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Durante el largo periodo que va de 1955 a 1976, la clase

obrera argentina oscila entre la resistencia y la integracién.


Tal los inescindibles polos dc una practica y una actitud a
rnenudo ambiguas que resume a la vez sus experiencias
c0nstitutivas,~como obreros peronistas, su peculiar interpretacién
de esa ideologia y su respuesta a las adversas condiciones de
existencia luego cle la cafda de Peron. De esa clase obrera
surgié un singular sector dirigente —-la luego l1amada“burocracia
sindical”— que la expresaba pero que también la rnoldeé y
configuré. El “vandorisrno”, experto en pactos y negociaciones,
preocupado por evitar los desbordes de una movilizacién que
sin embargo debla alentar, dispuesto a apelar para el10 al
matonismo y al gangsterismo, sin embargo también expresa
las fuerzas que, objetiva y subjetivamente, alimentaban la
resistencia popular.
En este rnagistral estudio Daniel James, historiador britzinico
que ensefia en la Universidad do Yale, combina el analisis de
las fuerzas socioeconomicas y de los factores politicos e
ideolégicos con una novedosa percepcion de las experiencias
vividas y el proceso cle reconstitucién de la cultura de 10's
trabajadores. De ese actor decisivo de nuestra historia
contemporénea, la clase obrera, ofrece una sugestiva imagen,
a la vez compleja, matizada y profundamente comprensiva.
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EDITORIAL SUDAMERICANA
~H1st0na y cultura~

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Supervivencia del peronismo:
la resistencia en las félbricas
“IA Comlslon lntema se presenté al Capitén
Tropea. el lnterventor, y nos dijo que estos
compafieros deflnltlvamente no iban a volver a
trabajar en el frigorifico. Esto fue a las nueve
menos diez. A las nueve la fébrlca se paro,
100%. Y el paro duré seis dias. Y al final tuvie-
ron que traer a los compafieros dc Villa Devoto
en autos oficlales y reinstalarlos en sus puestos."
Sebastizin Borro
“No sabian qué responder. Eran hijos de un
gobiemo patemal y el padre se habia ido."
Alberto Belloni
“NI VENCEDORES NI VENCIDOS”: EL INTERREGNO DE IDNARDI
El colapso del compromiso: Lonardi y la jefatura
sindical peronista
El primer gobiemo dc la Revolucion Llbertadora. el del
general Eduardo Lonardi, represento un interregno en la rc-
lacion entre el movimlcnto sindical peronista y las autoridades
no peronistas. Tras adoptar una hostfl actitud inicial que llevé
al secretario general dc la CGT, Hugo Di Pietro, a proclamar
que “cada trabajador lucharé con las armas en la mano y con
aquellos medics que estén a su alcance“, la CGT no efcctuo

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70 Resistencia e integracién
en la practica tentaiiva alguna por movilizar a los trabajadores
en apoyo del regimen de Peron. Al dia siguiente de su belicosa
declaracion. Di Pietro exhorté a los trabajadores a permanecer
en calma y denuncié a “algunos grupos provocadores que
pretenden alterar el orden"? La actitud de la CGT concorglo
con la reaccifm fatalista del propio Peron ante el golpe y. ante
la virtual abdicacion del ala politica del movirniento, la CGT no
demostro por cierto inclinacién alguna a quedarse sola y
iadoptar una postura agresiva con las nuevas autoridades. Al
prestar jurarnento Donardi como presidente provisional el 23
de setiembre. y pronunciar un discurso inaugural de tono
conciliatorio donde aiirrno que no habia “vencedores ni ven-
cidos“, quédo preparado el escenario para una tentativa, de
siete semanas de duracién. por lograr un acercarniento entre
el movimiento sindical peronista y el primer gobierno no
peronista.‘
El 24 de setiembre la CGT respondié el discurso de
Lonardi subrayando “la necesidad de mantener la mas'abso-
luta calrna [...] cada trabajador en su puesto por el camino de
la armonia”.“ 4
M Alydia siguiente Lonardrrecibio a una cielegacion gremial,
a la‘ que as'eguré’1]ue* su gobierno respetaria las rned'idas_ de
justicia social logradas. asi corno la integridad de la CGT y las
organizaciones que la formaban. La atmésfera general de
benevolencia limitada se consolidé al ser designado rninistro
de Trabajo Luis B. Cermtti Costa. quien hasta entonces habia
sido el principal asesor legal de la Union Obrera Metalfirgica.
Uno de sus primeros actos consistié en disponer que la
Direccién Nacional de Segurldad reabriera los locales gre-
miales clausurados u ocupados por antiperonistas. En esto
residia por cierto el principal escollo para el fragil modus
vivendi establecido. _
“para ilneskde s,etierribr€_._lQ,S,l§)§:5-316$ de loswsindicatos de
graficos. kfefifoviariosl, bancarios, petroleros '37 irabalacipres: de la
came y del ‘vestido 'liabia'ri sido “aba.ndon'ad(>s por los pero-
nistas frente a los'"ataques~de 'gn‘,ipos_ant,iperonistas armad_os.
‘Esos grupos, conocidos corno “comandos civiles", consistian
principalmente en activistas socialistas y radicales. Habian
desempefiado un papel importante en la rebeliéh contra l’eron
y se consideraban como milicia civil que S€l'ViI1a_ 51¢
garantia contra cualquier resurgimiento peronista. En ese
caracter tendieron a recl‘bir'a'poyo"de sectores del las fuerzas
armadas para los ataques a los locales sindicales. Con el fin
de contrapesar la creciente presién que ejercian sobre Lonardi
._, la-»s1==ie,;‘.,.=q,‘__,

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La resistencia peronista: i955-58 71


y Cerrutti Costa esos sectores dc las fuerzas annadas que
apoyaban a los comandos civiles. la CGT emitié el 3 de octubre
un cornunicado donde se solicitaba al gobierno poner fin a la
ocupacién cle algunos locales gremiales por gente armada y. al
mismo tiempo. se reafirmaba el deseo de la CGT de que se
celebraran elecciones democraticas lo antes posible. Como
paso adicional hacia la desactivacion dc la situacifm. el con-
sejo ejecutivo de la CGT renuncié y designé en su lugar a un
triunvirato provisional constituido por Andrés Framini. de los
trabajadores textiles; Luis Natalini. de Luz y Fuerza, y Dante
Viel. de los empleados piiblicos.
I El 6 de octubre se publicé nn acuerdo concluido entre la
CGT y el ‘gobierno, por el’ cual comprornetian acelebrar
elecciones en todos los grernios en ‘un ‘lapso de 120 dias y a
la designation por la central obrera dc interventores en todos
aquellos sindicatos que se encontraban en situacion irregular,
principalmente los ocupados por antiperonistas. Esos inter-
ventores supervisarian el proceso electoral.‘ En ese rnomento.
las perspectivas de futuro entendimiento entre el gobiemo y
los gremios parecian prornisorias. Cierto mimero de centrales
sindicales habian retornado a manos peronistas. En el caso de
los ferroviarios. sus lideres peronistas entrevistaron a Lonardi
después de ser ocupada su sede central e instalada alli una
jefatura antiperonista, y el presidente ordeno la devolucién del
sindicato a sus anteriores titularesf‘ Adernas, la respuesta de
los sindicatos al acuerdo del 6 de octubre sobre elecciones fue
inrnediata, y al dia siguiente muchos cle ellos anunciaron la fe-
cha en que se efectuarian sus comicios. En la semana siguiente
el niimero continuo en aumento, y con frecuencia el llamado
a elecciones fue acompanado por otras medidas destinadas a
contrarrestar el ataque antiperonista. En filtimo término. esto
involucro a menudo la renuncia de los lideres existentes. En
algunos‘gremios los gestosfueron mas‘ alla; los dirigentes del
sindicato de obreros panaderos. por ejemplo, resolvieron que
todos los documentos y libros fueran puestos a disposicién de
quien deseara examinarlos.‘ En el sindicato de fideeros se
creo, para supervisar las elecciones, un cornité constituido por
diferentes tendencias politicas y cuyo fin era investigar en
detalle las actividades de la direccién anterior.’
gremialistas antiperonistas no quedaron satisfechos
por esas‘“'fii’e2ii€iaS;"‘Pqr“ lojjcontraiio, proclamaron envoi calla
‘vez mas alta sus‘mi1uie'tudes fréntea ese proceso y resolvieron
ejercer presién sobre el gobierno para que lo reviera.’ Esa
preocupacion era facil de comprender. La anirnaba una opo-

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72 Resistencia e integracflfin
sicién fundamental a toda la politica del gobierno de Lonardi
con los sindicatos peronistas. A su vez, esa oposicion arrai-
gaba en una actitud fundamental frente al peronismo y en
determinado concepto, que analizaremos en otro lugar dc este
capitulo, acerca de esa corrlente. Desde un punto de vista in-
mediato, en octubre dc 1955 se oponian a la inauguraclon de
un proceso electoral sindical que casi seguramente confir-
maria el dorninio de los gremios. y por lo tanto de la CGT, por
los peronistas. También los alarmaba el hecho de que no
obstante las muchas renuncias de dirigentes peronistas y_la
iniciacion del proceso electoral; los comicios terminaran por
quedar bajo el control general de los peronistas. Esos ternores
fueron acentuados por la decision gubernamental de instalar
interventores designados por la CGT en sindicatos donde
habia un conllicto abierto entre peronistas y no peronistas.
Los sindicatos mas afcctados por esta politica eran precisa-
mente aquellos donde las fuerzas antiperonistas tenian mayor
podcr.
Durante todo el mes de octubre, los socialistas, radicales
y algunos sindicalistas alzaron cada vez mas la voz contra el
hecho de que el Ministerio de Trabajo no intensificara la
accion de la Revolucion Libertadora en la esfera grernial.“ Por
afiadidura, el creciente espiritu de conciliacion parecio ser
subrayado por la exhortacion que la CGT lanzo a los traba-
jadores en cl sentido de que consideraran el 17 de octubre
—la fecha decisiva en el calendario peronista— como un dia de
trabajo normal.
Sin embargo, el gobierno_ y Cerrutti Costa en particular.
tenian clara conciencia dc los recelos que rnovian a los sin-
dicalistas antiperonistas, asi como de la consiguiente presion
ejercida por aquellos sectores del gobierno sobre los cuales
éstos influian para que se abandonara la politica de concilia-
cion.9 En respuesta a esa presion, el 20 de octubre el gobierno
advirtio a muchos gremios peronistas, que por iniciativa propia
habian puesto en marcha su proceso electoral. que antes era
necesaria la aprobacion de sus estatutos por el Ministerio de
Trabajo. Ademas se produjeron varios otros ataques, siempre
organizados por los comandos civiles. En los sindicatos donde
el conflicto entre peronistas y antiperonistas era particular-
mente aspero. muchos de los inteiventores nombrados por la
CGT no pudieron desalojar del poder a los grupos antipero-
nistas que se habian hecho cargo del sindicato. Todo lo cual
llevo a una creciente pérdida de confianza por parte de la
dirigencia peronista. El 26 de octubre. en una reunion a la que
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concurrieron mas dc 300 jefes sindicales peronistas para
tratar la critica situacion. Framini pidio que Cerrutti Costa
rcctificara esas violaciones del pacto del 6 de octubre.
Cerrutti Costa respondio con un decreto que regulaba el
proceso electoral. Esencialmente, el decreto‘ ‘despojaba de su
autoridad a todos los dirigentes gremialesj désignaba 'a tri-is
interventores por sindicato mientras se desarrollara el proceso
electoral‘ y nombraba un adrninistrador de todos los bienes de
la CGT. Esta contesto declarando una huelga general de
protesta que debia iniciarse el 2 de noviembre a medianoche.
Llegadas las cosas a ese punto, el gobiemo parecio inclinarse
inexorablemente por los partidarios de la Iinea dura. El propio
Lonardi. cuya salud declinaba rapidamente. no estaba en el
control efectivo del gobiemo. Solo Cerrutti Costa y el general
Bengoa estaban en favor de evitar el conflicto a cualquier
precio. E1 caso fue que el ala conciliadora obtuvo una victoria
temporaria en negociaciones de iiltimo minuto con la CGT y
se evito la huelga.
Ese acuerdo represento una considerable concesion por
parte del gobiemo y demostro la importancia que el ala con-
ciliadora asignaba al fragil modus vivendi establecido entre el
gobierno y los gremios. Esencialmente, permitia a Natalini y
Framini permanecer a la cabeza de la CGT. Ademas estipulaba
que los sindic-atos donde no hubiera conflicto interno podian
seguir a cargo de los dirigentes _que tenian, que serian ayu—
dados por dos‘ supeivisores. designados por el Ministerio de
Trabajo, hasta las elecciones intemas. En aquellos gremios
donde habia conflicto se designaria un interventor hasta los
comicioS:_n0mbrado por el lvlinisterio de Trabajo, ese funcio-
nario seria asesorado por una comision conjunta representa-
tiva de las tendencias rivales. Esta crisis convencio al ala
tradicional y liberal del gobierno"de ‘que 'sol'o £31 algjamientgfié
Lonardi. 'y‘ junta‘ con él dé ‘la i1fgIluencia' ejercida po’r‘“los
nacionalistas catolicos. partid'arios' de la conciliacion, ,as"egu'-
raria una“ aplicacion cabalmente antiperonista de los princi-
pios de la revolucion realizada contra Peron. ' '
» Si bien no hubo nlngun‘ problema especificamente sin-
dical en los hechos conducentes al distanciamiento de Lo-
nardi, a quien se lo obligo a renunciar el 13 de noviembre. el
punto decisivo del atac1iie"Ianzado“'];for' l‘a‘s"‘f1re‘maas antilonar-
distas siguio siendo la politica sindical del gobierno. La prensa
radical y socialista abundo en llamamientos apenas velados a
las fuerzas armadas para que salvaguardaran la democracia y
la libertad ganadas al caer Peron. Una campana desatada por

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74 Resistencia e integracién
itsa prensa y culdadosamente orquestada insistio en subrayar
a €6pI'CSl0Il sufrida ba_]o Peron por los sindicalistas no pero-
nis as‘ y en destacar las opmiones de éstos sobre la conti-
nuacion del llderazgo peronista en la CGT y las proyectadas
elecciones gremiales. E1 tema basico era coherente. La CGT
debia ser mtezvenida y los delitos dc los peronistas investi-
gados. Diego Martmcz, dirigente del gremio de la came antes
de 1945. sostuvoz
_ “Hay que destruir una Inarafia. hay que desmontar la maquina
Pl°71i‘P0T P1618. hay que esclarecer conciencias. senalar delitos,
negociados, defraudacion de fondos sociales en los sindicatos antes
de hablar de elecciones."
La solucion inmediata que preconizé fue
“la entrcga de todas las organizaciones a los gremlalistas libres".1°
IA la luz de esta actitud, el compromise alcanzado 'el 2 de
goviembre entre los d1ri_g_entes gremlales peronistas y el go-
lerno confirmo la opinion de radlcales y socialistas en el
sentido dc que se necesitaba un cambio de gobierno. Ya no
vierfm espefarlza alguna de que fuese posible convencer al
gobierno de que era insensato seguir un camino que inevita-
Ilgllenilgngf COX1f:I‘IIlaI'la el dornlnlo peronista do los sindlcatos.
b I 1 e nov ernlore asumlo la presidenciayelp gen¢r?1_Afam-
“m- 3 P€I'Sl.laSl0Il se tox-no innecesaria. la prlmera tentativa
por lntegrar los sindicatos peronlstas a un Estado no pero-
nista habla fYa¢35ad0- I§8_s¢_renovados ataques de los antipe-
‘fgiistfis ,°,°T1iI8 II}_u_chos locales sindicales; y al“ no responder
etnburu "11 Pfidldq dc ‘curnplimiento del pacto"del Zmde
noviembre, la CGT declaro el 14 de noviembre ‘una h'1"1'€l§a
general por tiempo lndetermlnado. Ese mismo dia el‘ go”b’ii-Effie
declaro ilegal la huelga y dos dias despuésulntervirfo la C€}T
y todos los sindicatos. ' ‘ '
Factores deterrninantes en el trasfondo de la ruptura:
el surgimiento de las bases
_ Para comprender el desarrollo de las siete semanas sl-
gmentes a la calda de Peron debemos poner la mirada mas alla
del primer plano donde se destacan los acuerdos, los com-
promisos y los conflictos. E1 factor que guié la politica de
Lonardi parece ser bastante claro. Lonardi estaba dispuesto a
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La resistencia peronista: 1955-58 75
conslderar posible. en el nivel politico general. una victoria
peronista en elecclones convocadas en el lapso de un afio.“ La
finica reserva que formulaba era la exigencla. dc
“un peronlsmo depurado de los vicios que lo llevaron a la derrota.
Para él. no habia mas vencidos que los dirigentes venales y corruptos"."
El sector de Lonardl admitia que el peronisrno conservara
el dominlo dc la clase trabajadora y sus instltuclones con la
condicion dc que. tras una breve depuraclén de los mas
implicados en la corrupcion del réglrnen. los sindlcatos se
avinieran a respetar como esferas claramente dcmarcadas la
accién clel gobierno, por un lado, y la representacién de los
trabajadores, por otro. y restrlngleran su activldad a esta
filtima.
El Wala nacionallsta del antlperonlsmo concordaba con
buer1a““pafte‘ do ‘Io-reallzado por Peron. Veia en su movlmiento
un baluarte contra el comunismo, A1 poner el énfasls en la
j‘us"tic1a so“c1al‘dentro de una estructura de capital humani-
zado. al abrazar los intereses nacionales y comunitarlos como
opuestos a los de clase. el peronismo apelaba al idealyde
armonia y orden soclales} de irispii‘aci6'n“prIncipaltnente ca-
iolica. que postulaba esé grupo. El problerna era esencial-
rnente de lirnites y excesos. Si los slndicatos admitian la
necesidad de mantenerse en "pr0"p1a“"e‘s'fera'. y\si-wpodia
eliminarse la corrupta aemagogla ‘ge,I1o§ l;lersnn\z\jpes.'1rg2ji5_';és-
trech3Il&fi_@/-Q9L.nD1'_<;Lletldos ‘con Peron, los sindlcatos__cpn-
d6E1@§ por peronistas/t‘efiiar1~‘nT1~-irnpoflanfé‘"p'apel-"giie de-
s€mperj;2ff§’rIJ:aj_§”éflh1a’fi>§te?lbr’aTPel‘5rT/c'<E1§:1§r an@__;_le

doras. Ciertamente, un terna en el“<'1'ué“i‘ii§i’stl6 la pr€1'T§a


peronlsta que subsistié en libertad en ese periodo fue el
peligro de que los comunistas coparan cl movimiento laboral
si los peronistas eran proscriptos de éste.
Desde el punto de vista de los dlrigentes sindicales el
problema de la motlvacién y los objetlvos es mas complejo.
Estaban ciertamente preparados para realizar conslderables
sacrlficios con tal de adaptarse a la nueva situaclon. Esto se
advierte en la forma en que se opusieron a muchas expre-
slones de oposicién espontaneamente brotadas de las bases y
en la firmeza con que declararon el 17 de octubre clia de
trabajo normal. Slmllarmente, parecleron hacer lo posible para
evitar cualquier actlvidad que pudiera lnterpretarse como ajena
a la esfera cle intereses estrlctamente slndlcales. Asi. por

76 Resistencia e integracion
ejemplo. la publicacion a fines dc octubre del Plan Prebisch,
cuyas proposiciones parecian de orientacion contraria a toda
la filosofia economica dc los sindicatos, no provoco ninguna
declaracion pfiblica de la CGT.
En principio. no parece haber existido razon alguna por
la cual no pudiera arribarse a un modus vivencli practicable
entre el gobierno y los sindicatos. No fue una intransigente
lealtad a su depuesto lider el obstaculo que surgio en el
camino hacia tal acuerdo. Se ha sugerido que los dirigentes
gremiales se excedieron en sus pretensiones, sin comprender
el delicado hilo tenso sobre el cual Lonardi y sus seguidores
carninaban haciendo equilibrio. Bengoa, ministro de Guerra y
destacada figura entre los partidarios dc la conciliacion, envio
a bonardi el 8 de noviembre una carta de renuncia donde se
referia a “la falta dc comprension de algunos grupos. que eran
el mayor obstaculo para la realizacion de la consigna basica
de Lonardi de ‘ni vencedores ni vencidos"“3. Pero, gfue una
“falta de comprension”?
,g,Sobreestimaron los dirigentes sindicales su propia fuerza
y la solidez de su posicion para negociar y terminaron por
perder todo? g,Por que, una vez hechas las concesiones que se
mcncionaron, no cedieron mas para robustecer la posicion de
Lonardi‘?
A1 evaluar este problema es preciso tomar en cuenta dos
factores. Primero. el hecho de que la CGT llego a dudar cada
vez mas si no de las intenciones, al menos de la capacidad que
Lonardi y su grupo tenian para cumplirlas. En la crisis del 26
de octubre. durante su entrevista con Cerrutti Costa, Framini
se refirio precisamente a esa cuestion. No obstante los bellos
discursos de Cerrutti, las ocupaciones de locales sindicales
por eomandos civiles continuaban. El problema residia en que
en muchos campos Cen-utti no tenia poder para actuar. En la
practica. el sector nacionalista del gobierno carecia de auto-
ridad suficiente, dentro de las fuerzas armadas 0 de la policia.
para impedir esos ataques. El creciente nflmero de detencio-
nes dc dirigentes sindicales de segunda o tercera fila plan-
teaba un problema similar; los sectores de las fuerzas armadas
0 de la policia que las efectuaban tenian autonomia de accion.
Esto puso a la jefatura sindical en una posicion muy
dificil, pues existian concesiones que no podian hacer sin
debilitar incluso la base minima de su poder y advertian que
la falta de control, por el gobiemo, de esa actividad antipe-
ronista conduciria inevitablernente a una creciente anarquia
en el movirniento y a una erosion dc sus propias posiciones
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X‘
La resistencia peronislaz 1955-58 77
hasta el punto de tornarlas simplemente insostenibles. En
algfin punto del camino de los compromises era necesario
detenerse para no acabar autorizando su propia eliminacion.
Se trataba, entonces, dc algo similar a un circulo vicioso.
puesto que Cerrutti Costa y el sector nacionalista eran militar
y politicamente demasiado débiles como para dar las seguri-
dades practicas que los dirigentes sindicales necesitaban para
convencerse de que efectuando una concesion tras otra no
desgastaban sus posiciones de liderazgo. Y. al rnismo tiempo.
sin esas concesiones dc los sindicatos Lonarcli y sus parti-
darios se debilitaban mas afin en lo militar y lo politico.
Sin embargo, un segundo factor, mas decisivo afin, que se
debe tomar en cuenta se refiere a la actividad de las bases
peronistas. Cualquier tentativa por comprender las acciones
de la jefatura peronista y el colapso del interregno de Lonardi
debe tener en consideracion ese factor. Durante esos meses;
la jefatura sindical peronista de ningfm modo tuvo las rnanos
libres para obrar como mejor le pareciera. La amplitud de la
resistencia ofrecida por la militancia peronista de base al golpe
contra Peron. y la dureza de la respuesta a esa resistencia.
contribuyeron en rnedida importante a determinar los acon-
tecimientos de esos meses. No obstante la disposicion a transar
rnostrada por Di Pietro, la reaccion inicial de incredulidad
estupefacta ante la renuncia de Peron pronto cedio su sitio a
una serie de manifestaciones espontaneas en los distritos
obreros de las principalesvciudades. En Buenos Aires, por
ejemplo, el ejército hizo fuego contra una numerosa mani-
festacion que ‘procuraba llegar al' sector céntrico de la Capital
Federal y muchos de sus integrantes resultaron lieridos.
También se informo sobre nutridos disparos de armas pe-
quefias en la zona de Avellaneda.“ Fue preciso enviar a
Ensenada y Berisso fuertes contingentes de refuerzos para
ocupar todas las posiciones estratégicas y puntos de acceso a
las ciudades.‘5
‘_Rosario, llamada "la capital del peronismo", presento las
mas serias dificultades a las fuerzas armadas. Ya el 24 de
setiembre The New York Tirhes informo sobre vehiculos blin-
dados que abrieron fuego contra las manifestaciones obreras,
y la agencia Renter hablo de varios muertos en esos hechos.
Estas versiones fueron sin duda exageradas, puesto que dias
después se informo sobre un nomero de bajas mucho menor,
pero no hay duda de que en Rosario, en medio de una fuertc
tension. hubo considerable resistencia a las‘ nnevasp autori_-
dades. En efecto. desde el 18 do'se'tiembre,’o'"sea"desiie“dos
78 Resistencia e integracién
dias después de estallada la revolucion antiperonista. la cin-
dad estaba paralizada. Desde entonces hasta el 23 de se-
tiembre hubo incesantes manifestaciones en el sector céntrico,
adonde llegaban trabajadores del clnturon industrial, sobre
todo desde los grandes frlgorificos de la zona Sur. Por la noche
se oian constantes disparos de armas de fuego y detonaciones
de bombas. Todas las fabricas estaban paralizadas.“
Las dificultades enfrentadas alli por las fuerzas rebeldes
seacrecentaban por la firme lealtad a Peron del regimiento de
infanteria que, bajo las érdenes del general lniguez, tenia su
acantonamiento en Rosario y se mantuvo en su cuartel. Solo
cuando las unidades rebeldes de Santa Fe y Cornentes pu-
dieron ser enviadas alli el 24 y el 25 de setlernbre las nuevas
autoridades iniciaron la tarea de recobrar el control de la
ciudad. Esto exigié varlos dias mas. El 24 y el 25 hubo serios
combates callejeros en que se utlllzaron tranvias y automo-
"viles como barricadas." Los trabajadores de los talleres fe-
rroviarios declararon una huelga general a la que se sumaron
los obreros dc los frigorificos y otras plantas industrlales. El
27 quedaron suspendidos todos los servicios de trenes y
omnibus entre Rosario y Buenos Aires. Solo cuando el ejército
ocupo fisicamente todo el sector céntrico de la ciudad y
dispuso el toque de queda —las tropas hafian fuego contra
cualquier persona que estuviera en las calles después de la
20- fue restaurado el orden.
E1 restablecimiento cle la autoridad formal por las fuerzas
revolucionarias no puso fin a la resistencia de las bases
peronistas. Durante todo octubre, al intensificarse la batalla
por la posesion de los sindicatos. hubo huelgas, no dispuestas
por los dirigentes gremiales, en protesta contra los ataques dc
los comandos civiles y el creciente numero de detenciones. El
relato que ofrece un activista de la atmosfera vlvida en Rosario
a rnediados de octubre constituye un elocuente testimonio de
la lucha subyacente que se desarrollabaz
“Los trabajadores en camblo rugian de indignaclon y se halla-
ban pxéctlcamente en pie de guerra dlspuestos a lanzarse a la lucha
en cualquier momento [...] Rosario daba la sensacion dc una ciudad
ocupada por el enemigo. en medio de una atrnosfera cle sorda
rebellon proxima a estallarf“
Ya para fines de octubre aparecieron los embriones de lo
que llegaria a ser conocido como la Resistencia Peronista. En
Santa ,Fe, por ejemplo, se creo un Frente Emancipador que
ernpezo a coordinar la oposicion sindical peronista.” El rencor
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La resistencia peronista: 1955-58 79
subyacente y el sentimiento de rebelion ya descriptos encon-
traron un canal de expresion en el llamamiento no oficial a
una huelga general que lanzaron varios sectores peronistas
para la simbolica fecha del l7 de octubre. A despecho de la
orden dada por la cupula de la CGT en el sentido de que debia
ser un dia laboral normal, grandes numeros de tfabajadores
peronistas ignoraron esa exhortacion. The New York Times
calculi) que el ausentismo fue ese dia del 33 por ciento.”
Todos los puertos quedaron paralizados y tropas de marineria
patrullaron infructuosamente las zonas portuarlas en busca
de trabajadores ociosos para obligarlos a retomar sus tareas,“
Analogamente, la huelga proclamada por la CGT para cl
3 de noviembre y cancelada después fue convertida por los
milltantes de base en otro masivo acto antigubemamental.
Plantas industriales rnuy lmportantes cerraron sus puertas en
el pais entero.“ hos “perturbadores" fueron slsteméticamente
capturaclos. Si bien la afirmacion de la CGT en el sentido de
que resultaron detenidos alrededor de 25.000 delegados gre-
miales parece exagerada, no hay duda de que el numero dc
arrestos fue tal que exacerbo conslderablernente el resenti-
miento y la hostilidad de los peronlstas de base contra las
nuevas autoridades.
/_ Es gportuno acl/arar la indole de _esa_ oposicion de las
liase§.‘“Fué" "Tu'xTda‘iflent'alhle’n'té‘Espontanea. instintiva. confusa
~"”‘y_'a;;€;fala. 'Un‘parti‘cipante‘“en esos hechos ha narrado corno él
otros trabajadores peronistas fueron a preguntar a los di-
rigentes sindicales del frigorifico La Blanca, en Avellaneda, qué
medidas se adoptarian para hacer frente al golpe contra Peron:
“lnstintlvamente tratabamos de defender algo que sentiamos
que perdiamos: no pudirnos hacer otra cosa que lr a nueslros
dlrigentes para ver lo que podiamos hacer en nuestra fabrlca. Pero
la respuesta fue definiflva: A Peron lo tiran al tacho de basura. y a
nosotros tarnblen.“"°
Este episodic se reiteré regularmente durante esos dos
meses. El rnisi-no aetivistapgque glescripio/el “cll,rnaWde rebeli_on"
vivido en Rosario dagregoz '
_ “pero §iQ_se veia en qué forrna podria llevarse a cabo la insurreccién
'/“pines no Bahia‘ ni"sombra de organlzacién. nl 'se vlslumbraba la
éxistencia de un grupo que tuviese clerta autoridad".“ .
Ya entonces aparecian formas embrlonarlas de resistencia
organlzada, pero en general los canales mas frecuentes de

BO Resistencia e Entegracién
reaccién consistieron en iniciativas espontaneas y atomizadas.
que con frecuencla asumian la for-ma de huelgas no oficiales.
Cuando se presentaba un motivo mas general. como el 17 de
octubre o la huelga proclamada por la CGT para el 3 de
noviembre. las bases lo aprovechaban como medio de rnostrar
su rechazo de todo el proceso que se operaba en la Argentina.
Pero en ausencia de una jefatura coherente y nacional esas
acciones no podian pasar de la protesta defensiva.
Este fenomeno de la resistencia ofrecida por las bases.
que duro subyacente durante todo ese periodo. agrego una
dimension vital al proceso entero de negociacion y compromise
entre el gobierno y los lideres sindicales. A la luz de esta
oposiclon se torna claro que los dirigentes greiniales. alrededor
de 300. que negociaban en Buenos Alres el futuro del mo-
vimiento no tenian de ningfin modo las manos libres para
obrar como mejor les pareciera. La peligrosa ola de fondo de
oposicion creada por los afiliados de base amenazaba con
hacerlos a un lado si concedian dernasiado. En la reunion del
26 de octubre Framini dijo claramente al gobierno q1,;gf‘la
masa obrera estaba dispuesta a demostrar fuerza", pero hasta
el momento habian obedecido a sus lideres; en otras palabras.
esa obediencia dependia de que éstos lograran poner fin
a los ataques contra los sindicatos.” I
Los jefes sindicales peronistas tenian muy clara con-
ciencia de la amenaza que esto planteaba a su credibilidad"-y
del peligro de ser contorneados y superados que corrian si no
obtenian de Cerrutti Costa concesiones concretas suficientes
para convencer a los trabajadores peronistas de' quej"los~
“sindicalistas libres", 0 sea los antiperonistas, no se quedarian
con los grernios. En ausencia de tales concesiones era preciso
que se los viera ejercer de alguna manera la conduccion. asi
consistiera solo en ponerles un sello de goma a movimientos
ya emprendidos por las bases. El corolario logico de esta
situacion era el siguiente: por mas que personalmente favo-
recieran el compromise, los jefes sindicales no podian, en la
prdztica, garantizar su cumplimiento. Tal como lo dernostra-
ban los episodios del 17 cle oetubre y el 3 de noviembre, el
control que ejercian sobre sus afiliados era llmitado. Esto a su
vez alarmaba a los elementos mas antiperonistas de las fuerzas
armadas y robustecia sus posiciones, lo que dificultaba mas
afin a Lonardi efectuar conceslones como las que hubieran
aplacado a las bases peronistas.
La cfipula gremial peronista paso por un periodo de
extremada confusion; muy vacilante su confianza en si misma,
I-V-W 4 -—-—<»-»M_--=—-'-=--F---»—---~=-5--@=-=¢q;
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La, resistencia peronista: 1955-58 31
estuvo lejos de pretender demasiado en sus conversaciones
con el primer gobierno de‘la Revolucion Libertadora y se
limito_ en realidad, a reaccionar a una serie dc presiones que
no estaba a su alcance controlar. Asi lo demostro ampliamente
el acto final. la huelga general del 14 de noviembre. Aunque
ofipialrnente solo debia comenzar ell 14, muchos obreros habian
,'_'si1.is‘pe'ndido el trabajo ya el 13. dia en que también se pro-
dujeron en Rosario. segfin se informé. choques con saldo de
muertos.“ Pero en tanto que los trabajadores peronistas uti-
lizaron el llamarniento a la huelga para ex-presar su descen-
tento. la ciipula sindical nacional hlzo poco por organizar el
rn0vimiento,y su declaracién de huelga tuvo los contornos de
un iiltlmo acto de desesperacion. En sus recuerdos de ese
periodo. Juan M. Vigo describe asi la situacion:
“se dio la orden desde Buenos Aires pero no se adopto ninguna
medlda anticipada para asegurar su cumpllmlento. Burocratas sin
nocion de lo que es cl poder de la organizacion, acostumbrados
siempre al apoyo o neutralidad benévola del goblerno. qulms creian
que las cosas se iban a desanollar igual que a.ntes".”’
,La respuesta que el obrero peronista rnedio dio al lla-
mamiento de huelga fue rotunda. El 15 de noviembre," el
gobiemo admitio oficialmente que el ausentismo habia sido del
75 por ciento en Buenos Aires y del 95 por ciento en las
principales industrias.“ Pero la falta de direccién en el plano
nacional y la fuerza de la represion condenaron laliuelga, a la
derrota. El nuevo presidente, general Aramburu, arrienazo a
los “agitadores huelguistas" con tres meses a tres anos de
carcel. The New York Times informo sobre la detencion de mas
de 100 delegados en Buenos Aires y el castigo fisico de
muchos otros activistas que desde el exterior de las fabricas
exhortaban a los obreros a parar.“ Hacia el fin del primer dia
habian sido arrestados mas de mil huelguistas. "El 16 de
“nqviembre el gobierno intervino"l'a'CGT y' todos los sindigatos
"que’1a‘integraban, a muchos de cuyos dirigentes encarcelo.
Ese rnismo dia la huelga fue levantada, aunque ya muchos
trabajadores habian empezado, en vista de la represién, a
concurn'r al _tiabajo.
WA§i,_f!%§_99F_n.9,l?. ,in§§1Tl‘11PCi<5n. del interregno,» devLonardi
jleig una clase trabajadora peronista derrotada. confundida,
_p§ro que también habialdemostrado su disposicién a defender
Mespontaneamente “algo que instintivamente sentian que es-
talian perdiendo".
' Para los dirigentes sindicales esos dos meses represen-

82 Resistencia e integracién
taron una divisoria de aguas. el paso dc una era. Desde el
principio habian demostrado incapacidad para actuar con
Ztlecision. una suerte de paralisis de la voluntad de obrar.
Citada al comienzo de este capitulo. la descripcion que de ellos
deja Alberto Belloni refleja el juicio de los activistas de base
acerca de sus lideres. La condena que formula Miguel Gazzera
es mas definitiva, aunque asi sea tan solo por dictarla alguien
que fue dirigente sindical en ese momento:
"Estébamos satisfechos con lo que ya habiamos vlvido y gozado.
Estabarnos inexorablemente terrninados, agotados totalmente."3°
ARAMBURU Y LA CLASE OBRERA: PRIMEROS ELEMENTOS
DE UNA POLlTICA
Hemos visto que desde el comienzo de la rebelion militar
contra Peron surgio en las bases peronistas una fuerte re-
sistencia a las nuevas autoridades. Esa oposicion se centré
primero en la toma de los sindicatos por los dlrigentes gre-
miales libres y en los arrestos que ya se efectuaban tanto de
lideres como dc activistas. Principalrnente aquella actitud reflejé
una sensacion general d_e miedo. incertidumbre y confusion y
se cristalizo en torno dc temas como la ofensiva antiperonista
para obtener el control de la estructura sindical. En general.
durante el breve periodo del gobierno de Lonardi esa ofensiva
antiperonista no llego hasta el nivel del sitio de trabajo mismo,
en el taller o en la planta.
Esto habia de cambiar inmediata y radicalmente con el
//finuevo gobierno provisional del general Pedro Eiigenio Aram-
buru y el alrnirante Isaac Ro]as,K‘_I,,a_ p_g_litica' del nuevovgobierno
se lqasomeny el supiiyestoy de que el perofi'isirT)' constitgia una
aberracion que debia ser borrada de la sociedad 'argentina_ un
f" ‘ mal suefio que debia ser exorcizado de las mentes que habia
,_;o4\4
subyugado_._ Concretamente, la politica del nuevo gobierno con
~1a"cIa'se”t‘ra'bajadora siguio tres lineas principales. Anté"'fod0.“
se intento proscrlbir legalmente un estrato entero de"diri- -
gentes sindlcales peronistas para apartarlos de toda futura
actividad. Esto concordé con la nueva intervencion de la CGT
y la designacion de supervisores militares en" todos sus sin-
dicatos. lo que habria de preparar el camino para la creacion
de “bases democraticas en los sindicatos. y la eleccién de
dirlgentes con autoridad moral".‘“
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La resistencia peronista: 1955-58 83
Enwsegundo térrnino, se llevo a cabo gnappeflrsistentye
politica gie represion "e lntirnidacion del sindicalismo y sus
en cl piano mas, popplar ygbasico. v_Finalm'ente. hubo
“/on esfuerzo concertado entre el gobiernoy 1osiem;s1'e;ia<;rje’§ efi
torno” del tema de la productividad y la racionalizacion del
trabajo, procesoyyque marché de la rnano con un intento de
;ffenar"lo's salarios y reestructurar el funcionamiento del sis-
tema de negociaciones colectivas.
' t La primera linea de esa politica fue la de cumplimiento
mas facil. Aclemas de loscentenares de dirigentes gremiales de
-~niv'el'nacionalarrestados por ell gobiemo dc all
"declararse ilegal la huelga de noviembre, miles de activistas
' sindicales dc nivel intermedio fueron destituidos. La prepon-
iieranté actitud de inercla y confusion en que estaban sumidos
y que ya hemos descripto no habia de serlesmuy fitil para
enfrentar los rigores del periodo en que ahora entraban. El
gobiemo fundo una comision especial para investigar los
delitos e irregularidades cornetidos por los dirigentes sindi-
cales peronistas. Las nuevas autoridades también aprobaron
el decreto 7107, de abril de 1956, que excluia de cualquier
actividad gremial a todos los que hubiesen tenido entre febrero
de 1952 y setiernbre de 1955 una posicion dc liderazgo en la
CGT o sus sindicatos. Esta proscripcion se amplio a todos los
que habian tomado parte en el congreso celebrado por la CGT
en 1949. donde se aprobaron nuevos estatutos que procla-
maban a la central obrera como “fiel depositario de la doctflna
peronista". La prohibicién caia también sobre todos los dlri-
gentes del ahora proscripto Partidd Justicialista. asi come
sobre todos los investigados por la comisién especial. Este
decreto se modifier’) meses después, pero gran nfimero de
antiguos dirigentes sindicales siguieron proscriptos.”
Un problema mucho mas decisivo y eomplejo fue el de la
organizacion sindical en el nivel deltaller o la planta. donde
tarnbién prevalecian los peronistas. Inmediatamente despues
tie‘ intervenida la CGT. el Ministerio de Trabajo declaré di-
sueltas 'y carentes' de’ autoridad ‘a"todas las eomisiones in-
temas de los sitios de, t,rab,a]_0. Ya a _mecl'iadvos,c1Le noviembre de
1955”, eh rnuchas fabricas los delegados eran designados por
dicierhbre cle i'9§5“por la Junta Asesora Gremial creada para
aconsejar al inteiventor de la CGT, capitén Patron Laplacette.
Se convino en que la solucion, arbitrada por el Minister-lo, de
nombrar delegados a los trabajadores mas antiguos, no pe-
ronistas, resultaba insatisfactoria porque en general se con-
'e_l ll/linisterio de" T rabaj o :"E§te' ‘ “problema *fne~debatido~a~firles- de-

34 Resistencia e integraciim
sideraba que esos obreros eran los menos militantes y, en
consecuencia. no contaban con el respeto de sus representa-
dos.“ Einalrnente, Patron Laplacette dispuso que los delegados
gremialeswfiieran ‘designados por los interventores de Cadfl
sindicato. En la practica, empero. en muchas empresas. los
empleadores tomaron la cosa en sus propias rnanos. En L8
Bernalesa. por ejemplo, importante planta textil situada en el
Gran Buenos Airesh los 120 delegados gremiales, principal-
mente peronistas, fueron despedidos.” lncluso la Comision
Gremial del Partido Socialista considero su deber enviar a
Aramburu una nota donde le advirtio sobre los peligros de
tales acciones e insistio en que ningiin trabajador fuera des-
pedido sin que su caso fuese visto por cl tribunal dc arbitraje
de emergencia instituido por el gobierno.“
IMPACTO DEL PERONISMO EN EL NIVEL DQ TALLER Y PLANT./\
DURANTE LA ERA DE PERON
Esta actitud dc controlar y debilitar las comisiones in-
ternas estuvo intimarnente ligada a una de las principales
preocupacioncs de la politica economica preparada por cl
nuevo gobierno: aumenmr la productividad cle la industrla
argentina. No se trataba dc una novedad para cl gobierno y los
empleadores "argentinos. Esa inquietud subyacia en gran parte
de las crecicntes tensiones surgidas entre empresarlos y sin-
dicatos durantc los filiimos afios del gobiemo peronista, Para
eomprender la importancia de este punto en la formacion de
la resistcncia obrera a las condiciones imperantes después dc
1955, debemos primero examinar las tentativas realizadas en
el lapso 1945-1955 para reestructurar el equilibrio del poder
en el nivel del taller y la planta y echar asi las bases de una
racionalizacion eficaz. El mayor peso social alcanzado por la
clase trabajadora y sus instituciones en la sociedad durante
el régimen peronista se reflejo inevitablernente en el lugar de
trabajo. En términos generales, esto significo una transfe-
rencia de poder. dentro del sitio dc trabajo. de la empresa a
los empleados. Esa transferencia proporciono la lente a través
de la cual se filtro gran paxte de la retorica dc la ideologia
peronista. Consignas formales relativas a la “dignidad del
trabajo", “la humanizacion del capital", “la responsabilidad
social del empleador", fueron concretamente interpretadas por
el obrero en funcion de la capacidad que él tenia. bajo Peron,
para controlar en mayor o menor grado su vida en el taller o
la planta, 0 al menos para limitar las prerrogativas de la parte
4.4. W...-=_
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La resistencia peronista: 1955-58 85
patronal en esa esfera, Después de la crisis economica dc
1951-52, toda esa esfera de las relaciones en el sitio dc trabajo
llegaria a ser cl punto donde se centrarian las preocupaciones
de las empresas y el Estado, pues alli se conectaba el terna del
ulterior desarrollo economico argentino con el de la mayor
productividad. ~
_ términos economicos. so estimaba que aumentar la§
<’p.r4oductividad'del trabajo era vital para alcanzar la acumula-
~c1on dc capital necesarla con cl fin de que la Argentina
"avanzara hacia una nueva etapa dc erecimiento econémico,
’basada enlla procluccion dc maquinaria pesada y bienes de
'consumo duraderos dc tipo intermedio, fase estipulada en el
-’Segundo Plan Quinquenal forjado por el régimenyperonista.
Desde cl punto dc vista técnico, en las condiciones dc recesion
economica que prevalecian a principios dc la década 1950-60
ese aumento de produccion no podia ser logrado principal-
mente mcdiante la adopcion de maquinana nueva. Se entan-
dia. en cambio, que al menos en cl corto plazo la mayor
productividad del trabajo deberia originarse en un aumento
__del prozlpcto por trabajado“f’a"pa“Etir "dé"1a' maqninana existen-
Tfi?L;E1i1p@fo;:.u.esae -‘El-'-‘imfiio i‘dét;visia <1¢1,i,,¢miz1qadvf yo del
Estado _el problema no era deynaturaleza primorolialrnente
‘economica 0 técnica. sino social. Residia precisamente en el
insatisfactorio equilibrlo de ‘fuerzas generado en el plano del
faTléf'o“la'plantampor una‘clase'traba]adora conflada en si 'mi‘sT'
ma y por un poderoso movirniento sindical que contaba can el
’apoyo del ‘Estado; '
Concretamente. los empleadores elaboraron una estrate—
gia basada en tres puntos con el fin dc contrarrestar los
efectos del mayor poder de los obreros en los sitios dc trabajo.
P"m@r°- desds P51-QQ1l2L°.§i.dQtlQ$ §i>§t.\1.259-6_Qt_i9s erzlialwdvrss.
§<a=m_P2L’1§rT§!1 éaaia rYszg11é§t_sn revisar 1°§V.~P'.1§X1!?§.<Q.e‘1¥1€¢I1t4iYQ$
—'6{£i_$S‘:§1L'_l~t__§_S,~CS_ta,blCC1§I1dO nue_ya§"ta's’as‘délgonjjicagon con ayu—
da de estuilios del trabajo confiniréntes a disminuir los tiempos
dc ejecucion; en otras palabras. a acelera.r__la prgdnecion. Alli
donde csos planes aim no existian los ernpleadores procuraron
activamente introducirlos en sus fabricas. Este interés por
recurrir a incentives para intensiilcar la pr6g1u¢ei§n__era”ins-
pirado por una inquietud basiea comiin a los émpleadoresy
al Estado acerca de los habitos lalgorales “anti_'s_ociales'f.,
condiciones dc“ ple'i'Ia‘o‘cupacio'n,‘ ‘con un mqvimlento,gremi_al__
'"en"e>ipan’sion y respaldado por el Estado. y oon un alto graclo
dc confianza en si mlsmos, los trabajadores. no poco natu-
ralmente. tendieron a adoptar una definicién de legitima in-

86 Resislencia e integracién
tensidad del trabajo mas flexible que la vlgente en la era
anterior a Peron. Salaries basicos relativamente altos. junto
con los beneficios marginales incorporados a los nuevos
contratos, redujeron considerablemente la tradicional com-
pulsion de los obreros a lntensificar el esfuerzo y ajustarse a
hébitos laborales “saludables“. Si bien los empleadores habian
aceptado esa actitud durante la expansion econemica inme-
diatamente consecutiva a la guerra, a comienzos de la década
1950-60 estaban resueltos a reajustar les hébitos de trabajo
y su intensidad.
’I§l segundo motif/o de preocupacién de los empleadores
era la existencia, en rnuchos de los contratos firmados"e‘n"'el
periedo 1946-4_8, de pléusulas que regulaban las condlciones
de trabaje. Tales clausulas, obtenidas por un rnovimlento
laboral lnsurgente en la ola de huelgas de aquellos anos,
limitaba los dereches de la empresa en lo relative a 1_riovil/lglad
de la mane de obra y especificacien de la tarea y garantigalga
beneficios sociales tales come la licencia per enfermedad gin
pérdlda de haberes.‘ El simbele del nuevo equllibrio delpeder
en el nivel del taller y la planta. y el principal motive de _queja
de los empleadores. censistia en la comision intema de de-
legados gremiales. Les contrates concluidos en los afios ini‘-‘
ciales del primer gobierne de Peron centenian clausulas que
garantizaban el reconocimiente de_ esas comisiones per la
parte Ipatrenal/yv“asegurabg1;_La~~rp3:r;nan,engizLg__e,lese delegados
en sus emplees tant‘ci iiurarite su gestion en ese carécter come
desiiuéshdevconcluida. Aunque sus funciones basicas con-
sistian en supewisar el cumplimiento de las previsiones del
centrato. a comlenzos de les afios 1950-60 llegaren a asurnir
un papel mas amplio en la censolidacion cle la confianza de la
clase obrera en si misma y en la limitacien de las prerrogativas
de las empresas en la esfera dc la preduccion. Los emplea-
dores vieron en los delegados un lmpertante obstaculo contra
la racionalizacién eficaz y la imposicion de disciplina laboral.
Jose Gelbard,~* lider de les ernpresarlos. habia por cierto de-
plorado vigorosamente en el Congreso de la Productividad.
celebrade en rnaizo de 1955. la pesicien que
“asumen en muchas empresas las comlsiones lnternas slndlcales
que alteran el concepto de que es mlslén del obrero dar un dia de
trabaje honesto per una paga justa [...l tampoco es aceptable que per
ningun motive el delegado’ ebrero toque el sllbate en una fabrica y
la paralice".“
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La resistencia perontsta: 1955-58 87
Los empleadores argentinos tropezaren con una resis-
tencia considerable cuando lntentaren poner en practica su
estrategla. Sin duda alguna fue esa resistencia. que rara vez
~$e menciona en los documentes oficiales. lo que determine a
los empleadores a solicitar el apeyo tante del Estado come de
’Ia cfipula sindical en una campafia oficial per la productividad
lanzada en 1955. En este sentido, el Congreso de la Produc-
tividad. donde culrnino esa campafia, constltuyo una tentatlva
"per apllcar oficialmente. con ayuda ‘del prestlgio personal de
‘Peron y el peso del Estado y del aparato sindical, una politlca
‘que los empleadores no habian side capaces de lmponer en los
anos anterlores sobre una base préctica en cl plane de cada
empresa. La resistencia de la clase trabajadora se cumplié en
dos niveles. Uno consistio en una respuesta a los efectos
concretos de la ofenslva patronal: oposlcién al aumento de la
carga de trabajo. a la disminucion del tiempo de ejecucion de
las tareas. a la aceleracién del trabaje en linea o a la toma de
medidas disciplinarias contra los delegados gremiales. En
general. esta oposiclon adepté la fOI‘l'I1fl de una negativa a
coeperar. antes que la de una abierta accion de huelga.”
Con mayor fundamento. sin embargo. los proyectos em-
presariales sobre productividad y racionallzacion chocaron
con algunos supuestos decisivos. dc orden cultural y social.
nacidos en el sene de la clase trabajadera per efecto de la
experiencia peronista. Los trabajadores cuestionaban, en un
sentido directamente basico, la legitimidad de muchas de las
vpremlsas de que partian los empleaderes. Resulta claro, per
¢l¢mP1°- que B1'aI1<1€$ $¢¢t0l'€,§_¢de lahclase, obrera negaban Ia
l3:gitimidad de cualquier tipo deyincentivo basade en c1_ pago-
"P§?F‘T¢$l41iad0s. La inslsteneia cast olbses/iva ‘con’ que 16;’
empleadores, tanto en el Congrese de Confindustrla, de 1953.
como en el Congreso de la Productividad, 1955, habian pre-
conizado la elemental necesldad de aceptar esos esquemas
indicaba su interes en afirmar, antes que la validez de les
rnecanismes especifices involucrades en la racionalizaclon, la
legitimidad de la idea de los planes de incentivacien come
base para establecer la relacion entre paga y trabajo. Aunque
es verdad que dichos planes resultaban cada vez mas atrac-
t1vo_s cemo medio para- ganar aumentos de salarlo en un
penodo de inflacien y control salarial per el gobierno, la
:Q§!1‘l'I1al‘l6I1tC insistencia de los empleadores en la aceptacion_
‘del page-per-resultados indica que ese conceptotedavia efa
lnaceptable para muchos trabajadores. '
Esa resistencia generalizada al cencepte de planes de

38 Resistencia e integracién
incentivacion y de racionalizacion arraigaba en el desarrollo.
durante la era peronista, de una cultura de taller y de planta
que traducia la nueva posicion social y politica de la clase
trabajadora en la sociedad argentina a una serie de supuestos
y afirmaciones. a menudo informales. acerca de lo que los
empleadores tenian 0 no derecho de exigir a sus trabajadores
en el marco del proceso de produccion. En ese contexto.
resulta claro que para los trabajadores argentinos langanera
legitima de mejorar los niveles de vida consistia en actualizar
los salarios basicos estipulados por los contratos y congelados
muchos de ellos desde 1950.4“ Salarios basados en pagas altas
por hora. junto, con beneficlos marginales como los aumentos
por antigiiedad, las asignaciones farniliares. etcétera. intro-
ducidos en los contratos del periodoy 1946-48, eran conside-
rados una conquista decisiva, por la clase trabajadora. Re-
presentaban una expresion concreta de lo que significaba la
justicia social para los obreros: la capacidad para ganar un
buen salarlo sinestar sometidos a presiones inhumanas dentro
del procesc de produccion.
Analogamente, el clamor de los empleadores por la revi-
sion de las clausulas contractuales que regulaban las condi-
ciones de trabajo encontro una oposicion general dc los asa-
lariados. En tanto que para la parte patronal esas clausulas
constituian un gran obstaculo para la racionalizacion eficaz,
las practicas laborales y las restantes provisiones consagradas
por ellas eran para los obreros una garantia esencial de la
calidad dc vida en los sitios de trabajo. Simbolizaban un
aspecto crucial de lo que la experiencia peronista significaba
para ellos. Expresaban en forma muy concreta el cambio
operado en la posicion sociopolitica de los trabajadores en el
marco social general, en cuanto esa transformacion era ex-
perimentada en un nivel sumamente basico de la relacion
entre las clases: en la relacion entre empleador y empleado
dentro del lugar de trabajo. Representaban. por asi decirlo, la
letra impresa de la realidad cotidiana que existia mas alla de
las abstracciones de la retorlca peronista. Encamaban lo que
los obreros habian llegado a considerar como la regulacion
valedera y esencial de la parte que les correspondia en el
proceso laboral. por lo que tendian a entender que no estaban
sujetas a negociacion entre las empresas y los sindicatos.
A Esa resistencia ideologica generalizada de los obreros a la
estrateéla’dE"sl1§“éi'r1pleadores era de indole a la vez limitada
y ambigua. Nunca involucro una critica de los Cfl_tf3}:lQ_S__SUb-
yacentes en” las relaciones de produccion capitalistas. La
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->¢,.“,._ as-T-?_.mm_-aw-.-. ....a..,_..‘._,.“.»..w...._._._.
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La resistencia peronista: 1955-58 89
oposicion a la racionalizacion nunca fue extendida al caracter
de negacion 0 duda del derecho de los empresarios a manejar
sus plantas. Existen escasos indicios, por ejemplo, de que los
trabajadores. en medio de la batalla contra el taylorismo.
hayan podido intervenir ellos en ese manejo. Sin duda alguna,
layaceptacion general de la legitimidad de las relaciones Vde
firoduccion, capitalistas y las relaciones lde auiyorldaudl fconte-,
..-nidas en ellas constituia un rellejo deiciertos principios ba-
'sicos de la ideologia peronista.
‘ Pero debemos cuidarnos. por otra parte, de adjudicar las
limitaciones del desafio lanzado por los trabajadores a la
autoridad capitalista exclusivamente al peso de la manipula-
cion ideologica practicada por el Estado peronista. Tal como lo
hemos sugerldo ya en el capitulo anterior. asi como la con-
veniencia de armonia social general predicada por Peron
encontraba eco importante en la clase trabajadora. asi tam-
bién puede pensarse que el reconocimiento de los intereses
respectivos del capital y el trabajo en colaborar mutuamente
en el proceso de produccion formaba parte en aquel momenta
de la cultura de la clase obrera. Esto suponia el reconoci-
miento general del derecho de los empresarios a ejercer el
control y la autoridad. asi como la aceptacion general de un
ideal etico segim el cual la relacion entre empleadores y
empleados debia ser consensual. Esto parece haber sido re-
foxzado por una genuina intemalizacion. por parte de los
trabajadores, del orgullo en el desempefio industrial argentino,
que simbolizaba la recuperacion de la estima propia bajo
Peron.
Lo que torno este problema tan complejo y cargado de
dificultades tanto para el sector empresarial como para el
Estado fue la circunstancia de que si bien pudo haber un
acuerdo genuine y abstracto sobre la conveniencia ética de
armonia y consenso. la traduccion de ese acuerdo a la realidad
concreta de las relaciones en el lugar de trabajo supuso
versiones distintas de lo que esa situacion ideal debia incluir.
Desde el punto de vista de la clase obrera. sus nociones de
cual debia ser la fuente de inspiracion de los parametros
legitimos de la autoridad gerencial eran profundamente in-
fluidas por la cultura del taller a que nos hemos referido y. en
forma mas general, por el nuevo status de los obreros en la
sociedad. Esto significa que no obstante la aceptacion general
cle la aH6rrata"<:1"del empleador. en la practica cotidiana de las,
"‘“‘fabficas la resistencia ofrecida ‘por los trabajadores en torno de
“estos puntos represento en efecto un técito desafio a los
90 Resistencia e inlegraciim
conceptos fundamentales de la organizacién capitalista de la
produccion. Aunque no se lanzé ningfm desafio manifiesto a_l
control gerencial, el resultado concreto de la insistencia de los
trabajadores en su definicion del esfuerzo y las préctieals"
laborales aceptables en el sitio de trabajo consistio en pong;
sobre eltapete la autoridad de los empleadores dentro dc sus
fabricas.
Hacia fines del primer regimen peronista, los empleadores
habian obtenido pocos resultados positivos en lo relativo a
acuerdos laborales de alcance nacional y de curnplimiento
obligatolio por la clase obrera. La cfipula sindical. consciente
de la hostilidad de sus miernbros. firmo el Acuerdo Nacional
de Productividad estipulado por el Congreso de la Producti-
vidad. pero ese documento consistia en gran rnedida en una
declaracion de propositos simbolica‘ lo menos que los din-
gentes grerniales podian hacer en vista del considerable capital
politico personal lnvertido por Peron en la campafia. Una dc
las razones de este fracaso resiclié simplemente en la resis-
tericla ofrecida en el taller y la planta. Frente a la desmtegraeiojrr
de _la_ coaliciénperonista inicial, la ‘creclente depenjejiela en
que"'se encontro Peron respecto de la clase trabajadora y_los
sindicatos puso 'un lirnite a la presion queel Estado podi/a
ejercer en nombre de los empleadores. Este fracaso siguio
obsediendo a los empleadores argentinos. En abril dc 1956. la
Camara de Industrias Metalflrgicas se hizo eco de la misrna
queja proferida por José Gelbard en el Congreso de la Pro-
ductivldad un ano antes:
“Es urgente reestablecer la sana disciplina en las industrias
que son hoy algo asi come un ejército en cl cual manclan los sol-
dados y no sus jefes."‘“
RACIONALIZAQICN Y REPRESION EN EL TALLER Y IA PLANTA:
LA REVOLUCION LIBERFADORA LLEGA AL LUGAR DE TRABAJO
Una vez resuelto el problema del poder de los delegados
grerniales. el gobierno de Arambum dirigio su atencion al tema
de la productiviclad. Lo abordé mediante el decreto 2739. de
febrero de 1956, que autorizo un aumento salarial de emer-
gencia del 10 por ciento mientras se negociaban acuerdos dc
mas largo plazo. E1 articulo 8 autorizaba la moviliclad laboral
dentro de una fabrica si se la consideraba necesaria para
acrecentar la productividad. E1 parrafo (d) de ese articulo
permitia a los empleadores coneluir acuerdos especiales con
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La resistencia peronista: 195568 91
sus trabajadores en lo relativo a nuevos sistemas de pro-
duccién, por encima y al margen de las condiciones estipu-
ladas en los contratos existentes. Las cléusulas vigentes re-
lativas a las condiciones de trabajo y a las elasificaciones de
las tareas serian prolongadas,
“con excepcion de aquellas condleiones, elasiflcaciones y clausulas
que directa o indirectarnente atenten contra la necesldad nacional de
incrementar productividad, las que quedan eliminadas".“
Por lo tanto. quedaba bien claro que nuevos acuerdos
sobre salaries estarian sujetos a circunstancias relacionadas
con la productividad. Pocos dias después del decreto, Patron
Laplacette cornento que
“El goblemo depuesto no hizo sino ordenar al Congreso dc la
Productividad que llegara a conclusiones conocidas y se limito a
anunclarlas sin tomar ninguna medida concreta al respect0."“°
Como reaccion contra esas politicas y contra lo que
significaban concretamente en términos de peores condiciones
de trabajo y debilitamiento de la organizacion gremial en la
fabrica y en el nivel nacional, importantes sectores de la clase
trabajadora se embarcaron en la larga lucha defensiva que
llegaria a ser conocicla. en la" cultura de la clase obrera
peronista. corno (‘la Resisten<;1a"..‘En parte constltuyo una
pgspuesta defensiva“a la franca represion y al hostlgamiento de
"’Jos_\tg;a)1a]aoorg_s en el sitib d,e_tra];1ajo.‘ Casi todo operario que
pudiera "ser conceptuado un “perturbador" era vulnerable y
estaba expuesto a represalias 'al capricho del sector patronal.
Pa“f'tic'1.i1arme'nte’\(ulnerables resultaron ser los delegados gre-
miales. situacion fue por cierto tan mala. que el Partido
Socialista se sintio obligado a enviar a Aramburu, en junio de
1956, un memonal donde deploraba la contraproducente politica
del gobierno. A su juicio,
“en el arnbito obrero se considem que esta en marcha un desqulte
patronal contra ellos que se ve alentado por la politica del gobiemo
que no actiia para que se haga efectiva su promesa de garantizar la
estabilidad pues en muchas partes se han hecho despidos en masa
y se deja cesantes a los delegados en las fabricas“.“
En la aplicacion dc esa linea la policia colaboro amplia-
mente con los empleadores. Un panfleto emitido por obreros
metahirgicos de base se refirio asi a una de las estratagemas
mas cornimmente practicadas por los ernpleadores:

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1;? "
92 Resistencia e integracién
“El empresario que quiere desprenderse de operarios capaces
de hacerse respetar en sus derechos y cle exigir el curnplimiento fiel
de las leyes 0 convenios moviliza a la policia y ésta, por interme-
dio de la Seccion Orden Gremial de la Policia Federal. arnasa un
parte en el que siempre de una manera hibrida y con buen artificio
atribuye al obrero el proposito de sabotear la produccion. Simul-
Laneamente lo detiene y lo incornunica remitiéndolo a la Seecién que
conesponde de acuerdo al lugar donde se habria cometido el su-
puesto delito [...] no interesa ya. para los fines perseguidos. que el
procesado sea puesto en libertad [...] la medida intimidatoria se
cumplié y el despido al que se atribuye justa causa legal por el
patron se hizo sin indemnizaci6n."‘5
También era frecuente el hostigamiento dentro de-los
sindicatos. Los interventores eran con frecuencia socialistas.
radicales 0 sindicalistas que, activos en la era anterior a 1946,
ahora aprovechaban las nuevas circunstancias para ajustar
viejas cuentas. También clentro de las fabricas, en el plano de
los jefes y capataces, hubo mucho margen para la persecucién
por rnotivos personales. En los astilleros dc Rosario, por
ejemplo, el nuevo gobierno reemplazo a todos los ingenieros y
jefes de taller. Segfzn las palabras de un activista que tra-
bajaba en los astilleros de ese tiempo, el nuevo jefe de inge-
nieros era
“un social democrata rnuy gofila que habia sido castigado por el
peronismo. Entonces este hombre venia con mucho espirltu de
revancha y él, y el téenico que fue nombrado jefe de talleres se
rodearon de toda gente revanchista".“6
Esta nueva relacion de fuerzas en el plano del taller y la
planta fue una condicién vital de cumplimiento indispensable
para la aplicacion de la politica de productividad icleada por
el gobiemo. El decreto 2739 se convirtio en la Biblia de los
empleadoresy que, segfin lo autorizaloa‘ el amculo 8. procu-
raban elirninar‘ los” “obsta'cu‘los a _1a‘productividad". Conside-
rados individuahnente. esos “obstacii10s" erancuestiones de
poca monta, pero acumulados representaban mucho mas. En
el animo de los trabajadores constituyeron la decisiva piedra
de toque mediante la cual podian evaluar el cambio de cir-
cunstancias operado desde la caida de Peron y medir las
consecuencias concretas que la nueva conduecion politica del
pais significaba para su vida de trabajo. En este sentido tal
ye; hayan sido de mas importancia. para confinnar la lealtad\
peronista de la mayoria dc 1os'trabajadore's,"fque la cuestiori
lisa y llana de los salarios. ~ ~ " ' ' '
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" eran ahora atacadas cofijo iniproigictiyég_re§Lricg,iQij§§—fl"e la


La resistencia peronista: 1955-58 93
Un ejemplo fipico de esos aspectos secundarlos pero
sirnbolicos consistio en la clausula sobre procedimiento de
conciliacién contenida en la mayoria dc los contratos de la era
peronista. En el documento a que ya nos referimos. la Camara
de lndustrias Metalfirgicas denunciaba:
“para resolver cualquier reclamation concurren el interesado y los
miembros de la comision interna, a veces en nflmero de hasta cinco
a los cuales se les debe abonar las horas perdidas. La concunencia
del reclamante. asistido por el asesor del sindlcato, bastaria para
garantizar la mejor defensa de sus intereses“.‘"
Debflitado el poder de las comisiones internas. los deseos
dc los empleadores se convircieron en la practica comfin, lo
que disminuyo las garantias de juicio imparclal que el tra-
bajador individual pudiera tener en caso de disputa con el
sector patronal.
_ En__f911na,similar,, las ‘garantias cgntenidas en los._con-
tratos en lo referente a clasificacion delos ’_tra_ba]pq§Wy a salaries
”.£1§1'5‘711Yd€mYfI5E25iéi1“§i. <1?§T‘?3§i‘§=:€159"iitiéy 195 fpatr<.>n¢$ =1 .diSK?
lb{11r 5
/los irabajadores. dentro l gie las _ fabricas, Vcomoy a_,_eIlois;_4_’l_efs
‘fpareciera rnejor. En mu¢n<>s’ casos, cl articulo 8 fue inter-
pretado como especificamente prohibitive de esas salvaguar-
dias. Los empleadores también se quejaban de los derechos de
que disfrutaban los obreros cuando se enfermaban en~el
trabajo: derecho a que se los enviara a su casa. con el dia
pago. etcétera. También esto se encontraba ahora lirnitado.“
lncluso hubo cambios mas pequefios cle un lugar de trabajo
a otro, aunque pudiera argumentarse que tenian mayor sig-
nificaclo inrnediato para los trabajadores. En los astilleros de
Rosario, por ejemplo. se suprimio el vaso de leche gratuito
brindado a los que tenian a su cargo la insalubre tarea de
limpiar la sala de maquinas, como se suprimié la provision,.
obligatoria para la gerencia, de proporcionarles ropas espe-
ciales y mascaras protectoras/*9
Resulto claro. engconsecuencia, que el drastico cambio
operado en el equilibrio (lei poder en el planqpolitico nacional
no podia dejar de reflejarse en las fabrlcais. Sin embargo,"i1n"a
vez mas los ernpleadorcs fueifon decepcionados en lo relativo
a resultados dc largo términ0.QAu_nqL,l€‘ ,11Ll12Q;fiII1plia suporesion
de “obstaculos para la produEf€iiFidad", pngwhnbo aplicacién en,
-‘@s¢ala~~-we‘w-1<»s~ Pl3II¢$“”§1¢"/@?l55al1%a§§§1?- 21! Y!=¥10v=%§ié51
""‘g“eneral' de ‘loswontratos en un sentido vasto que consagrara
“ legalmente nuevos acuerdos de alcance nacional para toda la‘

94 Resistencia e integracién
industria. E110 se debio en parte a la actitud ambigua del
gobiemo cuando hubo que interpretar la ley frente 3 C3808
rea/les. En este sentido los tribunales de arbitraje y los fun-
cionarios del Ministerio dc Trabajo no fueron uniformemente
favorables a los empleadores y parecieron vacilar ante la
incorporacion en masa, en los contratos existentes. de nuevas
clausulas sobre acuerdos en materia de productividad. Esta
ambigfiedad por parte del gobierno se explica en cierto modo
por la resistencia que provocaba en la clase obrera la ofensiva
en favor de la productividad, cuya eficacia se redujo. Pero cua-
lesquiera que hayan sido las limitaciones de la implantaclon
general de nuevos planes dc trabajo, el efecto total de la
supresion de clausulas que regulaban las COI1dlC10l'l€S.dC
trabajo y el ataque contra la organizacion laboral en el nivel
de taller y planta fue tal que los obreros consideraron este
periodo como uno de abuso empresarial sin restricciones. Un
pertodico sinclical lo expresé asi:
“En particular los empresarios intentaron ignorar y debilltiir 8
las comisiones intemas [...] todos estos casos nos dan la pauta de
que estamos frente a un revanchismo desmedido e injustificado dc
los industriales.“5°
ORGANIZACION 13$ LA RESISTENCIA EN ms FABRIcAs
Z)
Fue precisamente para defenderse contra ese "revanchismo"
apoyaclo por el gobierno que los trabajadores emprendieron en
las fabricas un proceso de reorganizacion que apuntaba a
mantener las conquistas logradas bajo Peron. Se trato dc un
proceso fundamentalmente espontaneo y localizado. Un acti-
vista de base 10 describié en los siguientes térrninos:
“En realidad todo se da en un proceso larvado, embrionario y
gradual que surge de las bases rnismas del movimiento obrero y que
no es domlnado por los viejos burécratas pero tampoco eonsigue
consolldar en la direccifm ni siquiera local en Rosario ni siquiera
nacional [...]. en realidad es un poco como son islotes. Porque yo
recuerdo que nosotros. los hombres de ATE en Rosario empezamos
a formar una agmpacion semiclandestina. la mayoria eran joyenes
que no habian tenido participaeion antes del 55 y aparte teniarnos
muy poca vinculaclon con otros gremios. Recuerdo que aparte de
reuniones en casas parttculares la finica comunicacién con_ otra
gente gremial que teniamos era con vitivinicolas, UTA, ATE de Puerto
Borghi y madera."5‘

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La resistencia peronista: 1955-58 95
Esas agrupacionesVsemiclandestinas, que a menudo se
reurfian en casas pnvadas, basaron su actividad en cuestiones
*n'ruy“c‘oncretas. En el caso del grupo que se acaba de men-
'z§ionar, una de las primeras medidas adversas contra las
cuales se organizaron fue la supresién de la jornada de 6
horas para el trabajo insalubre y la no provision de ropa
protectora. Mas comiin como motivo de encuentro y de orga-
nizacion fue la defensa de los delegados gremiales. En CATITA,
gran planta metaliirgica cle la provincia de Buenos Aires, se
efectué en diciembre de 1955 una huelga exitosa contra el
despido de varios delegadossz En el Ifiigorifico Lisandro de la
Torre, cle la Capital Federal, se realizaron en abril de 1956 una
movilizacion y una huelga contra el'arresto dc tres delegados
por el interventor rnilitar. Dirigio la huelga un comité inte-
grado por militantes de base y al eabo de 6 dias los delegados
fueron puestos en libertad.“
g No todas las luchas tuvieron el mismo éxito, pero hacia
mayo y junio de 1956 habia cada vez' mas signos de la
"creciente,confianza obrera y la mayor organizacion de comites
T 'se"rniclandestinos. Tanto en el frlgorifico Swift de Rosario como
'*énc“"el'd‘e Berfsso comités no oficiales organizaron huelgas
también exitosas con motivo de los mismos problemas.“ El
comité no oficial que habia organizado la huelga en la planta
"Lisandr0 de la Torre fue reconocido oficialmente por el inter-
rventor, en el mes de junio. como refiresentativo dc los tra-
bajadores. Por supuesto, no se trato de un proceso uniforrne:
mucho clependio del estado de organizacion sindical que se
hubiera alcanzado en cada fabrica antes de la revolucién de
setiembre. Bajo Peron. los trabajadores de la carne habian sido
uno de los gremios mejor organizados y mas militantes. También
representaban un sector decisivo de la economia. Era obvio
que a trabajadores de sectores menos importantes y con
menor tradicion de organizacion militante les resultaria mas
dificil abordar la tarea de reorganizarse en gran proporcion
clandestinamente. Incluso en los frigorificos la organizacién de
esos cornités fue en gran medida un proceso que se cumplio
planta por planta. El caso fue que para mediados de 1956 esa
corrlente adquirié mayor impulse y que las autoridades mili-
tares designadas en la intervencién de varios otros sindicatos
les otorgaron un reconocirniento dc hecho.“
_I:,3se_ mcanocimientog ;;le__ los \cornités_no.of,iciales significo,
por parte de los inilita’res.‘“'1a‘admision de que’ no habian‘
acertado, en vista de la respuesta dada porlas bases obreras,
a eliminar efectivamente las comisiones internas 0 erradicar de

96 Resistencia e integracién
ellas la influencia peronista. Una conclusion similar se derivo
de las elecciones de delegados ante las comisiones qge,1le-
gociaban salarios. Esas elécciones empezardn en rn_a_r;_Q _ 51;;
1956, y a despecho cle las maniobras efectuadas po,r__ los
interventores con el fin dc asegurar la presencia de mayoria§
antiperonistas, en la mayor parte de los sindicatos fuerori
elegidos delegados peronistas. En Alpargatas, la mayor planta‘
textil del pais, mas de 12.000 obreros votaron por la lista
peronista, en tanto que la lista socialista solo recibio 400
sufragios.“ Alli donde las maniobras de los lnterventores
imposibilitaron la realizacion de comicios llbres, los cornités
no oficiales organizaron abstenciones en gran escala y cam-
pafias de “voto en blanco". t
La tendencia demostrada por las elecclones para las
comisiones salariales fue confirmada por las que se realizaron
en agosto, setiembre y octubre para designar comisiones in-
ternas. La convocatoria misma a esos comiclos fue por si sola
una admision. por las autoridades, dc que no habian podido,
en vista del creciente nfimero de comisiones no oficiales,
irnponer a representantes obreros designados por los milltaresl
En octubre, la Cémara de Industrias del Calzaclo denuncié
ante el Ministerlo de Trabajo que
“en la mayoria de las fébrlcas los dirlgentes obreros vuelven a ser los
mismos que en épocas que conslderabamos superadas entorpecieron
con sus actitudes el normal desenvolvimiento de las tareas. Todos los
cargos caen en manos de indudables adlctos del regimen depues-
to".57
Esta confirmacién del dominio de la clase trabajadora por
los peronistas en el nivel de planta arraigaba en la lucha por
defender conquistas inmediatas. En un importante sentido
nunca se habia dudado de esto. nunca se habia registrado una
oscilacion de las opiniones por la cual hubiese podido pen-
sarse que la lealtad al peronismo era jaqueada con éxito. Al
describir la respuesta inicial de la clase trabajadora al golpe
de setiembre de 1955, un obrero peronista, al que citamos en
el capitulo anterlor, habia dlcho que “clefendimos instintiva-
mente algo que sentiamos estar perdiendo".v_El golgierno cle
Aramburu-Rojas inmediatamente dio un contenidorconcreto a
ese “algo”. Los ataques a las cornisiones intemas, el “rev_ag-
chismo" general en los lugares dc trabajo. la ofensiva contra
las condiciones laborales, todo ello explico muy clara e in-I
mediatamente qué era lo que se perdia y sefialo el contraste
con la era peronista. La politica del nuevo gobierno yo de los
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La resistencia peronista: 1955-58 97
empleaqores_rg;fq1zQ cjirectarnente la identificacién de Peron y
//g1iB61:OI1iS:iI1§)kVCOn esas ezrperienciaa concretas y cotidianas de
_;__los trabajadores. Lo cual tamoién fuelisulbrayaclo por la actitud
dc otrossectores que bregaban por conquistar la opinion de
"m1Aa\ clase oprera.‘ ‘ ‘ "
SOCIALISTAS Y COMUNISTAS EN LA EPOCA DE ARAMBURU
La posicién de los socialistas era particularmente ambi-
gua. Consideraban que la Revoluclon Libertadora tenia por fin
restablecer la democracla y poner fin a la tirania de Peron. En
cuanto tal no era la revolucién de una clase, sino que mas
bien representaba las aspiraciones unidas de todas las fuerzas
democraticas. La prensa socialista recordaba con frecuencia a
los empleadores y al gobierno que la rcvoluclon no se proponia
enfrentar a la clase obrera y que los ataques contra los
salanos y las condiciones de trabajo constituian una traicién
a sus propios ideales. Sin embargo. a la vez advertian que
librada a s1 mlsma la clase trabajadora continuaria. en su
mayona, siendo lea] al peronismo. En vista de ello, era preciso
reconocer la necesidad dc limitar la actividad peronista. tanto
pollticamente como en los sindlcatos. Esto condujo a los
soclalistas a adoptar una actitud amblvalente ante las medi-
das gubernamentales que afectaban a la clase obrera y los
gremios. Por un lado. crlticaron ablertamente a los mllitares
por coligarse con los empleadores en el ataque a las condi-
clones y derechos basicos de los trabajadores. Por otro, tam-
bien condenaban al gobierno cuando reconocia las comisiones
de tralaajadores de base. domlnadas por los peronistas. que
defenclian aquellas condiciones y derechos. Tal como muchos
otros demécratas declarados de aquel tlempo, los soclalistas
6Stabfl1_1M§ga]Qc_lg_sA__en>nnwcirculo vlciosoi en vista de que los
frtgabgjfadonegg £I9l1tI'3fl8Il;lénté a l’o1_es;pei'ado"’de_‘ellos. nollcom;
flprendlgilqL!€,__§t}"habian equivocado alapoyar a Peron. ‘ahora
‘ resultaba claro _qne_ la aplicacion de los' prlnciplos democra-
YU_C0S <;0l1fl_n1flaria Ila lealtad de la clase trabajadora a]_pC_I'Qf
niernozwantitesis rnisma. segfln los socialistas. dc la libertad y
la @i@m°£¥a2£=1- ' ‘A “ " e " A
U Mas ‘at’\r'1,';'los sociallstas y otros militantes no peronistas
no se avenian af aceptar las‘imp1icac_iones_vgle Lina, elipetlfincia
de diez afios de sindicalismo y de niejoraifiiento de los salaries
y condicionés de trabajo con el respaldo del Estado. A juicio
de todos ellos esto habia-significado una desviacion del de-

93 Resistencia e integracién
sarrollo saludable del movimiento obrero, proceso doncle tra-
bajaclores de insuficiente nivel intelectual habian sido desca-
rriados por un demagogo corrupto. Las ventajas obtenidas, por
lo tanto, estaban manchadas en un sentido moral por su nexo
con un gobierno paternalista y democratic0._<1a p{%§§tiCa.
esto condujo a que se asociara a los Sociallstas con la pglitica
’ del gobierxio y los empleadores, circunstancia claramente
simbolizada por las figuras de erninentes socialistas en la
jefatura de sindicatos intervenidos.“ A
Sin duda alguna, esto fue un problerna particular de los
dirigentes socialistas anteriores a 1946. Sin embargo, incluso
los militantes de base se encontraban desconcertados cuando
intentaban identlficarse con las luchas obreras. elementales y
en gran medida espontaneas. que tenian lugar en ese mo-
mento. Esos socialistas representaban una tradicion diferente
y otro concepto de actlvidad organizada dc la clase trabaja-
dora. Acerca de una huelga espontaneamente declarada por
los conductores de omnibus de Buenos Aires, un militante
socialista deploré:
“Una huelga gremlal se prepara y se decide: gencralmentfi S6
anuncia con actos y declaraclones prellminares tendiendo a lograr
con esa primera manlfestacién coactiva la finalidad que se persi-
gue.“59
Esta actitud lcs dejaba escaso terreno comun con los
.peronistas que integraban las comisiones no oficiales.
5 Durante todo ese pcriodo cl Partido Socialista observo
Q13 ‘ —oficiflrrlejitewfina“actitud'de"‘sup'erioridacl\ moralfde queja y dc
“‘~ad;fionic16fr_eonfif1_ua at la clase obrera por su incapacid‘§ad_i'para
‘”’ ‘ cornprender que sus '\ie"rclad"e’ros intereses se eneontraban al
1 margen(fd'el>_fpefonismo. Su politlca oscilé entre refrcndar en la
practica las medidas del gobierno militar y proclamar la necesidad
‘ l
W“ '\\ de una regeneracion moral y~una reeducacion de los traba-
\
jadores peronisfas. Un editorial de La Vanguardia se lamen-
p \taba asi:
“La auténtlca masa obrera [...] no ha podldo ser asistida mo-
ralmente por quienes tuvieron la virtud cle mantenerse lejos de la
contarninacién demagogica y del bajo electoralismo. Aunque resulte
dlficil explicarlo esta masa obrera no ha podido todavia ser liberada
de influencias tan regreslvas como perniclosas."“‘°
Stblen los comunistas comparnan muchas de las mismas
actitudes ‘basicas frente al peronismo y su iniluencia sobre los
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La. resistencia peronista: 195558 99
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trabajadores, en general adoptaron un enfoque mas realista.
’Ai1nquc tomaron parte en algunos de los ataques iniciales
lanzados contra los sindicatos peronistas en setiembre. pronto 4
adoptaron en las fabricas una linea de trabajo junto a los
<Lbl§I95<,.I2¢}'Q_Qi§L%§, > §;1t.,c1c13=nus,a, t dq 1as.:1;f:ni1iclonéLs*
slabpralfis yd
/la permanencla de los’ delegados_g;'e_rnja_les. Esto signified para
‘los comunistas el problema de que luchar junto con los
‘4—»‘
peronistas esencialmente en el mismo terreno lcs dejaba
practicamente muy poco que les permitiera diferenclarse dc
ellos 0 que pudieran ofrecerles para atraerlos a sus propias
filas. Si bien en ese tiempo trabajaron con los peronistas en
muchos sindicatos y fueron aceptados por los peronistas dc
base como aliados en una forma en que muy pocos socialistas
lo fueron, nunca hicieron peligrar el poder del peronismo
sobre la mayoria de los obreros. Fuera del terreno de la lucha
“por” un"'<>1aj¢£i<;6 inmediato, el ‘Partldo Comunista como tal
inspiraba fuertcs recelos. En parte esto reflejé recuerdos del
anterior antiperonismo del PC, y en parte sospechas sobre la
eétrategia general de ese partido en ese momento, en que
parecio apuntar a lograr la aceptacion del PC como fuerza
esencial del campo “democratico”. Muchos obreros peronlstas
sospecharon que la linea dura adoptada por los comunistas
en el campo gremial era negociable por una apertura que diera
entrada al PC en el escenario politico.“
Hasiafinqs dc 1956 ‘=1 g<>12icm<>v,habia 11!=s=1dfi> a a°¢Ptal:.
con renuencia. q»;1'e‘era irnposlble borrar tranquilamente el
‘p‘ero‘rifsi'rio de los sindicatos porfnedio de decretos 0 simple
'represi6riffTamb'ién se convencié de la falta de 'viabilidad de
otros candidates al liderazgo de la clase trabajadora. La po-
litlca que emergio de esta vision consistié, en general, en
mantener la linea dura y en una tentativa por clisminuir el
continuo domlnio absoluto del peronismo en los gremios. Se
adoptaron medidas para debilitar todo futuro movimiento
sindicalz garantlzar la representacion de la minoria, permitir
"que los trabajadores de cada lndustrla fueran representadoswi
por mas cle un solosindicato, otorgar a los organlsmos locales
de la CGT autonomia respecto de la central obrera. Ante todo
el gobierno de Aramburu intenté. en las eleccidnes sindicales
que~—empezaron"a efectmarse de’ ocfiibre ’de l9'56"en adélaifté.
porter en manos de los antiperonistasauna porcion significa-
tiva, aunque minorltaria, del. movimlento gremial. Se estimo
title con un gradoysuficiente de lntervencién del gobierno y
manipulacién por paxte dc los interventores militares en ese
proceso electoral, el avance peronista en el mbvimiento obrero
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100 Resistencia e integracién


seria mantenido dentro de limites aceptables. Esa politica tuvo
escaso éxito. Los resultados de las primeras elecciones reali-
zadas en octubre no hicieron mas que confirmar la tflfldencia
ya expresada en las elecciones de las comisiones internas y los
delegados para las negociaciones salariales.”
LA LUCHA SALARIAL DURANTE EL GOBIERNO DE ARAMBURU
La politica de ingresos del gobierno de Aramburu se baso
inicialmente en el supuesto de que la inflacion resultante dc
la devaluacion del peso“ lo cual formo parte de la estrategia del
nuevo regimen. no superaria el lO por ciento._ El aumento
salarial concedido en febrero dc 1956 se fundo en ese su-
puesto. Pero la devaluacion, combinada con la relajacion de
los controles gubemamentales sobre los precios. llevaron la
inflacion muy por encirna de esa cifra. Los empleadores ape-
laron a las nuevas circunstancias politicas para reajustar los
margenes de beneficio, que a juicio de ellos habian sido
mantenidos durante afios en bajo nivel por los controles del
regimen peronista_ En consecuencia las comisiones salanales.
que habian empezado a reunirse a mediados dc 1955, se
encontraron con una intransigencia poco menos gue absoluta
por parte de los patrones, Los ofrecimientos de estos COI1SlS-
tian por lo general en porcentajes sobre las tasas do 1954 y
su otorgarniento efectivo estaba casi siempre condicionado _a
la aceptacion de clausulas sobre racionalizacion. La mayoria
de los trabajadores ya ganaban bastante mas que los salaries
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basicos. de modo que los aurnentos ofrecidos les significaron
muy poco. El resultado consistio en crecientes Vconilictxos quo.
en definitiva§ fiieron‘ resueltos por el tribunal deMarbitra_ye
‘establecido por el decreto 2739.' '
-Paralos trabajadores los resultados fueron desparejos. lin
terminus reales ganaban ciertamente muy poco: 10$ Salafws
reales, que habian aumentado ligcramente en 1956. cayeron
agudamente en 1957 al alcanzar la inflacion una tasa del 25
porciento.“ De cualquier manera, durante ese periodo_hub0
una evidente redistribucion dc la renta que d€Si:3VOI'€C1O a la
clase trabajadora, y puesto que en el mismo periodo no hubo
mayores sigios de que aumentara la inversion interna.
u “existe una'fuerte presuncion de que el principal resultado d6 la
distribucion del ingreso en este periodo fu_e la reduccion _d; la parte
de los asalarlados en beneficio cle los mas acomodados.
E
~s
r
l
La resistencia peronista: 195558 101
La. verdad es que el significado de la cuestion de los
salarios bajo Aramburu residié mas en la esfera dc lo que se
percibia y se pensaba que en la simple y directa cuestion del
aun'ientO 0 la caida de los salarios reales. A fin de cuentas. los
salarios reales habian declinado también por momentos. bajo
Peron. particularmente a prlncipios de los afios 1950-60. Lo
que agrego después otro significado al problema fue la in-
tensidad del antagonismo social y la animosidad existentes.
l-Iabitualmente las concesiones salariales eran arrancadas,‘al
cabo de una aspera lucha, a un sector patronal reacio a
otorgarlas. Cuando se producian huelgas prolongadas. el
gobiemo invarlablemente intervenia para declararlas ilegales
*-y tomar en sus manos la tarea dc romperlas. El resentimiento
resultante fue tanto mayor cuando la batalla de las huelgas se
libro en un contexto general dc crecirniento economico firrrie,
aunque no fuese espectacular. Esto‘ no solo aguzo en la
rnayoria de los trabajaclores la conciencia de la injusticia de
la politica salarial gubernamental; ademas puso de relieve el
papel directo que desempefiaba cl gobicrno en el manteni-
aniento de un bajo nivel de vida. La declinacion de los salarios
reales_y la insatisfactoria redistribucion de la renta no eran
efeoto de una crisis econornica general y‘ una creciente‘ deso-'
cupacion. Las mismas estadisticas de huelgas testimoniaban
la capacidad de los trabajadores para defender sus salarios en
puros términos de rnercado laboral. La declinacién de los
niveles de vida resultaba mas bien de una derrota politica, es
décir la‘ caida dc Peron, antes que de circunstancias econé-"
fiqicas adversas. Era el resultado directo del ataque guberna—_
mental contra los sindicatos y dc una congelacion salarial
‘respaldada por el gobiemo. El gobierno y los empleadores
“iffnponian por medios legales y gracias al poder del Estado lo
que no eran capaces de imponer mediante los mecanismos del
mercado laboral.
Las luchas salariales de_fi_n’es dc 1956 ayudaron a con-
Ms_olidar_ el creciente movimiento de resistencia. La huelga mas
grave desde el punto de vista gubernamental, y en muchos
sentidos un simbolo de la aspereza de las relaciones indus-
triales en ese memento, fue el paro metalurgicowde fines de
_l§5_6. Desencaclenada inicialmente por el ofrecimiento patro-
nal de un aumento de solo el 20 por ciento sobre los salarios
1?£§1;¢0scc;<1<:,i195§by,lavhuelgacduzécmésode seis semanasyy Sc
"centro cada vez mas en tomo de la liberacion de los _traba-
jidores detenidos ylla reincorporacién dc millares de despe;
Yiidos. Durante la huelga, aviones y vehiculos movilizados por
/l
l“ ‘ ,
l i ~
ll» -~

‘Mas aim, los despidos en masa continuaron en la indiistrla


102 Resistencia e integracién
cl gohierno distribuyeron volantes donde se exhortaba a los
comerciantes dc‘ los suburbios obreros, como Avellaneda y
Lanfls, a no abn'rles crédito a los huelguistas. Camioncs con
altoparlantes recorrieron esos barrios dando los nombres dc
los jefes huelguistas y exhortando a los trabajadores a volver
a sus ocupaciones porque otros obreros lo estaban hacienda.
Tanqucs y tropas patrullaron las calles: la policia entraba en
bares y cafés elegldos al azar y cxpulsaba a los obreros
metal11rgicos.“5 La mayor pane de las plantas fueron ocupadas
por el ejército, que efectuaba ostentosas maniobras en las
inmediaciones.
La huelga fue dirigida por cornités de militantes de base
quewconstitiiyeron 'una formidable‘ ’Estn1c'tui'a or'ganizati§{a‘;y
rnanéjaron elmovirniento por inedio dc frecuentcs reunio'r1;es
entre delegados y bases, adernas de crear numerosas comi-
siones para movilizar el apoyo,,de la eomunidad. Aun<’11ie”'"la
huelga no triunfé en lo relativo a reclamaciones salariales
concretas. los trabajadores no la recordaron después como
una derrota desmoralizante_ n1 tampoco la presentaron asi
las publicaciones grerniales de aquel rnomento. Mas bien llego
ameonstitxiir un sirnbolo del orgullo de la clase obrera/pyor sg
capaqidad para Vorganizarse y enfrentar a los e'nipleado;je_s,_yl,al=
Estadq._A ese sentimiento de prgullo y solidaridad eomunitaria
se sum7fT'mi'a"’profunda amargfira. Los obreros que dirigieron
la huelga, eran hombres buscados que vivian en"la cl'aIidE‘sti-
niclad. Ij‘1nalnlente'l0s huelguistas volvieron al trabajo al'“'1"e-
cibir una imamesa de‘ rnejor page. 'pero no de 1iberta'g1’§a*r‘€i,los
detenidos ni arantias dc reincorporacion de los desfiéfifios
metaliirgféa ‘aniedida que los obreros reanuclaban sus tareas:
En algunas plantas fueron‘ despedidos entre cl 50 y el ‘7O por
ciento, En la firma CAMEA, una de las principales dc Buenos
Aires. los empleadores pidleron que los obreros flrmaran antes
una peticién de reincorporacién; cuando se ncgaron. los 1300
quevhabia en la planta fueron despedidos.“
La huelga metaliirgica fue el peor ejemplo de intransi-
gencizrgubernarnental y patronal que se dio en ese periodo.
pero_ no _€1_’1:1VIllCO., En el tramo final de 1956. las huelgas
estalladas en las industrias de la construccion. el calzado,
grafica, textil, de la came y de la construccién naval fueron
declaradas igualmente ilegales y los huelguistas sometidos a
un tratamiento similar. La ira ante la ferocidad de la represién
y el orgullo por la resistencia obrera debian perdurar como
parte decisiva de la cultura mllitante que nacié en ese tiempo.
W t g
3
¥*
E

1
La resistencia peronista: 195558 103
Raimundo Vill3fl°T- Iniembro clel cornité de metalfirgicos de
Avellaneda, describié asi. afios después la forma en que los
29 integrantes dc ese comité fueron arrestados finalrnente por
la policia:
_ “Eramos veintinueve miembros del plenario cuando llegb la
bngafia con _camiones. toda la patota [...] los estaban Subiendo 31
f:5::;’]1;SP°113:éal- I-adglente se amontonaba y la policia dijo que eran
_ b ..‘q gran e. una banda dc 29 ladrones. Entonces ellos
grita an. [No somos ladrones, somos obrerosl' Pero lgual los llevaronf‘6"
Bajo Peron los trabajadores habian padecido los efectos
de la inflacxon y soportado tiempos dificiles. pero rara vez
habian sido cazados y tratados como ladrones.
NOTAS
‘Critica. 19 de setiembre de 1955.
’Critica. 21 de setiembre de 1955.
3 - - .
_ _ sanuago 5¢r16I_1 Gonzalez y Juan Carlos Torre: Ejércilo y
sindicatos. Buenos Aires. 1969. pég. l2.
‘;Ibld_. pag. 33. K
S El gbrero Ferrovznrzo, octubre de 1955. Un fenomeno similar
e presen 0 en los smdlcatos de obreros del petréleo. de la Came y
del vestido.
SCGT. 7 de octubre de 1955. '
"lbi'd.
B » . _ ‘
octubreI:aun:air;1gfk:r1rdw:' el diam) Sromahém’ puphco hacia fines dc
atacé enér mam HEBCIIOH sobre la sltuaclon _slnd1cal en Rosario doncle
la Sade dé‘; hi £181? alacutud de las autoriclades locales de devolver
tomada par una Cgmgiégerlgiggtas. <_i¢l§Pues_d€_ qtie hubiera sido
Vanguardia del 27 de octubre dc lS5\§lé3lSta/Sl!'1dlCallS[a. Vease La
9Véase Senén Gonzalez y Torre" Eercit ' ’ '
90_ . . - Jv _ 0 H Svfdicatos. pags. 87-
miugir 81:‘ relatlvo a chferentes respaldos civiles de distmtas tendeneias
i‘; ‘(Iii-izica,1 Zddlel noviembre de 1955_
'ease a _e araciim fommlada al respecto por Cerrutti Costa
Zlgerizngghgonzalez y Torre: Ejército y slnriicatos, pégs. 137-43_
Luis Ernesto ¥,0?isag}?elg9s y ages dc Lenard‘ cl? esc period‘) véansc
L0nardi' Mi ad at L1 los es Just“ B“°"°$ AIRS» 1958- y Marta
12 éfinénpcorzzyl a rerllioluclon .riel_ 55, Bnenos Aires. 1980.
:1bsd., pélg. 37? y Orm Ejemm y smdmt°s' mg‘ 139'
La Nacibn. 24 de setiembre de 1955 menci tirot
Se produjeron en Avellaneda con intervencién OI}; “eI?;1Se;:1t::

104 Resistencia e integracibn


indisciplinados". Detalles de la manifestacion en Lanfls hay en
Roberto: “De la reslstencia peronista a las elecciones del 11 de
maI1o'. Peronismo y Sociallbmo, n° 1, setiembre de 1973.
“La Nacion, 26 de setlembre de 1955.
'5 Entrevista con Alberto Belloni. Buenos Aires. 14 de enero_de
1974. En ese momento Belloni trabajaba en el puerto cle Rosario.
1’ New York Times, 25 de setiembre de 1955. Esta es una _de las
mejores fuentes acerca de los sucesos de la Argentina en ese tiempo:
ciertamente muchos sucesos que nunca aparecieron en la prensa
argentina pueden encontrarse alli. _ I
‘S Juan M. Vigo: La vida por Peron: crénicas de la Resistencta.
Buenos Aires, 1973. pég. 54.
‘9Ibid., pég. 50.
“New York Times, 20 de octubre dc 1955.
“Entrevisia con Alberto Belloni.
22 New York Times, 4 de noviembre de 1955. Este diario da para
todo el pais una cifra de ausentismo del 65 por ciento, que llego al
100 por ciento en los barrios de mayor concentracion industrial.
“Roberto: “De la resistencia peronista".
“Vigo: La vida por Peron. pag. 55. '
25Vease Senén Gonzalez y Torre: lfiérciro y sindicatos, pag. 54.
26 New York Times, 15 de noviembre de 1955.
1'7 Vigo: La vida por Peron. pag. 69.
25110. Nacifin, 16 dc noviembre de 1955. Solo se abstuvieron de
responder aquellos sindicatos ya tomados ,por Ios antiperonlstas.
corno los de empleados de comercio y los bancarlos, y los sen/lcios
piliblicos, que los militares mantuvieron abiertos por la fuerza.
29 New York Times, 16 de noviembre de 1955.
3° Miguel Gazzera: “Nosotros los dirigentes”. en Norberto Ceresole
y Miguel Gauera: Peronismo: autocritica y perspectivds. BU¢1'l0S
Aires. 1970, pag. 61. H
“Declaracién del minisLr0 de Trabajo, Rafil Migone, La Nacion.
17 de noviembre de 1955.
32 El decreto 14.190, que rnodifico el anterior decreto 7107.
hablo de la rehabilitacién de aproximadamente 92.000 personas. Sin
embargo, afin después de esto algunos observadores sostuvieron que
mas de 50.000 seguian legalrnente proscriptas de la activldad grernial.
Véase Que, 26 de agosto de 1956. _
33 Esto sucedio por ejemplo en las plantas de la SIAM D1 Tella.
Vease La Verdad, 28 de noviembre de 1955.
“Que, 21 de diciembre cle 1955.
“La Verdad, 2 de enero de 1956.
“La Vanguardia, 5 de enero de 1956.
“Véase el discurso de José Gelbard, presidentev de la
Confederacion General Econémica. ante el Congreso Nacional de
Productividad y Bienestar celebrado en marzo de 1955, en el lnforme
sobre las actas de dicho congreso. Hechos e Ideas. Buenos Aires.
1955. pag. 282.
”lbid., pag. 280.
Q
1
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2
1
:
I
i
. I
E
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]_,a resistencia peronista: 1955-58 105
39 Detalles de esa resistencia hay en Daniel James: “Rationalization
and working class response: the limits of factor floor activity in
Argentina", Journal of Latin American Studies. vol. 3, parte 2, 1981,
pags. 375-402.
"°Véase Doyonz “Conflictos obreros“.
‘“ Qué, 25 de abril de 1956.
4’ Ministerio do Trabajo y I-‘revision: Nuevo regimen de
remuneraciones y de las convenciones colectivas de trabajo, Buenos
Aires, 1956.
“La Nacion, 20 de febrero de 1956. Un nuevo decreto, el 6121,
dado en abril de 1956, esiablecia especificamente que en el caso de
modernizarse una fabrica no se aplicarian las provisiones sobre el
nflmero de operarios consagrados a cada trabajo.
“La Vanguardia. 21 de junio de 1956. 1
‘*5 Folleto sin fecha pero probablemente de fines de 1956, en el
archivo del autor.
“Entrevista con Alberto Belloni, Buenos Aires. enero dc 1974.
‘*7 Qué, 25 de abril de 1956.
‘*8 Un laudo arbitraldado en la industria frigorifica declaro que
las normas existentes de licencia por enfermedad constituian un
“obstaculo indirecto" a la productividad ta] como se la definia en el
decreto 2739. Ministerio de Trabajo y Prevision: Laudo del tribunal
arbttral, n‘1 63/1956, Buenos Aires. 1956.
‘*9 Entrevista con Alberto Belloni, Buenos Aires, enero/febrero
de 1974.
“El Vitiuinicola, febrero cle 1956.
“Entrevista con Alberto Belloni, Buenos Alres, enero/febrero
de 1974. .
52Lucha Obrera. 22 de diciernbre de 1955.
“Entrevista con Sebastian Borro. Buenos Aires, enero de 1974.
5“ Umldad Obrera. junio de 1956.
“Vease en La Vanguardia, 17 de mayo de 1956, una enérglca
denuncia dc los socialistas contra esa tendencia.
“Unidad Obrera. junio de 1956.
57 Qué. 9 de octubre de 1956.
“Les ejemplos mas prominentes fueron Angel di Giorgio.
interventor del sindicato de tranviarios. y Francisco Pérez Leiros, en
el sindicato de trabajadores rnunlclpales. 2
5°La Vanguardia. 31 de mayo de 1956.
“La Vanguardia. 16 cle agosto de 1956.
6‘ En realiclad el partido fue autorizado a participar en las
elecciones cle la asamblea constituyente, realizadas en julio cle 1957.
En ese tiernpo hubo una notable declinacion cle su militancia sindical.
6’ Los peronistas triunfaron en los sindicatos industriales, y los
libres en algunos gremios de eriipleados, como los de comercio.
También los trabajadores del vestido eligieron una lista socialista. y
los graficos una encabezacla por un sinclicalista.
53 CEPAL: Economic Development and Income Distribution in
Argentina, Nueva York, 1969, pag. 254.

ll; 3
106 Resistencia e integracion
“R. Mallon y Juan Sourrouille: Economic Policy 'Making in a
Conflict Society, Cambridge, Massachusetts, 1975, pag. IQ. Hay
version castellana. Un autor calcula que la Parte correspondiente a
los salarios en la renta nacional bruta declino del 49.5 por ciento fin
1,955 al 47.3 por ciento en 1957. Véase Clarence Zuvekas _(h.2:
“Economic growth and income distribution in post-War_Argeni1na.
Inter-Arrwrican Economic A_[fairs, vol. '20, ng 3. 1966_. pagS- 19'39‘
“Entrevista con Ernesto Gonzalez. Buenos Alres. febrero de
1974.
66V0la.nte en poder del autor, sin fecha. pero puplicado por
grupos de base a principios de enero de 1957. Una informaelon
publicada por La Vanguardia el 3 de enero de 1957 confirmo la
noticia del incidente. _
67 Rodolfo Walsh: ¢Quién maté a Rosendo?, Buenos Aires. 1969.
pég. 19.
3
Comandos y sindicatos: surgimiento del nuevo
liderazgo sindical peronista
“No teniamos armas. no podiamos hablar, ni
vokar. ni hacer nada. No teniamos explosives: el
sabotaje era la (mica manera que teniamos de
enfrentar esta banda que nos explotaba. No
teniamos liberlad de prensa, nada. Todo lo que
teniamos era el Decreto 4161 que decretaba que
con solo mencionar a Peron podiamos ir en
cana. No ]JOdi8.\TlOS tener nl siquiera una foto de
Peron en nuestras casas. Asi que recurrimos a
los cafios."
Juan Carlos Brld
vnwos Y NUEVOS LTDERES SINDICALES
Quiencs dirigieron las huelgas dc 1956, y quienes re-
Msiiltaron elegid‘o‘s‘ en'los""sindi"catos donI1l‘c"se peiinmé la nor-
Wfiializacion, eran en gran ‘medida figuras n1leVas"surgidas en
_“'é11f¢1‘1_rso_,fii'e' las 1_uc_l1as suscitadas yen las fabricas yr, talleres
i§é_sde lacaida dt; Heron“ En’ cl vacio créado por el decreto
7107, que proscribio a muchos dc los que eran hasta entonces
dirigentes gremiales, adquirieron naturalmentc prominencia
los activistas que se habian distinguido en la accion diana en
los sitios de Uabajo. La actitud do éstos frente a los anteriores
lideres gremiales es bien ilustrada por la despectiva descali-
ficacion que Sebastian Borro pronuncio de los antiguos diri-
gcntes dc su gremio, el de la came, quienes

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108 Resistencia e integracion
“gritaban mucho ‘Viva Peron‘ pero no hacian nada [.n].Eran hombres
que esperaban todo desde arrlba, nada de lucha de abajo. Y se ve
eso cuando cae Peron. Alli empieza nuestra lucha en el frigorifico
Lisandro de la Torre; comenzamos con un pequefio grupo, casl toda
gente nueva, habia tal vez 2 0 3 viejos dirlgentes que no habian
desaparecido".‘
No todos los antiguos dirigentes se eclipsaron del esce-
nario o fueron victimas de semejante desprecio. Algunos habian
adoptado desde el principio una posicion de intransigencia y
mantenido un relieve propio entre los militantes de base. Au-
gusto Vandor, rnetalurgico, Miguel Gazzera, de los ficleeros. y
Amado Olrnos. del personal no médico de hospitales, constituye-
ron ejernplos de jovenes lideres surgidos como importantes fi-
guras en sus sindicatos en las etapas postreras del regimen
peronista y que ahora, desde la carcel. continuaban influyendo
sobre sus gremios. Cuando un dirigente anterior habia man-
tenido su actitud de lucha, los nuevos lideres elegidos en 1956
y 1957 con frecuencia se consideraron a si mismos como
reemplamantes provisionales hasta que aquél pudiera volver a
ocupar su posicion.
\ hos antiguos dirigentes que optaron por seguir iniluyendo
en los grernios y en’ el moviniiento peronista en gengiral
empeiaron. Wen V1956, a organizarse entre _si. En 1957 ya
existian cuatro grupos principales: la CGT Unica e lntransi-
gente, el Comando Sindical, la CGT Negra y una entidad
llamada simplemente CGT. La rnayoria de esos grupos tenia,
en el mejor de los casos, una iniluencia muy limitada sobre
los militantes de base. Su influjo aumento algo cuando so
unieron, en julio de 1957, para formar la CGT Auténtica,,_c,o,n
Alndrés Framini en el cargo de secretario general. Frarnini era
realmente un caso tipico de la especie de influencia residual
que ejercia la CGT Auténtica. Dirlgente de los textiles desde
comienzos de_los afios 1950-60, su actitud intransigente Tlesde
noviembre de 1955 y su encarcelafniento habian devuelto
algfin lustre a su decaida reputacion entre los trabajadores
peronistas.
v Entre esos grupos y la nueva dirigencia emergente hubo
fricciones. Reflejaron en parte distintos temperamentos. (life-
rentes clases de personas y distintas préeticas sindicales. Los
nuevos lideres. que en gran mevdida habian surgido de una
lucha derpocrética espontanea y de facbo en las plantas y
talleres, tendieron a llevar esa experiencias a las practicas de
‘los sindicatos renormalizados. Muy pocos de ellos habian
tenido alguna experiencia della jerarquia sindical peronista,y
7;:
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Efti "‘
La resistencia peronista: 1955-58 199
en general debian sus posiciones actuales principalmente a su
actividad en la resistencia diaria a las politicas de los em-
presarios y del gobierno. Existia por lo tanto una estrecha
identificacion entre los rnilitantes de base y los nuevos lideres.
jffesto reflejo en una mayor democratizacion de‘ la practice?
‘sindical. Sebastian Borro, lider obrero enlel Frigorifico Lisandro
de"la Torre, recordo:
“Una vez un general me dice. ‘Listed permite que hablen los
comunisias'. Yo le dije:
‘En mi gremio yo practico la democracia sindical. Todos los
afiliados tienen derechos y responsabilidades. Yo respeto los derechos.
ellos tienen que cumplir con las obligaciones.“‘2
También Alberto Belloni recuerda que su sindicato. en
Rosario. celebraba regularmente reuniones a las que asistian
mas de 300 trabajadores aun antes de que la entidad gremial
hubiera sido formalrnente normalizacla? Esta mayor inter-
vencion en los asuntos sindicales no solo reflejo una actitud
distinta por parte de los nuevos lideres sino también el deseo,
por parte de los trabajaclores mismos. dc asumir un papel mas
activo. Tal posicion fue robustecida por la indole cle la lucha
rque se libraba en aquel mornento. Frente a un Estado hostfl
y condenada gran parte dc la actividad gremial basica a una
-legalidayd a medias. que solo dejaba muy poca estructura
burocrética formal en condiciones ‘dc ser utilizada, se opero un
inevitable aumento de la participacion del militante cornun.
Ademas de sentirse amenazados por ese nuevo espiritu, los
antiguos dirigentes se resintieron al verse obligados a quedar
al margen y observar como sus sindicatos se ponian cada vez
mas fuera do su alcance. Ese sentimiento se intensifico a
meclida que. durante todo 1957. fueron surgienclo mas es-
tructuras formalizadas que contribuyeron a definir el perfil
del movimiento. en gran medida espontaneo. de 1956.
LA INTERSINDICAL Y LAS 62 ORGANIZACIONES
A comienzos de 1957, algunos de los gremios normali-
zados crearon una Comision Intersindicalcon el fin dc pro-
mover el restablecimiento complete de todos los sindicatos
mediante elecciones libres, la reapancion de la CGT, la sus-
pension cle todas las restricciones legales que trababan la
intervencion en cuestiones sindicales y la liberacion dc todos
los encarcelados por sus actividades gremiales. La fuerza

110 Resisterlcla e integracion


irnpulsora inicial cle la lntersindical fueron los comunistas.
pero pronto la entidad paso a manos de otros que quisieron
emplearla como primera estructura legal en tomo de la cual
podria organizarse alguna presion sobre el gobierno. En abril
de 1957 la Intersindical afirmo que le respondian treinta y
cinco sindicatos y cinco federaciones, y meses después, a
medida que mayor nfimero de grandes gremios. como los
textiles. los metalfirgicos y los obreros de la came. fueron
ganados por los peronistas, su influencia se acrecentoi‘ Dis-
minuida la influencia comunista inicial sobre el comité orga-
nizador, en julio este se encontraba ya bajo el clominio dc los
peronistas. El 19 dc mayo de 1957 la Intersindical realizo una
rnanifestacion para celebrar el dia intemacional dc los tra-
bajadores; fue el primer acto piiblico legal efectuado por los
obreros desde noviernbre dc 1955. Para el 12 dc julio la eeniral
obrera dispuso una huelga general con el fin de pedir la
liberacionde todos los presos sindicales y la normalizacion
completa de los grernios. Calculos no oficiales estimaron en
alrededor de dos millones y medic el niimero de los que
participaron en la huelga.5
La creciente influencia de la Intersindlcal avivo el anta-
gonismo latente entre los viejos lideres grerniales peronistas y
los nuevos. Para los anteriores dirigentes, el poder de la
Intersindical representaba una amenaza directa a sus espe-
ranzas dc recobrar sus antiguas posiciones. puesto que la
legalidad misma en que actuaba confirmaba la legitirnidad del
nuevo elenco dirigente. En los conclaves clandestinos del
movimiento peronista —y particularrnente en los argumentos
aducidos ante John William Cooke, delegado personal de
Peron—. sostuvieron que era preciso cornbatir a la Intersindical
porque muchos de los lideres que. recién elegidos. emergian
bajo su proteccion solo eran peronistas “tibios" cuyas posi-
ciones resultaban de comicios fraudulentos. Por afiadidura,
decian, la Intersindical no alteraria la decision del gobierno dc
debilitar en todo lo posible la influencia peronista en los
sinclicatos y de restituirlos a los obreros solo cuando lo
considerase oportuno. Por su parte. los nuevos lideres argman
que era esencial utilizar la Intersindical y la legalidad de que
disfrutaba. Todavia faltaba recuperar muchos sindicatos que
seguian en manos del gobierno y de los antiperonistas. y una
organizacion como la Intersindical podria contribuir a limitar
los efectos de las fraudulentas maniobras gubernamentales.
Mas aiin, ignorar este punto significaria abrir el camino a la
utilizacion dc la Intersindical por los anti_peronistas.‘*

1
,
ii
i
La resistencia peronista: 1955-58 111
Solo cl surgimiento de la lntersindical posibilito alcanzar
cierta coherencia en la organizacion de las fuerzas peronistas
en el ambito gremial. En 1956 la lucha habia sido local,
atornizada: los activistas de un sindicato apenas sabian lo qu‘e
“s'ficedia"fiiera de’su gremio y. con frecuencia, fuera dc su lugar
/dE1T'ab‘ajoL El espacio fconcedido por Aramburu al pasar de una
‘polmca de francarcpresion 'a una solution mas realista del
“problema de la clase trabajaclora" fue ocupado y usado por los
nuevos dirigentes para consolidar y organizar las posiciones
ganadas durante 1956. Esto confifio mayor coherencia iam-
bién al movimientoy peronista clandestine. al proporcionarle
una estructura institucional de la que carecia desde la pros-
cripcion del Partido Justicialista y la CGT en noviembre dc
l955.»l?or,__ ejemplo, solo gracias 'a la aparicion de la Intersin-
digal empezaron a llegar regularmente las ordenes de Peron
“a lofs lidéres gremiales y p01’_éSt0S a las bases. Analogamente,
:Qo§__int_ennedio de los sindicatos se organizo en gran medida
la campanaiavorable al voto en blanco en las elecciones
ffiiacionales cc/lebradas en julio dc 1957 para designar a la
"convencion constituyente.
’ l Este progreso en el plano de la estruciura fue confinnado
y acrecentado al funclarse las 62 Organizaciones,~entidad que
emclfgio del congreso realizado en setiembre de 1957 para
“norrnalizar la CGT. El interventor militar de‘ la CGT, capitén de
-*n‘a§ri0 Patron Laplacette, habia intentado. mediante la purga
‘delas lisias comiciales internas en algunos sindicatos dondé
’los'antiperonistas ienian influjo. asegurar una considerable
-presenoia de éstos en dicho congreso. En setiembre, los so-
cialistas y'otros_ant1pe'ronistas dominaban en los sindlcatos de
lernpleaclos de comercio, bancarios y empleados pfiblicos, ademas
de controlar los sindlcatos donde habian ganado las elecciones
fen 1956, los mas importantes de los cuales eran los graficos.
"los rnunicipales y los trabajadores del vestido. Por afiadidura.
dominaban muchas seccionales de la Union Ferroviaria, principal
sindicato del rlel, Patron Laplacette calculo que si iriilalga
consideralqlemente, las fcifra‘s"'E'le"ai'1"li‘ad‘os‘ 'de Qescis 'sindieal9§
»logralj§'aségiirarles la mayoria qe ‘los/delegadoslante al“e6i§gi¢;
"s,o.7f’ _raE:asar este fprQ,éedirniento",y,;enoonirar§él lo§‘antipe-
“ronisfas ‘en fninorja en la cornisioh defi13%E‘s/?j“\i”'e"i7erificaba
las’ 5re\cléfile’smd‘é"l0s clelegados. algandonaxropny el congreso.
Los sindicatos que se quedaron, p'firIcip“alrrie(nte peronistas,
“auhqiie'tarnbién"algunos doi’1de'habia ”infl1i‘e'ncia comunista,
surnaron un total de 62 organizaciones, que se constituyeron
oomo agrupacion bajo ese tifulo. Los eomunistas no tardaron
F3
-»/
5;;

‘ Q
112 Resistencia e integraciim
en apartarse, para formar un cuerpo de l9_gr_er,nlos_ contro-
lados, por el:lo§ZAl;6§”sifid‘iEa\t’6s arifi’p*e‘r’o‘rT§t\a‘s,“que se habian
alejadoldel congreso. constituyeron una rama distinta conc-
cida como las 32 Organjzaciones llemgcréticas.
El‘ surgirniento‘ de was 6’2“’Or'g"anizaciones fue un aconte-
cimiento importante. pues no solo confirmo la dominante
posicién de los peronistas en los gremios, sino que adlengfas les
proporcioho una entidad totalrnente peronista mediante rla
cual podrlarlfactuar y presionar sobre cl gobierno en una vast;/1'
esfera sindical y politica. También confirrné algo que, en la
practica. dos’ afios de lucha desde la caida de Peron habian
demostrado: los sindicatos constituian la principal fuerza
organizadora‘ y la ‘expresion institucional/_g'l_elv pe_ronisn19_e:n_l\a_
era posterior a 1955. Las 62 _ Qrg/gn}gQC,l0I1A§s..v\r_§fl§j?,1"li19__>18
creciente confianza dfe los>;fZi1:E§§1ii)QQlf§_SWQ§,baS6,.,aK1QI-11l§IDQ.l4ga
politica muy niflitan‘te.l qué-se.~traduj,91_e'n,1as huelga§,generé.1!@S
del 27 defsetiembre y del 22_“,y 23 de ootubre, declaradas en
protesta contra‘ las po1iticas_‘e_con?>*r11iEa yT,fg'f§rI}ia_1 dd gQb.?_§.m°'
Este respondio con una'nueva’o14a de intervenciones y arrestfos
de dirigentes sindicales. En dlciembre do 1957, ur1a,r'cul3i_(>n
publica preparada por las 82“fQrganizac{0nes fue, disper_sa_da
por la policia.-que detuvo a los, oradores. y adernas fueron
nuevamente intervénid'os'lo§""§indicatos.‘ Estas medidas caye-
ron sobre gremios industriales muy importantes, como los
metalurgicos. los textiles y los de la carne, pero el gobiemo no
logro quebrar la capacidad de los sindicatos peronistas para
actuar como fuerza organizadora de la totalidad del peronismo.
Lo cual quedé claramente demostrado por el papel que las 62
Organizaciones desernpefiaron en la orientacion del voto de la
clase trabajadora en las elecciones presiclenciales que llevaron
a Arturo Frondizi al poder en febrero dc 1958.
SABOTAJE Y GRUPOS CLANDESTINOS
El repudio popular del gobiemo militar y sus politicas
recurxio a canales de expresion que estaban al margen de la
esfera especificamente sindical. El término “la Resistencia".
que llego a constituir un punto de referencia decisivo en la
cultura politiea peronista, tenia connotaciones rnasarnplias
que las correspondientes al proceso de defender las condi-
ciones de trabajo y la organizacion en las fabricas. En cl
folklore del movimiento -folklore que integré la ideologia de la
clase obrera después de 1955-. la resistencia en las fabricas
La resistencia peronista: 1955-58 113
estuvo indisolublernente ligada a la resistencia en otros te-
rrenos. Esto involucro una heterogénea mezcla de actividades
dc distintos tipos. En la conciencia popular peronista. la
Resistencia incluyé un variado conjunto de respuestas que
iban de la protesta individual en el plano publico hasta el
sabotaje individualmente efectuado y la actividad clandestina.
sin exclulr la tentativa de sublevacién militar. Todas esas
respuestas tendieron a mezclarse en una serie muy confusa de
imagenes que tiempo después serian encapsuladas por una
nueva generacién de peronistas en frases tales como “guerrilla
popular" o “resistencia popular naci0nal" y que connotaban
toda una mitologia de heroismo, abnegacién, sufrimiento,
camaraderia compartida y lealtad a un ideal, mitos que habian
de constituir un elemento decislvo en la evolucién del pero-
nismo en afios venideros.
VLa primera y mas inmediata respuesta a los actos del
nuevo gobiemo provisional adoptaron la forma de lo que
'podfi'a denominarse un terrorismo espontaneo. En la prirnera
mitad de 1956 cundio una ola de tentativas de sabotaje. Una
--infonnacién periodistica. tipica de las publicadas sobre los
hechos de esa indole, referia por ejemplo cémo en Parana,
provincia de Entre Rios, habia sido arrestado un grupo por
perpetrar una serie de acciones tales como pintar consignas,
tratar de incendiar un depésito de granos de una importante
firma cerealera, quemar vagones ferroviarios e intentar el
incendio de un local dc la Union Civica Radical. Los detenidos
fueron un conductor de carniones. un empleado ferroviario y
otras dos personas, todos ellos de “condicion humilde".8 La
prensa publicaba a diario muchas informaciones de este tipo.
Un blanco particularmente vulnerable fue el sistema ferro-
viario. En Tacuari, provincia de Buenos Aires, a principios de
febrero de l956,“de un convoy de 27 vagones saltaron de los
rieles la locomotora y los primeros siete vagones". por lo que
fueron detenidos dos empleados del ferrocarril.9 Hechos como
éste fueron poco menos que cotidianos, junto con los come-
tidos contra otro blanco predilecto. las plantas de electricidad.
Al mismo tiernpo se‘desarrg_lAlaba\dent1-o de las fabricas
una creciente Kactividald de sabotaje. La ‘situacion fue ejern-
plificada por una fabrica de vidrio de Berazategui, cuyo pro-
pietario denuncio los dafios constantemente causados a la
maquinaria y los bajos niveles de producci6n.‘° Tan solo en el
mes de febrero, en el Frigoxifico Wilson. de Avellaneda. se
realizaron tres actos de sabotaje, uno de los cuales determiné
el cierre de la planta por varios dias.“ La situacion Ilego a ser
g4-

- 1
l
\
l
114 1, Resistencia e integracién
lo bastante grave como para que la Direccion Nacional de
Segurldad se sintiera llamada a advertir a la poblaciénz
“IA ley callfica como sabotaje y reprime hasta con prision
perpetua al que destruyere, desorganlmre, deterlorare 0 inutilizare
en todo 0 en parte documentns, objetos, materiales, lnstalaclones.
servicios o industrlas de cualquier naturaleza [...] hace saber a la
poblaclon que las fuerzas policiales y de segurldad han recibldo
instrucclones precisas para hacer use de sus armas cada vez que
sea necesarlo impedlr la comislén de actos cle saboL'1je."12
La amplitud de la advertencia constituyo una indicacion
de la escala de las acclones que se producian. Resulta dificil
saber con exactitud que grade de organizacion estructurada
alcanzaban éstas. Parece probable que en las fabricas cl
sabotaje haya sido en gran medida obra de la iniciativa in-
dividual. manifestada poco menos que literalmente en actos
tales corno arrojar una llave inglesa en el mecanismo de una
maquina en funcionamiento, 0 un cigarrillo encenclido en el
taller de plntura de la planta. Un caso tiplco de los llevados
a los tribunales en esos dias fue el de un obrero textil acusado
dc destzuir kilometres del hilado de algodon y paralizar asi el
turno de noche en su fabrica.“ En un caso similar, se acusé
a dos obreros metalurgicos de destruir maquinaria vital para
todo el proceso de produccion de su fabrica.“ Tal vez mas
comunes fueran otras formas de sabotaje lndirecto dc la
produccién consumado por los trabajadores como rnedio cle
‘gelevar su protesta. E1 propietario dc una fabrica de zapatos del
lpartido de Matanza, muy cerca dc la Capital Federal, se quejo
ante la policia dc que la calidad de sus productos habia
geclinado espectaculannente.“ En la industria procesaclora de
alimentos, un método de sabotaje bastante comun consistié
jen poner vidrio molido en las latas de conservas: hubo aun
’otras maneras dc arruinar los alimentos envasados.
‘ Por otro lado. también resulta claro que desde prlncipios
de 1956 existian los gérmenes de una organizaclon muy
caética y basada en grupos locales. En muchas zonas grupos
de trabajaclores. a menudo de la misma fabrica. empezaron a
reunirse regularmente y planificar acciones. Esto fue parti-
cularmente asi en el caso de los ferrocarriles. En marzo de ese
afio un grupo de diez ferroviai-los.fue acusado dc planear
y ejecutar actos de sabotaje en el Ferrocarril Belgrano, en el
Gran Buenos Aires.“ Juan Vigo. figura importante en el
rnovimiento de resistencia de ese tiempo, estimo que en abril
de 1956 existian en el Gran Buenos Aires mas cle doscientos
La resistencia peronista: 1955-58 115
“comandos", de los que formaban parte alrededor de 10.000
hombres. si bien “el control que habia sobre esos 10.000
hombres era muy relativo".” En esa etapa. muchas de esos
“comandos" estaban formados Exclusivamente por obreros y
“fbasados en una fébrica 0 grupo cle fébricas particular. Vigo
‘describe 1111 grupo tipico de esa clase centrado en el suburbia
de Ramos Mejia. Su jefe era un prominente lider del sindicato
de obreros del cuero y sus mllitantes pertenecian a este
grernio, a los textiles y metalurgicos y al personal dc la usina
eléctrica local.“
_ De cualquier rnanera. es evidente que también existian
incontables células clandestinas consistentes sobre todo en
» amigos que vivian en el mismo barrio y cuya inlluencia y
-accpiones estaban mucho mas circunscriptas. En el maximo de
. los ‘casos. toda coordinacion entre esos grupos, incluso en el
mismo vecindario. no paso dc ser muy débil. Esas células se
~'c0nsagraron principalmente a la pintura de consignas y la
distribucion de volantes; puesto que se trataba cle una acti-
vidad ilegal si se rnencionaba el nombre cle Peron 0 se re-
producian consignas peronlstas, desarrollarla suponia riesgos
y constituia una legitima forma de protesta. También se cllo el
caso de que muchas de esas células no estuviesen consti-
tuidas especifica y ni siquiera prlncipalmente por trabajadores
agremiaclos. Muchas contenian una suerte de muestra repre-
sentatlva dc clases sociales. Una. célula descubierta en Per-
gamino, provincia de Buenos Aires, incluia a un médico, un
subinspector de la policia local, un contratista de construc-
c1_on y un ex dirigente de la CGT local.” En Junin actuo una
celula formada por el ex intendente local, un aviador y el
capataz del taller ferroviario de la ciudad.’°
WEI1 _l_9,5§_también se intensifico el empleo de bombas
contra objetivos militares y edificios publicos. Esta forma de
qacc1'on'_exigio una ejecucion planificada y cierta experiencia en
laflfabncacion de' artefactos explosives. Actos como la coloca-
‘“cion‘de"una bomba en la fabrica militar de Villa Martelli y el
atentado contra el deposito de armas del Colegio Militar debieron
ser minuciosamente planeados y contar con un minimo de
°Tgan_1Zacion de apoyo.“ Esto se acentuo particularmente debido
a_la mdole del proceso dc fabricacion de las bombas, En esos
anos se utilizaba muy poca dinamita. por ser ésta sumamente
"“d1fic'1l'(:le obtener en Buenos Aires; la mayoria de las bombas
“vqnsistian en rudimentarios artefactos hechos de sustancias
“‘qulm1cas basicas alojadas en cascos improvlsados. Se las
'€onoc1a cdmo “canes” y llegaron a formar pane de la mitologia

\
/j
115 Resistencia e integracion
de la Resistencia. Su lugar entre los mitos se origino, en parte,
en su proceso mismo de produccion_ obra cle aficionados que
compartian las mismas ideas. Contaban con muy pocos es-
pecialistas con conocimientos de bombas y armamentos en
general, y los artefactos eran confeccionados. en 1956, Ine-
diante el rnétodo de pnieba y error, con riesgo considerable dc
quienes intervenian. La obtencion de los materlales exigia una
organizacion de personas dispuestas a robarlos, generalmente
de farmacias, droguerias 0 fabricas. Una operacion de annado
de bomba exigia por lo menos la participacion de seis personas
para curnplirse eficazmente. En consecuencia todo ese proceso
llego a ser simbolico de la resistencia en general, pues sin-
tetizo una serle de vlrtudes asociadas, en el folklore peronista.
con el periodo de la resistencia: no profesionalisrno, espiritu
de sacrificio, participacion activa de gente comun y carencia
de una elite burocratica que centrara la organizacion. ‘
Sin duda alguna. la motivacion general que impulsaba
estas diferentes formas de resistencia al regimen militar puede
ser entendida como un rechazo del nuevo régirnen politico y
lo que iinplicaba en materia social y politica. Sin embargo.
acciones como la colocacion de bombas y el sabotaje eran
inspiradas tamblén por un abrumador sentimiento de deses-
peracion. El sabotajc. fuera perpetrado en una fabrlca 0 contra
un edificio piiblico. representaba précticamente la finica salida
que se ofrecia a la mayoria de los peronistas para expresar su
rechazo del statu quo. Aquellos peronistas que experimen-
taron la necesidad dc luchar apelaron a alguna fonna de
sabotaje Como rnedio de expresar su ira y su sentimiento de
extravio, asi como de afirmar su capacidad para hacer algo al
respecto. En el comentario que se cita a comienzos de este
capitulo, Juan Carlos Brid, veterano de los “coniandos" de la
Resistencia, describe ese sentimiento de frustracion.
La perspectiva en la que estas acciones se situaban era.
corno no podia menos que ser, la de un catac,lis,rno.' Los
militantes esperaban que el nuevo regimen se desplornara d_e
una semana para la siguiente. Ahundaban rurnores sobre el
inminente retorno de Peron; circulo ampliarnente la leyenda_
del “avion negro" en que Peron volveria para dirigir a sigguehlo
en la lucha contra la tirania. Circulaban incontables volantes
donde se aconsejaba que debia hacerse para acelerar el re-
torno del lider. Uno aconsejaba a todos los peronistas retirar
su dinero de los bancos. no comprar mas bienes de consumo
y almacenar alirnentos, sacrlficio que conduciria al retorno de
Peron.“ Los volantes siempre concluian con la afinnacion de
' -=~'§, ;, l‘ 1 ‘
i E
l ‘Ia
»
L41 resistencia peronista: 1955-58 117
que “la hora se acerca" y “Peron vuelve". Un factor decisivo de
esa perspectiva era la creencia de que grandes sectores de las
fuexzas armadas seguian siendo leales a Peron y esperaban su
orden para rebelarse. Suponiase que esa sublevacion seria
coordinada con una huelga general y la paralizacion del pais.
1 Si bien esta vision sc correspondia plenamente con una
necesidad emocional. tuvo dos efectos inmediatos sobre cl
‘ movimiento de resistencia en la primera mitad de 1956. En
Y primer término, agravo la ya cronica falta de seguridad que
experimentaban la mayoria de los grupos. En efecto, si la
1 revolucion era para la semana proxima dificihnente podian
‘ necesitarse perspectivas seguras en el largo plazo. En segunclo
; lugar. muchos grupos resistentcs centraron su actividad y sus
: aspiraciones en encontrar a figuras militares que simpatizaran
§ con esa actitud, lo que también tendio a obviar la necesidad
‘ cle organizacion en el largo plazo. En efecto. no faltaban
militares que sirnpatizaran con la causa, y Juan Vigo deplora
V que siempre hubiera habido algfln “oficial retirado deseoso de
l promoter la revolucion para la semana que viene 0 incluso
1 para manana".” Todo lo cual promovio el caos en todo intento
por coordinar Lantos grupos dispares. En marzo de 1956. La
Razén describio el caso, de ningfm rnodo atipico, de un grupo
de resistencia desbaratado en Cordoba, en que
‘ “todos los que habian caido presos eran obreros que se dejaron
. sugestionar por consejos dc otros y por rumores que sefialaban a los
'1 generales Bengoa y Uranga en actitud subversiva“.”‘
V Solo al serkderrotado el levantarniento que en junio de ese
an6"‘encabezo el general Valle disrninriyo enalguna medida la
»~bfrs‘qii'e'da"de"nn1ifca;res‘"V'salvadores y ]1:l_I1_t9 con é_sta la pers-
’:15“€CT’1Va',de"cataclisipo: a co1'1toi7plazo.’5 Asimismo, ’para"'rnedia-
dos de 1956 se habia operado un proceso de seleccion: solo
~ -sobrevivian los grupos mejor organizados, que habian apren-
dido bien las lecciones sobre tactica y_ seguridad.
DIVERGENCIAS EN LA RESISTENCIA
De mediados de 1956 en adelante, los activistas pero-
nistas de clase trabajadora consagraron la mayor parte de sus
I energias a la recuperacion dc las comisiones intemas y
1 después de los sindicatos. Inevitablemente, el sector decisivo
de la resistencia peronista tenia que ser el que se relacionara
‘ en forma mas directa con la vida de los peronistas peric-
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118 Resistencia e inlegracion
riecientes a dicha clase. Pero- las restantes formas de actividad
centradas en torno dc los comandos por cierto continuaron, y
la linea que separo a una de las otras fue con frecuencia dificil
de trazar. Mas afin, el propio Peron habia conternplado desde
el principio la adopcién de una estrategia general que inclu-
yera los distintos niveles de actividad, conjunto al que dio el
nombre de “resistencia civil". Esbozo sus ideas al respecto en
las “Instrucciones Generales para los dirigentes", elaboradas
en diciernbrc de 1955, pero que probablemente hayan llegado
a esos jefes en maizo o abril de 1956. De acuerdo con Peron,
la estrategia general que el movimiento debia seguir era la de
una “guerra de guerrillas". donde la resistencia civil debia
desempefiar un papel importante. Se debian evitar tddas las
tentativas por hacer frente al régimen militar alli donde era
mas fuerte. es decir, en el nivel puramente rnilitar. Mucho mas
eficaces, sostuvo Peron, serian rnillares de pequefias acciones
que desgastarian gradualmente al regimen y socavarian su
voluntad de mantenerse en el poder. En el terreno social, la
resistencia debia mantener a los trabajadores en perrnanente
estado de conmocion, mediante huelgas, trabajo a desgano,
baja productividad. En un plano mas individual, se debian
ernprender millares de acciones tanto pasivas como activas. La
resistencia activa podia inclutr el sabotaje, y la resistencia
pasiva podria consistir en difusion de rurnores, distribucion de
volantes y pintada de consignas. Toda esa miriada de actos dc
resistencia finalmente tornarian ingobemable el pais y pre-
pararian el terreno para la huelga general revolucionaria que.
a juicio de Peron. daria la senal para la insurrecclon en escala
nacional. En esa fase resultaria decisiva la accion de los
comandos que. junto con sectores leales de las fueizas ar-
rnadas, garantizarian el éxito dc la insurreccién. Para este fin
los comandos debian entrenarse mediante acciones tales como
ataques contra instalaciones militares y gubernamentalcs.“
, La estrategia bosquejada en esas instrucciones generales
era reallsta; si ‘se deja de lado el concepto, siempre ‘profile-
rnatico. dc huelga general revolucionarla y subsiguiente""ih-
surreccién. La nocion basica dc resistencia civil tomaba""e'n
cuenta los distintos niv_eles de compromiso y actividad. Mas
afin, esas instrucciones tuvieron para el movimiento el posi-
tivo efecto de poner el sabotaje y la accion clandestina en una
perspectiva menos cataclismica. de verlos como una forma /dye
actividad paralela a la sindical y dc objetivo similar: el des-
gaste del régimen.
En la practica, sin embargo. a partir de mediados de 1956
La resistencia peronista; 1955-58 119
hubo una creciente dlferenciacionyentre los comandos empe-
" fiados en el sabotaje y otras actividades clandesttnas y el
movimiento de resistencia en los sindicatos. Esto so reflejo en
--una tension subyacente. que fue en aurnento, en lo que se
referia a las funciones de los sindicatos recién reconquistados.
Inlcialmente, en la primera parte del afio, a personas como Vi-
go les fue dificil convencer a otras de la necesidad dc organizarse
en las fabricas y en los gremios.” Esta actitud extrema no
persistio. pero si quedo una diferencia de énfasis. En agosto
de 1956. un periodico semiclandestino conectado con los
activistas que combatian en los sindlcatos consideré necesafio
debatir los meritos relativos del terrorismo y el trabajo sinclical
y tomar parte por este:
d 1 “No hay manera de enfrentar con exito a esta fuerza organizada
e os enemigos slno rnediante la organizacion de los propios tra-
ba]adQr°S- R°°!'g3mZaT5¢ BS, plies. la tarea fundamental. La orga-
nizacion fabril debe ser reconstruida."*“‘
En_teor1a, desde luego, no habia desacuerdo. Aquellos que
se habian comprometido principalmente con los comandos
reconocian la nccesidad de recuperar los grernios. Pero este
reconocimiento estaba tefxido de sospechas. Todavia quedaban
recuerdos do la inercia demostrada por cl movimiento sindical
al caer lferon. Un activista dc ese ticmpo describié tal actitud,
Egllfilzgftlda enwnces P01‘ III1 numero no dcsdefiable de mili-
1 T0d;% pensabamos que los gremios tenian que ser recuperados
fgls a me 1 a _en_ que esos dirigentes que fueran a la conduccién de
gremlos slrvieran a los intereses de la revolucion. Pensabamos
<3lu¢_ IQS gremios se tenian que jugar integramente a favor del
movlrmento revolucionarlo porque sl no no tenia ningfin sentido
gcuparnos de los grernjos que ‘querian integrarse al sistema [...].
ecuperar los grernios tema algun sentido para defender los dere-
ghos _de los t.l'8b8_|8d0!'€$ pero tenia fundamentalmcnte valor para
abajar en favor dc la revolution, porque tener un gremio por
tenerlo no mas carecia de senUdo."2”
En gran medida esa tension fue tacita, sobre todo en
1956. Cuando la idea de integrar los sindicatos al sistema
gubernamental resultaba absurda en vista de los persistentes
ataques lanzados por el_ gobiemo. Es necesario subrayar que
gunca hubo. en ese penodo. una division manifiesta en torno
e este problema. Mas bien hubo a menudo no poca super-
posicion de actividades en lo personal, y en muchas ocasioncs

120 Resistencia e integracion


los comandos recibieron ayuda material de grupos de base
gremial. Con frecuencia un grupo sindical que como tal fun-
cionaba eficazmente prestaba su solidaridad y su apoyo a
grupos clandestinos. En esos afios, el sabotaje formaba parte
integrante de las luchas obreras. Era poco menos que ini-
maginable una disputa laboral intensa sin el concomitante
estallido de bombas e incendios.
De cualquier manera, quienes en la préctica tenian nexos
mas estrechos con los comandos eran los viejos lideres sin-
dicales. antes que las nuevas agrupaciones sindicales. Los
mas cercanos a la CGT Negra habian colaborado con la ten-
tativa de golpe efectuada por el general Valle, y en diciembre
de 1956 lanzaron una huelga general coincidente con otra
promesa de insurreccion. El episodio tuvo resultado desas-
troso y condujo al arresto de muchos sindicalistas. También
fueron aquellos viejos lideres quienes influyeron sobre los
gremialistas jovenes y mas entusiastas para que se sumaran
a los comandos. Pero tambien en este caso las diferencias
fueron tacitas y tal vez. durante gran parte de este periodo,
pasaron inadverfidas. En forma general y mal definida. los
hombres de la resistencia de base gremial consideraban la
insurreccion y la huelga general para traer de vuelta a Peron
corno el objetivo ultimo de sus actividades sindicales. Por
ejemplo, rechazaron la propuesta presentada por los comu-
nistas en la Intersindical en el sentido de realizar una huelga
general para pedir la excarcelacion dc los activistas presos,
por entender que una huelga general solo merecia ser reali-
zada para pedir el retomo de Peron. En verdad se conside-
raban a si mismos tan justos e intransigentes como los cle la
resistencia annada. y combatian tan enérgicamente como éstos
a los politicos neoperonistas recién surgidos, que trataban de
atraer a los trabajadores a sus propias filas sin hablar de la
vuelta del lider.“
En definitiva, sin embargo. se confirmo que los caminos
estratégicos de ambas forrnas de resistencia eran de ordenes
fundamentalmente distintos. Esto se torno cada vez mas patente
en el curso de 1957. y si bien en gran medida permanecio
oculto mientras duro el regimen militar, los mas sagaces no
dejaron de advertir sus implicaciones. Uno de ellos fue John
William Cooke, quien a comienzos de 1957 se encontraba
exiliado en Montevideo. donde actuaba como principal dele-
gado de Peron. que estaba en Caracas y con quien se mantenia
en constante contacto. Sus cartas a Peron durante todo 1957
testimonian una preocupacion. a veces vagamente expresada
La resistencia peronista: 1955-58 121
pero siempre presente, por‘ el futuro estratégico del movi-
miento peronista. ~ "
En particular, ‘a Cooke “lo inquietaba lo qge juzgaba como
una disonancia entre el proyecto estratégicondTundarnental
"'peronista -que segun 'él tenrzrqoe ser la lioma del poder
-~-medianie la'_insurreccion para llevar aficabo una r¢v<>1u¢rqfn
/’56E:'lal— y los ajustes”técticos"i1ue los cambios de Ia coyhfiiura
-~~1>aliuca 'imponian'al_' rnovirnienio. “Esta disonancia reflejabaen
parte la distancia entre los propios deseos y la realidad. Cooke
X gel propjo Peron afirrnaban constantemente que la unica
‘esqtraiegiap valida’ para élmperonisrrip connsistiawenw la insurrgg;
fion. La meta propia“de‘ésta"era revolution social: “Nosotros
rT5'estamos contra una politica, sino contra un sisterna”.3‘ Por
esta razon el movimicnto debia mantener su intransigencia.
Segun palabras de Cooke,
“Un movimiento como el Peronisrno se nutre de absolutos. Es
la glorla y es el inconveniente de las fuerzas nacional-liberiadoras.
Deben llegar incorruptos. deben estar encima de las politiquerias, al
margen del juego comun que desarrollan los partidos tradicio-
nales.“”
Y/sin,_,e,n1hargg__laspondiciones apropiadasmpara lanzar esa
insurieccionVsegresisiian‘i§‘féZ§1fefi§€I;§i:l§,tE§ei3,tarieI“IUha y Otfa
vez. Coolie se qu“ej'o a~~r‘>‘erc>a' de que no existieran las condi-
ciones para desencadenar la huelga general revolucionaria. En
19919 _Q§_ flb151
“La repulsion general por la Tirania provoca protesias. incita al
ierrorismo y desata rebeldias. Ese estado de animo no se traduce.
sin embargo, en una resistencia civil total como la que deseamos.
ggrupos activistaikque popen/_bombas _y l_"LaC§_[1 ,s_alZ9t,ales;~_e§tg ya
crean?l’o"fina"‘mentalidaitffifiei‘§"IzI“§iéa<§§:yY5;/nimq '3 muchos
€!',C\p§_§'/lT§‘_i'*}]:f:“s_‘_1_*<P-Err)“ usied sefiala “lg; “genie adrrhifaf
é§ra§“'5e>1gs
perp solo muy"debTlri’{enfe _1os,'secunda“[...]"€se de§corifentU’1:6nir§"el
gobTe?Y16”'H€"Tacfo {...] debe ser canalizado en realizaciones insu-
rreccionales que vayan desernbocando en el levantamiento p0p’1i-
lar."‘”
No solo las circunstancias propiciasgpgara ese levant_a-
miento se abstuvieron de rnaterializarse; ademas. duranteptodo
1957 las probabilidades de que se concretaran se alejarop de
manera creciente. El éxito mismo de la Resistencia, especial-
mente en los sindicatos. modificaba el contexto en el cual
debia operar el movimiento. El gobiemo retrocedia y dejaba
posibilidades de desarrollar, dentro de las estnicturas exis-"

122 Resistencia e integracién


tentes. actividades semilegales o incluso plenamente legales.
Cooke reconocia que el movimiento no podia ignorar las nuevas
posibilidades tacticas que se le ofrecian y retirarse a up
purismo revolucionario que solo dejaria el terreno libre para
los que querian desviarlo hacia el lodazal de la politica tra-
dicional. Escribio a Peron: '
“La semi-legalidad actual con el aflojamiento de la persecucion
hizo aflorar a la capa blanda del peronismo.“‘“
Sin embargo, el problema no consistia realmente en que
los elementos “blandos" ganaran terreno. Mas bien se trataba
de lo que la realidad social podia imponer a aquellos elementos
que se mostraban intransigentes. En forma mas concreta. el
problema se planted en toda su claridad a los sindicatos que
los peronistas acababan de recobrar. Acrecentada su confianza
por las batallas salariales de fines de 1956. los trabajadores
buscaban canales de expresion al margen cle la esfera grernial,
puramcnte defensiva. Lo que vieron en la lntersindical fue ese
canal. Para Cooke el peligro residia en que la Intersindical
llegara a ser considerada como un fin en si misma y no como
un simple instrumento de lucha. Algo muy parecido fue lo
puesfo en juego en el congreso que la CGT celebro en se-
tiembre de 1957. donde llego a discutirse incluso si debian
aceptarse 0 no las elecciones realizadas en los sindicatos
patrocinados por el gobierno.
Para los cornandos la solucién del problema era simple y
equivalia a lo que Cooke habia denominado una retirada hacia
el purismo: rnantener ni mas ni menos que una negativa
intransigente a toda relacién con aperturas al sistema insti-
tucional. El periodico Soberdnizz vocero de esos grupos. afirrno
que el problema dc como enfrentar el fraude en el congreso de
la CGT era irrelevante, pues los sindicalistas peronistas sim-
plemente no tenian nada que ver con un congreso de la CGT
inspirado por el gobiemo.“ Dos figuras importantes de los
grupos clandestinos, Lagomarsino y Marcos. enviaron a Cooke
un documento de 45 paginas donde denunciaban la torna de
control de la Intersindical por los peronistas como una rup-
tura con la posicién intransigente.” Cooke rechazo ese punto
de vista. En un largo plan de accion que sometié a Peron en
agosto de 1957. Cooke argumento que la intransigencia lisa
y llana ya no era una posicion viable. Las grandes consignas
intransigentes de la Resistencia clebian recibir una “traduc-
cion tactica" que les permitiera responder al deseo de actuar
concreta y positivamente que experirnentaban las masas pe-
1
I
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ii
§ii
La resislencia peronisla: 1955-58 123
ronistas. Era preciso crear para el movimiento nuevas es-
tructuras semilegales. Segun Cooke, éstas perrni'tifian"Elesa-
/rrollar una actividad practica "que culrninaria. euando las
»’~¢i;1-cunstancias resultaran apropiadas. en la insurreccion.
Aunque teoricaniente admisible, el plan dc Cooke estaba
expuesto a objeciories. En particular, evitaba el problema de
las indoles fundamentalmente distintas de los sindicatos y ‘los’
cpmandos, y, por 'lo tanto, de sus diferentes"posibilidad‘es
estratégicas. Los sindicatos eran fundamentalmente institu-
ciones sociales arraigadas en la existencia misma de una
‘sbciedad industrial. y como tales tenian que cumplir un papel
funcional intrinseco en esa socieclad. Su existericia corno
medios de actividad y organizacion de la clase trabajadora les
conferia cierto grado de inmunidad a los cambios de la si-
tuacién Pfllitica. cierta capacidad para durar y resistir al
ataque politico. Loscomandos. en cambio, eran organizaciones
erninenternente polificas, cuya existencia y perspectivas de-
pendian mucho de unconjunto especifico de circunstancias.
A diferencia de los sindicatos, no respondian a ninguria necesidad
social o econémica intrinseca dc la clase obrera. En ausencia
de ésta, a los grupos clandestinos les era imposible procurarse
una base _duradera de supervivencia en aquella area donde tal
base habna sido posible bajo forma de alguna clase de relacion
orgariica con los sindicatos. Necesitaban una posibilidad de
accion concreta yi ézgito préctico. Cuanto mas se'ale'ja'rali esas
posibilidades, mas probable se tornaba que las estructuras
semilegales y legales, en especial los gremios, se comprome-
tieran con su dinamica y su logica propias. Existia un li-
mite para la posibilidad dc mantener en reserva los sectores
clandestinos sin que se osificaran, carentes dc toda perspec-
tiva propia genuinamente factible. hasta subordinarse inevi-
tablemente a los sectores legales del movimiento.
En ese periodo. este conflicto permanecio en lo esencial
latente. En el contexto de un gobiemo militar, que aun si
otorgaba cierta legalidad a los sindicatos mantenia una poli-
tica de represion y violerito antiperonismo. el conflicto po-
Ttke_n_/cial entre sectores legales y clandestinos era "escasamente
perceptible. Sin embargo, la tension implicita existia. Se advirtié
en especial su presencia durante ‘todo el debate sobre las
elecciones presidenciales que se efectuarian en febrero de
1958. g,Debian los peronistas votar y. en caso de hacerlo, votar
por un candidate como Arturo Frondizi? Si bien Cooke y Peron
exhibian una posicion retérica adversa a toda participacion en
los comicios, no clejaban de advertir las ventajas que ofrecia
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l24 Resistencia e integracion
un voto positivo. Los inquietaba, empero, la posibilidacl de que
la “capa blanda“ fuese fortalecida por la perspectiva electoral.
Otra vez mas, sin embargo. éste no era el verdadero problerna.
Los pOliUCOs neoperonistas que habrian podido intentar be-
neficiarse gracias a una apertura electoral disfrutaban de poco
predicmnento en la clase trabajadora. y si Peron hubiese
ordenado de nuevo votar en blanco hubiera sido obedecido por
la mayoria de los obreros peronistas.
El problema radicaba. mas bien, en las alternativas creibles
que podian ofrecerse en vez del voto por un candidato no
peronista. Cooke parece haber nutrido la vaga esperanza de
que una insurreccion resolviera el problema antes de febrero
de 1958; en particular, confio en la posibilidad de capitalizar
las huelgas dirigidas por las 62 Organizaciones a fines de
1957. Sin embargo se vio obligado a reconocer que en las
mentes de la mayoria de los peronistas la sublevacion solo
representaba un camino muy vago. Las huelgas sirvieron de
poco para convencer a los gremialistas dc la viabilidad de la
msurreccion. Mas aun. después de la represion policial contra
la reunion efectuada por las 62 Organizaciones a fines de
diciembre fueron intervenidos los principales gremios indus-
trlales dirigidos por peronistas y las 62 Organizaciones se
vieron obligadas a negar cualquier contenido politico a sus
actividadm-:s,,‘Las negociaciones secretas iniciadas en ese Inomento
con representantes de, Frondizi fueron el reconocimiento ta-
cito, por parte de Peron y Cooke. del fracaso ydey la opcion
revolucionaria.” A
\ El grlto de batalla de los comandos y grupos clandestinos
fue entonces elmantenimiento de la intransigencia 'y‘1a’ne-
cesidad 'cle votar en'blanco. 'Er1‘a'us'encia‘ii‘e t‘o‘d‘"a’po”s'ibilidia“d,
ni siquiéra dc mediano plazo, de organizar una rebelion armada.
aquella actitud no podia ser mas que un gesto dc fe. una
refirmacion de valores y un rechazo del statu quo antipe-
ronista. Objetivamente, esa posicion tenia poco que ofrecer a
los militantes sindicales. En cambio, del voto por Frondizi
podian derivarse ventajas concretas. Una victoria del candi-
dato “no continuista" ayudaria a consolidar las posiciones
arrancadas por los gremios al regimen militar.“ Las inter-
venciones siguientes a la reunion de diciembre habian hecho
comprender la fragilidad dc las posiciones recién recobradas.
Por afiadidura. existia la posibilidad de consolidar mas
aun el poder grernial mediante la reconstitucion de la CGT. En
su propaganda electoral Frondizi insistio particularrnente en
ese tema. Existia también el problema de la legislacion im-
>
La resistencia peronista: 1955-58 125
plantada por los militares para debilitar la central sindical. El
decreto 9270- P01‘ Bjflmplo, permitia la representaeion mino-
ritaria en los organismos dirlgentes sindicales y el estable-
cimiento de varios sindicatos en una industria, todos con
iguales derechos a la representacion obrera. Este mismo decreto
prohxbia ademas toda actividad politica a los sindicatos. En la
practica gran parte de esa legislacion habia resultado muy
dificfl dc aP11'331”- PCFO Seguia siendo un recordatorlo de las
arbittrinedades del regimen militar y de su antipafia funda.
meg a por un movimiento gremial fuerte y centralizado. Sin
du a alguna un candidato corno Frondizi. quien prometia
realizar elecciones libres en todos los gremios donde no se
hubieran efectuado, restablecer la CGT y reconstituir un poderoso
sisterna de negociaciones colectivas similar al existente bajo
Peron. no podia menos que ejercer fuerte atraceion sobre el
sector smdical del peronisrno.“
A muchos militantes sindicales. empero. les costaba aceptar
el argurnento de que debian votar por Frondizi, de largo
pasado antiperonista antes de 1955. Sebastian Borro recuerda
cuan dificil era para el peronista comun irnaginarse 3 Peron gn
el acto de clar esa orden y que esfuerzos debieron desarrollar
los dirigentes sindicales para convencer a los militantes de
base. En Rosario. las 62 Organizaciones necesitaron celebrar
diez sesiones antes de avenirse a respaldar esa orden.“° Sin
efnbargo. en general la nueva jefatura peronista acepto la
1ogica_de la orden. es decir. la necesidad de prevenir la
consohdacion del antiperonismo mas virulento. Esa jefatura y
su iniluencia fueron decisivas en la obtencion de los votos
peronistas para Frondizi. Aun asi. mas de 800.000 peronistas
desobedecieron la orden y refirmaron su intransigencia abste-
niéndose o votando en blanco.
NOTAS
‘Entrevista con Sebastian Borro. Buenos Aires, enero de 1974.
zlbid.
1g743I%1tl1ievl_sta con alberto Belloni, Buenos Aires. enero/febrero de
afiliaaose om compare esta cifra con la de aproximadamente 30
4 que asisuan a las reuniones antes de 1956.
Que, 16 de abril de 1957. publico el programa de la lntersindical.
5Ml1y0ria. 17 de julio de 1957.
151 “Peron-Cooke correspondencia, vol. l. Buenos Aires, 1972, pag.

126 Resistencia e integmcién


’Detalles dc este intento hay en Mayoria, 24 dc junio de 1957
y 6 de enero de 1958. En efecto, se asignaron 358 delegados a 10
organizaciones, y 311 a 87. y dc aqucllos 10 sindicatos 6 eran
antiperonistas. Véase Qué, 22 de agosto dc 1957.
BNoticias Grziflcas, 7 de enero dc 1956.
9Noticias Grziflcas, 7 dc febrero de 1956.
‘° Noticias Grzificas, 18 dc febrero de 1956.
“Noticias Grdficas, V10 dc febrero dc 1956.
‘Z Noticias Grdficas, 7 dc febrero dc 1956.
“La Razén, 3 dc abril de 1956.
14 Noticias Grdficas, 18 dc marzo dc 1956.
‘5 Noticias Grzificas, 14 dc febrero dc 1956.
“La Razén, 7 de marzo dc 1956.
"Vigoz La vida por Perén, pag. 175.
1“Ibid., pég. 149.
19 Noticias Grzificas, 25 de febrcro dc 1956.
2° Noticias Grdflcas. 21 de febrero dc 1956.
2‘Not1'cias Grdficas, 22 de febrero y 2 dc marzo dc 1956.
”Volante en posesién del autor. sin fecha pero probablemente
de rnediados dc 1956.
”Vigo: La vida por Perén, pag. 24.
“La Razén, 16 de marzo de 1956.
“La sublevacién encabezada por Valle se bash en los pocos
oflciales peronlstas que quedaban, partlcularmente dc baja graduaclén,
y en suboficiales, asi como en algunos oficiales nacionalistas
desencantados que habian integrado la facclén dc Lonardi. El
levantamlento cstaba condenado desde el principio, pues la intellgencia
rnilltar conocia sus planes. Al parecer. Aramburu les permitié
dcllbcradamente proseguir, con el Fm dc tenet un pretcxto para una
purga ejemplar. La ejecucién dc oficiales y suboficiales que tomaron
parte en la revuelta no tenia precedentes en la historia militar
argentina y pasé a constituir parte importante dc la cultura popular
dc la Resistencia. La represién de civiles que se sumaron a la
sublevacién es rclatada por Rodolfo Walsh en Operacién Masacre,
Buenos Aires, 1963.
“Véase Perén-Cooke, Correspondencia, vol. 2, pég. 391.
"V1go: La vida por Perén, pag. 31.
“B F‘rente Obrero, agosto de 1956.
29 “Crénica por un resistente: crénicas dc la Resistencla",
Antropologia del Tercer Mundo, agosto dc 1972.
3° Los neoperonistas eran principalmentc politicos del periodo
anterior a 1955 quc habian detentado cargos en el partido peronista.
Sus carreras posterlores a 1955 se basaron habitualmente en su
capacidad potencial para apelar a la lealtad del aparato politico dc
la regién particular de cada uno.
‘“Perén~Cooke. Correspondencia, vol. 2, pag. 11.
”Ibid.. pag. 35.
33 Penén-Cooke. Correspondencia, vol. 1. pég. 144.
““1bid., pég. 227.
La resistencia peronista: 1955-58 127
35 Soberania, 4 de junio dc 1957.
f6Perén—Cooke. Correspondéncia, vol. 2, pag. 8.
”Detalles dc cskas negociaciones, que culminaron an 61 acuerdo
conducente al voto peronista por Frondizi, hay en Ramén Prietoz El
Pacto, Buenos Aires, 1965.
3“ Se clcnominé “continuista" la candidatura dc Ricardo Balbin
por la Ul'1l0l’l ClV1CZi Radical dc] Pueblo por entenderse que los
militares vcian en los radicales un medio dc contjnuar las politicas
antipcronistas posteriores a 1955.
39 Otro problema importante para los sindicalisias era c1 mal
estado financiero de los sindicatos dcspués de las intervenciones
militares. Esto gravité negativamente sobre los scrvicios que los
sindicatos ofrecian a los afiliados e impartié especial urgencia al
tema dc la recuperacién cornpleta dc los gremios.
“°Entrevistas con Alberto Belloni y Sebastian Borro. Buenos
Aires, enero/febrero de 1974.

4
Ideologia y conciencia en la
resistencia peronista
"Para nosotros la vuelta de Peron era la vuelta
de la decencia y la dignidad para_los que tra-
bajabamos. sacarnos la pata del patron de encima.
em la vuelta de la felicidad, era el flnal de tanta
tristeza y tanta amargura que habia en los
millones de hombres del pueblo, era el fin cle la
persecuclon..."
Obrero anénimo.
Durante la década 1960-70 y la siguiente, lalizquierda
peronista y otros observadores consideraron que el tiernpo del
gobierno de Ararnburu y la resistencia que 10$ P6T0I11$taS_l_6
ofrecieron constituyeron un periodo culrninante de la mili-
tancia, digno de quedar como ejemplo dc combatividad de_ la
clasetrabajadora. E1 término mismo dc “Resistencia llego a
incluir el extremismo. a significar un movimiento de izquierda.
un concepto en cierto modo revolucionario. Las bases de esa
evaluacion han sido bosquejadas en los dos capitulos in-
mediatamente anterlores. En términos de estadisticas de huelgas,
los anos 1956 y 1957 no tuvieron hasta entonces punto cle
comparacion en la historia argentina. En 1956, tan solo_ en la
Capital Federal se perdieron mas de 5 millones de dias de
trabajo, y mas de 3.300.000 en 1957.‘ Estas cifras reflejaron
no una simple batalla por los salaries: ademas simbolizaron la
lucha que se libraba a diario en los lugares de _trabajo para
defender condiciones laborales y de organizacion, conquis-
tadas durante la era de Peron, contra un ataque concertado
del Estado y los empleadores. Revltalizado durante esas lu-
1
1
»
I
lilfir
1,11 resistencia peronista: 1955-58 129
chas. el movimiento sindical peronlsta ahora era dirlgldo en
gran rnedida por una nueva‘ generacion dc lideres emergidos
de las bases y cuya posicién denotaba un grado mucho mayor
de dernocracia y partlcipacién sindicales. ¢,C6mo podriamos
intentar un bosquejo de la ldeologia que resulto de ese con-
texto general entre los militantes peronistas de base?
REFIRMACIGN DE IDS PRINCIPIOS TRADICIONALES
El analisis de los periédicos y panfletos sindicales clan-
destinos y de las rnemorias dc los militantes penhite discemir
cierto nfimero de lineas representativas de la influencia que.
seguian ejerclendo los principios ideologicos tradicionales propios
'del discurso formal del peronismo en el podcr. Ante todo se
Yiescubre un estentéreo nacionalismo econémicogkque defiende
el patrimonio nacional. Ya vimos que fue 1111 terna constan-
Térnente rélterado ‘desde el principio mismo del perioclo post-
peronista. Una de las primeras hojas mimeografiadas que los
obreros del Puerto General San Martin hicieron circular en la
zona de Rosario advertia que
“en el rnomento quieren hacernos retroceder a un esiado pastoril, a
una situacion en la cual la imica riqueza viene de la agricultura y
la ganaderia"?
Uno de los principales blancos del ataque lanzado por ese
nacionalismo economico fue la politica seguida en esa esfera
por el gobierno militar. E1 acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional, la liquidacién del control del cornercio exterior
por el Estaclo, el descontrol de las importaciones y la relaja—
cion de los controles de precios, especialmente en el caso de
los productos agricolas. confirmaron por igual la imagen de un
“regimen proirnperialista aplicado a llevar _a, la Argentina Vde,
Viielta a la edad de oro /de la economia exportadora de ganado.
"K""éllo clbntribuyo elltraslado del reciirsos a la 'agricultura en
general. efectuado mediante la devaluacion del peso.
Los libros y panfletos de Peron insistieron sin cesar en el
mismo tema. ta] como los érganos de la Resistencia. Un diario
clandestine de Rosario, El Cuarenta. explicé su titulo afir-
mando:
"$0m0s anfloligarflfls y antflmperlallstas, y para nosotros 40 es
el nfirnero del articulo de la constitucion del 49 que garantiza el
derecho de nuestro pueblo a las riquezas naturales del subsuelo.
prohibiendo su entrega al imperiallsmof“

V
\
130 Resistencia e integracibn
Jose Rucci, en aquel tiempo delegado en el gremio me-
talorgico. escribio en Palabra Argentina un articulo donde
expreso lo que sin duda era el juicio general de la clase
trabajadora peronista sobre este puritoz
“la Argentina parece ignorar que vivimos actualmente dentro de una
civilization rnetaliirgica, bien lejos ya, por cierto, de la economia
pastoril y semicolonial que conocieron nuestros inmediatos antepa-
sados y que todavia, anacronicamente se ernpefian en imponernos
unas decenas de famllias oligarquicas que quieren parar con la
defensa de sus mezqulnos intereses, las fuerms historlcas del pais,
el desarrollo técnico argentino y la marcha dc la nacion hacia una
civilizacion industrlal".‘
Los peronistas de la clase trabajadora asociaban la era
anterior a 1955 con un tiempo de desarrollo nacional que
habia rnarchado de la mano con una politica de justicia social.
En consecuencia coqsiqeraban funrlarnentalniente antinacional.
anmnqgstnal y "antiobrera la politica del Eobierno niilitar.
Veian eonerciones reeiprooas enuie esos'_as'pec‘tqs: ‘Asi“lo"'té's'-
tirnonia una declaracion emitida por una conferencia dc de-
legados durante la huelga rnetalfirgica de 1956:
“Estamos presenciando la creacion de un frente antinacional y
antiobrero: los representantes del estado y capital extranjero unidos
con una meta comfin de aniqullar a la industrla argentina y destruir
la organization sinclical dc la clase obrera [...] una semlcolonia como
la Argentina solo podré librar la batalla de su liberacion economica
sobre la base de una clase obrera respetada y organizada que se
gobieme a si misma sin interfereneias y que sostenga al pals frente
a los grandes monopolios lntemacionales."5
Innecesario es agregar que otro componente de la ideo-
logia de la Resistencia era la defensa de las ventajas econo-
micas obtenidas bajo Peron y de la organizacion obrera. Este
punto era entendido en los términos del tradicional concepto
peronista de “justicia social", que con el de “soberania na-
cional“ formaba dos de las piedras angulares de la retorica
ideologica estatal bajo Peron. El nacionalisrno economico y el
antiirnperialismo tenian por corolario la afirmacion de con-
ceptos tradicionales corno los del cornfln interes del empleador
y el trabaj-aclor“‘de »».p1fpteg€!‘ la industrla nacional. Similar-
rnerite, la" “justicia social‘\era acompafiada por, el poncepto ck-:
un capital humanizado. imbuido de conciencia social, opuesto
al capital especulativo y explotador. En el mencionaclo ar-
ticulo. Jose Rucci advertia a los empleadores que
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La resistencia peronista: 1955-58 131
“sabemos dlstinguir también cntre industria nacional y capitalismo
espefiulaflvo. opresor y explotador de las masas trabajadorasifi
£.\ ello se conectaba estrechamente la nocion del cquitativo
beneficio que ese capital humanizado tenia derecho a ganar.
El principal reproche de Rucci a los empleadores dc la in-
'7“/(§lr_11iStI’i21 metalfirglca sostenia. precisamente. que sus ganancias
eran excesivas y por lo tanto explotadoras.
‘ En una lmea ‘similar, un dirlgente textfl, Juan Carlos
Loholaberzy, expreso una idea comon a todos cuando se le
pregunto su juicio sobre el concepto socialista de la abolicion
de clases. Contesto que para los peronistas no se trataba de
oponerse a la empresa privada sino mas bien de asegurar que
contribuyera al bien pflblico:
“En lo que respecta a las clases sociales ellas existen para
n0SOU'0S sin lugar a dudas y creemos que su existencia no es
Creacién artififiial de Ilfldie. sino més bien que ello obedece a un
orden natural imposible de anular. En este aspeeto lo que propug-
?§§nos_>es no que desaparezean las clases en cuanto tales, sino que
Wos concunan‘a un solo mteres que a_ gu<fg1j9,j\!i_91° 49358 $¢I' 61
blenestar social. '7 ' '* ' '
I?e esto formaba parte un concepto implicito sobre el
especial papel del Estado corno garantia oltima de la aplicacion
efectiva cle aquellas ideas: el Estado ‘aseguraba la arrnonia
_soc»1al.Vr_noderaVb_a los excesivos intereses de clases. protegia la
soberania nacional. A veces habia tafi1bié‘n"'én"‘€sta afirniacion
una fuerte flora "fiatemalista. Por momentos implicitamente, si
bien con frecuencia explicitamente, se identificaba a Peron con
el Estado. “La vuelta de Peron" llego a ser una garantia de que
el Estado seguina comprometido con el desempefio de ese
papel de guia en la sociedad.
ELEMENTOS DE UN CONTRADISCURSO
Pero aunque esos elementos tradicionales de la retorica
peronista formal pesaban con su presencia en 51 discurso dc
la clase trabajadora. en este se encontraban presentes otros
;;11:;:ntoS.“t:s decir, fragrnesntos de lo que ha sido descripto
un contradiscurso. Muchos de esos elementos se
ericontraban simbolizados en_ la lucha misma librada por la
fase trabajadora. La situacion de enfrentamiento directo con
os empleadores y con las fueizas del Estado. asi como la

132 Resistencia e integraciim


intesidad de ese enfrentamiento. generaron e irivolucraron
ciertos valores y opciones morales derivados de la experiencia
social concreta, cuyo significado encapsulaban. Las huelgas,
segfin lo hemos sugerido. representaban mas que lo que nos
transmiten los inclices cuantitativos. También tenian su tono
y cualidad peculiares, que impartian un caracter particular al
pensamiento de los trabajadores en contacto con esa expe-
riencia. Durante este pC1'iOClO todos los aspectos de las rela-
ciones cle clase se caracterizaron por una virulencia que se
hizo notar sobre todo en las principales huelgas. Segfin vimos,
la huelga metaliirgica de noviembre/diciembre de 1956 fue un
notable ejemplo de ello. Como muchas otras de ese tiempo,
esta huelga simbolizo la solidaridad concreta y el seritimiento
de union de los trabajadores. Conllictos cotidianos de escala
mucho menor ~consistentes a menudo en disputas por cuestiones
de organizacion en el sitio de trabajo y defensa de delegados
y de las norrnas laborales tradicionales- refirrnaron esos
valores de orgullo, solidaridad y confianza en las propias
fueizas. La actividad misma de sabotaje suponia valores rnuy
concretos. Aunque dc ningfin modo fue una rnanera de expresién
puramente obrera, esta clase de accion influyé claramente
sobre las percepciones dc la clase trabajadora. E1 sabotaje en
las fabricas no se limito a ser el rechazo negativo de tal o cual
empleador. También represento una afirmacion de la capaci-
dad del obrero para hacer frente. asi fuera en forma minima,
a una situacion social, economica y politica que rechazaba. y
afinno su presencia corno factor social.
Esta experiencia viva tuvo, pues. sus significados y va-
lores implicitos, que con frecuencia encontrarnos articulados
mas explicitamente en los periodicos clandestinos. los testi-
monios personales y las hojas barriales de ese tiempo, ex-
presiones que surgidas de esa esfera dc conciencia préctica a
la vez se dirigian a ella. En esas vaxiadpas fuentes de la
militancia de base se rnanifiesta ampliamente, por“éjéniplo. _up
fuerte antipoliticismo. Alguieri que intervino en"*1as episodios
de ese tiempo lo recuerda asi:
“Durante la Resistencia desdefiabamos todo lo politlco. Para los
perontstas lo politico significaba la misma cosa que electoral y llamar
a alguien un politico fue perclbido como un tipo de insulto. bos de
la Reslstencia pensaban que solamente los gorilas eran afiliados de
partidos politicos.”
Este profundo recelo frente al sistema politico y sus re-
presentantes tenia estrecha relacion con la situacion posterior
v
1,41 resistencia peronista: 1955-58 133
a 1955. La credibilidad y legitimidad de un regimen que em-
pleaba la retorica de la democracia a la vez que proscribia a
la expresién politica de la mayoria eran evidentemente fragiles.
Sin embargo la cuestion no terminaba alli. Ademas habia un
notorio escepticismo con las consignas‘ politicas de la ideologia
oficial.,Términos como “democracia", ‘justicia", “libertacl", “impe-
rio del derecho" inspiraban a menudo consideraciones des-
"’p§ctivas. pero no en favor cle ideas autoritarlas y antidemo-
“ffraticas, sino mas bien en relacion con la hipocresia de la
-retorica politica oficial. Un periodico mirneografiado que edi-
rtaban los militantes del Puerto General San Martin, que ya
hemos rnencionado, expreso asi una nocion tipica en esa
rnateria:
“No es necesarlo ser inteligente, basta ser un poco sensible para
entender que esta ‘Libertad‘ esta demasiado manchada con la sangre
del pueblo; es una libertad repudiada que precisa de la fuerza del
miedo, la vigilancia y de la muerte para sostenerla [...] somos
democratas pero no de una democracia en la que la libertad, la
justicia y la ley son instrumentos que los opresores utilizan para
mantener sus privilegios. Reconocemos que solamente existe una
verdadera y auténtica democracia: la social democracia.“'°
Un corolario de este escepticisrno politico fue una orgu~
llosa afirmacion de su existencia como obreros. que mas de
una vez se_ expreso como preocupacion e interés por la con-
fianza en s1 misma y la autonomia de la clase trabajadora. Lo
cual reilejaba una clara sensacién de aislamiento y de aban-
dltino por parte de otros sectores sociales, antes aliados dc
e os:
“Los dirigentes nos han defraudado. los politicos nos han
engafiaclo. los intelectuales nos han olvidado.““
Lamentacién que se dirigia tanto a los politicos peronistas
como a cualesquiera otros. Pero rara vez esa actitud se quedo
en cl simple lamento. En definitiva se le surnaba, por lo
menos, alguna conclusion politica 0 moral:
“Hasta cuando serernos la came de canon electoral sobre la
cual los oportunistas, los aventureros y los atrevidos pisan para
llegar al poder.“"
De alli se derivaba la implicita leccion de que la clase
trabajadora sufria _ese destino debido a sus propias fallas, a su
falta de autonomia. a que ella misrna permitia que se la

$11;
134 Resmtencia e inlegracion
utmzara. En mayo dc 1956 una coalicion de militantes gre-
miales que simplemente se llamaron Agrupamiento Sindicai
Argentino hizo circular en las fabricas del Gran Buenos Aires
un volantc entre cuyas principaies afirmaciones se leia:
“Las conquistas que hemos ganado deben ser mantenidas y
extendidas por la accién consecuente de los Lrabajadores sin pro-
tectores oficiales que compitcn para redimir lo que suponen es
nuesira incapacidad o nuestra ignorancia. Nadie hara por nosotros
lo que somos incapaces de hacer por nuestra propia cueni.a."“‘
Para remediar esta situacion los trabajadores dcbian
convencerse dc su propio valor. de su presencia como la clase
fundamental de la sociedad. Los rnflitantes que publicaban
Crisol del Litoral, por ejemplo, volvian a menudo a ese tema,
muchas veces en tono de imploracion:
“La dinamica social esta en nosotros, en nuestros pechos.
nuesiros musculos, nuestras manos."“
En muchos otros materiales publicados en ese mornento
por los militantes de base pueden hallarse idénticas afirma-
ciones del propio valor y de la importancia de los trabajadores
en la sociedad. Un documento de una organizacion titulada
sirnplemente Agrupacion Obrera. de Lomas de Zamora. em-
pezaba por afirmar que:
“La Revolucion realizada por la oligarquia que siempre domi-
naba nuestra sociedad [...] esta subestimando el poder y el valor de
los trabajadores [...] pero, g,han pensado para qué siwe su dinero?
El dinero solo tiene valor para comprar bienes para uso 0 consumo.
g,Quién hace con su energia todos, absolutamente todos. los bienes?
|||OBREROSm Ni marineros, ni soldados ni empleados ni comerciantes
hacen bienes [...] ellos solo consumen [...] mientras que los que
producen, los obreros. nunca ganan suficiente para poder disfrumr
las mercancias que hacen [...].Peron entendia esta verdad innegable
[...] sabia y sabe que ustedes son la base de todo: las casas. los
rascacielos. las maquinas. los caminos. los puertos. todo. todo esta
hecho por ustedes. E1 capital esta muerto. no tiene valor sin trabajo
que lo transforme en un producto. g,De que sirve el dinero en los
bancos si éste no es usado para crear mereancias que representan
riqueza? iNingun usoi 1_,Para qué tener millones en billetes si no hay
eomida para comprar? El capital sin ustedes es un cadaver que
se esta pudriendo."‘5

La resistencia peronista: 195558 135


El volante bosquejaba la estrategia que debia seguirse:
una huelga general total y una negativa de los trabajadores a
producir. consurnir 0 distribuir durante cinco dias. Esto en-
senaria a_ la oligarquia qué valor tenia sin el coricurso de los
trabajadores y aumentaria las posibilidades de retorno de
Peron.
Esta extrafia rnezcla de anarcosindicalismo. teoria eco-
nomica marxista y devocion personal a Peron no debe ser
tomada con ligereza como pintoresca anécdota de confusion
conceptual. A mi juicio representa una recapitulacién con-
densada dc la experiencia de un significativo sector de la clase
trabajadora antes de 1955. asi como una afirmacién de esa
cXp6I‘lCl'1Clfl y las iecciones que dejo para la situacion posterior
a 1955. También esto fue hecho en una forma que, potencial
e irnplicitamente. desafiaba muchos de los supuestos de la
ideologia peronista formal. Corresponde subrayar que entan-
der asi ese proceso no significa negar su complejidad y
ambigfiedad. Depuesto Peron, el propio discurso oficial pero-
nista habia adoptado una actitud mas radical, lo que por
cierto contribuia a legitirnar las ideas de los militantes de base
acerca de la autonornia de la clase trabajadora. Pero sin duda
alguna también habia elementos que incluso a un peronismo
oflcial de posicion mas extremista le habria sido dificil ab-
sorber. Por afiadidura. las formas de organizacion que la
estima propia y la autonomia de ‘la clase trabajadora podian
asumir fueron a menudo planteadas muy concretamente. El
Cuarenta. por ejemplo. publico un detallado estudio de la
estructura celular en las fabricas como manera de asegurar la
ipdepgndencia y la eficacia organizativa de la ciase trabaja-
ora.
lDEO[DGlA FORMAL Y CONCIENCIA PRACTICA
Las formas especificas de subjetividad producidas por el
proceso que bosquejamos encontraron expresion parcial en
algunos de los conceptos y principios que, segun hemos
sugerido. estaban presentes en el discurso de la clase traba-
jadora posterior a 1955. Esta cultura de las bases, este “sentido
f:omun" de los trabajadores peronistas evidentemente irriporfe
-,.!=‘.I}ii di.II1€flSi6I.1 ambiyalente a rguestra comprension aerona-
Vpacpto de la ideologia peronista formal en los obreros glurante
Q1 periodo que siguio inmediatamente a la caida de Peron. Pero
debemos cuidarnos de oponcr rigidamente entre si y separar

l36 Resistericia e integmcion


ambos componentes. Aqui estamos examinando uri proceso
historico e ideologico. Segiin virnos. los principios mas for-
males y tradicionalmente vélidos del peronismo fueron sin
duda una presencia importante en la cultura dc la clase
trabajadora y contribuyeron poderosamente a formar sus
percepciones. Mas que ante una separacion o una oposicion
rigida estamos ante una tension, tanto explicita como impli-
cita, entre ambos elementos. Esa tension a su vez se rela-
cionaba con otra tension siempre presente entre la realidad
experirnentacla. y la “conciencia practica" que ésta generaba,
y los principios de la ideologia formal.
Acerca de esa tension Raymond Williams ha comentado:
“Alli donde se puede observar directa y explicitamente esa
tension. 0 donde se puede encontrar alguna interpretacion
alternativa, siempre nos mantenemos dentro de una dimen-
sion de formas relativamente fijas. Pero con frecuencia no
menor la tension es un malestar. una presion, una latencia:
el momento de la comparacion consciente afin no lia llegado,
y con frecuencia ni siquiera llega”.?" Dos mecanismos que
intervienen en el manejo de esa tension son diversos. Asi, por
ejemplo. en el periodo posterior a 1955 una solucion adoptada
como posible por los trabajadores peronistas consistio en
insistir en una interpretacion literal de los principios ideolo-
gicos tradicionales. Esto fue en parte afioranza de un pasado
en que las nociones de la realidad y de la ideologia formal
coincidian. Y en parte supuso una insistencia sobre la legi-
timidad de conceptos ahora incompatibles con la experiencia.
En este caso. nociones corno “armonia de clases" y “justicia
social", adoptadas por los trabajadores peronistas, no parecen
negar la realidad sino mas bien proponerruna alternativa
moral. reclamar una sociedad mejor. Esa insistencia literal en
el valor de méucimas ideologicas iradicionales en contextos
sociales radicalrnente distlntos no podia menos que tener
efectos perturbadores sobre la coherencia interna del discurso
peronista formal.
Otro mecanismo para resolver esta discrepancia consiste
en plantear nociones alternativas, o incluso opuestas, que se
correspondan mas adecuadamente a la experiencia de la clase
-trabajadora. Elementos de esas interpretaciones altemativas
estaban claramente presentes en el discurso de los militantes
de base que hernos examinado, alli donde pone el énfasis en
la autonomia de la clase trabajadora y el papel exclusivamente
propio de los trabajadores en la sociedad. La expresion mas
explicita de esas interpretaciones altemativas dentro del pe-
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La, resistencia peronista: 1955-58 137
1-onismo puede ser hallada en el programa que las 62 Orga_
nizaciones adoptaron en la reunion que celebraron en La Falda
en noviembre de_ml_j9v§’7. _El documento incluia proposici0i%s=en
favor del control de la produccion por los trabajadores y la
destmccion de la oligarquia.
_P-F-be¥B2S $l%EY?Yar de nuevo la amblgiiedad. el carécter
contradiME_t§>n'o"y'<lfi irréguiaijidaa ’<1=1";‘sr<>éés<> qqe estamos des-
:§,§§.b1éfid°~ ‘vézwfiieronwlisa 3»
llanamerite afiahdonadgsl En cambio perdnraron a veces en
m°d1f1,¢%1d8, V'f1_uizéi I con implicaciones y significados
modificados, en otros casos con nuevosy alternatives ele-
"i"iie’ntos sobreirnpuestos a ellos, y también a veces en mam.
“fiesta contradiccion con otros ‘elernentos del disciifso ideolo-
“§‘°° dc la C1356 trabajfldflra. Los ejemplds de "esto filtimo
“abundan en los materiales impresos del pefiodo de la Resis-
tencia._Ya hemos visto que la afirmacion de la autonomia de
la clase trabajadoraiba ode 1a“ni;mz>‘i¢an la afinnacion de la
njflstlc? P91’Q111$ta~ El C9I3S2€Pt_0 <1? que habia un interes comim
flgllfglqgjapdpres y patrones en la proteccion de la indflstria
nacional persistio inéluso en mementos en que el conflicto dc
'“'61Z€é§ eoinrméi_asi"como"pers1str6 la idea del capital 'h'urna-
*niza§Io. Con frecuencia la identificacion _g;V_ ___]_1_p_ ,_g;1_;g11gq Vggi
g§1§:§9.,_,fP.°, ¥}9..E‘FZF4Q§e?L17l!%‘-35,-,,,i})clus0 Para trabajadores que‘
padecian los efectos tanto de las listas negras de los em-
pleadores como de la represion estatal. En ocasiones, la burguesia
nacional Vera incluidayentije los eneniigos Vde la clase trabaja-
dora, virtualmenie sola en cl espectro social. En este caso, el
luefte sentido de identidad corporativa de la clase trabajadora
implicaba una nitida identificacion de un enemigo de clase., En
otras ‘oeasiones, se consideraba que la burguesia nacional era
Sill?1:_]l6II’l‘€nt€' in"capa‘z"' de" e_gnipren“der'
”I6ST’“iT‘if€f€S‘€S‘“C'6ifilii1€S'
(1116 tema con los‘ trabajadores “' " ' ~~------
~____,_ E .. _ ,.‘....,.,.m... ¢__“l_ ' __ _ 7 W‘
n parte. la razon dc esta ambiguedad reside en la mdole
misma del contexto politico general en que los obreros pero-
nistas actuaron en ese tiempo. La division del pais entre
peronistas y antiperonistas tuvo por efecto que un intenso
K) conflicto de clases fuera absorbido por una polarizacion po-
. lltlfa que, en definitiva. no se basaba en las clases. “Peronista"
yy_ antiperonista" no eran necesariamente sinonimos de posi-
_1Cl0I.l€S de clase. Lo que fue acentuado por la concienzuda
%%titud,;del g_obierno antiperonista. El decreto 4161. dado en
56. prohibia y castigaba con carcel la posesion dc una foto
<16 Peron en una casa particular y el hecho de cantar una
cancion peronista 0 de pasar un disco que la contenia, lo que
\
138 Resistencia e integracifm
llevo la dicotomia politica de la Argentina al nivel mas ele-
mental de la vida dlaria. Si un obrero podia ser detenido por
ir al trabajo en‘ una bicicleta que tenia pegada una foto de
Evita, mal podia sorprender que la figura de Peron y su retomo
al poder sirvieran dc centro a esa rebelion. Esto implicaba
atravesar las lineas divisorias entre clases. No obstante su
amargura y su aislamiento. la clase obrera compren'§§of__cla-
ramente que la Resistencia se presentaba como una lu_g:ha_';_al“
rnargen de las claseszv
“para el peronismo de la resistencla no habia duda de queel enemigo
principal era el antiperonismo eualquiera sea su aspecto; y a"l2T
inversa el amigo fundamental era otro peronism. Delegando en Peron
la suma de lo que era bueno y justo, la resistencia no precisaba de
riinguna diferenciacion interna. De este modo el neonazi podria
luchar hombro a hombro con el protocomunism“.“’
El enemigo fundamental era el gorila, que teoricamente
podia ser desde un compafiero de trabajo hasta un oligarca.
Por afiadidura, se diria que algunos de los valores y
supuestos que integraban la cultura de la clase trabajadora en
ese tiempo eran asimilados y reflejados por los principios
formales de la ideologia peronista mas facilrnente que otros.
hos supuestos relativos a la plena integracién cle los traba-
jadores. en cuanto ciudaclanos, a la vida politica. asi como los
relativos al papel politico de los obreros en la sociedad civil,
planteaban pocos problemas cuando se trataba de articularlos
a la ideologia peronista oficial. Ernesto Laclau considera que
esos eran elementos “democraticos populares" dentro dc un
discurso ideologico. relacionados con un piano de antago-
nismo social y politico que no coincide con el conflicto de
clases por lo economico. sino con lo que ese autor llama el
“antagonismo entre el pueblo y cl bloque en el poder".‘9
A esta categoria pertenecian también las nociones sobre
el papel de la clase obrera en el desarrollo economieo y la
defensa del Estado nacional y popular.
Por otro lado, los supuestos y principios derivados de la
experiencia del conflicto dc clases no eran tan faciles de
expresar. Ese fue particularmente el caso de los conflictos
surgidos en el proceso laboral. Uno de los legados mas im-
portantes del peronismo habia sido una cultura de planta y
taller que afinnaba los derechos de los trabajadores en el
proceso del trabajo mismo. Estos conceptos rara vez eran
articulados explicitamente en ténninos ideologicos mas espe-
cificos. En la rnedicla en que eran formalmente expresados y
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La resistencia peronista: 1955-58 139
fustificados. lo eran en térrninos de las tradicionales méximas
peronistas sobre justicia social y bienestar social. Con la
mayor frecuencia se mantenian implicitos, presentes en la
conciencia practica en el lugar de trabajo, explicitos en con-
flictos concretos en el plano del taller. El peronismo oficial
tenia poco que decir sobre esas areas dc experiencia de la
clase trabajadora, de modo que la tension causada por ese
vacio entre los conceptos formales peronistas de armonia
social y capital humanizado no explotador y, por otro lado. la
experiencia vivida en la planta y el taller se expresaba en gran
medida —para usar dc nuevo la frase de Williams— como “un
malestar. una presion, una latencia". Lo cierto es que no se
puede ignorar la presencia de esos factores de clase latentes,
surnergidos a medias. En cl curso de la década siguiente
habian de representar un obstaculo con el que tropezarian
tanto los ernpleadores como el Estado.
NOSTALGIA Y OBRERISMO EN LA CONCIENCIA
DE LA CLASE TRABAJADORA
Baymond Williams ha desarrollado el concepto de “es-
tructiiras _de sentimiento" para referirse a esas tensiones y
/clelsplazamientos que‘ se rehiiyen a'una eirpresion ideologica
lofnnal y sin embargo “clefinen pna cualidad particular de
ezrperiencia y relacion sociailesl’. Distintas de la ideologia for-
conciernen a significados y valores tal como se los vive
yfllse ‘los? ‘siente_ actiyarnente”.1° En la Resistencia peronista
‘encontramos un penodo dc historia de la clase trabajadora
cuyas estructuras de sentimierito" estaban profundamente
penetradas por resonancias de clase y cuyos elementos ca-
ractensticos contribuyeron a establecer el tono de las rela-
ciones pohticas y sociales no solo en el tiempo inmediata-
mente posterior a 1955, sino también para toda una genera-
cion de peronistas dc la clase obrera.
H Uno de los elementos caracteristicos que definieron esa
estructura cle sentimiento“ fue sin duda un obrerisrno de
l:l0l’ld0 arraigo. una exaltacion dc lo que podriamos llamar el
populismo obrezista". El analisis formal no pennite perfilarlo
del todo. pero sus resonancias son cle cualquier manera dis-
cemibles. Se las advierte en el lenguaje. El peronismo de la
elase trabajiadora se exaltaba identificandose con “la chusma",
los grasas . los descamisados". “los cabecitas negras". Al
rnismo tiempo. habia animosiclad y desprecio hacia el no
obrero. Creo que muchas hojas de barrio, escritas en ténninos

140 Resistencia e integracion


crudos, que circularon en ese momento, deben ser interpre-
tadas en térrninos de esta resonancia particular. Una que
circulo en Rosario en 1957. con el titulo de Juancito. contiene
una nota que podria ser relegada a la esfera de lo trivial S1 no
reflejara precisamente esta cuestion de los "valores tal como
se los vive y se los siente activamente". Titulada 'l‘0do el
rnundo debe tener uno“. exhorta a los peronistas a elegir su
propio “gori1a":
“Elijalo en su club 0 dondequlera. cuidelo. pero _sea un poco
perverso. haga su vida divertida. Cualquier cosa servir€f\; _rompa sus
ventanas, haga pis en su jardin, mémdele notas anonunas, haga
sonar su timbre a las tres de la mafiana. Cuando llegue la hora
indicada el hijo de puta sabra que es un hombre marcadof“
E1 tono de este y muchos otros fragrnentos publicados por
esa prensa esta impregnado de amargura, frustracion y des-
precio visceral por el enernigo social y politico. _
A1 mismo tiernpo. este obrerismo latente e impliQit9_gQ;}§¢I}}?1
una afirmacion dc la existencia de la clase trabajador_a,,_q}1,6 gt
siempre se formulaba, sin embargo, en términos de un .11a_j_~
mamiento, politicamente articulado, en favor de la organiza-
cion autonorna. o de una conceptualizacion del papel de la
clase trabajadora como productora de riqueza social. En cambio
encontramos concfrecuencia una afirmacion de un sentimientorx
de clase expresado poco rrienos que en términos de un foik1ore__
que subrayaba la dureza y la afliccion de la vida de la clase
trabajadora. asi como celebraba los valores afectivos asociados
al hogar y la farnilia. el bamo y los compafieros de trabajo. En
otro nfimero de Juancito encontramos. por ejemplo, un suelto
donde se exhorta a las madres que tienen hijos en el servicio
militar a despertar en ellos su solidarldad con sus compane-
ros. los trabajadores:
“I-lagale sentir su amor y extrafiar a su hogar; recuérdele del
sudor amargo de su padre y de las lagrimas tiemas de su-rmadre,
‘Lode el dolor y el amor de su hogar humilde. El sentimiento de su
propio cuarto. el grupo del barrio, los muchachos del taller. Nada
mas hara falta. Si hace todo esto su hljo el soldado nunca tirara
sobre su propia gente."”
Otro elemento. mas problematico. de la “estructura de
sen£lrriiento“ earacteristica de ese periodo fue la nostalgia 1102»,
la era peronista. Tanto en los testirnonios personales como en
los paniletos clandestinos se subraya insistenternente el contraste
t ‘F5
-2 5?‘
:5 $56;
i "5?
P
La resistencia peronista: 1955-58 141
entre el eaos y los conilictos de la vida bajo el regimen militar
IQ _ yrla armonia _y unidad social de la Argentina anterior a 19551‘
Presentes con claridad en esa nostalgia habia elementos de
a -»fantasia'reg‘resivarpor ,“loVs__buer'1os,di,as _d_e__an_te§V': de una “edzid
‘ 'd§;f9f9”. Ineditjicion quejosa por un pasado utopico yy glorifi-
2 jéggo. Pero eso no era todo. Por idealiiada que fuese la vision
i del pasado peronista. no se trataba simplernente de una
-it estructura conceptual agradable de imaginar a capricho. De
esa "utopia" reeiente se tomaban selectivamente elementos
5 l
»; adecuados para atender las actuales necesidades y apuntar
Eli hacia futuras esperanzas. En particular. el pasado no servia
{,1 solo para anhelar el restablecirniento de un confortable idilio
5; entre billeteras abultadas y hoteles sindicales en Mar del
5‘ Plata. sino también como base para reclamar una sociedad
, futura fundada en la justicia social y el cese de la explotacion.
Y‘ El {undamento filtimo de tales esperanzas residia en una
nocion del Estado —extraida de la experiencia en los tiempos
p de Peron— como motor del desarrollo nacional y, mas decisi-
$ vamente, como esfera donde la clase trabajadora debia buscar
Y; la satisfaccion de su deseo de justicia social. Ello no signifi-
1 caba que los trabajadores no tuvieran conciencia de la indole
:4 clasista y partidista del Estado existente. Mas bien repre-
sentaba un enunciado de lo que el Estado debia ser en lo
.~ futuro a partir de una interpretacion selectiva de lo que habia
* sido en el pasado. El Estado, en cuanto esfera pilblica sobera-
V; na. deb_ia ser la garantia de justicia y acaso alcanzara de
1
ii nuevo esa condicion si se lograba protegerlo contra el poder
de los ricos. la oligarquia. Sobre esta vision de un Estado
potencial idealizado habia de fundarse el apoyo que la clase
trabajadora dio a Frondizi en 1958.
Analogamente, la posicion personal de Peron en esa actitud
it i nostalgica involucraba mas que la bflsqueda de un rec0nfor-
a' alcanzaroli proporciones po_co"'men_os_:»que miticas en el _pe5lod0
I955-53. para démnuevo debe'r'no§'insistir en que los elementos
;~ “d€”"‘é§e“"m1to~no" >fu"eron’ imaginados arbitrariamente. En las
mentes de muchos trabajadores enfrentados con el poder de
los opresores, que no podian negar, y con la consiguiente
capaciclad dc éstos para apartar el uso del poder piiblico de su
camino ideal, el propio Peron se convirtio en la garantia
§ indeclinable y en la condicion previa que los protegeria contra
5, la recurrencia de ese poder. Esto supuso, tal como en su,
vision del Estado peronista, cierta amnesia selectiva orientada
I 5' crear un Peron mitlco que sin/iera para sus necesidades.
‘L1/Mu =4‘ 1!
ll‘
‘M
V1!» ' ,
tante lider paternalista. La figura de_ Peron y sus atributos,

142 Resistencia e integracion


. . ii 4
Esto fue en alguna medida, por cierto, fabricacion consciente
del mito. En ese momento los rnilitantes todavia recordaban y
discutian las falibilidades dc Peron —tanto personales como
p01iticas—, y tarnbién eran comunes las bromas sobre su vida
privada. Sin embargo, reconocer la “realidad” que habia tras
el mito no disminuia mayormente la importancia simbolica de
la figura creada por los trabajadores peronistas. La “vuelta de
Peron" no demostraba una lealtacl emocional sin conciencia
politica. En cambio. como en el caso del activista cuyas
palabras sirven de acapite a este capitulo. la vuelta de Peron
llegé a sirnbolizar y sintetizar una gama de aspiraciones de los
trabajadores en cuanto a dignidad. justicia social y fin de la
afliccion.
’La irnagen que resulta de este analisis dc la 1deologia__y
la ”ecfi’i'c"ienifi'a en‘el'lap's‘o 1955-58 es, como se ha yistq,
compleja y matizada. Ciertamente, rnuchos de _l0s p/1_'i_ncipbi_g§“
tradicionales‘ de la ideologia peronista conservaronfisn atrac~
cion. Continuaron demostrando so capacidad para expfesar
ciertas necesidades y antagonismos emergentes de la expe-
rlencia y la actividad cotidiana de los trabajadores. El intenso
conflicto de clases dc aquel tiempo fue en deilnitiva absorbido
por una dicotomia politica que; sin basarse en clases. resulto
ser mas p_o,de,rosa_,,,,De cualquier manera; tambiéii se ve claw
ramente que no se opero una simple fusion de las maximas
tradicionales del peronismo y las percepciones y acciones de
la clase obrera. En ciertas esferas. particularmente las rela-
tivas a especificas cuestiones cle clase derivadas del proceso de
produccion, hubo un manifiesto desacuerdo entre la realidad
vivida y la fi1osofia___,fo;gn3i_1,M.Esta discrepancia constituyo la
base para la aparicion potencial de elementos de un contra;
discurso. I-labia entre esos dos campos una compleja relacién
reciproca que, segiin he sugerido. a veces se resolvio expli-
citamente en favor de nuevas interpretaciones alternativas 0,
con la mayor frecuencia, se resolvio en la coexistencia de
elementos coritradictorios.
Asi fue como el pesar, cl resentimiento y la nostalgia
experimentados ante la extincion dc una socieclad armoniosa
e idealizada y su correspondiente discurso marcharon de la
mano con el descubrimiento de las coercitivas relaciones
sociales y politicas del presente. Si bien esto favorecio sin
duda alguna la adopcion de posiciones mas extremas e in-
tensifico las tensiones en el seno del peronisrno y del discurso
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La resistencia peronista: 195558 143
peronista. ese proceso se opero dentro del contcxto y los
términos proporcionados pdr la retérica peronista existente.
por lo que se alcanzo un equilibrio ambivalente entre la
ideologia peronista formal y los elementos de un c0ntradis—
curso en formacién y a menudo solo latente. La arnbigiiedacl
inherente a esta situacién tuvo un nexo causal directo con la
inestabilidad social y politica de los anos siguientes. En la ba~
Se del apoyo peronista a Frondizi se encontro sin duda la
idea de la recreacion de un genuino Estado nacional y popular
donde por fin pudiera establecerse la justicia social. idea que
contribuyo a legitiinar la actividad politica de los dirigentes
sindicales en la década l960~70. Sin embargo. la expeflencia
cle la Resistencia y su especifica estructura de sentimientos,
hecha de orgullo, amargura y sensacion de solidandad y poder
de clase, también constituyo la base de nna prolongada oposicion
obrera a Fronclizi y Ios burocratas sindicales. porque propor-
cioné criterios sociales y morales para politicas pfiblicas que
discrepaban directamente con las ideas fundamehtales del
Estado clesarrollista. ‘
NOTAS
‘Ministerio de Trabajo y Seguridad Social: Corflictos de trabajo,
Buenos Aires, 1961. '
2Crisol del Litoral, n° 2, noviembre de 1955.
“El Cuarenta. n9 1, abril de 1957.
‘Palabra Argentina, 10 de diciembre de 1957.
5Azul y Blanco, 26 de cliciembre de 1956.
6Palabra Argentina, 10 de‘ diciembre de 1957.
7May0ria, 9 de diciembre de 1957.
3Véase Marilena Chaui: “O discurso competente". Cultura e
democracia, 0 discurso incornpetente e outras _/"alas. San Pablo, 1982.
9Citado en Roberto Carri: “La resisiencia peronista: cronica por
10s resistenies". Antropologia del Tercer Mundo, junio de 1972.
‘° Crisol del Litoral, n9 1, octubre de 1955.
‘1 Crisol del Litoral, ng 1. octubre de 1955. Ibid.
‘zlbid.
‘3 Volante en posesion del autor.
1‘ Crisol del Litoral. n‘1 4, cliciembre de 1955.
‘5Volante en posesién del autor. probablemente dc fines de
1956, que se clirlge simplemente a los “Obreros argentinos".
‘6 El Cuarenta, ng 2. mayo de 1957.
1’ Raymond Williams: Marxism and Literature, Oxford. 1977,
pag. 130 [hay trad. cast).

144 Resistencia e integracibn


1“ Carri, “La Resistencia peronista".
‘9 Ernesto Laclauz “Towards a theory of populism“, Politics and
Ideology in Marxist Theory, Londres, 1977, pégs. 143-200 (hay trad.
cast.].
”‘W1l1lams: Marxism and Literature. pég. 132.
“Juancim, Rosario, 18 de setiembre cle 1967.
zzduancito, Rosario, octubre de 1957.
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TERCERA PARTE
Frondizi y la integracién
tentacién y desencanto,
1958-62

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Resistencia y derrota: impacto
sobre los dirigentes, los activistas y las bases
“Y no ceden por traidores, ni porque estén
vendidos a Frigerlo n1 a Vitolo; ceden porque
han entrado por la variante de que los obreros
son los responsables dc todo. La tremenda presién
del gobierno y de la propia patronal y lo ‘na-
cional y popular‘ puede més que cl clamor dc los
obreros dc las fébricas, dc las que estén ale]a-
dos. En otras palabras. ccden porquc cllos son
la direcclén de una etapa; la de la msistencia a
los gorilas donde no cambian tratativas. Pero
han dejado de reflejar en su conjunto a los
combativos delegados dc los plenarios."
Delegado anénimo ante la reunién de las
62 Organizaciones. noviembre dc 1958.
DESARROLLISMO: SU ATRACCION Y SU RECHAZO
EN LOS NUEVE PRIMEROS MESES DE FRONDIZI
A fines de octubre dc 1958. cinco meses después de
asumir Arturo Fronclizi la presldcncia, estallé una huelga en
los yacimientos petroliferos dc Mendoza. La huelga era dirigida
por una coalicién dc milltantes comunistas y radicales y tenia
por fin protestar contra los contratos que Frondizi habia
firmado con cmpresas petroleras extranjeras. El sindicato que
tenia jurisdiccién en los yacimicntos, controlados por el Es-
tado. era cl Sindicato Unido dc Petroleros del Estado [SUPE].
E1 sector peronista del sindicato afirmaba contar con el apoyo
de la mayoria dc los obreros, pero no habia podido demostrarlo

148 Resistencia e integracion


efectivamente porque las nuevas elecciones. si bien prepara-
clas, afin no se habian llevado a cabo. El 13 de diciernbre. la
agrupacion peronista del sindicato, es decir la Junta de Pe-
troleros, reacciono abiertamente contra la huelga, y la misma
actitud adopto el conjunto del movirniento oficial. Al plan-
tearse por prirnera vez, en junio y julio dc ese afio. la cuestion
de los nuevos contratos petroleros, la jefatura de las 62
Organizaciones habia denunciado la oposicion de “ciertos
elernentos agitando banderas supuestamente nacionalistas’?
En lenguaje rnuy similar al ernpleado por el gobierno para
justificar los contratos, los habia defendido como necesarios
para asegurar el futuro autoabastecimiento de energia y romper
asi el vinculo de dependencia colonial. Recurrir a capitales
extranjeros para ese fin era legitirno. En octubre. frente a la
huelga, se siguio la rnisrna linea. La Junta de Petroleros
exhorto a los trabajadores peronistas a ignorar el llamamiento
a la huelga. El Consejo Coordinador y Supervisor del Pero-
nisrno, ente creado corto tiempo atras por Peron para fisca-
lizar las actividacles del movimiento en la Argentina. adopto la
rnisrna actitud, como lo hizo Linea Dura. periodico sernioficial
del peronismo. En los sectores del SUPE controlados por los
peronistas, corno en Comodoro Rivadavia, Salta y las refinerias
de Ensenada. la huelga no se propago. E1 4 de noviembre
Frondizi la declaro ilegal.
El deseo de la jefatura sindical peronista de evitar un
conflicto directo con cl gobierno con motivo de los contratos
petroleros no carecia de precedentes. La verdad era que en
varias ocasiones. durante los primeros meses de la presidencia
frondicista. esos lideres habian retrocedido para no entrar en
pugna con el gobiemo.’ E1 motivo de la libertad de accion
concedida a Frondizi era, al menos en parte, pragrnatico.
Inicialmente. durante el periodo que medio entre las elec-
ciones y la asuncion del poder en mayo, los gremios no
hicieron nada que pudiera diferir el traspaso del mando a
Fronclizi. Una vez éste en la Casa Rosada, optaron por darle
la posibilidad de cumplir las prornesas forrnuladas durante la
campana electoral a la clase trabajadora y al movimiento
peronista. Los peronistas habian votado a Frondizi a cambio
de la adopcion explicita. por parte de éste. de ciertos com-
promises secretos. Estos incluian: revision de todas las medidas
economicas adoptadas desde 1955 que fuesen perjudiciales
para la soberania nacional. anulacion dc todas las disposi-
ciones de persecucion politica_ suspension de todas las pros-
cripciones sindicales y politicas, devolucion de la CGT y
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Frondizi y la inlegracion: 1958-62 149
realizacion de elecciones en‘un plazo de 120 dias, y reconc-
cimiento legal del partido peronista. Los dirigentes gremiales
no querian provocar unai crisis institucional que impidiera el
curnplimiento de estos compromises.
Esa actitud cambio radicalmente al llegar, a principios de
noviembre, ordenes de Peron en el sentido de que se denun-
ciaran los contratos. El 6 de noviembre el Consejo Coordi-
nador cambio de rumbo y aconsejo a los sindicalistas pero-
nistas adoptar “una accion decidida y enérgica de repudio a
los convenios"? El 9 de noviernbre, Frondizi, en un discurso
a la nacion, afirmo que la huelga formaba parte cle un movi-
miento insurrecto dirigido primero por los comunistas y des-
pués por “los que creen en el retomo del dictador depuesto".
Al dia siguiente se declaro el estado de sitio, se movili-
zaron tropas hacia los yacimientos petroliferos y se inicio el
arresto de dirigentes gremiales. Rogelio Frigerio, considerado
el principal arquitecto de la conciliacion con los sindicatos
peronistas. renuncio a sus funciones en el gobierno. A1 mismo
tiempo, en una tonnentosa sesion plenaria dc las 62 Orga-
nizaciones, los clelegados obligaron a un renuente comité
coordinador a denunciar los contratos y convocar a una huelga
general para el 20 y el 21 de noviembre. Se hizo sentir la
fuema de los militantes de base: 48 delegados votaron por la
huelga de 48 horas y 7 en favor de un paro por tiempo
indeterminado. Se prohibio terminantemente a la jefatura de
las 62 Organizaciones entablar por iniciativa propia negocia-
ciones para concluir un acuerdo.‘
No obstante esa resolucion, los lideres de las 62 Orga-
nizaciones empezaron a buscar inmediatamente vias para llegar
a un comprorniso. En los dias siguientes a la sesion plenaria
circularon rumores en el sentido de que el vicepresiclente.
Alejandro Gomez, cuya oposicion a los contratos era conocida,
conspiraba con sectores fuertemente antiperonistas de las
fuerzas annadas. El 14 de noviembre los dirigentes de las 62
celebraron una larga reunion con fiondizi. Se llego a un
acuerclo sobre la mayoria de los puntos en litigio. Se levantaria
el estado de sitio. se tomarian medidas para controlar los
precios, se aplicaria lo antes posible la nueva hey de Aso-
ciaciones Profesionales y se iniciarian conversaciones sobre
nuevos convenios colectivos. Frondizi aseguro a los jefes
sindicales que los contratos petroleros no perjudicarian a YPF
en lo concerniente a refinacion y comercializacion. Sobre esta
base, la proyectada huelga de 48 horas quedo sin efecto. Se
confio a Augusto Vandor. dirigente dc los metalurgicos, la

150 Resistencia e integracion


tarea de convencer telefonicamente a Peron de la sensatez del
arreglo.5 Al dia siguiente se cancelo la huelga en los yaci-
mientos petroleros.
En si mismo este episodic no tuvo mucha importancia. El
choque definitive entre los trabajadores peronistas y el go-
biemo de I<\"ondizi habia de producirse seis semanas después.
De cualquier manera, constituyo un acontecimiento sintoma-
tico. Se encontraron en juego la mayoria de las variables que
deterrninarian la relacion entre aquélles y éste: el reconoci-
miente de los beneficios cencretos que supenia para los gre-
mios un gebiemo censtitucienal y la inconveniencia de llevar
la agitacion hasta un punto donde pudiera provocar un golpe
militar contra Frondizi; una sirnpatia ideelogica con algunos
principles fundamentales del desarrollismo, lo que centribuyo
a prevenir el apeyo inicial a la huelga; la divergencia entre los
dirigentes sindicales y los activistas de base en torno dc las
relaciones con cl Estado, y finalmente el papel de Peron en la
determinacion de la estrategia del movimiente y su posible
cenflicto con la dirigencia gremial.
El interés Q!-lfi ofrecia. desde el_pun_to de vista de los
dirfgentes‘ gr/emiales. no contribuir a la caida de Frondizyga
evidente. Para noviernbre ya habian obtenidq ventajas con-
cretas. La mas impertante era la Ley 14.455, de Asociaciones
Prefesionales. Modelada con arregle al codigo laboral pero-
nista, estipulaba el reconocimiento de una sola unidad ne-
gociadora en cada industria. Esto acababa con las tentativas, ‘
efectuadas durante el regimen dc Aramburu, de aplicar un
sistema de negeciaciones multisindical. Ademés la nueva ley
abolia la representacion de la minoria en la, dirigfilcia ,sindiCfll
“y restablecia el sistema peronista que _asign_abav agla lista
ganadora tode el control del sindicato. En muchos gremies“ya
se habian realizado elecciones con arreglo a la nueva ley y se
habian programado otras en sindicatos donde los perenistas,
suprimida la interferencia mi1itar_ cenfiaban en ganar. Les
hgremiosyestajgang preocupados Vtambien _p,or‘_etros puntos dc
interés inmediate, eomaia recenstruccion 'de los fon$1Q4$r:-in;
t_>_ilat_orios y de las obras sociales. El salvamente de las fi-
lnanzas sindicales tlependia crucialmente de la aplicaeion regular
de la nueva Ley de Asociacioncs Profesionales, que autorizaba
a los ernpleadores a retener de los haberes de los empleades,
en nombre del sindicate, las cuetas que éstes apertaban al
gremio. Esa ley habia de ser un tema permanente del des-
contento militar. Entre sus compromises dc largo plaze, Frendizi
habia asegurado también la devolucion de la CGT una vez
Frondizi y la integracton: 1958-62 151
realizadas las nuevas elecciones; pueste que los perenistas
confiaban en triunfar en ellas, pedian darse per segure un
papel deminante en la futura Confcderacion.
Todo esto habia de dar a fiondizi una carta de consi-
derable peso que podria jugar en sus tratos con los gre-
mialistas. En los primeres mementos de su gobierno, los
sectores clandestinos del rnovimiente peronista, e incluso el
propio Peron. la consideraron una carta falsa. O cxcluian la
pesibilidad de un golpe militar, o bicn estirnaban que no
habria gran diferencia en las politicas concretas y la situacion
del movimiento. Pere la dirigencia gremial no podia permitirse
tanto optimismo. La declaracion del estade de sitio, la renun-
cia de Frigerio y los rurnores de gelpe militar durante el
incidente con Gomez eran pederosos recordatorios del delicade
equilibrio institucional y de cuante tenian que perder en case
de alterarse ese equilibrio. Si bien tenian muchas razones
especificas de queja contra Frondizi, come los aumentos del
coste de la vida y la lentitud en la aplicacion de la nueva ley
laboral, los jefes sindicales en general lo consideraban la
mejor opcion. A1 promediar la crisis de noviembre Linea Dura
lo reconocio asi, al advertir a sus lectores:
“Si se deja arrastrar al terreno de la violencia servira inexora-
blemente a la reaccion con todas las censecuencias que elle implica:
gobierno gorila. terrorismo, cierre do toda salida que supere la
contingencia actual?“ ‘
El crédito abierto a Frondizi per los sindicatos no fue
simple resultado de consideracienes pragmaticas. Como lo
indico la crisis de noviembre, existia tarnbién una simpatia
ideologica fundamental con algunos principles basices de la
politica desarrollista. Desde su postulacion come candidate
presidencial en neviembre de 1956. episodio que habia divi-
dido al radicalismo y cenducide a la formacion de la Union
Civica Radical Intransigente (UCRI), fiendizi habia desarre-
llado un programa socioeconomico coherente y distintivo. que
llego a ser el aspecto central de su campafia electoral.
Frendizi y el grupo de intelectuales que lo rodeaba —en
primer ténnino Rogelio Frigerie, prepietario de la revista Qué—
sostenian que la Argentina debia romper su viejo modelo
ecenomice, con arreglo al cual el crecimiento dependia de una
declinante capacidad para importar generada per su tradi-
cional sector expoitador, el agropecuario. La Argentina debia
producir per si misma las materias primas y los bienes ter-
minados que hasta ahora importaba del mundo desarrellado.

152 Resistencia e integracion


Solo en esta forma podria superar la division internacional del
trabajo, impuesta desde el exterior. que la condenaba al papel
de proveedora de ciertas materias pn‘rnas .al mundo desarro-
llado. a precios cada vez mas desfavorables.’ Si bien reconc-
cian la rapida industrializacion operada en el pais desde la
década 1930-40, afirmaban que ese fenorneno se habia limi-
tado a la industria liviana a expensas de las materias prirnas,
los cornbustibles, la maquinaria y el equipo industrial. En el
esquerna desarrollista el crecimiento economico era sinonimo
dc industrializacion. y la prornocion de una industrializacion
“genuina" era la piedra angular de la estrategia economica de
Frondizi.
En la retorica desarrollista e industrialista de Frondizi,
ciertas areas clave recibieron preferencla. En la campafia
electoral de 1957 y principios de 1958 la produccion petrolera
ocupaba el primer puesto de la lista de prioridades_ seguida
por el desarrollo de la industria pesada y por el de bienes de
consumo de alta tecnologia en las esferas petroquimica y
electrometalurglca. También se puso mucho énfasis en la
creaeion de un sistema integrado de transporte por carretera
que echaria las bases de una industria automovilistica local.
En general, Frondizi y los desarrolllstas estructuraron su
programa economico en el marco dc una vieja tradicion na-
cionalista. Atacaron ciertamente al capital extranjero y pre-
conizaron la proteccion de la industria nacional contra una
cornpetencia desleal, asi como la creacion de un poderoso
mercado nacional basado en el mantenimiento de altos niveles
de consumo interno. Analogamente. la reforrna agraria tenia
sitio en su plataforma. Frondizi se habia destacado tiempo
atras como uno cle los principales criticos de los contratos
petroleros firmados por Peron con la Standard Oil en 1955.5
Similarmente. el programa dc la UCRI habia postulado con
toda claridad la nacionalizacion de la industria petrolera y el
mantenimiento de la posicion monopolica de Yacimientos
Petroliferos Fiscales. Sin embargo. hacia 1958 Frondizi habia
aceptado cada vez mas la posicion sostenida desde 1956 por
I-‘rigerio. a cuyo juicio era neccsaria la inversion extranjera,
tanto publica como privada. para alcanzar la industrializacion
en la escala pretendida. A1 llegar las elecciones de 1958 ya se
consideraba que el capital extranjero no era un mal en si sino
que era capaz, bajo un adecuado control estatal, de propor-
cionar acumulacion de capital en areas vitales de la industrializa-
cion.9
El desarrollismo involucraba también ciertas nociones
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sociales fundarnentales. Recorriendo una vez mas un conc-
cido surco del pensamientonacionalista, ernpezaba por con-
cebll‘ a la naeion como una principalisirna categona que
subordlnaba y armonlzaba en su seno a las clases sociales, los
intereses economicos y las fuerzas politicas. Como parte
dominante de la nacion. la clase irabajadora debia perseguir
sus objetivos en el marco del bien comun. Se admltia la
existencia de conflictos de clase. pero debian ser resueltos en
el contexto del bien nacional. Si la clase obrera intentaba
prolongar sus ideas sectorlales mas alla de los limites im-
puestos por el bien comun se condenaba a si misma a un
estérll enfrentamiento con otros “factores de poder". A juicio
de los desarrollistas, exactamente eso era lo sucedido bajo
Peron. En persecucion de intereses sectoriales la clase tra-
bajadora habia roto la alianza “nacional y popular" con los
empleadores. los rnilitares y la iglesia, en inrnediato peijuicio
de los trabajadores. que habian debido soportar al gobierno
antiobrero y antinaclonal de Aramburu. _
Los desarrollistas prestaron gran atencion a la relacion
entre empleadores y trabajadores. Sostuvieron que si bien el
historico antagonismo entre arnbas clases debia ser sumergido
en la sintesis nacional global, también era preciso asegurar su
papel a una fuerte organizaclon sindical:
“Asi como es necesario que los trabajadoms puedan participar
con su propia organizacion y con u'n punto de vista independiente
en el curso del desarrollo nacional. es necesarlo fortaleeer y arnpliar
la accion unida. Esto asegurara que la expansion eoonomica no
beneficle exclusivamente el capital nacional o extranjero."‘°
Esta actitud ante la clase trabajadora y su organizacion
formaba parte de una retorica social mas amplia. que reuma
varias lineas economicas y sociales de la ideologia desarro-
llista y que habitualmente recibia el nombre de “lntegracio—
nismo". Resumiendo esta filosofia. Juan José Real, destacado
propagandista del desarrollismo, argumentaba que:
"El empleador argentino habia super-ado los estrechos hori-
zontes de los primeros industriales. La ‘presencia y representativl-
dad de los trabajadores‘ ya habia sido reconoclda y actlvamerrte
promovida. Maquinarias, rnaterias prlmas, energia. a las que clebia
agregarse la tecnologia adecuada y una nueva relaclon entre em-
pleadores y trabajadores, eran la base adecuada del desarrollo."“

154 Resistencia e integracion


En este contexto es posible apreciar la indole y la pro-
fundidad de la atraccion que ejercio el desarrollisrno sobre los
gremialistas peronistas. Resulta claro que esa atraccion iba
mas alla de los beneficios inmediatos prometidos por fiondizi.
En el sentido mas general, la teoria desarrollista, tal como la
expusieron loondizi y Frigerio. abrevaba en una honda fuente
que se originaba en el nacionalismo argentino y arraigaba en
la década 1930-40. Segun vimos, de esa tradicion ya se habia
apoderado el peronismo. Por lo tanto, en un sentido general
el desarrollismo era escasamente innovador, en lo cual residia
una de sus fuezzas. Se inspiraba en una tradicion ideologica
de solido arraigo_ Mas especificamt-:nte_ el nacionalismo eco-
nomico de Frondizi tenia paralelos en la experiencia peronista
anterior a 1955. El segundo plan quinquenal del peronismo,
lanzado en 1953, prefiguraba en gran rnedida cl programa
economico preconizado por Frondizi en 1957. El primer puesto
habia pasado a la produccion de petroleo, seguida por la de
acero. productos quimicos y automotores. Analogarnente. al
principio Peron habia puesto en tela de juicio cl papel del
capital extranjero en el proceso de industrializacion. En 1953
se habia aprobado una nueva ley. mas liberal. sobre inver-
siones extranjeras. y las metas de mayor produccion industrial
y petrolera fijadas en el segundo plan quinquenal tenian como
premisa inversiones extranjeras en gran escala.” El propio
Peron habia persistido en la defensa dc los contratos con la
Standard.“ _
También en la esfera social el desarrollismo y el pero-
nismo tenian mucho en comiin. El énfasis puesto por Frigerio
y sus colaboradores en la necesidad de que los trabajadores.
por intermedio dc fuertes sindicatos independientes, colabo—
raran con otros “factores de poder". como la lglesia y los
emplcadorcs, coincidia con conceptos fundamentales de la
ideologia y la practica peronistas. El discurso desarrollista se
hacia eco cle la afirmacion, contenida en la retorica peronista,
de que la clasica relacion conilictiva entre el capital y el
trabajo se habia desgastado y era preciso reemplazarla por el
reconocimiento del aporte comiin dc ambos al proceso de
produccion. En la retorica frondicista también era un lugar
comfln el lenguaje de la revolucion empresarial y la moderna
filosofia dc las relaciones laborales. lenguaje que en los tilti-
mos afios del Estado peronista habia dominado cada vez mas
los esfuerzos oficiales por aerecentar la productividad.
Existia, por lo tanto, una afinidad subyacente entre los
principios clave desarrollistas y ciertas nociones de la ideo-
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Fmndizi y la inlegracion: 1958-62 155
logia peronista formal, y la atraccion ejercida por esto cons-
tituyo uno de los puntales constantes de la actividad sindical
bajo el gobierno de Frondizi y sus sucesores. La busqueda de
una version u otra de esa estrategia desarrollista habia de
obrar como una razon fundamental coherente que irnpulso la
actividad social y politica dc los sindicatos peronistas en la
década siguiente. Sin embargo. las afinidades ideologicas
formales no pudieron impedir una profunda ruptura entre los
sindicatos y Frondizi. Tal ruptura se centro en el plan de
estabilizacion que Frondizi presento a fines de diciembre de
1958. ” -
En términos generales, la politica economica de Frondizi
siguio de cerca la logica del analisis propuesto por los desa-
rrollistas en los afios anteriores: acelerar la industzializacion
y racionalizar la produccion. En la practica, la mas activa de
sus politieas durante los nueve primeros meses involucro un
esfuerzo por aumentar la inversion industrial y en particular
la inversion extranjera.“ Estas medidas, junto con las intro-
ducidas por el plan de estabilizacion de diciembre, habian de
tener efectos espectaculares. La proporcion correspondiente a
los bienes de capital producidos en el pais en el total de bienes
dc capital aportados aumento del 37 por ciento en 1950 al
63,7 por ciento en 1961. En el total de la economia, la
inversion fija global crecio del 17 por ciento del Producto
Bruto en 1955 al 25 por ciento en 1961. Entre 1960 y 1962
el total de nueva maquinaria y equipo comprados fue igual, en
precios constantes, a la cantidad de todo el periodo 1953-58.15
También en 1962 la Argentina contaba eon las bases de una
industrla de automotores y se autoabastecia de petroleo.
Sin embargo. para fines de 1958 Frondizi se enfrentaba
con una crisis cronica de la balanza de pages. A cambio de un
préstamo de stand by por el F1VII acepto aplicar un plan dc
estabilizacion, que fue presentado a fines de diciembre. El plan
incluia una reduccion radical de las tariias aduaneras y los
recargos para los bienes de capital importados, una devalua-
cion del peso. la suspension dc la mayoria de los controles de
precios y la de las restriceiones comerciales cuantitativas. E1
gobiemo enuncio también claramcnte su decision de aplicar
medidas que equivalian a una congelacion de los salaries. Este
plan quebro la fragil alianza entre los sindicatos y Frondizi. El
impacto inmediato del plan sobre la clase obrera fue notorio.
Entre 1958 y 1959 los salarios reales bajarori un 20 por
ciento, y si bien hubo cierta recuperacion en los dos afios
siguientes. para 1961 so encontraban aim un 5 por ciento por

156 Resistencia e integracion


debajo del nivel de 1958. El plan supuso igualmente una
notable redistribucion de la renta nacional: la parte corres-
pondiente a salaries declino del 48,7 por ciento en 1958 al
42.1 por ciento en 1961. También gravito sobre el nivel de
empleo al provocar una breve pero aguda recesion en 1959,
momento en que los precios aumentaron un 113 por ciento.“
La politica economica de I-‘rondizi_ junto con la represion
de actividades politicas y gremiales que la acompafio, fue
conslderada una “traicion" por el movimiento sindical. Con la
mayor frecuencia, su hostilidad a la politica economica de
Frondizi se expreso en el lenguaje del nacionalismo y se centro
en las concesiones al capital extranjero. Sin embargo, con
mayor fundamento los sindicatos condenaron la traicion al
conccpto de que el desarrollo economico podria realizarse
sobre la base del consenso entre las clases, y de que la
modemizacion industrial podria ser alcanzada en el marco de
una politica dc redistnbucion orlentada por el Estado. Con-
denaron a Frondizi por no aplicar la dimension social de su
ideologia preelectoral. donde habia insistido en la necesidad
de un fuerte movimiento grernial que marchara de la mano con
los ernpleadores y el gobiemo hacia un “genuine” desarrollo
nacional que tarnbién beneficiaria a los trabajadores. Ese
sentirniento de traiclon subsistio con fuerza durante toda la
era de Frondizi y obstaculizo sin cesar las tentativas del
presidente por restablecer su derruida alianza con los gremlos.
Sin embargo la oposicion a Frondizi no era homogénea.
Mas aim, la idea misma de “traicion" suponia la subsistencia
de la fe en la eficacia de las ideas “traicionadas": el acento caia
en la buena 0 mala fe de quién debia aplicarlas mas que en
la validez de los conceptos “tralcionados" mismos. Erondizi
habia de consagrar mucho tiempo del que le quedaba en el
gobierno a tentativas por persuadir a los dirigentes sindicales
peronistas de su buena fe y de la perrnanencia de su com-
promiso con los conceptos del desarrollo “nacional y popular“.
Argumentaba que el plan de estabilizacion habia sido una
infortunada necesidad del momento y que las concesiones al
capital extranjero eran indispensables para romper los vinculos
del subdesarrollo. Con el transcurso del tiempo. segon Vere-
mos, consideraciones pragrnaticas llevaron a los gremialistas
a conceder cada vez mas a Frondizi, acerca de este punto. el
beneficio de la duda.
Existia sin embargo una oposicion de distinto tipo a
Frondizi, arraigada en el legado del periodo dc la Resistencia.
Esta oposicion de los trabajadores se sustentaba en la expe-
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Frondizi y la integracion: 1958-62 157


riencia de los militantes dc base que habian luchado contra el
1-égimen militar después de 1955, asi como en el caracteristico
conjunto de valores y en la “estructura de sentimiento" que
esa lucha habia cngendrado. Por mas que la ideniidad entre
muchas nociones fundarnentales del peronismo y de la ideo-
logia desarrollista hubiera gravitado en favor de una alianza de
los trabajadores con el.frondicism0, mas aim habian de gra-
vitar la experiencia y la cultura de la Resistencia sobre una
minoria militante nada desdefiable durante todo cl gobierno de
Frondizi. La aspereza de la lucha entablada en 1959, contra
Frondizi habia de confirmarlo mas todavia. Esa oposicion. que
ya se habia manifestado en los 800.000 votantes que en
febrero de 1958 habian desobedeciclo la orden dc Peron de
votar por Frondizi, se expresaria de nuevo en el pedido que
formularon las bases en el sentido de realizar una huelga el
17 de octubre de ese afio, y otra vez en la simpatia de los
delegados de base con la huelga petrolera y el llamamiento a
huelga general que esos delegados lanzaron en apoyo al paro
de los petroleros.
Esta oposicion a Frondizi se inspiraba en los elementos
de contradiscurso que analizamos en el capitulo anterior y
que. evidentemente, comprendian varias nociones que desa-
fiaban la ideologia peronista formal. Mas importante, sin embargo,
fue el hecho de que la oposicion a Frondizi y a todo com-
promiso con él se basara en una interpretacion literal de
elementos tradicionales de la ideologia peronista, precisa-
mente los mismos elementos que podian llevar a una alianza
con el Estado desarrollista. La base de la oposicion paso a
consistir en una insistencia literal en esos elementos. Esto
implicaba una interpretacion selectiva de la experiencia pe-
ronista. Implicaba insistir seriamente en la retorica del na-
cionalismo economico, pero omiflendo toda referencia, por
ejemplo. a los contratos de Peron con la Standard Oil. o al
convenio con la Kaiser, 0 a la visita de Milton Eisenhower.
para subrayar en cambio la nacionalizacion de los ferrocarriles
por Peron y sus denuncias del capital foraneo. También se
encontraba presente; si bien irnplicita, la nocion de la im-
portancia del propio Peron. Este seria capaz de garantizar que
no se empleara el poder del Estado en detrimento de los
trabajadores o del pais.
Todo lo eual acabaria por significar, segon veremos, que
esta oposicion a Frondizi no elaboro una critica basica formal
/"d'e "lasf"'basjes de la estrategla desarrollista. sino que persistio
bajo forma de un rechazo moral de su impacto. un hondoi

158 Resistencia e integracién


recelo contra quienes procuraban aplicarla y una insistencia
sobre la importancia de los criterios morales y sociales en la
politica estatal, Para Frondizi, y también clertamente para
crecientes sectores del peronismo, esta oposicion parecié adquirir
una cualidad autodestructiva, digna casi de los "luditas" (aquellos
trabajadores que a principios del siglo XIX se dedicaban en
Inglaterra a destruir la nueva maquinaxia. Condenaba corno
traicion lo gue ‘er1_7realidad_c_or1sistia en soluCiZi1'iés'l'6g'ic'a"§’_“d'e
losyproblemas del,_desarrollo_ gapitalista, sd1'u'ci'ones y""fif6bl€'—
mas que habiarr sido reconocidos, /antes de 1955. porplay teoria
yla practica peronistas. Desde el punto de vista tée'fifc‘o“la
posicién desarrollista parecia irrefutable, estructurada como
lo estaba en una abmmadora retorica técnica que aprovechaba
al maximo lo que un autor ha denominado “el discurso de la
competencia" arnado por las elites intelectuales y tecnologicas.
En el marco del sistema capitalista ~con cl que la mayoria de
los sectores peronistas seguian comprometidoslpafi:bia"fiaber
pocas alternativas factibles de ese programa. Sin embargo. ésa
oposicion, centrada en una poderosa minoria rnilitante dentro
de la clase obrera, mantuvo a porfia el rechazo de esa logica
e ignoré la razén fundamental que cimentaba los principios
ideolégicos formales, para remitirse en carnbio a l_as rlociones
de justicia social, equidad y solidaridad dc _clase_ y,_’a'“f1ir_1
nacionalismo economlco tomado al pie de Ia letra. ,n0Cio_r1§s
sacadas de su experiencia dc la era peronista y la resisterrcia
posterior a 1955. ’
MOVILIZACION Y DERROTA: 1959~6o
1959: crucial afio de conflictos
A comienzos de enero de 1959. Frondizi enfrento una
tirante situacion de estancamiento en el frente laboral. Aun-
que se habia evitado un enfrentamiento frontal con los sin-
dicatos, en particular los sindicatos peronistas, resultaba claro
que su respuesta al anunciado plan de estabilizacion seria de
temer. Las bases militantes peronistas habian salido del tiernpo
del régimen militar con mucho mayor confianza en si mismas.
que se basaba en su demostrada capacidad para soportar la
represion rnilitar y recobrar sus sindicatos. Esa eonflanza ya
se habia manifestado en los primeros meses del gobierno de
Frondizi. Los militantes de base habian sido mucho menos
renuentes que sus lideres a demostrar que reprobaban las
‘%
.~ >
ii,

t
i: ,,
51;}.
Frondizi y la integracién; 1958-62 159
insuficiencias dc ese gobierno. En los dos filtimos meses del
afio se evitaron grandes enfrentamientos con el gobierno solo
graclas a que la jefatura de las 62 Organizaciones ignoro
especificamente la orientacion de lucha impartida a las se-
siones plenarlas por los delegados de base. Esta sensacion de
confianza y militancia se reilejo en las cifras dc huelga para
1958: tan solo en la Capital Federal se perdieron 6.245.286
dias de trabajo."
Otro indicador irnportante de eonllanza propia consistio
en los resultados de las elecciones reallzaclas cerca de fines de
1958 para organizar los gremios de acuerdo con la nueva Ley
de Asociaciones Profesionales. En la mayoria de los casos
triunfaron nuevos elencos dirlgentes agrupados en las 62
Organizaciones. ‘B Las cifras de estos comicios revelan la confianza
de las bases en los lideres. en su mayoria nuevos, y su
entusiasmo por la activldad sindical. En el gremio textil. por
ejemplo, voto alrededor del 91 por ciento de los afiliados, y la
lista ganadora, encabezada por Andres Framini, recibio alrededor
de 60.000 votos. En Luz y Fuerza voté el 80 por ciento y la
lista peronista triunfo por unos 8000 votos;~ En el Frlgorifico
Nacional. Sebastian Borro recibio aprozdmadamente el 80 por
ciento cle los votos ernitidos. En la Federacion de Obreros de
la Came voté el 70 por ciento de los afiliados y las dos listas
peronistas rivales que se presentaron recibieron 50 por ciento
de los votos ernitidos.”
La actitud de confianza que se‘ refleja en estas cifras habia
dc llevar a la clase obrera, en 1959, a una serle de conflictos
de alcances y aspereza sin precedentcs. Durante ese afio se
perdieron l0.078.138 dias dc trabajo en huelgas realizadas en
la Capital Federal, en que tomaron parte mas dc 1.400.000
trabajadores, alrededor de seis veces el numero de los hue]-
guistas del afio anterior.” El hecho que provoco esta con-
rrigeiogry gigbro layengafiosa calma de 1958 fue la ocupacion _
del Frigorifico Nacional Lisandro de la Torre por sus trabaja-
_:dIores'y’1ai"huelga general prdclamada en apoyo de esta aecion.’
Waeionaluado durante el primer gobierno de Peron, el fngo-
rifico era propiedad de la Municipalidad de Buenos Aires. Bajo
el gobierno de Aramburu se habia considerado por prirnera vez
su privatizacion, de la que habia vuelto a hablar Frondizi tras
asumir el poder. En diciembre habian_ circulado rumores err
\_el sentido _de que _el FMI consideraria la prlvatizacion de la
plafita /como un sigrio de buenas intenciones por parte de
Frondizi. Esto se coniirmo a prlncipios de enero, momenta en
'°c1ue el Ejecutivo presento al Congreso un proyecto de ley sobre

160 Resistencia e integraciim


la industrla frlgorifica cuyo prlmerarticulq establecia la pri-
vatizacién de aquella planta.",No _b1'er,i.fue apmbadagsta ley
el 14 de enero, una asamblea de 9000 pbreros deeidierofi‘
ocuparla. Estaba situada en Mataderos. en el Sudoeste de la‘
Capital Federal, barrio de larga tradlclén obrera de combati-
vidad centrada en torno de la planta frigorifica. Al diflmiilrsc
por la zona_la noticia de la ocupacién, las fabrlcas ernpemron
a suspender el Vtrabajo espontaneamente en sQlidari(“i?a;§:é6n
los obreros dc la carne. También los comercios dc la zona y
de areas vecinas, como Villa Luro, Villa Lugano y Liniers,
empezaron a cerrar en sefialde simpatia§ Eljyiernes 16, Ia‘s‘i62
Organizaciones proclamaron una huelga general deW48 lioras
en solidarldad con Tos‘ otsrercs Hel“ ’frigor1Tleo.'“ En rriuchas‘
regiones del pais la elase trabajadora ya se habia lanzado al
paro en gran niimero espontaneamente a medida que la industria
de todo el pais detenia sus activiclades.
Cuando en la mafiana del sabado l7. respaldadosppjor
tanqiie's"15OO policias irrumpieron en la plantayl? }'§$P11B${3
del pais enterofue inmediata. La creciente ola de la huelga
alcanzé ‘las dhnensidnes deiuna paralizacién total Qel'pais'.'Ués
g1,1N1pQ§»_n_g‘_peronistas, talescorno los 32 §r'e"xm'os‘den1bEFafié’6s
'y los comL'\‘fii's"t‘%i§f"“‘f1.'fi§'fi>?1 arrasTraH6s"p“or”§irs""nTifitantesjTle
"base y ~dieron>~/su "befiéliciéni, a ‘una hiielga 'de':s:<§IlEiEii*i”dad.
Tarnbién el cornllé C00rd1'n'ador"de las" '62"Organizaeii§nés""‘ffie
tomado por sorpresa por la rapidez de los acontecirnientos. En
accién espectacular e improv1sada._ las 62 transfqrmaron la
phuelga Vde 4,8 hqras en un paro por\ti“eT'hfib" indeterminado. Se
hubiera dlcha que Ta"dire'¢'ci6n perbnista procurafiifreeébrar el
vcg__nt_rgl,_cle\una mqvilizacién que evidentemente la habia ‘spr-
prendido y sobrepasaijp. 'cierranlem<= fue una Heélsién tomaéla
sobre la marcha, puesto que no se adoptaron precauciones
contra la represién que inevitablemente seguiria. En efecto, en
un lapse 11¢ 12 horas 1%_-11u¢1&fl- <1uedQyr.a§éLaLat,.§n_r§1r illY<;1
~ nac1onal;_ Muchas ‘Eentrales smdicalesyij/,ieron_ qggpagas por 15
policia. Dirigentes como vanabrfae losjmétalfirgicnsl. Menay
Assn. de los textiles; Eleu_tex1o_.Cardnz9,,d€ la carn_e,__y Alonso.
delvestldq, fiieron arrestados. Otroshcgrrgo ¢I"ra;n_1,n1 y Sebas-
tian Burro, se ocultarqri.”
aELma.rt_@;@3._1g_1éel1o's as 62 Organizaciones
que afnl _estaban en 11 171% suspen &isi6n
* prmjgljéfi iifif“eT1Ti§mér§IiR:”deliaFS*‘1riférnof’I§_§“1@"}TFesen't§TfE:fs"de
[gren1iQs,“_r,nas peqLfI6f1?>s"-Riel‘viiT‘l6;“'l§*'E0n§{r1.{&l§nYiaT/Til: el
caucho~ exhortaron a continuar la huelga.” Los delegados de
grandes sindicatos, como Ids textiles y rnetalfirgl6bs",""tTesmo-
Frondizi y la integracibn: 1958-62 151
rallzfldos Y desorlentados ppr la detencién de sus lideres
’ésf2§I$alf'eff1fav¢r"de"la sixspeiisiajn; No" §e"@re¢m<'> niier-in;
’al§i1rio' iifir cofiméiéfiar eI'leva'ntainient6 del para a la libertad
de los presos y a una promesa de que no se tomarian re-
presalias. Después de nueve meses de actuar y ser tratados
como dlrlgentes slndicales "responsables", ahora parecian estar
totalmente desprevenidos para la severldad de la represién.
Cuatro dias atras habian concurrido a la resldencia presi-
dencial de Ollvos para debatir cl problema con Frondizi, y
ahora se los perseguia y arrestaba.
_ ,§!1>_9?}_1?1_l?1_QJfl10S’ militantes pie basev no depusieron tan
/fgclilrrlente su actitudk. En_centr6s de elase trabajadora como
,_BeY15$9- Ellsfinada y Dock Sur, por ejemplo, la respuesta dc
flas olqreros fue Vtal que esasionas debieron ser ocupadas por
Quelzas Iriilitaresfj En la’ Capital Federal rnisma, un enorme
seem}? /de la eludad coniprendido' entre la's‘"air'enidas“Olivera y
General Paz, que abarcabalos‘ barrios‘ de Mataderos, Villa
Lugano, el bajo de Flores. Villa Luro y parte de Floresta. fue
p,c!1pa§i0_ por lps Qlarerps durante cinco dias consecutivos. Este
fragmerito de un relatdda idea de lo sucedido en la zdnaz
“Asi se corté totalmente el alumbrado pflbllco de la zona. se
voltearon arboles para obstruir las calles, y aprovechando el ado-
quinado de las mlsmas. se levantaron barricadas en las aveniclas de
acceso y en algunas laterales. De esta manem al amparo de la
oscurldad total los grupos combatientes pudieron moverse con re-
lativa facilidad durante la noche y neutralizar la accién enemlga.“’5
)1l3’11)h1§Vql>13VI1§d§__lVa_¢hylelga era dlrigigtla por an comitér de
sindicatosilocalesz alli se habian tomado meclidas para con-
,,,-n-ar'r‘e“sta'ri* 121* respuesta del gobierno y actuar en la clandesti-
nidad. El lunes 19 empezaron a aparecer en Avellaneda al-
gunos vehiculos de transporte pfiblico, después de que el
sindicato nacional de esa rama dispuso el retomo al trabajo.
,El“.£9‘T‘£“é_ ‘.1?,h‘4§1g?_1QQal.,91Zd¢1'1<5_,,1§ cesaclén dc wdos @598
ser\riMc1<),§t.t.E?1}1'a_‘,i,I,1'1p0ner el cumplimiento de la orden. se en‘-
;_H-’Vl“§1'fT>n\kgn1pc‘>s armados de bombas mblotov y varies tranmas‘
‘_§{§?_I9§1n(i‘:1pC_E§}§ii_§§if_Jvs. La huelga duré dos dias mag en AvclIa-
=._“Fd__'<‘r .3’ °“ aTg‘E¥‘?§lf?b£19?$ <1_§,,1a. y1z9n.a_duxéyy,tvda\ria mas?
'1"ambien‘e'ri'R0'sario el paro duré tres dias mas después de que
las 62 Organizaciones lo hubieran dejado sin efecto en el nivel
nacional.”
La huelga de la planta Lisandro de la Torre habia de,
_¢0DVfl1'Ei{Sef“6n an pqderoso simbolo para el rnovirniento pe-
rnnistaf Si bienv setrataba, fundameiitalinente. de una accifm


162 Resistencia e integrcicion
‘gr
~-J:
at
defensiva y en ningun momenta fue acompafiada por, unwplan Tjj
politico coherente para derribar a Frondizi, de cualquier rnanera 5;
testimonio la extraordinaria combatividad de la miljtangii
peronista de base y la arnplia gama de iniciativas que era“ ~4
capaz de tomar espontaneamente. También demostro la ]J_I;9;_ '
fundidad del irnpacto provocado por la experiencia de la Re-I
sistencia y, por comparaeion. laysuperficialidad del ,efe<;_to_'
surtido por el engatusarniento desarrollista del periodo ante;
rior a 1959. Asimismo eonstituyo una clara prueba de la
hondura del nacionalisrno de la clase obrera y de la forrna en
que este importante puntal de la ideologia peronistapodia ser
usado por 10s Lrabajadores no como base de la colaboraciofi“
entre las clases sino mas bien como razon fundamental de
eonflicto entre ellas.
En el corto plazo. la severidad con que el gobierno reaceigno ‘
a la ocupacion del frigorifico y a la huelga fue una severa
indicacion del punto hasta el cual estaba dispuesto a'1l;i:§a§§1/i’:_e'f;1
el cumplimiento de su prograrna economico. Puso fin a cual-
quier posibilidad inmediata de aplicar un plan de desarrollo
integracionista basado en la idea de una alianza nacional
“multiclasista“ —que incluyera una poderosa organizacion gre-
mial— como base social y politica estable para los planes
eeonomicos desarrollistas. El sector del gobierno rnaxs#_e’_§tre-
chamente comprometidotcon esos conceptps —centrado prin-
cipalmente en torno de Frigerio— adopto una actitud dc fuerte
critiea cpn\la\i'g>rrna en que el gobierno habia n1§f§e_la""“E;> el
episodic. En mayoI"Fi‘igerio‘fu'e’ ’ol5li'g“ado' a renuncjar como
a'sesor“personal del presidente; ademas en junio renuncio el
ministro de Trabajo, David Blejer, frigerista. En \g \x_1ii§§1@es
dc Junie. A1varonA1s<>garay <1“?h%1bia,s1;10,,fun;;ionario~en cl
area economica con Aramburu, fue ydeyslgnada de ~
Economia.‘ En agostojfue Vnombradg comandantr;W__g§1w_]gf_¢ (191
Ejército"eT‘l/general’ Tdranzo Montero. notorio'T:antiper§nista.
Estas deeisiones’ 1-eilejaron, la cornprension, por“parté“de Froridizi-, ~
de que para llevar adelante sus planes econon'1jeo's"'debefia“
seguir una linea de dureza. También reflejarfin el ereéiente
reeelo que Frondizi y sus eonsejeros desarrollistas inspiraban
a la mayor parte de las fuerzas armadas. jia desigrlacionqde
Alsogaray se habia debido a un pedido ‘direqtp Vde\los¢,mip1;ta"rVes
a 'Frfon'd'iz’i.’ Ese“ mi§fian"p1ahTeamlefit_6 “eondujo también a la
renuncia del subsecretario del Ministerio de Defensa. coronel
Reimundez, conocido por sus contactos con la copula sindical.
Sin embargo. la clase obrera no fue intimidada por esos
hechos. Durante 1959 hubo otros tres conflictos. de alcanees
1’
» 5'
,,’

Frondizi y la integracion: _1958~62 163


sin precedentes. en. defensa del nivel de vida. De fines de abril
3 fines cle junio hubo una huelga nacional de bancarios. A fi-
nes de agosto los metalurgicos se embarcaron en un paro na-
cional. que duro hasta mediados de octubre. en procura de L111
nuevo acuerdo salarlal. E1 23 de setiembre el sindicato de
textiles declaro por el mismo motivo una huelga por tiempo
indeterminado que duro hasta el 9 de noviembre. Ademas de
estos tres grandes conflietos hubo muchos otros de escala
menor.
En el sen0_ de las 62 Organizaciones, la rnilitancia de las
bases se reflejo en la composicion del nuevo comité coordi-
nador elegido a fines de enero, inrnediatamente después de la
huelga general. Quedo constituido en gran medida por dele-
gados del interior y de sindicatos pequefios que se habian
opuesto al levantamiento del paro. Esa composicion se debio
en parte a que la mayoria de los grandes sindicatos habian
sido mtervenidos durante la huelga. Pero mas importante fue
el hecho cle que reflejaba el resentimiento contra ellos por su
rnodo de manejar el pare: asl corno la sospecha de que. antes
de enero. el vrejo comite se habia comprometido demasiado
estreehamente con Frondizi.” Ese proceso de critica por parte
de las bases sindicales continuo. A principios dc febrero. una
confcren<_:1a de delegados de 24 seccionales de la Union Obrera
Metalurgica. reunida en Rosario, censuro severamente las
accxones del Seeretariado Nacional del gremio durante la hue]-
ga.” La I-‘ederaeion de Trabajadores de los Servicios de Sa-
nidad, cuyo jefe. Amado Olmos, habia integrado el comité
coordinador anterior. se retiro temporariamente de las 62
Organizaciones debido a la severidad de las eriticas lanmdas
contra la dirigencia durante una asamblea celebrada para
considerar la huelga. _En esa reunion, los delegados de las
bases acusaron a sus hderes de aceptar tacitamente el plan de
estabilizacion.” Ni siquiera la nueva cupula de las 62 se salvo
de los ataques lanzados por las bases. En una reunion que
estas organizaciones reallzaron a principios de malzo, ¢1 Qgmité
coordinador fue
glzgrflibzglrdeado desde la bah-a con epitetos de ‘iTraldoresl‘, ‘Wendi-
Iia militancia y la decision de enfrentarniento presentes en
un ano en que se habxan producido cuatro conflictos nacio-
nales de tal envergadura y tres huelgas generales de solida-
ridad eulrmnaron en la reunion plenaria que las 62 Organi-

154 Resistencia e integracién


zaciones efectuaron en Rosario en diciembre de 1959. E1
docurnento politico presentado por el comité coordinador rechazé
enfaticamcnte cl proyecto economico de Frondizi:
“Con nuestra industria desprotegida, la politica economica ac-
tual del gobierno significa un retroceso en el avance de nuestro pais
al cual se 10 pretende volver a su anterior situaclén de Nacién
exportadora de materias primas e importadora de articulos manu-
facturados que hasta 1944 nos colocara en situacién de colonia
extranjera. Rechazamos el sistema economico patrocinado por el FMI
[....] ya que significa lisa y llanamente la explotacién del hombre por
el hombre?” ‘
El documento. unanimemente aprobado con entusiasmo,
reflejé claramente los sentimientos de la mayoria dc los mi-
litantes peronistas y buena parte dc las bases. Retomé la veta
nacionalista y antiimperlalista dc la ideologia peronista. Mas
importante, sin embargo, fue su afirmacién explicita de que
todo desarrollo no basado en el consenso de clases y en un
capital no explotador y humanizado implicaba una regresién,
un intento de volver a la dotninacién que ejercian los intereses
terratenientes antes de 1944. Este concepto de un nexo in-
disoluble entre justicia social y desarrollo econémico era,
segun hemos sostenido, decisive en el discurso peronista de
la década 1940-50 y siguié configurando la idea. sustentada
por los trabajadores. de la “traici6n" dc Frondizi, asi como su
creencia en la posibilidad de un desarrollo nacional "genuine".
E1 documcnto denunciaba cérno
“el gobierno esmfé vilmente al pueblo en la apllcacién del enunciado
programa nacional y popular".°3
‘ Los conflictos de 1959 fueron en muchos sentidos la
culminacién de la militancia y la confianza que el peronismo
de base habia adquirido en los afios dc la Resistencia.
En tanto que los propagandistas del desarrollo argu-
mentaban que era absurdo hablar de un retorno a las cun-
diciones econémicas y sociales anteriores a 1943 y que eso
demostraba incomprensién de los cambios econémicos que se
operaban bajo Frondizi, los militantcs peronistas y sus bases
se guiaban por una logica distinta y menos abstracta. Las
deliberaciones dc la reunion de Rosario dcstilaron un senti-
miento de amargura genuinamente experimentado. causado
por una traicion profunda. como lo indicaron las resolu-
ciones adoptadas al concluir la reunion. Las dos ultimas
""'r<=.¢m' ’alm’“P°¢s=Y,i¢¢1i tssaiao ‘paras-in¢¢herfyis@i;
"wnbmiéaf En cl curso de 1959 muchos de los sindicatosliééii
FYOndizi y la integracién: 1958-62 165
anunciaban una campafia, organizada por los sindicatos, en
favor del voto en blanco en todas las futuras elecciones, con
cl fin de rechazar un gobierno fraudulento e ilegitirno. Asi-
mismo. se declaraba a la clase trabajadora en
“un estado de resistencia civil enfrentando a los poderes del estado,
cualquiera que fuere su jurisdiccién".
En muchos _se_n§idos_. ‘ en los cqnflictos de 1959 culmi-
naron 'laHnii1i_tancia de las bases peronistas y la confianza
"j§’i-opia que habian adquirido en los afios, dc ‘la Resistencia.'La
‘freunién de Rosario significo un paso importante alyconfirmar
"“’1'a rnadurez del movimiento sindical yssu dorninio dentro <_1,e;l
‘peronisrno corno organizador de la oposicién a Frondizi. Sin
‘Wéfiibargo, a pesar de toda la arrogancia l'Il1htaIV1t€>dCW€§é
\ reuni6n,ei afio 1959 vino a simbolizar también una serie de
"derrotas cruciales para la clase trabajadora. ‘Al’ rcabrirse en
“rnarzo el Frigorifico Lisandro de la Torre. solo fueron retornados
4500"del~~ total-—de' 9000 "obrerbs, ‘y ’1a’jil’ant§-ii siguio been Enéiicis
‘p*rivadas.°‘--A1 cabcrde‘ '70 dias de una huelga que los des-
moralizé, los bancarios v0lvieronHfi,I}g1rq,c,1'lte al trabajo en
condiciones "s‘inji1la're§.‘ Tanto los inétaluréiébslébfxib lo's"t‘exti1'és
‘15‘e"rdier”0n‘siis' batallas por una revision arnplia de sus con-
-veniosr Que‘ 1os"'d‘o's"sindicatos mas poderosos fracasaran en
sus gestiones para lograr nuevos convcnios inevitablernente
tendié a disuadir a gremios mas. pequefios de intentar otro
tanto. La mayoria de los contratos firmados concedieron in-
suficientes aumentos de emergencia en vez de ser auténticas
renegociaciones. ~
sA1:9§Ms$!11¢?}¢?i°$- ,¢ant5> I{?l'°I1i5t3$.-Q0mO,n0.P¢1T°!11$ia§- Sc
wgggoniraronr en una situacién muy desventajosa frente a un,
gobierno respaiaaav 'por' lass fu'eii'as"a'i-knadas y disfiuésfkf ii
“st?/Os fueron intervenidos por el gobierno. Por afiadidura. la
aguda recesién provocada por el plan de estabilizacién dcbilité
mucho la posicién dc los sindicatos para negociar. Los gre-
mlalistas veian con bastante claridad que se encontraban en
un aprieto desesperado y se hacian pocas ilusiones de veneer.
.31 promediar la huelga textil, el érgano oficial del sindicato
ijo:
“No estamos luchando por un aurnento de salaries [...] estamos
luchando por la supervivencia del gremio textil. puesto que la
intransigencia patronal esta va no se reduce solamente a negarse a

166 Resistencia e integracion


reconocer nuestras justas demandas sino que pretenden que el
gremio renuncie a sus conquistas."35
La intransigencia ernpresarial era respaldada por el propio
gobiemo. La prensa desarrollista criticaba la negativa del
gobierno a obligar a las empresas a efectuar un esfuemo serio
para resolver las disputas. E1 redactor sindical dc Mayoria
deploré la fonna en que habian siclo tratados los gremialistas
en el conflicto eon los textiles y los metalfirgicosz
“Antes de que los sindicatos. espalda contra la pared. declaren
la huelga,1os patrones se niegan siquiera a hablar de posibles
contraofertas. manteniendo en cambio sus primeras ofertas que
fueron inaceptables. Y cuando la huelga comienza ellos anuncian ‘No
negociaremos mientras los sindicatos empleen medidas de fuei-Ya‘.
g,Esto podria ser considerado una manera seria dc practicar las
relaciones laborales? [4I4]4 Ademés. las huelgas nonnalmente co-
mienzan despues de varios meses de esfuerzos infltiles en que los
sindicatos han andado cie una reparticion a otra en varios minis~
terios. al final sin lograr nada."°5
Esto no niega el entusiasmo con que la clase trabajadora
participaba en los conflictos. E1 paro textil habia sido resuelto
por una asamblea en que tomaron parte 20.000 obreros, que
unanimemente aprobaron una huelga por Uempo indetermi-
nado. Ann asi, los resultados de esa rnovilizacién en gran
escala sefialaron un giro decisive en lo referente a la rnovil1-
zacion dc la clase trabajadora y su confianza en si misma.
EL IMPACTO DE LA DERRUPA: DESMORALIZACION Y AISLAMIENTO
E1 impacto de la derrota puede ser medido en pane por
las estadisticas de huelgas correspondientes a los afios si-
guientes. Desde el pico de mas de‘ diez millones de dias
perdidos en 1959. las cifras declinaron a muy poco mas que
un mfllon y medio en 1960 y 1961, para desplomarse a
268.000 dias de trabajo perdidos en 1962.” En tenninos no
tan facilmente cuantificables. esas cifras reflejan un proceso
dc derrota y desmoralizacion. es decir, el abandono de la
militancia y participacion por parte dc miles de activistas dc
nivei bajo y mediano. que habian sido el alma de 1a Resistencia
posterior a 1955 y del renacimiento del sindicalismo peronista.
_,~f_EIl paifte esto fue_ efecto de la repres_i6n_ es;a§a_1_y em-
presarial. Millares de militantes iieronistas fueron aifrgstados
con arreglo a las disposiciones de seguridad adoptadas por el
.4 V M S,
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Frondizi y la inlegracién: 1958-62 167
_52§§‘?H12 §<Z_E1T911d,iZi. En maize de 1960, se aplico cl Plan
Conintes (Conmocion interna del Estaclo), (11.18 otorgalia a las
"rtiierzas arrnaaas afip1ia]ur1sale¢1an@»;n Ta 1ucha"contfa"'{o<ias
“las ruaigas gig», '(;Tt_§1a‘1'_'§1r/lull““fidf§tL11;b10§‘L11‘1{6l'I‘1OS". En
miidiiétiié
1?‘.1'l$t9;&§gr§1,se.,ala£gah駧%=i§1ti vez"ema§;)s¢basm1n Borro jainag
'§Zo“R'ikTa trabajar en un fflgorifieol E>;{‘s¢“'§ii1iis5m5 elwde
imuchos miIes"de militantes mas. Un extraordinario discurso
que pronuncié el subsecretario dc Trabajo y Seguridacl Social,
doctor Galileo Puente, en mayo de 1960, nos da cigflja idea (15
las dimensiones que alcanzé esa purga de activistas. Tras jac-
tarse de la forrna en que “fueron eliminados de los sindicatos
quienes causaban problemas". cl doctor Puente refirio como se
habia realizado esto en el caso cle una importante compafiia
tabacalera, ia Piccardo:
‘:Me vino a ver el gerente de personal. haciéndome saber mil
tropehas que cometia la com-isién interna [...]. Segilm mis instruc-
ciones los delegados fueron ‘echados. Vinieron al Ministerio y yo
tambien los eche, porque alli no estamos para proteger a sinver~
guenzas. Muy pronto los obreros sanos empezaron a golpear las
Buertas de la fabrica. La empresa entonces comenzé a seleccionarz
este entra, este no‘, y asi de 800 obreros, 500 fueron retomados y
doscientos maiandras quedaron afuera."”
A continuacion el doctor Puente se jacté de la manera en
que: _
“En Ducilo. Alpargatas y Good Year ya se ha depurado al
personal de los malandras, y todos viven felices."
AS! como éste fue el resultado concreto de la derrota de
los textiles, en 10s metalfirgicos pudo advertirse un proceso
identieo. Raimundo Villaflor. rniembro del comité de delegados
que en 1956 habia dirigido la huelga metalfirgica en Avella-
neda. describié en los siguientes términos la situacién en que
el y muchos otros militantes se encontraron:
_“Me la pasé yirando. changueando, aims enteros [...]. Era un
C0n1lnu<_) yirar cie montones de genie. No nos daban trabajo, nos
perseguian. jamas podiamos hacer pie."“9
De cualquier manera, la lista negra era solo parte de la
historia. Tarnbién el abandono de la militancia reflejé una
gradual si bien renuente aceptacion, por muchos activistas de
posicién media en la jerarquia sindical, de la esterilidad de

168 Resistencia e integracibn


una oposicion continua e intransigente tanto al gobiemo como
al empleador. Después dc la prolongada rnilitaijligiél 1161 P@1'l°d°
1956-59. las"'dérrEStas“de 1959, asocia§la_s_,§WigM1f§p)f€Sl9!"l Y 13
crisis‘ economica 'dé ‘los aI'1‘osfs'iguiéntCS._,sqCQVQ§9P.,CQI1$1d@‘
rablemente la confianzafly el temple do una ,c,apa,,de,activistas
que tenian papel deoisivo. El cansancio y 13 d,¢§“?.QF§.1.!Za¢1‘§n
deesos activistas se advirtieron claramente en“ la reynion
plenaria que las 62'Organ1zaciones realizaron en la Capital
Federal en mayo de 1960. En un discurso pronunciado en
nornbre de la dirigencia de las 62, Eleuterlo Cardozo, lider dc
la Federacién Nacional de Trabajadores de la Came, bosquejo
la situacion a que hacian frente los sindicatos peronistas.
Destaco que la clase trabajadora tenia dos caminos abiertos.
uno revolucionario y el otro evolucionista. En la alternativa. la
clase obrera debia optar por la finica estrategia factible. es
decir la legal, la de la evolucion. Cardozo no empleo medias
tintas al describir el sombfio escenario que enfrentaban los
sindicatos ni al preconizar la solucion a su juicio necesaria:
“El panorama actual se caracterlza por un r€iralmi@f1l° dc las
masas con el sector mayorltarlo proscripto y el movimiento obrero
dividido y con un gobiemo negative. Frente a esto es necesarlo un
desarrollo economico que rompa estructuras sin lo cual no hay
justicia social posible. y un frente nacional. en el que los chstlntos
factores de poder y la clase obrera se hallen unidos tal cual haluia
ocurrido en la década del 45 al 55, La clase obrera _n0,€S F/1 L-{1'1lC°
factor del poder. Nos guste o, no ‘nos guste tapmbienmlo son 1?} VIgl_€f§ia-
el_Ejército y las fueizas econpmicas: Se,deb€ OO_nV€,rSar _CQK1,t9d°S
estos grupos, para lo cualla direccion del rnovimiento reqojere lmfl
lmprescindible Ilexibilidad.““°
;,;""'" Su discurso no suscito virtualmente oposicion alguna en
la asamblea. Pedro Gomis, lider de los petroleros. hablo en
apoyo cle Cardozo. Dificil hubiera sido imaginar un cambio
mas drastico en relacion con la reunion dc Rosario y su
postulacion de “resistencia civil". La prensa favorable a Frondizi
saludo con gran entusiasmo este plenario de las 62.
La finica oposicion al discurso de Cardozo provino de dos
delegados, de gremios relativamente menores._ Uno de ellos.
Alberto Belloni, representante de la Asociacion de Trabaj_a-
dores del Estado. comento con bastante claridad lo que sig-
nificaba. a su juicio, la falta de oposicion de los restantes
delegadosz
am mi
frente
(‘La
5°*<
Q-o
“En este plenario Cardozo hablo casi dos horas l.._
era la muerte de la reslstencia. ‘Hay que reconstruir. d1
:5‘
it
V
»
“62
vrsolidaridad con los obreros de la came, testimonio la creciente
lwondizi y la integracién: 1958-62 169
nacional con las fuerzas armagias. la iglesia y los ernpresarioS' [...|
y en el plenarlo un silencio barbaro. Concretamente. el que se
levanto a oponerse fue un espanol republicano que militaba en
grailcos [...] un plenarlo cle 200 delegados donde hubo un silencio
mortal y una hostilidacl Lremenda contra el espafiol y yo. Mi com-
pafiero Américo Quijena un hombre formado en la escuela mas dura
de la Resistencia, quedé callado. [...] Y Vandor dos o tres veces me
corto la palabraf“
A_kl__s_ilengio de la masa cle delegados. que doce meses atras.
en reunioneslsimilares, habian fustigado a la jefatura de las
p'o'r"1o‘ que a su juicio era una traicion a la huelga en
confusion y la erosion de la confianza.
E1 nficleo humano de la Resistencia, pues, se marchitaba;
la base humana de la militancia y la combatividad del periodo
1956-59 estaba desgastandose. Lo cual se manifesto no solo
en expresiones piiblicas corno las asambleas de las 62 Orga-
nizaciones. También era evidente, y acaso en un sentido mas
legltimo. en el plano personal y privado. Jorge Di Pascuale,
dirigente de las 62 Organizaciones, lo recuerda asi:
;‘!:3;>ql:l[§___l!.lCh§1 e_s_(,aba agoiando a mucha gente [...] la represién
erawpada‘ vezinas Jntensa, el Plan Conintes se introdujo y las
“Eondiclones llegaron a ser cada vez mas dificiles. I-labia muchos
compafieros que no querian seguir el camino de la confrontacion y
los ibamos perdiendo poco a poco. [...] la mayoria comenzaban a
alejarse de posiciones combativas y a dedlcarse exclusivamente a
sus propias cosas.“‘2 ~
El frenetico ritmo de la militancia de anos anteriores. la
intensidad de la actividad y la renuncia a una vida personal
y social que esto implicaba. empezaban a tener ahora fuerte
impacto sobre muchos activistas. El siguiente es un testimo-
nio tal vez extremado. pero de ninguna manera atipico, ofre-
cido acerca de ese proceso por un activista que muchos afios
después recordé su propia toma de conciencia del precio
personal que el activismo suponia:
“Mi hermano y yo entramos en la Reslstencla cuando éramos
poco mas que pibes. Yo tenia 18 anos cuando cayo Peron. mi
hermano era un poco menor. En los anos slguientes nos dedica-
bamos casi exclusivamente a la milltancia sindical. Resulta que los
dos sabiamos manejamos con paiabras de modo que nos daban la
tarea de escribir la mayor parte de los folletos. todo ese Lipo de
trabajo. Bueno. la verdad es que perdimos muchas de las cosas que

170 Resistencia e integracién


hacen otros muchachos. La lucha fue iodo: la revolucion social. la
vuelta de Peron. Un dia, debe haber sido en 1959. mi hermano y yo
trabajabamos en nuestra pieza escribiendo un folleto. Fue un dia de
domingo. Viviamos en una pension barata que esnaba llena dc
obreros jovenes que no tenian farnilia en la ciudad. Compartiamos
esa piaa con otro tipo que trabajaba en el mlsmo taller que
nosotros; de hecho el mismo fue bastante combativo en la fabrica.
Aquel dia volvio de una fiesta y nos encontro matandonos con la
maquina de escribir discutiendo la politim. Se asombro y nos dijo:
‘g__Pero ustedes dos nunca van a ver la cara de Dios?‘ Por supuesto
tuvo razon y de golpe me di cuenta de todo lo que habiamos
perdido."“
No solo los activistas fueron afectados por ese proceso.
porque tambien se presento, bajo forma de un creciente fa-
talismo. en la masa general de trabajadores. Era inevitable que
también en este terreno se hicieran sentir las derrotas dc
1959. sumadas a los efectos de la politica economica del
gobierno. En una reunion efectuada en Berisso por el gremio
de la carne para discutir los medios de enfrentar los despidos,
Eleuterio Cardozo anuncio que era "la hora de los patronos".
por lo que correspondia ser realista y concluir acuerdos poco
ventajosos. Cardozo no hablaba sirnplemente como arquetipo
de lider sindical que se disculpa por haber ccrrado un mal
trato; ademas tocaba una fibra de experiencia cornfm a todo
el movimiento de la clase trabajadora. En la misma reunion,
un delegado de la planta Armour en Berisso se hizo eco del
argumento de Cardozo, diciendo:
“Es imposible una huelga general indefinida por los despidos.
dado el retroceso general producido por la politica del gobiemo [...]
una huelga indefinida era lo que estaba buscando la patronal con
el objeto de evitarse pagar jornales.““
Tanto este obrero como Cardozo hablaban con la resig-
nacion de activistas de un gremio donde en ese momento ya
habia mas de 7000 despidos. La industria de la carne habia
sido golpeada con rigor excepcionalz no solamente padecia la
recesion causada por el plan cle estabilizacion, sino también
los efectos de una crisis estructural de largo plazo que con-
duciria al eclipse de los grandes frigorificos extranjeros. Pero
la experiencia de los trabajadores de la came no era en modo
alguno atipica. En ausencia de ejemplos en contra, es decir,
ejemplos de militancia victoriosa, el argumento fundamental
del pragmatismo institucional. cada vez mas usado por los
lideres sindicales. no podia menos que recibir asi fuera una
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Frondizi y la integracion: 195862 171
aceptacion pasiva por parte de la mayoria de las bases sin-
dicales.
Un claro caso dc esta aceptacion, por renuente que fuese,
en otros sindicatos puede hallarse en las elecciones internas
que el sindicato de los metalfirgicos realizo en febrero de 1961.
En la Capital Federal. sobre unos 97.000 afiliados oficialmente
empadronados solo 17.085 se molestaron en ir a votar, o sea
unos 8000 menos que en 1958. La Lista Azul, agrupacion
peronista construida durante la Resistencia en tomo de las
figuras dc Augusto Vandor y Avelino Fernandez, perdio mas de
la mitad de sus votos. En 1958 se habia adjudicado la casi
totalidad de los 25.000 votos emitidos: en 1961 solo logro
obiener 11.053,“ Las cifras de la votacion ofrecidas en el
Cuadro I para las once principales plantas de la Capital
Federal muestran un cuadro mas sombrio aiin.
CUADRO I
Cifras de las elecciones efectuadas por la UOM en 1961
corresporiclientes a once grandes plantas metaliirgicas
de la Capital Federal
N9 de
trabqja-
dares
Absten-
ciones L. Azul
L Rosa L. Verde
FAPESA
CAMEA
Centenera
TAMET
CAIGE
FERRINI
RCA Victor
Decker
Volcan
Lutz Ferrando
SIAM Perdrlel
Totales
1.800
1.200
1.200
1.000
800
700
500
500
500
500
300
9.000
5.
929
574
762
530
520
545
339
233
189
438
223
282
2.
662
378
315
355
144
83
52
136
202
16
14
342
107
46
94
283
56
30
16
51
51
2
26
762
102
202
102
32
B0
42
93
80
58
44
37
612
Fuente: volante distrlbuido por la Lista Verde. opositora.
Las cifras muesiran que el 58 por ciento de los trabaja-
dores se abstuvicron de votar en esas plantas; sin embargo en
los C0i’1’1iC10S cle 1958 todas ellas habian dado a Vandor una
mayona abrumadora. En 1961 solamente en una planta los

172 Resistencia e integracibn


votos por la Lista Azul superaron a las abstenciones. En el
caso de los metalurgicos, las derrotas y compromisos condu-
jeron a la abstencion antes que al voto por candidates rivales
del liderazgo existente. Pero no siempre sucedio asi, pues las
derrotas y los compromisos podian conducir a formas de
reaccion mas positivas contra los lideres del momento. lncluso
entre los metalurgicos, en Avellaneda el voto combinado de
tres listas opositoras supero el que obtuvieron los dirigentes
vandoristas. En el sector de los textiles. Andrés Framini perdio
las elecciones en algunas de las principales plantas. En las
elecciones para designar la comision interna de la planta Gra-
fa. en setiembre de 1960, la lista comunista derroto a una lista
peronista disidente que se habia separado de Framini.‘“* En La
Bemalesa y Sudamtex, dos de las principales plantas del Gran
Buenos Aires, las listas peronistas disidentes se impusieron a
los candidatos dc Framini.” En otros sindicatos. sin embargo.
la insatisfaccion se tradujo mas en abstenciones que en ex-
presiones positivas.
La crecientc resignacién y la pasividad de las bases
inevitablemente debilito a los activistas que procuraban con-
tener la marea dc la retirada. No fue poco comun el caso de
dirigentes locales y activistas de posicion intennedia que se
volcaron a posiciones extremistas bajo la presién del ataque
patronal y la crisis economica; pero ese proceso tuvo cada vez
menos respaldo entre las bases. Un militante dc Avellaneda,
activista en esos aflos, recuerda un ejemplo dc ese fenérnenoz
“Recuerdo que José Vazquez fue el dirlgente del Frigorifico La
Negra. Era un muchacho que se habia dado a conocer después del
55 y tenia un buen nombre en Avellaneda y estaba en las 62 y la
CGT local. Cuando vino la crisis en los frigorificos en 1960 y
empezaron a despedir gente asumio una postura muy combativa y
lanzo la huelga en In Negra. Pero el énlmo de las bases no dio para
tanto. Sentian que el frigorifioo estaba condenado y comenzaron a
buscar otro trabajo. Llego un memento hacia el final cuando la
situacion fue tan mala que el mismo Vazquez tenia que hacer casi
todo. ni siquiera habia obreros para distribulr folletos, asi que él y
algunos amigos tenian que pedir un auto prestado y andar por el
ban'io.“"
El creciente aislamiento de los activistas se iorno cada vez
mas patente a medida que se marchitaba el apoyo de las bases
a la militancia de los anos de la Resistencia. Dos activistas que
se volcaron a posiciones extremas se distanciaron cada vez
mas de la experiencia que vivia la gran masa de obreros:
-7
-i-P.
Frondizi y la integracibn: 1958-62 173
“Aquellos dirigentes que proponian mas enfrenlarnientos, mas
huelgas. llegaron a ser percibidos por las bases come algim tipo de
superhombre. No se podia esperar que estos hombres que ya habian
sufrido una huelga. que no tenian ningfm fondo sindical y que
sabian cuan poco Lrabajo habia, no se podia esperar que ellos te iban
a seguir de nuevo a la calle."‘9
Las diferencias entre las respectivas experiencias, los
grados de compromise y los estilos de vida de los activistas y
las bases sindicales constituyeron una caracteristica perma-
nente que subyacia en gran parts de la ambivalencia y los
dilemas de un militante. Este forrnaba parte dc la clase tra-
bajadora, _muchas dc sus accionesT dcpendian dc ella, yesin
embargo en un seniido imporiante se encontraba al rnargen de
ella. En tiempos de insurgencia general y de conflanza. csa
brecha podia minimizarse y los lideres y los liderados con-
verger: en cambio, en tiempos dc derrota y crisis podia con-
ducir a unwprowfundo aislamiento dc los activistas, que que-
"daban alienados respecto de la gran masa de las bases. A
principios dela década 1960-70, Raimundo Villaflor y sus
compafieros de Avellaneda trataron de rescatar algo del de-
sastre. La fuerza impulsora dc su grupo era Domingo Blaja-
pquis, rnilitante bien conocido en las zonas obreras del Sur del
Gran Buenos Aires. Blajaquis habia estado desde 1955 en
practicamente todas las prisiones del pais.5° Rolando Villaflor',
hermano dc Raimundo, no forrnaba parte del grupo, y los
integrantes de éste, en broma. lo llarnaban “la bestia“ por sus
crudas opiniones y su falta dc compromiso con una vida dc
militancia. Muchas veces al volver a su casa Rolando los
encontraba reunidos para hablar de politica. Afios después. en
declaraciones a Rodolfo Walsh, recordaria que en cierta oca-
sion contesto asi las bromas que le dirigieron:
“Pero decime una cosa, le digo, Griego g,vos. cuantos afios
tenés? Me dljo cuarenta y pico. Y decime, ¢qué hiciste de tu vida vos?
hasta ahora. Porque yo no veo que hayas hecho nada vos. Siempre
te lo pasaste en cana porque es la verdad: estuvo en la Resistencia
[4II]I Y cuando me dijo que no tenia nada, le digo: Claro, qué vas a
tener. si vos siempre he la pasaste en cana, molido a palos. muerto
de hambre: sos un hombre grande y no tenés familia. no tenés nada.
no formalizaste nada."5‘
Blajaquis. Raimundo Villaflor y otros activistas podian
retirarse a la circunscripta actividad dc pequefios grupos de
activistas. Esos rnilitantes también podian, en cl corto plazo y

174 Resistencia e integracion


gracias a su prestigio personal. llegar a ser una voz dominante
en el sindicalismo local —por vejemplo. en la seccional local de
las 62 Organizaciones—, pero su posicion tenia cada vez menos
sostén en la clase trabajadora en cuanto ese sostén clependia
de la conciencia de ésta y su disposicién a ser movilizada.
CAMBIANTE RELACION ENTRE LlDERES, ACIIVISTAS Y BASES
_ En los sindicatos. el aumento de la resignacion y la
pasividad 'forrn6 el telfin de fondo de tin pro'c'€:so"de ~‘m1rocra-
tizacion que se manifesto en una cambiante’:relafc'ij6Ti“énfre
lider y bases y en una cambiante actitu_d de lFs“lidlé‘re_"s§,"'a§f
como en una creciente corrupcion de los‘ Los "ac-
tivistas de menor jerarquia y los rnilitantes locales de jerarquia
media comprobaron que sus sindicatos eran para ellos lugares
cada vez mas inhospitos. Raimundo Villaflor recuerda la forma
en que ese proceso se opero entre los rnetaliirgicos:
“Ninguno de los que dirlgirnos aquella huelga en Avellaneda
pudimos volver al sindlcato. Se convirtib en una mafia. l-lasta los
quinieleros inclependientes desaparecieron: habia que bancar para
ellos. Los dirlgentes hacian negocios de chatarra con los patrones [...]
amasaban fortunas, se rodeaban de matones."5’
Para 1960. este cambio se reilejaba en una noton'a ero-
sion de la democracia interna, lo cual se advirtio particular-
menie en el creciente empleo dc fraude en las elecciones
sindicales. Después de las elecciones realizadas en 1961 en la
Union Obrera Metaliirgica (UOM), las listas opositoras pub1i—
caron un volante donde se detallaban las practicas fraudu-
lentas aplicadas por la jefatura sindical:
“A solo 48 horas de las elecciones se ignoran los lugares en que
habia urnas, y los dias en que estaran en los establecimientos. cosa
que naturalmente no ignoran los oflcialistas dado que las juntas
electorales no las forman las distintas listas sino los oficialistas. El pa-
dron de la Capital con 65.000 afiliados registra 90.000 afiliados I...)
Ninguna llsha que no disponga de los dineros de la organizacion como
la de Vandor puede tener en la calle paganclo viaticos a muchos
activistas durante 18 dias ni disponer de los medics oflciales del
sindicato."5”
Estas maniobras contrastaban con el proceso electoral de
1958. En esa oportunidad nadie intento irnpugnar las cre-
denciales de los candidatos opositores. En 1961 las candi-

Tia‘
-4
~
I
'Fr0nd1'Zi y la integracfién: 1958-62 175
daturas de varios de los mas destacados activistas de la Lista
Verde. principal grupo opositor, fueron declaradas ilegales por
la junta electoral, controlada por la jefatura del gremio.
En otros sindicatos se produjeron muchos otros casos
similares. Esto formo parte del control cada vez mas estricto
que los dirigentes ejercian sobre las bases y la tolerancia cada
vez menor. por parte de ellos. con el surgimiento de focos de
discusién dondc se manifestaran disentimientos internos. Lo
cual se torno patente sobre todo en el creciente control por los
lideres nacionales de los dirlgentes de planta. Esta fisca-
lizacion a rnenudo rnarcho de la mano. en ese tiempo. ‘con la
purga de activistas de base. En las grandes fabricas meta-
lfirgicas. por ejemplo? se consumo un rlguroso proceso de
purga selectiva de militantes conocidos. Los mas militantes
fueron despedidos, muchas de las comisiones internas de las
grandes plantas quedaron disueltas. Entre los textiles. los
grupos opositores afirmaron en abril de 1961 que mas dc la
mitad de las plantas de San Martin, suburbio de Buenos Aires
donde existe la mayor concentracion de fabricas textiles del
pais, habian sido intervenidas por la jefatura gremial y que las
comisiones intcrnas habian sido disueltas por su “actividad
oposit0ra".5“ Mas tarde. en ese afio. la jefatura del gremio,
conducido por Framini, empezo a crear secretaries generales
en muchas de esas fab:-lcas.55 Desmoralizados y aislados muchos
de los activistas. este proceso de afirmacion del control central
del sindicato no involucro necesariamente coercion abierta.
Muchos delegaclos internos, exhaustos dc luchar contra la
corriente, estaban dispuestos a dejarse sobornar. a aceptar lo
inevitable.
Muchos de los dirigentes que mtervmieron en este pro;
Cesv habian em@T8i‘1°i.E‘?§1‘?2!§I!3§£1§§.Q9310 _tal2$.o§n ¢1TIé\g;ai..d§,
trabajo'durarft€“l§'liicha'contra el gobierno rnilitar. _No estapgg
separadosrrde“lo's"activlsta§ 'dé base por afiosdc privilegios
burocréticos. lilacia solo c'in(5ofar‘1ofs, que Augusto V_aridor habia
flbafldqiiadd s141m1§St9 ten la planta 91¢ la Philips. y””siu"fi<>s-
terior papel en la Resistencia le habia valido un considerable
prestigio personal. En ese tiempo también Andrés Framini era
conceptuado un hombre de linea dura, que preconizaba la
oposicién mas intransigente a Frondizi. El estilo de vida y los
habitos personales estaban cambiando. pero las asperas lu-
chas y penosos conflictos del pasado estaban demasiado
cercanos. suponian demasiado una experiencia cornpartida
como para que la corrupcién personal explicara por complete
el proceso de burocratizacién.

176 Resistencia e integracion


Gran parte de la explicacion debe ser buscada en las
actitudes de los propios activistas. El hecho de que compar--
tieran la comfm experiencia de la resistencia al gobiemo
militar y las luchas contra Frondizi creaba una relacion
simbiotica entre ellos y los dirigentes de nivel nacional. En
cierto sentido. reconocian en sus lideres a hombres como ellos
mismos, habitualmente de iguales antecedentes, aspiraciones
y falibilidades. Mas afin, en un plano local muchos activistas
del periodo 1955-59 ahora formaban parte de la mas alta
jerarquia local. Su comfln lealtad a Peron y al rnovimiento
peronista consolidaba mas todavia esa relacion. Por afiadidura,
no obstante el hecho de que la resistencia a los militares y
después a Frondizi se hubiera basado prlmordialmente en los
activistas de base y las comisiones internas_ nunca se habia
fonnulado de modo explicito la importancia de ese hecho, de
la necesidad de contar con sindicatos controlados democratica-
mente. Ante la forzosa ausencia de una estructura burocratica
cle la cual seivirse. la actividad sindical peronista se habia
tornado. segim vimos. mas democratica. En un sentido practice,
habia muy pocas razones en las que pudiera fundarse una
separacion entre las bases y los lideres. El resultado final de
esa lucha fundada democraticamente en las bases habia sido
definido como la recupcracion de los sindicatos por el pero-
nismo mediante elecciones libres. Se dijo muy poco acerca de
la forma en que serian dirigidos esos sindicatos una vez
recobrados por los peronistas y resurgidas las posibilidades de
manipulacion de un aparato burocratico. Se dedico muy poco
tiempo a pensar como se garantizaria la continuacion de la
practica democratica de facto florecida en los gremios después
de 1955.
No se debe exagerar el cambio operado en la practica
dernocratica gremial. Antes de 1960 esa practica no era en
modo alguno uniforme. tal como tampoco lo era la cambiante
naturaleza del gobiemo interno en ese momento. La relacion
entre las bases y los lideres era mucho mas abierta y demo-
cratica en algunos sindicatos que en otros. Sin embargo. algfm
cambio por cierto se produjo y fue notado claramente por los
militantes. Alberto Belloni, por ejemplo, pone de relieve la
practica democrética inicial y su posterior perversion:
“Cuando entramos en la militancia activa sindlcal ni sabiamos
qué era una mocion de orden. nos preguntamos '¢,qué es esta mocion
de orden?' ‘(;qué es una mocion de cierre de debate?'. Pero teniamos
un gran sentido democrético. Nosotros haciamos asambleas dos 0
tres veces por mes en Rosario. Ningim plenario tenia menos de 500
kit
Pi
as
‘ff:
.-fir
.5
Ifiundizi y la integracton: 1958-62 177
trabajadores. y hemos tenido asambleas de hasta mil y hasta L200
en un gremio que tenia como afiliados 3.500. Yo decia: ‘Compafieros,
vamos a hacer asamblea. Este es el orden del dia, sl ustedes quieren
agregar algon punto que se agnegue. Elijan presidents. elijan un
secretario de asamblea y un secretarlo de actas‘. Yo nunca permiti
que un dirlgente del sindicato fuese el presidente de una asamblea.
Las asambleas tenian que ser dirlgldas por alguien que esiaba
elegido por las asambleas. Y hubo algo de esto en otros sindimtos.
Pero después empezo el caudillismo y el personalismo. El secretarlo
general era el caudillo. el capo, el macho. Pero orlginalmente desde
una orfandad burocratica. que no sabiamos la instrumentacion,
llegamos a un sentjdo ultrademocrat.ico.“5°
Con la mayor probabilidad, el sindicato a que pertenecia
Belloni, en Rosario. fue un caso erctremo. representativo de
una franja final del espectro de la practica democratica. Parece
improbable que la mayoria de los demas sindicatos peronistas
compartieran la misma honestidad frente a los procedimientos
burocréticos formales. Sin duda la mayoria estaban mas cerca
de la zona media del espectro. Pero el caso dc Belloni es
significativo y digno de atencion. Como no era peronista. tenia
una particular sensibilidad a las cambiantes actitudes de los
sindicatos, a los cambiantes margenes de tolerancia dentro del
gobiemo interno de un gremio. El hecho mismo dc que él, no
siendo peronista. ‘fuese una figura destacada en una agrupa-
ciori grernial peronista, daba testimonio de la relativa apertura
reinante en el sindicalismo péronista durante el periodo
imnediatamente posterior a 1955. Sin embargo, Belloni re>
cuerda en los siguientes ténninos las consecuencias de su
abierta oposicion a Cardozo en la reunion que las 62 Orga-
nizaciones celebraron en mayo de 1960:
“Ademas la mesa nacional de las 62 presionaba para que me
quitaran la voz y la representatividad. Se hizo un acuerdo para que
yo no fuera mas a los plenarios [...] a partir del 61 yo empecé a
perder terreno. Cuando la Resistencia se agota hay una frustracion
en las bases. un cansancio l...]. Las bases empiezan a concurrir cada
vez menos a los sindicatos."5’
Ni tampoco ese cambio de actitud se noto solo en el nivel
nacional. Si bien Belloni sefiala que el hecho de no ser
formalmente peronista nunca habia sido esgrimido antes contra
él, consigna que su posterior aislamiento en el plano nacional
tuvo efecto sobre sus compafieros peronistas de Rosario. Los
rnilitantes que habian emergido durante la Resistencia. los que
compartian la “orfandad burocratica" inicial. también ellos

178 Resistencia e integracién


"empezaron a aislarme, tratarme con sospecha. Estos compafieros
también se estaban buroeratizando, aprendices de burocratas".53
Asimismo, la corrupcion personal formo parte del proceso.
Unfiéusacion comfinmente dirigida a uno u otro dirigente
sindical de ese momento era la de haber sido sobornado por
Frondizi. Es imposible establecer la exactitud de esas acusa-
ciones. Parece probable, sin embargo, que la corrupcion ten-
diera a asumir un caracter indirecto. Por ejemplo, se rumoreo
arnpliamente que la moderada actltud de la Federaeion Na-
cional de Obreros de la Carne durante la ocupacion del
Frigorifico Lisandro dc la Torre y la huelga deese momento se
debio al hecho de que. con arreglo a la nueva ley cle carnes.
la Federacion iba a recibir fondos para su obra social en
proporcion con la cantidad de carne exportada. En l959. la
Federacion recibio alrededor de ll millones de pesos gracias
a ese entendimiento.“ Esta especie cle soborno ~dii-igido mas
al espiritu que al bolsillo personal— era comfin no solo entre
los dirigentes nacionales. sino tarnbién entre los activistas de
jerarquia media.
En ese tiempo aumentaron considerablemente las opor-
tunidades de enriquecerse. o al rnenos dc llevar una yida
bastante mas cornoda dentro del sistema sindicai, e inevita-
blemente atrajeron incluso a ,aqueligs_inilitaijites,que _cQI1L.mas
desprendimiento personal se habian sumergido, en _la_s tareas
del grernio. Las recompensas por avenirse al compromise. por
aceptar una vida apacible, eran considerables. Belioni re-
cuerda que en 1960 el sueldo pagado a los representantes de
los trabajadores en las cajas de jubilacion era dc 35.000
pesos. Al escribirle a Peron poco después de la huelga de enero
de 1959, John William Cooke previo con exactitud cual seria
la doble atraccion de la estrategia de Frondizi con los sindi-
catos peronistas. Dijo a Peron que
“desde ahora habra mucho mas represion, mas cércel y mas palos.
Perd también habra mucho mas dinero y muchas mas facilidades
para quienes quieren comprometerse eon el' gobiemo. En cada
localidad 0 provincia se buscara debilitar al peronismo por medic de
una integracion préct1ca".‘°
Sobre la base de esta especie de “corrupcion“ muchos
activistas asumieron posieiones, dentro de jerarquias sindi—
eales locales, como representantes de la direceion nacional.
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Frondizi y la integracibn: 1958-62’ 179


EL DILEMA DE LOS MILITANTES: LA IDGICA DEL
PRAGMATISMO INSTITUCIONAI.
La cuestion basica en el proceso que hemos analizado
residia en la aeeptacion 0 el rechazo, en los niveles de las
bases. de los activistas y de los lideres nacionales, de la logica
del pragmatisrno institucional. Esa logica era inherente a la
intervencion que un sindicato tiene en las actividades diarias
de una economia industrial: se trata de aprovechar las oper-
tunidades que el sisterna esta dispuesto a ofrecer. Esto. a su
vez, se basaba en el reconocirniento de que la situacion que
enfrentaban los gremios bajo Frondizi era distinta de la en-
frentada bajo Ararnburu. Si bien distaba mucho de la ar-
moniosa utopia contemplada por la propaganda desarrollista,
se habian producido. de cualquier rnanera, cambios signifi-
cativos. Por ejemplo, los sindicatos estaban ahora ante la
realidad de un sistema de relaciones industriales cada vez mas
complejo. La Ley 14.455 dc Asociaciones Profesionales, a la
vez que aseguraba al Estado un rol en la supervision de los
sindicatos, también garantizaba legalmente la existencia de un
sisterna sindical industrial centralizado y dotado de derechos
de ncgociacion que debian respetarse; asirnisrno. proporcio-
naba la base financiera, mediante el cobro de aportes obli-
gatorios, para la reconstitucion de_ un poderoso aparato gremiai
como el que habia existido bajo Peron. Frondizi habia insti-
tuido ademés un sistema de conciliacion obligatoria y arbitraje
voluntario que asi como conferia al Estado un papel en las
relaciones industriales, también consolidaba, mediante un
nuevo conjunto de derechos y obligaciones. la facultad de los
gremios para negociar. E1 restablecimiento de los fondos
jubilatorios sindicales y de la representacion gremial en su
administracion constituyo otro ejemplo de la creciente com-
plejidad dc la trama de relaciones entre los sindicatos y el
gobierno.
Las implicaciones que esta situacion, mas compleja. tuvo
para la jefatura sindical peronista se evidcnciaron claramente
en lo que se ha llegado a conocer como el “caso Cardozo".
Después del discurso que pronuncio en mayo de 1960 en la
reunion de las 62 Organizaciones, Eleuterio Cardozo. jefe de
la Federacion Nacional dc Trabajadores de la Carne. recibio de
Peron signos de disgusto por los sentimieritos que Cardozo
habia expresado. En nombre de la direccion de las 62 Orga-
nizaciones, Sebastian Borro habia viajado a Madrid. nuevo

l80 Resistencia e integrcutién


lugar de exilio de Peron, y traido de vuelta una carta donde
se denunciaban los conceptos expuestos por Cardozo y Pedro
Gomls. Varias semanas después. en el quinto congreso na-
cional de la Federacion de Obreros de la Came, Cardozo
pronuncio un discurso inaugural donde reitero los conceptos
legalistas y evolucionistas que habia expresado en mayo:
“El cuerpo ejecutivo luché por el rwpeto a los derechos ad-
quirldos y las reivindicaciones almnzadas. tanbo por mérito de la ley
como por convenlos colecflvos. Cuidamos en todos los casos que se
reconoclera por los organlsmos estatales la violaclon de estos dere-
chos. Esta actltud de apoyamos en los !‘€SOK'|'2Sw de la legalidad
subslstentes enjan débil estado de derecho. no slempr/e rindlo sus
frutbs perowperrnluo mantener las estructuras slndioales consYan-
temente amenazadas por la regresién Que ninguna clase social
en la hlstorla del mundo ha demostrado mayor consecuencia en
defensa de la legalidad consfltuclonal que la clase trabajadora,
porque el lmperlo de la ley es para las organlzaclones obreras lo
mismo que el oxigeno para la vida 1...]. Comocludadano soy abso-
lutamente leal al Movlmiento y su conductor, el General Peron. y me
slento en el deber de responder disclpllnadamente a las, exigencias
de su conduccion [...] como dirigente obrero [...I me veo lmp0sib_i-
litado de conducir al gremio por caminos y tz’1ctleas‘»,;q_1_1‘e la expe-
riencia me indica impracticables y contraprodiicentesfsl
Cardozo ofrecié su renuncia, que fue rechazada por los
delegadosl En su dlscurso de clansura de la reflrlion, c‘ar2ir>ze~
ataco a los 'que quisleran “rnlnar la moral de las masas.
llevandolas contra todo y contra todos". De nuevo subrayo la
necesidad de ser realistas y adaptar las tacticas a las reali-
dades dc la situacion. Esa realidad incluia, ante todo. un
sistema legal que otorgaba a los trabajadores y a los sindicatos
derechos que éstos debian utilizar y defender. Algunas se-
manas después de la conferencia, Cardozovyvlfue egpqnlsado/_d§l
movimiento peronlsia yy de 1_a_s >62_Qrgan_1,zaciones “por des-
lealtad a Peron y al movlmiento. l " “ "4 "
Alodo eso. lo notable de los sentimientos expresadosfipgr
Cardozo file-su'é‘ai"aéter"'totalfnente 'razon'ab1‘ei" réfiresenfa an,
por asi decirlo, afirmaeiones tipicas dictadas a’1J'_nj lI1ji§i"‘ff;sjj1i'1'.-
dical por el sentido comim. El reiterado énfasis de Cardozo
sobre la necesidad de ser evolucionistas, de trabajar dentro del
sistema. era en la practica un punto de vista que otros lideres
sindicales peronistas no podian dejar de compaltir. No podian
pemntirse, por ejemplo, despreocuparse por la suerte del
gobiemo de Frondizi cuando recibia amenazas de los militares.
Por ilegitimo que pudieran considerar a su gobiemo, el caso
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Frvndizi y la integracixin: 1958-62 181
era que, en definitiva, la legalidad dc Frondizi era una legalidad
que incluia la Ley dc Asociaciones Profesionales. Los din-
gentes gremiales debian tomar en cuenta las posibles reper-
cusiones de sus movilizaciones sobre la lntranquilidad militar.
Entre enero de 1959 y abrll de 1961 se habian produciclo siete
“incidentes” militares de consideracién, que suponian retos a
la autoridad presidencial y en todos los cuales habia influido
la insatisfaccion militar ante la ley 14.455.
En forma similar, por mucho que Frondizi pudiera dis-
gustar a los gremios éstos no podian contemplar en la practica
estrategia alguna conducente a reemplazarlo. La logica de su
funcion de lideres sindicales inevitablernente los comprometia
con la realizacién de negoclaciones donde debian hacer con-
cesiones y a la vez valerse de los derechos concedidos a ellos
por el sistema e insistir en ellos. Lo cual se demostré clara-
mente en las negociaclones relativas a la devolucion dc la CGT
a los gremlos._Qardgzo y otros sostuvieron qu6_ la devolucién
<i¢. .1a.,_,¢.¢g1tr=21 evbwra Fm fihéi iifl<>r1d4'-1d zabséluta para los
sindicatos peronlstas, por lo que se debia adpptar una actltud
"'"tiiode:‘radalparafindiieir 'a Frongizi, a fcumplir con la prometida
T€5m‘1°i5n- En 1959 Y 19§Q,.,1@§ 6g.Ql'E?!I1iZ€1Qi_Qn§§ rechazaron
fé'§fa""1:“$i$si‘ci'6111 Se ’argfirfiem<'> ‘qua aceptar la devolucion de la
CGT"€n"1os términos de Frondlzi se limitaria a embarcar mas
afin a los sindicatos en compromises y negociaciones y otor-
garia credibilidad a un gobierno ilegitimo. Sin embargo. cuando
en fecha avanzada de 1960 Frondizi propuso celebrar con-
versaciones para fundar una comision dc gremialistas pero-
nistas y no peronlstas que prepararia un congreso de la CGT.
en la practica les resulto irnposible a los lideres peronistas
lgnorar la invitacién. Una CGT recuperada slgniflcaria obvia-
mente un paso adelante en matena de organizacion y unidad
dc la clase trabajadora, aun cuando fuera también un paso
hacia la integracion de los sindicatos peronistas a un statu
quo que excluia el retorno dlrecto de Peron 0 del peronismo
al poder.“
Sin embargo. aunque la logica del integracionlsmo fuera
irrebatible, en la practlca no fue aceptada con facilidad. Ello
se debio ante todo a la aspereza misma de los conflictos de
1959, la dureza de las derrotas y la represion que las siguio.
Los proyectos integraclonistas de Frondizl fueron aplicados a
continuacion dc un plan de establlizacién que habia rebajado
radicalmente los niveles dc vida y que habia sido respaldado
por la represién en manos del Estado y los empresarios.
Particlpar en negoclaciones y compromises y defender lo que

132 Resistencia e integracion


en ultimo término parecia estar en juego en el sistema, ine-
vitablemente suponia archivar hasta un futuro distante y ne-
buloso las principales aspiraciones subyacentes en la lucha de
los trabajadores desde I955. ante todo, el retomo de Peron. En
‘verdad el objetivo abiertamente declarado de la politica dc
Frondizi era ni mas ni menos que divorciar A vPQ¥§>.Q..,d¢1
movimiento peronista y en especial de su ala sindical. De
este modo los intereses institucionales de los lideres gremiales
prevalecerian sobre los intereses politicos, de indole mas
general. del movimiento peronista. Tal habia sido el conflicfo
de intereses francamente planteado por Cardozo en el quinto
congreso de su sindicato y que habia emergido. tamblen, en
los primeros meses del gobierno frondicista.
La oposicién a la logica del iritegracionismo se baso en el
terreno donde se sentia fuerte: la moralidad y los valores que
habian formado parte de la resistencia a Aramburu y a Frondizi
y que constituian, segfin hemos visto, un legado ideologico
decisive de esa experiencia, Los argumentos de Cardozo ,fueron
condenados por considerérselos una traicion al heroismo y el
sulrlmiento de toda la clase obrera y de los activistas ‘en
particular, asi como una deslealtad personal a Peron. El
principal Trial del integracionismo consistia entonces " en la
cobardia personal y en la traicién a que arrastraba a ciertos
lideres. En la asamblea que las 62 Organizaciones realizaron
en mayo de 1960. el comité coordinador presenté un docu-
mento donde se analizaba la situacién general del movimiento
y entre otros conceptos se expresaba:
“[...] hemos visto a companeros que por intereses mezquinos o
debllidad de espiritu abandonan la lucha en pro de la unidad dc los
Lrabajadores [...] recogiéndose dentro del capuchén de sus gremios
en tareas meramente administrativas. que les permitira seguir al
frente del gremio pero jamas conduciendo a los trabajadores [...] no
solarnente se es traidor cuando se comete un acto determlnado de
la entrega al enemigo 0 adversario, sino cuando por razones de
ambicion y comodidad se trata de defender con sistemas la posicion
retraida no confesando la verdad de una cobardia para enfrentar
junto con toda la clase trabajadora a nuestros enemigos declarados
que son: el Poder Ejecutivo y las fuerzas del capital".“°
El documento, escrlto en gran medida bajo la inlluencia
del sector mas militante del peronismo sindical. apuntaba
claramente a un fenémeno importante —la desmoralizacion de
cierto nivel de lideres y activistas—, pero no acertaba a en-
contrar las raices de ese fenomeno en las derrotas dc 1959 y
FYondizi y la integracién: 1958-62 183
en los problemas generales que enfrentaba el movimiento
sindical. En cambio depositaba flrmemente la responsabilidad
en las cualidades morales personales:
“Cuando vemos a las patronales reaccionarlas unidas en una
sola politica de destrulr organlzaciones obreras, corresponde mirar
dentro de nosotros mismos y comprender que mas que el avarice de
la reacclon. se nota el retroceso de tlmoratos y pusilanimes."
La indole de la linea intransigente. que habia de ser
llamada “linea dura", salta a la vista en esa declaracién. En
particular se advierte de manera clara su actitud fundamen-
talmente moral. Reconociendo los signos de creciente des-
moralizacion y tendencla al compromiso. esos militantes
consideraron que el problema era esencialmente de vicios
corno la tlmidez, la vacilacion. la cobardia y la deshonestidad.
Como solucion proponian poner el énfasls en las virtudes,
igualmente subjetivas, del temple, la intransigencia y la leal-
tad, de cumplir la palabra. dada “a los que han luchado" y ser
leales a Peron.
No se debe subestimar el poder cle esa actitud. Por lo
menos proporcionaba una norma de conducta emocionalrnente
satisfactorla en tiempos dificiles.w_La_,linea dura consistio for-
malmente en una mayoria que prevalecio en el seno de las 62
Organizaciones durante todo el gobierno de Frondizi, dirigida
por Jorge Di Pascuale. Sebastian Borro, Juan Racchini y Juan
Jonsch. No puede decirse que existiera realmente una "linea
blanda“: pocos lideres sindicales podian exponerse a concor-
dar pfiblicamente con Cardozo. Pero en definitiva la rnoralidad
no era un escudo suficiente, ni una base factible para una
estrategia sindical especifica. por mas que pudiera ofrecer un
fundamento valido para las aceiones de los individuos. En un
tiempo habia parecido existir la posibilidad de elaborar dentro
del peronismo una ideologia de linea radicallzada, que podria
haber expresado en ténninos formales la militancia y el sen-
timiento de conflicto de clases que impregnaron ese periodo.
La verdad es que el potencial de esa ideologia figure en los
elernentos del contradiscurso nacidos en el periodo 1955-58.
Pero la coyuntura institucional general, asi como las derrotas
y la desrnovilizaeion de 1959 y después, conspiraron igua]—
mente contra esa evolucion. En ultimo términq la “linea.dura”
se convirtio en un estado del animo, una actitud, una ?‘|:_s-
tructura de sentimiento", mas que "en una pt>'sici6?1“i5olifi'c‘a'§e
ideologicia yarticulada. Para m'uc"l'i'os' militantes esto" no parable
constituir una desventaja y. por cierto, la moralidad. el temple

184 R€Sl'St€TlCl(1 e integracion


y “la palabra cumplida" dieron a un nucleo militante del
sindicalismo peronista la capacidad para sobrevivir al aban-
dono de las esperanzas y a las desilusiones de los afios
siguientes. A otros. el creciente poder de la cupula sindical y
la légica del compromise los llevo a ponerse dc acuerdo con
esa cupula, 0 a buscar una alternativa coherente de ideologia
y organizacion en las teorias del "foquismo" y la guerrilla.
NOTAS
‘Linea Dura, 25 de junio de 1958.
“En julio se rehusaron a intervenir en una oampafla contra la
negativa de Frondizi a nacionalizar las compafiias de servlclos publicos
DINIE y CADE de propiedad extranjera. En agosto transaron frente
a una huelga del personal médico de las obras sociales. Ademés se
negaron a proclamar una huelga para el 17 de octubre.
3Clarin, 8 de noviembre de 1958.
‘*Palabra Obrera, 20 de noviembre de 1958.
5Qué, 25 de noviembre de 1958.
“Linea Dura, 4 de noviembre de 1958.
7Acerca de las ideas econémicas de Frondizi, véase Rogelio
Frigerio: “Morfologia del subdesarrollo“, Introduccién a los problemas
nacionales, Buenos Aires, 1965. Véase también Clarence Zuvekas:
“Argentine Economic Policy l958-62: the Frondizi government's
development plan", Inter-American Economic Aflairs. vol. 22, n‘! l.
1968. pégs. 45-75.
‘*Esos contratos habian representado parte de la apertura del
regimen de Peron, en sus ultimos afios, al capital extranjero. Las
criticas formuladas por Arturo Frondizi estén en su libro Petroleo y
politica, 3; ed., Buenos Aires, 1960.
°Durante la campana electoral, Frondizi siguio atacando a la
intervencion extranjera en la industrla del petroleo. En vista del
poder simbélico emotivo de ese tema, los desarrollistas eran reacios
a extender a esta area su realismo de nuevo cuflo en materia de
capital extranjero. Sin embargo, no existia ninguna razon logica por
la cual el petroleo debiera ser excluido de ese analisis. Un cambio
similar se opero en el pensamiento frondicista acerca de la refonna
agraria. Por iniluencia de Frigerio, la actitud ante ese punto paso de
una exigencia de cambio en la estructura de la propiedad agraria a
un enfasis sobre el mejoramiento técnico. Tales cambios provocaron
creclenle friccion en el seno de la UCRI. Al divldlrse el partido
radical, Frondizi habia atraido consigo a un considerable numero de
jévenes militantes que tomaron en serio las lineas mas extremas de
la plataforma de la UCRI. Vease Ismael Vinas: Orden y progreso:
amilisis del frondicismo, Buenos Aires, 1960. pags. 173 y sigs.
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Frondizi y la integracién: 1958-62 185
‘° Juan Jose Real: 30 anos de historia aryentina, Buenos Aires,
1962. pag. 172. ‘
“Ibid.. pag. 172.
" Gomez Morales, ministro de Economia, estjmé que hacian
falta mas de 100 millones de dolares en inversiones extranjeras para
atender los objetivos de expansion de la siderurgia y 200 millones
para la produccion de petroleo. Los contratos con la Fiat. la Kaiser
y la Standard Oil reflejaron esa preocupacion, tal como la reflejo la
amistosa recepcion brindada a Milton Eisenhower, hermano del
presidente de Estados Unidos, cuando visito la Argentina. en forma
oficial, en 1953.
‘Q En su libro La fuerza es el derecho de [as bestias, Montevideo,
1957. Peron defendio los contratos y denuncio como “nacionalistas
de opereta' a quienes se oponian a toda clase de inversiones
extranjeras.
“ El decreto 14.780 otorgo a los inversores extranjeros los
mismos derechos que a los internos, asi como permitio remitir
libremente las ganancias al exterior. Otras medidas lncluian deducciones
impositivas de hasta el 100 por ciento en nuevas inversiones en
maquinaria y equipo de transporte.
‘5 Véase Zuvekas: “Economic growth and income distribution in
postwar Argentina”; también Mallon y Sourrouille: Economic Policy
Making, pag. 72.
‘6Zuvekas: “Argentine economic policy, 1958-1962".
*7 Ministerio de Trabajo: Conflictos de trabajjo.
‘B En los ultirnos meses de 1958 los pemnistas se impusieron
en los sindicatos de textiles, telefonicos y comunicaciones, metalurgicos.
frigorificos, procesamiento de alimentos, transporte, portuarlos, luz
y fuerza y zapateros.
19 Cifras tomadas de Mayofia, 20 de novlembre de 1958.
Corresponde dectr que resulta dificil ser exacto con las cifras de las
elecciones sindicales en la Argentina. Sin embargo. estas me parecen
aproximadamente correctas y en la prensa no peronlsta se profirieron
escasas acusaciones de fraude.
2° Ministerio de Trabajo: Conjlictos ole trabzyo. cuadro 25. De
acuerdo con la Intemational Labour Organisation ésta fue tambien
la clfra mas alta de huelgas que se registro en el mundo en 1959.
“El mejor relato de las negociaciones entre el sindicato y
Frondizi sobre esta cuestion es la entrevista eon Sebastian Borro, En
Lucha, 2‘ época. febrero de 1974. Borro confirmo los detalles en su
entrevista conmigo, Buenos Aires, enero de 1974.
22 Una exposicién sobre la forma en que se gesto esa huelga hay
en Mayoria, 29 de enero de 1959.
23Palabra Obrera, 29 de enero de 1959.
“Mayoria, 29 de enero de 1959.
25 lnforme publicado por el Comando Naclonal Peronista, grupo
clandestine, en El Soberano, 2i‘ epoea. 9 de marzo de 1959.
2“ Entrevista con Tito Dragovitch, Buenos Aires, 10 de setiernbre

186 Resistencia e integracién


de 1976. Dragovitch era un rnilitante del sindicato dc obreros del
aceite comestible. que tenia su sede central en Avellaneda.
2’ Entrevista con Alberto Belloni, Buenos Aires. enero de 1974.
“E1 nuevo cornité estaba formado por Castillo, dc la Regional
San Martin de la CGT; Jonsch [telefénicos], Poccione (trabajadores
clel cuero), Racchini ldel vidrio), Garcia [del caucho], Orellano (m0li-
nerosj, Dominguez (Chaco), Dotan (Santiago dcl Estero) y Gazzera
(fideerosl. Crénicas de la reunién se publicaron en Clarin, 30 de
enero de 1959, y Palabra Obrera, 4 de febrero de 1959.
2“ Palabra Obrera, 4 de febrero dc 1959.
3° Pueblo Unido, 12 dc marzo de 1959.
“Ibid.
32 Documentos del Plenario Nacional de las 62 Organizaciones.
‘Buenos Aires, diciernbre de 1959, mimeografiado.
33 Ibid.
3‘ Entrevista con Sebastian Borro.
“ACT, 19 de setiembre de 1959.
3"May0ria, 29 de setiernbre de 1959.
3’ Ministerio de Trabajoz Conjlictos de lrabago.
“Puente pronuncié su discurso ante el Circulo Argentine de
Estudios sobre Organizacién Industrial, y su texto fue incluido en los
Documentos del Plenario Nacional de las 62 Organizaciones, Buenos
Aires. mayo de 1960. Una de las principales peticiones que formularon
las 62 en ese tiempo fue la destitucién de Puente.
3“ Walsh: (;Quién malé a Rosendo?. pag. 20.
“La Democracia, 22 de mayo de 1960.
“Entrevista con Alberto Belloni, Buenos Aires, enero de 1974.
‘*2 Entrevista con Jorge Di Pascuale, En Lucha, 25 época, febrero
de 1974.
43 Entrevista con Herminio Alonso, Buenos Aires. diciembre de
1976.
4‘ Palabra Obrera, 12 de abril de 1960.
‘*5 Palabra Obrera, 2 de febrero de 1961.
‘S Palabra Obrera, 1° de setiembre de 1960.
‘*7 Palabra Obrera. 11 de mayo dc 1960.
‘“‘ Entrevlsta con Alberto Bordaberry. Buenos Aires. octubre de
1976.
“Ibid.
“Walsh: 4Quién rnaté a Rosendo?. pag. 37.
“Ibid., pag. 36.
“Ibid.. pég. 37.
5“ Citado en Palabra Obrera, 12 de enero de 1961.
5“Palabra Obrera, 13 de abril de 1961.
55Palabra Obrera, 20 de setiembre de 1961.
“Entrevism con Alberto Belloni.
57 Ibid.
“Ibid.
59Entrevista con Sebastian Bon-0.
Frondizi y la integracién: 195862 187
6°Perén-Cooke. Correspondencia. vol. 2, pag. 147.
“El Trabqjador de la Came, agosto de 1960.
‘”Enlrevista con Jorge Di Pascuale, Buenos Aires, enero de
1974. Di Pascuale me confirmé el dilema en que se encontraban los
activistas de linea dura. Reconocian todo 10 que significaba aceptar
de vuelta la CGT en los térrnjnos de Frondizi, pero no podian
ignorar las oportunidades brindadas par éste.
“Documentos del Plenario Nacional de las 62 Organizaciones,
Buenos Aires, mayo dc 1960.

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