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juegos y
actividades
recreativas
de mis padres 2020
y abuelos
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Autor: USER
Es bien conocido que los juguetes infantiles son preponderantes a la hora de analizar el
desarrollo de una comunidad. Se sabe que no es lo mismo crecer con juguetes que sin
ellos, por más que no sean absolutamente necesarios para la evolución normal infantil.
No es extraño que el hombre y el niño hayan cambiado radicalmente sus ideas y hábitos
referidos al juego. Jugar es tan necesario como respirar o comer. Es una necesidad
psicológica con varias y fuertes consecuencias en nuestra naturaleza física. El juego es
una alternativa irreprimible a la tensión del pensamiento y de la vida, que necesitan
distenderse, relajarse no sólo con el sueño o con el descanso, sino con algo que estimule
y reanime.
“El juego es un rasgo singular de la infancia y una actividad que acompaña la experiencia
cotidiana de los niños. Además, el juego es un derecho de los niños y una expresión
social y cultural que se transmite y se recrea entre generaciones…” Todos hemos
jugado de pequeños. Con chapitas, botones, hilos, piedras, a la muñeca o la pelota, a la
mancha, y muchos juegos más. Algunos fueron enseñados por nuestros abuelos,
nuestros padres… Otros los aprendimos en la calle o en la escuela. Hemos jugado solos,
con hermanos, amigos o con algún grande que estuviera cerca. Por eso el juego infantil
ha estado presente siempre en toda sociedad y cultura en la historia de la humanidad.
Por eso el juego infantil ha estado presente siempre en toda sociedad y cultura en la
historia de la humanidad. Para los niños/as el juego:
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resisten a morir, juegos que han sido transmitidos de generación en generación. Juegos
como la gallinita ciega, saltar a la cuerda, el escondite, en los cuales no se necesita más
que un grupo de niños/as dispuestos a pasarlo bien y compartir. Estos son los llamados
juegos populares y tradicionales.
El niño juega desde que nace y lo hace en un estado mental especial, es decir que está
conectado con la realidad pero a la vez con el mundo de la fantasía y de lo inconsciente,
que se manifiesta a través de esta forma de expresión. Cada edad tiene su juego y es
fundamental que todo niño juegue.
Hoy en día, en muchos lugares, los niños ya no juegan, lo que hacen es relacionarse con
un juego que no implica ni fantasía, ni vínculo, ni sociabilización, ni proceso de
elaboración. Es decir, participan en “juegos” que no tienen ninguna de las cualidades
necesarias con lo cual se ve afectada la personalidad y el buen crecimiento del niño. Ya
no se ven casi niños por la calle. Están sobreprotegidos, no pueden dar dos pasos sin
que su mama o su papa los regañe. Recuerdo que en mi época solo entrábamos a casa a
comer y a dormir; además en verano, nos daban las doce de la noche jugando en el
parque, o en la calle. Nos íbamos toda la tarde a dar vueltas con la bicicleta por ahí, y
nunca nos paso nada; como mucho alguna regañina y un castigo de dos días sin salir a la
calle, que era lo peor que te podía pasar. El castigo, casi siempre era merecido. Parece
claro que el ordenador, televisor, videojuego ha sustituido al juguete tradicional,
extraído y construido por la inventiva, la imaginación y acaso la necesidad. El marco es
también otro, muy distinto. La casa sustituye a la calle, a la plaza. La forma de jugar de
los niños y las niñas de hoy es también otra, más individual, más privada,
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consecuentemente, menos colectiva, menos grupal, menos participativa. La sociedad ha
cambiado. Es evidente. Vamos hacia una sociedad privada, privativista, individualista e
insolidaria, uno de cuyos exponentes más claros es la forma de jugar, el ocio y la
relación entre y de los niños y las niñas de hoy. Ellos y ellas son la sociedad del futuro.
Nosotros fuimos los últimos hijos e hijas de la emigración, los que recibimos aún algo
del mundo rural, de las relaciones personales y grupales. Están más preparados para la
pelea de hoy, la que les empuja a ser más y a competir con todos. Mientras antes
jugábamos al pilla-pilla o al escondite, ahora juegan a la videoconsola o frente al
ordenador. No hay duda de que las fórmulas de ocio han cambiado con el paso de los
años, y esto no ha hecho más que reducir la práctica de ejercicio físico de nuestros
pequeños.
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