Está en la página 1de 150

Julio Díaz Zulueta

Relatos de éxito de un comisario

Con el apoyo de
Relatos de éxito de un comisario

© Julio Díaz Zulueta


Lima, Perú, setiembre del 2009

© Instituto de Defensa Legal


Área de Seguridad Ciudadana
Alberto Alexander 2694
Lima 14, Perú
Teléfono: 628-3484
www.idl.org.pe
www.idl-sc.org

Cuidado de edición: Rocío Moscoso


Diagramación y diseño de carátula: Francisco Borjas

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la
cubierta, podrá ser reproducida ni transmitida por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico
o impreso, sin el consentimiento expreso de su autor.

Primera edición: setiembre del 2009


Impreso en el Perú
Litho&Arte SAC
Jr. Iquique Nº 46, Breña
1.000 ejemplares

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú 2009-11981


ISBN: 978-612-45094-0-7

Julio Díaz Zulueta

Relatos de éxito de un comisario. Lima: Instituto de Defensa Legal, 2009.

Seguridad ciudadana, Policía Comunitaria, participación vecinal, juntas vecinales,


Cruz Blanca, Huacho, La Victoria, Chiclayo, Tarapoto.

(Código F06)
A mis hijas Julissa, Juliana y Juliette
y a mi esposa María Nelly, por la
comprensión y ayuda que me brindaron.
Agradecimiento

A los policías de las comisarías de Cruz Blanca-Huacho y La Victoria-


Chiclayo, así como a los que integraron la Oficina de Participación
Ciudadana de la IV Dirección Territorial de Policía (Dirtepol) Tarapoto,
con quienes compartí cuatro años inolvidables en mi vida.

Así mismo, a los integrantes de los comités cívicos y de las 2.748


juntas vecinales que se organizaron en estas zonas desde el 2002 hasta
el 2005. Sobre la base de su valioso trabajo, se llevaron adelante las
exitosas experiencias de seguridad ciudadana que han sido expuestas
en el presente libro.
Índice

Introducción 11 9

[1]
Cruz Blanca, Huacho 17

[2]
La Victoria, Chiclayo 51

[3]
Tarapoto 79

[4]
Estrategias para el éxito 95

[5]
Reflexiones finales 119

[ANEXO]
El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito 125
de La Victoria, Chiclayo
Introducción

Es difícil presentar un nuevo texto sobre seguridad vecinal cuando se piensa en 11


los aportes que ya han brindado los especialistas en este tema, tanto oficiales
como civiles que desarrollan una labor intelectual de gran calidad. Sin embar-
go, después de haber realizado un amplio y profundo análisis de las experiencias
que se recogen en este libro, estamos seguros de que su sistematización va a
generar inquietudes. No esperamos que estas experiencias se tomen como una
receta, pero tal vez sí en consideración para, de ser posible, replicarlas, porque
se trata de un trabajo que tuvo éxito en varios distritos y provincias del Perú.

La condición fundamental para aportar a la seguridad vecinal es aprender a


trabajar en equipo y tener una profunda vocación de servicio social. Así, cada
policía debe servir con esmero y rectitud —poniendo en evidencia su honradez,
disciplina, lealtad, talento, perseverancia, capacidad de comunicación, entre
otras virtudes—, atendiendo con eficiencia las demandas y el clamor de la co-
munidad, que es la razón de ser de la Policía Nacional del Perú (PNP).

Definitivamente, cuando un policía se muestra insensible, queda en su con-


ciencia la sensación de haber omitido prestar un buen servicio, sabiendo que su
propia familia puede requerirlo. Por ello, afirmamos que todos los ciudadanos
deben sentir que sus derechos y libertades están protegidos, garantizados por
una Policía profesional, realmente comprometida con su comunidad y dispues-
ta a prestar un eficiente servicio en cada demarcación.
Ojalá que quien lea este libro pueda reflexionar sobre los modelos, los esque-
mas y los diseños de los servicios policiales, porque si bien no somos eruditos
en la materia, sí contamos con fundamentos deontológicos, normas morales y
principios éticos que nos permiten asumir como una cuestión de honor lograr
la eficiencia de los servicios policiales. Sabemos bien que esta tarea requiere un
cambio de actitud del personal policial, pues de otro modo no se podrá reto-
mar el control social en cada comunidad, eliminando todos los factores que se
oponen al orden, a la seguridad, a la paz social y a la justicia. Solamente sobre
la base de este cambio se podrá realizar un trabajo que, desde la institución
policial, aporte al desarrollo integral del país.

12 ***
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Este libro recoge tres experiencias en las que participé directamente: la de Cruz
Blanca, Huacho (2002-2003); la de La Victoria, Chiclayo (2004); y por último,
la de Tarapoto (2005).

Entre el 21 de enero y el 5 de febrero del 2002 se realizó el primer seminario


taller de Policía Comunitaria, organizado por la Dirección de Educación Poli-
cial y al que asistieron los oficiales que serían designados como comisarios de
la sede de la VII Región de Lima.

Me sorprendió recibir la invitación al seminario, pero más aún que me nombra-


ran comisario de Cruz Blanca, en Huacho. Si bien esta designación satisfacía
una aspiración profesional, también traía consigo un serio compromiso, pues
era la primera vez en mi carrera policial que iba a tener la oportunidad de
desempeñarme como comisario. En verdad, era un sueño hecho realidad, pues
considero que todo oficial de Policía siente que, al ser nombrado comisario,
se concreta una aspiración profesional, puesto que las comisarías cumplen un
papel importantísimo en la comunidad. Por qué no decirlo, de nuestra actitud
y trabajo depende el desarrollo de los pueblos, pues la seguridad pública, por la
que tanto clama la población, constituye la base para el crecimiento. Cuando
una comunidad pasa esta primera prueba, la calidad de vida mejora y los frutos
del desarrollo se aprecian de inmediato.
El 7 de febrero de ese año, me incorporé, pues, a la comisaría de Cruz Blanca,
en Huacho, dispuesto a cumplir el compromiso asumido ante el Comando de
acercar a la Policía a la comunidad. Encontré muchas sorpresas. La demarca-
ción comprendía dos distritos, Santa María y Hualmay, zonas urbano-marginal
y urbano-rural, respectivamente, con una población que desconfiaba totalmen-
te de su Policía. Meses antes, el 8 de mayo del 2001, la comisaría había sido
apedreada por miles de pobladores enardecidos porque en uno de sus calabozos
había fallecido el detenido Jenaro Lee Rivera Roque. El ataque causó daños ma-
teriales y personales, y el recuerdo del penoso hecho estaba muy presente.

En esas condiciones salimos a tratar de acercarnos a la población, asegurándole


que se iba a producir un cambio de actitud de los policías. Por cierto, tardamos
17 días en preparar bien esa salida. Teníamos que dar la cara a los vecinos —en- 13
tre los cuales había sociólogos, abogados, profesores y otros profesionales—,

In t r od ucci ón
que nos increpaban por el comportamiento pasado. Fue duro enfrentarnos a
esta realidad pero no nos quedaba otro camino: teníamos que convencerlos de
que estábamos dispuestos a ponernos verdaderamente al servicio de la comuni-
dad. Al fin logramos que creyeran en la honestidad de nuestra actitud y, sobre
la base de esta apertura, empezamos a modificar nuestra práctica.

El logro más importante que tuvimos fue que el 14 de setiembre de ese mismo
año, nuestra comisaría ganó el Concurso al Mejor Servicio de Calidad al Usuario,
en el que participaron 164 comisarías de Lima, Callao, Cañete y Huacho. Luego,
el 20 de agosto del 2003, quedamos en segundo lugar en el Concurso de Orga-
nización de Juntas Vecinales. De esta manera, nos convertimos en un verdadero
fenómeno, e incluso, sin pecar de orgullo, podemos afirmar que teníamos más
credibilidad que cualquier otra institución pública del Norte Chico. Y todos es-
tos éxitos se debían, simplemente, a que cumplíamos con nuestro deber.

Desde Chancay hasta Paramonga, las autoridades edilicias, las universidades y


otras instituciones públicas y privadas nos invitaban a exponer nuestra expe-
riencia, que era tomada como un ejemplo de cómo, sobre la base de la honesti-
dad y el trabajo, se puede alcanzar el éxito en la seguridad pública a favor de la
colectividad. Sin embargo, a quienes no les gustó mucho este interés que gene-
ramos fue a los policías de otras demarcaciones. Seguramente el egoísmo y la
envidia, defectos muy arraigados en nuestra sociedad, generaron esta reacción:
cuando alguien hace bien las cosas, muchos se oponen al avance.

Con estas experiencias, el 9 de febrero del 2004 llegué a la comisaría de La Vic-


toria, en Chiclayo, lugar donde había transcurrido mi niñez y adolescencia.

¿Cómo encontré a su personal y al local policial? Es difícil describirlo, pues todo


era una desgracia: el local estaba semidestruido; el personal, desmoralizado. La
comisaría carecía de radio base, contaba solo con un patrullero inoperativo y
el teléfono estaba a nombre de un suboficial, condiciones bastante graves si se
tiene en cuenta que cubría una demarcación extensa: 32 kilómetros cuadrados
en los que vivían 120.000 habitantes.
14
El diagnóstico preliminar de la delincuencia detectó la existencia de 25 puntos
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

de microcomercialización de drogas, algunos de ellos con más de 30 años de


funcionamiento ilegal. Unas 50 pandillas, que incluso poseían armas de fuego
de retrocarga hechiza, asaltaban de día y de noche a los indefensos ciudadanos.
Sin embargo, peor aún que todo ello era que la población desconfiaba totalmen-
te de la Policía. Esta situación tan seria demandaba una acción inmediata. De
otro modo, era imposible revertir la descomposición social y volver a la época
en que La Victoria era una aldea apacible. Pero ¿cómo? La alternativa inmediata
era comenzar a trabajar, porque solo con un diligente esfuerzo policial se po-
dían esperar cambios.

Así, pues, se formuló el Plan Local de Seguridad Vecinal, en el que se dividió


el distrito en sectores. Luego de 11 meses de intenso trabajo, recogimos los
frutos: se habían constituido 1.300 juntas vecinales, cuyos integrantes estaban
debidamente capacitados. Al apreciar estos logros iniciales, el director de la II
Región Policial de Chiclayo, el general PNP Víctor Figueroa Romero, designó a
la comisaría de La Victoria como Comisaría Piloto de la Región.

Se decidió replicar este modelo, y para el efecto se programaron dos cursillos


acelerados dirigidos a 25 efectivos policiales de 11 comisarías de la localidad,
entre oficiales y suboficiales. Los profesores eran los propios efectivos PNP que
trabajaban en las diferentes áreas; por ejemplo, el encargado de entregar las
copias certificadas —de las denuncias, de domicilio, de supervivencia y otras—
describía cómo se organizaba para hacerlo de inmediato e incluso a domicilio;
el que trabajaba en prevención explicaba de qué manera, al llamado de auxilio
de los ciudadanos, los efectivos actuaban en ese mismo momento y sin ninguna
disculpa; y así sucesivamente. De este modo, los oficiales y suboficiales de las di-
ferentes secciones tenían la oportunidad de exponer la forma en que realizaban
sus tareas cotidianas. El propósito era que los efectivos de las otras comisarías
observaran directamente los resultados de una labor basada en la vocación de
servir desinteresadamente. Por supuesto, no se decepcionaron sino que más bien
entendieron que la solución del problema pasaba por un cambio de actitud.

A mayor grado en la jerarquía, el trabajo policial supone mayores responsabili-


dades. Cuando el general PNP Víctor Figueroa Romero asumió personalmente
la tarea de la seguridad ciudadana, aparecieron en escena excelentes comisarios 15
que quizá no sabían cómo actuar, pero que al observar un diseño eficaz de una

In t r od ucci ón
comisaría, sumado a la disposición directa del Comando Regional, procedie-
ron a replicar el modelo. En los inicios hubo resistencia para aceptar que un
efectivo de igual grado que ellos les orientara, pero cuando se convencieron de
que esos complejos negativos carecían de sentido, muchos optaron por imitar e
incluso esforzarse por obtener mejores resultados. Cuando un comisario com-
prueba lo satisfactorio que es servir personalmente a la comunidad, salir a la
calle a organizar juntas vecinales sin por ello descuidar las funciones propias
de la comisaría, adquiere un conocimiento que le va a servir para actuar toda la
vida como un hombre de bien y muy útil a la PNP.

Debo hacer mención, por último, al trabajo realizado en la comisaría de Ta-


rapoto, a la que llegué el 5 de enero del 2005. En este caso, a diferencia de los
anteriores, no ocupé el puesto de comisario, sino el de secretario y jefe de la
Oficina de la Familia y Participación Ciudadana de la IV Dirtepol.

Desde esa posición, continué mi labor de servicio a la comunidad recogien-


do mis experiencias anteriores. Tuve la satisfacción de trabajar con las rondas
campesinas y también con las juntas vecinales, y de lograr objetivos muy im-
portantes acompañado por un excelente equipo de policías profesionales.

Además de recoger mis impresiones sobre estas tres experiencias —Cruz Blan-
ca, La Victoria y Tarapoto—, he querido incluir un capítulo que sistematiza
las que, en mi opinión, son las estrategias que garantizan el éxito del trabajo
conjunto entre la población y la comisaría.

Por último, presento una sección en la que resumo mis reflexiones finales, y
termino el texto recogiendo un excelente ejemplo de cómo las mejores ideas
sobre seguridad ciudadana pueden ser plasmadas en acciones concretas que
respondan a las características específicas de determinada comunidad. Me refie-
ro al Plan Local de Seguridad Vecinal que guió el trabajo realizado en el distrito
de La Victoria, que si bien como todo proyecto humano es susceptible de ser
mejorado, tiene el valor de haber servido de punto de encuentro entre la teoría
y la práctica. Es decir, no se trata de un documento pensado en un escritorio,
sino al revés: es un texto que recoge el aporte colectivo de las juntas vecinales y
16 cuya efectividad ha sido comprobada en la realidad.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

***

Hay personas cuyo aporte directo o indirecto a la formulación de este libro no


puedo dejar de mencionar. Entre ellas está el doctor Gino Costa Santolalla, ex
ministro del Interior; el general PNP (r) Gustavo Carrión Zavala, ex director
general de la PNP; el general PNP (r) Víctor Figueroa Romero, ex director de
la II Diterpol Chiclayo; el señor Víctor Zegarra Fernández, alcalde del distrito
de Santa María, Huacho; los integrantes de los comités cívicos de apoyo de las
comisarías de Cruz Blanca y La Victoria, y todo el personal policial; así como los
coordinadores y miembros de las 2.748 juntas vecinales de Huacho, Chiclayo
y Tarapoto. El esfuerzo de todos ellos hizo posible que se produjeran los cam-
bios que devolvieron a la Policía la credibilidad de la población y constituyó un
aliciente para escribir este texto, que recoge tres experiencias que se deberían
seguir replicando en todas las comunidades que afrontan situaciones difíciles
relacionadas con la seguridad pública.

El autor
[1]
La comisaría
de Cruz Blanca,
Huacho

2002
2003
3
1 2

1 Coordinadores de las
juntas vecinales de Cruz Blanca

2 Un policía entrega a domicilio


una copia certificada

3 Losa deportiva remodelada

4 Entrega de premios del concurso


a la mejor comisaría de Lima

4
De la desmoralización al compromiso 21

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


El 7 de febrero del 2002 fui nombrado comisario de Cruz Blanca, en el distrito de
Santa María, Huacho. Al incorporarme a mi puesto, encontré a 23 efectivos poli-
ciales desmoralizados, doblegados por la corrupción, desprestigiados y en com-
pleto abandono: dos de ellos padecían sinusitis por dormir en un lugar contiguo
a los servicios higiénicos, que estaban totalmente descuidados. De inmediato,
procedí a buscar una solución a los problemas: me entrevisté con el licenciado
Hugo Díaz Mauricio, alcalde del distrito de Santa María, y lo invité a visitar la
comisaría. Una vez que observó directamente las condiciones en las que vivía
nuestro personal, mandó comprar puertas para el baño y ordenó que se realiza-
ran algunas reparaciones, lo que salvó la situación momentáneamente.

Al indagar entre los ciudadanos qué opinaban acerca de la calidad de los servi-
cios policiales, todos coincidieron en manifestar su descontento. Diariamente,
los efectivos realizaban los famosos «operativos», que no eran otra cosa que
intervenciones destinadas a cobrar coimas y realizar una serie de arbitrarieda-
des; cuando una persona solicitaba una copia certificada, la demoraban adrede;
cuando una víctima de la violencia llamaba a la comisaría pidiendo ayuda, los
policías no iban aduciendo que les faltaba gasolina; si brindaban cualquier tipo
de servicio, insinuaban que se les diera una dádiva.

Es decir, la corrupción estaba generalizada e institucionalizada. Era claro que,


para cambiar esta situación, debíamos aceptarla en vez de negarla, reconociendo
con hidalguía los errores y no incomodándonos porque nos los señalaran. Solo
así se mostraría voluntad de cambio, y esto debía comenzar por el comisario.

Una autoridad debe dar el ejemplo en todo momento, igual que un padre de
familia: los hijos fallan si el padre tiene errores. Donde haya padres y comisarios
íntegros, tendremos hijos y policías correctos. Siempre recuerdo las palabras
del general José Tisoc Lindley, quien cuando ocupaba el puesto de director
general de la PNP, durante un seminario desarrollado en el Instituto de Altos
Estudios Policiales (INAEP) manifestó: «Agradezco a Dios por haber llegado al
puesto donde estoy. He logrado el máximo cargo al que un policía aspira. No
se hagan problemas, abastezcan el total del combustible de su dotación». Con
esta frase, el general hacía referencia al combate contra la corrupta práctica de
22 traficar con la gasolina y otros recursos de la institución. He llegado al pleno
convencimiento de que por ahí se debe comenzar.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Cuando me presenté ante al personal, manifesté que mi política de trabajo iba a


consistir en buscar el cambio. Muchos no lo creían y, por versión de ellos mis-
mos me enteré de que algunos murmuraban: «Escobita nueva, barre bien». Les
preocupaba saber si la actitud de honestidad que les estaba planteando se iba a
mantener. En estas condiciones comenzaron los cambios, uno de los cuales fue
que las copias certificadas se entregaban de inmediato. Si se trataba de una per-
sona de edad avanzada, un policía iba a dejarle el documento en su domicilio,
sin poner resistencias ni complicarse con pretextos infundados como: «¿Quién
asume la responsabilidad si el recurrente no vive en el lugar indicado?». Ante
esta posibilidad de riesgo administrativo, se dispuso que, en ese caso, el policía
encargado de entregar el certificado formulara el parte de ocurrencias, para que
se realizara el registro correspondiente.

También tomé la decisión de conversar personalmente con cada uno de los


miembros del personal policial, y además todos los días les impartía charlas sobre
valores. En este contexto, consideré necesario entregarles los números telefóni-
cos de las unidades policiales en los que había trabajado anteriormente, para que
pudieran informarse en forma directa de cuál había sido mi comportamiento.

Esta fue una forma de señalarles que ni pensaran en volver al pasado vergon-
zoso en el que la comisaría era repudiada porque se mantenía vivo el ingrato
recuerdo del 8 de mayo del 2001, día en el que la población, enardecida por la
muerte de un detenido, apedreó el local y casi lo destruyó. En ese momento,
los ciudadanos, cansados de la inoperancia del personal, comentaban que más
barato les salía no denunciar, porque los policías les solicitaban dinero para
todo. Hay quienes hasta ahora se sienten aludidos por estas menciones, pero no
se trata de una infidencia ni menos de una condena, sino de un llamado para
que, apelando a la hidalguía policial, se reconozcan estos actos vergonzosos,
sabiendo que es la única manera de reconciliarse con la comunidad.

Luego de 17 días de intensa labor educativa para lograr el cambio de actitud,


muchos efectivos consideraban que no transgredir las normas y ser honestos
era algo totalmente excepcional, cuando más bien ese debería ser su compor-
tamiento normal. El policía debe ser emprendedor, juicioso, valiente y cono- 23
cedor de su función. Por suerte, la mayoría entendió el mensaje, mientras que

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


algunos, que no lograron integrarse al nuevo esquema de trabajo, solicitaron
su traslado.

El abastecimiento de combustible para las dos unidades móviles de la comisaría


se efectuaba estrictamente todos los días, y en este acto transparente participa-
ban tanto los oficiales como los suboficiales. Estos últimos tenían la potestad de
supervisar el proceso y se les pidió que no pasaran por alto ninguna transgre-
sión a las normas y a la moral. Teníamos que ser implacables y coherentes con
nuestras decisiones. No pretendemos ser perfectos ni moralistas, pero quienes
estamos identificados con la institución debemos ser sensibles y actuar siem-
pre de modo que no se dé a los demás ningún motivo para expresarse mal de
la Policía, empañar su imagen, deteriorar su prestigio y, peor aún, hacer que
pierda credibilidad.

Me quedaba claro, por otra parte, que teníamos que motivar al personal de sub-
oficiales. Tenía en la mente lo que debía hacer: hablé con el capitán PNP José
García Cillóniz, un oficial muy hábil e inteligente al que, en mi opinión, había
que darle una oportunidad. Haciéndose eco de lo que decían sus compañeros,
que no creían en los resultados de una buena labor, él era quien más insistía en
volver al modelo anterior y tenía cierta esperanza de que esto ocurriera. Pero al
darse cuenta de que su intención no iba a prosperar, optó por unirse al trabajo
que estábamos realizando y fue quien más colaboró.
Comenzamos a premiar a los policías que habían sobresalido en el mes. La
primera vez fueron cuatro los efectivos distinguidos, quienes recibieron las ca-
nastas donadas por el Comité Cívico de Apoyo a la Comisaría de Cruz Blanca.
Esperaba recibir más donaciones, pero esto no ocurrió rápidamente, así que te-
nía que invertir el dinero salido de mi propia economía para arreglar las llantas
y cubrir otras demandas.

Poco a poco, el empresariado fue convenciéndose de que debía ayudarnos, y al


pasar los meses iban en aumento las canastas de víveres para los mejores poli-
cías. Por cierto, para entregarlas organizábamos ceremonias a las que asistían
los oficiales superiores de la jefatura provincial y periodistas, quienes al ver los
resultados positivos, nos apoyaban mucho.
24
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Ganando la confianza de la población

Aunque había unos cuantos efectivos que oponían resistencia al cambio,1 tan
pronto logramos contar con una comisaría limpia, consideramos que era el mo-
mento para ir a buscar a la población, disculparnos por todo lo sucedido en el
pasado y pedirle que nos dé la oportunidad de trabajar en conjunto establecien-
do alianzas estratégicas. Teníamos el deber de ser sinceros y así lo hicimos. En
nuestras visitas, muchos vecinos, incluyendo a profesionales, nos increpaban
por el comportamiento del pasado, pero teníamos las respuestas convincentes
para hacer frente a cada crítica. Así, día a día fueron comprobando que nuestro
mensaje era coherente con la actuación de la comisaría.

Llegamos primero al distrito de Santa María. Nunca podré olvidar al profesor


Humberto Ortiz Curioso, del asentamiento humano Las Poncianas, lugar al
que fuimos el domingo 24 de febrero del 2002. Aproximadamente unos 100 po-
bladores nos manifestaron su esperanza de que la Policía los atendiera y de que
se redujeran los continuos robos que se perpetraban en sus viviendas. Luego
nos dirigimos al asentamiento humano San Bartolomé, el lugar más peligroso
del distrito por el alto índice delictivo —robos, pandillaje, abigeato y otros—,
en el que nos reunimos con cerca de 500 personas. Se trataba de una visita
1 Robbins, Stephen P. Comportamiento organizacional. Décima edición. México D. F.: Editorial Trillas,
2004, p. 633.
clave, porque el detenido que había fallecido en la comisaría el 8 de mayo del
2001 era vecino de este asentamiento. Al momento de las preguntas, un profe-
sor universitario, don Antonio Mauricio Alor, nos preguntó con qué cara nos
dirigíamos a la población si habíamos cometido hasta delitos. La respuesta más
sencilla y alturada ante el repudio de algunos pobladores era darles la seguridad
de que hechos como el mencionado jamás iban a repetirse.

Fui claro y con hidalguía les manifesté que la mayoría de ex comisarios, pese
a provenir de Huacho, habían hecho poco. Yo no era de este lugar, pero era
policía y estaba al servicio de la comunidad, por lo cual les invocaba que me
dieran una oportunidad. Sometí al voto el tema de si los pobladores querían
ser amigos de la Policía, y la mayor parte de los asistentes levantaron la mano
en señal de acuerdo. Fue una buena forma de comenzar a resolver el problema, 25
pero había que cumplir estrictamente el compromiso.

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


Continuamos con las reuniones de acercamiento a la población, asegurándoles
que la comisaría había cambiado de actitud y que nuestro mayor deseo era dar
un buen servicio. Entre las novedades que más les agradaron estaba saber que,
a partir de la fecha, tenían a su disposición el teléfono del comisario durante
las 24 horas. Escribimos el número en una pizarra y lo difundimos también
mediante volantes «mosquito», que pudimos imprimir gracias a donaciones de
algunos empresarios.

Seguimos visitando más lugares hasta cubrir 12 comunidades. Estas visitas se


efectuaban entre las 20 y las 2 horas casi a diario, incluyendo los sábados, do-
mingos y feriados, pues justamente esos eran los días y las horas en los que
todos los pobladores estaban en sus casas. De esta manera nos enteramos, por
ejemplo, de que había tres bandas de delincuentes que, desde hacía varios años,
venían cometiendo delitos en agravio de la comunidad sin que ninguna au-
toridad pudiera controlarlas. Lo más injusto era que si los malhechores eran
sorprendidos robando, golpeaban a sus víctimas.

Aprovechando la motivación generada por nuestras visitas, les propuse a los


pobladores que se integraran al programa Vecino Vigilante, que tuvo tal acep-
tación que logramos captar a 120 coordinadores.
Como era la primera vez que los vecinos iban a organizarse para enfrentar a la
delincuencia, había que prepararlos. Con tal fin, hicimos simulacros de robos
con participación de los pobladores. Sabíamos que existía el riesgo de que fue-
ran agredidos, pero teníamos que hacerlo.

Se nos ocurrió que como parte de la aplicación del programa Vecino Vigilante,
los propios pobladores controlaran las rondas de los patrulleros, en cuadernos
expedidos con ese fin por la comisaría. Esta fue una decisión que sorprendió a
propios y extraños, pues mostraba una nueva actitud: que la Policía acepte ser
controlada por el pueblo.

26 La primera juramentación de juntas vecinales


Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

La juramentación de las primeras 120 juntas vecinales fue programada para el


7 de abril del 2002 en el parque principal de Luriama, en Santa María.

El 5 de abril, dos días antes de la ceremonia, citamos a todos los coordinadores


que iban a juramentar, a fin de darles instrucciones y nombrar al coordinador
general. Por mayoría absoluta, salió electo don Gumersindo Romero Manda-
miento, un opositor recalcitrante de la Policía que luego llegó a ser un amigo
sincero y desprendido de la institución.

Luego nos dirigimos a la Dirección de Participación Ciudadana, a cuyo mando


estaba el coronel PNP Edgar Alfaro Zúñiga, a fin de comunicarle que estábamos
preparados para la primera juramentación de las juntas vecinales e invitarlo a que
participe, pedido que fue aceptado. Visitamos así mismo al despacho del doctor
Gino Costa Santolalla, en ese momento viceministro del Interior, enterados de
que él solía participar en juramentaciones de juntas vecinales en Lima. Como él
no pudo asistir personalmente, mandó a su representante, el doctor Dimitri Sen-
mache. Ellos fueron las principales autoridades con las que tomamos contacto.

Pese a que todavía había personas que por desconocimiento decían que los po-
licías éramos haraganes, sinvergüenzas, corruptos, locos y otros apelativos, lo
cierto es que a nuestra comisaría llegaban vecinos de otros lugares reclamando:
«¿Por qué motivo en mi comisaría no me entregan de inmediato una copia
certificada y en Cruz Blanca sí? ¿Por qué en nuestra comisaría nos piden plata
para gasolina y acá no pasa eso?». Eran indicios de que la institución estaba
cambiando, cuando menos en una comisaría. Con el apoyo del coronel PNP
José Campos Muñoz, jefe provincial de la PNP de Huacho, se iba estructurando
el diseño de un nuevo estilo de Policía.

Llegó el esperado domingo 7. Nos sentíamos un poco nerviosos, pero estábamos


listos para celebrar la ceremonia de acuerdo con el protocolo. Comenzaron a llegar
los pobladores, organizados según su lugar de residencia. Todos los grupos contaban
con sus respectivas pancartas y manifestaban su complacencia de trabajar con su Po-
licía. En tres meses, se había logrado que gran parte de la población se convenciera
de nuestro cambio, sobre todo porque habíamos empeñado nuestra palabra de que
nunca más un ciudadano sería maltratado en la comisaría de Cruz Blanca. 27

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


Se reunieron aproximadamente 2 mil personas que representaban a 12 barrios.
En primer lugar, tomé la palabra en mi calidad de comisario, y por cierto ha-
blé con muchísimo aprecio por la población; en algunos pasajes de mi mensa-
je, la multitud aplaudió y ovacionó a la nueva Policía. Luego habló el jefe de
Participación Ciudadana, el coronel PNP Edgar Alfaro Zúñiga, instándonos a
continuar un trabajo que estábamos haciendo bien. En tercer lugar, escucha-
mos al coronel PNP José Campos Muñoz, quien de igual modo tuvo palabras
alentadoras. Y por último, llegó lo mejor: habló el pueblo, representado por su
coordinador general, don Gumersindo Romero Mandamiento, quien agradeció
a la Policía y se comprometió a apoyar su labor.

Desde esa fecha, que ni yo ni los demás participantes podremos olvidar, han
pasado hasta ahora 7 años y el pueblo continúa apoyando, pese a que las condi-
ciones ya no son las mismas que nosotros establecimos.

El trabajo en la zona más peligrosa

Después de la exitosa experiencia de Santa María, pensamos que ya podíamos ingre-


sar a Hualmay. Nuestra decisión de entrar primero a Santa María fue consciente:
se trataba de una zona urbano-rural de menos peligrosidad; Hualmay, en cambio,
era una zona urbano-marginal más peligrosa: había un punto de microcomerciali-
zación de drogas, se producían asaltos a mano armada tanto de día como de noche
y la presencia de las pandillas era muy notoria incluso en la misma Panamericana,
donde se ubicaba el local la División de Investigación Criminal (Divincri). Esta de-
pendencia sostenía que el control del pandillaje era labor de la comisaría, y si bien
su postura contaba con respaldo legal, en ese momento los policías no estaban
sensibilizados en términos morales para llevar a cabo esta tarea.

Con frecuencia, en Hualmay se cometían robos de cables de alta tensión. En


tres meses, los ladrones se habían llevado más de 25 mil metros de cable. Era,
en fin, el distrito de mayor peligrosidad de la provincia de Huaura-Huacho, el
que albergaba a los barrios más críticos de la zona, tales como Puquio Cano, La
Esperanza, Tropezón, Cruz de Cano y Mariano Melgar-San Martín, entre otros.
28
En este distrito había un gran clamor social. Los pobladores, migrantes en su ma-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

yoría, anhelaban la seguridad, motivo por la cual tuvimos una aceptación total.

Las reuniones para conformar las juntas vecinales2 gozaban de una asistencia
masiva, más aún porque los vecinos ya tenían noticias acerca de nuestra polí-
tica de trabajo, lo que facilitaba el acercamiento. Ahí conocí a muchos líderes,
entre quienes recuerdo especialmente a la señora Carmen Licetti Carlos, profe-
sora cesante. Contábamos con el apoyo de catedráticos universitarios, médicos,
abogados, enfermeras, taxistas, mototaxistas, y sobre todo las amas de casa,
que constituían la base social para solucionar los problemas que aquejaban a
la población.

El propietario de la librería Pacífico, al ver que repartíamos volantes con los


teléfonos de la comisaría, de la central y del comisario, nos donó millares de
«mosquitos» impresos. Este hecho inició el apoyo que luego recibimos por par-
te del empresariado.

El teléfono del comisario comenzó a timbrar las 24 horas del día. La población
fue recuperando la confianza gracias a la atención inmediata de cada llamada de
auxilio. Así por ejemplo, en Cruz de Cano se logró atrapar a una banda de asal-
tantes cuando estaban robando una tabacalera. De inmediato, llegó la Policía y

2 Yépez Dávalos, Enrique. Seguridad ciudadana. Lima: Instituto de Defensa Legal, 2004, p. 185.
capturó a los delincuentes, a quienes les incautó armas de fuego. Las llamadas
se atendían incluso en la madrugada. En todas las solicitudes de ayuda, la ac-
ción policial era inmediata.

Había policías que pese a los cambios efectuados, todavía se resistían a implemen-
tar las innovaciones en las áreas principales. Por eso, teníamos que ser ingeniosos
al delinear las estrategias, aunque eso nos quitaba tiempo. Por ejemplo, durante
sus horas de servicio, llevábamos a los efectivos a que participen en las reuniones
y los presentábamos a la población para que los conociera. Era una manera de no
dejarles ningún espacio para que eludieran su compromiso con la ciudadanía.

La reorganización del Comité Cívico de Apoyo 29


a la Comisaría de Cruz Blanca

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


Como estábamos convencidos de la necesidad de promover alianzas, notifica-
mos a los integrantes del Comité Cívico, cuyas acciones habíamos estado ob-
servando. Les pregunté cuál era su plan de trabajo y les recomendé que si no
lo tenían, lo elaboraran. A lo largo de varios años, su forma de trabajar había
consistido en vender rifas, bingos y similares a los policías, actividades que, en
muchos casos, estaban reñidas con la moral. Dejar que las cosas siguieran así
era dar carta blanca para volver al pasado. Llegué a la conclusión de que tenía
que hablarles fuerte y promover un cambio de actitud.3

Luego de cinco meses de intentar persuadirlos, entendieron mi mensaje. Así,


su tesorero, el señor Wilfredo Carbajal Bazán, empresario muy conocido en la
zona, me comunicó que también me había estado observando y que pensaba
que yo utilizaba una «buena estrategia», basada en un nuevo estilo. Poco a
poco, había ido comprendiendo que sus ideas originales no eran las correctas y
que estaba frente a un cambio real y concreto.

Con el apoyo de ellos, llegamos a organizar a los vecinos de 23 barrios, paralela-


mente al trabajo que realizábamos en Hualmay y en algunas zonas que faltaban
de Santa María.

3 Robbins, ob. cit., p. 616.


Una nueva juramentación de juntas vecinales

Con la experiencia de Santa María, preparamos con la debida anticipación, para


el 15 de junio del 2002, la ceremonia de juramentación de 250 juntas vecinales.
Invitamos a las mismas autoridades que la primera vez, pero en esta oportu-
nidad insistimos en contar con la presencia del doctor Gino Costa Santolalla,
quien confirmó su visita. Asimismo, recibimos una llamada del despacho de la
Dirección de Participación Ciudadana, dirigida por el coronel PNP Adolfo Alfaro
Zúñiga, quien nos comunicó que iba a donar 250 chalecos que llevaban la ins-
cripción «Seguridad vecinal», lo que seguramente motivaría a la población.

Con dos días de anticipación, citamos a la comisaría a los coordinadores para


30 darles las instrucciones correspondientes y fijar las ubicaciones en la plazue-
la de Hualmay, frente a la municipalidad. En esa oportunidad, fue nombrada
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

como coordinadora general de las juntas vecinales del distrito la profesora Car-
men Licetti Carlos, extraordinaria mujer cuya presencia daría realce al acto.

El 14 de junio, asistieron especialistas de la Dirección de Participación Ciuda-


dana (Dirpaci) de la PNP y del sector Interior, quienes dieron sus charlas respec-
tivas. El ambiente comenzó a animarse en espera de la ceremonia central, que
se iba a desarrollar al día siguiente.

Como la ceremonia iba a estar presidida por el viceministro del Interior, el doctor
Costa, hubo una reunión de oficiales para recibir instrucciones. Recuerdo que un
policía me preguntó cuántos refuerzos se requerían, ya que en la ceremonia an-
terior habían asistido más policías que pobladores. Lo decía en forma amargada, y
por ello le respondí que si tenía ese concepto, para qué solicitaba mi opinión.

El día de la ceremonia, se citó a la población a las 10 horas. Era increíble, había


más de 10 mil personas, toda una fiesta popular. El coronel PNP Adolfo Alfaro
Zúñiga, muy hábil e inteligente, mantuvo a los asistentes interesados narrán-
doles una serie de intervenciones suyas en diferentes experiencias. Hubo un
momento en que me presentó al frente del estrado y la gente comenzó a expre-
sar su cariño aplaudiendo durante varios minutos. Pero el tiempo transcurría y
el doctor Costa no llegaba, y los asistentes se inquietaban e incluso muchos se
retiraban fastidiados. Finalmente, el doctor Costa llegó a las l4 horas. Las miles
de personas que todavía estaban esperando su arribo le dieron un extraordina-
rio recibimiento.

Comenzó la ceremonia con la bienvenida a las autoridades presentes, que por


cierto venían de diferentes provincias del Norte Chico. Hablaron quienes tenían
que hacerlo, pero lo más saltante fue que la población le pidió al doctor Costa
que efectuara las coordinaciones necesarias para entregar más patrulleros a la
comisaría de Cruz Blanca. En su alocución, él respondió que no estaba en con-
diciones de hacer tal ofrecimiento, pero que efectuaría la gestión ante el Minis-
terio del Interior. La población recibió esta respuesta con mucho desagrado.

Seguidamente, habló la señora Licetti, coordinadora general del distrito de


Hualmay, quien inició su discurso con palabras de bienvenida a las autoridades 31
asistentes, en especial al doctor Costa, porque era la primera vez que una auto-

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


ridad de tan alta investidura visitaba la zona. La señora Licetti señaló que estaba
muy decepcionada por las palabras del viceministro del Interior, pero dijo que
no por eso la población se iba a amilanar y que continuaría apoyando la labor
del comisario con o sin patrulleros. Ante estas palabras, se notó contrariedad
en el rostro del doctor Costa.

Se trataba de la primera vez que éramos reconocidos por las autoridades políticas,
judiciales, policiales y del sector Interior. Lo que más alegría nos causaba era que
los policías, a quienes resultaba difícil convencer de que se modernizaran, pues es-
taban acostumbrados a rutinas que no daban ningún resultado, habían dejado de
pensar en que las reformas eran «locura» y «haraganería», y se habían convertido
en activos funcionarios del Estado. Es muy difícil, muy fuerte, trabajar 20 horas
diarias, con solamente 4 horas de descanso. Pero lo hicimos con mucho esmero,
convencidos de que nuestra Policía, la institución que más queremos, recobraría
la confianza de su población, lo cual nos producía una gran satisfacción personal.

Tal vez aquí quepa un comentario. El doctor Costa felicitó a la ciudadanía por
su organización y dijo que la comisaría debía contar con unos 50 patrulleros, y
que poco a poco se iban a solucionar los problemas de inseguridad basándose en
el bien más preciado, la organización vecinal. De esas palabras nació mi interés
por preguntarle qué pensaba de la Policía, pero como en esa oportunidad fue
imposible conversar con él, quedó pendiente mi curiosidad.
El patrullaje policial y la reacción de la delincuencia

Teníamos dos patrulleros, uno para Hualmay y otro para Santa María. Nos fal-
taba uno para toda la Panamericana, esa había sido la demanda de la población
al doctor Costa. Durante el día, se efectuaba un patrullaje normal, mientras que
en la noche se patrullaba por todos los lugares que se encontraban organizados.
Para llevar un registro de esta labor, los cuadernos de control eran firmados
conjuntamente por la población y la Policía.

Hubo resultados extraordinarios que todos en Huacho reconocían, en especial


la empresa eléctrica: como he señalado, anteriormente, en tres meses habían
robado más de 25 mil metros de cable, mientras que en los últimos seis meses
32 solo habían hurtado 600 metros. Las faltas, que eran los hechos más frecuentes
en el distrito de Santa María, habían bajado a cero, y las pandillas comenzaban
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

a desaparecer como por arte de magia. No nos explicábamos cómo había ocu-
rrido esto último, pero después advertimos que en la medida en que la Policía
salir a rondar, los padres de familia ejercían mayor control sobre sus hijos. Las
llamadas telefónicas a la comisaría fueron disminuyendo, lo cual era la señal de
que se había retomado el orden.

Pero la delincuencia, superando su sorpresa inicial, comenzó a atacar a la po-


blación. En Hualmay acuchillaron a un poblador, y en Santa María, a un coor-
dinador de calle. Inmediatamente se montó un operativo en el que, en el marco
legal y con estricto respeto por los derechos humanos, se capturó a los presun-
tos autores y se los puso a disposición de las autoridades competentes. La po-
blación pedía justicia y, en nombre de las víctimas, solicitaba a las autoridades
que actuaran con firmeza. De esta manera, se logró que los delincuentes fueran
internados en el penal.

Hubo un asalto a un empleado del Fondo Nacional de Cooperación para el De-


sarrollo (Foncodes). En las inmediaciones de una financiera, en la avenida Vein-
tiocho de Julio, Huacho, le robaron 30 mil nuevos soles. Era otra demarcación,
pero los delincuentes entraron en la nuestra perseguidos por el agraviado. En
el lugar denominado Cinco Esquinas, en Hualmay, la víctima se quedó obser-
vando cómo los malhechores se llevaban el dinero del Estado, cuando en eso
se le acercó un vecino y le dio un «mosquito» en el que figuraba el teléfono del
comisario. Por suerte, la víctima contaba con un celular y efectuó la llamada
de auxilio. De inmediato, los patrulleros llegaron al lugar, capturaron a los
delincuentes y lograron recuperar el dinero. A los pocos minutos, encontré al
agraviado en la comisaría. También llegó el periodismo, y cuando le pregunta-
ron al empleado por qué seguía tan nervioso, les contestó que no creía lo que
estaba pasando: los policías le habían devuelto la totalidad del dinero sin pedirle
nada a cambio. Se trató de un acto noble, que puso a prueba la honestidad de
los efectivos.4

Por otra parte, en el suburbio La Esperanza se habían instalado los microco-


mercializadores de drogas. El patrullero asignado al distrito de Hualmay tenía
la consigna de estacionarse estratégicamente frente a la casa donde se comer-
cializaban esas sustancias. Con este tipo de vigilancia, se lograron resultados 33
positivos, pues los delincuentes «claudicaban» firmando actas en las que se

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


comprometían a no volver a vender drogas. Otros microcomercializadores op-
taron por mudarse, e incluso uno firmó el acta y pidió reinsertarse a la socie-
dad, solicitud que fue aceptada por los vecinos.

Algunos delincuentes eran aprehendidos in fraganti por los ciudadanos, quie-


nes de inmediato nos llamaban. Así se capturó a peligrosos asaltantes como
Bombín y otros. Con apoyo de la Policía, los pobladores comenzaron a poner
orden en sus sectores.

El ministro del Interior nos asigna un patrullero

El pueblo huachano estaba con suerte y nosotros también. No pasaron muchos


días desde la primera visita del doctor Gino Costa cuando fue nombrado minis-
tro del Interior. Felizmente, él no había olvidado el pedido del pueblo de que
gestionara un patrullero para la comisaría de Cruz Blanca, así que en julio del
2002 dispuso que la comisaría de Huacho, que contaba con cinco, le asignara
uno, con toda su tripulación, a nuestra comisaría.

4 Robbins, ob. cit., p. 65.


Como se puede suponer, la noticia no fue nada grata para el mayor PNP An-
thony Cortijo Salinas, comisario de Huacho, quien no solo era mi compañero
de promoción sino también mi amigo. Yo hubiera reaccionado de igual manera,
ya que este recorte reducía el potencial de su trabajo. Pero la decisión no era
obra mía, como en un momento él pensó, tal vez influenciado por personas
malintencionadas. Felizmente, al poco tiempo se le pasó el enojo. Él es uno
de los policías a los que estimo de verdad; es noble, sencillo y muy inteligente,
quizá el mejor de mi promoción. Después de ese incidente, nuestra amistad
continuó siendo la misma e incluso coordinábamos acciones de trabajo. Pienso
que, durante la última década, fue el mejor comisario que tuvo Huacho, aunque
su excelente labor recién se reconoció cuando lo reasignaron a Paramonga.

34
El Concurso de Comisarías de Lima Metropolitana
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

En el mes de junio, todos los comisarios fuimos citados a una reunión en la VII
Región de la PNP, oportunidad en la que se nos comunicó que se estaba organi-
zando un concurso de comisarías sobre el servicio de calidad al usuario.

En primera instancia, nos solicitaron un informe sobre la labor que habíamos


efectuado hasta ese momento: qué mejoras habíamos logrado en la comisaría
y qué tipo de acercamiento con la población se había conseguido a través de la
organización de juntas vecinales.

Cumplimos con redactar el informe solicitado por la superioridad, pero no te-


níamos ninguna expectativa de ganar el concurso, más aún sabiendo que había
tantas comisarías con mejor infraestructura y consideradas modelo, como la de
Surquillo. La nuestra era una comisaría muy limitada en términos de potencial
humano y recursos logísticos: solo contábamos con 23 efectivos y 3 patrulleros
para atender a 80 mil pobladores de los dos distritos. Incluso a veces no tenía-
mos ni vigilantes en la propia comisaría.

Pero no podíamos quejarnos, porque conocíamos la realidad y las limitaciones


de nuestra Policía. Teníamos que darle a nuestra institución resultados, no
problemas. Más aún, es necesario expresar que nunca nos referimos a nuestros
superiores con frases altaneras; muy por el contrario: siempre hemos aceptado
respetuosamente cualquier decisión. Nunca habíamos hecho observaciones a
dinámicas institucionalizadas ni transgredido las tradiciones. Lo que no per-
mitíamos, eso sí, era que atropellen nuestro campo laboral; es decir, que nos
impidan cumplir con nuestras obligaciones.

Mientras tanto, avanzaban las etapas del concurso, que eran tres. En la selección
preliminar, realizada sobre la base de los informes, fueron aceptadas 40 comisa-
rías, entre ellas la nuestra. Luego, nos comunicaron que en la primera etapa Cruz
Blanca había quedado en el puesto 18, en tanto que las comisarías de Barranca
y de Huacho ocupaban los puestos 19 y 38, respectivamente. Los comisarios nos
sentíamos muy honrados de que nuestro trabajo y dedicación hubieran logrado
este éxito. Posteriormente, nos enteramos de que las comisarías que ocuparan
los 15 primeros puestos serían premiadas, y lo más importante, recibirían la 35
felicitación ministerial y directoral. La situación se tornó muy interesante.

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


La segunda parte del concurso consistió en la llegada de una comisión del Estado
Mayor que entrevistó a las autoridades locales, con la presencia de los coordina-
dores de las juntas vecinales y de nuestro jefe provincial. Cuando se conocieron
los resultados de esta etapa, nos enteramos de que habíamos subido al puesto 10.
Barranca estaba en el puesto 3 y Huacho había dado un gran salto al puesto 12.

Mientras tanto, avanzábamos en lo nuestro. Incorporamos como integrante del


Comité Cívico a don Hugo Nicho Muguruza, conocido empresario que aceptó
amablemente nuestra invitación. En el pasado, él se había sentido muy decep-
cionado de la Policía de Huacho, pero al tener noticias de nuestras acciones
quiso conocernos y aportar su granito de arena. Junto con él comenzamos a
hacer obras en la comisaría.

Así llegó la tercera y última etapa del concurso, que consistía en una visita de
constatación para conversar con las personas que habían sido atendidas en la
comisaría durante los meses de marzo y abril, cuya relación habíamos enviado
a la unidad solicitante.

En agosto, nos comunicaron que Cruz Blanca estaba entre las 15 comisarías
finalistas, lo que constituyó para nosotros una gran alegría. De esta manera, se
dispuso que trasladáramos a las juntas vecinales de nuestra demarcación a la
Escuela de Oficiales, en Lima, el 14 de setiembre, para que participaran en la
ceremonia de entrega de premios. Varias empresas —Turismo Huaral, la Uni-
versidad José Faustino Sánchez Carrión y la Empresa de la Sal, cuya sede está
ubicada en el kilómetro 136— nos apoyaron ofreciéndonos cuatro ómnibus
para trasladar a la capital a los representantes de las juntas vecinales.

Cuando llegó el día, los 15 comisarios que íbamos a ser premiados fuimos ubicados
en el patio de la Escuela de Oficiales, frente al estrado. Comenzaron a llamarnos
empezando por el puesto 15, luego el 14 y así sucesivamente. Nosotros ya estába-
mos bastante contentos por estar ahí, pero la ceremonia seguía avanzando y no
nos llamaban. Fue grande nuestra emoción cuando llegaron al puesto 6 sin men-
cionarnos, pues eso significaba que estábamos entre las 5 comisarías finalistas,
36 que serían premiadas con 100 mil nuevos soles para realizar arreglos en el local,
aunque en primera instancia nos habían dicho que ese dinero iba a ser para todo el
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

personal. Pero eso no importaba; finalmente, era un reconocimiento al esfuerzo.

Llamaron al quinto puesto, que fue para la comisaría de Surquillo. Luego al


cuarto puesto, para la comisaría de Mariscal Cáceres. La cosa se puso seria y lla-
maron al tercer puesto, destinado a una comisaría de Chorrillos. Recién en ese
momento advertí que podíamos ganar el concurso. Me sentía embargado por la
emoción hasta que el animador dijo: «El segundo puesto es para la comisaría de
Villa». ¡Eso significaba que el primer puesto era para nosotros! La verdad, me
pareció que la tierra temblaba. Las juntas vecinales de Huacho, que eran más
de 500, celebraban junto con sus policías de Cruz Blanca con una intensidad
que llegaba al delirio.

Luego leyeron cuáles eran los premios y entre ellos había una beca a España
para el comisario. Escuché que una señora daba un grito de alegría en el estra-
do de invitados: era mi esposa, quien no pudo contener su emoción.

En ese momento, se me acercó un oficial y me indicó que avanzara, porque el


señor Raúl Diez Canseco, vicepresidente de la República, se estaba acercando
para felicitarme. El doctor Gino Costa también se acercó a darme un abrazo.
Por primera vez estuve tan cerca del general PNP José Tisoc Lindley, director
general de la PNP, y también observé de cerca al doctor Luis Solari, en ese en-
tonces primer ministro de la República.
Luego de los actos protocolares de estilo, el vicepresidente de la República nos
condujo a que viéramos los premios, que eran 15 artefactos eléctricos destina-
dos al personal de la comisaría ganadora.

Pasada la sorpresa y manifestada la alegría, empezó el desfile de las juntas veci-


nales. Por ser los ganadores, nos tocaba ocupar el primer lugar. Se me acercó
un oficial de la Dirpaci y me indicó que debía encabezar el desfile, pero consi-
deré que incluso en ese momento debíamos aplicar el nuevo estilo, y así no
marché solo sino en un grupo formado por los coordinadores generales, los
miembros del Comité Cívico, el capitán José García Cillóniz y otro oficial. Al
llegar al estrado, juntamos nuestras manos y alzamos nuestros brazos en señal
de unión entre el pueblo y la Policía, gesto que fue muy aplaudido por toda la
concurrencia. Sucesivamente, desfilaron todos los policías de Cruz Blanca y los 37
integrantes de las juntas vecinales.

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


Terminada la ceremonia, nos dirigimos a Huacho. Cuando llegamos a Chancay,
ya había oscurecido y vimos que los patrulleros de esa comisaría estaban esta-
cionados y con sus luces y circulinas prendidas, en señal de celebración por el
triunfo. Al llegar al peaje, nos esperaba una caravana compuesta por cerca de
50 vehículos pintados con el letrero «Primer puesto». Estaban las autoridades
locales y nos hicieron subir a una camioneta abierta, para que pudiéramos sa-
ludar al pueblo huachano. Por cierto, el alcalde provincial de Huacho, doctor
Víctor Agüero Reeves, salió también a saludarnos.

Finalmente, llegamos a la plazuela de Santa María, ubicada frente a la munici-


palidad y a 50 metros del local de nuestra comisaría. Bailamos hasta la madru-
gada sin tomar un solo vaso de licor, puesto que no estoy de acuerdo con la idea
de que para brindar es necesario recurrir a las bebidas alcohólicas, cosa que no
podían creer algunos policías.

Nos visita el ministro del Interior

Como el doctor Gino Costa Santolalla no había podido saludar a las juntas ve-
cinales luego del concurso, por intermedio de su representante de relaciones
públicas nos comunicó que visitaría Cruz Blanca el 17 de setiembre.
Ese fue un día muy especial. Por primera vez en toda la historia de la comisaría
de Cruz Blanca iba a llegar el ministro del Interior. Las juntas vecinales lo es-
peraban con entusiasmo y más que todo para agradecerle.

A su llegada, ingresó a mi despacho y nos dio algunas recomendaciones en


presencia de todas las autoridades que habían acudido. Tuve la oportunidad de
expresar mis sentimientos cuando me tocó darle la bienvenida. No soy orador,
pero sí me dirigí a todos ellos con entusiasmo y mucho cariño por mi institu-
ción, a la que amo y respeto.

Aproveché la ceremonia para hacer entrega de los 15 artefactos eléctricos a los


policías que, en mi opinión, merecían recibirlos. Ahora creo que me equivoqué
38 en el caso de dos personas, que inclusive lloraron por sentir que no se las había
reconocido. Toda acción humana lleva el riesgo de error y reconozco que no
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

premié como debía ser a un oficial. Él me entendió después, cuando fue comi-
sario, porque todos los efectivos se irrogan los mismos derechos, cuando no es
así. Hay policías que se creen mejores que otros, cuestionan a sus superiores,
pero cuando les toca desempeñar cargos similares, son iguales o peores.

El pueblo, agradecido, coreaba el nombre del doctor Costa, con quien se reen-
contraba luego del 15 de junio. El agradecimiento era por el patrullero asignado,
así como por la donación de una computadora y un pabellón nacional. Recién
tuve la oportunidad de conversar con él cuando, al término de la ceremonia,
me invitó a subir a su automóvil y me autorizó a declarar a CPN Radio, con la
periodista Zenaida Solís, tarea que creo que cumplí en buenos términos.

Posteriormente, el doctor Costa me indicó que tenía que prepararme para viajar
a diferentes partes del Perú. Puse en su conocimiento que nunca había subido
a un avión y que por ese motivo no deseaba ir a España. Creo que esta confe-
sión lo motivó a notificarme que me dispusiera a viajar a diferentes provincias
de Cajamarca en Antonov. Bueno, ante esta orden, el temor a volar empezó a
desvanecerse poco a poco.

Es necesario puntualizar que de los 100 mil nuevos soles que recibimos, 33
mil se destinaron a comprar uniformes, buzos, ropa deportiva y víveres para el
personal. A pesar de ello, unos cuantos se sintieron descontentos.
Participación del Comité Cívico

Los miembros del Comité Cívico ya habían comprobado nuestro cambio. En


ese momento, la institución estaba presidida por don Humberto Angulo, y el
tesorero era don Wilfredo Carbajal Bazán. Además, se habían incorporado los
empresarios Hugo Nicho Muguruza, Visitación Gavino Veramendi, Rodolfo
Moreno Domínguez, Marcelino Mendoza Palacios, Pedro Zurita Paz y Víctor
Zegarra Fernández.

El Comité Cívico comenzó a realizar una labor muy loable en la que partici-
paron empresarios, vecinos y autoridades locales. Llegaron a recaudar 80 mil
nuevos soles, que fueron destinados a la construcción del cerco perimétrico, la
remodelación del campo deportivo y la construcción de una pileta eléctrica. 39

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


Lo más sorprendente de ellos era que nos acompañaban y apoyaban en la tarea
de convencer a la población de que siguiera participando en el programa de
juntas vecinales.

El Comité Cívico también se dedicó a repotenciar las unidades móviles: adqui-


rieron llantas, efectuaron cambios de aceite, mantenimiento, etcétera. Estaban
muy comprometidos con nuestro trabajo.

El viaje a España

Como ya señalé, parte del premio consistía en una beca a España para partici-
par, en mi calidad de comisario, en el Segundo Curso para Mandos de Unidades
de Policía de Proximidad, que se iba a desarrollar en Toledo del 14 al 25 de
octubre del 2002.

Para entonces, ya estaba preparado para volar en avión, así que emprendí el via-
je. Fue muy importante participar en este curso, pues así fortalecí lo aprendido
en la práctica en Huacho. Así mismo, creo que aporté con mis experiencias y fui
reconocido públicamente por un participante del Uruguay, quien señaló que a
pesar de que había asistido a muchos cursos, por primera vez veía a un peruano
con tal nivel de preparación. Para mí fue un elogio inolvidable.
De los 20 representantes de diferentes países iberoamericanos, 4 expusieron sus
experiencias, entre ellos yo, el peruano. Muchos dijeron que copiarían nuestro
modelo. Lo que más les gustó fue que el comisario saliera a las calles para alternar
con la población y todas las actividades que habíamos desarrollado en Huacho.

Cuando regresé al Perú, me esperaba otra sorpresa. Gran cantidad de pobladores,


que estaban atentos a mi llegada, organizaron una recepción en un conocido hotel
de Huacho. Ahí encontré a la mayoría de líderes, incluida mi gran amiga, la profeso-
ra Isabel Híjar Gonzales, subprefecta de la provincia de Huaura, mujer que colaboró
mucho con la comisaría de Cruz Blanca y con la sociedad huachana en general.

40 Tercera juramentación de las juntas vecinales


Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Acostumbrados ya a estas ceremonias, siempre nos esforzábamos para que cada


una fuera mejor que la anterior, más aún porque en esta oportunidad nos iban
a visitar el doctor Gino Costa, ministro del Interior; el general PNP Enrique
Yépez Dávalos, jefe del Estado Mayor de la PNP; y el coronel PNP Adolfo Alfaro
Zúñiga, director de Participación Ciudadana, además de las autoridades políti-
cas de Barranca y de otras provincias del Norte Chico. Se trataba de una visita
de lujo, por supuesto, y demostraba que la comisaría de Cruz Blanca ya irradia-
ba prestigio y, lo que era más importante, en un corto período había recobrado
por completo la confianza de la población.

Hay que precisar que cuando era coronel PNP, el general Yépez Dávalos había
sentado los precedentes de nuestro trabajo, formulando el Plan Psicosocial de
Seguridad Vecinal. Esa fue la fuente en la que se apoyó básicamente nuestra
acción policial comunitaria, claro está, tratando de mejorar algunos aspectos
para crear expectativa entre la población.

A las 11 horas del 23 de noviembre del 2002 llegaron las autoridades mencio-
nadas, que fueron recibidas por los principales representantes de Huaura, entre
quienes destacó el licenciado Hugo Díaz Mauricio. La población ovacionó al
doctor Gino Costa. Era increíble observar cómo en poco tiempo se había identi-
ficado con el pueblo y era muy estimado tanto por su educación y nobleza como
por su sencillez y generosidad.
En esa oportunidad, el despacho ministerial hizo entrega de dos motocicletas
Honda de 750 cc, y también de una camioneta Station Wagon, trámite que rea-
lizó la Dirección de Participación Ciudadana.

El acto principal, que estuvo a cargo del general PNP Enrique Yépez Dávalos,
jefe del Estado Mayor, fue la juramentación de las 210 juntas vecinales. La po-
blación se mostró muy contenta durante toda la ceremonia y no dejaba de feli-
citar la labor de la Policía, institución a la que cada día estimaba más.

El segundo año en Cruz Blanca

El 2002 había sido un buen año. Un día, conversando con mi esposa, le mani- 41
festé mi deseo de irme a España o a cualquier país extranjero para estudiar la

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


realidad policial. Como ya he narrado, no pasó mucho tiempo antes de que, en
el mes de octubre, ese deseo se concretara como consecuencia de haber ganado
el Primer Concurso de Comisarías de la VII Región Policial de Lima por el me-
jor servicio de calidad al usuario.

Recuerdo que cuando nos citaron a Lima a los 15 comisarios finalistas del re-
ferido concurso, algunos de ellos me preguntaban irónicamente, una y otra
vez, qué había hecho para ganar. Les respondí que solo había cumplido con mi
deber profesional, respetando los 11 principios del mando. Les indiqué, ade-
más, que mi número telefónico fue difundido entre la población, que todas
las llamadas de emergencia eran atendidas de inmediato y que la comunidad
controlaba directamente la acción de los patrulleros mediante registros en cua-
dernos entregados por mi despacho. Esto último no les pareció muy correcto.
Ahí comienza nuestro problema: cuando no somos íntegros, no queremos que
nadie nos fiscalice. Integridad es una palabra fácil de pronunciar pero muy di-
fícil de llevar a la práctica, sobre todo cuando se trabaja en unidades operativas,
encargadas de administrar recursos.

Los comisarios comenzaron a respetarme: mis ideas eran claras, daba entrevis-
tas radiales por orden del ministro del Interior, así como del superior inmedia-
to. No tenía la intención de destacar dejando mal parados a otros; solamente
me limitaba a describir las actividades policiales de la comisaría de Cruz Blanca.
Sin embargo, no faltaron personas mezquinas que comentaban que habíamos
alcanzado el éxito fácilmente porque se trataba de una comisaría de pueblo
joven. Pero el hecho era que nadie se había atrevido a hacerlo y yo no había pe-
dido ser asignado a esta comisaría en especial. Es más: hubiera querido que me
envíen a una comisaría con todas las comodidades, como la de Monterrico, La
Molina y otras, que contara con un servicio de serenazgo bien organizado e im-
plementado. La verdad, no sé qué se me habría ocurrido en otra realidad social,
pero estoy seguro de que hubiera logrado realizar un trabajo productivo.

Cuando era capitán, había trabajado como jefe de las secciones de investigación
de las comisarías de Playa Rímac, La Perla y San Miguel, lugares de diferentes
estratos sociales. En provincias, serví en una comisaría de Chiclayo. Tenía ex-
42 periencia, pero no como comisario. Sin embargo, estaba preparado para asumir
este puesto porque antes había sido jefe de Tránsito de la Provincia Constitu-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

cional del Callao, un cargo muy importante en el que estuve al mando de 140
efectivos, la mayoría mujeres. Comandarlas no era fácil, pero tenía el apoyo de
un excelente jefe provincial, el coronel PNP Carlos Cornejo Chávez, de quien
aprendí muchísimo, especialmente a comandar y a tener criterio. Posterior-
mente, él ha seguido mi carrera muy de cerca.

Ahora que me habían ratificado como comisario de Cruz Blanca durante un año
más, venía la parte más difícil del trabajo: sostener el rendimiento logrado en el
2002. Unos pocos policías rogaban que yo fuera trasladado; ellos no habían cambia-
do de verdad, sino solo de apariencia. Incluso sé que hasta movieron algunos con-
tactos, cosa que no les sirvió de nada, porque yo estaba ratificado. Así comenzamos
otra etapa, en la que seguía dándoles charlas matinales a todos los miembros de mi
personal, pues habían cambiado a los oficiales y a una parte de los suboficiales.

Algunos sectores todavía no estaban organizados en juntas vecinales. El doctor


Gino Costa ya no estaba en la cartera del Interior, pero mantenía el contac-
to con nosotros. El coronel PNP Adolfo Alfaro Zúñiga había sido ascendido a
general y reasignado a Huancayo. Mi coronel José Campos Muñoz había sido
ratificado, punto a mi favor.

Aunque resulte difícil de creer, a muchos no les gustaba la forma de trabajar


de Cruz Blanca. Aunque se trataba de excelentes comisarios, el problema era el
temor al cambio. No se atrevían a cruzar la línea, pese a que, de haberlo hecho,
habrían encontrado aliados. Pero ninguna comisaría del sector norte, excepto
la de Huacho, llevó a la práctica el programa de juntas vecinales. Esto fue así a
pesar de que existía un compromiso de honor con nuestro comando, que en la
práctica fue un saludo a la bandera porque algunos policías todavía pensaban
en la «operatividad», es decir, en seguir realizando «operativos» en los que
expoliaban a la población.

En otro texto, narraré más detalles sobre el trabajo que realizamos, incluso
indicando formas, técnicas y procedimientos para conformar juntas vecinales,
y lo más importante, para formular un plan local de seguridad vecinal. Esto no
está escrito en ningún libro; lo que existe son teorías sin práctica, cuando esto
último es lo más interesante, y mejor aún cuando uno ha sido comisario. 43

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


Contábamos con un Comité Cívico de primera. La presidencia estaba ahora en
manos del economista y empresario Wilfredo Carbajal Bazán, quien daba a los
vecinos charlas acerca del cambio de actitud. Él participaba en casi todas las
visitas a los barrios y nos ayudaba bastante. Cabe resaltar, asimismo, la labor
de don Víctor Zegarra Fernández, una extraordinaria persona muy estimada en
Huacho, que me ayudó a conocer Santa María. Los nuevos alcaldes de los dos
distritos se incorporaron también al comité.

Se realizó un trabajo de hormiga para reconstruir parte de la comisaría, en es-


pecial el frontis y la cancha de fulbito. Los empresarios de la demarcación nos
apoyaban e incluso coordinábamos con la Iglesia católica para efectuar accio-
nes de labor social, pues muy poco se había hecho por los jóvenes en riesgo. Se
incorporó al Comité Cívico don Pedro Zurita Paz, un profesor y empresario de
la zona que nos ayudó a formular un proyecto, dirigido a la Iglesia luterana, que
consistía en la donación de 10 carritos sangucheros para los jóvenes en riesgo,
organizados en patrullas juveniles.

Las invitaciones no se hacían esperar. Las municipalidades de Carquín, Chan-


cay, Végueta y Paramonga, así como la Universidad Faustino Sánchez Carrión
y otras instituciones públicas y privadas, nos solicitaban que demos charlas
sobre seguridad vecinal. Lo más importante fue que habíamos sido aceptados
por el alcalde provincial, don Víctor Agüero Reves, quien en el pasado se había
mostrado renuente a establecer contacto con la PNP: a todas las autoridades
policiales que me antecedieron las había declarado personas no gratas, por lo
cual su acercamiento nos llenaba de satisfacción.

Comenzamos a irradiar el modelo policial fuera de Lima. Así, nos invitaron a


la provincia de Huarmey, donde fuimos muy bien recibidos, y mejor aún cuan-
do nos escucharon. En estas visitas participaban miembros del Comité Cívico,
quienes nos apoyaban transportándonos en sus camionetas particulares.

Por supuesto, realizábamos estas acciones sin descuidar ni un ápice las labo-
res en nuestra demarcación. Prueba de ello es que el 21 de marzo del 2003
juramentaron 94 juntas vecinales, acto que se realizó en el campo deportivo
44 de nuestra comisaría, que estaba totalmente abarrotado. En esa oportunidad,
nos honró con su presencia el coronel PNP Teófilo Ludeña Marín, jefe de la
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Dirección Nacional de Participación Ciudadana. Él, que es una persona muy


preparada en el tema, estuvo a cargo de la juramentación.

Por otra parte, hicimos una serie de gestiones para adquirir terrenos en los que
las juntas vecinales de Hualmay y Santa María construyeran sus locales. De esta
manera, logramos obtener uno de 700 metros cuadrados en el primer caso, y
otro de 500 en el segundo. Las dos asociaciones de juntas vecinales obtuvieron
presupuestos participativos de 40 mil nuevos soles y 60 mil nuevos soles, res-
pectivamente. Los alcaldes comenzaron a donar cientos de casacas, linternas,
silbatos. Lo más importante fue que las juntas vecinales de Santa María lograron
autofinanciar más de 50 alarmas eléctricas, lo cual era un ejemplo en el Perú.

Cada día, la delincuencia temía más al pueblo. La situación había dado un giro
de 180 grados respecto a cuando recién empezamos. Era una victoria: policía
que pasaba por la calle, era saludado con educación y aprecio por los vecinos.

Algunas piedras en el camino

Quisiera narrar algo que debe manifestarse, aclarando antes que yo trabajaba
por convicción, no por interés. En marzo y abril del 2003, se acercaron a la co-
misaría de Cruz Blanca los representantes de una comisión del Estado Mayor,
indicando que se había convocado al Segundo Concurso Intercomisarías de la
VII Región, proceso en el que se nombraría al Comisario del Año y en el que
participarían las 15 comisarías que habían quedado finalistas el 2002.

Yo me preguntaba para qué otro concurso como el que se había hecho reciente-
mente, en el cual el pueblo ya había señalado su complacencia por el servicio de
calidad que se le prestaba. Pese a mi opinión, en forma disciplinada nos someti-
mos al concurso. Desconocemos los motivos que tuvo el jurado y respetamos su
decisión, pero a mi entender no hubo un criterio de equidad.5 En fin, el hecho
es que, con los parámetros de evaluación establecidos, volvimos a ganar, e in-
cluso se comunicó a Huacho que nos preparáramos para el «día D» en el que se
realizaría la premiación. Pero como no llenábamos las expectativas de todos los
involucrados, se nos sometió a un trato equivocado. 45

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


El 12 de abril, en una visita a Barranca realizada en compañía de Alberto Sa-
nabria Ortiz, ministro del Interior, el director general les había comunicado al
señor Wilfredo Carbajal Bazán y a otros miembros del Comité Cívico de nues-
tra comisaría que debíamos prepararnos para una sorpresa. Pero esta sorpresa
nunca llegó, lo cual no solo no nos desilusionó, sino que más bien considera-
mos un hecho favorable.

Pese a que las comisarías que ocuparon el segundo y el tercer puesto en este
concurso ni siquiera habían sido finalistas en el otro, cabe señalar que no nos
sentimos descontentos. Fue mejor no recibir este nuevo premio, pues ya nos
estaban tratando mal porque pensaban que teníamos algún acercamiento con
el doctor Gino Costa, ex ministro del Interior. Creo que uno de los criterios
para no darme el título de Comisario del Año fue, precisamente, que se había
creado la falsa imagen de que era cercano al doctor Costa. Para calmar todas
las dudas, debo aclarar que yo no conocía al doctor Costa antes de los aconteci-
mientos que vengo narrando. La primera vez que conversé con él fue después
de haber ganado el concurso, el l4 de setiembre del 2002.

El hombre, y en especial el policía peruano, debe estar preparado para cumplir


su deber sin esperar recompensa alguna a cambio, pues así son nuestras normas

5 Villanueva Garay, José Antonio. Doctrina policial. Segunda edición. Lima: Mavisa, 2006, p. 5.
de moral policial. Para mí significa mucho que la Policía me haya acogido y me
siento plenamente identificado con ella. También me siento honrado de que me
haya permitido llegar a ser comisario, que en verdad es un honor. Pienso que
las satisfacciones personales que uno logra nadie nos las quita; en cambio, lo
material es pasajero.

En agosto del 2003, en la Plaza de Armas de la provincia de Huacho se realizó


una ceremonia especial. El licenciado Fernando Rospigliosi, ministro del Inte-
rior, juntamente con el general PNP Enrique Yépez Dávalos y el jefe de la VII
Dirtepol estaban en el estrado oficial, listos para juramentar a los miembros
de los comités provinciales y distritales de la demarcación. Las comisarías del
norte de Lima, desde Huaral hasta Paramonga, habían invitado a los miembros
46 de sus juntas vecinales, que no llegaban ni a 100 personas en total.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

En ese momento, hicieron su ingreso triunfal a la plaza las juntas vecinales de


Santa María y Hualmay, compuestas por miles de personas organizadas. Sin
exageración, ocupaban más de 20 cuadras. Nuestra presencia armó la fiesta;
sin ella, la ceremonia se hubiera convertido en un desaire, pues la plaza habría
estado casi vacía.

Pero a pesar de que la mayoría de las personas presentes eran de nuestra de-
marcación, cuando las autoridades policiales hablaron, ni siquiera por delica-
deza nos mencionaron. Cuando le tocó hacer uso de la palabra el doctor Víctor
Agüero Reeves, señaló con toda claridad: «No hay que ser mezquinos. Tenemos
que saber reconocer a un hombre que nos cambió de actitud en Huacho, y ese
es el mayor PNP Julio Díaz Zulueta». Los miles de integrantes de las juntas
vecinales de Cruz Blanca comenzaron a ovacionar a su comisario, dejando mal
paradas a las autoridades policiales, que no habían reconocido nuestro trabajo
y ni siquiera nos habían mencionado. No me estoy expresando mal de mis supe-
riores, quienes ya no están en actividad, pero quisiera preguntarles si ganaron
algo con todo eso. Nosotros continuamos igual o mejor, no solo ese año sino
hasta la fecha.

Posteriormente, estas autoridades hasta quisieron «premiarme» cambiándome


a La Huayrona en el 2004, hecho que no se consumó gracias a la oportuna in-
tervención del general Gustavo Carrión Zavala, director general de la PNP.
Terminada la ceremonia, marchamos de regreso a la comisaría. Era un sueño:
no podía creer a cuántas personas habíamos logrado movilizar. Pensaba que
si en el Perú hubiera unos 20 comisarios que tuvieran la misma actitud, la
situación institucional cambiaría. Yo creo que más que por displicencia o ne-
gligencia, muchos comisarios no se atreven a cambiar porque no saben cómo
hacerlo. Por eso, quiero darles algunas pautas para que confíen en que la trans-
formación sí es posible: lo primero es el cambio de actitud del comisario, frase
muy en boga en estos últimos tiempos, que muchos escuchamos pero cuyo
significado no aprendemos ni aunque traten de enseñarnos. Entonces, si se
sabe que ese es el camino, ¿por qué hay tanta resistencia a aceptarlo? Tal vez
pese mucho el temor a dejar de percibir los recursos que ofrece la corrupción,
pues hay funcionarios públicos que consideran que cada puesto al que acceden
puede ser su última oportunidad y tratan de aprovecharla al máximo. 47

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


En segundo lugar, está el cambio de actitud del personal policial. Cuán equi-
vocados estamos en este terreno. Cómo no nos damos cuenta de que el daño
que le hacemos a la Policía puede ser irreparable en el futuro. Y peor aún: no
estamos preparados para salir a la calle. Hay muchos policías que dicen contar
con una buena formación, pero nunca han trabajado en una comisaría. Yo les
recomiendo que lo hagan, porque ese es el ámbito en el que el policía se realiza.
Ser comisario es, en una escala mínima, como ser presidente de la República.
Pero esto siempre y cuando uno quiera asumir la responsabilidad de serlo; si
no, se convierte en uno más de los que estamos acostumbrados a ver.

Llegamos al 23 de agosto, fecha en la que fuimos notificados de que teníamos


que ir al Ministerio del Interior porque íbamos a ser premiados por haber ocupa-
do el segundo lugar entre las juntas vecinales de Lima provincias. Asistí a dicha
ceremonia acompañado por un grupo de grandes personalidades de Huacho:
don Wilfredo Carbajal Bazán, presidente del Comité Cívico; don Hugo Nicho
Muguruza, vicepresidente del Comité Cívico; don Gumersindo Romero Manda-
miento, coordinador general de las juntas vecinales de Santa María; y doña Car-
men Licetti Carlos, coordinadora general de las juntas vecinales de Hualmay.

Cuando me entrevisté con el doctor Ricardo Valdés Cavasa, viceministro del


Interior, le dije en son de broma: «Doctor, nos citan para darnos diplomas,
pero cuando es algo económico, ni nos miran». El viceministro me respondió:
«Tenemos pleno conocimiento, mayor Díaz, de lo que sucedió. Lo que le puedo
decir es que las satisfacciones personales son más importantes que las materia-
les, y vamos a reconocerlo».

Efectivamente, así lo hizo: al momento de entregar los premios, lo que se es-


peraba es que nos llamaran en primer lugar a nosotros, que ocupábamos el
segundo puesto, y luego a los representantes de Cañete, que habían alcanzado
el primero. Pero se hizo al revés: los llamaron a ellos y recién después a Cruz
Blanca. Observé que todos los asistentes aplaudieron. Entre ellos estaban el
doctor Gino Costa, la licenciada Susana Villarán y otras personalidades. La ver-
dad es que este gesto me llenó de orgullo, no quería nada más. Recuerdo las
palabras que me dijo el doctor Costa en esa ocasión: «Bien, comisario Julio.
48 Cuando ganó el concurso del 2002, le dije que no se sobrara, y así lo hizo. Si-
guió trabajando con mucha modestia».
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

El adiós a Cruz Blanca

Transcurrían los días y los meses de mi último año. Todo estaba saliendo bien:
las juntas vecinales se estaban sosteniendo, los policías cada día estaban más
solícitos con la población. Me preocupaba el tema de quién vendría a reem-
plazarme, si continuaría el programa con el mismo entusiasmo o volvería al
régimen anterior. Estas ideas constituían mi gran incertidumbre.

La población no quería que yo fuera cambiado, pero esto no dependía de mí.


Sabía que era necesario que me reasignaran a otro lugar, lo cual me daría la
oportunidad de comprobar que en cualquier rincón del Perú se podía sacar ade-
lante un trabajo similar. En la Policía, las reasignaciones anuales se basan en
criterios que desconozco, pero que seguramente deben de ser los mejores.

De lo que sí estaba seguro es de que si me cambiaban —como tenía que ser,


porque dos años en un lugar ya era suficiente tiempo—, los vecinos no solici-
tarían mi ratificación. Como policía que soy, ya los había preparado para que
actuaran dentro de lo correcto. Nunca iba a permitir que se produjeran accio-
nes incorrectas, como aquella idea que escuché de que la gente estaba dispuesta
incluso a tomar la Panamericana para exigir que yo me quedara. No miento al
decir que si esta propuesta hubiera prosperado, por lo menos 50 mil personas
habrían cerrado la carretera; esto, obviamente, habría sido tomado como un
hecho negativo por mi comando, al cual respeto y admiro. Las personas que
expresaban estas intenciones estaban preparadas en temas de seguridad vecinal,
pero no en asuntos que no les competían.

El 20 de diciembre del 2003 tomé el juramento a los representantes de las últi-


mas 70 juntas vecinales, y aproveché la oportunidad para agradecer a la pobla-
ción por todo el apoyo que me había brindado durante mis dos años de gestión
como comisario. Les pedí también que apoyaran al nuevo comisario, ya que las
condiciones para mantener el trabajo estaban dadas. Como nunca, estuvieron
muy tristes.
49
El 30 de enero del 2004 viví un gran momento, creo que el mejor de todos los

La comisaría de Cruz Blanca, Huacho


que había tenido. Se trató de una charla de motivación en la que describí mi ex-
periencia ante todos los comisarios de Lima y Callao. Al principio, observé cómo
algunos murmuraban —conozco a mis policías, nada les parece bueno—, pero
a medida que pasaba el tiempo, me escuchaban con mayor detenimiento.

Para finalizar, les pasé un video en el que se veía tres juramentaciones de juntas
vecinales, en las que miles de pobladores aclamaban a la Policía. Creo que en
ese momento comprendieron que todo lo que yo había manifestado era cierto.
En un gesto de reconocimiento, incluso muchos de ellos se me acercaron a
pedirme una copia de mi exposición, señalando que esta había sido la mejor de
la semana. Qué podía yo decir, me sentía muy feliz por lo sucedido.

Estaba esperando las reasignaciones y pocos días después de que se publicaran,


me visitó de improviso el general Gustavo Carrión Zavala, director general de la
PNP. Al entrar a la comisaría, me avisó que me estaban cambiando a Lima. Yo
no podía creerlo. Por primera vez en mi vida como oficial, le respondí lo que era
cierto: yo no poseía ninguna propiedad, excepto un pedazo de terreno en Chicla-
yo. Mi hija mayor había tenido que cambiarse de colegio nueve veces y la que le
seguía, siete. En Lima yo no tenía ni familia ni casa. Este cambio de colocación,
que no me favorecía en absoluto, respondía a cuestiones personales, cuando yo
nunca le había hecho daño a nadie ni me había expresado mal de un superior.
Creo que el problema era mi procedencia. Yo provenía de la Policía de Investi-
gaciones del Perú, que junto con la Guardia Civil y la Guardia Republicana, se
habían disuelto para conformar un solo cuerpo, la Policía Nacional del Perú.
Cada una de estas tres ex instituciones, que en este momento ya no existen
como tales, en el pasado fueron igualmente importantes para el desarrollo del
país. Y en verdad, en el presente esa división ya no tiene ningún peso, pues solo
contamos con nuestra gloriosa PNP.

Por suerte mía, la mala intención fue neutralizada y a los pocos días fui reasig-
nado a la II Dirtepol Chiclayo, como comisario del distrito de La Victoria, lugar
donde había transcurrido mi niñez y adolescencia. El compromiso profesional
que desarrollé ahí será narrado en el siguiente capítulo.
50
Quiero terminar esta parte mencionando a algunas personas que representaron
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

tanto luces como sombras en la experiencia de Cruz Blanca. Al despedirme de


esa comisaría, tuve la oportunidad de expresarle mi opinión a un suboficial que
me había engañado, pues no había cambiado de actitud. Es cierto que no había
cometido falta alguna, pero como no le gustaba el trabajo de las juntas vecina-
les, les recomendaba a los pobladores que no salieran a rondar, diciéndoles que
si como consecuencia de ello enfermaban o eran atacados, nadie los iba a curar.
Pero ya era tarde para socavar el trabajo, porque la población había comprendi-
do nuestro mensaje y se sentía totalmente comprometida.

Cuando ya estaba fuera de la comisaría, me enteré de que otro suboficial, que


tenía estudios superiores, no había nacido para policía, porque no era sincero.
Lo que sí quiero es reconocer al suboficial PNP Herman Guerra Añazgo, quien
no podía trabajar tranquilo en ninguna subunidad; en su legajo están registra-
das todas las unidades por las que pasó durante los últimos años. Le di la opor-
tunidad de trabajar y no me decepcionó; por ello, me considero su amigo.
[2]
La comisaría
de La Victoria,
Chiclayo

2004
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

52
1

3
2

4
1 Caseta de seguridad ciudadana
ubicada en una zona estratégica
de microcomercialización de drogas

2 Entrega de patrulleros del


Cómite Cívico a la comisaría de
La Victoria, Chiclayo

3 Remodelación de la comisaria de
La Victoria, Chiclayo

4 El general Víctor Figueroa Romero,


jefe de la II Dirtepol, Chiclayo,
acompañado por miembros de la
junta vecinal del distrito de La Victoria

53

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


Una comisaría en escombros 55

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


El 9 de febrero del 2004 me incorporé a la comisaría de La Victoria. Era para
no creerlo: el local se encontraba en ruinas, parecía que hubiera sido bombar-
deado. Había solo cuatro focos; en uno de los ambientes, en el que se había
producido un cortocircuito, se alumbraban con velas. Lo único que estaba en
buenas condiciones eran los servicios higiénicos.

El teléfono oficial de la comisaría estaba a nombre de un suboficial, y para pagar


el servicio mensualmente, todo el personal tenía que poner una cuota; es decir,
era una puerta abierta a la corrupción. No contaba con una central de radio
base. Solamente existían dos computadoras, por lo que la mayoría de efectivos
utilizaban máquinas de escribir mecánicas.

En medio de todo este caos, recordé de inmediato las condiciones en las que ha-
bía encontrado el local de la comisaría de Cruz Blanca y en cómo había quedado
al final, totalmente implementado.

Por otra parte, encontré dos motos en regular estado de conservación y una
camioneta Toyota 4 × 4 tan descuidada que se estaba partiendo en dos. El motor
necesitaba reparación y las llantas estaban en lona, para qué describir más.

Era tan deplorable la situación que no sabía por dónde comenzar. En verdad,
era un reto. ¿Cómo trabajar en estas condiciones?
Si la logística estaba en situación deplorable, era fácil deducir cómo se en-
contraba el personal policial. Totalmente apático, inactivo, desmoralizado…
Antes de empezar el servicio, se persignaban para que les fuera bien, mien-
tras que, por otro lado, con frecuencia transgredían muchas normas legales
y morales.

Por haber vivido desde mi niñez en La Victoria, me resultó fácil averiguar entre
la población cuáles eran las actitudes y el comportamiento de los policías. Lo
más criticable era que por todo trámite se cobraba. Inclusive me contaron que
antes de mi llegada, un efectivo había dicho: «Para mí, las motos; y para el tío,
su camioneta». Hasta ese punto de mal estábamos.

56 Por otra parte, se descubrió que había policías que consumían drogas. Fueron
los propios pobladores los que nos informaron esto durante las visitas y en pre-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

sencia de las autoridades locales. Frente a esta situación, una alternativa por la
que hubieran optado los moralistas era decir que se identifique a estos efectivos
y se les dé de baja, Pero no es tan sencillo, tienen que cambiarse esas ideas ob-
soletas. Lo correcto es encarar explícitamente el tema y cambiar las cosas sobre
la base del ejemplo. En la postura que tomen quienes están a la cabeza está la
clave para resolver los problemas de una comisaría.

Era necesario trabajar fuertemente hasta lograr que el personal cambiara de


actitud. No faltan «inteligentes» que en una situación así dicen: «Eso es muy
fácil, yo lo hago». Pero nunca intentan llevarlo a la práctica. Solo son promesas,
pero al final no hacen nada.

Un plan para enfrentar la delincuencia

Una vez analizado el problema del personal policial y de los medios logísticos
con los que contábamos para trabajar, faltaba observar el índice delincuencial,
en especial los robos, la microcomercialización de drogas y el pandillaje.

Nos dimos con la sorpresa de que los asaltos se producían de día y de noche.
Focalizamos dónde estaban ubicados los lugares críticos y encontramos 25
centros de microcomercialización de drogas, algunos de los cuales venían
funcionando desde hacía 30 años. Además, había más de 50 pandillas organizadas,
que incluso contaban con armas de fuego tipo retrocarga.

Dando cumplimiento a la Ley 27933, Ley del Sistema Nacional de Seguridad


Vecinal, formulamos un Plan Local de Seguridad1 según el cual dividimos el
distrito de La Victoria en tres sectores. En cada uno de ellos, los residentes de-
bían organizarse y capacitarse para constituir, en total, 1.500 juntas vecinales.

A esto se sumó la adquisición de dos camionetas 4 × 4 para incrementar el


número de patrulleros y la instalación de una central de radio base. Por otra
parte, empezamos a gestionar de inmediato un teléfono a nombre del Estado,
computadoras y otros materiales.
57
Una vez que contábamos con el plan de trabajo, procedimos a visitar a las prin-

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


cipales autoridades políticas y policiales. De todas ellas, solamente el alcalde
distrital escuchó la exposición completa en compañía de sus principales fun-
cionarios ediles. Describimos la existosa experiencia de Huacho y les señalamos
que teníamos el firme propósito de replicarla en La Victoria, pero precisamos
que para ello se requería el apoyo de todas las autoridades. Nuestros interlocu-
tores llegaron al convencimiento de que la unión hace la fuerza y por lo tanto
se comprometieron a colaborar con nosotros en diversas actividades, más aún
cuando el alcalde, que acababa de asumir el cargo, recién se enteraba de que,
además, era el presidente del Comité Distrital de Seguridad Ciudadana. Cabe
mencionar que el burgomaestre era la autoridad local que gozaba de mayor
aceptación entre todos los pobladores de la región de Lambayeque.

Aprovechando esta motivación, en el municipio se nombró a los trabajadores


de la comuna que se encargarían de apoyar a la Policía en todas las gestiones
destinadas a mejorar el servicio. Por cierto, solo uno de ellos nos acompañó
desde el comienzo hasta el final. Nos referimos al ingeniero José Capuñay, una
persona muy educada y un amigo sincero.

Transcurrieron dos semanas y pese a nuestras reiteradas notificaciones, los in-


tegrantes del Comité Cívico no se presentaban. Entonces, optamos por citar

1 Yépez Dávalos, Enrique. Seguridad ciudadana. Lima: Instituto de Defensa Legal, 2004.
a todo el empresariado voluntario de la demarcación para una reunión en la
comisaría, a fin de exponerles el plan de trabajo 2004 y nombrar a la directiva
del nuevo Comité Cívico. Este encuentro se produjo y salió elegido como presi-
dente el empresario Sergio Cabrejos Jara.

Todos los participantes quedaron satisfechos y motivados, y no dudaron en in-


tegrarse a la directiva para acompañar al presidente. Es necesario precisar que
yo tenía cierto grado de afinidad y consanguinidad con el señor Cabrejos Jara,
pero sobre todo sabía que era un hombre cabal que, en gestiones anteriores, al
igual que otras personas, había sido maltratado por la Policía.

58 Una nueva Policía


Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Se dice que dar los primeros pasos es siempre lo más difícil, pero cuando esto
se refiere al cambio de actitud del personal policial, todavía es más cierto. A
pesar de que yo había trabajado en esta comisaría en 1996, como capitán jefe
de la sección de Investigaciones, pocos efectivos me conocían. Al escuchar las
primeras charlas de motivación, muchos se mostraban escépticos y se resistían
a abandonar su rutina, sobre todo en las secciones de Investigación de Delitos y
Tránsito, y muy en especial en lo que se refiere a la entrega de copias certifica-
das. La solución estaba en efectuar los ajustes internos necesarios.

En algunas secciones, había personal de mi promoción de secundaria, lo cual


hizo pensar que gozarían de ciertos privilegios. Muy por el contrario, ellos fue-
ron los primeros en pedir su traslado porque no soportaron las exigencias.

Mientras que en Huacho demoramos tres semanas en «limpiar la casa», en La


Victoria tardamos cinco. La resistencia al cambio era más fuerte.

Lo primero que hicimos fue empezar a entregar las copias certificadas de in-
mediato. El número del teléfono se difundía mediante los «mosquitos» que se
imprimieron por millares en la imprenta de don Ángel Camacho Lanza, inte-
grante del Comité Cívico y activo colaborador. De esta manera, la población
empezó a enterarse de que podía llamar por teléfono a cualquier hora del día
o de la noche y recibir una respuesta inmediata en casos de emergencia. Por
supuesto que estaba terminantemente prohibido insinuar que se nos entregara
alguna dádiva.

Empezamos a cumplir nuestro deber: atender con amabilidad y esmero a todos


los pobladores. Por cierto, con este cambio de actitud se trataba únicamente de
volver a la normalidad, a una actitud que el policía debe practicar a diario en
su trato con las personas. Pero la costumbre y la rutina habían impuesto otra
dinámica, y por ello teníamos que trabajar con fuerza en ese aspecto.

Procedimos a replicar el modelo de Huacho premiando las acciones de los me-


jores policías del mes. Una manera de hacerlo era buscarles trabajos individua-
les que ellos pudieran realizar en su tiempo libre y darles facilidades para que
los cumplieran. 59

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


En marzo, la superioridad me envió a Trujillo junto con dos oficiales superio-
res, uno de los cuales había sido elegido Comisario del Año en el 2003 en Lam-
bayeque. Cuando escuché su exposición, me pareció muy interesante su trabajo
en el marco de la Policía Comunitaria, pero consideré que mi experiencia en
Huacho era la ideal para aplicar en Chiclayo. El tiempo me dio la razón.

En abril, el Comando de la institución, a solicitud del doctor Gino Costa, me


autorizó para viajar a Cajamarca a exponer mis experiencias en seguridad ciu-
dadana ante los comisarios y alcaldes de esa localidad. Cuando comenzé a ha-
blar de mi trabajo, no observé nada raro, pero cuando terminé prendieron las
luces y me di con la sorpresa de que estaban presentes dos generales: uno el
general PNP (r) Enrique Yépez Dávalos, creador del programa de Participación,
de quien aprendí muchísimo y cuyas enseñanzas apliqué realizando innovacio-
nes en algunos aspectos. Y el otro, el general PNP Víctor Figueroa Romero, jefe
de la II Dirtepol y por tanto mi director regional.

Terminada la exposición, el coronel jefe de la región Cajamarca se me acercó


muy preocupado para preguntarme por qué motivo no me había presentado al
general Figueroa en Chiclayo. Yo estaba tranquilizándolo cuando justo en ese
momento escuché que el general Figueroa me llamaba. Cuando estuve frente a
él, me hizo la misma pregunta. De inmediato, le dije que sí había acudido a su
despacho, y que en esa fecha me había encontrado con el coronel PNP Zapata.
El general Figueroa recordó recién que así había sido, y manifestó ante muchos
oficiales superiores que estaban presentes que con «10 Díaz Zulueta» podría
asumir una tarea difícil: implantar la seguridad vecinal en todo Chiclayo.

La batalla contra la droga

Una vez «limpia» la casa, nos atrevimos a salir a buscar a la población. El 24 de


marzo convocamos a los pobladores del pueblo joven El Bosque. A la reunión
asistieron cerca de 1.500 personas. Estaban presentes además las autoridades
locales, encabezadas por el alcalde, pero lo más importante para mí era la pre-
sencia de una persona que me había apoyado desde el comienzo: el coronel PNP
60 Pedro Rojas Goicochea, jefe de la Región Lambayeque.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Aquel día nos reencontrábamos con el pueblo. Todos aplaudían los cambios
logrados y los que se proponía. Muchas personas me conocían y confiaban en
nosotros, lo cual facilitaría el trabajo. Todos salímos muy satisfechos.

Habíamos dividido La Victoria en tres sectores. Iniciamos el trabajo en el


primero, el más peligroso, en el que se presentaban problemas de microco-
mercialización de drogas, delincuencia y pandillaje. Por razones estratégicas
y basándonos en nuestra experiencia, consideramos que no era conveniente
atacar los tres temas a la vez.

En marzo, me había visitado el comandante PNP (r) Juan del Carmen Arrascue
Guerrero, solicitando apoyo policial. Cerca de su domicilio, entre las calles Ma-
yta Cápac y Fraternidad, varios microcomercializadores de drogas vendían sus
productos. Era tanta la impunidad que ya habían perdido la vergüenza: sacaban
sus colchones y televisores a la calle para esperar cómodamente a los clientes
que acudían a comprarles la droga. Para ingresar a sus viviendas, los vecinos
tenían que pagar un cupo, y lo más triste era que policías de diferentes subuni-
dades también llegaban a cobrar sus respectivos cupos.

Le respondimos, con las disculpas del caso, que teníamos que priorizar nuestro
sector, en el que se presentaban los mismos problemas, pero le prometimos
que, según nuestra programación, en tres meses llegaríamos a su sector, que
era el tercero en nuestra lista. El comandante Arrascue no se fue conforme,
pero sí esperanzado en que cumpliéramos nuestra promesa.

Debíamos dar el primer golpe a la droga y tenía que ser en el primer sector de
La Victoria, en el que había 25 puntos de venta. Para ello, me entrevisté con
Cristóbal Fernández Cubas, coordinador zonal de las juntas vecinales del sector
«del fondo», ubicado en la cuadra 19 de Huayna Cápac, donde actuaban cuatro
conocidos microcomercializadores de drogas, cuyos alias eran Cubillas, Safari,
Cachema y Johnson.

Nuestro operativo se inició el 10 de abril del 2004. De inmediato, se dispuso


que las viviendas de los microcomercializadores empezaran a ser vigiladas por
una pareja de policías durante las 24 horas del día. La población, previamente 61
advertida, apoyaba desde las 22 hasta las 4 horas.

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


Los vecinos tenían miedo, lo cual era comprensible. Por ello, tomé la decisión
de visitar continuamente la zona, a fin de que tanto al personal policial como
el coordinador zonal se sintieran directamente respaldados. El objetivo era que
sin el apoyo de los malos policías con el que hasta hacía poco habían contado,
los delincuentes sintieran que la justicia tarda, pero llega.

Pese a las amenazas a los dirigentes vecinales, ellos continuaron trabajando


porque estaban seguros de que contaban con nuestro apoyo. No pasó mucho
tiempo antes de que se vieran los resultados: otros microcomercializadores me-
nos avezados, presionados por las efectividad de la acción policial, empezaron a
abandonar sus turbios negocios.

Nuestras intervenciones eran impecables. Por ejemplo, un delincuente cono-


cido como Koyac, que tenía en su récord más de 50 asaltos a mano armada a
transeúntes, mantenía atemorizada a la población del entorno del mercado AZ,
del primer sector. Para avanzar al segundo sector, necesitábamos neutralizar
la acción de este malhechor, sobre todo tomando en cuenta que la ceremonia
de juramentación de las juntas vecinales estaba programada para el 8 de mayo.
Gracias a la información proporcionada por el vecindario, capturamos a Koyac
y con esta acción les dimos más confianza a los pobladores para que participa-
ran en el programa Vecino Vigilante.
El trabajo se consolida

De acuerdo con nuestro plan de trabajo, el 8 de mayo del 2004, en la plaza del
pueblo joven El Bosque, juramentaron 350 juntas vecinales. Asistieron a dicha
ceremonia, entre otras autoridades, el señor Yehude Simons Munaru, presiden-
te de la región, y el general PNP Víctor Figueroa Romero, jefe de la II Dirtepol.

No quiero dejar de mencionar una presencia muy especial, que dio realce a la
ceremonia y representó mucho para mí: en aquella ocasión, nos visitaron las
juntas vecinales de los distritos de Hualmay y Santa María, encabezadas por la
señora Carmen Licetti Carlos, coordinadora general de Hualmay, y por el inge-
niero Carlos Estupiñán Demutti, alcalde de la Municipalidad de Santa María.
62
Cuando me tocó hablar, aproveché la oportunidad para invocar a las autoridades
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

presentes a que se esfuercen al máximo por hacer cumplir la Ley de Seguridad


Ciudadana. Les recordé sus funciones y les hice notar que, hasta ese momento,
solamente una autoridad me había escuchado.

Los miles de pobladores que asistieron a la ceremonia salieron contentos, con


el objetivo claro de apoyar el trabajo de la Policía de su demarcación.

En La Victoria, la acción de las pandillas era sumamente peligrosa. Recuerdo


que cuando recién llegué, los pandilleros pasaban por mi casa rompiendo todo
lo que encontraban a su paso. Era insoportable. Sin embargo, los grupos vio-
lentos fueron desapareciendo como por arte de magia. Me pasó lo mismo que
en Huacho: al principio, no me explicaba claramente cómo se estaba logrando
la erradicación, pero después advertí que en la rondas participaban los propios
padres y madres de los pandilleros. Gracias al trabajo conjunto, los vecinos to-
maban mayor conciencia acerca de que no solamente era posible mejorar la
seguridad en el barrio, sino ejercer un control más efectivo sobre sus propios
hijos. De esta manera, se efectuaba un proceso de resocialización de los jóvenes
y de fortalecimiento familiar. En muchos casos, los vecinos asumían el control
de aquellos pandilleros que no tenían padres; inicialmente, les parecía muy in-
cómodo reeducar a hijos ajenos, pero después tuvieron que aceptar la tarea por
el bien de la comunidad.
Después de ordenar el primer sector —la avenida Circunvalación hacia el sur—,
entramos al segundo: la avenida Los Incas hacia el oeste. Visitábamos barrio por
barrio. La población ya nos esperaba y reclamaba que la capacitemos. Los veci-
nos estaban cansados de la situación y consideraban que esa era su oportunidad
para cambiarla. Nosotros coincidíamos plenamente con esa idea: se trataba de
una ocasión que no se podía desperdiciar.

Compartiendo nuestros logros

El 8 de junio, el ingeniero José Salazar García, alcalde provincial de Ferreñafe,


me invitó, por sugerencia del comando de la II Dirtepol, a dar una conferen-
cia sobre seguridad ciudadana. Cuando ingresé al local, me estaban esperando 63
más de 30 integrantes de las juntas vecinales de La Victoria y ¡sorpresa!, recién

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


cuando estaba en el atril advertí que estaba presente todo el comando de la II
Dirtepol, además de los funcionarios de la municipalidad y otros invitados de
la provincia. La satisfacción que experimenté era muy grande y solo atiné a
expresar que me sentía muy honrado de estar frente a un auditorio tan selecto,
en especial por la presencia del jefe de la II Dirtepol Chiclayo, el general PNP
Víctor Figueroa Romero.

La exposición se limitó a describir cómo encontré y cómo estaba en ese mo-


mento la comisaría de La Victoria, y no solo según la versión del comisario
sino sobre todo en opinión del vecindario. Enfaticé en que el personal policial
sí quería promover el cambio, razón por la cual fuimos los primeros en hacer
reformas, trabajando en equipo y motivando a la población para que confíe en
nosotros y colabore en la tarea.

Nuestro propósito, afirmé, era seguir mejorando hasta lograr ser la mejor co-
misaría del Perú en cuando a brindar un servicio de calidad al usuario, y por
qué no, la mejor de Iberoamérica y del mundo, posibilidad que pude entrever
en España. Estos logros iniciales nos enorgullecen, continué, mas no sentimos
ni la soberbia ni la arrogancia de una absurda vanidad; por el contrario, solo
queremos cumplir con nuestro deber profesional y resolver los problemas poli-
ciales que aquejan a nuestra sociedad.
El general Figueroa, convencido de mi exposición y del trabajo que estábamos
realizando, ordenó inmediatamente que se celebrara una reunión de comando
en el despacho del alcalde, y le preguntó al comisario de Ferreñafe qué iba a
hacer en el futuro. Él le respondió que viajaría a Trujillo a fin de aplicar el mis-
mo programa en ese lugar. Nuestro general se molestó con esta respuesta y le
ordenó que fuera a mi comisaría y observara el modelo; le dio 30 días para que
organizara la juramentación de 50 juntas vecinales. Yo me sentía incómodo
de haber sido testigo de esta amonestación, razón por la cual el día en que mi
colega fue a visitarme lo atendí lo mejor que pude. Creo que él se sintió mejor
con el trato cordial y reconoció que nos animaban objetivos comunes.

El general Figueroa dispuso que 26 oficiales y suboficiales de 11 comisarías de


64 Lambayeque fueran puestos a disposición de mi comisaría, a fin de que obser-
varan in situ el modelo que ahí se aplicaba.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Consideré que la mejor forma de enseñar y aprender era a través de un cursillo,


así que en el acto lo organizamos. Los profesores éramos las mismas personas
que trabajábamos en las distintas secciones. Así, además del comisario, los ofi-
ciales y suboficiales narraban sus experiencias: cómo se entregaba inmediata-
mente un certificado, cómo se atendía el llamado de auxilio de la población y
se respondía en el momento. El encargado de la sección de Tránsito explicaba
cómo era la atención al público.

El personal policial que nos visitó empezó a quejarse de sus comisarios y de la


mala administración de los recursos, temas que no podían expresar en sus pro-
pias sedes por temor a las represalias. Se trataba de un problema que teníamos
que aceptar con hidalguía y enfrentar con discreción, para no dañar la imagen
institucional ni motivar rencores por ponernos en contra de «intereses perso-
nales». Por esto, lo más sano era propiciar el cambio de actitud.

Al término del cursillo y con el fin de asumir tareas concretas, se firmaron


actas de compromiso juntamente con el general Figueroa, jefe de la región. El
coronel PNP Pedro Rojas Goicochea y el comisario consignaban la fecha y el
número de juntas vecinales que tenían que organizar y hacer juramentar en
ceremonia cívica. Muchos suboficiales mostraron su expectativa y les dimos
nuestros teléfonos a fin de mantener constante comunicación. Teníamos que
cuidarlos de posibles represalias, cosa que felizmente no sucedió porque contá-
bamos con el pleno apoyo del general Figueroa. Todo fue un éxito. Se prepara-
ron dos cursillos más: uno en la comisaría de La Victoria y otro en El Porvenir,
aunque la mayoría de docentes policiales pertenecían a la primera.

En esa experiencia, el único efectivo que no pudo trabajar fue un oficial de la


comisaría de Leonardo Ortiz, quien tuvo problemas con su comisario. Desco-
nocemos los motivos de la desaveniencia, pero podemos suponer quién tenía la
razón, pues al año siguiente ese comisario fue reasignado a La Victoria, donde
el pueblo cuestionó su proceder.

También tuve la oportunidad de dar una conferencia a todos los comisarios de


la región Lambayeque. Al finalizar, muchos de ellos se entusiasmaron, pero 65
creo que los más motivados eran los subalternos que asumían labores de comi-

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


sario. Con esta actividad culminó la difusión de nuestro trabajo a los comisarios
de la II Dirtepol de Lambayeque y Cajamarca.

Más juntas vecinales juramentan

El 8 de julio juramentaron 50 juntas vecinales en Ferreñafe, y la verdad que fue


una sorpresa la respuesta de la población después de apenas un mes de acerca-
miento. La multitud aplaudía a su Policía en la persona de su comisario, y en
especial al general Figueroa cuando hizo uso de la palabra.

El 26 de ese mes juramentaron en La Victoria 500 juntas vecinales. Se trató de


un acto apoteósico, toda una fiesta cívica. Nuestro general Víctor Figueroa ya
estaba con nosotros y uno de los más contentos era el coronel PNP Pedro Rojas
Goicochea. Tuvimos la satisfacción de que, nuevamente, se hiciera presente
otra comisión de Huacho que narró su experiencia, lo cual motivó aún más a
los victorianos.

En diferentes partes de Chiclayo, Lambayeque y Ferreñafe ya se estaba apli-


cando el modelo de servicio policial que había sido puesto como ejemplo para
seguir y superar.
Con frecuencia, me comunicaba telefónicamente con el general Figueroa, quien
me daba noticias sobre las juntas vecinales de Ferreñafe, a las que él había apo-
yado directamente. En una de esas conversaciones, lo invité para que alguna
noche pasara a visitar personalmente a las juntas vecinales de La Victoria. Él
aceptó mi invitación, para la cual programó media hora. Llegó a la entrada de
La Victoria a las 22 horas y a las 3 de la madrugada me preguntó, exhausto y
sorprendido, cuántas juntas más faltaba visitar, porque no había cuándo acabar:
la población no dormía. Parecía de día: unos 700 vecinos rondaban en la mayo-
ría de calles. Le respondí que faltaba más de la mitad y, no muy conforme, se
despidió y se marchó en silencio. Al día siguiente, continuó su visita y en verdad
que no había cuándo terminar. A partir de ese momento, puedo afirmar sin te-
mor a equivocarme que ni un solo día dejó de visitar a nuestras juntas vecinales
66 y apoyarnos personalmente.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Cumpliendo nuestra promesa de luchar contra las drogas

En setiembre entramos al tercer y último sector. Para entonces, el comandante


PNP (r) Juan del Carmen Arrascue Guerrero había fallecido, pero seguramente
desde el más allá nos observaba para ver si cumplíamos nuestra palabra de or-
denar ese sector.

Así que nos hicimos presentes en una zona compuesta por cerca de seis man-
zanas. Notificamos de emergencia a todos los vecinos para que participaran
en una reunión extraordinaria a la que asistieron más de 300 personas. Les
manifestamos nuestro interés de trabajar con ellos porque sabíamos que exis-
tían más de nueve puntos de microcomercialización de drogas, entre los cuales
destacaban los conocidos como Manuel y Los Tulos. Los lugares más peligrosos
eran las intersecciones de las calles Lloque Yupanqui y Fraternidad, así como
Mayta Cápac y Quipus.

Los vecinos, quienes tenían noticias sobre las acciones que habíamos realizado
antes, manifestaron su propósito de constituirse en juntas vecinales. Había que
aprovechar ese entusiasmo y organizar una acción policial rápida y efectiva,
que nos asegurara ganar la lucha contra las drogas.
El 2 de setiembre del 2004, la junta vecinal de la cuadra 19 de Huayna Cápac
inauguró la segunda caseta policial en un acto que contó con la presencia de
más de 1.000 pobladores que apoyaban totalmente a la Policía. Entre ellos
había profesores universitarios, policías de otras demarcaciones que vivían en
ese lugar, ingenieros, médicos, amas de casa, mototaxistas. Esa misma noche
comenzaron a trabajar.

Hubo un incidente generado por los celos políticos: el alcalde se sintió fasti-
diado porque en la caseta, que había sido donada por el congresista Wilmer
Rengifo Ruiz, había una inscripción con el nombre de este señor. Por este mo-
tivo, ya no quiso participar, aunque después se dio cuenta de su error. Es cierto
que había personas que hacían aportes como este y ponían sus nombres, pero
lo importante era que apoyaban de inmediato, sin trabas burocráticas. Como 67
nosotros no teníamos el menor afán político, nos mostrábamos agradecidos por

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


cualquier donación que nos ayudara a alcanzar nuestro único objetivo: lograr el
orden y la seguridad ciudadana.

A partir de la inauguración de la caseta, la población se mantenía despierta para


impedir que malos policías de otras demarcaciones llegaran a cobrar cupos.
Con este fin, organizaban rondas todos los días.

En la zona había más de 500 consumidores de drogas o fumones. Algunos de


ellos eran controlados por los propios vecinos, sin necesidad de acudir a cen-
tros de rehabilitación, lo cual nos llevó a advertir que en la mayor parte de los
casos, basta el control social para que los consumidores se alejen de la droga.
Encontramos pocos casos de adictos, es decir de personas que verdaderamente
estaban enfermas, y con ayuda de nuestros contactos, logramos internarlos en
centros especializados de rehabilitación.

También inauguramos dos casetas más. Sentíamos que habíamos adquirido la


fuerza suficiente para realizar esta labor con el apoyo permanente del pueblo y
en especial del general PNP Víctor Figueroa Romero, quien todas la noches nos
acompañaba en las rondas. Pienso que al comienzo no creía que trabajábamos
20 horas y dormíamos solamente 4, pero luego se convenció de que así era.
Este esfuerzo abnegado y perseverante se desplegaba sin quejas ni reclamos,
posturas tradicionales en la Policía. Sin embargo, es justo señalar que a los
quejosos no les faltaba razón, porque en verdad hay escasez de personal, los
patrulleros suelen estar en mal estado y los medios logísticos son insuficientes
para enfrentar a la delincuencia. Pero la diferencia está en trabajar con propó-
sitos concretos y estratégicamente ordenados: se empieza con lo que uno tiene
y poco a poco, sobre la base de los éxitos, se mejora la situación.

La caseta policial de auxilio rápido fue ubicada cerca de mi domicilio, de la casa


de mis padres, donde transcurrió mi niñez y adolescencia. Era inadmisible que
después de 30 años aquel lugar se hubiera convertido en un punto de venta de
drogas manejado por cinco delincuentes —Ñeco, Noe, Julio, Koky y Nino—
68 que habían deteriorado la imagen de este barrio.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

La Iglesia evangélica nos prestó un importante apoyo. Su pastor, Jesús Pérez,


integrante de la junta vecinal de la calle Inca Roca —donde vive mi mejor ami-
go, el coordinador zonal de las juntas vecinales Arnaldo Edgardín Rodríguez—,
proyectaba películas de contenido religioso y difundía la doctrina cristiana me-
diante la palabra de Dios, mostrando cuánto daño hacen las drogas. Estas fun-
ciones cinematográficas se efectuaban en la calle, frente a las casas donde se
vendía droga, y de esta manera se pudo sensibilizar a la población. Esta labor
se complementaba con charlas cuyo fin era fortalecer la voluntad de los vecinos
de luchar contra este flagelo, una de cuyas consecuencias eran los asaltos de
día y de noche. Eliminado el problema de las drogas, desaparecen también los
robos, y la población comienza a disfrutar del clima de seguridad y a recuperar
sus derechos y libertades.

A la ceremonia de inauguración de la tercera caseta asistieron más de 1.500


personas. Estuvo presidida por el jefe de la Dirtepol, el general Víctor Figueroa,
amigo incondicional que pregonaba públicamente su apoyo a la lucha frontal
contra la microcomercialización de drogas. Era un líder muy respetuoso de su
cargo, que se preocupaba por ir personalmente a las reuniones con los poblado-
res de diversos sectores de La Victoria. Con mucha habilidad, aplicó el progra-
ma en El Golfo, el lugar más peligroso de Chiclayo, operativo para el cual contó
con el apoyo de los jefes de las diferentes subunidades.
Luego de la inauguración de la tercera caseta, se logró erradicar más de 20
centros de microcomercialización de drogas. Mediante la acción directa de los
pobladores, se impedía que los vendedores actuaran, y cuando ellos veían que el
«negocio» no funcionaba, se trasladaban a otros lugares u optaban por lo más
fácil y digno: dedicarse a actividades lícitas.

Otro mal que era necesario combatir era la presencia de discotecas clandestinas
y de mala reputación, donde pululaban proxenetas y otros sujetos al margen de
la ley que con frecuencia se enfrentaban violentamente contra los pandilleros,
ocasionado daños materiales y personales a la población. Una vez que se inició el
movimiento de seguridad vecinal, empezaron a clausurarse las discotecas, sobre
todo las de la cuadra seis de la avenida Los Incas y las de Los Quipus. En algunos
casos, el cierre se debía a la acción legal de la municipalidad; en otros, a la presen- 69
cia de las rondas que organizaba la comunidad. La Policía debía estar presente en

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


ambos casos para garantizar que no se cometieran arbitrariedades ni atropellos
contra los derechos humanos, que por suerte no se produjeron en ningún caso.

El mejor instrumento eran las normas, porque cumpliéndolas en forma estricta


se garantizaba la legalidad de los programas de acción. La fuerza más poderosa
con la que contábamos era el apoyo del pueblo, cuya participación está legali-
zada en la directiva anexa a la Ley 27933,2 en la que se señala que las juntas
vecinales son instancias preventivas, informativas y de proyección social. Era
claro y objetivo que la participación de la comunidad se había legalizado.

La cuarta y última caseta fue instalada en la intersección de las calles Mayta


Cápac y Los Quipus. La comunidad victoriana había entendido que teníamos
que trabajar juntos para restablecer la tan esperada tranquilidad.

El general Víctor Figueroa replicó este modelo, con mucho éxito, en otros luga-
res de Chiclayo. Nosotros apoyábamos su trabajo con nuestras juntas vecinales,
cuyos miembros ya iban a exponer sus experiencias en otros lugares. Recibía-
mos muchas invitaciones para ir a dar charlas a diferentes distritos y provin-
cias. Nos hicimos conocidos en toda la región e incluso fuera de ella.

2 Yépez Dávalos, ob. cit., p. 127.


La juramentación de 450 juntas vecinales

El 11 de setiembre del 2004, nos visitó el doctor Gino Costa Santolalla, quien
en ese momento tenía un programa en CPN Radio. En un recorrido nocturno,
comprobó que se estaba realizando un trabajo similar al de Huacho. Dialogó
largamente con los vecinos, motivándolos a que nos siguieron apoyando.

La ceremonia de la tercera juramentación de 450 juntas vecinales, que se realizó


ese día en el Parque Obrero, fue transmitida en directo a todo el Perú por CPN
Radio. En esa ocasión, escuché algo que no podía creer: el general Figueroa
declaró en una entrevista que con esta experiencia, él había aprendido mucho
sobre seguridad ciudadana. Fue un elogio excesivo para el trabajo policial que
70 estábamos realizando, que si bien era tan novedoso como arduo, solo consistía
en cumplir con nuestro deber profesional.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Por otra parte, el ingeniero Wilmer Rengifo Ruiz, congresista de la República, a


través de su asesor, el administrador Juan Zumaeta Pérez, afirmó que muchas
veces había visitado el comando de la II Dirtepol y observado que no se hacía
nada por combatir la microcomercialización. El señor Zumaeta señaló que, por
ejemplo, entre las calles Lloque Yupanqui y Fraternidad se vendía droga desde
hace muchos años, y que nadie había intentado darle solución al problema.
Por eso, cuando a los vecinos se les presentó la oportunidad de contar con una
caseta en su barrio, apoyaron de inmediato sin medias tintas.

La verdad es que, hoy en día, a cualquier ciudadano que se le pregunte qué es lo


que más quiere para su localidad, suele contestar que antes que la inauguración
de obras, la recolección de basura e incluso la creación de puestos de trabajo,
le preocupa la seguridad vecinal. En buen romance, el principal anhelo de los
pobladores es poder transitar por el espacio público sin temor a ser asaltados ni
atacados por los pandilleros, y que sus hijos crezcan lejos del vicio de las drogas
y del alcohol. Los vecinos de La Victoria no son una excepción: jamás olvidarán
cómo vivían antes y cómo viven ahora.

Cabe resaltar que a muchos policías entendidos en el acercamiento a la comu-


nidad no les convence la idea de que el pueblo participe en la prevención. Yo les
doy la razón, pero les pido que propongan otra alternativa. En el pasado, nos
preocupábamos por acercarnos a los vecinos, pero ahora los hemos descuidado
por realizar otras acciones policiales que, en verdad, son secundarias. Lo básico,
aquello por lo que tanto clama la ciudadanía, es la seguridad.

Estoy convencido de que con una buena preparación y organización, se puede


evitar exponer a los pobladores a riesgos innecesarios o a que se excedan y,
por ejemplo, traten de linchar a los delincuentes. Sobre la base del talento y la
creatividad, se pueden aplicar innovaciones, y obviamente también aprender de
otras experiencias, imitando lo bueno. Organizar a todo un distrito nunca es
una tarea fácil. Para lograrlo, tenemos que unirnos, en primera instancia, con
las autoridades, y luego buscar a quien nos debemos: el pueblo. De esta manera
se pueden aplicar programas de acción seguros y eficientes, en los que nosotros
aportemos con la profunda convicción de que la PNP tiene un carácter eminen- 71
temente social y persigue fines nobles.

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


Los pobladores victorianos iban a otros lugares a enseñar cómo cuidaban sus
calles. Así, visitaron Picsi, Monsefú, Ferreñafe, Leonardo Ortiz y en especial
Diego Ferré, donde el general Víctor Figueroa Romero formaba a las juntas
vecinales con el apoyo de excelentes comisarios. Por ejemplo el de Ferreñafe, el
mayor PNP Carlos Medina Silva, era muy estimado y respetado en la comuni-
dad provincial. Incluso en una ceremonia, un poblador se acercó con un ramo
de flores al estrado oficial y un funcionario municipal se puso de pie para reci-
birlo, pero esta persona pasó de largo y se lo entregó al comisario. No sorprende
tal actitud, pues es resultado del liderazgo de la Policía.3

Para mí es un motivo de satisfacción que los comisarios cumplan su deber pro-


fesional. Considero que no es nada difícil. Me parece que todos los comisarios
tienen la capacidad potencial de hacerlo, pero les falta aplicar los principios de
mando utilizando las estrategias que requiere la realidad social de cada comu-
nidad. Tienen que hacerlo con creatividad, ingenio y talento, que en esta época
tanto se necesitan para recobrar la confianza de la población.

La Victoria adoptó un nuevo perfil basado en la seguridad. La ciudad se ordenó: na-


die libaba licor en las calles, se erradicaron 23 puntos de microcomercialización

3 Villanueva Garay, José Antonio. Doctrina policial. Segunda edición. Lima: Mavisa, 2006, p. 184.
de drogas, se eliminó el pandillaje, los robos a domicilio se redujeron en 99%.
Todo era producto de la acción policial apoyada por la población; así se logró
satisfacer el clamor social de orden y seguridad.

El valioso apoyo del Comité Cívico

La alianza entre la Policía y el pueblo se veía reforzada por el trabajo del Comité
Cívico, que nos apoyaba tanto realizando visitas diarias a diversos sectores de la
demarcación como impulsando obras en la comisaría. En primer lugar, cons-
truyeron una losa deportiva de básquetbol. Luego cambiaron todo el sistema
eléctrico, compraron un enrejado para el frontis, instalaron lunas polarizadas
72 en diferentes oficinas, asfaltaron 250 metros del parqueo vehicular, entre otras
obras necesarias.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

El comité estaba presidido por los mellizos Sergio y Zenón Cabrejos Jara, y
contaba con un conjunto de vicepresidentes: el ingeniero Félix Ipanaqué, don
Segundo Campos, Genaro Centurión, Ángel Camacho Lanza, Carlos Castillo,
entre otros. Ellos estaban convencidos de que un personal policial que había
cambiado su actitud merecía que se lo apoyara. Eran testigos de cómo los efecti-
vos atendían a la comunidad de la manera más cordial y de que nunca volvieron
a participar en los famosos «operativos», que lejos de beneficiar a la población,
servían únicamente para que los malos policías arrebataran sus recursos a los
más pobres, como los mototaxistas y taxistas, quienes ya se habían acostumbra-
do a sufrir una serie de arbitrariedades.

Lo más valioso que hizo el Comité Cívico fue adquirir dos unidades móviles
policiales, de cuyo mantenimiento se encargaron hasta el día en que me fui. En
una oportunidad, los hermanos Cabrejos Jara, don Segundo Campos y Genaro
Centurión donaron 2 mil dólares para comprar la cuarta unidad móvil policial.

Tampoco puedo dejar de mencionar a algunos empresarios que, sorprendidos


por el cambio de actitud de la Policía, comenzaron a acercarse y a apoyar deci-
didamente a la reconstrucción de la comisaría. Cuando ellos nos preguntaban
de qué manera podían apoyar, nosotros les pedíamos que coordinaran con el
Comité Cívico.
El señor Burga, conocido empresario de Chiclayo y dirigente deportivo, donó
más de 100 mil nuevos soles. Otro empresario, que ni siquiera vivía en nuestra
demarcación, fue hasta la comisaría y nos donó una computadora Pentium 3.
De este modo, logramos adquirir una central de radio base, sillas nuevas, 15
puertas nuevas y otros bienes cuya mención sería muy extensa. Nunca dejaré
de sentir gratitud por estos ciudadanos que colaboraron con nuestro trabajo de
manera tan desinteresada, en especial los miembros del Comité Cívico.

Por otra parte, me di cuenta de que el alcalde desconocía el reglamento de las


juntas vecinales. En esas circunstancias, comenté que la manera más sana de
evitar que fueran politizadas era legalizar su constitución y asentarla en los
Registros Públicos de Asociaciones Civiles. Así trabajan hasta la fecha las juntas
vecinales de Huacho, pero en La Victoria hubo otros intereses que impidieron 73
la aplicación de esta medida. Por ello, actualmente quedan pocas juntas vecina-

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


les y es muy fácil saber quién está contento por este resultado.

Yo creo que en todo esto tuvo mucho que ver la ignorancia. Algún día se com-
prenderá que nosotros trabajamos con la mejor intención y la mayor rectitud,
como auténticos policías interesados en cumplir su misión. Trabajamos con
honor, sin hacerle daño a nadie. Claro que nuestra presencia no era del agrado
de los delincuentes ni de muchas otras personas que actuaban al margen de la
ley y eran enemigas de la seguridad y el orden público.

En los lugares en los que he trabajado, no ha faltado un grupo de malintencio-


nados que me acusaban de hacer política. No podían reconocer que, simple-
mente, éramos un grupo de policías. Nuestro partido político es la peruanidad;
nuestra ideología, el patriotismo.

Todo tiene su final

En ese contexto, el general Víctor Figueroa fue cambiado a la IV Dirtepol Ta-


rapoto. Pobladores de diversos lugares del departamento de Lambayeque se
reunieron espontáneamente y salieron a marchar por las principales arterias
de Chiclayo hasta llegar a la Plaza de Armas. Su clamor era que el general se
quedara en Chiclayo, porque había hecho mucho pero faltaba más por hacer.
Por mi parte, yo solamente esperaba que se publicara la orden con las reasigna-
ciones anuales. En el fondo, después de tantos años de trabajar en una comisaría,
me sentía cansado, pues eran condiciones demasiado sacrificadas no solo para
mí, sino sobre todo para mi familia. Sin embargo, lo que más preocupaba era la
posibilidad de que quien me relevara no continuara el trabajo. Temía que llegara
una persona carente de habilidad o que antepusiera sus propios intereses.

Para despedir al general, preparamos una ceremonia a la que solo pudimos invi-
tar a los coordinadores, porque eran tantos que no había más lugar en nuestro
coliseo deportivo. Cuando hice uso de la palabra, como sabía que mi cambio
también estaba cercano, aproveché para despedirme en forma muy sutil. Pero
los vecinos lo notaron y hasta hubo algunos que se pusieron a llorar. Desde el
74 principio, yo les había dicho que me iba a quedar solo un año en La Victoria. La
gran mayoría reconoció lo abnegado del trabajo policial y por eso nos brindó
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

todo su apoyo durante esos 12 meses de fructífera labor.

No sé qué pensar del comisario que me relevó en La Victoria. A la luz de los


hechos, solo puedo señalar que siempre sugerí que la persona que ocupe este
cargo no sea designada al azar, sino seleccionada con cuidado. Pero además,
debe recibir una capacitación previa y firmar un acta de compromiso en la que
renueve su juramento profesional. Y si no lo hace, debe ser separada de la ins-
titución, porque una persona que no quiere o no está preparada para trabajar
causa mucho daño. Recobrar la confianza ciudadana demanda sacrificio, y un
comisario con una actitud adversa destruye todo el avance logrado.

Las actitudes negativas no deben ser disculpadas. Se conocen casos de comisa-


rios que, perdiendo la vergüenza, salen a las calles a realizar «operativos» en los
que cometen una serie de arbitrariedades contra indefensos ciudadanos. ¿Cómo
se puede avanzar así? Los órganos de control deben actuar con mayor firmeza
y sin contemplaciones de ninguna naturaleza.

A pesar de todo esto, tengo la seguridad de que la PNP cuenta con un buen po-
tencial humano. Debemos trabajar con estos policías evitando los vicios, usos
y costumbres que nutren el burocratismo y el administrativismo. Es decir, no
hay que permitir que buenos oficiales se dediquen a ejercer sus labores en uni-
dades administrativas o entidades extrainstitucionales. Necesitamos policías
proactivos, que desplieguen sus esfuerzos en el campo operativo; en nuestra
profesión, la capacidad se prueba en la calle, no detrás de un escritorio. Si al-
gún efectivo se niega a actuar en este campo porque no quiere tener proble-
mas, yo considero que es como si nunca hubiera ingresado a nuestra gloriosa
institución. ¿De qué se puede sentir orgulloso si nunca ha ejercido la práctica
policial? Por lo general, se trata de personas que se rasgan las vestiduras y son
autosuficientes.

Observé que un perverso personaje hacía lo posible para que me sacaran de


Chiclayo, lo que me confirmó que un trabajo realizado con la mejor voluntad
puede generar celos, envidia y lo peor, hasta deseos de venganza. Para evitar
cualquier problema, le solicité al general Víctor Figueroa que me cambiara a
Tarapoto. Él quería que yo continuara con el programa en Leonardo Ortiz, pero 75
se dio cuenta de que, efectivamente, su retiro también significaba que mi ciclo

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


había culminado. Por lo tanto, optó por llevarme a la IV Dirtepol de Tarapoto
para que yo diseñara y ejecutara en esa ciudad el mismo programa de acción
con nuevos actores.

Cuando me fui de Chiclayo, la comisaría de La Victoria quedó en iguales con-


diciones que la de Cruz Blanca, en Huacho. Con eso se demostraba que sí se
podían hacer reformas en cualquier parte del Perú. Con esta experiencia, me di
cuenta de que los problemas son los mismos y que enfretarlos requiere una ac-
titud de firmeza, integridad, entusiasmo, creatividad y talento. Y lo que es más
importante: que los escasos recursos con los que cuenta una comisaría, cuando
son bien manejados, son suficientes para realizar cambios trascendentales.

No quiero cerrar este capítulo sin hacer algunas menciones al personal con el
que trabajé en La Victoria. Me refiero, en especial, a la importante presencia
de cuatro excelentes oficiales: los capitanes PNP Óscar Zea Valverde y Santos
Vega Horna, y los tenientes PNP Pablo Claux Feldemuth y Juan Carlos Paz
Oyola. Al principio, ellos presentaron cierto escepticismo y evidente resistencia,
pero cuando comprendieron los objetivos y constataron que el tiempo nos daba
la razón, actuaron convencidos y lograron la satisfacción del deber cumplido.
Ellos estaban muy orgullos de haber trabajado en un equipo eficiente de la co-
misaría. Sentir que el pueblo respeta a sus policías genera una emoción especial
que estoy seguro de que nunca van a olvidar.
En cuanto al personal subalterno, hubo varios efectivos que mostraron su ca-
pacidad. Como no podemos nombrarlos a todos, mencionaremos a quienes más
destacaron: en primer lugar, Roger Moncada Mendoza, secretario, encargado
de entregar las copias certificadas. Él estaba siempre atento a las actividades de
la comisaría, pendiente de todo lo que hiciera falta. Su ayuda fue muy valiosa
y por ello me sentiré eternamente agradecido. En segundo lugar, está Jorge
Panduro, encargado de la logística y una persona íntegra, en la cual se puede
confiar plenamente. En muchas ocasiones, él nos ayudaba proporcionándonos
papel y copias, y realizando otros servicios que nunca olvidaré.

Los policías sabemos que lo familiar y lo personal siempre debe estar en segun-
do plano, porque lo primordial es la institución que nos cobija. Por eso me inte-
76 resa mencionar el caso del técnico PNP Eusebio Arsenio Díaz Zulueta, familiar
mío. Yo solicité a la superioridad que él se encargara de Tránsito, sección muy
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

delicada. Lo hizo muy bien y por eso me sentí orgulloso de su actuación, no


porque fuera mi pariente sino por su profesionalidad.

El técnico PNP Luis Cumpa fue el alma del sistema de enlace nocturno que se
estableció con el pueblo para realizar las rondas mixtas. El técnico PNP Tomás
Sánchez Pérez, un joven correcto, que demostraba lealtad al trabajo y era todo un
ejemplo en la sociedad victoriana, también aportó mucho. Así mismo, tuve la suer-
te de contar con un policía abogado, don Henry Alarcón, una excelente persona y
un eficiente profesional gracias a cuyo trabajo se resolvieron muchos problemas.

Por otra parte, no puedo silenciar los resultados del área de Participación Ciu-
dadana de la comisaría. Creo que los encargados de esta tarea se equivocaron.
En principio trabajaron bien, pero después abandonaron sus responsabilidades.
Los cambié de colocación. Para alcanzar nuestros objetivos, teníamos que ser
firmes: todas las personas que se resistieron al cambio fueron inmediatamente
relevadas del puesto.

El ingreso del suboficial técnico Jorge Cieza, muy respetado y querido por la comu-
nidad, fue un acierto, aunque deben de haber quedado uno o dos descontentos.

No todos cambian de verdad. Algunos simulan el cambio para permanecer en


el puesto, pero trabajan al ritmo que uno les impone y no porque se sientan
realizados con lo que hacen. Sé quiénes fueron desleales, y curiosamente se
trata de personas que no son muy felices en sus hogares, porque la falta de
valores trasciende el ámbito laboral. Ellos no podían hablar mal porque no
tenían nada que criticar ni menos denunciar; pero estaban acostumbrados a
obtener ingresos de otra manera y nunca aceptaron la idea de que el sueldo
se tuviera que ganar con el sudor de la frente. Si bien es cierto que nuestra
remuneración es insuficiente, eso no nos faculta para cometer inmoralidades
so pretexto de que tenemos que cubrir nuestras necesidades. Por ello, cada vez
que he ingresado a una nueva comisaría siempre he tratado de motivar desde el
inicio a los mejores policías dándoles permisos y entregándoles premios en actos
públicos, con presencia del comando policial, el pueblo y el periodismo.

Lo que me preocupaba era que el pueblo victoriano quedara conforme con la 77


actuación de la Policía en el 2004 y eso se consiguió. Haciendo una evaluación

La comisaría de lA vICTORIA, cHICLAYO


objetiva del trabajo, considero que se alcanzó el cien por cien. Hasta los repre-
sentantes de la Iglesia católica nos felicitaban e incluso practicaban deporte
con nosotros. Me refiero al reverendo padre Eleuterio Fernández, más conocido
como Luter, un excelente párroco, cuya obra pastoral es digna de destacar.

Al final, con el esfuerzo mancomunado, logramos ejercer un control social efi-


caz de la delincuencia; es decir, el pueblo había logrado establecer el clima de
seguridad pública que tanto anhelaba.4

El indicador más importante de la labor desplegada en la comisaría eran los


comentarios que escuchábamos en las calles, bastante elogiosos. Y otra fuente
constante de inspiración para el policía es el culto al deber, que en nuestra
comisaría fue profesado por el personal que trabajaba en las áreas de Tránsito,
Investigaciones, Copias Certificadas y Atención al Público.

Fui trasladado a Tarapoto el 4 de enero. No conocía la selva, y era la primera vez


que me apartaba no solo de mi familia y de mis amigos, sino también práctica-
mente de toda la comunidad victoriana.

4 Villanueva Garay, ob. cit., p. 148.


[3]
Oficina de la Familia
y Participación
Ciudadana de
Tarapoto

2005
1

1 Reunión con rondas campesinas


de San Martín

2 Juramentación de
juntas vecinales

3 Reunión con todos los


coordinadores de
la región San Martín

4 Acción cívica en Tarapoto

4
2 3
La Oficina de la Familia y Participación Ciudadana 83

Oficina de la Familia y Participación Ciudadana de Tarapoto


El 5 de enero del 2005 me incorporé a la IV Dirtepol Tarapoto. Esta fue una ex-
periencia muy diferente de las anteriores. Para empezar, aquí no era comisario,
sino que ocupé los cargos netamente administrativos de secretario y jefe de la
Oficina de la Familia y Participación Ciudadana de la IV Dirtepol. En las Dirtepol
en las que había trabajado anteriormente, observé que esta oficina no producía
los resultados positivos que se esperaban, supuestamente por falta de recursos.

El general Víctor Figueroa Romero era el director territorial de la PNP, juris-


dicción que abarca los departamentos de San Martín y Amazonas. Como él era
un defensor convencido de la doctrina de la seguridad vecinal aplicada en Chi-
clayo, quería replicar ese modelo de gestión en Tarapoto. Por ello, de inmediato
procedió a conducir personalmente los programas de acción.

Al día siguiente de haberse incorporado, estableció contacto con los líderes ve-
cinales, para lo cual, en primer lugar, visitó el pueblo joven Las Palmeras, del
distrito de Morales-Tarapoto, en donde se entrevistó con la señora María Jesús
Tello y otros vecinos. Así sucesivamente, tomó contacto con los líderes de los
asentamientos humanos Mariscal Cáceres, Santa Anita y otros del distrito de
Morales. En todas estas localidades fue ampliamente aceptado por los poblado-
res, quienes consideraban que su presencia era un anuncio de que la situación
de seguridad podía mejorar.
En esta experiencia confirmamos que cuanta más alta es la posición jerárquica
del policía que interviene en un programa de acción, mejores son los resulta-
dos. La presencia del general Víctor Figueroa facilitó el ingreso de la PNP a las
comunidades de los principales puntos de la ciudad de Tarapoto, tales como la
famosa Banda de Shilcayo, paraje ubicado a las orillas del río del mismo nom-
bre y con características similares, en lo que a venta indiscriminada de drogas
se refiere, al Golfo Pérsico de Chiclayo.

En la ciudad de Tarapoto, el principal problema policial era la microcomercia-


lización de pasta básica de cocaína, tema que también preocupaba sobremanera
al alcalde provincial, el señor Armando Gonzales del Águila, empresario muy
reconocido en la región. Tanto esta autoridad como los oficiales superiores,
84 policías y pobladores se quedaban atónitos al ver cómo el general Figueroa, con
micrófono en mano, conminaba a los vendedores de droga a que desistieran de
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

este negocio ilícito, que tanto daño hace a la juventud, y les daba un plazo de 24
horas para que cancelaran definitivamente sus actividades. En caso contrario,
les decía, se vería obligado a aplicar el exitoso programa de acción desarrollado
en Chiclayo, mediante el cual se eliminaron los principales puntos de microco-
mercialización de drogas. El general, siempre acompañado del alcalde y otros
funcionarios, repitió este mensaje por dos días consecutivos.

Por otra parte, se dirigió al pueblo para prometerle que en 45 días erradicaría
esa lacra, que por más de 20 años venía causando serios daños a la ciudadanía.
Los tarapotinos veían cómo, después de tanto tiempo, asomaba la gran esperan-
za de restablecer la tranquilidad y el orden de los que antaño gozaba su ciudad.
Ellos, que sufrían directamente el problema, sabían mejor que nadie que el
consumo de estupefacientes no venía solo, sino acompañado por el incremento
de hechos delincuenciales como asaltos, robos, violaciones y otros.

En la visita del general Figueroa al distrito de la Banda de Shilcayo, se nombró


coordinador general de las juntas vecinales a don Segundo Ayashi Cahuaza, un
reconocido líder social. En este distrito, sobre todo en el asentamiento humano
La Victoria, se presentaban serios problemas causados por los traficantes de
tierras, quienes con métodos coercitivos impedían que el pueblo se organizara
y hasta que conociera sus derechos. Pero gracias a la acción policial inmediata y
decidida del director regional, se llegaron a organizar juntas vecinales en cerca
de 18 asentamientos humanos y asociaciones.
Casi todas las reuniones realizadas en el marco de este trabajo eran presididas
por el general Figueroa, quien con frecuencia me daba la oportunidad de diri-
girme a los pobladores para explicarles los objetivos del trabajo social. Yo ponía
el énfasis en señalar que el éxito del programa de acción dependía, sobre todo,
del grado en el que participara la población. Finalizaba prometiéndoles que en
Tarapoto trabajaría con la misma dedicación y compromiso que en Chiclayo y
Huacho.

Era sorprendente ver cómo con la presencia del general director regional era
más fácil lograr la participación de la comunidad. Y este trabajo lo hacía sin
descuidar las labores propias de su cargo, pues realizaba las visitas solo por las
noches. Por otra parte, en ese distrito también se presentaban problemas socia-
les de otro tipo, tales como el cierre de carreteras, que ya se había convertido en 85
una costumbre. Todo esto cambió con la organización de las juntas vecinales.

Oficina de la Familia y Participación Ciudadana de Tarapoto


Así, en el 2005 no hubo ningún bloqueo de carreteras.

Sin embargo, estos logros en la seguridad y el orden públicos no fueron del


agrado de algunos activistas, quienes durante mucho tiempo, sobre la base de
la prepotencia, habían mantenido coaccionados a los pobladores. Estos malos
líderes cometían muchas arbitrariedades; por ejemplo, se apropiaban de los
terrenos de unos y se los vendían a otros por las buenas o por las malas. Inclu-
so pretendieron convencer a los pobladores de que la organización de juntas
vecinales era de carácter político, e hicieron todo lo posible para que fracasara.
Llegaron al extremo de denunciar al general Figueroa por RPP Noticias acu-
sándolo del «delito» de distribuir un almanaque cuyo mensaje reforzaba la
idea de que sí es posible mejorar el Perú. Todas estas acciones malintenciona-
das solo favorecían a quienes estaban interesados en que la población quedara
desprotegida.

Por otra parte, es preciso reconocer que, en un comienzo, la política del general
Figueroa tampoco les gustó a muchos policías descomprometidos con la po-
blación, a quienes sin embargo no les quedó otra que ir cambiando de actitud
progresivamente. En general, observé que los problemas de las comisarías de
Tarapoto eran similares a los descritos en el caso de Huacho y Chiclayo, donde
anteriormente yo había trabajado: mala atención al vecino, negativa a entregar
de inmediato las copias certificadas, entre otros.
El trabajo con las rondas campesinas

Cuando el general Figueroa visitó a las rondas campesinas de Nuevo Cajamarca


—que llevaban los nombres de Alonso Alvarado Roque, Jepelacio Ramírez y
otras más—, miles de ronderos le dieron un cálido recibimiento: era la primera
vez que una autoridad policial de tan alto rango llegaba hasta ellos. En el diá-
logo que establecía, les manifestaba el objetivo de su acercamiento, recalcando
sobre todo la necesidad de trabajar conjuntamente para alcanzar, con mayor
prontitud y eficiencia, metas concretas tales como el control de la delincuencia.
Yo también tuve la oportunidad de hacer uso de la palabra en muchos de los
sectores visitados. Les caía bien por mi origen cajamarquino y descubrí que la
mayor parte de los líderes procedían de mi tierra natal.
86
A partir de la llegada del general Figueroa, la PNP comenzó a tener un mayor
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

acercamiento a los pobladores. Por disposición expresa de él, tanto los comisa-
rios como el personal policial en general intensificaron las relaciones con los
ronderos y de este modo se fortalecieron los lazos de amistad.

En realidad, esto no era difícil: las rondas querían acercarse a nosotros, pero la
arrogancia, la altanería y la ignorancia de muchos efectivos impedía que esta
intención se concretara. Incluso había colegas que las veían como oponentes por-
que, donde está ausente la PNP, los ronderos asumen sus funciones. Pero esto no
era así: solo faltaba orientar esa voluntad popular, tarea que, en algún momento,
se dificultaba por pequeñeces. Las rondas tenían la capacidad de paralizar Mo-
yabamba sin que nadie pudiera detenerlas, pues contaban con miles de miles de
integrantes. Al ponernos en su contra, estábamos adoptando, pues, una postura
muy equivocada. El factor más importante para que la Policía pueda cumplir su
deber es el acercamiento al pueblo organizado. La razón de ser de nuestra institu-
ción es la seguridad de la ciudadanía: al pueblo nos debemos y a nadie más.

El hecho de que el general Figueroa gozara de una gran acogida en todos los
lugares que visitaba motivó los celos de diversas personas, que carecían de su
carisma. Lamentablemente, la acción negativa de ellas fue un factor determi-
nante para propiciar el cambio del director regional. Él lo presentía, y me co-
mentó que tal vez permanecería en su cargo únicamente hasta el 1 de mayo
del 2005, fecha en la que, efectivamente, fue trasladado a otro puesto. Este
tipo de hechos son característicos de nuestra idiosincrasia: las acciones buenas
y eficientes generan envidia, celos y animadversión. A pesar de que yo había
sufrido también estos problemas, me parecía increíble constatar el tremendo
daño que este traslado le iba a ocasionar al pueblo de Tarapoto. Al comienzo, la
población no entendía lo que pasaba, y cuando posteriormente lo advirtió, ya
era demasiado tarde.

La juramentación de las juntas vecinales

Hasta entonces, en solo un mes, se habían organizado aproximadamente 250


juntas vecinales, lo que significaba un aproximado de 12 mil personas actuando
en pro de la seguridad ciudadana, y eso sin contar a nuestro importante aliado, 87
las rondas campesinas.

Oficina de la Familia y Participación Ciudadana de Tarapoto


Era necesario organizar la ceremonia de juramentación, y como legalmente
esta tarea la correspondía a la municipalidad provincial, esta se encargó de
convocarla. Así, los funcionarios ediles se encargaron de trasladar, desde sus
diversos lugares de procedencia, tanto a las juntas vecinales como a las rondas
campesinas que querían estar presentes.

Sin embargo, algunos directores se equivocaron, pues intentaron darle una


orientación política al acto. No se permitió que lo hicieran, pues una norma
básica es que la organización vecinal jamás debe politizarse. Así por ejemplo,
algunos dirigentes querían que las juntas vecinales se concentraran en su local
partidario y de ahí marchar hacia la Plaza de Armas. Obviamente, tal propuesta
no fue aceptada, porque era claro su trasfondo. Para garantizar su sostenibili-
dad, las juntas vecinales deben tener solo una orientación social.

Por este motivo, se decidió que la siguiente juramentación la organizaría única


y exclusivamente la Policía, para mantener el principio de no politizar las ac-
ciones sociales.

El 11 de febrero del 2005, en la Plaza de Armas de Tarapoto, juramentaron


250 juntas vecinales. La ceremonia estuvo presidida por el alcalde de la pro-
vincia, don Armando Gonzales del Águila, quien estuvo acompañado por otras
autoridades. La concurrencia fue masiva: acudieron miles de ronderos y repre-
sentantes de las juntas vecinales. Nuevamente, esta respuesta entusiasta de la
población hizo que surgieran los celos de algunas autoridades políticas, quienes
no podían creer la gran aceptación y credibilidad que comenzaba a tener la
Policía tan poco tiempo después de haberse iniciado el Programa de Acción de
las Juntas Vecinales.

La señora Carmen Licetti Carlos, coordinadora general de las juntas vecina-


les de Hualmay, en Huacho, asistió a esta ceremonia. También lo hicieron los
representantes de las juntas vecinales de La Victoria (Chiclayo), Ferreñafe, El
Porvenir y muchas más, que con su presencia realzaron la fiesta cívica. Defini-
tivamente, fue un día muy singular para la comunidad tarapotina.
88
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Un equipo humano inmejorable

En la Oficina de Familia y Participación Ciudadana encontré a un equipo de po-


licías como en ningún otro de los lugares donde había estado anteriormente, co-
menzando por el brigadier PNP Segundo Celestino Briones Vásquez. Este colega
tenía muchos años de experiencia en el trabajo social pero sin embargo, hasta ese
momento, su labor había pasado casi desapercibida porque le faltaba la conduc-
ción de un oficial. Es justo resaltar que al poco tiempo de conocerlo, me di cuenta
de que por primera vez en mis 21 años de servicios tenía la suerte de trabajar con
un verdadero policía profesional y un hombre de gran calidad humana: sincero,
leal, diligente, perseverante, entusiasta… es decir, un señor a carta cabal.

Aprendí mucho de su experiencia, pues tenía 20 años ejerciendo el trabajo so-


cial. Era el creador de los programas de acción en la IV Dirtepol, así como de los
programas Colibrí, Club de Menores, Policía Escolar, Patrulla Juvenil y, ahora,
de las juntas vecinales.

Nos pusimos en sus manos y él se convirtió en nuestro guía, al mostrarnos rápi-


damente los diversos sectores de la demarcación cuyos vecinos estaban deseo-
sos de organizarse. Me brindó su amistad y su disposición para trabajar juntos,
lo que para mí fue una excelente oportunidad, pues estaba muy interesado en
aprender de él.
Los comisarios suelen restarle importancia al trabajo social, pero estoy con-
vencido de que así como en la comunidad surgen los problemas, ahí mismo se
encuentran las soluciones. Otro motivo de satisfacción fue que, poco a poco, se
nos fueron acercando varios policías solicitando su cambio a nuestra sección,
cuando en el pasado nadie había querido prestar sus servicios en esta. Trabajá-
bamos sin descanso, desde las 20 horas hasta las 3 de la madrugada, todos los
días, incluidos sábados y domingos, pues este era el único horario en el que se
podía encontrar a toda la población.

Posteriormente, nos llegó la disposición de efectuar rondas combinadas entre la


Policía y las rondas campesinas en la carretera Fernando Belaunde Terry, más
conocida como la Marginal, especialmente en el tramo Moyabamba-Tarapoto.
En el pasado, en este lugar se habían cometido continuos asaltos a los ómnibus 89
de transporte público y vehículos particulares. En el caserío de Pacayzapa se

Oficina de la Familia y Participación Ciudadana de Tarapoto


había arraigado un grupo de elementos delictivos a los que era necesario neu-
tralizar. Los ronderos de Ramírez estuvieron muy satisfechos por los resultados
de este trabajo en bien de la ciudadanía.

Un curioso intento de secuestro

El 1 de mayo del 2005 fue un día muy triste para muchos policías de la IV
Dirtepol, pues las expectativas de cambio que tanto anhelaban la Policía y la
población se vieron truncadas. Ese día llegó la orden de la superioridad de que
el general Figueroa dejara Tarapoto porque esto era «conveniente para el ser-
vicio». Sin embargo, otra era la verdad que se ocultaba detrás de esa frase. En
el fondo, hay fuerzas interesadas en evitar que los pueblos despierten y se orga-
nicen, porque al tomar conciencia de su realidad, asumirían gradualmente el
control y la fiscalización de todas las acciones públicas y de este modo, las malas
autoridades irían perdiendo poder. Los cambios, pues, no eran convenientes
para muchas personas, entre quienes también había policías.

Pasadas 24 horas del cambio del director regional, nos enteramos de que, en
protesta por este hecho, las rondas iban a cerrar la Marginal. El pueblo de Tarapoto
estaba dispuesto a paralizar la ciudad exigiendo que el comando repusiera al
general Figueroa. Pero era tarde: don Víctor Figueroa ya se había marchado.
Aunque resulte difícil de creer, los pobladores intentaron secuestrarlo para impe-
dir que se fuera. Felizmente, por el bien de la disciplina institucional, esto no suce-
dió. No me imagino qué consecuencias habría tenido su secuestro. Los ronderos lo
estimaban muchísimo y era de verdad muy querido por la población de Tarapoto.

En la PNP, los cambios de esta naturaleza se efectúan de inmediato. Quien lo


relevó en el cargo fue el coronel PNP Daymon Rosado Linares, un oficial con
bastante experiencia. En el 2003 había servido ya en Tarapoto como inspector.
Ni bien asumió sus funciones, se dispuso a trabajar.

Francamente, yo pensé que hasta ahí nomás llegaba mi permanencia en esa co-
misaría. En muchas ocasiones, suele suceder que los jefes llegan con su propio
90 personal. Pero el puesto que yo ocupaba no era muy solicitado, tanto por lo de-
licado del tema como por el tiempo que demanda realizar esta labor si verdade-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

ramente se quieren obtener resultados. De todas maneras, estaba preocupado,


no por el puesto, sino porque pensaba que el programa se iba a suspender. Pero
lo que sucedió contradijo mis temores: el coronel Rosado le solicitó al general
Figueroa que me quedara y continuara el trabajo que este último había inicia-
do. Mi nuevo superior era muy consciente de que acercarse a la población no
era labor de un día, sino fruto de un esfuerzo sostenido.

Una pequeña parte del personal, que no se sentía comprometida con el trabajo,
tenía la esperanza de que el nuevo jefe de la IV Dirtepol decidiera volver a la
inercia de siempre, pero para mala suerte de ellos, no fue así. Por el contrario,
el proceso de cambio se profundizó y continuamos organizando a diversos pue-
blos de la Amazonía. Teníamos que reponernos de todo lo sucedido.

«Ricos, no sean llorones»

En julio, sucedió un hecho trágico. Como consecuencia de un asalto cometido


por delincuentes en el sector de Maromillo, murió una obstetriz en la carretera
Marginal, entre Moyabamba y Tarapoto. Este fue un motivo para atacar a la
Policía. Las más duras críticas provenían de la Cámara de Comercio, de em-
presarios no afiliados y de diversas autoridades que parecían desconocer que la
seguridad vecinal es un compromiso de todos.
Lo más penoso fue cuando los profesores de diversos colegios organizaron a sus
alumnos para que fueran a gritar lemas contra la Policía frente al local de la IV
Dirtepol. Era muy preocupante y lastimoso constatar el bajo nivel profesional
de los docentes, quienes en lugar de concentrarse en enseñar, se dedicaron a
marchar por las calles despotricando contra la institución. Como quiera que no
podíamos quedarnos callados sino explicar a la ciudadanía cómo eran las cosas, le
solicité al teniente PNP Sofonías Peñaherrera Saldaña, quien era además un reco-
nocido empresario, que citara a todos los sectores, sobre todo a las personas que
estaban haciendo las críticas, a fin de darles una charla sobre seguridad vecinal.

Esta reunión se realizó y, cuando me tocó exponer, traté de convencer a los


participantes de la necesidad de que, en lugar de criticar, se comprometieran ac-
tivamente en los programas de seguridad vecinal. Todos tuvieron que reconocer 91
—aunque muchos a regañadientes— que lo cierto era que la Policía de Tarapo-

Oficina de la Familia y Participación Ciudadana de Tarapoto


to estaba trabajando como ningún otro año. Los resultados eran palpables: los
pueblos marginales ya estaban organizados, pero faltaba la clase media. Para re-
forzar mi propuesta, decidí predicar con el ejemplo, y les propuse que llamaran
a Huacho y a Chiclayo, lugares en los que habíamos llevado adelante el Plan de
Acción de Seguridad Vecinal, a fin de comprobar directamente los resultados.

Felizmente, los periodistas que asistieron a la reunión nos tomaron la palabra


y se comunicaron por teléfono con ambas localidades. Cuando hablaron con
los responsables de las juntas vecinales de Huacho y Chiclayo, se quedaron sor-
prendidos al conocer los buenos resultados, y a través de los diversos medios de
comunicación regionales, difundieron las experiencias, subrayando el éxito que
habían alcanzado. Esto nos ayudó bastante a convencer a los sectores reacios de
que la Policía tenía la mejor disposición para trabajar mancomunadamente.

Así, se formuló un Plan de Emergencia de Seguridad Vecinal. Con autorización


del jefe de la IV Dirtepol, propusimos que personal de la municipalidad partici-
para en el Servicio de Emergencia del 105.

La mayor parte de los lineamientos del plan fueron aceptados. Aunque la mu-
nicipalidad nunca participó en el servicio del 105, el ofrecimiento se mantu-
vo. Por otra parte, algunas personas reacias al cambio no se mostraron muy
conformes con estas propuestas. Pero nosotros estábamos convencidos de que
era necesario contar con un plan para que, de una vez por todas, la población
recuperara la confianza en su Policía.

En el desfile de Fiestas Patrias, los vecinos de diversos asentamientos humanos


fueron portando cientos de pancartas en las cuales se leían lemas como «Ricos,
organícense, no sean llorones» y «Los pobres estamos con la Policía y vivimos
felices». En esa oportunidad desfilaron unas 500 juntas vecinales.

El efecto que causaron las pancartas fue inmediato. Los dirigentes de las urbani-
zaciones nos buscaban para que los ayudemos a organizarse. Hubo muchos casos
de delincuentes, fumones y otras personas que estaban al margen de la ley que se
les acercaban pidiéndoles una oportunidad para reinsertarse en la sociedad.
92
Con el personal que laboraba en la Oficina de Participación Ciudadana —sobre
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

todo con el alférez PNP Deimer Barturén y los suboficiales Segundo Briones,
Jhony Contreras, Jorge Luis Anco y Jesús Astete— visitábamos diversas pro-
vincias y distritos para dictar charlas a los pobladores y a los alcaldes, motiván-
dolos a instalar sus comités de seguridad vecinal. De esta manera, tuvimos la
satisfacción de estar presentes en muchas juramentaciones de juntas vecinales,
visitas en las que con frecuencia nos acompañaba el coronel Rosado.

Llegó el 6 de diciembre del 2005, Día de la Policía Nacional del Perú, que como
es comprensible, es una fecha muy especial para nosotros. Los integrantes de
Participación Ciudadana teníamos un compromiso serio con nuestro comando,
pues estaba programado el desfile de 700 juntas vecinales, además de los ron-
deros. Felizmente, todo salió bien. El desfile duró más de dos horas. Era una
satisfacción inmensa ver cómo un número tan grande de pobladores habían pre-
parado diversas presentaciones en homenaje a una institución que sentían como
suya. En todo ello, resaltó la labor de los coordinadores de las juntas vecinales.

Se aplicó un nuevo procedimiento de patrullaje. Primero, se realizó la sectori-


zación y, sobre esa base, diversas subunidades enviaban a los patrulleros. Los
horarios en que los vehículos policiales patrullaban la zona eran rigurosamente
controlados por los coordinadores de las juntas vecinales, quienes utilizaban
para ese fin los cuadernos expedidos por la comisaría. Como había sucedido
en otros lugares, al comienzo el personal policial puso cierta resistencia a ser
monitoreado por la propia población, pero poco a poco se acostumbró. Por
cierto, en la medida en que la relación entre la Policía y la vecindad se iba
armonizando, ya no era necesario llevar un control tan rígido, y las juntas
vecinales solo informaban cuando se producían novedades.

El número de acciones cívicas organizadas por la Oficina de Familia y Par-


ticipación Ciudadana se fue incrementando. Con frecuencia, nos llegaban las
felicitaciones de diversas autoridades. En la medida en que se trataba más de un
trabajo de hormiga que de acciones espectaculares, la prensa no difundía cons-
tantemente nuestros logros. Pero para entonces, la población ya nos estimaba
y no necesitábamos propaganda.

93
Los frutos del esfuerzo

Oficina de la Familia y Participación Ciudadana de Tarapoto


Uno de los hitos más importantes de mi carrera profesional se produjo el 20 de
noviembre del 2005, día en que me enteré de que había ingresado a la Escuela
Superior de Policía, gracias al esfuerzo de mi hija Juliana —que entonces tenía
apenas 14 años— y de mi hermana Juana, quienes hicieron todo lo posible por
ayudarme a lograr este objetivo. Ingresé en el puesto 19 de 172 concursantes.
Consigno este hecho personal porque quiero que quede claro que la única ma-
nera de aspirar a ascender en la carrera policial es a través de la especialización.
Para ser sincero, debo señalar que en esos cuatro largos años en los que me de-
diqué íntegramente al trabajo social y a formular estrategias para contrarrestar
la acción de la delincuencia, lo hice solo sobre la base de la creatividad.

De este modo, comprobé que sí es posible vencer las dificultades que se nos pre-
sentan a los policías. No me quejo de que la ley sea excesivamente benevolente,
que por cierto lo es. Tampoco de que ganamos muy poco, dato que también
refleja la realidad. Y menos enfatizo en la falta de apoyo logístico. Nadie puede
dudar del efecto desmoralizador que tienen todas estas limitaciones y de cómo
entorpecen el trabajo policial. Sin embargo, contra viento y marea teníamos
que hacer algo y se hizo. Todas las carencias se suplen con una mayor cuota de
sacrificio personal y familiar. El personal policial es, sin lugar a dudas, lo su-
ficientemente abnegado, perseverante, diligente y valeroso como para superar
estos problemas y cumplir su deber.
Tal vez con estos avances y muchos más no se alcance a cubrir totalmente las
expectativas, pero lo concreto es que ya se avanzó. Jamás he buscado algún bene-
ficio personal. Todo lo contrario: realizar este trabajo ha implicado aceptar una
serie de sacrificios no solo para mí sino también para mi familia. La mayoría de
veces que he escuchado críticas de policías, me ha resultado claro que han esta-
do motivadas por el egoísmo o la envidia; o más grave aún, porque el programa
de acción era contrario a sus intereses personales. Sin embargo, sé que tampoco
debo quejarme de esto, porque siempre es preferible buscar soluciones.

Una preocupación que siempre tuve es que, con frecuencia, se elige como comi-
sarios a policías que no están verdaderamente interesados en darles continuidad a
estos programas de acción. Por el contrario, no les interesa hacerlo porque nunca
94 fueron preparados para asumir la delicada responsabilidad de trabajar con un
pueblo organizado. No quiero herir susceptibilidades, pero es necesario que, de
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

una vez por todas, se superen estas deficiencias y se nombre a los comisarios so-
bre la base de una selección previa en la que se tomen en cuenta tanto los aspec-
tos profesionales como éticos. En parte así se hizo ese año en Tarapoto, y de esta
manera se lograron objetivos muy importantes. Era necesario continuar con el
esfuerzo y establecer con claridad el papel social que le corresponde a la Policía.

Fue inevitable que llegara el día más triste de mi estadía en esa localidad: el
de la despedida. Antes de irme, participé en una reunión con todos los coordi-
nadores. Los coordinadores generales eran tres: por el distrito de Morales, la
señora María Isabel Estacio Rodríguez; por el distrito de Tarapoto, el periodista
Carlos Ríos Arce; y finalmente, por el distrito de la Banda de Shilcayo, el señor
Segundo Asashi Cahuaza. Por supuesto, por este último distrito también estu-
vo presente la señora María Dávila Tanante, subcoordinadora general y amiga
personal a quien nunca olvidaré. Estoy seguro de que ella llegará a ser una gran
lideresa en Tarapoto.

A pesar de la pena que me causaba esta despedida, me reconfortaba saber que


estaba dejando a un grupo muy cohesionado, aunque me preocupaba que se
produjeran intentos de desarticularlo. Para suerte mía, de los pobladores y de la
Policía, el nuevo director de la IV Dirtepol continúa con el programa. Mientras
esta actitud se mantenga, vamos a tener al pueblo de nuestro lado.
[4]
Estrategias
para
el éxito
1. La gestión de la comisaría 97

Estrategias para el éxito


Las estrategias para la gestión exitosa en una comisaría son varias. Algunas ya
han sido descritas en los capítulos precedentes, pero en este capítulo ofrecemos
mayor detalle sobre estas. Así mismo, enfatizamos que algunas son más impor-
tantes que otras; por ejemplo, lograr el cambio de actitud del personal policial
y de la población residente en la demarcación es fundamental. Además, para
conseguir un servicio de calidad lo primero es aplicar el quinto principio del
don de mando, «Dé el ejemplo». En términos policiales, «Ojo al guía»: todos
deben hacer lo que hace el comisario. En consecuencia, la transformación se
inicia por el cambio de actitud del propio comisario.

A continuación, señalaremos algunas estrategias para efectuar una gestión exi-


tosa en las comisarías.

a) El cambio de actitud del comisario

El primero en dar el ejemplo debe ser el comisario. Él debe ser un líder. El


problema es que nos «olvidamos» de las buenas acciones. Nos dejamos influen-
ciar por los defectos de algunos malos policías. Así, se recurre a una serie de
mañas. Los defectos saltan a la vista y algunos llegan al descaro de transgredir
las reglas, quebrar las normas morales y contrariar los principios de la ética
profesional. Por ejemplo, preguntan: «¿Cuántas unidades móviles hay?». Esto
revela su intención de utilizarlas para su beneficio personal.
Si queremos recuperar el prestigio de la institución policial, rescatar el ascen-
diente que esta tuvo antes en la comunidad, restablecer el principio de autori-
dad y anteponer la primacía de las fuerzas morales, lo primero es ser ejemplo
de ética, aunque esto pueda sonar lírico y utópico.

Esto debe hacerse con verdadera motivación. Hay que recordar los primeros
principios del mando: «Conozca su función» y «Conózcase a sí mismo y vele
por su constante superación». No debemos hacerlo motivados por las críticas
de la comunidad, por más importante que esto parezca; tampoco debemos ha-
cerlo por temor a la responsabilidad, porque así no somos auténticos. Debemos
proceder al cambio por convicción totalmente autónoma.

98 Con relación al servicio de calidad al usuario, vamos a narrar algunos casos


prácticos, que constituyen simples pero valiosos ejemplos para quienes quie-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

ran asumir positivamente uno de los principales cargos en la PNP, el cargo de


comisario. Por supuesto, no toda experiencia en un lugar resultará efectiva en
otro; necesariamente, la función de la Policía es de tal naturaleza que requiere
una adaptación a la realidad social. Por esta razón, se debe aplicar el sentido
común, además del criterio, para dirigir los actos hacia una gestión exitosa. Es
importante poner énfasis en los siguientes aspectos:

• Es necesario ser íntegro. Ser íntegro es ser honesto, recto, diligente y efi-
ciente; esta es la base de toda gestión.
Es cierto que el presupuesto del Estado es insuficiente y nos priva de man-
tenimiento para las unidades móviles y sobre todo para refaccionar el lo-
cal policial y cubrir otras necesidades. Prácticamente, esto nos induce a
«pedir colaboración» y a una serie de irregularidades, pero reflexionemos
un momento: el hombre ha luchado para conquistar sus libertades y dere-
chos, pero ha terminado siendo un esclavo del dinero. Casi la totalidad de
sus actos están en función del dinero. Vivimos en una sociedad monetari-
zada: el dinero mueve al mundo, sin dinero no se hace nada. En muchos
casos, la Policía no puede sustraerse de esta realidad, aunque prevalezca
el principio de gratuidad de la función policial, la vocación de servicio y la
renuncia constante, que nos priva de mejores niveles de vida.
Pero no olvidemos que, por otra parte, el factor económico genera la
competitividad, y que las empresas o instituciones de bienes y servicios
que demuestren mayor eficiencia van a sobrevivir y reemplazar a las defi-
cientes. El serenazgo «municipalizado» es una entidad precursora en esta
tendencia moderna. Así, para eliminar definitivamente el pretexto de las
carencias logísticas, debemos dar el mejor uso a los escasos recursos que
administramos.

• Así mismo, ya no es tiempo de criticar a quienes cumplen sus funciones


con seguridad y eficiencia. Hay muchos que todo lo saben, pero nunca han
hecho nada, solamente hablan y critican. Por ejemplo, he tenido colegas
que dicen: «En provincia es fácil; a ver que lo hagan en Lima». Algunos
policías tradicionales son de mentalidad negativa. Por eso, lo mejor es no
hacer caso a estos comentarios.
Mas para quienes insisten, con respeto les menciono mis experiencias de 99
oficial. La mayor parte de mi tiempo de servicio la he pasado en estaciones

Estrategias para el éxito


y comisarías. Ocupé el cargo de jefe de investigaciones en las comisarías
de Playa Rímac, San Miguel y La Perla. Fui jefe del Terminal Marítimo del
Callao. Luego, ocupé un cargo importante como jefe del Departamento de
Control de Tránsito del Callao, etcétera.
Creo que es tiempo de reflexionar y adoptar una actitud positiva, pues
muchas veces se observa cómo a quien trabaja con dedicación y esmero,
cumpliendo su deber, tratan de hacerle daño porque es considerado «un
peligro para el sistema». Incluso algunos llegan al extremo de amenazar
con el cambio de colocación y mandar a quien hace bien su labor a la
«congeladora». Este y otros defectos deben proscribirse.
Debemos comenzar a trabajar todos para optimizar la acción policial. Pero
esta gran empresa requiere hacer cambios radicales; en términos drásticos,
hacer una «limpieza total» en la institución policial, tal como hizo la Policía
colombiana en 1994. Los policías de ese país no permitieron a los políticos,
militares ni civiles efectuar la reorganización, sino que ellos mismos la hi-
cieron, y ahora tienen la condición de ser una de las mejores instituciones
del orden del continente. Este es un ejemplo digno de imitar y superar.

• ¿Cómo solucionar estos problemas? A continuación, propongo una serie


de pasos:
- Elaborar el Plan Operativo de Seguridad Vecinal. Para esto, se tiene que
conocer la demarcación y efectuar de inmediato un diagnóstico.
- Exponer el mencionado plan ante las autoridades locales, los empresa-
rios y las personas notables.
- Organizar el Comité Cívico de Apoyo a la Comisaría. Si los vecinos
perciben un cambio positivo, generalmente la respuesta es inmediata:
«¡Debemos apoyar a la Policía!». Tanto en Lima como en provincias,
la comunidad se da cuenta y reconoce las intenciones del comisario:
cuando es negativo, lo ayudan solo con el interés de utilizarlo después;
cuando es positivo y bien intencionado, se procede a la solución progre-
siva de los problemas.
- Por ejemplo, para el mantenimiento de las unidades móviles, es mejor
que el comité mismo asuma esta tarea sin participación directa de los
policías.
100 - Es verdad que la norma señala lo contrario, pero tampoco se debe caer
en el legalismo ni en el perfeccionismo. Tenemos un serio problema:
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

los vehículos policiales están paralizados y la sociedad nos pide auxilio:


debemos hacer algo. Es necesario adoptar una alternativa de solución al
problema. No olvidar que cuando se debe actuar y no se actúa, se incu-
rre en una negligencia que constituye también una transgresión de las
normas disciplinarias; aunque sea inaceptable, es así. Estando en esta
disyuntiva, es preferible actuar.

• Hay que dar un servicio personalizado. Esto quiere decir atender las de-
mandas sociales directamente y, según el caso, personalmente. El cambio
comienza cuando se advierte que, para marchar bien, una comisaría ya no
requiere la presencia del comisario en la oficina. Centralizar el poder pasó
a la historia; si queremos estar de acuerdo con la situación y con la moder-
nidad, tenemos que despojarnos de prejuicios que no conducen a nada y
aprender a utilizar las herramientas de la administración: empowerment,
mentoring, coaching y otras.
No está de más poner énfasis en los requisitos de índole moral que debe tener
un comisario, enumerando las principales virtudes:1 honestidad, persuasión,
rectitud, superación, firmeza, perseverancia, entusiasmo y firmeza.

1 Villanueva Garay, José Antonio. Doctrina policial. Segunda edición. Lima: Mavisa, 2006, p. 129.
b) El cambio de actitud del personal

Una vez que ya estamos seguros del trabajo que vamos a emprender, nos pre-
sentamos al personal policial y le damos a conocer la política de comando. En
primera instancia, ellos no lo van a creer. Van a pensar que se trata de anuncios
que se aplicarán solo al inicio —como dice el dicho, «Escobita nueva barre
bien»—, pero con una actitud firme y decidida, poco a poco se irán comprome-
tiendo en el manejo de los escasos recursos e inclusive en la fiscalización, más
aún si el comisario es honesto.

Por supuesto, el cambio de actitud del personal tiene su proceso; no es inmedia-


to. Esto se refleja en gestos cotidianos. En algunas gestiones anteriores de mi
comisaría, el personal se persignaba al ingresar a la comisaría; ahora lo hacen 101
cuando salen al servicio, como los buenos policías del ayer. Ojalá que estas pá-

Estrategias para el éxito


ginas no hieran la susceptibilidad de algunos y que más bien sean sensibles a la
autocrítica, porque el único objetivo al escribirlas es defender a la PNP, fortale-
cerla y convertirla en la institución nacional que goce de mayor credibilidad.

En Huacho nos demoramos tres semanas para lograr el cambio de actitud. Hay
personal que pide su traslado cuando no se adapta al nuevo modelo de adminis-
tración policial. Es el caso de los policías habituados a recibir dádivas por entre-
gar copias certificadas, a pedir dinero para «gasolina», «papel», «gaseosa para la
sed» y otras formas conocidas por los usuarios. Todos estos cambios originan
resistencia en unos cuantos, pero la mayoría quiere trabajar con transparencia.
Hay muchos policías honestos que se sienten muy contentos con el paso hacia un
nuevo modelo y reviven su esperanza de estar al mando de un auténtico líder.

Un policía en Huacho me dijo que, con los cambios implementados, por fin se
había hecho realidad su sueño, que ahora sí podría retirarse feliz de la institu-
ción. En Chiclayo, la resistencia fue más fuerte: superarla tomó cinco semanas.
Pero todos los esfuerzos son recompensados, pues es posible lograr un servicio
de calidad que permita contar con la valiosa ayuda de la comunidad para que la
gestión sea un éxito.
c) Brindar un servicio de calidad

Una vez que el personal reconoce lo valioso del cambio, el tercer paso que se
debe dar consiste en mejorar la calidad del servicio. Nunca se debe volver al
pasado, los modelos tradicionales no deben repetirse jamás.

El ciudadano demanda resolver su problema, no le interesa nada más. Todos los


pobladores piensan que, al haber pagado sus impuestos, tienen derecho de ser
atendidos sin necesidad de pago alguno. En eso reside el principio de gratuidad
de la Policía. Por lo tanto, hay un doble compromiso, que consiste en servir bien
a los ciudadanos y lograr que ellos tengan la confianza de estar tratando con pro-
fesionales que superan las carencias logísticas con mayores cuotas de sacrificio.
102
Para dar un servicio de calidad, se deben tomar en cuenta las siguientes pautas:
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

• Ser atentos. Hay que enseñarle al personal policial a ser amable desde la
puerta de ingreso. El policía debe saludar al ciudadano y de inmediato
orientarlo, especificándole en qué sección van a atenderlo, pero con fran-
queza y sinceridad, sin hipocresías y sin pensar en la ventaja personal.

• Darle al ciudadano atención personalizada, comprometiéndose con su


problema. Incluso si se trata de una investigación por falta o delito contra
el patrimonio, hay que mantener con el usuario del servicio una comuni-
cación fluida, dándole cuenta por escrito del estado en que se encuentra
su caso. Este sencillo acto causa un impacto muy positivo.

• Responder inmediatamente a los llamados de auxilio, sin ninguna excusa


ni resistencia.

• De ser posible, tener una línea telefónica a disposición de los vecinos, para
que ellos puedan hablar directamente con el comisario. Esto agiliza las
comunicaciones, que constituyen un factor valioso de acercamiento, y for-
talece aún más la confianza del ciudadano en su institución policial.

• Evitar las redadas indiscriminadas. Si se organizan operativos fantasma,


hay que impedir que se cometan arbitrariedades contra los taxistas y
mototaxistas. El comisario debe participar personalmente en estos ope-
rativos, a fin de dar credibilidad a la acción.

d) La labor policial profesional paralela a los cambios de actitud

A continuación, señalamos algunas estrategias para mejorar la labor policial:

• Antes de conformar juntas vecinales, debemos conocer bien la demarcación


y hacer un diagnóstico, identificando plenamente los lugares críticos y de
mayor índice delincuencial, así como las zonas de microcomercialización
de drogas y aquellas en las que operan las pandillas. En general, es preciso
efectuar un diagnóstico pormenorizado, a fin de proceder a formular el plan
operativo local. En el anexo, a modo de ejemplo, señalaremos cómo se ela- 103
boró este plan en la comisaría de La Victoria-Chiclayo con mucho éxito.

Estrategias para el éxito


• Si bien la planificación es importante, hay demandas que requieren la ac-
ción inmediata; por ejemplo, es necesario capturar cuanto antes a los de-
lincuentes que asaltan y roban en la demarcación. Si la Policía no es capaz
de retomar el control social, no está respondiendo al clamor de orden y
seguridad de los ciudadanos.
Un ejemplo aclara cómo conducir correctamente una acción policial. En La
Victoria, Chiclayo, operaba el delincuente conocido como Koyac, en cuyo
prontuario figuraba que había cometido más de 50 asaltos a mano armada.
A pesar de que se le habían formulado más de 10 atestados policiales, ni la
fiscalía provincial ni el juez instructor dictaban la requisitoria para poder
actuar de acuerdo con la ley. Tenemos la impresión de que, salvo honrosas
excepciones, estas autoridades poco ayudan a la eficacia del servicio poli-
cial; por el contrario, nos prejuzgan llamándonos abusivos, arbitrarios y
transgresores de los derechos humanos. En algunos casos, nos ven como a
enemigos o bien como si la fuerza pública estuviera a su mando. En pocas
palabras, hoy el delincuente tiene más garantías que un policía.
Cuando el pueblo reconoce la actitud positiva de un policía, responde de
inmediato. Así por ejemplo, en La Victoria recabamos información sobre
Koyac sobre la base de los datos proporcionados por los propios vecinos.
Una vez acopiada y analizada esta información, logramos capturarlo gracias
a la destacada actuación del capitán PNP Óscar Zea Valverde, un destacado
oficial cuyo nombre puedo nombrar con satisfacción. Al comienzo, él
cuestionaba el Plan de Seguridad Vecinal, pero en vez de considerarlo un
opositor, inmediatamente lo buscamos para dialogar y convencerlo de que
había que seguir para adelante, pues no podíamos retroceder. A este oficial
le auguro éxito en su carrera porque constituye todo un ejemplo policial.
En Huacho solamente hubo críticos, pero en realidad es bueno que nos
critiquen, porque así mejoramos.

e) El cambio de actitud de la comunidad

Es muy delicado abordar este tema. Aparentemente, la seguridad vecinal es


un tema exclusivamente policial, pero no es así: el problema es de todos, y en
104 especial, de la comunidad. En las reuniones programadas con los pobladores,
hay que darles a conocer el cambio de actitud del personal policial y las estrate-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

gias delineadas por la Policía, entre las cuales destaca la atención preferente al
usuario. De este modo, la Policía da el primer paso y queda claro que le toca el
turno a la población. Para los ciudadanos que no pueden concurrir a escuchar
las charlas del comisario, se preparan volantes en los que se difunde lo que se
está haciendo por el bien de la comunidad.

Debemos saber sensibilizar a los pobladores en torno a la seguridad vecinal.


Cuando el ciudadano advierte que la Policía está cambiando de actitud y obser-
va que tiene voluntad de trabajar a favor suyo, apoya en todo lo que está a su
alcance, más aún si se le hace ver que los implicados en drogas, pandillas y de-
lincuencia son sus familiares, en especial sus hijos, por falta de control, afecto,
socialización y autoestima. Para afrontar estas carencias sociales, es necesario
aplicar los programas que la Policía tiene a la mano, como el de las Patrullas
Juveniles. Cuando se realiza un trabajo de acercamiento a la población, resulta
más fácil combatir a las pandillas y reinsertar a sus miembros a la sociedad.
Ejemplos de ello tenemos en Huacho, La Victoria (Chiclayo) y Tarapoto.

El caso más concreto y objetivo fue en Chiclayo, en el distrito de La Victoria,


donde había más de 700 vecinos que salían a rondar en las noches guiados por
la Policía. Lo hacían solo porque observaron un cambio de actitud en la políti-
ca de la comisaría. Estos hechos fueron corroborados por diversas autoridades
políticas, tales como varios congresistas, el presidente regional, el director de
la II Dirtepol y el comando policial en pleno. Todos reconocían el trabajo social
que se hacía. Era un verdadero fenómeno: se cerraban discotecas clandestinas
frecuentadas por gente al margen de la ley, pues allí se organizaban las pandillas
para causar daños personales y materiales. Se llegó a restablecer un orden públi-
co estricto; por ejemplo, nadie tomaba licor en las calles. La ciudad había reto-
mado el control social de antaño gracias a la acción de los propios pobladores.

Han pasado dos años desde entonces y los comisarios que sucesivamente han
asumido el cargo no le han dado continuidad al programa de las juntas vecina-
les, sea por falta de voluntad, desconocimiento o carencia de habilidades para
el trabajo social. La participación ha disminuido tanto que en la actualidad solo
salen a rondar aproximadamente 50 vecinos. No salen más por temor, pues
como ya no cuentan con el apoyo policial, saben que están a merced de las 105
represalias de los delincuentes. Prácticamente, se ha retornado al modelo tra-

Estrategias para el éxito


dicional negativo del servicio policial, que para actuar necesita la satisfacción
de ciertos requerimientos: «No hay gasolina», «Falta personal» y otras tantas
excusas que los pobladores ya conocen.

Algunos hechos se denunciaron ante la Inspectoría General, órgano de control


del Ministerio del Interior e incluso, en febrero del 2006, me notificaron para
el esclarecimiento de una investigación. Al concurrir, me sentí maltratado.
Quienes estaban llevando el caso actuaban enfadados. Por eso, antes de dar mi
manifestación, pedí hablar con un abogado civil que había viajado a Chiclayo
juntamente con los policías para contribuir a la investigación. Para mi tranqui-
lidad, este profesional me refirió que por primera vez en su vida había escucha-
do a muchos pobladores entrevistados que hablaban muy bien de la Policía, en
especial de la gestión del 2004. Estos testimonios hicieron que el oficial que iba
a recibir mi manifestación cambiara de actitud.

f) Alianzas estratégicas: organización y capacitación de juntas vecinales

Solos no podemos trabajar. Tenemos que buscar alianzas estratégicas con la


municipalidad, el Comité Cívico y otras instituciones, sin olvidar, por supuesto,
que el principal aliado es el pueblo. Tenemos que acercarnos a los pobladores,
luego convencerlos de que los policías hemos cambiado y, posteriormente, or-
ganizarlos y capacitarlos. Todo está escrito. El problema es que no nos dicen
cómo hacerlo. Ojalá ahora, con la aplicación alterna de la teoría y la práctica,
pueda haber una mejor orientación. En forma personal, aprendí las bases de
la conformación de las juntas vecinales en el plan psicosocial elaborado por el
general PNP (r) Enrique Yépez Dávalos. Muchos organizan juntas vecinales a
su manera, y estas duran poco tiempo; otros elaboran planes de escritorio y el
papel es el mudo testigo de las deficiencias.

Las juntas vecinales organizadas en Huacho en el 2002, pese a la falta de apo-


yo de los sucesivos comisarios, se mantienen activas, específicamente en los
distritos de Santa María y Hualmay. No existió ningún interés político ni tam-
poco intención de herir susceptibilidades, pero hasta la fecha no hay ninguna
experiencia escrita para organizar a la comunidad y diseñar un modelo sobre
106 seguridad vecinal que tenga continuidad y que responda a la realidad social.2
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

El comisario tiene que participar directamente en la capacitación y organiza-


ción de las juntas vecinales. El suboficial, por más empeño que tenga, no va a
tener la misma credibilidad entre la población, que quiere ver al comisario.

Las funciones del alcalde son de distinta naturaleza. El alcalde tiene que de-
dicarse a las labores propias del comité distrital, mas no involucrarse en las
juntas vecinales, porque eso haría pensar en otro interés. Por esta razón y con
esta experiencia, el trabajo social hecho en Tarapoto se llevó a cabo sin la parti-
cipación de los alcaldes distritales, por más de que estos querían intervenir. Al
final, se efectuó un trabajo dinámico y eficiente, y no hubo mayor dificultad.

Por eso, la Dirección de Familia y Participación Ciudadana, con conocimiento y


experiencia propia, publicó el Reglamento de las Juntas Vecinales, donde señala
claramente que la única autoridad encargada de la capacitación y organización
de las juntas vecinales, así como de la entrega de carnés, es el comisario. Es
conveniente que ni por deferencia se le haga firmar al alcalde, porque existe
una tendencia inevitable a politizar las juntas y crear falsas expectativas, con
honrosas excepciones de alcaldes que apoyan a su Policía sin interés alguno.

2 Villanueva Garay, ob. cit., p. 152.


Lo mejor sería trabajar de la mano con la autoridad edilicia, como se hizo en
Huacho, y si fuera factible, firmar un documento para que el trabajo sea en bien
de la comunidad, sin politizar a las juntas vecinales. Lo más sensato sería prepa-
rar a los alcaldes y comisarios para hacer un trabajo conjunto. La labor debería
ser iniciada preferentemente por un oficial junto con un suboficial, de acuerdo
con el tipo de comisaría. Si es de tipo C, será un suboficial, a fin de evitar malas
interpretaciones. En una comisaría, todo el personal trabaja en participación
ciudadana, dando un buen servicio, que es la base. El trabajo de la Oficina de
Participación Ciudadana (OPC) no se considera tan importante como el de las
demás oficinas: Tránsito, Copias Certificadas, Informes, Emergencia Policial y
Patrullaje Motorizado.

Esto no les resta méritos a los suboficiales que trabajan en la OPC y obtienen po- 107
cos resultados, no por falta de voluntad sino por el escaso interés de los comisa-

Estrategias para el éxito


rios para potenciar el desarrollo de las habilidades sociales3 del personal policial.
La única manera de tener éxito pasa por la presencia de un comisario que ejerza
un liderazgo interno y externo, que posea una gran capacidad para relacionarse
con la gente, así como un dominio de las técnicas de trabajo social, y que, por
sobre todo, cuente con una profunda vocación de servicio a la comunidad.

Por eso, el oficial que dirija esa oficina debe efectuar una intensa labor de cam-
po. Los problemas iniciales en Huacho y en La Victoria surgieron por la caren-
cia de un oficial con actitud positiva. La norma que surge de la experiencia es
la siguiente: «Nadie es indispensable. Todo policía puede desempeñar esa labor.
La clave es qué quiere hacer el comisario; el resto es secundario. Lo más impor-
tante es que todas las oficinas de la comisaría presten un servicio de calidad».

Habiendo cumplido los pasos de actitud positiva del comisario y de su personal,


y habiendo logrado un servicio de calidad, estamos en condiciones de acercar-
nos a la comunidad. Después de cuatro años de experiencia en la organización
comunitaria de 2.748 juntas vecinales con resultados positivos, podemos reco-
mendar las siguientes acciones:

3 Villanueva Garay, ob. cit., p. 138.


• Sectorización. Iniciar el trabajo por sectores y zonas de acuerdo con un
plan que responda a la realidad social.

• Visita a las autoridades. Una vez hecha la sectorización, se procede a visi-


tar a las principales autoridades locales, líderes vecinales, personas nota-
bles —entre ellas, policías en retiro—. Esta labor es realizada por el oficial
de la OPC. Cuando ya ha contactado con las personas referidas, tiene que
citarlas a la comisaría o al lugar que ellas elijan para sostener una reunión
con el comisario.

• Trabajo de campo. Aquí comienza la acción policial, con la presencia del


líder de la comisaría. Expone a las autoridades su plan de trabajo y detalla
108 qué servicios está prestando la comisaría. Pregunta si esto satisface las ex-
pectativas de los pobladores y qué necesidades de orden y seguridad tienen
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

ellos. Una vez que se logra la aprobación de las autoridades, se fija el día
y la hora para reunirse con todos los pobladores de ese primer sector; de
ser posible, los sectores se dividen por zonas y estas en cruceros de cuatro
manzanas. Generalmente, las reuniones son nocturnas, a partir de las 8
de la noche, pues es la hora en que llegan de su trabajo los vecinos; o de lo
contrario, sábado y domingo, días en que hay mayor concurrencia.

• Liderazgo policial. La ciudadanía se siente honrada con la presencia del


comisario. Unos cuantos van por curiosidad. A muchos les resulta extraño
ver al comisario visitando personalmente los sectores, respondiendo las
preguntas que formulan los vecinos. Por lo general, son quejas; el orden y
la seguridad constituyen un clamor social. Es la voz del pueblo. Tenemos
que atender sus demandas, pero en conjunto. En ese punto comienza el
acercamiento y la recuperación de la confianza.4

• Trabajo en equipo. El oficial de la OPC debe acompañar siempre al comi-


sario y estar atento para rectificar, ampliar o complementar las respuestas
del comisario; por eso, el nombramiento de los coordinadores es clave
para el éxito del programa de juntas vecinales.

4 Villanueva Garay, ob. cit., p. 184.


• Citación de los coordinadores de las juntas vecinales a la comisaría. Lue-
go de haber visitado todos los lugares preestablecidos del primer sector y
procedido a organizar las juntas vecinales, se cita a los coordinadores a la
comisaría para hablar con los representantes de los sectores e invitarlos a
la ceremonia de juramentación; estas reuniones también deben celebrarse
por la noche, pues es la hora en la que ellos están menos ocupados. La
fecha de esta ceremonia se fija en coordinación con la superioridad y las
autoridades locales. Así mismo, se procede a la preparación de las pancar-
tas alusivas a la juramentación, cuyo costo es cubierto por los vecinos. Por
lo general, para lograr una reacción positiva de la población es suficiente
realizar una motivación y contar con la presencia de la Policía. Este apoyo
resulta fundamental en las estrategias de seguridad vecinal.
109
• Reunión con el personal policial. Después, es necesario celebrar una re-

Estrategias para el éxito


unión con el personal policial, a fin de formar las diversas comisiones, tal
como la comisión de recepción, encargada de ubicar en su lugar corres-
pondiente a las autoridades, a los representantes de las juntas vecinales y
al público.

• Orden de operaciones. Previamente, debe formularse una orden de ope-


raciones a fin de garantizar que la ceremonia se realice con normalidad.
Así mismo, se debe formular un programa de acuerdo con el protocolo y el
ceremonial, para que la reunión se desarrolle en forma ordenada, tal como
está señalado en los anexos de la Ley 27933.

• Antecedentes legales. Antes de la Ley 27933, las juntas vecinales solamen-


te fueron consideradas en el plan psicosocial formulado en el año 1997.
Allí se señalaba que estas podían participar en rondas mixtas con la Policía.
En muchas direcciones territoriales y regiones se formulaba una orden de
operaciones para no tener problemas. En otros lugares, la población se
organizaba para linchar a los delincuentes.

- En Huacho, las juntas se organizaron ordenadamente y respetando los


derechos humanos. Durante las rondas nocturnas, el paso del patrulle-
ro era controlado en un cuaderno y el personal policial firmaba el con-
trol. En caso de ausencia del patrullero, al día siguiente el coordinador
informaba a la comisaría y se determinaba por qué razones se había
producido dicha falta, pero esto sucedió una o dos veces en dos años.
Lo último que podía pasar era suspender las rondas. Esa fue la clave de
la sostenibilidad. El problema surgió cuando fui cambiado. Las rondas
posteriores no siguieron haciéndose regularmente porque los comisa-
rios se desinteresaron.
- Para corregir estos males, insisto en que previamente a su designación,
que es anual, se debe seleccionar a los comisarios y exigirles que asistan
a cursos de capacitación. En mi concepto, ellos deben salir directamen-
te de la Escuela Superior de Policía, sobre todo del primer tercio en
orden de mérito. Una vez que hayan recibido la capacitación, se debe
impedir que, recurriendo a alguna influencia, se vayan a trabajar a un
110 puesto administrativo. Hay que reconocer que la mayor parte de los
egresados no quieren ser comisarios, pues prefieren un trabajo más fá-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

cil. Sin embargo, un policía no puede eludir su deber.

• Acción preventivo-policial. Una vez que las juntas vecinales han juramen-
tado y recibido capacitación en vigilancia policial y labores preventivas
—mediante simulacros, demostraciones y otras técnicas—, se debe asegu-
rar que cuenten con suficientes herramientas —silbatos, chalecos, alarmas
eléctricas, afiches de seguridad vecinal pegados en las puertas de las casas
y otros— para que adquieran confianza. Los miembros de las juntas nunca
deben enfrentar al delincuente directamente, salvo en legítima defensa.

• Red de comunicaciones. Es indispensable instalar una central de radio


en la base y luego adquirir progresivamente radios portátiles (walkie-ta-
lkies) y celulares. En el distrito de Hualmay (Huacho), la municipalidad,
representada por su alcalde, Óscar Pérez Alcántara, aprobó el presupuesto
participativo de 70 mil nuevos soles, que sirvió para la compra de radios,
chalecos y casacas, así como para la reparación de las unidades móviles
de la comisaría. En esta localidad se apreció un cambio objetivo, porque
los aportes se hicieron con mucho afecto y sinceridad, sin buscar ningún
beneficio personal.

• Natural resistencia al cambio. Tan importantes son los cambios que se


logran, que en algunas localidades —como La Victoria, Chiclayo— ciertas
autoridades se oponen a estos, porque afectan sus intereses personales.
Este suele ser un problema generado por la carencia de sensibilidad social,
porque, en realidad, a estas personas no se les quita nada.

• La realización profesional. Al final de una labor prolongada y de un es-


fuerzo sostenido, se llega a la satisfacción del deber cumplido, que es la
mayor recompensa que puede recibir un policía profesional.5 Así pasó en
La Victoria, Chiclayo, donde encontré una comisaría en ruinas, moral y
materialmente hablando. Luego de un año de intensa labor, dejé una co-
misaría que era un modelo de desarrollo organizacional: recuperamos el
orden, la seguridad y el control social. Así, el binomio policía-comunidad
logró erradicar la microcomercialización de drogas, el pandillaje perni-
cioso, la delincuencia organizada y otras tantas lacras sociales que en la 111
última década tenían al pueblo amedrentado. Además, el local fue remo-

Estrategias para el éxito


delado: se construyeron nuevos ambientes, losas deportivas, etcétera.
Este modelo muestra a los policías que si se formula un apropiado plan
de seguridad vecinal, su labor se va a desarrollar con más facilidad, de
acuerdo con la realidad de cada demarcación. En el anexo de este texto se
pone a disposición de los lectores el plan local elaborado por la comisaría
de La Victoria. Este plan —que como toda obra humana es perfectible—
se realizó con mucha voluntad, sin criticar a nadie, buscando solamente
recobrar la confianza de la comunidad.

2. Participación de la Policía Comunitaria

En la actualidad y en el ámbito mundial existen diversos conceptos de Policía


Comunitaria. A partir de mi experiencia, puedo asegurar que el concepto es
simple: contar con una Policía Comunitaria no implica crear otro cuerpo poli-
cial, lo que más bien duplicaría las funciones. Todo policía, por naturaleza, debe
ser un policía comunitario.6 Esta afirmación adquiere mayor peso todavía en
las comisarías, donde el personal policial tiene el privilegio de estar en contacto
directo con la comunidad, y es allí que se concreta la acción institucional.

5 Villanueva Garay, ob. cit., p. 181.


6 Villanueva Garay, ob. cit., p. 114.
a) Características

Una Policía Comunitaria modelo tiene las siguientes características:


• Se redefine el rol social de la Policía.
• El policía ayuda a resolver problemas sociales.
• Es prioritaria la labor proactiva y preventiva de la Policía.
• Se requieren nuevos criterios para medir la efectividad de la labor policial.
• Tiene funciones operativas descentralizadas.
• Se actualizan los sistemas de información computarizada que trabajan en
redes, enlazando a policías, vecinos y autoridades locales.

b) Variables
112
Las variables sobre las que actúa el modelo de Policía Comunitaria son cuatro:
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

• Criminalidad.
• Sensación de inseguridad.
• Violencia.
• Calidad de vida de la población.

c) Objetivos

Los objetivos del modelo de Policía Comunitaria son los siguientes:


• Identificar los problemas de orden público en la comunidad.
• Propiciar soluciones sostenibles.
• Garantizar la sensación de seguridad en el entorno social.
• Mejorar el nivel de satisfacción de las personas respecto a la intervención
policial.
• Incorporar a la comunidad activamente en la producción de servicios de
seguridad, sin sustituir a la Policía, mediante programas de prevención.
• Procurar una intervención policial más proactiva que reactiva, tratando de
evitar la confrontación directa. Se trata de una labor preventiva.
• Mejorar el control social sobre la actuación policial.
d) Componentes fundamentales del modelo comunitario

Los componentes fundamentales del modelo de Policía Comunitaria son los


siguientes:
• Determinar los factores que originan el delito para ejercer un control efi-
caz de estos.
• Mejorar la calidad de los servicios policiales es la base sobre la que se sos-
tiene una institución abierta y permeable, que debe estar presente donde y
cuando los ciudadanos la necesiten.
• Redefinir las responsabilidades tomando en cuenta la integración entre
geografía y población. En este sentido, la unidad fundamental para la pre-
vención del delito es el vecindario.
• La intervención de la comunidad se produce prácticamente en todas las 113
fases, desde la tarea de diagnóstico y planeamiento de las opciones que se

Estrategias para el éxito


implementarán hasta la ejecución de esas opciones y el control y evalua-
ción de los planes de trabajo.

e) Contexto del modelo de Policía Comunitaria

El modelo de Policía Comunitaria se enmarca en el siguiente contexto:


• El servicio policial se desarrolla siguiendo dos grandes líneas: una, la de-
nominada «operatividad», que es la acción policial represiva, dirigida ha-
cia los grupos antisociales claramente definidos, que constituyen la menor
parte de la población. La otra línea consiste en los esfuerzos orientados
hacia la comunidad, cuyos miembros son la mayoría.

f) Propuestas

El modelo de Policía Comunitaria propone:


• Concretar esta filosofía a través de un servicio policial en el que el comi-
sario asume un papel activo y dinamizador. Él, junto con sus equipos de
trabajo, se encarga de relacionar la información, analizarla, juzgar qué
acciones son las más pertinentes y crear estrategias de trabajo social en
materia policial.
• Intensificar el contacto entre la Policía y la comunidad, ya que, en esa
medida, se registrará menos delincuencia.
• Contribuir a que la Policía se oriente a solucionar los problemas priorita-
rios, pues mientras mayor capacidad se tenga para identificar los factores
directos e indirectos que generan patrones de comportamiento delictivo,
menos delincuencia se observará.
• Un patrullaje constante y sorpresivo. A mayor cobertura del servicio poli-
cial, habrá mayor presencia policial en los lugares y momentos críticos del
medio social.
• Intervenciones proactivas. Cuanto mayor sea el número de intervenciones
practicadas por iniciativa de la propia Policía contra delincuentes de alto
riesgo, menor será la posibilidad de que se cometan actos ilícitos graves.
• Existen muchas definiciones de Policía Comunitaria, pero hay algunos
factores esenciales que nos llevan a ensayar una definición operativa del
114 modelo:7
La Policía Comunitaria se caracteriza por establecer una relación estre-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

cha, directa y efectiva entre el cuerpo policial y la población, lo que se


llama el binomio policía-ciudadano. Para que esta relación funcione, la
Policía debe estar permanentemente atenta a interpretar los factores del
orden público. Al incrementarse la capacidad de acción policial, se asegura
la eficiencia del control social integral en una comunidad determinada.
• La atención preventiva debe cubrir áreas muy pequeñas y definidas. Un es-
fuerzo policial para movilizar a la comunidad es un esfuerzo preventivo. Una
acción policial concertada estudia las condiciones y circunstancias que mo-
tivan la comisión de delitos o contravenciones y causan conmoción social.

g) Ventajas

Las ventajas de la aplicación del modelo de Policía Comunitaria son las siguientes:
• Contribuye a crear relaciones de confianza mutua entre la Policía y el po-
blador.
• Mejora la prevención de la criminalidad.
• Disminuye el temor de la población. Se genera confianza en la ciudadanía
y se percibe un clima de seguridad.
• Disminuyen los casos de abusos o excesos policiales.

7 Villanueva Garay, ob. cit., p. 151.


h) Desventajas

Las principales dificultades en la ejecución del modelo de Policía Comunitaria


son las siguientes:
• La resistencia dentro de la Policía es frecuente.
• Carencia de personal capacitado para actuar con autonomía e iniciativa.
• Vecindarios apáticos, con poco sentimiento de comunidad e insensibles en
cuanto a la seguridad.

i) Resultados

Los principales resultados de la aplicación del modelo de Policía Comunitaria


son los siguientes: 115
• Contribuye a fortalecer la gobernabilidad manifiesta y, por tanto, el cum-

Estrategias para el éxito


plimiento de los fines esenciales del Estado.
• Genera respuestas sociales a la inseguridad en tiempo real.
• Mantiene una disciplina social por consenso.
• Facilita la creación de condiciones de seguridad materiales, sociales y psi-
cológicas.
• Permite dignificar a la persona humana.
• Crea una cultura de justicia social.
• Contribuye a disminuir o minimizar las desigualdades sociales.
• Genera un ambiente de aprendizaje colectivo, donde la acción social es el
principio básico ético para la primacía de la razón.

j) Expectativas del modelo de Policía Comunitaria

El modelo de Policía Comunitaria aplicado al ámbito policial peruano aspira a


alcanzar los siguientes propósitos de desarrollo:
• Constituye el más reciente paradigma desde el modelo tradicional estruc-
turado en la década de 1950. La clave del éxito policial en la aplicación
de este modelo está estrechamente ligada al contacto directo y constante
entre la Policía y la población organizada.
• Es el modelo menos dogmático contra la violencia y la delincuencia, por
cuanto es producto de experiencias, doctrinas y teorías que recojen infini-
dad de modelos que se han venido ensayando a través de la historia.
• No descarta ni excluye el modelo penal ni el modelo social, sino que los com-
plementa mediante una mayor integración de la ciudadanía en tareas preven-
tivas y una colaboración más estrecha entre autoridades y comunidad.
• El esfuerzo desplegado mediante este modelo se inició luego de haber
experimentado con muchas otras modalidades. Como estas no funciona-
ban, se determinó que algo fundamental estaba fallando y se identificó el
problema: no se estaban considerando las necesidades específicas de cada
localidad.
• Para superar esta carencia, se requiere que la Policía se inserte en la co-
munidad de tal manera que sea capaz de identificar los problemas cotidia-
nos, que difieren de una localidad a otra.
• Este modelo ha sido experimentado con éxito en España, Japón, Canadá,
116 Inglaterra, Estados Unidos, Colombia, Chile, entre otros países, y está de-
mostrando ser una opción idónea y provechosa para acceder a niveles de
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

seguridad socialmente aceptados.


• El modelo está orientado a generar un proceso ordenado de incorpora-
ción de la comunidad a las tareas de prevención del delito. Se busca, así,
superar la noción tradicional de «Policía-fuerza», que enfoca a la institu-
ción como una simple «fuerza de choque» contra la transgresión de la ley.
Entendida de esta manera, esta «fuerza de choque» no logra combatir el
crimen ni conseguir el apoyo de la población, sino que, más bien, motiva
enfrentamientos, conflictos y distanciamientos.
• El principio que constituye la base de este nuevo modelo es que la Policía
debe estar al servicio de la ciudadanía, y su efectividad debe basarse en
restaurar el binomio Policía-comunidad mediante la mutua colaboración.
Este modelo implica la adecuación de los servicios policiales a las verdade-
ras necesidades de cada localidad, lo que solo se logrará con el desarrollo
de la cultura policial. Para lograrlo, es imprescindible realizar una trans-
formación profunda tanto de la propia comunidad —que debe superar su
apatía y comprometerse activamente—como de la Policía.
• Debido a su sencillez, flexibilidad y bajo costo, el modelo policial comunitario
parece ser la medida más efectiva para superar la inseguridad ciudadana.
• La tecnología complementa el patrullaje policial. Este consiste en la respues-
ta rápida y las intervenciones motivadas, así como en la restitución del arres-
to, de las redadas y de otras medidas de «profilaxis social» que, si se realizan
de manera correcta, cuentan con la aceptación unánime de la comunidad.
• Se pueden utilizar conjuntamente diversas medidas preventivas, tales
como vigilancia de las zonas críticas, identificación de objetos, inspección
de viviendas, difusión de folletos informativos, etcétera.
• En materia de prevención del delito, se considera que el reto fundamental
es la introducción del modelo de Policía Comunitaria y la canalización de
las iniciativas de la propia comunidad.
• El modelo de Policía Comunitaria considera que el servicio a la comuni-
dad es el factor que le otorga legitimidad a la actuación policial. El policía
vive inserto en una comunidad a la cual le presta servicios.
• El modelo de Policía Comunitaria considera las necesidades específicas de
cada comunidad. La Policía debe insertar sus acciones en el marco de esas
necesidades colectivas.
117

Estrategias para el éxito


[5]
Reflexiones
finales
A manera de conclusión de este trabajo, quiero resumir las medidas que, sobre 121
la base de mi experiencia, considero indispensables para desarrollar una efi-

Reflexiones finales
ciente gestión en las comisarías.

1. Formular el Plan Operativo Local de Seguridad Vecinal

En sus anexos, la Ley 27933 incluye un formato de Plan Operativo Local de Se-
guridad Vecinal. El plan que se elaboró en el distrito de La Victoria, Chiclayo, y
que se presenta en el anexo de este libro, sirve como un buen ejemplo.

Para realizar este plan, hay que partir por elaborar un diagnóstico situacional
de la zona en la que trabaja la comisaría. En este diagnóstico se determinará
qué delitos se cometen, en qué lugares, con qué características. Una vez que
esta información haya sido analizada por la Policía junto con los integrantes del
Comité Distrital de Seguridad Vecinal, se propondrán las líneas de acción más
convenientes para retomar el control social.

2. Cambio de actitud y motivación del personal

• El comisario tiene que demostrar total integridad hasta en sus actos más
mínimos, especialmente en lo que se refiere a la administración de los
recursos. Así se generará un ambiente de confianza y un clima laboral
favorable, y el personal se quitará de la mente ideas tan perniciosas como:
«Si él hace algo inmoral, ¿por qué no puedo hacerlo yo también?» y «Yo
trabajo al ritmo en que trabaja mi jefe: si a él no le interesa cumplir sus
obligaciones, a mí tampoco». No hay que olvidar que el mal ejemplo se
aprende con mayor facilidad que las buenas acciones.

• Los policías no deben pedir directamente ni insinuar a los usuarios que les
den una dádiva a cambio de la prestación de algún servicio, que es cubier-
to con recursos del Estado. Tenemos que aplicar la lógica empresarial al
trabajo de la comisaría: ningún empresario va a ser tan inconsciente como
para espantar a sus clientes; por el contrario, busca atraerlos brindándoles
el mejor servicio. Lo mismo debemos hacer los policías: cuando un vecino
122 acude a la comisaría, no podemos ahuyentarlo. Tenemos que tomar su vi-
sita como una oportunidad para hacerle cambiar la idea de que sentar una
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

denuncia no solo sale caro, sino que es una pérdida de tiempo pues nunca
se logra nada. La ineficiencia y la corrupción policial fomentan el fenóme-
no de la «delincuencia oculta», es decir, de la indiferencia y la pasividad,
que tienen consecuencias imprevisibles.

• Debemos ser amables con el público que ingresa al Comité de Seguridad


Vecinal, infundirle confianza, mostrarle que la razón de ser del policía es
servir a la comunidad.

• Una medida muy recomendable es premiar a los policías que destacan durante
el mes. Este acto debe constituir una ceremonia pública que cuente con la
presencia de los mandos superiores, los familiares y el público en general.

• Las copias certificadas se deben entregar inmediatamente. Si el estado de


salud o la edad del solicitante lo ameritan, hay que llevarle la copia a su
domicilio. Con una acción tan simple, se gana la voluntad de la población,
lo cual es muy importante para revertir la imagen negativa del pasado.

• La respuesta a los llamados de auxilio debe ser inmediata. Todos los vecinos
merecen ser atendidos por los policías con el mismo esmero que si se tratara
de sus seres queridos. Esto solo es posible cuando los efectivos son profesio-
nales competentes, que han desarrollado una sensibilidad al servicio.
• Los números telefónicos de la comisaría y del comisario deben estar al ser-
vicio exclusivo de la comunidad. Estos números se deben difundir amplia-
mente entre toda la población, a fin de reactivar el servicio de emergencia
policial.

3. Cambio de actitud de la población

• Los padres y las madres de familia deben controlar y dar afecto a sus hijos e
hijas. Esta es la base para que, a medida que vayan creciendo, eviten las ma-
las compañías y se abstengan de realizar actos antisociales, especialmente
integrarse a pandillas e iniciarse en el consumo de tabaco, licor y drogas.
• Un hogar estable y apacible, en el que se desarrolla adecuadamente la pri- 123
mera etapa de socialización de las personas, es la mejor vacuna contra la

Reflexiones finales
violencia. Cuando los hijos crecen habituados a practicar valores, se sien-
tan bases sólidas para que enfrenten los desafíos del mundo actual. Nunca
hay que olvidar que los buenos padres educan a hijos buenos, mientras
que las personas que generan problemas sociales por lo general provienen
de hogares desestructurados.
• Los ciudadanos no deben criticar injustamente a las autoridades cuando
estas actúen de acuerdo con la ley, pues no están haciendo otra cosa que
cumplir con su deber. Si se quiere constituir una auténtica democracia
y un verdadero Estado de Derecho, la población tiene que fiscalizar a sus
autoridades, pero también asumir los compromisos que le corresponden
en la tarea de velar por la seguridad ciudadana.
• Los vecinos deben mantener una constante comunicación con la Policía
para asegurar el éxito de los diversos programas de acción, especialmente
el Club de Menores, las Patrullas Juveniles, Vecino Vigilante, entre otros.

4. Cambio de actitud de las autoridades locales y los profesionales

• Entre las autoridades y los profesionales debe despertarse la conciencia de


que es necesario preservar la seguridad vecinal y orden público.
• Las autoridades y los profesionales deben integrarse al Comité Distrital de
Seguridad Vecinal y participar activamente con la firme convicción de que
el orden es la base de la seguridad y de que ambos elementos constituyen
el cimiento de la justicia.
• Autoridades y profesionales deben respetarse mutuamente y evitar actitudes
de superioridad o autosuficiencia ante los otros integrantes del comité.
• Las juntas vecinales no deben politizarse. La única autoridad encargada de
organizar y capacitar a los comités vecinales es la Policía Nacional.
• La única atribución individual del presidente del Comité de Seguridad
Vecinal es nombrar el secretario técnico, pero él debe ser un experto en
seguridad pública. Todas las demás actividades se efectúan por acuerdo
conjunto del propio comité.
• Los profesionales tienen que trabajar junto con sus demás vecinos. Es re-
comendable que asuman funciones de liderazgo, esto es, que se conviertan
124 en dirigentes vecinales en el tema de seguridad, pues por la formación que
recibieron, tienen mucho que aportar a la comunidad.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta
[ ANEXO ]
El Plan Local de
Seguridad Vecinal
del distrito de
La Victoria, Chiclayo
Presentación 127

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


La Ley 27933, Ley del Sistema Nacional de Seguridad Vecinal, tiene por objeto
proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades, garantizar la seguridad,
la paz social, la tranquilidad, así como el respeto por las garantías individuales y
sociales en el ámbito nacional. Comprende a las personas naturales y jurídicas,
sin excepción, residentes en el territorio nacional.

En el distrito de La Victoria-Chiclayo, la delincuencia, la drogadicción, el pan-


dillaje, la violencia familiar y otras lacras sociales afectan severamente a la po-
blación. Por tal motivo, se hace necesario promover la acción conjunta de las
autoridades y personas que conforman el Comité Distrital de Seguridad Vecinal
y de la población en general, a fin de prevenir, atender y proteger a la comuni-
dad de estas amenazas que atentan contra la tranquilidad y el orden, perjudi-
cando a las personas, quienes no pueden transitar libremente por las calles y
caminos de esta demarcación.

Ante tal situación, el Comité Distrital de Seguridad Vecinal ha elaborado el pre-


sente plan local, proyectado a que la población se organice en juntas vecinales
de protección por calles, por sectores y por zonas. De esta manera se aplicarán
los programas preventivos, a fin de velar por la propia seguridad de los vecinos,
trabajando conjuntamente con las autoridades del distrito y la comisaría poli-
cial del sector.
Así mismo, es necesario que los integrantes del Comité Distrital de Seguridad
Ciudadana, las autoridades y las personas representativas del departamento de
Lambayeque y del ámbito nacional dejemos de lado toda actitud de indiferencia
ante la situación del orden y la seguridad. Muy por el contrario, debemos ex-
tender nuestro apoyo decidido con la finalidad de trabajar unidos por el bien de
nosotros mismos y de nuestras familias —en especial de nuestros hijos—, así
como por la unión y la concordia de todos los peruanos.

1. Diagnóstico

1.1 El factor geográfico: el territorio


128
• El distrito de La Victoria tiene una extensión aproximada de 32,16 kilóme-
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

tros cuadrados, que equivalen a 3.200 manzanas.


• Comprende dos sectores poblacionales: La Victoria y Chosica del Norte.
• Tiene una urbanización, Santa Rosa. Cinco pueblos jóvenes: El Bosque, An-
tonio Raimondi, Primero de Junio, Víctor Raúl Haya de la Torre y Amplia-
ción Víctor Raúl Haya de la Torre. Cinco centros poblados rurales: Chacupe
Alto, Chacupe Bajo, Cuyate, Pozo Loco y El Palmo. Y cuatro asentamientos
humanos: Santo Domingo, Los Nogales, Los Rosales y Siete de Agosto.

1.2 El factor demográfico: la población

• El distrito de La Victoria tiene en la actualidad 110.000 habitantes.


• La distribución porcentual de la población por estratos socioeconómicos
es la siguiente:
- Sector A (clases alta y media alta): 2%
- Sector B (clases media y media baja): 10%
- Sector C (clase baja): 18%
- Sector D (clase muy baja): 70%

1.3 Indicador Policía-población

• La Comisaría de La Victoria cuenta con 54 efectivos policiales distribuidos


de la siguiente manera:
- Administrativos: 6
- Atención al público: 8
- Investigaciones: 7
- Patrullaje motorizado: 7
- Patrullaje a pie: 17
- Oficiales: 4
- De vacaciones: 3
- Destacados: 2
• Existen aproximadamente cuatro policías por kilómetro cuadrado y un
policía para cada 2 mil habitantes.
• Para un aproximado de 100 mil habitantes del distrito de La Victoria, existen
17 efectivos policiales que realizan labores de patrullaje por la demarcación.
129
1.4 Potencialidad para la seguridad vecinal

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


a) Policía Nacional
• El distrito de La Victoria tiene una comisaría, ubicada en la calle Pacha-
cútec 1510.
• Para el servicio policial de seguridad vecinal, cuenta con cinco efectivos
policiales organizados por turnos diarios, más dos que conforman la tripu-
lación del patrullero BC-2941.
• Además, para la cobertura de servicios de seguridad vecinal en el distrito
dispone de un patrullero y de dos motos.
• En la actualidad, la comisaría de La Victoria está ejecutando los programas
Vecino Vigilante, Acciones Cívicas y Policía Escolar. Posteriormente, tra-
bajará con los programas establecidos en el presente plan.

b) Municipalidad
• La municipalidad distrital de La Victoria no dispone de una Dirección de
Seguridad Vecinal. Está en proyecto la creación de una oficina encargada
de esta importante área social, que buscará centrar el trabajo relacionado
con las juntas vecinales.
• La municipalidad de La Victoria cuenta con una Jefatura de Participación
Vecinal, que trabaja junto con la organización vecinal y con la comisaría
del sector, apoyando la constitución, capacitación y juramentación de las
juntas vecinales.
• No existe el servicio de serenazgo.
• Las actividades de proyección social del municipio de La Victoria son las
siguientes:
- Jornadas médicas gratuitas
- Desayunos gratuitos
- Campeonatos deportivos
- Cursos gratuitos de repostería, cosmetología y artesanía
- Donaciones a personas de escasos recursos económicos

c) Sector Justicia
• El distrito de La Victoria cuenta únicamente con un juzgado de paz, ubi-
cado en la avenida Los Amautas 435.
130
d) Sector Interior
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

• Cuenta con un gobernador y 20 tenientes gobernadores.

e) Sector Educación
• Existen nueve instituciones educativas de primaria (estatales y particulares).
• Hay seis instituciones educativas de secundaria (estatales y particulares).
• Aproximadamente, los alumnos de primaria son 3.500 y los de secundaria,
3.000.

f) Sector Salud
• Existe un policlínico de EsSalud, ubicado entre las avenidas Inca Yupan-
qui y Los Andes.
• Existen tres postas médicas: una se encuentra ubicada en la calle Machu-
picchu C-7, otra entre las avenidas Paul Harris y Las Ñustas, y la última
entre las calles Virú y Los Aya.

g) Comunidad organizada para la seguridad vecinal


• La municipalidad, la gobernación, el comité cívico y la comisaría de La Victo-
ria han emprendido un trabajo social conjunto desde el 5 de marzo del 2004,
que se centra en la constitución y capacitación de las juntas vecinales.
• La Comisaría de La Victoria ha organizado su Comité Cívico de Coopera-
ción, integrado por 13 personas notables y presidido por el señor Sergio
Cabrejos Jara.
• Estas son las únicas organizaciones sociales que trabajan para mejorar la
calidad de vida en materia de seguridad vecinal.

1.5 Situación delincuencial

• En el distrito de La Victoria existe un registro de los hechos delictuosos.


Los más frecuentes son los siguientes: microcomercialización y consumo
de drogas, arrebatos, abigeato, asaltos y violencia familiar.
• Seguidamente, se detallan los puntos críticos de mayor incidencia delictiva:
- Venta de drogas (y alias de los principales comercializadores):
Calle Lloque Yupanqui s/n C-10, alias Manuel
Intersección de las calles Yahuar Huaca e Inti Raymi
Los Chasquis s/n, cuadra 4, alias Sánchez 131
Calles El Ayllu y La Unión s/n, alias Llamino y Roger

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


Calles Manco Inca, Unión y Ayar s/n, alias Teresa
Calles Orfebres y Unión s/n, alias Pescador
Calles Imperio y Figueroa s/n, alias Fabián
Calle Wari s/n, pueblo joven El Bosque, C-2, alias Adela
Calle Huayna Cápac, última cuadra
Calles Inti Raymi y Pelado Pesantez
- Arrebatos
Cruce de las avenidas Los Incas y Gran Chimú
Cruce de las avenidas Los Incas y Unión
Cruce de las avenidas Los Amautas y Lloque Yupanqui
Mercado El Inca
Cruce de las avenidas Los Andes e Inca Yupanqui
Cruce de las avenidas La Unión y Víctor Raúl
- Abigeato
Sector Chacupe Alto
Sector Chacupe Bajo
Sector Chosica del Norte
- Asaltos
Cercado de La Victoria
Grifos
Cabinas de Internet
- Violencia familiar
Pueblos jóvenes El Bosque, Primero de Junio y Antonio Raimondi
Casco urbano de La Victoria

2. Misión

Desde el 5 de marzo del 2004, el Comité de Seguridad Vecinal viene trabajando


activamente con los pobladores del distrito de La Victoria, a fin de capacitarlos
y organizarlos en juntas vecinales de protección ciudadana.

Estas juntas desarrollan acciones específicas de prevención multisectorial y de


132 represión local contra la drogadicción, el pandillaje y la delincuencia en todas
sus modalidades, con la finalidad de afianzar y mantener un clima de seguridad
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

pública en la demarcación del distrito de La Victoria, mediante un enfoque in-


tegral en el que se coordinen y complementen las acciones del gobierno local,
la Policía Nacional, los diferentes sectores públicos comprometidos y la comu-
nidad organizada.

3. Objetivos

• Articular los esfuerzos de los diferentes sectores componentes del Comi-


té Distrital de Seguridad Vecinal, aplicando un enfoque sistemático para
concretar los propósitos con prontitud y eficiencia.
• Reducir los índices de criminalidad en todas sus modalidades, mediante
un trabajo integral sostenido, para garantizar un clima de tranquilidad y
seguridad de la comunidad.
• Desarrollar actividades preventivas multisectoriales, habituándose a tra-
bajar en equipo para garantizar la continuidad administrativa del progra-
ma de acción social.
4. Estrategias

4.1 Organización policial para la seguridad vecinal

a) Sectorización de la demarcación
• El distrito de La Victoria se ha dividido en tres sectores:
- Sector uno: comprende desde la Vía de Evitamiento, la Panamericana
y la avenida Grau, en donde se ubican los pueblos jóvenes El Bosque,
Primero de Junio y Antonio Raimondi; los asentamientos humanos
Los Nogales, Santo Domingo, Santa Isabel, Siete de Agosto; el centro
poblado Chosica del Norte; y los sectores rurales de Chacupe Alto y
Chacupe Bajo.
- Sector dos: comprende desde la avenida Grau, la Vía de Evitamiento 133
y las avenidas Los Incas y Chinchaysuyo, en donde se ubican los pue-

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


blos jóvenes Víctor Raúl y la ampliación Víctor Raúl Haya de la Torre,
así como el casco urbano de La Victoria.
- Sector tres: comprende desde las avenidas Los Incas y Chinchaysuyo,
la Vía de Evitamiento y la Panamericana, en donde se ubica el casco
urbano de La Victoria.
• Respecto a la zonificación de los sectores policiales, queda pendiente la
división de cada uno en zonas, lo cual facilitará la organización territo-
rial en función del trabajo policial. Posteriormente, estas zonas tienen
que ser divididas en cruceros de cuatro manzanas cada uno.

b) Distribución de los vehículos policiales para cubrir el territorio


• Se disponía de un solo patrullero, lo que representaba una carencia lo-
gística para apoyar las operaciones policiales en todo el distrito.
• Tal era la necesidad que, en junio, el Comité Cívico de Cooperación con
la Comisaría adquirió dos patrulleros más, y se distribuyó un patrullero
para cada sector.

c) Desarrollo de la inteligencia policial


• Al formarse las juntas de seguridad vecinal en el distrito, se activó la re-
cepción de los datos relevantes que podían proporcionar los pobladores.
Esta información, después de ser analizada y procesada, ha favorecido la
eficiencia de la acción policial.
• En caso de hechos delictivos flagrantes, las juntas vecinales están capa-
citadas para comunicarse con la comisaría, y el personal policial apoya
e interviene de inmediato.

d) Sistema de comunicación entre la Policía y la población


• Para una mejor y rápida comunicación, se repartirán volantes con los
números telefónicos de la comisaría y el celular del mayor comisario.
• Se ha instalado una central de radio en la comisaría y se adquirieron
radios portátiles para los coordinadores de las juntas vecinales. De esta
manera, la población no solo puede pedir auxilio, sino que se ha inten-
sificado el sistema de alerta temprana; es decir, la comisaría tiene la
información tan pronto se está cometiendo el hecho.
134 • Con este equipamiento tan simple, la Policía del distrito ha repotencia-
do su capacidad de vigilancia vía la comunicación inmediata.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

4.2 Participación ciudadana

• Se tiene prevista la constitución de 1.500 juntas vecinales en el distrito


de La Victoria.
• La Oficina de Participación Ciudadana (OPC) se incrementará con per-
sonal policial.
• El personal policial de la OPC será constantemente capacitado en todo
lo relacionado con el trabajo social para la seguridad vecinal.
• El comisario que está al mando del personal de la OPC realiza visitas
barrio por barrio, a fin de difundir la doctrina de las juntas vecinales.
• El personal policial debe interactuar con los vecinos.
• Se está aplicando el programa Vecino Vigilante.

4.3 Actividades preventivas multisectoriales

Queremos lograr un servicio policial de calidad. Para ello, estamos en proceso


de transformar lo que era una institución deficiente e insuficiente en una nueva
Policía moderna, confiable, respetada y comprometida con la sociedad. Esto
solo será posible mediante un cambio progresivo previsto en planes estratégi-
cos que fomenten la integración, la prevención y el compartir la responsabili-
dad de la seguridad vecinal.
Cuando la familia se integra, se facilita la primera socialización; cuando la co-
munidad procede a integrarse, se continúa con la segunda socialización. Así en
conjunto, toda la población trabaja para prevenir las conductas antisociales,
desarrollando para ello estrategias que constituyen una herramienta funda-
mental. Se busca la participación activa de la población organizada, que haya
logrado internalizar los principios cívicos, regionales, nacionales y patrióticos
que fomenten el amor por el Perú y los sentimientos superiores.

De esta manera, se busca alcanzar la justicia, el orden y la paz social, y se pue-


de aspirar a una sociedad en la que prime la verdad, la razón, la libertad y los
derechos, proscribiendo toda forma de violencia y consolidando los vínculos
del binomio policía-poblador. Este es un camino para ganar la confianza y el
aprecio de la comunidad. 135

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


Los programas dirigidos hacia la comunidad, cuyas características se detallarán
seguidamente, no son más que el reflejo del trabajo que la Policía Nacional ha
realizado durante años junto con la población, las instituciones educativas, los
grupos de ex pandilleros y otros. Deben ser enfocados sobre la base de la edu-
cación social o, en términos técnicos, la paidocenosis aplicada a la prevención
comunitaria. Es muy importante también establecer que la comunidad se rige
por normas morales cuyo estricto cumplimiento forma un entorno en el que
solo pueden formarse hombres honestos, cuyo comportamiento se sustente en
principios éticos que cada persona asume por libre decisión.

Desde una perspectiva ética, todos los ciudadanos estamos obligados a forta-
lecer los programas comunitarios de la Policía. Por lo tanto, es necesario que
empecemos por aprender de estos y también establecer lo que requieren, para
así fortalecer nuestro trabajo en el cumplimiento de la misión que el país y el
Estado nos han encomendado. También queremos que el presente documento
ayude a reflexionar sobre el sentido ético del quehacer policial, ya que este no se
limita a reprimir las contravenciones sociales, sino que también busca acompa-
ñar a la persona desde que es un niño hasta que se convierte en un ciudadano
cuya vida se desarrolla en un ambiente de paz y tranquilidad.

En este contexto, consideramos pertinente expresar nuestro reconocimiento


y más profundo agradecimiento al general PNP (r) Enrique Yépez Dávalos por
el valioso aporte que hizo en 1997, al presentar ante el comando institucional
de la PNP el Plan Psicosocial de Participación Ciudadana, que fue aprobado in-
mediatamente y del cual se han derivado todos los demás programas. Este plan
incluso recoge experiencias desarrolladas en diversas comisarías de Lima, tales
como Huaycán, Cruz Blanca (Huacho) y Villa (Chorrillos) en el 2002.

La aplicación de la Ley 27933 obtuvo el más rotundo éxito con la formación de


la Policía Comunitaria, esquema que sirvió para que el pueblo recobrara total-
mente la confianza en su Policía.

4.4 Programas dirigidos a la comunidad

136 a) Policía Nacional


El programa está aprobado, ordenado y dispuesto por el comando. Incluso es
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

política de Estado y tenemos el deber profesional de aplicarlo.

• Principios básicos:
- Para la ejecución de este programa, se debe empezar recobrando los
principios básicos de la excelencia del servicio policial.
- Expedir copias certificadas y domiciliarias al instante. Si el caso lo ame-
rita, la entrega debe hacerse a domicilio.
- Responder inmediatamente al llamado de los vecinos, para lo cual se
deben brindar los teléfonos de la Comisaría y el celular del comisario.
- Atender oportunamente las denuncias y dar solución a los problemas.
- Realizar visitas a las personas que han presentado denuncias para
informarles sobre el resultado final de estas o en qué situación se
encuentran.
- Mantener en buen estado las instalaciones de la comisaría y dar un co-
rrecto trato al público.
- El comisario debe atender todas las demandas de la comunidad. Cuan-
do un vecino solicite una entrevista personal, no debe hacerlo esperar
innecesariamente.
- El policía debe entregarse íntegro al cumplimiento de sus funciones.
Debe tener una profunda vocación de servicio a la comunidad, una sóli-
da formación ética y una permanente actitud de eficiencia profesional.
• Programas de acción
- Trabajo en red: Se debe promover la participación de las instituciones
públicas y privadas. Las organizaciones locales, tales como las ONG y el
Club de Leones, establecen una alianza conjunta con la Policía Nacio-
nal a través de las oficinas de participación ciudadana y las autoridades
locales.
De este modo, se puede realizar un trabajo en beneficio de la población
en materia de seguridad vecinal, como por ejemplo rescatando los luga-
res abandonados que son utilizados por los delincuentes y drogadictos;
con este fin, se los cercará y se notificará a los dueños para que les
den uso o, en su defecto, se los donará para la construcción de locales
públicos. Otras acciones similares son mejorar o instalar el alumbrado
público; podar o eliminar árboles y matorrales que sirven como camu- 137
flaje; hacer donaciones logísticas para mejorar la seguridad; recuperar

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


espacios públicos, sobre todo parques; ejecutar programas sociales en
los que se den charlas y se ofrezcan trabajos eventuales a los jóvenes,
etcétera. Este programa también busca invitar a las empresas e ins-
tituciones que han establecido extremas medidas de seguridad en sus
locales a que apoyen las gestiones que realiza la comunidad
- Acciones cívicas: Son actividades proyectadas hacia la comunidad, de
preferencia a los pobladores de bajos recursos económicos. Consisten
en paseos artísticos, asistencia médica, corte de cabello, desayunos y
recreación que se desarrollan con el apoyo de la PNP, que con ese fin
presta recursos como los servicios de su personal médico del Hospital
Regional de Sanidad PNP, su banda de músicos, su sección de Policía
Canina, cisternas de agua, etcétera.
Las acciones cívicas tienen por finalidad integrar a la institución poli-
cial con la comunidad, estrechar las relaciones entre los vecinos for-
taleciendo la convivencia pacífica, promover la participación de otras
instituciones que se interesen en el bienestar de la comunidad, generar
el apoyo del empresariado local y, en términos generales, robustecer la
seguridad vecinal.
Estas actividades también constituyen acciones de prevención social, en
razón de que refuerzan la solidaridad de los vecinos organizados y dan la
oportunidad de participar a aquellos que eluden este deber cívico. Esto
último se refiere en especial a los jóvenes y adolescentes, a quienes se
incentiva a participar voluntariamente en brigadas que contribuyan al
orden y el control, y de esta manera se les hace sentir que forman parte
de la sociedad y que pueden ser útiles a esta.
- Vecino Vigilante: Este programa busca organizar y capacitar a la po-
blación que voluntariamente se integra a la comisaría del sector para
velar por la seguridad de la zona donde reside. Estas agrupaciones, cuya
constitución es promovida por las juntas vecinales, constituyen la célu-
la básica de la organización vecinal y trabajan en coordinación con los
vecinos notables y las autoridades locales.
También se fomenta la participación activa de la comunidad mediante
la capacitación, en la que se enseña a todos los ciudadanos a que efec-
túen una vigilancia básica de determinada cuadra, calle o avenida, infor-
138 mando de inmediato la presencia de personas o vehículos sospechosos,
así como cualquier amenaza que puedan detectar en el lugar.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

Así mismo, se les recomienda que instalen alarmas y cuanto sistema de


seguridad esté a su alcance. Un método bastante efectivo es que el vecino
que observe un hecho delictivo toque un silbato de la manera acordada,
de modo que alerte a todos los demás para que salgan de sus domici-
lios masivamente, actitud que obliga a los delincuentes a desistir de sus
acciones y retirarse del lugar. Esta iniciativa cuenta con el apoyo de la
comisaría, que responde inmediatamente el reporte telefónico de los ve-
cinos. Para ello, es necesario promover reuniones entre ellos buscando
consolidar el programa e internalizar la necesidad de que se mantengan
unidos frente a la amenaza delincuencial y la violencia cotidiana.
- Orientando y Protegiendo al Escolar. Este programa consiste en que el
personal policial de la OPC establece un cronograma de visitas a las ins-
tituciones educativas para entrevistarse con los directores y plantearles
la necesidad de reunirse con los alumnos.
En estas citas, los policías dialogan con los estudiantes y les advierten
los riesgos que a diario los amenazan. No se trata de asustarlos, sino de
enseñarles cómo evitar el peligro recomendándoles que se abstengan
de transitar por lugares desolados o carentes de alumbrado público; de
dialogar con desconocidos que merodean por las zonas escolares; de
aceptar regalos, golosinas o invitaciones de personas extrañas, y más
aún de subir a sus vehículos; y finalmente, de participar en pandillas.
Como parte de este trabajo, también se promueven reuniones entre la
Policía y los brigadieres de aula y policías escolares, con el propósito de
reforzar su trabajo dentro y fuera de la institución educativa.
- Brigadas de Seguridad Escolar. La finalidad de este programa es involu-
crar a los padres de familia para que participen preventivamente en la se-
guridad de sus hijos a la hora de entrada y salida de los locales escolares.
Para ello, el personal policial, al mando del comisario, convoca a las
Asociaciones de Padres de Familia (Apafa) para que promuevan que to-
dos sus integrantes asistan a las capacitaciones sobre seguridad vecinal
que se realizarán.
La acción consiste en organizar piquetes de seguridad, conformados por
15 padres de familia, que se ubican en la parte externa de los colegios.
Los padres actúan provistos de un chaleco identificatorio en cuya parte 139
delantera se lee la inscripción «Seguridad vecinal: cuidando a nuestros

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


hijos», mientras que en la espalda figura el nombre de la institución
educativa y el de la comisaría. Estos grupos de padres, que actúan acom-
pañados por personal policial, alejarán a todas las personas desconoci-
das y grupos de pandillas que frecuentan estas zonas.
Otro grupo de padres de familia, provistos de paletas con las inscripcio-
nes «Pare» y «Pase» y silbatos, apoyarán el control del tránsito peatonal
y vehicular en las zonas adyacentes a los colegios.
Mediante estas acciones, se previenen tanto las agresiones como los acci-
dentes, y se contribuye al libre tránsito peatonal de los escolares, al orden
y a la tranquilidad que todos los padres anhelamos para nuestros hijos.
- Fortalecimiento del Deporte: La finalidad de este programa es que los
niños y adolescentes de ambos sexos empleen de modo útil su tiempo
libre.
Se busca que participen en prácticas deportivas y recreativas como una
alternativa para alejarlos de las drogas, el pandillaje, el consumo de be-
bidas alcohólicas y otros vicios. Consideramos que estas actividades los
mantendrán ocupados y entretenidos, y serán una oportunidad para que
demuestren sus habilidades deportivas y artísticas, y lleven una vida sana.
La organización de eventos deportivos y recreativos como campeonatos
debe involucrar a toda la población. De esta manera, se fomenta la sana
convivencia entre vecinos, se establecen nuevas amistades y se recobra
la confianza en la PNP. También es una oportunidad para conocer más
de cerca los problemas por los que pueden estar pasando algunos jóve-
nes, y así estar en mejores condiciones de ayudarlos y guiarlos por el
buen camino que han escogido.
Estas actividades deben realizarse en las losas deportivas de la comunidad
o de la comisaría, y con la asistencia del público. Es importante la parti-
cipación de las juntas vecinales, los profesores, las autoridades y la muni-
cipalidad, todo lo cual permite mantener un adecuado nivel de liderazgo.
Así mismo, resulta esencial el apoyo de las redes sociales, que pueden
proporcionar diplomas, trofeos u otros incentivos a los participantes.
- Patrullas Juveniles: Este programa consiste en identificar plenamente a
los cabecillas e integrantes de las pandillas, para lo cual se contará con
el apoyo directo de las juntas vecinales y del personal policial.
140 Una vez identificadas estas personas —con sus nombres, alias y
direcciones—, se buscará el acercamiento mediante visitas a sus
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

casas o invitaciones a la comisaría. A través del diálogo, se tratará de


disuadirlos de su comportamiento violento, que transgrede las normas
de convivencia social, y junto con ellos se buscarán alternativas para
reinsertarlos a la sociedad.
La PNP demostrará en todo momento su compromiso para el éxito de
este programa, tratando a estas personas con amabilidad y respeto. Si se
logra establecer con ellas una buena relación, perderán el temor a visi-
tar una comisaría y recibirán un impulso para mejorar sus condiciones
de vida. Así, se las ayudará a tramitar sus documentos y se las invitará a
asistir a charlas, cursillos, seminarios, talleres y paseos.
Por otra parte, contando con el apoyo del municipio y otras institucio-
nes, se buscará que estas personas accedan a oportunidades de trabajo
mediante empleos eventuales o proporcionándoles herramientas que
sirvan para el mismo fin.
También se fomentará entre ellas la práctica del deporte en sus distintas
disciplinas, como una medida de entretenimiento y sano esparcimiento
que sirve para acortar las diferencias y neutralizar los rencores y deseos
de venganza entre pandillas.
Se fomentarán actitudes como la amistad, la solidaridad, el trabajo, el
estudio y, lo más importante, el culto religioso, a fin de robustecer el espí-
ritu cristiano y conseguir con ello que se intensifique el amor al prójimo y
el acercamiento social y espiritual entre los miembros de la comunidad.
- Recobrando la Confianza, Ganando un Amigo: Este programa pretende
que la Policía amplíe su área de servicio a la comunidad buscando a las
personas con problemas en sus propios puntos de reunión. Así, se esta-
blecerá contacto con los adolescentes y adultos que se agrupan en deter-
minadas esquinas hasta altas horas de la noche, con el afán de molestar a
los transeúntes y a los vecinos, consumir bebidas alcohólicas y practicar
juegos de azar. También se intervendrá en los lugares en los que se re-
únen los drogadictos (fumaderos) y los alcohólicos («cámaras de gas»).
En todos estos espacios, se buscará establecer un diálogo respetuoso
con los jóvenes, en el que se abordarán sus problemas y se les insistirá
en la necesidad de que dejen los vicios y desistan de sus actitudes vio-
lentas, tanto por su propio bienestar como por el de sus familias. Es
necesario que tomen conciencia de que están desperdiciando un tiempo 141
valioso que podrían aprovechar en su propio provecho.

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


Una vez que se tome conocimiento sobre casos de violencia familiar,
drogadicción, alcoholismo, prostitución clandestina y abandono moral
o material, sea por intermedio de las juntas vecinales o porque los agra-
viados han solicitado apoyo policial, los efectivos deben visitar el lugar
de los hechos y fomentar el diálogo a fin de buscar vías de solución al
problema. Este diálogo debe inculcar los principios morales, los valores,
las buenas costumbres y el amor a Dios. Hay que tratar, sobre todo, de
que las familias no se desintegren, y si el caso lo amerita, contactar con
instituciones especializadas que puedan colaborar en esta tarea.
Si esto no es posible y los implicados no aceptan dialogar, se tendrá que
actuar de acuerdo con la ley y, de ser necesario, se solicitará la presencia
del representante del Ministerio Público y de la Policía especializada. En
todo momento, se brindará información y asesoría policial a las perso-
nas que lo soliciten, realizando esta función con amabilidad y cortesía.
La Policía tiene que acudir inmediatamente ante el llamado de los veci-
nos, pues de esta manera ganará la confianza de la población y se evitará
la desintegración familiar, principal factor para que los niños y adoles-
centes de ambos sexos se vean involucrados en situaciones de riesgo y
posteriormente incurran en la delincuencia.
- Protección Personal: Este programa se ejecutará barrio por barrio. Se
trata de convocar a la población a reuniones y eventos, así como de
realizar visitas a las instituciones educativas, empresas y todo tipo de
agrupaciones, con la finalidad de brindar información sobre las medidas
de seguridad que todo ciudadano debe practicar en su vida cotidiana.
Esta iniciativa debe estar a cargo del comisario de la demarcación, quien
contará con el apoyo de los jefes y oficiales de las unidades especializa-
das, en su calidad de expertos en temas de seguridad e investigación del
delito.
Así, se busca que las personas de toda edad se protejan a sí mismas
cumpliendo recomendaciones de seguridad elementales mientras tra-
bajan, están en sus domicilios, transitan por las calles, van de compras,
acuden al banco, abordan vehículos, etcétera. Se trata de que todos los
ciudadanos adopten una actitud preventiva y tomen precauciones que
les pueden evitar muchos problemas. Se espera que sean capaces de
142 reconocer los perfiles de las personas sospechosas, mejorar la seguri-
dad de sus viviendas y empresas, abstenerse de transitar por los lugares
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

peligrosos en los que operan personas de mal vivir, etcétera. Estas me-
didas de protección personal también incluyen la detección de buzones
de alcantarillado sin tapa, falta de alumbrado público, falta de señales
de tránsito, focos de contaminación ambiental, vehículos abandonados,
parques descuidados y tiendas que venden licor a menores de edad.
- Policía Escolar: Este programa consiste en organizar y capacitar a los
brigadieres de aula y policías escolares, en cumplimiento del convenio
suscrito entre el Ministerio de Educación y la PNP.
La capacitación se realiza a través de charlas en las que se les explican
sus funciones y las acciones de prevención que deben cumplir en cuan-
to a drogas, pandillaje, maltrato infantil, seguridad vial e instrucción
premilitar.
Una vez que estas autoridades escolares han juramentado en sus cargos,
cumplirán sus funciones dentro y fuera del plantel. Estas consisten en
controlar que los alumnos ingresen y salgan en orden, que vistan el
uniforme correctamente, que respeten el orden y la disciplina, que no
permanezcan en el interior o exterior de la institución educativa fuera
del horario de clases, así como detectar a los que consumen drogas o
bebidas alcohólicas dentro del plantel. Si enfrentan algún caso de indis-
ciplina escolar, deben comunicarlo al brigadier general y él le informará
al director. En caso necesario, se solicitará el apoyo policial.
Mediante estas acciones, se fortalecerá el orden, la tranquilidad, la salu-
bridad y la moralidad, y se prevendrá que los escolares fomenten actos
de indisciplina o se vean involucrados en hechos delictivos.

b) Municipio
• Apoyar el trabajo del Comité Distrital de Seguridad Vecinal, de conformi-
dad con las disposiciones de la Ley 27933.
• Promover la participación de la población en materia de seguridad vecinal,
coordinando con las instituciones que conforman sus respectivos comités.
• Desarrollar actividades de proyección que conlleven a la seguridad local.
• Firmar convenios con organismos nacionales e internacionales para el lo-
gro de los objetivos.
• Coordinar con la comisaría del distrito para mejorar el sistema de comu- 143
nicación entre la Policía, los vecinos y municipalidad.

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


• Diseñar planes, programas y campañas preventivas en materia de seguri-
dad vial.
• Establecer convenios con entidades públicas y privadas para coordinar la
prestación de servicios policiales individualizados cuando los efectivos es-
tén de vacaciones en las comisarías.
• Motivar al empresariado para que apoye el esfuerzo de seguridad vecinal
de la demarcación.

c) Autoridad política
• Apoyar decididamente el trabajo de seguridad vecinal, respetando las com-
petencias funcionales de las instituciones que conforman el comité.

d) Juzgado
• Apoyar decididamente al Comité Distrital de Seguridad en su esfuerzo por
reducir la criminalidad y la delincuencia de su demarcación.
• Promover una directiva sobre la aplicación de penas de prestación de ser-
vicios a la comunidad y establecer un procedimiento orientado al cumpli-
miento de las sentencias de este tipo de penas.
• Desarrollar acciones tendientes a la implementación de una política sobre
justicia y paz social basada en la actualización y formulación de las respec-
tivas normas integrales.
e) Sector Educación
• Promover la organización de escuelas de padres y otras actividades de edu-
cación familiar.
• Realizar campañas de alfabetización.
• Alentar, con apoyo de la PNP, la formación de la Policía Escolar. En este
contexto, elaborar un manual único que sea aplicado en todas las institu-
ciones educativas.
• Desarrollar el programa de Autoprotección Escolar, en coordinación con
la comisaría y las Apafa.
• Realizar las gestiones necesarias para asegurar que los sábados y domin-
gos la infraestructura deportiva de las instituciones educativas se ponga al
servicio de las acciones de proyección social.
144 • Promover y/o participar en programas integrales preventivos y de rein-
serción social dirigidos a jóvenes y adolescentes en riesgo, integrantes de
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

pandillas y barras bravas.

f) Sector Salud
• Extender los servicios de salud a las poblaciones carentes de estos.
• Participar en las campañas preventivas de control sanitario y de sanea–
miento ambiental que promuevan los comités de seguridad vecinal en
coordinación con la Fiscalía de Prevención del Delito, la municipalidad y
la PNP.
• Desarrollar acciones informativas y de capacitación sobre prevención y
control de enfermedades infectocontagiosas, así como sobre lactancia y
nutrición.
• Participar en campañas de cuidado del medio ambiente, de saneamiento y
de fumigación en los puntos críticos de la comunidad.
5. Metas a corto plazo (enero-diciembre del 2004)

Para el eficiente logro de los objetivos definidos en los planes y programas en


materia de seguridad vecinal en el distrito de La Victoria, todos los integrantes
del Comité Distrital de Seguridad Vecinal se mantendrán en constante comuni-
cación y se comprometerán a realizar su trabajo en forma ininterrumpida.

Con el objetivo de reducir en un 70% el índice de la delincuencia común en


todas sus modalidades, se formará y capacitará a un aproximado de 1.500 juntas
vecinales, las cuales realizarán un trabajo de vigilancia en sus respectivas cua-
dras, comunicando a la comisaría sobre cualquier hecho que lo amerite.

Sobre todo, procurarán cumplir las siguientes actividades: 145

El Plan Local de Seguridad Vecinal del distrito de La Victoria, Chiclayo


• Efectuar rondas mixtas (población-Policía) en los puntos críticos de cada
zona.
• Implementar el patrullaje policial motorizado con un patrullero por
sector.
• Dictar charlas a la población sobre cómo velar por la seguridad en casas,
locales comerciales, parques y otros ambientes de la zona.
• Reducir en 80% la venta de drogas instalando casetas de auxilio rápido
en lugares estratégicos, mediante un trabajo conjunto entre el personal
policial y las juntas vecinales del lugar.
• Dictar charlas a los pobladores, sobre todo a los adolescentes, acerca de
cómo prevenir el consumo de drogas.
• Dispensar ayuda profesional a los consumidores de drogas que deseen re-
habilitarse.
• Reducir en 80% los casos de violencia familiar organizando grupos de te-
rapia psicosocial tendientes a lograr cambios de comportamiento en las
costumbres de índole familiar y cultural.
• Atender con prontitud y esmero los casos de violencia familiar. Las juntas
vecinales comunicarán a la comisaría todos los casos de este tipo de
violencia.
• Reducir en 50% los asaltos a grifos, establecimientos comerciales, fábricas
y todo tipo de empresas. Esta meta se alcanzará estableciendo un siste-
ma de vigilancia y alerta temprana a cargo de las juntas vecinales. Sus
integrantes comunicarán inmediatamente a la comisaría la presencia de
personas, vehículos sospechosos u otras amenazas que perciban.
• Coordinar acciones con el personal de vigilancia particular.
• Implementar alarmas con enlace electrónico a la comisaría, para dar la
alerta temprana en casos de asalto, robo u otros atentados.

6. Presupuesto

El Comité Distrital de Seguridad Vecinal desarrollará todas estas actividades so-


bre la base de sus propios recursos, los aportes en bienes y servicios de las insti-
tuciones y sectores del Estado componentes del sistema, y los que provengan de
146 donaciones, legados, cooperación o actividades que desarrolle la comunidad.
Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

La Victoria, 24 de mayo del 2004


Bibliografía

Opción Comunidad. Violencia y Policía Comunitaria. Lima: Editorial San Marcos,


2002.
———————. Violencia social y corrupción. Lima: Editorial San Marcos,
2001.

Robbins, Stephen P. Comportamiento organizacional. Décima edición. México


D. F.: Editorial Trillas, 2004.

Villanueva Garay, José Antonio. Doctrina policial. Segunda edición. Lima:


Mavisa, 2006.
147
Yépez Dávalos, Enrique. Seguridad ciudadana. Lima: Instituto de Defensa Legal,
2004.

También podría gustarte