Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Estos convulsionados días han sido un despertar, una borradura a nuestras hojas de
ruta preestablecidas y una apertura obligatoria a la incertidumbre. Como jóvenes católicos,
nos hemos sentido interpelados por el acontecer, llamados a la acción y convocados a
replantearnos en comunidad. La tibieza de la respuesta eclesial-institucional nos impulsó, y
por ello decidimos como jóvenes convocar a otros jóvenes a reunirnos el martes recién
pasado para iniciar comunitariamente un camino de reflexión y acción conjunta.
Constatamos con indignación una iglesia tardía y débil, con un punto de vista
despolitizado y no representativo. Una iglesia fragmentada entre el pueblo y los pastores.
Los primeros, inquietos por la contingencia, deseosos de sumarnos a las discusiones; los
segundos, «incapaces de comprender la magnitud del estallido social».
Como pueblo de Dios, «no creemos en un Cristo escondido y mirando a la distancia,
sino en uno que escucha, acompaña, denuncia y se hace carne en medio de los oprimidos».
Somos conscientes de que la iglesia no se agota en aquella jerarquía distante; muy al
contrario, ella trasciende y llena las calles, representada en nuestros cuerpos presentes en
la movilización, en nuestras inquietudes y deseos de contribuir al cambio. Por ello es que la
rabia ante el abuso de poder da paso a una tímida esperanza. De algún modo nos sentimos
felices al saber que no somos los únicos que albergamos por tanto tiempo el descontento
causado por la violencia estructural que corroe nuestras vidas y las de tantos hermanos/as.
Admiramos la valentía de los primeros que nos marcaron la ruta de rebeldía y nos
despertaron del adormecimiento con su irreverencia.
¿Fue necesario llegar a este punto para que se logre escuchar nuestra voz? ¿Fue
necesario salir a las calles para volver a sentirnos comunidad? Quizá «somos parte de un
contexto histórico que necesita ser desordenado para luego encontrar un nuevo orden»,
para abrir nuevas puertas al diálogo.
En suma, no basta sólo con rezar, sino que debemos ser actores que luchan para
conseguir la justicia que este país tanto necesita. Movilicémonos con un oído en el pueblo
y otro en el Evangelio.
#EsTiempodeJusticia
Jóvenes Católicos Movilizados