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COMPILACIÓN DE TEXTOS Y BIBLIOGRAFÍA

Miguel A. Garrido Gallardo

.
~"d
TEORÍA DE LOS GÉNEROS LITERARIOS
/

TEORIA /

DE LOS GENERaS LITERARIOS

T. Todorov, Ch. Brooke-Rose, P. Hernadi, A. Fowler,


B. E. Rollin, J. M. Schaeffer, G. Genette, W. D. Stempel,
M. L. Ryan, W. Raible, N. Salvador Miguel

COMPILACIÓN DE TEXTOS Y BIBLIOGRAFÍA


Miguel A. Garrido Gallardo

A
ARCO/LlBROS,SA
Colección: Bibliotheca Philologica. Serie Lecturas.
Dirección: Lidio Nieto ]iménez.

ÍNDICE

1
ESTUDIO PRELIMINAR

MrGUEL A. GARRIDO GALLARDO: Una vasta paráfrasis fk


Anstáteles _. . . . . . . . . . . . . . . . . . Pág. 9

11
HIS'IDRIA E INSTITUCIÓN

TZVETAN TODOROV: El origen de los géneros .. 0. • • • • • • • • • 31


CHRrSTINE BROOKE-RoSE: Géneros históricos/Géneros teóricos.
Reflexiones sobre el concepto de lo Fantástico en Todoroo .... 49
PAUL HERNADl: Orden sin fronteras: últimas contribuciones a la
teoria del género en los países de habla inglesa .. _ . . . . . 73
ALASTAIR FOWLER: Género y canon literaria _. 95
BERNARD E. ROÜrNG: Naturaleza, conoencion y teoria del género 129
]EAN-MARIE SCBAHFER: Del texto al género. Notas sobre la pro-
blemática genérica . _. 155

III
LINGüíSTICA y SEMIÓTICA
GÉRARD GENETTE: Géneros, «tipos», modos ... . . . . . . . . . . 183
WOLF-DIETER STEMPEL: Aspectos geniricos de fa recepción .. 235
MARIE-LAURE RYAN: Hacia una teoria de lo. competencia genérica 253
WOLFGANG RAIBLE: c·Q¡Jé son los géneros? UTILI respuesta desde el
punto de visto. semiáico y de la lingüística textual 303

IV
UN EJEMPLO

NICASIO SALVADOR MIGUEL: «Mester de Cierecia», marbete ea-


racterizador de un género literario .. _ . . . . . 343
© 1988 by ARCO/LIBROS, S A.
Juan Bautista de Toledo, 28. 28002 Madrid. V
ISBN: 84·763:'}-O:n·:i
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA
Depósito Legal: M. 5835.1988
Librograf, S.A. - Molina Seca, 13 - Fuenlabrada (Madrid) SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA: Miguel A. Garrido Gallardo 375
¡ 1
ESTUDIO PRELIMINAR
UNA VASTA PARÁFRASIS DE ARISTárELES
MIGUEL A. GARRIDO GALLARDO
c.s. t.C. Madrid

A pesar de su redacción provisional y su carácter in-


completo, la Poética de Aristóteles se ha tenido por la pri-
mera gran Teoría de los géneros literarios, hasta tal punto
que se podría decir que la historia de la teoría genérica
occidental no es, en lo sustancial, más que una vasta pará-
frasis de ella sin que olvidemos la horaciana Epístola a los
Pisones. Desde luego, la afirmación precedente es incontes-
table por lo que hace a la investigación actual.
Aristóteles se enfrenta con los géneros como divisiones
empíricas de las obras que se dan en su tiempo y procede
delimitando las obras de arte literario de las demás artes.
En efecto, serán géneros literarios los que utilizan sólo la
lengua natural, es decir, las diferentes partes de un conjunto
que hasta su momento no tenía nombre y que hoy llama-
mos «Literatura» 1.
En la época de Aristóteles un síntoma de que un texto
era literario en otro sentido (de creación) es el hecho de que
haya sido sometido a reglas adicionales de una matriz rít-
mica; dicho brevemente, de que esté en verso. No cabe duda
de que las reglas métricas son un cierto paradigma de to-
da convención «<convención» se opone aquí a «necesidad»)
y que lo que caracteriza toda obra de creación es, en prin-
cipio, el arti". -io por el que hace caer en la cuenta al re-
ceptor (lector, espectador) de que se encuentra frente a un
tipo especial de «ficción». Pero el verso, advierte Aristóte-
les, no es sinónimo de Literatura, porque puede haber quie-
nes expongan en verso algún tema «de Medicina o de Físi-

1 Cfr. ARISTÓTELES, Poética, 1447 b. Citamos por la ed. trilingüe de


Valentín García Yedra, Madrid, Gredas, 197+.
UNA VASTAPARÁFRASISDE ARISTÓTELES 11
10 MIGUEL A. GARRIDO GALLARDO
primero sea dramaturgo y el segundo poeta épico) de la li-
ea- y no por eso son poetas (creadores, literatos) 2. Como
teratura «baja».
hay de hecho creadores literarios que no componen en verso, A un lector moderno puede extrañar el que nada se ha-
lo cual no quiere decir que de ningún modo, consciente o ble de la lírica 6, pero habiendo tomado como objeto de su
inconsciente, se sometan a convención. estudio la imitación de acciones sólo con el lenguaje, no se
Si la literatura se diferencia de las otras artes por su «me- detiene en las que son fruto de combinación de ritmo y ar-
dio de imitación» que es la palabra, las obras que la inte- monía como la «aulética» y la «citar ística», ni en las que
gran se diferencian entre sí ya por sus registros (<<objetosimi- -aunque usen la palabra- no consisten en «imitación» o
tados>, en Aristóteles) que dan lugar a producciones de traslación de acciones.
tono alto, medio o elevado, ya por sus géneros «<modos de Se advierte enseguida que Aristóteles en su Poética pre-
imitar» en Aristóteles). Detengámonos un momento en este tende más -bien realizar una clasificación de las obras para
punto. ejercer la crítica literaria y no tanto proponer un esquema
Prescindiendo en este capítulo del análisis del concepto de las posibilidades de creación. La épica y la dramática
de «imitación» (/U¡.t1!OH) aristotélico, nos encontramos con son las dos fórmulas fundamentales del arte «hecho con pa-
que, según Aristóteles, es posible imitar unas veces narran- labras» en su momento .y a ellas se atiene. Que esto es así
do ... o bien presentando a todos los imitados como operantes se demuestra por el carácter de concreción histórica que da
o actuantes. Además, la narración puede ser «ya convirtién- a estos géneros tanto en sus diversas formulaciones cuanto
dose (el autor) hasta cierto punto en otro (...), ya como uno en el establecimiento de sus orígenes. Es verdad también,
mismo y sin cambiar» 3, apreciación que se inspira en la sin embargo, que considera la Tragedia como e! género «ma-
doctrina platónica. duro» de su tiempo, pues «habiendo nacido al principio co-
En efecto, Platón 4 había visto la diferenciación entre mo improvisación -tanto ella como la comedia ( ...)- fue
la narración simple, la de primera persona (en que se ha- tomando cuerpo, al desarrollar sus cultivadores todo lo que
bla «con uno mismo y sin cambiar» en la expresión aristo- de ella iba apareciendo, y, después de sufrir muchos cam-
télica); y la narración imitativa 5, «la que convierte al bios, la tragedia se detuvo, una vez que alcanzó su propia
autor en otro», y había señalado el hecho frecuente de la naturaleza" 7. Por otra parte, e! hecho de aceptar que un gé-
mezcla de una y otra modalidad de discurso. Si no se re- nero llegue a desarrollar «su propia naturaleza» implica una
fiere a la «actuación» puede ser porque, desde el punto de concepción orgánica según la cual se llega a un momento
vista de! discurso, no hay muchas diferencias aparentes entre en que una determinada estructura haya 'dado el máximo
el diálogo del relato y el diálogo teatral. rendimiento. Después, no es posible sino que los autores
El caso es que Aristóteles diferencia por el «modo de imi- sepan la fórmula o -hay que pensarlo- que dicha fórmula
tar» dos apartados: la narración y el drama, y en cada uno desaparezca. Esto es así, aunque quizás sea ir demasiado
de ellos establece subdivisiones o registros de contenido que lejos en la paráfrasis de Aristóteles.
diferencian la «alta literatura» (Sófocles sería similar a Ho-
mero, pues ambos imitan personas esforzadas, aunque el 6 IRENE BEHRENS en su Die Lehre von der Einteilung der Dichtkunst (Ha-
lle, Beihefte zur Zeitschrijt für romanische Philologie, XCII, 1940) atribuye esta
omisión al carácter eminentemente «musical» de la lírica. Aunque tal
apreciación se ha difundido (cfr., por ejemplo, J. C. GHIANO, Los géne-
2Id., 1447 b. ros literarios, Buenos Aires, Nava, 1961) y no cae en el tradicional error
Id., 1448 a.
:<
histórico de atribuir la tripartición genérica a Aristóteles, no parece con-
4 PLATÓN, La República, 392 d. Hemos utilizado la edición bilingüe cordar con la realidad. Como dice Gérard Genette (Introduction el l'archi-
de J. M. Pabón y M. Fernández Galiana, Madrid, Instituto de Estu- texte, Paris, Seuil, 1979, pág. 8), la tragedia estaba tan ligada a la músi-
dios Políticos, 1949. ca o más y es objeto de tratamiento extenso en la Poética.
5 Como es obvio, el término mimesis (imitación) está empleado por 7 ARISTÓTELES, op. cü., 1449 a.
Platón en un sentido distinto del que le da Aristóteles.
12 MIGUEL A. GARRIDO GALLARDO UNA VASTA PARÁFRASIS DE ARISTÓTELES 13
En todo caso, podemos hablar de que en la Poética aris- tra actualidad. La literatura consagrada por la tradición aca-
totélica se toman en consideración dos géneros fundamen- démica es objeto de estudio y de una cierta veneración,
tales y tres registros o estilos posibles en cada uno: el alto, el mientras que existen otras obras, calificadas también en las
medio y el bajo, que dan lugar a seis subgéneros de los que bibliotecas bajo e! epígrafe «literatura», que no son dignas
no siempre se pueden aducir muestras copiosas concreta- de ser consideradas sino como «cultura de masas». Claro
das en géneros históricos, pero que resultan evidentes por que la homología no es absoluta. Si dentro del concepto «li-
deducción. En suma, se trata del siguiente esquema: teratura» caben, en el estudio de nuestra historia literaria,
tanto e! auto sacramental como la comedia de capa y espada, en
un recorrido tan amplio como e! que va de la tragedia a la
Géneros fundamentales
(<<modosde imitar») comedia aristotélica; ahora el epígrafe soporta una carga que
va, por ejemplo, desde las grandes novelas contemporáneas
Poesía (Creación) Poesía (Creación) a las fotonovelas o novelas de! corazón, novelas de espio-

I
épica dramática naje, etc.
Digamos también que si bien Aristóteles no escribe so-

I
bajo bre la posibilidad de la existencia histórica de otros géne-
Estilo o registro (vob- di bajo ros fuera de los previstos en su Poética, tampoco la niega.
jetos irnitados-) me 10 medio Subgéneros
Lo del clasicismo es muy posterior.
alto (Epopeya) alto (Tragedia)
Los criterios aristotélicos para clasificar los géneros li-
terarios son fundamentalmente de tres tipos: de contenido,
Aristóteles no admite la posible mezcla de los estilos en formales y discursivos.
virtud de la concepción de la antigüedad clásica sobre la En cuanto al contenido, ya hemos visto la clasificación
unidad y rotundidad del mundo. Esta concepción subraya, sin por registros que da lugar a subgéneros, según se imite a
duda, como advierte Auerbach B, una estructura social «hombres mejores, semejantes o peores». La división «por
fuertemente diferenciada y aceptada como inamovible. El el modo» comprende tanto problemas de forma (metro)
dios mitológico, e! héroe, el rey están en una esfera propia cuanto de estructura discursiva.
que no es pensable «mezclar» con la esfera de lo bajo, que Aristóteles, al no haber sometido a observación obras
-en todo caso- hará un papel risible cuando sea objeto como la poesía lírica o el ensayo literario, entiende por con-
de tratamiento. tenido realidades de tipo referencial, mientras que '-en la
Todos los autores han observado el hecho de que, tras actualidad- en contenido podemos incluir tanto lo refe-
la introducción, la Poética se consagra casi totalmente sólo rencial como el discurso abstracto.
a dos géneros históricos: la Tragedia (que lleva la parte del Se sugiere también con sagacidad en la Poética la nece-
león) y la Epopeya. Si no se debe a que el original se nos sidad de una cierta congruencia entre metro y estructura.
haya transmitido incompleto, podríamos pensar que esto es Así, «al principio, en efecto, usaban tetrámetro porque la
coherente con la visión a que venimos aludiendo. Sólo los poesía era satÍrica y más acomodada a la danza; pero de-
géneros literarios pertenecientes al registro «alto» merecen sarrollado el diálogo, la naturaleza misma halló el metro
una crítica detenida. De alguna manera, se produce un es- apropiado (para la Tragedia); pues el yámbico es el más apto
quema de la institución literaria que tiene vigencia en nues- de los metros para conversar; pero hexámetros ", pocas ve-
ces y saliéndonos del tono de la conversación» "'.
8 E. Mimesis. Darge.,-teIlJe J#rl.U;hkei.t in der Abendlandischen Li-
AUERBACH,
teratur, Berna, Franke, 1942. Cfr. págs. 9-54 de la traducción castellana " Recuérdese que el hexárnetro es el metro de la Epopeya.
(México, F.C.E., 1950). tn ARISTÓTELES, op cit, 1449 a.
14 MIGUEL A. GARRIDO GALLARDO
UNA VASTA PARÁFRASIS DE ARISTÓTELES 15
Sin embargo, la clasificación de los arquetipos o géne-
ros fundamentales es sin duda discursiva. Como advierte Según esto, no sólo hemos de intentar oponer relato y
Aristóteles, a un mismo contenido «<imitación de hombre diálogo -lo que es evidente-, sino también habría que in-
esforzado y con argurnento») responden diferentes géneros vestigar si hay diferencias entre diálogo para el relato y diá-
como la Tragedia (actuación de los personajes y variacio- logo para la representación. Como veremos enseguida, la
nes de metro) y la Epopeya (relato y metro uniforme), con- falta de una teorización aristotélica sobre el teatro como es-
creciones respectivamente de la poesía dramática y la poe- pectáculo, además de texto dramático y en relación con él,
sía épica. deja incompleta la distinción de estos dos géneros tal como
También el receptor es tenido en cuenta en este proce- están descritos en la Poética.
so de comunicación cuyos mensajes se están clasificando. Según Aristóteles, las partes de la tragedia son seis: «la
De la Tragedia se indica. (además de que es «imitación de fábula, los caracteres, la elocución, el pensamiento, el es-
una acción esforzada y completa» y que «es actuación y no pectáculo y la melopeya» ". El más importante de estos
relato») que «mediante compasión y temor lleva a la pur- elementos -sigue diciendo- es la fábula, ya que la Tra-
gación de tales afecciones» Il • gedia «es, en efecto, imitación de una accción, y, a causa
Detengámonos ahora sobre la sugerencia que se halla de ésta, sobre todo, de los que actúan» ( ...); el espectáculo,
implícita en aquello que en los clasicismos llegó a ser la fa- en cambio, es cosa seductora, pero muy ajena al arte y la
mosa unidad de tiempo (la tragedia frente a la epopeya, «se menos propia de la poética, pues la fuerza de la tragedia
esfuerza lo más posible por atenerse a una revolución del existe también sin representación y sin actores. Además, pa-
solo excederla poco»). Aunque aquí también el punto de ra el montaje de los espectáculos es más valioso el arte del
referencia es meramente descriptivo, de una situación tal que fabrica los trastos que el de los poetas» 14.
como se da en un momento y sin intención de elevarla a Sin duda, estamos aquí de nuevo ante la descripción de .
principio 12, puede deducirse la posibilidad de diferencia- una realidad meramente histórica. El teatro anterior al que
ción entre el diálogo de la Epopeya y el diálogo dramático nos describe en la Poética tenía un carácter muy distinto al
(para el teatro). El hecho de que en la Epopeya pueda ha- de la representación de un texto fijo 15, el teatro moderno,
ber también diálogos y, por consiguiente, no sólo sean dia- en una gran medida, otorga una importancia secundaria
lógicos los textos que se construyen para la representación, al texto dramático para subrayar la importancia decisiva del
no demuestra sin más que los pasajes dialogados sean iguales «texto teatral» 16, ese que se realiza a lo largo de cada re-
en ambos géneros y que la actuación a la que están desti- presentación y que convertirá a cada una de las represen-
nados sea algo externo sin repercusión en el texto dramá- taciones en algo único.
tico mismo. Al contrario, tendremos que preguntarnos si Hoy no se está de acuerdo sin más con Aristóteles en
el diálogo incluido en el contexto del relato responde a un que la puesta en escena teatral se refiera fundamentalmente
principio constructivo distinto (por las referencias intratex- a una cuestión externa, de tecnología (<<elarte del que fabri-
tuales, por ejemplo) al de la obra dramática que ha de in- ca los trastos»), porque enla historia del teatro las diversas
cluir todo el contenido semántica en el texto dialogado mis- posibilidades de representación han tenido que influir -ya
mo (con todos los apartes, voces en qff etc. que se quieran). lo hemos dicho- en la elaboración del texto dramático que

11 Id., :*49 b. Es~a afirmac~ón respecto de la finalidad, implica un


rasgo ternauco del genero histórico «tragedia» («lo trágico») que nada 13 Id.,
1450 a.
tiene que ver con el aspecto discursivo del arquetipo. 14 Id.,
14.'10b.
" 12 En efecto, Aristóteles dice: «aunque, al principio, lo mismo ha- 15 Cfr.
Id. 1449 a.
Clan esto (el no poner límites al tiempo) en las tragedias que en los poe· 16 Hayun lúcido planteamiento de ese problema en J. L. GARCÍA
mas épicos» (Ibid., 1449 b.). BARRIENTOS, "Escritura/Actuación. Para una teoría del teatro», Segismun·
do, 33/34, 1981, págs. 9·50.
16 MIGUEL A. GARRIDO GALLARDO UNA VASTA.P"'RÁFRASIS DE ARISTáTELES 17
es sólo una pieza de la información que va a recibir el je: « ..) la poesía dice más bien lo general, y la historia,
espectador. lo particular. Es general a qué tipo de hombres les ocurre
Sí se podría estar de acuerdo en que los problemas de decir o hacer tales o cuales cosas verosímil o necesariamente,
«teatro» son "los menos propios de la poética»: en efecto, que es a lo que tiende la poesía» 18. Se trata de los proble-
si concebimos la poética como teoría de los géneros litera- mas imbricados de lo «ficcional» y lo «literario» 19.
rios y la literatura es el conjunto de textos «hechos con pa- Carece de importancia el hecho histórico concreto, que
labras», aquélla sólo debe ocuparse del texto dramático que se comenta, de que la tragedia de su tiempo, a diferencia
se actúa o -en el límite- del texto dramático que resulta de la comedia, se atenía a nombres que habían existido, en-
de la iniciativa más o menos libre de los actores: en todo tendiendo, claro es, por existencia histórica algo muy dis-
caso, de un texto lingüístico previsto para su «actuación» tinto de lo que entendería un historiador actual.
o un texto lingüístico resultado de ella. Desde este punto Tampoco se deben confundir los efectos producidos por
de vista el texto dramático condicionado por la actuación -y factores ajenos al texto y los que produce el texto mismo,
sólo él- debe ser objeto de la Poética del teatro, aunque no pues -en el teatro- «el temor y la compasión pueden na- .
se puedan desconocer los condicionantes. cer del espectáculo, pero también de la estructura misma
En el resto de la Poética se nos habla de las característi- de los hechos, lo cual es mejor para el poeta» 20. Prescin-
cas (preceptivas) de cada género, se nos ofrece un conjun- diendo ahora de la observación práctica de Aristóteles (de-
to de normas del uso literario del lenguaje (gramaticales y jar los efectos al montaje «produce gastos»), 10 reseñable es
retóricas) y se termina señalando la superioridad, en opi- cómo se insiste aquí en el carácter lingüístico textual de los
nión de Aristóteles, de la Tragedia sobre la Epopeya. objetos de la Poética.
No nos interesa aquí entrar en el pormenor de cada gé- Las recomendaciones concretas que luego se añaden pa-
nero en particular, ni tocar temas, como las partes de la ra la composición de la fábula pertenecen ya a un nivel teó-
oración, tan alejados hoy de los estudios sobre los géneros. rico distinto. La historia ha demostrado hasta qué punto
Es necesario, en cambio, recoger alguna observación sobre resulta falso considerar una obra o un conjunto de obras
el carácter «literario» de los géneros frente a los «géneros» cualesquiera como modelo intangible. Sin embargo, dichas
no literarios. recomendaciones ilustran otro hecho ya mencionado, la con-
Aristóteles diferencia la poesía (obra de creación) y la ciencia de que el género se propaga y consolida mediante
historia por el hecho de «que no corresponde al poeta de- la recreación por parte de otros autores de un hallazgo con
cir lo que ha sucedido sino lo que podría suceder, esto es, éxito de un autor anterior cuya fórmula tiene una vigencia
lo posible según la verosimilitud o la necesidad» 17. El de mayor o menor duración, pero que -en la medida de
autor de la Poética insiste en este lugar sobre la irrelevancia que no sea un hecho aislado- en todo caso es registrada
de la oposición entre verso y prosa «<pues sería posible ver- como «género» por la historia de la literatura.
sificar las obras de Herodoto, y no serían menos historia Otra indicación reseñable por la actual teoría de los gé-
en verso que en prosa»). neros se encuentra en el hecho de que Aristóteles pueda enu-
Como hemos dicho en otra parte, el verso puede ser uno merar cuatro clases de tragedias, según el elemento -de
de los síntomas de que la obra esté codificada como «obra entre los que él distingue- que predomine. Así, los géne-
literaria». En todo caso, la obra literaria se distingue por ros o divisiones de los textos literarios son multiplicables ad
un carácter cuyas marcas son sintomáticas y cuya confir-
mación corresponde -se diría hoy- a una situación prag-
mática. Es lo que la Poética sugiere en un comentado pasa- 111Id., 1451 b.
19 Vid. W. MIGNOLO, Teoría del texto e interpretación de textos, México.
U.NAM., 1986, págs. 64-68.
17 ARISTÓTELES, op. cu., 1451 a. ~II Id. ARISTÓTELES, op. cit., 1453 b.
UNA VASTA PARÁFRASIS DE ARISTÓTELES 19
18 MIGUEL A. GARRIDO GALLARDO
to, quien use metáforas, palabra extrañas y demás figuras
infinitum: en nuestro cuadro antes aducido, encontraríamos sin venir a cuento, conseguirá lo mismo que si buscase adre-
dos géneros fundamentales o tipos, por tres subgéneros o de un efecto ridículo» 23. No dice Aristóteles, ni podemos
registros por (en cada caso) n géneros históricos según ca- decir nosotros muchos siglos después, cuántas y cuáles son
racterizaciones comunes a varias obras que pueden formar las reglas que hacen que «vengan a cuento» en unos mo-
subgrupos de subgéneros observables en un corpus dado. mentos sí y en otros no los «extrañamientos», éstos sí, co-
La digresión aristotélica sobre elocución, por otra par- dificados desde la antigua Retórica en un sistma que viene
te, además de ser síntoma de una cierta indiferenciación a ser aproximadamente el mismo que puede ofrecerse hoy
de los saberes al incluir problemas meramente gramatica- con los actuales instrumentos de análisis lingüísticos 24.
les en la Poética, es también indicio de una aguda obser- Hay, sin embargo, una advertencia, en relación con la
vación en la línea de que las obras literarias «se fabrican» métrica, digna de atención. Aristóteles afirma que «en los
con las lenguas naturales. versos heroicos pueden usarse todos los recursos mencio-
Seguramente pertenece a la certera intuición, hoy muy nados, pero en los yámbicos, por ser los que más imitan
en entredicho, pero que ha hecho correr ríos de tinta, de el lenguaje ordinario, son adecuados los vocablos que uno
que los géneros son «literarios» cuando participan de la «len- usaría también en prosa» 2'. Verso y registro aparecen así,
gua literaria» o modo de codificar que se aparta de la len- como restricciones claras para determinar la adecuación o
gua estándar, lo que en palabras de Aristóteles se traduce no de los recursos literarios empleados.
en que «la excelencia de la elocución consiste en que sea Dejemos, sin embargo, esta importante cuestión que
clara sin ser baja» 21. Las «figuras» y las «licencias» son ca- afecta a un planteamiento general de la teoría literaria más
racterísticas del subsistema literario que, en el límite, tien- que a la teoría de los géneros mismos. Por lo demás, el resto
de a constituirse como un código totalmente aparte del de de los temas de la Poética son menos pertinentes aún, pues
la lengua común. o bien pertenecen a cuestiones de los dos géneros concre-
No se le escapa a Aristóteles, sin embargo, la dificultad tos tratados in extenso, o bien se refieren al carácter norma-
que puede haber en la construcción de una lengua total- tivo -de preceptiva- que, como hemos dicho, tenía en la
mente «extraña»: mente aristotélica los mejores desarrollos de los géneros his-
tóricamente existentes en su momento.
También contribuyen mucho a la claridad de la elocu- Llaman la atención, sin embargo, muchos aspectos que
ción y a evitar su vulgaridad los alargamientos, apócopes aquí no desarrollamos. La preponderancia que se otorga
y alteraciones de los vocablos; pues por no ser como el
a la fábula o estructura del relato que sólo muy reciente-
usual, apartándose de lo corriente, evitará la vulgaridad,
y, por participar de lo corriente, habrá claridad 22 . mente ha conseguido una atención preferente en la crítica
occidental, la aludida consideración del efecto sobre el re-
El discurso debe resolverse en una sabia combinación ceptor como una posibilidad de caracterizar los géneros li-
de redundancia e información; ésta sería la fórmula, en clave terarios, que se halla implícita en la doctrina de la catarsis,
de Teoría de la información, que traduciría hoy a la letra la comparación entre obras y géneros concretos como fuente
la aguda observación aristotélica. de su teoría y el continuo movimiento dialéctico entre teo-
Sin duda, las desviaciones del subcódigo literario están ría y género concreto, género concreto y teoría, etc.
sometidas a reglas, de forma que no es posible su uso in-
discriminado. Ni es literario un texto porque se usen esas
2:1 Ibid.
fórmulas, ni pueden usarse sin ninguna limitación: «en efec-
24 Cfr., para ejemplo, J. DUBOIS y otros, Rhétorique de la poésie, Bru-
selas, Complexe, 1977.
21 Id., 1458 a. 2" ARISTÓTELES, op. cit., 1459 a.
22 u., 1458 b.
20 MIGUEL A. GARRIDO GALLARDO UNA VASTA PARÁFRASIS DE ARISTÓTELES 21

Insistamos, en fin, en que a pesar de la larga historia trica concreta y -según nuestros conocimientos- podemos
de reflexión sobre el monumento aristotélico, la Poética si- prever una gama de posibilidades en cuanto a contenido.
gue siendo la gran obra de referencia sobre los géneros li- Si, además, podemos leer «soneto amoroso», es mucho lo
terarios. La intuición aristotélica que separa la «ficción» (re- que sabemos antes de ponernos a la lectura.
lato contado o representado) de los géneros no miméticos Claro que la misma orientación puede haber sido utili-
y las diferenciaciones entre poesía épica y poesía dramáti- zada por el autor como factor sorpresa y resulta que en la
ca, más todo lo dicho, no son cuestiones muy diferentes de «novela» que abrimos no se encuentra ningún relato o que
las que abordan los críticos contemporáneos. la columna de periódico que leemos -adscrita, en princi-
pio, a un «género no literariov-e- sea, en realidad, un poe-
ma perfectamente metrificado en lo que lo único que se ha
11 transgredido es la convención de los renglones cortos, en
vez de los cuales se han colocado los versos uno detrás de
Después de todos estos siglos, los géneros siguen sien- otro en disposición de prosa. En todo caso, si procedimientos
do una cuestión fundamental de la Teoría de la literatura. extremos como éstos llaman la atención, es indudable que
Superando los extremos de las adopciones rígidamente pre- la convención genérica existe. Si no, el lector no se daría
ceptivas de la doctrina aristotélica en las estéticas clasicis- cuenta de que está ante un «extrañamiento».
tas y el embate idealista del siglo pasado que negó pura- Hemos dicho que el modelo de la Poética aristotélica es
mente su existencia (Croce dixit), el género se nos presenta un modelo histórico. Tenemos que subrayado ante las rei-
como un horizonte de expectativas para el autor, que siem- teraciones pretéricas de los intentos clasicistas y las tenden-
pre escribe en los moldes de esta institución literaria aun- cias actuales de otorgar una intemporalidad no matizada
que sea para negada; es una marca para el lector que ob- a sus principios.
tiene así una idea previa de lo que va a encontrar cuando Sin duda, la clasificación por géneros literarios va uni-
abre lo que se llama una novela o un poema; y es una se- da indisolublemente a la historia de las series de modelos
ñal para la sociedad que caracteriza como literario un tex- estilísticos que han tenido una vigencia y que han desapa-
to que tal vez podría ser circulado sin prestar atención a recido o pueden desaparecer. Dificilmente hoy nadie escri-
su condición de artístico 26. biría una Epopeya como la [liada ni un poema épico como
La usual mención del género literario a que pertenece La Araucana. La novela como haz de rasgos 27 estilísticos tie-
el libro impresa en la propia obra o expresada implícita- ne ya una vigencia de varios siglos, pero no tiene garanti-
mente mediante su adscripción a una colección, supone, co- zada la eternidad de su permanencia. Es más, dicha vigencia
mo acabamos de decir, una orientación para el lector y para aparece como problemática en cuanto nos damos cuenta,
el público en general. La información, sin embargo, es más por ejemplo, de que bajo el mismo rótulo de «novela» se
o menos amplia. El rótulo «Colección de poesía» escrito en clasifican El Qyijote, Uhses o Rayuela.
algún sitio de un libro contemporáneo nos da a conocer que Los géneros, pues, remiten a coordenadas espacio-tem-
se trata: a) de una obra literaria, b) en verso o en prosa porales. Son, sí, manifestación de las posibilidades creado-
poética, c) probablemente lírica (un relato o un drama en ras del hombre, pero también de la temporalidad de todo
verso se clasificaría como novela, novela corta, cuento, etc., quehacer humano. ¿Qué tiene que ver la especificación
y teatro, respectivamente). Si el libro añade «sonetos», sa-
bemos ya que nos las hemos de haber con una forma mé-
27 Cfr. B. -Thémarique», en T. Todorov (compila-
TOMACHEVSKI,
dor y traductor), TexlLs des fonno1isres TUSSeJ. París,
Thiurie de la lutérauae.
26 Así lo sostengo en mis Estudios de semiática literaria, Madrid, Seuil, 1965. Traducción castellana. Buenos Aires, Signo, 1970, págs.
C.S.LC., 1982, pág. 83 Y ss. 199-232. Vid. especialmente págs. 228-232.
22 MIGUEL A. GARRIDO GALLARDC
UNA VASTA PARÁFRASIS DE ARISTÓTELES 23
-probablemente genenca- del Mester de Clerecía 28 con la
~ivisión entre novelas, poesías y obras de teatro en que ea- ción, etc. hasta llegar a la forma triunfante. Nótese que si
SI se agota la escritura de creación contemporánea si no en- no es posible hoy hablar de Ley Fonética en sentido estric-
tramos en problemas de géneros fronterizos como el ensa- to, mucho menos será posible hablar de Ley Literaria. Lo
yo o determinados tratamientos de géneros periodísticos? que entra en juego en ella afecta tan de lleno al nivel se-
.Géneros y diacronía están, pues, inextricablemente re- mántica del lenguaje que se ha de suponer que su evolu-
lacionados, En cada época histórico-literaria un autor ha ción histórica atañe a un número mucho mayor de unida-
producido un hallazgo (ese haz estilística a que antes nos des y, por consiguiente, no goza de prácticamente ninguna
referíamos) y otros muchos autores han seguido la fórmu- previsibilidad 30.
la como una receta, imitándola sin conseguida o superando Pasemos al otro extremo. Se ha dicho ya muchas veces
sus resultados. Esto no es exclusivo de las épocas rlásicas, que la pretensión de la lingüística idealista, es rigurosamente
que reconocían como finalidad la imitación de un mo- contradictoria con la noción de Ciencia. Esta trata, por de-
delo. Toda la Literatura -como institución social- fun- finición, de lo general: por ello la clasificación genérica es
ciona así. de orden científico. Pero si, como preconiza la escuela idea-
El género, como forma histórica, ha nacido en un mo- lista, cada acto de la palabra fuera genial: único, irrepeti-
mento dado, sin duda casi siempre como una fórmula límite ble, radicalmente original y sin posible parentesco con otro,
de otro gé?ero preexistente 29. No es aventurado suponer sin duda cada obra constituiría un género distinto o, dicho
que El QUIJote fue sentido en su tiempo como una novedosa de otro modo, no habría géneros. La experiencia está del
novela paródica de caballerías. En ese momento inicial no lado de la posibilidad de observar afinidades entre obras
tenemos «novela moderna" o «novela existencial». Pero en y no del de la absoluta originalidad. Por otra parte, el fun-
cuanto otros autores han seguido por ese mismo camino dador de un género puede ser un artista mediocre y un con-
~onscientemente y los lectores pueden «reconocer" un con- tinuador puede llegar a ser genial. La oposición de que ve-
Junto que nada tiene que ver con las novelas de caballe- nimos tratando es más que ingenua: se trata de un falso
rías, pero sí con El Quijote, estamos ante un género, cauce problema.
para el autor y síntoma para el lector. Y es entonces cuan- En efecto, el autor que no sigue las reglas del género
do lo~ teórico.s se afa~arán e.n definir los rasgos «propios" en cuya adscripción estamos tentados de amparar su obra,
del genero o mtentaran explicar ese producto histórico en puede hacerla por dos motivos: por incompetencia o por-
f~rición d~ l~s .teorizacio~es generales que englobaban a los que está roturando nuevos caminos. La línea divisoria
generas históricos conocidos con anterioridad. entre el seguidor torpe y el inventor genial no es tan grue-
Quede claro, sin embargo, que no se ha querido decir sa como para ser divisada inequívocamente en todos los
aquí que EI,Quyote :-ni ninguna otra obra- funde un gé- casos. Si, como hemos dicho, el género es una «institu-
nero en sentido radical. El paso de una tradición estilística ción",
a otra se debe producir como fenómeno de alteración dia-
es lógico que en ella se den, además del fundador que
lectal con inicios simultáneos, titubeos, líneas de fluctua-
trace una primera obra modélica o programática, afiliados
que sigan a la letra y escrupulosamente a ese fundador co-
• 211 Cfr. N. SALVADOR MIGUEL, "Meter de Clerecia marbete caracte- mo modelo, perezosos que lo olviden, reformadores que lo
n~ador de un género literario", Revista de Literatu;a XLI 82 1979 pongan de nuevo en vigor O lo adapten a circunstancias
pags. 5-30. ' " ,
29 Vid. F. LÁZARO C::ARRETER, «Sobre el género literario", Boletín
de la Academia Puertorrzquena de la Lengua Española, 11, 1974. Ahora en Es- 30 CfL W. NOTH, «Horneostasis and equilibrium in Linguistics and
tutJ::osde POét,ica, Madrid, Taurus, 1976, págs. 113-120. Para la cuestión Text Analysis», Semiotica, XIV, 3, 1975, págs. 222-244. Vid. M. L.
senalada, pags. 117-118. RYAN, «Toward a competence theory of genre", Poetics, VIII, 3, 1979,
págs. 307-337.
24 MIGUEL A. GARRlDO GALL\RDO UNA VASTA PARÁFRASIS DE ARISTÓTELES 25
históricas nuevas, detractores que lo critiquen, contradigan artística, en la de productos de la cultura de masas y en
o parodien, buscando sus limitaciones; teóricos que en C3.- la alta literatura 33.
da momento traten de fijar, a veces pedantemente, sus Tienen sentido, en consecuencia, las agrupaciones que
caracteres; aniquiladores que lo combatan y lo acaben, des- llamamos «género», pues, sin despreciar l~ caI?acidad cre~-
truyéndolo o agotándolo; continuadores que recojan el pres- dora de cada autor genial, éste no ha podido Ir nunca mas
tigio de su nombre para nuevas realidades por ellos fun-
allá de la posibilidades de-juego que le ofrece. la lengua na-
dadas o que en época distinta pongan nuevos nombres a
tural de que se trate. La riqueza de contenido, la perfe~-
cosas que en fin de cuentas resultan tan semejantes que po-
drían ser llamadas con igual denominación.". ción de la expresión y la adecuada rel~c!ó~ entre co~tem-
do y expresión (esto es, las formas estlhstlc~s del genero)
Pero los géneros tampoco son un producto meramente serán las bases de la calificación del valor estético de la obra,
histórico-social o fruto de una evolución necesaria, como de la consideración del genio. .
pudo sostenerse por los cientifistas del siglo XIX, que que- La genialidad puede radicar también en forzar al CÓdI~
rían reducir todo a una suerte de esquema darwinista". go a nuevos mensajes n~ previstos hasta el momento, lo que,
Dependen de las posibilidades creadoras del hombre y es- como hemos dicho, sera sentido por el receptor como una
tán limitados por las reglas de funcionamiento del lengua- desviación con respecto ala institución que él espe~~ba, aun-
je. Contra lo que hemos dicho antes, hoy alguien podría que históricamente puede revelarse como la eclosión de un
empeñarse en escribir una epopeya (otra cosa es la reper- género distinto.
cusión social que tuviera), pero no podría ser autor de una ¿Cuál es la importancia de la categoría «género» en los
fórmula nueva -evolución incluso de otra actual- rigu- estudios literarios?
rosamente ininteligible. Los poemas realizados puramente Dado que todo estudio científic?, an~es o d~sI?~~s, tie-
con sonidos sin la codificación de lengua natural alguna per- ne que clasificar los objetos de su interes, la dIVISlO~~or
tenecen -por definición- a otra esfera del arte (¿la mú- géneros es, como sigue diciendo Díez Taboada, la ~as m-
sica?), pero no a la literatura. trínseca de cuantas se pueden establecer en la Literatu-
En cuanto al problema de confrontación del marbete ra". Las clasificaciones por escuelas, generaciones, movi-
genérico y la singularidad de la obra, hay que tener en cuen- mientos, épocas, etc., están ligadas con el objeto literario,
ta, además de lo dicho a propósito de la genialidad del autor, pero precisamente lo están -como hemos expuesto-e- a tra-
la identidad -aunque sea sólo de registros lingüísticos- vés de la institución del género.
que subyace en obras aparentemente muy distintas. Los for- El género, en efecto, por una parte, es estru.c,tura de la
malistas rusos pusieron ya de relieve a principios de siglo obra misma y, por otra, vehículo de comparaClon ~o~ las
la importancia, en este aspecto, de la subliteratura, y en demás de su época y de toda la historia. La peculiaridad
la década de los 60 y los 70 losabuhdantes estudios sobre estilística de un producto resaltará sin duda más, puesto ~n
estructura de la comunicación narrativa han demostrado que relación con todos los que comparten esa estructura cornun
el esquema básico del relato y las variantes combinatorias que se llama género.. .
posibles son las mismas en la elocución sin intencionalidad Por otra parte, el género, al situarse en una zona mter-
media entre la obra individual yla literatura toda como
institución, nos permite indagar las relaciones entre e~~ruc.
:lJ J. M. DÍEZ TABOADA, «Notas sobre un planteamiento moderno tura y temática, forma (del contenido y de la expresión] e
de la Teoría de los géneros literarios», Homenajes. Estudios de Filología Es- historia. ¿Cuáles son las realidades sociales que en un mo-
pañola 1I, Madrid, 1965, pág. 15.
:¡2 Cfr. BRUNETIERE, L'evolution des genres dans l'histoire de la littérature 3:; Cfr. Communicauons, IV, 1964 Y VIII, 1966. Existe traducción cas-
francaise. Introduction. L'évolution de la critique depuis la Renaissance Jusqu 'a nos tellana en la ed. de Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo.
jours, Paris, Hachette, 1890. 34 J. M. DÍEZ TABOADA, op. cü., pág. 19.
26 MIGUEL A. GARRIDO GALLARDO
UNA VASTA PARÁFRASIS DE ARISTÓTELES 27
mento dado invitan a unas formas y prohiben otras? ¿Cuáles
son los temas que pueden ser tratados en una determina- tan te. Con este volumen, hemos pretendido conseguir a la
?a estructura o cuáles aquellos que, de hecho, no se han vez un resumen de los puntos tratados en los libros más sol-
mtentado nunca o sus intentos han resultado fallidos? ventes de la última Teoría de los géneros, como los de
Además, si la obra es colaboración del hombre con el P. Hernadi 36, W. Hempfer 37 o G. Genette 3ll-, y una pues-
lenguaje, ¿qué posibilidades y qué límites ofrece éste a juz- ta al día rigurosa de las cuestiones en discusión durante la
gar por los géneros en que se manifiesta? última década.
. Parece que no debe caber duda acerca de que el estu - En cuanto a su ordenación, responde a las característi-
dIO de los géneros literarios es una encrucijada privilegia- cas de los géneros que hemos visto: institución, hecho his-
da para otear los principales problemas de la teoría de la tórico, hecho de lenguaje. Pero como estas cualidades se pre-
literatura atendiendo a la vez a la creación individual al sentan, según hemos estudiado, inextricablemente unidas,
componente lingüístico y al factor social. ' la división en apartados pretende señalar acaso insistencias,
Cuanto acabamos de decir deja apuntada la compleji- pero no deja de ser arbitraria. El ejemplo es un botón de
d~d de la cuestión cuya teoría hemos pretendido compen- muestra de posibles aplicaciones al corpus literario en es-
diar en los trabajos que ofrecemos aquí. pañol.
.De lo dicho podemos deducir también que género lite- Lo dicho. He aquí un compendio de una modernísima
~ano es cada uno de los apartados en que se divide el con- teoría inventada por un tal Aristóteles hace tan sólo casi
Junto de las obras literarias, pero, como señala Todorov 35, veinticuatro siglos.
eso no sería más que un juego metalingüístico que nada Madrid, diciembre de 1987
aclara. En efecto, el género consiste en una división de la
literatura, pero ¿en qué consiste esa división?
. En cuanto a la vieja cuestión del número, intuimos una P S Como es natural, cada traductor es totalmente res-
doble vía, la que nos lleva a recordar la clasificación sabi- ponsable de su trabajo. Por mi parte, me he limitado a ha-
da. desde la escuela, que habla de Épica, Lírica, Drama y cerles dos indicaciones: el término inglés romance, que equi-
quizá algún género más variable de unas autores a otros vale aproximadamente a la expresión «relato fantástico» o
y la gran multiplicidad de ellos que ofrecen las historias de «relato idealizado», no tiene traducción en la tabla genéri-
la liter~tura. Espontáneamente estamos tentados de pensar ca del castellano, por lo que me parece lo mejor dejarlo,
que existen unos grandes géneros que engloban a los de- como tal, en cursiva.
más como subdivisiones. Sobre esto también encontrará el La expresión inglesa Speech Act (y la francesa acte de la
lector páginas iluminadoras. parole, cuando es traducción de aquélla), se ha traducido co-
mo acto de lenguaje, ya que los castellanos lenguaje/ lengua/habla
se reparten el espacio semántica del inglés language/speech y,
III en la teoría de referencia, el acto comunicativo que se pre-
tende describir no es pura «habla», aunque mucho menos
Los trabajos escogidos en esta antología responden a los es pura «lengua».
topos «aristotélicos» que acabamos de plantear. Hemos he-
cho un gran esfuerzo para que la selección fuera lo más bre-
ve posible sin dejar por ello de tocar ningún tema impor-
:J6 P. HERNADI, Beyond genre. New directums in literary classification. Itha-
ea y Londres. Cornell Univ. Press, 1972. Existe una deficiente traduc-
:15 T.. TODOROV, «L'origine des genres», en Les genres du discours, Pa- ción castellana (Barcelona, Bosch, 1978).
ns, SeUlI, 1978, pág. 47. :17 W. HEMPFER, Gauungstheorie, Munich, Fink, 1973.
:lB G. GENETTE, Introduction ti l'architexte. Paris, Seuil, 1979.
II
HISTORIA E INSTITUCIÓN
EL ORIGEN DE LOS GÉNEROS
TZVETAN TODOROV
C. N R. S. París

Seguir ocupándose de los géneros puede parecer en


nuestros días un pasatiempo ocioso además de anacróni-
co. Todos saben que existían -baladas, odas y sonetos,
tragedias y comedias- en tiempos de los clásicos, pero,
¿hoy? Incluso los géneros del siglo XIX, que, sin embar-
go, no son para nosotros géneros de un modo absoluto
-poesía, novela-, parece que se disgreguen, por lo menos
en la literatura «que cuenta». Como escribía Maurice Blan-
chot de un escritor moderno, Hermann Broch: «Ha sufri-
do, como otros muchos escritores de nuestro tiempo, esa
presión impetuosa de la literatura que no soporta ya la dis-
tinción de los géneros y necesita romper los límites».
Incluso sería un signo de auténtica modernidad en un
escritor no someterse ya a la separación en géneros. Esta
idea, a cuyas transformaciones podemos asistir desde prin-
cipios del siglo XIX (aunque los Románticos alemanes, en
particular, fueron grandes constructores de sistemas gené-
ricos), ha tenido en nuestros días uno de sus más brillan-
tes portavoces en la persona de Maurice Blanchot. Con más
rotundidad que nadie, Blanchot ha dicho lo que otros no
osaban pensar o no sabían formular: no existe hoy ningún
intermediario entre la obra singular y concreta, y la litera-
tura entera, género último; no existe, porque la evolución
de la literatura moderna consiste precisamente en hacer de
cada obra una interrogación sobre el ser mismo de la lite-

Título original: «L'origine des genres», publicado en T. TODOROV,


La notion de littérature et autres essais, París, Seuil, 1987, págs. 27-46. Nueva
versión del trabajo publicado previamente en inglés -The origin of Gen-
res», New Literary History VIll, 1, 1976, págs. 145-158 y, en francés, en
el libro del autor Les gemes du discours, París, Seuil, 1978, págs. 44-66.
Traducción de Antonio Fernández Ferrer. Texto traducido y reproduci-
do con autorización del autor y del editor.
32 TZVETAN TO!)O!{OV El. ORI(;EN DE LOS CI~NEROS 33
ratura. Releamos esas elocuentes líneas: «Sólo importa el enteramente en la distinción entre dos no géneros tal vez,
libro, tal cual es, aparte de los géneros, fuera de las clasi- pero sí modos fundamentales: el relato y la novela, carac-
ficaciones -prosa, poesía, novela, testimonio- en las que terizándose aquél por la búsqueda obstinada de su propio
rehúsa incluirse y a las que niega el poder de fijar su lugar lugar de origen, que ésta borra y oculta. No son, pues, «los»
y de determinar su forma. Un libro ya no pertenece a un géneros los que han desaparecido, sino los géneros-del-
género, todo libro remite únicamente a la literatura, como pasado, y han sido reemplazados por otros. Ya no se ha-
si ésta contuviese de antemano, en su generalidad, los úni- bla de poesía y prosa, de testimonio y de ficción, sino de
cos secretos y fórmulas que permiten dar a lo que se escri- novela y de relato, de lo narrativo y de lo discursivo, del
be realidad de libro. Todo ocurriría, pues, como si, habién- diálogo y del diario.
dose disipado los géneros, la literatura se consolidase sola, Que la obra «desobedezca» a su género no lo vuelve ine-
como si brillase sola en la misteriosa claridad que propaga xistente; tenemos la tentación de decir: al contrario. Yeso
y que cada creación literaria le devuelve multiplicándola, por una doble razón. En principio, porque la transgresión,
-como si existiera, por lo tanto, una "esencia" de la para existir, necesita una ley, precisamente la que será
Iiteratura-e-» (Le liure ti venir, 1959). Y más aún: «El hecho transgredida. Podríamos ir más lejos: la norma no es visi-
de que las formas, los géneros, no tengan verdadera signi- ble -no vive- sino gracias a sus transgresiones. Por lo
ficación, de que sería absurdo preguntarse, por ejemplo, si demás, es justamente eso lo que escribe el propio Blanchot:
Finnegan '$ Wake pertenece o no a la prosa y a un arte que «Si es cierto que Joyce quiebra la forma novelesca volvién-
se llama novelesco, denota ese profundo esfuerzo de la li- dola aberrante, también hace presentir que ésta sólo vive
teratura por tratar de afirmarse en su esencia, arrasando quizás gracias a sus alteraciones. Se desarrollaría, no en-
las distinciones y los límites» (L 'espace littéraire, 1955). gendrando monstruos, obras informes, sin ley ni rigor, si-
Las frases de Blanchot parecen tener por sí mismas la no provocando únicamente excepciones a sí misma, que
fuerza de la evidencia. Sólo un aspecto de la argumenta- constituyen ley y, al mismo tiempo, la suprimen. ( ... ) Hay
ción nos inquieta: el privilegio otorgado a nuestro ahora. que pensar que, cada vez, en aquellas obras excepcionales
~abemos que toda interpretación de la historia se hace par- en las que se alcanza un límite, es sólo la excepción la que
tIendo del momento presente, lo mismo que la del espacio nos revela la «ley», de la cual constituye también la insóli-
se construye partiendo de aquí, y la del otro partiendo del ta y necesaria desviación. Todo ocurriría, por tanto, co-
yo. Sin embargo, cuando a la constelación del yo-aquí-ahora mo si en la literatura novelesca, y quizás en toda literatu-
se le atribuye un lugar tan excepcional -punto final de la ra, nunca pudiéramos reconocer la regla nada más que por
historia entera-, podemos preguntamos si la ilusión ego- la excepción que la deroga: la regla o más exactamente el
céntrica no tiene nada que ver con ello (engaño comple- centro del cual la obra estable es la afirmación inestable,
mentario, en suma, de lo que Paulhan llamaba «ilusión del la manifestación ya destructora, la presencia momentánea
explorador»] . y al punto negativa» (Le livre ti venir).
Por otra parte, si leemos los mismos escritos de Blan- Pero hay más. No es sólo que, por ser una excepción,
chot en que se demuestra esa desaparición de los géneros, la obra presupone necesariamente una regla; sino también
aparecen, de hecho, categorías cuya semejanza con las dis- que, apenas admitida en su estatuto excepcional, la obra
tinciones genéricas es difícil negar. Así, un capítulo de Le se convierte, a su vez, gracias al éxito editorial y a la aten-
a
lune oenir está dedicado al diario íntimo; otro, al lenguaje ción de los críticos, en una regla. Los poemas en prosa so-
profético. Al hablar del mismo Broch «<que no soporta ya lían parecer una excepción en tiempos de Aloysius Bertrand
la distinción de géneros»], Blanchot nos dice que «se en- y de Baudelaire; pero, ¿quién se atrevería a escribir hoy
trega a todos los modos de expresión -narrativas, líricos todavía un poema en alejandrinos, con versos rimados, a
y discursivos=-». Más importante aún: todo su libro se basa menos que no se tratara de una' nueva transgresión de una
34 TZVETAN TODOROV EL ORIGEN DE LOS GÉNEROS 35
nueva norma? Los excepcionales juegos de palabras de Joy- se trata de: ¿qué es lo que ha precedido antaño a los géne-
ce, ¿no se han convertido en la regla de una cierta litera- ros? Sino: ¿qué es lo que determina siempre el nacimiento
tura moderna? ¿No sigue ejerciendo la novela, por muy de un género? Más exactamente: ¿existen, en el lenguaje
«nueva novela» que sea, su presión sobre las obras que se (pues se trata aquí de los géneros del discurso), formas que,
escriben? aunque anuncien los géneros, no lo sean todavía? Y en el
Si volvemos nuestra atención a los Románticos alema- caso de que sí, ¿como se produce el paso de las unas a los
nes, y a Friedrich Schlegel en particular, encontraremos en otros? Pero, para intentar responder a estas preguntas, hay
sus escritos, junto a ciertas afirmaciones croceanas (<<cada que preguntarse primero: ¿qué es, en el fondo, un género?
poema, un género en sí»), frases que van en sentido opuesto
y que establecen una ecuación entre la poesía y sus géneros.
La poesía comparte con las demás artes la representación, II
la expresión, la acción sobre el receptor. Tiene en común
con el discurso cotidiano o erudito el uso del lenguaje. Só- A primera vista, la respuesta parece evidente: los gé-
lo los géneros le son exclusivamente propios. «La teoría de neros son clases de textos. Pero tal definición disimula mal,
las especies poéticas sería la doctrina de arte específica de tras la pluralidad de los términos puestos en juego, su ca-
la poesía». «Las especies de poesía son propiamente la poesía rácter tautológico: los géneros son clases, lo literario es lo
misma» (Conversación sobre la poesía). La poesía es la poética, textual. En vez de multiplicar las denominaciones, tendría-
los géneros, la teoría de los géneros. mos que preguntarnos por el contenido de esos conceptos.
Al abogar por la legitimidad de un estudio de los géne- Y, en primer lugar, por el de texto o -propongamos
ros, nos encontramos, de pasada, con una respuesta a la de nuevo un sinónimo- por el de discurso. Este es, se nos
pregunta implícitamente suscitada por el título el origen de dirá, una serie de frases. Y aquí es donde empieza un pri-
los géneros. ¿De dónde vienen los géneros? Pues bien, muy mer malentendido.
sencillamente, de otros géneros. Un nuevo género es siem- Se olvida demasiado a menudo una verdad elemental
pre la transformación de uno o de varios géneros antiguos: de toda actividad de conocimiento: que el punto de vista
por inversión, por desplazamiento, por combinación. Un elegido por el observador redelimita y redefine su objeto.
«texto» de hoy (esta palabra designa también un género, Así en el lenguaje: el punto de vista del lingüista modela,
en uno de sus sentidos) debe tanto a la «poesía» como a en el seno de la materia idiomática, un objeto que le es pro-
la «novela» del siglo XIX, lo mismo que la «comedia lacri- pio; objeto que no será el mismo si se cambia de punto de
mógena» combinaba rasgos de la comedia y de la tragedia vista, aun en el caso de que la materia siga siendo la misma.
del siglo precedente. No ha habido nunca literatura sin gé- La frase es una entidad de lengua, y de lingüista. La
neros, es un sistema en continua transformación, y la cues- frase es una combinación de palabras posible, no una enun-
tión de los orígenes no puede abandonar, históricamente, ciación concreta. La misma frase puede ser enunciada en
el terreno de los propios géneros: cronológicamente hablan- circunstancias diferentes; para el lingüista no cambiará de
do, no hay un «antes» de los géneros. Saussure decía en identidad, incluso aunque, debido a esa diferencia de cir-
un caso comparable: «El problema del origen del lenguaje cunstancias, cambie de sentido.
no es otro que el de sus transformaciones». Y ya Humboldt: Un discurso no está hecho de frases, sino de frases enun-
«No llamamos a una lengua original sino porque ignoramos ciadas, o, por decido más brevemente, de enunciados. Aho-
los estados anteriores de sus elementos constitutivos». ra bien, la interpretación del enunciado está determinada,
La pregunta que quisiera formular sobre el origen, sin por una parte, por la frase que se enuncia; y, por otra, por
embargo, no es de naturaleza histórica, sino sistemática; su misma enunciación. Esta enunciación incluye un locu-
una y otra me parecen tan legítimas como necesarias. No tor que enuncia, un destinatario a quien dirigirse, un tiem-
36 TZVETA.N TOD()ROV EL ORIGF. DE LOS GÉNEROS 37
po y un lugar, un discurso que precede y que continúa; Tal definición exige, a su vez, ser explícita por los dos
en suma, un contexto de enunciación. En fin, con otras pa- términos que la componen: el de propiedad discursiva, y
labras, un discurso es siempre y necesariamente un acto el de codificación.
de lenguaje. «Propiedad discursiva» es una expresión que yo entiendo
Pasemos ahora al otro término de la expresión "clase en un sentido inclusivo. Sabemos que, aun ateniéndonos
de textos»: clase. El único problema que plantea es el de únicamente a los géneros literarios, cualquier aspecto del dis-
su sencillez: se puede encontrar siempre una propiedad co- curso puede convertirse en obligatorio. La canción se opo-
mún a dos textos y, en consecuencia, agruparlos en una ne al poema por los rasgos fonéticos; el soneto es diferente
clase. ¿Tiene interés que le llamemos «género» al resulta- de la balada en su fonología; la tragedia se opone a la co-
do de tal agrupación? Creo que estaríamos de acuerdo con media por los elementos temáticos; el relato de suspense
el uso corriente de la palabra y que, al mismo tiempo, dis- difiere de la novela policiaca clásica en la disposición de
pondríamos de una noción cómoda y operativa, si se con- su intriga; por último, la autobiografía se distingue de la
viniera en llamar géneros únicamente a las clases de textos novela en que el autor pretende referir hechos y no cons-
que han sido percibidas como tales en el curso de la histo- truir ficciones. Podría utilizarse, para reagrupar estas cla-
ria. Los testimonios de esa percepción se encuentran, ante ses de propiedades (aunque esta clasificación no tiene mucha
todo, en el discurso sobre los géneros (discurso metadiscur- importancia para mi propósito), la terminología del semió-
sivo) y, esporádicamente, en los propios textos. tica Charles Morris, adaptándola a nuestro tema: estas pro-
La existencia histórica de los géneros está marcada por piedades remiten ya al aspecto semántico del texto, ya a
el discurso sobre los géneros; lo cual no quiere decir, sin su aspecto sintáctico (la relación de las partes entre sí), ya
embargo, que los géneros sean sólo nociones metadiscur- al pragmático (relación entre usuarios), ya, por último, al
sivas, pero tampoco discursivas. Constatamos la existen- verbal (término ausente en Morris que podría servimos para
cia histórica del género «tragedia» en Francia en el siglo englobar todo lo que atañe a la materialidad misma de los
XVII gracias al discurso sobre la tragedia (que comienza signos).
por la existencia de esta misma palabra); pero ello no sig- La diferencia entre un acto de lenguaje y otro, y, tam-
nifica que en sí las tragedias no tengan rasgos comunes y bién entre un género y otro, puede situarse en cualquiera
que, por lo tanto, no sería posible hacer una descripción de estos niveles del discurso.
de ellas distinta de la histórica. Como sabemos, toda clase En el pasado, se ha podido buscar la distinción e in-
de objeto puede convertirse, por un paso de la extensión cluso la oposición entre las formas «naturales» de la poesía
a la comprensión, en una serie de propiedades. El estudio (por ejemplo, lo lírico, lo épico, lo dramático) y sus for-
de los géneros, que tiene como punto de partida los testi- mas convencionales, como el soneto, la balada o la oda.
monios acerca de la existencia de los géneros, debe tener Hay que tratar de ver en qué nivel cobra sentido tal afir-
precisamente como objetivo último el establecimiento de mación. O bien lo lírico, lo épico, etc., son categorías uni-
esas propiedades. versales, y por lo tanto del discurso (lo que no excluye que
Los géneros son, pues, unidades que pueden describirse sean complejas; por ejemplo, semánticas, pragmáticas, ver-
desde dos puntos de vista diferentes, el de la observación bales, al mismo tiempo); pero entonces pertenecen a la poé-
empírica y el del análisis abstracto. En una sociedad se ins- tica general, y no (específicamente) a la teoría de los géne-
titucionaliza la recurrencia de ciertas propiedades discur- ros: caracterizan las manifestaciones posibles del discurso,
sivas, y los textos individuales son producidos y percibidos y no las manifestaciones reales de los discursos. O bien es
en relación con la norma que constituye esa codificación. en los fenómenos históricos en lo que se piensa al emplear
Un género, literario o no, no es otra cosa que esa codifi- tales términos; aSÍ, la epopeya es lo que encarna la llíada
cación de propiedades discursivas. de Homero. En este caso, se trata ciertamente de géneros,
38 TZVE'IAN TODOROV EL ORIGEN DE LOS GÉ ERaS 39
pero, en el nivel discursivo, éstos no son cualitativamente a su ideología; por lo que tanto la existencia de ciertos gé-
diferentes de un género como el soneto -basado, también, neros en una sociedad, como su ausencia en otra, son re-
en constricciones temáticas, verbales, etc. -. Lo más que veladoras de esa ideología y nos permiten precisada con
puede decirse es que ciertas propiedades discursivas son más mayor o menor exactitud. No es una casualidad que la epo-
interesantes que otras: por mi parte, me intrigan mucho más peya sea posible en una época y la novela en otra, ni que
las constricciones que atañen al aspecto pragmático de los el héroe individual de ésta se oponga al héroe colectivo de
textos que las que reglamentan su estructura fonológica. aquélla: cada una de estas opciones depende del marco ideo-
Por el hecho de que los géneros existen como una ins- lógico en el seno del cual se opera.
titución es por lo que funcionan como «horizontes de ex- Podría precisarse más el lugar de la noción de género
pectativa» para los lectores, como «modelos de escritura» mediante dos distinciones simétricas. Dado que el género
para los autores. Esos son, efectivamente, los dos aspectos es la codificación históricamente constatada de propieda-
de la existencia histórica de los géneros (o, si se prefiere, des discursivas, es fácil concebir la ausencia de cada uno
del discurso metadiscursivo que toma los géneros por ob- de los dos componentes de esta definición: la realidad his-
jeto). Por una parte, los autores escriben en función del (lo tórica y la realidad discursiva. En el primer caso, estaríamos
que no quiere decir de acuerdo con el) sistema genérico exis- en relación con aquellas categorías de la poética general que,
tente, de lo que pueden manifestar tanto en el texto como según los niveles del texto, se llaman modos, registros, es-
fuera de él, o, incluso, en cierto modo, ni una cosa ni otra: tilos o, incluso, formas, maneras, etc. El «estilo noble» o
en la cubierta del libro; esta manifestación no es, claro es- la «narración en primera persona» son ciertamente reali-
tá, el único modo de demostrar la existencia de los modelos dades discursivas; pero no podemos fijarlas en un único mo-
de escritura. Por otra parte, los lectores leen en función del mento del tiempo: son siempre posibles. Recíprocamente,
sistema genérico, que conocen por la crítica, la escuela, el en el segundo caso, se trataría de nociones que pertenecen
sistema de difusión del libro o simplemente de oídas; aun- a la historia literaria entendida en sentido amplio, tales co-
que no es preciso que sean conscientes de ese sistema. mo corriente, escuela, movimiento o, en otro sentido de
A través de la institucionalización, los géneros comu- la palabra, «estilo». Ciertamente, el movimiento literario
nican con la sociedad en la que están vigentes. Es también del simbolismo existió históricamente, pero ello no supone
por este aspecto por lo cual interesarán más al etnólogo o que las obras de los autores que se consideraban miembros
al historiador. Así, el primero seleccionará, ante todo, de suyos tengan en común propiedades discursivas (que no
un sistema de géneros, las categorías que lo diferencien del sean triviales); la unidad puede establecerse sin más en torno
de los pueblos vecinos, poniendo en correlación esas cate- a amistades, manifestaciones comunes, etc. El género es el
gorías con los demás elementos de la misma cultura. Lo lugar de encuentro de la poética general y de la historia
mismo hará el historiador: cada época tiene su propio literaria; por esa razón es un objeto privilegiado, lo cual
sistema de géneros, que está en relación con la ideología podría concederle muy bien el honor de convertirse en el
dominante. Como cualquier institución, los géneros eviden- personaje principal de los estudios literarios.
cian los rasgos constitutivos de la sociedad a la que per- Tal es el marco global de un estudio de los géneros.
tenecen. Nuestras descripciones actuales de los géneros son tal vez
La necesidad de la institucionalización permite responder insuficientes: lo cual no supone la imposibilidad de una teo-
a otra pregunta que resulta tentador formular: aún admi- ría de los géneros: las proposiciones que preceden vendrían
tiendo que todos los géneros provienen de actos de lenguaje, a ser los preliminares de tal teoría. Quisiera, al respecto,
¿ cómo explicarse que todos los actos de habla no produz- recordar otro fragmento de Friedrich Schlegel en el que in-
can géneros literarios? La respuesta es ésta: una sociedad tenta formular una opinión equilibrada sobre la cuestión
elige y codifica los actos que corresponden más exactamente y se pregunta si la impresión negativa que tiene cuando
40 TZVE'IAN TOJ)OROV 1':1.ORIGEN DE I.OS C;I~NER()S 41
se toma conciencia de las distinciones genéricas, no es de- mo lo haría cualquier acto de lenguaje; o el género coincide
bida sencillamente a la imperfección de los sistemas pro- con un acto de lenguaje que tiene también una existencia
puestos por el pasado: «¿Debe ser dividida la poesía, pura no literaria, como la plegaria; o, por último, procede de
y simplemente»? ¿o debe considerarse una e indivisible? ¿o un acto de lenguaje mediante un cierto número de trans-
pasar alternativamente de la división a la unión? Las re- formaciones o amplificaciones: ése sería el caso de la no-
presentaciones del sistema poético universal son aún en su vela, a partir de la acción de narrar. Sólo este tercer caso
mayor parte tan toscas y pueriles como las del sistema as- presenta de hecho una situación nueva: en los dos prime-
tronómico antes de Copérnico. Las divisiones usuales de ros, el género no es en nada distinto de los demás actos.
la poesía no son nada más que compartimentación muerta Aquí, en compensación, no se parte directamente de pro-
para un horizonte limitado. La opinión vulgar, o lo que piedades discursivas sino de otros actos de lenguaje ya cons-
se acepta sin más, o sea, la tierra como centro inmóvil. tituidos; se pasa de un acto simple a un acto complejo. Es
«Ahora bien, en el universo de la poesía nada está en también el único que merece un tratamiento aparte de las
reposo, todo cambia y se transforma y se mueve armonio- demás acciones verbales. Nuestra pregunta acerca del ori-
samente; y los mismos cometas tienen fijada su trayecto- gen de los géneros se convierte, por tanto, en: ¿cuáles son
ria por reglas inmutables. Pero, lo mismo que no se pue- las transformaciones que sufren algunos actos de lenguaje
de calcular el recorrido de las estrellas, ni prever su curso, para producir algunos géneros literarios?
el verdadero sistema cósmico de la poesía no está claro»
(Athenaeum, 434). Los cometas, también ellos, obedecen a le-
yes inmutables ... Los viejos sistemas sólo describían el re- III
sultado muerto; hay que aprender a presentar los géneros
como principios dinámicos de producción, so pena de no Trataré de responder a ello examinando algunos casos
comprender jamás el verdadero sistema de la poesía. Qui- concretos. Esta clase de procedimiento implica de entrada
zás ha llegado el momento de poner en práctica el progra- que, como el género tampoco es en sí mismo ni puramen-
ma de Friedrich Schlegel. te discursivo ni puramente histórico, la cuestión del origen
Es necesario volver a la pregunta inicial, concerniente sistemático de los géneros no puede mantenerse en la pura
al origen sistemático de los géneros. Ya ha tenido, en cier- abstracción. Incluso si el orden de la exposición nos lleva,
to sentido, respuesta, porque, como hemos dicho, los gé- por razones de claridad, de lo simple a lo complejo, el or-
neros proceden, como cualquier acto de lenguaje, de la co- den de la investigación sigue, por su parte, el camino in-
dificación de propiedades discursivas. Sería necesario, pues, verso: partiendo de los géneros observados, se trata de ha-
reformular nuestra pregunta así: ¿hay alguna diferencia en- llar su germen discursivo.
tre los géneros (literarios) y los demás actos de lenguaje? Tomaré mi primer ejemplo de una cultura diferente de
Rezar es un acto de habla; la plegaria es un género (que la mía: la de los Lubas, habitantes del Zaire; lo escojo por
puede ser o no literario): la diferencia es mínima. Pero, por su relativa simplicidad 1, «Invitar» es un acto de habla de
poner otro ejemplo: narrar es un acto de lenguaje, y la no- los más comunes. Podría limitarse el número de fórmulas
vela, un género donde evidentemente se narra algo; sin em- utilizadas y obtenerse de tal forma una invitación ritual,
bargo, la distancia es grande. Tercer caso: el soneto es sin como la que se practica entre nosotros en algunos casos so-
duda un género literario, pero no existe la actividad ver- lemnes. Pero entre los Lubas existe además un género li-
bal «sonetear»; por lo tanto, hay géneros que no proceden terario menor, proviniente de la invitación, que se practi-
de un acto de lenguaje más simple.
1 Debo todas las informaciones concernientes a los géneros litera-
En suma, pueden concebirse tres posibilidades: o el gé-
rios de los Lubas y su contexto verbal a la amabilidad de la señora Clé-
nero, como el soneto, codifica propiedades discursivas co- mentine Faik-Nzuji.
El. ORIGEN DE LOS GÉNEROS 43
42 TZVE'Ii\N TODOROV

también a comer una pasta; no sólo se acepta la invitación,


ea incluso fuera de su contexto de origen. Por ejemplo, «yo»
sino que se desea estar acompañado;
invita a su cuñado a entrar en su casa. Esta forma explícita
4) una repetición de la misma situación narrativa, pe-
sólo aparece, sin embargo, en los últimos versos de la in-
ro que comporta:
vitación (29-33; se trata de un texto rimado). Los veintio-
5) una valoración en los actores que asumen el mismo
cho versos precedentes contienen un relato, en el que «yo»
papel: primero los niños, después el perro.
se dirige a casa de su cuñado, y éste es quien lo invita. Vea-
Esta enumeración, por supuesto, no es exhaustiva, pe-
mos el principio del relato:
ro puede damos una idea de la naturaleza de las transfor-
Yo fui a casa de mi cuñado, maciones que sufre el acto de lenguaje. Se dividen en dos
Mi cuñado dice: buenos días, grupos que podrían llamarse: a) internas, en las que la
Y yo le digo: buenos días tengas. derivación se produce en el interior mismo del acto de len-
Momentos después, él dice: guaje inicial; es el caso de las transformaciones 1 y 3 en
5 Entra en casa, etc. 5; Y b) externas, en las que el primer acto de habla se
El relato no se acaba aquí; nos lleva a un nuevo episo- combina con un segundo acto, según una u otra relación
dio en el que «yo» pide que alguien le acompañe a comer; jerárquica; es el caso de la transformación 2, en la que «in-
el episodio se repite dos veces: vitan> se inserta en «relatar».
Tomemos ahora un segundo ejemplo, también de la
Yo digo: cuñado mío, misma cultura luba. Partiremos de un acto de habla más
10 Llama a tus niños, esencial aún: nombrar, atribuir un nombre. En Francia,
Que coman conmigo esta pasta. la significación de los antropónimos se olvida siempre; los
Cuñado dice: ¡bueno! nombres propios significan por evocación de un contexto
Los niños han comido ya, o por asociación, no gracias al significado de los morfemas
Ya se han ido a dormir.
que los componen. Este caso es posible entre los Lubas,
15 Yo digo: bueno,
¡También estás tú, cuñado! pero al lado de esos nombres desprovistos de significado
Llama a tu gran perro. se encuentran otros cuyo significado es completamente ac-
Cuñado dice: ¡bueno! tual y cuya atribución está, además, motivada por ese sig-
El perro ha comido ya, nificado. Por ejemplo (no señalo los tonos):
20 Ya se ha ido a dormir, etc.
Lonji significa «Ferocidad"
Sigue una transición compuesta de algunos proverbios, Mukunza significa «Claro de piel»
y al final se llega a la invitación directa, dirigida esta vez Ngenyi significa «Inteligencia»
por «yo» a su cuñado. Aparte de estos nombres en cierto modo oficiales, un
Sin tan siquiera entrar en detalles, podemos constatar individuo puede tener motes, más o menos estables, cuya
que entre el acto verbal de invitación y el género literario función puede ser el elogio o simplemente la identificación
«invitación» del cual es un ejemplo el texto precedente, tie- a través de los rasgos del individuo, como, por ejemplo,
nen lugar varias transformaciones: su profesión. La elaboración de esos motes los acerca ya
1) una inversión de los papeles de locutor y destinata- a formas literarias. Veamos algunos ejemplos de una de las
rio: <<yo»invita al cuñado, el cuñado invita a «yo»; formas de esos motes, los makumbu, o nombres de elogio:
2) una narrativización, o, más exactamente, la inserción
del acto verbal de invitar en el de relatar; obtenemos, en Cipanda wa nshindumeenu, viga en la que uno se apoya.
lugar de una invitación, el relato de una invitación; Dileji dya kwikisha munnuya, sombra bajo la cual uno se re-
fugia.
3) una especificación: no sólo se es invitado sin más, sino
44 TZVE'IA.N 'l'ODOROV EL ORIGEN DE LOS GI~NEROS 45

Kasunyi kaciinyi nkelende, hacha que no teme los espinos, so se produce un acontecimiento al cual cuesta trabajo ha-
llarle una explicación natural. Lo que codifica el género es
Vemos que los motes pueden considerarse como una una propiedad pragmática de la situación discursiva: la ac-
expansión de los nombres. En uno y otro caso se descri- titud del lector, tal y como el libro la prescribe (y que el
ben los seres tal cual son o tal cual debieran ser. Desde el lector individual puede adoptar o no). Este papel del lec-
punto de vista sintáctico, se pasa del nombre aislado (subs- tor no está implícito la mayoría de las veces, sino que está
tantivo o adjetivo substantivado) al sintagma compuesto de representado en el texto mismo por los rasgos de un per-
un nombre más una relativa que lo califica. Semánticamen- sonaje-testigo; la identificación de uno con otro se facilita
te, se pasa de las palabras tornadas en un sentido literal por la atribución a este personaje de la función de narra-
a las metáforas. Estos motes, al igual que los nombres mis- dor: el empleo del pronombre de primera persona «yo» per-
mos, también pueden aludir a proverbios o refranes co- mite al lector identificarse con el narrador, y también con
rrientes. el personaje-testigo que duda acerca de la explicación que
Por último, existe entre los Lubas un género literario ha de dar a los sucesos ocurridos.
muy fijado -y muy estudiado- que se llama el kasala. Son Dejemos de lado, para simplificar, esta triple identifi-
cantos de dimensiones variables (que pueden sobrepasar los cación entre lector implícito, narrador y personaje-testigo;
ochocientos versos), que «evocan las diferentes personas y admitamos que se trata de una actitud del narrador repre-
acontecimientos de un clan, exaltan con grandes alaban- sentado. Una frase que se encuentra en una de las novelas
zas a sus miembros difuntos y/o vivos y declaman sus ha- fantásticas más representativas, el Manuscrito encontrado en
zañas y proezas» (Nzuji). Se trata otra vez de una mezcla Zaragoza de Potocki, resume emblemáticamente la situación:
de características y de elogios: se indica, por una parte, la «Llegué casi a creer que unos demonios habían animado,
genealogía de los personajes, situando a unos con respecto para engañarme, los cuerpos de los ahorcados». Se nota la
a los demás; por otra, se les atribuyen cualidades destaca- ambigüedad de la situación: el acontecimiento sobrenatu-
das; estas atribuciones incluyen frecuentemente motes co- ral es designado por la proposición subordinada; la princi-
mo los que acabamos de ver. Además, el bardo interpela pal expresa la adhesión del narrador, pero una adhesión
a los personajes y les conmina a comportarse de manera modulada por la aproximación. La proposición principal
admirable. Como puede verse, todos los rasgos caracterís- implica, por tanto, la inverosimilitud intrínseca de lo que
ticos del kasala estaban contenidos en potencia en el nom- sigue, y constituye, por eso mismo, el marco «natural» y
bre propio, y aún más en esa forma intermedia que supo- «razonable» en que el narrador quiere mantenerse (y, por
ne el mote. supuesto, mantenernos.).
V olvamos ahora al terreno más familiar de los géneros El acto de lenguaje que se halla en el origen de lo fan-
de la literatura occidental para intentar saber si pueden ob- tástico es, por consiguiente, simplificando incluso un poco
servarse en ellos transformaciones parecidas a las que ca- la situación, un acto complejo, Podría reescribirse así su
racterizan a los géneros lubas. fórmula: «Yo» (pronombre cuya función se ha explica-
Tomaré como primer ejemplo el género que yo mismo do) + verbo de actitud (como «creer», «pensar»,
he tenido que describir en Introducción a la literatura fantásti- etc.) + modalización de este verbo en el sentido de la in-
ca. Si mi descripción es correcta, este género se caracteri- certidumbre (modalización que sigue dos caminos princi-
za por la indecisión que debe experimentar el lector acer- pales: el tiempo del verbo, que será el pasado, permitiendo
ca de la explicación natural o sobrenatural de los sucesos así la instauración de una distancia entre narrador y per-
mencionados. Más exactamente, el mundo que se descri- sonaje; y los adve ::úos de modo, como «casi» y «quizás»,
be es, por supuesto, el nuestro, con sus leyes naturales (no «sin duda», etc.) + proposición subordinada describiendo
estamos en lo maravilloso), pero en el seno de este univer- un suceso natural.
46 'J'ZVE'IAN TO[)OROV
EL ORIGEN DE LOS GI\NEROS 47
Con esta forma abstracta y reducida, el acto de lenguaje
sulta evidente: es la que resume el prefijo «auto-», y que
«fantástico» puede encontrarse, por supuesto, fuera de la
permite distinguir la autobiografía de la biografía o de las
literatura: será el de una persona que refiere un suceso que
Memorias. La primera es más sutil: separa la autobiogra-
se sale del marco de las explicaciones naturales, cuando,
fía (exactamente igual que la biografía y las Memorias) de
pese a todo, esa persona no quiere renunciar a ese mismo
la novela, pues ésta estaría impregnada de elementos to-
marco, y nos da a conocer su incertidumbre (situación tal
mados de la vida del autor. Esta identidad distingue, en
vez rara en nuestros días, pero en cualquier casó perfecta-
suma, los géneros «referenciales» o «históricos» de los gé-
mente real). La identidad del género está absolutamente
neros «ficcionales»: la realidad del referente está claramente
determinada por la del acto de lenguaje; lo cual no quiere
indicada, puesto que se trata del autor mismo del libro, per-
decir, sin embargo, que ambos sean idénticos. Ese núcleo
sona inscrita en el registro civil de su ciudad natal.
se enriquece con una serie de amplificaciones, en el senti-
do retórico: 1) una narrativización: hay que crear una si- Así pues, tenemos que vérnoslas con un acto de len-
tuación en la que el narrador acabará formulando nuestra ?uaj~ que ~odi~ca a la vez propiedades semánticas (lo que
frase emblema, o uno de sus sinónimos; 2) una gradación, implica la identidad narrador-personaje: hay que hablar de
o al menos una irreversibilidad en la aparición de lo so- sí mismo) y propiedades pragmáticas (en cuanto a la iden-
brenatural; 3) una proliferación temática: ciertos temas, co- tidad autor-narrador, se pretende decir la verdad y no una
mo las perversiones sexuales o los estados próximos a la ficción). Con esta forma, este acto de lenguaje está extre-
locura, serán preferidos a los demás; 4) una representación madamente difundido fuera de la literatura: se practica cada
que, por ejemplo, aprovechará la incertidumbre que uno vez que se narra. Es curioso advertir que los estudios de Le-
puede tener al elegir entre el sentido literal y el sentido fi- j::me en l~s cuales me baso aquí, so capa de una descrip-
gurado de una expresión. Todos estos son temas y proce- Clan del genero, de hecho, han fijado, sobre el particular
dimientos que he intentado describir en mi libro. la identidad del acto de lenguaje, pese a ser únicamente
No hay, pues, desde el punto de vista del origen, nin- su núcleo. Este deslizamiento de objeto es revelador: la iden-
guna diferencia de naturaleza entre el género fantástico y tidad del género le viene dada por el acto de lenguaje que
los que veíamos en la literatura oral luba, aun subsistien- está en .su origen, relatarse; lo cual no impide que, para
do diferencias de grado, o lo que es igual, de complejidad. convertlrs: en género literario, este contrato inicial tenga
El acto verbal que expresa la duda «fantástica» es menos que expenmentar numerosas transformaciones (que no nos
común que el que consiste en nombrar o invitar; pero no preocupan en este momento).
deja de ser, por ello, un acto verbal como los demás. Las ¿Qué ocurriría con los géneros aún más complejos to-
transformaciones que experimenta hasta llegar a género li- davía, como la novela? No me atrevo a lanzarme a la for-
terario son tal vez más numerosas y variadas que aquellas mulación de la serie de transformaciones que presiden su
con las que nos familiarizaba la literatura luba, pero son, nacimiento: pero, pecando sin duda de optimismo, diré que,
también, de la misma naturaleza. aquí también, el proceso no parece que sea cualitativamente
La autobiografía es otro género propio de nuestra so- distinto. La dificultad de estudio del «origen de la nove-
ciedad que se ha descrito con tanta precisión como para la», desde este punto de vista, radicaría en el infinito en-
que podamos investigado desde nuestra perspectiva ac- cajonamiento de actos de lenguaje unos dentro de otros.
tual ". En dos palabras, la autobiografía se define por dos Arriba del todo de la pirámide estaría el contrato ficcional
identidades: la del autor con el narrador, y la del narra- (e~ ~e~ir, la codificación de un~ propiedad pragmática), que
dor con el personaje principal. Esta segunda identidad re- eXIgIna .a su vez la alternancia de elementos descriptivos
y narratrvos, o, lo que es igual, describiría los estados in-
móviles y las acciones que se desarrollan en el tiempo (nó-
2 Concretamente, pienso en los estudios de Philippe Lejeune.
tese que estos dos actos de habla están coordinados entre
48 TZVE'Ii\ I 'IDDOROV

sí y de ninguna manera encajados como en los casos pre-


cedentes). Se sumarían a ello constricciones concernientes
al aspecto verbal del texto (la alternancia del discurso del
narr~dor y del de los personajes) y su aspecto semántica
(la vida personal con preferencia a los grandes frescos de GÉNEROS HISTÓRICOS / GÉNEROS TEÓRICOS.
época), y así sucesivamente ... REFLEXIONES SOBRE EL CONCEPTO DE
La rápida enumeración que acabo de hacer no parece LO FANTÁSTICO EN TODOROV
por lo demás, en nada diferente, a no ser por su brevedad CHRISTINE BROOKE·RoSE
y esque~atismo, de los estudios que se han consagrado ya Universidad IÚ París V/JI (Vincennes}
a es~e genero. Y, pese a todo, no es así: faltaba esta pers-
pectiva -¿desplazamiento Ínfimo?, ¿tal vez ilusión ópti-
ca?- que permite ver que no existe un abismo entre la li-
teratura y lo que no lo es, que los géneros literarios tienen En su obra sobre literatura fantástica (1970) Tzvetan
su origen, lisa y llanamente, en el discurso humano. Todorov plantea el tema de la oposición existente entre gé-
neros literarios teóricos y géneros literarios históricos. Lo
plantea en primer lugar como caso concreto, a través de
una crítica de los modos de Frye, y más tarde, desde un
punto de vista general, como parte de una dicotomía más
amplia entre teoría (o Poética) y la más empírica tradición
de la crítica. Me ocuparé primero de estos dos aspectos y
posteriormente de otros más concretos, aunque menos im-
portantes, relacionados con la actividad teórica de Todorov.

1. MODOS DE FRYE

A Northrop Frye se le tiene generalmente por un teó-


rico, y como tal probablemente se vea él a sí mismo. Sin
duda su Anatomy 01 Criticism (1957) resultó innovadora y
constituyó uno de los primeros estudios ingleses que insis-
tieron, en primer lugar, en la literalidad del texto (que a
veces también se ha llamado «literariedad» para evitar po-
sibles confusiones con el otro sentido del término «literal»),
y que equivale a lo que J akobson llama función poética,

Título original: «Historical genresltheoretical genres: Todorov on the


fantastic», publicado como capítulo 3 del libro A Rhetoric o/ the Unreal.
Studies in narratue and structure, especiall.yo/ the Faruasiic, Cambridge, Cambridge
University Press, 1981, págs. 55-71. Se trata de una nueva versión del
artículo aparecido en Neto Literary History VIII, 1, 1976, págs. 145-158.
Traducción de Paloma Tejada. Texto traducido y reproducido con auto-
rización del editor.
,;(:NEROS HISTÓRIC()S/GI::NEROS TI';()RICOS
51
50 CHRISTINE IlROOKE-ROSE
Pero el diagrama pone de manifiesto la falta de lógica y
en oposición a la referencial; y, en segundo lugar, en un el enredo discursivo en que ha caído Frye:
tipo de análisis que describe y explica, sin valorar ni en-
juiciar nada, lo que supone ejercer la crítica literaria.
PERSONAL INTELECTUAL
Con todo, Frye piensa más como crítico -y muy bri-
llante- que como teórico. Todorov cita varios ejemplos, romance confesión
INTROVERTIDO
de los cuales yo discutiré aquí dos con más detalle que él, anatomía
EXTRAVERTIDO novela
para mostrar exactamente en qué radica la diferencia.
El primero aparece en el cuarto ensayo de Frye, «Theory
of Genres», donde el autor aborda la diferencia existente Introvertido/extravertido es una oposición lógica, pero
entre novela y romance y establece que, aunque ambos son personal/intelectual no lo es. Lo que se opon: a ~ersonal es
géneros «personales», la novela es un género extravertido y o bien no personal, o bien impersonal (cont~adlcto~lO c.on- y
el romance un género introvertido. Esto puede parecer arbi- trario, respectivamente, o siguiendo el mlsm.o eje sernico ,
trario, ya que Frye acaba de demostrar que los personajes lo contrario podría ser universal, general, multztud,. etc)- Lo
del romance son arquetipos (y, por tanto, generales), no in- que se opone a intelectual es, por el lado .con~ra:hctono., no
dividuos. Este tipo de decisiones arbitrarias, sin embargo, intelectual, y por el contrario, según el eje serruco elegido,
son parte del razonamiento teórico: uno postula una hipó- corporal, emotivo, psíquico, práctico 1, etc. ..'
tesis y después comprueba cómo se resuelve. Si suponemos El resultado es que el único género establecidc sin nm-
que con «arquetipo» Frye está refiriéndose a los movimientos guna ambigüedad es el último, la anatomía, al que ~rye lle-
psíquicos fundamentales (colectivos e individuales), pode- ga por la vía teórica, aunque basándose en prerrusas en-
mos aceptar, por ahora y con reservas, la hipótesis de que
el romance es personal e introvertido y la novela personal , En el rectángulo lógico (usado por GREIMAS en relación al nivel
y extravertida. más profundo de su «gramática» narrauva --:-1970: 135-55. y 1976---::
Frye aborda después la «confesión» o autobiografía y llamada les structures élémentazres de la szgnijlcatzon), un slgOlficado S, (di

(S. Agustín, Rousseau), y llega a la conclusión, empÍrica- gamos blanco) tiene un contrarIO S2 (digamos negro, aunque en un eje
sémico distinto, el contrario podría ser TOJO, por ejemplo); cada SIgnifi-
mente, de que este género «casi siempre» tiene un interés
cado tiene además su contradictorio (no-S, o S,; no-S2.0 S2)' que a di-
predominante teórico e intelectual. Por tanto, lo denomi- ferencia de blanco/negro, es siempre su negación pura y Simple: no-blanco,
na intelectual. no-negro. Por tanto, las dos relaciones verticales (descendente s) :on re-
ASÍ, de un modo discursivo, Frye desemboca en cua- laciones de implicación (negro Implica no-blanco, pero no al reyes).
tro categorías: personal, extravertido, introvertido e intelectual. Las
tres primeras corresponden a la novela y el romance (ambos CONTRARIO

personales, una extravertida y otro introvertido), y sólo la S2


SI I
última a la confesión. Y es aquí donde observamos que Frye I I
I I
utiliza un razonamiento verdaderamente teórico: si hay cua- I I
tro categorías, debe haber un cuarto género literario, y lo I I
I I
encuentra en la sátira menipea, que él prefiere llamar «ana- I I
I I
tomía». Así, la confesión y la anatomía son ambas inte- I .¡.
lectuales, pero la primera es introvertida y la segunda ex- •• SI
travertida; con ello se logra equilibrar perfectamente los S2

niveles de categorías atribuidos a la novela y el romance.


v. también GRElMAS (1976) para la aplicación práctica al relato de
Todorov no critica realmente este párrafo. Únicamen-
Maupassant Deux amis.
te lo resume y añade un diagrama sin comentar nada más.
52 CI-IRISTINE IlROOKE-ROSI': GÉNEROS HISTÓRIC;OS/CI~NEROS TléÓRICOS
53

debles; de manera inversa, la confesión es por definición


«personal», incluso aunque en los casos históricos citados
(y quizá en todos los casos históricos) resulte además ideo- TABLA 1
lógica, intelectual. Teóricamente, según esta oposición tan
peculiar, la confesión debería ser personal; históricamen- INFERIOR
SUPERIOR
te, según los ejemplos elegidos, se vuelve contra el género
respecto a en respecto a
literario teórico y es intelectual, aunque sin duda podrían en
encontrarse otros ejemplos que fueran puramente persona- carác. grado hombre Natur. carác. grado hombre Natur.
les. De hecho, la lógica del esquema es incorrecta.
Otro ejemplo, más de acuerdo con el objetivo de este Mito + + + + (+ + + + 0
artículo, es la crítica que hace Todorov de la «Teoría de Romance - + + + (- + + + 0
- - - Irónico
los modos» de Frye. La teoría asume como criterio el po- Altomimético - + + + +

der de acción del héroe que puede ser superior, inferior o Bajomimético - - + - - - + - Bajomimético

igual en grado y carácter al poder humano o al de la Na- + + + -) (+ + + - 0


0
turaleza. Partiendo de estas categorías ya podemos pronos- - + +) (+ - + + 0
0 +
ticar una cierta complejidad, pero Frye de hecho no las + - + -) (+ - + - 0
0
plantea así; él presenta cinco modos sucesivos, seleccionando
determinadas categorías para cada uno de ellos de manera
razonada y, por supuesto, muy convincente.
Todorov señala en primer lugar que una unidad, el hé- Siete a cada lado, de las cuales dos son equivalentes,
roe (que no se define en ningún momento), se compara con por lo que se obtiene un total de. trece. El gráfic~ r~vela
otras dos: la Naturaleza y el lector (en un texto «la gente» incidentalmente el vínculo que existe de manera mtrmse-
sólo podemos ser nosotros). Tenemos, por tanto, dos po- ea en el lado superior entre lo alto-mimético y lo iró~ico,
los desiguales: héroe (es decir, hombre, superhombre o dios) siendo este último el único género situado en el lado «infe-
frente a Naturaleza; héroe frente a lector. En segundo lu- rior», pero con idénticas subcategorías. Más de acuerdo con
gar, la relación superior/inferior se divide en dos: cualita- mi argumentación, dicho cuadro mU,estra.que tod,as las per-
tiva (carácter), y cuantitativa (grado). Semejante compli- mutaciones que aparecen entre paréntesis son generas p~-
cación no tendría importancia si se utilizara correctamente sibles desde el punto de vista teórico y basados en los cri-
desde un punto de vista teórico. terios elegidos. Por ejemplo, en ciencia ficción el poder del
La crítica más pertinente de Todorov corresponde, pre- héroe (si el héroe no es un hombre de carne y hueso) po-
cisamente, a la noción de géneros históricos y teóricos. Ha- dría ser de carácter superior únicamente respecto al poder
biendo postulado estas categorías, Frye no agota de hecho del hombre, pero no respecto al de la Naturaleza, o de ca-
todas las posibilidades. La categoría «carácter» se aplica una rácter y grado superior (o inferior) respecto al del hombre,
sola vez, lo mismo que la categoría «inferior». De las pre- pero no respecto al de la Naturaleza; tomemos como ejem-
misas dadas surgen realmente trece posibilidades, y no cin- plo, aunque no sean héroes, los ,~ollum, los .orcos y los enanos
co. Todorov no las da, pero para la presente argumenta- de Tolkien, pero no los elfos m los hechiceros, .que perte-
ción es fácil recomponerlas en forma de tabla «<hombre» necen propiamente al romance. Al menos es posible conce-
no es permutable, ya que el lector está siempre presente, bir un héroe de tales características. El héroe de Plus de
e «igual» puede eliminarse, ya que es equivalente a «ni su- McElroy, pongamos por caso, es u~ cerebro humano en
perior ni inferior», lugar en el que Frye sitúa lo bajo- órbita que empieza a desarrollar miembros, pe;-o al final
mimético): muere al caer atraído por el Suelo. Por ello, podnamos con-
54
C/-IRISTINE IlROOKI:-I«)"I-:
(;I~NEROS HISTÓRICOS/C;¡':NEROS TEÓRICUS 5.5
siderarlo en lo que al grado -no al carácter- se -refiere
inferior al hombre y a la Naturaleza, con 10 que Plus se bles de coordinar, ya que se b~sa.n en distintos tipos de pre-
situaría en la (inexistente) categoría que se opone al roman- misas, detrás de las cuales -msIste Todorov- se esconde
ce bajo el epígrafe «inferior», y así, el resto de las combi- otro postulado, concretamente que:
naciones son todas posibles, de acuerdo con los criterios de
Frye. Las estructuras formadas por fenómenos litera:-ios se ma-
Para ilustrar con ejemplos la noción de los criterios teó- nif, iestan al mismo nivel que estos fenómenos -es deCl,r'. que es-
.
tas estructuras son directamente o b serv.ables-
..' Lévi-Strauss I
ricos, Todorov cita a Platón, que divide la narrativa en tres
sostiene por e! contrario, que: «e! pnnClplO fundamenta
tipos: a) aquella en la que habla el narrador; b) aquella en
lo constituye e! hecho de que la noción de ,estruct.ura so-
la que hablan los personajes, y e) una tercera, mixta. La cia! no está relacionada con la realidad .empmc~, smo con
división que Platón lleva a cabo no se basa realmente en e! modelo constituido de acuerdo con dicha realidad». Pa-
géneros con existencia histórica, sino en el supuesto teóri- ra simplificar, podríamos decir q~e para Frye el b~squ~
co de que el acto que habla es central para la narrativa, el mar forman una estructura básica; para un es.tl uctu
de la misma manera que la teoría de Frye está basada en ~alista, por e! contrario, estos dos fenómenos ~,alllfiesta~
el supuesto teórico de que el poder del héroe es central pa- una estructura abstracta que es una construcClo? .ment
ra la ficción. y que dispone en polos opuestos, digamos, lo estanco y lo
dimamlco...
,. El bosque y el mar pueden verse con d frecuen-
Lo que Todorov reprocha a Frye es que base su teoría
cia como polos opuestos y, por, tan~o, forman o una, «~s-
sobre criterios que después no aplica correctamente. Es co-
tructura» pero no tienen por que; mientras que I~ .e,statlco
mo si hubiera empezado, por el contrario, con cinco mo- y lo diná~ico forman necesariamente una Opos~clOn que
dos existentes, a los que habría llegado empíricamente, y puede manifestarse en la de! bosque y e! mar" .
después hubiera aplicado empíricamente los criterios, a los
que también habría accedido por esta misma vía. Este tipo de confusión lleva a Frye a otras categorías,
En cierto sentido es absurdo reprochar a Frye, hombre como las cuatro estaciones del año, las. cuatr.~ parte,s del
de inmensa sabiduría y alcance, que no haya tenido en día, los cuatro elementos, etc., cuya mamI?u~aclOn. (que t~x-
cuenta ejemplos inexistentes. Ni esto tampoco constituye tos representan qué estación) resulta subjetiva e ImpreslO-
un reproche, sino más bien una observación relativa al ra- nista. . ., rÓ»

zonamiento teórico frente al crítico. La teoría de los mo- Otra inconsistencia observable en la aplicación teon~~,
dos de Frye es una teoría de modos históricos, no teóricos. que no apun, ta Todorov es la de la oposición entre «naif»
. .
Desde el momento en que Frye nos dice explícitamente que y «so fiistica
. d o». El loable afán de Frye por rechazar mSIS-
su teoría es histórica (e incluso cíclica), la crítica de To- tentemente cualquier valoración le condu~e a est~ble~er ~sta
dorov queda injustificada. Desde el momento en que Frye diistmcion
. . , p,ara el romance aún sin definir los termmos,, 1el
define su obra crítica con el apelativo de teórica, Todorov, "romance naif» revela las estructuras de una ~a~era ~as e a-
en un sentido estricto, tiene razón. Frye es un crítico de ra Esta noción se halla en la base del movImIento. o~ma-
teorías brillantes, pero no el teórico por el que con frecuen- lista ruso (v. Propp, sobre el cuento ruso) y del movimiento
cia se le toma, y sin duda podemos sentirnos satisfechos, Estructuralista (V. Eco, sobre los relatos de James Bond).
ya que ello evidentemente no resta ningún valor a su apor-
tación, consistente en orientar la crítica hacia aspectos más .2 The [antastic,., pags. 17-18 '. La cita tomada de LEVI-STRAUSS(en
. t .
«teóricos», tal y como lo definíamos en las líneas iniciales 1 -, d R HOWARD traducida directamente de Todorov con o
a versión e -, l d de Claire Ja-
de este ensayo. El avance fue enormemente importante, pe- da probabilidad) procede de Structural Anthropo ogy, tr~ - y k 1967)
cobson y Brooke Grundfest Schoepf (Carden City , . or, .'
ro quizá no lo bastante coherente. Las diferentes teorías que , 271- "El término "estructura social" no tiene nada que ver con
sostiene, como ha señalado W. K. Wimsatt, son imposi faa~~alid~d empírica, sino cun los modelos que se construyen a partir
de la misma».
56 ¡;¡::NI:ROS HIST(lRICOS/(;¡::NEROS TI':ÓRICOS 57
CHRISTINE IlROOKE.ROSE

Pero Frye abandona el principio cuando se trata de rno- ra popular, con sus argumentos sentimentales y sus h~sto-
~os distintos a éste, probablemente porque en el corpus uti- rias de aventuras. «Esto ocurrió con la literatura grIega
hzado encontró «romances naif», pero no «tragedias naif». después de la Comedia Nueva, cuando surgió el romance
Su siguiente libro constituye de hecho un desarrollo com- griego; ocurrió a finales del siglo XVlll en Inglaterra, cua~-
pleto de esta oposición. Ambas obras nos presentan teorías do surgió la literatura gótica; y está empezando a ocurr~r
históricas de lo que realmente ocurrió. Ésta concretamen- ahora tras el declive de la ficción realista». Frye se mam-
te es una teoría cíclica y como teoría histórica cíclica «fun- fiesta aquí tímidamente, ya que el fenómeno había empe-
ciona». Frye dice, por ejemplo, que después del modo iró- zado a ocurrir antes de su «ahora» y precisamente sus teo-
nico se retorna inevitablemente (por razones existenciales rías anteriores abordan el tema de manera implícita. La
explica) al modo mítico (joyce, Pound, ete.), yel ciclo vuel- explicación que ofrece no es cíclica en este caso, sino pen-
ve a empezar. Y, efectivamente, hoy en día estamos obser- dular.
vando una vuelta al modo romance, en el sentido no de que Podría añadir que esta teoría expone una visión dia-
éste hubiera dejado de existir, sino de que los escritores «se- metralmente opuesta a la de algunos escritores, por ejem-
rios» vuelven a él y que los críticos reconocen «seriamen- plo Nathalie Sarraute (1956), para quien los verdaderos rea-
te» su importancia, tal y como Frye lo describe en The se- listas son los llamados formalistas, que intentan por todos
cular Scripture (1976). En esta obra, Frye establece otra di- los medios ver la realidad de una forma nueva y hacer surgir
visión entre lo mítico y lo legendario o fabuloso; lo mítico formas nuevas que capten esa realidad nueva y poco fami-
representa «el principal grupo de historias que se encuen- liar. Mientras que los llamados realistas son, de hecho, for-
tra en el centro de la cultura verbal de una sociedad», y malistas, en el sentido de que son esencialmente cronistas,
lo fabuloso «<es difícil hacer derivar un adjetivo de la pala- más o menos perspicaces, que buscan con tesón, pero que
bra "cuentot») representa «el grupo periférico, considerado ven lo que toda persona inteligente vería y que, en aras
por la propia sociedad en la que surge -no necesariamente de una fácil comprensión, vierten la realidad exterior en
por nosotros- como menos importante». La épica, la tra- formas que ahora nos resultan familiares, surgidas de los
gedia y la Biblia, por ejemplo, conforman «áreas míticas escritores experimentales de la generación anterior; en ver-
centrales» para la civilización griega o judeo-cristiana, mien- dad podría decirse que su propia visión está condicionada
tras que los cuentos, las leyendas y el romance, aunque no por formas que hoy en día resultan diluidas y estereotipa-
consntuyen un modelo central totalizador en este sentido das. Evidentemente esto puede comprobarse con toda cla-
crean una tradición periférica de historias interconectada~ ridad (dada la rapidez con que se produce) en el cine y la
que reproducen, de formas diversas y originales, un nú- televisión, donde las bromas poco naturales de los llama-
mero limitado de modelos que representan el núcleo de fic- dos escritores experimentales pronto quedan convertidas en
ción. A esto Frye le da el nombre de literatura «secular» clichés. De ahí que sean escritores experimentales y no for-
y lo ?istin~e ,del gr~po central mediante una fórmula muy mas populares las que regalvanizan las formas que Sarraute
sencilla (quizá excesivamente sencilla): el romance utiliza la considera «agotadas». Sin embargo, la propia teoría de Sa-
narrativa del «y entonces», mientras que la tradición cen- rraute se puede incluir en la tradición «elitista, mítica y cen-
tral (mítica) -tragedia, épica y su avatar, la novela- uti- tral» de Frye que, a su vez, está sin lugar a dudas agota-
liza la narrativa del «de ahí que»; es decir, intenta ocultar da, de modo que estamos asistiendo a una vuelta al roman-
su naturaleza arquetípica presentando una acción como un ce por parte de la crítica seria: la ciencia ficción -que es
complejo de causa y efecto.
una forma de romance-, y el esfuerzo más naif de Tol-
Siempre que las convenciones desarrolladas por la lite- kien por hacer revivir el romance, Lovecraft y otros, los co-
ratura elitista, compleja, central se agotan, se produce una mies, el retorno al género gótico de los medios de comuni-
vuelta a las formas y los temas más sencillos de la literatu .. cación, etc.
58 CHRISTINF IlROOKI':-R()SF
C;(:NFROS fl[STÓRICOS/G(~NER()S TEÓRICUS 59
Queda por ver si esto tendrá el efecto galvanizactor que
posibles de prever de acuerdo con Lem y sin duda con. otros
anunciaba Frye. Según su teoría anterior, a esta fase de
críticos tradicionales (y, por tanto, rechazadas o malinter-
romance debería seguir una vuelta a lo alto-mimético, a pe-
pretadas), pueden, sin embargo, verse conteI?pl.adas des-
sar de la «muerte de la tragedia».
de el punto de vista teórico, según unos cntenos dados
cualesquiera.
Il. CRÍTICA A LA NOCIÓN DE «GÉNEROS TEÓRICOS»
De hecho Lem en un nivel más general no establece
-como tampoco lo hace Frye- la propia distinción que
Stanislas Lem -él mismo escritor de ciencia ficción- Todorov resaltó con tanto énfasis entre estructura abstrac-
adopta la crítica de Todorov para criticarla, a su vez, des- ta y manifestación, una distinción fundamental en lingüís-
de un punto de vista tradicional, y para ello aduce que la tica entre lengua y habla (lanoue/parole).
consideración de géneros teóricamente posibles constitui- Realmente las restantes críticas de Lem nos hacen po-
ría una historia de la humanidad apriorística, imposible de ner en duda ~ue él mismo haya enten~ido los princip~os
verificar empíricamenn-.'. Lem señala que Todorov desco- teóricos: por ejemplo, se define contrano a las categonas
noce la distinción entre taxonomías naturales y culturales. binarias mutuamente excluyentes de Todorov, tales como
Las clasificaciones de la Naturaleza -dice- no exigen una natural/sobrenatural,' racional/irracional y (sic) lectura poética/lec-
reacción por parte de los objetos (animales y plantas) cla- tura alegórica. Dejando a un lado la cuestión. m~s general de
sificados, mientras que las clasificaciones culturales se vuel- las oposiciones binari as y su validez, el atribuir a Todorov
ven sobre los fenómenos clasificados, actúan como catali- lectura poética/lectura alegórica como términos excluyen-
zadores, de manera que, por ejemplo, una relación finita tes entre sí demuestra, de hecho, la mala interpretación de
de géneros incitará a la rebelión y a partir de ahí a la alte- Lem. Todorov no establece una oposición entre una y otra
ración de los géneros existentes o a la creación de géneros lectura (como estructuralista no podrí~), .sino que las u?e
nuevos. Es, por tanto, un pronóstico autodestructivo, y el como agentes destructores de lo «fant~s.tlco puro»,. segun
autor de dicha lista puede convertirse (quizá inconsciente- su propia definición (v. infra). ~as Oposlclones,q~e CIta son:
mente) en coautor de mutaciones creativas. poético frente a fictivo (lo cuall~cluye lo fanta~tl~o), y ale-
Este argumento empírico contra la defensa de géneros górico frente a literal (lo cual mcluye lo fantástico).
teóricos es algo extraño y puede que, incluso, contradicto-
rio en sí mismo. Es extraño porque implica que una lista
de todas las posibilidades teóricas derivadas de unos crite- IIl. Lo FANTÁSTICO COMO GÉNERO TEÓRICO:
rios dados, podría detener la creación o disuadir de ella, LOS TRES REQUISITOS
y que la creación de nuevos géneros sólo puede darse me-
diante la rebelión contra los ya existentes (e indirectamente Pretendo ahora hacer mi propia crítica a la postura de
mediante la publicación de una lista finita); es en sí mis- Todorov, o mejor, puesto que «crítica» es ~na palabra de-
mo contradictorio, porque la mera mención de los géne- masiado fuerte para un autor al que admiro, exponer al-
ros nuevos que habrán de crearse por rebeldía admite las gunos problemas que esta obra me ~a planteado,. al ~e-
posibilidades teóricas. Y éstas, aunque aparentemente im- nos como meros interrogantes. El pnmero no reviste im-
por~ancia, pero al estar relacio~ad~ ~on otros problemas que
l STANISLASLEM, «Tzvetana Todorova fantastycna teoria litera- vaya tratar, lo planteo al prmCIplO. , .
turv» (La fantástica teoría de la literatura de T, Todorov), Teksty, 5, Lem, que se ha opuesto a los gé~:ros teoncos, calla ?-a-
n ." 11, 1973, Estoy muy agradecida a mi colega alga Scherer-Virski turalmente ante esta leve contradicción de Todorov, qUIen
que llevó a cabo una crítica de este artículo en el seminario que reali- habiendo postulado las posibilidades teóricas com~ concept.o,
zamos juntas en la Universidad de París VIII
en la práctica se apoya completamente en los generas his-
60 CHRISTINE IlROOKE-ROSE (;I~NEROS HISTÓRICOS/C;¡::NEROS TEÓRICOS 61

tóricos para elaborar su propia teoría sobre literatura fan- Tal incertidumbre del lector, codificada en el texto, pue-
tástica. Y lo fantástico, según su restringida definición, re- de resolverse a través de una explicación natural (un sue-
sulta haber existido en un período histórico relativamente ño, drogas, superchería, etc.); en ese caso ya no estamos
restringido, el de la novela gótica y las breves secuelas que en lo fantástico puro, sino en lo misterioso (l'étrange). Como
ésta haya podido tener, por razones que Todorov explica: alternativa, es posible que tengamos que aceptar una ex-
a) en términos sociológicos (tabúes decimonónicos) y b) en plicación sobrenatural o que lo sobrenatural sea aceptado
términos históricos (los temas de la literatura fantástica son como tal de principio a fin (poderes mágicos y auxiliares);
absorbidos en general por el psicoanálisis). La única obje- en tal caso, no estamos en lo fantástico, sino en lo maravi-
ción de Lem aquí no se refiere a la confianza depositada lloso (por ejemplo, aquellos elementos de lo sobrenatural
en los géneros históricos, sino a lo reducido del período, aceptado que encontramos en la épica y en la tragedia co-
y cita a Sade quien, a pesar de la libertad existente en el rresponderían a lo maravilloso).
siglo XVIII para expresar perversiones sexuales, utiliza sin El propio Todorov plantea una posible objeción a la idea
embargo la vía alternativa de lo fantástico (aunque -debe de que con tan sólo una explicación en el último momento
decirse- no en el sentido en que lo define Todorov, he- del tipo «se despertó», se puede alterar el género de un texto,
cho, al parecer, ignorado por Lem). pero la rebate utilizando una analogía gramatical: lo fan-
Volveré a la cuestión de la brevedad del período más tástico puro es un género evanescente, como el tiempo pre-
adelante; ahora trataré lo fantástico, tal como lo definió To- sente, mientras que lo misterioso (que nos devuelve -a lo
dorov (1970, trad. 1975). Este autor postula tres requisi- familiar) es como el pasado, y lo maravilloso (que presen-
tos para lo que denomina «fantástico puro»: 1) se debe man- ta fenómenos desconocidos) es como el futuro.
tener hasta el final la incertidumbre del lector (producida, Es cierto que incluso cuando parece que lo maravilloso
desde luego, por la am bigüedad del texto) en lo que res- nos está contando una historia de un pasado lejano, suele
pecta a las explicaciones naturales y sobrenaturales de su- existir un elemento visionario (incluso moralista), un tono
cesos aparentemente sobrenaturales; 2) el personaje prin- que implica una verdad que se perdió, pero que volverá
cipal puede compartir también dicha incertidumbre, es (por ejemplo, Lovecraft, Tolkien). No estoy segura, con to-
decir, ésta puede verse «representada", convertida en' uno do, de que esta analogía nos lleve lejos como postulado teó-
de los temas; el lector, al menos el lector naif, se identifica rico, quiero decir, de que sea utilizable, una hipótesis fuerte,
en ese caso con el personaje principal; y 3) el lector debe como dirían los gramáticas generativos.
adoptar una cierta actitud frente al texto; debe rechazar tan- Lo que significa, de hecho, es que lo fantástico puro
to una lectura poética como una lectura alegórica, que des- no es tanto un género evanescente, sino un elemento evanes-
truyen lo fantástico puro (es decir, la incertidumbre). Es- cente: , la incertidumbre frente a lo sobrenatural puede
tos tres requisitos no tienen igual valor, como dice Todo- durar un período largo o breve y desaparecer con una ex-
rov: el primero y el tercero constituyen el género, mien- plicación. Y aunque Todorov diga que sería erróneo sos-
tras que el segundo puede no cumplirse, aunque «la ma- tener que lo fantástico puede existir únicamente como parte
yoría de los ejemplos» satisfacen las tres condiciones. de una obra, porque hay textos que mantienen la ambi-
De hecho, tanto 2) como 3) dependen de 1) y, por con- güedad justo hasta el último momento (es decir, más allá
siguiente, no se encuentran en el mismo nivel de abstrac- de la narración), él sólo aporta dos ejemplos: The Turn 01
ción. Así, la base de lo fantástico es la incertidumbre del the Screw de H. James y La Venus d'Ille de Merimée. Perso-
lector respecto de si lo que sucede de manera extraña es nalmente no creo que una explicación natural tenga final-
sobrenatural o no. El mero hecho de lo sobrenatural no bas- mente el mismo peso que otra sobrenatural, como ocurre
ta; como señala Todorov, puede aparecer en la épica y en en The Turn 01 the Screio, pero si admitimos la ambigüedad,
la tragedia, pero en ellas no provoca incertidumbre. nos quedamos con sólo dos ejemplos claros (o con uno y
62 CI-IRISTINE BROOKL·]{OSI':
ISTCíR ICOS/(; I~NE¡ZOS 'l'l:(mlcos
C;(:N EROS 1-1 63

medio) (v. la explicación que doy a «The Black Cat» de Poe, contramos en lo fantástico-misterioso; si los hechos no son
en mi libro -1981-). sobrenaturales, sino extraños, horribles, increíbles, estamos
Evidentemente, el dar unos cuantos ejemplos no es más en lo misterioso (con el énfasis depositado en el miedo del
que el resultado fortuito de un trabajo realizado sobre un lector, no en su incertidumbre). En el polo contrario, si lo
corpus determinado, y no excluye la existencia de otros sobrenatural tiene que aceptarse finalmente como tal, esta-
ejemplos históricos. Volveré sobre los aspectos teóricos de mos en lo fantástico-maravilloso; si se acepta como sobre-
esta cuestión en un momento. Pero parece que a Todorov natural de manera inmediata, estamos en lo maravilloso
le. preocupa la escasez de ejemplos aportados, ya que tam- (con el énfasis puesto en el asombro). Probablemente, pues,
bién menciona que «si decidimos seguir con el examen de a la izquierda de la línea, en lo fantástico-misterioso, no
determinadas partes del trabajo, tomadas individualmen- sólo se resuelve la incertidumbre del lector , sino que se des-
te, vemos que omitiendo el final de la narración por de- hacen sus miedos, mientras que a la derecha de la línea,
terminado espacio de tiempo, podemos incluir un número en lo fantástico-maravilloso, el miedo se vuelve asombro.
mucho mayor de textos dentro del género de lo fantástico, Con todo, hay un punto básicamente poco satisfacto-
tales como Saragossa Manuscript de Potocki, que resuelve la rio desde el punto de vista práctico y no teórico, relativo
incertidumbre únicamente al final, o Ines de las Sierras de a esta línea tan estrecha, a este género o, de hecho, a este
~odier, donde el final de la primera parte provoca perple- elemento evanescente. Todorov, por ejemplo, no se mues-
jidad en el lector, ya que el narrador realmente titubea ante tra muy seguro sobre el lugar que debe ocupar «The Black
dos posibles procedimientos: cortar la narración (y quedarse Cat» de Poe, que él menciona dentro de lo fantástico-
en ,lo fantástico) o continuar (y abandonar lo fantástico). misterioso como posible excepción «<quizá») a su argumento
Mas adelante Todorov apunta que las explicaciones ofre- de que los relatos de Poe pertenecen a lo misterioso y no
c~das suelen ser (como en estos dos textos) tan poco plau- a lo fantástico. De hecho resulta completamente ambiguo,
sibles que resultaría más convincente otra de carácter so- lo mismo que ocurre con «The Sandmanvde Hoffmann.
brenatural, de manera que seguimos, como si fuera de un Existe otro aspecto de lo fantástico puro que Todorov
modo retrospectivo, en lo fantástico. Sin embargo, yo creo no señala, y es que si el principal rasgo constituyente de
que el procedimiento de «omitir el final por determinado este género es la ambigüedad total entre dos interpretacio-
espacio de tiempo» resulta un tanto discutible más discu- nes posibles, éste es un rasgo que comparte con los textos
tible en cualquier caso que el de creer que una expresión no-fantásticos, El propio James escribió otros textos ambi-
del tipo «me desperté» (u otra equivalente más extensa) al- guos, aparte de The Tum of the Screio; son textos en los que
tera el género. la ambigüedad interpretativa no se da entre una explica-
Todorov posteriormente elabora dos categorías transi- ción sobrenatural y otra natural (The Lesson of the Master,
torias o subgéneros, de acuerdo con la explicación que se The Figure in the Carpet y, posiblemente, The Sacred Fount;
reciba, o mejor aún, de acuerdo con el momento en que se en estas obras la interpretación «sobrenatural» no está re-
reciba la explicación, es decir, de la duración de la incerti- ferida a espíritus, sino a una transferencia psíquica de ener-
dumbre. El esquema es el siguiente: gía, es decir, algo no necesariamente sobrenatural, sino psí-
quicamente posible para algunos, v. Rimmon, 1977para
misterioso/fantástico-misterioso/ un análisis de estas obras). La ficción moderna también ex-
/fantástico-maravilloso/maravilloso plota la ambigüedad total: en las novelas de Robe - Grillet,
por ejemplo, normalmente resulta imposible decidir entre
Lo fantástico puro queda representado por la línea cen- diversas interpretaciones.
tral, fronteriza entre dos ámbitos adyacentes. Si lo sobre- Si el único/rasgo que distingue lo fantástico puro de lo
natural finalmente recibe una explicación natural, nos en- misterioso y lo maravilloso es la ambigüedad que, a su vez,
64 CI-IRISTINE BROOKE-ROSI': (;¡::NEROS HISTÓRICOS/GI::NEROS TEÓRICOS 65
comparte cierto sector de la literatura no-fantástica debe- de predecir todas las oraciones que se pueden generar a par-
mos o bien hacer hincapié (como Todorov) en que tal am- tir de ella.
bigüedad se refiere sólo a lo sobrenatural (con lo que, por Es en esta segunda función donde creo que falla la teo-
tanto, volvemos a caer en la consideración de lo sobrena- ría de Todorov. Esto puede comprobarse en el tratamien-
tural como elemento básico), o bien tratar los demás tex- to que da a la Metamorfosis de Kafka (1970, 1975: 171-5)
tos no-fantásticos como formas desplazadas de lo fantásti- e indirectamente a Nose de Gogol (1970, 1975: 171-3). To-
co, que es lo que yo defiendo en mi libro (1981). dorov las sitúa como en un mundo aparte y al final propo-
Volviendo al tema de los pocos ejemplos que se ofre- ne una nueva categoría. Estamos en lo maravilloso, ya que
cen de lo fantástico puro, de este elemento evanescente de al principio se introduce un hecho sobrenatural, pe~o que
la línea central, no existe evidentemente razón teórica al- se ve aceptado inmediatamente y no provoca lllcert1dl~m-
guna por la que un género histórico no pueda adquirir bre alguna. El hecho, sin embargo, resulta aterrador, Im-
validez histórica a través de un único texto. ¿Dónde se in- posible, aunque se vuelva posible paradójicamente, de modo
cluían Rabelais o Swift antes de que se redescubriera el tér- que en este sentido estamos en lo misterioso. Y Todor?v
mino de sátira menipea? ¿O Cervantes, antes de que se pu- concluye simplemente que las narraciones de Kafka ~<tle-
siera de moda en los años cincuenta el término «anti-novela» nen relación tanto con lo maravilloso como con lo rmste-
(que data realmente del siglo XVII)? Estos interrogantes rioso; constituyen el punto de encuentro de dos géneros apa-
apoyan el argumento de Todorov a favor de géneros teó- rentemente incompatibles».
ricos, ya que un género teórico no necesita verse ejempli- Esto es muy distinto de lo que ocurre con The Turn 01
ficado en un texto existente. Por el contrario, si un género the Screui, lo cual sí podría haberse postulado de acuerdo con
no encaja en ninguna categoría ya existente, debe consti- la teoría de Todorov. Estamos de nuevo ante una obra que
tuir lógicamente un género nuevo (hasta ahora inexisten- no encaja en una teoría de géneros y que, por tanto, en
te) y, por tanto, un género que habría sido «teórico», si principio habría sido un género «teóricamente posib.le» ant~s
alguien hubiera establecido la distinción propuesta por To- de que apareciera, de haber sido postulado. La diferencia
dorov antes de que, digamos, Merimée, H. James o Poe radica en que la teoría de Todorov, si hubiera existido
escribieran. Como, no obstante, Merimée, Poe y J ames es- antes de Kafka (o de Gogol), no habría podido postular di-
cribieron sus obras con anterioridad, la situación histórica cho género, porque habría resultado lógicament.e imposi-
se parece más a la descrita por Lem (u otro crítico históri- ble dentro de un esquema concreto. Es como SI su «gra-
co), aunque la situación teórica actual (para textos futu- mática» (aunque él nunca habría dicho esto de su teoría)
ros) está del lado de Todorov. fuera inadecuada.
En otras palabras, creo que hay dos razones para pos- Por el tratamiento que da a Kafka precisamente es por
tular géneros teóricos. En primer lugar, para distinguir en lo que entendemos que Todorov se apoye en los géneros
todo género lo que es «puro» de lo que no lo es (de acuer- históricos, a pesar de su alegato teórico y a pesar de que
do con los criterios que se hayan establecido); el género puro aparentemente siga procedimientos de esta naturaleza. ~n
puede que no exista, sino que represente un modelo abs- lo fantástico -nos dice- el hecho sobrenatural o extrano
tracto, con mayor o menor predominio, según los casos; se percibía por oposición a un entorno natural o normal,
tratándose de lo fantástico, la distinción se haría entre un pero en Kafka no provoca ninguna incertidumbre, ya que
texto (existente o inexistente) en el que la incertidumbre todo es anormal y excéntrico. Incluso si el lector alberga
se mantiene hasta el final, y los demás. En segundo lugar, algún tipo de incertidumbre, ésta no afecta al personaje y
para poder predecir, según dichos criterios, cualquier po- ya no hay identificación posible. Se ha abandonado la se-
sible desarrollo (futuro o ya existente, pero desconocido), gunda condición propia de lo fantástico (~u.nque ~sta se-
de igual modo que una gramática, por simple que sea, pue- gunda condición, no obstante, era un requisito opcional y
66 CHRISTINE IIROOKI':-ROSE ¡:I::NI':ROS HISTÓRICOS/GÉNEROS TEÓRICOS
67
la identificación quedaba atribuida al lector naif). Dicho vuelto a los géneros históricos frente a los teóricos. Yo le
de otra forma, su teoría ya no cubre (por las razones his- lije que era una pena 4. Después de todo, la teoría de los
tóricas y sociales que aporta) un determinado género de vida modos de Frye, por muy débil que fuera desde el punto
breve y, por tanto, podrá aplicarse únicamente a los tex- de vista teórico, cumple de hecho como teoría histórica a~-
tos estudiados del siglo XIX. bas funciones: nos permite determinar distintos predomi-
Y, estrictamente, esto es todo lo que Todorov se pro- nios en cualquier texto histórico y es capaz de hacer pre-
ponía estudiar, con toda seguridad: el título de su obra en dicciones, hasta ahora correctamente.
inglés es The Fantastic -An Approach to a Literary Genre [Lo
Fantástico; aproximación a un género literario], (en fran-
cés, Introduction ti la Littérature [antastique, la obra parece te- rv. EL TERCER REQUISITO
ner en principio objetivos más amplios, idea que desapa-
rece cuando llegamos a la restringida definición que nos El tercer requisito que debe cumplir lo fantástico tal )i
ofrece). Pero, en vista de las críticas que hace recaer sobre amo lo define Todorov (es decir, el rechazo tanto de una
Frye y del hincapié realizado sobre la teoría, sorprende que lectura poética como de una lectura alegórica, v. 1975:
su propio modelo resultara al final incapaz de predecir po- 58-74) plantea un problema de distinto orden, al menos er
sibles desarrollos teóricos. La teoría no da una explicación lo que se refiere a las constricciones impuestas ~obre ~m
lógica de Kafka (salvo para decir que lo fantástico se de- lectura alegórica, que a mi juicio resultan demasiado ngu-
tiene antes de tal autor), ni podría postular sobre una ba- rosas, aunque creo que esto es una cuestión de m~t~z.
se lógica una obra en la que (por ejemplo) el área sobre la Estoy de acuerdo en lo relativo a la lectura «poenca»,
que se extiende lo misterioso puro (es decir, todas las no- en el sentido claramente definido por Todorov: un texto
velas ligeramente extrañas, pero realistas) pudiera «coin- fantástico debe leerse como ficción (independientemente de
cidir» con lo puramente maravilloso. Y, no obstante, po- los recursos retóricas que se utilicen, bien en lenguaje fi-
dría decirse que gran parte de la «nueva» ciencia-ficción gurativo o en paralelismos estructurales, inv~rsiones y re-
(claramente The Sirens 01 Titan de Vonnegut, y de un mo- peticiones), y si lo leemos como poema, es decir, como te:,;o
do menos visible, Slaughterhouse Five, o Plus de McElroy), que únicamente puede leerse así (lo ~~al explota. la función
así como, aunque de manera distinta, algunas nouveaux ro- poética al máximo y descarta la función referenclal),. no po-
mans, es esto lo que constituyen exactamente. demos leerlo cama ficción y evidentemente destruimos el
Aunque su modelo es, en cierto sentido, un modelo ge- elemento fantástico que la ficción contiene 5.
nerativo, puede que Todorov no estuviera de acuerdo en Sin embargo, no me satisfacen tanto las constricciones
afirmar que la función de una teoría es predecir histórica- impuestas sobre la lectura «alegórica». La opinión de To-
mente, es decir, que no estuviera de acuerdo con la segun- dorov es que una lectura alegórica destruye la «verdad» de
da función que yo he dado para postular géneros teóricos. la historia como tal. Por lectura alegórica él no entiende
Con todo, yo defendería su noción de géneros teóricos por una lectura alegórica subjetiva, tal y como la que pueda
ambas razones y llegaría a decir que si ambas no están con- hacer cualquiera de cualquier texto, sino una alegoría que
templadas, la primera razón sola resulta insuficiente. La
noción de géneros teóricos, pues, queda reducida a un mé- 4 Cf. «The Origin of Genres» de TODOROV, en Neui Litera? History
todo para determinar (e incluso valorar) textos históricos, 8.1 (Auntumn, 1976), y en francés en Les genres du discours (Pans, 1978).
aunque esto revista ya suficiente importancia. Al discutir , Cf. la lectura poética que yo hago de The Turn 01 the Screw (1981),
estudio de recursos retóricos estructurales que funcionan en ambas hi-
este punto con Todorov, me dijo que éste era realmente
pótesis (fastasmas o alucinaciones) y ~ue, por tanto, mantien:n .la in:
su punto de vista actual, lo cual se percibía sólo ligeramente certidumbre. Este tipo de lectura poenca no destruye lo fantástico III
en su libro. Dicho de otra forma, él ha retrocedido y ha representa lo que Todorov considera lectura poética.
68 CHRISTINE BROOKE-ROSE (;I::NEROS 1-1ISTÓRIC()S/GI~NEROS TEÓRICOS 69

podamos encontrar codificada en el texto. La «verdad» (fic- De manera inversa y sobre la propia base de Todorov,
tiva) de la historia constituiría en ese caso el nivel «literal» si se cumple verdaderamente su primera condición (la in-
en la alegoría (<<literal»tomado en el sentido tradicional de certidumbre continua del lector), ¿no se produce de forma
la historia, que se opone a su significado alegórico, no en automática un texto con dos significados (al menos), dos
el sentido de literalidad o literariedad que definimos al co- niveles, presentes en todo momento? En el caso de The Turn
mienzo de este ensayo), y este sentido literal tiende a de- 01 the Screw ambas interpretaciones son posibles permanen-
saparecer destruido por el significado alegórico. Todorov temente; no hay escena o frase que no sea del todo ambi-
pone como ejemplo la fábula, donde el elemento «fantásti- gua. Así, la explicación natural (alucinaciones) equivaldría
co» -animales que hablan- queda eliminado por el moral. al nivel «literal» en la alegoría, con un toque del nivel «mo-
Hasta aquí, bien. Sin embargo, Todorov, de acuerdo ral», y la explicación sobrenatural (fantasmas) equivaldría
con sus propios principios, argumentaría que el viaje de a los niveles «alegórico», «moral- y «anagógico», según la
ficción de Dante no es ficción propiamente dicha, por es- riqueza que presente la lectura (Todorov simplifica consi-
tar al servicio de la alegoría. Y, con todo, estrictamente ha- derablemente su definición de alegoría y la reduce a dos
blando, el «yo» de Dante no apunta en ningún momento únicos niveles, el literal y el alegórico, fundiendo de hecho
al hecho de estar soñando (como lo hace WiU * de Lan- en la fábula el alegórico y el moral).
gland en The Vision Conceming Piers Plowman 1), si nos dice tam- Las diferencias más significativas serían: primero, la fal-
poco cómo regresó para escribir el poema; al final permanece ta de jerarquía, el constante equilibrio de peso que se pro-
clavado al círculo de la luz y nos deja que deduzcamos, con duce entre una y otra interpretación dentro de lo fantásti-
la debida incertidumbre, si todo ha sido un sueño (el sue- co puro (aunque lo sobrenatural pudiera, de forma subje-
ño visionario medieval, un género en sí mismo, con el des- tiva en la mente del lector, sentirse como «superior», por
pertar final truncado, en este caso justamente como Todorov ser sobrenatural, o por el contrario, «inferior», por perte-
proponía para ciertos tipos de lo fantástico-misterioso), o necer al campo de la superstición o, en un nivel literal, al
bien si todo ha ocurrido como hecho sobrenatural; «Dan- relato de fantasmas, género «inferior»); y, segundo, el he-
te» es un ser privilegiado de manera muy similar a como cho de que los dos niveles se excluyan mutuamente -aun-
lo es el ama de llaves de James o cualquier otro personaje que dentro de lo fantástico puro-, de que no puedan re-
dotado de un poder visionario especial, que aquí se dra- solverse y se mantengan constantemente en la tensión de
matiza en forma de viaje guiado. la paradoja.
Todorov alegaría, sin duda, que estoy invirtiendo las Sobre esta segunda diferencia, sin embargo, debe de-
constricciones que él impone, y llevando a cabo una lectu- cirse que el elemento paradójico es en gran medida parte
ra referencial de un texto que sólo puede leerse como ale- de la alegoría medieval en su forma más compleja, como
goría (y como poema, por supuesto, con el círculo de luz es también parte de lo fantástico «puro» (es decir, compli-
como imagen poética), y evidentemente tendría razón. cado). En Piers Plowman, por ejemplo, los niveles (analiza-
Pero ya el mero hecho de que yo pueda hacer esa lec- dos años atrás por Nevil Coghill, 1974) son:
tura debe querer decir también seguramente que su géne-
Sensus litera lis S. allegoncus S. moralis S. anagogicus
ro fantástico (elemento evanescente) existe como elemento
fuera del restringido período histórico al que queda asig- Pier, granjero los seglares actúa bien Dios Padre
nado. Pier , profesor,
sanador, sufridor el clero actúa mejor Dios Hijo
Pier, constructor
• Mantenemos el nombre Will por la ambigüedad que encierra. Will del granero el episcopado actúa de manera Dios Espíritu
significa voluntad y, al tiempo, hace referencia al nombre propio del autor óptima Santo
-William Langland- (v. infra) (N. de la T.).
70 CHRlSTINE llROOKE-ROSE d:NEROS I-IISTÓRICOS/CÉNEROS TEÓRICOS 71

Sólo en un nivel puramente abstracto (y en un sentido Generalizando, ¿no es lo fantástico puro con su ambi-
perfeccionista) podemos equiparar los tres elementos del sen- güedad absoluta una prefiguración (histórica) de much~s
sus allegoricus con los del sensus anagogicus; en los niveles textos modernos (no-fantásticos), que pueden leerse a dis-
referenciales y fictivos Langland dispara de manera ful- tintos niveles, con frecuencia además paradójicamente con-
minante contra los pecados de los seglares, el clero y el tradictorios, y que, por tanto, serían todos desarrollos mo-
episcopado, de modo que se mantiene la tensión de la pa- dernos de la alegoría medieval?
radoja. Se podría aplicar un esquema similar a Dante. La ¿No es la propia condición que define el género puro
segunda columna podría ser más política; en la cuarta po- (o elemento evanescente) una mera manifestación particu-
drían figurar Inferno, Purgatorio, Paradiso; la tercera sería: lar (histórica) de un rasgo más general (al menos dos lec-
«hombre que actúa bien, mejor, de manera óptima", en lu- turas contradictorias) que puede y quizá deba encontrarse
gar de personajes de ficción, aunque cada uno de ellos es- en toda narración sofisticada (compleja) en cualquier mo-
taría representado por las distintas personas que Dante va. mento, con distinto grado de predominio y distintos tipos
encontrando en su viaje. De manera radical cambiaría úni- de manifestación según el período de que se trate?
camente la primera columna (la historia): Dante, el viaje- Esto, como digo, es una cuestión de matiz respecto a
ro (y Virgilio, compañero de viaje; Beatrice, como insti- las constricciones postuladas por Todorov y no un punto
gadora del mismo); Dante, que ve sufrir y sufre, consuela, de desacuerdo. Apruebo las definiciones de género, por muy
informa y aprende (Virgilio, como guía e instructor; Bea- teóricas que sean, que excluyen aparentemente toda idea
trice, infundiendo ánimos); Dante el poeta, que construye de contaminación o, para usar un término menos peyora-
su poema de amor y belleza y que salva su alma (y Beatri- tivo, de flexibilidad. Pero en esto creo que estaría de acuer-
ce como redentora, visión de perfección). La tensión pa- do Todorov en líneas generales, sobre todo porque no existe
radójica de los paralelismos es aún más fuerte en Dante, esa exclusión aparente en su definición básica del género:
ya que aquéllos se manifiestan no sólo en las aparentes con- lo fantástico puro que él propone es un modelo teórico que
tradicciones de la segunda y cuarta columna (como en Lan- se encuentra con mayor o menor predominio en un con-
gland), sino también en las de la primera y cuarta: Dante junto determinado de géneros históricos.
como protagonista «autobiográfico» = Inferno, etc., mien-
tras que en Langland «el que sueña" es Will (Will-William
Langland), pero el sensus literalis se aplica a Piers Plowman V. CONCLUSIÓN GENERAL
como personaje «bueno" y misterioso dentro de la ficción.
En otras palabras, ¿no es lo fantástico tal y como lo de- Cualquiera que sea el valor de estas observaciones, la
fine Todorov un desarrollo moderno (niveles no jerarqui- aportación de Todorov es importante precisamente porque
zados, paradoja más intensa) de la alegoría medieval -dos plantea, de manera urgente y clara, la diferencia radical
formas de entre todas las que existen de escribir metafóri- que existe entre teoría y crítica. El hecho de que la poética
camente, a varios niveles o de una forma paradigmática-, moderna pretenda ser o llegar a convertirse en una cien-
igual que lo maravilloso es una versión del modo romance cia, aunque maneje productos culturales, no invalida la di~-
de Frye? Digo «tal como lo define Todorov» porque las tinción. Ha resultado importante invertir el proceso tradi-
constricciones que impone atañen clara y únicamente a lo cional no científico que consiste en ir acumulando hechos
fantástico puro: lo maravilloso, incluyendo le rneroeilleux scien- a la espera de que surja algún principio general -que, con
tifique (ciencia ficción) puede tender fácilmente hacia la ale- frecuencia en crítica literaria, sólo es válido para un texto
goría codificada, igual que lo misterioso, y realmente toda concreto; ha resultado importante adoptar el método cien-
la ficción «extraña" a la que se abre lo misterioso, tiende tífico de postular primero una hipóstesis, un punto de vis-
hacia un significado moral, al menos. ta (un modelo), a través del cual puedan observarse los fe-
CHRISTINE BROOKE-ROSE

nómenos. Y si la dificultad radica en el hecho de que, por


importante que sea el modelo, siempre debe quedar en
nuestras mentes la absoluta flexibilidad de los fenómenos
(sobre todo los fenómenos culturales), esta flexibilidad no ORDEN SIN FRONTERAS: ÚLTIMAS
puede, sin embargo, confundirnos respecto a la naturale-
CONTRIBUCIONES A LA ;EORÍA DEL GÉNERO
za abstracta del modelo. La postura de Todorov, y la de
EN LOS PAÍSES DE HABLA INGLESA
muchos estructuralistas, consiste en postular y defender el
modelo como tal; cada fenómeno histórico representa así PAUL HERNADI
Universidad de Sanla Bárbara (California)
una versión en la que se manifiesta el modelo, con diver-
gencias particulares que podríamos denominar mezclas de
categorías, una cuestión de predominios. Al teórico le co-
rresponde la tarea de elaborar los modelos. Al crítico la de Pace Croce toda crítica literaria lleva consigo alguna
analizar las divergencias y los predominios. El hecho de que consideración de género. Hay,' desde luego, formas. m~s ?
a veces ambos sean, como Todorov, una misma y única menos explícitas de generizar acerca de los textos indivi-
persona hace que la empresa resulte difícil, aunque no im- duales. El amigo abogado que me dijo la otra noche que
posible, a la hora de desenredar uno y otro aspecto. El he- le había gustado más una novela de éxito, ligera~~nte ro-
cho contrario, que se trate de. personas muy diferentes, el sa, que un volumen anterior de P?emas, hum~ns~lCos del
crítico negándose a entender la teoría y el teórico recha- mismo autor difícilmente se conslderana a SI mismo un
zando el análisis empírico, es mucho más grave. crítico del género. Con todo, su comentario casual sirvió
para dar fe de la utilidad para su disertación de ,c~ncept~s
genéricos tales como novela, poema, ros~, h~monstlco, qm-
REFERENCIAS
zá incluso de éxito, y sus distintas combinaciones. En efe~-
BROOKE-ROSE,C. (1981), A Rhetoric oj the Unreal, Cambridge, to, tengo serias dudas de si el más firme cr~yente en la un;-
Cambridge University Press. cidad de algunas o de todas las obras de hteratura podna
COGHIL, Nevil (1944), «The Pardo n of Piess Plorornan», The probar su argumentación sin refuta.rl~ simultánean;e?-te.
Brithish Academy Lecture. Proceeding oj The British Academy. Después de todo, tendría que descnblr. las cara~te~lstlcas
FRYE, N. (1957), Anatomy oj Criticismo Four Essays, Princeton de aquellos textos supuestamente inclaslfic~bles ~ndlca~do
Univ. Press. Trad. esp.: Anatomía de la Crítica, Caracas, Mon-
por ello lo que, como clase, tienen en co~un. SIendo est.e
te Ávila.
el caso, la pregunta fundamental no es SI se ~ueden cl~sl-
GREIMAS,A. J. (1970), Du Sens, París, Seuil, Trad. esp.: Sobre
el sentido, Madrid, Fragua. ficar las obras literarias, sino si se deben clasificar (y SI es
LEVI-STRAUSS,C. (1967), Structural Anthropology, Garden City así, con qué finalidad). .
(N.Y), Trad. del francés Anthropologie structurele, París, Plon, Muchos críticos del siglo xx parecen convencidos de
1958. Trad. cast.: Antropología estructural, México, FCE. que el estudio de los géneros es útil principalmente como
RIMMON, S. (1977), The concept oj ambiguity-the exemple oj James, ayuda para entender cómo las obras concr~tas llegan a es-
Chicago, Chicago University Press. cribirse y tienden a leerse por parte de escntores y lectores
SARRAUTE,N. (1956), L'Ere du soupcon, París, Gallimard. Trad.
ingl: Tropisms and the age oj suspicion, Londres, 1963.
TODOROV, T. (1970), Introduction a la littérature fantastique, París, Título original: «Order without Bordcrs: Rccent gcnre t~.eory in the
Seuil. Trad. ingl.: The fantastic. A structural approach to a lite- Enf{lish-speaking countries», en JOSI':PH P. STRt;~KA (ed.), . Theories rif L¡-
rary genre, Press of the Case Western Reserve University, lerary Genre, University Park and Lo~don, Th;:: 1 enn~ylvaDla State Um-
vcrsit y Press, 1978, págs. 192-208. Iraducción de Eugenio Contreras.
1973; 1975 en Cornell Paperback. Trad. esp.: Introducción a la
Texto traducido y reproducido con autorización del autor y del editor,
literatura fantástica, Barcelona, Buenos Aires edit.
ORDEN SIN FRONTERAS
75
74 PAUL H ERNADI
Dos importantes escritores creativos del siglo xx, Ja-
concret?s 1_ Pero a la hora de presentar los resultados de mes Joyce y T_ S. Eliot, imprimieron nuevas orientacio-
determlll~~as o?servaciones genéricas, es probable que to- nes a la antigua tripartición griega del estilo de presenta-
?Os los crtticos hb~emente desarrollen nuevos o acepten vie- ción en lenguaje de autor, figurado y mixto. Platón (y más
J~s conc~~tos de literatura. La rápida exposición de la re- tarde Aristóteles) había restringido la validez de esta serie
c~ente cntlC~ del ~~nero en los países de habla inglesa que de distinciones al «modo» -distínto del «asunto»- del dis-
sIgue a continuación se _centra en las teorías que aportan curso poético 4. Pero para los hombres de letras post-rena-
~uevas formas de exarmnar la totalidad del ámbito de la centistas, literatura «lírica», «dramática» y «épica» poco a
literatura imaginativa, o que modifican considerablemen- poco llegó a hacer referencia a géneros más que a modos
te algunas de esas formas ya establecidas 2_ Como el inte- de discurso. Por último, alrededor de 1800, los Schlegel,
rés principal de dichas teorías es el orden del arte verbal Schelling, Goethe, Jean Paul Richter, Hegel y otros escri-
más que las fronteras entre géneros individuales muchas tores y filósofos alemanes establecieron algo parecido a una
de ellas apuntan más allá de los textos -el área central del doctrina de la Santísima Trinidad en la moderna crítica del
estudio literario- hacia «contextos» de la literatura tales . género 5. Al ofrecer el conocido trío de cursos sobre Poe-
como el psicológico, sociológico, antropológico y otros 3. sía, Drama y Ficción en lengua inglesa, los planes de es-
tudio de muchos colleges y universidades americanas atesti-
I Los siguientes críticos resaltan la importancia de los géneros co-
guan la supervivencia de la antigua fe sometida a ataques
mo marcos fl~xlbles y cuasi-institucionales para los escritores: HAROLD cada vez más fuertes.
ELMERZ MANTZ, «Types in Literature», Modern Language Review 12 Joyce incorporó su esbozo parisino de 1903 de una teoría
(1917); NORMAL H. PEARSON, «Literary Forms and Types», English Ins- de los géneros en las observaciones de Stephen Dedalus re-
tüute Annual, 194D (Nueva York, 1941); George Watson, The Study qf Lile-
lativas al arte en general 6 _ El joven Stephen sostiene que
rature (Nue,,:a York 1969), Cap. 5; ALIS-li\IR FOWLER, -The Life and
Death of Literary Forrns», New Literary History 2 (1971). Como todo lo la imagen siempre debe situarse entre el artista y otros en
contenido en este panorama" esta relación es muy selectiva. Los argu- una de las tres formas siguientes: la lírica «<en donde el ar-
mentos que resaltan la función de los conceptos genéricos como herra- tista presenta su imagen en relación inmediata consigo mis-
mlen~as par~ los lectores comprenden CHARLES E. WHITMORE ,The mo»), la épica «<en donde presenta su imagen en relación
Validity of Literary Definitions», PMLA 39 (1924); E. D. HIRSCH ]r., f,í¡-
lidzty zn Interpretacum (New Haven, Connecticut, 1967), Cap. 3; EUSEO
consigo mismo y con otros») o la dramática «<en donde pre-
VIVAS, «Literary Classes: Some Problerns», Genre 1 (1968); AU.AN ROD- senta su imagen en relación inmediata con otros»). No se
WAY, «Generic Criticisrn: The Approach Through Type Mode and nos dice cómo podrían distinguirse los tres modos de pre-
Kmd", en Contemporary Criticism, eds. Malcolm Bradbury ~ David Pal- sentación en otras artes probablemente porque, como de-
mer, Stratford-upon-Avon Studies, N? 12 (Londres, 1970). Para una con-
plora el purista Stephen, «incluso en literatura, el arte más
s~lta de las nociones genéricas comúnmente empleadas en la actualidad,
vease ALLAN RODWAY y BRIAN LEE, «Corning to Terrns», Essays in Cri- elevado y espiritual, las formas son a menudo confusas».
tiasm 14 (1964).
l , En ~eyond Genre: New Duectums in Literary Classificauon (Ithaca, N. Y.,
1972) trate de sltua~ un mayor número de teorías británicas y america- ratura». Discriminations: Further Concepts 01 Literature (New Haven , Con-
nas en un context~ internacional. El primer y último capítulo de dicho necticut, 1970), pág. 335.
libro presentan mi propia visión sobre el tema. " PLK¡'ÓN, La República, Libro 3 (392c a 394c) y ARISTÓTELES, Poé-
." RENE ~ELLEK, proba?lemente el representante más respetado del iica, Cap. 3 (1448a).
enfoque intrmseco, corroboro recientemente un interés con reservas hacia ~, CL IRENE BEHRENS, Die Lehre uon der Einteilung der Dichikunst (Ha-
los contextos de los textos: «No se puede debatir la naturaleza de la tra-
Ile, 1940).
gedia sm hacer referencia a la religión y al ritual, o aislar la historia ¡; A Portrait 01 the Artist A, a Young Man (Londres, 1916), Cap. 5. CL
de las formas fictivas de cuestiones tales como el status del narrador del también jAI\1ES JOYCE, Critical Writings, eds. Ellsworth Mason y Ri-
cuento o la, composición del auditorio al que éste se dirige en un mo- chard Ellmann (Nueva York, 1959), pág. 145 para la idea básica de es-
mento histórico determinado. He ... hecho una distinción quizá derna- ta tripartición y págs. 143 ss. sobre la tragedia y la comedia.
siado marcada entre el enfoque 'extrínseco' y el 'intrínseco' de la lite-
76
/
PAUL HERNAIlI
ORDEN .'iIN FRONTERAS 77
Aceptara o no aceptara el autor d A P, .
posteriores de J oyce las si ui e o ~rtr~lt y d~ las obras el punto de vista narrativo y la tercera como vehículo del
vas a s ' o g lentes distInCIOnes Imaginati-
, u mas Joven ego se 1 o drama: aquélla relata un cuento, y ésta exhibe una acci~n,
siderable detalle. e permite presentadas con Con- a un auditorio o Con todo, el concepto de «voz» de Eliot nos
incita a plantearnos la sugerente pregunta de si el dis~ur-
La forma lírica e d h h so de Macbeth que empieza «mañana, y mañana, y lUa-
de un instante de s e., ec o el gesto verbal más simple ñana- nos conmueve especialmente porque «Shakespeare
emOClOn El qu I o ,
consciente del instante de e~' " e ~ e~un~la es mas y Macbeth están pronunciando las palabras al unísono»
emoción de los sentimientos oczn que ~ SImismo como (págs. 53 ss.). Y la misma metáfora vocal resulta apro:pia-
ramente personal L .... a narratIva ya no es pu-
en la narración ~is~~e~sona)¡dad del artista se introduce da para expresar la preferencia de Eliot, compartida por
y a la acción como un' uy~ndlo en torno a las personas Joyce en la práctica, si no en la teoría, por la literatura ge-
mar vita La fo d ' . néricamente compleja: «Todo lo que importa es que al fi-
alcanza cuando la vitalidad h. fl id rma ramatlca se
nado en torno a cad que a Ul o y se ha arremolí- nal las voces deben oírse en armonía; dudo de si en cual-
tal fuerza vital que e~IPersllona II enaa toda~ las personas de quier poema verdadero sólo es audible una sola voz» (Págo
. o e a co bran una VId ' .
pia e intangible. La personalidad d . a este~lc~ pro- 37).
lo impersonaliza " e artIsta ... por último ... El primer J oyce y hasta cierto punto incluso el último
de la creación p~;or decirlo ~Sl.:..El artista, como el Dios
Eliot funden la inquietud por el «asunto» y «modo» PQéti-
tencia indifel:en manece~ .. invisible, más allá de la exis-
, te, arreglandose las uñas (págs. 250 ss.). coso Por el contrario, Albert Guérard los distingue y los
interrelaciona 9. Con las debidas excusas por la «terrible
Lejos de ~ehuir la interacción genérica T S El" t simetría» de su provisional clasificación en nueve aparta-
tu 1a su necesidad en .' . . 10 pos-
Three Voices oj Poetr 7 u~a conferenCIa p~blicada sobre The dos, Guérard indica que «el espíritu lírico, el épico y el dra-
Stuart Mill ElO y o SIn hacer referenCIa explícita a John mático, individualmente, pueden revestirse de forma líri-
1, IOt recupera el con t d Mill ca, épica y dramática». Los ejemplos que presenta para los
lírica B como «soliloquio 'd' den o e I de poesía
géneros respectivos comprenden (págs. 197 ss.) «Wallde-
que parte-de nuestro disf:~t: d:cf~ entall~ente» y sostiene
tado d . ., gran lteratura es resul- rers Nachtlied» de Goethe (lírica lírica), «Ballad of Sir Pa-
el poet:,:~e~~r~o<~a~~i~c~o~e ~~:~ental~ d? las palabras que trick Spence» (épica lírica o narrativa) y los monólogos dra-
to, «si el poema fuera ' 1 . ge a SI mismo. Por supues- máticos de Robert Browning (lírica dramática); Don Juan
ría en un lenguaJ'e priv~dxc uSdlvamenteo para el autor, esta- de Byron (épica lírica), La !liada (épica narrativa) y A Tale
, o y esconocldo» y po t t of Two Cities (épica dramática); The Tempest (drama lírico),
sena un poema en absoluto D ' r a~ o, no
convencido de que en tod~s I~sacuerdo cO,noesto, Eliot está Prometeo Liberado (drama épico) y las «obras eficaces» de Scri-
al menos una de las ot d poemas hncos debe oÍrse be y Dumas hijo (drama dramático). Las observaciones ge-
ras néricas de Guérard evitan el dogmatismo de muchos crí-
ea tampoco debe guard os voces. Con todo, la voz líri-
critas para la segunda a~ completo silenci~ en las obras es- ticos que dejan de distinguir «forma» de «espíritu» -el
o modo de evocación literaria a partir de las características
hablara consigo mismo al tercelradvoz: «SI el autor nunca
. o , e resu ta o no sería ' del mundo evocado- y prefieren lo que en ellos consideran
que pudiera tratarse de una mag Ifi ' opoesía, aun-
nera mu . m ica retórica». De ma- géneros puros (la lírica lírica de Guérard, por ejemplo) a
y convencIOnal, la segunda voz se describe desde otros tipos de literatura igualmente respetables. Pero su
adhesión, no revocada, si bien escéptica, a un sistema de
clasificación en tres apartados impide a Guérard unificar sus
7 Nueva York 1954
" "What is P~etry?»' (1833) D especulaciones relativas a los proverbios, máximas, precep-
(Londres, 1867), 1: 71 s ' lssertations and Discussions, 2a ed.
'1 Preface lo World Literature (Nueva York, 1940).
!
I

78 / I'AUL HERNADI
ORDEN SIN FRONTERAS 79
tos, refranes populares (pág. 203), poemas descriptivos y
filosóficos (pág. 228), ensayos personales, narrativas auto- mo resu ltado , la mayor parte de lo que se ha- b interpretado
id
biográficas, crítica impresionista (págs. 261 ss.) y oratoria como Slglll. iflCado en las obras miméticas
. . de . e consi
. erarse
(págs. 302-3) en el concepto de un cuarto género o, en su como <<DO significado en absoluto, smo l~phcaclOnes. ?e ca-
terminología, un cuarto tipo de forma y espíritu genéricos. rácter pasión y fortuna derivadas de la mterpretacion del
Tal género surge del restablecimiento de la categoría lengu~ je y de la acción» (págs. 54, 65 ss., 71). N o alcan~o
prerromántica de literatura didáctica por los críticos neoa- a comprender por qué tales formulacio~es han de. definir'
ristotélicos de Chicago. La protesta en contra de Ronald el lenguaje del narrador o de un perso-?aje ~e I:a Ilzada. con
S. Crane 10, el concepto de la escuela de Chicago de lite- más precisión que en la Divina Co,,!,e~z~, prm~l~al:s ejem-
ratura didáctica (distinta a la filosofía y otras formas de dis- los de Olson para la literatura mimeuca y dldactlc~, res-
curso aseverativo), no es muy aristotélica: mientras que las p ectivamente , Por más que el significado de c~alqUler ca-
distinciones del filósofo griego según objetos, medios y mo- p ,
murucacion . , depende en parte del contexto denvado 1 di de la
dos de mímesis afectan a la totalidad de la literatura imagi- situación, el significado poético y el argume?to - a l;.en-
nativa como arte mimético, la clasificación más general pro- sión temática y la mimética- so~ aspectos. mterdepen len-
puesta por los críticos de Chicago divide a la literatura en tes más que ingredientes rivales e incompatibles de las obras
un género mimético y en un género didáctico. En una obra literarias,
didáctica, afirma Elder Olson, todo «existe y tiene su ca- El análisis de TomJones, realizado por Cra-?e, c,~mo n?-
rácter peculiar para que se cumpla la doctrina» 11. Aun vela de argumento cómico 12 es una contribución mas
cuando la acción metafórica de las alegorías didácticas «aristotélica» a la moderna crítica del g~n:ro, En ~l tex~o
«guarda, superficialmente, una gran semejanza con un ar- conservado de Poética, s610 el drama tragico es o~je:o e
gumento», en esta clase de poesía «los personajes represen- atención ., detallada , y , sin embargo, el modelo ., de Anstoteles
.,
tan de modo muy general a los sujetos, y los incidentes a invita a la aplicación de algunos d~ los mismos prm~lI?lOs
los predicados, de la proposición doctrinal». Las obras mi- también a las obras cómicas de la hteratura n~ dramatl~a,
méticas, por el contrario, están «dispuestas con arreglo a Aceptando la invitación, el artículo de C~a~e interrelacio-
un argumento»: un sistema de incidentes que «no es, co- na implícitamente los comentarios de Anstoteles sobre los
mo la acción alegórica, completo porque exprese comple- objetos de mímesis, estructura argumental y l~s ~partes c.u~-
tamente una doctrina dada, sino porque, como la acción, Iitativas- de la tragedia, Si recordamos que Anstoteles eXldgIa
resuelve aquellos problemas a partir de los cuales se ha de la tragedia «perfecta» que tuviera , 1)' un h o mbre . fun. a-
iniciado». Olson insiste en que el lenguaje está dotado de mentalmente bueno 2) pasar de la felicidad a la rrnserra 3)
significado (lexis) principalmente en las obras didácticas, como consecuencia de algún grave error por su pa~te, es
mientras que la literatura mimética 10 emplea como acción probable que estemos de acuerdo en que las «tres vanables>~
(praxis). «Lo que el personaje poético dice en el poema mi- según las cuales clasifica Crane l?s argumentos SO?, en efec_
mético es lenguaje y tiene significado; su decirlo es acción, to muy aristotélicas. Estas vanables son: la estima ~ene
un acto de persuasión, confesión, mandato, información, ra 1, que se nos m , duce a formar del carácter moral del heroe,
f
tortura o qué no. Su dicción puede explicarse desde el punto como resultado de la cual le deseamos buena o ~a.la ortu-
de vista gramatical y lexicográfico; no así su acción». Co- na al final; los placenteros o doloroso: acontecimientos que
suceden o es probable que sucedan al heroe; y el grado de
su resP onsa z Z
b"f'dad por lo que le ocurre, Indudablemente,
10 The Languages of Criticism and the Structure if Poetry (Toronto, 1953), icado oue la id
págs. 47, 156 ss., 197 n. 57. este aparato conceptual es mucho más sofisticado que la l ea
1, "William Epson, Contemporary Criticism, and Poetic Diction.,
(1950), en Critics and Criticism, ed. R. S. Crane (Chicago, 1952). 11 R. S. CRANE, -Thc Concept of. PI ot an d th e Plot of Tom fones»
(1950), en Critics and Criticism (Chicago, 1952).
80 /
determinada que procura establecer, a saber, que «el ar-
PAUL HERNADI ORDEN SI FRO 'TERAS

lo divino que hay en el hombre a la insistencia de la co-


81

gumento de Tom Jones tiene una forma globalmente cómica» media en las cualidades que los hombres comparten con
(págs. 620 SS., 632-33). Con todo, no combina la retros- las bestias y las máquinas. En el terreno de las convencio-
pección de un lector del siglo xx con las consideraciones nes teatrales, el soliloquio 1 ragico (el personaje dirigiéndo-
de Platón y Aristóteles respecto del «asunto» del discurso se a su alma) se corresponde netamente con el aparte có-
poético tanto como sería de desear y como otros críticos que mico (el personaje dirigiéndose al auditorio). Pero Cook
tratan de la dicotomía trágico-cómica han conseguido com- también señala que los apartes de las obras teatrales ma-
binar. nifiestan una tendencia general inherente a las obras có-
El título mismo The Dark Voyage and the Colden Mean: A micas de ficción así como al drama: la ruptura deliberada
Philosophy oj Comedy *, de Albert Cook, indica el marco bi- de la ilusión del lector o espectador respecto de la realidad
polar en el cual, como queda especificado en el subtítulo, del mundo imaginativo que está invitado a contemplar. Las
se ha situado el tema central del libro 13. En opinión de obras trágicas, por el contrario, exigen de nosotros que las
Cook, sugerentemente razonada, la tragedia y la comedia tomemos «en serio» para que nos «identifiquemos nosotros
muestran el mundo bajo los aspectos opuestos de lo Mara- mismos como individuos con el protagonista, y de ahí nues-
villoso y lo Probable, respectivamente. Sin mucha necesi- tra pena y terror» (págs. 33 ss., 45 ss.).
dad de ser demasiado selectivo en lo relativo a los temas Recuperando dos tradicionales antinomias de la crítica
apropiados, cada uno consigue su objetivo contrariamente dramática (fracaso-triunfo, aristócrata-burgués), Cook in-
a las expectativas: «Donde la comedia dice 'incluso en lo siste en que el dolor no correspondido y el fracaso definiti-
no probable tiene lugar lo predecible' , la tragedia dice' in- vo en nuestro mundo probable son esenciales para la dig-
cluso en lo probable se revela lo maravilloso'» (pág. 44). nidad del héroe trágico. La «hybris activa» de un Edipo,
Cook se forma un amplio concepto de los dos géneros. Co- Bruto, Lear u Otelo consiste en negar las limitaciones hu-
mo el Monje de Chaucer y Fielding (en el Prólogo a Jo- manas, cada uno de ellos experimenta que su individuali-
seph Andrews) mucho antes que él, da por supuesto que las dad no puede ser conquistada y que por tanto, como un
obras trágicas y cómicas no están necesariamente escritas dios, «él puede querer la perfección de su propia acción».
en la forma dialogal del drama: La Odisea, Don Quy'ote, Tom Con todo, el maravilloso intento de alcanzar la divinidad
Jones y Finnegans Wake se encuentran entre sus muestras es «un intento en el que el hombre siempre ha de fraca-
comentadas de comedia. Ni tampoco acepta el desenlace san>, y la hybris activa del héroe aristocrático pronto tendrá
feliz o desgraciado de un argumento como base de la cla- que ser «curada» -expiada- por el sufrimiento pasivo. La
sificación genérica: «Tanto Filotectes como The Tempest son «hybris pasiva» del héroe cómico, que es un burgués en es-
profundas, y las dos tienen un final feliz; una es una tra- píritu (si no en status social también), es diferente: «Quie-
gedia, la otra una comedia» (pág. 32). ¿Qué es lo que mar- re asegurarse de que cuando introduce una moneda en la
ca, entonces, la diferencia? De acuerdo con su dicotomía máquina del cosmos obtendrá el valor exacto de la mone-
. maravilloso-probable, Cook contrapone la dependencia en da, aunque tenga que aporrear violentamente la máquina».
la tragedia de los valores fundamentales (el bien y el mal) Cook nos previene contra la confusión del «aporreamiento
a la preocupación de la comedia por las buenas o malas de la máquina» con la hybris activa. Mientras que el hé-
costumbres, la exploración en la tragedia de las almas in- roe clásico «crea activamente su destino», el héroe burgués
dividuales al interés de la comedia por los contextos socia- con hybris pasiva deforma su personalidad «por la equidad
les (la generación, la familia), el énfasis de la tragedia en en los intercambios materiales» (págs. 87 ss.). A la vista
de esta aguda observación, a uno le viene el deseo de sa-
1:1 Cambridge, Massachusetts, 1949. ber por qué los héroes de Ibsen y Strindberg, a los que Cook
* La oscura travesía y el justo medio: Filosofía de la comedia. (N. del T.). declara culpables de hybris pasiva más aue activa, han de
I
ORDEN SIN FRONTERAS 83
82 PAUL Hf.RNADI

llegar a considerarse héroes de la tragedia. A algunos de un universo no definitivamente trágico; ni tampoco le ha-
ellos (y a otros muchos personajes literarios más recientes) ce falta ,exigir a la comedia que trace un «círculo mágico»
se les puede conceptuar mejor como «héroes deformados» mas all~ ,del c~al el l~ctor no pueda pisar a menos que «Ía
de obras que son sólo parcialmente trágicas porque, hasta concepcion mas amplia y profunda» de la esencialmente trá-
un límite considerable, son también melodramáticas, iró- gica existencia humana destruya las pautas del mundo
nicas, satíricas o tragicómicas. ~ómico 15. Su concepción global de la existencia individual
Una reducción similar de los variados fenómenos den- h?"ada a la muerte dentro del curso ininterrumpido de la
tro del tradicional sistema bipolar de tragedia y comedia Vida a~toperturbadora favorece la presentación poética de
desvirtúa los pertinentes comentarios de Susanne K. cu~lqUlera de los dos «ritmos». Pero algunos de los comen-
Langer 14. En Philosophy in a New Key, Langer vinculaba el tanos de Langer sobre obras concretas -particularmente
«contenido emotivo» de las obras de arte en general con algo su p.ropuesta de cons.ideraci~n de las obras de Corneille y
«prerracional y vital, algo de los ritmos vitales que com- R~Clne como «comedias heroicas», más que como tragedias
partimos con todas las criaturas que crecen, tienen ham- (pag. 337)- revelan al~o de rigidez potencialmente enga-
bre, se mueven y tienen miedo» (pág. 211). En Feeling and nosa en su sugerente sistema.
Form, considera las dos «grandes formas dramáticas» no sólo Eric Bentley, en su discusión de una mayor variedad
bajo las denominaciones más convencionales de «tema trá- de géneros en The Life 01 the Drama, ejemplifica sus conceptos
gico» (culpabilidad que origina expiación) y «tema cómi- de melodrama, farsa, tragedia, comedia y tragicomedia con
co» (vanidad que origina desenmascaramiento). Aparte de frecuentes alusiones a novelas, óperas y películas así como
a o b ras teatrales . Esto no es sorprendente; la concepción
16 '
esto, Langer argumenta de modo muy persuasivo que las
obras trágicas y cómicas llevan las marcas de uno de los del drama de Bentley como imitación de los conflictos cons-
dos «ritmos» fundamentales de la vida; contraponen la cons- cientes e inconscientes está en deuda 'con pensadores tales
ciencia humana de la individuación y la muerte con la in- como Platón, Aristóteles, Schopenhauer, Nietzsche, Berg-
mortalidad, por decirlo así, de las especies como tales y de son y Freud, cuyas respectivas formulaciones al respecto
los protozoos. Mientras que la comedia exhibe el ritmo vi- c~entan con una base empírica más amplia que el escena-
tal de autoconservación de la naturaleza, la tragedia abs- no del actor. Bentley define el melodrama y la farsa como
trae el ritmo de autoconsumación a partir de las fases irre- «desinhibidos». Mientras que el melodrama deriva su fór-
versibles de la vida pluricelular: crecimiento, madurez y mula, básica,
, inocencia rodeada de malevolencia , de «fan-
decadencia. Ninguno de los dos géneros está, por supues- tasias mas o menos paranoides», la farsa revela el brutal
to, restringido a tratar su prototipo en un sentido literal; placer de la agresión con el cual la «inocencia» toma sus
la tragedia, por ejemplo, tiende a imprimir el ritmo de represalias. Desde una perspectiva «adulta, civilizada sa-
«avance hacia la muerte» como forma perceptible de un na», ambos géneros parecen «pueriles, salvajes, enfer~os».
asunto que implica un lapso de tiempo de días u horas en Con todo, emplean el desenfrenado «naturalismo de la
lugar de las «décadas de consumación biológica» (págs. 327, vida onírica»: sus características, semejantes a las de los
350 s., 360-61). Esta teoría evita el prejuicio que con fre- cuent.o~ ,de ~adas -indulgencia en la violencia física, yux-
cuencia se encuentra en los críticos con inclinaciones filo- t~poslclOn mgenua de héroes perfectos y despreciables
sóficas que abordan los dos géneros con un modelo pre- vlllanos- reflejan un cierto tipo de realidad, a saber, la
concebido del mundo: Langer no tiene que interpretar la
visión trágica de la vida como una «lectura transitoria» de
1, Las expresiones citadas proceden de dos obras por lo demás muy
penetrantes y JUIciosas: Una ELLIS-FERMOR, The Frontiers qf Drama, 2-"
cd. (Londres, 1964), pago 147; y DAVID DAICHES, Critical Approaches Lo
Liierature (Englewood Cliffs, Nueva Jersey, 1956), pago 238.
14 Philosophy in a New Key (1942), 6a ed. rústica (Nueva York,
1<> Nueva York, 1964.
1954); Feeling and Form (Nueva York, 1953).
84 PAUL I-IERNADI ORDEN SIN FRONTERAS 85
realidad de los viajes inconscientes. Según Bentley, las pa- encuentra y trasciende de aquellas otras obras en las que
labras que pertenecen a estas «formas inferiores» tienden el penetrante ojo de la comedia se niega a «mirar al otro
a tener un saludable efecto «catártico» en los lectores y es- lado». La «tragedia con desenlace cómico» alarga el mo-
pectadores en la medida en que contribuye a liberar temo- mento final de reconciliación, que es breve, si es que llega
res y deseos reprimidos mediante el cauce de las respues- a haberlo, en la tragedia genuina. Measure for Measure de
tas estéticas inocuas (págs. 203 ss., 216-17, 246, 255 ss.). Shakespeare, Prinz van Hamburg de Kleist, Ifigenia y Fausto
La tragedia y la comedia son «formas superiores» pre- de Goethe son tragicomedias en este sentido de la palabra;
cisamente porque, en lugar de simplemente rechazados, in- celebran el perdón en oposición a la «justicia», esa forma
corporan importantes aspectos del melodrama y la farsa, más elevada de venganza (págs. 308-9, 316 ss., 319, 331).
respectivamente. Ciertamente, los héroes y villanos de la El otro tipo de tragicomedia, más sombrío y más moder-
tragedia y los bufones y bribones de la comedia son más no, podría definirse como «comedia con desenlace trágico»,
complejos que los personajes-tipo del melodrama y la far- salvo que la propensión al final desgraciado tiende a pro-
sa. Con todo, no es la verosimilitud sino la sutil distribu- yectar su sombra en todas las obras pertenecientes a este
ción de responsabilidades la que hace a una obra como Otelo género. El pato salvaje de Ibsen, Huerto de cerezas de Chejov,
trágica más que melodramática. «Yago instiga; Otelo es sus- Santa Juana de Shaw, Seis Personajes de Pirandello y Maha-
ceptible. Entre los dos, Yago y Otelo combinan los vicios goni de Brecht figuran entre los ejemplos relativamente
de la civilización con los de la barbarie». La tragedia tras- tempranas de Bentley; y estas obras en cierto modo han
ciende el melodrama como la justicia trasciende la vengan- preparado el camino para expresiones más marcadas de de-
za: en el melodrama, el héroe inocente puede correspon- sesperanza tragicómica como Codot de Beckett, Las sillas de
der al sufrimiento; en la tragedia, el héroe culpable debe Ionesco y otros representantes del Teatro del Absurdo. Ben-
soportado (págs. 257, 267-68, 288 ss.). Como la tragedia tley sabe, por supuesto, que los efectos cómicos con frecuen-
frustra nuestro impulso de identificación con la inocencia cia intensifican, más que alivian, la tristeza que impregna
e impone la identificación con la culpabilidad, estimula el este tipo de drama moderno. Pero también insiste en que
autoconocimiento en lugar de la deseosa gratificación del «hasta el humor negro es humor», y que un hombre que
ego en el caso del melodrama. La comedia estimula el auto- de verdad hubiera perdido la esperanza «no habría estado
conocimiento en un estilo diferente; a diferencia de la far- dispuesto a decirlo así», y menos en la elaborada forma de
sa se enfrenta a la miseria de la condición humana antes una obra de arte (págs. 319-20, 334-35, 345, 350, 352).
de' decidirse a «mirar al otro lado». Todo esto se puede ad- En la obra de los dos críticos norteamericanos más ori-
mitir perfectamente, si bien Bentley se excede cuando in- ginales, la tragedia y la comedia se funden en el esquema
terpreta el «N o hablemos de eso» de la comedia como «De más amplio de la literatura siguiendo estilos fascinantemente
eso no se puede hablar»: una actitud de «pesimismo más dispares. En Attitudes toward History, Kenneth Burke se ocupa
negro que el de la tragedia, pues la tragedia presupone que de los géneros literarios a la luz de su teoría particular de
puede hablarse de todo» (págs. 260 ss., 298-99). la conducta colectiva e individual, una mezcla muy poco
En opinión de Bentley, la tragedia, al igual que la co- dogmática de sociología (en su mayor parte marxista) y psi-
media, aporta la «prueba terriblemente concluyente de que cología de lo inconsciente (en su mayor parte freudia-
la vida no merece la pena vivirse», si bien ambos géneros na) 17. Burke considera «el Sí, el N o y el reino intermedio
afirman en el fondo el valor de la existencia humana «de- del Quizá» como las actitudes básicas de la formación y
safiando los hechos establecidos». Como implica el capítu- reorganización de las congregaciones humanas, y las «for-
lo que da fin a The Lije of the Drama, esta paradoja queda mas expresivas» de los géneros literarios representan para
mitigada en un tipo de tragicomedia y resaltada en otro.
Bentley distingue aquellas obras en las que la tragedia se 17 Ed. rústica (Boston, 1961), reimpresión de la edición de 1937.
86 PAUL I-IERNAIlI
ORDEN SIN FRONTERAS 87
él «distintos modos en los cuales estas actitudes se simboli-
dolo estilísticamente en pequeñas dosis; esta estrategia «ho-
zan de forma sutil y sublime» (pág. 1). El gran poema épico,
meopática» no es, sin embargo, la mejor en situaciones en
la tragedia, la comedia, un género denominado humor y
donde los golpes podrían haberse esquivado por completo.
el tipo carpe diem de la poesía lírica proporciona~ «marcos
En mi opinión, Burke podría haber hecho afirmaciones si-
de aceptación». El poema épico hace que la humIlda~ y la
milares también sobre la tragedia, y sus observaciones re-
auto glorificación «colaboren» agranda?do ~l personaJ~ del
lativas a la sátira y al género burlesco también se aplican
héroe guerrero de acuerdo con las eXIgenCIas d: la Sltu~-
a determinados tipos de comedia. La sátira ataca en otros
ción a la que se enfrenta; contemplando las haz~as ~el ?e-
la debilidad y las tentaciones que afligen al propio escritor
roe, uno adquiere un sentido realista de las p~opIa.s hm~t,a-
satírico; se trata de «un planteamiento desde fuera de algo
ciones, pero también obtiene, mediante una identificación
que surge desde dentro». En el género burlesco y sus formas
parcial con el héroe, «la distinción necesaria para las nece-
relacionadas (polémica, caricatura), no hay ningún inten-
sidades de la autojustificación». El humor favorece la acep-
to de penetrar en la psiquis de la víctima, y la prejuzgada
tación de una manera opuesta; «empequeñece la situación»
selección de factores externos de la conducta alcanza su
con una actitud de «feliz estupidez», por la cual «la grave-
«conclusión lógica» con la «reducción al absurdo» que tie-
dad de la vida sencillamente no llega a manifestarse». Tanto
ne por objetivo (págs. 44 ss.).
la tragedia como la comedia repudian el orgullo y, e.n su
Aunque nunca se explica claramente por qué el géne-
calidad de marcos de aceptación, abogan por la ventaja de
ro grotesco y el didáctico pertenecen a los «reinos interme-
las limitaciones del hombre medio. La diferencia radica en
dios del Quizá», Burke parece considerarlos como mani-
esto: mientras que la tragedia exalta la hybris como el ori-
festaciones de ese tercer tipo de «actitud hacia la historia».
gen de sobrecogedores crímenes, la comedia. la. desecha ~o-
roa error ridículo. Burke indica que «el nacimiento del m- Por otra parte, al considerar abiertamente los géneros co-
mo «grabaciones en directo», no tendríamos por qué echarle
dividualismo comercial» en la Atenas de Pericles «agudizó
en cara su tendencia a considerar su producción en térmi-
la consciencia de la ambición personal como motivo de los
nos no literarios. Con todo, sus diversas disertaciones so-
actos humanos" y atribuye a los tres grandes trágicos una
bre el género grotesco (sugerentemente definido como «el
«actitud pía, ortodoxa, conservadora, 'reaccionaria' .» ha-
culto a la incongruencia sin la risa»] y el didáctico (<<hoy
cia esta clase de hybris (pág. 39).
normalmente llamado propaganda») están sociológicamente
Los comentarios de Bu'rke sobre los géneros que ofre-
orientadas hasta el extremo de plantear la duda de si Bur-
cen «marcos de rechazo» tienen una conexión más fuerte,
ke llega a considerar estos dos géneros, «predominantemente
si bien menos directa, con la tragedia y la comedia. Cons-
de transición», como géneros de literatura imaginativa
ciente de que la aceptación de A puede suponer el rechazo (págs. 57 ss.).
de no A, Burke no contrapone la aceptación al rechazo co-
Desde luego, la gran influencia de Kenneth Burke en
mo mutuamente excluyentes (pág. 57). Es por tanto en un
sus contemporáneos y en los críticos más jóvenes apenas
sentido dialécticamente cualificado en el que la elegía, la
se apoya en sus conceptos del género literario. Por el con-
sátira y el género burlesco rechazan. La elegía lo hace por
trario, gran parte de la aún mayor influencia de Northrop
medio de la inversión de la estrategia del humor: «Expan-
Frye se basa en Anatomy of Criticism, que ofrece una de
de la desproporción entre la debilidad del yo y la magnitud
las teorías de clasificación literaria más ambiciosas jamás
de la situación». Pero hay también un elemento de acepta-
concebidas 18. Frye sabe, por supuesto, que «la finalidad
ción en la elegía, ya que una persona con una técnica per-
de la crítica por géneros no consiste tanto en clasificar
feccionada de queja no eludirá las situaciones que le per-
como en aclarar tradiciones y afinidades, sacando con ello
mitan usar tal herramienta. La elegía procura mostrar
tolerancia ante los golpes de gran infortunio adrninistrán-
18 Princeton, 1957.
88 PAUL HERNADI (JR DEN SI N FRONTERAS 89
a relucir relaciones literarias que pasarían inadvertidas libera al hombre de la esclavitud para conducirlo a un "or-
mientras no hubiera un contexto establecido para ellas» den estático y armonioso» el cual, al final de la mayor parte
(págs. 247-48). Por consiguiente, emplea diferentes prin- de las obras cómicas, resulta haber sido sólo temporalmente
cipios de clasificación genérica en lugar de preferir o su- «trastornado por locura, obsesión, olvido, 'orgullo y pre-
bordinar, por ejemplo, un concepto de tragedia a un con- juicio'» (pág. 17). Sin hacer referencia expícita al artícu-
cepto de drama o viceversa. Los conceptos de Frye de lo de Ludwig Jekels, «On the Psychology of Cornedy» 19,
mythoi, modos y radicales de presentación, no muy diferentes Frye propone una interpretación freudiana parecida: «Lo
a las distinciones coordinadas de Aristóteles según los me- que normalmente ocurre es que un hombre joven desea a
dios, objetos y modos de mímesis, nos ayudan a examinar una mujer joven, que su deseo se ve refrenado por una opo-
las obras literarias desde un esquema policéntrico. .ición, normalmente paterna, y que cerca del final de la
En el tercer ensayo de la Anatomy, Frye postula la exis- obra algún giro en el argumento permite al héroe cumplir
tencia de cuatro «categorías narrativas de la literatura más su voluntad». Dicho todo esto, Frye ha preparado a su lector
amplias que los géneros literarios, o lógicamente anterio- para que considere como característica de la comedia «una
res a ellos» e intenta situar todas las historias que pueden especie de situación edípica cómica en la cual el héroe sus-
relatarse en un gigantesco mapa conceptual con lo «román- tituye al padre en el papel de amante». En algunos casos
tico», lo «trágico», lo «cómico» y lo «irónico» (o «satírico») raros, aunque reveladores, incluso puede darse el "temor
como puntos cardinales. Los cuatro "argumentos genéri- a violar a una madre» en obras por lo demás cómicas co-
cos» o mythoi se revelan como movimientos dentro de un mo Las bodas de Fígaro o TomJones. Con mayor frecuencia,
mundo muy deseable (romance), dentro de un mundo dolo- sólo la "alianza psicológica» vincula .a la novia del héroe
rosamente defectuoso (ironía y sátira), en sentido descen- con la madre (o madrastra) de él o de ella (págs. 180-81).
dente desde la inocencia pasando por la hamartia hasta la Asimismo, el camino del héroe hacia la felicidad no tiene
catástrofe (tragedia), o en sentido ascendente desde el mun- por qué verse obstruido por su propio padre (que puede
do perdido de la experiencia pasando por complicaciones ser o no su rival en el amor de la heroína). Las dificulta-
amenazadoras hasta llegar a "una presunción general de des proceden a menudo de «sustitutos del padre» tales co-
inocencia retrospectiva en la cual todos viven felices desde mo el padre de la chica, su guardián o un pretendiente que
entonces» (comedia) (pág. 162). El tratamiento que Frye es más viejo y acaudalado que el héroe y que por tanto "par-
hace de la tragedia y la comedia pone en relación aspectos ticipa de la más estrecha relación que el padre tiene con
de semejanza y diferencia de una manera especialmente es- la sociedad establecida». Con esta indicación sociológica,
timulante. Comentando las palabras de Dios acerca del Frye toma el relevo a Jekels, quien simplemente afirmaba
hombre en El Paraíso Perdido -"Capaz de erguirse, más li- que la comedia eleva nuestros espíritus reemplazando la cul-
bre para caen> (m, 99)- Frye indica que Adán pierde la pabilidad edípica y el castigo correspondiente del hijo al pa-
libertad por su uso mismo de la libertad "del mismo modo dre. Frye a su vez señala la frecuencia con que las obras
en que, para el hombre que se arroja por un precipicio, cómicas agregan crítica social al ataque hacia aquellos que
la ley de la gravedad actúa como destino del breve resto ejercen la autoridad paterna sobre los amantes jóvenes; po-
que le queda de vida». En la concepción de Frye de la tra- demos encontrar «alguna aguda observación sobre el cre-
gedia, el mismo acto de «sometimiento de una vida relati- ciente poder del dinero y el tipo de clase gobernante que
vamente libre a un proceso de causalidad» es realizado por está fomentando» ya en los dramaturgos del Renacimien-
Macbeth cuando acepta la lógica de la usurpación, por to, incluyendo a Ben Jonson (págs. 163 ss.).
Hamlet cuando acepta la lógica de la venganza y por Lear
cuando acepta la lógica de la abdicación (págs. 211-12). La
19 En Selected Papers (Nueva York, 1952). «On the Psychology of
estructura argumental de la comedia invierte el proceso y Cornedy» fue publicada originalmente en alemán en 1926.
90 PAUI. HI':RNAIJI ()RDE SI I'RO TERAS 91
En conjunto, por supuesto, la concepción de Frye de los mitos pueden ser proyecciones de los temores humanos
los cuatro mythoi está mucho menos en deuda con Freud así como de las aspiraciones humanas. Además, Frye atri-
Marx y sus respectivos seguidores que con los, escritos de buye gran parte de la sutileza de la gran literatura al «con-
~ir James Frazer y Karl Gustav Jung sobre mitología. Con- trapunto modal». La «tonalidad» de Antony and Cleopatra de
sidera los cuatro argumentos genéricos como cuatro fases Shakespeare, por ejemplo, es alto-mimética, pero podemos
en los mitos más universales de la humanidad. Corres- contemplar al gran caudillo Marco Antonio «irónicamen-
pondiendo con las cuatro fases del «ciclo natural» del día te, como un hombre esclavizado por la pasión» (págs.
(amanecer, cénit, ocaso, oscuridad) y del año (primavera, 50-51). A pesar de la posibilidad de tal interacción entre
verano, otoño, invierno), la Comedia, el Romance, la Tra- modos diferentes, Frye parece tener justificación al postu-
gedia y la Ironía (o Sátira) se revelan en el tercer ensayo lar una tendencia creciente a disminuir el poder de acción
como cuatro modelos básicos de la imaginación humana. del héroe tanto en la antigüedad clásica como en la tradi-
En el primer ensayo, Frye sostiene que todos estos mode- ción occidental desde comienzos de la Edad Media.
los se manifiestan de forma especialmente clara en los mi- La explicación histórica de Frye de los «temas» de la
tos: puesto que los dioses poseen el mayor poder de acción literatura como versiones similarmente desplazadas de sus
posible, las historias sobre ellos «operan en el plano más arquetipos es menos convincente. Con todo, sus comenta-
alto del deseo humano». Mientras que el héroe de un mito rios sobre el tema -término de Frye para la dianoia de Aris-
genuino es un ser divino y por tanto superior en género tóteles, normalmente traducida como «pensamiento» -son
tanto a los hombres como a su entorno natural, el héroe muy estimulantes. Frye sostiene que mientras que el ar-
típico del romance, leyenda y marchen es superior a otros hom- gumento o mythos determina la forma temporal de una obra
bres no en género sino sólo en rango, aun cuando, en el como una secuencia de acontecimientos hipotéticos, el te-
mundo evocado por este grupo de obras, las leyes ordina- ma o dianoia mantiene la unidad de la obra bajo un esque-
rias de la naturaleza quedan «ligeramente suspendidas». Su- ma simultáneo y cuasi-espacial de significado. El mythos y
perior en rango, pero sujeto a su entorno natural, es el hé- la dianoia se revelan así como aspectos complementarios de
roe de la mayor parte de la épica y la tragedia: el caudillo. toda la literatura: «el mythos es la dianoia en movimiento,
Aproximadamente igual a otros miembros de su misma la dianoia es el mythos en stasis». Su relativo predominio ha-
sociedad, el «héroe" de la mayor parte de la comedia y la rá que algunas obras sean principalmente «fictivas», otras
ficción realista es «uno de nosotros». Al mito, romance, «alto- principalmente «temáticas»; las obras predominantemente
mimético» aristocrático y «bajo-mimético» realista, Frye aña- fictivas se centrarán en la «ficción interna del héroe y su
de la ironía como quinto modo. Dejando aparte el asunto sociedad», las obras predominantemente temáticas estable-
de la verosimilitud bajo-mimética, este modo -que no hay cen a su vez una especie de «ficción externa» resaltando la
que confundir con el mythos de la ironía, ya mencionado- relación contemporánea o póstuma entre el escritor y su so-
nos muestra personajes «inferiores en poder o inteligencia ciedad: el público lector potencial (págs. 52-53, 83).
a nosotros mismos, para que tengamos la sensación de do- La relativa proximidad de las obras al extremo fictivo
minar un panorama de esclavitud, frustración o absurdo». o al extremo temático de la literatura es uno de los aspec-
Con obras «irónicas» tales como El Proceso de Kafka la li- tos abordados por Frye en el cuarto ensayo de la Anatomy.
teratura moderna retrocede, por así decir, ante el reino de Aquí Frye sugiere que las obras literarias constan de lo que
la plausibilidad hacia el modo del mito, pues «los confusos idealmente son estructuras verbales habladas, impresas, en-
contornos de los rituales de sacrificio y de dioses agonizantes tonadas e interpretadas (págs. 246-47). Las obras en las que
comienzan a reaparecer en él» (págs. 33-34, 42). Esta re- el poeta se dirige a un auditorio pertenecen al género epos
ferencia a la realidad mÍtica de los dioses agonizantes in- -se nos recuerda que los griegos se referían con ta epe a
dica que Frye es implícitamente consciente del hecho de que aquellos poemas que habían de ser recitados- mientras que
92 PAUL HERNADI ORDEN SIN fRONTERAS 93

lajicción, un tipo de literatura mucho menos palpablemen- na» con el drama. Pero los respectivos «ritmos» de recu-
te de autor, parece destinada a la página impresa. El «can- rrencia, continuidad, asociación y decoro están pensados
tante» de poemas líricos simula estar en comunión consigo con el evidente fin de ser lo más apropiados posible (más
mismo o, en cualquier caso, con alguien distinto a su oyente que constituyentes exclusivos) para uno de los cuatro gé-
o lector real quien, en expresión de John Stuart Mill, «oye neros. A partir de la compleja interacción entre escritor,
accidentalmente» los enunciados líricos. Por último, y más héroe y sus respectivas «sociedades», la lírica y el epos se
convencionalmente, la presencia sin mediación de las figuras revelan como predominantemente temáticos con una im-
hipotéticas apunta a la interpretación como el «radical de portante diferencia entre ellos. Mientras que el poeta líri-
presentación» característico del drama. Aunque todos los gé- co tiende a escribir «como individuo, acentuando la sepa-
neros pueden aparecer (y desde la invención de la impren- ración de su personalidad y la peculiaridad de su visión»,
ta de hecho aparecen cada vez más) en forma escrita, el el escritor que trabaja en la forma epos (que incluye la prosa
concepto de Frye de «radical de presentación» como crite- oratoria) se dedica a ser un portavoz de su comunidad: «En
rio para las distinciones genéricas parece convincente a la él se llega a la articulación de un conocimiento poético y
luz de su ingeniosa analogía del piano. «Así como es posi- un poder expresivo que está latente o ausente en su comu-
ble distinguir la música expresamente escrita para piano nidad» (pág. 54). La ficción y el drama se alían a su vez
de la partitura arreglada para piano de una opereta o una en su relativa negligencia en la relación temática entre es-
sinfonía, del mismo modo podemos distinguir la 'literatu- critor y lector. El principal vehículo verbal de la ficción es
ra de libro' de los libros que contienen las partituras tex- un tipo de prosa que tiende a ser un «medio transparente»
tuales reducidas de piezas recitadas o representadas». Así, que presenta su contenido como «la luna de un escapara-
por ejemplo, hasta el drama de salón menos apropiado para te» presenta lo que hay detrás de ella, y el ritmo genérico
el escenario puede considerarse como «relacionado con al- del drama puede definirse como «epos o ficción absorbida
gún tipo anterior de teatro, por muy hipotético que fue- por el decoro»: una diversidad de ritmos de lenguaje apro-
ra», y en las novelas de Joseph Conrad «el género de la piados a los hablantes individuales en situaciones diferen-
palabra escrita está siendo asimilado al de la palabra ha- tes (págs. 265, 268-69).
blada» mediante la introducción de narradores internos En la exposición de los conceptos de Frye que antece-
(págs. 247-48). de me he abstenido de comentar contradicciones termino-
En su extremo más puro, los radicales individuales exi- lógicas y discrepancias conceptuales que, en algunas de las
gen que el poeta (drama), o bien las figuras hipotéticas (epos) muchas declaraciones hechas sobre Northrop Frye han si-
o bien tanto el poeta como las figuras hipotéticas (ficción) do debidamente censuradas 20. A pesar de toda esta críti-
queden «ocultos» al auditorio, o bien que el auditorio «quede ca, su manera de enfocar la literatura continúa teniendo
oculto al poeta» (lírica). La renuncia ocasional de un tipo un gran impacto en un gran número de críticos. Hay cien-
dado de «ocultación» dará, por supuesto, como resulta- tos, si no miles, de valiosos intentos de aplicación de los
do distintas combinaciones de dos o más «ritmos» genéri- conceptos de Frye a tareas tan concretas como la interpre-
cos, y la asignación que hace Frye de un tipo especial de tación de una obra determinada o la delineación histórica
dicción a cada uno de los cuatro «radicales» articula con
más detalle las posibilidades de interpenetración genérica
(págs. 248 ss.). La Anatomy relaciona el verso esquernatiza- 20 Cf. especialmente W. K. WIMSATT, «Northrop Frye: Criticism as
Myth» y GEOFFREY H. HARTMAN, «Ghostlier Dernarcations», en Nor-
do regularmenre con el epos, la prosa lógicamente trans-
throp Frye in Modern Criticism, ed. Murrey Krieger (Nueva York, 1966) con
parente con la ficción, la verbalización de una corriente de una bibliografía de y sobre Frye. Para una extensa crítica estructuralis-
conciencia con la lírica y la permanente adaptación del es- ta, cf. TZVETAN TODOROV, Introduction a la. liuérature jantastique (Paris,
tilo a los personajes y a las situaciones de la «ficción inter- 1970), págs. 15 ss.
94 PAULHERNADI

de una tradición genérica más o menos autopropulsada 21 •


Además, es probable que se dedique un esfuerzo conside-
rable en la teoría literaria de las próximas décadas a la co-
rrelación de algunos de sus conceptos del género con los
de otros importantes críticos, antiguos y modernos. Una GÉNERO Y CANON LITERARIO
importante razón para esto estriba, creo yo, en la frecuen- ALASTAIR FOWLER
cia con que Frye consigue hacernos ver las tradiciones y Universidad de Edimburgo

afinidades genéricas como fuerzas interdependientes en lo


que a él le gusta llamar el «universo literario» (pág. 122).
1. CÁNONES DE LITERATURA

La literatura sobre la que ejercemos la crítica y sobre la


que teorizamos no es nunca la totalidad. Todo lo más, ha-
blamos sobre subconjuntos considerables de escritores y es-
critos del pasado. Este campo limitado es el canon litera-
rio generalmente aceptado. Alguien ha argüido que, en gran
medida, sucede lo mismo con las obras individuales: que
una cierta elasticidad tn el modelo literario nos permite,
bien atender pequeñas muestras, bien a más amplias tra-
diciones y agrupamientos, en los cuales la obra en su sen-
tido unitario no pasa de ser un mero constituyente. Esto
puede ser cierto en parte, si bien queda mucho por decir
con respecto a la integridad del modelo en sí. Pero, aun-
que ello es posible, pocos discutirán la elasticidad de la li-
teratura. El canon literario varía obviamente -y también
de manera no tan obvia- de época en época y de un lec-
tor a otro. La Dama Mudanza que produce estos cambios
maravillosos ha sido identificada a menudo con la moda.
Isaac D'Israeli, uno de los primeros en proponer esta pers-
pectiva, aducía que «Prosa y verso se han regido por el
mismo capricho que corta nuestros trajes y ladea nuestros
sombreros», y concluyó su ensayo sobre las modas litera-
rias afirmando que «tiempos distintos, pues, se rigen por
gustos diferentes. Lo que causa una fuerte impresión al pú-
blico en un momento, deja de interesarle en otro ... y cada
época, en literatura moderna, podría, quizás, admitir una
'1 Dos ejemplos bastan: GRAHAM G. HOUGH, A PreJace to the Faerie nueva calificación, dividiéndola en sus períodos de litera-
Queme (Londres, 1962) y ROBERT SCHOLES, -Towards a Poetics of Fic-
tion: An Approach through Genre», Novela 2 (1969). El atractivo de los
conceptos genéricos de Frye fuera de los límites de la crítica literaria viene Título original: «Gen re and the Literary Canon", publicado en New
demostrado de modo persuasivo en HAYDEN WHITE, Metahistory (Balti- Literary History, XI, 1, 1979, págs. 97-119. Traducción de José Simón.
more, 1973).
Texto traducido y reproducido con autorización del editor.
96 ALASTAlR
FOWLER I;I·:NERO
y CANON
LITERARIO 97

tura de moda» l. Ahora bien, la afirmación de que es la vn literatura [que] debe siempre proceder a una selección
moda quien rige, no se puede contradecir fácilmente. Un ti ' clásicos» y que ella misma se encarna en listas de auto-
cierto deseo de novedad, que no deberíamos subestimar, 1"', elenco s de obras, historias de la literatura, y cánones
tiene mucho que ver con el gusto por las formas literarias, d ,1 gusto.
No obstante, el «gusto» es algo más que una moda y no El canon vigente establece límites fijos para nuestra com-
debería subordinarse a leyes triviales de circunstancias. Pe- prensión de la literatura, en varios sentidos. El CANON OFI-
ro, para reconocer el gusto por lo que es, necesitamos al CIAL se institucionaliza mediante la educación, el patroci-
menos entrever su implicación en procesos diversos, mu- nio, y el periodismo. Pero cada individuo tiene también
chos de ellos aparentemente desconectados por completo de su CANON PERSONAL, obras que ha tenido ocasión de co-
la literatura. Su variedad, que es el tema del estimulante nocer y valorar. Estos dos conjuntos no mantienen una sim-
ensayo de Kellett The Whirligig 01 Taste [Los vaivenes del gus- ple relación de inclusión. La mayoría de nosotros fracasa
to], exige un estudio detallado. En el presente artículo con- en su respuesta a algunos clásicos oficiales: por otra parte,
sideraré únicamente un determinante, el género. a causa de un juicio superior o como beneficio del saber,
Tan pronto como se piensa en el género en relación con tenemos la facultad de extender provechosamente el canon
el gusto, uno se sorprende al ver cuántos casos de modas socialmente determinado. Podemos partir de él, es decir,
caducas, citados por D'Israeli, se describen en términos de ~eguir cauces que no sean meramente excéntricos: bien sea
género o de modo: «la brillante era de los temas epigra- hallando mérito en una obra experimental o revalorizan-
máticos», «otra época fue inundada por un millón de so- o una ignorada. En este punto, las traducciones de obras
netos», «una era de épica», «sueño» (es decir, visión en tempranas de literaturas de otros pueblos ejercen, obvia-
sueños)», «sátiras», «novela» «tragedias», «comedias». De he- mente, una función considerable (las de Petrarca por Wyatt,
cho, los cambios en el canon literario se pueden referir, a Chaucer por Dryden, Dante por Cary). La introducción
menudo, a la revalorización o devaluación de los géneros de elementos del arte popular ejerce también una influen-
que representan las obras canónicas. ia vital. De esta manera, la balada narrativa, tras siglos
Sin embargo, a menudo se dice del canon oficial que de firme pertenencia al canon popular y de exclusión del
es bastante estable, si no «totalmente coherente». Y la idea canon literario, atrajo el interés del imparcial Gray y ob-
de canon ciertamente implica una colección de obras que tuvo tratamiento de arte de la mano de Wordsworth y Co-
sean consideradas en exclusiva como el «completo» (al me-' leridge.
nos durante un tiempo). Con todo, ni siquiera al canon bí- El canon literario, en su más amplio sentido, comprende
blico se llegó, sino tras muchas vicisitudes y a lo largo de el corpus escrito en su totalidad, junto a la literatura oral
un período de muchos siglos. En cada etapa se fijaba cate- que aún pervive. Pero gran parte de este CANON POTENCIAL
góricamente (si bien sujeto a cambiantes subrayados, pro- permanece inaccesible, debido, por ejemplo, a la escasez
venientes de los concilios, las distintas confesiones, las sec- de documentos, que sólo se pueden hallar confinados en
tas o los individuos); y cuando se amplió o se redujo, el grandes bibliotecas. Hay, pues, un CANON ACCESIBLE más
nuevo canon fue, también, definitivo. Por otra parte, los limitado. Este es mucho más reducido de lo que la New
libros canónicos de las Escrituras no son meramente autén- Cambridge Bibliography 01 English Literature [Nueva Bibliografía
ticos, sino también dotados de autoridad. Este sentido nor- de Cambridge de Literatura Inglesa] podría sugerir 2.
mativo ha incitado una extensión del término a la literatura
secular. Así, Curtius nos habla de «la formación del canon
2 B. FABIAN Y SIEGFRIED J. SCHMIOTllaman la atención, acerta-
damente sobre el «efectoeminentemente canónico" de las Bibliografías
I ISAACD'IsRAELI, «Literary Fashions», Curiosities 01 Literature de Cambridge: vid. «Problernsof Empirical Research in Literary His-
(London, 1971). tory» de Schmidt, traducido por Peter Heath, New Literary History, 8.
98 ALASTAIRFOWLER :;ÉNERO V CANON LITERARIO 99
Ciertas limitaciones prácticas actúan de diversas mane- cia nuevas preferencias sistemáticas, conducentes a CÁNO-
ras, pudiendo potenciarse mutuamente. Las más directas NES SELECTIVOS. Los cánones selectivos con mayor fuerza
son los límites a la publicación: Traheme (1637-74) difí- institucional son los elencos formales, cuya influencia ha sido
cilmente pudo convertirse en canon hasta que sus obras reconocida por largo tiempo, y tratada en estudios tales co-
principales fueron «descubiertas» (1896-97) e impresas mo el de R. R. Bolgar The Classical Heritage and lts Beneficia-
(1903, 1908). E incluso para un novelista con un número ries [El Legado Clásico y sus Beneficiarios]. Pero, la reac-
tan amplio de lectores como Trollope, las obras canónicas ción contra un elenco oficial puede desembocar en un elenco
(en el sentido expresado) no pueden extenderse más allá «alternativo», igualmente estricto, pero menos examinado
de aquellas que han sido recientemente reimpresas. De ma- por los historiadores literarios hasta poco antes. Y siempre
nera similar, diversas contingencias en la transmisión de hay un elenco más breve, que cambia más rápidamente,
manuscritos han perfilado el canon medieval: la edición en que pasa casi inadvertido y que consta de pasajes que son
rústica y la recopilación en antologías limita aún más el ca- familiares, interesantes y accesibles en el más amplio sen-
non accesible para algunos grupos sociales: y el canon bi- tido. Tales selecciones responden, de una u otra manera,
bliofílico influye, de forma insospechada, en la literatura al CANON CRÍTICO. Pero éste es sorprendentemente redu-
disponible incluso para los estudiosos'. En las artes repre- cido. Para la mayoría de los críticos, sin duda, la literatura
sentables, la accesibilidad es particularmente restringida. a la que se refieren en sus obras no es la que aparece en
¿Quién puede decirnos cuántas piezas J acobeas no sean, las listas bibliográficas, sino las áreas de interés mucho más
tal vez, mejores que las pocas que han sido puestas en es- limitadas, marcadas por reiteradas discusiones en los pe-
cena? Revivir piezas olvidadas es tan difícil y costoso que riódicos -particularmente aquellos que, como Scrutiny, co-
incluso tentativas de «censura inversa» con patrocinio es- bran influencia-o De este canon quedan excluidos innu-
tatal no han servido para contrarrestar la competitiva re- merables autores dignos de consideración. Por ejemplo, los
ducción de la tradición teatral a un repertorio de media do- quince primeros volúmenes anuales de Essays in Criticism
cena de géneros. Al igual que la censura restrictiva, que (1950-65) no contenían un sólo artículo sobre Vaughan, Tra-
ha limitado, a veces drásticamente, el canon literario -has- heme, Cotton, Diaper, Smart, Clare o De la Mare. De he-
ta el punto de prohibir al menos los ejemplares contempo- cho, el NCBEL (New Cambridge Bibliography qf English Lueratu-
ráneos de géneros enteros, como la sátira 4_. re) no regista crítica alguna sobre Cotton desde 1938. E
Sobre este canon accesible se han ejercido con frecuen- incluso con respecto a los escritores canónicos, los críticos
convienen tácitamente en operar, por lo general, sobre un
camino trillado -Piers Plowman 18, Bower qf Bliss de Spen-
No. 2 (1977), 218. Pero es difícil saber qué otra cosa podrían haber es- ser, Achitophel de Dryden y similares- los mejores pasajes,
perado: cualquier bibliografía está sujeta a ejercer tal influencia por el
mero hecho de existir.
por supuesto.
:< Vid. J. CARTER, Taste and Technique in Book Collecting (Cambrid- Inevitablemente, las elecciones individuales subsiguien-
ge, 1948), págs. 60 y ss. sobre el efecto de la bibliofilia. CLAUDlO GUI· tes a todas estas selecciones incluyen muy pocos escritos,
LI.EN, Literature as System (Princeton, 1971), págs. 398-99, aborda la in-
aunque pueden extenderse. por capricho del gusto perso-
fluencia de las antologías, un tema sobre el que aún está por escribirse
una obra fundamental. nal, a marginados de poco tono como De la Mare. Debe-
I Para el período anterior, vid. F. S. SIEflERT, Freedom o/ the Press mos considerar afortunado el hecho de que la naturaleza
in England, 1476-1776 (Urbana, Illinois, 1952), y (sobre la Inquisición) genérica de la literatura sea tal, que permita el que las
Erasmus Newsletter, 8 (1976),5; para el más moderno, SAMUEL HVNES,
muestras soporten agrupamientos mucho más amplios, sin
'l"he Edwardian Turn o/ Mind (Princeton, 1968), y DONALD T¡'¡OMAS, A
!,ong Time Burning (New York, 1969). Hay un ataque precoz a la cen- más que incorporar al canon los nuevos tipos qUe se pre-
sura en los puestos de venta de libros en A. T. QUILLER-COUCH, Ad· sentan. Y ello porque sería difícil exagerar la relevancia del
ventures in Criticism (New York, 1896), págs. 279 y ·ss. canon literario. Aparte de sus obvias exclusiones y limita-
100 ALASTAIR F()WJ.ER GÉNERO Y CANON LITERARIO 101
ciones, ejerce una influencia positiva fundamental en vir- luptuosidad», Harrington escribe que "de todas las clases
tud de su variedad y proporciones. Alcanzado a través de de poesía, la heroica es la menos infectada por ellas». Pero
la interacción de muchas generaciones de lectores, consti- no podía decir lo mismo de "la pastoril con el soneto o el
tuye una imagen importante de integridad. epigrama» 6. Sin duda, «sonetista» había de convertirse en
De los muchos factores que determinan nuestro canon un término de menosprecio aplicable a poetas menores
literario, el género se encuentra sin duda entre los más de- -como en «algún sonetista de Hackny" muerto de ham-
cisivos. No sólo hay ciertos géneros que, a primera vista, bre», de Pope 7 -. A finales del siglo diecisiete, el epigra-
se consideran más canónicos que otros, sino que obras o ma llegó a ser el más bajo de todos: «el desecho de la
pasajes individuales pueden ser estimados en mayor o me- poesía» ". Dryden critica a Tasso por inch ..ir «toques de
nor grado de acuerdo con la categoría de su género. epigrama» en su Gerusalemme Liberata, «que no sólo están por
debajo de la dignidad del verso heroico, sino que son con-
trarios a su naturaleza: Virgilio y Hornero no tienen uno
Il. JERARQUÍA GENÉRICA solo. Y aquellos que son culpables de tan pueril ambición
en materia tan grave, están tan lejos de ser considerados
Los géneros pueden mantener relaciones mutuas de cla-
como poetas heroicos que deben ser rebajados desde Ho-
ses diversas, tales como inclusión, combinación (tragicome-
mero hasta la Anthologia, desde Virgilio a los Epigramas de
dia), inversión (caballeresca y picaresca), con traste (sone-
Marcial y Owen, y desde Spencer hasta Flecknoe; es de-
to y epigrama). Una de las más activas es la jerárquica:
cir, de la cumbre a lo más bajo de la poesía»".
relación con respecto a la altura del género. De esta ma-
De tales afirmaciones, ha concluido Ralph Cohen que
nera, los críticos neoclásicos contemplaban la épica como
la jerarquía de los géneros «puede ser interpretada en tér-
más elevada que la pastoral. Cuando ambos géneros lle-
minos de la inclusión de formas inferiores en otras supe-
gaban a yuxtaponerse, como en las geórgicas formales, la
riores -el epigrama en la sátira, geórgica, épica; la oda
altura del estilo cambiaba en consonancia. No obstante, la
en la épica; el soneto en el drama; el proverbio en todas
altura era algo más que una cualidad retórica: su fuerza
las formas preceptivas» 111-. Y, ciertamente, el principio de
normativa es inequívoca. Desde finales del siglo dieciséis
inclusión fue muy debatido por los críticos renacen ti stas y
hasta principios del dieciocho, la épica imperó, no sólo co-
neoclásicos. Se decía que la épica, el género más elevado,
mo el más alto, sino como el mejor de todos los géneros:
y, a la vez, norma para los demás, era también el más com-
Webbe le denomina: «aquella parte principesca de la poe-
prehensivo. Así, Escalígero escribe:
sía»; Sidney, «la mejor y más consumada clase de poesía»;
Mulgrave, «la obra más notable de la inteligencia huma- En cada esfera, hay un cierto objeto oportuno y pree-
na» y Dryden, siguiendo a Boileau, nos dice que en la minente, que puede servir de patrón para los demás; de
épica «la imaginación debe poner en juego su suprema gra- modo que todos los restantes puedan referirse a él. Así,
cia» :'. En el extremo opuesto, la poesía amorosa y, en ge- en el conjunto de la poesía, el género épico, en el que se
neral, los poemas cortos ligeros, eran considerados como
bajos. Defendiendo la poesía contra «la ligereza y la vo- 6 Elizabethan Critical Essays, ed. Smith, II, 209.
7 ALEXANDER POPE, And Essay on Cruicism, 1,419.
8 EDWARD PHILLIPS. Vid. Critica! Essays, ed. Spingarn, II, 266.
;, Elizabethan Critical Essays, ed. G. G. Smith (London, 1904), I,
255; Miscellaneous Prose oJ Sir Philip Sidney, ed. K. Duncan-Jones y J. " A Discourse Conceming Satire, en "OJ Dramatic Poesy» and Other Cri-
Van Dorsten (Oxford, 1973, pág. 98, de ahora en adelante citado co- tical Essays, ed. George Watson (London, 1962), Ir, 82.
mo DeJence oJ Poesy; Critical Essays oJ the Seoenteenth Century, ed. J. E. Spin- 111 «On the Interrelatioi.s of Eigtheenth-Century Literary Forrns»,
garn (Oxford, 1908-9), II, 295; JOi-IN DRYDEN, The Arl oJ Poelry, 1, en New Approaches to Eigteenth-Century Luerature, ed. Philip Harth (New
590, en The Poems oJ john Dryden, ed. James Kinsley (Oxford, 1958), York, 1974), págs. 35-36.
1, 348. * Suburbio de Londres. [N. del T.].
102 ALAS'IAIRFOWLER CÉNERO y CANON LITERARIO 103

relatan la naturaleza, vida y acciones de los héroes, pare- «¿Cuántas partes, pues, tiene la poesía? -Hablando en ge-
ce ser el principal. Las restantes partes de la poesía se ri- neral, tres: uno llamado épica, el segundo dramático [sceni-
gen de acuerdo con sus reglas. Puesto que estas partes exis- ca], y el tercero mélico o lírico, como se prefiera» 13. Las
ten en gran variedad ... deberemos tomar de la majestad parti -ese término que abarca, asombrosamente, todo pro-
de la épica leyes elevadas y universales, de modo que su
pósito, y sin el cuál la teoría literaria renancentista habría
contenido pueda acomodarse, en consonancia con las na-
sido imposible- de Minturno, significan aquí algo rigu-
turalezas de las diferentes formas de cada una ".
rosamente equivalente a «categorías de representación», o
Sin embargo, sería difícil aplicar este principio a otros divisiones de acuerdo con el modo de presentación. En cual-
tipos comprehensivos, o extenderlo universalmente a todas quier otro lugar, sin embargo, como en la Defence de Sid-
las formas cortas. Podrían encontrarse un soneto o dos en ney, «partes» puede referirse a géneros, ya sean tipos o
una comedia, aquí y allá, pero no hay teoría que se pueda modos: «partes, tipos, o especies (como se quieran califi-
haber basado en casos tan excepcionales. La doctrina re- car)» 14. La teoría italiana puede haber sido malinterpreta-
nacentista de la inclusión se vió acosada, de hecho, por com- da por una confusión de términos. En cualquier caso, era
plicaciones que es preciso desentrañar. Cohen remonta la idea perfectamente comprensible el considerar a los epigramas
acertadamente a Poética 26, una discusión sobre si la épica laudatorio s elevados como heroicos, en lo que se refiere al
o la tragedia es la forma más elevada de imitación. Pero modo. Pero, ¿qué debemos pensar cuando Dryden, que co-
Aristóteles prefirió la tragedia (no la épica) por incluir ele- nocía tan bien como Herrick que Cooper's Hill era un poe-
mentos de otra clase diferente: a saber, el uso de elemen- ma prospectivo, geórgico o descriptivo, escribe «Esta dul-
tos adicionales de representación, espectáculo y música. No zura de la poesía lírica de Mr. Waller se continuó después
dijo nada que implicase que la tragedia pudiese contener en la épica por Sir John Denham, en su Cooper's Hill, un
elementos épicos insertos. poema que, su Señoría lo sabe, por la majestad de su esti-
En la teoría épica renancentista, sin embargo, con fre- lo es, y será siempre, el modelo exacto de la obra bien
cuencia parecen estarse debatiendo estructuras insertas; y, hecha»? 15. El sentido primordial de «épica» aquí (confun-
a veces, así es. La épica puede realmente contener formas dido por los comentadores y no incluido en el OED*) es
insertas. Pero, incluso en este extremo, la confusión de tér- simplemente genus mixtum, es decir, ni pura narración ni
minos puede engañarnos. Cuando Minturno llama al epi- diálogo, ni lírica ni drama 16. Pero un sentido secundario
grama «particella dell'Epica Poesía», no tiene nada que ver de modo, sin duda da color al pasaje, como sugiere el tér-
con la inclusión de epigramas en la épica 1:/. Aqu í épica se mino «majestad». De manera similar, cuando Dryden ha-
refiere a uno de los tres amplios modos de presentación: bla de «poesía heroica ... de la que la sátira es, sin duda,
una especie», el contexto, en una discusión de Geórgicas 4
11 J. C. ESCALÍGERO, Poetices libri septem (Lyons, 1561), 14+. la. nos indica que se refiere a una mezcla de modos 17. El pa-
GuilJén (pág. 404) es extremadamente injusto con Escalígero, al corn- saje virgiliano muestra un tinte heroico local: «he aquí la
pararle desfavorablemente con Minturno, y negando que hiciese nin- majestad de lo heroico». Dryden no quiere decir que la épica
gú~ «intento de ajustar los sistemas tradicionales a las obras maestras como tipo «incluya» el tipo satírico. Quizá porque «los tér-
de su propia época». De hecho, aunque Escalígero está interesado prin-
cipalmente en los antiguos autores paradigmáticos, siente también un
vivo interés por las nuevas formas genéricas. Así, por ejemplo, atrae 13 lbid., pág. 3. Con respecto a la épica en el sentido de genus mix-
la atención hacia los logros de «magnus vis Sanazarus» a este respecto tum cf. la clasificación de Diomedes, más adelante pág. 106.
(150. la), y puede pretender con justicia haber ampliado la temática 14 Defence 01 Poesy, pág. 94.
de la poesía pastoril. 15 Critical Essays, ed. Watson, I, 7.
12 Como queda claro en lo que sigue: «Épica Poesia, a cui non fa 16 La clasificación popularizada por Diomedes.
mestiere ne canto, ne rappresentatione». Vid. ANTONIO SEBASTIANO 17 Critical Essays, ed. Watson, Il, 149.
MINTURNO, L'Arte Poetica (Venecia, 1564), pág. 281. • Oxford English Dictionary [N del T].
C(éNERO y CANON LITERARIO 105
104 Af..AS'lArR FOWLER
sólo por los teóricos del género. En cambio, con frecuen-
minas "tipos", "especies", "formas" y "géneros" se usan
cia relacionan también unos pocos géneros principales. Estos
indistintamente» en el artículo de Cohen, la teoría neoclá-
catálogos sumarios se refieren en su mayoría a géneros sus-
sica de los géneros resulta aparentemente más contradic-
ceptibles de extensión más allá de sus formas externas ori-
toria de lo que en realidad era; aunque, ciertamente, ello
ginarias: aquellos géneros, de hecho, que dieron origen a
sería difícil 18.
lo que deberíamos llamar modos: géneros familiares, rápi-
Hallando una contradicción entre su principio de in-
damente reconocidos al leer, mencionados con frecuencia
clusión y «el carácter distintivo de los tipos", Cohen se ve
por la crítica. En cuanto géneros valorados con mayor fre-
abocado a negar el último (pág. 35). Ahora bien, sería cier-
cuencia, pueden estar ordenados, en parte, por categoría,
tamente difícil perfilar un código que comprendiera los
de acuerdo con su valor. Un ejemplo típico, con la épica
géneros de modo que todos los críticos renacentistas y neo-
situada en primer lugar, es la relación propuesta por Ed-
clásicos lo hubiesen admitido. Pero el teórico de los géne-
ward Phillips (1675) de categorías (o «tipos») «en alguna
ros mutables no está obligado a producir ningún sistema
de las cuales toda la variedad de estilos poéticos está incluida
de este tipo. Y si los primeros críticos del género estuvie-
de una u otra manera»: épica, dramática, lírica, elegíaca,
ron a veces confundidos al formular conceptos de modo,
epoenética, bucólica, epigrama. L::\ frase «de una u otra for-
lo que surgió por primera vez en el Renacimiento, ello no
ma» ret1eja la conciencia de Phillips de la heterogeneidad
es razón para dudar de la existencia de repertorios distin-
del paradigma tradicional, en el cual «lírica», «epoenética»
tivos de géneros. Estos repertorios podrían ser poco com- (es decir, epiónica) y «elegíaca» no tenían fuerza de
prendidos, y aun aSÍ, funcionar lo suficientemente bien modos 20 El paradigma derivó fundamentalmente de las
como para que los géneros sean reconocidos adecuadamen-
antiguas autoridades, particularmente Cicerón,. Horaci~,
te. Deberíamos contemplar, con visión retrospectiva, el mo- Quintiliano, y el gramático del siglo cuarto, Diornedes _1 •
mento en que las «especies» fueron desconcertantemente in-
Podemos comprenderlo mejor comparando alguna de las
cluidas dentro de especies, como una tentativa prometedora
variantes ampliamente difundidas por la crítica antigua y
de organizar los tipos en relación a los modos principales.
neoclásica (ver Tabla )22.
Cohen tiene seguramente razón al llamar la atención so-
bre la organización de estos modos en una jerarquía «inte-
rrelacioriada» conforme a su altura. Incluso en este domi- 20 Prefacioa Theatrum Poetarurn, en Cruical Essays, ed. Spingarn, II,
nio limitado, sería difícil sostener que siempre existió una 266; discutido en COHEN, «On the Interrelations», pág. 36, Sobre el
verso epiónico vid. Escalígero pág. 67. ,
sola jerarquía. Pero muchas relaciones de altura habrían 21 Vid, GUILLÉN, págs. 403 y ss. : K R. CURTIUS, European Lite-
sido admitidas. De la misma manera que diversos obser- rature and the Latin lVJiddle Ages, traducido por Willard R, Trask (New
vadores del arco iris pueden coincidir en que rojo y viole- York, 1953), págs. 440 y ss.: CHARLES TRINKAUS, «The Unknown
ta (o colores como estos) son opuestos, aunque dividan el Quattrocento Poetics 01' Bartolommeo della Fonte», Studies 111 the Renais-
espectro de diferente manera 1". sanee, 13 (1966), 87, , <

" C¡CERÓN, De opt. gen. orai., 1. 1. HORAcro, Ars Poellea, ~3-98;


Al considerar teorías primitivas del género, hemos de donde la secuencia puede estar determinada por consideraciones metncas
distinguir entre extensas relaciones sistemáticas y breves pa- más que por cualquier principio jerárquico de ordenación. QUrNTIUA-
norámicas. Escalígero, Minturno, y otros, describen cien- NO, lnstuutio oratoria, 10, 1. 46-100; la secuencia usada al considerar
autores griegos. La serie latina invierte el orden de tragedia y c~med,a,
tos de géneros y subgéneros, algunos de ellos conocidos tan
y omite la pastoral. Quintiliano observa ya un cambio en el yámbico,
al que no sigue considerando como una forma completamente indepcn-
diente de composición (para más detalles vid, GuilJén, págs. 399 y ss.).
COHEN,
111 «On the Interrelarions», pág. 37, n . 12. Puesto que Quintiliano cambia inmediatamente de parecer para consi-
Sobre la
1'1 jerarquía de los géneros en las artes visuales, vid, Mr- derar autores de historia y otros géneros «extraliterarios», el paradigma
CHAEL FRrED, «Toward a Supreme Fiction », New Literary History, 6, no es para él un canon cerrado, La misma observación se podría hacer
No. 3 (1975), 543-85.
106 ALAS'If'.IRFOWJ.ER GÉNEROY CANON LITERARIO 107

Paradigma de los principales géneros * Las listas de géneros están ordenadas conforme a di-
versos principios de articulación. Uno, particularmente claro
CICERÓN: tragedia, comedia, épica, mélica, ditirárn- en la influyente obra de Diomedes, dispone los géneros de
bica. acuerdo con el modo de presentarlos. En razón de este prin-
HORACIO heroica, elegíaca, yámbica, lírica, cómica y cipio aristotélico, son, bien dramáticos (el autor no habla
trágica (satírica). directamente), bien narrativos (sólo habla el autor), o mixtos
QUINTILIANO épica, pastoril, elegía, sátira, yámbica, lí- (ambos, autor y personajes, hablan). Aunque se trata de
rica, comedia, tragedia. un esquema analítico, los géneros, dentro de cada categoría
DIOMEDES genus commune: heroica, lírica; genus ennarrati- conforme a su presentación, podrían ordenarse fácilmente
vum: preceptiva, histórica, didáctica; genus dramaticum: tragi- por su valor (ej.: trágica, cómica). El esquema aristotélico
ea, cómica, satírica, mímica. da cuenta de la secuencia ininterrumpida trágico/cómico/sa-
SIDNEY(1583): heroica, lírica, trágica, cómica, satírica, tírico en Horacio, Harington y Meres. Explica la pecu-
yámbica, elegíaca, pastoril. liar introducción de «dramático» en Phillips. Y, por supues-
HARINGTON (1591): heroica, trágica, cómica, satírica, to, fundamenta las divisiones tripartidas de la literatura en
elegíaca, amatoria (pastoril, soneto, epigrama). Milton y muchos otros críticos 2\.
MERES (1598): heroica, lírica, trágica, cómica, satírica, Conforme a otro principio, se ordenaron los géneros
yámbica, elegíaca, pastoril (epigrama). poéticos de acuerdo con sus formas de versificación. Este
PHILLIPS(1675): épica, dramática, lírica, elegíaca, epoe- esquema, adoptado por Quintiliano y Horacio (cuyo tema
nética bucólica, epigrama. ostensible en Ars Poetica, 11, 73-89 es la idoneidad de for-
EL BOILEAUDE DRYDEN ([1674] 1683): épica, tragedia, mas concretas de verso para temas diversos), explica el gé-
sátira, epigrama, oda, elegía, pastoril. nero yámbico en Meres. Pero, hacia 1598, la diferencia-
ción métrica estaba en gran parte obsoleta, de modo que
sus únicos ejemplos son Harvey y Stanyhurst. Análoga-
de Dionysius HaJicarnassus, por ejemplo, Diomedes (ver más a fondo
en Curtius, pág. 440) relaciona las siguientes especies de genus enarrati- mente, «lírica», que no debe confundirse con la acepción
vum (exegetikon oel apangeltikon, es decir, interpretativo, descriptivo o moderna del término, podía referirse a géneros que emplea-
narrativo): angeltike (preceptivo); historike (narrativo, genealógico, etc.); sen ciertas formas de verso o música (excluyendo así la poe-
didascalike (didáctico). Al igual que en Aristóteles, el genus commune (koi-
sía elegíaca, escrita para la flauta). Pero podía implicar tam-
non vel mikton) es el modo de presentación en el que ambos, poeta y per-
sonajes, hablan. Defence 01 Poesy, pág. 31: «Los más notables son el he- bién un principio de valoración, por el cual se prefería a
roico, lírico, trágico, cómico, satírico, yámbico, elegíaco, pastoral, y otros los poetas líricos frente a los poetas mélicos 24. La alta va-
varios, de los cuales algunos se califican de acuerdo con el asunto del loración de la lírica persistió en la supremacía de la oda
que tratan, otros por el tipo de verso en el que prefieren escribir». Con- durante el siglo diecisiete: así, Charles Cotton, en una epís-
forme a la revisión más amplia de «los tipos especiales» de poesía en
las páginas 94 y ss., queda claro que por «elegía» Sidney entiende «ele- tola en verso a Brame, lamenta ser incapaz de componer
gía de lamentación». HARINGTON, A Brief Apology, en Elizabethan Criti- una oda. El término elegíaco, de nuevo, fue tremendamen-
cal Essays, ed. Smith, Ir, 209-10, donde el deseo de defenderse contra
la acusación de obscenidad puede haber influido en la ordenación de
los géneros. «Elegía de luto» nos demuestra que elegía se usa de forma 2:\ Reason 01 Church-Government, en las Complete Prose Works de Mil-
similar a su sentido posterior, más que referirse a un metro elegíaco o ton (New Haven, 1953-), 1,813-16. No así, el esquema diferente de
incluir la elegía amatoria. MERES, Palladis Tamia, en Elizabethan Criti- JACOPO MAZZONI en Delta defesa della «Commedia» di Dante: vid. Literary
cal Essays, ed. Smith, Il, 319. PI-IILLlPSprefacio a Theatrum Poetarum, Criticism: Plato to Dryden, ed. A. H. Gilbert (New York, Cincinnati, etc.,
en Critica! Essays, ed. Spingarn, II, 266; DRYOEN, The Art 01 Poetry, en 1940), pág. 332. Sobre el orden tripartido de los géneros vid. Guillén,
The Poems 01John Dryden, 1, 332-61. págs. 390-419.
* Por comodidad de comparación, la secuencia (explícita o implíci- 2'\ Vid. GUILLÉN, págs. 400-401, y Cr. Curmus, pág. 441, sobre las

ta) es, en algunos ejemplos, exactamente la inversa de la original. seis qualitates carminum de Diomedcs.
108 ALAS'II\IR FOWLER (;I::NERO y eA o LITERARIO 109

te ambiguo en el Renacimiento, significando «elegía del baja. En el Renacimiento, la poesía pastoril reclamó un lu-
duelo» (Harington), elegía amorosa, o verso elegíaco. De gar entre los ocho géneros paradigmáticos, como lo ilus-
este modo, lírica, epoenética y elegíaca pueden ser catego- tran las listas de Sidney, Meres y Boileau. (También Ha-
rías métricas para Phillips. rington incluye la pastoral con otras formas «amatorias-
La combinación de diferentes principios de ordenación nuevas en su paradigma de seis géneros.) La pastoral era
contribuyó a la flexibilidad y permitió una sorprendente entonces una clase seria, susceptible de significado encu-
amplitud de desarrollo. Sin embargo, pese al ingenioso con- bierto, que «podía incluir cualquier consideración sobre el
servadurismo de algunos como Meres, un cambio más ra- mal y la paciencia» zo Pero, como ha señalado Cohen, el
dical era inevitable. Y cuando el paradigma que tanto tiem- alcance de la pastoral se redujo posteriormente y su status
po había perdurado llegó a los comienzos del siglo dieciocho, descendió, hasta que las famosas observaciones de J ohn-
se produjo una manifiesta confusión. Un historiador ha ha- son nos la muestran ya acabada, objeto de desprecio y
. / l7
blado de «colapso en todas las estructuras literarias conven- aversión .
cionales». Pero la exageración de este aserto se hace patente La apreciación del epigrama es aún más variable. En
en lo que sigue: «todos los tipos literarios menores inclui- las listas más antiguas, no aparece independiente, si bien,
dos comenzaron a desaparecer o a sufrir mutación hacia epigramas satíricos, como los de Arquíloco, nos habrían lle-
sus posibilidades más deformadas» "'>. De hecho, el soneto gado bajo forma yámbica ". Harington, que también lo
había dado paso al epigrama mucho antes. Cada género compuso personalmente, sitúa el epigrama en su más baja
había estado experimentando mutación constantemente: tal categoría amatoria: «la pastoral con el soneto y el epigra-
cambio es continuo. ma». Meres no puede dejar de considerarlo. Relaciona y
Esta mutabilidad normal nos indica que no deberíamos ejemplifica las «ocho clases notables de poetas» tradiciona-
albergar la esperanza de comprender las variantes del pa- les, añadiendo después un párrafo sobre el epigrama, en
radigrna modal en términos sincrónicos, sino únicamente relación indeterminada con el resto. Phillips, de nuevo, re-
en el contexto dinámico del desarrollo histórico-literario. duce los géneros dramáticos a uno, en el que, notablemente,
encuentra hueco para el epigrama. En Boileau y Dryden,
el epigrama asciende al cuarto lugar. Tales promociones
III. CAMBIOS EN LA JERARQUÍA DE LOS GÉNEROS no fueron sino mero reconocimiento de los hechos, pues,
a principios del siglo diecisiete, se presenció una notable
La categoría asignada a la poesía pastoril ha sido cues- elevación del epigrama al status de forma dominante. Ro-
tionable por mucho tiempo. Desde que alcanzó un nuevo semond Tuve estableció una relación entre el elevado nú-
status con Virgilio, su emplazamiento se hizo problemáti- mero de poemas cortos del siglo dieciséis que no eran can-
co. Diomedes guizá trató de establecer un compromiso con- ciones y «el lento establecimiento de un público lector, más
siderando las Eglogas 1 y 9 como genus dramaticurn: a las de-
más las consideró, presumiblemente, como genus commune, 21> Defence of Poesy, pág. 95. Cf. PUTI'ENHAM, citado por COHEN,
la forma de presentación compuesta. Pero la poesía pasto- «On the Interrclations», pág. 39.
-" Además del notorio rechazo de la poesía pastoril en conexión con
ril siguió siendo difícil de valorar, puesto que conforme al «Lycidas» (SAMUEI.Jm-INsoN, Lives of the Englislz Poets, ed. G. B. Hill
criterio métrico iba bien con la épica, mientras que en la (Oxford, 1905), 1, 163-64), vid. Indice de Hill s. v. Pastoral poetry. John-
rota virgiliana (que, a pesar de su nombre, se concibe nor- son 's contemptfor it. Las formas salientes son tratadas a menudo con acrr-
malmente como una jerarquía vertical) se estimaba como rud: se podría comparar con las opiniones del propio Johnson sobre la
aliteración.
211 Cuando SII)NEY (De/erice 01 Poesy, pág. 95) se refiere a la poesía
2" PETER HUGHES, «Restructuring Literary History: Implications yámbica como amarga más que satírica, puede aludir a la inclusión de
for the Eighteenth Century», New Literary History, 8, No. 2 (1977),265. epigramas del tipo [el (amargo).
110 (; ¡::NERO y CANON UTERARIO 111

que oyente, a lo largo de cien años de imprenta» 29. Se po- And the proud sonnet fell by the same doom;
dría mencionar también el uso generalizado de la compo- With these grave tragedy adorned her flights,
sición de epigramas en la enseñanza del latín. Etienne ha- And mournful e1egy her funeral rites:
A hero never failed'em on the stage,
bía publicado la Anacreontea en 1554 y la Antología Planúdea
Without his point a lover durst not rage;
en 1556; bajo su influencia, el epigrama neo-latino se si-
The amorous shepherds took more care to prove
tuó a la altura de la perfección y la brillantez, a comienzos True to their point, than faithful to their love.
del siglo diecisiete, cuando se hizo accesible la gran profu- Each word, Iike Janus, had a dóritble face:
sión de epigramas de la Antología Griega, mediante la And prose, as well as verse allowed it place' 30
copia del manuscrito Palatino y la publicación de la tra-
ducción latina de la Antología Planúdea, realizada por Boileau y Dryden escriben contra el recientemente ele-
Grocio, en la coyuntura precisa para ejercer la máxima in- vado status del epigrama, intentando, con el apoyo de fuen-
fluencia sobre la poesía vernácula. Quizá la brevedad y. la tes históricas seleccionadas, restaurar lo que ellos ven como
relativa libertad temática fueron apropiadas para un período auténtico sentido de la proporción: «La Razón afrentada»;
de cambio rápido. En todo caso, el epigrama desplazó de pretenden, esperanzados, expulsar al fin las gracias de los
inmediato a otras formas breves. (De haber vivido Waller, temas serios: «nadie debería usadas sin pudor, / Exceptuan-
Herrick y otros epigramáticos, algunas décadas antes, muy do el caso de su dispersión en el epigrama». Es un inten-
bien podrían haber sido sonetistas.) Además, el epigrama to, típico del neoclasicismo, de contener la transformación
ejerció una influencia formal profunda en otros tipos de de los géneros a base de afianzar los límites. Retrospecti-
composiciones. Las transformó en el mojo para producir vamente, este intento se nos muestra como una aberración
nuevas formas, como la ingeniosa y mordaz elegía amoro- temporal de la crítica: las transformaciones, lejos de con-
sa que conocemos como Lírica Metafísica. Tuvo mucho que fundir la literatura, o de ser signos de ruptura, fueron al-
ver con el cultivo de los efectos de cierre en las series de go norma!.
pareados con pausa iinal. Y sirve de base, parcialmente, En este mismo período, se pusieron de manifiesto otros
para la nueva concepción de los procesos poéticos en tér- cambios en el status de los géneros, incluyendo algunos
minos de ingenio. ausentes del paradigma moda!' Donne y otros elevaron la
Esta influencia modal tal vez sea la mejor garantía de elegía amatoria a una altura sin precedentes. Y en las pos-
su nueva situación en el paradigma de los géneros. Eso pa- trimerías del siglo diecisiete, la sátira ascendió por encima
rece sugerir Boileau en su despectivo comentario (traduci- de la posición central que había mantenido (con breves fluc-
do fielmente por Dryden) sobre «The epigram, with little tuaciones) durante un siglo: Dryden, Pope, Swift y otros
art composed» [«El epigrama, con poco arte cornpuesto»], la consideraron apropiada para algunos de sus escritos más
Se muestra crítico respecto a la «gracia» y se asusta de su serios y ambiciosos. Si la transformación heroica de la sá-
popularidad que amenaza una regla dictatorial (uno sos-
pecha, sin temor a dudas, que sitúa al epigrama el cuarto
lO DR YDEN, The Arl 01 Poetry, 11, 336-46, en The Poems 01 John
de siete géneros, en el puesto central, para subrayar for-
Dryden, 1, 341.
malmente su «soberanía»). * Inundaron el Parnaso con su marea. I El madrigal fue, al princi-
pio, bienvenido,! Y el orgulloso soneto cayó por el mismo sino; I con
They overwhelmed Parnassus with their tide. ellos la grave tragedia adornó sus vuelos, I y la lúgubre elegía sus fu-
The madrigal at first was overcome, nestos ritos: I Un héroe nunca les falló en la escena, I Sin su gracia,
amante alguno osó enfurecerse; ! Los amorosos pastores más se cuida-
ron de mostrarse / leales a su gracia, que fieles a su amor. / Cada pala-
,<> ROSEMOND TUVE, Elisabethan and Metaphysical Imagery (Chicago. bra, cual Jano, tenía doble faz: I Y la prosa y el verso le cedieron lu
1947), pág. 242. • gar. [N del T]
112 ALASTAIR FOWLER c;r,NERO y CANON LITERARIO 113
tira en Absalom and Achitophel no lo prueba por completo, terioridad, durante el RenacimientoH. En la revaloriza-
la posibilidad de un poema épico satírico tal como el Dun- ción consiguiente, la geórgica y otras poesías didácticas as-
ciad sin duda lo hace. Poco más tarde, según J oseph War- cendieron al más alto nivel de estimación. Hacia finales del
ton, se leían mucho más las sátiras de Ariosto que el Or- siglo dieciocho, los modos didácticos no se encontraban ya
lando Furioso, y Churchill estaba mucho más en boga que realmente en esta posición. En su An Essay on the Genius and
Gray". , Writings o/ Pope [Ensayo sobre el genio y los escritos de Po-
El caso de las geórgicas es aún más sorprendente. Etien- pe] (1756, 1782), Joseph Warton divide a los poetas ingle-
ne y Sidney, quien compara a los escritores didácticos a ses en «cuatro clases o grados diferentes»: (1) «los sublimes
«los pintores de inferior categoría», que «reproducen tan y patéticos»; (2) «aquellos que poseyeron el auténtico ge-
sólo las caras dispuestas ante ellos» y carecen de inventiva nio poético en un grado más reducido, pero con un mag-
propia, habían dudado incluso de su derecho a algún sta- nífico talento para la poesía moral) ética y panegírica»; (3)
tus poético. A comienzos del siglo dieciocho, los críticos ha- «hombres de ingenio, de gusto elegante, y viva imaginación
blaban de la poesía didáctica como «inferior) únicamente) para describir la vida familiar, pero no así las escenas poé-
a la épica» si no igual a ella". J ohn Chalker ha escrito ticas más altas»; (4) meros versificadores, que incluyen, sin
una historia de la geórgica formal inglesa instructiva y de- embargo, algunos como Sandys y Fairfax. Tras haber exa-
liciosa, que no es preciso repetir aquí. Pero el cambio ope- minado detenidamente las obras de Pope, Warton concluye
rado en la estima de la geórgica se incluye en un desarro- que «la mayor parte de ellas son de tipo didáctico, satírico
llo más amplio de la literatura didáctica. Sidney se refirió o moral, y, en consecuencia, no de la especie más poética
generalmente a los escritores didáctico s como: todos «los de poesía; ... la imaginación no era su talento predominan-
que tratan temas filosóficos, o morales, como Tirteo, Fo- te». Puede parecernos que esto es algo grotescamente pre-
cílides, Catón) o naturales, como Lucrecio ... o astronómi- decible y que demuestra los límites de la evaluación me-
cos como Manilio y Pantano; o históricos, como Lucano»; diante clasificación". Pero el propósito de Warton , más
el tipo de los que «no siguen el curso de propia inven- sutil, era descubrir lo que de auténtica poesía (imaginación)
ción))l:l. Aunque sus categorías rompen por completo con podría haber en las mejores obras didácticas y satíricas de
los límites entre verso y prosa, el pasaje sirve para recor- un escritor al que admiraba sinceramente. Y, en la difícil
damos que el paradigma de los géneros se había converti- tarea de valorar la principal realización del pasado recien-
do en efecto en un paradigma de los modos poéticos. Sin te, acierta plenamente; Pope queda situado «junto a Mil-
duda, la defensa de la literatura, en el período isabelino , ton y justo por encima de Dryden))lG. Johnson puede dar
fue, ante todo, una defensa de la literatura imaginativa o la impresión de haber rebajado a Warton cuando escribió:
«poesía». Pero durante el siglo diecisiete, Bacon, Browne, «Limitar la poesía por una definición nos mostrará única-
y otros, desarrollaron de tal modo el ensayo y los tratados mente la estrechez del que define, aunque una definición
a modo de ensayo, que devolvieron los escritos sobre ar- que excluya a Pope no se hará con facilidad))'7. Pero la
queología, geografía e historia al status que gozaron con an-

H CL ROSALlE L. COLlE, The Resources oJ Kind: Cenre- Theory in the


Renaissance, ed. Barba ra K. Lewalski (Berkeley, Los Angeles, y Lon-
." An Essay on the Genius and Writings oJ Pope, en Eiglueenth-Century dres, 1(73), págs. 36-37.
Critica! Essays, ed. S. Elledge (Ithaca, 1961). II, 713, 763. Sobre el Dun- ;', Este enfoque es adoptado por Lawrence Lipking en un importan-
dad como auténtica épica, vid. AUBRI':V WILLIAMS, Pope's «Dunciad»: le estudio; The Orderine oJ the Arls in Eightcenth-Century EngLand (Princc-
A Study ofits Meaning (Batan Rouge, 1955), págs. 131 y ss. Ion, 1970), págs. 365-66. Para el pasaje de Warton, vid. Elledge, Ir,
" Vid. COHEN, «On the Inter relations», págs. 39-40, en las que se 719-20.
ci ta a Addison y Tickell. ;r, Eighteenth-Century Critica! Essays, cd. Elledgc, Ir, 762.
·u Dcfeuce oJ Poesy, pág. 80. ;¡ Liues, cd. Hill, III, 251.
114 ALAS"IAIR FOWLER GÉf\ERO y CANON LlTERARIO 115

baja en la reputación de Pope continuó. Además, la pro- emergentes. Mientras la geórgica formal cae dentro de la
pia estimación de la literatura didáctica, por parte de J ohn- categoría didáctica, la poesía descriptiva presenta un nue-
son, parece poco diferente: «En un poema didáctico, sólo vo, amplio modo, el idyllium «descriptivo ante todo, bien
cabe esperar novedad en los ornamentos e ilustraciones». de los procesos y apariencias de la naturaleza externa, co-
Admira los adornos del Essay on Man [Ensayo sobre el hom- mo las Seasons de Thomson; o de caracteres, modales y sen-
bre l, pero considera la moralidad metafísica como tema timientos». La «epístola apasionada» se considera ahora co-
«quizá no muy apropiado para la poesía». En cuanto al en- mo «una especie de monodrama», como en anticipación al
sayo, lo sitúa por debajo de lo que cabría esperar de un desarrollo de la lírica dramática.
ensayista -«una pieza irregular y confusa; no una com- Las numerosas y complejas transformaciones de los gé-
posición uniforme y ordenada-Yv->. Esto, después de la neros a lo largo del siglo diecinueve no se prestan a un
publicación de los Essays de Hume. tratamiento breve y esquemático. Pero algunas líneas prin-
El influyente Hugh Blair adoptó una visión restrictiva cipales se destacan, incluso en ese período. Cuando Words-
similar respecto a la literatura didáctica. Encuentra en Ad- worth incluyó en su modo narrativo «esa estimada produc-
dison numerosos ejemplos de «el grado más alto, correcto ción de nuestros días, la novela métrica» -aludiendo tal
y ornamentado del modo llano». Sin embargo, a pesar de vez a Crabbe o a Scott 41 -difícilmente podía haber pre-
ser «el ejemplo más perfecto en inglés», carece de «fuerza visto por completo cuán lejos habría de transmutar la lite-
y precisión, lo que hace que su modo, aunque perfectamente ratura las formas novelísticas durante el siglo siguiente. En
oportuno para ensayos tales como los que escribe en el Spec- esa época, de la que estamos adquiriendo conciencia his-
tator, no sea del todo un modelo apropiado para cualquie- tórica en nuestros días, varios tipos de novelas llegaron a
ra de los tipos de composición más altos y elaborados» "'. acaparar progresivamente el interés de los críticos y la ex-
Las epístolas didácticas «rara vez admiten gran elevación»; pectación de los lectores. El modo novelístico se abrió ca-
y la poesía didáctica, sin el sustento de «las elevadas belle- mino, de hecho, hasta la posición más alta en la jerarquía
zas de la descripción y el lenguaje poético», agrada por la de los géneros. Sería, por supuesto, difícil construir un pa-
vigorosa concisión y el vivo ingenio, que «las más eleva- radigma sencillo de los géneros para una literatura tan pro-
das especies de poesía>, escasamente admiten. Aquí, los ni- fusamente inventiva. Pero ello no es debido a la falta de
veles de estilo y valor están íntimamente asociados: sin du- certeza respecto a los modos dominantes. Esto se nos mues-
da, Blair considera que, en el entusiasmo, el ardor, la fuerza tra con claridad, cuando se aplican los criterios de la no-
y la profusión de genio poético, Dryden, aunque mucho vela naturalista a juicios de valor. Así Ruskin encontró
menos correcto como escritor [que Pope l, parece haber si- dificultades al opinar sobre Dickens: le consideraba admi-
do superior a él» 40. Pope era menos eminente en «las par- rable, si bien «en tanto que caricaturista ... se excluyó él
tes más sublimes de la poesía». El nuevo valor atribuido mismo del círculo de los grandes autores» 42. No es preciso
a la descripción es bastante sorprendente. demostrar aquí el status creciente de los tipos novelísticos.
En su Preface de 1815, Wordsworth relaciona seis mo- Henry J ames podía afirmar, sin asomo de extravagancia,
dos «en el siguiente orden»: narrativo, dramático, lírico, que «la novela sigue siendo, según la opinión correcta, la
idyllium, didáctico, y sátira filosófica. Es un esquema que más independiente, más elástica y más prodigiosa de las
nos muestra perspectiva y discernimiento de las formas formas literarias», y hacia 1975, Frank Kermode se per-
mitió tratar como clásicos las novelas en el mismo volumen,

lB Ibid., II, 295; III, 242; Dictionary, Rambler. No. 158.


.,~, HUGI-I BLAIR, Lectures on Rethoric and Belles Lettres (London y 41 Wordsworth 's Literary Criticism, ed. W. J. B. Owen (London y
Edinburgh, 1783), Lección 19: "General Characters 01" Style. Boston , 19í4), pág. 177.
+11 Ibid., Lección 40: «Didactic Pocr ry-Dcscri pt ivc Poct ry». 4" Praeterita (Orpington, Inglaterra, 1887), II, cap. 4.
116 ALAS'IAIR FOWLER (;(:NERO v CANON LITERARIO 117
si no totalmente en el rrusmo sentido, que la Eneida de den haber existido en todas las épocas, vagamente mate-
Virgilio ". rializados en estrafalarias y monstruosas manifestaciones
Por supuesto, dentro de la novela se establecen, correcta individuales, (Una historia del futuro apareció publicada
o incorrectamente, diversos niveles, Así pues, existe una en fecha tan prematura como 1790: el anónimo Reign 01
distinción relativamente estable entre los tipos de novela George VI), Pero el repertorio de géneros activos ha sido
verosímil y varios otros géneros, particularmente formula- siempre reducido y ha estado sometido a adiciones y su-
rios, como las novelas de suspense, del oeste y fantásticas, presiones proporcionalmente significativas, A principios del
Esto no se puede admitir abiertamente como una distin- siglo dieciocho, por ejemplo, se extendió ampliamente la
ción jerárquica, Pero las bibliotecas y las librerías segre- novela, la sátira y la geórgica, mientras que se suprimió,
gan los géneros serios y no serios más o menos estrictamen- de hecho, la épica, Sin duda, será preciso perfilar esta tos-
te, La ciencia-ficción se vendía, hasta hace muy poco, junto ca generalización, Podríamos sentir deseos de precisar su
a la pornografía. última parte tomando en consideración transformaciones
del héroe, como en la épica burlesca, traducciones, críti-
cas de la épica anterior, y quizá el desconcertante atisbo
IV, GÉNEROS DISPONIBLES
de calidad que percibe Johrlson en Blackrnore. Pero la ob-
servación general se mantiene, y podría adoptarse, junto
El cambio genérico se ramifica en formas que tienen a otras como ella, para insinuar un sistema de géneros tal,
extensas implicaciones en una crítica imparcial. No es só- que cualquier supresión repercuta en los géneros adyacen-
lo cuestión de establecer una tabla de relaciones dentro de tes, Al declinar la épica (podría proseguir el argumento),
cada género: de meras fluctuaciones en aquella «imagina- sus funciones fueron asumidas por los géneros novelístico
ria bolsa de cambio» proscrita por Northrop Frye como y geórgico, que, consecuentemente, ascendieron hasta ocu-
asunto serio 11, Más' bien debemos pensar en cambios en par su espacio en la ficción, ASÍ, por ejemplo, el héroe épico
gran escala en la interrelación de géneros completos, y en se convirtió en el héroe de la prosa de ficción o de la bio-
la distribución de la literatura entre ellos -cambios que, grafía. Análogamente, en nuestra época, un declive en la
incluso un paradigma tan innovador como el de Words- novela verosímil se podría considerar compensado por el
worth, apenas llega a insinu ar=-. Por encima de todo, he- auge de la biografía (a menudo semificticia) para cubrir la
mos de reconocer que la gama completa de los géneros no necesidad de caracteres «sólidos», faltos de fabulación, Se
ha estado igualmente, ni mucho menos completamente, dis- podrían aducir otras compensaciones en conexión con di-
ponible en un período cualquiera, Cada época parece con- versos géneros de memorias autobiográficas e historia, o
tar con un repertorio relativamente reducido de géneros a el olvidado ensayo familiar y el ensayo crítico que tanto
los que lectores y críticos pueden responder con entusias- prolifera '5, Hay quienes han sentido la tentación de con-
mo, Yvel repertorio disponible de sus escritores es, posi- cebir un sistema de los géneros prácticamente basado en
blemente, aún menor: el canon temporal está cerrado de un modelo hidrostático, como si la substancia total perma-
antemano para todos los escritores, si exceptuamos a «los neciese constante, aunque sujeta a redistribución.
mejores», «los más firmes», o «los más arcanos», Pero, por el momento, carecemos de base firme para
Además, cada época supone nuevas omisiones en el re- tales especulaciones, y es mejor tratar las relaciones entre
pertorio potencial. En sentido amplio, todos los géneros pue- los géneros de manera sencilla, en términos de opciones es-
téticas reales, ASÍ, la supresión de la épica planteó un pro-
4" Prefacio a The Ambassadors, Edición de Nueva York (Ncw York,
blema al escritor de aventuras serio. No podía sino volverse
1909), XXI, XXIII.
'" NORTHROP FR VE, Anatomy 01 Criticism (Princeton, 1957), pág. 18. 'Ié, Vid, CaLlE, The Resources 01 Kind, págs. 92, 98-99.
118 ALAS'IAIR FOWLER (;I~NERO y CANON LITERARIO
119

hacia el siguiente género «más elevado», lo que, en el caso mas románticos y canciones, con un doble cometido, como
de la poesía, significaba probablemente la geórgica (pues- citas y como elementos intra-novelescos, siguió explícita-
to que, en la geórgica virgiliana, los pasajes heroicos ele- mente un método narrativo cargado de ambages, y enfati-
vados desempeñaron un papel importante). Posteriormente, zó continuamente el carácter romántico de los paisajes «<esta
la descripción fue su recurso natural. Así mismo, en pro- angosta cañada ... parecía abrirse a la tierra del rornance»).
sa, los escritores serios adoptaron el ensayo, la historia re- Por otra parte, no deja de referirse a «mi historia», distin-
ferente a alguna acción nacional destacada, la novela mo- guiendo entre la frívola novela de aventuras y la auténtica
ral, u otras formas cuyas cumbres no se vieron ya más narración de una historia, o de recordar la perspectiva his-
sobrepasadas por la épica "'. Montaigne exploró el nuevo tórica de «sesenta años después». Pero, a pesar de todo es-
tema de la identidad individual en un género extracanórii- to, Croker y otros valoraron las novelas de Waverley en
co de status bajo o indeterminado (lo que puede haber con- el contexto genérico de los cuentos irlandeses de Edgeworth
tribuido a hacerle merecedor del apodo de «atrevido igno- (cuya influencia se admite con sincera deferencia en la no-
rante»); pero Carlyle, persiguiendo un objetivo similar en ta final de Scott al Waverley), Suya era la norma: como nos
Sartor, orientó sus escritos a modo de ensayo hacia unos ob- indica su biógrafo, «Los críticos comienzan a bosquejar in-
jetivos estéticos mucho más elevados, desde las plataformas formalmente sus reglas durante el período en el que Ma-
de sus visibles vehículos, el tratado y la biografía. ría Edgeworth escribe, directamente estimulados, con fre-
cuencia por sus cuentos» 47. De ello se favorecieron las
novelas' de Scott, débilmen te articuladas. Él podía ofrecer
v. VALORACIONES gran cantidad de detalles de la vida diaria, personajes plau-
sibles como miembros de una sociedad en la vida real, y
El repertorio real de géneros, a consecuencia de sus li- episodios tan coherentes como los de ella. La superioridad
mitaciones y cambios, influye de manera decisiva en el ca- de Austen (en la construcción, por ejemplo) era menos ob-
non crítico. El caso de Scott y Austen es esclarecedor -la via. Y sus novelas se asociaban, inevitablemente, con los
anomalía de que Scott gozase de reputación internacional elementos «inferiores», domésticos y femeninos, de la obra
mientras que Austen permanecía virtualmente desconoci- de Edgeworth.
da-. Esto sólo se puede explicar, en parte, por la apari- Cuando un género desaparece del repertorio en su con-
ción de Waverleyen 1814, cuando Scott era ya un hombre junto, las valoraciones pueden verse seriamente afectadas.
de letras consagrado. Debe ser atribuido también a la fa- En el momento actual, la épica breve, no sólo no se prac-
cilidad con que la obra de Scott podía relacionarse con los tica (como la épica clásica), sino que no está representada
géneros existentes, como la novela regional, que prestigió por ejemplos en lengua vernácula accesibles a la crítica
María Edgeworth. Las novelas de Edgeworth, que también -excepto El Paraíso Recobrado+ . En consecuencia, la acogi-
disfrutaron de reputación continental, fueron a menudo tra- da de este superviviente solitario es comprometida e incierta.
tadas por los críticos co~o el contexto literario de las pri- Nuestra dificultad no es meramente ignorancia sobre si Pa-
meras novelas de Scott. El mismo se mostraba deseoso de radise Regained sobrepasa, o no, a otros especímenes de su
atraer la atención hacia su combinación individual de his- género. (Muchos críticos podrían estar dispuestos a hacer
toria y aventuras en Waoerley. Multiplicó sus alusiones a tal concesión -admitir que los demás son especímenes de
antecedentes serios de novela de aventuras, introdujo poe- escaso valor-). Se trata más bien de la dificultad para apre-
ciar dónde radican los logros especiales de Milton. ¿Con-
sistió uno de ellos en el desarrollo experimental de una épica
·Ir; Vid. p. e. el esclarecedor estudio de ELlZAHETH W. BRUSS, Aula-
hiographical Acts: The Chan.¡;ing Situation Di a Literary Genre (Baltirnorc v
London , 1976). . 47 MARILYN BUTLER, Maria Edgeworth (Oxford, 1972), págs. 347-48.
120 ALAS'IAIR FOWLER
l;¡:~NERO y CANOI LITERARIO
121
stylus humilis? Cuando apareció el poema, la opinión -para fatal para una apreciación correcta de Hespérides. Cuando
angustia de Milton- estaba dividida. Edward Phillips nos fue redescubierta, en el siglo diecinueve, vanos de los sub-
refiere que era «generalmente reputada como inferior a la géneros empleados (especialmente aquellos caract~nzados
otra (a saber, El Paraíso Perdido)», pero que «está conside- como joetidus y Jel [fétldo y amargo]) estaban tan fuera de
rada, por los más juiciosos, como poco o nada inferior a uso como para resultar ininteligibles. Los lectores del pe-
éste en cuanto a estilo y propiedad» 48. Significativamente, ríodo victoriano perdieron, por lo tanto, gran parte de su
no obstante, el más virulento de los ataques recientes a El compleja variedad y equilibrio, rasgos por los que sus cm-
Paraíso Recobrado se ceba en el estilo. Se podría intentar una co tipos de epigramas se compensan y corresponde~ uno
defensa contra la acusación de falta de colorido estilística con otro. Su arrolladora preferencia por los mel [miel], o
que hace Wallace Robson. Alguna conclusión se podría ex- epigramas dulces, les indujo a centrarse en un único ele-
traer, por ejemplo, de la asombrosa acumulación de alter- mento de la obra de Herrick. Sus poemas florales y epI-
nativas por parte de Milton: un rasgo desestimado por gramas eróticos fueron casi los únicos que se inclu~e~~n en
Broadbent por su incompetencia para la realización sen- las antologías. Sobre esta b~se tan inade;uada se erigio ur:a
sual, pero que, aunque de modo dudoso, imita el acto de desmedida reputación -Swlmbume llego ~ lIamarle «el n:as
elección, de forma que aproxima al lector a la predicación excelso escritor de canciones ... jamás nacido de la raza m-
de Cristo. Una línea tal de defensa, tan relativamente com- glesa»-. Pero una pretensión tan inconsistente, apen.~s po~
plicada, tendría que contar con una amplia base de fami- día sostenerse por mucho tiempo. T. S. Eliot pareclO casi
liaridad con la forma épica breve. Y esto ya no es factible. restaurar la sensatez en e'Qué es la poesía menor') Necesa-
Lewalski tuvo que escribir un libro simplemente para pro- riamente, había de preferir al poeta «mayor», metafísico,
bar que el género existió: Wilkes, un artículo para establecer Herbert, pero hizo un interesante alegato, ap:~entemente
una de sus convenciones rudimentarias (el uso de posicio- equilibrado, en favor de Herrick como un clásico menor,
nes establecidas) 4". Nadie debería sorprenderse, pues, de digno de ser leído in extenso en virtud de un «a~go» f.lue se
que El Paraíso Recobrado goce de la Ínfima reputación en el encuentra «más en el todo que en las partes». Eliot, sin em-
canon de Milton. bargo, no supo o no quiso encontrar una uni,dad en ~espé-
De distinta manera, la reputación de Robert Herrick rides: echó en falta «la continuidad de un proposzto consciente
ha sufrido las consecuencias de la alteración de los géne- en los poemas de Herrick». Mi intención, en estos m.on:en-
ros, más que de su supresión. En 1648 apareció su Hespé- tos no es tanto criticar su opinión a este respecto (SI bien,
rides, en un momento desafortunado, desde una perspectiva «sincera ordinariez» no es una de las frases que acuden a
política. Posteriormente, durante el tiempo en que el mo- mi mente cuando pienso en Herrick), como atraer l~ aten-
do satírico ocupaba el lugar del epigramático, recibió es- ción sobre el peso de los géne~os alterados qU,e contribuye-
casa atención: incluido al principio, de manera anónima, ron a limitar la opinión de Eliot sobre el auténtico alcance
en las antologías, fue casi desconocido durante el siglo si- y estatura del autor de epigramas heroicos.
guiente. Esta discontinuidad en la tradición crítica resultó Al perfilamos su distinción entre clásic~s mayor.es Y me-
nores Eliot insistió en el hecho de que generas diferentes
+H The Life 01 Mr. John Milton, en Milton: The Critica! Heritage, .d. podrí~n ofrecer ejemplos de ambos -como fue, si~ duda,
J T. Shawcross (New York, 1970), pág. 104. Paradise Regained fue la el caso de Herbert y Herrick-. Pero la Idea de la eXls~:ncIa
segunda obra de Milton que recibió tratamiento crítico extenso (R. Mea- de géneros inherentemente mayores o menores también se
dowcourt, 1732).
ha visto sometida a discusión. Dame Helen Gardner pu-
4" B. K. LEWAI.SKI, Milton 's Brie] Epic. The Cenre, Meaning, and Arl
of «Paradise Regained» (Providence, R. 1., Y London, 1966); G. A. WIL- blica unas consideraciones sobre la diferencia entre un poeta
¡(ES, «Paradise Regained and th e Conventions al' the Sacred Epic», En- mayor y uno que es simplemente muy bueno, en térrr:inos
glúh Studies, 44 (J 963). que la dejan perfectamente clara. Establece una sene de
122
ALAS'jAIR FOWLER CÉNERO y CANON UTERARIO 123
implicaciones, con respecto al género, que, por comodidad, La inclusión de Philips puede relacionarse con la reciente
no se suelen pon:r de relie~e: «La obra del poeta mayor promoción de la geórgica; y si nos sorprende la de Ros-
debe tener magmtud: debe mtentar con éxito una u otra common, no tenemos más que recordar que Pope «lo ala-
de las formas poéticas más eminentes, que ponga a prue- baba como el único escritor moralista durante el reinado
~a sus dotes de, invención y variación: no puede aspirar al del rey Charles» "'2. A la inversa, el hecho de que en el pe-
título "por u~ sl~~l: puñado de versos por exquisitos que ríodo Augusto" se restringiese el modo epigramático y se
sean" . Sena dlf¡Ci.1disentir de esa proposición; sin ern- rechazase el conceptismo da cuenta de la ausencia de nom-
?argo, supone una Jerarquía de géneros, con la lírica aba- bres esperables.
JO y las «formas poéticas más eminentes» arriba. Por su- Basándonos en influyentes antologías, como el Colden
puesto, la jerarquía no tiene por qué ser rígida. Podemos Treasury 53 de Francis Turner Palgrave, se pueden ejempli-
~reguntar, por ejemplo, qué extensión debería tener un pu- ficar cambios posteriores en el canon. Tantas generaciones
n.ado de versos para conseguir mayoría (¿los mil cuatro- de jóvenes lectores forjaron sus ideas sobre la poesía a partir
c~entos de Herrick?), o si las formas líricas podrían corn- de esta notable obra, que durante mucho tiempo fue con-
bmarse para constituir ,:na obra. compuesta mayor (¿el siderada como una institución literaria. Sus preferencias res-
~ot~book d~ L~)Well?), o SI la propIa lírica no podría tenei pecto al género se pueden entrever ya desde el título: The
distintos slgmficados en épocas diversas.
Golden Treasury of the Best Songs and Lyrica! Poems in the En-
glish Language [TesoroAureo de las Mejores Cancionesy Poemas Lí-
ricos en Lengua Inglesa l. Omitiendo a los autores representa-
VI. CÁNONES y GRANDES TRADICIONES
dos por uno o dos ejemplos, excepto aquellos de los que se
incluye un texto muy largo, el canon de 1861 comprendía
. La se,c~ión precedente nos lleva a concluir que los carn- a Drummond (siete textos), Dryden (dos), Herrick (sie-
bios genencos contn?uyen a perfilar los cánones del gus- te), Jonson (tres)**, Lovelace (tres), MarvelI (tres), Mil-
to, y, en consecuencIa, de lo que es asequible". Esto se ton (once), Shakespeare (treinta y dos), Spenser (uno). La
podría pon:r. de manifiest? comparando, por ejemplo, los segunda edición de 1891 añadió a Campion (diez), Sidney
canones poéticos renacenusras trazados por varios críticos (cinco), y Vaughan (tres), al tiempo que aumentaba la re-
y autores de a~:ologÍas. Los autores del siglo diecisiete que presentación de Herrick (ocho), MarvelI (cinco) y Shakes-
Jo~mson recogio en sus Lives* fueron Cowley, Denham, peare (treinta y cuatro),
Milton , Butler, Rochester, Roscommon, Otway, WalIer, The Oxford Book of English Verse (1915), antología de
Pomfret, Dorset, Stepney, John Philips, Walsh y Dryden. QuilIer-Couch, estaba realizada a una escala tres veces ma-
yor: pero retrocedió>, avanzó más en el tiempo, añadió mu-
, 5"3DAME HELEN GARONER, The Art of T. S Eliot (London , 1949), chas muestras individuales menores y trató sabiamente de
pago .
hacer algunas interesantes promociones, como la de Wi-
">1 ~:t.udios de otras influencias sobre el gusto aparecen en L. E.
lliam Browne (siete) y Cartwright (cuatro). Teniendo esto
KELLEll, The Whzrlzgzg of Taste (London, 1929), y en B, S. ALLEN,
Tides In Englzsh Taste 1619:1800: A Background for the Study of Literature
(~ew York,. 1958). Pero aun faltan historias de la aceptación y valora-
',l JOHNSO , Lioes, ed. Hill , I, 235. ...
cion en la literatu ra Inglesa para la mayoría de los períodos
>:, 1861, más de veinte impresiones; 1891, más de veinte rmpresio-
. • ,El, título completo es The Lives of the Poets, colección de prefacios nes; etc.
biográficos a otras tantas edicionrs publicados independientemente en
• Augustan es el nombre con que se denomina al período dorado de
1781. Al parecer, la selección de a,ulores y textos no fue realizada por las letras inglesas en el que se incluyen Dryden y Pope, lN del T],
.johnson,
,. hse btrato de una imposición de los editores
. Con todo , PU)
'1 l' .
leo •• Se refiere a Ben (Benjamín) Jonson (1572?-1637); no confundir
y crrnca a laban de «los poetas de JohnsoIl», como ,i hubiesen sido
con Samuel J ohnson (1709-84), autor de The Lives of the Poets, menciona-
elegidos por él. [N del T]. .
do anteriormente. [N del T].
124 ALAS'IAIR FOWLER GÉNERO Y CANO LITERARIO 125

en cuenta, los cambios más importantes fueron una reduc- dio en ser llamado «lírica metafísica» (adiciones a Donne,
ción en Campion (ocho) e incrementos en Carew (seis), Herbert , Traherne y Vaughan). Finalmente, críticos de
Donne (ocho), Dryden (cinco), Dunbar (cuatro), Herbert Cambridge y otros pertenecientes a la escuela de New Cri-
(seis), Hernck (no menos de veintinueve), Raleigh (cinco), ticism coincidieron, poco más tarde, al preferir formas cor-
Jonson (once), Surrey (tres), King (tres), Spenser (siete). tas: Milton, que había alcanzado una especie de apogeo en
En el popular y conservador The Penguin Book 01English Verse 1915, fue eliminado; Cartwright y Browne of Tavistock ig-
de John Hayward, las alteraciones del canon de Quillcr- norados de nuevo; y Drayton, Fanshawe y Cowley recor-
Couch son sorprendentemente escasas "". Guardando las tados.
pr~pociones, sól? hay cortes en Carew (dos), Cowley (uno), Estos movimientos encuentran naturalmente sus refle-
Milton (seis), Sidney (tres) y Spenser (tres), mientras que jos en el canon de la crítica formal. Se les podría h~lar en
Dunbar y Greene desaparecen por completo. The March qf Luerature (1938) [El Progreso de la Literatu-
Desde nuestra perspectiva actual, aigunos de estos cam- ra] de Ford Madox Ford, espléndidamente individual; en
bios son fácilmente explicables -al menos hasta donde al- las colecciones casi institucionalizadas de Boris Ford en la
canza ~na explicación en términos de género-o No parecen Cuide de Pelican (1954-56), y en el relevante volumen de
expresiones arbitran as del gusto (particularmente cuando Sphere (1970). En la Cuide, los ensayos sobre escritores in-
c~n~ideramos la selección de ejemplos particulares), ni mo- dividuales, o dominados por un escritor en particular, pre-
vimientos aleatorios de la moda. Observamos, en primer suponen un canon sorprendentemente metafísico: Donne,
lugar, el valor en declive de la canción, después de un mo- Herbert, Marvell, e incluso Cowley. La History de Sphere
mento culminante en torno al cambio de siglo. Y lo 'mis- confirma este movimiento, e incluso lo lleva más lejos, con-
mo sucedió con otros géneros líricos no dramáticos o «im- densando a Jonson y los Líricos Galantes" en un simple
personales»: de ah~, el ascenso y caída de Herrick, Cowley capítulo. Después de treinta años, los críticos de la Sphere
y Wotton. ExcepCIOnalmente, la representación del Carn- siguen aún la pauta marcada por. Ford Ma?ox Ford, p~r2
pion no disminuyó mucho -quizá como consecuencia de quien Donne era «sumamente eminente», mientras Herrick
u~ aparente «imagismo»*-. En segundo lugar, durante el era «mero Herrick». El último obtiene ahora siete páginas,
mismo período, la lírica dramática se vio progresivamente no obstante, en tanto que Surrey y Sidney reaparecen. Ade-
favorecida (lo que no nos sorprende, considerando la rela- más las formas largas comienzan de nuevo a despertar in-
ció? de Browning con el modernismo). Así, las represen- teré~: Spenser resu~ita en su transatlántico jardín de Ado-
t~clOnes de Wyatt y Donne crecieron; se incluyeron algunos nis' Milton recibe una atención favorable; hay un capítulc
ejemplos más de Sidney, extraídos de Astrophel and Stella; sobre el epyllion; y Drayton consigue efectivamente varias
y Herbert, como ya hemos visto, asumió status de poeta rna- menciones dispersas.
yor.. La revalorización consiguiente de los estilos llano y ha- El canon de la ficción en prosa opera con más rigor aún,
blado se puso de manifiesto tan to en el Oxjord Book de 1915 estando menos limitado por los efectos de la publicación
como en ~a'yward .(con adiciones a Wyatt, Jonson y en antologías y la ejecución oral. En él también, el género
Dryden), SI bien nadie llegó a los extremos de Yvor Win- ejerce una poderosa influencia. Pero es una influencia me-
ters en este sentido. Un tercer cambio dt vó el .sénero que nos consciente, puesto que muchos géneros en prosa per-
manecen sin etiquetar. La Short History qf English Literature
(1898) de Saintsbury acumula, juntas, las novelas verosí-
,,4 Harmondsworth, 1956, con once rcimpresioncs en 1971.
* lmagism, movimiento poético que floreció en Inglaterra y Améri-
ca entre 1910 y 1918, como oposición al Romanticismo, buscando clari- * Cavalier Lyricists en el original. Este término se aplica a la lírica
dad de expresión por medio de imágenes precisas: de ahí su nombre. de tono cortesano que tuvo su máximo esplendor durante el remado de
IN del TJ. Charles 1 (1625-1649) [N del TJ.
127
126 ALASTAIR FOWI.ER (;ÉNERO y CANON LITERARIO

miles, y las históricas, góticas y otras novelas más o me- James y Conrad (en diferentes.a.spectos), Woo.lf y Beckett,
nos fantásticas. Todas son «novelas». Así, Reade y Peacock vislumbramos ya nuevas «tradiciones alternativas ?asadas
son incluidos en la categoría sin discusión; y Stevenson es en géneros emergentes o no. canónicos con antenondad: la
el último «gran novelista» del siglo diecinueve. En la críti- fantasía urbana anti-utópica (Pynchon, Vonnegut); la fa-
ca posterior, sin embargo, el canon de la ficción de autén- bulación (Barth, Barthelme); la obra-en-curs,o. (The C.0lden
tico valor se ha reducido eficazmente a un género, la no- Notebook (El Cuaderno Dorado]); y la novela histórica de Id,eas
vela naturalista. En esta restricción, más que cualquier (The French Lieutenant's VVóman (La MUJer,del Te~zenteFrances]).
deficiencia encontrada en las obras de Stevenson, lo que Por lo que se refiere a la literatura mas antigua, nuestras
explica que apenas se le haya mencionado en la Cuide de más esmeradas revalorizaciones, incluso aquellas que pa-
Ford, y que se le haya excluido por compleo de las edicio- recen más inspiradas por valores instrumentales que lite-
ne~ a.nteriores de Victorian Fic/ion: A Cuide to Research (1964) rarios, pueden también brotar de influencias,. ya. e~terra-
das, de los géneros. Quizá, las revaluaclOnes :ndlvlduales
[Flcc.lón de la época Victoriana: Guía para la Investigación]
sólo pueden tener éxito, de hecho, en tanto estén de acuer-
de LlOne.1Stevenson. Por razones similares, Stevenson y Pea-
do con las leyes que rigen los géneros, tales como la alter-
cock reciben tan sólo la más breve de las menciones en la
nancia compensatoria de una preferencia I:>0rformas breves
History de Sphere, y De la Mare, ninguna en absoluto. En
cuanto a la influyente «magnífica tradición-" de F. R. Lea- o largas bien sea entre poesía y prosa, o, aisladamente, den-
, , d
tro de cada una de ellas :':'. Actualmente se esta re escu-
vis -Austen, Eliot, James y Conrad-, muchos han for-
briendo Aurora Leigh, no solamente porque es un buen poe-
mulado objeciones a su carácter tremendamente restricti-
ma, o un buen poema escrito por una mujer, sino por ser
vo en el caso de Dickens, cuya única obra consecuentemente
seria, de acuerdo con el más joven Leavis, sería Hard Times un buen poema extenso.
[Tzempos Difíciles]. Pero a Leavis se le justificaba, en cierto
modo, por ser uno de los pocos que aplicaban el canon de
géneros de su tiempo con una consciencia intencionadarnen-
te sostenida. E incluso en nuestros días, no es frecuente in-
terpretar que The Creat Tradition establece límites firmes en-
tre los géneros. La forma de obra-en-curso de Sterne la
novela de aventuras histórica de Scott, las alegorías de Dic-
kens: todas están fuera de los límites.
Incluso nosotros mismos, los más dados a la teoría, ¿es-
tamos, acaso, libres de prejuicios respecto a los géneros? Se-
ría agradable pensar que sí. Pero la narración breve reco-
bra en nuestra época el favor popular, y otro tanto ocurre
con los romances. (Wuthering Heights [Cumbres Borrascosas], ape-
nas mencionada por Saintsbury, es un clásico para Kermo-
de). Y una nueva gran tradición -en la que figuran Die-
kens y Joyce- ha desplazado a la antigua. Realmente, junto
al canon más reciente, que incluye a Hawthorne, Melville,
:,., En la ficción en prosa, la longitud que hay que tener en cuenta
no es sólo la de la obra completa, sino la de sus partes integrantes la
* Creat tra:iztion en el original. Corresponde al título de un artículo
obra-en-curso, por ejemplo, emplea numerosas divisiones en capítulos
de Leavis aparecido en 1948 -The Creat Tradition: Ceorge Eliot, James
and Conrad» [N. del T]. cortos.
NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL
GÉNERO*
BERNARD E. ROl,.LIN
Universidad del Estado de Colorado

Pocas veces se ha observado que la noción de «teoría


del género» entraña una ambigüedad fundamental, ambi-
güedad que, cuando se ignora, debe inevitablemente de-
sembocar en dificultades de tipo lógico. En primer lugar,
«teoría del género» puede referirse a la elaboración o POS-
tul ación de categorías según las cuales pueden clasificarse
las obras de literatura, o más fundamentalmente, según las
cuales una serie de enunciados o inscripciones pueden o no
identificarse como literarios. E'J este sentido, la teoría del
género debe presumiblemente contener descripciones o ex-
plicaciones de las categorías postuladas de modo lo suficien-
temente claro y explícito como para hacerlas capaces de ser
aplicadas de manera coherente y (en la medida de lo posi-
ble) sin ambigüedades a los textos objeto de clasificación.
Es esta actividad la que ha ocupado la atención de un ex-
traordinario número de críticos, los cuales han formulado
categorías tales como lírica, épica y drama, y han intenta-
do explicar las características que las definen por innume-
rables y tortuosos caminos (Hernadi 1972): la lírica opera
entre la fe y la desesperanza, la épica entre la acción y la
pasión, el drama entre la crisis y la serenidad (Bovet; véa-
se Hernadi 1972), la lírica ve el mundo desde el interior

Título original: «Nature, Convention, and Genre Theory», publi-


cado en Poetics 10, 1981, págs. 127-143. Traducción de Eugenio Con-
treras. Texto traducido y reproducido con autorización del autor.
* Quiero expresar mi agradecimiento a Carol Cantrell, Doug Co-
llins, Lynne Kesel, Morris Nellermoe, Jacques Rieux, Linda Rollin,
Maria-Laure Ryan y Howard Smokler por los diálogos mantenidos con
ellos acerca de algunas de las cuestiones tratadas en este trabajo.
130 BERNARD E. ROLLIN
\lATURALEZA. CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 131
de un individuo; la épica lo ve desde el exterior; el drama
desde el interior de varios individuos (Hirt; véase Herna- lógica, concepto que utilizaremos en el curso de nuestra dis-
di 1972); etc., ad il'ifinitum y ad nauseam. Otros críticos re- cusión para arrojar luz al problema del género literario.
chazan esta tríada tradicional y ofrecen otras categorías; por Taxonomía, como ha señalado G. G. Simpson (1961), es
ejemplo sátira, historia y romance, designaciones categóricas un término que se ha usado para referirse tanto al sistema
que se basan en el hecho de si la obra de literatura descri- q.u~ empleamos para clasificar organismos como a los prin-
be un mundo que es peor que el mundo de la experiencia, ClPIOSque fundamentan, explican y justifican nuestra elec-
igual a él o mejor que él (Scholes 1974). Tales ejemplos ción de dicho sistema. De esta manera los animales podrían
proliferan con facilidad: la mayor parte de la bibliografía clasificarse como voladores, nadadores, reptantes o corre-
sobre teoría del género consiste en la alegre e intermina- dores; o podrían clasificarse en función de sus predileccio-
ble formulación de tales teorías. nes alimentarias, como herbívoros, carnívoros, omnívoros,
etc.; o podrían clasificarse en función del hábitat distin-
Es precisamente la cantidad desconcertante de estos es-
guiendo ~ntre los que establecen su morada en los p~ntanos,
quemas categóricos lo que debería llevar al individuo re-
en el desierto, en el agua, etc.; o bien podrían clasificarse
flexivo a un segundo y más fundamental sentido de «teo-
en función de sus capacidades reproductoras y origen evo-
ría del género». En este sentido, la teoría del género no es
Iutivo , A esta actividad Simpson la llama «clasificación».
la elaboración de clasificaciones, sino la investigación de
El reserva el término «taxonomía» para el estudio de la ló-
la lógica de tales clasificaciones; se trata de una actividad
gica de la clasificación.
metodológica que se ocupa de responder a preguntas tales
como por qué hay necesidad de elaborar clasificaciones de Hay aquí, no obstante, una ambigüedad que hay que
las obras literarias, cómo se elaboran dichas clasificaci;nes re~olver. No queda claro en la formulación de Simpson si
cómo se decide entre sistemas de clasificación alternativos existe una taxonomía para todas las clasificaciones o si las
y cómo se pone a prueba un sistema que se propone. Desde diferentes clasificaciones se basan en diferentes taxonomías.
un punto de vista filosófico, este segundo sentido de teoría Ciertamente, distintos sistemas de clasificación tendrán dis-
del género es infinitamente más interesante que el prime- tintos presupuestos lógicos y metodológicos, implícitos o ex-
ro, puesto que las respuestas a estas preguntas son lógica- plícitos. Pero, probablemente también, se puede identifi-
mente anteriores a la elaboración de aparatos categóricos, car una ~erie. de preguntas y problemas que se aplicarán
y cada elaboración debe en último término enfrentarse a a .cualquier SIstema de clasificación además de a sus pro-
estas preguntas. En la medida en que un sistema de clasi- p~os prob~emas metodológicos. Dichas preguntas son, por
ficación no presuponga o proporcione, explícita o implíci- ejemplo, estas: ¿Depende toda clasificación de una teoría?
tamente, respuestas a estos problemas, tal sistema habrá ¿Son todas las clasificaciones igualmente válidas? ¿Cómo
demostrado su falta de interés, por el hecho de que es in- emitir un juicio entre diferentes clasificaciones? ¿Admiten
capaz de explicar por qué ha de preferirse a la mezcolanza las clasificaciones la prueba de falsedad? De este modo, se
de los otros sistemas que también se han propuesto. pueden distinguir tres estratos en este terreno:
Por consiguiente, abogo por la primacía lógica de nues- (1) U n sistema de clasificación, esto es, la manera de
tro segundo sentido de teoría del género, para el cual re- ordenar los organismos (y el hecho en sí de clasificar los
servaremos a partir de ahora el término de «teoría del gé- organismos) ;
nero», sobre nuestro primer sentido, que a partir de ahora
(2) La taxonomía de ese sistema, esto es, los presu-
llamaremos «clasificación de géneros». Esta distinción que
puestos lógicos y metodológicos inherentes al sistema con-
hemos establecido corre pareja con una distinción similar creto de clasificación; y
que debe establecerse con objeto de eliminar las ambigüe-
dades inherentes al concepto de taxonomía en la ciencia bio- (3) Los problemas metodológicos que se dan dentro
de cada sistema y entre todos los sistemas de clasificación.
132 BERNARD E. ROLLIN NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORíA DEL GÉNERO 133

Es la categoría 3, desde luego, la más profundamente los animales en sus obras biológicas, así como un sistema
filosófica. de clasificación para la literatura en sus disertaciones so-
V olviendo al problema del género, podemos afinar más bre la tragedia y la comedia. Aristóteles, de hecho, aportó
nuestro anterior análisis y distinguir las clasificaciones de un marco filosófico para el ordenamiento de todo lo exis-
géneros, los aspectos lógicos y metodológicos de estas cla- tente en la naturaleza, con su compromiso metafísico hacia
sificaciones, y lo que hemos llamado teoría del género, esto las clases naturales, las esencias y las definiciones reales.
es, el estudio de aquellas preguntas que se aplican a todas Según la corriente más influyente dentro del pensamiento
las clasificaciones de géneros y que pueden proporcionar- aristotélico, que sigue a Platón, el mundo se organiza na-
nos los principios de enjuiciamiento entre clasificaciones de turalmente en divisiones, siendo la labor del sabio articular
géneros, o bien damos una explicación fundamentada ló- estas divisiones lingüísticamente de un modo sistemático.
gicamente de por qué tal enjuiciamiento es imposible. Los pájaros, los peces y las tragedias son tipos determina-
dos de cosas por naturaleza, tienen esencias, y el hombre,
como sabio, está hecho de tal modo que es naturalmente
II
capaz de captar estas esencias. De este modo, como se ha
De acuerdo con lo que llevamos discutido hasta ahora, observado con frecuencia, para Aristóteles no hay problema
es evidente que todas las clasificaciones de géneros deben de conocimiento: el mundo existe para ser conocido y el
vincularse lógicamente a algún compromiso de teoría del hombre existe para conocerlo. El vehículo definitivo para
género, tanto si es implícita como explícitamente. Ya que, obtener conocimiento es la percepción; mediante la percep-
históricamente, la abrumadora mayoría de los clasificadores ción refinada por la dialéctica uno pasa desde la consciencia
de géneros no han hecho explícitos sus compromisos filo- de los particulares a la captación intuitiva de sus rasgos co-
sóficos y metodológicos, se debe intentar una reelaboración munes y esenciales y de ahí a la articulación lingüística de
racional de sus posibles soportes conceptuales. El hecho mis- éstos. Lo fundamental es que las cosas pertenecen a clases
mo de que los clasificadores hayan ignorado la teoría por por naturaleza, no por convención o artificio, y conocemos
completo nos da una pista del esquema conceptual que de- estas clases por naturaleza, por significación natural, no por
ben haber acogido y asumido. Sólo hay, me parece a mí, teorización arbitraria. Desde los mismos comienzos de la
una posibilidad que puede servir como soporte teórico pa- filosofía griega, con los sofistas y los physikoi, el dualismo
ra las clasificaciones tradicionales, mientras que también entre lo que era verdad por naturaleza y lo que era verdad
explica el hecho de que casi ninguno de los clasificadores por convención había sido interminablemente debatido,
adoptara explícitamente una metodología o postura teóri- aceptando todos los participantes el hecho de un dualismo
ca. La explicación debe ser que dichos teóricos han dado y expresando solamente su desacuerdo acerca de lo que ha-
por supuesto implícitamente el dualismo clásico entre no- bía de ser entendido como natural y lo que había de ser
mos y physis, entre lo que es natural y convencional, real entendido como convencional.
y arbitrario, dejacto y dejure. Si los clasificadores de los fe- Ésta, por tanto, representa una fundamentación meta-
nómenos literarios no se remiten en absoluto a las pregun- física y epistemológica plausible para los clasificadores de
tas de la teoría del género debe ser a causa de este implíci- géneros que no adoptan una teoría del género. Si todo lo
to compromiso metafísico/ epistemológico. que hay en el universo (un universo helado, estático y que
¿Qué fundamento existe para afirmación tan audaz? De no evoluciona) -obras de literatura incluidas- pertenece
nuevo la historia de la clasificación biológica nos propor- realmente a alguna clase natural, clase que puede ser cap-
ciona una pista. La clasificación biológica tradicional, co- tada por el nous, por una captación intuitiva basada en la
mo la clasificación literaria tradicional, comienza con Aris- observación y en la inducción, todo lo que supone el de-
tóteles. Aristóteles elaboró un sistema de clasificación para terminar las clases es observar un número suficiente de
134 BERNARD E. ROLLlN
NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 135

individuos y captar y articular sus rasgos comunes. La teoría El problema es más profundo que la simple falta de
del género desde esta perspectiva no necesita anteponerse acuerdo, pues es cierto que el pluralismo por sí solo no es
a la clasificación porque la clasificación es fundamentalmen- suficiente para aportar una fundamentación adecuada pa-
te un proceso natural; la única teoría del género que se ra el escepticismo. Si yo veo el mundo de una manera y
requiere es la metafísica y la epistemología aristotélicas. tú de otra, esto en sí mismo no quiere decir que los dos
(¡Considérese el rechazo de Aristóteles de la evolución con estemos en lo cierto o que ninguno de los dos lo esté. De-
el argumento de que el conocimiento resultaría imposible!). fender este punto de vista es cometer un craso error lógi-
. Podemos, por tanto, sugerir que la teoría implícita aco- co. Pero la dificultad fundamental es que el naturalismo
gIda por una gran cantidad de teóricos del género es un del tipo descrito no aporta ningún procedimiento de deci-
re~ismo aristotélico, una creencia de que están viendo y sión para enjuiciar y resolver dichos desacuerdos. Si se pue-
registrando lo que realmente existe y, en correspondencia, de demostrar que no hay y que no puede haber ningún mo-
lo que debe existir. Así como al observar a los animales do racional para resolver nuestros desacuerdos, entonces
reconocemos sus afinidades naturales con otros del mismo caemos de lleno en el escepticismo. Se supone que, enfren-
tipo hasta que, habiendo observado un número suficiente tados a los mismos datos, debemos captar la misma estruc-
identificamos los géneros y especies, del mismo modo pro~ tura básica del mundo. Si no lo hacemos, debemos con-
cederemos con las obras de literatura. El teórico de la lite- cluir o bien que nuestras percepciones son tan radicalmente
ratura resulta entonces ser más bien un naturalista -lite- diferentes que se vuelven inconmensurables (ede gustibus non
rario, una persona que ha penetrado en muchas obras de disputandum est») o bien, de manera igualmente nihilista, que
literatura, y que por tanto ha captadc sus rasgos esencia- no hay tal estructura básica que captar.
les, y puede articular sus clases, como hizo Aristóteles con Con el fracaso del naturalismo como soporte metafísi-
la ~r~gedia. Esta~ clases también proporcionan normas para co para la clasificación surge un inevitable viraje hacia el
el JUICIOcualitativo de una obra de arte, puesto que el éxi- polo opuesto. Si algo no es natural, es que debe ser con-
to de una obra puede medirse por su aproximación a la vencional, artificial, arbitrario. No hay terreno intermedio.
esencia en cuestión. Si no physis, nomas. N o hay captación universal de las cla-
ses naturales entre los observadores racionales porque no
El problema con este planteamiento naturalista del gé-
hay clases naturales que captar, sólo hay en el rnurido in-
nero es evidente. Cada individuo, al enfrentarse al mundo
dividuos mudables que son ordenados de diferentes mane-
de los objetos, literarios o de otro tipo, puede partir de un
ras por diferentes sabios, sin ser ninguna clasificación más
conjunto diferente de categorías, como la historia de la crí-
correcta -o incorrecta- que otra. El conocer -y el cla-
tica demuestra claramente. La inducción aristotélica parece
sificar- se convierte en una función no del modo en que
venirse abajo, pues varios individuos diferentes que abor-
son las cosas, sino del modo en que las hacemos. «Por con-
den los mismos datos no captan el mismo conjunto de prin-
vención (nomas) existe lo dulce y lo amargo, lo frío y lo ca-
cipios universales o archai, y ven diferentes esencias es-
liente, por convención existe el color», concluye Demócri-
condidas en lo que viene dado. Del pluralismo proviene el
to en una de sus más tempranas y sucintas formulaciones
escepticismo, como los sofistas y los pirrónicos defendían
de su postura metafísica (Kirk y Raven 1964:422). Una
en la antigüedad; una sensación de que quizá no todos com-
manzana que para mí es dulce para ti es amarga - ¿quién
partimos el mismo mundo, y de que las esencias que des-
puede decir cuál de los dos está en lo cierto? - no existe
cubrimos se encuentran más en nosotros que en la natura-
un modo en que las. cosas son, sólo existe el modo en que
leza. Así, la base teórica de la clasificación aristotélica se
elegimos hacerlas, bien como culturas, bien como socieda-
tambalea como consecuencia del incumplimiento de su re-
des, bien como individuos dependiendo del momento ...
sultado predicho: el acuerdo entre los observadores racio-
nales respecto del orden de las cosas.
1:16 BERNARD E. ROLLlN
NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 137

tiene sus raíces en Aristóte!es, en lo que Arthur O. Love-


III joy ha denominado «e! principio de continuidad». A pesar
del compromiso de Aristóteles respecto de las clases natu-
El desarrollo histórico de la clasificación biológica do- rales, Buffon también propuso en sus escritos una toeltans-
cumenta e!ocuentemente la oscilación del naturalismo ál chauung dramáticamente opuesta, por la cual el universo de-
convencionalismo. Desde la antigüedad hasta e! Siglo de bería considerarse, en la afortunada expresión de Lovejoy,
las Luces la clasificación estuvo dominada por el enfoque
naturalista de Aristóteles y Teofrasto. El momento culmi- como una «Gran Cadena del Ser», compuesta de ... un
nante de la historia de! naturalismo aristotélico es e! siste- infinito número de eslabones alineándose en orden jerár-
ma de clasificación de Carlos Linneo, el Systema Naturae, quico desde la clase más diminuta de seres existentes, que
publicado en 1758, que clasificó una naturaleza fija e in- apenas se libran de la no existencia, pasando por «todos
mutable creada por Dios desde el punto de vista de las esen- los posibles» grados hasta alcanzar el ens perfoctissimum (Lo-
cias aristotélicas. Aunque e! mismo Linneo era consciente vejoy 1936:59).
de que gran parte de su sistema implicaba valerse de ca-
racterísticas «artificiales» de las cosas vivientes con el fin Fue e! esencialismo aristotélico el que dominó el pen-
de proporcionar un método para la clasificación práctica samiento y la clasificación en biología desde Teofrasto hasta
de los organismos, lo que en último término ha de preten- Linneo, muy probablemente debido a que parecía ser e!
derse con el "método natural» (que Linneo admitió no ha- que se mostraba más en consonancia con el sentido común
ber conseguido todavía por completo) es una captación de y la observación, pero, como ha señalado Lovejoy, la tra-
las esencias que se encuentran realmente en el mundo. dición de la continuidad persiste como tema durante e! pen-
En el siglo XVIII, donde e! rechazo al aristotelismo no samiento medieval. Se manifiesta en biología como una
sólo se aceptaba sino que además estaba de moda, las ob- creencia en una gradación infinita de los organismos indi-
jeciones convencionalistas a Linneo en particular y al na- viduales en Buffon, probablemente en parte debido a que
turalismo en general se aprestaban a surgir. ¿Cómo deci- Buffon había traducido las Fluxiones de Newton, era un new-
de uno cuándo ha captado las esencias? ¿Cómo se puede toniano neto y por ello estaba sin duda comprometido con
emitir un juicio entre sistemas alternativos que pretendan la continuidad en la naturaleza. Otro origen de esta idea
aportar codificaciones de esencias? Uno de los críticos más era muy probablemente la desconfianza metafísica de los
elocuentes de Linneo fue Buffon, cuyo rechazo de las esen- empíricos del siglo XVlll respecto de los universales y, en
cias le llevó (al menos en una etapa de su pensamiento) a correspondencia, respecto de las especies. En cualquier caso,
rechazar las clasificaciones de género y especie como irrea- para Buffon, cualquier intento de imponer un orden taxo-
les, como constructos convencionales y arbitrarios, sin ma- nómico a un continuo es «arbitrario», «relativo», una «abs-
yor correspondencia con la realidad que la que tienen las tracción», si bien es una ficción útil que nos ayuda a estu-
líneas longitudinales en un mapa. Según Buffon, que de- diar la naturaleza.
dicó una parte considerable de su disertación a este tema La sustitución efectuada por Buffon del naturalismo por
e.n las primeras páginas de su, Historia Natural en el capítulo el convencionalismo en e! terreno de la clasificación se re-
titulado «De la Maniere D'Etudier Et de Traiter L'His- flejó en otros biólogicos del siglo XVlII y de comienzos del
XIX, incluyendo a Charles Bonnet y ajo B, Lamarck. Para
toire Naturelle», cualquier intento de encontrar una defi-
nición «natural» de especie representa "un error de meta- Lamarck, al igual que para Buffon, lo único que es real
física» (Buffon 1749). son los individuos, y la clasificación es artificial y arbitraria:
Resulta irónico que la rectificación de Buffon de este
Los agrupamientos ... tan alegremente establecidos por
"error» radique en su adhesión a la tradición que también
los naturalistas) son completamente artificiales, como tam-
NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 139
138 BERNARD E. ROLLlN

lismo naturalista aristotélico, lo mismo podemos afirmar de


bién lo son las divisiones y subdivisiones que ofrecen. Per-
mÍtaseme repetir que no se encuentra en la naturaleza nada
la teoría del género (Wimsatt y Brooks 1964). En efecto,
por el estilo ... Podemos, por tanto, tener la seguridad de como han señalado Wellek y Warren (1956:219), la pala-
que entre sus producciones la naturaleza no ha formado bra «género» dentro del estudio literario sólo se impone en
clases, órdenes, familias, géneros, ni especies constantes, el siglo XIX; en el siglo XVIII el término comúnmente em-
sino sólo individuos que se suceden unos a otros y que pleado fue el término biológico ... ¡«especie»! Pero, como
guardan semejanzas con aquellos de los que proceden (La- hemos indicado antes, el naturalismo del tipo aristotélico
marck 1963:20-2). está plagado de dificultades y nos lleva al escepticismo y
a disputas irresolubles, tanto en la teoría literaria como en
En resumen: la historia de la clasificación biológica hasta la teoría biológica. En literatura, de hecho, hay un germen
1800 revela una aceptación implícita (y a menudo explíci- añadido de escepticismo que no se manifiesta con tanta cla-
ta) de un dualismo entre naturaleza y convención. El pen- ridad en el reino de los seres vivientes. Mientras que el or-
samiento biológico oscila entre dos polos: la idea de las clases den de la vida parece prima Jacie fijo y estable (aunque, por
naturales o esenciales que han de ser captadas por la men- supuesto, la biología ha invalidado esta intuición), el rei-
te investigadora, y la idea de un mundo de individuos in- no del arte parece menos rígidamente determinado. El
diferenciados, donde cualquier agrupamiento o clasificación arte, después de todo, es resultado de la creatividad hu-
es arbitrario, convencional y artificial. Merece la pena re- mana, que es por naturaleza innovadora y espontánea.
saltar que este cisma refleja un dualismo metafísico: las cosas Nuevas formas son constantemente creadas, y desde e! pun-
son de una manera o de otra, no hay terreno intermedio. to de vista histórico, se hace cada vez más difícil acomo-
Es más, la disputa entre naturalistas y convencionalistas no dar, sin artificialidad, todas las obras de literatura en los
puede resolverse de ningún modo puramente empírico, pues sistemas existentes de clasificación. ¿Dónde, por ejemplo,
¿qué importancia decisiva tendrían los datos u observacio- había de 'clasificarse la novela cuando nació? No es ni líri-
nes a favor o en contra de uno u otro de estos polos? Los ca, ni épica, ni drama. Es importante percatarse de que,
casos fronterizos que' no encajan fácilmente en algún siste- mientras el nacimiento de nuevas formas es compatible des-
ma de clasificación aceptado, por ejemplo, son compatibles de el punto de vista lógico con el naturalismo, al menos con
con el naturalismo, pues el naturalismo sólo tiene que de- el naturalismo aristotélico de las versiones platónicas, pues
cir que el sistema es imperfecto, no que no hay clases na- siempre puede uno defender la eternidad de los géneros aun
turales. Dichos casos son desde luego compatibles con el cuando sus primeras manifestaciones se produzcan en al-
convencionalismo, puesto que e! convencionalista puede sos- gún punto concreto del tiempo histórico, desde el punto de
tener que habrá y que siempre debe haber tales casos, por vista psicológico este hecho es catastrófico para la plausibili-
muy refinado que sea e! esquema de clasificación. Y de este dad del naturalismo. Esto indica que los géneros han sido
modo la disputa no puede sino desencadenarse. normas artificiales y prescripciones para el terreno litera-
rio, no descripciones esenciales de su naturaleza intrínse-
ca. Indica que si hay géneros, éstos son reglas hechas por
IV nosotros en momentos específicos del tiempo, susceptibles
de cambio y sustitución. Indica que si hay géneros, éstos
Podemos ahora volver a la cuestión del género litera- son convenciones que crean sus propios casos, no codifica-
rio, teniendo presente nuestra breve disertación sobre la ciones de la manera en que las cosas deben ser, o, lo que
taxonomía biológica. Los dos temas están, por supuesto, igualmente reviste crucial importancia, de la manera en que
históricamente conectados. La biología siempre fue la me- las cosas deberían ser.
táfora básica de! pensamiento aristotélico. Así como la teoría
De este modo, no sorprende el hecho de que se puc-
biológica ha estado tradicionalmente dominada por el rea-
140 BERNARD E. I{OI..LlN NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 141

dan encontrar en la historia de la teoría literaria analogías De la teoría de las clases artísticas y literarias se deri-
precisas de! convencionalismo, que hemos visto que surge van esos erróneos procedimientos de juicio y crítica, gra-
cias a los cuales, en lugar de preguntar frente a una obra
en biología como reacción al naturalismo. Un rechazo de
de arte si es expresiva y qué es lo que expresa, si habla,
las clases naturales hace oscilar el péndulo hacia el otro polo
o tartamudea, o si está en completo silencio, preguntan si
del dualismo, hacia un convencionalismo y norninalismo. obedece las leyes de la épica o la tragedia ... Aunque ver-
extremos que reconoce sólo la realidad de los individuos, balmente simulan estar de acuerdo o rendir una fingida
y considera las «clases», «especies» y «géneros», en el me- obediencia, sin embargo, los artistas en realidad siempre
jor de los casos, como ficciones útiles, y en el peor de los han hecho caso omiso de las leyes de las clases. Toda
casos, como traviesas quimeras. Se puede encontrar, por auténtica obra de arte ha violado alguna clase establecida
ejemplo, la denuncia de Giordano Bruno respecto de la y ha desconcertado a los críticos, quienes se han visto de
aceptación de la realidad de los géneros cuando declara que este modo obligados a ampliar las clases, hasta que final-
mente incluso la clase ampliada ha demostrado ser dema-
Las reglas no son el origen de la poesía, sino la poesía siado limitada, debido a la aparición de nuevas obras de
es el origen de las reglas, y hay tantas reglas como poetas arte, seguidas naturalmente de nuevos escándalos, nuevos
auténticos (Sparshott 1963:171). desconciertos y nuevas ampliaciones (1939:36-37).

Pero e! locus classicus para un nominalismo literario que U n planteamiento similar viene expresado en los escri-
considera los géneros como elaboraciones artificiales per- tos de muchos de los teóricos de! siglo xx conocidos como
niciosas es la Estética de Croce: los "Nuevos Críticos", cuyo interés vuelve a ser nomina-
lista, interés consistente en examinar la obra de literatura
U na clasificación de expresiones de la intuición .',. no en su particularidad, no en sus aspectos genéricos o uni-
es filosófica: los hechos expresivos individuales no son más versales. Reaccionando en parte en contra de la excesiva
que individuos, ninguno de los cuales es intercambiable con intelectualización de las obras de arte, estos críticos consi-
otro (1939:68). deran las clasificaciones de géneros como convenciones úti-
les. Así, Richard McKeon afirma que
Según Croce, uno de los errores fundamentales al abor-
dar el estudio de! arte es tratado como ciencia, buscar uni- la definición de... tragedia [no es una 1 formulación de
versales en los particulares, para intentar «hacer que 1<. la esencia de [una] «cosa natural», sino más bien de la for-
especie resplandezca en e! individuo" (1939: 33). Esta es la mación de [una] cosa que puede cambiarse por decisión
intrusión más perniciosa del intelectual en lo estético: y elección humanas (McKeon 1952:219).

El mayor triunfo del error intelectualista reside en la y William Wimsatt, identificado específicamente con
teoría de las clases artísticas y literarias, que todavía está la tradición convencionalista y nominalista de Guillermo
de moda en los tratados literarios y perturba a los críticos de Occam, con respecto a las entidades literarias:
y a los historiadores del arte (1939:35).
Que no se multipliquen las categorías; definiremos el
El vacío existente entre la expresión individual que se
concepto esencial de poema, una obra de arte verbal, e in-
manifiesta en la obra de arte y las nociones universales es sistiremos en que se aplica de manera siempre diferente
de índole lógica, vacío que no puede llenarse. Además, en a un número indeterminado de casos individuales. Los
la medida en que las clases taxonómicas sirven de ideales nombres de las especies (trágico, cómico, lírico) serán tér-
críticos, constriñen la expresión artística y dan como re- minos descriptivos neutrales de gran utilidad, pero no esen-
sultado la condena de las obras de arte que no encajan en cias estéticas distintas ni tampoco puntos de referencia para
estos moldes arbitrarios. distintos conjuntos de reglas definible s (Wimsatt 1954:54).
142 BERNARD E. ROLLIN NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL CÉNERO
143

cho y valor o a priori y a posteriori, la escisión religiosa .en-


v tre lo sagrado y lo profano, etc. No hay casos fronte.nz~s
entre los términos de un dualismo y puede darse un cnteno
Vemos, por tanto, que en la teoría de! género, como claro para distinguir lo que cae dentro de cada ~atego~í,a.
en biología, hay una dialéctica histórica)' conceptual de na- Por otro lado una distinción no establece una blfurcaclOn
turaleza y convención basada en un dualismo entre nomos en un terr-eno dado; prevé un número indeterminado de
y physis que ha permanecido virtualmente indiscutida des- puntos intermedios entre los dos extremos, y se pueden
de los presocráticos hasta nuestros días (Rollin 1976a, b). encontrar rrurnerosos casos que muestran eleme~tos de a~-
Las cosas son o naturales o convencionales, siendo estas dos bos extremos, o que no muestran una clara afi~lda~ a mn-
categorías universalmente abarcadoras de todas las posibi- guno de ellos. Un ejemplo. simple es, claro esta, f~lOy c~-
lidades, a la vez que mutuamente excluyentes. Dado este· lor. Mien tras que los dualismos establecen una diferencia
presupuesto dualista, no es difícil experimentar la atracción metafísica, o una diferencia de clase, las distinciones pue-
de ambos polos en la clasificación biológica y en la litera- den ordenarse gradualmente.
ria. El sentido común, la experiencia compartida, el Rea- En cualquier caso, lo primero que he señalado es. que
lismo Ingenuo, la creencia instintiva de que vivimos en un no se pueden aportar pruebas para justi.ficar un dualismo
mundo parte de cuyos ingredientes son los perros y los ga- entre naturaleza y convención. Si, por ejemplo, se afirma,
tos y las tragedias y las comedias, atraen hacia el natura- como se ha hecho, que lo que es convencional es lo que
lisrno. Por otro lado, la relatividad de la percepción, las puede alterarse por v~lunta? humana y l.~ que e~ ~atural
diferencias socioculturales relativas al lenguaje y a la con- no puede tener este mismo tipo de alteración, es fácil com-
cepción del mundo, e! fracaso en alcanzar un acuerdo por probar que esto da origen a absurdos, pues con est~, defi-
parte de los clasificadores racionales y la ausencia de un nición la altura del Everest es convencionaL Tambl~n he
procedimiento de decisión para resolver el desacuerdo, y señalado que otros intentos más sofisticado s de espeCIficar
la desconfianza hacia los entes abstractos atraen hacia e! los fundamentos del dualismo acaban por presupon~r el
convencionalismo. ¿Está, por consiguiente, e! problema del dualismo en cuestión, o por usar un polo para defim.r el
género destinado a sufrir un perpetuo vaivén entre estos otro. Por último, he mencionado varios casos f~o.ntenzos
dos polos? Sí, siempre y cuando el dualismo naturaleza- que no encajan plenamente en e! dualismo tradlClOnal. ~e
convención permanezca firmemente instalado en nuestro naturaleza y convención, donde el fenómeno en cues~l,on
aparato categórico. muestra elementos tanto de naturaleza como de c?nVe~ClO~,
En otros trabajos (Rollin 1976a), he dedicado gran demostrando que el supuesto dualismo no funciona mtui-
atención a negar la validez de! dualismo de naturaleza y tivamente para dividir el mundo en d.as de u~a manera pre-
convención, centrándome primero en e! supuesto dualis- cisa, aun pasando por alto nuestra mcapaCl.da~ para pro-
mo de significado natural y convencional, y luego generali- porcionar una relación detallada de los cntenos para el
zando los resultados fuera del terreno del significado. He dualismo.
tratado de demostrar que mientras que se puede en efecto La gran variedad de procedimiento~ tradicionales para
establecer una distinción entre naturaleza y convención, esta intentar delimitar el dualismo -convencIOnal es aquello que
distinción no es un dualismo. La diferencia es ésta: un dua- puede alterarse por voluntad huma?a, ~o ~sí lo q.ue es. na-
lismo proporciona dos categorías tales que todas las enti- tural; convencional es aquello que implica intencionalidad
dades del mundo, o de algún ámbito del mundo, deben o acuerdo humanos, no así lo que es natural; lo qu~ es na-
encajar plenamente en una o en otra. Como ejemplo tene- tural implica relaciones o procesos causales, no asi lo que
mos el tradicional dualismo cartesiano de mente y mate- es convencional; lo que es convencional es un producto so-
ria. Otros dualismos son la bifurcación de juicios entre he- cial o un producto cultural, lo que es natural no lo es; lo
144 BERNARD E. ROLLlN NATURALEZA, CONVENCION y TEORÍA DEL CÉNERO 145

que es convencional varía de grupo a grupo, no así lo que No deja de ser interesante que dicha vacilación haya deja-
es natural- sirven de vectores para decidir dónde situar do de estar a la orden del día, pues en el curso de los últi-
algo en el espectro natural-convencional, pero no sirven co- mos cien años aproximadamente, el problema se ha resuelto
mo argumentos concluyentes y bifurcadores para un dua- debido al triunfo de la teoría evolutiva. Ahora es axiomá-
lismo. No sorprende el hecho de que muchos fenómenos tico que la llamada teoría sintética de la evolución, la teo-
significativos, que tradicionalmente se han conceptuado en ría neodarwiniana emparejada con los avances producidos
términos dualistas como naturales o convencionales, se con- en la teoría genética constituyen la piedra angular de la bio-
sidere ahora que implican una mezcla de ambos. Así, por logía moderna. No hay rama de la ciencia biológica a la
ejemplo, he señalado que el fenómeno de la enfermedad, que esta teoría no afecte, y la taxonomía no constituye una
considerado en la actualidad paradigmáticamente natural excepción. Como señala una importante obra de taxono-
por la ciencia biomédica y por la sociedad en general, en- mía botánica, «después de Darwin, la clasificación se vol-
cierra en realidad muchas dimensiones convencionales, vió manifiestamente evolutiva en su aspiración» (Davis y
muchas diferencias culturales y valorativas. De hecho, el Heywood 1963:31). Aunque todavía hay diferencias y de-
concepto de salud (y por consiguiente el concepto de en- sacuerdos entre los taxonomistas -por ejemplo, sobre si
fermedad) es en sí mismo valorativo y variable culturalmen- hay que dar prioridad a la genealogía o a las semejanzas
te, sin que haya un único concepto de salud empíricamente genéticas- todos están trabajando dentro de un marco teó-
demostrable como correcto (Rollin 1980). Para mencionar rico filogenético (Mayr 1969; Simpson 1961). y lo que es
un ejemplo simple, si una sociedad considera las verrugas más importante aún, todos los taxonomistas, con indepen-
como una enfermedad que hay que tratar, mientras que dencia de aquello a lo que den prioridad, estando unidos
otra las considera como propiedades estéticas deseables, bajo un mismo marco teórico, aceptan la misma evidencia
¿cuál de las dos está en lo cierto? La perniciosa influencia empírica como argumento a favor o en contra de la clasi-
del dualismo naturaleza/convención ha hecho que conside- ficación de una especie dada en un lugar determinado den-
remos cualquier cosa biológica como natural, y que pase- tro de la jerarquía taxonómica. Así pues, cada vez más,
mos por alto las dimensiones socio-culturales de la enfer- todos los taxonomistas biológicos aceptan como evidencia
medad, con trágicas consecuencias. En correspondencia, he pertinente no sólo la evidencia fósil y la evidencia morfo-
señalado que la misma ciencia biológica, considerada en lógica, sino también la evidencia serológica obtenida a partir
la actualidad como paradigmáticamente natural, se apoya de la interacción proteica, el emparejamiento del ADN Y
en supuestos que sólo pueden llamarse convencionales y, otras comprobaciones bioquímicas que demuestran afini-
por ello, también constituye un fenómeno mixto (Rollin dades ftlogenéticas (Mayr 1969:203). La clave es ésta: la
1981). Existen conclusiones sorprendentes para aquellos que teoría evolutiva sirve para indicar al clasificador qué ca-
permanecen aferrados a la ideología del dualismo. racterísticas (tanto si son directamente observables, como
en el caso de los rasgos morfológicos, como si no son di-
rectamente observables, como en el caso de los rasgos bio-
VI químicos) que son semejantes entre distintos organismos son
pertinentes para la clasificación. De este modo, para men-
Si el dualismo natural-convencional representa una di- cionar un ejemplo simple, la teoría evolutiva no tiene en
cotomía insostenible, ¿qué relación guarda esto con el pro- cuenta la capacidad de volar como semejanza pertinente
blema del género literario? Para contestar a esta pregunta entre los murciélagos y las aves, o la forma del cuerpo
debemos volver de nuevo a la cuestión de la clasificación como semejanza pertinente entre los tiburones y las mar-
biológica que, como hemos visto, ha vacilado a lo largo de sopas. Como todos los que están interesados en la clasifi-
la historia entre el polo naturalista y el convencionalista. cación de organismos están guiados por la misma teoría,
146 BERNARD E. ROLLIN
NATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORÍA DEL GÉNERO 147

tienen (al menos en gran medida) que aceptar la misma dad de factores: algunos lógicos, otros culturales, otros es-
evidencia como pertinente. téticos (por ejemplo simplicidad y ~Ieg~ncia) y ot~os q~e
son consecuencia del curso que la ciencia ha seguido his-
¿Cómo se relaciona esto con el dualismo natural-con-
tóricamente (por ejemplo, la cuantificabilidad). Las teorías
vencional? Muy simple, por el hecho de que la biología y
son lenguajes elaborados para expli:ar I~ realidad, leng~aJes
la clasificación biológica en esencia han resuelto el dilema
para los cuales existen o pueden. l.maglllarse alt?rnatlvas,
del naturalisrno extremo y del convencionalismo extremo.
y en términos del dualismo tradicional, las teonas, co~o
Por un lado, no podemos afirmar que la clasificación es pu-
todos los lenguajes, son, al menos en parte, «convenció-
ramente convencional, arbitraria y artificial, puesto que la
nales».
teoría evolutiva nos indica cuáles caracterÍSlicas han de con-
siderarse pertinentes y cuáles no. El mismo concepto de es- Partiendo de nuestro ejemplo biológico, podemos aven-
pecie, como esencia no fija e inmutable, es consecuencia turar alguna especulación metafísica. El dualismo ~radicio-
directa de la teoría evolutiva. Hay millares de clasificacio- nal de naturaleza y convención nos fuerza a c~nsldera~ el
nes que quedan excluidas debido simplemente al esquema mundo o bien como un ámbito de clases establecidas, o bien
conceptual evolutivo que todos los clasificadores biológicos como un ámbito de partículas atomísticas arbitrariamente
aceptan. Por otro lado -y esto es quizá menos evidente- y en último término, falsamente organizadas por nosotros
la taxonomía evolutiva no es tampoco «natural» en el sen- e~ categorías. La postura que he expuesto, como indica el
tido tradicional. Por una parte, no proporciona o postula caso de la clasificación biológica, niega estos dos ext~emos
esencias fijas. Pero más importancia tiene el hecho de que y adopta un terrero intermedio que podría denon:~nar.se
las clasificaciones están basadas en la teoría evolutiva, y las neokantiano, en el sentido de que nuestra compren~lOn SIS-
teorías son al menos en parte lo que tradicionalmente se temática y nuestra experiencia del mundo se convierte en
denomina convencional. Las teorías no SOnparte de la na- un producto tanto de lo que existe como de nues;r~ marco
turaleza, son productos del ingenio humano destinados a teórico para asimilar lo que existe. Hay caracterisucas pa-
interpretar y explicar la naturaleza. Por su misma natura- ra todos los individuos del mundo, por un lado, y por otro
leza, las teorías hacen referencia a entidades y procesos que lado estas características pueden agruparse mediante un
no son «natural» y directamente observables, cosas que no- núm'ero indeterminado de procedimientos distintos. Por
sotros nunca incluiríamos en los ingredientes del universo, ejemplo, es posible agrupar a los anim~le~ por ~l color, por
por mucho cuidado que pusiéramos en catalogar el universo el hábitat, por la conducta, por sus hábitos ahmentanos,
observable, si no fuera por la elaboración de las distintas o por su tamaño o su forma, pues ciertamente las caracte-
teorías. Los electrones, las moléculas, las cargas y los genes rísticas y las semejanzas existen para ser ~grupadas. Por
son ejemplos de tales entidades teóricas. No son descubiertas otra parte, hace falta una teoría, un marco lll~electual, pa-
por el sentido común ni forman parte de la experiencia con- ra elegir una de estas agrupaciones y .para aphc~rla de for-
tidiana, sino que son postuladas a fin de explicar dicha ex- ma coherente e incluso los agruparmentos reflejados en el
periencia. Cualquier conjunto dado de datos o experiencias lenguaje corri~nte y los realizados por el sentido comú~ :on-
observables puede ser explicado por un número indetermi- tienen algunos principios teóricos conductores ImphCito~,
nado de teorías, y la elección entre ellas no es un asunto que pueden variar de cultura a cultura (Whorf 19.69). ~Sl,
que dependa simplemente de la observación, sino que im- en esencia, toda cognición (y por tanto toda claslfic~c~on)
plica toda suerte de criterios que han sido objeto de deci- implica algún compromiso teórico con elfi~ de perrmtir al
sión pOr parte de la comunidad científica y que, como la investigador valerse de algunas caracteristicas del mu~d?
historia de la ciencia demuestra suficientemente (Burtt 1954; e ignorar otras. Por o~ro lado, .no todos los marcos ~eo.n-
Feyerabend 1978; Kuhn 1959, 1970), están sujetos a la cos son igualmente útiles y valiosos pa~a hacer predl.cclO-
aceptación, cambio y revisión con arreglo a una diversi- nes, para estudiar la naturaleza, para Impetrar a DIOS o
148 BERNARD E. ROLLlN NATURALEZA. CONVENCiÓN Y TEORÍA DEL CI'NERO 149

incluso para sobrevivir. El juicio entre esquemas teóricos de la naturaleza. El error fundamental de la mayoría de
alternativos vendrá determinado por toda suerte de consi- los teóricos del género ha sido el abordar las obras litera-
deraciones teóricas de rango superior, por restricciones ló- rias mediante inducciones simples y ponerse a la espera de los
gicas, estéticas, religiosas, pragmáticas y prácticas, por rasgos pertinentes como si ellos mismos fueran a manifes-
ejemplo. , tarse por sí solos para ser captados por la mente. Nuestra
Evidentemente, esta disertación metafísica es en cierto conclusión es que la clasificación de los géneros sólo se da
modo inexcusable, pues origina una mezcolanza de temas cuando viene guiada por una teoría, teoría que quede por en-
cuyo tratamiento por separado exigiría un tratado para cada cima de la escisión natural-convencional. En cuanto que
uno. Pero se nos perdonará que volvamos a poner los pies ha habido históricamente clasificaciones de géneros, los cla-
en la tierra con unas cuantas intuiciones provechosas. Lo sificadores han tenido que guiarse por algunos principios
importante que hemos de tener presente es que el caso his- teóricos implícitos, aunque sólo sea porque el valerse de
tórico de la clasificación y la taxonomía biológicas refuer- unas semejanzas e ignorar otras exige principios, del mis-
za nuestro escepticismo acerca de una dicotomía naturaleza- mo modo en que los biólogos pre-evolutivos (e incluso el
convención. Nos dice que la clasificación biológica es una sentido común) han tenido que guiarse por principios ru-
amalgama inseparable de naturaleza y convención. Dado dimentarios. Lo que es necesario para que la teoría del gé-
el esquema conceptual (<<convencional») teórico de la mo- nero alcance su mayoría de edad, es que la teoría que esté
derna biología evolutiva, determinadas clasificaciones se detrás de la clasificación se articule y se defienda, del mismo
revelarán como «naturales», y podrán comprobarse las hi- modo en que la teoría evolutiva fue articulada y defendi-
pótesis de clasificación con innumerables e ingeniosos mé- da. Sin una teoría, la clasificación literaria es algo análogo,
todos empíricos «naturales» dictados por la teoría '. en el mejor de los casos, a la historia natural en biología, el
Podemos volver ahora a la cuestión de los géneros lite- reconocimiento al azar de semejanzas entre particulares.
rarios. Si es correcto lo que hemos venido diciendo, ya no (Hasta cierto punto, por supuesto, la teoría clásica del
hace falta tener la sensación de estar situados entre el Es- género estaba basada en una teoría que no estaba bien
cila del naturalismo y el Caribdis del convencionalismo, articulada y que no resultaba adecuada para examinar los
pues la misma lógica que resolvió el problema de la clasi- procesos literarios reales, esto es, las formas literarias enu-
ficación en biología es aplicable, mutatis mutandis, a la lite- meradas por Aristóteles, siguiendo presumiblernente su pro-
ratura. Es de primordial importancia darse cuenta de que, pio método inductivo).
por un lado, el escepticismo total acerca de las clases lite- Pero ¿cuál es el análogo literario de la teoría evolutiva?
rarias es infundado, pero, por otro lado, también lo es el ¿No es utópico esperar que exista dicho análogo? Cuando
intento de realizar una lectura directa de estas clases a partir se desarrolló la teoría evolutiva ¿no había al menos crite-
rios meta-teóricos existentes para las ciencias, de manera
que uno era capaz de saber lo que se podía considerar una
1 Como comentario marginal, merece la pena observar que en la buena teoría para la biología, qué condiciones tenía que
bibliografía biológica se puede encontrar un uso del término clasifica-
cumplir dicha teoría, qué cosas había que explicar, qué for-
ción «natural" y «artificial" distinto al empleado en este trabajo. Como
indican Davis y Heywood, con el término clasificaciones artificiales se mas tenían que adoptar las explicaciones para considerar-
ha querido hacer referencia a veces a aquellas clasificaciones que em- se explicaciones, etc.? En suma ¿no hay disparidades bási-
plean como criterios sólo unas pocas características, mientras que las cas entre biología y literatura, pues al menos en el caso de
clasificaciones naturales son aquellas que clasifican partiendo de todas
la biología sabíamos qué aspecto tendría una teoría, pues-
las semejanzas que puedan encontrarse. Desde nuestro punto de vista,
las clasificaciones «naturales" en este sentido seguirían implicando un
to que teníamos otras teorías científicas como modelos, te-
compromiso teórico, ya que, evidentemente, no se consideran todas las níamos una lógica de las teorías o una teoría de las teo-
semejanzas existentes entre los organismos. rías, mientras que en literatura no tenemos dicha lógica,
150 IlER ARD E. ROLLlI ATURALEZA, CONVENCIÓN Y TEORíA DEL GI~NERO
151

no sabemos en realidad qué aspecto tendría una teoría li- chazada porque nos ayudó a comprender los ?r~a~is~os,
teraria? su historia y clasificación mejor que antes. Nos indicó donde
Hay algo de justificación en esta postura escéptica, y y cómo dirigir nuestra atención para resolver pregunt~s
como todo escepticismo extremo, es difícil de rebatir. Pe- acerca de la conducta, supervivencia, estructura, función
ro puede ciertamente matizarse. En primer lugar, como han y distribución de los seres vivientes. De r:nanera que aun-
argumentado los filósofos de la ciencia como Paul Feyera- que no dispusiéramos de un r~o?e!o preClso par~ una te~-
bend (1978), es erróneo afirmar que tengamos una idea pre- ría biológica antes del advemmIent~ de la teor~a evoluti-
cisa de los criterios de las teorías científicas antes de que va ello no nos impidió tener unas Ideas aproxImadas de
estas teorías surjan realmente. Si se le pidiera a alguien el cuándo nos hallábamos en mejor posición que antes. Sa-
modelo meta-teórico de una teoría científica anterior a Dar- bemos que la naturaleza era más ?~~enada, más ,compre~-
win, sin duda los ejemplos habrían provenido de la física sible y más coherente tras la apanc.lOn de .la teona evoluti-
y de la química: la mecánica de Newton o la teoría cinéti- va aun cuando no hubiéramos podido decir por adelantado
ca de los gases. Pero si éste fuera e! caso, si estas teorías con ningún detalle qué aspecto tendría una teoría biológi-
hubieran efectivamente establecido la norma para las teo- ca adecuada.
rías científicas ¡la evolución no se habría aceptado como En gran parte lo mismo podríamos deci.r con respecto
teoría científica! Pues hayal menos tres aspectos impor- al caso de la teoría literaria. Hasta que no dIspongamos. de
tantes en los cuales la teoría evolutiva es totalmente dis- una teoría literaria que al menos intente hacer. con la lite-
tinta a las teorías de la física y de la química. En primer ratura lo que la evolución hace con los seres vIvIen~es, .~o
lugar, no es predictiva: explica lo que ha sucedido, pero podemos tener la e~peranz~ de ~isponer de una explicación
no nos dice lo que sucederá ni siquiera de manera aproxi- coherente de los generos hteranos, a lo sumo pode:no~ te-
mada. Las teorías de la física y de la química consideran ner solamente «historias naturales». ¿ Podemos decir como
la predicción y la explicación de acontecimientos pasados sería dicha teoría? Creo que sí, hasta cierto punto.
(retrodicción) como idénticas. En segundo lugar, la evolu- Para la mayoría de los que abordamos el estudio de las
ción parece no tener leyes, y parece ocuparse sólo de los obras de literatura, lo que procuramos comprend~r es el
acontecimientos históricos datados (v. gr. la evolución de! significado de dichas obras. Es po:- es~~ razón, por eJemp}~,
caballo), mientras que las teorías de la física y de la quí- por lo que rechazamos una explicación purarr~ente ge~etI-
mica explican leyes y hacen aseveraciones atemporales. En ea o causal de las obras literarias, una «teor~a ev?IUtiva»
tercer lugar, y lo que quizá es más perjudicial, la evolu- literaria. Pues mientras que el significado es m.a~lic~ble a
ción no puede ser sometida a la prueba de falsedad em- los organismos biológicos, parece ser el rasgo distintivo de
pírica. ¿Qué es lo que se considera, por ejemplo, como las obras literarias. De este modo, fuera cual fuera el as-
evidencia en contra de la supervivencia de los mejor adap- pecto que tuviera una teoría li~erari~ general, t~ndría que
tados? Si un tipo de organismo sobrevive, entonces por de- ser una teoría de! significado literario, una teona qu~ nos
finición está adaptado. Uno no pude siquiera imaginar, y diga cómo ir extrayendo e! significado de una obra l~tera-
mucho menos encontrar, un caso que sirva como prueba ria. De dicha teoría provendrán los conceptos ~e genero
de falsedad, es decir, un tipo inadaptado de organismo su- que pueden servir para clasificar las obras d~ literatura.
perviviente. No puede someterse a la prueba de falsedad, Mencionemos un ejemplo. Supongamos, por eJ~mpl~, que
viola e! criterio más fundamental de una teoría científica. alguien desarrollara una teoría del significado literario ba-
Lo importante es esto. Nadie sabía realmente cómo sería sada en el concepto de intención por parte del auto.r; (Las
una teoría biológica adecuada hasta que apareció la teoría teorías filosóficas de! significado basado en la mtencion son
evolutiva. Si hubiera sido sometida a los criterios a priori bastante comunes en el siglo xx). Parece evidente supo-
de las teorías científicas, habría sido rechazada. No fue re- ner que una clasificación genérica de las obras sería con-
NATURAI.EZA, CONVFNC¡ÓN y TEORÍA DEL GÉNERO 153
152 BERNARD fo:. ROLLIN
DAYIS, P. H. and V H. HEYWOOD. 1963. Principies of angiosperm
secuencia natural de dicha teoría, basada en la semejanza taxonomy. Edinburgh: Oliver and Boyd.
de intención del autor. De hecho, una teoría general del FEYERABE D, P. K. 1978. Agaznst method. New York: Schoc~en.
significado literario con esta orientación general ya ha si- HER ADI, PAUL. 1972. Beyond genre. Ithaca, NY: Cornel! Univer-
do desarrollada por Hirsch (1967) y ello en realidad lleva sity Press. .
implícita una teoría del género. HlRSCH, Jr., E. D. 1967. Validity in mierpretalion, New Haven: Yale
No es nuestro cometido elaborar o defender dicha teo- U niversity Press.
KIRK, G. S. and J. E. RAYEN. 1964. The presocratic philosophers.
ría literaria, ni siquiera indicar cómo será. Ya que no hay
Cambridge: Cambridge U niversity Press.
modelos meta-teóricos para la literatura, de la misma ma- KUHI , T. S. 1959. The Copernican reooluiton. New York: Vin-
nera en que no los había para la biología, no se puede es-
tage.
pecificar por adelantado lo que se considerará una teoría KUHN, T. S. 1970. The structure of scientific reuolulions. Chicago: Uni-
aceptable, y probablemente vendrá determinada, como en versity 0[' Chicago Press.
el caso de la evolución, por toda suerte de variables no- LAMARCK, J. B. 1963. Zoological philosophy. (Translated by Hugh
lógicas, sociales y culturales que se encuentran dentro de Elliot). New York: Hafner.
la comunidad de estudiosos literarios y dentro de la socie- LOYEjOY, A. o. 1936. The great chain of being. New York: Harper
dad en general. Y, de hecho, no se puede descartar la po- and Brothers. .
sibilidad de que el acuerdo con respecto a dicha teoría sea MAYR, E. 1969. Principles of systematic zoology. New York: McGraw-
algo difícil de alcanzar, y puede que nunca se alcance, te- Hill
niendo en cuenta incluso que el acuerdo sobre lo que se McKEO , R. 1952. «Bases 01' art and criticism», en . R. S. Cr~-
ne (ed.), Critics and criticism ancient and moderno Chicago: Uni-
considera una teoría social-científica no se ha alcanzado,
versity of Chicago Press. . .
en parte porque, a diferencia de la situación con las cien- ROLLIN, B. 1976a. Natural and conventzonal meamng: an examination
cias físicas, no hay acuciantes exigencias de tipo práctico
of the distinction The Hague: Mouton.
para una unificación teórica. En las ciencias físicas, las exi- ROLLIN, B. 1976b. «Natural and conventional signs; a history
gencias de la tecnología a menudo fuerzan una unificación of the distinction», en Semiotichistorical studies. Warsaw: Polish
teórica. Los ingenieros, por ejemplo, han de formarse en Academy of Sciences.
una sola física. N o hay, claro está, una urgencia análoga ROLLIN, B. 1979. On the nature of illness. Man and Medicine 4 (3),
para una unificación de la teoría literaria; el mundo sigue 157ss.
funcionando perfectamente con una pluralidad de enfoques ROLLI N, B. 1981. Reductionism and biomedical science. Forthcoming
respecto de la crítica y enseñanza literaria. Nuestro empe- in Man and Medicine
SCHOLES, ROBERT, 1974. Structuralism in literature. New Haven:
ño ha sido señalar que sin tal base teórica unificada entre
Yale U niversity Press.
los estudiosos literarios, la búsqueda de los géneros litera-
SI M PSON, G. G. 1961. Principles of animal taxonomy. New York: Co-
rios ha de ser necesariamente infructuosa.
lumbia University Press.
SPARSHOTT, F. E. 1963. The structure of aesthetics. Toronto: Uni-
versity of Toronto Press.
WELLEK, R. and A. W ARREN. 1956. Theory of literature. New
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CROCI';, B. 1939. Aesthetic. (Translated by Douglas Ainslie). Lori- history. New York: Alfred A. Knopf.
don: Vision Press. Peter Owen.
DEL TEXTO AL GÉNERO. NOTAS SOBRE
LA PROBLEMÁTICA GENÉRICA
]EAN-MARIE SCHAEFFER
C.N.R.S. París

De todos los campos en los q~e retoza la teoría litera-


ria, el de los géneros es, sin ninguna duda, uno de aque-
llos en los que la confusión es mayor. Esto me parece que
puede explicarse porque las teorías genéricas ponen de ma-
nifiesto a menudo de manera exacerbada algunas dificul-
tades, incluso aporías, que estructuran numerosas teorías
literarias.

1. Plantearé, para empezar, que la mayoría de las teo-


rías genéricas no son verdaderamente teorías literarias, si-
no más bien teorías del conocimiento. Quiero decir con esto
que su ámbito transciende la teoría literaria propiamente
dicha y aboca a debates de orden ontológico l.
Toda teoría genérica conecta aparentemente con una
pregunta definitoria, que tiene más o menos la forma si-
guiente:

(1) ¿Qué es un género?


Esta pregunta ha dado lugar a las más diversas respues-
tas: el género sería ya una norma, ya una esencia ideal,
ya un modelo de competencia, ya un simple término de cla-
sificación al cual no le correspondería ninguna productivi-
dad textual propia, etc. Pero lo que me ocupa aquí ahora
no son tanto esas respuestas múltiples y divergentes, como
el marco en el que, la mayoría de las veces (pero no siern-

Título \original: «Du texte au genre .. Notes sur la: problématique


générique», publicado en Poétique 53, 1983, págs. 3-18. Traducción de
Antonio Fernández Ferrer. Texto traducido y reproducido con auto-
rización del editor.
I Tesis defendida ya por Klaus Hempfer, Gattungstheorie, Munich,
1973. Sin embargo, las conclusiones a la que llega Hempfer son opues-
tas a las que propongo aquí.
156 .JEAN-MARIESCHAEFFER DELTEXTO AL GÉNERO 157
pre ni obligatoriamente), éstas se formulan. La pregunta
al «teórico de la literatura», es de antemano el perdedor,
(1), efectivament:, no es, muy a menudo, nada más que
pues ¿qué puede responder a preguntas tan contundentes
una forma abreviada de la pregunta siguiente:
como: «¿Existen los géneros? Y en el caso de que sí, ¿con
(2) ¿Cuál es la relación que vincula el (los) texto(s) con qué existencia?»
el (los) género( s)? Hay que ver claramente que lo que se ventila en este
A simple vista esta reformulación parece inocente, por- debate no es ya ni literario ni incluso epistemológico, sino
que, de una forma u. otra, el término «género" parece ser ontológico, puesto que atañe a la teoría del ser: quid/quod est?
el co~rel~to por defimr de ese otro término, supuestamen- Los sistemas genéricos románticos (el de Fr. Schlegel, por
te con?,Cldo, que se:ía el «texto». Sin embargo, esta refor- ejemplo), los de! idealismo alemán (Schelling, Solger y He-
mulación corre el nesga de estar sujeta a dos confusiones gel), al igual que la teoría de Croce, tienen, a este respec-
mayores. En primer lugar, mezcla dos preguntas diferen- to, una ventaja segura sobre los innumerables sistemas o
tes que son, por una parte: anti-sistemas posteriores que se inspiran en ellos: que for-
,(2a) ¿Cuál es la relación que vincula los textos con los mulan explícitamente la apuesta ontológica que constituye
gf;neros? y, por otra: el fundamento real de su discurso genérico. Hay que aña-
(2b) ¿Cuál es la relación que vincula un texto dado dir inmediatamente que, al fin y al cabo, sin embargo, esa
con «su» género? ventaja es inútil, porque lo único que hace es imponer la
Señalaré más adelante en qué esta mezcla es el. indicio conclusión de que toda argumentación racional es imposi-
de una confusión más fundamental. En segundo lugar, y ble en este campo teórico en el que decidirse por una u otra
es de lo que me vo~ a ?c~par enseguida, la formulación (2), teoría genérica implica que uno se pasa con todos sus tras-
por su estructura smtactrca y semántica, amenaza desviar tos al campo de la ontología correspondiente.
el debate genérico de forma subrepticia hacia la pregunta: Por ejemplo, es evidente que el discurso hegeliano so-
bre los géneros y el sistema triádico en el que se encarna,
(3) ¿Cuáles son las relaciones entre los fenómenos em- son directamente dependientes de una ontología realista pa-
píricos y los conceptos?
ra la cual lo real es la autorrealización del Concepto 2. Por
Es cierto que el paso de (2) a (3) no es obligatorio, pe- el contrario, la polémica croceana contra las teorías gené-
ro no lo es menos. que la mayor parte de las teorías genéri- ricas es indisociable de su posición nominalista que no ve
cas de .hecho practican ese deslizamiento cuyo indicio más
en las categorías genéricas nada más que «pseudo-con-
llamativo me parece que radica en que se empieza uno a ceptos» 3. Un caso más interesante es el de la teoría gené-
hacer preguntas ,sin fin en cuanto a saber qué es, parodian-
?O ~ !fegel, «mas realmente real», los géneros o los textos
individuales. 2 Según Hegel, el principio de orden de las artes debe derivarse de

Ni que decir tiene que desde el momento en que se nos la naturaleza misma de la obra de arte; ahora bien, esta naturaleza es
tal que la totalidad de los aspectos y momentos incluidos en su concep-
ha llevado d~ (1) a (3), ya está hecha la jugada, y la pelota
to llega a realizarse en la totalidad de los géneros (artísticos y más es-
pasa a los filosofos que corren el riesgo de ir volviéndosela pecíficamente literarios). El sistema genérico constituye, por lo tanto,
a pasar ad irifinit~"':. Porque, .a partir del momento en que el desarrollo (Entfaltung) del Concepto en su totalidad concreta; es de-
e~problema genenco es considerado como una especifica- cir, en tanto que verdaderamente real (real wirlich). Ver G. W. HEGEL,
Vorlesungen über die Aesthetik, 11, págs. 234, 262-265; 11I, págs. 390, etc.
cion de (3), el debate sobre la teoría genérica se transfor-
( = Werke in 20 Banden, Band 14, 15, Frankfurt/Main , 1970).
ma en campo de batalla de la disputa de los universales con :1 Croce califica' a las poéticas genéricas de «maggior trionJo dell'erro-
s.us prot~gonistas tradicionales, que son el realismo y e! 'idea- re intellettualistico» (citado por HEMPFER, oIJ. cit., pág. 39). Sin embar-
h~mo, sin olvidar al recién llegado, a saber, el constructi- go, hay que advertir que este nominalismo está limitado por la estética
vismo, que pretende sacar las castañas del fuego. En cuanto (para la que no acepta más que un solo concepto general, la -belteeea»¡
y no es válido para los c~ncepws de las ciencias naturales. Porque, de

,
158 DELTEXTO AL GÉNERO 159
.IEAN-MARIESCHAF"''''FR

~ica de Fr. Schlegel, el cual combina un realismo y un idea- tu ración se supone que estriba en el hecho de que debe fun-
hs~o, ambos «regionales»: la po:sía antigua sería genérica, damentarse en una reflexión crítica que se manifiesta en
mientras que la poesia post-antigua sería a-genérica Esta contra de las tentativas de estructuración anteriores, tenien-
~icotomía está fundamentada en y por la ontología r~mán- do en cuenta, claro está, su «grado de adecuación objetiva».
t~c~, que es una ontología dualista, que postula que la An- No voy a plantear aquí saber si el constructivismo es
tlguedad es la e?,ad de la hegemonía de la Objetividad (y, preferible o no a las otras dos teorías en el plano
por tanto, también de la hegemonía de los géneros con res- epistemológico 6, aunque sólo fuera porque la discusión
pecto a las obras individuales), y que, por el contrario la correría el riesgo de ser infructuosa: la tesis, defendida por
edad post-antigua, inaugurada por el nacimiento de C~is- numerosos epistemólogos 7, según la cual se trata de un
to, se car~ct:r!za por la hegemonía de la Subjetividad so- problema de decisión no fundamentada ni fundamentable
b:-e la Objetividad (y, por consiguiente, de las obras indi- antes que de una cuestión de verdad o falsedad, me pare-
viduales con respecto a los. principios genéricos) '. ce más que plausible. No me detendré tampoco en el tra-
Kl~u.s Hempfer, en su hbro ya citado, rechaza a la vez dicionalismo al que parece estar condenada una teoría que,
las posicrones real!s~as y las posiciones nominalistas, y pro- por razones epistemológicas, y por tanto de principio, de-
pone el constructivrsmo (a lo Piaget) como remedio: be fundamentarse obligatoriamente en las «adquisiciones»
del pasado 8. Semejante concepción asume la idea de una
_ . El const~uctivismo repres~nta una síntesis entre las po- evolución líneal de algo que sería el «conocimiento litera-
SICIOnestradicionals-, del nommahsmo y del realismo,"pues- rio», que, en gran parte, es, a mi parecer, una ficción, so-
to que no considera los conceptos generales como simples bre todo en lo que atañe a las categorías genéricas que, en
ficciones, pero no les otorga tampoco existencia apriorís- el curso de su historia, han entrado en estrategias discur-
uca con respecto a los individuos concretos, ya sea tanto sivas completamente heterogéneas unas con respecto a las
en un sentido platónico como aristotélico; los considera casi
otras.
co~o constru~clOnes resultantes de la interacción entre el
sujeto y el objeto del conocim ienro > Lo que más me importa es constatar las convergencias
fundamentales que unen el constructivismo al realismo y
En 10_ ~ue se refiere a la teoría genérica, esta posición al nominalismo, convergencias que derivan del hecho de
co~s,tructlvlsta conduciría, si he entendido bien, a una ope- que los tres transforman el discurso genérico en un discur-
racion con dos etapas:
a) En un primer momento se trata de constituir una <; Hay que señalar que una teoría que ve en los conceptos e! resul-

base textual, o 10 que es igual, un corpus de análisis. Para tado de interacciones entre e! sujeto y el objeto de! conocimiento, pue-
de combinarse perfectamente con las variantes historicistas del realis-
lograrlo, el teórico debe utilizar preferentemente la meto- mo; por ejemplo, las variaciones para-hegelianas. Por e! contrario, un
dología_ perfeccionada por la estética de la recepción, o lo nominalismo psicologizante, al ver en los objetos slimult para nuestra
que es Igual, debe proceder a una clasificación tosca sobre actividad intelectual, armoniza por eso perfectamente con e! construc-
la base de la recepción genérica de los textos. tivismo, puesto que nada obliga a que el estímulo y la reacción tengan
alguna relación de representatividad, lo cual me parece que es debido
b) En un segundo momento se trata de estructurar esa
a que e! constructivismo plantea la pregunta de la génesis de los concep-
base textual. La naturaleza constructivista de esa estruc- tos más que la de su estatuto, y es sintomático que en el momento de
la definición de su estatuto se queda en un ni ... ni que no explica gran
hecho, las categorías genéricas son falsas categorías generales que están cosa en realidad.
Situadas entre la (verdadera) universalidad de la «bellezea., y la indivi- 7 Ver, entre otros, W. V. QUINE, From a logical Point of View, Har-
dualidad de las obras concretas. . vard, 1953 y W. STEGMÜLLER,«Das Universalienproblem einst ünd
., Según la metafísica romántica, Dios, al principio pura objetividad jetzt», Archiv Für Philosophie, VI, 3/4 y vn, 112, 1956.
trascendental, se individualiza en Cristo. . 8 Para este aspecto de la teoría de Hempfer, ver G. GENE'I~n:, In-
~,HEMPFERT, op. cit., pág. 271. troducción a l 'architexte, París, Seuil, 1979, págs. 79-81.
160 JEAN-MARIE SCHAEFFER DEI. TEXTO Al. CI~NERO 161

so ontológico. Con esto quiero decir que para poder pre- de sus implicaciones. Hay que destacar primero el falso pro-
guntarse acerca de las relaciones ontológicas entre textos blema de la exterioridad genérica, definida ya sea como des-
y géneros, es preciso primero haberlos constituido en una cripción teórica, ya como discurso normativo (y, en últi-
exterioridad recíproca. Semejante exterioridad recíproca, mo término, como conjunto de normas psicológicamente
a su vez, sólo se impone si se reifica el texto, es decir, si interiorizadas). En el primer caso, la exterioridad es pura
se le considera un analogon de objeto físico, y si se ve en y simplemente la que existe entre dos textos: el que uno
el género un término transcendente «referido a" ese objeto de ellos sea en este caso un metatexto da ciertamente un
casi físico. talante especial a la relación que los une (y que parece ser
Si queremos alejar el debate genérico de esta falsa dis- una relación prescriptiva), pero no plantea ningún proble-
puta, hay que dejar entonces de identificar la pregunta (2) ma epistemológico especial. Así, las relaciones que unen
con la pregunta (3), es decir, hay que abandonar la reifi- la teoría de la novela de Fr. Schlegel con su novela Lucinde
cación del texto y, correlativamente, la idea de una exte- pueden describirse como las relaciones que unen un pro-
rioridad de tipo ontológico entre texto y género. La teoría grama con su realización; basta para ello con admitir la
constructiva no hace ni una cosa ni otra 9: no nos libra del transformación de las proposiciones declarativas de la teo-
dilema ontológico, sino que nos propone las «ventajas de ría en proposiciones prescriptivas. En cuanto al problema
un trilerna». de la genericidad como norma interiorizada, atañe al pos-
tulado de un término intermediario entre un conjunto de
2. ¿Desarrollan los géneros la esencia de la literatu- textos y un texto individual que parece adecuarse al mo-
ra? ¿No existen, por el contrario, como reales nada más delo genérico constituido por este conjunto. Se trata en este
que los textos individuales, mientras que los géneros sólo caso de un principio de explicación secundaria tendente a
son pseudo-conceptos útiles, a lo sumo, como clasificacio- justificar el paso de una categoría de textos a un texto in-
nes de bibliotecario? ¿O entonces hay que admitir que no dividual que se acomoda en algunos rasgos a esta catego-
se trata de una cosa ni de otra y, en cierto modo (?), de ría: en ningún caso pretende el postulado de la norma
las dos a la vez?
genérica fundar una categoría de textos (lo cual sí que ocu-
, .Son otras tantas preguntas que entorpecen la teoría ge- rre con las teorías genéricas fundamentadas en una onto-
nenca pero que, al menos en mi opinión, no tienen razón
logía realista).
de ser. Y ello, por la simple razón de que están basadas
Entre estos casos de trivial exterioridad, hay que dife-
en dos postulados superfluos e inadecuados a la vez: el texto
renciar la que se postula como fundadora de una catego-
como analogon de objeto físico y el género como exteriori-
ría de textos, en tanto que molde de competencia, esencia
dad transcendental (o, en el caso de las teorías norninalis-
oculta, estructura universal, etc. Sólo en el marco de esa
tas, pseudo-exterioridad, o lo que es igual, pura nada,
de hecho). . exterioridad es donde la problemática genérica se transforma
en problema ontológico. Así pues, me parece que el pos-
Quisiera partir aquí del postulado de la exterioridad y
tulado de semejante exterioridad es completamente inade-
cuado e inútil. Si nos quedamos en el nivel de la fenome-
" Así, .contrariamente a lo que se podría creer, recurrir a la estéti- nalidad empírica, la teoría genérica estaría considerada sólo
ca de la recepción no pone en peligro el postulado del texto-organismo como el dar cuenta de un conjunto de similitudes textua-
cerrad?, ya que, seg_ún esta teoría, las condiciones de recepción no ha- les, formales y, sobre todo, temáticas: por tanto, esas si-
cen mas que sobreafiadirse a un texto ya constituido en la plenitud de
militudes pueden ser perfectamente explicadas definiendo
su sentido. Para la estética de la recepción, el texto no es un canal de
, comunicación (que investir con actos cornunicativos), sino más bien, un
la genericidad como un componente textual, o lo que es
v contcnido transmitido. Ver, a este respecto, D. BREUER, Einführung in igual, las relaciones genéricas como un conjunto de rein-
die jJragmatzsche Texttheorie, Munich, 1974, sobre todo la pág. 211. vestiduras (más o menos transformadoras), de ese mismo
162 JEAN-MARlE SCHAEFFER

')EL TEXTO AL GÉNERO 163


componente textual. Siendo la literatura institucional por
definición, la genericidad puede explicarse perfectamente roica y la epopeya cortesana se oponen como el alma ger-
como un juego de repeticiones, imitaciones, préstamos, etc., mánica a un producto de importación francesa, como la
de un texto con respecto a otro, o a otros, y el recurrir a poesía espontánea a la poesía artificiosa, como la poesía po-
un postulado tan «contundente» como el de una estructura pular a la poesía culta, y también como la poesía originaria
o modelo de competencia, resulta totalmente superfluo, a una poesía más tardía, y por consiguiente, menos esen-
ya que no aclara muchas más cosas que una concepción cial y más ficticia. Y ello sin hablar de rasgos más preci-
transtextual de la genericidad 10. Además, este postulado sos, tales como la fidelidad viril opuesta a un amor afemi-
es inadecuado en la medida en que es incapaz de tomar nado, el culto al valor opuesto a la languidez cortesana, etc.
en consideración la dimensión esencialmente dinámica de Todo esto se resume en la tesis central que dice que la epo-
la genericidad e impone una perspectiva únicamente clasi- peya heroica muestra la esencia de la germariidad:
ficatoria que ignora la especificidad de la relación gené-
rica ".
...Aquí (en los Nibelungen)se nos presenta la imagen de
Una ventaja evidente de una definición puramente tex- lo que ha sido la esencia, la manera de pensar y de sentir
tual de la genericidad reside en que ésta permite fijar un de nuestros antepasados, tal y como la leyenda nos la ha
criterio empírico, lo cual no es el caso de las teorías onto- dado a conocer hacia el año 500 11.
lógicas en las que los «géneros» son, por definción, trans-
cendentales a la textualidad y por ello mismo empíricame- Desgraciadamente, este espíritu germánico no se plas-
te inabordable s . ma de la misma forma en todas las obras, pues incluso las
Un ejemplo algo «exótico» (para un lector del siglo xx) más fieles a este origen tienen elementos extraños, de ma-
ilustra perfectamente, sin embargo, el aspecto a veces alu- nera que se llega a una jerarquización según la cantidad
cinatorio de las teorías genéricas ontológicas y las decisi- de espíritu germánico: así, en la Canción de los Nibelungen el
vas ventajas que pueden derivarse de una aproximación tex- elemento germánico sería todavía hegemónico, en El Poema
tual a la problemática genérica. Se trata de un conjunto de Kudrun el debilitamiento ya se dejaría sentir, mientras que
de textos épicos alemanes que se remontan a los siglos XII- en La Muerte de Alphart no habría casi huellas del auténtico
XIII. Ahora bien, el siglo XIX y una parte del xx han que- espíritu germánico.
rido descubrir en (sería más exacto decir: debajo de) estos Como vemos, el género está construido enteramente
textos un género, que se ha bautizado das deutsche Heldene- partiendo de una proyección retrospectiva: en los textos esco-
pos, dicho de otra manera, la epopeya heroica germánica. Los gidos se aislan uno a uno los elementos que se consideran
textos así bautizados son la Canción de los Nibelungen, el Poema relacionados de alguna manera con esta germanische Weltans-
de Woljdietrich, el Poema de Dietrich, el Poema de Ortnit, el Poema chauung de en torno al año 500 después de Cristo. Hay que
de Kudrun y otros. Como ocurre frecuentemente en las teo- subrayar que estos elementos no constituyen de ningún mo-
rías genéricas ontológicas, la definición de este género va do una categoría de similitudes textuales entre las diferen-
al unísono con la constitución de un género al cual se Opon- tes obras, pero, uno por uno, están en relación con esta
dría; a saber: la epopeya cortesana de inspiración artúrica. Weltanschauung postulada anteriormente. Lo que se ha cons-
Vemos ya aquí la «fertilidad» de semejante dicotomía, so- truido, por tanto, es un género meramente imaginario, de
bre todo en sus prolongaciones ideológicas: la epopeya he- hecho, un texto ideal del que todos los textos empíricamente
reales no son más que ecos más o menos lejanos. Como
mucho, semejante operación nos descubre cuáles son las
111 Tomo este término de G. GENETTE, Palimpsestes, París, Seuil ,
1982.
11 Ver más adelante. 11 G. EHRISMANN, Geschichte der deutschen Lueratur bis zum Ausgan;
des Miuelalters, Teil 2, Schlussband, Munich, 1935, pág. 122.
164 1 1:.-\ 0<-\ 1.-\ R 11': SCII.-\ITILR 165

fuentes de determinados elementos temáticos, de manera - Desde el momento en que se deja de construir un
que el género no es el de los textos ni el del Stoff (materia) género a partir de supuestas fuentes de determinados ele-
de estos textos, sino, a lo sumo, el de determinados ele- mentos temáticos, para dejarse llevar por la red de similI"
mentos temáticos postulados como fuente. Ahora bien, en- tudes textuales (formales, narrativas y temáticas) que se teje
tretanto, se ha podido mostrar que este «género», que ha- entre los diversos textos llamados heroicos y los diversos
bía hecho correr ríos de tinta patriótica y nacionalista, es, textos llamados cortesanos, el fantasma de, una epopeya he-
textualmente hablando, inexistente. En un texto breve, pero roica alemana se desvanece completamente: el conjunto de
decisivo, Heinz Rupp se ha dedicado a un desmantelamien- esta literatura épica del siglo XIlI alemán que incluye te-
to a conciencia de la epopeya heroica, simplemente deci- mas de origen germánico o de origen céltico, constituye un
diendo dejar provisionalmente a un lado «los logros del pa- mismo género épico, especie de literatura de consumo co-
sado» (es decir, la tradición universitaria) y remitiéndose rriente (para las cortes de los pequeños nobles alemanes),
a los propios textos 13. Precisando y ampliando las conclu- y que mezcla las fuentes temáticas más diversas. Estilísti-
siones de Rupp podemos señalar concretamente que: camente se sitúa en la encrucijada de la Spielmannsepik y de
- La oposición epopeya heroica-epopeya artúrica es la gran literatura épica de los W olfram van Eschenbach y
lógicamente inconsistente, puesto que, en el primer caso, los Hartman van Aue. Además de este sincretismo estilís-
el género está definido por sus fuentes, mientras que en el tica, el género se caracteriza por el anonimato de sus tex-
otro caso la definición se basa en la presencia de un, mis- tos, por la constancia de algunos personajes y por una te-
mo personaje. Como mucho, podríamos oponer la epope- mática también sincrética puesto que tiende a fusionar los
ya heroica (de origen germánico) a una epopeya de origen rasgos heroicos (extraídos, bien de las antiguas tradiciones
céltico. Al mismo tiempo, la epopeya heroica pierde el pri- germánicas o célticas, o bien de las canciones de gesta) con
vilegio de ser más «primitiva», más cercana al origen, que rasgos cortesanos tales como la Minne. Esta literatura épi-
la epopeya llamada cortesana; ca es, en suma, una literatura de transición que prepara
- La tesis de una oposición entre un género épico he- el camino a la literatura novelesca, como la novela de amor
roico y un género épico cortesano, que existirían simultá- (por ejemplo Flore und Blanchefleur de Konrad Fleck), la no-
neamente en el siglo XTU alemán, es empíricamente refu- vela conyugal (como Mai und Beaflor), etc. De este modo,
table: hay tantas similitudes textuales entre los textos lla- los rasgos heroicos no definen la naturaleza de un género,
mados heroicos y los textos llamados cortesanos, como las sino que sólo muestran uno de los múltiples elementos que
que existen entre los diversos textos llamados heroicos o los entran en un género fundamentalmente sincrético, sin du-
diversos textos llamados cortesanos (y precisando aún más: da a imagen y semejanza de la mentalidad del público al
en los dos casos hay las mismas similitudes). Por ejemplo, que va dirigido.
contrariamente a lo que afirma la vulgata teórica, el ele- Me parece que este ejemplo ilustra bien lo que entien- ·í
mento maravilloso no interviene menos en los textos «heroi- do por noción de exterioridad genérica: el procedimiento
cos» que en los textos «cortesanos» 1". Y, a la inversa, los te- que consiste en «producir» la noción de un género, no a
mas del heroísmo y de la fidelidad no desempeñan un pa- partir de una red de similitudes existente entre un conjun-
pel más importante en los primeros que en los segundos 1\ to de textos, sino postulando un texto ideal cuyos textos
reales no serían más que derivados más o menos perfec-
l' H. Rurr-, «Heldendichiuns» als Gattung, en Beitrage zur deutschen Phi-
lologie, Band 28, Giessen, 1960, págs. 9-25. gata se ve obligada a recurrir, en bloque, a la tesis de la degeneración.
14 Así, en El Poema de Kudrun, el Voge! Greif, es decir, el Grifo, de- Lo cual es, evidentemente, una muestra de fracaso. Esta misma cons-
sempeña un papel importante. tatación se impone en lo tocante a la presunta ausencia de elementos
", A excepción de algunos pasajes de La Canción de los Nibelungen, cristianos en la epopeya heroica, opuesta a otra también mÍtica crist ia-
el elemento heroico está tan atenuado en todos estos textos que la vul- nización total de la epopeya artúrica.
I)EL !'I:X!,(J AL C;(:NI':RO 167
166 J ¡':;\N·MAR I l·: .~C:I-I;\I·Ti"I·:R
a ser un objeto físico. Es un hecho comunicativo específi-
tos, del mismo modo que, según Platón, los objetos empí- co, es decir, un conjunto complejo formado (al menos) por
ricos no son sino copias imperfectas de las Ideas eternas. un can~l de comunicación de estructura dada y un acto (o
Las relaciones de parentesco intervienen entonces en- un conjunto de actos) comunicativo (s) que actualiza(n) ese
tre ese texto ideal y talo cual elemento de talo cual texto canal 11,.
real aisladamente, sin que el conjunto de rasgos así extraí- El abandono de la tesis del texto-analogon de objeto físi-
dos teja un conjunto de similitudes entre los diferentes textos co tiene varias consecuencias. Primeramente, la concepción
reales. La epopeya heroica es ciertamente un género, pero que pretende que el texto literario es un sistema autóno-
no un género literario del siglo XIIl: es un género metali- mo cerrado y unificado, partiendo únicamente de una lec-
terario del siglo XIX, un género de la Germanistik. tura inmanente y no referencial, pierde su solidez de evi-
dencia natural. En lugar de aceptarla como sostenida por
3. La idea de género como entidad extratextual y fun-
alguna esencia secreta de la literalidad, se verá más bien
dadora de los textos cobra apariencia de plausibilidad en
en ella un modelo de lectura, o sea, un hecho prescripti-
el momento en que se considera el texto como un analogon
va. Se trata entonces de una lectura posible, fundamenta-
de objeto físico. Lo que llamamos la concepción del texto-
organismo 11> tiene, entre otras funciones, la de fundamen- da a la vez en raga s estructurales del canal de comunica-
ción y en un algoritmo de lectura que ha llegado a ser
tar esta analogía entre texto y objeto físico, esta reificación
hegemónico desde la época romántica. Así, cuando M. Rif-
-en el verdadero sentido del término- del texto. Esta ana-
faterre afirma «que el referente no es pertinente para el aná-
logía, en verdad pura y simple identificación, está en total
lisis y que no existe ninguna ventaja para el crítico en com-
desacuerdo con la fenomenalidad propia de la textualidad
en tanto que dimensión lingüística; fenomenalidad que nun- parar la expresión literaria con la realidad y en valorar la
obra en función de esta comparación», hay que ver en ello
ca es la de un sistema cerrado, sino más bien la de una
un enunciado prescriptivo que propone un modelo de lec-
cadena abierta. Hay aquí un primer hecho que me parece
tura, y en tanto que tal está perfectamente justificado; me
de bastante peso: aunque la metáfora del organismo físico
inclino en cambio a ser escéptico cuando leo el título del
no pretende explicar el funcionamiento lingüístico del tex-
ensayo en el que esta afirmación se inserta, a saber: «La
to, sino únicamente su estructuración como «sistema semió-
explicación de los hechos literarios» 19, título que parece
tica secundario», podemos interrogarnos acerca del estatuto
indicar que Riffaterre piensa realmente no en proponer un
de una concepción que hace tan poco caso de la fenorne-.
nalidad lingüística 17 • modelo de lectura, sino en exponer el modelo explicativo
de la naturaleza de un objeto físico que sería aquí la «obra»
Una segunda consideración me parece también muy de-
(literaria).
cisiva: las teorías genéticas ontológicas admiten implícita-
mente que la empiricidad se reduce al universo de los ob- N o pongo en duda que el modelo de lectura propuesto
jetos físicos. Si se limita, por el contrario, la empiricidad por Riffaterre (o más bien: retornado por él de la tradición
al término mucho más adecuado de hecho (Tatsache), se ve romántica) sea más rico que el modelo referencialista, aun-
con claridad que un texto, aunque participe del mundo de que sólo fuera porque tiene en cuenta la positividad del he-
los hechos empíricos, no está de ninguna manera obligado

lB. Desde luego, el soporte de todo texto es un objeto físico, al me-


", Concepción que se remonta a la más remota Antigüedad, pero nos siempre que se trate de un texto escrito (el flujo acústico de un tex-
que sólo llega a ser auténticamente pertinente en el marco de las teo- to leído, por ejemplo, en la radio, no es un objeto sino más bien un fe-
rías estéticas románticas. nómeno físico).
17 Una de las funciones de la ficción de un «lenguaje poético» 1'1 Ver M. RIFFATERRE, La Production du texte, París, Seuil, 1979,
opuesto al lenguaje común, es, quizás, la de disfrazar este desfase entre pág. 19.
la fenomenalidad lingüística y la teoría literaria.
168 JEAN-M:"RIE SCHAEFFER DEL TEX'ID AL GÉNERO 169
cho textual. Además, este modelo concuerda, si no con los dirigida hacia la transtextualidad 22, hacia la genericidad
pactos de lectura que proponen todos los textos literarios en este caso. Ahora bien, la lectura transtextual constituye
de todas las épocas, al menos con el pacto de lectura que un enriquecimiento con respecto a una lectura únicamen-
proponen numerosos textos de determinadas épocas 20. Pe- te inmanente, aunque sólo sea porque reinserta el texto in-
ro todo esto no nos concede, de ningún modo, el derecho dividual en la red textual en la que está cogido y de la que
a decir que la lectura inmanente explica el texto literario, la lectura inmanente lo aísla artificialmente.
como se explica la constitución de un objeto físico, puesto Si seguimos la terminología propuesta por G. Genette,
que el texto posee, en tanto que hecho de comunicación, la genericidad (llamada architextualidad) no es más que uno
esta particularidad propia de que él no es algo que está por de los aspectos de la transtextualidad que abarca además
explicar, sino algo que está por leer y, ocasionalmente, por la paratextualidad (relaciones de un texto con su título, su
interpretar. Así pues, toda lectura es una resultante de, al subtítulo y, más en general, con su contexto externo), la
menos, dos factores; a saber, dos intenciones 21 o estrate- intertextualidad (la cita, la alusión, etc.), la hipertextuali-
gias comunicativas, la del codificador del texto y la del des- dad (relaciones de imitación/transformación entre dos textos
codificador. Ambas pueden ocultarse parcialmente, pero sus o entre un texto y un estilo) y la metatextualidad (relacio-
relaciones comprenden necesariamente elementos más o me- nes entre un texto y su com~ntario). En tanto en cuanto
nos aleatorios, aunque sólo fuese porque en un texto no modelo de lectura, la transtextualidad activa muestra más
hay feed-back en acto, contrariamente a lo que ocurre en una aspectos textuales que la lectura puramente inmanente, por
conversación de viva voz entre dos interlocutores. Esto se no hablar del hecho de que permite tener en cuenta la di-
ve particularmente claro en algunas formas de poesía líri- mensión institucional de la literatura como conjunto de re-
ca, y me pregunto si, al menos en parte, el frenesí inter- des textuales.
pretativo que provocan no resulta del horror vacui que em- Otra ventaja de una aproximación transtextual reside
barga a toda lectura ante un texto que rechaza tematizar en que desmiente la idea ampliamente extendida según la
su intencionalidad comunicativa, y que provoca por ello cual el texto en su interioridad pura constituye algo así co-
mismo una especie de suspensión provisional del sentido, mo una sólida parte de realidad dotada de su sentido úni-
o, mejor dicho, de la actividad semántica. co y definitivo que el comentario sólo tendría que «descu-
Aunque es cierto que el modelo de lectura inrnanentis- brin> 1:<. Por poner un ejemplo, no se lee, desde luego, de
ta es más rico que el modelo referencialista, esta ventaja
de la lectura romántica sobre la lectura clásica ha sido pre- 22 Recuerdo que el término ha sido forjado por G. GENE'ITE, Pa-
cisamente abolida, porque la lectura clásica no se limitaba limpsestes, ojJ. cit. Ya va siendo hora quizás también de reconocer que, sin
a ser referencialista (deberíamos precisar, por otra parte, este libro, las páginas que siguen no existirían, al menos en su forma
actual.
que este referencialismo estaba por lo general al servicio 2:: Ya en el nivel de la significación (en el sentido lingüístico del tér-
de una lectura ética), sino que estaba muy directamente mino) la univocidad semántica sólo existe corno caso límite y exige muy
a menudo recurrir a elementos con textuales o pragmáticos. En cuanto
20 Así, muchos textos se presentan como ficciones; otros, no represen- a la interpretación, la no-determinación unívoca está, por supuesto, to-
tativos, se presentan como pura textualidad, etc. Pero también abun- davía mucho más acentuada, excepto en el caso de alegorías institucio-
dan los ejemplos contrarios de textos que, en su pacto de lectura (prólo- nalizadas, como las que se encuentran en gran cantidad en la Edad
go o incipit, por ejemplo l, proponen lecturas referenciales, ya que se Media y en el Renacimiento. La enorme importancia histórica de las
esfuerzan en confirmar que cuentan una historia verídica. diferentes teorías de la interpretación, de los Padres de la Iglesia en la
21 El término de "intención» no apunta al acto psicológico de un in- hermenéutica, no es un argumento en contra de la tesis de la ausencia
dividuo, sino a la intencionalidad inherente al texto (o al modelo de lec- de estructuración simbólica unívoca de la mayoría de los textos, sino más
tura) y se manifiesta, por lo tanto, a través de rasgos textuales propios bien a su favor. En relación con estos problemas, ver T. TODOROV, "La
(por ejemplo, el pacto de lectura). Es decir, se trata de una intención lectura como construcción", en Les Cenres du discours, París, Seuil, 1978,
institucionalizada. y, sobre todo, Symbolisme et Interpretaiion, París, Seuil, 1978.
DEL TEXTO AL GÉNERO 171
170 JEAN-MARIE SCHAEFFER
4. Genette propone subsumir la genericidad bajo la
la misma manera Le Christ aux Oliviers de Nerval cuando categoría más general de la architextualidad, que comprende
se recurre a una lectura puramente inmanente que cuan- «el conjunto de las categorías generales, o transcendentes
do lo leemos como hipertexto del Discours du Christ mort du ( ... ) de las que es muestra cada texto» 26, y, especialmen-
haut de l'édifice du monde de Jean-Paul. El paratexto deter- te, junto a la genericidad, los tipos de discurso y los mo-
mina también en parte el modo de lectura: ver que el poe- dos de enunciación. Me parece, sin embargo, que hay una
ma que figura bajo el título colectivo de Chiméres orienta diferencia fundamental entre la architextualidad y las de-
la lectura hacia una dirección muy distinta de la indicada más formas de transtextualidad: cada hipertexto posee su
por el título colectivo Mysticisme (en les Petits Chdteaux de Bohé- hipotexto, cada intertexto su texto citado, cada paratexto
me) ~4 En este caso, una lectura puramente inmanente del el texto que incluye, cada metatexto su texto-objeto, mien-
texto de Nerval es a la fuerza empobrecedora, puesto que tras que si bien hay architextual idad, no hay en cambio ar-
sólo aprovecha una parte de las potencialidades comu- chitexto, sino en un sentido metafórico. Las categorías del
nicativas ~-,de su texto-objeto. Desde luego, dejando de la- intertexto, del paratexto, del metatexto y del hipertexto de-
do el problema de las variantes textuales, hay que admitir terminan parejas relacionales de textos 27, mientras que en
que ninguno de estos factores hiper o paratextuales atañe el caso de la architextualidad no hay nada de esto.
a la substancia significante de la cadena lingüística: «CUan- Estaríamos tentados de decir entonces que la architex-
do el señor. .. que dio el alma a los hijos del barro». Pero tualidad define más bien una relación de pertenencia. Pe-
esto no es un argumento a favor de una lectura puramente ro surge aquí una segunda dificultad, no ya entre la archi-
inmanente, puesto que, como toda lectura estética mo- textualidad y las demás modalidades de la transtextualidad,
derna, tiende a la simbolización, «más allá» de la signifi- sino en el interior de la architextualidad misma, entre la
cación. Ahora bien, no queremos negar en absoluto la per- genericidad y los otros dos términos que G. Genette le aña-
tinencia a este nivel de los factores transtextuales para la de, los tipos de discurso y las modalidades de enunciación.
constitución misma de la interpretación simbólica que, apar- En el caso de los modos de enunciación y los tipos de dis-
te de la estructura textual, se fundamenta también siempre curso, tenemos claramente una relación de pertenencia 28
(aunque fuera de manera implícita) en indicios transtex- ya que todo texto pertenece en efecto, bien sea al modo na-
tuales (elementos architextuales: la pertenencia genérica, rrativo, bien al modo dramático, o bien al modo mixto,
etc.; elementos paratextuales: lugar de publicación, título, por lo mismo por lo que pertenece a tal o cual tipo de
epígrafe, etc.; ocasionalmente, elementos hipertextuales: discurso 29. Se puede expresar lo mismo diciendo que esas
texto-fuente, o elementos metatexuales: tradición del comen- dos categorías (con sus divisiones) definen (en comprehen-
tario universitario, etc.). sión) clases de textos. Respecto al componente genérico,
el asunto es más complicado, y veo aquí el indicio de una

~" Otro elemento. paratextual importante: la mención «Imitado de


Jean-Pau]" que precedía al poema en el momento de la publicación en
26 a l'architexte, op. cü., pág. 7.
Introduction
27 El que un hipertexto, por ejemplo, pueda tener varios hipotex-
L/Aruste, ha sido reemplazada por un epitafio sacado del texto de Jean-
tos no cambia nada en esta analogía relacional: un solo término (texto)
Paul en las ediciones posteriores, cambio en el que sc evidencia toda la
puede formar parejas relacionadas con diversos términos (textos) di-
problemática de la imitación oersus la recreación.
r, Empleo adrede el término muy vago de potencialidades cornuni- ferentes.
28 Nada se opone a priori a que un texto pertenezca a varias de esas
cativas, que tiene la ventaja de evitar cualquier determinación aprioris-
categorías (al menos en lo que respecta a los tipos de discurso).
tica en cuanto a la naturaleza de lo que se dice así a través del texto.
29 Otro problema es, evidentemente, el de la génesis de cierto tipo
Incluso la literatura más ferozmente opuesta al lenguaje utilizado como
de texto a partir de un determinado tipo de discurso. Ver para este par-
moneda de cambio (comunicativo) no sería una excepción, muy al con-
trario incluso: como prueba, la proliferación de metatextos dedicados ticular T. TODOROV, Les Genres du discours, op. cit.
a la poesía de Mallarmé.
172 JEAN-MARIE SCHAEFFER DEI. TEXTO AL GÉNERO 173

no-homogeneidad de estos tres subgrupos de la architex- sificación retrospectiva y se puede resolver en términos de
tualidad. Ciertamente, en tanto que categoría de clasifica- pertenencia a una clase de textos. La segunda pregunta,
ción retrospectiva, la genericidad también funciona como por el contrario, se puede interpretar de dos maneras dife-
relación de pertenencia, y a ese nivel la homogeneidad es- rentes: o bien se habla del texto como elemento de la clase,
taría, por tanto, salvaguardada. Nos podríamos limitar en- o bien como objeto histórico en un momento. La confu-
tonces a este aspecto de la genericidad postulando explíci- sión resulta del hecho de que, en general, estos dos aspec-
tamente que esta categoría no es otra cosa que una noción tos se contraponen radicalmente. Ahora bien, el texto, en
de clasificación. cuanto que surge en un momento t, no pertenece eviden-
Pero al hacer eso se despejaría un aspecto importante temente al género tal y como está constituido retrospecti-
de la genericidad, a saber, su carácter operativo con res- vamente, es decir, como abstracción de una categoría de
pecto a los textos. Hay, en lo que atañe a la productividad textos que va de t -n a t '" (excepto el caso límite en que
textual, una diferencia de régimen esencial entre la gene- el texto, estudiado en su contexto histórico, es al mismo
ricidad y los modos de enunciación (o los tipos de discur- tiempo el último de la serie de los textos de la clasificación
so). La elección de una modalidad de enunciación es con- restrospectiva). Para cualquier texto situado temporalmente
dición previa de todo texto y éste, a su vez, no tiene ningún antes de t "", el modelo genérico está constituido única-
influjo sobre el «cariz» de la modalidad de enunciaciónele- mente por los textos anteriores, lo que significa que el mo- _
gida: la determinación es de sentido único, lo que permite delo genérico textual no es nunca (salvo en el caso límite ,
decir, en particular, que talo cual texto pertenece a una sobre el que acabo de hablar) idéntico al modelo genérico
determinada modalidad de enunciación. Por el contrario, retrospectivo.
en el caso del componente genérico, debemos decir que to- Tomemos como punto de partida un género G forma-
do texto modifica «su» género: el componente genérico de do por la clase textual {a, b, e, d, e, f, g l. Este género
un texto no es nunca (salvo rarísimas excepciones) la sim- se deduce sobre la base de una clasificación retrospectiva,
ple reduplicación de! modelo genérico constituido por la cla- es decir, que no ha sido fijado nada más que cuando el úl-
se de textos (supuestamente anteriores) en cuya casta se si- timo texto de la serie ha entrado en el circuito de la comu-
túa. Al contrario, para todo texto en gestación, el modelo nicación social: sólo a partir de ese momento podemos
genérico es un «material», entre otros, sobre e! que «traba- decir que el conjunto {a, b, e, d, e, f, g 1 forma la clase
ja». Es lo que he llamado anteriormente el aspecto diná- definida por G. Si ahora nos preguntamos cuál es, por ejem-
mico de la genericidad en tanto que función textual. Este plo, la relación de c con el género al que «pertenece», no
aspecto dinámico también es responsable de la importan- es lícito, en absoluto, tomar como referencia el género G
cia de la dimensión temporal de la genericidad, su histo- (todavía no pertinente en el momento t "), sino el subgru-
ricidad. po G " o sea, el modelo genérico en el momento t h (no es
Esto me retrotrae a la confusión a la que aludía al prin- necesario que este modelo abarque todos los textos ante-
cipio de este texto y que compete a la identificación de dos riores a t b, es decir, que puede haber ahí no-congruencia
preguntas que sería preciso, por e! contrario, diferenciar, entre las relaciones establecidas por la clasificación retros-
a saber: pectiva y la eficacia genérica textual en un momento t si-n

tuado en el interior del horizonte temporal abarcado por


(2a) ¿Cuál es la relación que une los textos con los la clasificación retrospectiva). Desde luego, siempre es po-
géneros? sible preguntarse acerca de las relaciones entre c y G, pe-
(2b) ¿Cuál es la relación que une un texto dado con ro se trata de una pregunta trivial que comporta una res-
«su» género? puesta trivial: como elemento de la clase definida por G,
La primera pregunta atañe a la problemática de la cla- c pertenece aG. La respuesta no tiene gran interés por-
174 .JEAN-MARIE SCHAEFFER

DEL TEXTO AL GÉNERO 175


que no se apoya en la genericidad textual in actu, sino en
la clasificación retrospectiva. ¿Qué ocurre con el aspecto normativo de las categorías i:

La problemática genérica puede, por consiguiente, ser genéricas? En la medida en que la genericidad clasificato- )
abordada bajo dos ángulos diferentes, sin duda complernen- ria (es decir, el género) es una categoría de la lectura, con - y
/ tarios, pero, sin embargo, distintos: el género en tanto que tiene, claro está, un componente prescriptivo; es, por lo 1/
¡ categoría de clasificación retrospectiva y la genericidad en tanto, una norma, pero una norma de lectura. En lo que
r tanto que función textual. El estatuto epistemológico de es- atañe a la genericidad, hay que pensar, ante todo, en los
lías dos categorías no es idéntico. La constitución del géne- casos en que una obra literaria proviene directamente de
ro depende estrechamente de la estrategia discursiva del me- la aplicación de una teoría genérica, o sea, de un metatex-
tatexto (por consiguiente, del teórico de la literatura): es to leído no en tanto que conjunto de proposiciones descrip-
él quien elige, al menos en parte, las fronteras del género, tivas, sino en tanto que algoritmo textual: pienso ahora en
él quien elige el nivel de abstracción de los rasgos que se- las relaciones que mantienen Lucinde de Fr. Schlegel y Henri
leccionará como pertinentes, y él, finalmente, quien elige d'Ojterdinger de Novalis con las teorías de la novela desa-
el modelo explicativo (y este último punto es decisivo, puesto rrolladas por sus autores. Sin embargo, en la mayor parte
que atañe al estatuto concedido a la genericidad: el mode- de los casos, la genericidad no resulta de la aplicación de /
lo estructuralista, por ejemplo, es mucho más poderoso que un algoritmo metatextual, sino de un remiendo poco más v
un modelo historicista: el género, en él, tendrá tendencia o menos transformador del armazón de uno o varios hipo- o/
a constituirse en auténtico modelo de competencia). Está t·
textos: en este caso, podemos, evidentemente, postular que
claro que, en cuanto a la clase de textos seleccionada,. nos esos hipotextos son normas, pero este postulado es super-
encontramos con simples parecidos de familia, Familienáhn-. fluo. Una tercera posibilidad sería la de un texto funda-
lichkeiten, por decirlo con las palabras de Wittgenstein. La mentado en una norma de lectura interiorizada (el célebre
estrategia discursiva del teórico se ejerce sobre esta base; horizonte de expectativa) que la transformaría, por consi-
es decir, actualmente al menos, la elaboración de un mo- guiente, en algoritmo textual. Pero está claro que, a tra-
delo de competencia que permita generar los invariantes vés de rodeos más o menos amplios, este caso remite otra
textuales. vez al segundo: por una parte, la norma de lectura se fun-
El empleo mismo del término de modelo de competen- damenta siempre en relaciones textuales; por otra, la rela-
cia indica la tendencia, bastante extendida, de proyectar ción hipertextual específica de la genericidad, en la medi-
el texto ideal construido sobre la ernpiricidad textual, y de da en que implica generalmente varios hipotextos, presu-
postular que los textos han sido generados desde este mo- pone la constitución de una norma de lectura aplicada a
delo de competencia. Pero me parece que haciendo esto cae- estos hipotextos, o sea, sin duda, la constitución de un gé-
mos en un error lógico (de lógica temporal). Es ésta la nero (clasificatorio), norma transformada en algoritmo tex-
razón por la que propongo diferenciar la genericidad del tual. Así cada texto tiene su propio género. También se
t/ género y considerar este último como mera categoría de cla- podría decir, a la inversa, que el género en tanto que me-
.1 sificación. Lo cual no significa que el género sea una cate- tatexto (las clasificaciones y teorías genéricas), posee su pro-
goría arbitraria: se fundamenta también en la textualidad, pia genericidad, o sea, un algoritmo específico que progra-
j puesto que se manifiesta por similitudes textuales. Pero, a ma la re-escritura de los textos-objetos en el metatexto: la
diferencia de la genericidad, no se trata de una categoría genericidad de la Estética de Hegel, por ejemplo, no es idén-
de la productividad textual: el género pertenece al campo tica a la del Art poétique de Boileau. Evidentemente, volvemos
de las categorías de la lectura, estructura un cierto tipo de a encontrar aquí el problema de las estrategias discursivas.
lectura, mientras que la genericidad es un factor producti- ¿Es necesario añadir que si hay genericidades rnetatexua-
vo de la constitución de la textualidad. les existen también géneros metatexuales: por ejemplo, '1
género «teoría genérica del idealismo alemán», fundam n-
176 JEAN-MARIE SCHAEFFER DEL TEX"m AL GÉNERO 177
tado en la categoría de los textos estéticos de Solger, Schel- tualidad por lo tanto), sino como armazón formal, narra-
ling, Hegel, Rosenkranz, etc.? Pero tanto si formulamos tivo, temático, ideológico, etc. Dicho de otra manera: la
como si no tales normas genéricas, eso no concierne al es- relación architextual que postulamos está basada siempre
tudio de la genericidad textual, puesto que, de todas ma- en una relación de hipertextualidad (más o menos múlti-
neras, éste está «condenado» a constituirse sobre la base de ple) de hecho. El problema real no se plantea, pues, en el
la fijación de relaciones textuales (la misma cosa es válida nivel de los hechos textuales, sino en el de su motivación,
para el género en tanto que clasificación retrospectiva). Sin o en el de su causalidad. Ahora bien, en este nivel, el ca-
duda he utilizado aquí un poco a la ligera el término de rácter eminentemente institucional de la literatura, y por'v
relaciones hipertextuales propuesto por Genette. Ahora bien, consiguiente la circulación textual que está en la base mis- .
este término parece indicar una relación explícita de un texto ma de la genericidad, debe tenerse en cuenta. Puede re-
con otro texto, dos condiciones demasiado forzadas para sultar difícil, en tal o cual caso particular, reconstruir el i/
dar cuenta de la genericidad. En primer lugar, la relación recorrido de esa circulación hipotextual (y su mediación oca-
genérica está a menudo (si no en la mayoría de los casos) sional a través de las normas de lectura o de los algorit- ti
o implícita, o predeterminada por simples anotaciones pa- mas metatextuales) que conduce a la genericidad propia del t/
ratextuales del género «novela», «relato de aventuras», etc. hipertexto en cuestión, pero el postulado general de seme- v
De ahí, sin duda, la introducción de un término específico jante circulación es la condición sine qua non de todo estu-
en Genette, la architextualidad, que estaría tentado de leer dio de la genericidad (y, sin duda, de todo estudio Iiterarioj.l"
como referido a ese modelo de lectura transformado en al- Por otra parte, me parece que podemos encontrar una
goritmo textual que postulamos generalmente como base confirmación paradójica de esta dimensión de la literatura
de la genericidad en tanto que productividad textual. Pero en el hecho de que en lo que atañe a amplias muestras de
. se trata precisamente de un postulado, y si hay un archi- la literatura llamada seria de la época contemporánea,. es
texto no podría ser nada más que esa especie de «texto muy difícil fijar clasificaciones genéricas, incluso aunque
idea}", modelo de lectura, que postulamos como interme- se presten bien al estudio de la genericidad. La tesis ro-
diario entre el conjunto de los hipo textos implícitos y el hi- mántica de la genericidad de la literatura moderna puede
pertexto en cuestión. recibir con ello una confirmación al tiempo que una expli-
cación trivial: el desarrollo de la circulación literaria (de-
5. Está muy claro dónde se sitúa el problema central bido tanto a causas tecnológicas como sociales) en el curso
de una teoría textual de la genericidad: mientras que en de los últimos siglos, tiene como consecuencia una multi-
el caso de la hipertextualidad, en el sentido de Genette, se plicación extrema de los modelos genéricos potenciales, de
puede descubrir una estrategia discursiva que une un hi- manera que la actividad genérica (ligada a la reflexividad,
pertexto a su hipotexto, no sucede lo mismo en la mayor más pronunciada cada día, de la llamada literatura seria)
parte de las relaciones genéricas entre textos. De ahí, evi- muy estimulada por lo textos modernos, conduce a tal mul-
dentemente, la tentación de recurrir al postulado de un mo- tiplicación genérica que las clasificaciones son muy difíci-
delo de competencia. Siempre hay pacto hipertextual, pe- les de establecer.
ro muy a menudo no hay pacto genérico explícito, y si hay Este hecho es solo paradójico aparentemente: pues de-
uno, normalmente no es de índole textual, sino que se li- masiado a menudo tenemos tendencia a identificar la ge-
mita la mayoría de las veces a indicaciones paratextuales. nericidad con uno de sus regímenes, el de la reduplicación,
De hecho, el problema está, sin duda, mal planteado: mientras que el régimen de la tranformación genérica (del
los textos que funcionan como modelo genérico están pre- desvío genérico, por consiguiente) es muy importante tam-
sentes de algún modo en el texto en relación al cual de- bién para comprender el funcionamiento de la genericidad
sempeñan esta función, no, claro está, como cita (intertex- textual. El carácter hegemónico de uno u otro régimen varía
DEL TEXTO AL GÉNERO 179
178 .JEAN-MARIE SCHAEFFER
rica, la clasificación ve en ella, o el comienzo de un nuevo
evidentemente, ya sea con el estatuto institucional (litera- género o un texto a-genérico. De ahí la tesis de que los gran-
tura culta, literatura de consumo corriente) o con la época des textos no serían nunca genéricos. El estudio de la ge-
histórica (una época clásica tiende, en general, a limitar los nericidad textual, por el contrario, permite mostrar que los
modelos genéricos, mientras que, desde el romanticismo, grandes textos se califican no por una ausencia de rasgos
la tendencia es más bien a la multiplicación). Pero es pre- genéricos, sino, al contrario, por su extrema multiplicidad:
ciso insistir en que los dos regímenes, aparentemente con- basta con pensar al respecto en Rabelais o incluso en Joy-
tradictorios, son las dos caras de una misma función textual. ceo El que estos rasgos sean más de transformación que de
Todas las similitudes textuales no son, por supuesto, reduplicación no cambia nada para la naturaleza genérica
pertinentes desde el punto de vista genérico; si no, la ge- de la función textual en la práctica. Existe genericidad en
nericidad se identificaría con la totalidad de los estudios li- cuanto la confrontación de un texto con su contexto litera-
terarios, si definimos éstos como el estudio de los caracte- rio (en sentido amplio) hace surgir como una filigrana es-
res generales de los textos literarios. Cuando establecemos ta especie de trama que está unida a una clase textual y
una clasificación genérica o cuando se estudia la producti- con relación a la cual se escribe el texto en cuestión: ya sea
vidad genérica de un texto dado, se plantea entonces el pro- porque desaparezca a su vez dentro de la trama, ya sea por-
blema de los rasgos de similitud que se tendrán que selec- que la disloque o la desarme, pero siempre integrándose
cionar como pertinentes para la especifidad genérica. en ella, o integrándosela.
Pienso que uno de los criterios esenciales que hay que Un último (?) punto: creo que hay que distinguir en-
considerar es el de la copresencia de similitudes en niveles tre la genericidad, y por tanto también entre los géneros
textuales diferentes; por ejemplo, en el nivel modal, formal en sentido estricto, y aquello que, a falta de un término
y temático a la vez. Por el contrario, no me parece necesa- mejor, podríamos llamar el inventario de las relaciones tex- .
rio exigir del conjuto de esos rasgos que puedan integrarse tuales posibles. La relación genérica es una de esas rela- ./
para formar una especie de texto ideal determinado en su ciones, junto a las cuales podríamos citar la relación paró- ¡/
unidad: éste es sin duda el caso de la reduplicación genéri- dica, la relación de imitación, la traducción, la refutación, ".
ca (así, cuando se leen muchas novelas policiacas, se llega etc. Insisto en ello porque, a menudo, por ejemplo, se con- ¡/
a tener la impresión de que siempre se trata de la misma), sidera la parodia como un género, mientras que para mí
pero en el momento de la transformación genérica, los ras- está al mismo nivel de abstracción que las categorías de la
gos seleccionados (por la transformación) están a menudo genericidad, de manera que no puede formar parte de ella.
menos integrados. Así, la actividad de transformación ge- La parodia es una relación textual posible (lo es desde siem-
nérica ejercida por Don Qu&'ote en relación con las novelas de pre y en todas partes), mientras que un género es siempre
caballería, no estriba en el modelo completo, sino más bien una configuración histórica concreta y única. Lo cual deja
en rasgos aislados elegidos en diferentes niveles: esa es la totalmente en suspenso la pregunta sobre las similitudes en-
razón por la que la novela de Cervantes no es una imita- tre la relación genérica y la relación paródica o la relación
ción, ni el negativo de una novela de caballería, sino «otra de imitación.
cosa distinta» que se constituye entre otras (iY sin reducirse Sé muy bien que toda teoría es oscura y para poder
a ser una de ellas!) a través de una transformación genérica. juzgar realmente el posible valor de las sugerencias que pre-
El régimen de la transformación genérica es, no cabe ceden sería preciso ponerlas en práctica en estudios con-
duda, el mejor terreno de estudio para la genericidad, mien- cretos. Pero pienso que de vez en cuando tal vez es nece-
tras que el régimen de la reduplicación no es apenas inte- sario intentar ver un poco más claro lo que corresponde
o resante. En lo que atañe al género como clasificación, sólo al itinerario que nos proponemos seguir y a los resultados
permite aprender bien conjuntos de textos unidos por la- que podemos esperar de él.
zos de reduplicación. En cuanto hay transformación gené-
111
LINGüíSTICA y SEMIÓTICA
GÉNEROS, «TIPOS», MODOS
GÉRARD GENETTE
E.H.E.S.S. París.

Conocemos esa página del Retrato del artista en la que


Stephen expone ante el amigo Lynch «su» teoría de las tres
formas estéticas fundamentales: «la forma lírica, en la que
el artista presenta su imagen en relación inmediata con él
mismo; la forma épica, en la que presenta su imagen en
conexión entre él mismo y los otros; la forma dramática,
en la que presenta su imagen en relación inmediata con
los demás» l. Esta tripartición en sí misma no es de las
más originales, y Joyce lo sabe muy bien, el cual añadía
irónicamente en la primera traducción de este episodio, que
Stephen se expresaba «con el semblante ingenuo de quien
descubre algo nuevo, aunque su estética era esencialmen-
te de un Santo Tomás adaptado'». No sé si a Santo To-
más se le ocurrió proponer tal división -ni siquiera si es
exactamente lo que Joyce sugiere evocándolo aquí-, pe-
ro observo aquí y allá que se atribuye sin problema, desde
hace algún tiempo, a Aristóteles, incluso a Platón. Irene
Behrens en su estudio sobre la historia de la división de los
géneros 3 recogía un ejemplo de la pluma de Ernest Bovet:
«Aristóteles, al haber distinguido los géneros lírico, épico
y dramático ... » 4, a la vez que rechazaba tajantemente es-
ta atribución que señalaba ya muy propagada. Pero, co-
mo veremos enseguida, este enfoque no ha impedido caer

Título original «Genres, 'types', rnodes»; publicado en Poétique 32,


1977, págs. 389-421. Una versión ampliada salió como libro con el tí-
tulo de lntroduction el l 'architexte (París, Seuil, 1979,90 págs.), reprodu-
cida más tarde en A.A. V.V., Théorie des gentes, París, Seuil, 1986,
págs. 89-159. Traducción de María del Rosario Rojo. Texto de la ver-
sión reducida traducido y reproducido con autorización del editor.
1 Dedalus, 1913; trad. fr., Gallimard, pág. 213.
, Stephen le héros, 1904; trad. Ir ., Gallimard, pág. 76 .
., Die Lehre von des Einteinlung der Dicluekunst, Halle, 1940.
4 Lyrisme, Epopée, Drame, París, Colin, 1911, pág. 12.
184 GÉRARD GE ETTE (;ÉNEROS, ,TIPOS••, MODOS 185

en el mismo error; entre otras razones, seguramente, por- tación»): la poesía lírica es la persona misma del poeta; en
que el error, o más bien la ilusión retrospectiva de la que la poesía épica (o la novela) el poeta habla en nombre pro-
hablamos, tiene raíces profundas en nuestra consciencia o pio, como narrador, pero hace igualmente hablar a sus per-
inconsciencia literaria. Por otra parte, ni el mismo enfo- sonajes en estilo directo (relato mixto); en el teatro, el poeta
que de Irene Behrens está libre de las ataduras de la tradi- desaparecía tras el reparto de su obra ... La Poética de Aris-
ción que denuncia, ya que ella se pregunta muy seriamente tóteles hace principalmente de la epopeya, del teatro y de
por qué la tripartición tradicional no aparece en Aristóte- la poesía lírica «<mélica») las variaciones fundamentales de
I~s., y enc~entra una posible causa en el hecho de que el la poesía ... » '. Northrop Frye, más inconcreto o más pru-
lirismo gnego estaba demasiado unido a la música como dente afirma: «Disponemos de tres términos para distin-
para depender de la poética. Pero con la tragedia ocurría guir los géneros, legados por los autores griegos: el drama,
otro tanto, y la ausencia de lo lírico en la Poética de Aris- la epopeya y la obra lírica» 6; Philippe Lejeune, más cir-
tóte!es se debe a una razón mucho más importante, de tal cunspecto aún, supone que el punto de partida de esta teoría
~odo que una vez comprendida ésta, la propia pregunta es «la división tripartita de los antiguos entre lo épico, lo dra-
pierde todo interés. mático y lo lírico» 7; no así Robert Scholes, quien precisa
que el sistema de Frye «empieza por la aceptación de la di-
Pero aparentemente no pierde la razón de ser: renun-
visión fundamental debida a Aristóteles, entre las formas
ciamos difícilmente a proyectar sobre el texto base de la
lírica, épica y dramática» '\ y menos cauta aún Hélene Ci-
poética clásica una articulación fundamental de la poética
xous, quien comentando el Discurso de Dedalus, localiza
«moderna" (de hecho, como a menudo se ve y como noso-
de este modo su fuente: «tripartición bastante clásica, to-
tros lo veremos, más bien romántica); y tal vez no sin con-
mada de la Poética de Aristóteles (1447 a, b, de 1456 a 1462,
secuencias teóricas fastidiosas porque la teoría relativamente
a y b)>>9;en cuanto a Tzvetan Todorov, hace retrotraer la
reciente de los «tres géneros fundamentales», al usurpar esta
tríada hasta Platón y su sistematización definitiva por Dio-
lejana filiación, no solamente se atribuye una antigüedad
medes: «De Platón a Emil Staiger, pasando por Goethe y
y, de ahí, una apariencia de eternidad y, en consecuencia,
de certeza. Es más: esta teoría en interés de sus tres pro-
J akobson, hemos querido ver en estas tres categorías las
formas fundamentales o incluso «naturales» de la literatu-
cedimientos genéricos interpreta mal un fundamento na-
ra. En el siglo IV, Diomedes, sistematizando a Platón, pro-
tural que Aristóteles, y antes que él Platón, habían esta-
pone las definiciones siguientes: lírica = las obras en las que
?Iecido con más legitimidad para otras cosas. Quisiera
sólo habla el autor; dramática = las obras en las que sólo
intentar desenredar un poco este nudo de confusiones inad-
hablan los personajes; épica = las obras en las que autor
vertidas durante siglos en el corazón de la poética occiden-
y personajes tienen derecho a la palabra por igual» '0.
tal, de quid pro quos y de sustituciones. Primeramente, no
por el pedante placer de censurar algunos espíritus excel-
sos, sino por ilustrar con su ejemplo la difusión de esta lec-
, Capítulo «Les genres littéraires», en R. WELLc;K yA. WARREN,
tio facilior, presento tres o cuatro muestras más recientes. La Théorie littéraire, 1948; trad. fr., Seuil, pág. 320 Y 327.
Según Austin Warren: «Nuestros clásicos de la teoría de 6 Anatomie de la critique, 1957; trad. fr., Gallimard, pág. 299.
los géneros son Aristóteles y Horacio. A ellos debemos la 7 Le Pacte autobiographique, Seuil, 1975, pág. 330.
idea de que la tragedia y la epopeya son las dos categorías 8 Structuralism in Literature, Vale, 1974, pág. 124.
características y, por otra parte, las más importantes. Pe- En todas estas notas, soy yo quien subraya las atribuciones.
9 L 'Exil de James Joyce, Grasset, 1968, pág. 707.
ro Aristóteles, por lo menos, percibe otras distinciones más ro O. DueROT y T. TODOROV, Dictionnaire encyclopédique des scien-
importantes entre la obra de teatro, la epopeya, el poema (es du langage, Seuil, 1972, pág. 198. Sin formular con precisión la atri-
lírico ... Platón y Aristóteles ya distinguían los tres géneros bución que nos ocupa, Mikhail Bakhrine avanzaba en 1938 que la teo-
fundamentales según su «modo de imitación» (o «represen- ría de los géneros, «no ha podido añadir hasta el momento casi nada
186 GÉRARD GENETTE
(;(:NEROS, ,;I'II'OS", MODOS 187
Esta atribución, hoy día tan difundida, no es por com-
pleto una invención del siglo xx. La encontramos ya en beia (versos yámbicos y en particular los trimetros yámbi-
el sig~o.XVIII en el P. Batteux, exactamente en un capítu- cos del diálogo trágico o cómico). Desatendamos esta leve
lo adicional a su ensayo Las bellas-artes reducidas a un mismo apreciación: Aristóteles distingue aquí tres rasgos de estilo
principio. ~l título de este capítulo es algo inesperado: «Que entre tres géneros o formas: el ditirambo, la epopeya y el
esta doctnna concuerda con la de Aristóteles. ". A decir diálogo de teatro. Nos queda por apreciar la equivalencia
verdad, se trata de la doctrina general de Batteux sobre «la establecida por Batteux entre ditirambo y poesía lírica. El
imitación de la bella naturaleza» como «principio» único de ditirambo es una forma mal conocida hoy día y no queda
las bellas-artes, incluida la poesía. Pero este capítulo está casi ningún ejemplo, pero se le describe generalmente co-
principalmente dedicado a demostrar que Aristóteles dis- mo un «canto coral en honor de Dionisos» y, por lo tanto,
tinguía en el arte poético tres géneros o, como dice Bat- se le sitúa sin dificultad entre las «formas líricas» I~, aun-
teux mediante un término tomado de Horacio, tres colores que no lleguemos a decir como Batteux que «no hay nada
fundamentales. «Estos tres colores son los del ditirambo o que responda mejor a nuestra poesía lírica», lo cual quita-
de la poesía lírica, el de la epopeya o de la poesía de rela- ría importancia, por ejemplo, a las odas de Píndaro, o de
t9, y finalmente el del drama, o de la tragedia y comedia». Safo. Pero sucede que Aristóteles no añade nada nuevo de
El mismo cita el pasaje de la Poética en el que se basa, cita esta forma lírica en la Poética 1:1 si no es para designarla co-
que merece ser retornada de la misma traducción de Bar- mo un antepasado de la tragedia. En los Problemas
teux: «Los términos compuestos por varias palabras corres- homéricos 14, precisa que se trata de una forma narrativa en
ponden especialmente a los ditirambos, los términos insó- su origen pero que después llegó a ser «rnimética», o sea,
litos a las epopeyas, y los tropas a los dramas». Este es el dramática. En cuanto a Platón, cita el ditirambo como el
final del capítulo XXII, consagrado a las cuestiones de la tipo por excelencia del poema ... puramente narrativo 15.
lexis, nosotros diríamos del estilo. Se trata aquí, como po- Así pues, no hay nada en todo esto -más bien, al
demos ver, de la relación de conveniencia entre géneros y contrario- que autorice a presentar el ditirambo como
procedimientos estilísticos -aunque Batteux estire un po- ejemplo de «género» lírico en Aristóteles (o Platón); ahora
co en este sentido los términos de Aristóteles al traducir por bien, este pasaje es el único de toda la Poética que ha podi-
«epopeya» ta héroika (versos heroicos) y por «drama» ta iam- do evocar Batteux para garantizar la posición de Aristóte-
les en la ilustre tríada. La distorsión es flagrante, y el punto
esencial con respecto a lo que había sido hecho por Aristóte!es. Su poé- en el que se ejerce, significativo. Para apreciar mejor esta
tica sigue siendo e! fundamento inquebrantable de la teoría de los gé-
neros, aunque este fundamento esté, a veces, tan profundamente ocul-
to que no se le distingue" «<Epopeya y novela", Recherches internationales 11 T. DE ROMILLY, La Tragédie grecque, PUF, 1970, pág. 12.
n .? 76,1973). Evidentemente Bakhtine no cae en la cuenta del silencio 1:1 '144-9a.
manifiesto de la Poética acerca de los géneros líricos, y esta inadverten- 14 XIX, 918b-919.
cia muestra paradójicamente el olvido del fundamento que cree denun- I~, República, 394c. «Parece ser que a principios del siglo v, e! can-
ciar; pues lo esencial a este respecto es, como veremos, el espejismo to lírico en honor de Dionisos ha podido tratar temas divinos o heroicos
retrospectivo por e! que las poéticas modernas (prerrománticas, román- más o menos asociados al dios; así, según unos fragmentos conserva-
ticas y post-románticas) proyectan ciegamente sobre Aristóteles o Pla- dos de Píndaro, el ditirambo aparece como un fragmento de narración
tón, susrespectivas aportaciones, y ocultan de esta manera sus propias heroica cantado por un coro, sin diálogo, y abriéndose con una invoca-
diferencias, su propia modernidad. ción a Dionisos, a veces incluso a otras divinidades. Platón debe hacer
11 Este capítulo aparece en 1764-en la continuación de las Beaux-Arts alusión a este tipo de composición más bien que al ditirambo del siglo
réduits (1. a ed. 1746) en el 1.C<·
volumen de Principes de Littérature; no es IV, modi ficado profundamente por la mezcolanza de los modos musi-
más que el final de un capítulo añadido «La poesía de los versos". Este cales y la introducción de los solos líricos" (R. DUPONT-Roc, «Mi-
final aparece suelto en un capítulo autónomo en la edición póstuma de mesis y enunciación en Ecriture et Théone poétiques, Presses de l'Ecóle
1824, con el título tomado de! mismo texto del añadido de 1764. normale supérieure, 1976). Cf. A. W. Pickard Cambridge, Dithyramb,
Tragedy and Comedy, Oxford, 1927.
188 GÉRARD GENETTI': (;ltNEROS, ,~rIPOS", MODOS 189

significación es necesario volver una vez más a las fuen- minas, preferirá decir «mimética» o representativa: aquella que
tes, es decir, al sistema de los géneros propuesto por Pla- «cuenta» sucesos, reales o ficticios. Platón excluye delibe-
tón y explotado por Aristóteles. Digo «sistema de los gé- radamente toda poesía no representativa, sobre todo lo que
neros» haciendo una concesión provisional a la vulgata, pero llamamos poesía lírica, y con mayor motivo, cualquier otra
muy pronto veremos que el término es impropio y que se forma de literatura (incluida además toda posible «repre-
trata de otra cosa diferente. .entación» en prosa, como nuestra novela o nuestro teatro
moderno). Exclusión, no solamente de hecho, sino también
En el Hl= libro de la República, Platón justifica su co-
de postulados, puesto que, no hay que olvidado, la repre-
nocida decisión de expulsar a los poetas de la Ciudad me-
sentación de sucesos es aquí la definición misma de la poe-
diante dos clases de consideraciones. La primera trata so-
sía: no hay más poema que el representativo. Por supues-
bre el contenido (logos) de las obras, que debe ser (y muy
to, Platón no desconocía la poesía lírica, pero la excluye
a menudo no lo es) esencialmente moralizante: el poeta no
aquí al dar una definición deliberadamente restrictiva. Res-
debe representar los defectos, sobre todo en los dioses y hé-
tricción quizás ad hoc, puesto que facilita la marginación
roes, y menos aún fomentarlos al representar la virtud en
de los poetas (¿excepto los líricos?), pero restricción que se
desgracia o el vicio triunfante. La segunda trata sobre la
convertirá, durante siglos y vía Aristóteles, en el artículo
«forma» (lexis) 1\ es decir, el modo de representación. To-
fundamental de la poética clásica,
do poema es relato (diégesis) de sucesos pasados, presentes
o por venir; este relato, en el amplio sentido de la pala- En efecto, la primera página de la Poética define clara-
bra, puede tomar tres formas: puramente narrativa (haplé mente la poesía como el arte de la imitación en verso (más
diégesis), mimética (dia miméseos), o sea, como en el teatro, exactamente: por el ritmo, el lenguaje y la melodía), ex-
por medio de diálogos entre los personajes, o «mixta», es cluyendo explícitamente la imitación en prosa (mimos de
decir, alternada, ya sea relato o diálogo, como en Horne- Sofrón, diálogos socráticos) y el verso no imitativo, no men-
ro. No insisto en los pormenores ni en la desvalorización cionando ni siquiera la prosa no imitativa, tal como la elo-
tan conocida de los modos mimético y mixto, que es uno cuencia, a la que se consagra, por su parte, la Retórica. El
de los motivos de condena los poetas. Naturalmente, el otro ejemplo elegido para el verso no imitativo es la obra de Em-
motivo era la inmoralidad de sus temas. Recordemos tan pédocles, y en general aquellas que «exponen mediante me-
sólo que las tres formas de lexis distinguidas por Platón co- tros... (por ejemplo) un tema de medicina o de física»;
rresponden, en el plano de lo que llamaremos más tarde dicho de otro modo, la poesía didáctica, que Aristóteles re-
«géneros» poéticos, a la tragedia y a la comedia para el mi- chaza a pesar de lo que designa como una opinión común
mético puro, a la epopeya para el mixto, y «sobre todo» (vse tiene costumbre de llamarlos poetas»). Para él, como
(malistapou) al ditirambo (sin ningún otro ejemplo) para el sabemos, a pesar de que Empédocles utiliza el mismo me-
narrativo puro. A esto se reduce todo el «sistema»: eviden- tro que Homero, «deberíamos llamarle naturalista en lu-
temente, Platón sólo considera aquí las formas de la poe- gar de poeta». En cuanto a los poemas que calificaríamos
sía «narrativa» en el más amplio sentido de la palabra. La de líricos (los de Safo o de Píndaro, por ejemplo), Aristó-
tradición posterior después de Aristóteles, al invertir los tér- teles no los menciona ni aquí, ni en ninguna otra parte de
la Poética: están manifiestamente omitidos como lo estuvie-
ron para Platón. Las subdivisiones posteriores sólo se ejer-
16 Los términos logos y lexis, claro está, no tienen a priori este va- cerán, pues, en el dominio rigurosamente reducido de la
lar antitético: fuera de contexto, las más fieles traducciones serían "dis-
poesía representativa. Su principio es una encrucijada de
cursos» y «dicción». El propio Platón (392c) crea la oposición, y la ex-
plica co~o ha lekteon (,,1.0 que hay que decir») y has lekteon (vcómo hay categorías directamente unidas al mismo hecho de la repre-
que decirlc-). Por consigurente, la retórica restringirá el término lexis sentación: el objeto imitado (pregunta ¿qué?) y la manera
al significado de «estilo». de imitar (pregunta ¿cómo?). El objeto imitado -nueva
(;ÉNEROS. .ru-os.. MODOS 191
190 GÉRARD GENETTE
de situación de enunciación. Por utilizar las mismas palabras
restricción- consiste exclusivamente en acciones humanas, de Platón, en el modo narrativo e! poeta habla en su pro-
o, más exactamente, en seres humanos que actúan y que pio nombre; en e! modo dramático, son los personajes mis-
pueden ser representados como superiores (beltionas), iguales mos los que hablan o, más exactamente, el poeta oculto en
(kat'hémas} o inferiores (kheironas) a «nosotros», es decir, sin los personajes. Volveremos a encontrar este punto deci-
duda, al común de los mortales 17. La segunda clase ape- SiVO.
nas si encontrará ocasión de realización dentro del sistema Las dos categorías de objeto, entrecruzadas con las dos
y e! criterio de contenido se reducirá, por lo tanto, a la opo- categorías de modo, van a determinar una cuadrícula de
sición héroes superiores contra héroes inferiores. En cuan- cuatro clases de imitación, que corresponden precisamen-
to a la forma de imitar, consiste bien en «relatar» (es la ha- te a lo que llamamos géneros. El poeta puede relatar o po-
plé diégesis platónica), bien en «presentar a los personajes ner en escena las acciones de los personajes superiores, re-
en acción», o sea, en llevarlos a la escena actuando y ha- latar o poner en escena las acciones de los personajes
blando: es la mimesis platónica; dicho de otra manera, la inferiores 19. Al modo dramático superior corresponde la
representación dramática. Aquí, además, una clase inter- tragedia; al narrativo superior, la epopeya; al dramático
media desaparece, al menos en cuanto principio taxonó- inferior corresponde la comedia, al narrativo inferior un
mico: aquella de! mixto platónico. género peor determinado que Aristóteles no nombra, y que
A excepción de esta desaparición, lo que Aristóteles lla- ilustra, bien mediante «parodias» de Hegenón y de Noco-
ma «manera de imitan, equivale estrictamente a lo que Pla- charés, hoy día desaparecidos, bien mediante la obra Mar-
tón nombraba lexis: no estamos aún en un sistema de gé-
nero.s; e! término más exacto para designar esta categoría
o «en francés», «en prosa» o «en verso», «en hexárnetros» o «en trirne-
es CIertamente e! de modo (empleado por la traducción
tros» , ete.); este último nivel es el que mejor responde a lo que nuestra
Hardy): no se trata, a decir verdad, de «forma» en e! sen tradición llama la forma Pero no encontrará concreción alguna en la
tido tradicional, al igual que en la oposición entre verso Poética.
y prosa, o entre los distintos tipos de versos 18; se trata 1'1 Está claro que Aristóteles no hace ninguna diferencia entre el ni-
vel de dignidad (o de moralidad) de los personajes y el de las acciones,
considerándolos sin duda como indisociablemente ligados y tratando en
17 La traducción, y por lo tanto la interpretación de estos términos, realidad a los personajes sólo como soportes de acción. Corneille pare-
comprometen la interpretación de esta vertiente de la Poética. El signifi- ce haber sido el primero en romper esta unión, inventando en 1650 pa-
cado normal de éstas es de orden puramente moral, así como el con- ra Don Sancho de Aragón (acción no trágica en un medio noble) el subgé-
texto desde su primera aparición en este capítulo, que diferencia los nero mixto de la comedia «heroica» (que ilustrarán aún Pulchérie en 1671
caracteres mediante el vicio y la virtud (kakia) y (arete); la tradición y Tite y Bérénice en 1672), y justifica esta disociación en su Discours du
clásica posterior tiende más bien a una interpretación de tipo social, la Poéme dramatique (1660) con una crítica explícita de Aristóte1es: «La poesía
tragedia (y la epopeya) representan personajes de clase alta, la comedia dramática, según él, es una imitación de las acciones.. y se detiene aquí
de clase vulgar, y es bien cierto que la teoría aristotélica del héroe trá- (al comienzo de la Poética), en la condición de las personas, sin decir
gico, que volveremos a encontrar, se concilia mal con una definición cuáles deben ser estas acciones. Sea como fuere, esta definición tenía
meramente moral de su magnitud. «Superior-r-inferior» es un arreglo que ver con el uso de su tiempo, cuando sólo se hacía hablar en la co-
prudente, demasiado prudente quizá, pero dudamos de que Aristóteles media a personas de una condición muy mediocre; pero ésta no supo-
coloque un Edipo o una Medea entre los héroes «mejores» que el tér- ne un completo acierto para la nuestra, en donde pueden entrar los pro-
mino medio. En lo que respecta a la traducción, Hardy se sitúa de gol- pios reyes, cuando sus acciones no están en absoluto por encima de ella.
pe en la incoherencia al intentar las dos traducciones con quince líneas Cuando se lleva a la escena una simple intriga de amor entre reyes y
de diferencia (Les Belles Lettres, pág. 31). no corren ningún peligro, ni por su vida ni por su Estado, no creo que,
18 Aristóteles distingue de hecho, en el primer capítulo, tres tipos aunque las personas sean ilustres, la acción lo sea bastante como para
de diferenciación entre las artes de imitación: por el objeto imitado y elevarse hasta la tragedia» (Oeuvres, ed. Marty-Laveaux, t. 1, págs. 23-24).
la manera de imitarlo (son los que ponemos en causa aquí), también La disociación contraria (acción trágica en un ambiente vulgar) dará,
por los «medios» (trad. Hardy, literalmente, es la pregunta «¿en qué?», en el siglo siguiente, el drama burgués.
en el sentido de expresarse «por gestos» o «por palabras», «en griego»
192 GÉRARD GENETTE GÉNEROS, ,;npos", MODOS 193
gités atribuida a Hornero, de la que Aristóteles declara abier- pesar de que haya suprimido la categoría, no ignora más
tamente que es a las comedias lo que la Iliada y la Odisea que Platón el carácter «mixto» de la narración homérica.
son a las tragedias 20. Así pues, esta casilla es evidente- (Volveré sobre las consecuencias de este hecho). Superio-
mente la de la narración cómica, que parece haber sido ilus- ridad formal por la variedad de metros y por la presencia
trada en su origen por parodias de epopeyas, de las cuales de la música y del espectáculo; superioridad intelectual por
la heroico-cómica Batracomiomaquia podría damos alguna la «penetrante claridad en la lectura y en la representación»;
idea. El sistema aristotélico de los géneros puede, pues, re- superioridad estética por la densidad y la unidad 22; pero
presentarse de este modo: también y de manera sorprendente, superioridad temática
por el objeto trágico. Más sorprendente aún, como hemos
observado en principio, las primeras páginas atribuyen a
DRAMÁTICO NARRATIVO estos dos géneros, objetos no sólo iguales, sino idénticos:
~OBJETO a saber, la representación de héroes superiores. Esta igual-
SUPERIOR TRAGEDIA EPOPEYA dad es proclamada por última vez en 1449b: «la epopeya
se sitúa en el mismo nivel (ekoloutesen) que la tragedia, ya
INFERIOR COMEDIA PARODIA
que es una imitación -con ayuda del metro poético- de
hombres de alta valía moral»; sigue la evocación de las di-
Como ya sabemos, la continuación de la obra produci- ferencias de forma (metro uniforme de la epopeya en opo-
rá sobre esta encrucijada una serie de abandonos o minus- sición al metro variado de la tragedia), de la diferencia de
valoraciones mortíferas: no se hablará más acerca del na- modo y de la diferencia «de extensión» (acción de la trage-
rrativo inferior y apenas sobre la comedia; los dos géneros dia contenida en la famosa unidad de tiempo de un giro
nobles quedarán solos en un enfrentamiento desigual, ya solar); y, por fin, se desmiente de forma disimulada la igual-
que una vez establecido este marco taxonómico y con al- dad del objeto oficialmente concedida: «En cuanto a los ele-
gunas páginas de diferencia, la Poética, o al menos lo que mentos constitutivos, algunos SOn los mismos, los demás
nos queda de ella, se reducirá principalmente a una teoría son propios de la tragedia. Además, el que sabe distinguir
de la tragedia. Este desenlace no nos atañe por sí mismo. una buena y una mala tragedia sabe hacer también esta
Pero recordemos por lo menos que este triunfo de la tra- distinción en la epopeya, pues los elementos que encierra
gedia no es solamente efecto de la incompletez o de la mu- la epopeya están en la tragedia pero los de la tragedia no
tilación. Resulta de valoraciones explícitas y motivadas: están en la epopeya». La sobrevaloración, en sentido pro-
superioridad, por supuesto, del modo dramático sobre el pio, salta a la vista, ya que este texto atribuye, si no al poeta
narrativo (se trata del derrocamiento bien conocido de la trágico sí al menos al experto en tragedias, una superiori-
opción platónica), proclamada a propósito de Hornero, uno dad automática en virtud del principio quien puede lo más
de cuyos méritos es el de intervenir lo menos posible en
su poema como narrador y también el hacerse tan «imita- culo» (to geloion dramato-poiesas). Sin embargo estos epítetos tan fuertes
dor» (es decir, dramaturgo) como puede serIo un poeta épico no le impiden mantener estas obras en la categoría general del narrati-
vo (mimeisthai epangellonta, 1448a). Y recordemos que no las aplica a la
al dejar la palabra a sus personajes el mayor tiempo epopeya en general, sino solamente a Hornero (monos, en 1448b como
posible 21, elogio que demuestra de paso que Aristóteles, a en 1460a). Para un análisis más avanzado de los motivos de este elogio
de Hornero y, en general, de la diferencia entre las definiciones plató-
nica y aristotélica de la mimesis homérica, ver J. LALLOT, «La mime-
2111447a, 48b, 49a. sis según Aristóteles y la grandeza de Hornero», en Ecriture et Théorie
21 1460a; en 1448b, Aristóteles llega incluso a llamar «imitaciones poétiques, op. cit. Desde el punto de vista que nos interesa aquí esas di-
dramáticas" (rniméseis dramatikas) a las epopeyas homéricas, y emplea a ferencias pueden neutralizarse sin ningún inconveniente.
propósito del Margités la expresión «representar dramáticamente el ridí- 22 1462a,b.
194 GÉRARD GENETTE GÉNEROS. .an-os.. MODOS 195

puede lo menos. El motivo de esta superioridad puede pare- sus lazos 2:J ..• Todos estos criterios, que señalan la accion
cer aún obscuro o abstracto: la tragedia entrañaría, sin re- de Edipo rey o Cresfonte como las más perfectas acciones
ciprocidad alguna, «elementos constitutivos» (meré) que no trágicas y a Eurípides como el autor trágico por excelencia
contiene la epopeya. ¿Qué decir? Literalmente, sin duda, (tragikotaiosr"', constituyen una nueva definición de la tra-
que entre los seis «elementos» de la tragedia (fábula, ca- gedia de la que no podemos disponer sin más, diciendo sim-
racteres, elocución, pensamiento, espectáculo y canto), los plemente que es de menor extensión y más comprehensi-
dos últimos le son específicos. Pero más allá de estas con- va que la primera, pues determinadas incompatibilidades
sideraciones técnicas, este paralelo deja entrever que la de- son un poco más difíciles de vencer: así, la idea de un hé-
finición inicial común al objeto de los dos géneros no será roe trágico ni completamente culpable ni por entero ino-
suficiente -es lo menos que se puede decir- para definir cente, sino susceptible de equivocarse por naturaleza o no
el objeto de la tragedia: lo que confirma, algunas líneas más suficientemente clarividente para evitar las trampas del des-
abajo, esta segunda definición que ha servido de norma du- tino, no concuerda con el estatuto inicial de una humani-
rante siglos: «la tragedia es la imitación de una acción de dad superior a la media, a no ser que privemos a esta su-
carácter elevado y perfecto, con una determinada extensión, perioridad de toda dimensión moral o intelectual, lo cual,
en un lenguaje realzado por aditivos de una especie particu- como ya hemos visto, es poco compatible con el sentido co-
lar según las distintas partes, imitación hecha por perso- rriente del adjetivo beltion; de este modo, cuando Aristóte-
najes en acción y no por medio de un relato y que, susci- les exige 2" que la acción sea capaz de suscitar temor y
tando piedad y temor, produce la purgación correspondiente piedad en ausencia de representación escénica y por el sim-
a semejantes emociones». ple enunciado de los hechos, parece admitir por esta ra-
Como todos sabemos, la teoría de la catarsis trágica, zón que el tema trágico puede estar disociado del modo dra-
enunciada en la cláusula final de esta definición, no es de mático y confiado a la simple narración, sin que por ello
las más transparentes y su obscuridad ha mantenido un rau- llegue a convertirse en tema épico. Habría, pues, parte de
dal de exégesis quizás ociosa. En nuestra opinión, en todo lo trágico fuera de la tragedia, al igual que hay, segura-
caso, lo que importa no es este efecto, psicológico o mo- mente, tragedias sin el sentimiento de lo trágico, o en cual-
ral, de las dos emociones trágicas: es la presencia misma quier caso, menos trágicas que otras. En su Comentario de
de estas emociones en la definición del género y el conjunto 1548, Robortello piensa que las condiciones establecidas en
de rasgos específicos señalados por Aristóteles como nece- la Poética sólo se ven realizadas en Edipo rey, y resuelve es-
sarios para su producción, y, por tanto, para la existencia ta dificultad doctrinal sosteniendo que algunas de esas con-
de una tragedia de acuerdo con esta definición: encadena- diciones no son necesarias para la cualidad de una trage-
miento inesperado (para ten doxan) y maravilloso (thaumaston) dia, sino solamente para su perfección 26. Esta distinción
de los hechos, como cuando el azar parece actuar «adre-
de»; «peripecia» o «cambio brusco» de la acción, corno cuan- n Capítulos 9 al 14. Un poco más adelante, es verdad (1459b),
do una conducta lleva a lo contrario del resultado espera- Aristóteles restablecerá algo el equilibrio atribuyendo a la epopeya las
mismas «parte-» (elementos constitutivos) que a la tragedia, excepto el
do; «reconocimiento» de personajes cuya identidad había
canto y el espectáculo» allí incluidos -«peripecia, reconocimiento e in-
sido ignorada u ocultada; desgracia sufrida por un héroe fortunios»-. Pero el motivo fundamental de lo trágico -terror y
ni completamente inocente ni enteramente culpable, por piedad- le resulta ajeno.
causa, no de un verdadero crimen, sino de un error funes- 24 1452a, 53a, 53b, 54a.
2e, 1453b.
to (harmatía); acción violenta cometida (o mejor dicho, a
,,; Aparece referido por Corneille en su Dtscours de la tragédie (1660,
punto de ser cometida, pero evitada in extremis por el reco- ibid., pág. 59), quien aplica más tarde (pág. 66) esta diferenciación a
nocimiento) entre seres queridos, preferentemente unidos dos exigencias aristotélicas: la semi-inocencia del héroe y la existencia
por lazos de sangre pero que no ignoran la naturaleza de de lazos íntimos entre los antagonistas. «Cuando digo, añade Cornei-
196 GÉRARD GENETTE GÉNEROS, rrn-os., MODOS 197

jesuítica hubiera quizás satisfecho a Aristóteles, ya que de- cimiento, etc.) para producir terror y piedad, o más bien
fiende la unidad aparente del concepto de tragedia mediante esa mezcla específica de terror y piedad que la manifesta-
la geometría variable de sus definiciones. En efecto, hay ción cruel del destino provoca en el teatro.
aquí dos realidades diferentes: una genérica -es decir, mo- En relación con el sistema de géneros, la tragedia es,
dal y temática al mismo tiempo-, establecida en las pri- pues, una especificación temática del drama noble, al igual
meras páginas de la Poética, y que es el drama noble, o se- que el vodevil es para nosotros una especificación temáti-
rio, opuesto al relato noble (la epopeya) y al drama bajo, ca de la comedia, o la novela negra una especificación te-
o desenfadado (la comedia); esta realidad genérica, que en- mática de la novela. Distinción clara para todos después
gleba por igual a los Persas y a Edipo rey, ha sido bau tizad.a de Diderot, Lessing o Schlegel, pero que ha ocultado du-
tradicionalmente como tragedia, y Aristóteles no piensa, evi- rante siglos un equívoco terminológico entre el sentido am-
dentemente, poner en duda esta denominación. La otra es plio y el sentido estricto de la palabra tragedia. Es evidente
que Aristóteles adopta sucesivamente una y otra sin preo-
cuparse demasiado por sus diferencias y sin sospechar, es-
pero, el embrollo teórico que su despreocupación iba a pro-
drama noble vocar, muchos siglos más tarde, en algunos teóricos de la
poesía, presos de esta confusión y empeñados ingenuamente
en aplicar y hacer aplicar en el conjunto de un género las
tragedia normas que él había extraído para una de sus categorías.
Pero volvamos al sistema inicial, que la célebre digre-
sión sobre lo trágico desborda sin aparentemente rechazado:
trágico
hemos visto que este sistema no dejaba, ni podía, por de-
finición, dejar lugar alguno al poema lírico. Pero también
hemos visto que olvidaba, o parecía olvidar, al tiempo, la
puramente temática y de índole más bien antropológica que distinción platónica entre el modo narrativo puro, ilustra-
poética: se trata de lo trágico, es decir, el sentimiento de la do por el ditirambo, y el modo mixto, representado por la
ironía del destino o de la crueldad de los dioses; a ella atien- epopeya. O más exactamente, recordémoslo una vez más,
den primordialmente los capítulos VI al XIX. Estas dos Aristóteles reconoce perfectamente -y valora- el carácter
realidades están en relación de intersección, y el terreno en mixto del modo épico: lo que desaparece en él es el estatu-
el que se recubren es el de la tragedia en el sentido (aristo- to del ditirambo, a la vez que la necesidad de diferenciar
télico) estricto, o tragedia por excelencia, que cumple to- entre narrativo puro y narrativo impuro. Desde entonces,
das las condiciones (coincidencia, cambio brusco, recono- por poco narrativa que sea y deba ser, la epopeya se colo-
cará entre los géneros narrativas: después de todo, es sufi-
lle, que estas dos condiciones sólo existen en las dos tragedias perfec- ciente, en el límite, con una palabra introductoria asumi-
tas, no quiero decir que las tragedias en las que no aparezcan sea~ da por el poeta, aun cuando lo que continúe después no
imperfectas: sería como hacerlas indispensables y contradecirrne a mi
mismo. Pero por este término de tragedias perfectas entiendo las del gé-
sea más que diálogo. En resumen, si para Platón la epo-
nero más sublime y más conmovedor, de manera que a las que les fal- peya procedía del modo mixto, para Aristóteles se deriva
ten una u otra de esas dos condiciones o ambas, no importa, con tal del modo narrativo, aun cuando esencialmente mixta o impura,
de que sean regulares, continúan siendo perfectas en su género a pesar lo que significa evidentemente que el criterio de pureza ya
de que ocupen un rango menos elevado y que no se aproximen a la be-
no es pertinente. Se produce ahí -entre Platón y
lleza y resplandor de las otras ... » Un bello ejemplo de las argucias por
las que se adaptaba (la palabra es del mismo Corneille, pág. 60) a una Aristóteles- algo difícil de apreciar, entre otras causas por-
ortodoxia que intentaba desarticularse de hecho y no sólo de palabras. que el corpus ditirámbico desgraciadamente nos falta. Pe-
198 GÉRARD GENETTE GÉNEROS, "TIPOS». MODOS 199
ro el estrago de los siglos no es el único responsable: ya Durante varios siglos 27, la reducción platónico-aristo-
Aristóteles habla de este género como del pasado, sin du- télica de lo poético a lo representativo va a pesar en la teo-
da tiene algunas razones para descuidado, aunque narrati- ría de los géneros y a mantener el malestar o la confusión,
vo, y no solamente por prejuicio mimético, sino por ser pu- La noción de poesía lírica no es, evidentemente, ignorada
ramente narrativo. Sabemos por experiencia que lo narrativo por los críticos alejandrinos, pero tampoco es puesta en el
purQ (telling sin showing, en terminología de la crítica ame- paradigma junto a las de poesía épica y dramática, y su
ricana) es una pura posibilidad, casi privada de realidad definición es aún puramente técnica (poemas acompaña-
a escala de obra completa y, afortiori, de género: resulta- dos por la lira) y restrictiva: Aristarco (en los siglos III y
ría difícil citar una sola novela corta sin diálogo, y, por lo II antes de J-e.) formula una lista de nueve poetas líricos
que respecta a la epopeya o a la novela, el asunto es indis- (entre ellos Alceo, Safo, Anacreonte y Píndaro), que será
cutible. Si el ditirambo es un género fantasma, el narrati- durante mucho tiempo canónica y que excluye, por ejem-
vo puro es un modo ficticio o, al menos, puramente «teó- plo, el yambo y el dístico elegíaco. Para Horacio, él mismo
rico», y su abandono por parte de Aristóteles es también no obstante lírico y satírico, el Arte Poética se reduce, en ma-
una manifestación marcada de empirismo. teria de géneros, a un elogio a Hornero y a una simple re-
Resulta, por lo tanto, si comparamos el sistema de los lación de las reglas del poema dramático. La famosa lista
modos según Platón y Aristóteles, que una casilla del cua- de lecturas griegas y latinas aconsejadas por Quintiliano pa-
dro se ha vaciado (y perdido de repente) en el camino. La ra futuros oradores menciona, además de la historia, la fi-
tríada platónica losofía y, naturalmente, la elocuencia, siete géneros poé-
ticos: la epopeya (que engloba aquí toda clase de poemas
narrativas, descriptivos o didácticos, entre los que están los
narrativo mixto dramático de Hesíodo, Teócrito, Lucrecio), la tragedia, la comedia, la
elegía (Calímaco, los eligíacos latinos), el yambo (Arquílo-
co, Horacio), la sátira «<tata nostra»: Lucilio y Horacio),
ha sido sustituida por la pareja aristotélica y el poema lírico, ilustrado entre otros por Píndaro, Alceo
y Horacio; dicho de otro modo, el lírico no es aquí sino
un género no narrativo y no dramático en medio de otros,
y se reduce' en realidad a una forma, que es la oda. Pero
[_- _-_-_-_-_-:_JL... __ n_a_rr_a_t_iv_O d_r_a_m_a_'
t_i_c_o
__ la lista de Quintiliano no es claramente un arte poética,
puesto que presenta obras en prosa. Las tentativas poste-
riores de sistematización, al final de la Antigüedad y de la
que, por otra parte, podemos enunciar en términos de Edad Media, se esfuerzan por integrar la poesía lírica en
géneros: los sistemas de Platón o de Aristóteles sin modificar sus ea-

I-n------J
L _ _ ___ 1....-
épico
1...-
dramático
_
27 Las indicaciones históricas que van a continuación están tomadas
en gran parte de: E. FARAL, Les Arts poétiques du moyen age, Champion,
1924; 1. BEHRENS, op. cit.; A. WARREN, op. cit.; M. H. ABRAMS, The
Mirror and the Lamp, Oxford, 1953; M. FUBINI, «Genesi e storia dei ge-
neri litterari » (1951), en Critica e poesa, Bari, 1966; R. WELLEK, «Genre
Queda allí, dirá el lector perspicaz, un espacio por ocu- Theory, the Lyric, and Erlebnis» (1967), en Discnminations, Vale, 1970;
par, y la continuación se adivina fácilmente, sobre todo P. SZONDI, "La théorie des genres poétiques chez Schlegel» (1968), n
Poésie el Poétique de l'idealisme allemand, Minuit, 1975; W. V. RUTTKOVg.
cuando se conoce ya el final. Pero no quememos demasia- KI, Die Literarischen Gattungen, Francke, Berna, 1968; C. GUILLEN, «Li-
das etapas. terature as Systern» (1970), en Literature as System, Princeton, 1971.
200 GÉRARO GENETTE GI~NEROS, ,;r¡I'OS», MODOS 201
tegorías. De este modo Diomedes (fin del siglo IV) rebau- media; el canto n, sin tener en cuenta ninguna categori-
tiza como «géneros» (genera) los tres modos platónicos y dis- zación de conjunto, al igual que los predecesores del siglo
tribuye, a su manera, las «especies" (species) que nosotros XVI, reúne idilio, elegía, oda, soneto, epigrama, rondó,
calificaríamos como géneros: el genus imitativum (dramáti- madrigal, balada, sátira, vodevil y canción 28. El mismo
co) en el que sólo hablan los personajes, comprende las es- año Rapin normaliza y reafirma esta división: «La Poéti-
pecies trágica, cómica, satírica (se trata del drama satírico ca general puede dividirse en tres diferentes especies de Poe-
de las antiguas tetralogías griegas, que Platón y Aristóte- ma perfecto: la Epopeya, la Tragedia y la Comedia, y es-
les no mencionaban); el genus ennarratioum (narrativo), en el tas tres especies se pueden reducir solamente a dos, una
que sólo habla el poeta, abarca las especies narrativa pro- de ellas consistiría en la acción y la otra en la narración.
piamente dicha, sentenciosa (¿gnómica?) y didáctica; el genus Las demás categorías que menciona Aristóteles pueden re-
commune (mixto), en donde hablan alternativamente uno y ducirse a estas dos: la Comedia, al Poema dramático; la
otros, las especies heroica (epopeya) y ... lírica: Arquíloco Sátira a la Comedia, la Oda y la Égloga al Poema heroi-
y Horacio. Proclo (siglo v) suprime, al igual que Aristó- co; ya que el Soneto, el Madrigal, el Epigrama, el Rondó
teles, la categoría mixta, y sitúa junto con la epopeya en y la Balada no son otra cosa que categorías del Poema
el género narrativo, el yambo, la elegía y el «rnélos» (liris- imperfecto» 29.
mo). Jean de Garlande (finales del siglo XI - principios del En resumen, los géneros no representativos no tienen
XII) vuelve al sistema de Diomedes. Las artes poéticas del si- otra elección que optar entre la anexión valorativa (la sáti-
glo XVI renuncian por lo general a cualquier sistema y se ra en la comedia y, por lo tanto, en el poema dramático;
contentan con yuxtaponer las especies. De este modo, Pe- la oda y la égloga en la epopeya) y la expulsión a las tinie-
letier du Mans (1555): epigrama, soneto, oda, epístola, blas exteriores o, si se prefiere, a los limbos de la «imper-
elegía, sátira" comedia, tragedia, «obra heroica»; o V au- fección». Sin duda, nada comenta mejor esta valoración dis-
quelin de La Fresnaye (1605): epopeya, elegía, soneto, yam- criminativa que la declaración decepcionada de René Bray,
bo, canción, oda, comedia, tragedia, sátira, idilio, pasto- cuando, después de haber estudiado las teorías clásicas de
ral; o Philip Sidney (An Apologie Jor Poetrie, 1583): heroico, los «grandes géneros» y haber intentado reunir algunas in-
lírico, trágico, cómico, satírico, yámbico, elegíaco, pasto- dicaciones sobre la poesía bucólica, la elegía, la oda, el epi-
ral, etc. Las grandes Poéticas del clasicismo, desde Vida grama y la sátira, se interrumpe bruscamente, diciendo:
hasta Rapin, son esencialmente, como todos sabemos, co- «Pero cesemos de escarbar en una doctrina tan pobre. Los
mentarios de Aristóteles, en donde se perpetúa el infatiga- teóricos han experimentado un gran desprecio hacia todo
ble debate acerca de los méritos comparados de la trage- lo que no sea grandes géneros. La tragedia, el poema he-
dia y de la epopeya, sin que la aparición en el siglo XVI roico, he aquí lo que ha atraído la atención en ellos» 30.
de nuevos géneros como el poema heroico-novelesco, la no-
vela pastoril, la dramática pastoral o la tragicomedia, re-
ducidos con demasiada facilidad a los modos narrativo o 28 Recordemos que los cantos 1 y IV están consagrados a conside-

dramático, consigan verdaderamente modificar el cuadro. raciones transgenéricas. Digamos de paso que ciertos malentendidos, por
no decir contrasentidos, acerca de la «doctrina clásica» ponen todo el
El reconocimiento de jacto de las diferentes formas no re-
interés en una generalización exhaustiva de "preceptos» específicos pa-
presentativas y el mantenimiento de la ortodoxia aristoté- sados a proverbios fuera de contexto, y por lo tanto, no necesarios: así,
lica se conciliarán más o menos dentro de la vulgata clásica todos sabemos que "un bello desorden es un efecto del arte»; tenemos
en una distinción acomodaticia entre los «grandes géneros» un alejandrino de diez pies al que se le completa, sin problema, con
un "A menudo» tan apócrifo como evasivo. El verdadero principio es:
y ... los otros, de lo cual da fe perfectamente (aunque im-
"En casa de ella». «¿En casa de quién?» Respuesta canto 11, v. 68-72.
plícitamente) la disposición del Arte poética de Boileau (1674): 29 Réflexions sur la Poétique, 1674, II Parte, Cap.I.
el canto III trata de la tragedia, de la epopeya y de la co- ·w Formation de la doctrine classique (1927), Nizet, 1966, pág. 354,.
202 GÉRARD GENETTE GÉNEROS, ,:1'1POS", MODOS 203
Junto a los grandes géneros narrativas y dramáticos, o primer ejemplo, que yo sepa, de nuestra atribución
más bien por debajo de éstos, existe una capa de polvo de abusiva". Dryden distingue tres «maneras» (ways): dra-
pequeñas formas cuya inferioridad o falta de estatuto poé- mática, épica y lírica 33. Gravina dedica un capítulo de su
tico se debe un poco a lo reducido de sus dimensiones y Ragion poetica (1708) a lo épico y dramático, después de lo
(supuestamente) de su objeto, y mucho al secular rechazo lírico. Houdar de la Motte, que es un «moderno en el mis-
de todo lo que no es «imitación de hombres actuando». La mo sentido de la Querella, pone en paralelismo las tres ca-
oda, la elegía, el soneto, etc., no «imitan" ninguna acción, tegorías y se califica a sí mismo de «poeta épico, dramáti-
ya que, en principio, lo único que hacen es enunciar, co- co y lírico al mismo tiempo»:". Pero ninguna de estas
mo en un discurso o en una plegaria, las ideas o los. senti- propuestas está auténticamente motivada y teorizada. El
mientos, reales o ficticios, de su autor. Sólo se conciben, esfuerzo más antiguo que se conoce a este respecto parece
pues, dos maneras de ascenderlos a la dignidad poética: la ser el del español Francisco Cascales en sus Tablas poéticas
primera mantiene, ampliándolo un poco, el dogma clásico (1617) y Cartasjilológicas (1634): lo lírico, dice Cascales, a
de la mimesis y se esfuerza en demostrar que este tipo de propósito del soneto, presenta como «fábula» no una ac-
enunciados es también, a su manera, una «imitación»; la ción, como lo épico y lo dramático, sino un pensamiento
segunda, más radical, rompe con el dogma y proclama la (concepto). La distorsión que se impone aquí a la ortodo-
igualdad, en lo que atañe a la dignidad poética, de una ex- xia es significativa: el término de fábula es aristotélico el
presión no representativa. Esas dos actitudes nos parecen de pensamiento podría corresponder al término, también aris-
hoy día antitéticas y. lógicamente incompatibles. Pero en totélico, de dianoia. Pero la idea de que un pensamiento pue-
realidad ambas se van a suceder y encadenar casi sin en- da servir de fábula es, en cualquier caso, totalmente ajena
frentamiento, la primera preparando y abriendo paso a la al espíritu de la Poética: Aristóteles define expresamente la
segunda, de la misma manera que las reformas «hacen la fábula (mythos) como el «conjunto de acciones», y la dianoia
cama» a las revoluciones. (<<10 que los personajes dicen para demostrar algo o decla-
La idea de una alianza entre todas las clases de poe- rar lo que han decidido») apenas si recubre el aparato ar-.
mas no miméticos para formar un tercer partido bajo el gumental de los citados personajes; lógicamente Aristóte-
nombre común de poesía lírica no es totalmente descono- les rechazará su estudio «en los tratados consagrados a la
cida en la época clásica, aunque es de índole marginal y, retórica»lf'. Incluso aunque extendiéramos la definición
por decirlo así, heterodoxa. El primer caso, destacado por como hace Northrop Frye", hasta el mismo pensamiento
Irene Behrens, se encuentra en el italiano Minturno, para del poeta, es evidente que todo ello no podría constituir una
quien «la poesía se divide en tres partes: la primera deno- fábula en el sentido aristotélico. Cascales reviste por lo tan-
minada escénica, la segunda lírica y la tercera épica» 31 • to, con un vocabulario aún ortodoxo, una idea lo menos
Cervantes, en el capítulo 47 del Quijote, por boca del cu- ortodoxa posible, a saber, que un poema, al igual que un
ra, facilita una cuatripartición en la que la poesía escénica discurso o una carta, puede tener como tema un pensamien-
se halla escindida en dos: «la escritura deshilvanada (de las
novelas de caballería) dan pie al autor para mostrar sus fa-
cetas épica, lírica, trágica y cómica». Milton piensa que en :1~ Treatise 01 Education, 1644.
Aristóteles, en Horacio y en los «comentarios italianos de .", Préface ti l' Essay 01 Dramatic Poetry, 1668.
Castelvetro, Tasso, Mazzoni y otros» se encuentran los prin- H Réflexions sur la critique, 1716, pág. 166.
cipios «de un auténtico poema épico, dramático o lírico»: v, 1450a; cf 51 b: «El poeta debe ser más bien forjador de fábulas
que de versos, dado que es poeta a causa de la imitación y que imita
las acciones».
:11 De Poeta, 1559; misma división en su Arte poética en italiano de :1" 1456a.
1563. :<7 Anatomie, págs. 70-71.
204 GÉRARD GENETTE GÉNEROS, <TIPOS", MODOS 205
to o un sentimiento que simplemente expone o expresa. Esta por lo tanto, al menos en parte, sentimientos simulados por
idea, que nos parece hoy día muy trivial, ha permanecido el arte, y esta parte gana, puesto que demuestra que es po-
durante siglos no como algo impensable (ningún teórico de sible expresar sentimientos ficticios, como lo confirma ade-
la poesía podía ignorar el inmenso corpus que esta idea re- más, desde siempre, la práctica del drama o de la epope-
cubre), pero casi sistemáticamente rechazada porque pa- ya: «Mientras que la acción funciona, la poesía es épica o
recía imposible integrada en el sistema de una poética ba- dramática; cuando se detiene y solamente expresa la situa-
sada en el dogma de la «imitación». ción del alma, o el peculiar sentimiento que experimenta,
El esfuerzo de Batteux -último esfuerzo de la poética la poesía es de por sí lírica: no se trata más que de darle
clásicá por sobrevivir, abriéndose a lo que nunca pudo ig- la forma necesaria para poernatizarla. Los monólogos de
norar ni admitir- consistirá, por lo tanto, en intentar es- Polieucto, de Camila, de Jimena son fragmentos líricos; y
te imposible, al mantener la imitación como principio único si sucede esto, ¿por qué el sentimiento, que está sujeto a
de toda poesía así como de todas las artes, pero haciendo- la imitación en un drama, no podría estar en una oda? ¿Por
lo extensible a la propia poesía lírica. Constituye esto el ob- qué se imitaría la pasión en un escenario y no podría imi-
jeto de su capítulo 13, «Sobre la poesía lírica». Primero Bat- tarse en un canto? No existe ninguna excepción. Todos los
teux reconoce que al examinar superficialmente la poesía poetas tienen el mismo objetivo, que es el de imitar la na-
lírica «parece prestarse menos que las otras clases al prin- turaleza, y para imitada todos utilizan el mismo método».
cipio general que conduce todo a la imitación". De este mo- Así pues, la poesía lírica es también imitación: imita sen-
do, se dice que los salmos de David, las odas de Píndaro timientos. «Podría ser considerada como clase aparte, sin
y de Horacio no son sino «fuego, sentimiento, embriaguez ... perjudicar los principios a que se limitan los demás. Pero
canto que inspira la alegría, la admiración, el agradecimien- no es necesario separados: la poesía lírica está de forma
to ... grito del corazón, impulso en el que hace todo la na- natural e incluso necesaria, dentro de la imitación, con una
turaleza y nada el arte». Así pues, el poeta expresa sus única diferencia que la caracteriza y distingue: su particu-
sentimientos y no imita nada. «Dos cosas son ciertas: la pri- lar objetivo. Las otras especies de poesía tienen como fi-
mera, que las poesías líricas son auténticos poemas; la se- nalidad primordial las acciones; la poesía lírica está consa-
gunda, que estas poesías no presentan la característica de grada por completo a los sentimientos: es su leit motiv, su
la imitación». En realidad, responde Batteux, esta pura ex- principal objetivo».
presión, esta auténtica poesía sin imitación no se encuen- Nos encontramos, pues, con que la poesía lírica queda
tra más que en los cánticos sagrados. Es el propio Dios integrada en la poética clásica. Pero, como hemos podido
quien los dictaba, y Dios «no necesita imitar, crea». Por observar, esta integración no está desprovista de dos dis-
el contrario, los poetas, que son sólo hombres, «no tienen torsiones, muy visibles por ambas partes: por un lado, ha
otro recurso que el de su genio natural, el de una imagi- sido necesario pasar, sin formulado, de una simple posibi-
nación inflamada por el arte, el de una exaltación de en- lidad de expresión ficticia a una artificiosidad substancial
cargo. El hecho de que hayan tenido un sentimiento real de los sentimientos expresados, llevar todo poema lírico al
de gozo es motivo como para cantado, pero tan sólo en una modelo ya consolidado del monólogo trágico para introducir
estrofa o dos. Si quisiéramos una mayor extensión, es de- en el corazón de cada creación lírica esta pantalla de fic-
ber del arte el echar remiendos de nuevos sentimientos que ción, sin la cual la idea de imitación no podría darse; por
se parezcan a los primeros. Si la naturaleza enciende el fue- otro lado ha sido necesario, como ya hizo Cascales, pasar
go, es necesario por lo menos que el arte lo alimente y lo del término ortodoxo «imitación de acciones» a un térmi-
cuide. De este modo, el ejemplo de los profetas, que can- no más amplio: imitación a secas. Como dice aún el mis-
taban sin imitar, no puede ser utilizado contra los poetas mo Batteux, «en la poesía épica y dramática se imitan las
imitadores». Los sentimientos expresados por los poetas son, acciones y las costumbres; en lo lírico, se cantan los senti-
206 GÉRARD GENErI'E GÉNEROS .• ~rIPOS", MODOS 207

mientas o las pasiones imitadas»:IH. La asimetría sigue desván negativo (todo lo que no es narrativo ni dramáti-
siendo evidente y con ella la traición solapada a Aristóte- co) 39, al que la calificación de lírico ennoblece con su he-
, . . 10
les. Respecto a esto, una precaución será, pues, muy ne- gernorua y su prestigio .
cesaria, y es lo referente a la añadidura, ya mencionada, El nuevo sistema, pues, ha sustituido al antiguo median-
del capítulo «Que esta doctrina está de acuerdo con la de te un juego sutil de desplazamientos, de sustituciones y de
Aristóteles». El mecanismo de esta operación es simple, ya interpretaciones inconscientes o inconfesables que permite
lo conocemos: consiste en sacar de una consideración esti-. presentarlo, no exento de equívocos sino de escándalo, co-
lística bastante marginal una tripartición de géneros poé- mo «conforme» a la doctrina clásica: ejemplo típico de un
ticos: ditirambo, epopeya, drama, que lleva a Aristóteles comportamiento de transición, o como se dice en otra parte,
al punto de partida platónico, después de interpretar el di- de «cambio en la continuidad». De la etapa siguiente, que
tirambo como un ejemplo de género lírico, lo que permite marcará el auténtico (y definitivo aparentemente) abando-
atribuir a la Poética esta tríada lirismo-epopeya-drama en la que no de la ortodoxia clásica, encontramos un testimonio tras
nunca pensaron Platón y Aristóteles. Pero es preciso aña- las huellas de Batteux, en las objeciones que hizo a su sis-
dir que esta desviación de los géneros no encuentra argu-
mentos para el plano modal: la definición inicial del modo
39 Mario Fubini (op. cit.) cita esta reveladora frase de una adapta-
narrativo puro, recordémoslo, consistía en que el poeta
ción italiana de las Lecons de réthorique et des Belles Leures de Blair (1783;
constituye el único tema de enunciación, manteniendo el "Compendiate dal P. Soave, Parma, 1835, pág. 211): «Generalmente
monopolio del discurso, sin cederlo nunca a los persona- distinguimos tres géneros de poesía: la épica, la dramática y la lírica,
jes. Esto mismo ocurre en principio en el poema lírico) con entendiendo esta última como todo lo que no pertenece a las dos pri-
la única diferencia de que el discurso en cuestión no es esen- meras». Salvo error, esta reducción no la encontramos por ninguna parte
en el propio Blair quien, más próximo de la ortodoxia clásica, distin-
cialmente narrativo. Si descuidamos esta condición para de-
guía poesía dramática, épica, lírica, pastoril, didáctica, descriptiva y ...
finir los tres modos platónicos como pura enunciación, hebrea. .
obtenemos esta tripartición: 40 Se podría justamente objetar ante semejante "adaptación» que es-
ta definición modal de lo lírico no puede aplicarse a los monólogos del
teatro llamados «líricos», al estilo de las Estancias de Rodrigo, a las que
enunciación enunciación Batteux concede tanta importancia por el motivo que hemos visto, en
enunciación donde el poeta no es el sujeto de la enunciación, Hay que recordar tam-
reservada reservada
alternada bién que ella no es asunto de Batteux, quien no se preocupa para nada
al poeta a los personajes de los modos, como tampoco, por otra parte, sus sucesores románticos.
Este compromiso transhistórico hasta entonces «ascendente», no se ma-
nifiesta hasta el siglo xx cuando la situación de enunciación ha vuelto
La primera situación así definida puede ser únicamente a ocupar el primer puesto en el escenario por razones más generales que
narrativa o puramente «expresiva», o pueden mezclarse, en ya conocemos. Mientras tanto, el tema problemático del «monólogo lí-
la proporción que convenga, las dos funciones. Ante la rico» había pasado a un segundo plano. Por supuesto permanece intac-
to y demuestra como mínimo que las definiciones modal y genérica no
ausencia, ya admitida, de un auténtico género puramente siempre coinciden: modalmente, continúa hablando Rodrigo, ya sea para
narrativo, esta tripartición es la única indicada para admitir cantar su amor o para provocar a Don Gormas; genéricamente, esto
cualquier clase de género, consagrado principalmente a la es «dramático» y aquello es «lírico» (con o sin huellas formales de me-
expresión, sincera o simulada, de ideas o de sentimientos: tros y/o de estrofas) y, una vez más, la distinción es de índole (parcial-
mente) temática: no todo monólogo es admitido como lírico (no se con-
sidera como tal el de Augusto en el V acto de Cinna, a pesar de que
:lB Cap. "Sur la poésie lyrique» in [ine. Pasando por alto el silencio su integración dramática no sea superior a la de las Estancias de Ro-
clásico, el cambio del concepto de Cascales en los sentimientos de Batteux drigo, que conducen como aquél a una decisión) y a la inversa, un diá-
regula bien la distancia entre el intelectualismo barroco y el sentimen- logo de amor (<<¡Ohmilagro de amor!/¡Oh cúmulo de miserias: ... ») se
talismo prerromántico. admitirá de muy buen grado.
208 GÉRARD GENETTE GltNEROS, ,TIPOS", MODOS 209
tema su propio traductor alemán, J ohann Adolf Schle- imitar es aparentar; en Schlegel, basta con que puedan ser
gel 4', que es también -coincidencia inesperada- el pa- auténticos para que el conjunto del género lírico escape a este
dre de dos célebres teóricos del romanticismo. Mostramos principio, que pierde enseguida su papel de «principio ex-
los términos en que el propio Batteux resume, y después clusivo». Entre estos dos puntos de vista oscila toda una
rechaza, estas objeciones: «El señor Schlegel afirma que el poética y toda una estética.
principio de la imitación no es universal en la poesía ... Vea- La gloriosa tríada va a dominar por completo la teoría
mos en pocas palabras el razonamiento de Schlegel: la imi- literaria del romanticismo alemán -y, por lo tanto, más
tación de la naturaleza no es el único principio en poesía allá-, pero no sin experimentar a su vez algunas nuevas
ya que la naturaleza misma puede ser, sin imitación, el ob- reinterpretaciones y cambios internos. Fréderic Schlegel,
jeto de la poesía. Así pues, la naturaleza ... » Y más ade- que aparentemente rompe el hielo, conserva o vuelve a en-
lante: «Schlegel no puede entender cómo la oda o la poe- contrar la división platónica, pero le da una significación
sía lírica puede se rappeler (sic) el principio universal de la nueva: la «forma lírica», escribe aproximadamente en 1797
imitación: ésta es su gran objeción. Intenta probar que el (vuelvo ahora mismo sobre el contenido exacto de esta no-
poeta canta en infinidad de casos sus sentimientos reales ta), es subjetioa, la dramática es objetiva, la épica es subjetiva-
antes que sentimientos imitados. Pudiera ser, convengo con objetiva. Son exactamente los términos de la división plató-
él, incluso en este capítulo en que basa su crítica. Yo sólo nica (enunciación por parte del poeta, por parte de los per-
tendría que demostrar ahí dos cosas: la primera, que los sonajes, y por la de éstos y aquél), pero la selección de los
sentimientos pueden ser fingidos lo mismo que las accio- adjetivos desplaza evidentemente el criterio del plano, en
nes; que al formar parte de la naturaleza, pueden ser.imi- principio puramente técnico de la situación enunciativa, ha-
tados como todo lo demás. Creo que Schlegel reconocerá cia un plano más bien psicológico o existencial , Por otro
que esto es verdad. La segunda, que todos los sentimien- lado, la división antigua no presentaba ninguna dimensión
tos expresados en lo lírico, fingidos o verdaderos, deben so- diacrónica: para Platón y Aristóteles ningún modo apare-
meterse a las normas de la imitación poética, es decir, cía, de hecho o de derecho, como históricamente anterior
deben ser verosímiles, seleccionados, elevados, tan perfectos a los otros; esta división no presentaba además, por sí mis-
como puedan serIo en su género, y por último, transfor- ma, indicio de valoración: en principio ninguno de los mo-
mados con todo el encanto y toda la fuerza de la expresión dos era superior a los otros y de hecho, como ya sabemos,
poética. Es esto el significado del principio de la imitación, las posiciones que adoptaron Platón y Aristóteles eran, en
su espíritu». Como se puede apreciar, la ruptura actúa esen- el mismo sistema, diametralmente opuestas. No sucede lo
cialmente aquí sobre un ínfimo desplazamiento de equili- mismo con Schlegel, para quien ante todo la «forma» mix-
brio: Batteux y Schlegel se ponen de acuerdo -y lo ta es, en cualquier caso, claramente posterior a las otras
manifiestan- en reconocer que los «sentimientos» expre- dos: «Por naturaleza, la poesía es subjetiva u objetiva, la
sados en un poema lírico pueden ser simulados o auténti- misma composición todavía no es posible para el hombre
cos; en Batteux, es suficiente que estos sentimientos pue- en estado natural»: no puede, pues, tratarse de un estado
dan serfingidos para que el conjunto del género lírico quede sincrético original42 del que se hubieran desprendido pos-
sometido al principio de imitación (porque, tanto para él
como para toda la tradición clásica, recordémoslo de pa- 42 Como imaginaba, por ejemplo Blair (op. cit., trad. fr., 1845, t.
so, la imitación no es reproducción sino más bien ficción: II, pág. 110), para quien «en la infancia del arte, los diferentes tipos
de poesía estaban mezclados y, según el capricho o el entusiasmo del
poeta, formaban parte de la misma composición. Fue solamente con el
11 Einscriinkung der schonen Kúnste auj einem einzigen Grun dsatz, 1751. progreso de la sociedad y de las ciencias como sucesivamente tomaron
La respuesta de Batteux se halla en la reedición de 1764, en notas al formas más regulares y se les dio los nombres con los que los designa-
capítulo «Sur la poésie lyrique». mos hoy día». (Todo esto no le impide apuntar que las «primeras corn-
210 GÉRARIJ (;ENETTE (;(:N EROS. ,:I'II'OS". MODOS 211

teriormente formas más simples o más puras; por el con- gica, totalidad armónica ... Lo épico, la objetividad pura.
trario, el estado mixto está explícitamente valorado como Lo dramático, la compenetración de ambos»';. El esque-
tal: «Existe una forma épica, una forma lírica y una forma ma «dialéctico» está vigente y actúa a favor del drama, lo
dramática, sin el espíritu de los antiguos géneros poéticos que hace renacer de forma ocasional y por una vía inespe-
que han portado estos nombres, pero separadas entre sí por rada la valoración aristotélica; la sucesión, que permane-
una diferencia peculiar y eterna. En tanto que forma, la cía en parte ambigua en Frédéric Schlegel, se muestra ahora
épica lleva ventaja claramente: es subjetiva-objetiva. La for- explícita: épico-lírica-dramático. Schelling, sin embargo, va
ma lírica es sólo subjetiva, la forma dramática solamente a invertir el orden de los dos primeros términos: el arte co-
objetiva» 4'. Una anotación de 1800 confirmará: «Epope- mienza por la subjetividad lírica, después se eleva hacia la
ya = subjetivo-objetivo, drama = objetivo, lirismo = subje- objetividad épica, y culmina finalmente en la síntesis o iden-
tivo» H. Pero Schlegel parece haber vacilado algo ante es- tificación d r arnát ica". Hegel vuelve al esquema de
ta división, ya que una nota anterior, de 1799, confería el August Wilhelm: en primer lugar, la poesía épica, la más
estado mixto al drama: «Epopeya = poesía objetiva, primitiva expresión de la «conciencia de un pueblo»; des-
lirismo = poesía subjetiva, drama = poesía objetiva-sub- pués, «al contrario», «cuando el yo individual se ha sepa-
jetiva» "'. Según Szondi, la vacilación se debe a que Schle- rado del todo substancial de la nación», la poesía lírica; y,
gel considera, ya sea una diacronía limitada, la de la evo- finalmente, la poesía dramática, que «reúne a las dos an-
lución de la poesía griega que culmina en la tragedia ática, teriores para formar una nueva totalidad que permita un
ya sea una diacronía mucho más extensa, la de la evolu- desarrollo objetivo y nos haga asistir al mismo tiempo al
ción de la poesía occidental, que culmina en un «épico» en- resurgir de los sucesos de la interioridad individua!»'''. Sin
tendido como novela (romántica) 41,. La valoración domi- embargo, la sucesión propuesta por Schelling acabará por
nante parece estar de ese lado, y no podríamos extrañar- imponerse en los siglos XIX y xx: así, para Hugo, delibe-
nos de ello. Pero ésta no quedará para los sucesores de radamente asentado en una amplia diacronía más antro-
Schlegel, que se apartarán un poco más del arquetipo, ha- pológica que poética, el lirismo es la expresión de los tiem-
ciendo del drama la forma mixta o, más bien -la palabra pos primitivos, cuando «el hombre se despierta en un
empieza a imponerse-, sintética; empezando por su propio
hermano August Wilhelm, que escribe en unos apuntes fe-
,; Kritische Schriftcn und Brte]«, ed. E. Lohner, Stuttgart, 196:1, 11,
chados aproximadamente hacia 1801: «La división plató- págs. :3W,-:lO(i (Nos gustaría evidentemente saber más acerca del re-
nica de los géneros no es válida. No hay principio poético proch« dirigido él la "división plaiónica»}. Esta disposición es la más adop-
auténtico dentro de esta división. Épico, lírico, dramático: lada por Novalis, con una interpretación del término dramático clara-
tesis, antítesis, síntesis. Densidad etérea, singularidad enér- mc-n t c sintcti/.adora: frag. Imi: (pico, lírico, dramático ~ escultura, mú-
sica, poesía (,'s ya la /,'.,lr;Úm de Hegcl in 71Uce); frag. 204: llcmát ico ,
impulxivo , Ill(·zcla sana ; fra~. 277: ~ cuerpo, alma, espíritu; el mismo
posiciones tuvieron sin duda la forma (lírica) de las odas y los hirnnos»). orden en el fraglllcnlo 2(il; s610 el 148 va en el orden (sehellIn~,en, des-
Sabemos que Goethe encontrará genérica la balada i'Ur-Ei, modelo in- pU{'s hugolien, y por último normativo) lírico-épico-dramático (Oeuores
diferenciado de todos los géneros posteriores y que, según el, «hasta en Complrtrs), t r:u] . A. (;lIenw, (;;tllilllard, lcJ7:i. 1. 11, :L ¡¡ parte).
la antigua tragedia griega encontramos también los tres géneros reuni- ,:: Plniosophi« dr {'IIII, lBO:1-IBO:i, publ. póxuuna 18:i'J.
dos, separados solamente al cabo de determinado lapso de tiempo» (Note '" Esthétiqu«, \'111 (I,« Poésir), trad. fr. Aubicr. púg, 129; el'. ibid.,
au West-iistlicher Diwan, ver más adelante, n. 71). p{lg. 1:)1 y ;IIlIes VI, p{lgS. 27-:1B, 40. La Iríada rorn nt ira domina
á roda
,.: Kritische F. S. Ausgabe, cd E. Behlcr, Paderborn-Munich-Vienne la arquitectur'a visible de la Poética de Hcgcl , pero no su verdadero con-
1958, Irag. 322; fechado según R. Wellek. u-nido, qu(' se cristaliza erl ícnomcnologia de algunos ~éneros específi-
" Literary Notebooks 1797-1801, ed. H. Eichner, Toronto-Londres, cos: epopeya ho mcrita , novela, oda , liccl , tragedia ~riega, comedia an-
1957, n. o 2065. tig'ua, tragedia mock-rna , Iodos ellos c-xt rapolados de algunas obras o
,', Ibid., n ." 1750. au trncx mode-los: /liarla, Wilhrhn Mrlnstcr, P'índaro , Goethc, Antieona.
'io Szondi, otr cii., págs. 131-1:n. ,\ ristúfanes, Shakespeare.
212 (;¡::NERUS. ,;¡'¡POS". MOJ)OS 213
mundo que acaba de nacer», lo épico (que incorpora ade- de apreciaciones arriesgadas (nadie sabe exactamente qué
más la tragedia griega) es la expresión de los tiempos anti- género ha precedido históricamente a los otros, si es que
guos, en donde «todo se detiene y se fija», y el drama, de llega a formularse esta pregunta) y de asignaciones permu-
los tiempos modernos, marcados éstos por el cristianismo tables entre sí: esto dicho, y sin que nos extrañemos de ello,
y el desgarramiento entre el alma y el cuerpo e,,,. Para J oy- concluimos que el modo más «subjetivo» es el lírico; hay,
ce, anteriormente mencionado, «la forma lírica es el más pues, que destinar la «objetividad» a uno de los otros dos,
sencillo ropaje verbal de un instan te de emoción, un grito y forzosamente, el término medio al tercer restante; pero
rítmico parecido a los que antiguamente excitaban al hom- como en esto nada está muy claro, esta última posibilidad
bre cuando remaba o acarreaba piedras hacia lo alto de una aparece determinada principalmente por una valoración im-
pendiente ... La forma épica más sencilla emerge de la li- plícita -o explícita- en un progreso «lineal» o dialéctico.
teratura lírica cuando el artista se detiene ante sí mismo La historia de la teoría de los géneros está caracterizada
como ante el centro de un suceso épico ... Llegamos a la por estos atrayentes esquemas que conforman y deforman
forma dramática cuando la vitalidad, que había fluctuado la realidad, a menudo tan diversa, del campo literario, y
y arremolinado a los personajes, envuelve a cada uno de pretenden descubrir un «sistema» natural en donde cons-
éstos con una fuerza tal, que ese hombre o esa mujer reci- truir una simetría artificial con el gran apoyo de falsas
ben de todo ello una vida estética propia e intangible. La ventanas. Estas configuraciones forzadas no son siempre
personalidad del artista, manifestada en primer lugar por inútiles, muy al contrario: como todas las clasificaciones pro-
un grito, una cadencia, una impresión, y después por un visionales, y a condición de ser bien aceptadas como tales,
relato fluido y superficial, se hace cada vez más sutil hasta tienen a menudo una indiscutible función heurística. La fal-
perder su existencia y, por decido aSÍ, se despersonaliza ... sa ventana puede, de forma casual, transmitir una luz ver-
El artista, como el Dios de la creación, permanece en el dadera y revelar la importancia de un término ignorado;
interior, o detrás, o más allá, o por encima de su obra, in- la casilla vacía o llenada con dificultad puede encontrar mu-
visible, escamoteado, fuera de la existencia, indiferente, lim- cho más tarde un ocupante legítimo: cuando Aristóteles,
piándose tranquilamente las uñas». Observamos, al mismo observando la existencia de un relato noble, de un drama
tiempo, que el esquema evolutivo ha perdido aquí toda la noble y de un drama bajo, deduce de ello, por miedo al
apariencia «dialéctica»: desde el grito lírico hasta la divina vacío y afán de equilibrio, la existencia de un relato bajo
impersonalidad dramática no hay más que una progresión que identifica provisionalmente con la epopeya paródica,
lineal y unívoca hacia la objetividad, sin ningún rastro de no puede imaginarse que está reservando un sitio a la no-
derrota en pro o en contra. Lo mismo sucede con Staiger, vela realista. Cuando Frye, otro gran artífice de fearful
para quien el paso de la emoción (Ergriffenheit) lírica al «pa- symmetries, observa la existencia de tres tipos de «ficción»:
norama» (Uberschau) épico, y después a la «tensión» (Span- personal-in trovertida (la novela novelesca), personal-extro-
nung) dramática, señala un proceso continuado de objetiva- vertida (la novela realista) e intelectual-introvertida (la auto-
ción, de disociación progresiva entre «sujeto» y «objeto» :,1 . biografía), deduce de ello la existencia de un género de fic-
Sería fácil y un poco banal ironizar acerca de este cali- ción intelectual-extrovertida, que él llama anatomía, y que
doscopio taxonómico en el que el esquema tan atrayente reúne y revaloriza a algunos autores desechados por la na-
de la rríada e"~ no cesa de transformarse para sobrevivir; rración fantástico-alegórica, tales como Luciano, Varrón,
esta forma acogedora en todos los sentidos está a merced Petronio, Apuleyo, Rabelais, Burton, Swift y Sterne; por
supuesto podemos discutir el procedimiento, pero no lo in-
:,,, PréJace de Cromioell, 1827. teresante del resultado el. Cuando Robert Scholes modifi-
:,1 Joyel-:, Dedaius, págs. 213-214; E. STA/(; /':1\, Crundb~¡;rij/e da Poe-
tik, Zürich, 1946.
".' Sobre esta atracción, el. C. Cuillén, op.cit, '" Anatomie, IV ensayo (Théoric des genres), trad. fr. págs. 368-382.
215
214
ca la teoría de Frye de los cinco modos (mito, romance, alta El segundo (que no es, en el fondo, más que otra for-
mimesis, baja mimesis, ironía) para ordenarla un poco, nos ma de presentar el primero) revela el nombre y, por lo tan-
propone su sorprendente cuadro de los subgéneros de la fic- 10 el número de autores que ilustran cada una de estas
,
ción y de su indispensable evolución "l. Es difícil, sin du- atribuciones:
da, tomarlo al pie de la letra, pero aún más difícil no en-
contrar en él ningún estímulo. Sucede lo mismo con esta '/'//';A 1P()S
molesta pero siempre útil tríada de la que sólo he reme- (:/,vuws
I'RESEN'J"E FUTUIZO
morado aquí algunas formulaciones, entre otras muchas. PASA J)O

Quizás una de las más curiosas consiste en los diferentes


intentos que se hacen para acoplarla a otro trío venerable, Schclling
el de los procesos temporales: pasado, presente y futuro. jean Paul
Éstos han sido muy numerosos y me conformaré con apor- Hegel
Staiger Dallas
LÍRICO Vischer
tar una decena de ejemplos citados por Austin Warren y
René Wellek "", Para una lectura más sintética presento Ersk inc
jakobs(ln
esta confrontación mediante dos cuadros con doble entra-
da. El primero muestra el tiempo atribuido a cada «géne-
Humboldt
ro» por cada autor:
Schelling
jean Paul
(:/~"N/,N()S Erskine
(:I'ICO Hegel Staiger
AlnON/,'S
LÍRICO I::PI(;O J)R A fvl kr I(:0
Dalias
Vischcr
HUMBOLDT pasado presente jakobson

presente pasado Jean Paul


SCHELLlNG Humboldt
DRAMÁTIC:O Erskine Vischer
Dalias
.JtAN I'AUL presente pasado futuro Staigcr

HECEL presente pasado Como sucede en la famosa teoría del «color de las vo-
cales» resultaría un tanto pobre observar simplemente que
DALLAS futuro pasado presente se han atribuido sucesivamente los tiempos a cada uno de
los tres géneros Hay, de hecho, dos dominantes
"lo. claras:
VISCHER presente pasado futuro
1802-180S' JI':AN PAUI., Vorschule da Asthrti«, IBl:l; HI·:(;I':I., ¡,'slh/lit¡IW
ERSKINI': presente futuro pasado (VIJl, :2BB)','hacia 18:20; K S" DAI.I.\S,_ PO!'lú> IW'¡:2; F. T. FI~(:III':R,
Astheiik, 5.° vol., 1857; J L',RSKINI':, /hl' Kinds o! Poctry, I~)LO; R,
JAKOBSON presente pasado JAKOIlSON, RemarqueJ mr la prose de Pastcrnnk, ISUS; L. STAI(;ER, Urund-
hegriffe da Poetik, 1946. . . .
S-IAICER pasado presente fu tu ro '", Observamos que alé\unas listas son dclcctlvas, lo cual, dado lo
tentador que resulta sistematizar, es m[IS bien ";l'I"itorio. Huruholdt opo-
ne con "'ÚS precisión lo épico (pasado) a ;0 t raé\)('o (prcsentl') en l'I 111-
'>1 Op. cü., págs. 129-138; ver aquí mismo, págs. 507-SU. u-rio r de una categoría más amplia que el llama plástica, y <¡U(·, °POI'"
:,', Op. y arl. cit. Los textos de referencia son: HUIVIIlOI.IJ"I", Ühn é\loballl1ente a lo lírico; s~rÍa un tanto arnesé\a(\o deducir de ah en su
í

Coethes Hermann und Dorothea, 1799; SCHEI.I.IN(;, Philosophie de lor), nombre la equIvalenCIa lírico = Iururo.
216
217
la afinidad entre lo épico y el pasado, y la que existe entre al desorden dentro de cada uno de los términos de esta tri-
lo lírico y el presente; lo dramático, evidentemente «pre- partición motivada, o como mucho se organizan -de nuevo,
sente» por su forma (la representación) y tradicionalmente como en Aristóteles- según un nuevo principio de dife-
«pasado» por su objeto, resultaba más difícil de acoplar. Lo renciación, de naturaleza distinta de la que motiva la pro-
razonable hubiera sido quizás asignarle el término mixto pia tripartición: epopeya heroica vs novela sentimental o
o sintético, y/o no ir más allá. Por desgracia, existe un tercer «prosaica», novela extensa vs novela corta, tragedia noble
tiempo y con él, la irresistible tentación de utilizarlo para vs comedia familiar, etc. Sentimos, pues, la necesidad de
un género, de ahí la equivalencia algo forzada entre dra- una taxonomía más ajustada que regule según el mismo
ma y futuro, y otras dos o tres laboriosas invenciones. No principio, hasta distribuir cada categoría.
se puede ganar siempre ',7, y si es preciso una disculpa por El medio utilizado con mayor frecuencia consiste sim-
estos intentos arriesgados, la encontraré, a la inversa, en plemente en reintroducir la tríada en el interior de cada
la insatisfacción en que nos deja una ingenua enumeración uno de sus términos. Así, Eduard van Hartmann ~,,> pro-
como la de las nueve formas simples de J al les -la cual no pone distinguir un género lírico puro, un lírico-épico, un
es, desde luego, el único defecto ni el único mérito. ¿Nue- lírico dramático; un dramático puro, un dramático lírico,
ve formas simples? ¡Pues vaya' ',11 ¿Como las nueve rnu- un dramático épico; un épico puro, un épico-lírico, un épico
sas? ¿Porque tres por tres? ¿Porque él ha olvidado una? dramático; y de esta manera, al estar cada una de las nue-
Etcétera ¡Qué difícil nos resulta admitir que ]olles ha en- ve clases aparentemente definidas por un rasgo dominante
contrado simplemente nueve, ni más ni menos, y ha des- y otro secundario, y al faltar los términos mixtos inversos
deñado el placer fácil, quiero decir, poco laborioso, de (como el épico-lírico y el lírico-épico ) se igualarían y el sis-
justificar cstcinúrnero! El verdadero empirismo asombra tema se reduciría a seis términos: tres puros y tres mixtos.
siempre, como una incongruencia. Albert Guérard "" aplica este supuesto e ilustra cada térmi-
no con uno o varios ejemplos: para el lírico puro, los Wan-
Todas las teorías evocadas hasta aquí -desde Batteux drers Nachtlieder de Goethe; para el lírico dramático, Robert
hasta Staiger- constituían tantos sistemas integrados y je- Browning; para el lírico-épico, la balada (en el sentido ger-
rarquizados como el de Aristóteles, en el mismo sentido que mánico); para el épico puro, Hornero; para el épico-lírico,
los diversos géneros poéticos se repartían entre las tres ca- The Fairie Queene; para el épico dramático, L 'Enfer o Notre-
tegorías fundamentales, así como en subclases: bajo el épico, Dame de Paris; para el dramático puro, Moliere; para el dra-
epopeya, novela, novela corta, etc.; bajo el dramático, tra- mático lírico, el Songe d'une Nuit d'été; para el dramático-
gedia, comedia, drama burgués, etc.; bajo el lírico, oda, épico, Esquilo o Téte d'or';¡.
himno, epigrama, etc. Pero semejante clasificación es aún Pero estos ajustes de tríadas no sólo aumentan, al igual
muy elemental, puesto que los géneros vuelven de nuevo
i'l Philosopie des Schimen, Crundriss der Asthetik, 1924, págs. 235-259;
cf. RUTTKüVSKI, op. cit., pág. 37.
v: Otra equivalencia entre géneros y personas gramaticales ha sido 1>11 Preface lo World Literature, New York, 1940, ch. ll, -The Theory
propuestayor Dalias y .Jakobson al menos, ambos de acuerdo (a pesar 01' litcrary Cenres»; el'. RUTI'KOVSKI, pág. 38.
de que dlilerall en cuanto a los tiempos) en atribuir la primera del sin- ';1 Encontramos la información, menos sistemática, de este princi-
gul;,'" a lo lí,:ic'" y la urccra, a lo épico. Dalias añade aquí, con toda pio, en el manual de W. KAYSER, Das Sprachliche Kunstioerk (Berne,
r.izon , drarnatwiI ~ seguncla del singul.u-. Esta división es bastante atra- 1948), en el que las tres "posiciones fundamentales" (Grundhaltungen) pue-
yrnt«: pero ,;que- hacemos con el plural?
den subdividirse a su vez en lírico puro, lírico-épico, etc., es decir, (pa-
.-,;: Para los ejercicios de rvcuficac ión con los que se contraviene ra lo lírico) según la forma de enunciación o de "presentación" (Aussere
1" IlSt" de' .Jollt.:~, vcr la ora del editor en la traducción francesa de
=:
na ~()1.
simples, Seuil, /972, págs. ll-9, y T'OI)OROV. fJictionllaire, púgi-
Darbietungsform) y (para lo épico y lo dramático)
uopológico. Volvemos a encontrar
según el contenido
al mismo tiempo la tríada-dentro-
an-

de-Ia-tríada, y la ambigüedad de su postulado, modal y/o temático.


218 GÉRARD GENETTE GÉNEROS, ,;r¡POS.-, MODOS 219

que un abismo, la división fundamental, sino que, sin que-


DRAMA
rerIo, muestran la existencia de estados intermedios entre
los tipos puros, cerrándose el conjunto sobre sí mismo en diálogo
triángulo o en círculo. Esta idea, como una especie de es-
pectro de los géneros, continuo y cíclico, había sido pro-
puesta por Goethe: «Se pueden combinar estos tres elemen-
acción representación
tos (lírico, épico, dramático) y hacer variar hasta el infini-
to los géneros poéticos, y también por esta razón es muy
difícil encontrar un orden de clasificación de los elemen-
tos, ya sea uno junto al otro, ya uno tras otro. Podremos,
por otra parte, superar esta dificultad disponiendo en un Eras L ~ LIRISMO
círculo, uno enfrente del otro, los tres elementos principa-
les, y buscando ejemplos modelo de obras en donde cada narración monólogo situación
elemento predomine aisladamente. Después reuniremos
ejemplos que tenderán hacia uno u otro sentido, hasta que Este esquema pone en evidencia una asimetría descon-
por fin se haga patente la unión de los tres y el círculo se certante y, tal vez, inevitable (la cual vimos ya en Goethe
encuentre completamente cerrado 62. Esta idea ha sido re- y volveremos a encontrar más tarde): consiste en que, ~l
tomada en el siglo xx por el esteta alemán Julius Peter- contrario que en el epos y en el drama, cuyo rasgo espeCl-
sen 63, cuyo sistema genérico se fundamenta en una serie fico es formar (narración, diálogo), el lirismo se define por
de definiciones aparentemente muy homogénea: el epos es un rasgo temático: es el único que describe una, situación
la narración (Bericht) monologada de una acción (Handlung); y no una acción, y por esta razón, el rasgo co~un al dra-
el drama, la representación (Darstellung) dialogada de una ma y al epos es el rasgo temático (acción), mientras que
acción; el lirismo, la representación monologada de una si- el lirismo comparte con los otros dos géneros dos rasgos for-
tuación (Zustand). Estas relaciones se configuran, en primer males (monólogo y representación). Pero este triángulo cojo
lugar, mediante un triángulo en el que cada género fun- sólo es el punto de partida de un sistema más complicado,
damental, asociado a su rasgo específico, ocupa una esqui- que pretende, por una par~e, señ~lar en c~da extremo el
BU., y en cada uno de los lados figura el rasgo común a los lugar de algunos géneros mixtos o mt~rmedlOs, tales como
dos tipos que asocia: entre lirismo y drama encontramos el drama lírico, el idilio o la novela dialogada, y por otra,
la representación, o sea, la expresión directa de los pensa- tomar en cuenta la evolución de las formas literarias desde
mientos o sentimientos, bien del poeta o de los personajes; un Ur-Dichtung primitivo, éste heredado también de Goe-
entre lirismo y epos está el monólogo; entre epos y dra- the hasta las «formas eruditas» más desarrolladas. Esta vez
ma, la acción: . el t'riángulo llega a ser, según sugiere Goethe, una ,rueda
en la que el Ur-Dichtung ocupa el centro; los .tres gen~ros
fundamentales, los tres radios; y las formas intermedias,
las tres cuartas partes restantes, a su vez divididas en seg-
mentos de anillos concéntricos, en los que la evolución de
62 Nota al West-ostlicher Diwan, 1819, tr. Lichtenberger, Aubier- las formas se van escalonando desde el centro hacia la
Montaigne, pág. 378. Ver más adelante nota 7l. periferia 64:
63 «Zur Lehre von der Dichtungsgattungen», Festschrift A. Sauer,
Stuttgart, 1925, págs. 72-116; sistema y esquemas retornadosy perfec-
1;4 Dejo en este esquema los términos genéricosalemanes utilizados
cionadosen Die Wissenschaft van der Dichtung, Berlin, 1939, Erster Band,
págs. 119-126; cf. FUBINJ, op, cii., págs. 261-269. por Petersen, a menudo sin ejemplos, y cuyos referentesy equivalentes
220 GÉRARD GENETTE GÉNEROS, «TIPOS.., MODOS 221
Como vemos, el primer círculo a partir del centro está
ocupado por géneros en principio más espontáneos y po-
pulares, cercanos a las «formas simples» de Jolles, que Pe-
Festspiel tersen evoca explícitamente; el segundo es el de las formas
normativas; el último vuelve nuevamente a formas norma-
tivas «aplicadas», en donde el discurso poético se pone al
servicio de un mensaje moral, filosófico o de otra índole.
En cada uno de estos círculos, los géneros se escalonan, se-
gún su grado de afinidad o de parentesco con los tres tipos
fundamentales. Aparentemente satisfecho de su esquema,
Petersen asegura que éste puede servir «como una brújula
para orientarse entre las distintas direcciones del sistema
de los géneros»; más reservado, Fubini prefiere comparar
esta construcción con «esos veleros de corcho encerrados
dentro de una botella, que decoran algunas casas de Ligu-
ria», cuyo ingenio admiramos sin que descubramos su uti-
lidad. Verdadera brújula o falso navío, la rosa de los
géneros de Petersen quizás no es tan importante, pero tam-
poco tan inútil. Por lo demás, y a pesar de las pretensio-
nes expuestas, ésta no cubre en absoluto la totalidad de los
géneros existentes: el sistema de representación adoptado
no deja un espacio bien determinado para los géneros «pu-
ros» más normativos, como la oda, la epopeya o la trage-
dia; y sus criterios de definición, esencialmente formales,
le impiden cualquier distinción temática, como las que opo-
Allegorischc .Erzñhlung
nen la tragedia a la comedia o el romance al novel. Quizá
hiciera falta aquí otro compás, es decir, una tercera dimen-
sión y sin duda sería tan difícil relacionar uno con otro co-
mo las distintas cuadrículas, concurrentes y no siempre com-
franceses no siempre están claros, Uno se detestaría por traducir Ur-
Dlcht""g. Con respecto a los demás, y partiendo del epos, arriesguérno- patibles, de las que se compone el «sistema» de Northrop
n~s a traducir en la pnmera corona: balada, cuento, lamento fúnebre, Frye. Todavía aquí, la fuerza de sugestión supera en mu-
rmrno, canto coral alternado, himno, canto para bailar, madrigal, can- cho la capacidad explicativa, es decir, simplemente descrip-
to de trabaJ?, plegana, sortilegio mágico, canto épico; en la segunda:
tiva, (No) podemos (sino) soñar sobre todo esto ... Sin duda,
relato en pnrnera persona, relato de insertación, novela por entregas,
novel~ dialogada, cuadro dramático, drama lírico, idilio dialogado, diá-
es para lo que sirven los navíos en las botellas, y a veces
logo lírico, monodrama (ejern. Rousseau, Pygmalion); el Rollenlied es también, las viejas brújulas.
un ,poema lírico que se atribuye a un' personaje histórico o mitológico Pero no abandonaremos esta sección de curiosidades sin
(BERA,NGER, Les Adieux ~e Marie SI1J[¿~:, o GOETHE, Ode de Prométhée);
Ciclo lírico (?OETHE, Elegzes romr.znes), epístola, visión (Divine Comédie),
echar un vistazo a un último sistema, puramente «histórico»,
idilio narrativo, novela lírica (primera parte de Werther, la segunda des- basado en la tripartición romántica: el de Ernest Bovet, un
tacada por Petersen, de l'lcherziihlung); en la última: crónica en verso personaje muy olvidado hoy día, al que Irene Behrens no
poema didáctico, diálogo filosófico, festividad, diálogo de muertos, sá: ha pasado por alto, como hemos visto anteriormente. Su
tira, epigrama, poema gnómico, relato alegórico, fábula.
trabajo, aparecido en 1911, se titula exactamente Lyrisme,
222 GÉRARD GENETTE GÉNEROS, "TIPOS", MODOS 223
épopée, drame: une loi de l'éoolution littéraire expliquée par I'éuo- co; período épico: 1610-1715, no debido a la epopeya ofi-
lution générale. Su punto de partida es el PréJace de Cromwell, cial (Chapelain), que no vale nada, sino a la novela, que
en donde el propio Hugo sugiere que la ley de sucesión domina toda esa época y se ennoblece en ... Corneille; Ra-
Iírica-épica-dramática puede aplicarse, a este respecto, co- cine, cuyo talento no es novelesco, es otra excepción y, ade-
mo SI se tratara de una estructura en abismo, a cada fase más, su obra fue en aquel entonces mal acogida; Moliere
de la evolución de cada literatura nacional: de este modo, anuncia el florecimiento del drama, 1715-1789, caracterís-
para la Biblia: Génesis-Reyes-]ob; para la poesía griega: tico del tercer período dramático debido a Turcaret, Figaro,
Orfeo- Homero- Esquilo; para el nacimiento del clasicismo Le Neveu de Rameau. Rousseau abre el período siguiente, pe-
francés: Malherbe-Chapelain-Corneille. Para Bovet, igual ríodo lírico de la tercera era, desde 1789 hasta nuestros días,
que para Hugo y también para los Románticos alemanes, dominada hasta 1840 por el lirismo romántico; Stendhal
los tres «grandes géneros» no son meras formas (el más for- anuncia el período épico, 1840-1885, dominado por la no-
malista habrá sido Petersen), sino «tres modos esenciales vela realista y naturalista, en el que la poesía (parnasiana)
para concebir la vida y el universo», que corresponden a pierde su vena lírica y en el que Dumas hijo y Henry Bec-
tres épocas de la evolución tanto ontogenética como filo- que anuncian desde 1885 el maravilloso florecimiento dra-
genética y que funcionan en cualquier nivel de la unidad. mático del tercer período, marcado para siempre por el
El ejemplo elegido es el de la literatura francesa 65 dividi- teatro de Daudet y, por supuesto, por el de Lavedan, Bers-
da aquí en tres grandes eras, las cuales a su vez se subdi- tein y otros gigantes de la escena; la poesía lírica, sin em-
viden en tres períodos: la obsesión trinitaria llega a su cul- bargo, naufraga en la decadencia simbolista: véase Ma-
men. Pero debido a una primera alteración en su sistema Ilarmé ".
Bovet no ha intentado proyectar el principio evolutivo so~
bre las eras, sino solamente sobre los períodos. La primera
era, feudal y católica (desde los orígenes hasta aproxima- Una observación antes de concluir: la reinterpretación
damente 1520), conoce un primer período fundamentalmen- romántica del sistema de los modos en sistema de géneros
te lírico, desde los orígenes hasta principios del siglo XII: no es, ni de hecho ni de derecho, el epílogo de esta larga
se trata de un lirismo oral y popular cuyas huellas hoy día historia. Por ejemplo, Káte Hamburger, al constatar de al-
están casi perdidas; después, una era primordialmente épi- guna forma la imposibilidad de repartir entre los tres gé-
ca, desde 1100 hasta 1328 aproximadamente: canciones de neros la pareja antitética subjetividad/objetividad, he aquí
gesta, novelas de caballería; el lirismo entra en crisis el dra- que decidía hace algunos años reducir la tríada a dos tér-
ma está aún en estado embrionario; se desarrolla en ~l tercer minos: el lírico (el antiguo «género lírico», aumentado por
período (1328-1520), con los Mistéres y Pathelin, mientras otras formas de expresión personal como la autobiografía
que la epopeya degenera en prosa, y el lirismo - Villon e incluso la «novela en primera persona»), caracterizado por
es la excepción que confirma la regla-, en Gran Retóri- el Ich-Origo de su enunciación, y lajicción (que agrupa los
ca. La segunda era, desde 1520 hasta la Revolución es la antiguos géneros épico y dramático, además de algunas for-
de la monarquía absoluta; período lírico: 1520-1610: ilus- mas de poesía narrativa, como la balada), definida como
trado por Rabelais, la Pléiade, las tragedias líricas de ] 0-
delle y de Montchrestien; las epopeyas de Ronsard y de 66 Ernest Bovet enseñaba en la universidad de Zürich. Su libro
Du Bartas son abortadas o se malogran, d' Aubigné es líri- está dedicado a sus maestros Henri Morf y Joseph Bédier. Se decla-
ra antipositiva en comunión con Bergson, Vossler y (a pesar de las
controversias acerca de la pertinencia en la noción de género) con Cro-
65 La evolución de la literatura italiana, echada a perder por falta ceo Se guarda de leer a Hegel y podemos suponer, con mayor moti-
de umdad nacional, sirve como ejemplo contrario. Nada que decir so- vo, a Schelling; de esta manera la caricatura puede prescindir de mo-
bre las otras literaturas. :lelo.
224 CÉRARD CENETTE
(;(:NEROS.. :J"lPOS". MODOS 225

una enunciación sin rastro de su origen 67. Como vemos, lo sin duda será cuestionado o mal acogido debido a las
el gran excluido de la Poética ocupa aquí, bonita vengan- .onnotaciones anticuadas o molestas adheridas al término,
za, la mitad del terreno: es cierto que este campo ya no I era, a mi parecer, la práctica misma de la escritura y so-
es el mismo, puesto que ahora engloba toda la literatura, bre todo de la lectura poética contemporánea lo pone en
prosa incluida. Pero, en realidad, ¿qué entendemos hoy día 'videncia) con el antiguo concepto de poesía lírica. Dicho
(es decir, una vez más, desde el romanticismo) por poe- de otro modo: desde hace más de un siglo consideramos
sía? Pienso que, la mayoría de las veces, lo que los prerro- amo «more eminently and peculiarly poetry» ... precisa-
mánticos entendían por lirismo. La fórmula de mente el tipo de poesía que Aristóteles excluía de su Poéti-
Wordsworth 63, que define la poesía en conjunto, más o ca. Pero este vuelco absoluto no es quizás la señal de una
menos como el traductor de Batteux definía la sola poesía auténtica emancipación.
lírica, parece un poco comprometedora por la credibilidad He intentado mostrar por qué y cómo se llegó a corice-
que concede a la afectividad y espontaneidad; pero no su- bir y atribuir a Platón y Aristóteles una división de los «gé-
cede lo mismo con la de Stuart Mill, para quien la poesía neros literarios» que su propia doctrina literaria rechaza.
lírica es «more eminently and peculiarly poetry than any Sería necesario precisar, para acercarnos más a la realidad
other», excluyendo toda narración, toda descripción, todo histórica, que la atribución ha conocido dos etapas y dos
enunciado didáctico por antipoético, y decretando, de pa- motivos muy diferentes: a finales del clasicismo, procedía
so, que todo poema épico «in so far as it is epic ... is no de un respeto aún vigente, a la vez que de una necesidad
poetry at all». Esta idea, retornada o compartida por Ed- de seguridad por parte de la ortodoxia; en el siglo xx, se
gar Poe, para quien «no existe poema extenso», será, co- explica más debido a la ilusión retrospectiva (la vulgata está
mo ya sabemos, tratada por Baudelaire en sus Notices sur tan bien fijada que es difícil imaginar que no haya existi-
Poe69, con la consiguiente condena absoluta del poema do desde siempre), y también es manifiesto en Frye, por
épico o didáctico, y pasará de este modo a nuestra vulgata ejemplo, debido a un resquicio legítimo de interés por una
simbolista y «moderna» bajo el lema, hoy día un poco ver- interpretación modal -es decir, por la situación de enun-
gonzante pero siempre activo, de «poesía pura». En la me- ciación- de los hechos genéricos. (Entre las dos citadas,
dida en que toda distinción de géneros no ha desaparecido la época romántica y post-romántica se ha ocupado muy po-
aún, por ejemplo entre poesía y prosa, nuestro concepto co de mezclar a Platón y Aristóteles en todo esto). Pero el
implícito de la poesía se confunde más o menos (este pun- actual choque de estas distintas posturas -por ejemplo el
hecho de apelar al mismo tiempo a Aristóteles, Batteux,
67 KATE HAMBURGER, Die Logik der Dichtung, Stuttgart, 1957. Lo Schlegel (o, como veremos, a Goethe), a J akobson, a Ben-
q~e propone, Henri Bonnet es una bipartición comparativa: «Hay dos veniste y a la filosofía analítica anglo-americana- agrava
generas, y solo dos, ya que todo lo que es real puede ser examinado los inconvenientes teóricos, sobre los que quisiera insistir
desde el punto de vista subjetivo o desde el punto de vista objetivo ...
para terminar con esta atribución errónea o -por definir-
Estos dos géneros se fundamentan en la naturaleza de las cosas. Les da-
mos el nom?re de poesía, y novela" (Roman et Poéste, Essai sur l'esthétique la en términos teóricos- con esta confusión entre modos
des gen res, N.lzet, 1951, pags. 139-140). Para Gilbert Durand los dos gé- y géneros.
neros principales, basados en los dos «sistemas imaginarios», diurno y En Platón, y también en Aristóteles, como hemos ob-
noct~rno, son lo épico y lo lírico o místico; lo novelesco no es más que
servado, la división fundamental tenía un estatuto bien de-
un «instante», el que señala el paso del primero al segundo (Le décor myti-
que de la Chartreuse de Parme, Corti, 1961). terminado, ya que ésta se fundamenta explícitamente en
68 «Poetry is the spontaneous overflow of powerful feelings» (Pró- el modo de enunciación de los textos. A medida que se toma-
logo a los Lyrical Ballads, 1800). ban en consideración (muy poco en Platón, más en Aris-
69 STUART MILL, What is Poetry? y The Two Kinds 01 Poetry, 1833; tóteles) los géneros propiamente dichos, se repartían entre
EDGARDPOE, The poetie Principie, ed. póstuma, 1850; BAUDELAIRE, No-
tices sur Edgar Poe, 1856 y 1857. los modos en cuanto que eran reveladores de talo cual ac-
226 GÉRARD GENETTE GÉNEROS. ,;f[POS », MODOS 227
titud de enunciación: el ditirambo lo era de la narración indirectamente, y que ahora hay que considerar por sí mis-
pura, la epopeya de la narración mixta, la tragedia y la mo. Goethe opone las meras «clases poéticas» (Dichtarten),
comedia, de la imitación dramática. Pero esta relación de que son los géneros particulares como la novela, la sátira
inclusión no impedía que el criterio genérico y el modal fue- o la balada, a estas «tres auténticas formas naturales (drei
ran completamente heterogéneos y con un estatuto radical- echte Naturformen)» de la poesía, que son el epos, entendido
mente diferente: cada género se caracterizaba esencialmente como narración pura (klar erzahlende), el lírico, definido co-
por una especificación del contenido que nada señalaba mo delirio apasionado (enthusiastiscñ aufgeregte), y el drama,
acerca de la definición del modo del que dependía. La di- como representación viva (persónlich handelnde). Estos tres
visión romántica y post-romántica, por el contrario, examina modos poéticos (Dichtweisen), añade él, pueden actuar jun-
de hecho lo lírico, lo épico y lo dramático, no ya como me- tos o por separado. En la oposición entre Dichtarten y Dicht-
ros modos de enunciación, sino como auténticos géneros, tueisen se esconde con precisión la distinción entre géneros
cuya definición entraña inevitablemente un elemento temá- y modos, y está ratificada por la definición puramente mo-
tico por muy vago que sea. Lo observamos entre otros en dal del epos y del drama. En compensación, la del género
Hegel, para quien existe un mundo épico, caracterizado por lírico es más bien temática, lo cual quita pertinencia al tér-
un tipo determinado de agregación social y de relaciones mino Dichtweisen y nos remite a la noción más indecisa de
humanas, un contenido lírico (el «tema individual»}, un es- Naturform, que abarca todas las interpretaciones, y que
pacio dramático «hecho de conflictos y colisiones»; también -sin duda, por esta misma razón-e- es la más comentada
en Hugo, para quien, por ejemplo, el verdadero drama es por los estudiosos.
inseparable del mensaje cristiano; lo vemos aún en Viétor, Pero precisamente lo que importa es saber si la califi-
para quien los tres grandes géneros expresan tres «actitu- cación de «formas naturales» puede ser aplicada aún legí-
des fundamentales» 70: en el lírico, .el sentimiento; en el timamente a la tríada lírica/épica/dramática redefinida en tér-
épico, el conocimiento; en el dramático, la voluntad y la minos genéricos. Los modos de enunciación pueden, en
acción. todo caso ser calificados como «formas naturales», al me-
El paso de un estatuto al otro está ilustrado, si no vo- nos en el mismo sentido que cuando hablamos de «lenguas
luntariamente, sí claramente, en un célebre texto de naturales»: alarde literario aparte, el usuario de la lengua
Goethe 71, al que hemos vuelto a encontrar varias veces debe constantemente, incluso o sobre todo inconscientemen-
te, elegir entre actitudes de locución tales como discurso
70 «Die Geschichte literarischer Gattungen» (1931), en Geist und e historia (en el sentido benvenistiano), cita literal y estilo
Form, Berne, 1952; ver aquí mismo, págs. 490 s. Mismo término (Grund- indirecto, etc. La diferencia de estatuto entre géneros y mo-
haltung), lo hemos visto en Kayser, y la misma noción ya en Bovet, que dos se encuentra principalmente ahí: los géneros son cate-
hablaba de «modos esenciales de concebir la vida y el universo».
gorías propiamente literarias 72, los modos son categorías
71 Se trata de dos notas conjuntas (Dichtarten et Naturformen der Dich-
tung) en el Diwan en 1819. La lista de los Dichtarten, ofrecida a propósi- que dependen de la lingüística, o más exactamente, de una
to por orden alfabético, es la siguiente: alegoría, balada, cantata, drama,
elegía, epigrama, epístola, epopeya, relato (Erziihlung), fábula.iheroida,
idilio, poema didáctico, oda, parodia, novela, romance, sátira. La tra- pre en un primer plano para relatar los sucesos; nadie puede abrir la
ducción de Klar erziihlende y de persiinlich handelnde es más prudente o más boca si él no le ha dado previamente la palabra»; en ambos casos, «épi-
evasiva (<<quecuenta de forma clara» y «que actúa personalmente») en co» significa claramente narrativo.
la edición bilingüe del Diwan dada por Lichtenberger (sin el texto 72 Para ser más preciso, seguramente sería necesario escribir; pro-
alemán de las Notas), págs. 377-378; pero me parece que la interpreta- piamente estéticas, puesto que, como ya hemos visto, la realidad de gé-
ción modal está confirmada en la misma nota por las otras dos indica- nero es común a todas las artes; «propiamente literaria» significa, por
ciones: «En la tragedia francesa la exposición es épica, la parte media lo tanto, aquí: inherente al nivel estético de la literatura que ésta com-
dramática", y, con un criterio rigurosamente aristotélico: "La epopeya parte con las otras artes, como opuesto a su nivel lingüístico, que ésta
(HeLdengedicht) homérica es puramente épica: el rapsoda se sitúa siem- comparte con los otros tipos de discurso.
228 GÉRARD GENE1TE GÉNr.ROS, ,:I'II'OS", MODOS 229
antropología de la expreSlOn verbal. «Formas naturales», samente «objetiva»); y el ejemplo de W. V. Ruttkowski 7:l
pues, en este sentido relativo, y en la medida en que la len- que también puede proponer, tan razonablemente como el
gua y su uso se manifiestan como un don natural frente anterior, otra instancia suprema, en esta ocasión lo didác-
a la elaboración consciente y deliberada de las formas es- tico. Y así sucesivamente. En la clasificación de las espe-
téticas. Pero la tríada romántica y sus derivados posterio- cies literarias, como en otra cualquiera, ninguna instancia
res no se sitúan ya en este terreno: lírico, épico, dramáti- es por esencia más «natural» o más «ideal» -excepto so-
co se oponen aquí a los Dichtarten, ya no como modos de brepasando los criterios propiamente literarios, como ha-
enunciación verbal, anteriores y exteriores a toda defini- cían implícitamente los antiguos con la instancia modal-. No
ción literaria, sino más bien como una especie de archigéne- hay ningún nivel genérico del que pueda afirmarse que es
ros. Archi- porque cada uno de ellos se supone que sobre- más «teórico», o que pueda ser alcanzado por un método
pasa y contiene, jerárquicamente, un determinado núme- más «deductivo» que el resto: todas las clases, todos los sub-
ro de géneros empíricos, los cuales son evidentemente, y géneros, géneros o super-géneros son categorías empíricas,
sea cual sea la amplitud, duración o capacidad de recurren- 'establecidas por la observación del legado histórico, en úl-
cia, hechos de cultura y de historia; pero también (o ya) tima instancia -como hemos visto en Aristóteles o en
-géneros porque sus criterios de definición incluyen siempre, Frye- por extrapolación, partiendo de este supuesto, es
como ya hemos visto, un elemento temático que supera la decir, por un movimiento deductivo superpuesto a un pri-
descripción puramente formal o lingüística. Este doble es- mer movimiento todavía inductivo y analítico. Los gran-
tatuto no es privativo de ellos, ya que un «género» como des «tipos» ideales que oponemos tan a menudo 74, desde
la novela o la comedia puede también subdividirse en «es- Goethe a las formas pequeñas y a los géneros medios, no
pecies» más determinadas -novela de caballería, novela son más que clases más amplias y menos especificadas, cuya
picaresca, etc.; comedia de caracteres, farsa, vodevil, etc.- extensión cultural tiene, por esta razón, la posibilidad de
sin que ningún límite se haya fijado a priori en esta serie ser más grande, pero cuyo principio no es ni mucho me-
de inclusiones: todo el mundo sabe, por ejemplo, que la
clase novela policiaca puede a su vez subdividirse en diver-
sas variedades (enigma policiaco, thriller, policiaco «realis- 7:; Op. cit., cap. S, «Schlussforgerungeri: eine modifizierte Gattungs-
poetik».
ta» a la manera de Simenon, etc.), y es que un poco de
74 Bajo este término (LAMMERT, TODOROV, en Dictionnaire), o se-
ingenio siempre puede multiplicar las apelaciones entre la gún otra pareja terminológica: Kind/género (Warren), modo/género (Scho-
especie y el individuo, y nadie puede poner fin aquí a la les). género teórico/género histórico (TODOROV, en lntroduction a la liuérature
proliferación de especies: la novela de espionaje hubiera sido .fantastique, Seuil, 1970), actitud fundamental/género (V'iétor), g¡fnero funda-
perfectamente imprevisible para un teórico de la poética del mental, o tipofundamental/género (Petersen): y además con algunos mati-
ces, forma simple/forma actual en Jolles. La posición actual de Todorov
siglo XVIII, y otras muchas especies por venir nos resultan se aproxima más a la que estoy defendiendo: «En el pasado, se ha in-
hoy día inimaginables. En suma, todo género puede siem- tentado diferenciar, incluso oponer, las formas «naturales" de la poesía
pre contener varios géneros y los archigéneros de la tríada (por ejemplo, lo lírico, lo épico, lo dramático) y las formas convencio-
romántica no tienen ningún privilegio natural que les haga nales tales como el soneto, la balada o la oda. Hay que intentar averi-
guar en qué plano semejante afirmación tiene un sentido. Lo lírico, lo
ser diferentes. Todo lo más, se los podría describir como
épico, etc., bien son categorías universales, y por lo tanto, del discur-
las últimas exigencias de la clasificación por aquel enton- so ( ... ), bien fenómenos históricos, en los que pensal lOS al emplear ta-
ces en uso: pero el ejemplo de Káte Hamburger demues- les términos; de este modo la epopeya encarna la llíada de Homero. En
tra que una nueva reducción no está a priori descartada este caso se trata, ciertamente, de géneros; pero en el plano discursivo
éstos no son cualitativamcnte distintos de un género como el soneto, el
(al contrario, no sería una locura prever una fusión in-
cual reposa también sobre exigencias temáticas, verbales, etc.» (<<The
versa a la suya entre el lírico y el épico, dejando aparte el origir: of gerires», Neto literary History, Autumn 1976, pág. 163; el sub-
dramático, por ser la única forma de enunciación riguro- rayado es nuestro).
230 C;ÉRARD GENETTE GÉNEROS, ,¡rlPOS", MODOS 231

nos antihistórico: el «tipo épico» no es más ideal ni más na- mente que una última instancia genérica, y sólo ésta, pueda
tural que los géneros «novela» y «epopeya», y se supone que definirse por medio de términos que excluyen lo histórico:
los engloba -a menos que se le defina como el conjunto cualquiera que sea el nivel de generalidad en que nos si-
de los géneros principalmente narrativos-, lo que nos lleva tuemos, el hecho genérico mezcla inextricable mente el he-
enseguida a la división de los modos, ya que tanto el rela- cho natural y el hecho cultural, entre otros. También es
to como el diálogo dramático son actitudes fundamentales evidente que las proporciones y el tipo de relación incluso
de enunciación, cosa que no se puede decir del. género épico pueden variar, pero ninguna instancia viene totalmente da-
ni del dramático, ni, por supuesto, del lírico, en el sentido da por la naturaleza o por el espíritu, como tampoco nin-
romántico de estos términos. guna está totalmente determinada por la historia 77.
Recordando estas evidencias, a menudo mal conocidas, Así pues, hemos visto en dónde reside el inconvenien-
no pretendo de ninguna manera negar para los géneros li- te teórico de una atribución engañosa, que en principio po-
terarios toda clase de fundamento «natural" y transhistórico: dría mostrarse como un mero lapsus histórico sin impor-
considero, por el contrario, como otra evidencia (ambigua) tancia, aunque no exento de significación: consiste en que
la existencia de una postura existencial, de una «estructu-
ra antropológica» (Durand), de una «disposición mental»
Golles), de un «esquema imaginativo» (Mauron), o, como o con la Psychocritique du gen re cornique de Ch. Mauron, lectura psicoaria-
diríamos corrientemente, de un «sentimiento» propiamen- lítica de un género que nació con Menandro y la comedia nueva -Aris-
tófanes y la comedia antigua, por ejemplo, no derivan de los mismos
te épico, lírico, dramático -pero también trágico, cómico, «esquemas imaginativos»-.
elegíaco, fantástico, novelesco, etc. - 7:" cuya naturaleza, 77 Se ha propuesto a veces (así LAMMERT en sus Baujormen des Er-
el origen, la permanencia y la relación con la historia (en- ziihlens) una definición más empírica y relativa de los «tipos» ideales: se
tre otras cosas) quedan aún por estudiar 7ti. Niego sola- trataría solamente de las formas genéricas más frecuentes. Semejantes
diferencias de grado, por ejemplo, entre la comedia y el vodevil, o en-
tre la novela en general y la novela gótica, no son criticables y queda
7', Efectivamente, no creo -aunque esto ya habrá quedado muy claro que la mayor extensión histórica está en completo acuerdo con la
claro- que los tres términos de la tríada, por el hecho de ser conceptos mayor extensión conceptual. Sin embargo, hay que manejar con cau-
genéricos, sean merecedores de un orden jerárquico particular. El épi- tela el argumento de la duración: la longevidad de las formas clásicas
co, por ejemplo, no domina la epopeya, la novela, la novela corta, el cuento, (epopeya, tragedia) no ~s un indicio fiable de transhistoricidad, pues es
etc., a no ser que lo entendamos como modo (= narrativo); si lo en- preciso tener en cuenta el conservadurismo de la tradición clásica, ca-
tendemos como género ( = epopeya) y lo dotamos, como hace Hegel, paz de mantener en pie durante siglos formas momificadas. Frente a
.de un contenido temático específico, no implica lo novelesco, lo fantás- semejante estabilidad, las formas postclásicas (o paraclásicas) ponen un
tico, etc.; se encuentra en el mismo plano. gran interés en lo histórico que no es tanto asunto suyo corno de cual-
Lo mismo sucede con lo dramático respecto de lo trágico, lo córni- quier otro movimiento histórico.
ea,' etc. En el caso presente, la terminología refleja la confusión teóri- Un criterio más significativo sería el de la capacidad de expansión
ca, y la agrava: No podemos oponer en francés al drama y a la epope- (en las culturas heterogéneas) y el de la recurrencia espontánea (sin el
ya (entendidos COl11V géneros específicos más que un flaco poema lírico; apoyo de una tradición, de un revival o de una moda «retro»): de este
épico, en el sentido modal no es en realidad idiomático, y nadie podrá modo, quizá podríamos considerar que el dificultoso resurgir de la epo-
lamentarlo: es un germanismo nada fácil de acreditar; en cuanto a dra- peya clásica en el siglo XVII se da de forma inversa al retorno aparen-
mático, designa realmente, y por desgracia, los dos conceptos: el genéri- temente espontáneo de la épica, en las primeras canciones de gesta. Pero
co ( = propio del drama) y el modal (= inherente al teatro), a pesar de ante tales temas vislumbramos rápidamente lo insuficiente, no sólo de
que en el plano modal no podamos yuxtaponer nada en comparación nuestros conocimientos históricos, sino incluso y fundamentalmente de
con narrativo (el único equívoco): el término dramático queda ambiguo nuestros recursos teóricos: ¿en qué medida, de qué forma y en qué sen-
y el tercero falta por completo. tido, por ejemplo, la canción de gesta pertenece al género épico? O tam-
76 El problema de relacionar los arquetipos atemporales y la temá- bién: ¿cómo definir el épico sin hacer referencia al modelo y a la tradición
tica histórica se plantea (no digo: se resuelve) por sí mismo en la lectu- hornérica? (cf. D. POIRION,,,¿Chanson de geste ou épopée? Remarques
ra de obras como le Décor mythique de G. Durand, análisis antropológi- sur la définition d'un genre», en Traoaux de linguistique et de littérature,
co de un sentimiento novelesco, nacido aparentemente con el Ariosto, Strasbourg, 1972).
232 C;r~RARD GENETTE 233
esta atribución proyecta el privilegio de naturalidad (<<no existen géneros, por ejemplo, la novela; la relación entre
hay en esto ni puede haber más que tres maneras de re- géneros y modos es compleja y sin duda no es, como su-
presentar las acciones, etc.»), que era legítimamente el de giere Aristóteles, una relación de simple inclusión. Los gé-
los tres modos, narración pura/narración mixta/imitación dramá- neros pueden en tremezclarse con los modos (el Edipo re-
tica, en la tríada de géneros o de archigéneros, lirismo/epo- latado sigue siendo trágico), quizá del mismo modo que las
peya/drama: «no hay ni puede haber más que tres actitudes obras se imbrican en los géneros, o tal vez de un modo di-
poéticas fundamentales, etc.». Al jugar subrepticia (e in- ferente: pl':ro sabemos muy bien que una novela no es sólo
conscientemente) con los dos cuadros de la definición mo- un relato y que, por lo tanto, no es una especie del relato,
dal y de la definición genérica 78, convierte estos archigé- ni siquiera una especie de relato. Esto es todo lo que po-
neros en tipos ideales o naturales, que no existen ni pueden demos decir en este campo del conocimiento y sin duda es,
existir. En la realidad no hay archigéneros que escapen to- incluso, demasiado. La poética es una «ciencia" muy vieja
talmente de la historicidad y que mantengan a la vez una defi- y muy joven: lo poco que «sabe", quizás le vendría bien
nición genérioa ", Existen modos, por ejemplo, el relato; olvidarlo algunas veces. En cierto sentido, esto es cuanto
quería decir, y esto es también, por supuesto, demasiado.
78 El único, o casi el único, teórico moderno que mantiene (a su
manera) la distinción entre modos y géneros es, según mis conocirnien-
'tos, N. Frye (recuerdo que Scholes emplea «modo" en el sentido de «ti-
po idea]", sin ninguna mención al modo de enunciación). También bau-
tiza él con el nombre de modos lo que normalmente llamamos géneros
(mito, romance, mimesis, ironía), y por géneros lo que yo llamaría mo-
dos (dramático, narrativo, oral o epos, narrativo escrito o ficción, lírico
o cantado para sí mismo). Esta última división de Frye y sólo ésta se
basa explícitamente en Aristóteles y Platón, y se adjudica como criterio
la «forma de presentación», es decir, de comunicación con el público
(ver trad. fr., págs. 299-305, y particularmente pág. 300). C. Guillen
(op. cu., págs. 386-388) distingue tres tipos de clases: los géneros pro-
piamente dichos, las formas métricas y (remitiéndose a Frye con una
feliz sustitución de términos) los «modo, de presentación, como el na-
rrativo y el dramático». Sin embargo, añade y no sin razón, que, «al con-
trario que Frye, él no cree que estos modos constituyan el principio fun-
damental de toda distinción genérica, ni que los géneros específicos sean
formas o ejemplos de estos modos».
7'1 Esta cláusula que destaco es sin duda el único punto en el que
me separo de la magnífica crítica que hace Ph. Lejeune a la noción de
«tipo" (Le pacte aucobiographique), págs. 326-334). Pienso, como Lejeu-
ne, que el tipo es «una proyección idealizadora del género» (yo diría de
mejor grado: «naturalizada»).
Creo, sin embargo, como Todorov, que existen, digámoslo así, for-
mas a priori en la expresión literaria. Pero estas formas a priori sólo
las encuentro en los modos, que son categorías lingüísticas y preliterarias.
Sin hablar, por supuesto, de los contenidos concretos, que son también
en gran medida extraliterarios y transhistóricos. Digo «en gran medi-
da" y no «totalmente»: concedo sin reservas a Lejeune que la autobio-
grafía es, como todos los géneros, un hecho histórico, pero mantengo
(e imagino que estará de acuerdo sin dificultad) que sus realizaciones
no lo son íntegramente y que la «consciencia burguesa" no lo explica
todo.
ASPECTOS GENÉRICOS DE LA RECEPCIÓN*
WOLF-DIETER STEMPEL
Universidad de Hamburgo

Se sabe que la lingüística estructural, para constituirse


como tal ha tomado por objeto casi exclusivo de sus análi-
sis la «lengua. en tanto que sistema. La lógica de esta elec-
ción que parecía, en efecto, tener a su favor la fuerza de
la evidencia, implicaba que se pusiese en duda la legitimi-
dad de un estudio lingüístico del «habla». Y, sin embargo,
ha habido aquí y allá considerables tentativas de concebir
una lingüística del habla: si el advenimiento de la gramá-
tica generativa, en un primer momento, no ha hecho más
que confirmar e incluso consolidar la elección hecha por
la escuela estructural en nuestros días, lo que se llama a
veces una «teoría de la actuación» se ha convertido en un
amplio programa de investigaciones, cuya realización está
lejos de concitar los esfuerzos de todos los lingüistas, pues-
to que entraña, como consecuencia «<fatal» en la perspec-
tiva de unos, pero necesaria en la de otros) el cuestionarse
la identidad de la lingüística en sí misma.
En el análisis literario, lo que se ha producido, no es
xactamente lo contrario, pero es evidente que toda tenta-
tiva de sobrepasar el nivel privilegiado de la manifestación
de un texto individual para conocer las reglas de su cons-
titución suponía, en principio, una reflexión sobre el esta-
tuto de la estructura susceptible de sustentadas. Por otra
parte, si hay, en lingüística, más allá de toda querella de
.scuela, un cierto consenso en cuanto a la «regularidad» de
In gramática, parece difícil encontrarle a esta noción gene-
ral de estructura lingüística un equivalente «literario», que
pueda pretender un mismo grado de representatividad o
que responda a una misma necesidad fundamental.

Título original: «Aspects génériques de la réception», publicado en


f oPÚque 39, 1979, págs. 353-362. Traducción de María Josefa Figue-
1'01t. Texto traducido y reproducido con autorización del editor.
236 WOLF-DlETER STEMPEL ASPECTOS GENÉRICOS DE LA RECEPCIÓN 237

Si nos atenemos a los primeros reflejos de un pensa- en verdad, no carece de fundamento. En efecto, si teóri-
miento estructural en teoría de la literatura o en análisis camente es la lengua la que, en e! plano puramente lin-
de textos, se ve claramente que está lejos de verse afectado güístico, vuelve comprensible e! habla, es a partir de! gé-
por esta problemática teórica. Ésta se manifiesta, no obs- nero y de sus reglas, como e! texto se constituye en unidad
tante, en las consecuencias prácticas: nos encontramos, en convencional de la práctica social. Sería difícil negar que
efecto, frente a muchas concepciones que se distinguen unas sus reglas sean susceptibles de integrarse en conjuntos más
de otras no solamente por la terminología adoptada, sino amplios (el sistema literario de una época, el sistema de una
también y sobre todo por su enfoque estructural. Así J. poética general). Se trata, sin embargo, de un aspecto que,
Tynianov, en una perspectiva anclada en el problema de visto el estado actual de las investigaciones en e! dominio
la evolución literaria, reúne en orden jerárquico el «siste- de la teoría de los géneros, encontraría alguna dificultad
ma" del texto, el «sistema" del género y el «sistema" de la en ser precisado.
totalidad de los géneros (<<sistema literario») de una deter- No se trata de subestimar los resultados de un. buen nú-
minada época '; pero se deberá señalar que lo que aquí es mero de estudios sobre e! género, publicados estos últimos
llamado sistema se reduce esencialmente a la correlación años, sino afirmar que su mérito consiste sobre todo en ha-
de miembros de un conjunto, de modo que la oposición cernos ver la gran complejidad del problema general '. Esta
entre sistema y realización no se ha tomado en considera- complejidad resulta, en parte, del hecho de que, tarde o
ción. Ésta, en cambio, es aprovechada en el estudio que temprano, nos encontramos en la necesidad de hacer fren-
V. Propp ha consagrado al cuento folklórico ruso, pero se te a cuestiones de orden teórico cuyo alcance parece reba-
sabe que este sabio, que puede pasar por el padre del aná- sar los límites del dominio de referencia. Para no dar más
lisis estructural del relato, no se ha inspirado en un mode- que un sólo ejemplo de esto (y es lo primero que retendrá
lo lingüístico, sino en el pensamiento morfológico de Goethe nuestra atención): cualquiera que se asome al problema de
que, en la misma época y bajo el impacto notable del gel- la definición de un género histórico tendrá interés en pro-
tastismo, ha dado vida en Alemania a una serie de estu- nunciarse sobre el estatuto del texto literario. Esta afirma-
dios del género de tendencia estructural (A. Jolles, G. Mü- ción puede parecer trivial, puesto que, ya lo hemos visto,
ller}". desde el momento en que se recurre a una dicotomía de
Si se hace abstracción del estructuralismo literario y es- tipo lengua/habla, el texto individual se presenta mal que
tético de la escuela de Praga, no habrá inconv~nte en bien como perteneciente a la categoría de lo realizado (de
señalar que, independientemente de la terminología emplea- lo manifestado, de lo concreto, etc.). Y si hay diferencia
da (bastante extraña por otra parte en el caso de J olles) , entre el sistema y su realización (diferencia sobre la cual
la idea de estructura se identifica con preferencia, en este está centrada la concepción formalista de la evolución lite-
primer período, con la instancia de género. No nos asom- raria), la analogía no se encuentra comprometida, en mo-
braremos, pues, de ver después a los autores servirse de do alguno, pues ocurre lo mismo con el uso no literario de
'. la dicotomía saussureana lengua/habla para ilustrar la re- la lengua: se admite que es precisamente por esta diferen-
lación entre texto y género correspondiente 3. La analogía, cia por lo que evoluciona una lengua natural.
Y, sin embargo, esta analogía es engañosa. Quizá no
I Cf. "Das literarische Faktum» y "Über die literarische Evolution»,
en Texte der russischm Formalisten 1 (ed. J. Striedter), Munich, Fink, 1969. hay inconveniente en utilizada cuando se trata de textos
2 Ver K. W. HEMPFER, Gattungstheorie, Munich, Fink, 1973, pági- no literarios; en literatura, las cosas se revelan mucho más
nas 30-35.
:1 Cf., p. ej., M. GI.OWINSKI, "Die literarische Gattung und die 4 Ver, para esto, el estudio de M. CERVENKA, Der Bedeutungsaujbau
Probleme der historischen Poetik», en Formalismus, Struckturalismus, und des literarischen Weks, Munich, Fink, 1973, págs. 18 y SS., Y mi intro-
Geschichte (ed. A. Flaker y V. Zmegac), Kronberg, Scriptor, 1974, ducción «Zur literarischen Semiotik Miroslav Cervenkas», ibid., pági-
págs. 174 y SS.; K. W. HEMPFER, op. cit., págs. 222 y ss. nas XXVI y ss.
238 WOLF-DIETER STEMPEL ASPECTOS GENÉRICOS DE LA RECEPCIÓN 239
complicadas desde el momento en que se toma en consi- del o lingüístico mismo lo que resulta problemático. Vol-
deración la importancia que, en la concepción de diferen- vamos al texto: si se quiere admitir que es la realización
tes escuelas, se le concede a la instancia del lector. No me de un género, ¿cómo concebir el estatuto estructural de esta
detendré en la traducción de la hermenéutica, recuperada realización, que es, además, una especie de «singulari--
en Alemania por H. G. Gadamer y desarrollada notable- zación»?
mente por H. R. Jauss, quien tiene el mérito de asomarse Conviene recordar una diferencia fundamental que dis-
al problema del entendimiento de los textos y poner en evi- tingue la descodificación de un texto literario de la que
dencia las condiciones históricas a las que está sometido. acompaña a la comunicación cotidiana. Si ésta se sirve de
Partamos, más bien, de la concepción de la escuela de Praga un lenguaje referencial para atender un fin práctico que se
que, por su conceptualidad más rica, se presta mejor a nues- sitúa más allá de la manifestación lingüística (de aquí, el
tra discusión. Bastará con referimos a dos principios de esta postulado -en cierta medida- técnico d~ l.a univoci~ad
escuela que, ambos, conciernen precisamente al estatuto del del mensaje), la obra literaria, con referencialidad esencial-
texto literario. mente debilitada y emancipada de toda coerción de orden
En la teoría de la estética literaria tal como ha sido de- práctico, no tomará carta de naturaleza más 9ue en un ~la-
sarrollada por J. Mukarovsky y sus discípulos, la obra li- no simbólico. En otros términos: el mensaje een sentido
teraria no se ve como una unidad, sino que se encuentra amplio) del texto literario cobra, en la perspectiva de la r~-
dividida en dos estados: primero el «texto-cosa», o «el ar- cepción, el aspecto de un modelo, de un «modelo de reah-
tefacto» que representa la obra en su aspecto exclusivamente dad» como se ha dicho alguna vez. Hasta tal punto que,
material y virtual; a continuación, el «objeto estético», pro- teóricamente, todo este proceso de «singularización» cre-
ducto de la «concreción» de la obra por el lector que, de ciente que acompaña la génesis de la obra, puede ser re-
conformidad con las normas (o «códigos») de su época, le presentado, desde el punto de vista de la recepción, como
ha atribuido un sentido. Aunque se añada que hay algún la elaboración cada vez más precisa de un modelo que, fi-
autor que pone este desdoblamiento teórico de la obra li- nalmente, se actualiza por el acto de la concreción. No es,
teraria en analogía con la dicotomía lengua/habla ea saber, pues, sino en virtud de este acto final, como podemos atri-
R. Wellek), se ve inmediatamente que será por lo menos buirle el estatuto teórico del habla; y si se ha podido estar
difícil mantener sin más la visión simplista que interpreta en desacuerdo sobre el estatuto correspondiente del arte-
el género como lengua y el texto como habla. Pues, desde facto, no parece haber sid? puesto en duda el. de la con~
el momento en que se adopte esta perspectiva, estamo~bli- creción. Sin embargo, todo mduce a pensar que mcluso aqm
gados a atribuir al texto un doble estatuto: dado que aho- tendremos que volver sobre la analogía en cuestión.
ra es la concepción la que toma el estatuto de habla, el Vamos a pasar rápidamente sobre un primer hecho que
texto, aunque «realice» el género histórico correspondien- se sitúa más bien al margen del problema. Existe una for-
te, se presenta en relación a aquélla como una estructura. ma de concreción que escapa a la clasificación que hemos
Por otro lado, es evidente que este desdoblamiento no de- descrito, dado que el aspecto «habla» se encuentra, por de-
bería detenerse allí, puesto que es posible mirar el género cirio así, en suspenso. Toda ejecución de una obra litera-
histórico como una realización del sistema literario de la ria destinada a la representación (pieza de teatro, pero tam-
época, el cual, por su parte, podría ser puesto en análoga bién recitación) es el producto de una concreción que, sin
relación con un sistema de invariantes. embargo, debido a su carácter ambiguo -es a la vez re-
Lo que inquieta un poco en esta manera de ver las co- cepción y producción- conserva en principio el aspecto ge-
sas no es primeramente la imposibilidad en que se encuentra nérico del texto, aspecto que no se resuelve más que en la
de decir nada más concreto acerca de esta organización je- recepción por parte del público. En este caso, nos las he-
rárquica; es, ante todo, sospechamos, la analogía con el mo- mos de ver con un desdoblamiento de la concreción que
240 WOLF-DIETERSTEMPEI. ASPECTOSGENÉRICOS DE LA RECEPCIÓN 241

no invalida para nada el estatuto que se le ha querido re- en concederle la misma importancia al polo de la recep-
conocer, puesto que éste puede ser reencontrado en el ac- ción. En efecto, de sobra sabemos que la literatura de van
to final de la recepción. guardia de la época moderna no ha cesado de desconcertar
Digamos enseguida que no se puede tratar aquí de re- al público que, ante e! impacto de creaciones con frecuen-
tomar el problema general de la concrecion cuya discusión, cia «extrañas» 8, ha tenido alguna dificultad para encontrar-
inútil es decido, sobrepasaría con mucho el cuadro de este se en su papel del destinatario. Pero si el contacto se ha
estudio. En las pocas notas que van a seguir, nos referi- restablecido, es que se ha podido establecer una mediación
mos una vez más a la escuela de Praga, especialmente a entre e! producto artístico y el mundo de la experiencia del
la indagación semiótica que M. Cervenka S, tras las huellas receptor. Pues cualquiera que sea el cambio que la confi-
de J. Mukarovsky, ha retomado en un estudio reciente 6. guración semiótica del texto es susceptible de sufrir, su fun-
Se debe a Mukarovsky la frase luminosa que dice que «la cionamiento exige la sanción de la recepción que, a través
función estética transforma todo aquello que toca en sig- de un juego de correspondencias secretas, pone en comu-
no» 7. Esta frase es importante no solamente porque sub- nicación el texto con el mundo del que lo lee.
raya el estatuto particular que adviene a la semiótica en Volvamos a la concreción y tratemos de ser un poco
estética, sino también porque da a entender que este esta- más precisos. Se admite generalmente (es incluso una con-
tuto se define por la relación que e! arte mantiene con la ditio sine qua non de la teoría de la recepción) que toda con-
realidad. No es que ésta sirva de soporte referencial a la creción, bien sea contemporánea de la producción de! texto
producción de los signos estéticos: son los propios signos o que se produzca en una época ulterior, no sabría actua-
los que, por medio de la recepción, se prolongan en la rea- lizar la totalidad de las fuentes que se supone que ofrece
lidad, en e! sentido de que ellos proyectan en ella sus refe- un texto dado. Es, pues, siempre selección en relación con
rentes. Dejando de lado la estructuración de los signos en el potencial semiótica del artefacto, y es, al mismo tiem-
e! interior de la obra, no se tardará, pues, en atribuir a po, limitación, puesto que permanece sometida al extenso
los principales complejos semióticos que en ella se encuen- sistema de los códigos colectivos (códigos lingüístico, lite-
tran representados (tales como personajes, acción, medio, rario, sociocultural, etc.) que defienen la situación históri-
etc.) la cualidad de signos icónicos. Así pues, se puede ca del receptor9 Nada impide hablar en este caso de un
sostener que esta iconicidad, soportada como está por la condicionamiento «genérico» de la concreción, puesto que
intencionalidad radical que atraviesa la obra entera, ~e afir- los supuestos que la ordenan en el punto de partida se arti-
ma en la experiencia estética que, a su vez, repercutirá fi- culan en un nivel más general que e! que se introduce en
nalmente en la experiencia general del lector. I forma de convenciones en la constitución de un género his-
Si se adopta esta visión (se la encuentra, por otra par- tórico. Podemos, sin embargo, preguntarnos si no se trata
te, en estudios recientes centrados en e! problema de la re- de un aspecto puramente formal en el sentido de que la
cepción), no será abusivo invocada en el plano histórico. «genericidad» no se ligaría sino a las condiciones históri-
No cabe duda, por ejemplo, de que el fin de la tradición cas de la concreción, mientras que su producto (es decir,
mimética representa, en la historia de la producción lite- en la terminología de Praga, el «significado», que la escuela
raria de Occidente, un giro decisivo; pero debemos dudar atribuye al artefacto, que se constituye así en «objeto esté-

8 Se recordará que una clasificación análoga, que en cierto modo


,. Ver M. CERVENKA, op. cü., pág. 19. retorna la tradicional calificación del discurso literario como «metafóri-
(; Citado supra (ver nota 4). co», se vuelve a encontrar también en otras concepciones semióticas,
7 «Der Standort der asthetischen Funktion unter den übrigen Funk- por ejemplo, en las de Ch. Morris y Y. Lotman.
tionern», en J. MUKAROVSKY, Kapitel aus der Asthetlk, Francfort, Suhr- 9 Cf. M. CERVENKA, op. cit., págs. 20-26. ~Se descuidarán aquí las
kamps, 1970, pág. 128. restricciones de orden psico-físico que añade Cervenka.
ASPECTOS GENÉRICOS DE LA RECEPCIÓ 243
242 WOLF-DlETER STEMPEL

tico») sería algo único. Notemos, sin embargo, que según su composición pueden estar por su dependencia de un gé-
la concepción de Mukarovsky, el objeto estético radicaba nero determinado, es por ello menos cierto que, de una ma-
en la «conciencia colectiva». Era sin duda una hipótesis poco nera general, su manifestación no se agota en esta relación.
clara que se ha criticado con razón. No obstante, hay ra- Señalemos, sin embargo, que esta manifestación está es-
zones para admitir que la concreción, lejos de borrar el la- tructurada en sí misma en el sentido de que el texto pro-
do genérico del significado que produce, por el contrario, duce su propio código. Pero no es.necesario atenerse a esta
lo pone de relieve. estructuración para ver que la dificultad que puede susci-
Ya hemos dicho que, en razón de su estatuto semióti- tar esta cuestión de la forma no existe más que en aparien-
co especial, el «mensaje» del texto literario, por muy par- cia. Sin duda, es preciso reconocer que la particularidad
ticular que pueda parecer desde el punto de vista de su cons- de la manifestación no es, en realidad, sino la condición
titución sintagmática, toma una dimensión paradigmática; y el punto de partida del proceso semiótico del que hemos
de aquí que se le haya reconocido el estatuto de «mode- visto la potencia genérica. No se encuentra borrada por el
lo» 10. Ahora bien, es evidente que la concreción, aun hecho de que su carácter sea ocasional, sino que es tras-
adaptando este modelo a las condiciones que subyacen en cendida siempre por el efecto de sentido que está llamada
la recepción, no cambia nada su estatuto, pues si llega a a producir.
actualizarlo, no será apenas a base de la identificación de Diremos, pues, a guisa de síntesis, que, vista a esta luz,
determinado elemento del texto (personaje, época históri- la recepción de un texto literario, si aceptamos identificar-
ca, etc.) con algún dato del mundo extra-literario, procedi- lo con la concreción y la actualización, es esencialmente un
miento que, en todo caso, se puede considerar inadecua- proceso genérico yeso en un doble sentido: en relación con
do, dado que una identidad tal será siempre engañosa. Es las condiciones a las que se vincula (condiciones de las que
el modelo entero el que la actualización pone en relación dependen tanto su constitución como su cumplimiento) y
con ciertos datos genéricos de la época abriendo así el ca- en relación con su resultado, es decir, con el modelo en el
mino a su explotación o, en términos de hermenéutica, a cual desemboca. Es este segundo aspecto el que, sin du-
su «aplicación». Añadamos que esta actualización puede fal- da, interesa más puesto que está relacionado con el acto
tar; es el caso de textos (de «clásicos», por ejemplo) que, mismo de la recepción. Se puede, pues, avanzar que esta
en una época ulterior, se quedan sin público 11. Se podrá, recepción literaria es, en último análisis, la experiencia de
entonces, hablar de «recepción cero», puesto que s\rata la producción semiótica de una nueva configuración gené-
de un fenómeno tan genérico -si bien a título nega ivo- rica. Es también por intermedio de esta configuración co-
como la recepción efectiva. mo el arte, por decirlo así, se incorpora a la vida.
Si se puede avanzar que la concreción realiza, por de- Hasta aquí no hemos dedicado una atención particular
cirlo así, el estatuto paradigmático del mensaje, no olvide- a los géneros literarios. Sería ciertamente una equivocación
mos, por otra parte, que se realiza a través de la experien- no prestarles atención en el contexto de esta exposición.
cia de la forma particular en la cual el texto se presenta. Desde hace tiempo, se ha reconocido la importancia del pa-
Pues por muy prefigurada que esta forma y la manera de pel que los géneros están llamados a desempeñar en la re-
cepción, papel que no es manifiesto cuando se habla muy
someramente, como nosotros lo hemos hecho, del «código
Ver. M. CERVENKA,
10 op. cit., págs. 20-22.
literario» de una época. Según la opinión general, el géne-
Parece preferible hablar en este contexto de «actualización» por-
11

que se puede imaginar muy bien una concreción (forma de un análisis ro histórico se puede considerar como un conjunto de nor-
"profesional» o escolar por ejemplo) que no realice la recepción más que mas (de «reglas de juego», como también se ha dicho) 12
en su parte, digamos, técnica. En otros casos, sin embargo, la actuali-
zación falta simplemente porque la lectura ha sido abandonada, es de-
cir, la concreción no ha sido más que iniciada. 12 Cf. K. W. HEMPFER, op. cit., pág. 223.
244 WOLF-DIETER STEMPEL ASPECTOS GENÉRICOS DE LA RECEPCIÓN 245

que informan al lector sobre la manera cómo deberá com- que, a continuación, son subdivididos a base de su mani-
prender el texto; en otros términos: el género es una ins- festación en la historia de la literatura (inglesa, de prefe-
tancia que asegura la comprensibilidad del texto desde el rencia). Lo que importa en esta aproximación, es que se
punto de vista de su composición y de su contenido. No piensa que la constitución de estos diferentes modos de lo
es éste, sin embargo, el aspecto del problema que intenta- Iiccional repercute sobre la recepción por parte del lector
mos retomar aquí, sino otro, de un interés más general, n el sentido de que le ofrece un punto de vista sobre su
que nos permitirá completar las consideraciones prece- propia situación y le inducen a interrogarse sobre su pro-
dentes. pia vida. Así, por ejemplo, en el relato «sentimental» (el
Empecemos por una advertencia que se impone, dada «sentimiento» es aquí un modo, digamos, de transición, en-
la perspectiva de esta exposición. La escuela de Praga, a tre la «historia» y el romance) los personajes nos invitan
la que debemos reflexiones profundas sobre la función se- a aspirar a sus virtudes no heroicas; los de la comedia «tie-
miótica de la obra literaria, no se ha asomado al problema nen debilidades humanas que nosotros también podemos
de los géneros o, al menos, no ha proporcionado, en este intentar corregir» (pág. 511), etc.
dominio, estudios teóricos de importancia. Partiendo de la Es posible que no nos equivoquemos al decir que esta
concepción semiótica de esta escuela, es, en efecto, difícil manera de ver las cosas reclama la crítica sobre varios pun-
llegar a resultados llamativos. Es, en todo caso, una direc- los. Resulta particularmente enojoso que la demostración
ción de investigación que en el contexto de esta indagación, parezca estar centrada en la evolución histórica de la lite-
no parece imponerse particularmente 1:'. Vamos, pues, a ratura de siglos pasados. Y esto, desde el principio, es de-
retomar la cuestión de los géneros por otro cabo, sin per- -ir, ya en la parte teórica. Pues, no se ve cómo llegar de
der de vista, no obstante, la orientación general que he- tro modo a calificar la relación entre el mundo ficcional
mos seguido en la primera parte. y el de la realidad según un criterio cualitativo tan elemental
En un estudio reciente, R. Scholes se ha propuesto de- (mejor/peor) y se vacilará, sobre todo, al hablar de una re-
sarrollar una teoría capaz de dar cuenta de la organización lación de «igualdad» entre estos dos mundos. Por otra parte,
genérica de la ficción literaria 14. En el contexto presente admitir un efecto moralizador de la comedia es conformarse
no hay lugar para pararse a considerar los resultados de demasiado rápidamente con la definición de género tal co-
esta empresa ni incluso el método seguido. Lo que retiene mo se la encuentra en los tratados de poética o en las doc-
nuestra atención es el punto de partida, puesto que está cen- trinas de ciertos autores de épocas pasadas ...
trado en la relación existente entre el mundo ficcional y el Y, sin embargo, podemos adherirnos a la opinión de
mundo de lo «real». En la idea de Scholes, todas las obras G. Genette que, refiriéndose a otro aspecto del estudio de
de ficción pueden reducirse a tres «modos» básicos «<~o- chales, ha dicho que es «difícil no encontrar en él ningu-
do» equivale aquí a «tipo ideal») que corresponden a tres na inspiración» "'. N o insistamos en lo que la taxonomía
formas de la relación en cuestión. Así, el mundo ficcional n sí misma tiene de dudosa, ni sobre la visión un poco
puede aparecer, con relación al mundo de la experiencia simplista de los efectos que se piensa que los modos pro-
como: a) mejor, b) peor, y c) como su igual. De aquí, la ducen en el lector; confesemos que, aun criticándola, no
identificación de estas tres posibilidades con, respectivamen- sabríamos reemplazarla por afirmaciones más matizadas,
te, los modos llamados «romance», «sátira» e «historia», más adecuadas, en suma. Sea lo que sea, poner los modos
de la ficción en relación no solamente con determinada ac-
13 Ver, por ejemplo las notas que M. Cervenka ha dedicado a los utud del público (que podría aún, en rigor, situarse en la
géneros literarios (op. cit., págs. 144-151). línea «temor y piedad»), sino también con ciertas prolon-
11 Aparecida en el extracto de su libro Structuralism in Literature
(1974), en Poétique 32 (1977), págs. 507-514 (<<Losmodos de la ficción»),
véase supra. le, Ver su artículo «Genres, types, modes» en Poétique 32, pág. 409.
246 WOLF-OIETER STEMPEI. ASPECTOSGENÉRICOS DE LA RECEPCIÓN 247
gaciones que son susceptibles de tener en el mundo de la ción de algunas de estas cualidades. Nada más natural en-
experiencia es, sin duda, una idea interesante que vamos tonces que pensar en el género literario como una especie
a retomar porque se aproxima a la perspectiva que hemo de dispositivo destinado a regular la investidura de una o
tratado de esbozar más arriba. varias de estas cualidades con vistas a la función que se pien-
Señalemos primeramente que todo estudio de un pro- sa están llamadas a ejercer en la recepción. Y no se puede
blema de género implica en principio una refle'xión sobre dejar de ver la ventaja que supone establecer tal relación,
algunas cuestiones fundamentales tales como la relación en- pues no estando las «cualidades metafísicas» limitadas al ar-
tre lo universal (o lo general) y lo histórico (de cuya defi- te, puesto que se vinculan también a ciertas experiencias
nición depende el juicio sobre toda una serie de cuestione de la vida cotidiana, no habría ningún inconveniente en
más especiales), el estatuto del género, etc. No queremo colocarlas entre esos principios o factores que son la base
renunciar a ellas completamente, pero como la problemá- de esta ósmosis secreta que conecta el arte a la vida y la
tica que va a ocuparnos es bastante compleja, no será po- vida al arte. Y, como en la vida diaria las cualidades en
sible conferir un carácter ni siquiera un poco sistemático cuestión no tienen la costumbre de manifestarse con fre-
a las breves apostillas que van a continuación. Por lo de- cuencia, es, en efecto, el arte el que viene a suplir esta fal-
más, se verá que en el nivel en que intentamos retomar ta, poniendo en evidencia lo que, en la vida, no es a me-
a la idea de Scholes, se borra (una vez más) lo que se ha nudo más que un débil reflejo IR. Se ha querido insistir,
llamado muy someramente el problema de los géneros de- en estos últimos tiempos, en la necesidad de sancionar los
trás del problema de lo genérico. conceptos de género en la práctica social. Pues bien, pare-
Hay razones para admitir que la noción de «modo», qu ce mucho más «realista» admitir que el escritor busca lle-
comienza a introducirse en la discusión, encontrará un lu- gar a su lector por tal «modalización» que hacerle comen-
gar, aunque en el momento actual su acepción varíe se- zar por la opción de tal «situación de enunciación» (en la
gún los autores 16. Si nos referimos al empleo que de ella terminología de G. Genette, los «modos» narrativo, dra-
ha hecho Scholes, no será, sin embargo, sin dar a los «mo- mático y otros) 19, lo que equivaldría, en esta misma pers-
dos» un sentido aún diferente, procedimiento ciertamente pectiva, a hacer proceder el objetivo de su realización.
perturbador, pero que entendemos justificable. En efecto, Las cosas, hay que confesarlo, no son tan simples. Evi-
supuesto que se trata de las «modalidades» de la recepción tamos, en primer lugar, abordar la cuestión de la institu-
y de sus repercusiones en el mundo de la experiencia del cionalización de nuestros modos, empresa dificultosa y de
lector, puede parecer razonable considerar las p~imeras éxito incierto. Digamos solamente que, en el plano teóri-
como funciones de algunos principios organizadores d~,,«mo- co, esta institucionalización comienza por el mismo hecho
dos» (estamos tentados de decir «rnodalizantes»), de cuali- literario. La moda del ready made, que, en los años sesenta,
dades, en fin, que son puestas en práctica para condicionar ha producido ejemplos en literatura (<<textos»alemanes de
de una manera o de otra al receptor. De aquí, a tomar en Peter Handke, entre otros) puede ser interpretado como ac-
cuenta las «cualidades metafísicas» de R. Ingarden (lo su- ción de evidenciar el modo estético en tanto que condición
blime, lo trágico, lo grotesco, lo incomprensible, etc.) 17 no fundamental de esta experiencia particular de cualidades
hay gran trecho y esta aproximación parece tanto más se- metafísicas que es la literatura. A continuación vendría el
ductora cuando se conoce la historia de la institucionaliza- turno del modo general de la ficción, etc. Por otra parte,
nos equivocaríamos si quisieramos buscar esta institucio-

16 Cf en el artículo de Genette la nota donde compara su termi-


nología con la de Scholes (pág. 421, n. 78). IR Ver las bellas páginas que Ingarden ha dedicado a este aspecto
17 R. INGARDEN, Das literarische Kunstwerk, Tübingen, Niemeyer, (Ioc. cit).
2a edición, págs. 310 y ss. 19 Art. cit., pág. 394
248 WOLF-DIETER STEMPI':I \SPECTOS GENI~RICOS DE LA RECEPCiÓN 249
nalización sólo del lado de la producción literaria: no es s - Ira entender, los modos. Pero hay más: ¿cómo pensar esta
guro que un espectador que asisre en nuestros días a Irl relación?
representación de una tragedia griega «realice» precisamente Es evidente que los modos, para poder ser percibidos,
la cualidad de «lo trágico» y no la de «lo extaño», o incluso .xigen su manifestación bajo una forma u otra. Se debe-
«lo grotesco» o lo que sea. Es que la relación modo asumi- rá, pues, admitir que forman parte del conjunto significante
do/experiencia está sometida a los cambios históricos de del texto que está sometido a la concreción, lo que equiva-
donde proviene una eventual disimetría del modo asumi- le a decir que se realizan siguiendo los supuestos de los có-
do y del modo de la recepción. digos históricos (códigos lingüístico, literario, sociocultural,
,Lo que crea problema en esta indagación es otra cosa. .tc.) que están en la base de la concreción y de la actuali-
Sena despachar demasiado pronto la tarea pasar de los mo- zación que de ellos resulta 20. Es, pues, a partir de esta
d~s a las «modalidades» de la recepción, como si el texto realización cómo los modos van a proyectarse en la expe-
mismo no fuera más que un simple soporte material de este riencia del, lector convirtiéndose de alguna manera en ac-
tránsito. No olvidemos lo que hemos dicho al respecto de titudes.
la recepción del texto literario. Ahora bien ¿cómo conci- No olvidemos, por otra parte, que el texto, en tanto que
liar el aspecto de los modos con lo que hemos llamado la »cpresión, no recibirá su investidura, sino a condición de
producción de una nueva configuración genérica? Afirmar que se le atribuya un estatuto genérico, es decir, de cons-
que ésta se produce a base del modo o de los modos no tituirse en modelo de la realidad. En consecuencia, se puede
es, quizás, completamente falso; pero es a ciencia cierta im- adelantar que el funcionamiento de los modos se hace a base
posible iden~ificar esta configuración que la concreción pa- de este modelo y no del modelo de la expresión.
rece producir con la representación de los modos que sus- Se trata aquí, sin duda, de una diferencia esencial que
tentan el texto en cuestión, así corno es imposible pensar distingue la manifestación literaria de las «cualidades me-
que se ago~a en ellos. Forzoso nos es, pues, reconocer qu tafísicas», de su aparición en el mundo extra-literario. Pe-
hay una cierta brecha entre la teoría de los modos tal ro se puede ver también que la forma de esta manifesta-
corno acabamos de esbozarJa y la manera en que hemos .ión se debe precisamente a la imposibilidad de concebir
a??rdado la r,ecepción. Pues es ahora visible que, no ate- los modos independientemente de su relación profunda con
mendonos mas que a los modos, se encuentra una cierta la vida.
dificultad para sobrepasar el nivel de la inmanencia del he- Esta relación, que, en principio, es inevitable y eter-
cho literario en el sentido de que la recepción, en e~~e ca- na, varía, no obstante, según los modelos, es decir, según
so, se reducirá más o menos a los efectos que los modos la representación que le sirve de base. Pero sostendríamos
producen. En cuanto a su relación con el mundo de «lo de buen grado aquí que los extremos se tocan, si por «ex-
real», vendríamos obligados a verlo desde el punto de vis- tremos» se entiende, por una parte, la representación de
. s elementos que se tornan de la realidad inmediata del
ta de la. comp.ensación que la literatura puede ofrecer: con-
I cceptor y que responden a leyes de la experiencia y, pOI
secuencia enojosa por muchas razones. Ahora bien, si, como
he,mos afirmado, hay razones para admitir que la recep- otra, una configuración que se sitúa más allá de toda «ve-
Clan no carece de repercusión en la experiencia del re- r similitud»: lu mismo que en el prirr.cr caso ~: modelo se
ceptor (punto de vista que ha vuelto a ganar importancia hace cargo de estos elementos, en el segundo no hay con-
e? algunos estudios recientes de la ficción literaria, espe- 'reción, sino por la relación, por indirecta o directa que sea,
Clalm~~te en los de W. Iser, sin olvidar a R. Scholes), una de lo que se dice en el texto y de lo que, en el mundo real,
refle~~on en este,sentldo saldr~a ganando, de ser puesta en
~elac~on con algun elemento situado, por decirJo así, en el 20 Quizás será más exacto aproximar los modos de la actualización'
mterior del proceso literario. En esto consistirían, a nues- V\T supra, nota 11. '
250 WOLr-DIETER STEMPEI. ASPECTOS GE ÉRICOS DE LA RECEPCIÓN 251

puede ser objeto de nuestras sensaciones de nuestros sen- interesante. Por lo que hace al discurso de la poesía pro-
timientos, de nuestros temores y deseos: Lo que el texto piamente dicho, es más bien raro que no se haya hecho caso
no podría desmentir es el destino final que el lector le tie- le todos los fenómenos que se pueden poner en relación
ne que atribuir obligatoriamente: ser un acto de lenguaj .on la función «estética» del lenguaje y que, de una mane-
y, por tanto, ser portador de un mensaje. ra general, no carecen de repercusión en la sensibilidad y
.. ~e podrá, pues, decir, a guisa de síntesis de esta expo- la actitud del receptor (hechos de semejanza, de iconicidad,
SIClOn,que los modos se evidencian a través de los mode- .tc.). Y, sin embargo, deberemos dudar en dar a estos fe-
los, pero que lo contrario no es menos cierto, dado que no nómenos el mismo rango que a los modos. Pues, conside-
podemos reducir los modelos a esta función instrumental. rándolo con rigor, no hay diferencia esencial entre una
Si admitimos que están al servicio del conocimiento ten- poesía y, por ejemplo, un cuento, una novela, etc. Y si no
dremos que admitir que la función epistemológica n; pue- .stá fuera de lugar insistir acerca de la participación indis-
de ser pensada sino a base de una investidura modal. Lo pensable de los modos en la recepción de los textos de la
genérico del modelo y del modo, complementarios en su segunda categoría, estamos igualmente obligados a hacer
manifestación, son, pues, solidarios el uno del otro por su tro tanto en el caso de los textos llamados poéticos. Es cier-
función. to que las particularidades que se pueden encontrar en ellos
Quizás, no sea útil insistir en esta solidaridad. De un dependen en última instancia de algunas cualidades mo-
modo general, se puede señalar que en las teorías que bus- dales, pero no se trata sino de articulaciones muy incom-
can dar cuenta del funcionamiento del texto literario el pletas que están lejos de traducir la investidura modal en
aspecto modal (tal como nosotros lo hemos concebido) se lodo su alcance. Es demasiado pronto para decir algo más
encuentra frecuentemente desatendido por más que se abor- preciso sobre la forma de esta investidura; no cabe duda
de la proble~ática que recubre. Así, por ejemplo, haya de que varía según la categoría del modo y es evidentemente
veces tendencia a establecer una relación de causa a efecto quí donde reside la diferencia que se cuestionaba. Sea lo
entre ciertas propiedades semánticas de la obra y la activi- que sea, una vez que se ha reconocido la importancia teó-
dad del lector: por el hecho de su contenido ambiguo, fre- rica del aparato modal, parece lógico admitir que, en prin-
cuentemente indeterminado y, de alguna manera, «incom- ipio, sustenta la obra literaria en su totalidad. En él radi-
pleto», ~e supone que el texto desata, del lado del lector, a una condición esencial de todo acto de recepción.
una sene de operaciones con vistas a fijar su mensaje, a
hacerlo más preciso, más completo, más vivo en fih.
Se. trata aquí, ciertamente, de una actividad que ~e-
de cahficarse de estética, pero parece difícil fundamentar-
la únicamente en un criterio de orden semántico. Pues si
es cierto, como se ha dicho, que el lector sale a la búsque-
da de un sentido simplemente porque piensa que toda obra
ofrece alguno, hace falta también que tenga interés en ello.
Se puede, en efecto, imaginar muy bien un texto cualquiera
que presen.te todas las propiedades sernánticas requeridas
sm producir por eso una lectura de orden estético y, por
otra parte, tampoco el «modelo de la realidad» está a priori
más capacitado que la ficción misma para sostener nues-
tra ate~ción. Hace falta, pues, que el texto ponga de relie-
ve cualidades susceptibles de volver la lectura atrayente e
HACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA
GENÉRICA*
MARIE-LAURE RYAN
Universidad de Colorado en Boulder

Una opinión ampliamente difundida en la semiótica li-


teraria y en la crítica literaria de inspiración lingüística es
que el texto literario es un «sistema de signos», y que la
literatura en su totalidad es un «sistema semiótica secun-
dario», basado en el código lingüístico. La primera parte
de esta caracterización establece una analogía entre litera-
tura y lengua (más exactamente, entre literatura y langue,
tal y como la definió Saussure), mientras que la segunda
parte hace hincapié en una relación de dependencia: por
un lado, la literatura es semejante a la lengua; por otro,
es un artefacto hecho de lengua.
La incomodidad de esta doble relación es la responsa-
ble de gran parte de la confusión que reina hoy en el pa-
norama de la teoría literaria. Si se considera en toda su im-
portancia, esta comparación lingüística implica que hay algo
que llamamos «signo literario», que esta unidad es distinta
del signo lingüístico, y que, además, puede ser definida con
más o menos rigor. Pero mientras que la lingüística estruc-
tural ha desarrollado diversos procedimientos para detectar
y aislar unidades de distintos tamaños -fonemas, morfe-
mas o palabras- los teóricos literarios nunca han conse-
guido elaborar una jerarquía de entidades discretas de las

Título original «Toward a competence theory of Genre», publicado


en Poetics, 8, 1979, págs. 307-337. Traducción de Eugenio Contreras. Tex-
to traducido y reproducido con autorización del autor y editor .
• Agradezco a Tobin H. Jones, de la Universidad del Estado de Co-
lorado, su asesoramiento estilístico y sus comentarios sobre una versión
anterior de este trabajo.
254 MARlE-LAURE RYAN HACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GENÉRICA 255
que se pueda decir legítimamente que desempeñan el mis- tencia como fundamento de una teoría literaria rigurosa,
mo cometido en literatura que los fonemas, morfemas y pa- debería ser posible decidir cuáles de las reglas que sirven
labras en el caso del código lingüístico. De este modo, para producir o interpretar un texto literario pertenecen a
nace la sospecha de que los signos que componen el «siste- la competencia literaria, y cuáles caen dentro del ámbito
ma» literario son simplemente la conjunción de los signos de la competencia lingüística.
lingüísticos de éste -del lado del significante- y del con- Los críticos y semiótica s que han intentado definir el
tenido connotativo o simbólico de aquéllos -del lado del ámbito de la competencia literaria han manifestado una de-
significado-o Pero si esto es así, sería más apropiado de- pendencia, explícita o implícita, hacia la conocida teoría
cir que los signos lingüísticos de los textos literarios son los de la «literariedad» como écart o alejamiento de la norma.
que dan lugar a una «semiosis infinita», proceso por el cual Este concepto de écart literario se ha abordado de dos mo-
a partir de unos significados se extraen continuamente otros dos diferentes. Uno de ellos se inspira en el hecho de que
que se redistribuyen en imágenes de coherencia, general los textos literarios permiten un cierto número de rasgos
e inteligible, cada vez mayores. fonológicos o sin tácticos que estarían prohibidos en otras
Mientras tanto, la definición de lengua sobre la cual se clases de textos: así, el orden de palabras sujeto-objeto-
ha basado esta analogía se ha visto sometida a una revi- verbo, tal y como viene ejemplificado en el verso de Spencer
sión significativa. Para los lingüistas actuales, aquello que Her swollen heart her speedi seemed to bereaoe" (ejemplo propuesto
puede ser descrito como un «sistema de signos» no es la len- por Dillon 1976: 9), es corriente en los textos literarios del
gua en su totalidad, sino un mero componente de la gra- Renacimiento, incluso aunque el inglés hablado de la épo-
mática de una lengua, o sea, el léxico. En el modelo lin- ca hubiera evolucionado al orden de palabras actual sujeto-
güístico comúnmente asociado al nombre de Chomsky, el verbo-objeto (svo). La lengua literaria, considerada du-
objeto de la descripción gramatical no es la langue como en- rante mucho tiempo fuera del ámbito de la lingüística, ha
tidad autodefinida, sino la «competencia lingüística», es de- empezado recientemente a atraer el interés de los lingüis-
cir, el conocimiento tácito del hablante nativo de un con- tas. Diversos estudios (Dillon 1976 sobre sintaxis, Miller
j~nto de reglas que lo capacitan para producir e interpretar 1977 sobre fonología) han demostrado que lejos de ser ca-
diversas clases de enunciados lingüísticos. Si ha de mante- sual, la «desviación literaria» sigue modelos previsibles tanto
nerse la analogía entre lengua y literatura mediante un de- en sus arcaísmo s como en sus innovaciones. Esta conside-
sarroll~ de la teorí~ lingüística, la noción de texto liter~rio ración del écart literario lleva a la definición de competen-
como sistema de signos ha de sustituirse por la de com~e- cia literaria como la capacidad para producir o entender
tencia literaria como conocimiento de un conjunto de re- las sartas generadas por las reglas alternativas de la litera-
glas, y la tarea del teórico consiste en la descripción de los tura, para identificar estas sartas como «literarias» y para
principios que permiten a los escritores producir textos li- distinguir el uso de las reglas alternativas aceptadas de la
terarios aceptables, y a los lectores interpretar o evaluar sus ruptura de reglas que produce oraciones totalmente inacep-
obras. A este empeño se han dedicado T. A. van Diik tables. Así, el lector/escritor dotado de competencia litera-
(1972) y Jonathan Culler (1975) entre muchos ot1'OS. J ria sabría que al escribir una imitación de The Faerie Quee-
Considerar el sistema literario como cuestión de reglas ne, puede usar el orden SOy mencionado anteriormente,
más que cuestión de signos no libera, sin embargo, al teó- o el orden regular SVo, pero no el orden vso seemed to be-
rico literario de la obligación de definir los elementos de reaue her swollen heart her speedi": De manera parecida, a
este sistema en contraste con los de la lengua. Siendo un
enunciado lingüístico, el texto literario debe responder a * Su (de ella) inflamado corazón, del habla pareció despojarla (N del T).
reglas entre las cuales algunas serán reglas de la lengua en *. Aceptable,aunque no muy corriente, sin embargo, en castellano,
que se expresa. Si ha de establecerse la noción de compe- que dispone de un orden de palabras más libre (N del T).
256 MARIE-LAURlc RYAN
I lACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GENÉRICA 257
la hora de escribir poesía de vanguardia, sabría qué nue-
car; 3. Friccionar; 4. Enjuagar; 5. Repetir (Escrito en un fras-
vas reglas introducir en la gramática de su poema y cuá-
o de champú). Cuando lee este texto, el consumidor su-
les no.
ple los siguientes objetos directos u oblicuos: 1. e! frasco;
El otro modo de defender una teoría del discurso lite-
2. e! contenido de! frasco, sobre el cabello; 3. el cabello,
rario como alejamiento de la norma consiste en considerar
con e! contenido de! frasco; 4. el cabello; 5. la operación
la distinción entre lengua literaria y no literaria en virtud
descrita anteriormente. Difícilmente podría afirmarse que
de las propiedades verbales. Estas propiedades pueden ser
la regla que permite suprimir sintagmas nominales fácil-
la rima e! metro las figuras retóricas, o los distintos tipos
mente recuperables en textos de instrucciones de los pro-
de paralelismos q~e Roman J akobson (1960) atribuye a «la
ductos comerciales pertenece a una gramática «norma]". ¡Si
proyección del principio de equivalencia desde el eje de se-
un alumno la aplicara en clase de redacción, sería motivo
lección hasta el eje de combinación». Estas propiedades no
suficiente para un suspenso!
son asignadas al texto literario por un conjunto alternati-
Sin embargo, esto no crea un efecto poético, y, por tan-
vo de reglas, sino más bien por un conjunto adicional. Es-
to, no podría atribuirse a una sintaxis «literaria». De ma-
ta teoría no sostiene que la rima, los esquemas métricos y
nera que, aparte de una gramática «literaria» y una gra-
los paralelismos estén prohibidos en la lengua común, si-
mática «norma]", necesitamos una tercera gramática, que
no que estas propiedades son irrelevantes en textos no li-
implique un tercer tipo de competenc~a. U?a cuarta ser~a
terarios, porque la gramática normal no contiene e! tipo
la gramática de los telegramas; un quinto tipo la de los ti-
de reglas que dan lugar a su generación. Este concepto de
tulares de periódicos; un sexto describiría la conversación
icart defiende una definición de la competencia literaria co-
informal; un séptimo los discursos públicos. Este es sólo el
mo el conjunto de expectativas que invitan al lector a bus-
omienzo de una segmentación que daría como resultado
car determinadas propiedades verbales en los textos litera-
tantas gramáticas y competencias como tipos hay de situa-
rios. Dependiendo de la cantidad de este tipo de reglas que
iones comunicativas, con lo que se destruye completamente
encuentre, e! lector competente valorará el grado de «lite-
la dicotomía básica.
rariedad» del texto, aproximadamente del mismo modo en
Considerar el discurso literario en virtud de propiedades
que el hablante nativo de una lengua somete a juicio e! gra-
adicionales no ayuda a salvar conceptos de discurso litera-
do de gramaticalidad de una oración.
rio y común. En su discusión sobre la "función poética de!
Ante estos planteamientos complementarios del écart, una
lenguaje», Jakobson no sólo aporta ejemplos extraídos de
multitud de críticos (Riffaterre 1965; Fish 1973b; ~odot~v onocidos poemas, sino también e! eslogan político ,,1 like
1973) han objetado que la norma a la que se refieren fS Ike» * l. A menos que consideremos los paralelismos foné-
de índole ficticia: no hay un nivel unificado de lengua, co-
ticos del eslogan como accidentales e insignificantes, nos
mún frente al cual se puedan definir con rigor las caracte-
rísticas constitutivas de! discurso literario. Una lengua no * Como se sabe, se refiere a un eslogan de la campaña presidencial
es una entidad homogénea sino un complejo de dialectos de Einsenhower, llamado familiarmente Ike (N del T).
que se solapan, caracterizado cada uno de ellos por su pro- 1 Para ser justos con Jakobson, se debería decir que intenta defi-
pio conjunto de reglas, muchas de las cuales, por supuesto, nir «lenguaje poético" y no «discurso literario», y que no equipara ex-
pueden ser compartidas por otros dialectos. La diferencia- plícitamente las dos categorías ', De este modo, pueden aparecer rasgos
"poéticos» tanto en textos admitidos como literarios, como ,en. otros ti-
ción de dialectos sigue no sólo pautas sociales y geográfi-
pos de discurso. Sin embargo, rechaza al mismo tle~po aute~tlca :'poe-
cas, sino también pautas pragmáticas de uso y finalidad. ticidad» a los anuncios rimados, incluso aunque sigan el prinCipIO de
Las deficiencias de esta dicotomía entre sintaxis literaria proyección, con lo que se nos plantea el interrogante: ¿por qué nuestra
y común se manifiestan en un tipo de texto comúnmente cultura considera la elocución Llike Ike, con todos sus paralelismos, menos
utilizado en productos comerciales: 1. Agitar bien; 2. Aplz- poética y con menos arte intrínseco que la prosa concisa, a menudo arrít-
mica y amusical, de Rimbaud?
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veremos obligados a admitir que el «principio de proyec- (1973:16), por una «tipología de los distintos tipos de dis-
ción» no está restringido a las obras literarias. curso» (sic), una parte de la cual será una teoría de los gé-
En una enérgica crítica a la concepción de los Forma- neros. En los siguientes apartados de este trabajo nos pro-
listas Rusos acerca del discurso poético, Mary Pratt (1977: ponemos trazar las líneas generales de esta teoría.
5) sostiene que «a lo largo de la exhaustiva bibliografía que
este siglo ha producido sobre métrica, rítmica, división si-
lábica, metáfora, rima y paralelismos de todo tipo, el pa- 2
pel que estos mecanismos desempeñan en el uso ordinario
ajeno a la literatura nunca se ha examinado o reconocido La exposlclOn que sigue se desarrollará bajo diversos
con seriedad». presupuestos. Uno es que la noción de género se aplicará
Por el contrario, hay textos literarios en los cuales di- exclusivamente a textos, esto es, a enunciados lingüísticos
chos mecanismos apenas desempeñan algún contenido: si autosuficientes, y otro, que todo texto que se incluye en
se hubiera de establecer la «literariedad» de algunos de los un acto logrado de comunicación pertenece a un género (o
relatos breves de J. L. Borges de acuerdo con los parale- lo crea). El primer presupuesto excluye de la teoría del gé-
lismos o figuras retóricas que presentan, quedaría por de- nero las contribuciones individuales que se realizan en la
bajo de los anuncios, sermones, canciones populares o dis- conversación. Puede además argumentarse que, incluso
cursos políticos. considerada en su totalidad, la conversación no pertenece
Lo que en definitiva se deriva de estos argumentos es al ámbito del presente estudio porque no está regida por
que todavía no se ha demostrado que el conjunto de los requisitos y condiciones de coherencia globales, y, por tanto,
textos literarios forme una clase homogénea, o al menos presenta un status ambiguo con respecto a la noción de texto.
una clase que se pueda oponer- de un modo sistemático a La única coherencia que se requiere en los diálogos de la
la de los textos no literarios. El derrumbamiento de la opo- vida real es vagamente lineal: mantiene la concatenación
sición entre discurso literario y no literario no elimina el de oraciones y giros, pero sin impedir que los hablantes
hecho de que determinadas estructuras aparezcan regular- cambien de tema y se interrumpan unos a otros en deter-
mente en determinados tipos de textos y estén ausentes, o minados momentos del intercambio. Al ser un tipo de dis-
prohibidas, en otros. Para dar cuenta del conocimiento por curso, pero no un tipo de texto, la conversación ilustra la
parte del lector (oyente) de estas regularidades, el t\órico diferencia entre la teoría del género, y la tipología del dis-
del discurso debe encontrar un modo de usar la noci~n de curso, de carácter más general, propugnada por Todorov.
competencia sin partir de la controvertida dicotomía <\lite- Otro presupuesto más es que las categorías genéricas
rario» frente a no literario. El problema con el que se en- son culturalmente dependientes. Cada cultura concreta hace
frenta debe también abordarse a partir de otras áreas de su propia tipología de textos y decide qué combinaciones
estudios lingüísticos. Así como el estudioso de la fonología de rasgos serán apartadas del resto, recibirán un nombre,
o sintaxis tiene que hacer compatible su noción de compe- serán tema de conversación, y serán producidos y consu-
tencia con la capacidad del hablante para pasar de unos dia- midos en serie. No existe ningún método mecánico de de-
lectos a otros (al menos en el nivel de la comprensión), de tección que permita al analista identificar los géneros que
la misma manera el teórico del discurso debe elaborar su tienen una realidad psicológica en una cultura dada. La úni-
noción de competencia, mediante la cual pueda tomar en ca manera de elaborar un inventario de géneros es recons-
consideración la capacidad del lector/oyente para recono- truir el paradigma de los términos con los cuales la gente
cer, interpretar y usar correctamente una amplia variedad responde a la pregunta: qué es este texto. (Este es el mé-
de enunciados lingüísticos. La oposición entre literatura y todo seguido por Gary Grossen (1978: 76) en su investiga-
no literatura debe así sustituirse, como propugnó Todorov ción sobre los géneros Chamula). A menos que se nieguen
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a cooperar, los informantes propondrán categorías que cum- rios de estos ámbitos. Además, los requisitos no están dis-
plan funciones comunicativas importantes, y no formula- tribuidos de una manera regular entre los diversos sectores:
ciones descriptivas elegidas al azar. Para nuestra cultura, algunos géneros (v. gr. poemas) presentan una codificación
las clases serán relato breve, poema, novela, anuncio, ley, más estricta en el nivel fonológico ysintáctico, mientras que
carta, catálogo, esquela mortuoria, etc., y no «textos so- otros (recetas, ensayos, leyes) ponen más énfasis en la se-
bre perros» o «descripciones en tiempo pasado». mántica y la pragmática.
Para distinguir los diversos tipos de textos y usarlos co- Entre las reglas que configuran la competencia genéri-
rrectamente en situaciones comunicativas, los miembros de ca del lector o escritor, encontramos principios obligatorios
una comunidad lingüística y cultural deben poseer un co- y opcionales. Los géneros no sólo se distinguen entre sí por
nocimiento de los requisitos genéricos. No se puede trazar los requisitos que establecen, sino también por las opcio-
una línea divisoria clara entre este conocimiento y la com- nes que presentan. Por ejemplo, el orden de palabras sov,
petencia general que permite a las personas comunicarse comentado anteriormente, es parte de! estilo poético del Re-'
por medio del código lingüístico. En lugar de ello, el co- nacimiento, pero no es estrictamente necesario que un texto
nocimiento de las reglas genéricas debe considerarse como renacentista presente construcciones SOY para considerarlo
una parte integrante de la capacidad de los pueblos para un poema. Cuando el hablante de una lengua interioriza
«hacer cosas con el lenguaje». una regla de cualquier tipo, también aprende a reconocer
Los distintos géneros de una cultura tienen la misma el entorno adecuado para el uso de dicha regla. Algunas
relación mutua que los distintos dialectos sociales y geo- reglas lingüísticas, claro está, son utilizables en cualquier
gráficos de una lengua: cada uno está constituido por un clase de texto y están próximas a generar lo que se puede
conjunto único de reglas, pero puede compartir reglas dis- estimar como nivel «corriente» o estilísticamente neutral de
tintivas con otros géneros 2. Las reglas individuales pue- la lengua. Pero otras tendrán que ser interiorizadas con un
den pertenecer a cualquiera de los sectores de la compe- apéndice de carácter genérico: por ejemplo, la regla que
tencia lingüística: fonológico, semántica, sintáctico o prag- permite suprimir elementos obvios está restringida a las ins-
mático, y pueden aplicarse a unidades de distintos tamaños trucciones impresas en productos comerciales. Las reglas
como segmento, lexema, oración y texto. Esta es la razón de aplicabilidad restringida, y las formulaciones que defi-
por la cual las categorías genéricas parecen tan escurridi- nen sus condiciones de uso, son parte de la gramática de
zas. Un género no es ni un tipo de significado (como no una lengua en la misma medida en que lo son las reglas
lo era la irrelevante colección de todos los textos sobre pe" de aplicabilidad general.
rros) , ni un acto comunicativo concreto que represente una Al indicar que las reglas constitutivas de los géneros y
intención especial, ni tampoco un conjunto de rasgos for- las reglas cuya aplicabilidad depende de las categorías ge-
males, sino una combinación de requisitos referentes a va- néricas tienen un lugar legítimo en el ámbito de la com-
petencia lingüística, no pretendo afirmar que todos los
miembros de una comunidad lingüística estén igualmente
2 Cuando dos géneros tienen un conjunto común de reglas, pero
cualificados para distinguir y usar textos de géneros dife-
uno de ellos presenta requisitos adicionales, debe entonces considerarse
ésté como un subgénero del otro. La diferenciación de géneros en sub- rentes. Los estudios de las variedades dialectales han de-
géneros es potencialmente ilimitada: a partir de cada género codifica- mostrado la inutilidad de definir la competencia lingüísti-
do, sólo se necesita añadir una regla obligatoria para obtener un sub- ca como un conjunto de reglas que son compartidas por
género. El reconocimiento cultural impone, sin embargo, límites a esta todos los miembros de una comunidad lingüística. Proba-
proliferación de subgéneros. Por debajo del género novela, en sentido
blemente no haya dos hablantes que tengan una compe-
amplio, por ejemplo, tenemos la novela histórica, y por debajo de ésta
el folletón, pero a partir de aquí no hay más subgéneros instituciona- tencia idéntica, consistente en e! mismo conjunto de reglas.
lizados. En el ámbito genérico, las diferencias entre hablantes son
262 MARIE-LAURE RYAN IIACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GEN{:RICA 263
aún más acusadas que en la mayoría de las áreas de com- A estos tres conjuntos de requisitos, debe añadirse por
petencia lingüística, porque es menos probable que la gente último un conjunto de opciones genéricas.
se vea expuesta a una gran variedad de tipos textuales que
a una gran variedad de estructuras oracionales. Si una per-
sona nunca ha tenido que preocuparse por los géneros li- :.i .1. Reglas pragmáticas
terarios, éstos no tendrán ninguna realidad psicológica para
él, y su competencia no se extenderá hasta ellos. De ma- Un primer tipo de regla pragmática define el modo de
nera parecida, si en el entorno de un niño la construcción transmisión, o si se prefiere, el tipo de actuación que es
pasiva fuera sistemáticamente evitada, la competencia lin- propio de cada género. J oel Sherzer (1978) ha propuesto
güística del niño no incluiría la regla de formación de la relacionar dichas reglas con los elementos constitutivos de
voz paslva. la comunicación, tal y como los definió Jakobson (1960):
canal, contexto, emisor, destinatario. (Las reglas referen-
3 tes a las dos últimas categorías de Jakobson, mensaje y có-
digo, no pertenecen al nivel pragmático de la gramática,
La indagación que me propongo realizar con objeto de sino a sus niveles semántica y de superficie, respectivamen-
presentar un análisis general de la competencia genérica te). Las reglas relativas al canal especificarán, por ejem-
consiste en explorar los diversos sectores en los cuales se plo: escrito, para una novela; oral, para un sermón; oral
pueda comprobar que se aplican las reglas genéricas. El o escrito, para chistes y anuncios; salmodiado, susurrado
marco general para esta exposición será una gramática o gritado, para distintas fórmulas mágicas. En algunos ca-
transformacional de orientación semántica con extensión al sos, estas reglas necesitan especificaciones más precisas, co-
nivel textual l. Para definir las categorías genéricas, pare- mo: oral, subordinado a un texto escrito (obras teatrales)
cen necesarias tres series de requisitos: u oral, con improvisación (ciertos géneros de folklore, co-
mo la poesía Xhosa). Las reglas referentes al contexto nos
a) Una serie de reglas pragmáticas, que nos digan có-
dicen cuándo y cómo debe aparecer o representarse el tex-
mo debe usarse comunicativamente un texto de un género
to: en una iglesia (sermón), en reuniones especiales en de-
dado.
terrninad-.s momentos del año (mitos), en forma de libro
b) Una serie de reglas semánticas, que especifiquen (novela), en un panel colocado a lo largo de una carretera
el contenido mínimo que debe ser compartido por todos \os (anuncios), etc. Entre las reglas relativas al emisor o desti-
textos de un mismo género. ) natario se encuentran principios tales como: un sermón debe
c) U na serie de requisitos relacionados con el nivel de ser pronunciado por un sacerdote, una fórmula curativa de-
superficie, que definan las propiedades verbales de los gé.- be ser entonada por un curandero, una oración va dirigi-
neros, como son sus particularidades relativas a la sinta- da a Dios, una nana a un bebé y las canciones infantiles
xis, léxico, fonología y representación gráfica. se dirigen a los niños. Estas reglas pragrnáti(~as deben, ade-
más, definir la relación social entre los participantes. En
el caso de textos didácticos y leyes, por ejemplo, especifi-
J Este marco está inspirado en el modelo propuesto por T. A. van carán la naturaleza y el origen de la autoridad del emisor
Dijk en Some aspects of text grammars. Aunque el-modelo se aplicó a la des- sobre el destinatario. El componente pragmático de una
cripción de una «gramática literaria unificada'> -idea a la que el autor teoría del género debe así apoyarse en una teoría de las fun-
ha renunciado luego-, puede adaptarse a las necesidades de una «gra-
mática del texto diversificada», tal y como podríamos denominar a una ciones e instituciones sociales. Esta expansión de la prag-
tipología textual. Para modificaciones del modelo, véanse las obras pos- mática difumina la frontera entre una descripción lingüís-
teriores de van Dijk. tica y una descripción social de los géneros, pero debe re-
IIACIA UNA TEORÍA DE LA COMPE'[ ENCIA GENI~RICA 265
264 MARIE-LA RE RYA,
las intenciones de! oyente). En virtud de esta competencia
cordarse que la pragmática de las gramáticas oracionales pragmática, e! oyente tiene acceso a la información referi-
y el ámbito de lo social también se in~uyen mutua:ner:te. da arriba, y es capaz de completar e! acto comunicativo que
Sin una referencia a las funciones sociales y a las msntu- quería iniciar el hablante al hacer la pregunta.
ciones sociales por ejemplo, sería imposible establecer las La noción del acto de lenguaje (o acto ilocucionario) ha
condiciones de pertinencia para el uso de las formas fami- ejercido una gran atracción sobre los especialistas en lite-
liares frente a las formas de cortesía (v. gr. la oposición entre ratura, a pesar de que la postura originalmente sostenida
tú y usted para la segunda persona de singular en castella- por J. L. Austin parecía ofrecer pocas posibilidades para
no) o para el enunciado de oraciones declarativas, como los estudios literarios. Según Austin, las proposiciones que
Declaro inaugurada esta sesión. se realizan en las obras de literatura no tienen las conse-
También son necesarias en una gramática del género cuencias habituales porque en ellas no rigen las condicio-
las reglas pragmáticas que especifiquen lo que el emi~or de nes «normales» de pertinencia. Cuando un poeta hace una
un texto está intentando conseguir. Estas reglas relacionan pregunta no espera una respuesta; cuando hace una afir-
la teoría del género con la teoría de los actos de lenguaje, mación, no pretende representar una realidad. Como dice
desarrollada por Austin (1962) Y Searle (1969). Se recor~ el proverbio: «El poeta nada afirma y nunca miente» (Sir
dará que, según Austin y Searle, realizar un enunc.iado Philip Sidney). La tesis de Austin apenas se ha puesto en
lingüístico es llevar a cabo dos tipos de actos: e~ pn~;r duda, pero no constituye la última palabra sobre la aplica-
lugar, un acto locucionario consistente en la. artIc~laclOn bilidad de la teoría de los actos de lenguaje en materia li-
de palabras, y en segundo lugar, un acto ¡[ocu~lOnan~, con- teraria. Algunos críticos han preferido centrar su atención
sistente en el intento de provocar un determinado tipo de en los actos de lenguaje que son realizados por los narra-
reacción mediante el uso de estas palabras. Entre los actos dores de ficción o los personajes de las obras literarias. Es-
ilocucionarios se encuentran categorías tales como prome- te planteamiento se apoya en una sólida base teórica, ya
ter, afirmar, preguntar, etc. Para llevarlos a cabo correc- que permite una aplicación directa de las categorías de Aus-
tamente, los actos ilocucionarios deben ajustarse a unos tin y Searle, pero ofrece poco interés para la teoría litera-
conjuntos específicos de condiciones ?e propieda~ o perti- ria: a lo sumo, puede aportar una interpretación nueva de
nencia. Las condiciones de pertinencia que se aplican, por una obra concreta, como la lectura de Majar Barbara por
ejemplo, al acto de lenguaje consistente en hacer u~a pre- parte de Ohman (1973), o la interpretación de Caria/ano
gunta se definen mediante las siguientes proposlCloner por parte de Stanley Fish (1976).
1. El hablante no conoce la respuesta. ) Un enfoque más ambicioso con respecto al problema
2. El hablante cree que el oyente puede conocer la de los actos de lenguaje en los estudios literarios se centra
respuesta. en la relación implícita entre autor y lector. En aquellos
3. No es evidente que el oyente proporcione la res- casos en que las proposiciones formuladas en los textos li-
terarios no producen las consecuencias «habituales», se con-
puesta inmediatamente, si no se le pregunta.
sidera que la proposición, formulada por el texto en su to-
4. El hablante quiere conocer la respuesta.
talidad, participa de una modalidad de acto de lenguaje de
(La formulación de las reglas de Searle está tomada de rango superior, que viene regida por sus propias condicio-
Pratt (1977:82»). Cada una de estas reglas pragmáticas re- nes de pertinencia. Este enfoque hace una distinción im-
miten a las creencias, conocimientos e intención del hablan- plícita entre dos niveles de actos de lenguaje: el de los
te. (Los especialistas distinguen entre las reglas orientadas actos microlingüísticos que coexisten en el mismo texto, y
hacia el hablante, como las señaladas arriba con e! 1, 2 y el de los actos macrolingüísticos, que afectan al nivel glo-
4 Y las orientadas hacia el oyente, 3, pero esta última en bal del texto (ef. van Dijk 1977). Con respecto al rnacro-
realidad define las presuposiciones del hablante respecto de
266 MARIE-LAURE RYAN HAC[A UNA TEORÍA DE LA COMPETENC[A GENÉR[CA 267

nivel los críticos han propuesto categorías tales como e! «acto primer enfoque, el segundo no nos compromete del todo
de lenguaje literario» (Iser 1975; Ohman 1972; Pratt 1977), a distinguir los géneros en el nivel pragmático.
e! «acto de lenguaje de narrar una historia» (Ohman 1971) En una sección posterior, trataré de formular una se-
Y actos de lenguaje relativos a categorías genéricas (Todo- rie de reglas para algunos de los géneros que pueden defi-
rov 1976; Levin 1975). Según esta última propuesta, las nirse mejor en el nivel pragmático. En cada apartado se
reglas constitutivas de los géneros comprenden un deter- relacionará una de las clases generales de actos ilocuciona-
minado número de principios que establecen las presupo- rios de Searle, así como uno de los miembros específicos
siciones que el lector tiene derecho a hacer y que se refie- de dicha clase. Esto significa que las reglas de cada acto
ren al propósito global de! emisor, sus conocimientos y concreto, y por supuesto también de la clase, son parte in-
creencias. Esto indica que, aparte de los tipos descritos por tegrante de la codificación pragmática del género. Searle
Searle, existe una segunda serie de actos de lenguaje autó- (1977) distingue cinco clases generales de actos de lengua-
nomos, que comprenden categorías tales como «novel iza- je, y los define de la siguiente manera: representativos son
ción», «poetización», «chistización», etc. Sin embargo, el aquellos actos ilocucionarios que se encargan de presentar
postular dos series distintas, una relativa al micronivel y una realidad; los directivos están destinados a conseguir que
otra al macronivel, oscurecería el hecho de que los actos e! oyente haga algo; los conminatorios comprometen al ha-
ilocucionarios de Searle aparezcan a menudo en ambos ni- blante a hacer algo; los expresivos expresan sólo e! estado psi-
veles (en conjunto, un texto puede interpretarse como una cológico del hablante; y los declarativos provocan la realidad
aseveración, pregunta, mandato, etc.), y además el hecho a la que se refieren. De estas cinco categorías, las tres últi-
de que desempeñan un cometido en la distinción de géne- mas raramente están representadas en el macronivel. Pa-
ros. En realidad, las reglas pragmáticas de los géneros siem- recen estar considerablemente restringidas a los diálogos,
pre incorporan las de al menos una de las categorías de actos donde se combinan con otros actos de lenguaje. Sólo de cier-
de lenguaje de Searle. (En ciertos casos puede ser que se tos textos legales y litúrgicos puede decirse que represen-
elija un acto de lenguaje de entre varios tipos posibles, y tan un compromiso o una afirmación globales. Los actos
en otros casos que aparezcan diversos actos de lenguaje en de lenguaje expresivos, tales como las alabanzas, los lamen-
una misma secuencia. Véase más adelante el género «adi- tos y los insultos con frecuencia dan lugar a géneros (d.
vinanza»). Un parte informativo, por ejemplo, es un tipo Todorov 1976), pero en cuanto se institucionalizan normal-
de aseveración, una receta es una instrucción, y una ley mente dejan de expresar los verdaderos sentimientos del ha-
es o bien un mandato, o una amenaza, o una promesa (cf. blante. Al transgredir la condición de sinceridad, los tex-
la Ley de Arrendamiento Urbano). Por tanto, las reglas tos de estos géneros se convierten en expresiones fictivas.
de aseveración, de instrucción y de mandato, amenaza o Esto, por tanto, nos deja sólo con dos categorías importantes
promesa formarán parte de la codificación pragmática de de actos de lenguaje textuales: los representativos y los
los partes informativos, de las recetas y de las leyes. Pe;:o directivos.
estos principios necesitan complementarse con otras reglas Se puede hacer otra clasificación pragmática distinta a
adicionales pragmáticas o no pragmáticas, que distingui- partir de la motivación general del emisor a la hora de pro-
rán los partes informativos de los restantes géneros aserti- ducir el texto. Esta motivación, a la que llamaré orienta-
vos, las leyes de otros mandatos, amenazas y promesas y ción, es a veces difícil de extraer de la fuerza ilocucionaria
las recetas de otras instrucciones. A partir de esta relación del texto, pero es, no obstante, distinguible. Por ejemplo,
entre categorías genéricas y los actos ilocucionarios de Sear- tanto los anuncios como el discurso científico pueden «re-
le, se puede sacar la conclusión de que los géneros no son presentar realidades» (opcionalmente en el primer caso,
actos de lenguaje autónomos, sino que, más bien, están obligatoriamente en e! segundo), pero está claro que los emi-
construidos alrededor de actos de lenguaje. A diferencia de! sores tienen diferentes motivaciones para emprender la
268 MARIE-LAURE RYAN IIACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GENÉRICA 269
representación. Y que esta motivación es un factor consti- ea que el acto comunicativo no conseguirá su objetivo a me-
tuyente de género. La mejor manera de examinar la moti- nos que el texto sea entretenido y verdadero. Los textos
vación general del texto puede ser considerada como un de instrucciones como las recetas en cuanto que indican al
acto de lenguaje de rango secundario: define lo que el ha- lector cómo realizar una acción, están simultáneamente
blante pretende hacer, al producir un texto de fuerza ilo- orientados hacia la acción y hacia la información. Los man-
cucionariaj y contenido proposicional p. Parece haber tres datos puros, como vete de aquí, no presentan el componen-
tipos principales de orientación: acción, información y frui- te de información. Algunos géneros además presentan una
ción o entretenimiento. El primero puede definirse como orientación secundaria opcional. Por ejemplo, los discur-
un intento de provocar la realización de una acción. Esta sos políticos y los anuncios están orientados hacia la acción,
definición es parecida a la de la fuerza ilocucionaria direc- pero pueden tratar de divertir o proporcionar información
tiva, pero como indica el ejemplo de los anuncios repre- como medio de conseguir una finalidad de acción. Las le-
sentativos, la orientación hacia la acción no está de nin- yes, por el contrario, no toleran un componente subordi-
gún modo restringida a los textos que representan un acto nado de entretenimiento. A diferencia del problema de la
de lenguaje directivo. Por el contrario, no todos los actos orientación primaria, la cuestión de la orientación secun-
de lenguaje directivos manifiestan el deseo del emisor de daria opcional no puede abordarse, en la mayoría de los
provocar el cumplimiento de una acción. Las adivinanzas, casos, mediante reglas simples. Esto se puede afirmar de
por ejemplo, están orientadas hacia la diversión. La dife- manera más específica en el caso de la orientación secun-
rencia entre las categorías de fruición e información puede daria hacia la fruición. Los géneros pertenecientes a las ca-
explicarse de la siguiente manera. Los géneros orientados tegorías de acción e información forman un continuum, desde
hacia la información invitan al lector a extraer un mensaje un alto a un bajo grado de tolerancia con respecto a los
y a guardado en la memoria. Los hechos comunicados por rasgos que se ordenan a la fruición. Una teoría del género
el texto pueden ser fuente de fruición -en caso de que el no puede determinar, por ejemplo, que los rasgos de en-
lector goce sabiendo que p es verdad-, pero no son el acto tretenimiento estén radicalmente prohibidos en el discurso
comunicativo en sí. Así, en el caso de los textos puramen- científico, y los ensayos de crítica literaria tienen diferentes
te informativos, la satisfacción depende enteramente de la prioridades cuando proporcionar entretenimiento y apor-
verdad del contenido. Por otro lado, en los textos orientados lar información de la manera más eficaz es fuente de con-
hacia la fruición, el valor de verdad del mensaje es bastante flicto. Decir que un género tiene un bajo índice de tole-
insignificante. Ciertas historias pueden disfrutarse indepen- rancia con respecto a una orientación secundaria hacia el
dientemente de que hayan sucedido o no en la realidad. entretenimiento quiere decir que dicho género da una gran
Esto ocurre porque los textos de fruición no transmiten algo prioridad a su orientación primaria. Cuanto mayor sea esta
que merezca la pena recordar, sino algo que merece la pe- prioridad, menos apropiados serán los usos del lenguaje que
na experimentar. Si nos tomamos la molestia de aprender- proporcionan satisfacción, en textos orientados hacia la frui-
nos de memoria un texto de un género de fruición -di- ción, mediante la captación de la atención del lector hacia
gamos, un chiste o un poema- lo haremos con el fin de la forma del mensaje'.
revivido de nuevo, de profundizar, o de hacer que otros Otra distinción que debería hacerse en el nivel prag-
experimenten la satisfacción de recibir el texto.
Una diferencia importante entre las categorías ilocucio- 1 La capacidad de captar la atención del lector hacia la forma del
narias de Searle y estas orientaciones es que aquellas son mensaje, más que hacia su contenido, es un factor importante en la pro-
ducción de fruición, pero no el rasgo constitutivo de la categoría fruitiva.
mutuamente excluyentes, mientras que éstas no lo son. Los
I'odemos lograr la fruición a partir del mero contenido del mensaje, como
géneros tales como el proverbio y el poema didáctico com- en muchos chistes, relatos de suspense y las novelas que leemos por el
binan el entretenimiento con la información. Esto signifi- valor intrínseco del argumento.
270 MARLE-LAURE RYAN IIACIA UNA TEORíA DE LA COMPETENCIA GENÉRICA 271

mático es la de discurso fictivo frente a discurso serio. En pre significa fingir ser otra persona: esto, creo, es lo que
contra de aquellos críticos que consideran la formación de encierra la definición que Searle hace de ficción como
un acto de lenguaje autónomo como «ficcionalización», se- «pseudo-realización no engañosa de actos de lenguaje»
guiré la definición de Searle (1975a) según la cual el dis-
(1975a: 325). . . -Ó»
curso fictivo se produce cuando el hablante meramente Teniendo presentes estas definiciones de «acción», «m-
simula realizar actos de lenguaje, cosa que hace de una ma- formación», «fruición» (o «entretenirniento» ) y «ficción», me
nera clara, sin intención de engañar a nadie. Hacer una gustaría proponer las siguientes reglas pragmáticas para una
aseveración fictiva significaría por ejemplo que el emisor serie de géneros precisos:
no se compromete con la verdad de la proposición, como
lo haría en el caso de una aseveración seria. De este ejem-
plo no se debe deducir que un discurso, para ser fictivo,
deba encerrar la mera intención de ser reconocido como Reportaje
falso. A pesar de que esta burda explicación a menudo pa- Representativo: aseveración. 1. El emisor da por supues-
rezca adecuada, tiene el fallo de que restringe la ficciona- to que el mensaje se sale de
lidad a los enunciados representativos. No teniendo ningún Orientado hacia la informa- lo corriente.
valor de verdad, sino solamente condiciones de sinceridad, ción.
los actos de lenguaje tales como mandato, pregunta o pro-
mesa no podrían realizarse de un modo fictivo. Las prue-
bas contra esta afirmación son abrumadoras: las obras de
ficción están llenas de mandatos, preguntas, amenazas o Receta
promesas al lector, lo que no puede considerarse corrio un Directivo: instrucción. 1. El emisor garantiza que
intento serio de obligarle a hacer algo, o de comprometer las instrucciones se han se-
al autor a una acción futura. Parecería, sin embargo, que Orientado hacia la informa- guido previamente.
todo acto de lenguaje tiene una réplica fictiva, en la cual
ción/ acción.
los conocimientos, creencias e intenciones que normalmente 2. El emisor garantiza que
trae consigo el acto específico no son asignados al hablan- el resultado ha sido satis-
te mismo, sino a un doble de su persona, que habla en un factorio.
mundo diferente'. Enunciar un discurso de ficción siem-
3. El emisor da por supues-
to que las instrucciones no
" De acuerdo con esta explicación, el discurso de ficción se distin- son universalmente conoci-
gue del contrario también en lo que se refiere a las declaraciones de he- das.
chos del tipo Si yo fuera millonario, haría esto o aquello, que se hacen en
las conversaciones de la vida real. Como el discurso de ficción, esta pro- 4. El lector no está obliga-
posición se refiere a un mundo imaginario, pero implica una creencia do a seguir las instrucciones.
que puede atribuirse directamente al hablante: esto es, que el mundo
del que se habla no existe en la realidad. Por el contrario, la asevera-
ción érase una vez un rey que tenía tres hijas implica la creencia de que tal Adivinanza
mundo realmente existió una vez. Cuando esta creencia no se puede
atribuir al hablante, el enunciado es fictivo. Si producir un discurso de N o es un acto macrolingüís- 1. El hablante pretende que
ficción fuera lo mismo que imaginar mundos, no podría pensarse en tico, sino que son dos actos el oyente sepa que está en
la posibilidad de una elocución seria de la oración Anoche me imaginé que
yo era un sapo. Por consiguiente sería imposible explicar por qué el yo
la conversación), mientras que no puede referirse a él en otras (v. gr.
tiene que referirse al hablante en determinadas situaciones (v. gr. en
en un poema).
272 MARIE-I.AURr-: RYAN IIACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GENÉRICA 273
microlingüísticos: pregunta posesión de toda la informa-
y respuesta. Sin la respues- ción necesaria para hallar la Relato de terror
ta, la adivinanza no sería un respuesta: la solución de la
texto autosuficiente. adivinanza puede hallarse Representativo: aseveración. 1. El autor pretende que el
mediante el uso de la razón lector se asuste.
Fictivo.
La pregunta es de compro- y el conocimiento corriente
bación, esto es, una pregun- de! mundo y de! lenguaje sin Orientado hacia la fruición.
ta que se considera como un más.
intento de comprobar la sa- Muchas de las observaciones aportadas por los críticos
2. A pesar de la regla 1, el
gacidad del oyente, más que literarios relativas a las categorías genéricas pueden inte-
hablan te cree improbable
un intento de obtener infor- grarse en una gramática de géneros en forma de reglas prag-
que el oyente halle la solu-
mación de él. Ello significa máticas. Por ejemplo, la definición de Todorov de lo fan-
ción de la adivinanza.
que el hablante conoce la tástico (1970) se traduce en los siguientes principios:
respuesta. Orientada hacia
la fruición.

Relato fantástico
Chiste Representación: aseveración. 1. El lector ha de intentar
dar explicaciones tanto natu-
Normalmente aseveracion, 1. El hablante pretende Fictivo. rales como sobrenaturales de
pero puede representar otros provocar la risa del oyente. los hechos.
actos de lenguaje (pregunta, Orientado hacia el entrete-
2. El hablante da por su- nimiento. 2. El lector no ha de ser
mandato) .
puesto que el contenido nc capaz de decidir cuál es la
es todavía conocido por e explicación correcta hasta el
Opcionalmente fictivo.
oyente. (Si lo es, el acto co final del relato.
municativo es un fracaso.
Orientado hacia la fruición.
En esto radica la diferenció
de los chistes respecto dé Examinemos, por último, el status pragmático de la
otras formas, como los cuen- poesía.
tos de hadas, que la gente Originalmente, este género presentaba una serie muy
puede querer escuchar repe- desarrollada de requisitos de superficie. Actualmente, sin
tidas veces). embargo, la codificación de superficie es o bien opcional,
Novela policiaca o bien del tipo «un poema debe representar al menos uno
de los rasgos formales a, b, c y d». Si hay rasgos comunes
Representativo: aseveración. l. El autor pretende ljue el entre los géneros llamados poesía hoy y hace cientos de años,
lector haga uso del razona- o entre todos los poemas de hoy, las constantes han de des-
Fictivo. miento lógico y que intente cubrirse primariamente en el nivel pragmático. De mane-
resolver el problema antes ra muy aproximativa, los formularé tal como se relacionan
Orientada hacia el entreic- de que se dé la solución. a continuación. (Ya que no hace falta que los géneros que-
nimiento. den completamente especificados en el nivel pragmático, esta
serie no se restringe necesariamente a la poesía).
274 MARlE-LAURE RYAN HACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GENÍCRICA 275

Poema 3.2. Reglas semánticas


Puede corresponder a casi 1. Independientemente del
Un factor importante en la filiación genérica de los tex-
cualquiera de las categorías acto de lenguaje fictivo que
tos es la naturaleza de su contenido. Normalmente, todos
ilocucionarias de Searle: pre- realice el texto, el poema ha
los textos de un género dado comparten una serie de ras-
gunta, mandato, asevera- de considerarse como un ac-
gos semánticos. En un modelo que asigne una estructura
ción o alabanza, lamento, to de lenguaje representativo
profunda y una estructura superficial a los textos, y que
etc. Puede ser también una (aseveración o juicio) corres-
considere la estructura profunda como la representación se-
combinación de ellos sin que pondiente a un nivel supe-
mántica del texto, las reglas que especifiquen la naturale-
ninguno caracterice al texto flOr.
za de los rasgos obligatorios deben considerarse como res-
en su totalidad.
2. Esta formulación debe tricciones a la formación de la estructura profunda. Estas
Fictivo. ser imaginable y significati- reglas se aplican a lo que los teóricos del discurso (Bier-
va tanto en el mundo del
Orientado hacia la fruición. autor como en el del lector.
(Como estos mundos quizá cación de Linguistics and poetics de Roman Jakobson (1960), se ha ex-
tendido entre nosotros la idea de que ahí reside la función poética o la
estén muy distanciados, la
cualidad estética del lenguaje. Como ya se ha indicado antes, este prin-
aseveración o juicio de ran- cipio no es constitutivo de la orientación hacia la fruición, pero si llega-
go secundario se referirá, ra a aplicarse a un género específico, la poesía sería el principal candi-
por necesidad, a un tema dato. La razón por la cual no traduzco e! principio de J akobson en una
general, como Amor, Arte, regla pragmática obligatoria para' la poesía no es que yo niegue su vali-
dez para este género en concreto, sino que considero que dicha regla
Destino, etc.). es superflua, dada la regla que especifica la orientación hacia la frui-
ción. Cuando la atención de un lector se dirige hacia los rasgos formales
3. El contenido de la ase-
en un género de fruición, y cuando el efecto de dichos rasgos es com-
veración o juicio de rango patible con una orientación hacia la fruición (v. gr. cuando no producen
secundario depende del con- una falta de armonía, un trabalenguas o una impresión de torpeza), el
tenido proposicional del tex- lector automáticamente da por supuesto que los rasgos son funcionales
to, si bien no es convencio- y dignos de consideración. (Sin embargo, el lector no llegaría a la mis-
ma conclusión si el efecto fuera en sí mismo fruitivo, pero estuviera en
nalmente derivable de él.
desacuerdo con otra regla pragmática de ese género en concreto. Así,
las repeticiones fónicas son disfuncionales en las novelas policiacas clá-
4. La aseveración o juicio
sicas, puesto que centrarse en los rasgos formales se interpreta como una
de rango secundario puede interferencia en un género que le pide al lector que obtenga la fruición
ser seria (esto es, puede re- mediante el razonamiento lógico). Como argumentación en contra de
presentar la opinión del la integración de! principio de Jakobson en la codificación pragmática
autor) 6. de la poesía, puede decirse también que si el uso del lenguaje por parte
de! autor es capaz de afectar al lector, consciente o inconscientemente,
no hay necesidad de una regla pragmática que le diga que preste aten-
ción a la forma. Y si no es capaz de afectarlo, no hay razón para tomar
la forma en consideración, y de nuevo tenemos que no hay necesidad
de dicha regla pragmática. Como último argumento, se puede decir que
parecerse a un sabueso rastreando modelos formales, como la discutida
Ii Alguién podría preguntarse por qué no propongo incluir una re- regla incitaría a hacer al lector, no pertenece a la actividad de leer un
gla que especifique que e! autor de un poema pretende que e! lector se texto, sino a la de analizar científicamente su capacidad para propor-
concentre en el mensaje como objeto verbal. Desde la influyente publi- cionar entretenimiento.
276 MARlE·LAURE R\ \ IIACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GEN [RICA 277
wisch 1965; van Dijk 1972, 1977) han llamado la «macro S pretación con sentido en un nivel superior de abstracción,
tructura» de los textos. La noción de macroestructura SI' como los actos de lenguaje indirectos). En la poesía del ab-
basa en la idea de que el empeño primario del lector, a 1:1 surdo, tanto la estructura superficial como la profunda pre-
hora de enfrentarse a un texto es reinterpretar un mensaje' sentan incompatibilidades entre sus componentes (o, si no,
que cumpla un requisito básico: su exigencia de sentido, puede decirse que el verso absurdo no tiene una estructu-
de unidad temática, de coherencia lógico-semántica. Van ra profunda). Todo lo que el lector puede reinterpretar son
Dijk define las macroestructuras como «representación s '- cuasi-proposiciones del tipo de la ventana convoca o incoloras
mántica global» o «forma lógica» de los textos (1972: 17), ideas verdes duermen juriosamente. Tales proposiciones violan
Las macroestructuras pueden definirse de manera aproxi- las restricciones de selección de sus elementos constituyen-
mada con las siguientes forrnulaciones. tes, o no representan la cantidad necesaria de argumentos
l. Una macroestructura ha de captar el contenido pro- para su predicación particular, y no hay ningún mundo
posicional del texto en su totalidad; por tanto, puede con- -real o imaginario- en el cual puedan corresponder a
siderarse como una especie de compendio o resumen. mensajes posibles;.
2. Las proposiciones que forman la macroestructura El otro tipo de texto que no tiene que depender de una
textual son modelos mentales del lector. Como tales, n macroestructura bien formada es el naciente género litera-
siempre se encuentran directamente expresadas por las ora- rio que los críticos y escritores denominan simplemente «tex-
ciones constituyentes del texto. to». El texto vanguardista está a menudo bien formado en
3. Las proposiciones de la macroestructura han de es- el micronivel, pero mal formado en el macronivel. Todas
tar bien formadas desde un punto de vista lógico-sernántico, o casi todas las oraciones constituyentes dependen de una
y tomadas en conjunto, han de formar un «mensaje posi- representación bien formada, pero tomadas en su conjun-
ble». Esto equivale a decir que las macroestructuras no ad- to, estas representaciones no forman una estructura cohe-
miten incompatibilidades entre sus unidades constituyen- rente. Esto incapacita al lector para resumir el texto. El
tes. Mientras que el uso figurado del lenguaje puede crear lector se ve obligado a trabajar con elementos dispersos de
incompatibilidades superficiales entre unidades léxicas, en significado, sin esperanza de alcanzar jamás una represen-
la macroestructura las expresiones figuradas han de remon- tación global.
tarse a las unidades semánticas (esto es, preléxicas) compa- Entre los géneros que representan mensajes posibles, ha
tibles que capten su traducción al lenguaje literal. de efectuarse otra división semántica a partir del mundo
4. Una macroestructura debe ser explícita y despro- del que depende dicha posibilidad. Las proposiciones de un
vista de toda ambigüedad. Si el contexto no puede elimi- género realista -fictivo o no- deben adecuarse a nuestra
nar las ambigüedades de las expresiones del texto, éste de- experiencia de realidad empírica. Por otra parte, en los gé-
be remontarse a varias macroestructuras. neros fantásticos encontramos proposiciones que contradi-
5. La representación semántica que es captada en la cen esta experiencia. Pero los mundos imaginarios, no im-
macroestructura debe ser igualmente aceptable para todos porta lo alejados que estén, en tiempo y en espacio, de la
los lectores del texto. Siendo una «lectura necesaria» la ma- realidad que conocemos, deben seguir ateniéndose a cier-
croestructura es un núcleo común de todas las interpreta- tos requisitos de coherencia semántica (cf. nota 7): los cuen-
ciones con pretensión de «validez» o «legitimidad».
Mientras que una abrumadora cantidad de géneros es- 7 Obsérvese que la violación de un rasgo como «humano» o «ani-

tán recogidos por las reglas que dictan la formación de re- mado» no da como resultado un mensaje imposible: en los mundos ima-
presentaciones lógico-semánticas coherentes, hayal menos ginarios, cualquier objeto puede recibir vida y espíritu. Con todo, in-
cluso en los cuentos fantásticos, las ideas abstractas no pueden volverse
dos tipos de texto que no tienen que depender de macroes- concretas. Así, la mesa duerme está mucho más próximo a ser un mensa-
tructuras bien formadas. (Aún se les puede dar una inter- je posible. Sobre este asunto, véase van Dijk (1977).
278 MARIE·I.AURE RYAN
HACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GENI~RICA 279
tos de hadas permiten a los príncipes convertirse en sapos, una historia no deja de ser historia: un mensaje narrativo.
pero no a los neutrinos salpicados de estrellas suicidar un Lo que todas las narraciones tienen en común es un con-
elefante. tenido mínimo que ha de especificarse por medio de res-
Otra distinción que ha de hacerse mediante restriccio- tricciones en su macroestructura 8. Como la narratividad
nes semánticas es la de géneros narrativas frente a no na- depende del desarrollo temporal, una de estas restricci~nes
rrativas. A pesar de la atención que se ha dedicado a la dirá que la macroestructura de todos los textos narrativas
estructuras narrativas durante los últimos quince años, los debe de contener apariciones repetidas de predicados que
estudiosos todavía no se han puesto de acuerdo en el lugar indiquen secuencia cronológica. Además, como no hay na-
que deben ocupar los requisitos narrativas en una teoría rrativa sin acción, las reglas de la narratividad impondrán
del texto. Algunos especialistas (Prince 1973; Pavel 1976) la presencia de predicados activos en algunas de las pro-
han intentado formalizar estos requisitos por medio de una posiciones de la macroestructura. Y, por último, en la me-
gramática especial, cuyos componentes básicos no son idén- dida en que toda la narrativa convincente provoca un cam-
ticos a las unidades básicas que forman parte de la com- bio de situación, un requisito especificará que al menos uno
posición de la representación semántica de los textos y ora- de los predicados estáticos que se apliquen a un participante
ciones (es decir, proposición, predicado y argumen to, si se en un momento determinado de la historia debe dejar de
acepta la pretensión de que las estructuras semánticas de describirlo en un momento posterior. Estos principios in-
las lenguas naturales pueden representarse en alguna ver- formales están, por supuesto, lejos de constituir una teoría
sión del cálculo de predicado). Contra esta postura se puede narrativa completa, pero cualesquiera que sean otros posi-
argumentar que el componente semántica de la gramática bles requisitos narrativas que la investigación futura pue-
de las lenguas naturales, si alguna vez se llega a formular da establecer como necesarios, su lugar en una teoría del
adecuadamente, ha de ser capaz de generar cualquier men- texto se situará en el nivel de los requisitos sernánticos. (So-
saje posible, y por consiguiente ha de ser lo suficientemente bre restricciones narrativas véase Van Dijk (1972), Prince
potente como para producir y definir los mensajes narrati- (1973), y para un intento de una definición más formal,
vas. El recurrir a una gramática especial o bien expresa una Ryan (en prensa)).
desconfianza en la posibilidad de representar las estructu- Las reglas que distinguen los géneros lógicamente cohe-
ras semánticas de un lenguaje formal, o bien es una solu- rentes, los géneros realistas y los géneros narrativas es-
ción provisional. Otros especialistas (Ohmann 1971; Pratt tán entre las más generales del nivel semántica. Pero una
1977) consideran que el narrar historias forma un acto de teoría del género completa necesita reglas semánticas con
lenguaje autónomo y asignan las reglas narrativas al sec- un mayor grado de especificidad. Siempre que un texto ten-
tor pragmático de la gramática. El problema con esta se- ga que tratar de un determinado asunto para pertenecer
gunda propuesta es que hace a la «narratividad» más o me- a un género, habrá un requisito que especifique el valor
nos independiente del contenido proposicional. Así como de al menos un elemento de su macroestructura. Las rece-
una proposición dada puede presentarse bajo predicados tas tienen que ser de comida, los anuncios de productos co-
realizativos que expresan una diversidad de actos de len- merciales, las tragedias clásicas tienen que incluir entre sus
guaje (v. gr. estás preparado, (·estás preparado], prepárate, su- personajes a personas de familias regias y las elegÍ~s ~e-
pongamos que estás preparado, etc.), del mismo modo deter- ben implicar la muerte de un ser humano. Como iridica
minados mensajes podrían usarse para contar historias, o
para realizar otros tipos de actos de lenguaje que no pre- B Doy por supuesto que las condiciones de narratividad son las mis-

sentarían un elemento narrativo. Esta postura es difícilmen- mas en todas las culturas, y que no están sujetas a cambios históricos.
Los "Nuevos Novelistas» no han metamorfoseado las estructuras narra-
te sostenible. Tanto si se afirma, como si se pregunta so-
tivas: simplemente han liberado al género novela de los requisitos na-
bre su veracidad, o si se la hace objeto de una hipótesis, rrativas.
280 \lIARIE-LAURE RYA,
IIACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GENÉRICA 281
la última de estas reglas, los requisitos semánticos pueden
referirse, no sólo a las proposiciones que se afirman en el distinta los diferentes textos del género de que se trate. Es-
texto (o que se integran en cualquier clase de acto de len- bozada en términos de la lengua natural, la estructura de
guaje), sino también a las implicaciones o a los presupues- la escritura científica quedaría aproximadamente así:
tos de estas proposiciones.
Existe un campo general de investigación w
Mientras que algunas reglas semánticas adoptan la for- y
ma de requisitos que especifican el valor de ciertos elementos Dentro de w, hay un problema x
de la macroestructura, otros son principios negativos que y la solución de x es y
limitan el campo de los posibles temas. En los géneros frui- y
tivos donde los requisitos positivos raramente exceden las La importancia de la resolución de x por medio de y es z.
condiciones de coherencia, realismo o narratividad, estos
principios negativos adquieren una especial importancia.
Las preocupaciones de la vida cotidiana no son apropia- 3.3. Reglas de superficie
das en las elegías y en las tragedias, mientras que la muerte
es un tema tabú en la comedia. Estas reglas negativas es- La última serie de reglas obligatorias, la que define las
tán normalmente correlacionadas con las del nivel pragmá- características propiamente verbales de los géneros, es de-
tico: se supone que las comedias han de ser divertidas, con masiado conocida por los teóricos del texto corno para re-
10 cual excluirán cualquier asunto que la cultura en que querir una exposición detallada. La codificación formal de
se encarnen no permita tomar a la ligera. la estructura de superficie se produce siempre que un géne-
Un último tipo de requisitos que debe especificarse en ro exija regularidades métricas o fonéticas, un vocabulario
el nivel semántico se refiere a la organización de los conte- especializado, expresiones form ulísticas, o características es-
nidos y la relación entre los bloques semánticos principa- peciales en la pronunciación o en la realización gráfica. Las
les. T. A. van Dijk (1977: 155) ha indicado que el discurso reglas de superficie son las más numerosas en poesía, pero
científico -tanto si se refiere a ingeniería, como a lingüís- no están de ningún modo restringidas a los géneros fruiti-
tica o pediatría- debe poseer una estructura global del ti- vos. Los textos legales y las salutaciones epistolares (par-
po: introducción-problema-solución-conclusión. Sin embar- ticularmente en francés) son dos ejemplos de discurso no
go, no está claro cómo deben formularse dichos requisitos. literario que hace un uso considerable de requisitos de su-
Un posible planteamiento (semejante al ya mencionado res- perficie. En ciertos casos, los requisitos obligatorios de su-
pecto de la narrativa) consistiría en diseñar una gramática perficie presentan un elemento de «elección múltiple». Por
especial con categorías básicas tales como «introducción», ejemplo, en algunos géneros orales tradicionales, el hablante
«problema», etc. Las reglas de esta gramática especifica- debe usar una serie de locuciones ligadas, pero puede ele-
rían simplemente qué componentes básicos deben apare- gir entre una variedad de expresiones disponibles. Lo mis-
cer en un género dado. Sin embargo, dicho planteamiento mo ocurre con las salutaciones epistolares.
complicaría la gramática sin resolver realmente el proble- En el marco de una gramática transformacional del tex-
ma, pues las unidades mayores «introducción» o «conclu- to, los requisitos de superficie deben considerarse corno res-
sión» quedarían todavía por definir. Un camino alternativo tricciones a las transformaciones. El cometido de estas res-
para especificar los requisitos organizativos se produciría tricciones es garantizar que, durante el proceso mediante
mediante reglas que atribuyen valores semánticos fijos a al- el cual las proposiciones semánticas se convierten en ora-
gunos de los predicados y argumentos de la macroestruc- ciones y las unidades semánticas en elementos léxicos, só-
tura, dejando otras sin especificar. Estas reglas formarían lo se incluirán aquellas sartas que presenten propiedades
una malla con casillas vacías, que rellenarían de manera formales específicas, o que respeten determinadas condi-
ciones léxicas. La interacción de estas restricciones con la
282 MARIE·LAURE RYAN IIACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GENÉRICA 283
derivación sintáctica y fonológica de los textos pone con fre- ble, pero usada en un trabajo científico constituiría un error
cuencia en funcionamiento las «reglas alternativas» que dan gramatical.
origen a las particularidades de los dialectos de los géne- Las opciones de tipo transformacional son las respon-
ros. El orden de palabras OY de la poesía renacentista, sables de las particularidades estilísticas de los dialectos de
por ejemplo, es una adaptación gramatical que facilita el los géneros. En poesía, donde se ha reconocido su impor-
cumplimiento de los requisitos genéricos de rima y d tancia durante mucho tiempo, generan sartas que los crí-
metro. ticos con frecuencia denominan «desviación poética». Y a
que el término desviación implica la existencia de una nor-
ma unificada, que, como hemos visto, no se da en la len-
3.4. Opciones genéricas gua, parecería preferible llamarlas «restringidas al entor-
no poético». Esta modificación deja libre el término des-
Las opciones genéricas no deben confundirse con los re- viación para otro propósito, el de marcar una distinción
quisitos de «elección múltiple» del tipo «el género n deb importante entre dos tipos de expresiones restringidas. Al
presentar al menos uno de los siguientes rasgos». Como ya primer tipo pertenecen el orden de palabras SOY de la poe-
se ha indicado, las opciones genéricas son aquellos usos del sía renacentista o el genitivo antepuesto del estilo clásico
lenguaje que son aceptables en ciertos tipos de texto, y qu francés, mientras que en el segundo tipo se incluyen las
quedan fuera de lugar en otros. Ya se han discutido algu- distorsiones sintácticas de Mallarmé, a grieJ ago de Dyllan
nas opciones en el nivel pragmático. El siguiente estudio Thomas, y lo que se ha convertido en el parangón de la
se centrará en las opciones relativas a la estructura super- lesviación poética: he danced his did de e. e. cummings*. Las
ficial y a las operaciones semánticas. tranforrnaciones que dan como resultado las formas del pri-
Una forma que pueden adoptar las opciones es la d mer tipo son opciones normalizadas del género a las que
restricciones formales. Por ejemplo, una opción de anun- pertenecen, y han sido usadas repetidas veces por muchos
cios, proverbios y lemas requiere la adopción de una forma escritores diferentes. El orden de palabras SOY aparece no
versificada. Y una opción de poesía hace que sea probable ólo en Spencer, sino también en Shakespeare, Pope, Su-
que el paralelismo fónico exceda los límites de los requisi- rrey, etc. (cf. Dillon 1976). Por otro lado, he danced his did
tos obligatorios de rima. pertenece más a cummings que al dialecto de su género.
Otra forma de opciones genéricas es la de las transfor- Se podría predecir sin temor a equivocarse que la trans-
maciones sintácticas. La principal diferencia entre restric- formación que da lugar a su generación nunca llegará a
ciones opcionales y transformaciones opcionales reside en ser una opción poética normalizada. Incluso en la obra de
el status sin táctico de la estructura resultante. Como ha se- ummings, no constituye una operación normalizada y ge-
ñalado van Dijk (1972), las restricciones formales asignan neralizada. Lo que hace que dicha forma sea posible no es
«más estructura» a la forma superficial de los textos, pero una regla sin táctica de la poesía moderna, sino una opción
las sartas que definen no se considerarían como una viola- extremadamente poderosa que no existía en la época re-
ción de las reglas sin tácticas si aparecieran en otro lugar. nacentista: la libertad para dictar las normas del lenguaje,
U na forma versificada resulta extraña, fuera de lugar y dis- de convertir los enunciados lingüísticos en acontecimien-
funcional en un trabajo científico, pero no absolutamente tos sintácticos únicos. La singularidad de he danced his did
agramatical. Por otro lado, las formas generadas por las hace que sea superfluo atribuir al dominio de la compe-
transformaciones opcionales están completamente prohibi- tencia el conocimiento de la transformación concreta que
das en otros contextos. Un ejemplo de esto puede ser el ya
mencionado de la supresión de elementos obvios. En los * Como se sabe, este autor escribe su nombre con minúscula (N del
productos comerciales ésta es una transformación acepta- T).
284 MARIE-LAURE RYAN IIACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETr':NCIA GEN(:RICA 285

da lugar a su generación. Mientras que el lector de poesía una de sus definiciones convencionales, y que no se obtie-
renacentista se espera de alguna manera las estructuras ov, nen mediante una regla sistemática, esto es, mediante una
el lector de cummings se espera he danced his did sólo en la operación que puede usarse repetidamente. La segunda con-
medida en que piensa que (casi) todo es posible en la poe- dición -que señala la distinción entre el discurso figura-
sía moderna. Para caracterizar los productos no iterables do verdaderamente creativo y la metáfora fría o las expre-
de esta opción moderna, el término de desviación recobra siones idiomáticas- define a la primera como un caso de
su plena legitimidad. desviación inherente ".
Otra importante diferencia entre la transformación que El uso de operaciones semánticas que dan origen allen-
da origen a estructuras av y la opción que genera he dan- guaje figurado está indudablemente controlado por los en-
ced his did reside en su nivel de aplicación. La primera es tornas genéricos, pero la naturaleza de esta relación es más
una transformación puramente sintáctica que "pera en una escurridiza que en el caso de las transformaciones puramen-
representación que ya ha sido converdda en unidades lé- te sintácticas. Si bien es cierto que los géneros muestran
xicas. Esta operación puede explicarse como un modelo una gran diferencia en el grado de acogida hacia la expre-
alternativo de linearización. Así, una expresión como her sión figurada, también es cierto que ningún género puede
swollen heart her breath seemed to bereaoe es simplemente otra prohibir radicalmente la innovación semántica. Las metá-
manera de decir her swollen heart seemed to bereave ha breath. foras originales se las arreglan para introducirse incluso en
Los dos enunciados se distinguen por su diferente grado el entorno más hostil: el del discurso científico. Por tanto,
de utilización y, por tanto, contienen una información es- no podemos postular una regla que excluya las transfor-
tilística diferente, pero comparten el mismo contenido de maciones semánticas de los géneros a, b o e, mientras que
proposiciones: no hay ningún contexto a partir del cual se sí podríamos establecer un principio que prohibiera la su-
pueda decir que una es verdadera y la otra falsa. Esa equi- presión de elementos obvios en contextos específicos. Y
valencia proposicional no se descubre entre la expresión de siendo, en principio, no iterables, así como ilimitados en
cummings y la expresión no restringida que más se apro- número, los ejemplos concretos de expresión figurada in-
xima a ella, esto es, he did his dance. Sea cual sea la repre- novadora no pueden recibir denominaciones individuales
sentación semántica bien formada que el lector asigne al que establezcan sus condiciones de uso. (Sólo pueden tra-
verso de cummings (los críticos han propuesto «se regoci- tarse de este modo las expresiones figuradas convenciona-
jaba en sus acciones del pasado», cf. Lipsky 1977: 246), les de determinados géneros, como aurora de dedos rosáceos
no será lo mismo que la representación de he did his dance. de la épica homérica). Lo que aquí hace falta no es una
La expresión de cummings viene producida por una serie lista de normas específicas, sino un conjunto de máximas
de transformaciones no iterables que empiezan en el nivel que permitan allectorlescritor evaluar el grado de tolerancia
de las unidades semánticas. Lo que se requiere para inter- que cada género muestra hacia la innovación semántica.
pretar el verso no es sólo un reagrupamiento de palabras Estas máximas se pueden formular a partir del modelo de
-mediante el cual descubra el lector su relación de paro- las «máximas de conversación» de M. P. Grice (cf. Grice
dia con he did his dance-, sino también una sustitución de 1975). Para los diálogos de la vida real, Grice propone las
elementos de significado. Sólo una paráfrasis, compuesta siguientes «máximas de modo» (hay otras relativas a «ca-
de palabras diferentes, transmitirá el contenido proposicio- lidad» «cantidad» y «relación»): 1) evite expresarse con
nal que el lector extrae de he danced his did.
Las transformaciones que empiezan en el nivel semán- " Se puede reconocer de manera aproximada una transformación
semántica o sintáctica no iterable cuando un uso posterior de la misma
tica son las responsables de todos los tipos de lenguaje fi-
por parte del mismo autor, o de otros autores, se califica de (auto-) pla-
gurado. Por lenguaje figurado entiendo aquellas expresio- gio. Existe, desde luego, un continuum desde las operaciones completa-
nes cuyas palabras constituyentes no se pueden tomar en mente itcrables hasta las operaciones que no son iterables en absoluto.
286 MARIE-LAURE R\AN IIACIA UI A TEORíA DE LA COMI>ETENCIA GENI~R[CA 287

oscuridad, 2) evite la ambigüedad, 3) sea breve, 4) sea or- de diversas representaciones semánticas hacia una estruc-
denado. Aunque estas máximas fueron definidas para la tura superficial común, y los juegos de palabras se derivan
conversación cotidiana, parecen regir cualquier texto orien- de la misma operación a menor escala: la ambigüedad pue-
tado hacia la acción o hacia la información. Los textos frui- de afectar a los textos en su totalidad; en cambio, los jue-
tivos pueden también ajustarse a las máximas de Grice, pero gos de palabras son fenómenos de micronivel. Como en el
presentan un conjunto adicional de máximas, y esto, a me- caso del lenguaje figurado, la pertinencia de estas opera-
nudo, da lugar a conflictos con el conjunto de Grice. Las ciones depende en gran medida del grado de tolerancia del
máximas de los textos fruitivos serían algo así como «bus- género hacia un componente fruitivo. Esta conexión es más
que el impacto», «haga que sus palabras sean memorables», problemática en el caso de las transformaciones que dan
«sorprenda», «sea sugerente y no demasiado explícito», «con- origen a la intriga narrativa, es decir, la permutación o su-
fíe en la sagacidad del lector», etc. A diferencia del prime- presión de proposiciones completas de la macroestructura.
ro, el segundo conjunto hace que la innovación semántica A la hora de descodificar un texto de un género narrativo,
sea algo muy deseable. De este modo, el grado de perti- el lector reinterpreta una macroestructura en la cual los
nencia de la expresión figurada en un género determinado acontecimientos se ordenan cronológicamente y en la que
es en gran medida función del grado de tolerancia de di- se contiene toda la información que se necesita para unir-
cho género hacia el componente de fruición. Pero si este los de una manera lógica. En algunos géneros narrativos,
enfoque da cuenta de una mayor pertinencia de la expre- la estructura superficial es necesaria para seguir la macroes-
sión figurada en los anuncios que en las leyes, y en los en- tructura lo más fielmente posible. Así, los testimonios, los
sayos que en los reportajes, no nos explica por qué las trans- diarios y las crónicas no admiten una reordenación crono-
formaciones semánticas innovadoras son más corrientes en lógica de los acontecimientos, ni tampoco una supresión de
determinados tipos de textos fruitivos (poemas, adivinan- información pertinente. Lo mismo se puede decir en gran
zas, proverbios) que en otros (novelas, chistes). Debemos medida de lo que se ha llamado las «formas simples» de los
suponer que hay distintas fuentes de fruición en la lectu- géneros fruitivos: mitos, leyendas y cuentos de hadas. Un
ra/ audición (cf. la variedad de reglas pragmáticas que se género en el que encaja el reordenamiento, pero que prohíbe
aplican en la categoría de texto fruitivo) y que los géneros la supresión de información pertinente, es la prosa pe-
fruitivos resuelven el conflicto entre los dos conjuntos de riodística: comienzos in medias res)flash backs, anticipaciones,
máximas de manera diferente, dependiendo del tipo de frui- son práctica común en los reportajes. Por otra parte, los
ción que procuren proporcionar. chistes parecen evitar el reordenamiento cronológico, pero
Entre las operaciones semánticas que pertenecen al cam- se basan, en gran medida, en la supresión de información.
po de opciones de algunos géneros, pero que no encajan Y, por último, ambas transformaciones son operaciones
bien en otros, se encuentran también las transformaciones aceptadas en la narrativa escrita de fruición, donde el lec-
que dan origen a la ironía, a los juegos de palabras, a la tor dispone de tiempo ilimitado para realizar las operacio-
ambigüedad y a la intriga narrativa. Descrito de manera nes de reconstrucción necesarias ".
aproximada, el discurso irónico es el resultado de una sus-
titución de predicación, por la cual se obtiene una propo-
un acto de lenguaje insincero, como el discurso fictivo, pero se distin-
sición que constituye la negación de la proposición gue de la ficción en que expresa las verdaderas creencias del hablante
subyacente "'. La ambigüedad se deriva de la combinación (siendo opuestas a las afirmadas o implicadas en los actos de lenguaje
concretos). Si se le da a la ironía una definición pragmática, su propie-
dad en determinados géneros se hará predecible por una opción prag-
lO Como otros muchos fenómenos lingüísticos, la ironía se puede mática.
describir desde un punto de vista semántico y desde un punto de vista 11 Hasta cierto punto, estas operaciones constituyen un rasgo de to-

pragmático. Desde un punto de vista pragmático, la ironía constituye dos los enunciados lingüísticos. (Véase van Dijk 1977). El discurso ra-
288 HACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA GENÉRICA 289
que el texto trata de la muerte de un ser humano, incluso
aunque no sepa nada de las reglas de las elegías.
4
El conocimiento de un segundo grupo de reglas, las op-
ciones genéricas, permite al lector evaluar la pertinencia del
Para concluir esta investigación, querría adentrarme en
uso del lenguaje por parte del autor. Esta actividad corres-
el ámbito de la actuación, planteando la pregunta: ¿Cómo
ponde, en el nivel textual, al enjuiciamiento de gramatica-
orienta el conocimiento de las reglas y opciones genéricas
lidad de oraciones aisladas. El lector que se encuentre con
el proceso concreto de interpretar un texto? De Mirch a
un modelo formal específico asignará un valor positivo al
Culler, de Hernadi a Scholes, los críticos literarios que ha~
efecto resultante, si sabe que el campo de opciones del gé-
tratado recientemente la noción de género han resaltado casi
nero en cuestión incluye la restricción correspondiente. Por
unánimemente su valor hermenéutico. Por lo común, se
otra parte, cuando se muestra sorprendido por un modelo!
sostiene que la identificación correcta de un género es
formal en un género que no permite este tipo de codifica-
requisito previo para una comprensión adecuada. Sin em-
ción considera su efecto como una interferencia. De mo-
bargo, esta consideración ha de matizarse un tanto. Parece
do parecido, el conocimiento de las transformaciones op-
razonable dar por supuesto que el lector no puede enfren-
cionales le dice al lector, en caso de encontrarse con una
tarse atinadamente con un texto sin saber unas cuantas co-
incoherencia semántica superficial o con lo que he llamado
sas sobre el género al que pertenece, pero esto no quiere
formas sintácticas restringidas, si estas formas deben atri-
decir que haya de estar familiarizado con cada una de las
buirse a la ignorancia del autor, a su falta de dominio ver-
reglas y opciones relativas a dicho género. La codificación
bal, a su incapacidad -para desarrollar un razonamiento
genérica incluye varios tipos de reglas, y a cada tipo co-
lógico, etc., o si se trata de medios para conseguir los efec~os
rresponde una función hermenéutica diferente. .
pretendidos. Como la evaluación no es una parte esen~~al
La función de un primer grupo de reglas, las restrrc-
de la comunicación (al menos no en el caso de la accion
ciones semánticas y de la estructura superficial, se encuentra
y la información), el lector puede con frecuencia actuar si~
limitada a la identificación del género. Como estas restric-
conocer perfectamente las opciones genéricas. La capaCl-
ciones producen rasgos discernibles, el conocerlos de ante-
dad para identificar recetas y usadas correctamente, por
mano no es esencial para un procesamiento adecuado. Un
ejemplo, no exige el conocimiento de las condiciones de per-
lector puede apreciar muy bien un soneto sin haberse en-
tinencia de la regla que permite la supresión del artículo
contrado antes con esta forma de texto fruitivo. El no estar
en el dialecto culinario (como en place chicken in oven) *.
al corriente de la existencia institucionalizada del género
Mientras que es necesario el conocimiento de las res-
«soneto» no le impedirá percibir la métrica y las regulari-
tricciones obligatorias para una completa identificación de
dades fónicas del texto. De modo parecido, comprenderá
un género, y el conocimiento de las opciones para una eva-
luación adecuada del texto, es esencial estar familiarizado
ramente se atiene a un orden estrictamente cronológico, y siempre su-
con las reglas pragmáticas de los géneros para usadas ade-
prime una gran cantidad de información (la información a la que el lector
tiene acceso automático mediante su conocimiento del mundo). El tipo cuadamente. No podemos examinar correctamente una ley
de reordenamiento que se relaciona con las categorías genéricas se re- si la consideramos un mandato fictivo, de la misma mane-
fiere a los grupos principales de proposiciones que permutan en su to- ra que no podemos apreciar convenientemente una novela
talidad, y/o a las proposiciones que se desplazan varios espacios de su
si creemos que está orientada hacia la información. El re-
lugar en una secuencia cronológica. Es difícil definir lassupreslOn;:s per-
tinentes, pero al menos se puede decir que aluden a la información que
lacionar un texto -o cualquier enunciado lingüístico- con
llega a ser recuperable sólo después de que se haya proporcionado una
cantidad significativa de información adicional. Un ejemplo de dicha
* Ponga pollo en horno. La autora alude aquí a una propie,dad de uso
del inglés que no se da en el español en el registro «receta». SI, por eJem-
supresión es la ocultación por parte de Stendhal del hecho de que el hé-
plo, en el uso «telegrama» (N del T).
roe de Armance es impotente.
290 MARIE-LAURE RYAN HACIA UNA TEORÍA J)E LA COMPETENCIA GENÉRICA 291

unas reglas pragmáticas que no le son propias significa per- está buscando; o (c) de gozar. En algunos casos, recons-
der de vista su pretensión comunicativa. En algunos casos, truir la macroestructura y relacionarla con las reglas prag-
las reglas pragmáticas pueden deducirse de la forma super- máticas del género es todo lo que hace falta para conse-
ficial de! texto. Por ejemplo, la fórmula érase una vez indica guir que e! lector se encuentre en esta situación. En otros
un contenido narrativo con la fuerza ilocucionaria de ase- casos, e! lector no puede alcanzar la satisfacción plena sin
veración fictiva. De modo parecido, el orden de palabras someter a la macroestructura a posteriores operaciones in-
vs en inglés indica la fuerza ilocucionaria de hacer una terpretativas. Este es e! caso de los poemas, cuyo conteni-
pregunta. En otros casos, las reglas pragmáticas no pre- do proposicional sería con frecuencia decepcionante si no
sentan indicaciones superficiales. Los actos de habla ficti- se pudiera relacionar con un acto de! lenguaje de rango se-
vos no se distinguen formalmente de los serios (al menos cundario, o con el discurso científico y filosófico, que invi-
en inglés), y en la oración el televisor Lobotomy es el que más ta al lector a considerar y a reunir información a partir de
se vende en el mercado nada nos dice si el texto es un anun- todos los desarrollos, implicaciones y consecuencias de las
cio, orientado hacia la acción,o un informe con destino proposiciones afirmadas en el texto.
al consumidor, orientado hacia la información. Cuando las Consideremos, por último, una posibilidad extrema, la
reglas pragmáticas son deducibles, e! lector ha de ser ca- de los géneros orientados hacia un acontecimiento siempre
paz de relacionar las indicaciones con el principio correc- renovable, que rechazan por tanto el establecimiento de un
to; cuando no lo son, debe saber de antemano qué reglas límite en el proceso de descodificación. En los ámbitos de
pragmáticas rigen el texto que está a punto de leer. la acción y la información, se precisaría la imaginación de
Mediante su conocimiento de las reglas pragmáticas re- un Borges para concebir textos de tal ambición. Podría de-
lativas a la totalidad del texto, e! lector es capaz de decidir cirse quizá que la revelación religiosa o los textos que se
hasta qué punto ha de llevar adelante e! proceso interpre- emplean en la predicción del porvenir (v. gr. e! 1 Ching)
tativo. En principio, todo enunciado lingüístico puede ser aspiran a proporcionar una información inagotable, abar-
sometido a una semiosis ilimitada: no podemos alcanzar la cadora y, por tanto, siempre nueva. Y en el terreno de los
interpretación definitiva, e! punto más allá de! cual los sig- textos de acción, podríamos proponer e! caso de un pro-
nificados ya no apuntan a otros significados. Sin embar- blema sin ninguna solución anticipada, que conste sólo de
go, cada género establece un límite implícito a la interpre- actos de! lenguaje directivos: encuentre usted todas las ge-
tación. Si traspasamos este límite, será por nuestra propia neralizaciones que pueda a partir de este conjunto de datos.
y libre voluntad, infringiendo con ello a sabiendas las re- Pero si los textos orientados hacia la acción e información
gias de! juego genérico. Este límite viene definido por las inagotables parecen, en e! mejor de los casos, problemáti-
reglas pragmáticas que señalan la orientación general del cos, la autorrenovabilidad es una ambición común y am-
texto. El proceso interpretativo se llevará adelante hasta e! pliamente reconocida entre los textos pertenecientes a la
punto en que e! lector esté en condiciones: (a) de realizar categoría de la fruición. A los textos que cumplen esta am-
la acción pertinente 12; (b) de extraer la información que bición normalmente los calificamos de «artísticos», «litera-
rios», «estéticos», etc. La cuestión es si la distinción entre
12 Con los anuncios, la acción que ha de realizarse siempre es textos de «fruición» y textos de "fruición simple renovable»
«compre x». El propósito del proceso de descodificación, por consiguiente,
no es averiguar lo que debe hacer el lector, sino reconstruir la justifica-
se produce por el juicio subjetivo de! lector, o si debe in-
ción del emisor para instar al lector a que compre x. Se pueden hacer corporarse a una teoría del género. Según la primera po-
observaciones similares con respecto a otros textos de acción, como los sibilidad, todos los géneros de fruición serían definidos por
discursos políticos. En estos géneros, las reglas pragmáticas son los su- la misma regla pragmática (algo parecido a «el autor pre-
ficientemente estrictas como para especificar qué acción pretende el emi-
tende del lector que goce lo más posible»), y el conocimiento
sor que realice el oyente. Este no es el caso de los géneros de instruc-
ci(l11 r: orno los problemas y las recetas. riel género por parte del lector no ofrecería ninguna infor-
292 :v1ARIE·LAURE RYAN HACIA U A TEORÍA DE LA COMPETENCIA GE ÉRICA 293

macion relativa al grado de ambición artística del texto. para señalar la distinción entre géneros fruitivos superiores
(Llamo artística a la ambición de proporcionar goce). La e inferiores, quedarán algunas categorías sin especificar con
segunda posibilidad significa que el lector espera de cier- respecto a la regla. Entre ellas se encuentran el relato bre-
tos géneros una satisfacción instantánea, pero rápidamen- ve y el género amplio novela: algunos de sus subgéneros
te agotada, y de otros, el gozo de una lectura siempre nueva son de fruición ilimitada, otros no lo son, y algunos textos
y más profunda. A la hora de decidirse a escribir en un son novelas que no encajan en ningún género institucio-
género específico de fruición, un autor se comprometería nalizado. En estos casos, el autor deja abierta la cuestión
con una de estas categorías. Si esta consideración es ade- de la ambición artística del texto, y la decisión se deja en
cuada en una cultura dada, los géneros de fruición ilimi- manos del lector. Por el contrario, el autor de un poema
tada han de distinguirse de los géneros de fruición simple tiene que comprometerse con la fruición ilimitada/semio-
por medio de una regla pragmática adicional. A menos que sis ilimitada, cosa que no puede hacer el autor de un me-
la cultura concreta se adhiera a una teoría estética o her- lodrama sin separarse de las reglas de este género.
menéutica específica, la regla no debe pronunciarse sobre Aunque las reglas pragmáticas de los géneros definen
la cuestión de dónde se encuentra el origen de la ,fruición un programa de interpretación más o menos completo, el
ilimitada: la complejidad de la estructuración, la cualidad lector sigue siendo libre para burlarse del juego genérico.
autorreflexiva del lenguaje, la polivalencia semántica, la ca- La burla se da siempre que leemos un texto según las re-
pacidad para-ofrecer mensajes significativos en varios mun- glas pragmáticas de otro tipo de texto. Las formas princi-
dos diferentes, o lo que quiera que pueda pensarse. Una pales de burlar las reglas genéricas son: (1) leer un texto frui-
formulación neutral sería: «El texto está orientado hacia una tivo como información; (2) leer un texto de información
fruición siempre renovable, y ha de someterse, por tanto, como fruitivo; (3) procurar la obtención de fruición me-
a una semiosis infinita». O podría preferirse «Sea cual sea diante una actividad distinta a la definida por las reglas
la fruición que obtenga el lector, otra lectura lo captará de pragmáticas; y (4) buscar en un texto de información un
una manera diferente o más profunda. Otra posibilidad más mensaje que no esté dentro Je1 alcance de la pretensión co-
consistiría en la adaptación y en la generalización de las municativa del emisor.
reglas propuestas anteriormente para la poesía. Sea cual sea Cómo ejemplo de la primera posibilidad podemos men-
la formulación elegida, la regla o reglas pragmáticas adi- cionar el enfoque que los teóricos e historiadores de la lite-
cionales han de definir, por supuesto, la intención del autor, ratura toman frente a los textos fruitivo s a diferencia del
no lo que éste consiga cumplir en realidad. El que un autor que toman los críticos literarios. Mientras que el objetivo
decida escribir en un género regido por la regla de frui- implícito del crítico es mostrar nuevos modos legítimos de
ción infinita/semiosis infinita no garantiza que el texto va- disfrutar de un texto -demostrando con ello la capacidad
ya a ser merecedor de una indagación inagotable. del texto para ofrecer una fruición siempre renovable- el
El hecho de que una teoría del género deba incluir o teórico y el historiador convierten al texto en un objeto o
no dicha regla depende de la cultura concreta. En nuestra en una fuente de conocimiento positivo. (Hasta cierto pun-
tradición cultural, los argumentos a favor de esta regla de to, lo mismo cabe decir de algunas lecturas sociológicas y
fruición infinita/semiosis infinita se muestran en la fuerte psicoanalíticas de obras literarias). El segundo tipo de trans-
dicotomía existente entre los géneros fruitivos «superiores» gresión se lleva normalmente a cabo en círculos académi-
e «inferiores»: tragedia frente a melodrama, comedia fren- cos. Prueba de ello son los cursos y seminarios con títulos
te a farsa, poemas líricos frente aleluyas, los tipos de no- tales como «la Biblia como literatura» (incluido en el plan
vela con ambición estética frente a los populares (relatos de estudios de muchos Departamentos de Lengua Inglesa
de intriga, novela policiaca, novela rosa, etc.). Pero incluso de los Estados Unidos), o «la obra de Freud como literatura"
si se apela al principio de fruición infinita/semiosis infinita (sesión especial del Congreso de la Modern Language Asso-
294 MARIE-LAURE RYAi\ Ilr\CIA UNA TEORíA IlE 1..-\COMI'ETI':NCIA (;I':0II::RICA 295
ciation 1977). Estos títulos llevan consigo la propuesta im- v cognitivos. Y aunque las reglas lingüísticas y sus corre-
plícita de que el objeto de estudio no será el valor de verdad latos pragmáticos consiguen de manera bastante aproximada
de las manifestaciones textuales, sino la cualidad específi- definir la función social de los géneros y determinar las ope-
ca de la experiencia lectora. Un ejemplo del tercer tipo de raciones mentales implicadas en el proceso, hay aspectos
transgresión sería una lectura irónica de una novela senti- sociales y cognitivos que quedan sin explicar en el marco
mental de un serial radiofónico o de un folletón en la cual propuesto aquí. Por ejemplo, las reglas pragmáticas defi-
la fruición no se obtendría mediante la identificación per- nen la orientación de los anuncios como persuasión al lec-
sonal con los personajes tal y como el autor, supuestamen- tor para que compre algo, pero no describen el status so-
te, pretende que haga el lector, sino mediante un distan- cial del acto de anunciar en una cultura dada. N9 obstante,
ciamiento irónico que permita considerar el texto como un este status afecta al proceso de descodificación y configura
ejemplo de kitsch. Finalmente, el último tipo se da cuando nuestra representación del género de una manera crucia!'
el lector de un texto de información, habiendo reconstrui- El poco prestigio del acto de anunciar es indudablemente
do la pretensión comunicativa del emisor como «siendo cier- responsable del hecho de que los textos comerciales hayan
to que P", decide buscar una información que no es parte recibido tan poca atención -al menos hasta hace poco-
de p ni de sus implicaciones lógicas. Se puede examinar mientras que se han dedicado decenas de libros al estudio
una carta de solicitud para obtener una información gra- del arte verbal en poesía, o incluso en otros géneros orien-
fológica, un diario para signos de esquizofrenia, una cró- tados hacia la acción, como los discursos políticos. Otro as-
nica histórica para datos lingüísticos, etc. Este procedimien- pecto del problema del género que no puede tratarse de ma-
to trae consigo las mismas consecuencias que la lectura de nera completa en un marco lingüístico tiene que ver con
textos fruitivos para obtener información: priva el texto del las presiones sociales que influyen en la elección por parte
género al que pertenece y lo convierte en un documento. del lector de modelos interpretativos (estéticos, ideológicos,
filosóficos, etc.). Queda por ver con qué precisión se pue-
den asociar dichos modelos con ciertos tipos de textos, y
5
hasta qué punto pueden configurar la representación mental
La finalidad del presente trabajo no ha sido mejorar las de los géneros por parte del lector.
definiciones existentes de géneros particulares, ni tampoco Aunque queda mucho trabajo por hacer para definir los
proponer una relación exhaustiva de todos los factores im- límites del componente lingüístico en una teoría integrada
plicados en nuestra representación de los tipos textuales. del género, y para relacionarlo con los componentes social
En lugar de ello, ha sido un intento de esbozar aspectos y cognitivo, el presente trabajo de investigación ha de con-
del problema del género que pueden ser discutidos o for- siderarse como un intento de clarificación del problema in-
mulados en el marco de una teoría lingüística, y que, por verso: el status de la noción de género en una teoría lin-
tanto, pueden atribuirse al ámbito de la competencia lin- güística integrada. Mientras se consideró el lenguaje como
güística. Sin embargo, para los miembros de una cultura, un sistema de signos, o como un conglomerado de reglas
la realidad psicológica de los géneros está determinada no para formar e interpretar oraciones, la relación del género
sólo por las propiedades textuales y por las reglas pragmá- con el lenguaje era fácil de apreciar: el género era un ni-
ticas relativas a ellos ti , sino también por factores sociales vel de codificación que existía como algo externo -super-
puesto- a los requisitos gramaticales del código lingüísti-
ti No se ha establecido en este trabajo ninguna distinción entre re- co. Esta relación hacía que fuera legítimo considerar los
glas pragmáticas «Iinguísticas» y «no linguísticas» del género. Si esta dis- géneros como sistemas semióticos de rango secundario. Pero
1 i nción es o no necesaria, o incluso posible, es una cuestión que queda ahora que se han integrado en la teoría lingüística dos ni-
por dilucidar. veles más de descripción -cómo combinar las proposicio-
HACIA UNA TEORÍA DE LA COMPETENCIA CENféRICA 297
296 MARIE·LAURI', RYAN

ciado»: comunicación oral, Chicagn, diciembre 1977), si-


nesy las oraciones individuales en los textos, y cómo usar
no: cuál es su come,tido en los á.mbitos de uso de lenguaje
los enunciados verbales en contextos comunicativos- apa-
y de la comurucacion . En el pnmero de estos ámbitos he
rece cada vez más problemática una neta separación en-
inten.t~do demostrar que el género es un tipo de entorno
tre «reglas genéricas» y «reglas Iingüísticas». Así como la
condicionante para la aplicación de determinadas operacio-
competencia lingüística incluye reglas que dan lugar a la
nes semánticas, sintácticas o incluso fonológicas. Por tan-
generación y uso de los distintos tipos oracionales, de la
to, a la hora de definir las condiciones para la aplicación
misma manera ha de incluir principios que den lugar a la
de una regla, la gramática de una lengua ha de referirse
producción, uso y reconocimiento de los distintos tipos tex-
al género, siempre que sea necesario, de la misma manera
tuales, Lo que R, Langacker (1972:3) afirma con relación
en que se refiere a las relaciones intra e inter-oracio nales
a las gramáticas oracionales es igualmente válido para las
o a los contextos extralingüísticos. En el segundo ámbito'
gramáticas textuales: «Algunas reglas son bastante generales
el género constituye un conjunto de actos directivos desti-
y se ponen en funcionamiento para determinar la forma
nados a cumplir un acto de comunicación textual cultural-
de absolutamente todas las oraciones de una lengua. (Un
mente aceptable, fácilmente reconocible y, por tanto, más
ejemplo de esto es una regla sin táctica que exija la concor-
eficaz. Esta última caracterización nos permite compren-
dancia del verbo con un sujeto). Otras reglas son menos
der la lucha del artista moderno contra las convenciones
generales y funcionan en la derivación de algunas oracio-
genéricas existentes como un intento de forzar al lector a
nes pero no de otras. No hay una dicotomía muy marcada
disfrutar fuera de los canales impuestos por la cultura do-
entre las reglas generales y las no generales, sino sólo un
minante.
continuum desde las plenamente generales hasta las particu-
Otro problema que el presente estudio debe contribuir
larmente idiosincrásicas. Las unidades léxicos (palabras, mor-
a dilucidar es el status teórico de la noción de literariedad.
femas, compuestos y modismos) pueden considerarse como
A partir de la discusión precedente, se pueden establecer
reglas de generalidad muy limitada». Haciendo una trans-
los siguientes criterios para definir el conjunto de los tex-
posición de estas observaciones al nivel textual, podemos tos literarios:
llamar «genéricas» a todas las reglas -tanto si son oracio-
(a) Con pretensión de fruición.
nales, como infra o supraoracionales- que toman parte en
(b) Escritos.
la derivación de algunos tipos de textos, pero no de otros.
(c) Con pretensión de fruición ilimitada/semiosis ili-
Las más idiosincrásicas de estas reglas parecen ser las res-
mitada.
tricciones formuladas que asignan determinados esquemas
(d) Capaces de proporcionar gozo.
fónicos a la estructura superficial de los textos. Sin reglas
(e) Dignos de semiosis ilimitada.
<<DO generales», es decir, sin reglas que den cuenta de las
Parecen necesarias algunas reglas de redundancia: si (e),
distinciones genéricas, una gramática textual sólo podría
entonces (d); si (c), entonces (a), y posiblemente en nues-
generar textos sin denominación, esto es, no especializa-
tra cultura si (c) entonces (b). La siguiente combinación
dos. Como nunca se ha utilizado tal cosa en una situación
de criterios ofrece definiciones defendibles.
comunicativa, no podría describir ni generar en absoluto
1: (a) Son literarios todos los textos de fruición: poe-
ningún auténtico texto. En vista de estas argumentaciones,
mas, tragedias, relatos de suspense, melodramas, chistes,
la pregunta adecuada que hay que plantear respecto de las
proverbios y adivinanzas.
categorías genéricas ya no es hasta qué punto forman sis-
2.' (a) + (b) Son literarios todos los textos de fruición
temas autónomos que pueden compararse con el sistema
escritos: poemas, tragedias, relatos de suspense, melodra-
lingüístico (como hicieron muchos teóricos literarios, como
mas, pero no los chistes, proverbios y adivinanzas.
por ejemplo Robert Scholes, quien recientemente propuso
3: (e) Son literarios todos los textos con pretensión de
la fórmula: «género es a texto lo que lenguaje es a enun-
298 MARIF-LAURE RVA'- IIACIA UNA TEORíA DI,: LA COMI'I'TENUA (;I':N(:RICA 299

fruición ilimitada: poemas y tragedias, pero no relatos de BAUMAN, R. (1978), Vérbal art as performance. Rowley, Mass.: New-
intriga, melodramas, chistes, proverbios y adivinanzas. bury House.
4. (a) + ((b)) + (d) Son literarios todos los textos es- BEAUGRANDE, R.-A. de (1978), Information, expectation, and preces-
critos orientados hacia el entretenimiento que alcancen su smg: on dassifying poetic texto Poetics 7: 3 -44.
objetivo: sólo los buenos textos de las clases 1 ó 2. BIERWISCH, M. (1965), Poetics and l¡nguút¡ú) en Freeman, ed.,
1970, págs. 96-115.
5: (e) + (e) Son literarios todos los textos orientados
CHATMAN, S. (ed. 1971), Literary style: a symposium. New York: Ox-
hacia la fruición ilimitada que logren su objetivo: sólo los
lord UP.
buenos textos de la clase 3.
CHATMAN, S., ed. (1973), Approaches to poetus. New York: Colum-
6. (d) o (e) Son literarios todos los textos capaces de pro- bia UP
porcionar fruición (ilimitada): todos los textos de las clases COLF, P. and J L. MORGAN, eds. (1975), Syntax and sernantics IIl:
4 ó 5, más algunos buenos textos que se leen buscando frui- speedi acts. New York: Aeademic Press.
ción ilimitada, burlando sus reglas genéricas, como Freud C U LLFR, J (1975), Structuralist poetics. Structuralism, lingulstzú) and
y la Biblia. the study of Iuerauae. Ithaea and London: Cornell UP.
Las tres primeras definiciones relacionan la literariedad VAN DIJK, T. A. (1972), Some aspects of text gramma7S. The Hague:
con categorías genéricas específicas -siendo todos los' tex- Mouton.
tos del mismo género igualmente literarios, buenos y V i\N DIJK, T A. (1974), Pragmaucs and poeiics, en Van Dijk, ed.,
malos-, mientras que las tres últimas, al introducir crite- púgs. 23-57.
rios de juicio personal, hacen que «literario» se convierta V i\N DI.JK, T A., ed. (1975), PragmaÚcs of language and luerature.
en una calificación que se aplica a textos individuales. A Arnstcrdarn: North-Holland.
la hora de decidir si un texto es o no literario, los miem- V i\N DI.JK, T A. (1977), 'Iéxt and contexto explorations in the semantics
bros de las culturas occidentales usan diversas combinacio- and pragrnatlcs of discourse. London and New York: Longrnan.
nes de los cinco criterios. (En algunas otras culturas no hay, DILLON, G. (1976), Literary transformations and poetics word arder. Poe-
por supuesto, nada que corresponda a nuestra institución ties 5: 1-22.
Eco, Urnberto (1976a), A tlzeory of sermones. Bloornington: India-
de «literatura». Estas culturas quizá puedan reconocer en
na UP.
su lugar una distinción entre textos sagrados y profanos).
Eco, Urnberto (1976b), Peirce's nolion of mierpretani. MLN 91:
Sólo en la primera definición parece estar ausente la reali-
1457-1472.
dad psicológica, si bien ésta es la más prometedora para FISH, S. E. (1973a), Wlzat 1.1 stylistics, and why are the» saying sucli te-
hacer de la literatura una categoría explícita. La tarea de rrible tlzznJ;s aboul it, en Chatman, ed., págs. 109-151.
la poética, pues, no es decidir cuáles de estas definiciones FISH, S. E. (1973b), How ordznary Ú ordinary fanguage) New Literary
son correctas y cuáles no, cuáles son científicas y cuáles no History 5: 41-54.
lo son, sino, reconociendo su relatividad y posibilidad de FISH, S. E. (1976), How to do things with Austzn and Searle. MLN
coexistencia en una cultura dada, explorar su esencia co- 91: 983-1025.
mún, planteando la pregunta: «¿Qué es lo que hace que FRI':EMAN, D. C., ed. (1970), Lznguistics and lucrar» sty/c. New York:
un enunciado verbal proporcione fruición al oyente?» Holt, Rhinehart and Winston.
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¿QUÉ SON LOS GÉNEROS?*
U na respuesta desde el punto de vista semiótica
y de la lingüística textual.
WOLFGANG RAIBLE
Universidad de Friburgo de Brisgovia

In memoriam Erich Kohler

Mi respuesta a la pregunta formulada en el título tiene


cuatro partes. La primera es una introducción (predomi-
nantemente literaria) al tema. Partiendo de la concepción
resultante, sacaré algunas conclusiones generales en la se-
gunda parte; son conclusiones que se refieren a aquellos
textos que designamos intuitivamente como pertenecientes
a un género. En la tercera parte intentaré mostrar según
qué criterios atribuimos las denominaciones genéricas. En
la cuarta parte haré un resumen de algunos resultados.

1. SOBRE LA SUPRES¡Ó DE LA REALIDAD

Hacia el final de la segunda parte del Hombre sin cualida-


des de Robert Musil (escrito entre 1930 y 1942) I se en-
cuentra una conversación significativa (cap. 114). Como
ya sabe el lector, Paul Arnheim, el industrial alemán, fa-
bricante de cañones y blindados y, a la vez, autor litera-

Título original del artículo: «Was sind Gattungen? Eine Antwort aus
serniotischer und textlinguistischer Sicht», publicado en Poética Xli, 1980,
págs. 320-349. Traducción de Kurt Spang. Texto traducido y reprodu-
cido con autorización del autor y del editor.
* Se trata de una conferencia dictada por el autor en la asamblea
anual de los germanistas universitarios celebrada en Hamburgo el 4 de
abril de 1979 (con el título «Géneros como especies textuales-/eff attun-
gen als Tcxtsorten»).
I Impreso primero Íntegramente en Hamburgo en 1952 = R. Mt.i-
SIL, Gesammelte Einzelausgaben, ed. por A. Frisé, 3 vals. Hamburge
1952-1957, vol. 1. La paginación se refiere a esta edición. (La versiór
española de las citas del Hombre sin cualidades es del traductor).
304 WOLFGANGRAII\LE ,QUÉ SON LOS GÉNEROS' 305

rio, propone relaciones a Diotima, la mujer del jefe del Un poco más adelante saca la siguiente conclusión:
negociado austriaco, Tuzzi. ¿Qué se debe hacer? El pro-
blema es el de la recta actuación. En la formulación del Intentemos amarnos como si los dos fuésemos figuras
narrador: creadas por un poeta y que se encuentran en las páginas
de un libro. Dejemos de lado de todas formas el andamia-
Una mujer en la difícil situación de Diotima debe re- je de grasa que hace que la realidad sea rechoncha.
nunciar, ceder a la tentación del adulterio, u optar por una
tercera solución mixta, en la que la mujer pertenecería qui- Algunas páginas después (588), Diotima se acuerda que
zá corporalmente a uno de los hombres y con el alma a lo que acaba de proponer Ulrich se aproxima a una pro-
otro, o quizá corporalmente a nadie (...) (págs. 584 s.) posición que le había hecho con anterioridad (págs. 296 ss.),
a saber: la de suprimir la realidad.
Sobre este complejo problema conversan en este lugar El lector se preguntará tal vez por qué me parece sig-
Diotima y su primo Ulrich, el hombre sin cualidades. Dio- nificativa esa conversación entre Ulrich y Diotima en re-
tima habla de ello de forma general, en clave, preguntan- lación con el tema de este trabajo. Pues bien, explica algo
do por lo que debería hacer una mujer en esta situación. fundamental acerca de la significación que adquieren para
En primer lugar, Ulrich expone que ciertamente existen nosotros los signos simples por un lado y también esos sig-
conceptos como «10 correcto», pero que estos conceptos se- nos complejos que llamamos «textos»: son siempre, expre-
rían sólo una especie de valor medio de fenómenos que en sándolo con palabras de Edmund Husserl, abreviaturas;
realidad poseerían una amplitud extraordinariamente va- abrevian y simplifican lo que se pretende designar -y pre-
riada. Lo ejemplifica con el concepto de «perro»: no existe cisamente a través del hecho de omitir-o Los signos lingúís-
el perro, explica, sólo hay perros con una serie infinita de ticos son, expresándolo nuevamente con un término de
variaciones individuales, es decir, seres vivos que se nos Husserl, «escuetos sucedáneos» que designan y sustituyen
presentan con más o menos justificación como perros. Al un fenómeno «por medio de rasgos particularmente carac-
parecer Diotima no sabe qué hacer con las reflexiones de terísticos». Estos rasgos característicos, dice en el mismo lu-
esta índole y vuelve a preguntar: «¿Qué debe hacer una gar' forman el núcleo alrededor del cual se cristalizan to-
mujer en la vida real en aquella situación de la que habla- dos los demás 2. Diciéndolo de otra forma y con otra cita
mos?» Ulrich contesta causando sorpresa en su interlocu- de Musil: «(... ) perro es solamente una indicación referida
tara: «[Deja hacer!» y a lo que venga: su marido, su aman- a determinados perros y particularidades perrunas ( ... )>>
te, la renuncia o una mezcla de todo. Diotima pregunta (pág. 314). La voz perro sólo contiene una serie limitada de
por el significado de esta afirmación y Ulrich responde cau- rasgos comunes a todos los perros reales. Los demás ras-
sando sorpresa otra vez: si ella quería intentarlo con él. Dio- gos pueden ser añadidos por el mismo perro, en cuanto sea
tima replica: «¿Le importaría explicarme cómo debo en- visible para los interlocutores, o se presente a la imagina-
tender lo que acaba de decirrne?» Ulrich lo explica con un ción del hablante u oyente.
párrafo más extenso cuyas palabras clave son «pasar por Ahora bien, Ulrich decía a Diotima, en este lugar que
alto» y «suprimir». Al principio pregunta a su prima si leía me parece significativo, que la belleza o el estímulo nacen
mucho, y al asentir ella, sigue aclarando lo que uno, o mejor
dicho, lo que ella hace leyendo: 2 «Zur Logik der Zeichen (Serniotik)» (1890), en E. HUSSERL, Phi-
losophie der Arithmetik. Logische und psychologische Untersuchungen. Mit
«En la recepción Ud. pasa por alto lo que no le agra- erganzenden Texten (1890-1901), ed. por L. Eley (= Husserliana. Ge-
da. Eso mismo ya lo hizo el autor. De la misma manera samrnelte Werke, Bd. 12), Den Haag 1970, págs. 340-373, aquí: 355.
omite Ud. cosas soñando o en su imaginación. Constato Cf también la continuación de esta concepción de Husserl en la doc-
por tanto: la belleza y el estímulo surgen al suprimir las trina de las "opiniones esquernatizadas» de Roman Ingarden. (Das lite-
cosas» (pág. 586). rarische Kunstwerk, Tübingen, :<1965 [Halle a.S., '1931], págs. 270 ss.).
306 WOLrGANG RAIBI.I ,QUI~ SON LOS GÉNEROS' 307

al suprimir elementos. «Belleza» y sobre todo «estímulo» es transcurso de este día en una, tres, díez o incluso cien pá-
la expresión adecuada para la situación en la que se halla ginas, como adquiere sentido para nosotros lo que leemos.
Diotima. Para mis necesidades más bien modestas, quiero Con cinco mil, diez mil o cien mil páginas llenas de infor-
formulario de modo distinto: en nuestras percepciones o en maciones acerca del transcurso de un solo día estaríamos
lo que decimos, sólo surge sentido para nosotros y los de- completamente perdidos. La información total equivale a
más en tanto en cuanto omitimos, suprimimos y reduci- ninguna información; es a través de la «reducción de la
mos constantemente, en tanto en cuanto no percibimos o complejidad» ", a través de modelos abreviados como se
no decimos infinidad de cosas. Ni en el ámbito de nuestras hacen reconocibles el sentido, las interrelaciones y las es-
percepciones, ni en lo que decimos, operamos con los ori- tructuras.
ginales que nunca serán concebibles en su plenitud, sino Un excelente ejemplo se encuentra en el penúltimo ca-
con modelos de estos originales. Un modelo, por ejemplo, pítulo de la segunda parte del Hombre sin cualidades. Paul
un mapa frente al original «ciudad» surge a través de la Arnheim ofreció a Ulrich ser su secretario privado. En el
reproducción y a la vez reducción; determinados rasgos del camino hacia su casa, Ulrich se acuerda de su infancia. Los
original «ciudad» se destacan en el mapa como relevantes; recuerdos giran alrededor de la vida sencilla en el campo,
todos los demás se pasan por alto. Si no fuera así, no sería en la que todavía se vislumbra un sentido, frente a la vida
posible utilizar el mapa de la ciudad y orientarnos con su compleja e inabarcable de la gran urbe, cuyos sucesos ya
ayuda. No tendría sentido para nosotros. De la misma no se pueden relacionar con uno mismo, ya no se pueden
manera los signos simples y complejos son abreviaturas, mo- ordenar de una forma determinada. A continuación saca
delos, reducciones de lo que representan. Nos permiten re- las siguientes conclusiones:
conocer en vez de un conglomerado de piedra, madera, cris-
tal, cemento, mortero y metal, una casa; o reconocer por y como una de estas ideas aparentemente excéntricas
y abstractas que tantas veces en su vida adquirieron una
ejemplo un partido de fútbol en vez de una interacción de
importancia inmediata, se le ocurrió que la ley de esta vi-
hora y media o dos de duración entre los componentes de da, que uno anhela exhausto y año randa la ingenuidad,
un grupo de 25 ó 30 personas que mantienen en movimien- no es otra que la del orden narrativo. Aquel orden simple
to un balón y son acompañados por aclamaciones de miles que consiste en el hecho de que uno puede decir: «Des-
de espectadores'. pués de que había ocurrido esto, sucedió aquello». Es la
Abreviaturas o modelos de este tipo no son por tanto simple secuencia, la reproducción de la multiplicidad so-
solamente los signos simples, sino también los complejos, brecogedora de la vida en una forma unidimensional, co-
es decir, oraciones o textos completos. El escritor que qui- mo diría un matemático que nos tranquiliza. Ensartar a
siera describir exhaustivamente y como si fuese la realidad, lo largo de un hilo todo lo que ocurrió en el tiempo y el
espacio, precisamente en aquel famoso «hilo de la narra-
un día de la vida de su protagonista, ya hubiera muerto
ción» del que consiste ahora también el hilo de la vida. ¡Di-
antes de haber empezado siquiera la presentación del de-
choso aquel que puede decir «cuando», «antes» y «después»!
sayuno 4. Es a través del hecho de que nos describa el A lo mejor le sucedió algo malo o tuvo que soportar un
gran dolor; en cuanto es capaz de relatar los acontecimien-
1 El ejemplo del partido de fútbol es en cierto modo una actualiza-
tos en su transcurrir temporal, se siente tan a gusto como
ción del conocido ejemplo dado por John Locke con la voz triumphus: si el sol le diera en la piel. Esto es lo que la novela apro-
paréntesis léxicos de esta Índole resumen una multiplicidad en una uni- vechó artificialmente: el caminante cabalgará por la carre-
dad. Cf. An Essay Concerning Human Understanding, libro ut, cap. 5, § 10.
I Compárese en este orden de ideas el bonito ejemplo que propor· " Cf. N. LUHMANN, «Sinn als Grundbegriff der Soziologie», en J
ciona Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares con el escritor fictiri« HABERMAS/N. LUHMANN, Teorie der Gesellschajt order Sozialtechnologie-ftá.\
Ramón Bonavena: Una tarde (en Román Bonauena, en J L BORGES/A. leistet die Systernforschung? (Theorie-Diskussion), Frankfurt a. M., 1971.
HIOY CASARES, Crónicas di: Bustos Domecq, Buenos Aires, 1962, págs. 21-211. págs. 25-100.
308 WOLFGANGRAIKLE ,QUÉ SON LOS GÉNEROS! 309
tera cuando llueve a cántaros o andará con 20 grados ba-
jo cero en la nieve, mientras que el lector estará siempre 2. EL GÉNERO DESDE EL PUNTO DE VISTA
a gusto. Sería muy difícil de comprender, si este eterno tru- SEMIÓTICO: CINCO CONCLUSIONES
co de la narrativa, con el que las niñeras calmaron a sus
peques, esta «reducción perspectivista del entendimiento", Hasta ahora presenté unas consideraciones ilustradas
no formara parte ya de la vida misma. La mayoría de los con ejemplos de Musil y apoyadas por Husserl que con jus-
hombres son narradores en la relación fundamental consi- ticia también se pueden clasificar como «sernióticas». Se-
go mismos. No les gusta la lírica o sólo durante algunos gún estas consideraciones, tanto los signos simples como
instantes y aun cuando se mezcla con el hilo de la vida un los complejos, que llamamos «textos», no son otra cosa que
poco de «por qué» y de «para qué», aborrecen, sin embar- modelos de diversa extensión de lo que queremos explicar.
go, cualquier contemplación que va más allá. Les gusta la
Reproducen el original y lo reducen a la vez considerable-
concatenación ordenada de los hechos, porque se parece
mente por el hecho de entresacar un determinado número
a un orden necesario y a través de la impresión de que su
vida posee un «transcurso», se encuentran de alguna ma- de rasgos característicos mientras que se omite una infini-
nera cobijados en el caos. Y Ulrich se dio cuenta ahora de tud de informaciones también posibles 6. Es sólo a través
que había perdido esta primitiva narratividad, a la que se de esta omisión y del proceso complementario de la selec-
agarra todavía la vida privada a pesar de que en la públi- ción -que destacó Erich Kóhler también desde un enfo-
ca todo se ha vuelto ya «anarrativo» puesto que ya no se que sociológico-literario 7_ como se crea sentido. Según
tiene ningún «hilo», sino que se extiende a una superficie
inmensa entretejida (pág. 650). " Cf. acerca de la «relevancia abstractiva» del signo lingüístico la
Sprachtheorie de KARL BÜHLER, jena, 1934; reimpresión Stuttgart 1965,
Por tanto, un texto narrativo es en relación con elori- págs. 42 ss. (traducción española dejulián Marías: Teoría MI lenguaje, Ma-
drid, 1950); la idea del esquema o de la simplificación y reducción que
ginal -existente o ficticio- al que se refiere, un modelo,
representan los signos lingüísticos se encuentra, por ejemplo, también
una abreviatura en la que, en palabras de Musil, la «mul- en STEPHEN ULLMANN, Principies of Semantics, Oxford, 21957 1951), e
tiplicidad sobrecogedora de la vida» se reduce, según el prin- pág. 93. Es especialmente notable el concepto de «esquema» que se en-
cipio de la secuencia cronológica -y omitiendo cantida- cuentra desde aproximadamente 1930 en la obra de jean Piaget y que
des ingentes de informaciones posibles-, a un mundo más se discute desde algunos años, y por lo general sin conocimiento de la
filiación histórica, con la denominación «Irarne» en e! ámbito de la lla-
simple, más abarcable y por ende más fácil de concebir y mada Inteligencia artificial. Para hacer aún más inteligible la idea de!
dotado de sentido. El que puede narrar de este modo par- signo como modelo, tanto de signo simple como de signo complejo, qui-
te de su vida ha alcanzado un distanciamiento y ha reco- siera recordar los distintos tipos de posibles relaciones entre signo y ob-
nocido un sentido. Ulrich ha perdido esta capacidad de lo jeto en el sentido de Charles S. Peirce: en los signos simples se trata de
modelos simbólicos, sólo los más complejos son «icónicos». Signos lin-
que él llama lo primitivamente narrativo; le cuesta, por tan-
güísticos más extensos tienden a la iconicidad y no solamente en el ám-
to, llenar su vida de sentido y de relaciones inteligible s por bito de los signos literarios, como parece suponer Miroslav Cervenka
medio de las reducciones modélicas. Y el dar a Diotima, (Der Bedeuiungsaufbau MS Iuerarischen l#rks, ed. por F. Boldt y W. D. Stempel
en la cita del principio, el consejo -naturalmente utópico- [Theorze und Ceschidue der Literatur und der schonen Kunste, 36], München, 1978,
de vivir o de amar como ocurre en las páginas de un li- págs. 68 s.), sino en general. Max Bense parece ver el carácter de mo-
delo sólo en e! caso de la representación icónica: «Toda representación
bro, es decir, no en la realidad que por este mismo hecho icónica parece constituir un proceso abstractivo en el que el icono co-
se aboliría, sino en un modelo simplificado de la realidad, mo esencia de una determinada serie de predicados o de corresponden-
es porque allí se halla lo que él llamó «belleza y estímulo», cia reducidos y en principio todavía rasgos más reducibles reproduce su
o, dicho de otra forma, el sentido mediante las posibilida- objeto a la vez de forma abstracta y esencial». (<<Semiotib, en H. P.
des de abarcar y de simplificar, o más concretamente, me- AL:THAUs/H.,HENNE/H. E. WlEGAND (eds.), Lexikon der germanistischen
Lznguistik, 3 vals. Tübingen, 1973, vol. 1, págs. 13-34, aquí pág. 19.
diante la omisión de «todo el andamiaje de grasa que hace i «Literatursoziologische Perspektiven», en H. R. jAUSS/ E. KÓI-I-
que la realidad sea más rechoncha». LER (eds.), GrundriB der romanischen Literaturen des Miuelalters, Heidelberg,
310 WOLFGANG RAIBLE ,QUÉ SON LOS GÉNEROS' 311
qué rasgos se destaquen como relevantes con el signo co- autores se acercan a objetos para los cuales todavía no exis-
rrespondiente, el modelo y con ello también la reproduc- ten modelos establecidos -léase topoi-. La desventaja de
ción salen distintos: puedo reducir y concebir al mismo pe- aquellos modelos convencionales es que degeneran por auto-
rro mediante modelos sígnicos muy diversos. Puedo decir: matización y se convierten en clichés. Entonces no sirven
«este cuadrúpedo», «este vertebrado», «este pequinés», «este apenas para la descripción individual de un paisaje real
algo hirsuto», «este consuelo de mi vejez», «este espantajo -menos aún cuando el autor pretende ver el paisaje con
de perro», etc. ojos de científico-o
En la segunda parte de mis explicaciones quisiera sa- Así se lamenta, en el siglo XVIII, Bernardin de 'Saint-
car cinco conclusiones de esta idea central del signo como Pierre de los paisajes estereotipados en los libros de viaje:
modelo, a saber, conclusiones para aquellos signos lingüís- Hindustán es igual a Europa. Por otro lado, se lamenta
ticos complejos que atribuimos a los géneros. amargamente de que no haya todavía modelos para las ver-
daderas descripciones de paisajes: este arte sería tan nue-
vo que incluso habría que inventar primero los tecnicismos
Primera conclusión: el género como convención
pertinentes 9. Por consiguiente, Bernardin de Saint-Pierre
tenía que crear una nueva técnica de descripción paisajís-
A algunos el salto del signo simple a una novela entera
tica para sus necesidades, una técnica que fue transmitida
como signo complejo les resultará tal vez demasiado gran-
a su vez, transformándose así en modelo 10. Mi primera
de. Por ello quisiera volver a precisar la condición de mo-
conclusión es por tanto ésta: de la misma manera que un
delo con un tipo de signo complejo que generalmente no
topos es un modelo convencional, el texto, como plasma-
se presenta como género. Con este ejemplo quiero también
hacer plausible mi primera conclusión. ción de un género, también es un modelo convencional.
Las normas genéricas son por tanto una convención, cons-
De todos es sabido que E. R. Curtius ha intentado mos-
tituyen modelos que adquieren validez por medio de la con-
trar que la literatura europea se halla anclada en la tradi-
vención. En esto estoy de acuerdo con múltiples trabajos
ción de la Edad Media latina 8. Curtius ejemplifica esta
acerca de la doctrina de los géneros 11. La constante evo-
vinculación sobre todo mediante los por él así llamados to-
lución de estos modelos, por tanto su transformación en la
poi. Existen, por ejemplo, para la representación de suce-
diacronía es, como mostró por ejemplo Hans Robert
sos de la naturaleza, una tormenta en el mar, o para la des-
Jauss 12, un reflejo de aquella E7ríooaL5 EL5 CI'.V7Ó aristo-
cripción del paisaje en la literatura: aquí se da el topos de
la simpatía de la naturaleza que procede del mito de Or-
feo, el topos del paisaje ideal de la Arcadia o el topos del 9 T0yage ti l'Ile de Franie (1773) ~ B. de Saint-Pierre, Oeuores completes,
locus amoenus. Ahora bien, los topoi de esta índole no son ed. por L. Aimé-Martin, 8 vals. Bruxelles 1820, vol. 1, pág. 218.
10 Cf. a este respecto de! autor, «Literatur und Natur. Beobachtun-
otra cosa que modelos convencionales para la captación de
gen zur literarischen Landschaft», Poetica 11 (1979), 105-23.
determinados ámbitos. Gustosamente los autores echan ma-
11 Cf. p. ej. K. W. HEMPFER, Gattungstheorie (Information und
no de ellos, pues estos topoi les suponen una inapreciable Synthese. 1 ~ UTB, 133), München, 1973, págs. 89 ss. Acerca de la re-
ayuda -precisamente aquella ayuda que presta un mode- lación fundamentalmente tensa entre la tradición histórico-cultural o la
lo conciso frente a un ámbito infinitamente polifacético-. técnica por un lado y la creación y originalidad por otro, Eugenio Co-
Uno se da cuenta de la ayuda que suponen, cuando los seriu hizo unas afirmaciones relacionadas con los géneros en: Das roma-
rusche Verbalsystem, ed. y revisado por H. Bertsch (Tübinger beitrage zur
Linguistik. 66), Tübingen, 1976, pág. 20.
1968 ss., voL 4, 1: Le roman jusqu'ti la fin du X!ll' siécle. Partie historique 12 «Theorie der Gattungen un Literatur des Mittelalters», en Crun-
(1978), págs 82-103. driP:,der romanischen Lueraturen des Mutelalters, vol. 1 (1972), págs. 107-138;
11 Europaische Literatur und lateinisches Miüelalter, Bern/M ünchen, 1961:< i arnbién en H. R. jAUSS, Alterua: und Modernitat der mittelalterlichen Litera-
(Bern, 1948). Literatura europea y Edad Media latina, México, 1955. t ur. Gesammelte Aufsátze 1956-1976, München, 1977, págs. 327-35i'Í,
312 WOLFGANG RAIIlLE
¿QUÉ SON LOS GÉNEROS? 313
télica Il, de aquel constante superar lo existente que Jo-
el título Eugénie Orandet se incluye, sin embargo, sin vaci-
han n Gustav Droysen destacó en su Historik como funda-
lar en el género «novela". Los textos que parecen formar
mental en la historicidad del hombre ".
parte de los géneros -y ésta es la segunda conclusión de
mis consideraciones- aparentemente son todos-parciales
de una determinada extensión o de una determinada corn-
Segunda conclusión: afinidad entre géneros y grados
olejidad. Con todo, la extensión puede variar dentro de
de complejidad
.mos determinados límites en los diversos géneros. Por otro
ado, determinados géneros pueden distinguirse entre sí a
Antes de llegar a la segunda conclusión de mi concep- través de diferencias de extensión relativas: «novela» sig-
ción, ilustrada con las citas de Musil, tengo que introdu- nifica, por ejemplo, «más largo que un cuento" -cierta-
cir un raciocinio adicional: la voz «texto», y no se puede mente hay novelas en las que se narran cuentos-. Exis-
subestimar este hecho, es, tanto respecto del sistema como ten, por tanto, géneros cuyos ejemplares son más extensos
respecto de la actualización de este sistema, un concepto que los de otros géneros. Expresándolo con Aristóteles: las
relativo y dinámico. «Texto» no es solamente una novela acciones que forman la base de determinados géneros pue-
como Eugénie Grandet de Balzac, «texto» es también la tota- den ser simples o complejas 15.
lidad de la Comédie Humaine de la que forma parte esta no-
vela. Pero «texto» es también un párrafo o un capítulo de
Eugénie Grandet. Expresándolo con un concepto de la feno- Tercera conclusión: el cierre
menología o de la psicología de la gestalt: un texto es siempre
un todo-parcial. La relación entre un todo-parcial menos El rasgo característico que quisiera aducir como terce-
extenso y un todo-parcial mayor es una relación funcional: ra característica es algo no demasiado fácil de conceptuali-
un capítulo de Eugénie Grandet posee una función dentro del zar: se trata del relativo acabamiento o la autonomía de
todo-parcial que constituye la novela; la novela posee otra los textos que se atribuyen a los géneros, es decir, se trata
el} aquel grupo de novelas que Balzac reunió bajo el título de lo que se parafraseó ya en la Poética aristotélica con 6A05
«Etudes de moeurs»; y este grupo de novelas posee a su xtxi TÉA€W5 «completo y cerrado» y lo que compara allí -y
vez su puesto jerárquico dentro de la totalidad de la Comé- desde entonces permanentemente- con una entidad que
die Humaine. tiene principio, medio y fin 16. Para explicar las razones
En esta jerarquía de todos-parciales individuales la atri- internas de tal cierre tengo que volver a recurrir a fenó-
bución a un género parece ser reservada al nivel jerárqui- menos lingüísticos generales.
co medio: ni el capítulo de Eugénie Grandet, ni los «Études Parecer ser un lugar común entre los especialistas que
de moeurs», ni la Comedie Humaine son todos-parciales que uno disfruta bien de la buena música porque representa una
se atribuirían comúnmente a un género. El todo-parcial con mezcla equilibrada de orden y sorpresa. La sorpresa no sería
posible sin la existencia de un determinado orden que nos
u De anima 1[, 5, 4¡7b 6. capacita para comprobar lo que a continuación es verosí-
1+ Historik. Lecciones sobre enciclopedia y metodología de la histo- mil o inverosímil 17. Donde no hay orden tampoco puede
ria, cd. por R. Hübner, München/Berlin, 1937; reimpresión: Darmstadt,
1977, págs. 9 ss. Sin recurrir a Aristóteles o Droysen, Coseriu desarro-
Poética, cap. 10, 1452 a 12 y cap. 24, 1459b 9.
I~,
lla la misma concepción respecto de las causas de las transformaciones
Poética, cap. 23 1459 a 17-21, allí referido a la epopeya. La
11; afir-
de la lengua (Sincronia, diacronia e historia. El problema del cambio lingüís-
tico, Universidad de la República. Facultad de Humanidades y Cien- mación de principio, medio y fin implica que el texto que posee esta
cualidad representa una serie ordenado. de informaciones.
cias. Investigaciones y estudios. Serie Filología y Lingüística, 2, Mon-
17 Aquí podrían añadirse consideraciones como las realizadas por
tevideo, 1958, págs. 60-62).
Wolf Dieter Stempel bajo el lema «sistemática de compatibilidad»: «Le
314 WOLFGANG RAIBLF ,:QUÉ SON LOS GÉNEROS? 315

haber sorpresa -o, lo que es lo mismo- no hay más que novum libellum y con la sabida estructura de orden y sor-
sor~resas, y porque no ordenamos la serie de sorpresas, es presa. Las unidades a partir del nivel de la oración o aún
decir, porque no podemos resumirlas en unidades mayo- mayores se delimitan y con ello se relacionan a la vez en-
res, .no somos capaces de aprehenderlas, no descubrimos periores a través de conjunciones y marcas de entonación:
sentido y por tanto no sabemos qué hacer con ellas. a un «no sólo» sigue un «sino también», a un «cuando» un
N~estro sistema lingüístico de signos no es más que un «entonces», a una pregunta una respuesta. Unidades todavía
gran sistema de ordenación, un sistema que permite ver, mayores se delimitan y con ello se relacionan a la vez en-
entre otras cosas, lo que resulta estructuralmente verosí- tre sí, mediante las llamadas señales macrosintácticas de
mil o inverosímil. La gramática es la doctrina de estos estructuración 13. El lector u oyente puede por tanto inte-
elementos de ordenación en nuestras comunicaciones lin- grar gracias a los elementos de ordenación del sistema lin-
güísticas. Estos elementos existen en todos los niveles de güístico una larga cadena de informaciones presentadas de
la jer~rquÍa lingüísti~a. A un escalón inferior de esta je- forma lineal para construir textos parciales o unidades de
rarquia se halla por ejemplo el de la congruencia: a través sentido cada vez más extensos. Cada una de estas unida-
de la congruencia en los elementos de ordenación «caso" des de sentido suscita, en su función de elemento de orde-
«género», (<número» reconocemos como oyentes que lepidum, nación, expectaciones estructurales de más información -el
novum y. lzbellum deben ser coordinados para formar la uni- momento sorpresivo depende de los contenidos con los que
dad lepidum novum libellum. se rellene esta información anticipada a través de la es-
El oy~n~e sabe además que después de lepidum y novum tructura-. '"
como adjetivos debe seguir un nombre al que se refieren Como muestra veamos la ya mencionada novela Eugé-
ambo~ c?mo elementos determinativos: por regla general, nie Grandet.· después de la primera mitad surge para el lec-
los adjetivos no son independientes y esta expectación es tor la siguiente situación:
un elemento más de ordenación. La sorpresa es el nombre
concreto, aquí libeLlum y no algo distinto que ocupa el lu- La acción transcurre en noviembre de 1819. Eugénie
Grandet, una chica no precisamente atractiva de apenas
gar del nombre esperado. Tales grupos como lepidum no-
23 años, tiene un padre rico. Un pariente, llamado Char-
vum lzbel~un:,se encuadran por medio de preposiciones, ca-
les, venido a menos a consecuencia del suicidio de su pa-
so y posicion en un marco que se establece con el verbo dre arruinado, llega a Saumur, a la provincia, procedente
de la frase, por ejemplo, desempeñando la función de ob-
jeto. Esto es igualmente un ejemplo para el hecho de que
lB Cf. acerca del concepto de la señal de estructuración el trabajo
la sorpresa depende del orden; cuando Catulo empieza su
fundamental de ELISABETH GÜLICH, Makrosyntax der Gliederungssignale im
carmen 1 con, la pregunta Cui dono) entonces el oyente o lector gesprochenen Franeosisch, München, 1970.
espera, basando se en el marco de valencias establecido por IY Cf. acerca de la información de jerarquías ascendentes según la
el verbo donare, un o~jeto directo; una expectación que se perspectiva del oyente, particularmente los modelos de gramática o de
cumple con el contemdo del ya mencionado grupo lepidum textos de Kenneth L. Pike (modelo tagmémico) y Klaus Heger, accesi-
bles en E. GÜLICH/W. RAIBLE, Linguistische textmodelle (UTB 130), Mün-
chen 1977, págs. 97 ss. y págs. 136 ss. Acerca del papel de la entona-
gen re, en derriiere analyse, sera un sysreme de compatibilités recouvert ción en la formación de textos cf. H. PILCH, «Intoriation in Discourse
par ~ne norme qui e~t, 'pm.lr ainsi dire, la clef du genre» ("Pour une des- Analysis», Phonetica 34 (1977), 31-92. Son fundamentales para la concep-
cnpuon des genres Iittéraires», en Actele celui de-al XII-lea congres in- ción de la formación de jerarquías desde el punto de vista del oyente,
ternatlOn,al de lingvisticá SI filologie rornanicá, 2 vols. Bucuresti 1970-71, la tercera y cuarta de las Logische Untersuchungen de Husserl (1901); cf. tam-
v~l: 2, pags. 565-570, aquí: pág. 563; id., «Gibt es Textsorten?», en E. bién W. RAIIlLE, «Edrnund Husserl, die Universalienforschung und die
GULlCH/W. RAIBLE (eds.), Textsorten Differenzierungskriterien aus lin- Regularitiit des Irregularen», en G. BRETTSCHNEIDER/CH. LEHMANN
g';'lstlscher Sicht .. Wiesbaden, 21975 [Fr aukfu rt a. M., 11972], (eds.), J1.iigeder Universalienforschung, Sprachwissenschaftliche Beitriige zum
pags. 175-179, particularmente pág. 177). 60. Geburtstag von Hansjakob Seiler, Tübingen, 1980, 42-50.
317
316 WOLFGANG RAlBLE i.QUÉ SON LOS GÉNEROS?

de Paris. A causa de la avaricia notoria de Grandet padre Charles financieramente saneado, vuelve a París (por
ni la propia hija ni el pariente indigente saben de la riqueza tanto no a Saumur), devuelve lo que debe a la ahora rica
del hombre en cuya casa viven. Charles se ve obligado a heredera Eugénie, que tiene entretando 31 años, y disu.el-
prosperar en el extranjero. Ahora Eugénie se enamora del ve por carta su compromiso porque para prosperar ---:dlce
sobrino elegante. El sobrino corresponde a este afecto y los él- quiere casarse con una aristócrata. que Eugéme es
dos se comprometen en presencia de los testigos obligato- diez veces más rica que él, se entera dernasiado tarde; he-
rios. Naturalmente el padre no sabe nada de ello. Tam- cho éste que lo convierte en uno de aquellos estafadores
poco sabe que Eugénie da a su prometido sus monedas de que, desde su propio punto de vista, se estafan a sí mismos.
oro para el viaje y el comienzo de una existencia nueva
en la India. Lo que quiero decir con «cierre» como criterio de los
textos que pertenecen a un género, es lo siguiente: la ex-
Con este resumen se puede explicar muy bien lo que pectación del lector u oyente se orienta de tal maner~ en
entiendo por «cierre» como rasgo de un signo complejo que el plano superior de la jerarquía del texto dado y median-
tiene carácter de género. Si la novela de Balzac terminara te la adecuada ordenación de la información en los planos
con esta descripción de unos ocho días de noviembre de inferiores de la jerarquía, que estructuralmente puede es-
1819, sería un fragmento para el lector. Para éste; el ras- perar una determinada continuación. Del modo en el cual
go configurativo predominante de esta primera mitad de se presente la continuación esperada dentro del marco de
la novela está constituido por el paréntesis común de la ordenación, depende el momento de sorpresa. Con ello no
«promesa de matrimonio» en una situación muy específi- quiero significar que las novelas, las. novelas ,cortas y los
ca, creada por la avaricia del padre. El hecho de que el cuentos tuvieran una estructura narrativa específica en cada
autor convierta precisamente una promesa de matrimonio caso. Lo importante para el criterio del -siempre y sólo
en motivo de su novela, dada la enorme cantidad de posi- relativo- cierre es el hecho de que existe una estructura
bilidades, hace que el lector espere también una informa- de ordenación precisamente también en un plano ~levado
ción acerca de las consecuencias de este compromiso. Sin e incluso supremo de la jerarquía de los textos parciales de
embargo, todavía no sabe cuáles son las consecuencias: éste un signo complejo 22. Esta suprema estructura de ordena-
es el momento de sorpresa en este nivel jerárquico supe- ción y espectación, con las posibilidades de sorpresa ~~e
rior 20. ofrece, es responsable, en último término, de la selección
La segunda parte, más breve, de la novela proporcio- de lo que se dirá y, como complemento de ello, de lo que
na el cumplimiento de esta expectación a través de la plas- se dejará de decir 23. Los niños son capaces ya, a una tem-
mación de los acontecimientos de agosto de 1827, es de-
cir, casi nueve años más tarde 21: 22 Es relativamente indiferente si se trata de la pareja {jÉinsy >'6ULS

presentada por Aristóteles como constitutivos de ,las tragedias que ana-


liza, es decir, de enlace y desenlace del nudo (Poética, cap. 18, 145~b 24
20 Para prevenir aquí una posible equivocación: los elementos de ss.), o si se trata de pregunta y respuesta, d~yromesa'y cumplImiento
ordenación del idioma no son solamente los gramaticales y sintácticos; o si se trata meramente de aquella «ordenación narrativa» por ejemplo
ya la expectación que suscita un verbo como donare en cuanto marco de una biografía que añora nostálgicamente Ulrich, el hombre sin cua-
de valencia está vinculada inseparablemente con la semántica de este lidades de Musil.
23 Ello tiene como consecuencia que, al revés, partes individuales
verbo.
21 La concentración de la narración en unos ocho días del año 1819
siempre tienen que ser interpretadas en relación con su función en el
y un breve espacio temporal en el año 1827 es un ejemplo para la crea- texto parcial jerárquicamente más alto y r:o de modo aislado. Esto. es
ción de sentido a través de la omisión. Los acontecimientos entre 1819 válido también en el caso de la presentación relativamente exhaustiva
y 1827 que se describen, sirven al igual que la avaricia del padre y sus del avaro padre Grandet con su mezcla contradictoria de capitalista y
consecuencias para la elevación moral del protagonista. El contraste entre roñoso (por un lado hace trabajar su din;ro, por. otro lo almacena en
el comportamiento de Eugénie y el de Charles se acentúa de esta manera. su gabinete). Cf. en relación con la función selectiva de estas estructu-
318 WOLfCANC RAIIlI.I: 319
,QUI~ SON LOS GÉNEROS'

prana edad, de reconocer estas estructuras de ordenación entender: el delincuente es hijo de una personalidad des-
y de convertirlas en estructuras de expectación. La prueba tacada).
de ello está en su capacidad de terminar por sí solos una A estas alturas otro agricultor, que estaba presente, re-
h.istoria que se interrumpió en un determinado punto, por lata otro caso -pero no cualquiera, sino otro caso de apro-
ejemplo una fábula. En el relato que concluyan se salva- piación indebida de terrenos- que le pasó a él. Por tanto
guardará la estructura de ordenación superior. Pero, den- el segundo agricultor ha reconocido un paréntesis signifi-
tro de esta estructura, los niños varían individualmente el cativo, una estructura de ordenación que puede ser formu-
contenido concreto, es decir, lo que constituye el momen- lada con el término «apropiación indebida de terrenos»; re-
lata su historia de tal manera que se convierte en un caso
t~ de sorp~~sa. No es extraño que, por esta razón, los psi-
paralelo, en un caso paralelo en el que los terrenos se ro-
cologos utilizan como test de proyección la forma con la
ban, sin embargo, de otra manera.
que una persona completa una historia inacabada.
Lo que formula Moerman a base de estos dos casos es
tan importante para la teoría de la literatura como para la
Cuarta conclusión: la pertenencia a un género reduce del derecho y dentro de esta última no sólo para la llama-
las posibilidades interpretativas
da jurisprudencia casuística (case law):

Añadiré otro ejemplo para el reconocimiento de estas The teller's work, Iike the judge's and the lawyer's
estru~t:r~as de ordenació~ superiures; un ejemplo que me work (... ) is to find or create material, i.e., significant si-
~ermltIra a la vez deducir una cuarta y quinta caracterís- milarities. And this can be done, by story tellers, lawyers,
tica de los signos complejos que tienen que ver con losgé- and judges because it is not the case as (some scholars)
neros '. El ejemplo está sacado del análisis etnológico de con- would have it, that «the fact situations presents itself». Ra-
versaciones y fue presentado en 1971 por Michael Moerman ther, it is presented by storytellers, orators, lawyers, or jud-
en el Congreso mundial de filosofía social y de derecho 24. ges who cull and form it so as to make it materially si-
milar ".
Un agricultor tailandés se encuentra con el funciona-
Al lado del axioma semiótica obviamente férreo de que
rio del distrito y le relata su caso. Se trata obviamente de
el sentido no existe en sí en la realidad, sino que surge só-
un caso de i?debida apropiación de terrenos a pesar de que
-y esto es importante-e- no aparecen los términos «apro- lo a través de la selección y la ordenación de lo selecciona-
piació~ de terrenos», ni siquiera «apropiación». El hijo de do (aquí: «create ( ... ) sirnilarities», «cull and form (the fact
un vecino ha derrumbado el terraplén y los mojones de de- situation) so as to make it materially similar»), también re-
limitación con el tractor. Pero el funcionario del distrito viste importancia lo siguiente: el caso paralelo se constru-
no quiere comprender los hechos de la manera en que el ye apoyado en un tertium comparationis común, aquÍ: la es-
agricultor está relatándoselos; él descubre obviamente só- tructura de ordenación superior. El segundo agricultor
lo un caso de gamberrismo. (Se sospecha por qué no quiere selecciona lo que dice obviamente de tal forma que se adapta
a lo que corresponde a la estructura de ordenación «apro-
ras de ordenación también W. D. STEMPEL, «Erziihlung, Beschreibung piación indebida de terrenos». Todo lo demás lo omite. Por
und der historische Disk~rs», en R. KOSELECK/W. D. STEMPEL (eds.), tanto -deduce Moerman- son idénticos el pensamiento
Geschzch:e -Erezgnzs und Er:ahl~ng (Poetik und Hermeneutik. 5) München,
práctico y jurídico, se trata en ambos casos, me parece a
1973, pags. 325-346, aqUl: pago 340s. Stempel habla de «filtros de interés».
24 El artículo «The Use of Precedent in Natural Conversation. A mí, de un pensamiento por analogía. En el ámbito de la
Study in Practical Legal Reasoning» se publicó primero en la revista case law se trata de la analogía entre dos casos, en el ámbi-
Semiotica 9 (1973), 193-218.
24 Pág. 217 de la publicación alemana en Rechtstheone 2 (1973), 207-229. 2~, Vid. pág. 217.
320 WOLFGANG RAIKLE iQUI~ SON LOS GÉNEROS! 321

to de nuestra ley de tertium comparationis se formula a me- el primer caso se convierte en precedente para el jurista 28.
nudo incluso explícitamente 26. En este orden de ideas no Ahora bien, algo parecido es válido para aquellos sig-
debe extrañar, dicho sea de paso, que respecto de deter- nos complejos que forman los géneros: sólo a través de la
minados géneros literarios, por ejemplo de algunos tipos creación o de obras análogas un determinado tipo de texto
de narraciones cortas, se afirma que poseen una afinidad se convierte en precedente en el sentido de un género lite-
con el caso 27: son historias de esta índole en las que pue- rario y de ese modo se disminuyen sus posibilidades estruc-
de formularse la estructura de ordenación en forma de una turales de interpretación. Éste es el motivo por el cual el
norma jurídica o moral -y, desde este punto de vista, las género es eminentemente importante para la interpreta-
normas jurídicas no son otra cosa que estructuras de orde- ción del texto en cuanto constituye una información acer-
nación explícitamente formuladas para posibles circunstan- ca de los rasgos configurativos esenciales. Esta opinión se
cias e historias-. encuentra tanto en el joven Georg Lukács como en Ger-
Respecto de la cuarta conclusión del carácter de mo- hard R. Kaiser 29, en el formalismo ruso como en la esté-
delo de los signos complejos, el ejemplo tailandés explicita tica de la información 30 o en August Boeckh"; contem-
lo siguiente: en primer lugar, precisa lo que había dicho plar una obra como representante de un género significa
anteriormente sobre la convencionalidad de estos signos emplazarla dentro de una serie de obras análogas respecto
complejos que se atribuyen también a los «géneros»: un caso a un precedente. Por consiguiente la cuarta conclusión de
en la case law sólo se convierte en precedente cuando otro mis consideraciones es: la información adicional que pro-
caso se percibe y se describe de modo análogo. El caso es porciona una obra como representante de un género orienta
que en la jurisprudencia, un caso determinado puede ser las posibilidades interpretativas -aún muy numerosas-
también potencialmente un precedente para muchos otros y también las reduce. Así el público se ríe -aprovechando
casos, es decir, incluso un caso estructurado y lingüística- un ejemplo de Wolf Dieter Stempel- de la muerte del ino-
mente formulado por medio de una selección significativa
sigue siendo interpretable bajo múltiples aspectos: el fun- 28 Cf. MOERMAN, «The Use of the Precedent», pág. 218. Entre
cionario del distrito, por ejemplo, no quiso reconocer una otras cosas, Moerman quiere demostrar en este orden de ideas que el
apropiación ilegal, sino gamberrismo. Sólo a través del he- instrumental de la lógica formal no es suficiente para la producción y
descripción de las relaciones entre casos análogos.
cho de que se relata un segundo caso análogo originado por 29 «Zur Dynamik der literarischen Gattungen», en H. RÜDIGER
la estructura de ordenación «apropiación ilegal de terrenos», (ed.), Die Gattungen in der vergleichenden Literaturwissenschajt (Komparatistis-
che Studien. 4), Berlin/New York, 1974, págs. 32-62, aquí: págs. 36 ss.
Kaiser cita en la pág. 39 a Lukács con el prólogo de la Entwicklungsges-
26 El fiscal o el abogado del acusado seleccionan en un proceso pe- chichte des rnodernen Dramas, publicado primero en húngaro en Budapest
nal de la información en principio infinita, precisamente aquello que 1911. Se debe mencionar también la colección de ensayos Die Seele und
es análogo a las características fácticas de una determinada norma. To- die Formen (Berlin, 1911).
do lo demás o se declara explícitamente como irrelevante o simplemen- '1O Acerca de la estética de la información quisiera llamar la aten-
te se omite; y como el fiscal y el abogado por oficio pretenden referirse ción sobre las citas al respecto de Jan Trzynadlowski, que se encuen-
a normas jurídicas distintas, cada uno relata el caso en cuestión de foro tran en KLAUS HEMPFER, Gattungst/uorie, págs. 109 s. y en otros traba-
ma distinta. El juez tiene entonces que elegir entre por lo menos dos jos. En los trabajos que utilizan como base el modelo de la teoría de
versiones del mismo hecho básico. la información se trata de enfoques reduccionistas. De la misma mane-
27 Cf A. JOLLES, Einjac/u Formen, Tübingen, 41986 (Halle a. S., ra que no se puede concebir la constitución de oraciones por medio de
'1930), págs. 128s. y H.-J. NEUSCHAFER, Boccacio und der Beginn der No- la fonología, el enfoque reduccionista de la teoría de la información no
oellistik. Strukturen der Kurzerziihlung auf der Schewelle zwischen Mit- es suficiente para concebir unidades mayores, y menos aún textos. Cf.
telalter und Neuzeit. (Theorie und Geschichte der Literatur und der ya en principio a ARISTÓTELES, Metajísica, VII, 17, 1041b 11 ss.
'1I Cf. Enzyklopiidie und Methodologie der philologischen Wissenschajten, ed.
Schonen Künste. 8), München, 1969; allí se describe específicamente la
transformación de una serie de otras formas, entre otras el «Kasus» en por E. Bratuscheck, Leipzig, 21886. Reimpresión: Darmstadt, 1966,
la forma de la «novella» de Boccaccio. págs. 140 ss.
322 WOLFGANG RAlflLI' 323
cente en una obra burlesca, se entristece por la misma ra- exacta y comprensiblemente el funcionamiento del apara-
zón en la tragedia 32; uno ríe, por citar otro ejemplo, d I to que pretende patentar; tiene que concretar la ~n~ova-
viejo avaro en la Aulularia o en el Avare de Moliere y lo en- ción la llamada «altura de invención» del procedimiento
cuentra trágico en Eugénie Grandet. o del aparato y, finalmente, tiene que formular la exigen-
cia de patente, es decir, el alcance de la protección. Don-
de quiera que se produzca una determinación tan fuerte
Quinta conclusión: la situación comunicativa determina el signo de la situación y del objeto, es decir, por parte de la fun-
lingüístico complejo ción, surgirán por todos lados y en breve tiempo tipo~ muy
parecidos de signos complejos, por ejemplo, memorias de
El ejemplo de Moerman me brinda la oportunidad de patente o diIscursos elorenses' H . .
deducir aún una quinta conclusión de aquel enfoque según Ahora bien, ocurre que también la Teoría de la htera-
el cual los textos, por tanto también aquellos que se atri- tura ha reconsiderado cada vez más intensamente en la úl-
buyen a los géneros, son signos lingüísticos complejos y por tima década el hecho de que sus textos están escritos por
ende sometidos a la normativa de los signos lingüísticos en autores y van dirigidos a lectores u oyentes. Naturalmen-
general. Los signos lingüísticos presuponen a un hablan- te la situación comunicativa literaria raras veces está de-
te, a un oyente y una situación en la que se exteriorizan. terminada de la misma manera que aquellas situaciones en
Sirven a determinadas intenciones del hablante. Esto sig- las que se formulan las memorias ~e patente o s: pron~n~
nifica que los textos deben ser descritos siempre mediante cian los discursos forenses o funerarios. El autor tiene qUlza
dos tipos de conjuntos de rasgos: rasgos de la situación co- una vaga idea de sus destinatarios, pero tiene poca influen-
municativa en la que se producen, por tanto rasgos extra- cia sobre quién le va a leer y quién no. La re alimentación
textuales, y rasgos del signo complejo mismo, por tanto rasgos entre autor y lector que se produce en una situación co-
intratextuales. La inherente polifuncionalidad que comparte municativa con receptores presentes, aquí resulta extrema-
hasta el signo más complejo con cualquier signo simple, damente mediata. Ante todo, la función que posee o de-
puede ser reducida decisivamente por medio de la situa- bería poseer una obra literaria desde el punto de vista del
ción comunicativa: si el agricultor tailandés relata el caso autor a menudo se formula o incluso es formulable sólo de
mencionado al segundo, entonces provoca otras consecuen- modo muy vago: «prodesse et delectare» constituye en es-
cias que en el caso que describí en el que lo relata al fun- te orden de ideas todavía una indicación muy precisa. La
cionario del distrito; según las reglas del código civil tai- obra literaria está exenta, por tanto, de los postulados se-
landés, en el segundo caso se plasma una queja:ll y en es- veros de la situación comunicativa directa y funcional.
te caso el agricultor en cuestión no pide compasión, no quie-
re simplemente desahogarse, sino reivindicar sus derechos. Pictoribus atque poetis quidlibet audendi semper fuit
La situación y la finalidad perseguida por el hablante aequa potestas.
por medio de un signo lingüístico complejo, por tanto por
los rasgos extratextuales, pueden también determinar de- -así cita Horacio una antigua opinión al respecto :l,,_. Las
cisivamente la configuración del texto. Al que redacta una literaturas están por principio eximidas de las coacciones
memoria de patente se le presentan, indicadas por la fun- severas que rigen los usos lingüísticos de las situaciones co-
ción y la finalidad del texto de estas características, al me-
nos tres partes o unidades de sentido: tiene que describir :14 Diferencias eventuales por ejemplo entre las memorias de paten-

te son consecuencia de diferencias nacionales en la legislación pertinente.


Otras diferencias pueden existir en la disposición de las partes del texto
')2 Cf. «Pour une description des genres littéraires», pág. 568,
en niveles jerárquicos superiores,
n MOERMAN, «The Use of Precedent», pág. 222. "', Ars poetica, V, 9 s,
324 WOLFGA G RAIIlI.I' ¿QUÉ SON LOS GltNEROS? 325

municativas diarias. Roman J akobson y Eugenio Coseriu pablemente en aquella literatura que se suele designar co-
subrayan por esto que el habla poética libera las posibili- mo oral: la poesía oral casi siempre es más severa, típica
dades creativas propias del lenguaje en su forma más y obviamente estructurada que la literatura escrita. Por un
pura 36. La poesía no tiene necesidad de reclamar la fi 1 lado, el declamador precisa la estructura sólida, porque re-
reproducción de la realidad o, expresándolo con Sir Philip produce de memoria la obra partiendo de la estructura de
Sydney, un autor del siglo XVI: ordenación superior y sin texto escrito 39. Por otro lado, el
público aporta una expectación estructural unÍvoca. Dicién-
Now for the poet, he nothing affirms and therefore ne- dolo con una formulación utilizada por Pétr Bogatyrev y
ver leith (... ) 37. J akobson hace unos cincuenta años en el homenaje a Schrij-
Por tanto, los signos lingüísticos complejos proceden- nen: "Una obra de arte verbal oral tiene que pasar prime-
tes del ámbito de la literatura -y esto sería mi quinta ro por la "censura del colectivo", porque si no correspon-
conclusión- están por lo general menos determinados ex- de a las expectativas del público, no se vuelve a contar y
tratextualmente que los demás textos, por ser obras escri- desaparece» 40. Ésta es la causa por la cual las observacio-
tas para la situación comunicativa indirecta entre autor y nes acerca de la morfología y la estructura de obras litera-
lector, así como por la frecuente falta de una función rias se realizaron preferentemente en la literatura oralmente
unÍvoca 38. Lo acertado de esta suposición se confirma pal- trasmitida y concebida; aSÍ, por ejemplo, el cantar de ges-
ta en francés antiguo por J oseph Bédier''', el jabliau por
36 Cf. en este orden de ideas de! autor «Rornan Jakobson oder "Auf bau des Literarischen TMirks, págs. XV-XVII. La función estética de un sig-
derWassercheide zwischen Linguistik und Poetik '?», en Aujsiitze zur Lin- no lingüístico complejo podría relacionarse también con aquel conoci-
guistik und Poetik, ed. por W. Raible (Sammlung Dialog. 71), München, do pasaje de! capítulo cuarto de la Poética aristotélica donde dice, en una
1974, págs. 7-33, aquí: págs. 20 s. traducción libre: la representación literaria o artística deleita porque
37 Sir PHILIP SIDNEY, An Apowgy jor Poetry or The Defense o/ Poesy, ed. de ella se aprende algo (1448b 13 ss.). Este «aprendizaje» no solamente
por G. Shepherd, Edinburg, 1965, pág. 123, En el ámbito de la con- resultaría del hecho de que con e! modelo simplificado y reducido se re-
temporánea teoría que se precia, la misma idea se formula un tanto me- conoce algo que no se percibió en el original complejo e inabarcable;
nos amenamente: «La poesía no posee un valor de verdad reclamable también podría ser originado por un estímulo de ciertos textos, estímu-
judicialmente». lo que podría parafrasearse con e! título de un artículo de Jerome S.
38 En relación con la importancia de la situación comunicativa se Bruner de 1957 (en J. S. BRUNER e.a., Contemporary Approaches lo Cognuum,
llama la atención sobre las interesantes reflexiones acerca de los géne- Cambridge, Mass., págs. 41-69), «Going Beyond the Information Gi-
ros de ULRICH SUERBAUM ("Text und Gattung», en B. FABIA (ed.), ven»: un texto también puede desencadenar conocimientos que no es-
Ein anglistischer Grundkurs zur Einführung in das Studium der Lueratunoissens- tán contenidos directa y explícitamente en el texto.
chajtlSchwerpunkte Anglistik. 51, Frankfurt a, M" 21973 [11971], pági- :19 Cf. H. B, LORD, The Singer o/ Tales (Harvard Studies in Compa-
nas 104-132; Suerbaum habla siempre de "situación de habla» (Sprechsi- rative Literature. 24), Cambridgs, Mass. 1960; en alemán: Der Siinger
tuation). erziihlt. Wei ein Epos entsteht (Literatur als Kunst.), München, 1965, así
Según la concepción que defendió sobre todo Jakobson desde los prin- como de! autor «Langer Rede dunkler Sinn. Zur Verstiindlichkeit von
cipios de los años 20, la reducción de la función representativa de un Texten aus der Sicht der Sprachwissenschaft», en U. ENGELlS. GROS-
signo lingüístico se r:e!aciona con e! aumento de su función estética y SE (eds.), Grammatik und Deutschunterrichi (Sprache der Gegenwart. Schrif-
poética, El signans al que corresponde sólo un designatum pero ningún ten des Instituts für Deutsche Sprache. 44), Düsse!dorf, 1978, pági-
denotatum, puede ser visto en su «signicidad» inmediata -de la mis- nas 316-337.
ma manera, por citar el conocido ejemplo, que un bidet que se saca de 40 "Die Folklore als eine besondere Form des Schaffens», en Donum
su sitio adecuado en el baño y se cuelga en la pared o del mismo baño Natalicium Schrijnen, Nijmegen/Utrecht 1929, págs. 900-913, aquí: 903. La
o de! cuarto de estar o del museo, puede convertirse en un objeto de segunda cita procede de! epílogo de Jakobson a la antología Russian Fairy
arte-o En la escuela de Praga, particularmente entre los discípulos de Tales, New York, 1945, págs. 631-656, ahora en R. JAKOBSON, Selected
Mukarovsky, existe desde hace poco también una función estética de! H"itings, The Hague/Paris, 1962 ss., vol. 4, págs. 82-100 ("On Russian
signo lingüístico que se considera independiente de la reducción de la Fairy 'Iaíes»), aquí: pág. 89.
función representativa, Cf. la introducción de Stempel a «Zur literaris- 41 Les légendes épiques, Recherches sur la formation des chansons de
chen Semiotik Miroslav Cervenkas», en CERVENKA, Der Bedeutungsauf- geste, 4 vols., Paris, 1908-1913.
326 WOLFGANGRAIBLE ¡QUÉ SON LOS GÉNEROS> 327

Per N ykrog 42, los cuentos de hada rusos de la colección quiso contemplar las obras literarias exclusivamente como
de Aleksander N. Afanasiev por Vladimir Propp 4'. Tam- individuales negando la existencia de géneros 46.
bién la mayor parte de aquellas «formas simples» que des- En la segunda parte de mis disquisiciones me ocupé de
cribió André J olles aproximadamente al mismo tiempo que los géneros bajo el aspecto general del primer planteamien-
Propp en su fascinante libro del mismo título; todas son to. Allí dejé cinco conclusiones a partir del planteamiento
o bien formas oralmente transmitidas o su función es más central de que los textos que se atribuyen a géneros son,
fijada con relativa rigidez; de vez en cuando se presentan en su cualidad de signos complejos, modelos de algo o pa-
incluso los dos aspectos simultáneamente 44. ra algo. Después de este enfoque más bien universal qui-
siera dedicarme ahora, en un segundo paso metodológico,
a la cuestión complementaria de los. tipos.
3. EL ASPECTO TIPOLÓGICO DE LOS GÉNEROS En cuanto a los textos existe una serie de posibilidades
más o menos operativas de formación de tipos o de espe-
De la misma manera que es posible relacionar a hom- cies: los textos pueden ser del mismo autor y entonces ha-
bres, idiomas, animales o plantas entre sí, también se pue- blamos, por ejemplo, de textos de Goethe. Pueden proce-
den comparar textos. En ese tipo de comparaciones sur- der de la misma época y entonces hablamos por ejemplo
gen sistemáticamente tres cuestiones. La primera dice: ¿Bajo de textos renacentistas. Pueden tener un objeto común y
qué aspecto son iguales todos los hombres, todos los idio- entonces hablamos por ejemplo de textos jurídicos o por-
mas, todos los textos, etc? Es el planteamiento de la inves- nográficos. Pueden tener en común una determinada cali-
tigación de los universales. La segunda cuestión es la de la dad estética y entonces hablamos por ejemplo de textos bo-
investigación tipológica: es la siguiente: ¿Bajo qué aspecto nitos o feos, de textos buenos o malos. Pueden ser formu-
lados en el mismo idioma y entonces son textos alema-
un ejemplar individual es igual a otros, distinguiéndose, sin
nes o rumanos. Nadie nos impide clasificar también según
embargo, de otros? La tercera cuestión es, finalmente: ¿Bajo
las letras iniciales, según la extensión silábica media, etc.
qué aspecto cada ejemplar individual es distinto de todos
los demás, por tanto en qué aspectos es individual? 45 -siempre se trata de especies de texto o de clases que os-
tentan una invariante común-o
Todos los planteamientos, e insisto en ello, son igual-
mente legítimos y oportunos; sin embargo, las ciencias en Ahora bien, no cabe duda de que también los textos
cuestión, por ejemplo Ia psicología, la lingüística, etc., al del mismo género literario son ejemplares de una especie
seguir su metodología propia, tienden a absolutizar plan- de texto, a saber, aquellos que no solamente poseen una
teamientos individuales. En el ámbito del estudio de los gé- sola, sino obviamente un número mayor de invariantes. Na-
neros se aduce constantemente el ejemplo de Croce quien da nos impide, por tanto, considerar los géneros como es-
pecies de texto. En más de una ocasión se destacó que el
término «especie de texto» tendría incluso la ventaja de no
Les Jabliaux, Copenhague,
42 1957. ser cargado de antecedentes literarios, por ejemplo en el
Morfologija skazki, Moskva, 2 1969 (Leningrado 1 1928); en ale-
43 sentido de un componente norrnativo ". Al contemplar
mán: Morphologie des Marchens (Literatur als Kunst), München, 1972.
44 Cf EinJache Formen. 46 Estética come scienza dell'espressione e linguistica generale. Téoria e suma,
45 Cf. acerca de problemas análogos en psicología C. KLUCK- Bari, 1°1958 (Palermo, '1902), págs. 40-44, 490-504 Y otras; el'. G. ZA·
HOHN/H. A. MURRAY, «Personality Formation: The Determinant», en CHARlAS, Benedeuo Croce und die literartschen Gattungen, tesis doctoral, Harn-
C. KLUCKHOHN/H. A. MURRAY (eds.), Personality in Nature, Society and burg, 1951.
Culture, New York, 21965 (' 1949), págs. 52-67; acerca de "clase» como 47 Cf. p. ej. STEMPEL, «Pour une description des genres littéraires»
límite y particular del tipo siempre comparativo o relacional cf. o. G. pág. 566, además W. LOCKEMANN, -Textsorten versus Gattungen oder
HEMPELlP. OPPENHEIM, Der 7jpusbegriJ! im Lichte der neuen.Logik, Leiden, Ist das Ende Der Kunstwissenschaft unverrneidlich?», Cermanisch-Ho-
lcn6. -manische Monaisschrift N. F. 24 (1974), 284-304, aquí: pág. 284 s.
328 WOLFCANC RAIBLE ,QUÉ SON LOS GÉNEROS'! 329
ahora ejemplares de un género como ejemplos de una es- tanto más estrecho es el ámbito de su aplicación. Dicho de
pecie de textos, naturalmente no se implica (tal como te- modo lingüístico: cuanto mayor es la intensión, tanto me-
mía Wolfgang Lockemann por lo menos en el título de su nor es la extensión. Por tanto, la extensión «perro» es ma-
trabajo) «el fin de la ciencia literaria» en el sentido de que yor que la de «(perro) pastor», dado que esta voz mani-
una especie de texto «tragedia» se equipararía con la espe- fiesta más rasgos; la designación «(perro) pastor alemán»
cie de texto «receta de cocina» y perdería cualquier legiti- a su vez tiene más rasgos y por tanto un ámbito de aplica-
mación literaria específica 48. Si la teoría de los géneros se ción aún menor. Por consiguiente, los signos con pocos ras-
hallara en una crisis y esperara ayuda por parte de la doc- gos tienen carácter de concepto general y más amplio con
trina de las especies de texto, esta ayuda no debería ser pa- capacidad de designar una multiplicidad de cosas de ma-
recida a lo que dijo hace poco Klaus Heger, a saber: que nera no específica, mientras que los signos con muchos ras-
la terapia no tendría que eliminar con la enfermedad tam- gos son los típicos conceptos subordinados, es decir, tér-
bién al paciente declarándolo como inexistente 49. De cara minos más específicos. De la misma manera que se puede
a la relativa seguridad nuestra en el trato con los géneros, designar a un perro de forma poco específica mediante el
esto sería un mero sofisma. La ayuda sólo puede efectuar- modelo «perro» e igualmente se le puede especificar como
se de tal forma que a lo mejor se entiendan más aquellas «Rottweiler» o «San Bernardo», existen también para las
ideas realmente existentes acerca de los géneros literarios. denominaciones en el ámbito de los textos literarios «mo-
delos» específicos y menos específicos.
Denominaciones genéricas como nombres para textos En principio se ofrecen dos posibilidades de soluciones
para el problema de la descripción de aquellas especies de
Denominaciones genéricas como «novela corta», «sáti- textos que se atribuyen a los géneros literarios. La prime-
ra», «cuento de hada», «cante» constituyen en primer lugar ra posibilidad consiste en establecer determinadas oposicio-
nombres para clases de textos, es decir, son signos lingüís- nes de características, intentando así una clasificación. El
ticos simples con los que se designan signos lingüísticos com- resultado quizá satisfaga al inventor de la sistemática en
plejos. Si el signo lingüístico se considera modelo son, en cuestión; en determinadas circunstancias, posee incluso un
cierto sentido, en cuanto nombres para signos complejos, valor heurística; pero al común de los mortales le resulta
modelos simples para modelos complejos. Un modelo re- enojoso, sin embargo, no poder utilizar ya los términos ha-
duce el original de modo manipulable y abarcable por el bituales genéricos o sólo en un sentido distinto y como tec-
hecho de destacar determinados rasgos del original. «Perro» nicismo. Estas clasificaciones siguen el principio según el
sólo constituye -como dije citando a Musil- una indica- cual Aristóteles estableció la teoría de los cuatro elemen-
ción de determinadas particularidades caninas. Particula- tos: cójanse los antónimos «frío/caliente» y «húmedo/seco»;
ridades o rasgos, contenidas en la voz «perro», son, por el producto cartesiano de ambas dimensiones son las com-
ejemplo: «mamífero», «carnívoro», «animal doméstico», «po- binaciones «frío y húmedo» para el agua, «frío y seco» pa-
see un tamaño dentro de unos determinados márgenes» -y ra la tierra, «caliente y húmedo» para al aire y «caliente
otros rasgos más-o Hay que tener en cuenta que cuanto y seco» para el fuego. A pesar del valor heurística que pueda
más rasgos se destacan como relevantes en un apelativo, tener, la desventaja se hace patente a la hora de conside-
rar que de vez en cuando los fenómenos se presentan más
48 Cf. Lockemann, pág. 284 s. matizados.
49 KLAUS HEGER, «Verháltnis von Theorie und Empirie in der Dia- La segunda solución, siendo más árida, tiene, sin ern-
lektologie», publicado en W. Besch/Ll. Putschle/H. E. Wiefaud, Dialek-
tologie. Ein Handbuch zur deutschen und allgemeinen Dialektforschunp, bargo,una gran ventaja: los matices de los fenómenos tal
Berlín, 1982, págs. 424-440. Una versión española se halla en la revista como se vislumbran ya en las numerosas denominaciones
Lexis (Lima) 4 (Julio 1980), págs. 1-27. genéricas, se conservan y se convierten incluso en la base
330 WOLFGANGRAII\U: "Qui': SON LOS GÉNEROS" 331

de la sistematización. Se trata, por tanto, de integrar lo ob- se desplazan, el sistema de géneros tal como ya se refleja
viamente observable en esta concepción: ucfJSELV 7Cx en el campo léxico de las denominaciones de los géneros,
<pmV6/lEVQ!5U. El planteamiento de este método fue presen- está en permanente transformación.
tado de modo ejemplar en 1973 por el rornanista Fritz Nies
para un ámbito parcial 51 • Nies rastreó la definición de un Seis dimensiones de Las que emanan los rasgos de
género no consagrado en las poéticas oficiales, a saber, la las denominaciones genéricas
«historiette». En su trabajo ímprobo, cotejó unos mil tex-
tos de este género, los títulos, los epíteta vinculados con la El cuarto y para mi más importante resultado del pro-
historiette y sus contenidos, y constató, expresándolo de for- cedimiento mencionado no se encuentra en el trabajo de
ma lingüística, la intensión de! término tanto desde su con- Nies y, sin embargo, salta a la vista. Es posible ordenar
texto lingüístico como desde la extensión. Es decir, deter- sistemáticamente los rasgos que Nies encontró por medio
minó los rasgos semánticos del signo historiette así como su de la observación del empleo de la denominación genérica
transformación entre 1760 Y 1960. historiette. Esta sistemática se puede complementar por me-
Este procedimiento de Nies produjo varios resultados: dio de rasgos que se averiguan en otros géneros -o bien
primero, una interesante curva de evolución de la produc- de la misma manera que recomienda Nies, o bien mediante
ción de historieltes a lo largo de 200 años, algo así como un poéticas, o bien a través de intentos de sistematización co-
espejo de la importancia que tenía y sigue teniendo este gé- mo los emprendidos por Bugo Kuhn 5~ o por el matrimo-
nero. Segundo, del análisis de los rasgos semánticos de los nio Chadwick "l_. De este modo se llega desde el análisis
signos de la historieüe.. se desprende una transformación con- de conceptos genéricos individuales a una sistemática en la
siderable de sus contenidos dentro del mencionado perío- que se basan todos estos conceptos. Esta sistemática no sería
do de 200 años. Se conserva un determinado número de artificial y externa a los textos, sino inherente: las deno-
rasgos de la historiette, otros se modifican; es decir, la voz minaciones genéricas habituales, siendo modelos simples de
historiette obedece a aquel cambio semántica al que están so- aquellos modelos complejos que constituyen plasmaciones
metidos todos los signos lingüísticos. Tercero, el procedí- del género, extraen los rasgos de aquellos que pertenecen
miento de Nies demuestra, por un lado, que una parte de a los originales textuales y a la situación comunicativa.
las características de la historiette es idéntica a la de otros Este sistema de que las denominaciones genéricas de-
géneros: por consiguiente, los géneros, en tanto en cuanto ducen los rasgos característicos, es decir, los modelos sim-
poseen e! rasgo común, son afines; por ejemplo, la histo- ples que representan determinados aspectos típicos de mo-
riette y la anécdota. Por otro lado, se pone de manifiesto delos complejos, posee una serie de ámbitos o dimensio-
que la historietle pierde determinados rasgos a lo largo del nes. A cada una de estas dimensiones pertenece una serie
tiempo y acoge en sustitución rasgos de otros géneros, por de rasgos o grupos de rasgos. Según el grado de abstrae-
ejemplo, rasgos del género «cante» (cuento). Dicho de otra
forma: los límites entre e! género historiette y otros géneros . ',1 Zur 7JpoloJ[ie múndlicher Sprachdenkmáler (Sitzungsberichte der Baye-
nschen Akademie der Wissenchaften. Philosophisch-historische Klasse.
1960, 5), München, 1960.
50 La llamada máxima (pre)aristotélica (Eudoxos, frgm. 121 Lasserre; . ,>"< H. M. CHADWICK/N. K. CHADWICK, The Growth of Literature, 3
cf. J. MITTELSTRASS, Die Rettung der Phánomene. Ursprung und Geschich- vols. Cambridge, 1932-1940, vol 3, págs. 697 ss. Como ejemplo de in-
te eines antiken Forschungsprizips, Berlin, 1962) no constituye una con- tentos de clasificación, que se orientan en dirección del esquema de la
tradicción al ejemplo citado más arriba, en tanto en cuanto que la doc- doctrina aristotélica de los elementos, se debe mencionar, en el ámbito
trina de los cuatro -en Aristóteles después cinco- elementos era de la tagmémica, la posición de Robert E. Longacre. Una de las últi-
communis opinio. mas versiones de sus intentos de clasificación se presenta en R. E. LON-
51 «Das Argernis Htstoriette. Für eine Semiotik der literarischen Gat- GACRE/S. LEVINSOHN, «Field Analysis of Discourse», en W. U.DRESS
tungen», Zeitschrijt jür Romanische Philologie 89 (1973), 421-439. LER (ed.), Current Trends zn TextlingUlstics, Berlin/New York, 1978, 103-22
332 WOLFGANGRAIBLE ¿QUÉ SON LOS GÉNEROS' 333
ción o de especificidad que debe tener el modelo concreto Puede ser importante ac) el ámbito en el que se desarrolla
designado con su nombre para clases de texto, la denomi- la interacción de las personas y, por tanto, en un sentido
nación en cuestión contiene rasgos procedentes de una, dos, más amplio también la «materia» y la «temática». Las cla-
rres o de todas las dimensiones. Si no me equivoco, nos sificaciones de textos que acentúan rasgos procedentes del
las tenemos que haber con un total de seis ámbitos o di- ámbito de los objetos, del designatum, utiliza términos como
mensiones. En lo que sigue las esbozaré brevemente. «manual- (b), «tragedia burguesa», «novela picaresca» (ab)
La primera dimensión se refiere a la situación comunica- o, procedente del ámbito de la literatura del francés anti-
tiva entre emisor y receptor. Al lado de la diferenciación guo, términos como «rnatiere de Bretagne», «materie de Ro-
entre autor y narrador existe aquí una serie de grupos de me» (ac).
rasgos: a) la presencia o ausencia de una situación cornu- De una tercera dimensión proceden ciertos rasgos que
nicativa directa; b) la intención que persigue el autor con se refieren a la estructura de ordenación superior de un signo
su obra: persuadir, enseñar, instruir, comunicar, divertir, lingüístico complejo. Clasificaciones de textos que destacan
etc.; después c) la actitud del autor/narrador frente a lo pre- estos rasgos son, que yo sepa, relativamente raras. Kuhn
sentado: neutra, positiva (elogista), negativa (crítica, repro- habla de tipos de agudeza (Pointe-Typen)", a los que
batoria, burlona, etc.); finalmente d) el destinatario: niños, pertenece, por ejemplo, el chiste: es característico del chis-
adolescentes, adultos, recién casados, el delfín, etc. Las cla- te, diciéndolo con palabras de Wolfgang Preisendanz, la
sificaciones de textos que conceden más peso a estos ras- estructura de ordenación: «expectación de lo inespera-
gos pertenecientes al ámbito de la situación comunicativa do» 57. Más característica que la clasificación según la me-
utiliza términos como «informe» (b), «sátira» (en el sentido ra estructura de ordenación es probablemente la combina-
de Juvenal), «encomio» (c); «epitalamio», «libro infantil» ción de estructura de ordenación con el ámbito del objeto
(d) 54. en las denominaciones como «descripción de viaje» o «bio-
La segunda dimensión de la que proceden rasgos de cla- grafía». Los rasgos procedentes de la estructura de orde-
sificación para denominaciones genéricas es el ámbito del ob- nación desempeñan, sin embargo, un papel determinado en
jeto. Una distinción muy importante se establece entre: a) la tradición de la teoría de la literatura. Sirven de ejemplo
personas y b) cosas; en el ámbito de las personas importa conceptos como «peripecia» y la pareja oÉ(JL';/'AÚ(JLS en Aris-
a su vez si se trata: aa) de individuos o de tipos. También tóteles o los conceptos de «conjointure» y «sen» como los
puede ser importante -tal como se desprende del análisis interpretó Kóhler de forma patente en el caso de la novela
que hizo Aristóteles de los dramas- ab) el estamento so- cortesana 58. Además puede servir de ejemplo la definición
cial de las personas representadas. Naturalmente existen y de la tragedia en la Poetria de Juan de Garlandia de por
hasta son necesarias más posibilidades de subdivisión". la mitad del siglo XIII: «carmen quod incipit a gaudio et
terminat in luctu» 59.
~,4 Para una clasificación más detallada del discurso oral (monólo-
go, diálogo) mediante la posibilidad de determinación de la situación cial bajo. Cf. E. K. MARANDAlP. MARANDA, Structural Models in Fol-
comunicativa d. la conferencia de Hugo Steger con el título "Über Text- klore and Tiansformauonal Essays (Aprroaches to Semiotics. 10), The Ha·
sorten und andere Textklassen», dictada en el Germanistentag de Ham· gue/Paris, 1971, págs. 23 ss.
burgo en 1979. Se publicará en las actas de dicho congreso. 56 Zur 7jpologie mündlicher Sprachdenkmáler, pág. 15.
~,5 Como uno de muchos ejemplos posibles se nombran las diferen- 57 Wolfgang Preisendanz, Uber den Witz (Konstanzer Universitat-
ciaciones de Elli Kóngas Maranda. Según ella las personas de los cuen- sreden. 13), Konstanz, 1970, pág. 27.
tos de hadas pueden clasificarse en tres dimensiones, siempre según "0 «Zur Selbstauffassung des hófischen Dichters» (1955), en E. K6h-
parejas de rasgos distintivos: las dimensiones son: sexo (masculino/fe- ler (ed.), Der altfranzásische hifische Roman (Wege der Forschung. 425), Darrn-
menino), capa social (alta/baja) y edad (viejo/joven). Un ejemplo de con- stadt, 1978, págs. 17-38, aquí: págs. 26-31.
traste máximo entre personas sería por tanto la oposición entre un ser ,,9 Poetria magistri Johannis Anglici, de arte prosayca metria et rith-
femenino viejo de capa social alta y un hombre joven de estamento so- mica, ed. por G. MARI, Romanische Forschungen 13 (1902), 883-965, citas:
334 WOLFGANG RAlBI.E ,;QUJ~ SON LOS GÉNEROS' 335
El cuarto ámbito del que emanan características de de- naciones es el de los modos de presentación lingüística. Con Aris-
nominaciones genéricas existentes es la relación entre texto y tóteles se puede distinguir en este orden de ideas a) entre
realidad. Con Juan de Garlandia se puede distinguir entre la presentación narrativa y dramática 61. Otros modos son:
la «res gesta» o «historia» y la «res ficta» o «fábula», así co- la presentación descriptiva, la instructiva y la argumentativa
mo la «res ficta quae tamen fieri potuit». Debería añadirse -esta última no es un privilegio de textos científicos, tam-
también la «res futura» -lo que no se refiere naturalmente bién es un rasgo constitutivo por ejemplo en géneros como
a utopías, sino a textos proféticos como los del Antiguo la pastorela provenzal-. Otro grupo de rasgos con esta di-
Testamento-. En el ámbito de la representación de lo su- mensión es b) la oposición entre la forma de presentación
cedido importa también distinguir si se trata del pasado in- extensa y corta. En la dimensión del modo de presentación
mediato o remoto. Las denominaciones que destacan ras- se observan particularmente los intentos de descripción del
gos de esta cuarta dimensión son, por ejemplo, «chanson enfoque de la lingüística de texto. Naturalmente se debe
de. geste», «estoire» o «histoire» y «fable», procedentes del recordar aquí la constatación de Kuhn de cara al intento
francés antiguo; además denominaciones como «textos fic- de Jolles de vincular determinadas actitudes intelectuales
cionales» o «reportaje». con determinadas señales lingüísticas, por tanto determi-
La quinta dimensión de la que se extraen rasgos de de- nadas funciones con determinadas formas. La bien funda-
nominaciones genéricas es el medio del que se sirve el gé- da conclusión de Kuhn es la siguiente: «Configuraciones
nero. Se trata a) del medio de la lengua en su posible com- lingüísticas (no se vinculan) en ningún lugar unívocamen-
binación con otros medios: música, versificación, ritmo, mí- te con funciones» '".
mica. Se trata b) de soportes mediales que permiten con- (Esta es también la razón por la cual los rasgos del grupo
vertir la comunicación entre hablante y oyente, normalmen- b en la dimensión «situación comunicativa» aparezcan igual-
te directa, en indirecta: la lengua escrita en forma de libro mente aquí, en el ámbito del modo de presentación lingüís-
o carta; la lengua transmitida por radio, cine o televisión. tica [grupo de rasgos aJ. La intención instructiva no debe
Clasificaciones de textos que destacan aspectos mediales son ser realizada sólo a través de formas instructivas como el
el «verso» frente a la «prosa» (a) -Aristóteles ya critica la imperativo). Denominaciones que destacan rasgos del ám-
identificación, hoy no menos difundida, de la poesía con bito de los modos de presentación son, por ejemplo, las for-
el lenguaje versificado 60_. Los rasgos métricos del medio mas naturales goetheianas «epopeya» y «drama» (a), pero
lingüístico son criterios de clasificación particularmente co- también denominaciones más específicas como «Kurzges-
nocidos en el ámbito de la Iírica: «soneto», «virelay» sirvan chichte» (short story) (b).
de ejemplo. El medio acompañante de la música incluso Las seis dimensiones deberían ser complementadas por
ha dado su nombre a la poesía lírica. «Novela epistolar», medio de análisis genéricos teórico-literarios y en su caso
«drama radiofónico» o «drama televisivo» (b) son ejemplos por medio de enfoques lingüísticos. Algunas de las dimen-
de una clasificación según soportes mediales en parte nue- siones son abiertas y por ello directamente accesibles al cam-
vos. Gerhard R. Kaiser destacó que estos nuevos medios bio histórico. Sería muy importante tener en cuenta inter-
permiten naturalmente también la creación de géneros dependencias y relaciones entre los rasgos de las distintas
nuevos 61. dimensiones.
El sexto ámbito del que surgen rasgos de las denorni-
m Poética, cap. 3, 1448a 20 s.
6:1Zur 1j;pologie múndlicher Sprachdenkmaler, pág. 21. Pero esto no excluye
págs. 926 s.; el". jAUSS, «Theorie der Gattungen und Literatur des Mit- de ninguna manera que una función esté realizada por un conjunto de
telalters», págs. 126 s. y 346 s. rasgos formales, de los que no todos tienen que estar presentes en de-
60 Poética, cap 1, 1447b 13 ss. terminados casos. Si el problema se ve de esta forma entonces se pue-
61 «Zur Dynamik Iiterarischer Gattungen», pág. 49 den constatar sin duda correlaciones entre funciones y formas.
336 WOLFCANC RAIHLE .:<.~LI:·.
S()N LOS GÉNEROS> 337

Al desarrollar el procedimiento de Nies en la orienta- delos que crean sentido a través de la abreviatura. A base
ción indicada, las seis dimensiones constituyen el sistema de esta idea emprendí en un primer paso metodológico sa-
de referencia según el cual se orientan las denominaciones car, con un enfoque más bien universalista, conclusiones
para especies de textos literarios (monológicos) -y pro- acerca de textos como plasmaciones de un género. En un
bablemente también otros-o En este enfoque el sistema de segundo paso, escogí la perspectiva de la tipología. Al unir
referencias de las dimensiones es invariable. El cambio en ahora las consecuencias de ambos pasos, se pueden formular
la diacronía puede manifestarse a través de la modificación cuatro resultados.
del contenido de diversos grupos de rasgos, así como a tra- Primer resultado: Son consecutivos para el carácter gené-
vés de nuevas constelaciones de rasgos. Se puede, por tan- rico de los textos los siguientes factores: un texto que se
to, observar cómo las denominaciones genéricas modifican atribuye a un género es un modelo concebido como signo
sus rasgos a lo largo del tiempo, es decir, también su sig- complejo y que adquiere validez a través de la convención
nificación; denominaciones genéricas antiguas se utilizan y, como todos los signos, está sometido a cambios histó.ri-
para nuevas constelaciones de rasgos y nuevas denomina- cos. Los rasgos configurativos de estos modelos convencio-
ciones nacen mediante la correspondiente combinación de nalizados al igual que la denominación genérica provienen
rasgos. Además se observa que determinadas denomi.na- de seis dimensiones o ámbitos. Cada género se definirá co-
ciones representan modelos de clasificación muy abstrac- mo constelación típica de rasgos procedentes de estas defi-
tos, es decir, en el caso extremo sólo destacan un único ruciones.
rasgo. Segundo resultado: Los textos que atribuimos a los géne-
A esta última observación se debe añadir la proposición ros literarios son evidentemente ejemplares de especies de
de hablar sólb de denominaciones genéricas en un sentido texto; naturalmente de especies de texto que poseen cuali-
estricto, es decir, cuando las respectivas denominaciones son dades particulares frente a textos banales. Es importante,
modelos que contienen rasgos procedentes de por lo me- en este orden de ideas, que no existe un único, sino, a mi
nos cinco de las seis dimensiones mencionadas. Si sólo con- modo de ver, cuatro rasgos distintivos.
tienen pocos rasgos, como por ejemplo «lo épico», enton- El primero de estos rasgos distintivos se halla en la si-
ces se trata de denominaciones de grupos de géneros; aquí, tuación comunicativa: en el ámbito de los textos literarios
por ejemplo, aquellos que tienen en común el hecho de que está mucho menos determinada por regla general que en
en ellos predomina el modo de presentación de la narra- el de los demás textos. El segundo rasgo distintivo se en-
ción, mientras que, según las circunstancias, se distinguen cuentra en la dimensión «relación con la realidad». Mien-
considerablemente en las otras cinco dimensiones. Desde tras que las especies de texto no literario se miden según
este punto de vista no puede existir la encarnación de 10 su relación con la realidad, en textos literarios esta rela-
épico. Naturalmente esto no significa que no fuese legíti- ción a lo sumo desempeña un papel de verosimilitud; tam-
mo hablar de lo épico: es tan legítimo como la aplicación poco se quiere significar con ello que los textos literarios
del modelo sígnico «ser valiente», «cuadrúpedo», «mamí- no pueden tener ninguna relación con la realidad. El ter-
fero" o «vertebrado» a un perro. Aquí tampoco nadie, uti- cer rasgo distintivo procede de la dimensión del medio: para
lizando la denominación «mamífero», busca la encarnación, textos literarios existen dos posibilidades adicionales de la
la forma pura de un mamífero. combinación con el metro, e! ritmo, la mímica y la músi-
ca. El cuarto rasgo de distinción, finalmente, se encuentra
en la dimensión del modo de presentación lingüística. Aquí
4. REFLEXIONES FINALES
se trata del hecho citado más arriba, de que las posibilidades
Al iniciar mis consideraciones partí de la idea central de configuración de textos literarios son considerableme?-
de que los textos como signos complejos constituyen mo- te más amplias que las de textos no literarios -es decir,
338 WOLFGANG RAIHLE iQUI': SON LOS (;I~NEROS> 339

que en la poesía, y según palabras de Coseriu, la «funcio- Cuarto resultado: Heráclito dijo: «El señor al que perte-
nalidad de la lengua» alcanza su plenitud 64_. nece el oráculo de Delfos no dice ni oculta nada, sino que
Urge subrayar que no tienen que estar presentes los cua- significa» '". Se debe añadir: Incumbe a nosotros buscar y
tro rasgos distintivos a la vez. Con otras palabras, según reconocer el significado y el sentido. Lo que Heráclito di-
el número de los rasgos presentes existe una ancha zona ce del dios délfico Apolo es válido para todo lo que esti-
de transición entre especies de textos literarios y no litera- mula nuestros sentidos. Todo lo que nos rodea significa,
rios. Este enfoque tiene también en cuenta que textos es ofrecimiento de sentido. A nosotros incumbe buscar y
escritos bajo una determinada denominación pueden ser re- reconocer sentido en esta abundancia informativa a través
cibidos de forma muy distinta en otras situaciones comu- de la selección y la eliminación complementaria.
nicativas -por tanto, la ominosa receta de cocina en una En el centro de mis reflexiones puse la idea del signo
antología lírica puede ser leída también como poema-o lingüístico como modelo, es decir, de una instancia de crea-
Tercer resultado: El enfoque presentado puede ayudar tam- ción de sentido por medio de la abreviatura, de la omisión
bién a esclarecer una serie de convergencias entre lingüís- y supresión de informaciones así como a través de la orde-
tica y ciencia de la literatura. Ateniéndose a las seis di- nación y estructuración de las informaciones restantes. Sig-
mensiones genéricas y partiendo además del hecho de que nos lingüísticos complejos, por tanto, también los textos li-
estas seis dimensiones son significativas también para tex- terarios constituyen, desde este punto de vista, intentos de
tos pertenecientes a un género, encontramos los puntos de creación de sentido 69; los géneros suministran, por así de-
contacto en el ámbito de la situación comunicativa, de las cir, el marco para este tipo de creación de sentido. Si un
estructuras de ordenación y en el de los modos de presenta- teórico de la literatura se halla de vez en cuando preso de
ción lingüística. En el ámbito de la situación comunicativa dudas acerca de su competencia profesional, que tenga pre-
sería importante una tipificación de las intenciones inter- sente que posee el privilegio incomparable de poder ocu-
locutivas. Sería posible apoyarse -como ya lo hizo Hein- parse profesionalmente de modelos de creación de sentido;
rich F. J. Junker en los años veinte 6~,_ en las tres funcio- tarea en la cual -como demuestra el ejemplo de Musil-
nes fundamentales del signo lingüístico que ya elaboró la clave de una contemplación de este tipo ya puede estar
Bühler 66, es decir, «expresión» (Kunr{t;abe), «representación» incluida en la literatura misma. Basta con que se descubra
(Darstellung) y «apelación» (Appell). En el ámbito de las di- y se utilice como tal.
mensiones «modo de presentación lingüística» y «estructu-
ras de ordenación», existe una afinidad con la lingüística
de texto y la investigación de textos narrativos. Ahora bien,
en el ámbito de la investigación de textos narrativo s debe-
ría destacarse la labor directa con el texto narrativo y no
la manipulación de cualquier substrato de acción que se ela-
bore de modo puramente intuitivo 67.

delos de textos narrativos propuesto por Elisabeth Gülich en E. Gü-


64«Thesen zum Thema "Sprache und Dichtung ?», en W. D. STEM- LlGH/W. RAIBLE, Linguistische Textmodelle, págs. 192-314.
PEL (ed.), Beiirag» zur Textlinguistik (Internationale Bibliothek für Allge- 6/l Frgm. 93 Diels/Kranz.
meine Linguistik. 1), München, 1971, págs. 183-188, aquí: pág. 185. 1;'1 Cf. las todavía actuales reflexiones de Ernst Cassirer acerca de es-
,,~,Cf. «Die indogermanische und die allgemeine Sprachwissens- te tema en Philosophie der symbolischen Formen, 3 vols., Berlín, 1923-1929;
chalt», en Stand und Aufgaben der Spracli unssen schajt. Festschrift für Wil- reimpresión: Darmstadt, ; 1977 (' 1953), vol. 1: Die Sprache, p. ej.,
helm Streitberg, Heidelberg, 1924, pág. 1-64, aquí: págs. 8 ss. pág. 44; así como H. GLlNZ, Téxtanalyse und I1irstehenstheorie(Studienbü-
"" Cf. Spraduheorie, págs. 28 ss. .her zur Linguistik und Literaturwissenschaft. 5-6), 2 vols. Wiesbadcn,
'.. re Acerca de es.ta problemática ante todo el tratamiento dr: 1110- '1977 (' 1973) Y 1978, vol. 2.
IV
UN EJEMPLO
«MESTER DE CLERECÍA», MARBETE
CARACTERIZADOR DE UN GÉNERO LITERARIO
NICASIO SALVADOR MIGUEL
Universidad Complutense (Madrid)

A don Fernando Lázaro Carreter

Probar que el grupo de obras tradicionalmente califi-


cado con el marbete de «mester de clerecía» constituye un
género literario, y la consecuente necesidad de afrontar su
estudio desde ese punto de vista, podrá acaso parecer pro-
pósito elemental a más de uno, habituados, como estamos,
a tropezarnos, en manuales y estudios literarios, con tal sin-
tagma como una denominación familiar y corriente. Pero,
por desgracia, lo que se esconde tras ese nombre ha dado
lugar a no pocos equívocos 1 y, recientemente, algunos
críticos han negado que sirva para caracterizar ningún con-
junto de composiciones. No es de extrañar que, así las co-
sas, no se haya llevado a cabo todavía una indagación que,
desde perspectivas rigurosas y sistemáticas, permita acer-
carnos al significado de esa terminología.

Artículo publicado en Revista de Literatura, XLI/82, 1979, págs. 5-30.


Texto reimpreso Íntegramente, salvo la supresión de cinco líneas que
el autor juzga ahora innecesarias. Se trata de un somero adelanto del
futuro libro El mester de clerecia. Teoria e historia de un género. Se reprodu-
ce con autorización del autor.
I Ejemplos al canto: W. PABST (La novela corta en la teoriay en la crea-
ción literarias. Notas para la historia de su antinomia en las literaturas románi-
cas, Madrid, 1972, pág. 53) indica que el Libro de buen amor "formal-
mente pertenece al terreno épico de la escuela dell0.ester de clerecia» (el pri-
mer subrayado es nuestro). No menor es el galimatías que nos ofrece
G. jACKsON (Introducción a la España medieval, Madrid, 19782, pág. 136),
al escribir: 'Juan Ruiz empleó la misma forma de versificación de Ber-
eco: estrofas de cuatro versos y versos de un promedio de catorce síla-
bas, sin variación rítmica en las estrofas. Se trata de la cuaderna vía,
versión menos solemne y de uso más generalizado del mester de clerecía".
Agregaré, con todo, por mor de la verdad, que el pasaje es más confu-
so en la traducción española que en el original, según se desprende de
la comparación; cf. id., The Making of Medieval Spain, London, 1972,
pág. 163.
344 NICASIOSALVADOR
MIGUEL "MESTERDE CLERECÍA".MARBETEDE UN GÉNERO 345

SOBRE ALGUNAS OPINIONES


pasado, con adiciones y precisiones, a un manual de am-
plia circulación, en que se lee:
Aunque los paradigmas de definiciones harto vagas, que Se emplea frecuentemente el término «meste; de cle-
prueben nuestro aserto, podrían ser legión, tengo para mí recía» como equivalente del de cuaderna vía, o para ca-
que bastará con un chico muestrario. Elijamos, en primer racterizar todos los poemas de esta índole, pero estos sig-
lugar, a Julio Cejador, quien determina el mester de cle- nificados resultan erróneos 6 •
recía como un «género de poesía ni épica ni lírica» 2, ca- Sin embargo, -añade-
racterización que se comenta por sí sola. No más preciso
es F. Lecoy, para el que se trata de es lícito la aplicación del término mester de clerecía a los
poemas en cua~erna vía del sigl~ XIII; posee~, en efecto,
une brillante école poétique espagnole, oú , a defaut aparte de un mismo esquema metnco, un idéntico entor-
d'autre unité et malgré la diversité des sujets, apparait un no los monasterios de Castilla la Vieja (indubitable en al-
remarquable communauté de procédés littéraires et d'idéal gu~os casos, en otros probable). Se ~allan aden;á~ muy
esthétique :l. próximos entre sí desde el punto de vista crono~oglCo(se
compusieron a pocas décadas de distancia), y dejan entre-
Claro que es una pena que Lecoy no fije cuál es ese
ver una conciencia cultural homogénea, siendo frecuentes
«rernarquable communauté de procédés littéraires» ni en
qué consiste semejante «idéal esthétique», en cuyo caso qui-
estrofa segunda del Alexandre], outside the poem in which they occur,
zás hubiéramos adelantado algo. and stille more unsafe to found on them a rigid classification of the na-
No debe parecer singular que, ante tales indiferencia- rrative poetry of thirteenth and fourteenth century Spain» (pág '. ,116).
ciones, se haya llegado al rechazo del término, juzgado, por Las conclusiones de este trabajo se fundamentan en la cornparacion de
las estrofas 1-3 del Libro de Alexandre con las coplas 424-433 del Libro
algunos doctos medievalistas, impropio para dilucidar los
de Apolonio, en que se narran las habilidades de Tarsiana como juglare-
rasgos comunes de una serie de composiciones. Así, ya R. sa. Del enfrentamiento de esos pasajes, pretende Deyermond deducir
S. Willis anotó que la estrofa del Libro de Alexandre en que una serie de semejanzas que enuncia así: de ser anterior el Alexandre,
el sintagma aparece es, posiblemente, una definición de la el autor del Apolonio estaría ironizando sobre los términos enfáticos em-
calidad que el autor se atribuye a sí mismo, como escolar pleados por su predecesor, amén de encomiar la juglaría (pág. 115); en
el caso contrario, no cabe entender que la declaración del Alexandre se
o universitario, y no la proclama de fundación de un mo- aplique en serio a todos los poemas en cuaderna vía, pues el autor esta-
vimiento literario 4. ría señalando como rasgos específicos de su obra los que el autor del
De ahí, a considerar inaceptable el marbete hay un so- Apolonio consideraba típicos de los juglares (pág. 116) .. Pero, en reah-
lo paso, y tal es lo que A. D. Deyermond y F. López Es- dad, comparar fragmentos integrados en contextos radicalmente diver-
sos parece proceder poco admisible: no es lo mismo, por no decir que
trada defienden en sendos y recientes trabajos. Esbozados
es opuesto, la declaración explícita de un autor en el exordio de su poema
en un breve artículo 5, los planteamientos del primero han. que una descripción de las actividades juglarescas de una muchacha en
un pasaje que pretende reflejar, de forma análoga a lo que ocur:e en
otros lugares del libro, características propias de la SOCiedadc~etanea;
2 J. CEJADOR y FRAUCA, ed., Arcipreste de Hita, Libro de buen
cf. también lo que dice J. C. MUSGRAVE,«Tarsiana and Juglarza m the
amor, Madrid [1913], 1963, 1, pág. x.
Libro de Apolonio», Medieval Hispanic Studies presented to Rita Hamilton, Lon-
:l F. LECOY, Recherches sur le "Libro de buen amor» de Juan Ruiz, Ar-
don, 1976, pág. 130, Y el resto del trabajo (págs. 129-138), para la dis-
chiprCtre de Hita, París, 1938, pág. 50 (hay reedición, con un estudio pre-
cusión de otros puntos del artículo de Deyermond que yo no toco. Por
liminar de A. D. Deyermond, Richrnond, 1974).
otra parte, resulta bien curioso que lo que Tarsiana canta sea un romanz
4 R. S. WILLIS, «"Mester de clerecía". A definition of the Libro de
bien rimado (428c), lo que indica el interés del autor por la métnca;
Alexandre», Romance Philology, x, 1956-57, págs. 212-214.
cf. infra, y asimismo J. C. MUSGRAVE,.art. cit., págs. 136-137. .
5 A. D. DEYERMOND.«Mester es sen pecado», Romanische Forschun-
6 A. D. DEYERMO D, La Edad Media (vol. 1 de la Historia de la li-
gen, 77, 1965, págs. 111-116. He aquí su aserto final: «1 have sought
teratura española, dir. R. O. Jones), Barcelona, 1973, pág. 108. Puede
only to suggest that it may be unsafe to apply these words [las de la
verse también la edición inglesa original, New York, 1971.
346 NICASIO SAlVADOR MI(;Ui 1
HMESTER DE CLERECíA», MARBETE DE UN CÉ.NERO 347
entre ellos préstamos y reminiscencias recíprocas. Los p<1C'
ra sustentar esas tesis, se necesitaría probar que, realmen-
mas en cuaderna vía en el siglo XIV constituirán, p r Sil
te, «los poemas en cuaderna vía del siglo XIV» forman «un
parte, un conjunto de índole totalmente diversa 7.
conjunto de índole totalmente diversa» (pág. 109), aserto
Desde luego, no es nuestra intención responder ah ,'íl que solo me parece diáfano si pensamos en la temática de
con prolijidad a los juicios de Deyerrnond, porque, al JJ 11 unas cuantas composiciones de esa centuria. Pero la temá-
Y al cabo, a lo largo de estas páginas se pretende ofr ('1 tica, sobre ser también distinta entre los poemas del siglo
unas conclusiones muy diversas. Unas precisiones Iimina XIV, carece de validez por sí sola para definir un género
res a sus asertos no estarán, sin embargo, de más, siquic- literario 10. Como procuraré dejar claro en mis investiga-
ra sea para no tener que volver luego sobre una serie de ciones -de las que este trabajo no es otra cosa que un ade-
puntos. Ya que el hispanista inglés considera lícita «la apli- lanto muy parcial-, los poemas en cuaderna vía del siglo
cación del término mester de clerecía a los poemas en cu 'lo XIV coinciden con los del XIII en unas notas de construc-
derna vía del siglo XJ[[» (pág. 109), ¿por qué las obras de ción y contenido, conscientemente sentidas por los varios
Berceo, el Libro de Alexandre, el Libro de Apolonio y los Casti autores, aunque, como es lógico, quepa señalar variantes
gos y exemplos de Catón se incluyen bajo un epígrafe den _ -patentes asimismo en las obras del Doscientos-, pues
minado «la cuaderna vía" (págs. 108 ss.) y no bajo el títu- todo género conlleva un proceso de formación y desarrollo.
lo de «rnester de clerecía»? Y, ¿debido a qué razones, si En cuanto a F. López Estrada, dedica al asunto un
el Poema de Fernán González es una composición en cuader- corto trabajo 11, en el que, sin tener en cuenta los artí-
na vía del siglo XIII, se realiza su estudio en la lección de- culos de R. S. Willis y de A. D. Deyermond (aunque sí
dicada a la épica (págs. 74-78) y no en la englobada baj La Edad Media de éste), insiste en la necesidad de abando-
el marbete de «cuaderna vía»? 8. Pues una cosa es que I nar el marbete «mester de clerecía» como nombre englo-
asunto de ese poema se centre en las hazañas de un héro bador de una serie de composiciones. Parte el investigador
épico, y sea, por tanto, más permeable a las huellas de las español de un rápido viaje histórico-crítico, para señalar
gestas, y otra muy distinta que la materia se disponga con -tras las menciones de Boutewerk, J. A. de los Ríos y Milá
una construcción y una intencionalidad similares: muy al (págs. 165-168)- que es a Menéndez Pelayo -en su Pro-
contrario, la función del Poema de Ferndn González no es in- grama de literatura española (1878) y luego, con mayor preci-
tercambiable con la de un cantar épico 9. Por último, pa- sión, en la Antología de poetas líricos castellanos (1890 ss.)-
a quien corresponde la reducción del nombre al concepto
de una «escuela poética» que se distingue del «arte rudo de
7 Ibid., pág. 109. A las conclusiones de WILLlS y DEYERMOND pa-
rece adherirse, aunque sin una afirmación taxativa, J. CA - AS MURI. los juglares» por el uso del alejandrino (págs. 168-169). De
LID, ed., Libro de Alexandre, Madrid, 1978, págs. 399-400, n. 2. él arranca, en consecuencia, el asentamiento crítico de esa
B Probablemente, y aunque nada se diga al respecto, se trate de un idea (pág. 169) y la contraposición con un «rnester de ju-
influjo de R. MENÉNDEZ PIDAL, quien incluyó el Poema en su s Reliquias glaría» (pág. 172).
de la poesía épica española, Madrid, 1951, págs. 34 y ss. También consi-
Tras esa visión retrospectiva -continúa López Estra-
deran la ~bra entre los textos épicos C. BLANCO AGUI ACA, J. RODRí.
GUEZ PUERTOLAS e 1. M. ZAVALA en su incalificable Historia social de
la literatura española, Madrid, I, 1978, pág. 52.
10 Cf. F. LÁZARO CARRETER, ob. cit., págs. 117-118. No sé por
9 Sin poder entrar aquí en otras precisiones, limitémonos a recor-
qué J. C. MUSCRAVE, tras criticar las conclusiones de Deyermond en
dar simplemente que «un moyen permettant de constater les différents
su artículo de RFo, restringe también el uso de mester de clerecia para la
constitutives des genres est l'épreuve de la cornmutation»: cf. H. R.
caracterización de los poemas en cuaderna vía del siglo XIII; arto cit.,
jAUSS, «Littératu re médiévale et théorie des genres» Poétique 1 1970
pág. 138.
pág. 84 (de donde proviene la cita); vid. también F.' LÁZAR¿ CARRE:
11 F. LÓPEZ ESTRADA, «Mester de clerecía: las palabras y el con-
TER, «Sobre el género literario" [1974], en Estudios de poética (La obra
m si), Madrid, 1976, pág. 114. CL, además, lo que decimos luego.
cepto",journal 01 Hispanie Philology, 3, 1978, págs. 165-174. El resto de
las citas de este artículo se hace en el texto entre paréntesis.
348 NICASIO SALVADOR MIGUEL "MESTER DE CLERECÍA .•, MARBETE DE UN GÉNERO 349

da-, un examen "a fondo» de la estrofa del Libro de Ale- men, "creo que conviene volver al uso de la expresión con
xandre lleva a concluir que valor general y amplio», sin identificar mester de clerecía con
cuaderna vía «ni menos oponerle a un mester de juglaría»
las menciones de clérigo y de rnester de clerecía cobran una
(pág. 172).
representación más amplia y se presienten profundas re-
Si no he entendido mal, las razones que llevan a Ló-
sonancias culturales que sobrepasan un ámbito literario
preciso y mucho más el uso de una estrofa determinada pez Estrada a proponer la supresión del término se basan,
(pág. 169). por un lado, en el uso de mester de clergie, en el Trésor de
Latini, con un significado más extenso que en el Libro de
El ejemplo en que pretende fundamentar tales palabras Alexandre; por otro, en la falta de intelección que algunos
es un texto del Trésor de Brunetto Latini, traducido en la traductores castellanos medievales muestran respecto a la
corte-de Sancho IV (1284-1295), que dice así: expresión francesa. En relación con el primer punto, no
comprendo por qué debe traspasarse al mester de clerecía del
«Et ja soit ce qui li uns soient clers, dont li uns nos
monstre la religion et la foi Jhesucrist et la glore des bons
Alexandre el mismo sentido que comporta el sintagma mes-
et l'infier des mauvais, li autres sont juges u mires ou ter de clergie en el Trésor; nos las habemos con contextos ra-
d'autre mestier de clergie ... » (11. 50, 3). dicalmente diferentes, amén de que la significación literal
de la frase, plenamente aceptable sin más 13, no presupo-
La traducción del último párrafo -salvaguardada en ne la carencia de una significación diversa deducible de unas
manuscritos más tardíos «hasta del siglo xV»- es muy di- circunstancias literarias concretas. Por lo que respecta al
versa en los tres códices medivales conservados: segundo argumento, no me parece viable inferir consecuen-
cias sin atender precisamente a "las diferencias que pudo
"E a los otros son juezes que nos muestran la obra o
el menester o la clerezía ... ", haber en cuanto al proceso de transmisión» de los códices,
y mucho menos cuando nos enfrentamos con traductores
vierte el manuscrito de Sevilla (fol. 86v), mientras que, en que se muestran poco duchos en su labor. Testigo, el vo-
el de la Biblioteca Nacional de Madrid, encontramos: cablo mires 'médicos' 1\ unánimemente ignorado, por ne
comprendido, en las respectivas versiones, lo que podría
«E los otros son jueces que nos muestran la obra o el
originar una cadena de interrogantes 1.'>.
mester o la maestría de la clerecía ... » (fol. 75v).

Por fin, el códice de El Escorial reza:


EL NOMBRE
«E los otros son juezes que nos muestran la obra o el
menester o la maestría» (fol. 131) 12.
El nombre de mester de clerecía proviene -es bien
Tales versiones del texto de Latini -«dejando a un la- sabido- del exordio del Libro de Alexandre, en que se lee:
do las diferencias que pudo haber en cuanto al proceso. de Mester traigo jermoso: non es de joglaria,
transmisión» (pág. 171)- indican que «los tres manuscri- mester es sen pecado, ea es de clerecía
tos pierden el hilo del sentido textual», vacilando ante la
expresión mester de clergie que, en el Trésor, ofrece «una sig-
nificación más amplia que la que se deduce comúnmente 1:lCf. infra.
de las estrofas iniciales del Alexandre» (pág. 172). En resu- 14 Vid. A. J. GREIMAS, Dictionaire de i'ancien jrancais jusquau milieu
du XIV siécle, París" 1968, pág. 416, s. v. mire, miere, meire, mile.
11 Por ejemplo, una sola: ¿vacilan ante el sintagma mester de clergie
12 Reproduzco los textos según los recoge F. LÓPEZ ESTRADA, justamente porque están habituados a escuchado en castellano con una
arto cit., pág. 171. acepción más estricta?
350 ICASIO SALVADORMIGUEL «MESTER DE CLEREcíA», MARBETE DE U G~ ERO 351

fablar curso rimado por la cuaderna vía En cuanto al vocablo clerecía, nos enfrentamos con un
a síllavas cuntadas, que es grant maestría sustantivo que, primariamente, posee el significado colec-
(estrofa 2) 16. tivo de «conjunto de clérigos». Ahora bien, en la Edad Me-
dia, la palabra clérigo comporta un carácter disémico que
puede originar un cierto sentido equívoco 19, ya que sirve
Pese a haber tenido en cuenta las distintas ediciones de
para designar tanto al sacerdote o monje como al sabio o
la obra, se observará que hemos dotado a la copla de una
letrado (vale decir, al hombre culto). Tal disemia se en-
puntuación novedosa. Esa puntuación, además, concuer- cuentra ya en el latín medieval, donde clerici y litterati fun-
da, según espero mostrar, con el sentido que encierra la'
cionan como términos sinónimos; por ello, se explica que
copla; de ahí, que la destaquemos de entrada.
respublica clericorum sea equiparable a respublica litteratum,
El término mester procede del latín ministerium, que con-
lleva las acepciones de «servicio», «empleo», «oficio» y del non seulement par suite de l'unité religieuse, mais aussi
que es derivación fonética vulgar frente al cultismo «me- grace a l'héritage antique dont elle s'inspirait et dont elle
nester» 17. Conserva, sin embargo, su significación culta, a se savait la gardienne 20.
pesar de que la actual acepción de «necesidad» aparece in- La doble acepción pasa a las lenguas romances y, en con-
cluso en textos anteriores. Tal sucede, 'verbigracia, en el secuencia, clerecía equivale también, en esa época, a «sabi-
Cantar de Mio Cid, donde Martín Antolínez informa a Ra- duría» , «ciencia», «cultura».
chel y Vidas que el Campeador Diáfanos ejemplos de lo dicho se hallan en textos cas-
á menester seiscientos marcos (y. 135) 18.
tellanos medievales: así, si ya en documentos lingüísticos
de 1147 aparece clérigo (o sus variantes léxicas elenco, cler-
go) como sinónimo de «sacerdote» o «miembro del cle-
16 Doy mi propio texto crítico a la vista de los manuscritos O y P, ro» 21, es segura la acepción de «sabio» u «hombre cuita»
según la transcripción incluida en El libro de Alexandre. Text 01 the Paris en otros casos, como cuando, en el Libro de Apolonio (510 b),
and the Madrid Manuscripts, ed. R. S. WILLIS, Princeton, 1934 (reim-
presión, New York, 1965). Tengo presentes, con todo, dos ediciones Tarsiana califica al protagonista:
recientes: Libro de Alexandre, ed. J. CAÑAS MURILLO, Madrid, 1978;
paresce bien que eres clérigo entendido 22 .
GONZALO DE BERCEO, Libro de Alixandre, ed. D. A. NELSON, Madrid,
1979. Sobre la atribución a Berceo, postulada por D. A. Nelson ya en
trabajos anteriores, no puedo detenerme ahora, aunque algo digo en
la n. 87. Las restantes citas del Libro de Alexandre siguen esta última Mester «necesidad" (derivación fonética vulgar más acepción actual) se
edición. conserva aún tiempo después como forma corriente: «rnester es la pala-
17 Cf. R. MENÉNDEZ PIDAL, Manual de gramática histórica española bra del confesor bendito" (Libro de buen amor, 1130d).
[1904], Madrid, 1966'2, pág. 74, n. 1; G. CIROT, «Sur le 'rnester de I~ Cf. solo J. LE GO!'F, Los intelectuales de la Edad Media [1957], Bue-
clerecía'», Bulletin Hispanique, XLIV, 1942, pág. 5, n. 1. No recoge el nos Aires, 197F, pág. 6. Precisamente, para evitar tal equivocidad , los
término menester como cultismo J. J. DE BUSTOS TOVAR, Contribución clérigos se designaron, en ocasiones, con el nombre de philosophi; cf., ibid.
al estudio del cultismo léxico medieval, Madrid, 1974. L. F. Sas da al tér- 20 CH. MOHRMA N en su miscelánea Etudes sur le latin des chrétiens,
mino mester, en 1b (querríavos de grado servir de mi mester) y 2a, la acepción 1I, Latin chrétiett et médiéval, Roma, 1961, pág. 195; cf. también pág. 230.
de «empleo» (pág. 388, s. v. menester), mientras que, más adelante 21 Otros ejemplos en J. J. DE BUSTOS TOVAR, ob. cit., pág. 377,
(pág. 398, s. v. mester), asigna, al mismo vocablo y en idénticos pasa- s. v. clérigo. .. _
jes, el significado de «oficio, trabajo»; Vocabulario del "Libro de Alexan- 22 Recoge también el texto J. J. DE BUSTOS TORVAR, ibid. Ana-
dre», Madrid, 1976. Los citados son paradigmas del cuidado con que diré, por mi cuenta, que C. CARROLL MARDEN (ed., LIbro de Apolo~1O
hay que consultar este libro. [1922], New York, 1965 [reimpresión], I1, pág. 86, s. v. clér:go) no. dl~-
18 Cito por Poema de Mio Cid, ed. 1. MICI-/AEL, Madrid, 1976, tingue esta acepción de la que ofrece el verso 29.1c, en que clengos slgnt-
pág. 87. Sobre el episodio vid. últimamente N. SALVADOR MIGUEL, fica, sin lugar a dudas, «sacerdotes". ~uestras CItas del Libro de 1polomo
«Consideraciones sobre el episodio de Rachel y Vidas en el Cantar de Mio siguen la edición de M. Alvar, Madrid, 1977,3 vols. (texto crinco en
Cid", Revista de Filología Española, LIX, 1977 [pero 1979], págs. 183-223. el tomo II); aquí, pág. 189.
352 NICASIO SALVADOR MIGUEL ..MESTER DE CLERECÍA», MARBETE DE UN GÉNERO 353
Igual ocurre con el vocablo clerecía que, a veces, es si- to o suma de saberes o conocimientos» (25c, 29a, 45b) 28.
nónimo de «grupo de sacerdotes» 23, desde Berceo a La Ceo Lógicamente, esa disemia pasa al sintagma mester de cle-
lestina. En esa línea, el clérigo riojano escribe: recía que, en un principio, vale para indicar tanto el oficio,
Por todas las eglesias, esto es cada día,
empleo o servicio propio de hombres cultos como el de sa-
cantan laudes ant 'Ella [la Virgen 1 toda la clerecia cerdotes, o ambas cosas: a saber, el oficio de sabios o le-
trados que, además, pueden ser sacerdotes stricto sensu.
(Milagros de Nuestra Señora, 30ab) 24;
No me detendré ahora a indagar las razones, de orden
mientras que, en la Tragicomedia de Rojas, Celestina, al ex- social e intelectual, que posibilitan la doble acepción de los
plicar sus relaciones con la gente de Iglesia, razona: términos: sirva con traer a la memoria que se trata de un
hecho para el hombre medieval, quien, al establecer una
Como la clerecia era grande, había de todos; unos muy castos, otros
identidad entre la labor de los sacerdotes y la transmisión
que tenían cargo de mantener a las de mi oficio 25.
cultural, ac=ba rodeando las palabras clérigo y clerecía de esa
El sentido de «sabiduría» o «conjunto de saberes» se halla significación más amplia 29. Añadiré, con todo, que el dato
documentado, asimismo, desde los primeros textos. De Ale- no debe engañarnos sobre la situación cultural de los sa-
xandre, por ejemplo, se dice: cerdotes en la Edad Media, y concretamente en los siglos
XIII y XIV, pues la equivalencia clérigo y sabio, amén de
en ti son ayuntados seso e clerecía (235a);
carecer de una extensión general, es aplicable nada más a
y de San Isidoro se predica: un grupo de sacerdotes muy reducido. En efecto, la situa-
ción cultural del clero en esas centurias es, por lo común,
Aqueste es señor de toda clerezia,
en él fallan que es toda filosofía,
bajísima: testigos, sin salirse del terreno literario ni de la
e maestro de física e de theología (copla 29) 26.
época, lo que se cuenta en el Poema de Elena y María 30 o
las duras diatribas del Canciller Ayala (verbigracia, estro-
La duplicidad de significados llega incluso a convivir fas 220 ss.) 31.
en algunas obras. Ya hemos mencionado, respecto al tér- Tras todas estas precisiones, cabe concluir que, si nos
mino clérigo, un par de pasajes del Libro de Apolonio 27; por limitáramos al son de las palabras -como diría Juan
lo que a clerecía toca, baste recordar la Vida de San Ildefon- Ruiz-, el marbete mester de clerecía serviría para designar,
so, en la que el vocablo designa, en unas ocasiones (87 a, sin más especificaciones, la actividad de escritores cultos
149a), a un «grupo de sacerdotes» y, en otras, al «conjun- o intelectuales en quienes, dadas las peculiaridades socio-

"' O también «comunidades religiosas» como especifica J. J. DE 28 Cito las estrofas por la edición mencionada, con lo que sustitu-
BUSTOS TOVAR, ob. cii., págs. 376-377 (s. V. clerecía), donde pueden yo la numeración de los versos que, al haberme servido de la. edición
verse varios casos más, a los que cabe agregar, amén de! de La Celestina de F. JANER, di en «El mester de clerecía», cap. IV de la colectiva His-
que cito en e! texto, Libro rimado del Palacio (vv. 855d, 859a) y ¡Ay, Jhe- toria de la Literatura española, Madrid, 1, 1975, pág. 127 (estudio que,
rusalem! (v. 77). Para el título que doy a la obra de Ayala, me baso en sorprendentemente, leo asimismo, con abundantes párrafos ad pedem lit-
J. JOSET, "Sur le titre de I'oeuvre poétique de Pero López de Ayala», terae, bajo el nombre de J. M." DÍEZ BORQUE, Antología de la literatura
Marche Romane, XXVII, 1977, págs. 127-136. española, 1, Edad Media, Madrid, 1977, págs. 181 ss.).
24 Uso, con un par de modificaciones mínimas (ant ' Ella por ant 29 Mientras no aparezca el libro que prometo más abajo, puede
ella), la edición de B. DUTTON, London, 1971, pág. 32. verse lo que digo en las págs. 125-126 de! trabajo citado en la nota
~" FERNANDO DE ROJAS, La Celestina, ed. D. S. Severin, Madrid, anterior.
1977", pág. 151. :lO Ed. R. MENÉNDEZ PIDAL, en Revista de Filología Española, 1,
2(; BENEFICIADO DE ÚBEDA, Vida de San Ildefonso, ed. M. Alvar Ez- 1914, págs. 52-96 y en Tres poetas primitivos, Buenos Aires, 1948.
querra, Bogotá, 1975, pág. 267. :ll Vid. PERO LÓPEZ DE AYALA, Libro rimado del Palocio, ed. J. Jo-
27 Cf. supra, n. 22.
set, Madrid, 1978, 1, págs. 128 ss.
354 NICASIO SALVADOR Ivlll; L ¡:L "MFSTER DE CLERH~ÍA". MARBETE DE UN C(:NI':RO 355

culturales de la época, recaía, a veces, la condición sacer- Al reiterar esa nota, por tanto, el poeta pretende des-
dotal. Es decir, si el sintagma nos hubiera llegado sin otros tacar una característica literaria -no moral o de otro
referentes, podríamos aplicarlo también a los autores de tipo-, lo que hace concluir que el sintagma mester de clere-
otras obras o grupos de obras (la Primera Crónica General o cía, a juzgar por el contexto en que se inserta, alude, de
la Historia troyana polimétrica, pongo por caso), cuya escri- manera esencial, a una «actividad propia de intelectuales
tura testimonia cultura y sabiduría. o sabios» :l5. Que, con el citado marbete, el autor del Ale-
xandre intenta insistir más en el carácter intelectual que en
el eclesiástico se deduce, asimismo, del contenido de su com-
HACIA UN PRIMER CONCEPTO DEL "MESTER DE CLEREcíA" posición que, como la mayoría de las del género, no nos
ofrece un saber clerical sino profano (excuso, ahora, más
Mester de clerecía precisiones) 36,
Ello no es óbice, por supuesto, para admitir que el autor
Sucede que el marbete mester de clerecía-al revés de otros haya intentado recoger, también, en el término clerecía la
que han logrado una gran aceptación- :l2 no es un inven-
acepción literal, identificando al intelectual con el hom-
to de la crítica moderna. Procede, al contrario, de un autor bre de Iglesia, sobre todo si se trata, a lo que parece, de
medieval que, según sus propias apreciaciones, escribe en un sacerdote o monje. Pero esto -insistimos- no se de-
un género determinado y echa mano de esa terminología duce del contexto explícitamente. Es solo la perspectiva his-
en un contexto preciso, para explicar enseguida lo que pre- tórica la que nos permite confirmar que, en realidad, los
tende decir con sus palabras. poetas del mester de clerecía reunieron, casi en su totali-
dad, la doble condición de intelectuales y sacerdotes: así
Así, si, en una primera consideración del fragmento,
consta, con certeza, de Gonzalo de Berceo, el Beneficiado
el significado de algunas expresiones podría aparecer po-
de Úbeda y Juan Ruiz; lo mismo sospechamos, por múlti-
co claro o incluso ser objeto de diversas interpretaciones
ples razones, de los autores del Libro de Apolonio, del Libro
-tal ocurre con non es de joglaría, mester es sen pecado-, de
de Alexandre y del Libro de miseria de omne. Solo el Canciller
lo que no cabe la menor duda es de que el autor utiliza el
Ayala, entre ellos, es, con seguridad, un seglar, pero este
rótulo mester de clerecía, en esa estrofa, para señalar como
escribe en la segunda mitad del siglo XIV, época en que
una característica concreta y específica de su obra el uso
la actividad literaria ha alcanzado ya un notable grado de
de un determinado tipo de métrica culta, regular (fablar curso
secularización; nada más lógico, pues, que su incorpora-
rimado por la cuaderna vía / a síllavas cuntadas), a la que con-
ción a un género literario cultivado, hasta entonces, por per-
fiere un valor sobresaliente (que es grant maestría).
sonas del mundo eclesiástico.
Tal declaración, con visos de modernidad -por cuan-
to se insiste en la forma, que no en el contenido-, ocupa,
México, 1955, 1, págs. 131-132. Aunque no siempre se incluyeran en
como poco 3\ la mitad de la copla dedicada por el autor a el exordio tales declaraciones (cf. M. a R. LlDA DE MALKrEL, La tradi-
resaltar la singularidad de su composición, y se incluye en ción clásica en España, Barcelona, 1975, págs. 314-315), sí creo que fue
el exordio, según era común, desde la Antigüedad clásica, lo más común.
a la hora de insistir en una novedad 34. \:, Para L. F. SAS, clerecía significa, en 2b, «estado eclesiástico»; Vo-
cabulario .. , ob. cit., s. v. clerecía.
:\6 En lo que los autores del mester de clerecía coinciden con lo que
ocurre en otros géneros y literaturas, pues «el saber y la ciencia val n]
32 Por ejemplo, el de «amour courtois», acerca del cual vid. N. SAL·
a ser [en el siglo XlI y] todavía por mucho tiempo, patrimonio de clé-
VADOR MIGUEL, La poesía cancioneril. El «Cancionero de Eslúñzga», Ma-
rigos, pero ya no es un saber clerical»; V. CANTARINO, "Sobre los es-
drid, 1977, pág. 7 Y n. 1.
pañoles y sobre cómo llegaron a serio», Revista Hispánica Moderna,
:n Para comprender esta restricción, cf. infra.
XXXIV, 1968, pág 224.
'1·\ Cf. solo E. R. CURTIUS, Literatura europea y Edad Media latina,
356 NICASIOSALVADORMIGU1':1. ••,'vI ESTER DE CLERECÍA-. MARBETE DE UN G(:NERO 357
Por otra parte, del contexto en que el rótulo se incluye Ond' todo ome que quisiere este libro bien pasar
se desprende otra conclusión: el autor lo aplica para desig- mes ter es que las palabras sepa bien sylabificar,
nar un poema en cuaderna vía y, en consecuencia, con- ea por síllauas contadas, que es arte de rimar,
vierte esa marca en nota irrenunciable de su obra. e por tu quaderna uía su curso quier finar (4cd) 40 .

Ahora bien, ¿es aplicable esa nota en exclusiva al Libro Pero no es solo este epígono quien se siente preocupa-
de Alexandre? Para centrar mis argumentaciones, se me ha- do por la utilización de la métrica; la importancia que a
ce imprescindible un breve excurso teórico. Al pretender esta concede el autor del Alexandre es compartida por otros
indagar los géneros literarios de la Edad Media -y a cau- escritores del grupo y nada mejor para discernirla que apli-
sa, sobre todo, de la escasa atención que los teóricos de la carse al estudio de otras expresiones -mester es sen pecado,
época prestaron a las obras en vulgar antes de 1300, cata- non es de joglaría- que aparecen en la copla tantas veces
logándolas, cuando las tuvieron en cuenta, en relación a mencionada.
la teoría de los estilos más que a la teoría de los
géneros :!7 -, no solo cabe considerar válidas las declara- Mester es sen pecado
ciones de los propios autores 38 sino que debe tenerse en En cuanto que la frase mester es sen pecado se ha juzgado
cuenta que la continuidad creada por un género puede asen- como premisa de una proposición más amplia, se ha soli-
tarse simplemente en el desarrollo de una forma do interpretar comúnmente en una significación literal. Y,
métrica"'. En definitiva, la cuaderna vía por sí sola bas- así, al tomar el término pecado en su sentido más corriente
taría para referirnos al mester de clerecía como género li- y clerecía en su acepción primaria de «hombres de Iglesia»,
terario, ya que, sin perjuicio del examen más detenido que se ha pensado que, con tales palabras, se mencionaba la
ha de llevarse a cabo en otros puntos, es evidente que, a intencionalidad o el carácter moral o religioso de la obra."
lo largo de los siglos XIII y XIV, una serie de autores que (y, por ende, del grupo de obras al que pertenecía el poe-
escriben en castellano (algunos en dialectos pericastellanos) ma, para quienes admitían tal conjunto).
echa mano de esa forma métrica como marca distintiva de Esa interpretación, sin embargo, cuenta con poco a su
sus composiciones. Y que el uso de tal característica no es favor, no solo porque, en el contexto en que aparece, cle-
casual ni secundario queda bien patente por la conciencia recía se refiera, ante todo, a la «actividad propia de inte-
que muestran esos escritores de atenerse a una forma mé- lectuales o sabios» 42, sino porque no la autoriza el cotejo
trica determinada, hasta el punto de que un poeta, tan des- con la similar expresión saber sin pecado, utilizada por el Ar-
cuidado como el autor del Libro de miseria de omne, declara cipreste de Hita. Este, en resumen, hablando de su libro
expresamente el molde al que se ajusta: como totalidad, también en el exordio, apostilla:

E porque mejor sea de todos escuchado,


fablarvos he por trobas e por cuento rimado:
:<7 CL H. R. ]AUSS, «Littérature médiévale et théorie des genres»,
es un dezir fermoso e saber sin pecado,
arto cii., pág. 80.
:HI Ibid., pág. 91. Principio aceptado, recientemente, para la in da- razón más placentera, fablar más apostado (copla 15) 43.
~ación del género «comedia", en la Edad Media, por M. A. PÉREZ
PRIECO, «De Dante a Juan de Mena: Sobre el género literario de "co- .'" Cito, con una leve mutación (ond' por ande), por M. ARTIGAS,
media", 1616, Anuario de la Sociedad Española de Literatura General y Com- ed., «Un nuevo poema por la cuaderna vía", Boletín de la Biblioteca Me-
parada, 1, 1978, págs. 151-158. nendez Pelayo, 1, 1919, pág. 36.
," CL H. R. JAUSS, arto cit., pág. 83. De semejante presupuesto ha 41 Así, R. S. WILLIS, arto cu., pág. 217, y yo mismo en la página
partido un nuevo análisis del arte mayor; vid. F. LÁZARO CARRETER, 127 del trabajo reseñado en n. 28.
"La poética del arte mayor castellano", Studia hispanica in honorem R. La- 42 CL supra.
pesa, Madrid, 1, 1972, págs. 343-378. Puede leerse también en su mis- 43 ARCIPRESTE DE HITA, Libro de buen amor, ed. J. ]oset, Madrid,
celánea Estudios de poética, Madrid, 1976, págs. 75-111. 1974,1, pág. 17.
358 NICASIOSALVADORMI(;UI':L ..MI·:STI·:R
DE CI.ERECíA... MARBI':TEDE UN (;I::NERO 359
Llaman la atención inmediata la similitud de expresio- trica es calificada, de inmediato, como dezir jermoso e saber
nes y conceptos con la copla segunda del Libro de Alexandre sin pecado, de modo que tales expresiones, análogas a las
y, además, el hecho de tratarse de unos versos en que el del Libro de Alexandre -mester jermoso / dezir jermoso; mester
autor recalca, de modo manifiesto, la métrica de que se sir- sen pecado / dezir sin pecado-, remiten, sin duda, a la métri-
ve, ya que cuento rimado (a saber, «sílabas contadas y rima», ca. En consecuencia, no hay que ver en pecado su acepción
pues cuento significa «cómputo») H es equivalente al curso ri- primaria sino la de [alta, tacha": o defecto 47; así, con tal tér-
mado ... a síllavas cuntadas, del que se enorgullece el autor mino se alude a la «composición poética libre de defectos
del Alexandre y, por tanto, recoge esa «declaración caracte- en cuanto al arte de la rima» 48 y a la regularidad silábi-
rística del mester de clerecía» 45. Pero esa especificidad mé-
no auxiliarse con la música, contraponiéndose a la ametría juglaresca,
44 Cf. M." R. LIDA, ed. (parcial), Libro de buen amor [1941], en su suplida por el canto»; vid. Historia de la literatura española de la Edad Me-
miscelánea Juan Ruiz. Selección del "Libro de buen amor" y estudios críticos, diay Siglo de Oro (1. a parte: La Poesía medieval), Madrid, 1977, págs. 4-5.
Buenos Aires, 1973, pág. 35, nota a 15b. Aunque examino más detenidamente esas afirmaciones en el libro que
4' Ibid. G. CHIARINI (ed. JUAN RUIZ, AReIPRESTE DE HITA, Libro preparo, indicaré ya ahora un par de puntos discutibles: primero, la ase-
de buen amor, Napoli, 1964, pág. 10, n. 58) identifica expresamente tal veración que limita al recitado los poemas de clerecía; segundo, la ne-
declaración con la del Libro de Alexandre, aunque sin sacar más conse- gación implícita de que los juglares no fueran transmisores de estas
cuencias. ParaJ. COROMINAS (ed. JUAN RUIZ, Libro de buen amor, Ma- composiciones.
drid, 1967), el verso parece carecer de importancia, porque no le dedi- ." Tal y como explica M. a R. LIDA, «Nuevas notas para la inter-
ca ninguna anotación. J. JOSET (ed. CIt. I, pág. 17, n. a 15b) se limita pretación del Libro de buen amor" [NRFH, XIII, 1959], en Estudios de lite-
a citar parcialmente a Lida. L. F. SAS (ob. cit., pág. 171, S. v. curso) ratura española y comparada, Buenos Aires, 1966, pág. 39. Del mismo modo
define el término curso del Alexandre como «curso, historia». La compa- interpreta el vocablo J. CASO GONZÁLEZ, en la perifrasis en prosa que
ración de curso rimado con cuento rimado es un dato más contra la teoría hace de la copla, en un artículo inteligente, pese a la «provisiorialidad»
de S. BALDWIN, quien, basándose en las irregularidades de un breve que él mismo le achaca; cf. «Mester de juglaría-mester de clerecía, ¿dos
fragmento del Libro de Alexandre (estrofas 1640-1746), pretende concluir mesteres o dos formas de hacer literatura?», Berceo, 94-95, 1978, pág. 261.
que curso rimado traduce el concepto del cursus latino. En consecuencia, J. COROMINAS (ed. cit., pág. 79, n. a 15c) se siente inseguro: «pecado
la cuaderna vía no sería, realmente, una estrofa sino que los autores puede tener aquí su sentido normal o bien será simplemente "falta, ta-
del mes ter de clerecía se habrían servido en su redacción de la prosa, cha"», explicación que repite J. JOSET, ed. cit., 1, pág. 17, n. a 15c.
acondicionada con los procedimientos del cursus; vid. «Irregular versifi- 4¡ Acepción recogida aún por el Diccionario de la Real Academia Es-
cation in the Libro de Alexandre and the possibility of a cursus in old Spa- pañola, Madrid, 1979"', pág. 993, s. v. pecado.
nish verse», Romanische Forschungen, LXXXV, 1973, págs. 298-313. Amén ." Ya R. MENÉNDEZ PIDAL, si bien de pasada, relacionó el «saber
del breve pasaje en que fundamenta sus conclusiones, su teoría, aun en sin pecado» del Arcipreste con «la ciencia del metrificar» (Poesía jugla-
caso de aclarar la mención de curso en la copla segunda del Alexandre, resca y or(t:enes de las literaturas románicas, Madrid, 1957, pág. 205), y, más
no dilucida «la cuestión de a sílabas contadas, ni por qué los sucesivos concretamente, M. MORREALE, de quien procede nuestra cita, indicó
períodos de prosa de lo que el autor se sirve [entiéndase «serviría»], pa- que «"saber sin pecado" [... ] puede significar "composición poética li-
ra comunicarse con sus lectores, aparecen agrupados en conjuntos de bre de defectos en cuanto al arte de la rima", sin referirse necesaria-
cuatro partes -o cola-, cuyos finales sistemáticamente riman entre sí»; mente a la licitud religiosa y moral»; «Más apuntes para un comenta-
según indica ya J. CAÑAS MURILLO, ed., Libro de Alexandre, ob. cit., rio literal del Libro de buen amor con otras observaciones al margen de
págs. 91-92, n. 14. Añádase también, además de cuanto se dice luego, la reciente edición de G. Chiarini» [BRAE, XLII-XLVIII], Madrid, 1968
el expreso deseo que manifiestan estos autores de escribir en verso: «de (separata con paginación seguida por la que cito), pág. 270. Repárese
una santa virgen quiero versificar» (Poema de Santa aria, 2d, ed. 1. URÍA que, tras las precisiones hechas a lo largo de este artículo, la observa-
MAQUA, Logroño, 1976, pág. 178); «fer unos pocos viessos, amigos e ción de M. MORREALE, juiciosarnente dudosa, adquiere seguridad;
sennores» (Milagros de Nuestra Señora, 44d), etc. Para J. RICO VERDÚ, además, a la aclaración de la hispanista italiana, agregamos, por nues-
que realiza una clasificación muy particular del mester de clerecía, el tra parte, la regularidad silábica. La estrofa del Libro de buen amor prue-
uso de «sílabas contadas» frente a la ametría se explica porque «la irre- ba también que es incierto que «norre of those poems defines its aims
gularidad métrica [... ] de los juglares quedaba paliada por la música» in the same way as Alexandre», como dice A. D. DEYERMOND, arto cit.,
en las canciones de gesta, mientras que lo característico del mester de pág. 112. El interés que estos poetas muestran por la rima y la regula-
clerecía es «el recitado » , es decir, «la simple recitación carente de cual- ridad silábica habría que comparado, acaso, con el similar desvelo que,
quier entonación». Por tanto, «lo de "sílavas cuntadas" es necesario por respecto a las mismas notas, manifiestan, en la segunda mitad del siglo
360 NICASIOSALVADORMI(;UI·:I. ..~1ESTERm: CI.ERECÍA», MARIlETE DE UN GÉNERO 361
ea. Por ello, precisamente, se trata de un dezir jermoso, ex- del segundo grupo, la Disputa del alma y del cuerpo se asigna
presión que, por paralela, aclara también la importancia a fines del siglo XH o principios del XIII 51 , y la Vida de
de mester jermoso que inicia la estrofa del Libro de Alexandre Santa María Egipciaca, a comienzos del XIII 52, fecha que se
como pivote de todas las especificaciones que vienen a con- da también a la Razón de amor":
tinuación. Y, si como parece indudable y testimonia el descubri-
miento aún reciente de ¡Ay, Jherusalem/, los textos conser-
Non es de joglaría
vados representan solo una parte de los poemas escritos,
Queda por examinar, en fin, lo que pretende expresar es lógico pensar que el autor del Libro de Alexandre se refie-
el autor con la frase non es de joglaría, entendida por tantos ra también a ellos. La sospecha adquiere visos de seguri-
críticos como una referencia a la poesía épica, por más que dad si tenemos en cuenta que esos poemas «juglarescos» y
tal identificación no se desprenda del contexto como indis- los cantares 'de gesta coinciden en un rasgo peculiar: la ame-
cutible. Lo único que de este se deduce como evidente es tría y la combinación de asonancia y consonancia, por más
la contraposición que establece e! poeta entre un conjunto que la primera aparezca mucho más explícita en la poesía
de obras caracterizadas por la métrica regular y por la ri- épica . En ambos grupos de composiciones, en suma, con-
ma -apellidadas de clerec(a- y otro grupo -calificado de curren unas características opuestas a las que el poeta del
joglaría- en que tales notas no se cumplen. Pero, cuando Alexandre consideraba determinantes de su creación: la mé-
se escribe e! Libro de Alexandre, entre 1230 y 125049, hay, trica regular y la rima completa. Dado, pues, el contexto,
al menos, dos series de composiciones a las que cuadra esa y examinada la historia literaria, se concluye que, con la
particularidad: los poemas épicos y los denominados, irn- expresión non es de joglaría, e! anónimo autor no está ha-
propiamente, «juglarescos» 50. Así, entre los conservados ciendo otra cosa que enfrentar métricamente su obra a las
anteriores producciones en verso.
XIII, los trovadores gallego-portugueses, autores de frecuentes sátiras
contra los juglares que, metidos a poetas, se despreocupaban de «la ri- Menos sencillo es explicarse las razones por las que se
ma y medida de los versos»; cf. R. MENI~NDEZ PIDAL, Poesia juglares- engloba bajo el rótulo de joglaría a todos los poemas amé-
ea ... , ob. cit., págs. 159, n. 3; 173, 174, 176, 179, 180. tricos, aunque quizás algo adelantemos si nos interrogamos,
49 Señalo este margen de fechas, entre las que se mueve la mayo-
siquiera sea someramente, sobre el significado de! término
ría de los estudiosos, para no pillarme los dedos, aunque personalmen-
te me inclino más bien a considerarlo redactado en los aledaños de 1250, juglar, único camino para llegar a discernir la cuestión.
según establecí en «El mester de clerecía" (art. cit., pág. 152), Y me con- Quede establecido que, frente a teorías poco claras, en
firma en carta particular, de 11 de febrero de 1977, R. S. WII.LlS con cuya discusión huelga entrar ahora, consideramos que e!
argumentos contundentes que, por decencia intelectual, no puedo des-
cubrir aquí. Solo N. J. WARE pretende adelantar la fecha a 1204, me-
juglar -aparte de otras actividades no relacionadas con la
diante un análisis de la copla 1799 que hace caso omiso de los errores
de transcripción; cf. «The date of composition of the Libro de Alexandre.·
a reexamination of sranza 1799», Bullettn o/ Hispanic Studies, XLII, 1945, 51 Cf. R. MENÉNDEZ PIDAL, "Disputa del alma y el cuerpo y Auto
págs. 252-255. de los Reyes Magos», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, IV, 1900,
50 No me es posible detenerme ahora en concreciones sobre los poe- pág. 450.
mas llamados -jugiarescos», a los que, por invitación del Praf. Urrutia, 52 CL Vida de Santa Mana Egipciaca, ed. M. ALVAR, Madrid, 1970,
dediqué una conferencia, que será pronto artículo, en la Universidad 1, pág. 7.
de Cáceres, el11 de noviembre de 1977. Baste asentar, por el momen- 0>:1 "A principios del siglo xrn- o "comienzos del siglo xnr» es la da-
to, que, frente a teorías muy difundidas, la diferencia más llamativa, tación marcada pnr R. MENÉNDEZ PIOAL, Poesíajuglaresca ... , ob. cii.,
y prácticamente la única fundamental, entre tales composiciones y las págs 31 y 138, respectivamente. El mismo autor la da como «compuesta
del mester de clerecía es el uso, en las primeras, de una versificación h. 1205», en Crestomatía del español medieval, Madrid, 19712, pág. 92.
que se basa en la frecuente ametrÍa y en la combinación de rimas aso- Prescindo de ¡Ay, jherusalemi, datado, con mayor indeterminación, des-
nante y consonante. A similares conclusiones llega J. CASO GONZÁI.E/., pués de 1245; cf. E. ASENSIO, ,,¡Ay, jherusalem', planto narrativo del
arto cit., págs. 262-263. siglo X¡¡[", Nueva Revista de Filología Hispánica, XIV, 1960, págs. 257-261.
362 NICASIOSAI.VADORl'vll(;U1':1. "MESTER DE CLERECÍA». MARHETEDE U GÉNERO 363
literatura 54_ es, ante todo y primariamente, en cuanto ría en oposición al de mester de clerecía, como si ambos indi-
persona relacionada con el hecho literario, un recitador, un caran una tajante diferenciación entre dos tipos de escri-
difundidor de la literatura, tanto en prosa como en verso, tura 56; mucho menos aceptable todavía es inferir de ella
a lo largo de toda la Edad Media. Sin embargo, a causa que los juglares (conceptuados como personas no cultas y
de las condiciones específicas en que se realiza la transmi- opuestas a los escritores doctos) escribieran los poemas épi-
sión literaria durante la época medieval, con un arraigo del cos u otro tipo de composiciones. Tampoco veo, con todo
recitado y de la lectura pública frente a la lectura indivi- -de acuerdo con otros críticos 57, aunque no por las mis-
dual, el juglar puede sentirse, con frecuencia, creador, y, mas razones- que esas palabras deban entenderse como
por tanto, adaptar o remozar las obras según las condicio- una puya hostil a los juglares; se trata del simple palmeta-
nes externas de la recitación (lugar, público al que se diri- zo de un dómine que, al recordar las extralimitaciones de
ge, etc.) o de acuerdo con unas preferencias personales los juglares en la recitación, se alegra y se jacta de utilizar
(convencimiento de aportar una mejora artística, por ejem- una nueva métrica culta en que las interferencias se harán
plo) 55. Parece evidente, con todo, que esos cambios serán más difíciles. Repárese, asimismo -sin olvidar que, en el
más fáciles de llevar a cabo si el juglar se enfrenta con. obras siglo XIII, la consideración del juglar va perdiendo el ca-
que, amén de no preocuparse por la rima consonante, se rácter negativo que tenía en las anteriores centurias 58_,
constituyen en largas series de versos amétricos (la poesía que tampoco era conveniente que el ataque pasara a ma-
épica) o se basan en combinaciones tan sencillas como el yores, pues bien conocía el autor del Alexandre -como los
pareado (fundamento de los poemas «juglarescos»), sobre otros escritores de clerecía- las condiciones de expansión
todo si éste ni siquiera se ajusta a una regularidad silábi- de la literatura en su época y la subsiguiente necesidad de
ca. y puesto que esa expresión se inserta en una estrofa servirse de algunos recursos -tono narrativo oral, alusio-
dedicada a resaltar los méritos de la métrica regular y de nes a los oyentes, etc.- propios de la lectura pública a que
la rima completa -es decir, de una estrofa cerrada, difícil los juglares someterían sus poemas 59.
de someter a variaciones-, debe entenderse que, con la
calificación non es de joglaría, el culto escritor del Alexandre
se está refiriendo a la dificultad de que el nuevo arte sea 56 Tal como, desde hace mucho, defienden los críticos de la litera-
manipulado por los recitadores según su costumbre. En su- tura española y rechazan, con toda razón, en los trabajos citados, R.
S. WILLIS, A. D. DEYERMOND, F. LÓPEZ ESTRADA y J. GASO GON-
ma, ni está señalando dos formas diversas de hacer litera- ZÁLEZ, aunque con fundamentos bien distintos. Una relación de inves-
tura ni dos modalidades distintas de creación, pues el can- tigadores que enseñan esa dicotomía puede verse en A. D. DEYER-
tar de gesta y el «poema juglaresco» son obra también de MONO, arto cit., pág. 111, n. 1. Agréguense, a título de inventario, E.
autores doctos, independientemente de que, en su proceso R. GURTlUS, ob. cit., ll, pág. 552; J. L. ALBORG, Historia de la literatu-
ra española, Madrid, 1, 1966, etc. Un rechazo de esa dicotomía, desde
de creación, puedan haber influido, a veces, otros factores
otros presupuestos, ofrece también R. P. KINKADE, «Ioculatores Dei:
específicos. el Libro de buen amor y la rivalidad entre juglares y predicadores», Actas
La expresión non es de joglaria, por otra parte, debe to- del 1 Congreso Internacional sobre el Arcipreste de Hita, [Madrid, 1972], Bar-
marse, sin más, en su estricta significación contextual, y celona, 1973, pág. 113.
57 R. S. WILLIS, arto cit., págs. 213-214; A. D. DEYERMOND,
no es lícito disociarla para crear el sintagma mes ter de jugLa-
arto cit., pág. 112. .
,,8 Cf., últimamente, J. C. MUSGRAVE, arto cit., págs. 130-131.
", Sobre las que puede verse, sin más, R. MENÉNDEZ Pll)AL, Poe- 59 Lo que quiere decir que no considero tales fórmulas simple le-
especialmente los capítulos l y 11, págs. 2-52.
sía juglaresca ... , ob. cit., tra muerta, como pretende G. B. GYBBON-MONNIPENNY, «The Spa-
,,5 Sigo, fundamentalmente, ideas delineadas por R. Mr,NÉNDEZ PI- nish mes ter de clerecía and its in tended public concerning the validity
OAL, "Poesía popular y poesía tradicional en la literatura españo- as evidence of passages of direct adress to the audience», en Medieval
la» [1922J, en Los romances de América y otros estudios, Madrid, 1958 1
;, Miscelany presented to Eugéne Vinaver, Manchester, 1965, págs. 230-244.
págs. 52-87. Si bien trato con más detención de este asunto en el libro que tengo
364 NICASIO SAI.VADOR MIGUEL
..:VII·:STERDE CI.ERECí.", .., MARIII':TE DE UN CI:::'>JERO 365

En resumen, si la expreslOn non es de joglaría conlleva


una nueva referencia a la versificación, hay que inferir que OTRAS CONSIDERACIONES

el autor de la historia de Alejandro dedica toda la célebre


copla de su poema a encarecer, de un modo u otro, la es- Hemos visto, hasta ahora, que el poeta del Alexandre fun-
pecificidad métrica como la nota más distintiva de su crea- damenta la principal innovación de su libro en el uso de
ción. Esa diferenciación es la causa de que su poema sea u.na métrica caracterizada por la regularidad silábica y la
Jermoso, título con el que inicia, lógicamente, su relación para ~lma completa; y que esa declaración no es a humo de pa-
irlo explicando a lo largo de la estrofa 60 y que coincide Jas, puesto que la recogen, expresamente, en la centuria
con el empleado por Juan Ruiz en la copla dedicada a re- siguiente, desde un epígono -el autor de Miseria de omne-
saltar las peculiaridades de su obra: es un dezir Jermoso (15c). al creador más genial del grupo, Juan Ruiz, quien repite
Fablar curso rimado por la cuaderna vía a síllavas cuntadas pre- términos y conceptos análogos. El escritor del Libro de Apo-
supone, en definitiva, no solo una técnica y un saber -que lonio, en fin, echa mano, asimismo, del vocablo maestría -co-
«exige du travail et de I'expérience» 61_, sino, al mis- lofón en que el autor del Alexandre compendia la singula-
mo tiempo, una novedad, sobre todo en relación a la ame- ridad métrica de su obra-, al hablar de su composición.
tría y al escaso interés por la rima completa de las anterio- Todo ello nos prueba que estos autores juzgaban esas ca-
res producciones romances en verso. Quien logra dominar racterísticas como lo fundamentalmente distintivo de su arte.
esa técnica puede alabar su arte y denominarlo pomposa- Cabe aún, con todo, hacer unas cuantas precisiones más
mente grant maestría, calificación con la que el autor del Ale- para probar hasta qué punto la regularidad silábica y la ri-
xandre, mostrando su orgullo 62, cierra una enumeración de ma son rasgos esenciales para los escritores que integran
peculiaridades de su poema que, de diversa forma, condu- el grupo. Examinaremos, en primer lugar, con esa preten-
ce a una conclusión idéntica: resaltar una singularidad mé- sión, el nombre que unos cuantos aplican a sus obras.
trica que exige pericia y habilidad; es decir, la maestría (ar- Gonzalo de Berceo, en las estrofas iniciales de la Vida
te, destreza) 63, a la que también se refiere el escritor del de Santo Domingo de Silos, escribe:
Libro de Apolonio -componer un romance de nueva maestría (lc)-,
de un corifessor santo quiero fer una prosa.
al insistir, en el exordio de su obra, sobre la novedad que Quiero Jer una prosa en romári paladino (1d- 2a) 64,
aporta.
mientras que el autor del Poema de Fernán González lo inicia
con una manifestación semejante:

del conde de Castiella quiero fer vna prosa (1d) 65.

Ambas declaraciones se inscriben en los respectivos exor-


dios de las obras, al igual que la del Arcipreste de Hita,
en capilla, me permito remitir, provisionalmente, a «El mester de cle-
recía», arto cit., pág. 133, n. 28. quien, en la suya, tras invocar a la Trinidad, demanda áni-
611 Y que justifica, de nuevo, mi puntuación. mo a Jesucristo:
1;1 G. GIROT, «Sur le "mester de clerecía"", arto cit., pág. 6.
62 Sobre el «orgullo del poeta", que se manifiesta en los monaste- que sienpre lo loemos en pros-: e en canto (lc)56.
rios y en el Alexandreis de G. DE CHATILLON -una de las fuentes del
Libro de Alexandre-, vid. E. R. CURTIUS, ob. cit., 11, págs. 680-681.
53 L. F. SAS (ob. cii., pág. 362, s. v. maestría), define el término co- ';4 Cito por:
GONZALO DE BERCEO, Vida de Santo Domingo de Silos,
mo «maña, habilidad». Como sinónimo de manera, maña, arte, conviene ed. T. Labarta de Chaves, Madrid, 1972, págs. 59.
tener presente el estudio que, sobre las acepciones funcionales y sernán- ,;\ Sigo el Poema de Fernán González, ed. A. Zamora Vicente, Madrid
ticas de manera, hace M. MORREALE, ed. LUCIÁN GRACIÁN DANTIS- 11946], 1963, pág. 1.
¡¡¡¡ Ed. cit., 1, pág. 15.
CO, Galateo español, Madrid, 1968, págs. 36-41.
«MESTER In: cl.Jml·:cíA». MARBETI':llE UN GI~NERO 367
366 NICASIOSALVADORMIGUEL
se a comportar un sentido técnico muy preciso. Efectiva-
. A su vez, el Canciller Ayala, en un párrafo que recoge
mente, ese nombre, aplicado al «poema rítmico» desde la
algunas consideraciones teóricas sobre la poesía, declara so-
temprana Edad Media, acaso ya a fines del siglo VII 70, se
bre su Libro:
emplea, a partir del siglo IX, en la liturgia, para designar
. .. conpongo mis prosas, una modificación de la primitiva secuencia o, en ocasio-
Loando aquélla que es pura LLave(865 de) 67. nes, de modo más incorrecto, la secuencia misma 71. El
Desde luego, no vamos a hacer aquí la historia minu- término, amén de conservar su estricto sentido litúrgico en
ciosa -por lo demás, «bastante oscura» 68_ de esta pala- algunos pasajes 72, conlleva en todos y específicamente en
bra, desatendida o malinterpretada por los editores 69, pe- los citados, donde se refiere a las composiciones de los auto-
res, el sentido propio de poema rítmico 73: a saber, la
composición caracterizada por el cómputo de las sílabas y
67 Utilizo la ed. cit. de j. joset, 1, pág. 311. Idéntico texto (salvo por la consonancia de las rimas.
la grafía Aquella por aquélla) en: PERO LÓPEZ DE AYALA, "Libro de Poe- Por tanto, cuando Berceo, Juan Ruiz y el autor del Poe-
mas» o "Rimado de Palacio», ed. M. GARCIA, Madrid, 1978,1, pág. 323
(aunque en esta edición los versos corresponden a la copla 863, por ha-
del Libro de buen amor, pág. 79, n . a llc) considera el término como
berse perdido la numeración de dos estrofas en el «cantan, que se inicia
«poema, verso»; j. RODRÍGUEZ·PUÉRTOLAS (en su reciente selección
en la 774, al no repetirse, y por ende no numerarse, el estribillo).
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Madrid, 1978, pág. 163) convierte prosa
6fl Según advierte D. DEVOTO, ed., GONZALO DE BERCEO, Mila-
en equivalente de «verso», significación que aplica a Berceo y Juan Ruiz
gros de Nuestra Señora (versión modernizada), Madrid, 19767, pág. 208,
s. v. prosa.
J CORO!VIINAS en su Diccionario critico-etimolágico de la lengua castellana,
1[[, pág. 896, s. u., con una explicación enmarañada, en la que se echan
69 Con la excepción de J jOSET, quien, en su edición del Libro de
de menos múltiples ejemplos. M. GARCIA, en fin, glosa el vocablo
buen amor (ob. cit., 1, pág. 15, n. a llc;en la impresión del Libro rimado
como «poema en verso de tema religioso» (ed. cit., 1, pág. 285, n. a 755d)
se limita a remitir a la obra anterior), dedica al vocablo una nota bas-
o, sencillamente, sin pleonasmo, «poemas religiosos» (ibid., pág. 323,
tante completa, aunque sin las especificaciones que hacemos en el texto.
n , a 863d). Varios ejemplos más de prosa en estos autores pueden verse
En cuanto a los restantes, T. LABARTADE CHAVES (ed. cit., pág. 234,
en J. jOSI':T (cd. cit. del Libro del buen amor, i, pág. ]5, n. a lle), a los
s. v.) da Simplemente la acepción de «poema» y B. DUTTON (ed. GON-
que se añadirán, entre otros, Libro de Alexandre, 1936c, Libro de buen amor,
Z~LO DE BERCEO, La Vida de Santo Domingo de Silos, London, 1978,
33d, ]631b; Libro rimado del Palacio, 755d.
pago 282, S. v.) lo glosa como «poema, tratado rítmico», mientras que
7<1 Cf. E. R. CURT[US, ob. cit., 1, pág. 219.
A. ZAMORA VICENTE (ed. cit y cf. Glosario), L. SERRANO (ed. Poema
71 Vid. J. DE GHELLlNCK, Littérature latine au Moyen Age, 11, Des la
de Fernán González, Madrid, 1953) y E. ALARCOS (ed. Poema de Fernán
renaissance caroligienne a saint Anselme, París, 1939, págs. 176 ss.; E. DE
González [versión modernizada], Valencia, 1955), no ofrecen nota algu-
na. E. POLIDORI (Poema de Femán González, traduzione, commento, no- BRUYNE, Estudios de estética medieval []946], Madrid, 1958, r, pág. 105.
te, Taranto, 1961) explica prosa como «poema, narrazione in verso»
Cf. también I;. Rico, «Las letras latinas del siglo XII en Galicia, León
(pág. 545, s. v.) y, en consecuencia, traduce así: «del cante di Castiglia y Casulla», Abaco, 2, 1969, págs. 28-29.
voglio fare un poema»; en nota a ese verso, añade que el término «sig- rz Verbigracia, cuando BERCEO escribe: «fazien muy alta festa con
nificó anche "inno", "coro"», remitiendo a Vida de San Millán, 359, quirios e con prosa»: Milagros de Nuestra Señora, 697c, ed. B. DUTTON,
p.ara añadir: «E probabile che la voce prosa, usata per i canti religiosi, London, 1971, pág. 195. Cf. asimismo ibid., 302c. B. DUTTON, en el
Glosario final, explica correctamente estos casos como «secuencia him-
sia stata, succesivamente, applicata ai componimenti poetici di clere-
cía» (págs. 101-102). Para G. ORDUNA (ed. GONZALO DE BERCEO Vi- no» (pág. 255, s. v . prosa) y mejor D. DEVOTO, ed. cit., págs. 208-209,
da de Santo Domingo de Silos, Salamanca, 1986, pág. 203), el vocablo' sig- s. V. prosa. R. LANCHETAS, sin hacer distinciones entre los distintos
nifica "poema narrativo de asunto religioso; exposición didáctica». M. a fragmentos, glosa el vocablo en Berceo como "prosa, poema, composi-
R,. LlDA (ed. parcial citada del Libro de buen amor, pág. 34, n. a 11e) ción»; Gramática y vocabulario de las obras de Gonzalo de Berceo Madrid 1900
lo explica como «poema, himno», acepciones que se encuentran en J pág. 605, s. v. 1- ART[LES juzga el término equivalente ~ «poem~, him:
CEjA?OR y FRAUCA, Vocabulario medieval castellano, Madrid, 1929 (reim- no», aunque señala su equiparación con «secuencia» en algunos pasa-
presion, Nueva York, 1986), pág. 322, s, v. G. CHIARINI (ed. cit. del jes; Los recursos literarios de Berceo, Madrid, 1968, págs. 13-14.
7:1 «Numero dumtaxat syllabarum cum vocum consonantia» es la
LIbro de buen amor, pág. 9, n. 43) remite a sendos pasajes del Poema de
Elena y María (v. 376, señalado ya por D. Devoto) y de los Milagros de
definición que de poema rítmico ofrece, en el siglo XII, HUGO DE Bo-
Berceo (v. 302c), sin más aclaraciones; J COROMINAS (en su ed. cit. I.ONIA; apud E. DE BRUYNE, ob. cit., 1, pág. 105.
%8 NICASIO SAlVADOR MIC;U"I, "MESTER DE CLERECÍA". MARBETE DE UN GÉNERO 369
ma de Fernán González- clérigos peritos en liturgia 7'_ y los nomnes son revueltos) graves de acordar,
Ayala -experto en terminología técnica en cuanto escri- no los podemos todos en rimas acoplar (475 ab) 77.
tor docto y conocedor de los anteriores poemas de clerecía-
También el Beneficiado de Úbeda inicia la Vida de San
se sirven del vocablo prosa para designar sus composicio-
lldefonso con una referencia muy explícita:
nes, están insistiendo en las mismas singularidades métri-
cas destacadas por otros autores. Agréguese, de modo in- Si m 'ayudare Cristo e la Virgen sagrada
cidental, que el uso del tecnicismo prosa) para definir un querria componer una fación rimada (1 ab) 78,

poema de contenido heroico, resulta de interés crucial, por-


mientras que Juan Ruiz señala como una de las razones
que nos señala, de entrada, la distancia que el escritor del de su libro «dar [a] algunos leción e muestra de metrificar
Poema de Fernán González establece entre 'Su composición y e rimar e trobar- 79; y Ayala, antes de incluir un cantar en
un posible cantar de gesta sobre el héroe castellano 7S.
cuaderna vía a la Virgen, razona:
Se me permitirá todavía que aporte unos cuantos pa-
radigmas más de la importancia concedida por los escrito- diziendo «Ave Mana», la quise saludar
res del mester de clerecía a otra de las notas señaladas co- en estos pocos versos que d' ella fui rimar (754 cd) 80.
mo determinantes por el autor del Libro de Alexandre: la rima. Pero aún tengo por más importantes, dada su mención
ASÍ, Berceo expresa el deseo de escribir el Duelo que fizo indirecta, otro par de referencias, de las que la primera co-
la Virgen indicando: rresponde al Libro de Apolonio. En efecto, cuando Tarsiana
querria del su duelo componer una rima (1 d) 76; se ve obligada a subsistir cantando y tocando la vihuela por
las plazas de Mitalena, no entona cualquier composición
O se queja del revoltijo de nombres con que tropieza en su amétrica o irregular sino un romanz bien rimado (428c) 8\
fuente, al redactar la Vida de San Millán de la Cogolla: como toca a un personaje moldeado por un autor a quien
obsesiona semejante rasgo. De manera análoga, el prota-
gonista del Libro de buen amor intenta seducir a doña Garoza
74 Sobre los conocimientos litúrgicos de Berceo, cf. simpJemente
mediante una carta, enviada a través de Trotaconventos,
D. DEVOTO, ed. cit., págs. 1)5 (s. v. cantilena), 158 (s. v. clamor), 161
(s. v. comunicanda), etc.; V. CARCÍA DE LA CONCHA, "Los Loores de
escrita en fermosa rima (1498b) 82, frase en la que destaca
Nuestra Señora, un "Compendium historiae salutis'?», Berceo, 94-95, 1978, asimismo el adjetivo fermosa, empleado por el propio Juan
pág. 140, n. 19, con alguna otra referencia. Acerca del Arcipreste de
Hita, cf. N. SALVADOR MIGUEL, "Dos problemas léxicos en el Libro
de buen amor", Actas del I Congreso Internacional sobre el Arcipreste de Hita 77 La "Vida de San Millán de la Cogollo» de Gonzalo de Berceo, ed. B.
[Madrid, 1972], Barcelona, 1973, págs. 175-178. Indicaré, ahora, el uso DUTTON, London, 1967, pág. 156.
de otro término litúrgico (letanía) por los autores del Poema de Fernán Con- 78 Ed. cii., pág. 257. No me importa aquí dilucidar la posible co-
zález y del Libro de Alexandre, como sinónimo de "narración" o "rela- rrección de fación en razón, como sostiene el editor, ibid. El mismo Be-
to": por non vos detener en otras ledanías (Poema de Ferrán Conzález, 267a, neficiado de Úbeda nos da cuenta de otro poema anterior con termino-
ed. cit., pág. 80); otras ay muchas que contar non sabria, ea serié grant estoria logía similar: «El de la Magdalena haba enant' rimado» (269a).
e luenga ledanía (Alexandre, 0271 ab). Precisamente, la comparación en- i~ Ed. cit. de J JOSET, 1, pág. 14.
tre ambas obras exige la lectura de O frente a allegada de P, que prefie- 80 Ed. cit. de J JOSET, 1, pág. 273.
re D. A. NELSON (ed. cit., pág. 233), aunque no J CAÑAS MURILLO 81 Ed. cit., 11, pág. 161; Y compárese con lo que se dice supra, n. 5.
(ed. cit., pág. 132), en la estrofa 294. La ordenación de los versos en 82 Ed. CIt., 11, pág. 321. Lo que no me atrevo, considerado el con-
la copla es otro cantar, que no afecta mi argumentación. En cuanto a texto, es a deducir de esta frase un ejemplo de la conciencia personal
mi artículo de las Actas ... , puede leerse también ahora, con una nueva que muestra Juan Ruiz de su arte, según pretende A. N. ZAHAREAS,
nota inicial, en Resurgimiento, nún.ero O, 1979, págs. 91-99. The art of Juan Ruiz, Madrid, 1965, pág. 66, Y acepté yo mismo en mi
", Cf. con lo que decimos supra. edición (modernizada), Libro de buen amor, Madrid, 1972, pág. 290,
76 El duelo de la Virgen [con otros textos de Berceo], ed. B. DUTTO.\I, n. a 14-98b (la segunda edición de 1975 reproduce exactamente la pri-
London, 1975, pág. 17. mera, sin mi permiso ni intervención).
370 NICASIO SALVADOR MIGUEL
"MESTER DE CLERECÍA», :vtARIlETE DE UN C:I':NlcRO 371
Ruiz y por el poeta del Alexandre para resaltar la singulari- nal en su copla, sino que aprovecha conscientemente para
dad métrica de sus respectivas composiciones, su narración, dándole nombre, un modelo estructural an-
terior que, a su vez, servirá de cauce forma,l a escritos pos-
HACIA UNA CONCLUSIÓN teriores. Es en el proceso de influjos, aceptaciones y rechazos
que se entabla entre esa obra y las de Berceo, amén de otras
Pleguemos ya las velas y resumamos. El autor del Li- coetáneas , donde nace un género que viene marcado, de
• 87
bro de Alexandre establece una denominación concreta (mes- manera expresa, por el uso del tetrámetro monornmo .
ter de clerecía) para su obra en razón de unas características A nosotros, desde la perspectiva histórica, corresponde exa-
reconocidas, de modo paladino, por los escritores del Libro minar la utilización de semejante rasgo en otras obras, con
de buen amor y del Libro de miseria de omne. Otros, asimismo, una atención especial a las variantes métricas introducidas
acogen esas notas y no de una manera mecánica, pues no desde el Arcipreste de Hita, paradigma de que el mester
se limitan a integrarlas como marca inherente a sus poe- de Clerecía no permanece estancado sino que, como todo
mas: más bien, se precian de ellas mediante el uso de una género, se ve sometido a un proceso gradual ~e desarro-
terminología técnica o a través de menciones directas a al- llo variantes y rectificaciones que le hacen evolucionar hasta
gún rasgo de sus libros. Ese nombre, usado por uno de los su , agotamiento o despojo por otro nue~o 88 . T am bile~ nos
integrantes del grupo para señalar específicamente una for- tocará dilucidar si todas las obras que mtegran el genero
ma métrica, válida por sí sola para la delimitación de un coinciden en otras notas comunes que pueden ser exclusi-
género literario 8\ debe admitirse, por tanto, como englo- vas o, dada la singularidad de la literatura,mediev~l, .coin-
bador apto para el estudio conjunto de una serie de com- cidentes, en mayor o menor grado, con generos distintos.
posiciones. En definitiva si el marbete mester de clerecía posee, en
Así, agavillados, vio ya el Marqués de Santillana a los un mero repaso ~timológico, una significación genérica y
poetas que se sirvieron de la cuaderna vía, cuando, al per- amplia, el estudio contextual del mismo le dota de una ac~p-
geñar, entre 1445 y 14493\ la primera historia de la poe- ción precisa y aparece, por tanto, válidamente operativo
sía castellana, escribía: para caracterizar como género literario una .serie de. ?bras~
entre nosotros usase primeramente el metro en as saz cuya poética cabe someter a más profunda indagación. NI
formas: asy como el Libro de Alixandre, los Votos del Pavón, qué decir tiene que podríamos sacarnos de la manga otros
e aun el libro del Archipreste de Hita, Aun desta guissa nombres (mester de maestría o mester fermoso, pongo por cas~)
escrivió Pero López de Ayala, el viejo, un libro que fico o hablar simplemente de la cuaderna vía. Pero, acaso, dedi-
de las Maneras del Palacio, e llamáronlo Rimas 85 , car el tiempo a la investigación minuciosa y rigurosa de esta
Llega, así, el momento de plantearnos el origen de es- literatura logre frutos más granadas que los que se conse-
te género literario, para lo que ha de tenerse en cuenta que guirán con discusiones sobre la persistencia de un m~rb~-
el autor del Libro de Alexandre, al escribir entre 1230 y te legado por un autor del grupo y que comporta un sIgm-
125086, conoce algunas obras de Berceo, de las que se ficado preciso.
manifiestan en la suya diversos influjos, Ese escritor, por
H7 Mis conclusiones apenas variarían en el caso de asentarse que la
tanto, no inicia el género ni lanza una proclama fundacio-
autoría del Libro de Alexandre corresponde realmente a Berceo. Nos en-
III Cf. supra. frentaríamos, entonces, con un autor que, explícitamente, muestra el
empeño de crear un nuevo género que nacería en el proceso de influ-
84 Para la fecha, cf. R, LAPESA, La obra literaria del Marqués de San-
tillana, Madrid, 1957, pág. 248, jos, aceptaciones y rechazos entre su obra y las de sus Imtta?Ore~, Pe-
85 Prohemio e carta al Condestable de Portugal, en Obras, ed. A, CORTINA
ro, en mi sentir, la autoría de Berceo, sobre carecer de la mas rmrurna
Madrid, 19562, pág. 36, prueba, cuenta con muchas razones en contra,
ar, Cf. supra.
88 Para el principio téorico, cf., sin más, H, R, jAUSS, art. cit.
pág , 86,
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