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Corvus

Por Katsuata Nikotesa

2019
El capitán Lapeña apuraba su cigarrillo apoyado en el fuselaje de su

indestructible RI-19C Corvus. Un sol de justicia calentaba el asfalto. Como de

costumbre, le gustaba disfrutar unos minutos sólo con su avión antes de

comenzar cada misión. Hoy le habían asignado una de esas largas de

reconocimiento. Aguardaba tranquilamente la llegada del resto del personal para

poder empezar con la puesta en marcha del aparato. En ese efímero momento

de relajación comenzó a seguir las acaloradas líneas de rodadura sobre la

plataforma, su mente voló hacia la imagen de su mujer, esos maravillosos

cabellos negros, dulces ojos verdes, quién pudiera acariciarla ahora…

A vista de pájaro, la vasta losa de hormigón dónde descansaban los

aparatos pertenecientes al Ala 61, se encontraba a la derecha de la torrada pista

de aterrizaje. A su vez, al este de la plataforma se localizaban dispersos los

edificios y las instalaciones que componían la Base Aérea de Morón. Una

pequeña isla en un inmenso mar de olivares.

Agudizó su mirada y divisó allá a lo lejos, al teniente Fernández y al resto

de los miembros de la tripulación, así como a los mecánicos de tierra caminando

hacia su posición. Decidido, apagó el cigarro, trepó por la escalinata metálica y

se introdujo en la cabina. Estaba ya acostumbrado al denso perfume a

queroseno que vestía el ambiente. Aquella caja sería su hogar durante las

próximas ocho horas, si Dios estaba de su parte.

Observó cada uno de los asientos de control, con las pantallas apagadas

aguardando el momento de comenzar a trabajar. El pasillo era bajo y algo

estrecho. Prosiguió hacia la cabina apoyando sus ásperas manos en la parte

superior de los modestos asientos, marcados por el paso del tiempo. Al llegar a

la zona de descanso observó que alguien se había olvidado un libro. En letra


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antigua podía leerse Rimas y Leyendas. Recordaba ese título de cuando era

joven, de cuando todavía era un romántico.

En cualquier caso, si alguien de la tripulación de esa misión no lo

reclamaba, ya tendría algo para disfrutar mientras los oficiales de inteligencia

cumplían con su cometido. Con el trofeo en la mano, abrió la puerta de la cabina

y lo depositó en uno de los innumerables cajones. A pesar de que el denso

perfume tenía unas notas más suaves que en el resto del aparato, abrió las dos

ventanas, una por cada lado.

Este compartimento aún era espacioso. A la izquierda se situaba el

asiento del piloto y a la derecha el del copiloto. En el centro, retrasado con

respecto a los otros dos, había un asiento algo más pequeño para el mecánico.

Justo detrás del asiento del piloto se localizaba una pequeña mesa con otro

asiento para el navegante. Todos los paneles de instrumentos estaban

compuestos por innumerables relojes e indicadores analógicos. De esta manera

se evitaban posibles errores de lectura si sufrían ataques mediante interferencias

electrónicas. Además, tanto el piloto como el copiloto contaban con una columna

de control rematada en la parte superior con los clásicos cuernos. Entre los

asientos del piloto, copiloto y mecánico descansaban las cuatro palancas de

gases (una por motor) y sus respectivos arrancadores. Por último, seis

ventanales ofrecían una magnífica vista del mundo exterior.

Al tiempo que comprobaba visualmente la cabina, advirtió la entrada del

resto de personal en el aparato. Por lo que comenzó a preparar su zona de

trabajo.

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Ajustó el asiento y miró por uno de los ventanales. Ahí estaba como era

habitual el subteniente López, siempre sonriente. Conectada la unidad auxiliar

de potencia, empezó a encender los sistemas básicos de la aeronave. Al

momento entró el teniente Fernández en la cabina junto con el mecánico y el

navegante.

- Buenas tardes, ¿qué tal todo, mi capitán?

- Sin novedad Fernández, tome asiento, el día de hoy será largo.

- Sí, sí, esto no acaba nunca… ¿Ha leído los informes del CIFAS?

- Sí, es posible que tengamos compañía…

La tripulación de vuelo, compuesta por los dos pilotos: el capitán Lapeña

y el teniente Fernández; el mecánico, el subteniente García, y el navegante, el

alférez Ruiz, comenzó con la puesta en marcha del aparato. García sacó de un

bolsillo lateral de la cabina un maltrecho y obeso libro. Abrió por la primera página

y comenzó con el menú de comprobaciones. La comunicación con torre la

llevaría el copiloto:

- Buenas tardes Torre de Morón, NEPTUNO01 en parquin nº44, Solicito

puesta en marcha.

- Buenas tardes NEPTUNO01, torre de Morón. Puesta en marcha

aprobada. Temperatura 15, altímetro 1013 (valor de presión atmosférica

en el aeropuerto).

- Puesta en marcha aprobada, temperatura 15, altímetro 1013,

NEPTUNO01.

A pesar del trajín habitual de la base aérea de Morón, los controladores

autorizaron la ruta por la tipología de misión que realizaría aquella tarde la

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tripulación del Corvus. Inmediatamente después, solicitaron autorización para

comenzar a rodar:

- Torre de Morón, NEPTUNO01. Solicito rodaje.

- NEPTUNO01, Torre de Morón. Rodaje aprobado punto de espera Delta.

Pista en servicio 20, notifique punto de espera. Notifique listo para copiar

autorización de despegue.

Una vez completaron todas las listas de procedimientos y fueron

autorizados a dirigirse a la cabecera de la pista en servicio (20 en ese momento),

los pilotos comprobaron con el navegante la ruta, avisaron al resto de tripulación

(oficiales de radar y de inteligencia) y procedieron a rodar hacia la cabecera 20.

- ¿Listos? – advirtió el capitán con el avión ya colocado en el punto de

espera.

Un profundo silencio dejó al desnudo el maravilloso y ensordecedor ruido

que emanaba de los cuatro turborreactores.

- Sí – uno de los operadores de radar dio el primer paso, instantes después

todo el equipo respondió afirmativamente por la radio.

- De acuerdo - asintió Lapeña

Seguidamente, el teniente llamó al controlador de torre:

- Torre de Morón, NEPTUNO01 listo.

- NEPTUNO01, salida estándar VEJER 1 WHISKEY (VJF1W), altura inicial

7000 pies.

- Recibido, NEPTUNO01.

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A continuación, el corpulento y estruendoso aparato se introdujo en la

grisácea pista para alinearse sobre los grandes números que indicaban la

cabecera. Lapeña volvió a pisar sobre los pedales para detener el cuatrimotor:

- Torre de Morón, listos para despegar – comunicó Fernández

- NEPTUNO01, viento 190 5 nudos, pista 20 autorizado a despegar –

respondió el controlador.

- Autorizado a despegar, NEPTUNO01 - colacionó el teniente.

El capitán, ansioso por surcar los aires, ya había impregnado de sudor las

cuatro palancas de gases. En cuanto escuchó la autorización, los pilotos se

miraron y asintieron mutuamente.

- Nos vamos – el piloto liberó los frenos y empujó las palancas hasta,

aproximadamente, la mitad del recorrido con la mano derecha, mientras

la izquierda descansaba sobre los cuernos.

El aparato comenzó a rodar, las manecillas de los relojes cobraron vida:

- Anemómetros vivos, potencia estabilizada. – observó el mecánico.

Lapeña inmediatamente llevó al máximo las palancas de gases. A los

cinco segundos:

- 80 nudos, advirtió Fernández.

- V1, continuó el teniente.

- ¡Arriba! – Lapeña empujó los cuernos hacia sí, como si tratara de levantar

aquel viejo aparato con sus propias manos.

- Ascenso positivo, guarde el tren Fernández. – indicó el capitán.

- NEPTUNO01, contacte con Control militar, buena tarde – interrumpió el

controlador de torre.

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- Con Control militar entonces, buena tarde, hasta luego – se despidió el

teniente.

Lapeña presentía que la misión iba a extenderse más de lo habitual, por

lo que, cuando apenas había alcanzado 300 pies de altitud, activó el piloto

automático. Desde la torre, el avión se hacía cada vez más pequeño para los

controladores que hacían el turno de tarde. Desconocían lo que le esperaba al

Corvus que acababan de despedir.

Una vez alcanzado el radiofaro omnidireccional (VOR, utilizado en

navegación aérea) de Vejer de la Frontera, Control militar los autorizó a continuar

con el plan de vuelo. Además, les preguntó quién formaba parte de la tripulación.

Casualmente, el interlocutor de tierra era hermano de uno de los operadores de

radar. Asimismo, requirieron que el aparato mantuviera una velocidad indicada

de 250 nudos hasta que alcanzaran la altura de crucero, en este caso, 25.000

pies.

Rumbo al océano atlántico, pudieron observar parte del sur de Cádiz, en

especial la línea de costa desde Barbate hasta el cabo de Trafalgar. El sol

comenzaba a bañar con fuerza la cabina. Todo un regalo de la naturaleza. Por

su parte, el teniente observó como el capitán se había apoyado sobre el panel

de instrumentos para poder contemplar mejor el faro de Trafalgar y la dorada

playa de los Caños. Una descuidada lágrima brotó de sus ojos.

Fernández sabía que no debía preguntar, Lapeña había tenido numerosas

dificultades en su vida sentimental. En ese momento, control militar rompió aquel

nostálgico silencio:

- NEPTUNO01, autorizado directo a XARUN.

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- Copiado, NEPTUNO 01, muchísimas gracias – contestó agradecido

Fernández.

Seguidamente, el capitán volvió en sí y le pidió a su copiloto que

introdujese el valor en el ordenador de gestión de vuelo. Intentó localizar de

nuevo aquel faro, pero ya lo habían sobrevolado… De inmediato su mente se vio

invadida por un torrente de recuerdos, que bonitos atardeceres con sabor a

arena fina, aquellos con ella…

Al momento, viajó de regreso a la ruidosa cabina. Bajó la mirada hacia su

pierna izquierda donde descansaba un mapa, repasó de memoria la ruta. Control

aéreo les había hecho un gran favor, ahorrándoles una parte de la singladura

hacia la remota área de misión. A pesar de ello, esto modificaba en parte los

cálculos iniciales, por lo que debía evitar de cualquier modo acercarse

demasiado a la Zona de Exclusión Económica, ya que pondría en grave riesgo

el éxito de la misión y provocaría la necesidad de una intervención del Ministerio

de Defensa sobre estas actividades altamente secretas.

Todo había comenzado un par de meses antes, cuando los Servicios de

Inteligencia descubrieron, a partir de imágenes de satélite, que Almasin había

iniciado la construcción con extrema rapidez y extraordinario sigilo de nuevas

instalaciones militares. Esta era la razón, por la que, de un tiempo a esta parte,

la sección más oscura del Ejército del Aire y del Centro de Inteligencia de las

Fuerzas Armadas se había puesto manos a la obra para intentar esclarecer

cuáles eran las capacidades de estas novedosas construcciones.

Debido a ello, el Mando Aéreo de Combate había ordenado al Ala 61 con

base en Morón de la Frontera (nombre en clave PRENSA) y provista de RI-19C

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Corvus, la misión de patrullar aquella zona para obtener información sobre dicho

enclave. El RI-19C Corvus era un antiguo modelo diseñado por la empresa

española DASA, siendo Intelion la proveedora de los sistemas de inteligencia.

Su planta propulsora comprendía cuatro potentes turborreactores de fabricación

nacional.

Se diferenciaba del resto de aeronaves por el voluminoso radomo situado

en la parte inferior del fuselaje, donde se alojaba la magnífica antena de barrido

electrónico activa del radar de impulsos Doppler, capaz de suministrar, gracias

a un secreto y complejo algoritmo, una detallada imagen del terreno. Asimismo,

podía detectar a cierta distancia el movimiento de las palas de un helicóptero u

objetos desplazándose a baja velocidad. Cerca de la cola contaba con una

pequeña granja de antenas con la que podía rastrear ciertos rangos de

radiofrecuencia. En la parte superior del aparato, se localizaba un bulbo con la

antena SATCOM (comunicación por satélite) y un poco más atrás, la del

protocolo de transmisión de datos. Asimismo, contaba con equipamiento contra

misiles. Entre ellos, pequeñas virutas metálicas denominadas chaff, utilizadas

contra misiles guiados por radar y bengalas, empleadas para disuadir misiles

guiados por calor.

La tripulación, en líneas generales, estaba compuesta por un piloto, un

copiloto, un mecánico, un navegador, diez oficiales de inteligencia dependientes

del Ejército del Aire y tres oficiales de inteligencia del Ejército de Tierra. El jefe

de misión se encontraba entre los oficiales de inteligencia del Ejército del Aire.

A veces, durante misiones de entrenamiento, volaban junto al RC-25T

Avizor del Ala 67, basada en Getafe (nombre en clave CUNA). A diferencia del

Corvus, la misión principal del Avizor era servir como plataforma de alerta
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temprana y control aerotransportado. Esto es, proveía de visión allá dónde

estuviera.

Sin embargo, el RC-25T contaba con el mismo fuselaje que el RI-19C pero

con una ligera disimilitud. El primero, en lugar de la antena inferior contaba con

un impresionante rotodomo colocado en la parte superior del fuselaje. Dentro se

localizaba una eficiente antena de barrido electrónico activo. Este elemento se

incluyó durante la actualización de vida media ya que antes la antena era de

barrido pasivo. La antena del radar Doppler permitía detectar cualquier aparato

volando en las cercanías. Asimismo, gracias al sistema, el avión podía funcionar

como controlador aéreo avanzado, guiando a los aviones de caza hacia los

posibles aparatos hostiles.

La tripulación, en la mayoría de las misiones, incluía un piloto, un copiloto,

un mecánico, un navegador y diez operadores de radar dependientes del Ejército

del Aire. Al igual que en el otro aparato, el jefe de misión era del Ejército del Aire.

Alcanzando ya XARUN, Fernández se despidió de los controladores

españoles, puesto que ahora todas las comunicaciones se realizarían

directamente con el Centro de Operaciones Aéreas Combinadas localizado en

Torrejón de Ardoz. Además, a partir de ahora los interlocutores debían cifrar

completamente sus mensajes. Por tanto, el capitán cambió el modo de responder

del transpondedor.

El avión siguió adentrándose en el inmenso y solitario Atlántico. Una

sábana de nubes protegía el azulado gigante de las últimas pinceladas del

dorado sol de tarde. Algunos aviones colgaban trazos blancos sobre el cielo del

anochecer. Después de XARUN, la aeronave se dirigió hacia NORKO, donde

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giraron hacia el suroeste hasta ODABO. Sobrevolaban aguas internacionales,

pero toda precaución era poca. Por lo que, tanto los operadores de radar como

los de comunicaciones ya habían empezado a trabajar. Las comunicaciones se

mantenían sólo si era estrictamente necesario…

Al llegar a ODABO, el aparato se acercó unas diez millas hacia la costa

almasina y comenzó a realizar los hipódromos. Para obtener una mejor imagen

del terreno, el avión debía volar en circuitos similares a los trazados de los

antiguos circos romanos. En este momento, la carga de trabajo de los pilotos se

alivió, la tensión se trasladaba a la zona central del aparato, donde los sistemas

de recolección de información comenzaban a trabajar a destajo.

En la cabina, Lapeña había sacado del cajón el viejo libro de Gustavo

Adolfo Bécquer. Allí aun llegaban algunos rayos rezagados de un sol ya

marchito. Comenzó a hojearlo con cuidado, desprendía un perfume particular

aquella colección de folios maltrecha, buscando la rima XXI: – ¿Qué es poesía?

– dices mientras clavas / en mi pupila tu pupila azul –. / ¿Qué es poesía? ¿Y tú

me lo preguntas? / Poesía… eres tú.

Se le escapó en voz alta y una gota salada, Fernández no pudo

aguantar más:

- ¿Todo bien, mi capitán?

- Sí, sí, Fernández, tranquilo, recuerdos, ¿sabe? A veces me pasa, estas

misiones… Antes, cuando pasamos por Trafalgar me he acordado de un

baile a la luz de la luna en la playa, que día aquel, sus ojos eran

preciosos… Pero, ahora echo de menos a mi mujer, ojalá pudiera estar

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con ella, hace tiempo que no la veo, ni a mis hijas tampoco. Libros como

estos me hacen volver a mi juventud, cuando escribía poesía…

- Hacía tiempo que no escuchaba a un militar hablar así… Me atrevería a

decir que nunca… Le seré sincero, nunca he tenido una relación estable

en los últimos tiempos. – Fernández tragó saliva –. Ya que lo menciona,

¿cómo es eso de escribir poesía?, los versos que ha leído antes son

magníficos.

- Sí, son preciosos. Tenga, mire, – el capitán sostuvo el libro con su mano

izquierda e indicó el poema con la diestra –. Es de Gustavo Adolfo

Bécquer, un poeta romántico del siglo XIX, y uno de los tres cantores más

importantes que tuvo la Ciudad de Soria – Apostilló el capitán.

- ¿De Soria?

- Sí, de allí es mi madre. Ella me introdujo en este mundo. Y, bueno, -

Lapeña respiró profundo - escribir poesía, es algo curioso, interesante,

placentero y angustioso a la vez. Tienes una oportunidad, si no eres

rápido y transformas la idea en cuestión de minutos, el poema vuela sin

miedo al olvido... Sin embargo, si quisiera compararla con otra forma

literaria, como puede ser la novela, ésta siempre requiere mucho más

trabajo y constancia, pero la semilla no suele huir. Por ello, podría decir

que, quizá, la poesía condense la belleza del instante fugaz y la novela

glorifique el esfuerzo de la constancia.

- Ah, ya entiendo. Tiene usted fama de ser una persona reservada en la

unidad.

- Sí, lo reconozco, esto no se puede contar a cualquiera – soltó una

pequeña carcajada el capitán –. Además, así tengo algo para contar

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durante estas misiones ¿no? Esto me llama demasiado la atención. Hoy

en día, numerosa gente se autodenomina poeta por escribir cuatro letras

maltrechas y darle dos veces a la tecla de retorno de carro… Le soy

sincero, debido a esto, no quiero enviar mis textos a ninguna editorial,

quizá soy demasiado antiguo… Pero, seguiré, siempre en la sombra,

porque creo que es una terapia buena, bonita y barata. Hace tiempo

encontré el poema: Encima de una mesa, / sobre una hoja de papel, /con

un bolígrafo, pluma o cincel, / reflexiona y expulsa tu / intimidad más

oscura y / bella, desvelando tu / encanto maravilloso oculto.

- Tiene usted razón, probaré.

- Y, ¿qué es de usted? ¿No le gustan las artes?

- Pintaba cuando era niño, algo de piano… Ya sabe, muchas cosas

empezadas pero pocas conclusas.

- Si, eso me recuerda a una clásica cita de Joseph Joubert: el genio

comienza las grandes obras, pero solo el trabajo las acaba.

- No sé si seré genio, pero sí, con los estudios y mi preadolescencia

comencé a relegar a un segundo término todo lo que componía mi parte

creativa…

- Si puede, debería retomarlo teniente, no pierda nunca esa parte…

Mientras, en la parte central del aparato el bullicio era notable, los cascos

humeaban sin descanso, los teclados eran continuamente golpeados, sumisos

ante el estrés de su operador… Las pantallas negras ahora mostraban con todo

detalle la imagen obtenida por el sistema de radar. A diferencia de los pilotos,

estos hombres ataviados con verdosos y exhaustos monos de vuelo no

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descansaban ni un segundo. De su pericia dependía gran parte del éxito de la

misión.

Allí estaban completamente expuestos, aquel día no contaban ni con una

escolta de cazas en las cercanías y volaban demasiado cerca de la costa. Así

que, si sucedía cualquier imprevisto, tendrían que improvisar. El avión no había

sido diseñado para maniobras de alto rendimiento, su límite apenas llegaba a

sobrepasar cuatro veces la fuerza de la gravedad.

En cuanto se consiguió la primera imagen completa del sistema de radar,

uno de los suboficiales se dirigió inmediatamente al jefe de misión por el circuito

interno de comunicaciones:

- Mi comandante, aquí RADAR 4, en la coordenada E-11 hemos detectado

la posible presencia de un escuadrón completo de aeronaves, pensamos

que se trata de medios aéreos tipo F-43.

- RADAR 4, aquí MAESTRO, ¿está seguro, subteniente? No creo que

todavía hayan desplegado aviones de combate a las instalaciones,

apenas las tienen a medio construir… – Decía mientras abría en su

consola la imagen obtenida.

- Observe, observe – apuntó humildemente el suboficial.

- ¡Cielo santo! Tiene usted razón. – Tragó saliva y comunicó:

- ¡CUERVO (nombre en clave de los oficiales encargados de monitorizar

las comunicaciones), atentos a cualquier transmisión o comunicación

inusual! Hemos detectado que hay seis cazas tipo F-43 en VANGARD

(nombre en clave de la nueva base aérea vecina). Tienen ustedes libertad

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para comunicar cuando sea necesario. Avisaré a PANDA (nombre en

clave del Centro de Operaciones Aéreas Combinadas de Torrejón).

Cambió a circuito externo:

- PANDA, aquí BUBO, hemos detectado un escuadrón completo hostil en

VANGARD. He puesto en alerta a CUERVO. Solicito CORAZA (nombre

en clave para solicitar apoyo entero).

- Recibido BUBO, activamos CORAZA: 6 ÁGUILA (aviones de combate F-

92C Venator) se posicionarán en GOLF CLUB (nombre en clave de la

base aérea de Rota) de inmediato en PERCUTOR (disponibles en un

máximo de 15 minutos desde la alerta), 12 estarán en RECÁMARA

(disponibles en 30 minutos desde la alerta) en PRENSA. Asimismo,

UDJAT (un avión de alerta temprana y control aéreo aerotransportado RC-

25T Avizor) y CAMELLO (un avión de reabastecimiento en vuelo CT-87Q

Bovis) salen en PERCUTOR, desde CUNA y QUIJOTE (base aérea de

Albacete), respectivamente.

- Copiado, PANDA. Esperamos instrucciones. Seguimos en MIKE

(prosiguen con su misión).

El F-92C era un formidable avión de combate de diseño y fabricación

nacional. El Ejército del Aire los adquirió en configuración monoplaza y biplaza.

Estos segundos estaban más focalizados a misiones de entrenamiento y de

bombardeo o ataque a tierra. Los primeros tenían la denominación F-92C,

mientras que los dobles eran F-92B. Alcanzaban Mach 2.0 y eran capaces de

soportar fuerzas de hasta nueve veces la gravedad. Asimismo, eran famosos por

su magnífica maniobrabilidad y variado equipamiento.

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Después del hallazgo, el ambiente en el aparato era más tenso. Los

reactores estaban descansando tranquilamente en tierra, pero suponían una

terrible amenaza. Hasta ese momento, los encargados de las tareas de

inteligencia de comunicaciones y electrónicas (CUERVO) apenas habían tenido

carga de trabajo.

De vuelta a la cabina, la tranquila conversación versaba ahora sobre la

infancia de cada uno de los integrantes. Tan sólo participaban los pilotos, el

mecánico contemplaba con cierta incredulidad los relojes de su zona de trabajo

y el navegante comprobaba la ruta de vuelta prevista.

Unas horas después, el jefe de misión estaba a punto de comunicar al

piloto el fin de la misión cuando, de repente, uno de los oficiales de inteligencia

de comunicaciones, lanzó un aviso:

- ¡Atentos! Tengo algo entrando. ¡Cielos! Parecen ellos, por el ruido de

fondo parece que están encendiendo los aparatos.

- ¡Dios! ¡Por Dios, no! – exclamó el comandante Sánchez. Continuó:

- RADAR, necesito que monitoricen el movimiento de los aparatos en tierra.

- Copiado MAESTRO.

- PANDA, dispare la primera pareja de ÁGUILA y UDJAT, tenemos dos

HOSTILE (cazas enemigos) moviéndose, desconocemos cuántos hay

encendidos.

- Copiado, BUBO, la primera será ÁGUILA, la siguiente será HALCÓN y,

por último, AZOR. Alerto a ÁGUILA, UDJAT y CAMELLO.

- Recibido.

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Un angustioso silencio inundó todo el aparato. En cabina ya habían

desconectado el piloto automático y la tripulación completa estaba en alerta.

Hasta ese momento el complejo sistema de radar había estado funcionando en

modo SAR (radar de apertura sintética), es decir, obteniendo imágenes

detalladas del terreno. Pero ahora, debido a que tenían que seguir a objetivos en

tierra, activaron el modo GMTI (indicador de movimiento de objetivo en tierra).

El reloj languidecía y los minutos cada vez eran más largos… El

comandante se dirigió a sus subordinados:

- Parece que hemos tenido suerte, nos ha tocado a nosotros servir de

pato… Centren toda su atención en los dos aparatos. ¡Por Dios!

En ese mismo instante, PANDA transmitió a las bases correspondientes

la orden de despegar de inmediato. Saldrían dos FA-92C con indicativos

ÁGUILA01 y ÁGUILA02, mientras que la tripulación del Avizor comenzaba la

puesta en marcha como SERENO81. El avión cisterna saldría algo más tarde

como CAMPSA27. Desde Torrejón, se interpretó la amenaza como altamente

hostil, por lo que comenzó a alertar al resto de bases aéreas para que fueran

comunicando dicha nueva al personal adecuado.

Dos minutos más tarde, el ambiente en el Corvus se complicó más

cuando, descubrieron que otros dos aparatos más empezaban a moverse. Era

extraño puesto que los dos primeros todavía no habían salido, parecía como si

los estuvieran esperando y, quizá, de esta forma, salir en formación diamante.

Así, se podrían emparejar dos a dos e intentar engañar al radar. Sin embargo, la

tripulación del Corvus ya los tenía en pantalla.

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La respiración del jefe de misión se aceleró aún más si cabe, cuando

contempló como dos de los puntos de la pantalla comenzaron a moverse con

mayor velocidad. Aunque el piloto pusiera los motores a máximo empuje, la

pareja de cazas lo alcanzaría en poco tiempo, por lo que mantuvieron la

velocidad indicada. BUBO comunicó inmediatamente a PANDA el despegue de

los dos F-43 desde la nueva base aérea. Acto seguido, PANDA llamó al Corvus

avisando de que tanto los Venator como el Avizor estaban ya en camino. De

hecho, los llamó en frecuencia:

- Buenas noches, aquí PANDA.

- Buenas noches, aquí ÁGUILA.

- Buenas noches, aquí UDJAT.

- Buenas noches, aquí BUBO. Gracias por uniros. Tenemos dos contactos

en tierra, supongo que despegarán en breve. Los otros dos están volando

ya, pero desconocemos su posición. UDJAT, cuanto antes estéis aquí

mejor. ÁGUILA, ¿cuánto os queda hasta nuestra posición?

- Unos cinco minutos, hemos coordinado con PANDA para ir en

supersónico.

- Copiado, ÁGUILA.

En el Avizor, la tripulación estaba deseosa de comenzar a poner en

práctica todo aquello que habían entrenado en innumerables ocasiones. El jefe

de misión los tranquilizaba:

- Recordad muchachos, se combate como se entrena: cabeza fría y sin

miedo. Ojos bien abiertos y oídos bien limpios. Concéntrense. Nuestro

país depende de nosotros. ¡Valor muchachos!

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Aquella calma tensa aún se prolongaría quince minutos más, cuando

empezaran a estar lo suficientemente cerca del Corvus. Mientras, los pilotos

contemplaban tras los cristales de la cabina las solitarias islas luminosas

rodeadas de un oscuro océano. Cada una era una población distinta, de ellas

brotaban estrechos y largos ríos, venas que conectaban distintos núcleos

urbanos.

- Lo tranquilo que se estaría allí abajo, comentó en voz alta el piloto.

- Bah, verás como los F-43 sólo han ido a identificar al Corvus y esto es

sólo una falsa alarma.

- Bueno, no sé, ya has leído los informes del CIFAS. Parece ser que los

ánimos están algo calientes. A ver qué nos encontramos.

En ese momento, el jefe de misión alertó al Corvus de que restaban cinco

minutos para tenerlos en la pantalla del radar. Los oficiales no quitaban ni un

segundo la mirada de sus respectivas pantallas esperando ser los primeros en

detectar la traza del aparato amigo.

El jefe de misión del Corvus respondió:

- De acuerdo UDJAT. Esperamos instrucciones. De momento,

mantenemos el plan de la misión.

Los pilotos, que ya habían vuelto a conectar el piloto automático,

permanecían en alerta por si veían algo moverse en el tenebroso mundo exterior.

Fernández regresaba al punto inicial después del enésimo barrido, cuando:

- Mi capitán, mire, rápido, allí a las 3. – Señaló con el dedo índice dos

luminosos e intermitentes puntos rojos (luces anticolisión).

- ¡Joder, sí, Fernández, los F-43!

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Abrió el micrófono y llamó al jefe de misión, el comandante Sánchez.

Seguidamente, éste último alertó a UDJAT de la presencia en sus

inmediaciones de los pollos. En cuanto terminó de hablar, uno de los oficiales, le

notificó que los otros dos aparatos habían desaparecido de la imagen radar, por

lo que habrían despegado. No quedaba otra que avisar a PANDA:

- PANDA, otros dos HOSTILE en el aire.

- Sí BUBO, tenemos los cuatro en contacto radar. Van directos a vuestra

posición. La primera pareja la tenemos identificada como KG1 y se dirigen

a 500 nudos y 25000 pies, los segundos a 400 nudos 15000 pies e

identificados como KG2. – Interrumpió UDJAT. En ese momento toda la

tripulación del Corvus respiró aliviada, tenían cuatro cazas al acecho, pero

al menos sabían dónde estaban.

- UDJAT, BUBO, activamos HALCÓN y AZOR. ¡Valor muchachos, os

esperamos en casa para el desayuno!

Eran las dos de la mañana de aquel largo sábado, ya transformado en

domingo, y los militares del Corvus habían comenzado su turno a las seis de la

tarde…

- Fíjate, la semana pasada tuve que consolar a mi hija pequeña porque un

niño la había dejado… Tienen cinco años… Ahora, me toca defender a

capa y espada España. Supongo que por esto elegí ser piloto del Ejército

del Aire. Como se decía antiguamente: ¡Santiago y cierra, España! –

suspiró Lapeña.

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- Héroe de noche y de día, en el aire y en la tierra… ¡es usted grande, mi

capitán! Tranquilo, pronto volverá a verlas. Tan bonitas ellas. – Acompañó

Fernández.

- Pues sí, y a mi mujer también. Es difícil. Bueno, voy a preparar las

contramedidas por si es necesario. Recuerde abrocharse bien el cinturón,

seguramente tengamos algún baile. No me fío de esta gente. Apenas veo

bien por los cristales.

- CABINA, interrumpió Sánchez, los quiero atentos, a partir de ahora tendrá

comunicación directa con UDJAT, el Avizor, que nos ayudará con la

posición de los cazas.

- Copiado, buenas noches UDJAT, aquí CABINA1 (nombre en clave del

capitán), piloto al mando.

- Buenas noches, tienen la primera pareja a 20 millas de su posición y la

segunda a 50 millas.

- Copiado, gracias. Avisen cuando a la primera le resten 10 millas a la

primera.

- Mi comandante, he de pedirle que tanto usted como el resto de los

oficiales permanezcan en sus asientos con el equipo de combate

colocado y completamente asegurado. Como bien sabe, es altamente

probable, según los informes, que inicien acciones hostiles y, por tanto,

sea necesaria realizar alguna maniobra evasiva y bajo ningún concepto,

permitiré que alguien salga herido.

- De acuerdo, capitán. – Cambió de canal y transmitió al resto de oficiales

la advertencia del capitán.

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En la cabina, los pilotos desconectaron de nuevo el piloto automático y se

prepararon para la interceptación por parte de las fuerzas aéreas almasinas. El

avión estaba en zafarrancho de combate. Esperaban un simple aviso por haber

invadido, posiblemente, parte de la zona de exclusión económica.

El viejo Corvus mantenía 25000 pies sobre el mar, rumbo norte y 300

nudos.

- BUBO, aquí UDJAT, tienen los cazas a 10 millas. Los cuatro, repito, los

cuatro. Se dirigen a 600 nudos, misma altura que ustedes.

El corazón del capitán latía con formidable fuerza. Retumbaba sordo por

toda la cabina. Por si fuera poco, uno de los oficiales de inteligencia advierte la

recepción de emisiones electrónicas novedosas:

- ¡CABINA, alerta, nos han fijado como blanco! ¡FOX!, repito, ¡FOX! –

CUERVO3 había detectado la emisión electrónica de un misil aire - aire.

En ese mismo instante, de manera heroica y desesperada el capitán del

Corvus aceleró y realizó un cerrado viraje de máximo rendimiento hacia la

derecha, descargando bengalas y chaff. Después de este brusco giro y haber

estado a punto de quedarse con los cuernos en la mano izquierda y con las

palancas de gases en la mano derecha, Lapeña logró recuperar el avión. El jefe

de misión congratuló al capitán por la maniobra.

Era un trabajo sin descanso, inmediatamente después CUERVO4 avisó

de otro misil que se dirigía hacia ellos. Puesto que el Corvus era un aparato sin

capacidades ofensivas, tan sólo podía realizar maniobras de esquiva y descargar

contramedidas, hasta que se acabaran o que llegara alguna de las parejas de

cazas…

22
Lapeña, volvió a dibujar otro giro de máximo rendimiento, pero esta vez

hacia la izquierda. Durante el giro, los cuernos vibraron fuertemente y un sonido

de cremallera silenció sin piedad la cabina. El caza les había perforado el ala.

Para alivio de los atemorizados oficiales enlatados en las tripas del Corvus, y con

más de un rosario rezado, se escuchó algo por la radio:

- KG1-I abatido, repito, KG1-I abatido. Aquí, ÁGUILA. ¿Nos echabais de

menos?

- Sí, sí, muchas gracias por venir.

En este breve momento de descanso, al cobijo de las alas de la pareja de

cazas, Lapeña, Fernández, García y Ruiz hicieron una comprobación cruzada

de los innumerables relojes que colgaban del cuadro y dedujeron que gracias a

Dios no tenían que temer ninguna pérdida de combustible. Además, los mandos

parecían responder, más o menos, adecuadamente.

A partir de ahora, los cazas almasinos olvidaron por completo el avión de

inteligencia y se centraron en los reactores que habían derribado su avión amigo.

A pesar de que los cazas no se habían enfrentado, el hecho de que uno de sus

aparatos abriera fuego contra el Corvus, permitía saltarse un par de puntos

iniciales previstos en las tan estudiadas reglas de enfrentamiento.

UDJAT actualizó:

- ÁGUILA, BUBO, PANDA, tenemos tres contactos hostiles en vuestras

inmediaciones y dos más en camino.

- Copiado, HALCÓN y AZOR se dirigen hasta vuestra posición. Han

recibido vectores para dirigirse en supersónico. El avión nodriza se

encuentra a 30 minutos. Orbitará en la parte sur de IBER (nombre en clave

23
de cierta zona reservada para el repostaje en vuelo). Esperarán vuestras

instrucciones.

- Recibido.

- Recibido.

La respiración de los pilotos del Venator era fuerte y entrecortada.

Resonaba en las conversaciones por radio. Las fuerzas soportadas comenzaban

a hacer mella en sus atléticos cuerpos. Continuaban haciendo virajes de alto

rendimiento, intentando evitar en todo momento entrar en combate, ya que se

encontraban en inferioridad numérica.

Silenciosamente, uno de los cazas enemigos volvió a posicionarse detrás

del Corvus:

- ¡Cuidado BUBO! ¡Derecha cerrado!

Lapeña alertó a la tripulación y libró por la derecha en otro perfecto alarde

de maestría a los mandos de aquel aparato. Asimismo, descargó parte de las

contramedidas que todavía disponía. En ese momento, uno de los Venator hizo

un magnífico picado sobre el F-43 atacante. Debido a que tenían orden de no

disparar misiles, si no era estrictamente necesario, el Venator comenzó el baile

de la muerte. En apenas dos compases y medio, el atacante resultó

formidablemente derribado.

A pesar del derribo, el piloto del Corvus notó que este último giro había

provocado que la zona dañada sufriera en exceso. Gracias a la luz de ala,

situada en el lateral del fuselaje, pudieron observar una pequeña fuga de fluido

hidráulico. No podrían permitirse otro cortejo más.

24
Por esta razón, se ordenó a BUBO dirigirse a retaguardia. Quedaban

entonces ÁGUILA, HALCÓN y AZOR en vanguardia. A partir de ahora, BUBO y

UDJAT volarían en formación tal como tantas veces habían hecho antes.

Mientras, los reactores enemigos se habían reagrupado con los otros dos

restantes. Avizor los monitorizaba a lo lejos.

Puesto que los pilotos de caza de la primera pareja (ÁGUILA) se

encontraban algo exhaustos, éstos quedaron en segunda línea. HALCÓN y

AZOR fueron a por ellos magníficamente comandados por la tripulación de

UDJAT:

- HALCÓN, tiene a KG2 a 5 millas al sur de su posición, 500 nudos.

- Copiado, UDJAT.

- AZOR, tiene a KG3 a 10 millas también al sur de su posición.

- Copiado, UDJAT.

Los misiles quedaban siempre reservados para casos de emergencia, por

lo que la pareja HALCÓN esperó a tener contacto visual positivo con los aparatos

hostiles para comenzar un nuevo cortejo.

- ¿Los ve? – HALCÓN01 preguntó a HALCÓN02

- Sí, a la 1, capitán ¿Usted con el de la izquierda y yo con el de la derecha?

- De acuerdo, ahora nos vemos.

- Hasta ahora.

Era la primera vez que se despedía así de su líder. Nunca antes había

entrado en combate. Por lo que, el enemigo siempre había sido un camarada…

Rompió por su derecha, observando como su avión acompañante se hacía cada

vez más pequeño en el cielo. Decidido, se dirigió hacia el titilante punto de la

25
pantalla del radar. El sudor bañaba por completo su frente, algunas gotas se

precipitaban sobre la máscara de oxígeno.

Agarraba con la mano izquierda la palanca de gases y con la diestra la

palanca de mando. Sentía como cada uno de sus músculos estaban

completamente tensos. Olvidó por completo las comunicaciones que bullían por

la frecuencia de combate. Tan sólo veía como el aparato enemigo se dirigía hacia

él a través del cristal del HUD. Apretó los dientes y empujó con todas sus fuerzas

la palanca de gases, acelerando directamente hacia el encuentro con su

adversario. Un fuerte sonido silenció por completo la cabina, el piloto volvió en sí

alertado por los sordos latidos de su corazón. El avión hostil había pasado muy

cerca… Tiró de la palanca hacia sí, volvió a forzar la mandíbula y redujo potencia,

había comenzado el baile…

Giró el cuello lo máximo que pudo y deshizo el invertido, para comenzar

a buscar en el inmenso océano de la noche a su contrincante. Al contrario que

él, su adversario había preferido hacer un viraje de máximo rendimiento

manteniendo la altura. Por lo que no le fue demasiado difícil localizarlo. Sin

embargo, volvieron a cruzarse. Pero esta vez, el piloto del HALCÓN02, el

teniente González, al alcanzar el punto álgido del looping redujo al mínimo la

potencia de los motores, esto le permitió colocarse en la cola del aparato

adversario. Sin dudarlo, apuntó y, pulsando el botón rojo de la palanca de mando,

abrió fuego. Una cremallera de munición sacudió por completo el fuselaje de su

montura, pero todos los proyectiles fueron a parar al fondo del mar. El avión

enemigo evitaba las ráfagas mediante continuos alabeos y cambios de altura.

González comenzaba a desesperarse, al ver como la cantidad de

munición gastada seguía creciendo, se había olvidado por completo de que


26
había descendido casi 10.000 pies durante esta última maniobra.

Inmediatamente, un ensordecedor aviso comenzó a alertar de la proximidad del

aparato a la salada piel del mar, al mismo tiempo, en el centro del HUD comenzó

a parpadear el mensaje: PULL UP. Como si de dos tortolitos se tratara, González

y el piloto almasino recuperaron altura.

La destreza del adversario era notable, durante el ascenso aprovechó

para ejecutar un viraje de altas prestaciones colocándose en la parte trasera del

caza de González. El piloto español, completamente sumido en la lectura del

altímetro, descubrió que la alerta de localización de misil se había activado,

inmediatamente, empujó hasta el fondo la palanca de gases y llevó la palanca

de mando a la derecha, completando una espiral evasiva. Al mismo tiempo,

activó una descarga de bengalas, una maniobra bellísima.

González había perdido de vista al avión enemigo, por lo que, tiró hacia sí

de la palanca de mando para alcanzar un nivel de vuelo seguro y tener mejor

posición con respecto a su enemigo. El teniente iba medio descolgado de los

arneses de seguridad para poder contemplar mejor el etéreo campo de batalla.

Cuando vio el F-43 volando tranquilamente, unos 5.000 pies por debajo, no dudó.

Redujo potencia y empujó la palanca de mando hacia adelante. El avión

comenzó un sigiloso picado. González quitó el seguro, apuntó y descargó una

segunda ráfaga de proyectiles de 20 mm. Aguantó el temblor, volvió a aplicar

potencia y giró hacia la derecha para recuperar una posición segura. No sabía si

había derribado al enemigo:

- UDJAT, aquí HALCÓN02… - No había terminado la conversación cuando

alguien lo interrumpió:

27
- Aquí UDJAT, ¡Magnífico, impresionante! ¡Enhorabuena, González! -

- Muchas gracias – González respondió de manera escueta, era su primer

derribo. Toda aquella tensión se transformó en lágrimas que

irremediablemente brotaban de sus ojos. No conseguía relajar su

corazón. La cantidad de adrenalina que viajaba libremente por su cuerpo

era excesiva. Tomó aire e hizo un tonel volado para intentar volver a

situarse en aquel infinito cielo. Una voz irrumpió la frecuencia de combate:

- ¡González, González! ¡Ayuda! – gritó desesperadamente el líder de la

pareja ÁGUILA.

- Está al sur, a dos millas de tu posición – apuntó UDJAT.

- Recibido. Allá voy, mi capitán. – suspiró, volvió a mirar la foto de su

preciosa novia, rezó en silencio y se dirigió hacia la posición donde su

líder y el piloto enemigo se batían en veloz duelo.

Los nervios seguían atormentando la cabeza del teniente, a pesar de su

previo bautismo de fuego. En dos minutos, González divisó la pareja de rapaces

debatiéndose entre la vida y la muerte. Por desgracia, el piloto de Almasin iba en

la cola del Venator de su capitán. El teniente lo advirtió:

- ¡Capitán, derecha cerrado!

- ¡Dios Santo, Gonza sácame de aquí! – Los alertadores contra misiles

saturaron la desesperada comunicación del capitán.

A pesar de ello, González había llegado unos segundos tarde. El capitán

hizo el giro tal como le sugirió su camarada, pero un instantáneo y macabro brillo

se encendió en el lateral del ala derecha del F-43. El dardo mortal se dirigió

28
directo al fuselaje del Venator. Una monstruosa y terrible bola de fuego envolvió

el aparato, iluminando el oscuro cielo.

Los joviales ojos de González no daban crédito a lo que estaba

sucediendo. Todavía podía escuchar la desesperada comunicación de su

capitán rogando ayuda. Comenzaron a cristalizarle las lágrimas, que se

mezclaron con la capa de sudor que ya cubría su rostro. Los pálpitos del corazón

se acercaban cada vez más. Un torrente de recuerdos inundó su mente, la

situación se complicaba a medida transcurría el tiempo. Sin embargo, antes de

darlo todo por perdido, su instinto de supervivencia se apoderó de él.

Se encendieron sus pupilas, vació completamente su mente de pasadas

reminiscencias y recuperó la tensión de sus músculos. Respiró profundo,

sacudió su cuerpo y con una sólida inseguridad abrió el micrófono:

- ¡HALCÓN01 DERRIBADO! Repito, ¡HALCÓN01 DERRIBADO!

- De acuerdo, HALCÓN02, Dios le guarde – contestó UDJAT.

Durante su recuperación y la transmisión, el teniente no había quitado ojo

al piloto almasino, que ya había puesto pies en polvorosa. González apretó la

palanca de gases y el aparato comenzó a acercarse al F-43. No esperaba la

aparición de otro Venator. Por lo que, se asustó enormemente cuando el sistema

de defensa del aparato inundó su cabina con una sonora alarma. González tenía

un tiro limpio, como un tiro al pato, sin apenas haber luchado. Estimó que abrir

fuego en esa situación no era apropiado ya que su enemigo estaba en

desventaja. Por ello, tiró de la palanca hacia sí, alzó el morro y disparó una ráfaga

que se perdió por encima del avión enemigo.

29
El piloto almasiano describió una precisa maniobra evasiva, rompiendo

por la izquierda. En ese momento comenzó el duelo. Ambos pilotos habían salido

victoriosos por lo que las exigencias eran altas. González levantó la palanca de

mando y aceleró hacia el aparato enemigo. El F-43 comenzó a descender con

una tasa imposible, al mismo tiempo, agitaba todo el fuselaje de manera excesiva

y continua, intentado evitar que el español lo fijara como blanco.

Habiendo aprendido la lección, el teniente, sin dejar de seguir al enemigo,

ralentizó su descenso y dejó de acelerar, esperando a que el F-43 se estabilizara

y comenzara a recuperar altura. Esto es, se posicionó como si fuera un

francotirador de élite. Con nervios bañados en acero y una calma inestable

levantó el seguro y cosió a balazos el aparato almasiano. Inmediatamente

observó como el piloto había logrado eyectarse del avión y desplegar el

paracaídas. Suspiró aliviado. El combate había terminado.

Durante el enfrentamiento aún se había alejado unas 20 millas de la

posición dónde se despidió del capitán, por lo que le quedaban unas 40 millas

hasta alcanzar a sus camaradas. Disminuyó potencia, tragó saliva, intentó

relajarse y giró de vuelta a tierra conocida, a cobijo de sus compañeros:

- UDJAT, aquí HALCÓN02, ¿queda algún HOSTILE?

- Negativo, HALCÓN02, diríjase a IBER a discreción, le esperan,

CAMELLO, BUBO, ÁGUILA, AZOR y nosotros.

- Recibido, allá voy.

Mientras González había luchado contra los dos aparatos, la pareja AZOR

batió sin problemas a su traza, el binomio de cazas KG-3. Asimismo, BUBO

había continuado con su tediosa labor, aprovechando que las defensas

30
enemigas se habían focalizado en los aviones de combate. Por su parte,

CAMELLO había suministrado combustible ya a todos los aparatos excepto a

HALCÓN02.

Desde la neutralización de la primera traza, ÁGUILA escoltó a BUBO

durante la toma de fotografías lo que alivió enormemente la tensión de su

tripulación. Por su parte, AZOR se encargó de proteger a UDJAT. Así CAMELLO,

que orbitaba en zona segura, acompañaría a HALCÓN02 hasta el aterrizaje en

GOLF CLUB.

Después de todo lo ocurrido anteriormente, el piloto del Venator contenía

en su cuerpo una importante cantidad de tensión e impotencia. Ahora, era la peor

fase puesto que el instinto de supervivencia ya había vuelto a sumergirse en las

profundidades del razonamiento… o quizá no. Cuando el radar de su aparato

marcaba que la distancia hasta CAMELLO era de 10 millas, una estruendosa

alarma volvió a saturar la cabina y la atención del piloto. A pesar del cansancio

físico y psicológico, el piloto no tardó en localizar el origen de la alerta: el nivel

de combustible en los depósitos era ridículo. Apenas le quedaban 800 litros.

Quizá el Bovis estaba demasiado lejos… Respiró, volvió a serenarse y llamó por

frecuencia de combate a CAMELLO:

- CAMELLO, aquí HALCÓN02, PAN PAN PAN. Me quedan 800 litros de

combustible. Les agradecería que vinieran a mi encuentro.

- Copiado, HALCÓN02, rompemos derecha. Reporte velocidad y nivel de

vuelo.

- Nivel de vuelo 240, 350 nudos.

- De acuerdo, en dos minutos estamos contigo.

31
El avión cisterna estaba orbitando a 24.000 pies por lo que mantendría su

altura. Al poco de cerrar el micrófono, González observó las luces anticolisión

del avión cisterna:

- CAMELLO, le tengo en contacto visual.

- Recibido, mantenemos rumbo y altura, reducimos velocidad indicada a

250 nudos.

El avión nodriza era un curtido DASA CT-87Q Bovis de fabricación

española. Tenía cuatro motores y un fuselaje similar al del Corvus y Avizor. Con

la diferencia de tener una pértiga instalada en la cola. Este dispositivo permitía

transferirle a otro avión cierta cantidad de combustible en vuelo.

Dentro de CAMELLO, la operadora de pértiga se dirigió a su zona de

trabajo, un pequeño cubículo situado en la plataforma inferior del avión, entre el

encastre de la pértiga y el tren de aterrizaje. La diminuta habitación tenía una

enorme ventana abierta al infinito, una elevadísima saetera acristalada. Justo

debajo había un vetusto panel negro cuarteado por el tiempo. En él se alojaban

numerosos relojes que mostraban la información básica, mientras que a la

derecha se encontraba la palanca de mando, con la que se podía gobernar la

pértiga.

Tras varios intentos fallidos, González había sido capaz de situarse detrás

del aparato nodriza. Al ser de noche, la operación era considerablemente más

exigente. Unos metros por encima, la subteniente Pérez ya estaba tumbada en

su puesto y con los ojos observando fijamente al sediento Venator.

- CAMELLO, Buenas noches. – Saludó González.

- Buenas noches, HALCÓN.

32
El operador del Bovis hizo descender la pértiga con la cesta en su extremo

sobre el caza. Mientras, González desplegó la sonda localizada en la parte

derecha del morro del avión. Con esto, se daba comienzo a la parte más crucial:

el primer contacto. La canasta se agitaba continuamente a merced del viento. Al

mismo tiempo, la subteniente contemplaba desde su atalaya como el piloto se

batía en duelo contra los elementos para lograr introducir la sonda en la canasta.

Tras varios escarceos, González lo logró:

- Contacto, transfiriendo 2.000 litros.

- Recibido, CAMELLO.

La transfusión duró unos cinco minutos, Durante el mismo, el teniente dio

la impresión de poseer extremidades de acero y un pulso digno de cirujano, al

conseguir no mover en exceso el aparato y evitar desconectarlo de la cesta.

Pocos minutos después, la subteniente lo alertó:

- HALCÓN02, combustible transferido.

- CAMELLO, muchas gracias, nos vemos abajo.

González se desconectó, descendió la altura mínima de seguridad y,

como señal de gratitud, se despidió con una preciosa envolvente en picado,

descargando parte de las bengalas que aún le quedaban. Iluminó así parte de la

oscura y larga madrugada. En cuanto el teniente había liberado la zona, Pérez

retrajo la canasta, hizo ascender la pértiga y apagó el sistema. Por último, cubrió

la enorme ventana y volvió a la plataforma superior del aparato.

Una vez todos los aparatos tenían suficiente combustible, emprendieron

el viaje de regreso. Todos regresarían a GOLF CLUB excepto el Corvus que

aterrizaría en su base, PRENSA. A pesar de la falla descubierta durante su lance

33
con el segundo F-43, el avión había continuado desplegado recolectando

valiosísima información para el Centro de Inteligencia Español. El jefe de misión

de UDJAT abrió el micrófono:

- UDJAT para la red, volvemos a base. ¿Quién quiere acompañar a BUBO

hasta PRENSA?

- HALCÓN02 se ofrece, UDJAT.

- ¿Está usted seguro? – se interesó BUBO.

- Sí señor, seré su escolta, después regresaré a GOLF CLUB.

- Copiado, HALCÓN02. Autorizado a escolta de BUBO. Lo tiene a diez

millas al oeste de su posición. Coordínense entre ustedes. – Cerró

UDJAT.

En cinco minutos, el teniente González divisó en la oscura lejanía el

aparato dirigido por el capitán Lapeña. Ahora que ya la amenaza había

desaparecido, el piloto del Corvus, se colocó a la derecha del aparato y les

saludó cordialmente con una pequeña exhibición típica de los pilotos del Ala 41.

Lapeña abrió el micrófono:

- Buenas noches HALCÓN02, magnífica carta de presentación, al habla el

capitán Lapeña del 611 Escuadrón.

- Buenas noches BUBO, encantado, soy el teniente González del 412

Escuadrón.

- Encantado, si por favor puede situarse en el lado izquierdo del aparato,

se lo agradecería, uno de los F-43 nos ha perforado parte del ala.

- Copiado BUBO.

34
El piloto del Venator alzó el morro e hizo un tonel volado para colocarse

en el ala izquierda del curtido Corvus. Desde fuera, su capa gris se había

mimetizado casi completamente con el paisaje nocturno. Un par de ventanas

iluminadas lo delataban, a parte del concierto de luces de seguridad formado por

la rojiza luz anticolisión y las de navegación.

Lapeña consultó al piloto del Venator por la herida del ala. González

contestó que parecía que iba a desprenderse un trozo considerable del borde de

ataque. Un fragmento de aluminio bailaba al son del viento, apenas estaba

sujeto. Asimismo, de la perforación comenzaba a brotar de manera cada vez

más significativa combustible. El desprendimiento del trozo de aluminio

acrecentó el problema. En cuanto el piloto del caza lo detectó avisó al capitán

por la frecuencia de combate:

- Mi capitán, tiene una fuga de combustible en el borde de ataque del ala

izquierda. Le recomiendo que compruebe niveles.

- ¡Dios Santo! Sí es cierto. Muchas gracias, nos ponemos con ello. Por

favor, avise a UDJAT.

- De acuerdo, UDJAT, UDJAT, aquí HALCÓN. BUBO tiene el ala izquierda

perforada. Pierde combustible.

- Recibido Halcón, aquí UDJAT.

Acto seguido, la tripulación del Corvus comienza a trabajar para atajar la

considerable pérdida de combustible. Habían repostado en vuelo hacía unas tres

horas por lo que aún tenían unas cinco, suficiente para llegar hasta Morón. El

capitán cerró las válvulas de alimentación cruzada y dejó un remanente de

combustible en el ala izquierda, para que el avión no se descompensara en

35
exceso. A pesar de ello, tendría que volar con cierto alabeo para compensar la

falta de masa en dicha ala.

A partir de ahora, la cabina, que durante el vuelo de vuelta se había

asemejado más a un ágora, donde los pilotos vertían sus opiniones y discutían

sobre diversos elementos de la vida, se aseptizó y se focalizó completamente en

los datos que mostraban cada uno de los relojes que salpicaban el viejo panel

de control. Parecía como si la tensión del piloto del caza hubiera volado y se

hubiera colado en los cuerpos de los tripulantes del Corvus.

Fuera, González divisaba de cerca el dócil aparato como suspiraba

grandes cantidades de combustible. La luz del ala estaba encendida,

permitiendo así que tuviera una visibilidad óptima a pesar de la oscuridad de la

noche. Mientras, el mecánico del Corvus hizo los cálculos necesarios para

comprobar que tenían combustible suficiente para llegar hasta PRENSA.

Justo después se comunicó a UDJAT.

- UDJAT, UDJAT, aquí BUBO. Declaramos emergencia, necesitamos volar

directamente a PRENSA. Tenemos combustible suficiente. No

necesitamos otro repostaje en vuelo.

- BUBO, BUBO, aquí UDJAT. Recibido. Coordinamos con PANDA y

Control militar.

La comitiva se había internado ya en tierra. UDJAT ordenó, por tanto, a

CAMELLO, a AZOR y a ÁGUILA que aterrizaran en GOLF CLUB. Asimismo,

comunicó a PANDA la emergencia de BUBO. Éste coordinó con Control militar

la ruta más corta y avisó a PRENSA para que activara el plan de emergencias.

A partir de ahora, BUBO volvió a utilizar su indicativo:

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- Control militar, NEPTUNO01 en emergencia, escoltado por HALCÓN02,

mantenemos nivel de vuelo 250 a 300 nudos, estamos entrando en la

península.

- NEPTUNO01, HALCÓN02, ambos en contacto radar. Autorizados a

discreción aproximación pista 02 de Morón.

- Copiado. NEPTUNO01.

A pesar de la hora, la manilla corta remoloneaba sobre las cinco de la

mañana, los controladores aéreos distribuyeron los tráficos civiles a otras zonas.

Por tanto, González y Lapeña tenían libertad completa para completar la

aproximación a la cabecera sur de la base aérea de Morón. Al poco de

comunicar, comenzaron el descenso a 15.000 pies, a medida que iban

descendiendo, reducían la velocidad de aproximación.

Un poco más abajo, en torno a 10.000 pies, González volvió a abrir las

válvulas de alimentación cruzada para así intentar equilibrar el avión en cierta

medida. A menos de 8 millas del campo, Control militar los transfirió a Morón. En

esos momentos, había un par de controladores para cubrir las tareas de

aproximación, torre y rodaje.

- NEPTUNO01, contacte con Morón Torre en 117.25. Buenas noches.

- Muchas gracias, con Morón Torre 117.25. NEPTUNO01. Buenas noches,

buen servicio.

El copiloto cambió la frecuencia de comunicaciones con el selector:

- Morón Torre, NEPTUNO01 a 7 millas del campo, 5000 pies, 180 nudos

de indicada.

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- NEPTUNO01, copiado, tiene a los bomberos ya desplegados. ¿Almas a

bordo?

- 17 almas a bordo – el copiloto respondió dubitativo. Era difícil verbalizar

esa información

- 17 almas, copiado.

El capitán desconectó el piloto automático y comenzó a luchar contra los

mandos intentando gobernar el aparato. A pesar de la transferencia de

combustible, el desequilibrio era notable y un ligero viento del oeste le

complicaba las cosas. A 2500 pies solicitó al teniente que bajara el tren de

aterrizaje. Tenía ganas ya de besar el suelo. El sudor volvía a hacer acto de

presencia, cuatro millas más tarde, la radio volvió a interrumpir el silencio

sepulcral:

- NEPTUNO01 viento 060 10 nudos autorizado a aterrizar pista 02.

Compruebe tren abajo.

- Tren abajo, autorizado a aterrizar NEPTUNO01.

González volaba su Venator a escasos metros de BUBO, cuando éste

recibió la autorización de aterrizar, alzó levemente el morro y mantuvo 1000 pies

sobre el terreno, observando en todo momento como el Corvus iba descendiendo

hacia la pista 02. En la cabina, el copiloto iba cantándole la altura y la velocidad,

mientras que Lapeña luchaba contra los mandos:

- 50 pies 130, 40 pies 135, 30 pies 130, 20 pies 130, 10 pies 130, contacto.

Un contundente golpe sacudió la cabina, Lapeña seguía tenso

observando como la velocidad iba reduciéndose en el reloj. Con la mano

38
izquierda sobre los mandos y la derecha sobre la palanca de gases había

conseguido domar al Corvus y aterrizarlo en la pista 02 de Morón.

Todavía con la tensión, Fernández abrió el micrófono y llamó a torre:

- NEPTUNO01 solicitamos rodaje hasta el parquin 44. Requerimos revisión

de pista.

- Copiado, NEPTUNO01 ruede por Alfa, November y Québec hasta parquin

44. ¡Enhorabuena capitán, una toma espléndida!

- Rodaremos por Alfa, November y Québec hasta el 44. Muchas gracias,

NEPTUNO01.

Al tiempo de finalizar la transmisión, Morón torre llamó al Venator:

- HALCÓN02, Morón torre.

- Morón torre, adelante.

- HALCÓN02, autorizado directo a discreción a Rota. Máximo 400 nudos,

mantenga 15.000 pies.

- Morón Torre, copiado, muchísimas gracias. Buenas noches.

González había hecho un par de circuitos sobre la base aérea mientras el

Corvus aterrizaba. Abandonó el último y se dirigió hacia la ciudad gaditana.

Respiró y revisó todo su avión, comprobando que todo estaba en orden. Después

se relajó y comenzó a repasar todo lo que le había pasado en aquella fatídica

jornada. Ahora que se había sumido en la soledad, la tensión acumulada se

transformó en lágrimas y su mente comenzó a divagar entre terrenos

pantanosos. El piloto automático hacía el trabajo.

Alguna que otra idea peligrosa voló por su cabeza. Milagrosamente,

Morón lo interrumpió para transferirlo a Rota:

39
- HALCÓN02, contacte Rota Aproximación en 120.5, buenas noches y

muchas gracias por todo.

- Morón Aproximación, con Rota en 120.5. muchas gracias, buenas noches

y buen servicio.

En apenas quince minutos ya divisaba las luces de la base aérea de Rota.

Los primeros rayos del crepúsculo comenzaban a hacer acto de presencia. La

noche había sido muy larga, pero la comunicación con la torre hizo que no se

sintiera solo, estaba allí por algo…

- Rota Torre, HALCÓN02 a diez millas del campo.

- HALCÓN02, copiado.

Ya que le habían dado libertad, y todavía quedaba algo de combustible

subió a 8000 pies a tres millas del campo:

- HALCÓN02, viento 050 2 nudos, autorizado a aterrizar pista 28.

Compruebe tren abajo.

- Tren abajo. Autorizado a aterrizar pista 28.

Sin saber lo que le esperaba en la plataforma, cortó motores e hizo un

picado a un kilómetro aproximadamente de la cabecera. Al sobrepasar el umbral

de la pista alzó el morro, hizo un leve planeo y tomó majestuosamente sobre la

pista de Rota. La torre de control lo guio hasta su parquin asignado para este

brevísimo despliegue. Pensando que tan sólo habría los dos mecánicos

encargados de su avión, se llevó una sorpresa cuando observó que le

aguardaban todas las tripulaciones que habían combatido aquella noche. Sin

quererlo, con su arte en el aire había conseguido frenar a los agresivos pilotos

de Almasin.

40
Siguió hasta su parquin, buscando a sus mecánicos entre la pequeña

multitud que se había acumulado allí. Después de varios segundos de angustia

los localizó y detuvo el avión. Activó el freno de estacionamiento, apagó los

motores y los sistemas de gestión. Desconectó la manguera de oxígeno y se

desabrochó el arnés de seguridad. Extrajo el disco duro de misión y lo introdujo

en su bolsa de vuelo. Tomó la foto de su novia, la besó con cariño, y la guardó

en el bolsillo del mono pegado al corazón. Sin quitarse el casco, levantó la

carlinga y en cuanto el mecánico le colocó la escalerilla se bajó. Sin mediar

palabra desapareció entre la multitud con su bolsa de vuelo, un cálido amanecer

le aguardaba. Por algo estaba allí…

41

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