Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Erika Silva
Para empezar el tema hay que tener claro los siguientes conceptos:
Habitualmente en educación se han impartido cursos de historia universal que solo hacen
referencia a la historia grecolatina, europea, como inicios de la humanidad, aunque en la
América latina existían pueblos ancestrales cercanos a la misma cronología. Tradicionalmente
la historia ha sido escrita desde una visión de poder y por la demanda de “culturizar a la
sociedad” desde el apego a los patrones que generan una forma particular de desarrollo
desde la visión de aquel que tiene el poder, plasmado como una búsqueda del conocimiento
racional que en el positivismo moderno fue llevado a nuestra visión del universo a través de la
ciencia, ayudando así al hombre a dominar la naturaleza para ponerla a su servicio en aras del
progreso y el avance tecnológico. Es ahí donde comienza la hegemonía de la ciencia de la
mano con la pretensión cultural y política generalizada para una concepción del mundo con
formas de poder en todos los ámbitos.
En terminos de Freire (1970) no es otra cosa que crear condiciones para que cada uno
pueda decir su palabra, su biografía, su espacio y libertad de cultura. El docente en el
esquema tradicional ha aplicado, y en muchos casos sin conciencia propia porque así le fue
enseñado, la cultura del oprimido, de seguir al hegemón, de seguir la colonialidad inculcada.
Finalmente el educador es sujeto del proceso y Focault (1991) establece que las
estructuras de régimen son de poder y disciplina para el poder y el saber, hecho indiscutible
que ha cimentado las bases de la escuela tradicional, la hegemonía en nuestra educación. Es
así que finalmente se reflexiona sobre la postura de Freire, como construcción de
pensamiento crítico y liberador que plantea en sus términos que solo en la medida en que se
descubran que “alojan al opresor” podrán contribuir a la construcción de su pedagogía
liberadora, que ayuda a tomar conciencia y necesidad de liberarse y abrir nuevos caminos de
pensamiento, todo como un acto revolucionario de aprender en el hacer, en el vivir y desde
nuestra identidad como sociedad en formación y crecimiento.
Estas filosofías van de la mano con el pensamiento robinsoniano de que nuestra educación
debe asentarse desde el conocimiento y las bases de la experiencia, para generar conciencia
de quiénes somos y hacia dónde vamos, con esquemas propios y tomando lo mejor de los
modelos foráneos sin abandonar nuestras raíces ni generar ataduras a modelos impuestos,
construyendo una educación liberadora y transformadora del ser y su entorno, de la sociedad.