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Relatos de Exito de Un Comisario PDF
Relatos de Exito de Un Comisario PDF
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Relatos de éxito de un comisario
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(Código F06)
A mis hijas Julissa, Juliana y Juliette
y a mi esposa María Nelly, por la
comprensión y ayuda que me brindaron.
Agradecimiento
Introducción 11 9
[1]
Cruz Blanca, Huacho 17
[2]
La Victoria, Chiclayo 51
[3]
Tarapoto 79
[4]
Estrategias para el éxito 95
[5]
Reflexiones finales 119
[ANEXO]
El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito 125
de La Victoria, Chiclayo
Introducción
12 ***
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
Este libro recoge tres experiencias en las que participé directamente: la de Cruz
Blanca, Huacho (2002-2003); la de La Victoria, Chiclayo (2004); y por último,
la de Tarapoto (2005).
In t r od ucci ón
que nos increpaban por el comportamiento pasado. Fue duro enfrentarnos a
esta realidad pero no nos quedaba otro camino: teníamos que convencerlos de
que estábamos dispuestos a ponernos verdaderamente al servicio de la comuni-
dad. Al fin logramos que creyeran en la honestidad de nuestra actitud y, sobre
la base de esta apertura, empezamos a modificar nuestra práctica.
El logro más importante que tuvimos fue que el 14 de setiembre de ese mismo
año, nuestra comisaría ganó el Concurso al Mejor Servicio de Calidad al Usuario,
en el que participaron 164 comisarías de Lima, Callao, Cañete y Huacho. Luego,
el 20 de agosto del 2003, quedamos en segundo lugar en el Concurso de Orga-
nización de Juntas Vecinales. De esta manera, nos convertimos en un verdadero
fenómeno, e incluso, sin pecar de orgullo, podemos afirmar que teníamos más
credibilidad que cualquier otra institución pública del Norte Chico. Y todos es-
tos éxitos se debían, simplemente, a que cumplíamos con nuestro deber.
In t r od ucci ón
comisaría, sumado a la disposición directa del Comando Regional, procedie-
ron a replicar el modelo. En los inicios hubo resistencia para aceptar que un
efectivo de igual grado que ellos les orientara, pero cuando se convencieron de
que esos complejos negativos carecían de sentido, muchos optaron por imitar e
incluso esforzarse por obtener mejores resultados. Cuando un comisario com-
prueba lo satisfactorio que es servir personalmente a la comunidad, salir a la
calle a organizar juntas vecinales sin por ello descuidar las funciones propias
de la comisaría, adquiere un conocimiento que le va a servir para actuar toda la
vida como un hombre de bien y muy útil a la PNP.
Además de recoger mis impresiones sobre estas tres experiencias —Cruz Blan-
ca, La Victoria y Tarapoto—, he querido incluir un capítulo que sistematiza
las que, en mi opinión, son las estrategias que garantizan el éxito del trabajo
conjunto entre la población y la comisaría.
Por último, presento una sección en la que resumo mis reflexiones finales, y
termino el texto recogiendo un excelente ejemplo de cómo las mejores ideas
sobre seguridad ciudadana pueden ser plasmadas en acciones concretas que
respondan a las características específicas de determinada comunidad. Me refie-
ro al Plan Local de Seguridad Vecinal que guió el trabajo realizado en el distrito
de La Victoria, que si bien como todo proyecto humano es susceptible de ser
mejorado, tiene el valor de haber servido de punto de encuentro entre la teoría
y la práctica. Es decir, no se trata de un documento pensado en un escritorio,
sino al revés: es un texto que recoge el aporte colectivo de las juntas vecinales y
16 cuya efectividad ha sido comprobada en la realidad.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
***
El autor
[1]
La comisaría
de Cruz Blanca,
Huacho
2002
2003
3
1 2
1 Coordinadores de las
juntas vecinales de Cruz Blanca
4
De la desmoralización al compromiso 21
Al indagar entre los ciudadanos qué opinaban acerca de la calidad de los servi-
cios policiales, todos coincidieron en manifestar su descontento. Diariamente,
los efectivos realizaban los famosos «operativos», que no eran otra cosa que
intervenciones destinadas a cobrar coimas y realizar una serie de arbitrarieda-
des; cuando una persona solicitaba una copia certificada, la demoraban adrede;
cuando una víctima de la violencia llamaba a la comisaría pidiendo ayuda, los
policías no iban aduciendo que les faltaba gasolina; si brindaban cualquier tipo
de servicio, insinuaban que se les diera una dádiva.
Una autoridad debe dar el ejemplo en todo momento, igual que un padre de
familia: los hijos fallan si el padre tiene errores. Donde haya padres y comisarios
íntegros, tendremos hijos y policías correctos. Siempre recuerdo las palabras
del general José Tisoc Lindley, quien cuando ocupaba el puesto de director
general de la PNP, durante un seminario desarrollado en el Instituto de Altos
Estudios Policiales (INAEP) manifestó: «Agradezco a Dios por haber llegado al
puesto donde estoy. He logrado el máximo cargo al que un policía aspira. No
se hagan problemas, abastezcan el total del combustible de su dotación». Con
esta frase, el general hacía referencia al combate contra la corrupta práctica de
22 traficar con la gasolina y otros recursos de la institución. He llegado al pleno
convencimiento de que por ahí se debe comenzar.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
Esta fue una forma de señalarles que ni pensaran en volver al pasado vergon-
zoso en el que la comisaría era repudiada porque se mantenía vivo el ingrato
recuerdo del 8 de mayo del 2001, día en el que la población, enardecida por la
muerte de un detenido, apedreó el local y casi lo destruyó. En ese momento,
los ciudadanos, cansados de la inoperancia del personal, comentaban que más
barato les salía no denunciar, porque los policías les solicitaban dinero para
todo. Hay quienes hasta ahora se sienten aludidos por estas menciones, pero no
se trata de una infidencia ni menos de una condena, sino de un llamado para
que, apelando a la hidalguía policial, se reconozcan estos actos vergonzosos,
sabiendo que es la única manera de reconciliarse con la comunidad.
Me quedaba claro, por otra parte, que teníamos que motivar al personal de sub-
oficiales. Tenía en la mente lo que debía hacer: hablé con el capitán PNP José
García Cillóniz, un oficial muy hábil e inteligente al que, en mi opinión, había
que darle una oportunidad. Haciéndose eco de lo que decían sus compañeros,
que no creían en los resultados de una buena labor, él era quien más insistía en
volver al modelo anterior y tenía cierta esperanza de que esto ocurriera. Pero al
darse cuenta de que su intención no iba a prosperar, optó por unirse al trabajo
que estábamos realizando y fue quien más colaboró.
Comenzamos a premiar a los policías que habían sobresalido en el mes. La
primera vez fueron cuatro los efectivos distinguidos, quienes recibieron las ca-
nastas donadas por el Comité Cívico de Apoyo a la Comisaría de Cruz Blanca.
Esperaba recibir más donaciones, pero esto no ocurrió rápidamente, así que te-
nía que invertir el dinero salido de mi propia economía para arreglar las llantas
y cubrir otras demandas.
Aunque había unos cuantos efectivos que oponían resistencia al cambio,1 tan
pronto logramos contar con una comisaría limpia, consideramos que era el mo-
mento para ir a buscar a la población, disculparnos por todo lo sucedido en el
pasado y pedirle que nos dé la oportunidad de trabajar en conjunto establecien-
do alianzas estratégicas. Teníamos el deber de ser sinceros y así lo hicimos. En
nuestras visitas, muchos vecinos, incluyendo a profesionales, nos increpaban
por el comportamiento del pasado, pero teníamos las respuestas convincentes
para hacer frente a cada crítica. Así, día a día fueron comprobando que nuestro
mensaje era coherente con la actuación de la comisaría.
Fui claro y con hidalguía les manifesté que la mayoría de ex comisarios, pese
a provenir de Huacho, habían hecho poco. Yo no era de este lugar, pero era
policía y estaba al servicio de la comunidad, por lo cual les invocaba que me
dieran una oportunidad. Sometí al voto el tema de si los pobladores querían
ser amigos de la Policía, y la mayor parte de los asistentes levantaron la mano
en señal de acuerdo. Fue una buena forma de comenzar a resolver el problema, 25
pero había que cumplir estrictamente el compromiso.
Se nos ocurrió que como parte de la aplicación del programa Vecino Vigilante,
los propios pobladores controlaran las rondas de los patrulleros, en cuadernos
expedidos con ese fin por la comisaría. Esta fue una decisión que sorprendió a
propios y extraños, pues mostraba una nueva actitud: que la Policía acepte ser
controlada por el pueblo.
Pese a que todavía había personas que por desconocimiento decían que los po-
licías éramos haraganes, sinvergüenzas, corruptos, locos y otros apelativos, lo
cierto es que a nuestra comisaría llegaban vecinos de otros lugares reclamando:
«¿Por qué motivo en mi comisaría no me entregan de inmediato una copia
certificada y en Cruz Blanca sí? ¿Por qué en nuestra comisaría nos piden plata
para gasolina y acá no pasa eso?». Eran indicios de que la institución estaba
cambiando, cuando menos en una comisaría. Con el apoyo del coronel PNP
José Campos Muñoz, jefe provincial de la PNP de Huacho, se iba estructurando
el diseño de un nuevo estilo de Policía.
Desde esa fecha, que ni yo ni los demás participantes podremos olvidar, han
pasado hasta ahora 7 años y el pueblo continúa apoyando, pese a que las condi-
ciones ya no son las mismas que nosotros establecimos.
yoría, anhelaban la seguridad, motivo por la cual tuvimos una aceptación total.
Las reuniones para conformar las juntas vecinales2 gozaban de una asistencia
masiva, más aún porque los vecinos ya tenían noticias acerca de nuestra polí-
tica de trabajo, lo que facilitaba el acercamiento. Ahí conocí a muchos líderes,
entre quienes recuerdo especialmente a la señora Carmen Licetti Carlos, profe-
sora cesante. Contábamos con el apoyo de catedráticos universitarios, médicos,
abogados, enfermeras, taxistas, mototaxistas, y sobre todo las amas de casa,
que constituían la base social para solucionar los problemas que aquejaban a
la población.
El teléfono del comisario comenzó a timbrar las 24 horas del día. La población
fue recuperando la confianza gracias a la atención inmediata de cada llamada de
auxilio. Así por ejemplo, en Cruz de Cano se logró atrapar a una banda de asal-
tantes cuando estaban robando una tabacalera. De inmediato, llegó la Policía y
2 Yépez Dávalos, Enrique. Seguridad ciudadana. Lima: Instituto de Defensa Legal, 2004, p. 185.
capturó a los delincuentes, a quienes les incautó armas de fuego. Las llamadas
se atendían incluso en la madrugada. En todas las solicitudes de ayuda, la ac-
ción policial era inmediata.
Había policías que pese a los cambios efectuados, todavía se resistían a implemen-
tar las innovaciones en las áreas principales. Por eso, teníamos que ser ingeniosos
al delinear las estrategias, aunque eso nos quitaba tiempo. Por ejemplo, durante
sus horas de servicio, llevábamos a los efectivos a que participen en las reuniones
y los presentábamos a la población para que los conociera. Era una manera de no
dejarles ningún espacio para que eludieran su compromiso con la ciudadanía.
como coordinadora general de las juntas vecinales del distrito la profesora Car-
men Licetti Carlos, extraordinaria mujer cuya presencia daría realce al acto.
Como la ceremonia iba a estar presidida por el viceministro del Interior, el doctor
Costa, hubo una reunión de oficiales para recibir instrucciones. Recuerdo que un
policía me preguntó cuántos refuerzos se requerían, ya que en la ceremonia an-
terior habían asistido más policías que pobladores. Lo decía en forma amargada, y
por ello le respondí que si tenía ese concepto, para qué solicitaba mi opinión.
Se trataba de la primera vez que éramos reconocidos por las autoridades políticas,
judiciales, policiales y del sector Interior. Lo que más alegría nos causaba era que
los policías, a quienes resultaba difícil convencer de que se modernizaran, pues es-
taban acostumbrados a rutinas que no daban ningún resultado, habían dejado de
pensar en que las reformas eran «locura» y «haraganería», y se habían convertido
en activos funcionarios del Estado. Es muy difícil, muy fuerte, trabajar 20 horas
diarias, con solamente 4 horas de descanso. Pero lo hicimos con mucho esmero,
convencidos de que nuestra Policía, la institución que más queremos, recobraría
la confianza de su población, lo cual nos producía una gran satisfacción personal.
Tal vez aquí quepa un comentario. El doctor Costa felicitó a la ciudadanía por
su organización y dijo que la comisaría debía contar con unos 50 patrulleros, y
que poco a poco se iban a solucionar los problemas de inseguridad basándose en
el bien más preciado, la organización vecinal. De esas palabras nació mi interés
por preguntarle qué pensaba de la Policía, pero como en esa oportunidad fue
imposible conversar con él, quedó pendiente mi curiosidad.
El patrullaje policial y la reacción de la delincuencia
Teníamos dos patrulleros, uno para Hualmay y otro para Santa María. Nos fal-
taba uno para toda la Panamericana, esa había sido la demanda de la población
al doctor Costa. Durante el día, se efectuaba un patrullaje normal, mientras que
en la noche se patrullaba por todos los lugares que se encontraban organizados.
Para llevar un registro de esta labor, los cuadernos de control eran firmados
conjuntamente por la población y la Policía.
a desaparecer como por arte de magia. No nos explicábamos cómo había ocu-
rrido esto último, pero después advertimos que en la medida en que la Policía
salir a rondar, los padres de familia ejercían mayor control sobre sus hijos. Las
llamadas telefónicas a la comisaría fueron disminuyendo, lo cual era la señal de
que se había retomado el orden.
34
El Concurso de Comisarías de Lima Metropolitana
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
En el mes de junio, todos los comisarios fuimos citados a una reunión en la VII
Región de la PNP, oportunidad en la que se nos comunicó que se estaba organi-
zando un concurso de comisarías sobre el servicio de calidad al usuario.
Mientras tanto, avanzaban las etapas del concurso, que eran tres. En la selección
preliminar, realizada sobre la base de los informes, fueron aceptadas 40 comisa-
rías, entre ellas la nuestra. Luego, nos comunicaron que en la primera etapa Cruz
Blanca había quedado en el puesto 18, en tanto que las comisarías de Barranca
y de Huacho ocupaban los puestos 19 y 38, respectivamente. Los comisarios nos
sentíamos muy honrados de que nuestro trabajo y dedicación hubieran logrado
este éxito. Posteriormente, nos enteramos de que las comisarías que ocuparan
los 15 primeros puestos serían premiadas, y lo más importante, recibirían la 35
felicitación ministerial y directoral. La situación se tornó muy interesante.
Así llegó la tercera y última etapa del concurso, que consistía en una visita de
constatación para conversar con las personas que habían sido atendidas en la
comisaría durante los meses de marzo y abril, cuya relación habíamos enviado
a la unidad solicitante.
En agosto, nos comunicaron que Cruz Blanca estaba entre las 15 comisarías
finalistas, lo que constituyó para nosotros una gran alegría. De esta manera, se
dispuso que trasladáramos a las juntas vecinales de nuestra demarcación a la
Escuela de Oficiales, en Lima, el 14 de setiembre, para que participaran en la
ceremonia de entrega de premios. Varias empresas —Turismo Huaral, la Uni-
versidad José Faustino Sánchez Carrión y la Empresa de la Sal, cuya sede está
ubicada en el kilómetro 136— nos apoyaron ofreciéndonos cuatro ómnibus
para trasladar a la capital a los representantes de las juntas vecinales.
Cuando llegó el día, los 15 comisarios que íbamos a ser premiados fuimos ubicados
en el patio de la Escuela de Oficiales, frente al estrado. Comenzaron a llamarnos
empezando por el puesto 15, luego el 14 y así sucesivamente. Nosotros ya estába-
mos bastante contentos por estar ahí, pero la ceremonia seguía avanzando y no
nos llamaban. Fue grande nuestra emoción cuando llegaron al puesto 6 sin men-
cionarnos, pues eso significaba que estábamos entre las 5 comisarías finalistas,
36 que serían premiadas con 100 mil nuevos soles para realizar arreglos en el local,
aunque en primera instancia nos habían dicho que ese dinero iba a ser para todo el
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
Luego leyeron cuáles eran los premios y entre ellos había una beca a España
para el comisario. Escuché que una señora daba un grito de alegría en el estra-
do de invitados: era mi esposa, quien no pudo contener su emoción.
Como el doctor Gino Costa Santolalla no había podido saludar a las juntas ve-
cinales luego del concurso, por intermedio de su representante de relaciones
públicas nos comunicó que visitaría Cruz Blanca el 17 de setiembre.
Ese fue un día muy especial. Por primera vez en toda la historia de la comisaría
de Cruz Blanca iba a llegar el ministro del Interior. Las juntas vecinales lo es-
peraban con entusiasmo y más que todo para agradecerle.
premié como debía ser a un oficial. Él me entendió después, cuando fue comi-
sario, porque todos los efectivos se irrogan los mismos derechos, cuando no es
así. Hay policías que se creen mejores que otros, cuestionan a sus superiores,
pero cuando les toca desempeñar cargos similares, son iguales o peores.
El pueblo, agradecido, coreaba el nombre del doctor Costa, con quien se reen-
contraba luego del 15 de junio. El agradecimiento era por el patrullero asignado,
así como por la donación de una computadora y un pabellón nacional. Recién
tuve la oportunidad de conversar con él cuando, al término de la ceremonia,
me invitó a subir a su automóvil y me autorizó a declarar a CPN Radio, con la
periodista Zenaida Solís, tarea que creo que cumplí en buenos términos.
Posteriormente, el doctor Costa me indicó que tenía que prepararme para viajar
a diferentes partes del Perú. Puse en su conocimiento que nunca había subido
a un avión y que por ese motivo no deseaba ir a España. Creo que esta confe-
sión lo motivó a notificarme que me dispusiera a viajar a diferentes provincias
de Cajamarca en Antonov. Bueno, ante esta orden, el temor a volar empezó a
desvanecerse poco a poco.
Es necesario puntualizar que de los 100 mil nuevos soles que recibimos, 33
mil se destinaron a comprar uniformes, buzos, ropa deportiva y víveres para el
personal. A pesar de ello, unos cuantos se sintieron descontentos.
Participación del Comité Cívico
El Comité Cívico comenzó a realizar una labor muy loable en la que partici-
paron empresarios, vecinos y autoridades locales. Llegaron a recaudar 80 mil
nuevos soles, que fueron destinados a la construcción del cerco perimétrico, la
remodelación del campo deportivo y la construcción de una pileta eléctrica. 39
El viaje a España
Como ya señalé, parte del premio consistía en una beca a España para partici-
par, en mi calidad de comisario, en el Segundo Curso para Mandos de Unidades
de Policía de Proximidad, que se iba a desarrollar en Toledo del 14 al 25 de
octubre del 2002.
Para entonces, ya estaba preparado para volar en avión, así que emprendí el via-
je. Fue muy importante participar en este curso, pues así fortalecí lo aprendido
en la práctica en Huacho. Así mismo, creo que aporté con mis experiencias y fui
reconocido públicamente por un participante del Uruguay, quien señaló que a
pesar de que había asistido a muchos cursos, por primera vez veía a un peruano
con tal nivel de preparación. Para mí fue un elogio inolvidable.
De los 20 representantes de diferentes países iberoamericanos, 4 expusieron sus
experiencias, entre ellos yo, el peruano. Muchos dijeron que copiarían nuestro
modelo. Lo que más les gustó fue que el comisario saliera a las calles para alternar
con la población y todas las actividades que habíamos desarrollado en Huacho.
Hay que precisar que cuando era coronel PNP, el general Yépez Dávalos había
sentado los precedentes de nuestro trabajo, formulando el Plan Psicosocial de
Seguridad Vecinal. Esa fue la fuente en la que se apoyó básicamente nuestra
acción policial comunitaria, claro está, tratando de mejorar algunos aspectos
para crear expectativa entre la población.
A las 11 horas del 23 de noviembre del 2002 llegaron las autoridades mencio-
nadas, que fueron recibidas por los principales representantes de Huaura, entre
quienes destacó el licenciado Hugo Díaz Mauricio. La población ovacionó al
doctor Gino Costa. Era increíble observar cómo en poco tiempo se había identi-
ficado con el pueblo y era muy estimado tanto por su educación y nobleza como
por su sencillez y generosidad.
En esa oportunidad, el despacho ministerial hizo entrega de dos motocicletas
Honda de 750 cc, y también de una camioneta Station Wagon, trámite que rea-
lizó la Dirección de Participación Ciudadana.
El acto principal, que estuvo a cargo del general PNP Enrique Yépez Dávalos,
jefe del Estado Mayor, fue la juramentación de las 210 juntas vecinales. La po-
blación se mostró muy contenta durante toda la ceremonia y no dejaba de feli-
citar la labor de la Policía, institución a la que cada día estimaba más.
El 2002 había sido un buen año. Un día, conversando con mi esposa, le mani- 41
festé mi deseo de irme a España o a cualquier país extranjero para estudiar la
Recuerdo que cuando nos citaron a Lima a los 15 comisarios finalistas del re-
ferido concurso, algunos de ellos me preguntaban irónicamente, una y otra
vez, qué había hecho para ganar. Les respondí que solo había cumplido con mi
deber profesional, respetando los 11 principios del mando. Les indiqué, ade-
más, que mi número telefónico fue difundido entre la población, que todas
las llamadas de emergencia eran atendidas de inmediato y que la comunidad
controlaba directamente la acción de los patrulleros mediante registros en cua-
dernos entregados por mi despacho. Esto último no les pareció muy correcto.
Ahí comienza nuestro problema: cuando no somos íntegros, no queremos que
nadie nos fiscalice. Integridad es una palabra fácil de pronunciar pero muy di-
fícil de llevar a la práctica, sobre todo cuando se trabaja en unidades operativas,
encargadas de administrar recursos.
Los comisarios comenzaron a respetarme: mis ideas eran claras, daba entrevis-
tas radiales por orden del ministro del Interior, así como del superior inmedia-
to. No tenía la intención de destacar dejando mal parados a otros; solamente
me limitaba a describir las actividades policiales de la comisaría de Cruz Blanca.
Sin embargo, no faltaron personas mezquinas que comentaban que habíamos
alcanzado el éxito fácilmente porque se trataba de una comisaría de pueblo
joven. Pero el hecho era que nadie se había atrevido a hacerlo y yo no había pe-
dido ser asignado a esta comisaría en especial. Es más: hubiera querido que me
envíen a una comisaría con todas las comodidades, como la de Monterrico, La
Molina y otras, que contara con un servicio de serenazgo bien organizado e im-
plementado. La verdad, no sé qué se me habría ocurrido en otra realidad social,
pero estoy seguro de que hubiera logrado realizar un trabajo productivo.
Cuando era capitán, había trabajado como jefe de las secciones de investigación
de las comisarías de Playa Rímac, La Perla y San Miguel, lugares de diferentes
estratos sociales. En provincias, serví en una comisaría de Chiclayo. Tenía ex-
42 periencia, pero no como comisario. Sin embargo, estaba preparado para asumir
este puesto porque antes había sido jefe de Tránsito de la Provincia Constitu-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
cional del Callao, un cargo muy importante en el que estuve al mando de 140
efectivos, la mayoría mujeres. Comandarlas no era fácil, pero tenía el apoyo de
un excelente jefe provincial, el coronel PNP Carlos Cornejo Chávez, de quien
aprendí muchísimo, especialmente a comandar y a tener criterio. Posterior-
mente, él ha seguido mi carrera muy de cerca.
Ahora que me habían ratificado como comisario de Cruz Blanca durante un año
más, venía la parte más difícil del trabajo: sostener el rendimiento logrado en el
2002. Unos pocos policías rogaban que yo fuera trasladado; ellos no habían cambia-
do de verdad, sino solo de apariencia. Incluso sé que hasta movieron algunos con-
tactos, cosa que no les sirvió de nada, porque yo estaba ratificado. Así comenzamos
otra etapa, en la que seguía dándoles charlas matinales a todos los miembros de mi
personal, pues habían cambiado a los oficiales y a una parte de los suboficiales.
En otro texto, narraré más detalles sobre el trabajo que realizamos, incluso
indicando formas, técnicas y procedimientos para conformar juntas vecinales,
y lo más importante, para formular un plan local de seguridad vecinal. Esto no
está escrito en ningún libro; lo que existe son teorías sin práctica, cuando esto
último es lo más interesante, y mejor aún cuando uno ha sido comisario. 43
Por supuesto, realizábamos estas acciones sin descuidar ni un ápice las labo-
res en nuestra demarcación. Prueba de ello es que el 21 de marzo del 2003
juramentaron 94 juntas vecinales, acto que se realizó en el campo deportivo
44 de nuestra comisaría, que estaba totalmente abarrotado. En esa oportunidad,
nos honró con su presencia el coronel PNP Teófilo Ludeña Marín, jefe de la
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
Por otra parte, hicimos una serie de gestiones para adquirir terrenos en los que
las juntas vecinales de Hualmay y Santa María construyeran sus locales. De esta
manera, logramos obtener uno de 700 metros cuadrados en el primer caso, y
otro de 500 en el segundo. Las dos asociaciones de juntas vecinales obtuvieron
presupuestos participativos de 40 mil nuevos soles y 60 mil nuevos soles, res-
pectivamente. Los alcaldes comenzaron a donar cientos de casacas, linternas,
silbatos. Lo más importante fue que las juntas vecinales de Santa María lograron
autofinanciar más de 50 alarmas eléctricas, lo cual era un ejemplo en el Perú.
Cada día, la delincuencia temía más al pueblo. La situación había dado un giro
de 180 grados respecto a cuando recién empezamos. Era una victoria: policía
que pasaba por la calle, era saludado con educación y aprecio por los vecinos.
Quisiera narrar algo que debe manifestarse, aclarando antes que yo trabajaba
por convicción, no por interés. En marzo y abril del 2003, se acercaron a la co-
misaría de Cruz Blanca los representantes de una comisión del Estado Mayor,
indicando que se había convocado al Segundo Concurso Intercomisarías de la
VII Región, proceso en el que se nombraría al Comisario del Año y en el que
participarían las 15 comisarías que habían quedado finalistas el 2002.
Yo me preguntaba para qué otro concurso como el que se había hecho reciente-
mente, en el cual el pueblo ya había señalado su complacencia por el servicio de
calidad que se le prestaba. Pese a mi opinión, en forma disciplinada nos someti-
mos al concurso. Desconocemos los motivos que tuvo el jurado y respetamos su
decisión, pero a mi entender no hubo un criterio de equidad.5 En fin, el hecho
es que, con los parámetros de evaluación establecidos, volvimos a ganar, e in-
cluso se comunicó a Huacho que nos preparáramos para el «día D» en el que se
realizaría la premiación. Pero como no llenábamos las expectativas de todos los
involucrados, se nos sometió a un trato equivocado. 45
Pese a que las comisarías que ocuparon el segundo y el tercer puesto en este
concurso ni siquiera habían sido finalistas en el otro, cabe señalar que no nos
sentimos descontentos. Fue mejor no recibir este nuevo premio, pues ya nos
estaban tratando mal porque pensaban que teníamos algún acercamiento con
el doctor Gino Costa, ex ministro del Interior. Creo que uno de los criterios
para no darme el título de Comisario del Año fue, precisamente, que se había
creado la falsa imagen de que era cercano al doctor Costa. Para calmar todas
las dudas, debo aclarar que yo no conocía al doctor Costa antes de los aconteci-
mientos que vengo narrando. La primera vez que conversé con él fue después
de haber ganado el concurso, el l4 de setiembre del 2002.
5 Villanueva Garay, José Antonio. Doctrina policial. Segunda edición. Lima: Mavisa, 2006, p. 5.
de moral policial. Para mí significa mucho que la Policía me haya acogido y me
siento plenamente identificado con ella. También me siento honrado de que me
haya permitido llegar a ser comisario, que en verdad es un honor. Pienso que
las satisfacciones personales que uno logra nadie nos las quita; en cambio, lo
material es pasajero.
Pero a pesar de que la mayoría de las personas presentes eran de nuestra de-
marcación, cuando las autoridades policiales hablaron, ni siquiera por delica-
deza nos mencionaron. Cuando le tocó hacer uso de la palabra el doctor Víctor
Agüero Reeves, señaló con toda claridad: «No hay que ser mezquinos. Tenemos
que saber reconocer a un hombre que nos cambió de actitud en Huacho, y ese
es el mayor PNP Julio Díaz Zulueta». Los miles de integrantes de las juntas
vecinales de Cruz Blanca comenzaron a ovacionar a su comisario, dejando mal
paradas a las autoridades policiales, que no habían reconocido nuestro trabajo
y ni siquiera nos habían mencionado. No me estoy expresando mal de mis supe-
riores, quienes ya no están en actividad, pero quisiera preguntarles si ganaron
algo con todo eso. Nosotros continuamos igual o mejor, no solo ese año sino
hasta la fecha.
Transcurrían los días y los meses de mi último año. Todo estaba saliendo bien:
las juntas vecinales se estaban sosteniendo, los policías cada día estaban más
solícitos con la población. Me preocupaba el tema de quién vendría a reem-
plazarme, si continuaría el programa con el mismo entusiasmo o volvería al
régimen anterior. Estas ideas constituían mi gran incertidumbre.
Para finalizar, les pasé un video en el que se veía tres juramentaciones de juntas
vecinales, en las que miles de pobladores aclamaban a la Policía. Creo que en
ese momento comprendieron que todo lo que yo había manifestado era cierto.
En un gesto de reconocimiento, incluso muchos de ellos se me acercaron a
pedirme una copia de mi exposición, señalando que esta había sido la mejor de
la semana. Qué podía yo decir, me sentía muy feliz por lo sucedido.
Por suerte mía, la mala intención fue neutralizada y a los pocos días fui reasig-
nado a la II Dirtepol Chiclayo, como comisario del distrito de La Victoria, lugar
donde había transcurrido mi niñez y adolescencia. El compromiso profesional
que desarrollé ahí será narrado en el siguiente capítulo.
50
Quiero terminar esta parte mencionando a algunas personas que representaron
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
2004
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
52
1
3
2
4
1 Caseta de seguridad ciudadana
ubicada en una zona estratégica
de microcomercialización de drogas
3 Remodelación de la comisaria de
La Victoria, Chiclayo
53
En medio de todo este caos, recordé de inmediato las condiciones en las que ha-
bía encontrado el local de la comisaría de Cruz Blanca y en cómo había quedado
al final, totalmente implementado.
Por otra parte, encontré dos motos en regular estado de conservación y una
camioneta Toyota 4 × 4 tan descuidada que se estaba partiendo en dos. El motor
necesitaba reparación y las llantas estaban en lona, para qué describir más.
Era tan deplorable la situación que no sabía por dónde comenzar. En verdad,
era un reto. ¿Cómo trabajar en estas condiciones?
Si la logística estaba en situación deplorable, era fácil deducir cómo se en-
contraba el personal policial. Totalmente apático, inactivo, desmoralizado…
Antes de empezar el servicio, se persignaban para que les fuera bien, mien-
tras que, por otro lado, con frecuencia transgredían muchas normas legales
y morales.
Por haber vivido desde mi niñez en La Victoria, me resultó fácil averiguar entre
la población cuáles eran las actitudes y el comportamiento de los policías. Lo
más criticable era que por todo trámite se cobraba. Inclusive me contaron que
antes de mi llegada, un efectivo había dicho: «Para mí, las motos; y para el tío,
su camioneta». Hasta ese punto de mal estábamos.
56 Por otra parte, se descubrió que había policías que consumían drogas. Fueron
los propios pobladores los que nos informaron esto durante las visitas y en pre-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
sencia de las autoridades locales. Frente a esta situación, una alternativa por la
que hubieran optado los moralistas era decir que se identifique a estos efectivos
y se les dé de baja, Pero no es tan sencillo, tienen que cambiarse esas ideas ob-
soletas. Lo correcto es encarar explícitamente el tema y cambiar las cosas sobre
la base del ejemplo. En la postura que tomen quienes están a la cabeza está la
clave para resolver los problemas de una comisaría.
Una vez analizado el problema del personal policial y de los medios logísticos
con los que contábamos para trabajar, faltaba observar el índice delincuencial,
en especial los robos, la microcomercialización de drogas y el pandillaje.
Nos dimos con la sorpresa de que los asaltos se producían de día y de noche.
Focalizamos dónde estaban ubicados los lugares críticos y encontramos 25
centros de microcomercialización de drogas, algunos de los cuales venían
funcionando desde hacía 30 años. Además, había más de 50 pandillas organizadas,
que incluso contaban con armas de fuego tipo retrocarga.
1 Yépez Dávalos, Enrique. Seguridad ciudadana. Lima: Instituto de Defensa Legal, 2004.
a todo el empresariado voluntario de la demarcación para una reunión en la
comisaría, a fin de exponerles el plan de trabajo 2004 y nombrar a la directiva
del nuevo Comité Cívico. Este encuentro se produjo y salió elegido como presi-
dente el empresario Sergio Cabrejos Jara.
Se dice que dar los primeros pasos es siempre lo más difícil, pero cuando esto
se refiere al cambio de actitud del personal policial, todavía es más cierto. A
pesar de que yo había trabajado en esta comisaría en 1996, como capitán jefe
de la sección de Investigaciones, pocos efectivos me conocían. Al escuchar las
primeras charlas de motivación, muchos se mostraban escépticos y se resistían
a abandonar su rutina, sobre todo en las secciones de Investigación de Delitos y
Tránsito, y muy en especial en lo que se refiere a la entrega de copias certifica-
das. La solución estaba en efectuar los ajustes internos necesarios.
Lo primero que hicimos fue empezar a entregar las copias certificadas de in-
mediato. El número del teléfono se difundía mediante los «mosquitos» que se
imprimieron por millares en la imprenta de don Ángel Camacho Lanza, inte-
grante del Comité Cívico y activo colaborador. De esta manera, la población
empezó a enterarse de que podía llamar por teléfono a cualquier hora del día
o de la noche y recibir una respuesta inmediata en casos de emergencia. Por
supuesto que estaba terminantemente prohibido insinuar que se nos entregara
alguna dádiva.
Aquel día nos reencontrábamos con el pueblo. Todos aplaudían los cambios
logrados y los que se proponía. Muchas personas me conocían y confiaban en
nosotros, lo cual facilitaría el trabajo. Todos salímos muy satisfechos.
En marzo, me había visitado el comandante PNP (r) Juan del Carmen Arrascue
Guerrero, solicitando apoyo policial. Cerca de su domicilio, entre las calles Ma-
yta Cápac y Fraternidad, varios microcomercializadores de drogas vendían sus
productos. Era tanta la impunidad que ya habían perdido la vergüenza: sacaban
sus colchones y televisores a la calle para esperar cómodamente a los clientes
que acudían a comprarles la droga. Para ingresar a sus viviendas, los vecinos
tenían que pagar un cupo, y lo más triste era que policías de diferentes subuni-
dades también llegaban a cobrar sus respectivos cupos.
Le respondimos, con las disculpas del caso, que teníamos que priorizar nuestro
sector, en el que se presentaban los mismos problemas, pero le prometimos
que, según nuestra programación, en tres meses llegaríamos a su sector, que
era el tercero en nuestra lista. El comandante Arrascue no se fue conforme,
pero sí esperanzado en que cumpliéramos nuestra promesa.
Debíamos dar el primer golpe a la droga y tenía que ser en el primer sector de
La Victoria, en el que había 25 puntos de venta. Para ello, me entrevisté con
Cristóbal Fernández Cubas, coordinador zonal de las juntas vecinales del sector
«del fondo», ubicado en la cuadra 19 de Huayna Cápac, donde actuaban cuatro
conocidos microcomercializadores de drogas, cuyos alias eran Cubillas, Safari,
Cachema y Johnson.
De acuerdo con nuestro plan de trabajo, el 8 de mayo del 2004, en la plaza del
pueblo joven El Bosque, juramentaron 350 juntas vecinales. Asistieron a dicha
ceremonia, entre otras autoridades, el señor Yehude Simons Munaru, presiden-
te de la región, y el general PNP Víctor Figueroa Romero, jefe de la II Dirtepol.
No quiero dejar de mencionar una presencia muy especial, que dio realce a la
ceremonia y representó mucho para mí: en aquella ocasión, nos visitaron las
juntas vecinales de los distritos de Hualmay y Santa María, encabezadas por la
señora Carmen Licetti Carlos, coordinadora general de Hualmay, y por el inge-
niero Carlos Estupiñán Demutti, alcalde de la Municipalidad de Santa María.
62
Cuando me tocó hablar, aproveché la oportunidad para invocar a las autoridades
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
Nuestro propósito, afirmé, era seguir mejorando hasta lograr ser la mejor co-
misaría del Perú en cuando a brindar un servicio de calidad al usuario, y por
qué no, la mejor de Iberoamérica y del mundo, posibilidad que pude entrever
en España. Estos logros iniciales nos enorgullecen, continué, mas no sentimos
ni la soberbia ni la arrogancia de una absurda vanidad; por el contrario, solo
queremos cumplir con nuestro deber profesional y resolver los problemas poli-
ciales que aquejan a nuestra sociedad.
El general Figueroa, convencido de mi exposición y del trabajo que estábamos
realizando, ordenó inmediatamente que se celebrara una reunión de comando
en el despacho del alcalde, y le preguntó al comisario de Ferreñafe qué iba a
hacer en el futuro. Él le respondió que viajaría a Trujillo a fin de aplicar el mis-
mo programa en ese lugar. Nuestro general se molestó con esta respuesta y le
ordenó que fuera a mi comisaría y observara el modelo; le dio 30 días para que
organizara la juramentación de 50 juntas vecinales. Yo me sentía incómodo
de haber sido testigo de esta amonestación, razón por la cual el día en que mi
colega fue a visitarme lo atendí lo mejor que pude. Creo que él se sintió mejor
con el trato cordial y reconoció que nos animaban objetivos comunes.
Así que nos hicimos presentes en una zona compuesta por cerca de seis man-
zanas. Notificamos de emergencia a todos los vecinos para que participaran
en una reunión extraordinaria a la que asistieron más de 300 personas. Les
manifestamos nuestro interés de trabajar con ellos porque sabíamos que exis-
tían más de nueve puntos de microcomercialización de drogas, entre los cuales
destacaban los conocidos como Manuel y Los Tulos. Los lugares más peligrosos
eran las intersecciones de las calles Lloque Yupanqui y Fraternidad, así como
Mayta Cápac y Quipus.
Los vecinos, quienes tenían noticias sobre las acciones que habíamos realizado
antes, manifestaron su propósito de constituirse en juntas vecinales. Había que
aprovechar ese entusiasmo y organizar una acción policial rápida y efectiva,
que nos asegurara ganar la lucha contra las drogas.
El 2 de setiembre del 2004, la junta vecinal de la cuadra 19 de Huayna Cápac
inauguró la segunda caseta policial en un acto que contó con la presencia de
más de 1.000 pobladores que apoyaban totalmente a la Policía. Entre ellos
había profesores universitarios, policías de otras demarcaciones que vivían en
ese lugar, ingenieros, médicos, amas de casa, mototaxistas. Esa misma noche
comenzaron a trabajar.
Hubo un incidente generado por los celos políticos: el alcalde se sintió fasti-
diado porque en la caseta, que había sido donada por el congresista Wilmer
Rengifo Ruiz, había una inscripción con el nombre de este señor. Por este mo-
tivo, ya no quiso participar, aunque después se dio cuenta de su error. Es cierto
que había personas que hacían aportes como este y ponían sus nombres, pero
lo importante era que apoyaban de inmediato, sin trabas burocráticas. Como 67
nosotros no teníamos el menor afán político, nos mostrábamos agradecidos por
Otro mal que era necesario combatir era la presencia de discotecas clandestinas
y de mala reputación, donde pululaban proxenetas y otros sujetos al margen de
la ley que con frecuencia se enfrentaban violentamente contra los pandilleros,
ocasionado daños materiales y personales a la población. Una vez que se inició el
movimiento de seguridad vecinal, empezaron a clausurarse las discotecas, sobre
todo las de la cuadra seis de la avenida Los Incas y las de Los Quipus. En algunos
casos, el cierre se debía a la acción legal de la municipalidad; en otros, a la presen- 69
cia de las rondas que organizaba la comunidad. La Policía debía estar presente en
El general Víctor Figueroa replicó este modelo, con mucho éxito, en otros luga-
res de Chiclayo. Nosotros apoyábamos su trabajo con nuestras juntas vecinales,
cuyos miembros ya iban a exponer sus experiencias en otros lugares. Recibía-
mos muchas invitaciones para ir a dar charlas a diferentes distritos y provin-
cias. Nos hicimos conocidos en toda la región e incluso fuera de ella.
El 11 de setiembre del 2004, nos visitó el doctor Gino Costa Santolalla, quien
en ese momento tenía un programa en CPN Radio. En un recorrido nocturno,
comprobó que se estaba realizando un trabajo similar al de Huacho. Dialogó
largamente con los vecinos, motivándolos a que nos siguieron apoyando.
3 Villanueva Garay, José Antonio. Doctrina policial. Segunda edición. Lima: Mavisa, 2006, p. 184.
de drogas, se eliminó el pandillaje, los robos a domicilio se redujeron en 99%.
Todo era producto de la acción policial apoyada por la población; así se logró
satisfacer el clamor social de orden y seguridad.
La alianza entre la Policía y el pueblo se veía reforzada por el trabajo del Comité
Cívico, que nos apoyaba tanto realizando visitas diarias a diversos sectores de la
demarcación como impulsando obras en la comisaría. En primer lugar, cons-
truyeron una losa deportiva de básquetbol. Luego cambiaron todo el sistema
eléctrico, compraron un enrejado para el frontis, instalaron lunas polarizadas
72 en diferentes oficinas, asfaltaron 250 metros del parqueo vehicular, entre otras
obras necesarias.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
El comité estaba presidido por los mellizos Sergio y Zenón Cabrejos Jara, y
contaba con un conjunto de vicepresidentes: el ingeniero Félix Ipanaqué, don
Segundo Campos, Genaro Centurión, Ángel Camacho Lanza, Carlos Castillo,
entre otros. Ellos estaban convencidos de que un personal policial que había
cambiado su actitud merecía que se lo apoyara. Eran testigos de cómo los efecti-
vos atendían a la comunidad de la manera más cordial y de que nunca volvieron
a participar en los famosos «operativos», que lejos de beneficiar a la población,
servían únicamente para que los malos policías arrebataran sus recursos a los
más pobres, como los mototaxistas y taxistas, quienes ya se habían acostumbra-
do a sufrir una serie de arbitrariedades.
Lo más valioso que hizo el Comité Cívico fue adquirir dos unidades móviles
policiales, de cuyo mantenimiento se encargaron hasta el día en que me fui. En
una oportunidad, los hermanos Cabrejos Jara, don Segundo Campos y Genaro
Centurión donaron 2 mil dólares para comprar la cuarta unidad móvil policial.
Yo creo que en todo esto tuvo mucho que ver la ignorancia. Algún día se com-
prenderá que nosotros trabajamos con la mejor intención y la mayor rectitud,
como auténticos policías interesados en cumplir su misión. Trabajamos con
honor, sin hacerle daño a nadie. Claro que nuestra presencia no era del agrado
de los delincuentes ni de muchas otras personas que actuaban al margen de la
ley y eran enemigas de la seguridad y el orden público.
Para despedir al general, preparamos una ceremonia a la que solo pudimos invi-
tar a los coordinadores, porque eran tantos que no había más lugar en nuestro
coliseo deportivo. Cuando hice uso de la palabra, como sabía que mi cambio
también estaba cercano, aproveché para despedirme en forma muy sutil. Pero
los vecinos lo notaron y hasta hubo algunos que se pusieron a llorar. Desde el
74 principio, yo les había dicho que me iba a quedar solo un año en La Victoria. La
gran mayoría reconoció lo abnegado del trabajo policial y por eso nos brindó
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
A pesar de todo esto, tengo la seguridad de que la PNP cuenta con un buen po-
tencial humano. Debemos trabajar con estos policías evitando los vicios, usos
y costumbres que nutren el burocratismo y el administrativismo. Es decir, no
hay que permitir que buenos oficiales se dediquen a ejercer sus labores en uni-
dades administrativas o entidades extrainstitucionales. Necesitamos policías
proactivos, que desplieguen sus esfuerzos en el campo operativo; en nuestra
profesión, la capacidad se prueba en la calle, no detrás de un escritorio. Si al-
gún efectivo se niega a actuar en este campo porque no quiere tener proble-
mas, yo considero que es como si nunca hubiera ingresado a nuestra gloriosa
institución. ¿De qué se puede sentir orgulloso si nunca ha ejercido la práctica
policial? Por lo general, se trata de personas que se rasgan las vestiduras y son
autosuficientes.
No quiero cerrar este capítulo sin hacer algunas menciones al personal con el
que trabajé en La Victoria. Me refiero, en especial, a la importante presencia
de cuatro excelentes oficiales: los capitanes PNP Óscar Zea Valverde y Santos
Vega Horna, y los tenientes PNP Pablo Claux Feldemuth y Juan Carlos Paz
Oyola. Al principio, ellos presentaron cierto escepticismo y evidente resistencia,
pero cuando comprendieron los objetivos y constataron que el tiempo nos daba
la razón, actuaron convencidos y lograron la satisfacción del deber cumplido.
Ellos estaban muy orgullos de haber trabajado en un equipo eficiente de la co-
misaría. Sentir que el pueblo respeta a sus policías genera una emoción especial
que estoy seguro de que nunca van a olvidar.
En cuanto al personal subalterno, hubo varios efectivos que mostraron su ca-
pacidad. Como no podemos nombrarlos a todos, mencionaremos a quienes más
destacaron: en primer lugar, Roger Moncada Mendoza, secretario, encargado
de entregar las copias certificadas. Él estaba siempre atento a las actividades de
la comisaría, pendiente de todo lo que hiciera falta. Su ayuda fue muy valiosa
y por ello me sentiré eternamente agradecido. En segundo lugar, está Jorge
Panduro, encargado de la logística y una persona íntegra, en la cual se puede
confiar plenamente. En muchas ocasiones, él nos ayudaba proporcionándonos
papel y copias, y realizando otros servicios que nunca olvidaré.
Los policías sabemos que lo familiar y lo personal siempre debe estar en segun-
do plano, porque lo primordial es la institución que nos cobija. Por eso me inte-
76 resa mencionar el caso del técnico PNP Eusebio Arsenio Díaz Zulueta, familiar
mío. Yo solicité a la superioridad que él se encargara de Tránsito, sección muy
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
El técnico PNP Luis Cumpa fue el alma del sistema de enlace nocturno que se
estableció con el pueblo para realizar las rondas mixtas. El técnico PNP Tomás
Sánchez Pérez, un joven correcto, que demostraba lealtad al trabajo y era todo un
ejemplo en la sociedad victoriana, también aportó mucho. Así mismo, tuve la suer-
te de contar con un policía abogado, don Henry Alarcón, una excelente persona y
un eficiente profesional gracias a cuyo trabajo se resolvieron muchos problemas.
Por otra parte, no puedo silenciar los resultados del área de Participación Ciu-
dadana de la comisaría. Creo que los encargados de esta tarea se equivocaron.
En principio trabajaron bien, pero después abandonaron sus responsabilidades.
Los cambié de colocación. Para alcanzar nuestros objetivos, teníamos que ser
firmes: todas las personas que se resistieron al cambio fueron inmediatamente
relevadas del puesto.
El ingreso del suboficial técnico Jorge Cieza, muy respetado y querido por la comu-
nidad, fue un acierto, aunque deben de haber quedado uno o dos descontentos.
2005
1
2 Juramentación de
juntas vecinales
4
2 3
La Oficina de la Familia y Participación Ciudadana 83
Al día siguiente de haberse incorporado, estableció contacto con los líderes ve-
cinales, para lo cual, en primer lugar, visitó el pueblo joven Las Palmeras, del
distrito de Morales-Tarapoto, en donde se entrevistó con la señora María Jesús
Tello y otros vecinos. Así sucesivamente, tomó contacto con los líderes de los
asentamientos humanos Mariscal Cáceres, Santa Anita y otros del distrito de
Morales. En todas estas localidades fue ampliamente aceptado por los poblado-
res, quienes consideraban que su presencia era un anuncio de que la situación
de seguridad podía mejorar.
En esta experiencia confirmamos que cuanta más alta es la posición jerárquica
del policía que interviene en un programa de acción, mejores son los resulta-
dos. La presencia del general Víctor Figueroa facilitó el ingreso de la PNP a las
comunidades de los principales puntos de la ciudad de Tarapoto, tales como la
famosa Banda de Shilcayo, paraje ubicado a las orillas del río del mismo nom-
bre y con características similares, en lo que a venta indiscriminada de drogas
se refiere, al Golfo Pérsico de Chiclayo.
este negocio ilícito, que tanto daño hace a la juventud, y les daba un plazo de 24
horas para que cancelaran definitivamente sus actividades. En caso contrario,
les decía, se vería obligado a aplicar el exitoso programa de acción desarrollado
en Chiclayo, mediante el cual se eliminaron los principales puntos de microco-
mercialización de drogas. El general, siempre acompañado del alcalde y otros
funcionarios, repitió este mensaje por dos días consecutivos.
Por otra parte, se dirigió al pueblo para prometerle que en 45 días erradicaría
esa lacra, que por más de 20 años venía causando serios daños a la ciudadanía.
Los tarapotinos veían cómo, después de tanto tiempo, asomaba la gran esperan-
za de restablecer la tranquilidad y el orden de los que antaño gozaba su ciudad.
Ellos, que sufrían directamente el problema, sabían mejor que nadie que el
consumo de estupefacientes no venía solo, sino acompañado por el incremento
de hechos delincuenciales como asaltos, robos, violaciones y otros.
Era sorprendente ver cómo con la presencia del general director regional era
más fácil lograr la participación de la comunidad. Y este trabajo lo hacía sin
descuidar las labores propias de su cargo, pues realizaba las visitas solo por las
noches. Por otra parte, en ese distrito también se presentaban problemas socia-
les de otro tipo, tales como el cierre de carreteras, que ya se había convertido en 85
una costumbre. Todo esto cambió con la organización de las juntas vecinales.
Por otra parte, es preciso reconocer que, en un comienzo, la política del general
Figueroa tampoco les gustó a muchos policías descomprometidos con la po-
blación, a quienes sin embargo no les quedó otra que ir cambiando de actitud
progresivamente. En general, observé que los problemas de las comisarías de
Tarapoto eran similares a los descritos en el caso de Huacho y Chiclayo, donde
anteriormente yo había trabajado: mala atención al vecino, negativa a entregar
de inmediato las copias certificadas, entre otros.
El trabajo con las rondas campesinas
acercamiento a los pobladores. Por disposición expresa de él, tanto los comisa-
rios como el personal policial en general intensificaron las relaciones con los
ronderos y de este modo se fortalecieron los lazos de amistad.
En realidad, esto no era difícil: las rondas querían acercarse a nosotros, pero la
arrogancia, la altanería y la ignorancia de muchos efectivos impedía que esta
intención se concretara. Incluso había colegas que las veían como oponentes por-
que, donde está ausente la PNP, los ronderos asumen sus funciones. Pero esto no
era así: solo faltaba orientar esa voluntad popular, tarea que, en algún momento,
se dificultaba por pequeñeces. Las rondas tenían la capacidad de paralizar Mo-
yabamba sin que nadie pudiera detenerlas, pues contaban con miles de miles de
integrantes. Al ponernos en su contra, estábamos adoptando, pues, una postura
muy equivocada. El factor más importante para que la Policía pueda cumplir su
deber es el acercamiento al pueblo organizado. La razón de ser de nuestra institu-
ción es la seguridad de la ciudadanía: al pueblo nos debemos y a nadie más.
El hecho de que el general Figueroa gozara de una gran acogida en todos los
lugares que visitaba motivó los celos de diversas personas, que carecían de su
carisma. Lamentablemente, la acción negativa de ellas fue un factor determi-
nante para propiciar el cambio del director regional. Él lo presentía, y me co-
mentó que tal vez permanecería en su cargo únicamente hasta el 1 de mayo
del 2005, fecha en la que, efectivamente, fue trasladado a otro puesto. Este
tipo de hechos son característicos de nuestra idiosincrasia: las acciones buenas
y eficientes generan envidia, celos y animadversión. A pesar de que yo había
sufrido también estos problemas, me parecía increíble constatar el tremendo
daño que este traslado le iba a ocasionar al pueblo de Tarapoto. Al comienzo, la
población no entendía lo que pasaba, y cuando posteriormente lo advirtió, ya
era demasiado tarde.
El 1 de mayo del 2005 fue un día muy triste para muchos policías de la IV
Dirtepol, pues las expectativas de cambio que tanto anhelaban la Policía y la
población se vieron truncadas. Ese día llegó la orden de la superioridad de que
el general Figueroa dejara Tarapoto porque esto era «conveniente para el ser-
vicio». Sin embargo, otra era la verdad que se ocultaba detrás de esa frase. En
el fondo, hay fuerzas interesadas en evitar que los pueblos despierten y se orga-
nicen, porque al tomar conciencia de su realidad, asumirían gradualmente el
control y la fiscalización de todas las acciones públicas y de este modo, las malas
autoridades irían perdiendo poder. Los cambios, pues, no eran convenientes
para muchas personas, entre quienes también había policías.
Pasadas 24 horas del cambio del director regional, nos enteramos de que, en
protesta por este hecho, las rondas iban a cerrar la Marginal. El pueblo de Tarapoto
estaba dispuesto a paralizar la ciudad exigiendo que el comando repusiera al
general Figueroa. Pero era tarde: don Víctor Figueroa ya se había marchado.
Aunque resulte difícil de creer, los pobladores intentaron secuestrarlo para impe-
dir que se fuera. Felizmente, por el bien de la disciplina institucional, esto no suce-
dió. No me imagino qué consecuencias habría tenido su secuestro. Los ronderos lo
estimaban muchísimo y era de verdad muy querido por la población de Tarapoto.
Francamente, yo pensé que hasta ahí nomás llegaba mi permanencia en esa co-
misaría. En muchas ocasiones, suele suceder que los jefes llegan con su propio
90 personal. Pero el puesto que yo ocupaba no era muy solicitado, tanto por lo de-
licado del tema como por el tiempo que demanda realizar esta labor si verdade-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
Una pequeña parte del personal, que no se sentía comprometida con el trabajo,
tenía la esperanza de que el nuevo jefe de la IV Dirtepol decidiera volver a la
inercia de siempre, pero para mala suerte de ellos, no fue así. Por el contrario,
el proceso de cambio se profundizó y continuamos organizando a diversos pue-
blos de la Amazonía. Teníamos que reponernos de todo lo sucedido.
La mayor parte de los lineamientos del plan fueron aceptados. Aunque la mu-
nicipalidad nunca participó en el servicio del 105, el ofrecimiento se mantu-
vo. Por otra parte, algunas personas reacias al cambio no se mostraron muy
conformes con estas propuestas. Pero nosotros estábamos convencidos de que
era necesario contar con un plan para que, de una vez por todas, la población
recuperara la confianza en su Policía.
El efecto que causaron las pancartas fue inmediato. Los dirigentes de las urbani-
zaciones nos buscaban para que los ayudemos a organizarse. Hubo muchos casos
de delincuentes, fumones y otras personas que estaban al margen de la ley que se
les acercaban pidiéndoles una oportunidad para reinsertarse en la sociedad.
92
Con el personal que laboraba en la Oficina de Participación Ciudadana —sobre
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
todo con el alférez PNP Deimer Barturén y los suboficiales Segundo Briones,
Jhony Contreras, Jorge Luis Anco y Jesús Astete— visitábamos diversas pro-
vincias y distritos para dictar charlas a los pobladores y a los alcaldes, motiván-
dolos a instalar sus comités de seguridad vecinal. De esta manera, tuvimos la
satisfacción de estar presentes en muchas juramentaciones de juntas vecinales,
visitas en las que con frecuencia nos acompañaba el coronel Rosado.
Llegó el 6 de diciembre del 2005, Día de la Policía Nacional del Perú, que como
es comprensible, es una fecha muy especial para nosotros. Los integrantes de
Participación Ciudadana teníamos un compromiso serio con nuestro comando,
pues estaba programado el desfile de 700 juntas vecinales, además de los ron-
deros. Felizmente, todo salió bien. El desfile duró más de dos horas. Era una
satisfacción inmensa ver cómo un número tan grande de pobladores habían pre-
parado diversas presentaciones en homenaje a una institución que sentían como
suya. En todo ello, resaltó la labor de los coordinadores de las juntas vecinales.
93
Los frutos del esfuerzo
De este modo, comprobé que sí es posible vencer las dificultades que se nos pre-
sentan a los policías. No me quejo de que la ley sea excesivamente benevolente,
que por cierto lo es. Tampoco de que ganamos muy poco, dato que también
refleja la realidad. Y menos enfatizo en la falta de apoyo logístico. Nadie puede
dudar del efecto desmoralizador que tienen todas estas limitaciones y de cómo
entorpecen el trabajo policial. Sin embargo, contra viento y marea teníamos
que hacer algo y se hizo. Todas las carencias se suplen con una mayor cuota de
sacrificio personal y familiar. El personal policial es, sin lugar a dudas, lo su-
ficientemente abnegado, perseverante, diligente y valeroso como para superar
estos problemas y cumplir su deber.
Tal vez con estos avances y muchos más no se alcance a cubrir totalmente las
expectativas, pero lo concreto es que ya se avanzó. Jamás he buscado algún bene-
ficio personal. Todo lo contrario: realizar este trabajo ha implicado aceptar una
serie de sacrificios no solo para mí sino también para mi familia. La mayoría de
veces que he escuchado críticas de policías, me ha resultado claro que han esta-
do motivadas por el egoísmo o la envidia; o más grave aún, porque el programa
de acción era contrario a sus intereses personales. Sin embargo, sé que tampoco
debo quejarme de esto, porque siempre es preferible buscar soluciones.
Una preocupación que siempre tuve es que, con frecuencia, se elige como comi-
sarios a policías que no están verdaderamente interesados en darles continuidad a
estos programas de acción. Por el contrario, no les interesa hacerlo porque nunca
94 fueron preparados para asumir la delicada responsabilidad de trabajar con un
pueblo organizado. No quiero herir susceptibilidades, pero es necesario que, de
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
una vez por todas, se superen estas deficiencias y se nombre a los comisarios so-
bre la base de una selección previa en la que se tomen en cuenta tanto los aspec-
tos profesionales como éticos. En parte así se hizo ese año en Tarapoto, y de esta
manera se lograron objetivos muy importantes. Era necesario continuar con el
esfuerzo y establecer con claridad el papel social que le corresponde a la Policía.
Fue inevitable que llegara el día más triste de mi estadía en esa localidad: el
de la despedida. Antes de irme, participé en una reunión con todos los coordi-
nadores. Los coordinadores generales eran tres: por el distrito de Morales, la
señora María Isabel Estacio Rodríguez; por el distrito de Tarapoto, el periodista
Carlos Ríos Arce; y finalmente, por el distrito de la Banda de Shilcayo, el señor
Segundo Asashi Cahuaza. Por supuesto, por este último distrito también estu-
vo presente la señora María Dávila Tanante, subcoordinadora general y amiga
personal a quien nunca olvidaré. Estoy seguro de que ella llegará a ser una gran
lideresa en Tarapoto.
Esto debe hacerse con verdadera motivación. Hay que recordar los primeros
principios del mando: «Conozca su función» y «Conózcase a sí mismo y vele
por su constante superación». No debemos hacerlo motivados por las críticas
de la comunidad, por más importante que esto parezca; tampoco debemos ha-
cerlo por temor a la responsabilidad, porque así no somos auténticos. Debemos
proceder al cambio por convicción totalmente autónoma.
• Es necesario ser íntegro. Ser íntegro es ser honesto, recto, diligente y efi-
ciente; esta es la base de toda gestión.
Es cierto que el presupuesto del Estado es insuficiente y nos priva de man-
tenimiento para las unidades móviles y sobre todo para refaccionar el lo-
cal policial y cubrir otras necesidades. Prácticamente, esto nos induce a
«pedir colaboración» y a una serie de irregularidades, pero reflexionemos
un momento: el hombre ha luchado para conquistar sus libertades y dere-
chos, pero ha terminado siendo un esclavo del dinero. Casi la totalidad de
sus actos están en función del dinero. Vivimos en una sociedad monetari-
zada: el dinero mueve al mundo, sin dinero no se hace nada. En muchos
casos, la Policía no puede sustraerse de esta realidad, aunque prevalezca
el principio de gratuidad de la función policial, la vocación de servicio y la
renuncia constante, que nos priva de mejores niveles de vida.
Pero no olvidemos que, por otra parte, el factor económico genera la
competitividad, y que las empresas o instituciones de bienes y servicios
que demuestren mayor eficiencia van a sobrevivir y reemplazar a las defi-
cientes. El serenazgo «municipalizado» es una entidad precursora en esta
tendencia moderna. Así, para eliminar definitivamente el pretexto de las
carencias logísticas, debemos dar el mejor uso a los escasos recursos que
administramos.
• Hay que dar un servicio personalizado. Esto quiere decir atender las de-
mandas sociales directamente y, según el caso, personalmente. El cambio
comienza cuando se advierte que, para marchar bien, una comisaría ya no
requiere la presencia del comisario en la oficina. Centralizar el poder pasó
a la historia; si queremos estar de acuerdo con la situación y con la moder-
nidad, tenemos que despojarnos de prejuicios que no conducen a nada y
aprender a utilizar las herramientas de la administración: empowerment,
mentoring, coaching y otras.
No está de más poner énfasis en los requisitos de índole moral que debe tener
un comisario, enumerando las principales virtudes:1 honestidad, persuasión,
rectitud, superación, firmeza, perseverancia, entusiasmo y firmeza.
1 Villanueva Garay, José Antonio. Doctrina policial. Segunda edición. Lima: Mavisa, 2006, p. 129.
b) El cambio de actitud del personal
Una vez que ya estamos seguros del trabajo que vamos a emprender, nos pre-
sentamos al personal policial y le damos a conocer la política de comando. En
primera instancia, ellos no lo van a creer. Van a pensar que se trata de anuncios
que se aplicarán solo al inicio —como dice el dicho, «Escobita nueva barre
bien»—, pero con una actitud firme y decidida, poco a poco se irán comprome-
tiendo en el manejo de los escasos recursos e inclusive en la fiscalización, más
aún si el comisario es honesto.
En Huacho nos demoramos tres semanas para lograr el cambio de actitud. Hay
personal que pide su traslado cuando no se adapta al nuevo modelo de adminis-
tración policial. Es el caso de los policías habituados a recibir dádivas por entre-
gar copias certificadas, a pedir dinero para «gasolina», «papel», «gaseosa para la
sed» y otras formas conocidas por los usuarios. Todos estos cambios originan
resistencia en unos cuantos, pero la mayoría quiere trabajar con transparencia.
Hay muchos policías honestos que se sienten muy contentos con el paso hacia un
nuevo modelo y reviven su esperanza de estar al mando de un auténtico líder.
Un policía en Huacho me dijo que, con los cambios implementados, por fin se
había hecho realidad su sueño, que ahora sí podría retirarse feliz de la institu-
ción. En Chiclayo, la resistencia fue más fuerte: superarla tomó cinco semanas.
Pero todos los esfuerzos son recompensados, pues es posible lograr un servicio
de calidad que permita contar con la valiosa ayuda de la comunidad para que la
gestión sea un éxito.
c) Brindar un servicio de calidad
Una vez que el personal reconoce lo valioso del cambio, el tercer paso que se
debe dar consiste en mejorar la calidad del servicio. Nunca se debe volver al
pasado, los modelos tradicionales no deben repetirse jamás.
• Ser atentos. Hay que enseñarle al personal policial a ser amable desde la
puerta de ingreso. El policía debe saludar al ciudadano y de inmediato
orientarlo, especificándole en qué sección van a atenderlo, pero con fran-
queza y sinceridad, sin hipocresías y sin pensar en la ventaja personal.
• De ser posible, tener una línea telefónica a disposición de los vecinos, para
que ellos puedan hablar directamente con el comisario. Esto agiliza las
comunicaciones, que constituyen un factor valioso de acercamiento, y for-
talece aún más la confianza del ciudadano en su institución policial.
gias delineadas por la Policía, entre las cuales destaca la atención preferente al
usuario. De este modo, la Policía da el primer paso y queda claro que le toca el
turno a la población. Para los ciudadanos que no pueden concurrir a escuchar
las charlas del comisario, se preparan volantes en los que se difunde lo que se
está haciendo por el bien de la comunidad.
Han pasado dos años desde entonces y los comisarios que sucesivamente han
asumido el cargo no le han dado continuidad al programa de las juntas vecina-
les, sea por falta de voluntad, desconocimiento o carencia de habilidades para
el trabajo social. La participación ha disminuido tanto que en la actualidad solo
salen a rondar aproximadamente 50 vecinos. No salen más por temor, pues
como ya no cuentan con el apoyo policial, saben que están a merced de las 105
represalias de los delincuentes. Prácticamente, se ha retornado al modelo tra-
Las funciones del alcalde son de distinta naturaleza. El alcalde tiene que de-
dicarse a las labores propias del comité distrital, mas no involucrarse en las
juntas vecinales, porque eso haría pensar en otro interés. Por esta razón y con
esta experiencia, el trabajo social hecho en Tarapoto se llevó a cabo sin la parti-
cipación de los alcaldes distritales, por más de que estos querían intervenir. Al
final, se efectuó un trabajo dinámico y eficiente, y no hubo mayor dificultad.
Esto no les resta méritos a los suboficiales que trabajan en la OPC y obtienen po- 107
cos resultados, no por falta de voluntad sino por el escaso interés de los comisa-
Por eso, el oficial que dirija esa oficina debe efectuar una intensa labor de cam-
po. Los problemas iniciales en Huacho y en La Victoria surgieron por la caren-
cia de un oficial con actitud positiva. La norma que surge de la experiencia es
la siguiente: «Nadie es indispensable. Todo policía puede desempeñar esa labor.
La clave es qué quiere hacer el comisario; el resto es secundario. Lo más impor-
tante es que todas las oficinas de la comisaría presten un servicio de calidad».
ellos. Una vez que se logra la aprobación de las autoridades, se fija el día
y la hora para reunirse con todos los pobladores de ese primer sector; de
ser posible, los sectores se dividen por zonas y estas en cruceros de cuatro
manzanas. Generalmente, las reuniones son nocturnas, a partir de las 8
de la noche, pues es la hora en que llegan de su trabajo los vecinos; o de lo
contrario, sábado y domingo, días en que hay mayor concurrencia.
• Acción preventivo-policial. Una vez que las juntas vecinales han juramen-
tado y recibido capacitación en vigilancia policial y labores preventivas
—mediante simulacros, demostraciones y otras técnicas—, se debe asegu-
rar que cuenten con suficientes herramientas —silbatos, chalecos, alarmas
eléctricas, afiches de seguridad vecinal pegados en las puertas de las casas
y otros— para que adquieran confianza. Los miembros de las juntas nunca
deben enfrentar al delincuente directamente, salvo en legítima defensa.
b) Variables
112
Las variables sobre las que actúa el modelo de Policía Comunitaria son cuatro:
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
• Criminalidad.
• Sensación de inseguridad.
• Violencia.
• Calidad de vida de la población.
c) Objetivos
f) Propuestas
g) Ventajas
Las ventajas de la aplicación del modelo de Policía Comunitaria son las siguientes:
• Contribuye a crear relaciones de confianza mutua entre la Policía y el po-
blador.
• Mejora la prevención de la criminalidad.
• Disminuye el temor de la población. Se genera confianza en la ciudadanía
y se percibe un clima de seguridad.
• Disminuyen los casos de abusos o excesos policiales.
i) Resultados
Reflexiones finales
ciente gestión en las comisarías.
En sus anexos, la Ley 27933 incluye un formato de Plan Operativo Local de Se-
guridad Vecinal. El plan que se elaboró en el distrito de La Victoria, Chiclayo, y
que se presenta en el anexo de este libro, sirve como un buen ejemplo.
Para realizar este plan, hay que partir por elaborar un diagnóstico situacional
de la zona en la que trabaja la comisaría. En este diagnóstico se determinará
qué delitos se cometen, en qué lugares, con qué características. Una vez que
esta información haya sido analizada por la Policía junto con los integrantes del
Comité Distrital de Seguridad Vecinal, se propondrán las líneas de acción más
convenientes para retomar el control social.
• El comisario tiene que demostrar total integridad hasta en sus actos más
mínimos, especialmente en lo que se refiere a la administración de los
recursos. Así se generará un ambiente de confianza y un clima laboral
favorable, y el personal se quitará de la mente ideas tan perniciosas como:
«Si él hace algo inmoral, ¿por qué no puedo hacerlo yo también?» y «Yo
trabajo al ritmo en que trabaja mi jefe: si a él no le interesa cumplir sus
obligaciones, a mí tampoco». No hay que olvidar que el mal ejemplo se
aprende con mayor facilidad que las buenas acciones.
• Los policías no deben pedir directamente ni insinuar a los usuarios que les
den una dádiva a cambio de la prestación de algún servicio, que es cubier-
to con recursos del Estado. Tenemos que aplicar la lógica empresarial al
trabajo de la comisaría: ningún empresario va a ser tan inconsciente como
para espantar a sus clientes; por el contrario, busca atraerlos brindándoles
el mejor servicio. Lo mismo debemos hacer los policías: cuando un vecino
122 acude a la comisaría, no podemos ahuyentarlo. Tenemos que tomar su vi-
sita como una oportunidad para hacerle cambiar la idea de que sentar una
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
denuncia no solo sale caro, sino que es una pérdida de tiempo pues nunca
se logra nada. La ineficiencia y la corrupción policial fomentan el fenóme-
no de la «delincuencia oculta», es decir, de la indiferencia y la pasividad,
que tienen consecuencias imprevisibles.
• Una medida muy recomendable es premiar a los policías que destacan durante
el mes. Este acto debe constituir una ceremonia pública que cuente con la
presencia de los mandos superiores, los familiares y el público en general.
• La respuesta a los llamados de auxilio debe ser inmediata. Todos los vecinos
merecen ser atendidos por los policías con el mismo esmero que si se tratara
de sus seres queridos. Esto solo es posible cuando los efectivos son profesio-
nales competentes, que han desarrollado una sensibilidad al servicio.
• Los números telefónicos de la comisaría y del comisario deben estar al ser-
vicio exclusivo de la comunidad. Estos números se deben difundir amplia-
mente entre toda la población, a fin de reactivar el servicio de emergencia
policial.
• Los padres y las madres de familia deben controlar y dar afecto a sus hijos e
hijas. Esta es la base para que, a medida que vayan creciendo, eviten las ma-
las compañías y se abstengan de realizar actos antisociales, especialmente
integrarse a pandillas e iniciarse en el consumo de tabaco, licor y drogas.
• Un hogar estable y apacible, en el que se desarrolla adecuadamente la pri- 123
mera etapa de socialización de las personas, es la mejor vacuna contra la
Reflexiones finales
violencia. Cuando los hijos crecen habituados a practicar valores, se sien-
tan bases sólidas para que enfrenten los desafíos del mundo actual. Nunca
hay que olvidar que los buenos padres educan a hijos buenos, mientras
que las personas que generan problemas sociales por lo general provienen
de hogares desestructurados.
• Los ciudadanos no deben criticar injustamente a las autoridades cuando
estas actúen de acuerdo con la ley, pues no están haciendo otra cosa que
cumplir con su deber. Si se quiere constituir una auténtica democracia
y un verdadero Estado de Derecho, la población tiene que fiscalizar a sus
autoridades, pero también asumir los compromisos que le corresponden
en la tarea de velar por la seguridad ciudadana.
• Los vecinos deben mantener una constante comunicación con la Policía
para asegurar el éxito de los diversos programas de acción, especialmente
el Club de Menores, las Patrullas Juveniles, Vecino Vigilante, entre otros.
1. Diagnóstico
b) Municipalidad
• La municipalidad distrital de La Victoria no dispone de una Dirección de
Seguridad Vecinal. Está en proyecto la creación de una oficina encargada
de esta importante área social, que buscará centrar el trabajo relacionado
con las juntas vecinales.
• La municipalidad de La Victoria cuenta con una Jefatura de Participación
Vecinal, que trabaja junto con la organización vecinal y con la comisaría
del sector, apoyando la constitución, capacitación y juramentación de las
juntas vecinales.
• No existe el servicio de serenazgo.
• Las actividades de proyección social del municipio de La Victoria son las
siguientes:
- Jornadas médicas gratuitas
- Desayunos gratuitos
- Campeonatos deportivos
- Cursos gratuitos de repostería, cosmetología y artesanía
- Donaciones a personas de escasos recursos económicos
c) Sector Justicia
• El distrito de La Victoria cuenta únicamente con un juzgado de paz, ubi-
cado en la avenida Los Amautas 435.
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d) Sector Interior
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
e) Sector Educación
• Existen nueve instituciones educativas de primaria (estatales y particulares).
• Hay seis instituciones educativas de secundaria (estatales y particulares).
• Aproximadamente, los alumnos de primaria son 3.500 y los de secundaria,
3.000.
f) Sector Salud
• Existe un policlínico de EsSalud, ubicado entre las avenidas Inca Yupan-
qui y Los Andes.
• Existen tres postas médicas: una se encuentra ubicada en la calle Machu-
picchu C-7, otra entre las avenidas Paul Harris y Las Ñustas, y la última
entre las calles Virú y Los Aya.
2. Misión
3. Objetivos
a) Sectorización de la demarcación
• El distrito de La Victoria se ha dividido en tres sectores:
- Sector uno: comprende desde la Vía de Evitamiento, la Panamericana
y la avenida Grau, en donde se ubican los pueblos jóvenes El Bosque,
Primero de Junio y Antonio Raimondi; los asentamientos humanos
Los Nogales, Santo Domingo, Santa Isabel, Siete de Agosto; el centro
poblado Chosica del Norte; y los sectores rurales de Chacupe Alto y
Chacupe Bajo.
- Sector dos: comprende desde la avenida Grau, la Vía de Evitamiento 133
y las avenidas Los Incas y Chinchaysuyo, en donde se ubican los pue-
Desde una perspectiva ética, todos los ciudadanos estamos obligados a forta-
lecer los programas comunitarios de la Policía. Por lo tanto, es necesario que
empecemos por aprender de estos y también establecer lo que requieren, para
así fortalecer nuestro trabajo en el cumplimiento de la misión que el país y el
Estado nos han encomendado. También queremos que el presente documento
ayude a reflexionar sobre el sentido ético del quehacer policial, ya que este no se
limita a reprimir las contravenciones sociales, sino que también busca acompa-
ñar a la persona desde que es un niño hasta que se convierte en un ciudadano
cuya vida se desarrolla en un ambiente de paz y tranquilidad.
• Principios básicos:
- Para la ejecución de este programa, se debe empezar recobrando los
principios básicos de la excelencia del servicio policial.
- Expedir copias certificadas y domiciliarias al instante. Si el caso lo ame-
rita, la entrega debe hacerse a domicilio.
- Responder inmediatamente al llamado de los vecinos, para lo cual se
deben brindar los teléfonos de la Comisaría y el celular del comisario.
- Atender oportunamente las denuncias y dar solución a los problemas.
- Realizar visitas a las personas que han presentado denuncias para
informarles sobre el resultado final de estas o en qué situación se
encuentran.
- Mantener en buen estado las instalaciones de la comisaría y dar un co-
rrecto trato al público.
- El comisario debe atender todas las demandas de la comunidad. Cuan-
do un vecino solicite una entrevista personal, no debe hacerlo esperar
innecesariamente.
- El policía debe entregarse íntegro al cumplimiento de sus funciones.
Debe tener una profunda vocación de servicio a la comunidad, una sóli-
da formación ética y una permanente actitud de eficiencia profesional.
• Programas de acción
- Trabajo en red: Se debe promover la participación de las instituciones
públicas y privadas. Las organizaciones locales, tales como las ONG y el
Club de Leones, establecen una alianza conjunta con la Policía Nacio-
nal a través de las oficinas de participación ciudadana y las autoridades
locales.
De este modo, se puede realizar un trabajo en beneficio de la población
en materia de seguridad vecinal, como por ejemplo rescatando los luga-
res abandonados que son utilizados por los delincuentes y drogadictos;
con este fin, se los cercará y se notificará a los dueños para que les
den uso o, en su defecto, se los donará para la construcción de locales
públicos. Otras acciones similares son mejorar o instalar el alumbrado
público; podar o eliminar árboles y matorrales que sirven como camu- 137
flaje; hacer donaciones logísticas para mejorar la seguridad; recuperar
peligrosos en los que operan personas de mal vivir, etcétera. Estas me-
didas de protección personal también incluyen la detección de buzones
de alcantarillado sin tapa, falta de alumbrado público, falta de señales
de tránsito, focos de contaminación ambiental, vehículos abandonados,
parques descuidados y tiendas que venden licor a menores de edad.
- Policía Escolar: Este programa consiste en organizar y capacitar a los
brigadieres de aula y policías escolares, en cumplimiento del convenio
suscrito entre el Ministerio de Educación y la PNP.
La capacitación se realiza a través de charlas en las que se les explican
sus funciones y las acciones de prevención que deben cumplir en cuan-
to a drogas, pandillaje, maltrato infantil, seguridad vial e instrucción
premilitar.
Una vez que estas autoridades escolares han juramentado en sus cargos,
cumplirán sus funciones dentro y fuera del plantel. Estas consisten en
controlar que los alumnos ingresen y salgan en orden, que vistan el
uniforme correctamente, que respeten el orden y la disciplina, que no
permanezcan en el interior o exterior de la institución educativa fuera
del horario de clases, así como detectar a los que consumen drogas o
bebidas alcohólicas dentro del plantel. Si enfrentan algún caso de indis-
ciplina escolar, deben comunicarlo al brigadier general y él le informará
al director. En caso necesario, se solicitará el apoyo policial.
Mediante estas acciones, se fortalecerá el orden, la tranquilidad, la salu-
bridad y la moralidad, y se prevendrá que los escolares fomenten actos
de indisciplina o se vean involucrados en hechos delictivos.
b) Municipio
• Apoyar el trabajo del Comité Distrital de Seguridad Vecinal, de conformi-
dad con las disposiciones de la Ley 27933.
• Promover la participación de la población en materia de seguridad vecinal,
coordinando con las instituciones que conforman sus respectivos comités.
• Desarrollar actividades de proyección que conlleven a la seguridad local.
• Firmar convenios con organismos nacionales e internacionales para el lo-
gro de los objetivos.
• Coordinar con la comisaría del distrito para mejorar el sistema de comu- 143
nicación entre la Policía, los vecinos y municipalidad.
c) Autoridad política
• Apoyar decididamente el trabajo de seguridad vecinal, respetando las com-
petencias funcionales de las instituciones que conforman el comité.
d) Juzgado
• Apoyar decididamente al Comité Distrital de Seguridad en su esfuerzo por
reducir la criminalidad y la delincuencia de su demarcación.
• Promover una directiva sobre la aplicación de penas de prestación de ser-
vicios a la comunidad y establecer un procedimiento orientado al cumpli-
miento de las sentencias de este tipo de penas.
• Desarrollar acciones tendientes a la implementación de una política sobre
justicia y paz social basada en la actualización y formulación de las respec-
tivas normas integrales.
e) Sector Educación
• Promover la organización de escuelas de padres y otras actividades de edu-
cación familiar.
• Realizar campañas de alfabetización.
• Alentar, con apoyo de la PNP, la formación de la Policía Escolar. En este
contexto, elaborar un manual único que sea aplicado en todas las institu-
ciones educativas.
• Desarrollar el programa de Autoprotección Escolar, en coordinación con
la comisaría y las Apafa.
• Realizar las gestiones necesarias para asegurar que los sábados y domin-
gos la infraestructura deportiva de las instituciones educativas se ponga al
servicio de las acciones de proyección social.
144 • Promover y/o participar en programas integrales preventivos y de rein-
serción social dirigidos a jóvenes y adolescentes en riesgo, integrantes de
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
f) Sector Salud
• Extender los servicios de salud a las poblaciones carentes de estos.
• Participar en las campañas preventivas de control sanitario y de sanea–
miento ambiental que promuevan los comités de seguridad vecinal en
coordinación con la Fiscalía de Prevención del Delito, la municipalidad y
la PNP.
• Desarrollar acciones informativas y de capacitación sobre prevención y
control de enfermedades infectocontagiosas, así como sobre lactancia y
nutrición.
• Participar en campañas de cuidado del medio ambiente, de saneamiento y
de fumigación en los puntos críticos de la comunidad.
5. Metas a corto plazo (enero-diciembre del 2004)
6. Presupuesto