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Roland Barthes, Los lentes oscuros en Fragmentos de un discurso amoroso

Los lentes oscuros

Esconder. Figura deliberativa: el sujeto amoroso no se pregunta si debería declarar al ser


amado que lo ama, sino en qué medida debe esconderle las turbulencias de su amor: sus
deseos, sus pánicos, es decir, sus excesos.

1. X se fue de vacaciones sin mí y no ha dado ningún signo de vida desde su partida: ¿un
accidente? ¿el correo está en huelga? ¿indiferencia? ¿táctica de distancia? ¿simple inocencia?
Yo me angustio cada vez más y paso por todos los actos del escenario de la espera. Pero cuando
X vuelva a aparecer de una manera o de otra, puesto que no puede no hacerlo, ¿qué voy a
decirle? ¿Debería esconderle mi angustia ya pasada (Cómo estás…)? ¿Confrontarlo
agresivamente (No estuvo padre, hubieras podido…) o pasionalmente (Me pusiste en tanta
inquietud…)? ¿O bien dejarle escuchar delicadamente este pesar para que lo escuche sin
atormentarlo (Estuve un poco inquieto…)? Una segunda angustia me atrapa: tener que decidir
qué grado de publicidad debo darle a esta angustia primera.
2. Estoy atrapado en un doble discurso del que no puedo escapar. Por un lado, me digo ¿y si el
otro, por su propia naturaleza, tuviera necesidad de que yo lo solicite, lo pida? ¿Estaría yo
entonces justificado en abandonarme a mi “pasión”? ¿Serían entonces el exceso y mi locura
mis únicas verdades, mis únicas fuerzas? ¿Y si esta fuerza, esta pasión terminasen por
impresionar?
Pero, por otra parte me digo: los signos de esta pasión corren el riesgo de sofocar al otro. ¿No
sería entonces necesario, y precisamente porque lo amo, esconderle cuánto le amo? Por tanto,
yo le muestro solo un poco mi pasión.
3. Imponer a mi pasión la máscara de la discreción: he aquí un valor propiamente heroico. “Es
indigno de las grandes almas el esparcir a su alrededor las turbulencias que experimentan”
(Clotilde de Vaux).
Sin embargo, esconder por completo una pasión es inconcebible: esto no es debido a que el
ser humano sea demasiado débil, sino porque la pasión, por esencia, está hecha para ser vista.
Es necesario que el acto mismo de esconder sea visto: sepa usted que estoy escondiéndole algo
en este momento. Esta es la paradoja activa que debo resolver: es preciso al mismo tiempo
que se sepa y que no se sepa, que se sepa que no quiero mostrar mi pasión. Larvatus prodeo1:
camino señalando con el dedo mi máscara: pongo una máscara a mi pasión, pero con un dedo
discreto señalo esta máscara. Toda pasión tiene por fin un espectador.
4. Imaginemos que he llorado por culpa de cualquier incidente del que el otro ni siquiera se dio
cuenta y, para que eso no se vea, me pongo unos lentes oscuros sobre mis ojos lagrimosos
(excelente ejemplo de denegación: oscurecerse la vista para no ser visto). La intención de este
gesto está calculada: quiero preservar el beneficio moral del estoicismo, de la dignidad y, al
mismo tiempo de forma contradictoria, provocar la pregunta tierna (¿pero qué te pasó?);
quiero así ser a la vez ridículo y admirable. Haciendo esto juego y me arriesgo, pues siempre
es posible que el otro no se pregunte en lo absoluto sobre los inusitados lentes y que en este
hecho no vea ningún signo.

1
Frase célebre de Descartes: Enmascarado avanzo o Con los ojos vendados avanzo.

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