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Pecado, concupiscencia y elevación sobrenatural del hombre

El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y


devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza,
debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al
combate espiritual.
Autor: | Fuente: Catholic.net

Elevación sobrenatural del hombre

a) Dios ha querido destinar al hombre a un fin último sobrenatural: la


participación en la vida íntima de la Santísima Trinidad como hijos
adoptivos (cfr. Ephes 1,3-5).

b) Este fin sobrenatural es completamente gratuito; aunque convenga en


razón de la creación del hombre "a imagen y semejanza de Dios" (Gen
1,26), no es algo exigido por la naturaleza humana, y es inalcanzable con
las solas fuerzas naturales.

c) Para alcanzar su fin último, el primer hombre fue no solamente creado


bueno, sino también constituido en un "estado de santidad y de justicia
original" (cfr. Catecismo, 374-375).
d) "La gracia de la santidad original era una «participación de la vida
divina»105" (Catecismo, 375).

e) Junto con la gracia santificante, Dios concedió a nuestros primeros


padres otros dones que ellos debían trasmitir a sus descendientes. Estos
dones, que suelen llamarse preternaturales, eran: la integridad, o perfecto
sometimiento de los sentidos a la razón; la inmortalidad; la inmunidad de
todo dolor; y la ciencia proporcionada a su estado.

f) De este modo, "todas las dimensiones de la vida del hombre estaban


fortalecidas" (Catecismo, 376):
- "mientras permaneciese en la intimidad divina, el hombre no debía ni
morir (cfr. Gen 2,17 y 3,19) ni sufrir (cfr. Gen 3,16)" (Catecismo, 376);
- el hombre gozaba del «dominio de sí»: "estaba íntegro y ordenado en
todo su ser por estar libre de la triple concupiscencia (cfr. I Ioann 2,16),
que lo somete a los placeres de los sentidos, a la apetencia de los bienes
terrenos y a la afirmación de sí contra los imperativos de la razón"
(Catecismo, 377).
g) El hombre fue colocado por Dios en el paraíso ut operaretur, "para que
trabajara" (cfr. Gen 2,15); el trabajo no es un castigo por el pecado; pero
antes del pecado original no experimentaba fatiga alguna en el trabajo
(cfr. Gen 3,17-19). El trabajo es, desde los inicios de la humanidad,
"colaboración del hombre y de la mujer con Dios en el perfeccionamiento
de la creación visible" (Catecismo, 378).

h) "La armonía interior de la persona humana, la armonía entre el hombre


y la mujer, y, por último, la armonía de ellos con toda la creación
constituía el estado llamado «justicia original»" (Catecismo, 376). Toda
esta armonía, prevista para el hombre por designio de Dios, se perdió por
el pecado de nuestros primeros padres (cfr. Catecismo, 379).

2. El pecado original

a) El hombre, tentado por el diablo, perdió confianza en la bondad


paternal de Dios y desobedeció al mandamiento que le había dado,
abusando de su libertad (cfr. Gen 3,1-11). En esto consistió el primer
pecado (cfr. Rom 5,19) y en esto consiste también todo pecado (cfr.
Catecismo, 396-397).

b) El diablo y los otros demonios son ángeles que por soberbia se


rebelaron contra Dios y fueron arrojados del cielo (cfr. Apoc 12,9). El
diablo es "padre de la mentira" (loann 8,44), y con engaños trata de alejar
al hombre de Dios, como hizo para tentar a Eva: "seréis como dioses" (Gen
3,5; cfr. Catecismo, 391-395).

c) Como consecuencia del pecado, nuestros primeros padres empiezan a


mirar a Dios con miedo y recelo (cfr. Catecismo, 399), pierden los dones
sobrenaturales y preternaturales, y la misma naturaleza -aunque no
esencialmente corrompida- queda herida: la inteligencia debilitada para
conocer la verdad, cae fácilmente en la ignorancia y en el error; la
voluntad, debilitada para el bien, se inclina fácilmente al mal; los sentidos
no obedecen a la razón: "la armonía en que se encontraban queda
destruida" (Catecismo, 400) y, sobre todo, se realiza la consecuencia
explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cfr. Gen 2,17): el
hombre "volverá al polvo del que fue formado" (Gen 3,19). De este modo
"la muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cfr. Rom 5,12)"
(Catecismo, 400).
3. Consecuencias del pecado original para la humanidad

a) Enseña la Sagrada Escritura que así como "por la desobediencia de un


solo hombre, todos fueron constituidos en pecadores, así por la
obediencia de uno sólo [Cristo] muchos quedarán justificados" (Rom 5,19).

b) ´Todo el género humano es en Adán «como el cuerpo único de un único


hombre»106 . Por esta unidad del género humano, todos los hombres
están implicados en el pecado de Adán, como todos están implicados en la
justicia de Cristo. Sin embargo, la transmisión del pecado original es un
misterio que no podemos comprender plenamente. Pero sabemos por la
Revelación que Adán había recibido la santidad y la justicia originales no
para él sólo sino para toda la naturaleza humana; cediendo al tentador,
Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la
naturaleza humana, que transmitirán en un estado caído107. Es un
pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad, es
decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad
y de la justicia originales. Por eso, el pecado original es llamado «pecado»
de manera análoga: es un pecado «contraído», «no cometido», un estado
y no un acto" (Catecismo, 404).

c) "Aunque propio de cada uno108, el pecado original no tiene, en ningún


descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la
santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está
totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales,
sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e
inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada «concupiscencia»).
El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y
devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza,
debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al
combate espiritual" (Catecismo, 405).

d) "Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto


dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre (...). Ignorar que
el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves
errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y
de las costumbres" (Catecismo, 407).

4. La promesa del Redentor


a) Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios, sino que recibió la
promesa de la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída por el
Mesías Redentor (cfr. Gen 3,15; Catecismo, 410).

b) "Pero ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara?. San
León Magno responde: «La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes
mejores que los que nos quitó la envidia del demonio»109. Y Santo Tomás
de Aquino110: «Nada se opone a que la naturaleza humana haya sido
destinada a un fin más alto después del pecado. Dios, en efecto, permite
que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las
palabras de S. Pablo: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia
(Rom 5,20). Y el canto del Exultet: Oh feliz culpa que mereció tal y tan
grande Redentor!»" (Catecismo, 412).

c) Gracias a la Redención obrada por Cristo, hemos sido hechos de nuevo


partícipes de la vida de la Santísima Trinidad. Por eso, la elevación
sobrenatural es, de hecho, una "nueva creación en Cristo" (cfr. II Cor 5,17;
Gal 6,15) que comporta la elevación o divinización de todo el ser humano:
de la persona, por la filiación divina; de su naturaleza, por la gracia
santificante o habitual; de sus potencias o facultades del alma, por las
virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo:

- por la filiación divina la persona humana es elevada a la dignidad de hijo


de Dios, participando de la Filiación subsistente que es el Hijo; de este
modo no somos ya extraños, sino miembros de la familia de Dios,
domestici Dei (Ef2,19);
- por la gracia habitual o santificante es elevada la naturaleza humana a
participar de la naturaleza divina (cfr. II Petr 1,4). Después del pecado
original, la gracia es participación de la plenitud de gracia de Cristo (cfr.
Ioann 1,16), y no es ya sólo «elevante», sino además «sanante» de la
naturaleza;
- las virtudes sobrenaturales son hábitos infundidos por Dios que nos
hacen "capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna"
(Catecismo, 1813). Por tanto, nos configuran con Cristo. Virtudes
sobrenaturales son las teologales, que tienen directamente a Dios por
objeto (fe, esperanza y caridad), y las morales, que tienen por objeto los
medios para llegar a Dios (prudencia, justicia, fortaleza y templanza)111;
- los dones del Espíritu Santo "son disposiciones permanentes que hacen
al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo" (Catecismo,
1830). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los
reciben (Catecismo, 1831). Son siete: "sabiduría, inteligencia, consejo,
fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios" (Catecismo, 1831)112.
- las gracias actuales son impulsos de Dios que mueven a obrar; se
distinguen de la gracia habitual en que no constituyen una disposición
permanente (cfr. Catecismo, 2000).
d) La Santísima Trinidad inhabita en el alma en gracia. Su presencia es
fundante del ser y de la vida sobrenatural del cristiano.

5. Algunas consecuencias de nuestra condición de pecadores llamados a


ser hijos de Dios

a) Adoración, agradecimiento y humildad ante la Majestad de Dios, a


quien todo debemos, tanto en el orden natural como en el sobrenatural
(cfr. Catecismo, 2628).

b) Conocimiento de nuestra debilidad de pecadores y de nuestra grandeza


de hijos de Dios:
-"Veritas liberabit vos (Ioann 8,32); la verdad os hará libres. ¿Qué verdad
es ésta, que inicia y consuma en toda nuestra vida el camino de la
libertad? Os la resumiré, con la alegría y con la certeza que provienen de
la relación entre Dios y sus criaturas:

saber que hemos salido de las manos de Dios, que somos objeto de la
predilección de la Trinidad Beatísima, que somos hijos de tan gran Padre.
Yo pido a mi Señor que nos decidamos a damos cuenta de eso, a
saborearlo día a día: así obraremos como personas libres. No lo olvidéis: el
que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima, y carece en
su actuación del dominio y del señorío propios de los que aman al Señor
por encuna de todas la cosas"113.

c) Seguridad y confianza en Dios: es Padre misericordioso, que nos


perdona siempre; todo lo ordena a nuestro bien: omnia in bonum;
paciencia en las adversidades y espíritu de reparación.

d) Humildad para reconocer y no extrañarnos de nuestra debilidad para


hacer el bien y evitar el mal (consecuencia del pecado original, aunque
esté perdonado por el Bautismo), y para dolemos de nuestros pecados
personales; confianza en que Dios nos da siempre las gracias actuales
necesarias para vencer toda tentación. Distinguir lo que es propio de la
naturaleza humana (lo natural) de lo que es consecuencia de la herida del
pecado en la naturaleza humana: después del pecado original, no todo lo
que se experimenta como "espontáneo" es bueno. Es preciso luchar para
comportarse de modo humano y cristiano (cfr. Catecismo, 409).

d) La consideración frecuente de nuestra filiación divina; buscar el trato


con las Tres Personas divinas presentes en el alma en gracia.

Todos los números del catecismo de la Iglesia que tratan el tema:

CONCUPISCENCIA, cf. Deseo;


Concupiscencia de la carne, 2514, 2520;
Ley y concupiscencia, 1963, 2542;
Pecado y concupiscencia, 1869;
Mandamientos y concupiscencia, 2529, 2534;
Lucha contra la concupiscencia, 978, 1264, 1426, 2520, 2530;
Purificación del corazón y concupiscencia, 2517, 2530;
Significado y clases de concupiscencia, 2514-15.

En la suma teológica Santo Tomás de Aquino.

Catequesis del Papa Juan Pablo II sobre el tema.

Citas:
105 CONCILIO VATICANO II, Const. Lumen gentium, 2.
106 SANTO TOMAS DE AQUINO, De malo, q.4, a. 1.
107 Cfr. CONCILIO DE TRENTO: DS 1511-1512.
108 Cfr. CONCILIO DE TRENTO: DS 1513.
109 Sermo 73,4.
110 Summa Theologiae, III, q.l, a.3, ad 3.
111 En el tema 28, n. 5, se estudian específicamente estas virtudes, y su
relación con las virtudes humanas del mismo nombre.
112 Cfr. también tema 28, n. 7.

Pecados según su gravedad


Pecado Venial, Mortal y contra el Espíritu Santo.
Autor: Ma. del Carmen Rodríguez | Fuente:

El pecado es toda acción u omisión voluntaria contra la Ley de Dios o de la


Iglesia, o cualquier falta en el cumplimiento del deber y de nuestras
obligaciones.
Hay diferentes pecados según su gravedad:

Mortal:

Es el que separa totalmente al hombre de Dios y requiere del sacramento


de la Reconciliación para que sea perdonado. Para que un pecado sea
mortal, se necesita que haya materia grave, pleno conocimiento, y
consentimiento. En otras palabras, que lo que se hace sea grave, que se
conozca la gravedad y que aún así se cometa. Se merece el castigo de vivir
apartados de Dios en la vida eterna. También hace que se pierdan los
méritos alcanzados por las buenas obras.

Venial

Cuando la materia es leve o cuando se desobedece una materia grave,


pero sin conocimiento, ni consentimiento. El pecado venial deliberado y
sin arrepentimiento nos dispone poco a poco al pecado mortal, pero no
rompe la amistad con Dios totalmente, es humanamente reparable con la
gracia de Dios.

Si alguien se niega a recibir la misericordia de Dios, no será perdonado. Es


lo que llamamos el pecado contra el Espíritu Santo.

El pecado genera una facilidad para el pecado, la repetición de los malos


hábitos nos lleva al vicio. Por ello se nos oscurece la conciencia y llega un
momento en que no sabemos que está bien y que está mal. Es
conveniente luchar contra nuestros malos hábitos antes que nos lleven a
la enemistad total con Dios.

El pecado es una realidad opuesta a la Salvación que Dios nos ofrece. El


pecado nos esclaviza, nos hace menos libres, ya que estamos esclavizados
por nuestras pasiones, vicios, etc.

No hay pecado que no pueda ser perdonado si nos acogemos a la


misericordia de Dios con un corazón arrepentido y humillado.
La gracia, Dios presente en nosotros
El regalo más maravilloso de Dios hacia el hombre
Autor: Catholic.net | Fuente:

Dios creó al hombre y a la mujer por amor, en un estado de absoluta


felicidad, viviendo en su presencia. Ellos, por su soberbia, quisieron
hacerse dioses y cometieron el pecado original. A partir de ese momento
perdieron la amistad con Dios.

El pecado original es el primer pecado cometido por la primera pareja


humana, mismo que es transmitido por herencia a todos sus
descendientes. Adán y Eva transmitieron a toda su descendencia la
naturaleza humana herida, es decir con las consecuencias del pecado
original, privada por tanto de la santidad y de la justicia original. Desde ese
momento todos los hombres nacen con el pecado original. GS 22

Como consecuencia del pecado, la naturaleza humana quedó debilitada


de sus fuerzas, sometida al sufrimiento, a la ignorancia, a la muerte, e
inclinada al pecado Catec n 418 Con el pecado original todos los hombres
pierden la Vida Divina y la imagen de Dios queda deformada.

El Hombre Nuevo

En el Bautismo Cristo nos hace hombres nuevos, dando como resultado


que, el hombre hasta ahora averiado, quede restaurado, sin pecado
original. No sólo le borra la falta, sino que le añade algo nuevo, le da su
Espíritu, una vida nueva, Su vida. Así el hombre se convierte en un hombre
nuevo.

Este hombre nuevo tiene unas nuevas fuerzas, puede vivir la ley de la
caridad, Puede conocer a Dios por la fe y esperar su ayuda. Pero, estas
fuerzas nuevas no le privan de tener que luchar contra el demonio y las
tentaciones. En él persiste la inclinación al mal (la concupiscencia) como
un residuo del pecado. De hecho los protestantes lo igualan al pecado.

Una diferencia fundamental entre católicos y protestantes es que los


católicos sabemos que el pecado queda totalmente borrado con el
Bautismo y para los protestantes únicamente está cubierto, pero sigue
ahí, se podría decir que para ellos es como si le pusieran un velo.
La Gracia

La amistad con Dios perdida por el pecado original, sólo se puede


recuperar por medio de la gracia. Que es un don sobrenatural que Dios
concede para alcanzar la vida eterna, y se recibe, principalmente por los
sacramentos. Es un regalo de Dios, nadie ha hecho nada para obtenerla
por mérito propio. Dios siempre da el primer paso. Es don sobrenatural
porque lo que se está comunicando es la vida misma de Dios. Este regalo
de Dios exige la respuesta del hombre.

La gracia es una participación gratuita de la vida sobrenatural de Dios


Catec.1996-1997 Inicia con el Bautismo y se pierde cada vez que se
comete un pecado grave. Ahora bien, la gracia puede perderse o
aumentarse, a pesar de ser gratuita el hombre puede favorecer su
recepción o impedir su fruto.

Por medio de la gracia somos introducidos a la vida Trinitaria: se participa


por el Bautismo de la gracia de Cristo, somos hechos hijos adoptivos de
Dios, por lo que se puede llamar “Padre” a Dios, y se recibe la vida del
Espíritu que infunde la caridad y que forma la Iglesia.

La vocación a la vida eterna proviene de la iniciativa gratuita de Dios, sólo


Él es capaz de revelarse y de darse, por lo tanto es sobrenatural porque
sobrepasa las capacidades de la inteligencia y la voluntad humana. El
cristiano no puede actuar rectamente si no cuenta con la ayuda de Dios.

Necesidad de la gracia

La gracia es absolutamente necesaria, sin ella es imposible alcanzar la


salvación, la vida eterna. La justificación implica el perdón de los pecados,
la santificación y la renovación. Es la que arranca al hombre del pecado
contrario al amor de Dios y purifica su corazón. Es una acogida de la
justicia de Dios por la fe en Cristo, merecida por la Pasión, Muerte y
Resurrección de Cristo.

La justificación es la obra más excelente del amor de Dios. Decía San


Agustín “la justificación del impío es una obra más grande que la creación
del cielo y de la tierra, porque el cielo y la tierra pasarán, mientras la
salvación y la justificación de los elegidos permanecerán”. Implica la
santificación de todo el ser.

La justificación se le concede al hombre por medio de la gracia, en virtud


de los méritos de la redención de Cristo. Pero no se le da sin hacer nada
por merecerla. El hombre debe disponerse a recibirla mediante el ejercicio
de la virtud.

En el siglo V, los seguidores de Pelagio, decían que sin la gracia el hombre


se podría salvar, pues se basta a sí mismo y no necesita de la ayuda de
Dios. Esta es la llamada “herejía de Pelagio” o pelegianismo. Esta herejía
está muy difundida en la actualidad por el New Age.

Los protestantes en el siglo XVI decían el hombre desde el pecado original


no puede hacer nada nuevo, pues quedó totalmente corrompido.
Exaltaban tanto la gracia que caían en el extremo de anular la libertad del
hombre.

Clasificación de la gracia

La presencia de Dios en la vida del hombre debe de ser continua, porque


en Él "somos, nos movemos y existimos”. Para ello se cuentan con
diferentes tipos de gracias:

Gracia santificante: Es un don sobrenatural infundido por dios en nuestra


alma - merecida por la Pasión de Cristo - que recibimos por medio del
Bautismo, que nos hace, justos, hijos de Dios y herederos del cielo. El
Espíritu Santo nos da la justicia de Dios, uniéndonos - por medio de la fe y
el Bautismo - a la Pasión y Resurrección de Cristo. Catec. nn. 1996ss Es una
disposición sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de
obrar el bien. Sus efectos son:
Borra el pecado
Hace posible que Dios habite en nuestra alma
Nos hace hijos de Dios y herederos del cielo

La gracia actual es ese don sobrenatural, pasajero, otorgado por Dios, que
ilumina la inteligencia y mueve la voluntad para que el hombre sea capaz
de realizar acciones sobrenaturales. Es un don de Dios concedido
temporalmente en una circunstancia precisa.

La gracia habitual, don sobrenatural que permanece en el alma cuando se


vive en amistad con Dios, sin cometer ningún pecado grave. Es una
disposición permanente para vivir y actuar según la voluntad de Dios.

Gracia sacramental, gracia propia de cada sacramento.

Gracias especiales, carismas o dones gratuitos de Dios para el bien común


de la Iglesia.

Gracia de estado, es la fuerza necesaria para cumplir con las


responsabilidades propias según el estado de vida de cada quien o su
vocación. Son influjos, en la inteligencia o en la voluntad, por los cuales el
hombre percibe lo que debe de hacer o dejar de hacer y se siente atraído
para conseguirlo, recibiendo las fuerzas para lograrlo.

Los carismas son gracias especiales del Espíritu Santo, están ordenados a
la gracia santificante y son para el bien común de la Iglesia.

Las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo

Dios concede unas ayudas especiales para facilitar el proceso de la


relación del hombre y Él. Con estas ayudas, las virtudes teologales se
participa con mayor intensidad de Su vida, se obtiene una mayor docilidad
a Él, logrando así una unión más íntima. Las virtudes teologales sonfe,
esperanza y caridad.

Otras ayudas que se reciben son los dones del Espíritu Santo. Estos dones
permiten adquirir el gusto por las cosas de Dios, conocer profundamente
las verdades de fe, apreciar en su justa dimensión las cosas de este
mundo, poder hacer juicios con rectitud, otorga las fuerzas para hacer el
bien, una mayor relación con Dios, rechazar el pecado por amor a Dios.
Estos dones son:
Sabiduría: comunica el gusto por las cosas de Dios.
Inteligencia: que comunica el conocimiento profundo de las verdades de
fe, dando la capacidad para entenderlas.
Ciencia: que enseña la recta apreciación de las cosas terrenas.
Consejo: que ayuda a formar un juicio sensato sobre las cosas prácticas de
la vida.
Fortaleza: da las fuerzas necesarias para trabajar con alegría por Cristo.
Piedad: relaciona con Dios como Padre y Creador.
Temor de Dios: hace que se tenga temor de ofender a Dios, rechazando el
pecado para mantener la unión con Él, siempre por amor a Dios.

Viviendo la vida conforme a la voluntad de Dios, junto a los dones


encontraremos los frutos del Espíritu Santo: caridad, alegría, paz,
paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad,
modestia, continencia y castidad.

Conclusión
La vida espiritual del hombre es superior a la vida material, de ahí la
necesidad de todas estas ayudas. El hombre debe armonizar la vida
material y la espiritual. Cuando hay conflicto debe escogerse siempre el
bien mayor.

No hay que confundir la moral natural con la moral cristiana. En la primera


existe un código de conducta que el hombre conoce en su interior, en la
moral cristiana, es Dios quien revela al hombre cómo debe de actuar y le
da todas las ayudas necesarias para vivirla.

Para profundizar:

El gran regalo, la gracia

Gaudium et spes n 17

El Catecismo nos habla sobre la gracia

Los pecados Capitales


Son siete: Orgullo, Avaricia, Gula, Lujuria, Pereza, Envidia e Ira.
Autor: Catholic.net | Fuente: corazones.org

Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana
caída está principalmente inclinada. Es por eso muy importante para todo
el que desee avanzar en la santidad aprender a detectar estas tendencias
en su propio corazón y examinarse sobre estos pecados.

Los pecados capitales son enumerados por Santo Tomás (I-II:84:4) como
siete:

Orgullo
Avaricia
Gula
Lujuria
Pereza
Envidia
Ira.

San Buenaventura (Brevil., III,ix) enumera los mismos. El número siete fue
dado por San Gregorio el Grande (Lib. mor. in Job. XXXI, xvii), y se
mantuvo por la mayoría de los teólogos de la Edad Media. Escritores
anteriores enumeraban 8 pecados capitales: San Cipriano (De mort., iv);
Cassian (De instit. cænob., v, coll. 5, de octo principalibus vitiis);
Columbanus ("Instr. de octo vitiis princip." in "Bibl. max. vet. patr.", XII,
23); Alcuin (De virtut. et vitiis, xxvii y sgtes.)

El término "capital" no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da


origen a muchos otros pecados. De acuerdo a Santo Tomás (II-II:153:4)
“un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de
manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos
los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”.

Lo que se desea o se rechaza en los pecados capitales puede ser material


o espiritual, real o imaginario.

1. Soberbia u Orgullo

Consiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la


atención y el honor y se pone uno en antagonismo con Dios (Catecismo
Iglesia Católica 1866)

Virtud a vencer:
Humildad

La virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo tiene
la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y
a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no aspira a la grandeza
personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios
es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. No está en competencia.
Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y
dedicarse al amor y al servicio.

La humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto abyección


(auto humillación) en la que se dejaría de reconocer los dones de Dios y la
responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.

2. La Avaricia

Inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. Es uno de


los pecados capitales, está prohibido por el noveno y décimo
mandamiento. (CIC 2514, 2534)

Virtud a vencer:

Generosidad

Dar con gusto de lo propio a los pobres y los que necesiten.

3. La Lujuria

El deseo desordenado por el placer sexual. Los deseos y actos son


desordenados cuando no se conforman al propósito divino, el cual es
propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer la procreación.

Es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es una ofensa contra la


virtud de la castidad.

Como vencer la lujuria:


Dios bendijo al hombre y a la mujer con atracción mutua. Mientras ambos
viven bajo el amor de Dios, sus corazones buscan el amor divino que es
ordenado hacia darse buscando ante todo el bien del otro. El placer
entonces es algo bueno pero muy inferior. En comunión con Dios se ama
verdaderamente y se respeta a la otra persona como hijo o hija de Dios y
no se le tiene como objeto de placer. En el orden de Dios se puede
reconocer la necesidad de la castidad para que el amor sea protegido. Es
necesario entonces conocer y obedecer el sentido que Dios ha dado a la
sexualidad.

Pero el pecado desordenó la atracción entre hombre y mujer de manera


que el deseo carnal tiende a separarse de propósito divino y a dominar la
mente y el corazón. La lujuria crece cuanto mas nos buscamos a nosotros
mismos y nos olvidamos de Dios. De esta manera lo inferior (el deseo
carnal) domina a lo superior (el corazón que fue creado para amar).
Cuando la lujuria no se rechaza con diligencia, el sujeto cae presa de sus
propios deseos que terminan por dominarle y envilecerle.

La lujuria se vence cuando guardamos la mente pura (lo cual requiere


guardarse de miradas, revistas, etc. que incitan a la lujuria) y dedicamos
toda nuestra energía a servir a Dios y al prójimo según nuestra vocación. Si
nos tomamos en serio nuestra vida en Cristo podremos comprender el
gravísimo daño que la lujuria ocasiona y, aunque seamos tentados
estaremos dispuestos a luchar y sufrir para liberarnos. Un ejemplo es San
Francisco, quien al ser tentado con lujuria se arrojó a unos espinos. Así
logró vencer la tentación.

Virtud a vencer:

Castidad

Es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los
principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio
de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la
que el amor de Dios reina sobre todo.

4. La Ira
El sentido emocional de desagrado y, generalmente, antagonismo,
suscitado por un daño real o aparente. La ira puede llegar a ser pasional
cuando las emociones se excitan fuertemente.

Virtud a vencer:

Paciencia

Sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.

"Si buscas un ejemplo de paciencia encontrarás el mejor de ellos en la


cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia: sufrir
pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, males que podrían
evitarse. Ahora bien, Cristo en la cruz sufrió grandes males y los soportó
pacientemente, ya que en su pasión "no profería amenazas; como cordero
llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca" (Hch 8,32). Grande fue
la paciencia de Cristo en la cruz: "Corramos en la carrera que nos toca, sin
retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que,
renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la
ignominia" (Heb 12,2). -Santo Tomás de Aquino. Exposición sobre el
Credo.

5. La Gula

Es el deseo desordenado por el placer conectado con la comida o la


bebida. Este deseo puede ser pecaminoso de varias formas:

1- Comer o beber muy en exceso de lo que el cuerpo necesita.


2- Cortejar el gusto por cierta clase de comida a sabiendas que va en
detrimento de la salud.
3- Consentir el apetito por comidas o bebidas costosas, especialmente
cuando una dieta lujosa está fuera del alcance económico
4- Comer o beber vorazmente dándole mas atención a la comida que a los
que nos acompañan.
5- Consumir bebidas alcohólicas hasta el punto de perder control total de
la razón. La intoxicación injustificada que termina en una completa
pérdida de la razón es un pecado mortal.

Virtud a vencer:
Templanza

Moderación en el comer y en el beber. Es una de las virtudes. Vence al


pecado capital de gula.

La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de exceso, el abuso


de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas. Quienes en
estado de embriaguez, o por aficción inmoderada de velocidad, ponen en
peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras, en el
mar o en el aire, se hacen gravemente culpables (CIC 2290).

6. La Envidia

Rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo


desordenado de poseerla. Es uno de los siete pecados capitales. Se opone
al décimo mandamiento. (CIC 2539)

Virtud a vencer:

Caridad

La tercera y principal de las Virtudes Teologales. La caridad es el amor de


Dios habitando en el corazón.

7. La Pereza

Falta culpable de esfuerzo fisico o espiritual; acedia, ociosidad. Es uno de


los pecados capitales. (CIC 1866, 2094, 2733)

Virtud a vencer:

Diligencia

Prontitud de ánimo para obrar el bien.

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