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TEMA 4

(Módulo II Tema 2º)

La Constitución y su Valor Jurídico. La Ley

I. La Constitución y su valor jurídico

A) introducción

En el estudio de las fuentes, la primera norma que aparece es la Constitución, que


desde su publicación el 29 de diciembre de 1978 plantea el problema de su valor
normativo. Este problema es consecuencia de la inercia que provocaba el propio modelo
de Constitución que podemos abstraer de nuestra historia de Derecho Constitucional
que se caracterizó por negar a la misma un valor normativo específico, a parte de la
organización y relaciones entre los poderes superiores del Estado (parte orgánica de la
Constitución), ya que la parte dogmática o material de la misma lo único que encerraba
eran "principios programáticos" que, solamente, se convierten en auténticos normas
jurídicas cuando el legislador ordinario (Cortes Generales) elaborara leyes de desarrollo
de esos principios, siendo de esta forma aplicables por los Tribunales de justicia.

Frente a este modelo de nuestra historia constitucional, ahora la Constitución de


1978 da un giro copernicano con fundamento en el establecimiento de los siguientes
aspectos:

-establece que "Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la


Constitución", art. 9.1 CE;

-declara "derogadas cuantas disposiciones se opongan a lo establecido en esta


Constitución", Disposición Derogatoria Tercera;

-impone la tutela judicial inmediata, a través del amparo constitucional, art. 53.1 y
2, art. 161. 1, b) CE;

-y, por último, establece que las leyes serán nulas si contradicen los preceptos de la
Constitución, art. 161.1, a), y art. 164 CE.

B) El valor normativo de la Constitución de 1978

El principio capital de la Constitución, precisamente en virtud de lo dispuesto por su


artículo 9.1, es que ésta tiene valor normativo inmediato y directo. En efecto, el término
"sujeción" empleado por el art. 9. 1 CE es la clara consecuencia del carácter normativo
de la Constitución pero, a la vez, es necesario señalar que ésta es parte del

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Ordenamiento Jurídico y, claro está, su parte primordial ya que expresa los valores
superiores del ordenamiento jurídico español (art. 1 CE).

Además, la "sujeción" normativa de la Constitución afecta a todos los ciudadanos y


a todos los poderes públicos, sin excepción alguna, consistiendo el carácter de dicha
sujeción en que vincula más fuertemente que las leyes, en el sentido del
constitucionalismo norteamericano como "higher law" o, en expresión del Juez
Marshall "the constitution is superior to any ordinary act of the legislative". esto es, la
Constitución es superior a cualquier ley.

Pero el problema radica en precisar el qué y cómo se articula técnicamente ese valor
normativo directo, general y superior de la Constitución, de manera que se debe
establecer lo siguiente:

a) El monopolio jurisdiccional del Tribunal Constitucional sólo alcanza a la


declaración de inconstitucionalidad de las leyes, no a cualquier aplicación de
la Constitución. Por eso, el art. 163 CE dispone que: "Cuando un órgano
judicial considere, en algún proceso, que una norma con rango de ley,
aplicable al caso, de cuya validez dependa el fallo, pueda ser contraria a la
Constitución, planteará la cuestión ante el Tribunal Constitucional, en la
forma y con los efectos que establezca la ley...". De aquí se extraen dos
ideas: primera, que los jueces ordinarios son competentes para enjuiciar con
respecto a la Constitución todas las normas con rango inferios a la Ley, así
como los actos jurídicos públicos y privados; y, segunda, que el art. 163 CE
prohibe a la justicia ordinaria (poder judicial) declarar la inconstitucionalidad
de las leyes, pero no les prohíbe valorarlas con respecto a la Constitución, y
si considera su inconstitucionalidad, puede plantear la "cuestión" ante el
Tribunal Constitucional.
b) Todas las normas constitucionales vinculan a todos los Tribunales y a los
sujetos públicos y privados. Independientemente de que tanto el Tribunal
Constitucional, como la Justicia ordinaria (poder judicial), e, incluso, los
sujetos públicos y privados, están vinculados por la Constitución y han de
aplicar la totalidad de sus preceptos sin posibilidad de distinguir entre
artículos de aplicación directa y otros meramente programáticos, lo cierto es
que no todos los artículos de la misma tienen un mismo alcance y
significación normativa, aunque eso sí, todos enuncian auténticas normas
jurídicas. Es ,precisamente, el art. 53 CE el que establece esa diferenciación
de alcance de los preceptos de la misma, de manera que: primero, los
derechos y libertades fundamentales son directamente aplicables (Sección 1ª
y 2ª del Capítulo II del Título Primero); segundo, los principios rectores de la
política social y económica (Capítulo III del Título Primero, como
consecuencia de su valor normativo, "informarán la legislación positiva, la
práctica judicial y la actuación de los poderes públicos", aunque sólo podrán
ser alegados ante la Jurisdicción ordinaria (poder judicial) de acuerdo con lo
que dispongan las leyes que lo desarrollen.
c) En ciertas materias la Constitución es de aplicación directa y primaria. Es
decir, en este supuesto, el Juez ordinario no sólo estará sujeto a la
Constitución, sino que esa sujeción le obligará a aplicar directamente el
precepto constitucional como norma decisoria del litigio o conflicto, sin

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necesidad de que el Tribunal Constitucional tenga que declarar previamente
la inconstitucionalidad de leyes en conflicto con el precepto constitucional;
en efecto, esto sucede:

1º. En materia de Derechos Fundamentales, ya que el art. 53.1 CE declara


que "los derechos y libertades reconocidos en el Capitulo II del Título
Primero vinculan a todos los poderes públicos", pero no se trata de una mera
repetición de lo preceptuado en el art. 9.1 CE, sino que este art. 53. 1 CE
añade un refuerzo a la regulación constitucional de los derechos y libertades
constitucionales, refuerzo que se traduce en que su regulación constitucional
tiene carácter de Derecho directamente aplicable, sin necesidad de desarrollo
de una ley. Así el punto 2 del art. 53 CE faculta a cualquier ciudadano a
"recabar la tutela" de los derechos i libertades fundamentales, no sólo en
amparo constitucional ante el Tribunal Constitucional, sino también ante los
Tribunales ordinarios. Además, la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional
(art. 55. 1, b) establece que la sentencia que estime un recurso de amparo
reconocerá el derecho violado "de conformidad con su contenido
constitucionalmente declarado.

Por otra parte, además de esta aplicación directa, el principio supone la


derogación de las normas que regulaban, con anterioridad a la Constitución,
estos derechos fundamentales en tanto fueran contrarias, precisamente en
virtud de la Disposición Derogatoria Tercera, que el juez, de acuerde con el
principio "iura novit curia", ha de apreciar de oficio, sin necesidad de que se
recurra ante el Tribunal Constitucional (como el ejemplo que pusimos en el
régimen jurídico de los derechos fundamentales, sobre la STS de 3 de julio
de 1979 "inscripción en el registro de asociaciones de la entidad el Grande
Oriente Español).

2ª. La aplicación directa de la parte organizativa de la Constitución. Esta es


la dimensión más inmediata de la Constitución ya que construye un sistema
de poderes que en su conjunto diseñan la estructura del Estado, es decir, es la
tradicional parte orgánica de la Constitución, al que siempre se le ha dado,
sin discusión, valor normativo directo. Por ello, los Órganos constitucionales
están directamente sujetos, sobre todo en su constitución, competencias y
funcionamiento.

3ª. La Disposición Derogatoria Tercera y la legislación anterior de lo


contenido no político. Este precepto establece que: "Asimismo quedan
derogadas cuantas disposiciones se opongan a lo establecido en esta
Constitución". Aquí lo que se plantea es si las leyes pre-constitucionales son

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derogadas o son inconstitucionales, siempre que vayan contra la propia
normativa de la Constitución y de cómo se aprecian estos extremos. El
tribunal Constitucional tuvo la oportunidad de pronunciarse al respecto al
declarar en sus Sentencias de 2 de febrero de 1981 y 8 de abril de 1981 que
los jueces y tribunales deben inaplicar las leyes si entienden que han quedado
derogadas por la Constitución, al oponerse a la misma o pueden, en caso de
duda, someter el problema al Tribunal Constitucional por la vía de la
"cuestión de constitucionalidad". Naturalmente aquí los efectos de los dos
supuestos son diferentes, en el primer caso se está en presencia de una
derogación para el caso concreto, mientras que en el segundo, se trata de una
derogación "erga omnes" depurándose el ordenamiento jurídico, al resolverse
definitivamente y con carácter general las dudas que puedan plantearse.

d) Por último, es necesario dejar establecido el principio de interpretación


conforme a la Constitución de todo el ordenamiento jurídico. Esto supone
que como consecuencia de la supremacía de la Constitución sobre todas las
normas y su carácter central en el ordenamiento jurídico, obligan a
interpretar éste en cualquier estadio de su aplicación en el sentido que resulta
de los principios y reglas constitucionales, tanto las generales como las
específicos de la materia de que se trate.
El origen del principio está en el proceso de constitucionalidad de las
leyes, es decir, "antes de declarar inconstitucional una Ley, el Tribunal
Constitucional tiene el deber de buscar una vía interpretativa en
concordancia con la Constitución". Esta interpretación conforme a la
Constitución asigna un valor preeminente a la doctrina legal que resulta de la
Sentencias del Tribunal Constitucional frente a cualquier otro tribunal,
preeminencia que resulta del carácter de "intérprete supremo de la
Constitución" que corresponde al Tribunal Constitucional, de acuerdo con el
tenor del art. 1 de su Ley orgánica.

II. La Ley. Concepto y caracteres. El dualismo ley formal-ley material: orígenes


históricos y manifestaciones actuales.

Uno de los problemas a que está sometido el derecho positivo español y, en


concreto, el Derecho Administrativo es la "inflación terminológica" para referirse a sus
conceptos jurídicos. Naturalmente, este problema, también, alcanza al concepto de
"ley". Baste poner algunos ejemplos para comprenderlo mejor:

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-El Código civil en su artículo 1 hace referencia al término ley como sinónimo
de toda norma jurídica, es decir, estamos ante un concepto material de ley, que engloba
tanto a la ley en sentido estricto como a otras normas, los reglamentos administrativos.

-Otras veces, la expresión ley se utiliza como sinónimo de norma escrita, frente
al concepto canonista de la costumbre en tanto, también, es norma.

-En ocasiones, el término ley se lleva a ámbitos que son sustancialmente


diferentes al concepto de ley, por ejemplo, cuando se afirma (muy frecuente en la
jurisprudencia del Tribunal Supremo) "que la relación entre las partes está sometida a la
ley del contrato" o, cuando, se dice que "las bases y cláusulas son la ley de la
convocatoria".

Junto a este problema terminológico, nos encontramos que nuestra Constitución


de 1978, tampoco nos proporciona una concepción clara y precisa de lo que sea la ley.
A la pregunta ¿qué es la ley? se suele responder que "es la norma", la regla jurídica ,
frente a la potestad o función ejecutiva, pero si preguntamos ¿qué es norma o regla
jurídica? se pueden detectar tres grandes orientaciones:

-La de Locke, es decir, toda regulación de la propiedad y la libertad (que viene a


dar la base de los derechos fundamentales).

-La de Aristóteles y los juristas clásicos españoles del Siglo XVI y XVII y
Rousseau, es decir, la normas es una regulación abstracta y general (tradición
espiritualista).

-La de Kant, la norma es la delimitación de lo tuyo y de lo mío.

Por eso, históricamente, la regulación sobre materias que no fueran libertad y


propiedad no era ley. El mejor ejemplo histórico es el "presupuesto" que no regula la
libertad y la propiedad, que no establece límites entre los tuyo y lo mío, y tampoco es
una norma abstracta y general, sino que es un simple cálculo sobre ingresos y gastos del
estado, por eso, si no lo aprobaba el Parlamento, lo aprobaba el Gobierno.

Sin embargo, todo este esquema o tendencias ya no responden a la realidad del


derecho actual, por eso se recurrió al debate doctrinal, que aún está vigente, sobre el
concepto material y el concepto formal de ley, iniciado por HAENEL en una
monografía de 1888.

Se entiende que la Ley en sentido material es toda norma abstracta y general


dirigida a una pluralidad indeterminada de sujetos. Pero si observamos nuestro
Ordenamiento Jurídico nos encontramos con normas abstractas y generales dirigidas a
una pluralidad indeterminada de sujetos que no son Ley, sino Reglamentos. Por otro
lado, también encontramos Leyes que no son abstractas, ni generales, ni van dirigidas a
una pluralidad indeterminada de sujetos, por ejemplo la Ley Orgánica 4/1986, de 26 de
de noviembre, por la que se autoriza la ratificación del Acta Única Europea.

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Así pues, y tras la lectura del artículo 66 de nuestra Constitución podemos
comprobar que existe un órgano constitucional (Las Cortes Generales) que, entre otras
funciones, tiene una competencia consistente en "el ejercicio de la potestad legislativa
del Estado".

Por lo tanto, debe ser defendido un concepto de corte formal, es decir, es ley
"todo acto emanado de las Cortes Generales (Parlamento), en el ejercicio de la potestad
legislativa, como órgano que representa al pueblo", o como afirma el Preámbulo de la
Constitución como "expresión de la voluntad popular".

Desde luego la Ley está subordinada a la Constitución, aunque técnicamente no


es ejecución de la misma. En realidad, la Constitución pone el marco en el que pueden
desenvolverse las leyes. Los órganos que tienen reconocida la potestad legislativa
poseen plena libertad para dictar leyes o, si se quiere, una "competencia ilimitada". En
realidad, los únicos límites a que está sometida la ley son:

-el desarrollo de algunas materias, básicamente mediante leyes orgánicas;

-los valores fundamentales de la Constitución.

IV. Clases de Leyes

Independientemente de que existen varias clasificaciones sobre este aspecto,


parece útil proponer la siguiente clasificación o esquema tomando como criterio el
órgano o sujeto del que emanan, así se distinguen:

-Leyes de las Cortes Generales;

-Leyes de la Comunidades Autónomas;

-La normas con rango jurídico formal de Ley del Gobierno;

Dentro de las Leyes de las Cortes Generales, se deben distinguir:

a) Leyes ordinarias que, a su vez, se dividen en:

-leyes del pleno;

-leyes de Comisión;

-leyes presupuestarias;

-leyes marco;

-leyes de armonización;

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b) Leyes orgánicas que, a su vez, se dividen en:

-leyes sobre derechos fundamentales;

-leyes aprobatorias de los Estatutos de Autonomía de las CCAA;

-leyes de delegación y transferencias del art. 150 CE;

-y otras mencionadas en la Constitución.

Dentro de las Leyes de las CCAA, se pueden distinguir:

-leyes dictadas en el ejercicio de competencias exclusivas de la Comunidad


Autónoma;

-leyes en el ejercicio de competencias concurrentes entre el estado y la


Comunidad Autónoma.

Dentro de las Normas del Gobierno con rango jurídico formal de ley, se
distingue entre:

-Decretos-Legislativos;

-Decretos Leyes;

V. Normas con fuerza de ley

A) El Decreto-Ley

Ya sabemos, por los estudios previos de Derecho Constitucional, que el ejercicio


de la potestad legislativa corresponde a las Cortes Generales según el art. 66 CE.
Sin embargo, el Decreto-Ley es una norma que emana del Gobierno, en casos de
extraordinaria y urgente necesidad, con rango de ley formal y sin delegación o
autorización previa por parte de las Cortes Generales.

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Sin duda, el abuso que se hizo de esta figura en el Régimen de las Leyes
Fundamentales del General Franco ha incidido directamente en la regulación que sobre
esta figura tiene la Constitución de 1978, ya que ésta impone importantes limitaciones
tanto al contenido como al procedimiento de adopción. En cuanto a su contenido, el art.
86. 1 excluye las materias relativas al ordenamiento de las instituciones básicas del
Estado, a los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos regulados en el
Título Primero, al régimen de las CCAA y al derecho electoral general. En cuanto al
procedimiento, el art. 86. 2 regula un procedimiento especial para la promulgación y
ratificación de los Decretos-Leyes, cuyas líneas generales son las siguientes:

-se dictan por el Gobierno, siempre que exista una "extraordinaria y urgente
necesidad";

-en el plazo de 30 días siguientes a su promulgación han de ser sometidas a


debate y votación del Congreso de los Diputados (no interviene el Senado);

-el Congreso deberá pronunciarse dentro de dicho plazo sobre su convalidación


o derogación;

-o, alternativamente, dentro de ese plazo de 30 días, podrán ser tramitados como
Proyectos de Ley, por el procedimiento de urgencia (lo que permite introducir
enmiendas).

Así pues, realmente el único control al que está sometido el Decreto-Ley


consiste en la necesidad de ser ratificado o tramitado en ese plazo de 30 días, además,
del control de constitucionalidad por parte del Tribunal Constitucional (art. 2. 1, a) de la
Ley Orgánica del Tribunal Constitucional). Si el pronunciamiento es negativo el
Decreto-Ley queda derogado. Si el Congreso de los Diputados lo ratifica, éste queda
convertido en ley ordinaria. Finalmente, y en el caso de que el Congreso de los
Diputados no se pronuncie en el plazo de 30 días, hay que entender que el Decreto-Ley
se convierte en una norma inválida perdiendo, automáticamente, y sin necesidad de
declaración alguna, toda su eficacia.

B) Decretos-Legislativos

El régimen jurídico de los Decretos-Legislativos viene establecido por el art. 82.


1 CE que "autoriza" a las Cortes Generales para delegar en el Gobierno la potestad de
dictar normas con rango de ley. Además, según lo que dispone el art. 85 CE: "Las
disposiciones del Gobierno que contengan legislación delegada, recibirán el título de
Decretos-Legislativos".

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En la elaboración de este tipo de normas es necesario distinguir dos fases:

-la delegación del órgano legislativo (Cortes Generales) al Gobierno;

-y, la promulgación de la norma por el Gobierno, utilizando la delegación de la


potestad legislativa hecha a su favor.

La primera fase, es decir, la delegación por parte de las Cortes (o Parlamentos de


las CCAA) se realiza, de acuerdo, con lo dispuesto por el art. 82. 2 CE, mediante una
"Ley de Bases" cuando el objeto de la delegación es la elaboración de textos
articulados; o por una "Ley ordinaria" cuando se trata de refundir varios textos legales
en uno sólo. Esta regulación produce una clasificación legal de los Decretos-
Legislativos: 1ª) aquellos que contienen una nueva regulación normativa sobre una
determinada materia, esto es, "textos articulados"; 2ª) aquellos que se limitan a recopilar
en una sola norma otras normas dispersas pero previamente existentes, es decir, "textos
refundidos"1.

Los requisitos de la delegación legislativa están regulados en el art. 82 CE,


siendo destacables los siguientes aspectos:

-la delegación ha de ser expresa y, además, referirse a una materia concreta,


materia que nunca puede hacer referencia a la reservada a Ley Orgánica (art. 82.1);

-la propia Ley delegante habrá de establecer un plazo para el ejercicio de la


delegación. Además, la delegación se agota con su ejercicio;

-el art. 82 CE sólo prevé la posibilidad de que la delegación se realice a favor del
Gobierno (en iguales términos es aplicable a las CCAA2) que, de acuerdo con el
principio "delegata potestas non potest delegari", no podrá volver a delegar.

-por último, y para el supuesto de la Leyes de Bases, el art. 83 de la CE dispone


que éstas no podrán, en ningún caso, autorizar su propia modificación por el Decreto-
Legislativo, ni facultar al Gobierno para dictar normas con carácter normativo.

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El Texto Refundido tiene, sin duda, una importante misión en el Ordenamiento jurídico administrativo
por el exceso de disposiciones dispersas existentes sobre una sola materia. Ahora bien, el art. 82.5 CE
ordena que: "La autorización para refundir textos legales determinará el ámbito normativo a que se refiere
el contenido de la delegación, especificando si se circunscribe a la mera formulación de un texto único o
si se incluye la de realizar, aclarar y armonizar los textos legales que han de ser refundidos". Esta
regulación, en realidad, reconoce la existencia de dos tipo de textos refundidos: 1º) los que se limitan a la
mera recopilación, sin siquiera alterar la redacción de las normas existentes; 2º) aquellos que, además,
pueden llevar a cabo una aclaración o armonización de las normas existentes, aunque obviamente no
pueden introducir auténticas innovaciones en las normas a refundir.
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El art. 27. 2, e) de los LOTC alude genéricamente a "normas con fuerza de ley de las CCAA" (es decir,
Decretos-Legislativos de las CCAA), dándose así entrada a un supuesto no previsto expresamente en la
Constitución y que, además, ha sido recogido en los Estatutos de Autonomía. En realidad, no parece
haber ningún obstáculo a este supuesto y es, más bien, consecuencia lógica del reconocimiento de la
potestad legislativa a favor de las CCAA, en la estructura políticamente descentralizada del Estado.

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El control de los Decretos-Legislativos, como consecuencia de su consideración
de normas "con fuerza de ley", está sometido al control de constitucionalidad por el
Tribunal Constitucionalidad. Pero, también, es necesario añadir que la técnica de la
delegación legislativa, aunque con otro regulación, era conocida en el Régimen de las
Leyes Fundamentales del General Franco, pero gozaban de una inmunidad casi
absoluta, impidiéndose todo control sobre los mismos. No obstante, y para la materia
tributaria, se abrió una puerta al control de los mismos, gracias al art. 11. 3 de la Ley
General Tributaria, de 28 de diciembre de 1963 (recientemente derogada por la Ley
58/2003, que la sustituye), mediante el cuál se admitía el control a través de la
denominada doctrina "ultra vires". Esta doctrina quiere decir que "toda regulación que
exceda de los términos de la ley delegante quedará automáticamente rebajada al rango
de Reglamento Administrativo, lo que permitía su conocimiento por parte de los jueces
y tribunales. Esta idea ha sido recogida por la Constitución de 1978 al establecer su art.
82.6 que: "Sin perjuicio de la competencia propia de los Tribunales, las leyes de
delegación podrán establecer en cada caso fórmulas adicionales de control". este
precepto, en realidad, está estableciendo una cláusula abierta de control a cualquier
técnica, por ejemplo, un control de matiz político, es decir, una concreta ley de
delegación puede ordenar que el Decreto-Legislativo que se dicte por el Gobierno con
posterioridad deba ser ratificado por el Congreso de los Diputados, pero y en segundo
lugar, la propia doctrina o técnica "ultra vires" a que nos hemos referido, como viene a
confirmar el art. 1.1 de la Ley 29/1998, de 13 de julio: "Los Juzgados y tribunales del
orden contencioso-administrativo conocerán de las pretensiones que se deduzcan en
relación...con los Decretos-Legislativos cuando excedan los límites de la delegación".

C) Los Tratados Internacionales

Los Tratados o Convenios Internacionales suscritos por España son una norma
más de nuestro Ordenamiento jurídico. Conforme ordena el art. 1. 5 del Código civil:
"Las normas jurídicas contenidas en los tratados internacionales no serán de aplicación
directa en España en tanto no hayan pasado a formar parte del ordenamiento jurídico
interno mediante su publicación íntegra en el Boletín Oficial del Estado", y el art. 96. 1
CE: "Los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados
oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno".

El tema de los Tratados internacionales es complejo, y desborda las


posibilidades de esta asignatura, pero sí es obligado reseñar algunas características de
los mismos:

a) a pesar de que los Tratados internacionales son normas de nuestro


Derecho, en los términos del art. 1.5 Código civil, hay que señalar que
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su régimen de derogación, modificación y suspensión es especial, en
virtud de lo dispuesto por el art. 96.1 de la Constitución: "Sus
disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas
en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las
normas generales del Derecho internacional". A este respecto debe
tenerse en cuenta lo establecido en el Convenio de Viena, de 23 de
mayo de 1969, sobre el derecho de los tratados, al que España se
adhirió por Instrumento de 2 de mayo de 1972;
b) de este rasgo se ha pretendido extraer la base para colocar a los
Tratados Internacionales ratificados por España como una norma
jurídica jerárquicamente superior a las demás. Sin embargo, hay que
afirmar que esto no es así, sino que se trata de una norma jurídica con
un régimen jurídico especial tanto para su elaboración y aprobación,
como para su derogación, modificación y suspensión;
c) los Tratados internacionales son normas sometidas a la Constitución,
como todas las demás. Buena prueba de ello es lo ordenado por el art.
95 del CE, al disponer que:" 1. La celebración de un tratado
internacional que contenga estipulaciones contrarias a la Constitución
exigirá la previa revisión constitucional. 2. El Gobierno o cualquiera
de las Cámaras puede requerir al Tribunal Constitucional para que
declare si existe o no contradicción". Es decir, se entiende claramente
la necesidad de que el Tratado Internacional responda siempre a la
Constitución y no al contrario.
d) Más delicado es el supuesto regulado en el art. 93 de la Constitución:
"Mediante ley orgánica se podrá autorizar la celebración de tratados
por los que se atribuya a una organización o institución internacional
el ejercicio de competencias derivadas de la Constitución..."
Este precepto está inspirado en el art. 24 de la Ley Fundamental de
Bonn y redactado con la intención de preparar la incorporación de
España al, entonces, "Mercado Común Europeo" (hoy Unión Europea)
que, en verdad, prevé la posibilidad de cesión de auténticas parcelas
de soberanía (los clásicas competencias legislativas, ejecutivas y
judiciales), pero que al estar previsto expresamente en la Constitución
hace innecesario acudir en cada caso concreto a la reforma
constitucional.

VI. Control de las leyes (remisión a la asignatura de Derecho


Constitucional)

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