron impedir una profunda ruptura entre los
sindicatos y Frondizi. Tal ruptura se centro en el plan de
estabilizacion que Frondizi presento a fines de diciembre de
1958. ” -
En términos generales, la politica economica de Frondizi
siguio de cerca la logica del analisis propuesto por los desa-
rrollistas en los afios anteriores: acelerar la industzializacion
y racionalizar la produccion. En la practica, la mas activa de
sus politieas durante los nueve primeros meses involucro un
esfuerzo por aumentar la inversion industrial y en particular
la inversion extranjera.“ Estas medidas, junto con las intro-
ducidas por el plan de estabilizacion de diciembre, habian de
tener efectos espectaculares. La proporcion correspondiente a
los bienes de capital producidos en el pais en el total de bienes
dc capital aportados aumento del 37 por ciento en 1950 al
63,7 por ciento en 1961. En el total de la economia, la
inversion fija global crecio del 17 por ciento del Producto
Bruto en 1955 al 25 por ciento en 1961. Entre 1960 y 1962
el total de nueva maquinaria y equipo comprados fue igual, en
precios constantes, a la cantidad de todo el periodo 1953-58.15
También en 1962 la Argentina contaba eon las bases de una
industrla de automotores y se autoabastecia de petroleo.
Sin embargo. para fines de 1958 Frondizi se enfrentaba
con una crisis cronica de la balanza de pages. A cambio de un
préstamo de stand by por el F1VII acepto aplicar un plan dc
estabilizacion, que fue presentado a fines de diciembre. El plan
incluia una reduccion radical de las tariias aduaneras y los
recargos para los bienes de capital importados, una devalua-
cion del peso. la suspension dc la mayoria de los controles de
precios y la de las restriceiones comerciales cuantitativas. E1
gobiemo enuncio también claramcnte su decision de aplicar
medidas que equivalian a una congelacion de los salaries. Este
plan quebro la fragil alianza entre los sindicatos y Frondizi. El
impacto inmediato del plan sobre la clase obrera fue notorio.
Entre 1958 y 1959 los salarios reales bajarori un 20 por
ciento, y si bien hubo cierta recuperacion en los dos afios
siguientes. para 1961 so encontraban aim un 5 por ciento por
t
i: ,,
51;}.
Frondizi y la integracién; 1958-62 159
insuficiencias dc ese gobierno. En los dos filtimos meses del
afio se evitaron grandes enfrentamientos con el gobierno solo
graclas a que la jefatura de las 62 Organizaciones ignoro
especificamente la orientacion de lucha impartida a las se-
siones plenarlas por los delegados de base. Esta sensacion de
confianza y militancia se reilejo en las cifras dc huelga para
1958: tan solo en la Capital Federal se perdieron 6.245.286
dias de trabajo."
Otro indicador irnportante de eonllanza propia consistio
en los resultados de las elecciones reallzaclas cerca de fines de
1958 para organizar los gremios de acuerdo con la nueva Ley
de Asociaciones Profesionales. En la mayoria de los casos
triunfaron nuevos elencos dirlgentes agrupados en las 62
Organizaciones. ‘B Las cifras de estos comicios revelan la confianza
de las bases en los lideres. en su mayoria nuevos, y su
entusiasmo por la activldad sindical. En el gremio textil. por
ejemplo, voto alrededor del 91 por ciento de los afiliados, y la
lista ganadora, encabezada por Andres Framini, recibio alrededor
de 60.000 votos. En Luz y Fuerza voté el 80 por ciento y la
lista peronista triunfo por unos 8000 votos;~ En el Frlgorifico
Nacional. Sebastian Borro recibio aprozdmadamente el 80 por
ciento cle los votos ernitidos. En la Federacion de Obreros de
la Came voté el 70 por ciento de los afiliados y las dos listas
peronistas rivales que se presentaron recibieron 50 por ciento
de los votos ernitidos.”
La actitud de confianza que se‘ refleja en estas cifras habia
dc llevar a la clase obrera, en 1959, a una serle de conflictos
de alcances y aspereza sin precedentcs. Durante ese afio se
perdieron l0.078.138 dias dc trabajo en huelgas realizadas en
la Capital Federal, en que tomaron parte mas dc 1.400.000
trabajadores, alrededor de seis veces el numero de los hue]-
guistas del afio anterior.” El hecho que provoco esta con-
rrigeiogry gigbro layengafiosa calma de 1958 fue la ocupacion _
del Frigorifico Nacional Lisandro de la Torre por sus trabaja-
_:dIores'y’1ai"huelga general prdclamada en apoyo de esta aecion.’
Waeionaluado durante el primer gobierno de Peron, el fngo-
rifico era propiedad de la Municipalidad de Buenos Aires. Bajo
el gobierno de Aramburu se habia considerado por prirnera vez
su privatizacion, de la que habia vuelto a hablar Frondizi tras
asumir el poder. En diciembre habian_ circulado rumores err
\_el sentido _de que _el FMI consideraria la prlvatizacion de la
plafita /como un sigrio de buenas intenciones por parte de
Frondizi. Esto se coniirmo a prlncipios de enero, momenta en
'°c1ue el Ejecutivo presento al Congreso un proyecto de ley sobre
~§
162 Resistencia e integrcicion
‘gr
~-J:
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defensiva y en ningun momenta fue acompafiada por, unwplan Tjj
politico coherente para derribar a Frondizi, de cualquier rnanera 5;
testimonio la extraordinaria combatividad de la miljtangii
peronista de base y la arnplia gama de iniciativas que era“ ~4
capaz de tomar espontaneamente. También demostro la ]J_I;9;_ '
fundidad del irnpacto provocado por la experiencia de la Re-I
sistencia y, por comparaeion. laysuperficialidad del ,efe<;_to_'
surtido por el engatusarniento desarrollista del periodo ante;
rior a 1959. Asimismo eonstituyo una clara prueba de la
hondura del nacionalisrno de la clase obrera y de la forrna en
que este importante puntal de la ideologia peronistapodia ser
usado por 10s Lrabajadores no como base de la colaboraciofi“
entre las clases sino mas bien como razon fundamental de
eonflicto entre ellas.
En el corto plazo. la severidad con que el gobierno reaceigno ‘
a la ocupacion del frigorifico y a la huelga fue una severa
indicacion del punto hasta el cual estaba dispuesto a'1l;i:§a§§1/i’:_e'f;1
el cumplimiento de su prograrna economico. Puso fin a cual-
quier posibilidad inmediata de aplicar un plan de desarrollo
integracionista basado en la idea de una alianza nacional
“multiclasista“ —que incluyera una poderosa organizacion gre-
mial— como base social y politica estable para los planes
eeonomicos desarrollistas. El sector del gobierno rnaxs#_e’_§tre-
chamente comprometidotcon esos conceptps —centrado prin-
cipalmente en torno de Frigerio— adopto una actitud dc fuerte
critiea cpn\la\i'g>rrna en que el gobierno habia n1§f§e_la""“E;> el
episodic. En mayoI"Fi‘igerio‘fu'e’ ’ol5li'g“ado' a renuncjar como
a'sesor“personal del presidente; ademas en junio renuncio el
ministro de Trabajo, David Blejer, frigerista. En \g \x_1ii§§1@es
dc Junie. A1varonA1s<>garay <1“?h%1bia,s1;10,,fun;;ionario~en cl
area economica con Aramburu, fue ydeyslgnada de ~
Economia.‘ En agostojfue Vnombradg comandantr;W__g§1w_]gf_¢ (191
Ejército"eT‘l/general’ Tdranzo Montero. notorio'T:antiper§nista.
Estas deeisiones’ 1-eilejaron, la cornprension, por“parté“de Froridizi-, ~
de que para llevar adelante sus planes econon'1jeo's"'debefia“
seguir una linea de dureza. También reflejarfin el ereéiente
reeelo que Frondizi y sus eonsejeros desarrollistas inspiraban
a la mayor parte de las fuerzas armadas. jia desigrlacionqde
Alsogaray se habia debido a un pedido ‘direqtp Vde\los¢,mip1;ta"rVes
a 'Frfon'd'iz’i.’ Ese“ mi§fian"p1ahTeamlefit_6 “eondujo también a la
renuncia del subsecretario del Ministerio de Defensa. coronel
Reimundez, conocido por sus contactos con la copula sindical.
Sin embargo. la clase obrera no fue intimidada por esos
hechos. Durante 1959 hubo otros tres conflictos. de alcanees
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Frondizi y la integracion: 195862 171
aceptacion pasiva por parte de la mayoria de las bases sin-
dicales.
Un claro caso dc esta aceptacion, por renuente que fuese,
en otros sindicatos puede hallarse en las elecciones internas
que el sindicato de los metalfirgicos realizo en febrero de 1961.
En la Capital Federal. sobre unos 97.000 afiliados oficialmente
empadronados solo 17.085 se molestaron en ir a votar, o sea
unos 8000 menos que en 1958. La Lista Azul, agrupacion
peronista construida durante la Resistencia en tomo de las
figuras dc Augusto Vandor y Avelino Fernandez, perdio mas de
la mitad de sus votos. En 1958 se habia adjudicado la casi
totalidad de los 25.000 votos emitidos: en 1961 solo logro
obiener 11.053,“ Las cifras de la votacion ofrecidas en el
Cuadro I para las once principales plantas de la Capital
Federal muestran un cuadro mas sombrio aiin.
CUADRO I
Cifras de las elecciones efectuadas por la UOM en 1961
corresporiclientes a once grandes plantas metaliirgicas
de la Capital Federal
N9 de
trabqja-
dares
Absten-
ciones L. Azul
L Rosa L. Verde
FAPESA
CAMEA
Centenera
TAMET
CAIGE
FERRINI
RCA Victor
Decker
Volcan
Lutz Ferrando
SIAM Perdrlel
Totales
1.800
1.200
1.200
1.000
800
700
500
500
500
500
300
9.000
5.
929
574
762
530
520
545
339
233
189
438
223
282
2.
662
378
315
355
144
83
52
136
202
16
14
342
107
46
94
283
56
30
16
51
51
2
26
762
102
202
102
32
B0
42
93
80
58
44
37
612
Fuente: volante distrlbuido por la Lista Verde. opositora.
Las cifras muesiran que el 58 por ciento de los trabaja-
dores se abstuvicron de votar en esas plantas; sin embargo en
los C0i’1’1iC10S cle 1958 todas ellas habian dado a Vandor una
mayona abrumadora. En 1961 solamente en una planta los
Tia‘
-4
~
I
'Fr0nd1'Zi y la integracfién: 1958-62 175
daturas de varios de los mas destacados activistas de la Lista
Verde. principal grupo opositor, fueron declaradas ilegales por
la junta electoral, controlada por la jefatura del gremio.
En otros sindicatos se produjeron muchos otros casos
similares. Esto formo parte del control cada vez mas estricto
que los dirigentes ejercian sobre las bases y la tolerancia cada
vez menor. por parte de ellos. con el surgimiento de focos de
discusién dondc se manifestaran disentimientos internos. Lo
cual se torno patente sobre todo en el creciente control por los
lideres nacionales de los dirlgentes de planta. Esta fisca-
lizacion a rnenudo rnarcho de la mano. en ese tiempo. ‘con la
purga de activistas de base. En las grandes fabricas meta-
lfirgicas. por ejemplo? se consumo un rlguroso proceso de
purga selectiva de militantes conocidos. Los mas militantes
fueron despedidos, muchas de las comisiones internas de las
grandes plantas quedaron disueltas. Entre los textiles. los
grupos opositores afirmaron en abril de 1961 que mas dc la
mitad de las plantas de San Martin, suburbio de Buenos Aires
donde existe la mayor concentracion de fabricas textiles del
pais, habian sido intervenidas por la jefatura gremial y que las
comisiones intcrnas habian sido disueltas por su “actividad
oposit0ra".5“ Mas tarde. en ese afio. la jefatura del gremio,
conducido por Framini, empezo a crear secretaries generales
en muchas de esas fab:-lcas.55 Desmoralizados y aislados muchos
de los activistas. este proceso de afirmacion del control central
del sindicato no involucro necesariamente coercion abierta.
Muchos delegaclos internos, exhaustos dc luchar contra la
corriente, estaban dispuestos a dejarse sobornar. a aceptar lo
inevitable.
Muchos de los dirigentes que mtervmieron en este pro;
Cesv habian em@T8i‘1°i.E‘?§1‘?2!§I!3§£1§§.Q9310 _tal2$.o§n ¢1TIé\g;ai..d§,
trabajo'durarft€“l§'liicha'contra el gobierno rnilitar. _No estapgg
separadosrrde“lo's"activlsta§ 'dé base por afiosdc privilegios
burocréticos. lilacia solo c'in(5ofar‘1ofs, que Augusto V_aridor habia
flbafldqiiadd s141m1§St9 ten la planta 91¢ la Philips. y””siu"fi<>s-
terior papel en la Resistencia le habia valido un considerable
prestigio personal. En ese tiempo también Andrés Framini era
conceptuado un hombre de linea dura, que preconizaba la
oposicién mas intransigente a Frondizi. El estilo de vida y los
habitos personales estaban cambiando. pero las asperas lu-
chas y penosos conflictos del pasado estaban demasiado
cercanos. suponian demasiado una experiencia cornpartida
como para que la corrupcién personal explicara por complete
el proceso de burocratizacién.
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