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Juan es un inmigrante bajito, con cara de niño y casi invisible para cualquiera que se
cruce en su camino. Pero como muchos de los recién llegados a una nueva tierra para
forjar su futuro, desea progresar a fuerza de optimismo y trabajo duro.
Lo primero que hace al pisar suelo argentino es comprar tierras en Mendoza y tomar el
primer tren que encuentra para viajar hasta allá.
– Novela corta: si se piensa en este libro como material de lectura en clase lo primero
que rescato es que es una obra de sólo 52 páginas, cuando la mayoría de las historias por
capítulos en tengo en mis listas por edad suelen ser de más
de 100.
Creo que es una buena opción para aquellos docentes que
tienen que trabajar con grupos que abiertamente se
reconocen reacios a la lectura.
Datos bibliográficos
Juan el corto cruzó el océano y compró, de este lado del mundo, tierras de cultivo y un barco.
Pero nada es sencillo para un inmigrante con cara de niño y voz de trueno. Una mascota color
caramelo, una mujercita de pies ligeros y un hombre de maldad infinita se cruzan en su
camino. ¿Llegará a destino? (TEXTO EXTRAÍDO DE LA CONTRATAPA)
Juan de este mundo es mi nuevo y querido libro. Ilustrado por Sebastián Dufour de una manera
dulcísima. El tiempo que me llevó escribirlo fue un tiempo absolutamente dichoso y espero sea
igualmente encantador el tiempo que ustedes pasen leyéndolo.
Aquí reproduzco algunos párrafos del principio ... para ir entrando en tema.
Juan el corto
Del puerto de Finisterre llegó un barco enorme. Desde el edificio de la Aduana, que
era el más alto del caserío, se veían tres pisos de gente asomando los brazos para
saludar. Parecía un gran pastel relleno de personas o un hormiguero.
Entre la multitud viajaba un hombre delgado y pequeño, que si no fuera porque
tenía una barba de meses que le rozaba el pecho, se hubiera dicho que era un
niño.
El peregrino no tenía más equipaje que una valija marrón, del mismo marrón que
fueron sus pantalones antes de desteñirse con el tiempo, y del mismo marrón que
su saco prendido con dos botones minúsculos. Y también sus zapatos, cuando no
estaban cubiertos de polvo, eran marrones. Su sombrero, su barba y su pelo, del
mismo tono terroso.
El viajero era muy callado. Todos en el barco lo conocieron como Juan; aunque su
apellido era Alonso, nadie le decía “señor Alonso”, ni siquiera “señor”.
También le decían “el corto”, porque era tímido y cuando todos se callaban para
escucharlo y quedaba hablando solo, se le ponía la cara muy, muy roja.
Al hombre le gustaba que lo llamaran Juan el corto, como si fuera el personaje de
una historia de piratas, igual a aquellas que le contaba su padre antes de que
comenzara la guerra y lo borrara de su vida.
El edificio de la Aduana tenía mostradores donde los recién llegados se formaban en
filas sinuosas como gusanos. Juan se colocó en la primera fila de tierra firme...